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Martí en Fidel (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4

Esa aguda percepción de la inagotable
espiritualidad humana, fomentadora de sacrificio y entrega, le
permitió aglutinar, en medio de banales rencillas y
perniciosos recelos, a los veteranos de la contienda anterior,
con los pinos nuevos, que ya se empinaban en reclamo de viril
protagonismo. Esa misma fe se reedita en Fidel Castro cuando
expresa en el acto de inauguración del curso escolar
1997-1998, en Ciudad Escolar Libertad, en La Habana
que…"…no me desalientan los ejemplos negativos, por
el contrario, me hacen feliz los cientos de miles y los millones
de ejemplos positivos que vemos en toda partes…"
(30).

Esa lúcida concepción humanista presente
en el pensamiento de José Martí y Fidel Castro les
permitió a ambos, constituirse en fervientes propugnadores
de la unidad revolucionaria, al margen de anexionistas y
apátridas. Es por ello que el Apóstol le comunica a
Mayía Rodríguez, en carta fechada en New York, el
23 de marzo de 1882 como…"…es en verdad, caso de
angustia, para todo corazón patriótico y de
remordimiento, después de saber cuanto podemos, la menor
dilación en congregarnos, con autoridad y fuerza y
respeto, bastantes para juntar los elementos revolucionarios del
país…no en nombre de un entusiasmo desvanecido e
impotente, sino en el nombre de todos" (31).

Ese llamado martiano a la unidad de todos los
partidarios de la independencia, excluía a autonomistas y
anexionistas, acerca de lo cual advertía con
extraordinaria lucidez que…"… urge impedir que la
guerra caiga bajo la guía de los que pervierten su
espíritu….Si la guerra cae en sus manos, si el
último esfuerzo del país es abatido por dejarlo ir
a esas manos, no sabremos donde esconder nuestras cabezas
culpables. Será nuestra la culpa" (32).

Abanderado de la unidad, factor esencial para la propia
supervivencia histórica de la Revolución, Fidel
Castro proclama el 17 de diciembre de 1960
como…"…todo lo que tienda a dividir al pueblo para
hacerle el juego al imperialismo es contrarrevolucionario"
(33).

Muchos años más tarde, en su discurso en
el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre
del 2005, éste reflexiona como el hombre…"…
entrega la vida por una noble idea, por un principio
ético, por un sentido de la dignidad y el honor, aun antes
de ser revolucionario, y también decenas de millones de
hombres murieron en los campos de batalla en la Primera Guerra
Mundial y en otras guerras, enamorados casi de un símbolo,
de una bandera que la encontraron bella, un himno que escucharon
emocionante, como lo fue La Marsellesa en su época
revolucionaria, y después himno del imperio colonial
francés. En nombre de ese imperio colonial y de los
repartos del mundo murieron en masa en las trincheras, en la
Primera Guerra Mundial, millones de franceses. Si el hombre es
capaz de morir, el único ser que es consciente de entregar
la vida voluntariamente, no lucha por instintos, como hay tantos
animales que luchan por instinto…pero el ser humano es el
único capaz, conscientemente, de pasar por encima de todos
los instintos. El hombre es un ser lleno de instintos, de
egoísmos, nace egoísta, la naturaleza le impone
eso; la naturaleza le impone los instintos, la educación
impone las virtudes; la naturaleza le impone cosas a
través de los instintos, el instinto de supervivencia es
uno de ellos, que lo pueden conducir a la infamia, mientras por
otro lado la conciencia lo puede conducir a los más
grandes actos de heroísmo" (34).

La historia de la humanidad es la mejor enciclopedia de
la sabiduría que escasas veces consultamos con la
asiduidad y concentración necesaria. El hombre,
particularmente aquellos que por determinadas circunstancias,
sean por méritos personales, coyunturas históricas,
ambiciones personales u otros muchos factores, ejercen la
facultad, apoyados en el poder, de tomar determinaciones
personales, que afectan a pueblos enteros e incluso a toda o
parte de la humanidad, convierten sus decisiones en hechos
trascendentes o amorales. La ética en política y la
virtud en sus ejecutores desempeñan un papel de
extraordinaria importancia en el decursar histórico. Su
presencia o carencia determina en tales personalidades, sean
verdaderos conductores de pueblos, al representar sus intereses,
o deleznables verdugos de sus más justas aspiraciones,
aún incluso enfundados en el traje de un supuesto
liberalismo democrático. Los errores en el ejercicio del
poder pueden ser perdonados, en la misma medida que son
rectificados, si van acompañados de la virtud, o
condenados, si por el contrario, son guiados por los derroteros
tortuosos de la ambición personal, el autoritarismo, la
auto sublimación de sus supuestos méritos,
alimentado siempre por apologistas oportunistas, que lucran a su
sombra.

Valorar el ideario ético humanista de
Martí y Fidel, es abstraerse de las múltiples
aristas de la universalidad de su pensamiento, válidos
para su útil provecho para diversas ciencias y ramas del
saber, pero sin perder la perspectiva para el análisis, de
que estos son en todo y ante todo hombres de excepcional
clarividencia política. Como estadistas naturales por
talento, vocación y capacidad, a la que aunaron su
experiencia práctica, en contexto a la vez que diferentes,
afines en sus propuestas éticas, es fácil discernir
en sus recorridos, aproximaciones y tanteos por los campos de la
educación, la sociología, la filosofía y
otros tantos, que sus valoraciones nunca pierden la esencia
política, como un camino muchas veces transitado pero
siempre revelador. Política, que en ambos, tiene su
sustento en una profunda eticidad.

Tal como le exponía Fidel Castro a Frei Betto, en
la ya antológica entrevista…"…las ideas
políticas de nada valen si no hay un sentimiento noble y
desinteresado. A su vez, los sentimientos nobles de la gente, de
nada valen si no hay una idea correcta y justa en que apoyarse"
(35).

Mientras que para Martí…"…a la
raíz va
el hombre verdadero. Radical no es
más que eso: el que va a las raíces. No se llame
radical quien no vea las cosas en su fondo. Ni
hombre,
quien no ayude a la
seguridad y dicha de los
demás hombres"
(36)…pues para
éste…"…a lo que se ha de estar no es a
la forma de las cosas, sino a su espíritu, lo real no es
lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es
lo que no se ve. La política es el
arte de
combinar, para el bienestar creciente interior, los factores
diversos u opuestos de un país, y de salvar al país
de la enemistad abierta o la
amistad codiciosa de los
demás pueblos"
(37).

Ese pensamiento esencialmente político se expresa
de múltiples formas en los escritos y discursos, en ambas
personalidades, a lo largo de su trayectoria revolucionaria. La
política como expresión de la idéntica
cultural, se forja de las particulares necesidades e intereses
del pueblo con un basamento necesariamente ético. El
derecho de los pueblos a ejercer sus derechos políticos
tiene que estar sustentado en lugar privilegiado en su acceso a
la educación. El invalorable derecho de pensar por si
mismo y discernir con cabeza propia, debe estar aparejado a su
capacidad de realizar su utopía, en personas con la
educación elemental suficiente, que le permitan a partir
de su personal raciocinio, donde primen los intereses sociales,
la exposición de sus criterios personales, con entera
libertad, donde primen la honestidad y la virtud. Ello
constituirá la única forma de prevenir que
élites, eternas aspirantes al monopolio del pensamiento,
lo marginen o ignoren.

Para el Maestro, la República nueva, de brazos de
la revolución, se fundamentará en
que…"…en un pueblo no perdura sino lo que nace
de él, y no lo que se importa de otro pueblo. Mas estos
devaneos, copias, deseos honrados de introducir en el
suelo
patrio experiencias que en otro suelo han dado resultados
felices, son inevitables, necesarios y útiles. Con el
imperfecto ejercicio de la libertad que permiten, y de su choque
mismo con las necesidades y espíritus reales de la patria,
resulta el pueblo nutrido y preparado para ejercer luego la
libertad de su propia y original manera."
(38)… a la
vez que para Fidel Castro…"… una persona que es
analfabeta, o cuyos conocimientos apenas rebasan el tercero o el
cuarto grado, o que vive en estado de pobreza o de pobreza
extrema, o carece de empleo, o radica en barrios marginales donde
las más inconcebibles condiciones de vida tienen lugar, o
deambulan por las calles y reciben el veneno constante de la
publicidad comercial, sembrando sueños, ilusiones y ansias
de consumos imposibles, las que suman enormes masas de ciudadanos
en lucha desesperada por la vida, pueden ser víctimas de
todo tipo de abusos, chantajes, presiones y engaños, sus
organizaciones son reprimidas o carecen de ellas,
difícilmente están en condiciones de comprender los
problemas complejos del mundo y de la sociedad en que viven. No
están en condiciones reales de ejercer la democracia, ni
decidir cuál es el más honesto o el más
demagógico e hipócrita de los candidatos, en medio
de un diluvio de propagandas y mentiras, donde los que más
recursos poseen son los que más mentiras y engaños
siembran" (39).

Para Martí, como expresa en discurso del 10 de
octubre de 1890, es su aspiración a que la
república por la que lucha no sea…"…foro
de leguleyos ineptos o un grupo de generales
deseosos
…"… sino por el
contrario…"…más que de disputas y de
nombres, debía ser de
empresa y de
trabajo" (40).

Nuevamente revela Fidel Castro su vocación
martiana, en su antológico discurso del 10 de octubre de
1968, en La Demajagua, al conmemorarse el centenario del inicio
de las luchas independentistas al afirmar como…."…
eso no es algo que se diga hoy como de ocasión porque
conmemoramos un aniversario, sino algo que se ha dicho siempre y
que se ha dicho muchas veces y que se dijo en el Moncada y que se
dijo siempre. Porque allí cuando los jueces preguntaron
quién era el autor intelectual del ataque al cuartel
Moncada, sin vacilación nosotros respondimos:
¡Martí fue el autor intelectual del ataque al
cuartel Moncada! Es posible que la ignorancia de la actual
generación, o el olvido de la actual generación, o
la euforia de los éxitos actuales, puedan llevar a la
subestimación de lo mucho que nuestro pueblo les debe, de
todo lo que nuestro pueblo les debe a estos luchadores. Ellos
fueron los que prepararon el camino, ellos fueron los que crearon
las condiciones y ellos fueron los que tuvieron que apurar los
tragos más amargos: el trago amargo del Zanjón, el
cese de la lucha en 1878; el trago amarguísimo de la
intervención yanqui, el trago amarguísimo de la
conversión de este país en una factoría y en
un pontón estratégico—como temía
Martí—; el trago amarguísimo de ver a los
oportunistas, a los politiqueros, a los enemigos de la
revolución, aliados con los imperialistas, gobernando este
país. Ellos tuvieron que vivir aquella amarguísima
experiencia de ver cómo a este país lo gobernaba un
embajador yanqui; o cómo un funcionario insolente, a bordo
de un acorazado, se anclaba en la bahía de La Habana a
dictarle instrucciones a todo el mundo: a los ministros, al Jefe
del Ejército, al Presidente, a la Cámara de
Representantes, al Senado…"…para enfatizar
que… "…si las raíces y la historia de este
país no se conocen, la cultura política de nuestras
masas no estará suficientemente desarrollada. Porque no
podríamos siquiera entender el marxismo, no
podríamos siquiera calificarnos de marxistas si no
empezásemos por comprender el propio proceso de nuestra
Revolución, y el proceso del desarrollo de la conciencia y
del pensamiento político y revolucionario en nuestro
país durante cien años. Si no entendemos eso, no
sabremos nada de política. Y desde luego,
desgraciadamente, mucho tiempo hemos vivido ignorantes de muchos
hechos de la historia" (41).

El tronco solo se mantendrá firme si se asienta
en raíces profundas y celosamente conservadas. Las hojas,
en su impresionante hacedor del follaje, son frecuentemente
temporales, para renacer luego con mayor esplendor. Solo las
raíces conservan su permanencia y crecen, en profundidad,
ocultas a nuestra vista, en su anónima grandeza. Por ello
una sociedad y el modelo escogido por su pueblo para hacerla
perdurable, debe respetar, venerar y conservar, para su
supervivencia, lo mejor del legado histórico de las
pasadas generaciones.

El 20 de mayo de 1902 nuestro pueblo vio con regocijo
ondear por primera vez la bandera cubana, no obstante la
frustrante imposición de la Enmienda Platt, que
permitía a un país extranjero, en naciente etapa
imperialista, intervenir a su mejor entender en la nación
apenas nacida, castrada de libertades y soberanía, bajo la
égida de gobiernos dóciles a los intereses
foráneos, constituidos por representantes de la
oligarquía nacional o políticos mayoritariamente
corruptos. ¿Era esa la República a la que
Martí ansiaba y por la que lucharon varias generaciones de
cubanos?

Para el Apóstol la independencia económica
es premisa de cualquier proyecto de independencia política
dado que…"…quien dice unión
económica, dice unión política. El pueblo
que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar
el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere
morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a
más de uno" (42).

En su discurso "Con todos y para el bien de todos"
declaraba como…"…yo quiero que la ley primera de
nuestra república sea el culto de los cubanos a la
dignidad plena del hombre."(43)… dado que la
República debe tener por base…"…el
carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito
de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el
ejercicio íntegro de sí y el
respeto, como
de honor de
familia, al ejercicio íntegro de los
demás…" (44).

Esa lúcida concepción humanista, presente
en el pensamiento de José Martí y Fidel Castro les
permitió el constituirse en fervientes propugnadores de la
unidad revolucionaria, al margen de anexionistas y
apátridas. Es por ello que el Apóstol le comunica a
Mayía Rodríguez, en carta fechada en New York, el
23 de marzo de 1882 como…"…es en verdad, caso de
angustia, para todo corazón patriótico y de
remordimiento, después de saber cuánto podemos, la
menor dilación en congregarnos, con autoridad y fuerza y
respeto, bastantes para juntar los elementos revolucionarios del
país…no en nombre de un entusiasmo desvanecido e
impotente, sino en el nombre de todos" (45).

Los afanes anexionistas de los políticos
norteamericanos sobre la cercana colonia española de Cuba,
desde su propia constitución como república
independiente el 4 de julio de 1783 es tema bien documentado por
prestigiosos historiadores y abordado en numerosas obras. Pero es
a partir de la real unificación de Estados Unidos como
nación, tras su cruenta guerra civil, bajo el inspirado
mandato del gran Abraham Lincoln, que se marca una nueva etapa en
tales aspiraciones, en la nación que iniciará su
tránsito, en las últimas décadas del siglo
XIX, a su fase imperialista, proceso genialmente abordado por
Karl Marx en su obra cumbre "El Capital" y por Vladimir Ilich
Lenin, en "El imperialismo, fase superior del capitalismo", en la
primera década del siglo XX, fuentes de indispensable
consulta.

La nación norteamericana constituyó para
los cubanos, sometidos al despotismo de las autoridades
españolas, un paradigma de democracia, justicia y
posibilidades de desarrollo económico. Ello era inevitable
y comprensible, en el contexto epocal. La principal barrera
contra la que se enfrentaron los independentistas cubanos, en sus
proyectos de lucha, lo constituyó la corriente de
pensamiento político conocida como "anexionismo", de gran
fuerza en las décadas de los 40 y 50 del siglo XIX, solo
superada, pero nunca extirpada de raíz, a partir del 10 de
octubre de 1868.

El llamado martiano a la unidad de todos los partidarios
de la independencia, excluía a autonomistas y
anexionistas, acerca de lo cual advertía con
extraordinaria lucidez que…"… urge impedir que la
guerra caiga bajo la guía de los que pervierten su
espíritu….Si la guerra cae en sus manos, si el
último esfuerzo del país es abatido por dejarlo ir
a esas manos, no sabremos donde esconder nuestras cabezas
culpables. Será nuestra la culpa" (46).

El derrumbe del campo socialista europeo, producto del
fracaso del modelo económico en que se sustentaba, tema
abordado en multiples obras por investigadores de diversas
posiciones políticas, sumió a Cuba en una crisis
económica de incalculables consecuencias, dada la
dependencia de nuestra economía al mismo, como
única alternativa de supervivencia frente al férreo
bloqueo impuesto a nuestro pueblo, durante décadas. Se
iniciaba el llamado "Período especial en tiempos de paz"
que sometió al pueblo a las más increíbles
carencias materiales, particularmente en el primer lustro de la
década de los 90 del pasado siglo. Los enemigos de la
Revolución Cubana batían palma por el supuestamente
inevitable colapso de la misma. En tan difíciles
condiciones se efectúa el IV Congreso del PCC, en octubre
de 1991. Solo la heroicidad de nuestro pueblo y su confianza en
la dirigencia revolucionaria, permitió resguardar nuestra
soberanía e identidad nacionales. En medio de tan
traumática situación, Fidel Castro valoraba
como…"…antes eran las luchas por los destinos de
nuestro pueblo, aunque ya eran en parte también las luchas
por los destinos de América, sobre todo cuando
Martí escribió en su última carta que todo
lo que había hecho y haría era para impedir a
tiempo con la independencia de Cuba que los Estados Unidos se
extendieran como una fuerza más sobre los pueblos de
América. Ya la prédica y el pensamiento martiano
tenían un alto contenido universal, un alto contenido
internacionalista y se proclamaba la lucha por la independencia
de Cuba y de Puerto Rico –que todavía está
allí en manos de los yankis–, un país que no tiene
ni derecho a invitar a un visitante. Ya Martí se
preocupaba por toda la América, ya Martí continuaba
los sueños de Bolívar, ya Martí pensaba en
la unidad latinoamericana y en la independencia de América
Latina frente al coloso del Norte, el monstruo en cuyas
entrañas vivió. Hoy nos corresponde a nosotros una
responsabilidad universal. Somos el único país
socialista en medio del occidente, de todo el occidente y de una
parte del oriente, el único. Y qué odio nos tienen
algunos por la capacidad de nuestro pueblo, de nuestra patria de
aceptar ese desafío y de mantener en alto sus banderas y
su disposición a defender esas banderas; como hemos dicho
otras veces, las más justas y las más humanas que
han existido en la historia de la humanidad" (47).

Algo más de un siglo antes, el Maestro
escribía en su artículo "Vindicación de
Cuba", publicado en inglés en el diario "The Evening
Post", de New York, el 2 de marzo de 1889,
que…"…ningún cubano honrado se
humillará hasta verse recibido como un apestado moral, por
el mero valor de su tierra, en un pueblo que niega su capacidad,
insulta su virtud y desprecia su carácter. Hay cubanos que
por móviles respetables, por una admiración
ardiente al progreso y la libertad, por el presentimiento de sus
propias fuerzas en mejores condiciones políticas, por el
desdichado conocimiento de la historia y tendencias de la
anexión, desearían ver la Isla ligada a los Estados
Unidos. Pero los que han peleado en la guerra, y han aprendido en
los destierros, los que han levantado, con el trabajo de las
manos y la mente, un hogar virtuoso en el corazón de un
pueblo hostil, lo que por su mérito reconocido, como
científicos y comerciantes, como empresarios e ingenieros,
como abogados, artistas, periodistas, oradores y poetas, como
hombres de actividad viva y actividad poco común, se ven
honrados dondequiera que ha habido ocasión para desplegar
sus cualidades y justicia para entenderlos; los que con sus
elementos menos preparados, fundaron una ciudad de trabajadores
donde los Estados Unidos no tenían antes más que
unas cuantas casuchas en un islote desierto; esos, más
numerosos que los otros, no desean la anexión de Cuba a
los Estados Unidos. No la necesitan. Admiran esta nación,
la más grande de cuantas erigió jamás la
libertad; pero desconfían de los elementos funestos, que
como gusanos en la sangre, han comenzado en esta república
portentosa su obra de destrucción…Amamos a la
patria de Lincoln tanto como tememos a la patria de Cutting"
(48).

El rico legado del pensamiento progresista cubano del
siglo XIX, forjador de nuestra identidad cultural y nacional, se
erigió en su decursar histórico, sobre los pilares
fundamentales de la eticidad y la educación, como derecho
de todo el pueblo. Personalidades como José Agustín
Caballero y Rodríguez (1762-1833); Félix Varela y
Morales (1788-1853); José de la Luz y Caballero
(1800-1862) y el propio José Martí y Pérez
(1853-1895), van a descollar entre ellos. En el tránsito
entre las dos centurias se reconoce la influencia de la labor
pedagógica de María Luisa Dolz y Arango
(1854-1928), y Enrique José Varona (1849- 1933). Ya en la
primera mitad del siglo XX desempeñan un papel
significativo en la conformación de nuestro ideario
educativo: Julio Antonio Mella (1903-1929), Arturo Montori
(1878-1932) Rubén Martínez Villena (1899-1934) y
Antonio Guiteras (1906-1935). No podemos obviar la trascendencia
y aportes a ese pensamiento ético-pedagógico y
político, ya avanzado el propio siglo, de figuras como:
Alfredo Miguel Aguayo (1866-1948), Medardo Vitier (1886-1960),
Juan Marinello Vidaurreta (1898-1977) y Raúl Roa
García (1907-1982). Todo ellos ligados de una u otra forma
a la labor pedagógica en su sentido más amplio, ya
fuese como maestros y profesores, como promotores de la
educación popular o con su propio ejemplo personal y
ejecutoria política e intelectual, transformados en
paradigmáticos educadores sociales.

Al momento de valorar el inapreciable legado del
pensamiento progresista cubano a la Ideología de la
Revolución Cubana es imposible obviar sus componentes
esenciales: su defensa, bajo cualquier circunstancia o coyuntura
histórica, de nuestra identidad cultural y nacional; una
profunda vocación ético-política; su hacer
pedagógico, que concede el pleno derecho del pueblo al
acceso a la educación y la cultura; un antiimperialismo
militante, sin odios ni chovinismos; sus aportes a una
filosofía nacional; su autoctonía, siempre abierta
al ideario universal, pero adaptada a nuestras peculiaridades; su
laicismo, basado en el respeto a todas las creencias; la
utilización de la prensa, con especial énfasis en
la escrita, como instrumento de lucha ideológica; su
solidaridad con otros pueblos; su vocación de paz,
así como su irrestricto apego a la dignidad plena del
hombre, basado en el repudio a todo tipo de discriminación
por motivo de raza, género o pensamiento.

Todo ideario educativo es condición
implícita de compromiso político, adherencia a unos
u otros intereses clasistas y portador de una sólida
fundamentación filosófica y ético-humanista,
como enseña el propio desarrollo del saber universal y la
experiencia de las más significativas revoluciones
sociales, con sus peculiares objetivos, métodos, estilos y
utopías.

Reconocemos como ideario educativo progresista
cubano al conjunto de criterios, concepciones, valoraciones,
juicios y
teorías acerca de para qué y a
quién, qué, cómo, dónde,
cuándo y con qué educar, expuestos por destacadas
personalidades, en las esferas de la educación, la
política y la cultura, en diferentes contextos y
épocas del decursar histórico de nuestra sociedad,
acorde a los intereses de las clases y sectores progresistas y a
las
instituciones, organizaciones y partidos
políticos que los representan y que se expresan en las
esferas económica, política, social e
ideo-cultural, con el rol protagónico, pero no exclusivo
de la
escuela y el maestro y con la finalidad de la
formación del hombre integral, creador, reflexivo,
solidario y virtuoso (49).

En la personalidad de José Martí, tanto en
su vida, obra, como pensamiento, confluye lo más notable y
avanzado de las ideas progresistas cubanas del siglo XIX, cuyos
aportes le otorgan su actual vigencia. Privilegió, en su
multifacético quehacer intelectual, toda una época,
lo que le valió, unido a su inapreciable labor por la
definitiva independencia, el honroso título de Maestro.
Logró aunar voluntades y borrar recelos y prejuicios,
entre los veteranos gloriosos del 68 y los "pinos nuevos", que
exigían su trinchera de combate en la futura gesta armada,
al igual que entre los patriotas radicados en Cuba y la
emigración revolucionaria. Nunca antes, como en ese
entonces, la simiente de las tradiciones pedagógicas se
hizo más necesaria para la formación de una
conciencia nacional.

Siempre estuvo presente en el ideario martiano, el papel
insustituible de la actividad educativa, como premisa de la
aspiración independentista. De ahí sus reflexiones,
en prosa de incontrastable belleza, sobre los que él
denominara, con toda justicia, los Padres Fundadores. No hubo
aspecto esencial del ideario pedagógico cubano, cimiento y
forja de nuestra identidad cultural y nacional, que no fuese
abordado por él, con creatividad y hondura. Para el
Apóstol crear la escuela nueva es…"…sustituir al
espíritu literario de la educación con el
espíritu científico…" (50), lo que
extendía a las propias universidades, dado que…"…al
mundo nuevo corresponde universidad nueva…"…ya que…"…es
criminal el divorcio entre la educación que se recibe en
una época y la época…"…pues…"…en tiempos
teológicos, universidad teológica. En tiempos
científicos, universidad científica"
(51).

¿En qué se fundamenta la aspiración
martiana acerca de la más idónea formación
de nuestros niños, adolescentes y jóvenes? Para
él estaba fuera de toda duda de que…"…el niño
desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe
padecer por todos los que no pueden vivir con honradez y debe
trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres y debe ser
un hombre honrado" (52). De lo que se infiere cómo la
ética educativa martiana, continuadora de una
tradición pedagógica fraguada en la práctica
escolar y en el pensamiento de altos vuelos de sus predecesores,
se nutre de la sabia solidez del componente patriótico.
Para quien patria es humanidad, ésta y la educación
marchan juntas y juntas deben afrontar logros, riesgos y
vicisitudes. En los marcos de esa concepción
educativa…"…sólo un pueblo de hombres educados
será un pueblo de hombres libres…"…pues…"… la
educación es el único medio de salvarse de la
esclavitud" (53).

Para aspirar a ese ciudadano cívicamente
idóneo, surge la imperiosa obligación de vincular,
como componentes esenciales del proceso educativo, al estudio y
el trabajo, apreciados desde su carácter
instructivo-formativo. Para Martí, la práctica
laboral es pilar para situar al hombre en la realidad de su
mundo, basado en el hecho de que…"… quien quiera pueblo, ha
de habituar a los hombres a crear" (54), por lo que resulta
perentorio de que…"…detrás de cada escuela, un taller
agrícola a la lluvia y el viento, donde cada estudiante
siembre un árbol" (55).

Objetivo privilegiado en el ideario martiano lo
constituye el carácter necesariamente popular de la
educación, a la que todo el pueblo tenga legítimo
acceso, así como el vínculo indisoluble, con el
respeto a sus particulares identidades, entre lo instructivo y lo
educativo, dado que…"… la instrucción no es lo mismo
que educación; aquella se refiere al pensamiento y
ésta a los sentimientos" (56).

Para el Maestro, educar es…"…depositar en cada
hombre toda la vida humana que le ha antecedido, de hacer de cada
hombre, resumen del mundo viviente, hasta el día en que
vive" (57). Época y contexto que le permita reflexionar y
actuar con previsión atinada, sobre el mundo y sus
problemáticas, lo que obliga al hombre a
ubicarse…"…a nivel de su tiempo para que flote sobre
él…y no dejarlo debajo de su tiempo…"…lo que
significa…"…preparar al hombre para la vida" (58).

Resulta igualmente interesante comprobar las singulares
coincidencias de José Martí y Fidel Castro,
respecto al papel trascendental de la cultura y la
educación como garantes de una real independencia y
soberanía. Si para el primero educar es preparar al hombre
para la vida, como individualidad y como ser social, para el
segundo…"…el trabajo de la educación es
quizás la cosa más importante que debe hacer el
país"(59).

Si para Martí…"….ser cultos es la
única forma de ser libres"… para Fidel Castro es
válido soñar…"…con un mundo que no
esté regido por una falsa monocultura, sino un mundo donde
subsistan y se desarrollen todas las culturas" (60).

Por otra parte, la proyección martiana hacia una
educación con estrechos vínculos entre pluma y
azada, aula y taller, revive en la Cuba revolucionaria, en las
múltiples formas propiciatorias del componente laboral en
los diferentes niveles de enseñanza, que tiene en Fidel
Castro a su principal promotor. Si para el
Apóstol…"… hombres recogerá quien
siembre escuelas" (61), para Fidel Castro…"…la
Revolución le ha dado una importancia extraordinaria y
especial a la formación de maestros y
profesores…"…dado que…"…le presta más
atención a la formación de esos cuadros
educacionales que a ninguna otra cosa porque la Revolución
considera que en la base de todo, de todo el esfuerzo
revolucionario, ha de estar la educación, y que la
función más importante de la Revolución es
educar y que el trabajo más hermoso y más
útil que puede desempeñar cualquier ciudadano en
nuestro país es enseñar. Por eso la
Revolución eleva el papel del maestro, la función
del maestro" (62)

Y que 20 años más tarde reiteraría
en el acto de graduación del Destacamento
Pedagógico "Manuel Ascunce Domenech" al valorar
que…"…el educador no debe sentirse nunca satisfecho de
sus conocimientos. Debe ser un autodidacta que perfeccione
permanentemente su método de estudio…tiene que ser un
entusiasta y dedicado trabajador de la cultura…ser maestro
significa ante todo, serlo en todos los órdenes de la
vida…el maestro está obligado ante todo a plantearse
altos requerimientos morales " (63).

El 22 de diciembre de 1961 al intervenir en
concentración masiva en la Plaza de la Revolución
José Martí, en La Habana, con motivo de celebrarse
la culminación de la Campaña Nacional de
Alfabetización, Fidel Castro valoraba
como…"… cuando se dijo que Cuba iba a liquidar el
analfabetismo en el solo término de un año, aquello
parecía una afirmación temeraria, aquello
parecía un imposible. Nuestros enemigos posiblemente se
burlaron de aquella promesa, posiblemente se rieron de aquella
meta que nuestro pueblo se trazara. Parecía imposible,
porque era realmente difícil cumplir en tan breve espacio
de tiempo un cometido semejante. ¡Y es verdad! Aquella
habría sido una tarea imposible, pero habría sido
una tarea imposible para un pueblo que viviera bajo la
opresión, habría sido una tarea imposible para
cualquier pueblo del mundo, excepto que esa tarea se la hubiese
planteado un pueblo en revolución. Solo un pueblo en
revolución habría sido capaz de desplegar el
esfuerzo y la energía necesarios para llevar adelante tan
gigantesco propósito. No pensamos que Cuba habría
sido el único pueblo del mundo capaz. ¡No! Por muy
alto y elevado concepto que todos tenemos de nuestro pueblo, para
nosotros todos los pueblos de cualquier rincón del mundo
son, antes que nada, pueblo; y pueblo quiere decir
energía, pueblo quiere decir valor, pueblo quiere decir
espíritu de lucha, pueblo quiere decir inteligencia,
pueblo quiere decir historia. Hace cuatro años nuestro
pueblo no habría podido llevar adelante esa tarea; hace
cuatro años nuestro pueblo era considerado, en todos los
rincones del mundo, como un pueblo oprimido, como un pueblo
dependiente, como un pueblo avasallado por el imperialismo; hace
cuatro años solamente, es posible que muy pocos
habrían considerado a nuestro pueblo capaz de realizar una
obra semejante; hace cuatro años es posible que se hubiese
juzgado a nuestro pueblo de incapaz. Y los que así
hubiesen juzgado a nuestro país y a nuestro pueblo, se
habrían equivocado rotundamente. Por eso nosotros creemos,
y el mérito más grande que tienen los éxitos
del pueblo cuando es que viene a demostrar, precisamente, que
cualquier pueblo del mundo cuando rompe las cadenas que lo atan a
la esclavitud, cuando rompe las cadenas que lo atan a la
explotación, cuando rompe las cadenas que lo atan al
coloniaje, al vasallaje, a la dependencia y al imperialismo, es
capaz de realizar las más inconcebibles proezas
(64).

Tanto Martí como Fidel Castro, resumen en su
pensamiento, el legado educativo de su tiempo, que proclama la
concepción de que la educación tiene que ser
necesariamente una tarea vinculada a la acción
movilizativa de todo el pueblo, ajena a toda tendencia elitista,
derecho y aporte de todos, impregnada y transmisora de virtudes,
deber y derecho, nunca mera instrucción sino difusora de
lo mejor de la cultura, abierta al saber universal, pero
previsora en su aplicación, a las peculiaridades,
intereses y necesidades de la nación en cada contexto
histórico.

¿En qué se fundamenta la aspiración
martiana acerca de la más idónea formación
de nuestros niños, adolescentes y jóvenes? Para
él estaba fuera de toda duda de que…"… la
educación es como un árbol: se siembra una semilla
y se abre en muchas ramas. Sea la gratitud del pueblo que se
educa el árbol protector, en las tempestades y las
lluvias, de los hombres que hoy les hacen tanto bien. Hombres
recogerá quien siembre escuelas." (65). De lo que se
infiere cómo la ética educativa martiana,
continuadora de una tradición pedagógica fraguada
en la práctica escolar y en el pensamiento de altos vuelos
de sus predecesores, se nutre de la sabia solidez del componente
patriótico.

El 17 de noviembre del 2005 Fidel Castro planteaba al
respecto como…"…uno, incluso, entrega la vida por
una noble idea, por un principio ético, por un sentido de
la dignidad y el honor, aun antes de ser revolucionario, y
también decenas de millones de hombres murieron en los
campos de batalla en la Primera Guerra Mundial y en otras
guerras, enamorados casi de un símbolo, de una bandera que
la encontraron bella, un himno que escucharon emocionante, como
lo fue La Marsellesa en su época revolucionaria, y
después himno del imperio colonial francés. En
nombre de ese imperio colonial y de los repartos del mundo
murieron en masa en las trincheras, en la Primera Guerra Mundial,
millones de franceses. Si el hombre es capaz de morir, el
único ser que es consciente de entregar la vida
voluntariamente, no lucha por instintos, como hay tantos animales
que luchan por instinto…Pero el ser humano es el
único capaz, conscientemente, de pasar por encima de todos
los instintos. El hombre es un ser lleno de instintos, de
egoísmos, nace egoísta, la naturaleza le impone
eso; la naturaleza le impone los instintos, la educación
impone las virtudes; la naturaleza le impone cosas a
través de los instintos, el instinto de supervivencia es
uno de ellos, que lo pueden conducir a la infamia, mientras por
otro lado la conciencia lo puede conducir a los más
grandes actos de heroísmo…Nadie siguió la
Revolución por culto a nadie o por simpatías
personales de nadie. Cuando un pueblo llega a la misma
disposición de sacrificio que cualquiera de aquellos que
con lealtad y sinceridad traten de dirigirlos y traten de
conducirlos hacia un destino, eso solo es posible a través
de principios, a través de ideas (66).

Tanto Martí como Fidel, su más fiel
discípulo, se constituyeron en sus épocas
respectivas, en soldados de las ideas más progresistas de
su tiempo. Las mismas se constituyeron en el principal baluarte y
garante de las aspiraciones, intereses y necesidades del pueblo
cubano a lo largo de su historia. Ello es posible por haber sido
síntesis y herederos de un valioso legado de pensamiento,
conservado y renovado, en el decursar de heroica lucha de nuestro
pueblo, su principal protagonista.

Los afanes expansionistas, anexionistas y
hegemónicos de gran potencia, revestidos con el ropaje de
paradigma de libertades y exportadores de democracia, que siempre
desempeñaron los sucesivos gobiernos de Estados Unidos de
Norteamérica, con respecto a Cuba y su justo derecho a la
independencia primero y la plena soberanía después,
siempre han pendido como Espada de Damocles, sobre el pueblo
cubano. No es objetivo de este trabajo redundar sobre hechos
históricos, prolijamente abordados por prestigiosos
investigadores, en diferentes épocas, con una
documentación irrebatible (67).

En tal contexto, no es de extrañar que
encontremos como uno de los rasgos del pensamiento progresista
cubano, forjado en el decursar de los siglos XIX y XX, un ideario
antiimperialista, significado siempre por la
diferenciación, en tales sentimientos, entre el respeto al
pueblo norteamericano, al que nos unen estrechos lazos culturales
y de amistad, y el sistema imperante en la vecina nación,
particularmente en su tránsito desde fines del siglo, a su
fase imperialista.

Para José Martí, quien residió en
su forzoso exilio en Estados Unidos, desde 1880 hasta su arribo a
Cuba, en abril de 1895, para potenciar la lucha independentista,
reiniciada el 24 de febrero del propio año, este proceso
no le pasó inadvertido, criterios que recogió en
múltiples escritos y discursos. En artículo
publicado en el periódico Patria, valoraba
como…"…el Norte ha sido injusto y codicioso: ha
pensado más en asegurar a unos pocos la fortuna que en
crear un pueblo para el bien de todos; ha mudado a la tierra
nueva americana los odios todos y todos los problemas de las
antiguas monarquías…En el Norte no hay emporio ni
raíz. En el Norte se agravan los problemas y no existen la
caridad y el patriotismo que los pudieran resolver…El
Norte se cierra y está lleno de odios. Del Norte hay que
ir saliendo. Hoy más que nunca cuando empieza a cerrarse
este asilo inseguro, es indispensable conquistar la
patria…" (68).

Antonio Maceo, de quien el Apóstol afirmase, que
<<tiene tanta fuerza en la mente como el brazo>>,
escribe al coronel Federico Pérez como…"…de
España jamás esperé nada; siempre nos ha
despreciado y sería indigno que se pensase en otra cosa.
La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide;
mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de
ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todos
debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin
ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso"
(69).

Si alguien aún dudase del sentimiento
antimperialista en el ideario martiano valga reproducir el
siguiente fragmento, ya antológico, de su carta inconclusa
a Manuel Mercado, escrita el 18 de mayo de 1895, en los campos de
Cuba, a escasas horas de su caída en combate en Dos
Ríos, no sin razón considerada su testamento
político, cuando afirma como…"…ya estoy
todos los días en peligro de dar mi vida por mi
país y por mi deber-puesto que lo entiendo y tengo
ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo, con la
independencia de Cuba, que se extiendan por Las Antillas los
Estados Unidos, y caigan, con esa fuerza más, sobre
nuestras tierras de América. En silencio ha tenido que ser
y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de
andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían
dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el
fin…"…y declara de forma rotunda que ha sido
siempre su propósito el…"…impedir que en
Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de
allá y los españoles, el camino que se ha de cegar,
y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los
pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal que
los desprecia…Viví en el monstruo y le conozco las
entrañas: y mi honda es la de David" (70).

Para el Maestro era de vital importancia, en aras del
logro de la independencia, desvirtuar con sólidos
argumentos la corriente política del anexionismo, abrazada
por buena parte de la influyente clase de hacendados esclavistas
criollos, que pensaban mayoritariamente en la salvaguarda de sus
propios intereses económicos y enajenantes privilegios.
Tal tendencia existió con mayor o menos fuerza, durante
todo el siglo XIX, particularmente en las décadas
anteriores a la Guerra de Secesión norteamericana,
motivada por el temor siempre presente en los más
importantes propietarios esclavistas, a una revolución de
los negros, como ocurriese en Haití, en las
postrimerías del siglo XVIII. Aún en la
década de los 80 y primera mitad de los noventa del siglo
XIX, en que Martí desplegaba su febril actividad en la
organización de la Guerra Necesaria, en pos de la unidad
de los revolucionarios cubanos, enfrentando recelos, consensuando
criterios dispares en cuanto a cómo encauzar la
acción armada, recaudando fondos imprescindibles,
esclareciendo recelos generacionales, aún el anexionismo
existía solapado, ahora fortalecido por el autonomismo,
que aún confiaba en migajas políticas de la
metrópoli colonial. La firma del Pacto del Zanjón
en febrero de 1878, que dio fin sin soluciones a la primera gesta
independentista, sembró frustraciones, siempre propicias a
las deserciones.

El Apóstol, partícipe de la Primera
Conferencia Panamericana y testigo excepcional de sus
inquietantes resultados, atentatorios a la futura
soberanía de su patria, le conminan a escribir a su amigo
Gonzalo de Quesada y Aróstegui, el 14 de diciembre de
1889, que …"…sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay
otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y
es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra,
para tener pretexto de intervenir en ella y con el crédito
de mediador y garantizador, quedarse con ella. Cosa más
cobarde no hay en los anales de los pueblos libres, ni maldad
más fría" (71).

El 22 de septiembre de 1894 escribe en su
artículo "Las guerras civiles en
Sudamérica":

"En relación estricta a sus diversos
antecedentes, los países de Nuestra América
ascienden a la libertad segura y generosa en la misma
proporción en que los Estados Unidos descienden de ella;
que las revueltas, siempre exageradas por censores ignorantes, de
los pueblos hispanoamericanos son el procedimiento forzoso de
ajuste, igual en el mismo grado de desarrollo en todos los
pueblos del Orbe, entre las comarcas aisladas y rivales de las
repúblicas nacientes y las reformas decisivas a que se
opone, primero, la teocracia arraigada en las masas indias y el
núcleo soberbio de la clase principal, y luego la
vehemencia de los reformadores, inevitable ante la resistencia
astuta y sorda, y el hábito fatalmente nacido en los
vaivenes de la lucha, de proveer a la vida con los frutos del
gobierno. De nuestra sociología se sabe poco, y de sus
leyes tan precisas como esta obra: los pueblos de América
son más libres y prósperos a medida que más
se apartan de los Estados Unidos" (72).

Es fácil discernir que el antiimperialismo en el
ideario de Fidel Castro se va forjando en la sabia
validación que solo concede la práctica
revolucionaria, y que se inicia progresivamente a partir su
ingreso a la Universidad de La Habana, como estudiante de
Derecho, en 1945. Como el mismo expresase en su discurso, en el
Aula Magna del alto centro de estudios, el 4 de septiembre de
1995, al conmemorarse el 50 aniversario del inicio de su lucha
revolucionaria…"…es posible que los padres de
muchos de ustedes no hubieran nacido todavía hace 50
años, de modo que estoy reunido-se puede decir-con los
nietos de aquella generación que ingresó en la
Universidad de La Habana en el año 1945. Ni siquiera una
imaginación fértil podría haber concebido
algo así. Fue un privilegio ingresar en esta Universidad
también, sin duda, porque aprendí mucho, y porque
aquí quizás las mejores cosas de mi vida, porque
aquí descubrí las mejores ideas de nuestra
época y de nuestros tiempos, porque aquí me hice
revolucionario, porque aquí me hice martiano y porque
aquí me hice socialista….Por eso fui primero socialista
utópico, aunque también gracias a mis primeros
contactos con la literatura política, aquí en la
Universidad y en la Escuela de Derecho, me convertía al
marxismo-leninismo" (73).

No obstante este valora el clima político
entonces existente en la Universidad de La Habana, entonces
dominada por los grupos gansteriles, conocidos como "bonche
universitario", mantenidos por el gobierno de Ramón Grau
San Martín (1944-1948), que a punta de pistola y de la
violencia, imponían el terror entre estudiantes y
profesores. Según rememora Fidel
Castro…"…cuando llego a la Universidad con mi
ignorancia, para los comunistas era un personaje extraño,
porque decían <<Éste, hijo de un
terrateniente y graduado del Colegio de Belén, debe ser la
cosa más reaccionaria del mundo>>. Algo casi que
asustaba era yo para los pocos compañeros comunistas que
había en la Universidad. Había pocos, muy buenos,
muy luchadores, muy activos, pero tenían que luchar en
condiciones desfavorables…Ya empezaba a volverse contra
ellos la represión, porque unido a la guerra fría
empieza la represión contra los comunistas, empiezan a
marginarlos, toda la campaña, toda la propaganda, una
campaña y una propaganda feroces en todos los medios de
divulgación masiva….El sentimiento antiimperialista
se había debilitado mucho y en nuestra Universidad, que en
tiempos fue el baluarte del antiimperialismo- desde la
época de (Julio Antonio. N. del A.) Mella y desde la
época de (Rubén Martínez. N. del A.)
Villena, desde la época del Directorio (Revolucionario. N.
del A.), en la etapa de la lucha contra Batista (se refiere a su
primer mandato de 1940-1944. N. del A.)- ya ese sentimiento
antimperialista había desaparecido, fui testigo de
ello…"(74).

Evidentemente que ese sentimiento antimperialista en el
líder cubano, trasunta la influenza martiana. No es un
antiimperialismo chovinista ni de odio contra el pueblo
norteamericano y lo mejor de su cultura, sino contra el sistema
impuesto por la oligarquía dominante en ese país,
cuyo surgimiento, el Apóstol percibió
premonitoriamente.

Como expresa tempranamente Martí, en su
crónica al periódico "La Nación", fechada en
New York el 2 de septiembre de 1889…"…jamás
hubo en América, de la independencia acá, asunto
que requiera más sensatez, ni obligue a más
vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso,, que el
convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos
invendibles, y determinados a extender sus dominios en
América, hacen a las naciones americanas de menor poder,
ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos
europeos, para ajustar una liga contra Europa y cerrar tratos con
el resto del mundo. De la tiranía de España supo
salvarse la América española; y ahora,
después de ver con ojos judiciales los antecedentes,
causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad
que ha llegado para la América Española la hora de
declarar su segunda independencia (75).

Para valorar más adelante como…"…de
raíz hay que ver a los pueblos que llevan sus
raíces donde no se las ve, para no tener a maravilla estas
mudanzas en apariencia súbitas, y esta cohabitación
de las virtudes eminentes y las dotes rapaces. No fue nunca la de
Norteamérica, ni aun en los descuido generosos de la
juventud, aquella libertad humana y comunicativa, que echa a los
pueblos, por sobre montes de nieve, a redimir a un pueblo
hermano, o los induce a morir en haces, sonriendo bajo la
cuchilla, hasta que la especie se pueda guiar por los caminos de
la redención co la luz de la hecatombe. Del
holandés mercader. Del alemán egoísta y del
inglés dominador se amasó con la levadura del
ayuntamiento señorial, el pueblo que no vio crimen en
dejar a una masa de hombres, so pretexto de la ignorancia en que
la mantenían, bajo la esclavitud de los que se
resistían a ser esclavos" (76).

A lo largo del siglo XIX cubano coexistieron,
alternándose en espacio político y prioridad
ideológica, diversas corrientes de pensamiento con un
definido fundamento económico, directamente vinculado a
los intereses de clase: reformismo, anexionismo, independentismo
y autonomismo. Los llamados criollos ricos, en tránsito a
la cubanía, según la coyuntura epocal, marcaban la
brújula de las primacías o postergaciones en la
supremacía de una u otra. Este complejo entramado, en la
singular batalla de ideas, les permitió a Martí y
Fidel, cada cual ubicado en su contexto histórico,
económico, político y socio-cultural concretos, en
que decursaba su actividad revolucionaria, avizorar como
singulares personalidades, el camino más acertado,
adoptando posiciones y defendiendo principios.

Tal como valoraba Fidel Castro, en el acto de
conmemoración del 100 aniversario del inicio de la lucha
independentista, el 10 de octubre de 1968…."… en
aquellos primeros años del siglo pasado, en la primera
mitad del siglo pasado, las ideas que los sectores con más
cultura de la población, los sectores capaces de elaborar
algunas formulaciones políticas, las ideas enarboladas por
ellos no eran precisamente la idea de la independencia de Cuba.
Por aquellos tiempos se discutía fundamentalmente el
problema de la esclavitud. Y los terratenientes, los ricos, la
oligarquía que dominaba en nuestro país, bien
española o bien cubana, estaba poseída de un enorme
temor a la abolición de la esclavitud; es decir que sus
intereses como propietarios, sus intereses como clase, y pensando
exclusivamente en función de esos intereses, la
conducía a pensar en la solución de la
anexión a Estados Unidos de Norteamérica.
Así surgió una de las primeras corrientes
políticas, que se dio en llamar la corriente anexionista.
Y esa corriente tenía un fundamento de carácter
económico: era el pensamiento de una clase que consideraba
el aseguramiento de esa institución oprobiosa de la
esclavitud por la vía de anexionarse a Estados Unidos,
donde un grupo numeroso de Estados mantenía la misma
institución. Y como ya se suscitaban las contradicciones
entre los estados del sur y del norte por el problema de la
esclavitud, los políticos esclavistas del sur de Estados
Unidos alentaron también la idea de la anexión a
Cuba, con el propósito de contar con un Estado más
que ayudase a garantizar su mayoría en el seno de Estados
Unidos, su mayoría parlamentaria"(77).

Para recalcar posteriormente como a mediados del siglo
XIX…"…y entre los sectores que ostentaban la
riqueza de origen criollo, había un factor que los
dividía profundamente. Los españoles
lógicamente estaban contra las reformas y, aún
más, contra la independencia. Pero muchos criollos ricos
estaban también contra la idea de la independencia, puesto
que los separaba de las ideas más radicales el problema de
la esclavitud. Por lo que puede decirse que el problema de la
esclavitud fue una cuestión fundamental que dividía
profundamente a los elementos más radicales, más
progresistas, de los criollos ricos, de aquellos elementos que,
calificándose también de criollos
—todavía no se hablaba propiamente de cubanos—
se preocupaban por encima de todo de sus intereses
económicos, como es lógico; se preocupaban por
encima de todo por mantener la institución de la
esclavitud. Y de ahí que apoyaran el anexionismo primero,
el reformismo luego, y cualquier cosa menos la idea de la
independencia y la idea de la conquista de los derechos por la
vía de la lucha armada" (78).

Casi 40 años más tarde, el máximo
líder de la Revolución Cubana, valora
como…"…la historia de Cuba en los últimos
140 años es la de la lucha por preservar la identidad e
independencia nacionales y la historia de la evolución del
imperio de Estados Unidos, su constante pretensión de
apropiarse de Cuba y los horrendos métodos que hoy utiliza
para mantener el dominio del mundo…La <<doctrina de
la fruta madura>> fue formulada en 1823 por John Quincy
Adams, Secretario de Estado y más tarde Presidente.
Estados Unidos lograría, por ley de gravitación
política, apoderarse de nuestro país al romperse la
subordinación colonial a España. Bajo el pretexto
de la voladura del Maine-suceso que está todavía
por desentrañar, aprovechado para desatar la guerra contra
España, como el incidente del Golfo de Tonkin, hecho que
en cambio fue probadamente prefabricado a los efectos de atacar a
Vietnam del Norte- el presidente William McKinley firmó la
Resolución Conjunta del 20 de abril de 1898, la cual
declaraba <<que el pueblo de la isla Cuba es y derecho debe
ser libre e independiente>….La Resolución
Conjunta autorizó al Presidente el uso de la fuerza para
eliminar el gobierno español en Cuba" (79).

La imposición de la Enmienda Platt y la no
concretada soberanía cubana sobre Isla de Pinos como
apéndice obligatorio a la Constitución de 1901,
resultó una afrenta a todo ciudadano digno y se mantuvo
como tal hasta su derogación en 1934, en realidad cuando
ya no hacía falta, pues nuestra supuesta independencia,
era mera fórmula teórica. Los políticos de
entonces, ya en usufructo del poder, salvo muy honrosas
excepciones, respondían a los intereses foráneos,
con una mente colonizada y dependiente, pero siempre presente
como estigma para la soberanía nacional, por la que
lucharon Martí y tantos otros, durante más de dos
centurias. Aún hoy la presencia de la Base Naval de
Estados Unidos en Guantánamo nos lo recuerda. Cuba
resultó el primer experimento neocolonial de la gran
potencia en tierras de América.

Como reflexiona Fidel Castro…"…lo peor de
la Enmienda Platt fue la hipocresía, el engaño, el
maquiavelismo y el cinismo con que elaboraron el plan para
apoderarse de Cuba, al extremo de proclamar públicamente
los mismos argumentos de John Quincy Adams, en 1823, sobre la
manzana que caería por gravedad. Esta manzana finalmente
cayó, pero estaba podrida, como previeron muchos
pensadores cubanos durante casi medio siglo, desde José
Martí en la década de 1889 hasta Julio Antonio
Mella, asesinado en enero de 1029. Nadie podría describir
mejor lo que significaba para Cuba la Enmienda Platt que el
propio Leonard Wood (al frente de las tropas de ocupación
interventoras, entonces. N. del A.), en dos fragmentos de la
carta confidencial, fechada el 28 de octubre de 1901, a su
compañero de aventura Theodore Roosvelt:

<<Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o
ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único
indicado ahora es buscar anexión., Esto, sin embargo,
requerirá algún tiempo, durante el tiempo mantenga
su propio gobierno, muy de desear tenga uno conduzca progreso
mejoramiento. No puede hacer ciertos tratados nuestro
consentimiento, ni pedir prestado más allá
límites debe mantener las condiciones sanitarias han
preceptuado, por todo cual bien evidente está en absoluto
nuestras manos creo hay un gobierno europeo considere momento
otra cosa, sino es, una verdadera dependencia Estados Unidos,
como tal acreedora nuestra consideración (…)
control duda pronto convertirá posesión, breve
prácticamente controlaremos comercio azúcar mundo.
isla americanizará gradualmente y, debido contaremos ricas
deseables posesiones haya mundo…>> "
(80).

Valorar las creencias religiosas en Martí es
tarea asaz compleja. Resulta necesario en primer lugar, en las
particularidades de Cuba, esclarecer la primacía de una
religiosidad popular "sui generis", nacida de la
transculturación presente en la formación de
nuestra identidad y reconocer a las propias creencias religiosas,
como componente importante de nuestra cultura.

Como expresase el acucioso investigador cubano del tema,
el Dr. Jorge Ramírez Calzadilla…"…sobre la
religión las definiciones son muy variadas; no obstante,
se puede coincidir en su carácter social, es una
categoría cultural al decir de Max Weber, que consiste en
primer término en un reflejo de la realidad, como lo
sintetiza Marx, una forma de conciencia social, en la que,
siguiendo a Francois Houtart, se representan las relaciones de
los hombres entre sí y con la naturaleza produciendo un
sentido. El rasgo que la identifica y a la vez diferencia de
otras formas de conciencia es la aceptación de la
existencia objetiva de lo sobrenatural" (81).

Cuba cuenta como legado valioso la obra del sabio cubano
Don Fernando Ortiz, en la que expuso acerca de las
características de las creencias religiosas en Cuba, de
profundas raíces socio culturales. Al respeto opina el
Investigador Ramírez Calzadilla como…"…la
complejidad, heterogeneidad y contradictoriedad que de inmediato
se presentan al estudioso en el campo religioso cubano, responden
principalmente a la diversidad del origen de las expresiones que
lo componen, al contenido de sus ideas y representaciones, modos
de organizarse y de expresar el ritual, el enfoque de la
sociedad, su inserción y nivel de influencia en ella. En
esto ha incido básicamente la multiplicidad cultural que
caracteriza a la sociedad cubana" (82).

Tradicionalmente, hasta la propia actualidad, ha primado
en el pueblo cubano, la denominada religiosidad popular, basada
en la creencia en lo sobrenatural, más que la
práctica sistemática u ortodoxa de uno u otro
culto. En ello han desempeñado un papel relevante las
diversas influencias culturales que han intervenido en el proceso
de formación de nuestra identidad, cada una aportadora de
sus singularidades en el campo religioso: la española,
sintetizadora por si misma de muchas culturas; la heterogeneidad
de las creencias de las diversas etnias africanas, implantadas en
Cuba a través del criminal tráfico esclavista; las
denominadas iglesias evangélicas, a partir de las
estrechas interacciones culturales con el pueblo norteamericano y
otras de menor influencia.

Las ideas religiosas en Martí, que se expresaban,
en alusiones relativamente frecuentes en sus escritos y
discursos, nos expresan sus complejas peculiaridades. Resulta
evidente que en él está presente un Creador
Universal, donde se expresa quizás su probada
afiliación masónica, en determinada etapa de su
vida y lo que pudiéramos denominar un singular
panteísmo, vinculado a un peculiar deísmo, donde se
percibe su juicio y obra, en la propia naturaleza. Pero lo que
más caracterizan sus creencias religiosas es su profundo
sentido ético, muy vinculado a sus concepciones
políticas, a su laicismo militante y su rechazo a los
falsos profetas manipuladores de los sentimientos de los
creyentes en provecho de sus espurios intereses.

Para el Maestro…"…no hay providencia. La
Providencia no es más que el resultado lógico y
preciso de nuestras acciones, favorecido o estorbado por las
acciones de los demás. Si aceptáramos la
Providencia católica, Dios sería un
atareadísimo Tenedor de Libros (83).

Concepto que reitera años más tarde cuando
expresa que…"…la Providencia para los hombres no es
más que el resultado de sus obras mismas; no vivimos a la
merced de una fuerza extraña; el hombre inferior
inteligente no puede concebir torpeza en una inteligencia
superior; el justo de la tierra no comprende la injusticia en
quien ha de encaminarlo y dirigirlo" (84).

" Ese Dios que regatea- valora Martí- que vende
la salvación, que todo lo hace en cambio de dinero, que
manda las gentes al infierno si no le pagan, y si le pagan las
manda al cielo, ese Dios es una especie de prestamista, de
usurero, de tendero" (85).

Todo lo anterior conduce a que para el
Apóstol…"…no podemos conocer las causas de
las cosas en sí mismas. Las causas no se revelan a
nosotros directamente. Tenemos siempre delante la obra de la
Creación, y siempre en nosotros el deseo de saber
cómo obró. ¿A quién le podemos
preguntar?… ¿A la fe? ¡Ay, no basta! En nombre de
la fe se ha mentido mucho. Se debe tener fe en la existencia
superior, conforme a nuestras soberbias agitaciones internas, en
el inmenso poder creador, que consuela- en el amor, que salva y
une- en la vida que empieza con la muerte. Una voz interior y
natural, la primera voz que los pueblos primitivos oyeron, y el
hombre siempre oye, clama por todo esto. – Pero la fe
mística, la fe en la palabra cósmica de los
Brahamanes, en la palabra exclusivista de los Magos, en la
palabra tradicional, metafísica e inmóvil de los
Sacerdotes, la fe, que enfrente del movimiento en la tierra, dice
que se mueve de otra manera; la fe, que enfrente del
mecánico de Valencia, lo aherroja y ciega; la fe, que
condena por brujos al Marqués de Villena, a Bacon y a
Galileo; la fe, que niega primero lo que se ha visto obligada a
aceptar; esa fe no es un medio para llegar a la verdad, sino para
oscurecerla y detenerla; no ayuda al hombre, sino que lo detiene;
no le responde, sino que lo castiga; no le satisface, sino que lo
irrita-. Los hombres libres tenemos ya una fe diversa. Su fe es
la eterna sabiduría. Pero su medio es la prueba. Y con
esta fe científica, se puede ser un excelente cristiano,
un deísta amante, un perfecto espiritualista. Para creer
en el cielo que nuestra alma necesita, no es necesario creer en
el infierno, que nuestra razón reprueba" (86).

Para Martí las verdaderas creencias en los
hombres se materializan en sus acciones de amor al
prójimo, en su conducta éticamente loable. Por eso
éste afirma como…"…hay hombres y hay grajos;
los hombres son los que codo a codo honrado se abren paso por
sí propios en el mundo, y sazonan su pan con la levadura
de la vida; los que viven sin vergüenza y sin remordimiento
del dinero o de la gloria ganada por sus padres, son los grajos"
(87).

Respecto a Fidel Castro, aunque educado en colegios
católicos y ser su madre Lina Ruz, una ferviente creyente
católica, hasta su muerte, poco después del triunfo
de la Revolución cubana, ya desde su temprana juventud
asumía una posición atea, aunque de respeto, ante
las creencias religiosas. Pero el ateísmo en Fidel estaba
muy alejado de todo dogma antirreligioso y al igual que en
Martí, la principal creencia había que buscarla en
las acciones buenas de los hombres.

Como éste expresa a Frei Betto en la
antológica entrevista realizada en 1985…"…yo
antes de ser comunista utópico o marxista, soy martiano,
lo voy siendo desde el bachillerato; no debo olvidar la
atracción enorme del pensamiento de Martí sobre
todos nosotros, la admiración por Martí. Yo fui
siempre un profundo y devoto admirador de las luchas heroicas de
nuestro pueblo por su independencia en el siglo pasado. Te
hablé de la Biblia, pero poda hablarte también de
la historia de nuestro país, que es maravillosamente
interesante desde mi punto de vista, llena de ejemplos de valor,
de dignidad y de heroísmo" (88).

Los propios errores de los revolucionarios al abordar
las relaciones con la religión y los creyentes resultaron
maquiavélicamente aprovechados por las fuerzas más
reaccionarias, que se autoproclamaron, en su dimensión
universal, como abanderadas de la fe y de salvaguardas de las
creencias populares. Ejemplos significativos lo fueron la
Revolución Francesa, de fines del siglo XIX; la
Revolución Mexicana iniciada en la primera década
del siglo XX; la Revolución Rusa, de noviembre de 1917 y
la República Española, en la década de los
30 del propio siglo. La propia Revolución Cubana no estuvo
exenta de políticas erróneas en el tratamiento a
los creyentes y las instituciones religiosas motivado por el
carácter marcadamente fascista del clero católico,
predominante en Cuba, al triunfo del proceso revolucionario, que
asumió una actividad abiertamente contrarrevolucionaria y
que culminó en la expulsión del país de los
elementos del mismo vinculados a grupos directamente
participantes en actividades terroristas, además de la
copia de principios dogmáticos contentivos en el
proclamado ateísmo científico practicado por los
partidos del modelo socialista europeo, promovido por la antigua
URSS. Errores felizmente superados.

Fidel Castro explica a Frei Betto, como a partir de las
primeras leyes revolucionarias, en 1959 y 1960…"…se
producen los primeros conflictos con la Iglesia, porque realmente
estos sectores quisieron utilizar a la Iglesia de instrumento
contra la Revolución. ¿Por qué pudieron
intentar eso? Por una razón muy particular de Cuba, que no
era la situación de Brasil, ni de Colombia, ni de
México, ni del Perú, ni de muchos países
latinoamericanos: es que la Iglesia en Cuba no era popular, no
era Iglesia propiamente del pueblo, no era la Iglesia propiamente
del pueblo, no era la Iglesia de los trabajadores, de los
campesinos, de los pobladores, de los sectores humildes de la
población; aquí nunca en nuestro país se
había hecho la práctica- que ya en algunos
países se hacía y después fue frecuente en
América Latina– de sacerdotes trabajando con los
pobladores, sacerdotes trabajando con los obreros y sacerdotes
trabajando en el campo. En nuestro país, donde el 70% de
la población era campesina, no había una sola
iglesia en el campo" (89).

Para agregar posteriormente como…"…la
religión en Cuba se divulgaba, se propagaba, a
través de las escuelas privadas fundamentalmente, es
decir, de las escuelas regidas por religiosos o
religiosas…donde asistían los hijos de las familias
más ricas del país, de la más rancia
aristocracia, o que presumían de aristócratas, de
las clases medias altas y de una parte de la clase media en
general…El núcleo fundamental de la Iglesia
Católica estaba integrado en nuestro país por estos
sectores, y son los que tenían más vínculos
con las parroquias, que estaban por lo general, en barrios de
ricos. Había desde luego, algunas iglesias en áreas
urbanas normales desde hacía tiempo, pero en toda nueva
área hacia donde se desarrollaban los barrios
residenciales de la alta burguesía, se construían
excelentes iglesias, para ellos el servicio estaba garantizado.
En los barrios de indigentes, en los barrios pobres, en los
barrios campesinos, en los barrios obreros, ningún
servicio religioso estaba garantizado…Aparte de eso una
gran parte del clero era extranjero y de este una gran parte era
español…muy permeado de las ideas reaccionarias,
ideas de derecha, ideas nacionalistas españolas e,
incluso, de las ideas franquistas. Cuando aquella gente trata de
utilizar la Iglesia, como instrumento, como partido contra la
Revolución, surgen los primeros conflictos con la Iglesia"
(90).

Acerca de las relaciones con otras iglesias, explica el
líder revolucionario a Frei Betto que…"se
podía apreciar, por otro lado, una diferencia en la
conducta de las Iglesias evangélicas. Yo pude apreciar, lo
observé siempre, que las Iglesias evangélicas se
habían propagado más bien en sectores humildes de
la población, como regla, y también observaba en
ellos una práctica de la religión más
militante, quiero decir, observaba más disciplina en las
Iglesias evangélicas, dentro de sus concepciones, dentro
de sus estilos, sus métodos, su forma de hacer la
oración…De modo que realmente no surgieron
problemas con estos sectores. Evangélicos, al contrario,
siempre fueron muy buenas y fáciles las relaciones con
ellos" (91).

Las dogmáticas interpretaciones que se realizaron
de las valoraciones, de los clásicos acerca de la
religión, por la mayoría de los partidos comunistas
y su manipulación tergiversadora por la extrema derecha
centró toda una polémica acerca de la
afirmación de Karl Marx, acerca de la religión como
opio del pueblo, hábilmente descontextualizada de su texto
original, época y marco histórico en que fueron
formuladas.

Lo que realmente Karl Marx y F. Engels valoran en su
obra la «Ideología Alemana» (1846) es
que…"…no se parte de lo que los hombres dicen, se
representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado,
pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de
aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que
realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real,
se expone también el desarrollo de los reflejos
ideológicos y de los ecos de este proceso de
vida…No es la conciencia la que determina la vida, sino la
vida la que determina la conciencia" (92).

Al respecto Karl Marx en su obra «Crítica a
la filosofía del Derecho de Hegel» (1843) valora
como…"…el fundamento de la crítica
irreligiosa es: el hombre hace la religión, la
religión no hace al hombre. La abolición de la
religión en cuanto dicha ilusoria del pueblo es necesaria
para su dicha real. La exigencia de abandonar sus ilusiones sobre
su situación es la exigencia de que se abandone una
situación que necesita de ilusiones. La crítica de
la religión es, por tanto, en embrión, la
crítica del valle de lágrimas que la
religión rodea de un halo de santidad. La crítica
de la religión desengaña al hombre para que piense,
para que actúe y modele su realidad como un hombre
desengañado y que ha entrado en razón para que gire
en torno a sí mismo y por tanto en torno a su sol real. La
miseria religiosa es, de una parte, la expresión de la
miseria real y, de otra, la protesta contra la miseria real. La
religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado
de ánimo de un mundo sin corazón, porque es el
espíritu de los estados de cosas carentes de
espíritu. La religión es el opio del pueblo"
(93).

La comprensión socio-histórica del
individuo humano lleva a Marx a concluir que la religión
es la realización fantástica de la esencia humana,
porque la esencia humana carece de realidad verdadera. Es decir,
el elemento fundamental que determina las manifestaciones humanas
en el individuo debe buscarse ante todo en las condiciones
sociales en que transcurre su vida, cuya esencia existe fuera de
él. La expresión fantástica de la esencia
humana verdadera refleja ante todo las particularidades de la
espiritualidad de una determinada cultura. Por supuesto que estas
reflexiones de Marx estaban basadas en el contexto europeo y en
la época que le tocó vivir.

Al respecto, Fidel Castro valora que…"…lo
más lógico desde el momento en que, además,
se utilizaba la religión como instrumento de
dominación, era que los revolucionarios tuvieran una
reacción anticlerical, e incluso antirreligiosa, y yo me
explico perfectamente las circunstancias en que surgió la
frase…En mi opinión, la religión desde el
punto de vista político, por si misma, no es un opio o un
remedio milagroso. Puede ser un opio o un maravilloso remedio en
la medida en que se utilice o aplique para defender a los
opresores y explotadores, o a los oprimidos y explotados"
(94).

Con respecto a la importancia asumida por la
Teología de la Liberación (muy significativa en las
décadas 70 y 80 del pasado siglo, en América
Latina) valora en la entrevista con Frei Betto
como…"…si tú me dices que en las actuales
condiciones de América Latina es un error poner el acento
en las diferencias filosóficas con los cristianos, que
como parte mayoritaria del pueblo son las víctimas masivas
del sistema, poner el énfasis en ese aspecto en vez de
concentrar en esfuerzo en persuadir para unir en una misma lucha
a todos los que sustentan una misma aspiración de
justicia, entonces yo diría que tú tienes
razón; pero mucho más te diría que tienes
razón, cuando se observa la toma de conciencia de los
cristianos o de una parte importante de los cristianos en
América Latina. Si partimos de ese hecho y condiciones
concretas es absolutamente cierto y justo plantear que el
movimiento revolucionario debe tener un enfoque correcto sobre la
cuestión y evitar, a toda costa, una retórica
doctrinal, que choque con los sentimientos religiosos de la
población, incluso de trabajadores, campesinos y capas
medias, que solo serviría para ayudar al propio sistema de
explotación…Creo que la enorme importancia
histórica de lo que tú señalas como la
Teología de la Liberación, o la Iglesia de la
Liberación- como la quieras llamar- es precisamente su
profunda repercusión en las concepciones políticas
de los creyentes. Y diría algo más: el reencuentro
que significa de los creyentes de hoy con los creyentes de ayer,
de aquel ayer lejano, de los primeros siglos, después que
surge el cristianismo, después de Cristo. Yo podría
definir a la Iglesia de la Liberación o la Teología
de la Liberación, como un reencuentro del cristianismo con
sus raíces, con su historia más hermosa, más
atractiva, más heroica y más gloriosa- eso lo puedo
decir- de tal magnitud que ello obliga a toda la izquierda en
América Latina a tener eso en cuenta como uno de los
acontecimientos más fundamentales de los que han ocurrido
en nuestra época" (95).

Muy cercano a esa visión de un Cristo renovado,
cercano a los pobres y oprimidos, explotados y discriminados,
revela José Martí en su escrito "Hombre del campo"
cuando expresa como…"…fue un hombre sumamente pobre
que quería que los hombres se quisiesen entre sí,
que el que tuviera ayudara al que no tuviera, que los hijos
respetasen a los padres, siempre que los padres cuidasen de los
hijos; que cada uno trabajase, porque nadie tiene derecho a lo
que no trabaja; que se hiciese bien a todo el mundo y no se
quisiera mal a nadie. Cristo estaba lleno de amor para los
hombres. Y como él venía a decir a los esclavos que
no debían ser más que esclavos de Dios y como los
pueblos le tomaron un gran cariño, y por donde iba
diciendo esas cosas se iban tras él, los déspotas
que gobernaban entonces, le tuvieron miedo y lo hicieron morir en
una cruz (96).

"No hay cetro mejor que un buen
periódico"

La prensa escrita se convirtió en un instrumento
de divulgación del ideario progresista cubano durante
más de dos centurias, así como el ejercicio del
periodismo la profesión que complementaba la
fructífera actividad de destacadas personalidades, que de
una u otra forma aportaron a la formación y
enriquecimiento de nuestra identidad cultural y nacional.
José Agustín Caballero, Félix Varela,
José de la Luz y Caballero, José Martí, Juan
Gualberto Gómez, Carlos Baliño, Julio A. Mella y
muchos otros, incluyendo al propio Fidel Castro, utilizaron la
prensa escrita para transmitir su pensamiento. Ya en el decursar
del siglo XX e inicios del XX se suman a esta otros medios de
difusión masiva, desde la radio, la televisión y
por supuesto, la informática.

El propio José Martí, quien ejerció
el periodismo con singular prodigalidad, como una importante
actividad en su multifacético quehacer revolucionario, nos
legó las siguientes valoraciones acerca del papel de la
prensa, dada su finalidad…"…de decir lo que a todos
conviene y no dejar nada que a alguien pueda convenir. Que todos
encuentren en el diario lo que pueden necesitar saber. Y decirlo
con un lenguaje especial para cada especie, escribiendo en todos
los géneros, menos en el fastidioso de Babeauf,
desdeñando lo inútil y atendiendo siempre lo
útil elegantemente……El periódico ha
de estar siempre como los correos antiguos, la fusta en la mano y
la espuela en el tacón…….Debe desobedecer
los apetitos del bien personal, atender imparcialmente al bien
público. Debe ser coqueta para seducir, catedrático
para explicar, filósofo para mejorar, pilluelo para
penetrar, guerrero para combatir. Debe ser útil, sano,
elegante, oportuno, valiente. En cada artículo debe verse
la mano enguantada que lo escribe y los labios sin mancha que lo
dictan.

José Martí, figura cimera, resumen y
síntesis del pensamiento progresista cubano en el siglo
XIX, y que trasciende a la actualidad por la vigencia de un
ideario fundacional de la Ideología de la
Revolución Cubana, se destacó en su fecunda
trayectoria revolucionaria, por su intensa y sistemática
labor periodística y su definida concepción del
papel a desempeñar por la prensa escrita como medio de
divulgación ideológica.

En fecha tan temprana como el 19 de enero de 1869,
publica en colaboración con su amigo Fermín
Valdés Domínguez, un diario estudiantil titulado
"El Diablo Cojuelo", en el que, con lenguaje mordaz, se burla de
las autoridades españolas. Aunque sin firma, todas las
evidencias apuntan que Martí, su redactor principal.
Contaba entonces tan sólo 16 años. Habían
transcurrido apenas unos días, cuando aparece el 23 del
propio mes y año, "La Patria Libre", bajo la
autoría del maestro y destacado intelectual patriota,
Rafael María de Mendive, con la entusiasta
colaboración de su alumno más cercano. En el
aparece por vez primera en letra impresa el poema "Abdala". El
modesto diario, que se proclama democrático y cosmopolita,
sólo logra la publicación de un número, al
igual que el "Diablo Cojuelo".

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