- Introducción
- "Los tiempos
grandes requieren grandes sacrificios" - "Si Europa fuera el
cerebro, muestra América sería el
corazón" - "El primer deber de
un hombre es pensar por sí mismo" - "Radical no es
más que eso: el que va a las
raíces" - "Es criminal el
divorcio entre la educación que se recibe en una
época y la época" - "Los pueblos de
América son más libres y prósperos a
medida que más se apartan de los Estados
Unidos" - "Y con esta fe
científica, se puede ser un excelente
cristiano" - No hay cetro mejor
que un buen periódico" - "El pensamiento se
ha de ver en las obras" - "Dígase
hombre y ya se dicen todos los derechos" - Conclusiones
- Notas
- Bibliografía
consultada
La sociedad contemporánea, en las complejas
condiciones de inicios del nuevo siglo XXI, se torna en inusual
escenario de un colosal enfrentamiento entre antagónicas
corrientes de pensamiento, favorecidas las más dominantes
por poderosos intereses económicos y políticos,
imperantes en los países más desarrollados. Estas
sociedades, portadoras de un sistema de valores con definidos
tintes neocolonialistas resultan traspolados, como
anomalías ético-políticas, a los llamados
países del Tercer Mundo, en su empeño de imponer a
la humanidad una cultura universal hegemonizadora y erosionadora
de las identidades nacionales y con una logística
ideológica de avanzadas tecnologías de la
comunicación, apoyada por cuantiosos recursos financieros
y propagandizadora del consumismo más irracional y
desenfrenado. Los empobrecidos y saqueados países del III
Mundo están conminados a la preservación, como
perentoria condición de supervivencia, de su ética
fundacional asentada en sus más autóctonas
raíces, en ardua resistencia a la penetración de
patrones y paradigmas de una pseudo cultura mercantilista, que
amenaza con colapsar la propia existencia de etnias y pueblos de
larga data.
En el marco de tan contradictorios intereses,
concretizados por disímiles conductas y acciones,
virtuosas unas, deleznables otras, debemos promover aquellas que
fijan la norma conductual tipificadora de nuestra irrenunciable
esencia humana. El pueblo cubano, sometido durante más de
200 años a las pretensiones anexionistas del poderoso
vecino del Norte ha resistido con firmeza tales empeños,
en épocas diferentes y complejas coyunturas, pero siempre
con singular heroísmo. Basta remontarse a las
raíces histórico-culturales de formación de
nuestra identidad cultural y nacional, insertada en un proceso de
transculturación, iniciado desde el acto violento de la
colonización y conquista, signado por el genocidio de
hombres e ideas, representaciones y símbolos, bajo los
eufemísticos títulos de descubrimiento o el
más engañoso de encuentro de dos culturas.
Inmigraciones y nuevos asentamientos, forzados unos e impelidos
otros por circunstancias económicas,
socio-políticas o culturales; implantación de
instituciones y costumbres foráneas; la inserción
de una multidiversidad de culturas africanas, a través del
bochornoso tráfico de esclavos, germen del mestizaje
cultural iniciado y prolongado a través de los siglos XVI
al XIX, resultaron, entre otros múltiples factores,
escenario de singulares avatares, el contexto propicio a la
formación de nuestra identidad, con el rol decisivo del
ideario ético-político, de figuras descollantes
como José Agustín Caballero, Félix Varela,
José de la Luz y Caballero y José Martí,
bajo la influencia de los movimientos y corrientes de ideario
más progresistas y que se continúa en la etapa de
la pseudo-república con sus logros y frustraciones, en el
pensar y actuar de personalidades tales como Enrique José
Varona, Carlos Baliño, Julio A. Mella, Rubén
Martínez Villena y Antonio Guiteras, entre otras muchas,
hasta alcanzar con el triunfo revolucionario del primero de enero
de 1959, su más alta expresión, en el humanismo
ético de Ernesto Che Guevara.
La eticidad, como fundamento clave del pensamiento
cubano más progresista en las dos últimas
centurias, rectorea, como su basamento esencial, otros rasgos no
menos significativos, como el pensar y el hacer
filosófico, pedagógico y humanista. Su profundidad,
autoctonía, patriotismo y creatividad conserva su plena
vigencia, como expresión de continuidad y ruptura, en las
raíces más genuinas de la Ideología de la
Revolución Cubana, que siempre renace, no obstante las
temporales distorsiones a que se ha enfrentado, producto de
erróneas interpretaciones humanas sustentadas en criterios
poco felices, con su fortaleza revivificadora en las ideas del
Maestro, gestor de la "Guerra necesaria", negadas a vegetar como
antaño, en el mármol frío de celebraciones
patrioteras y convites farisaicos de "generales y doctores", como
satirizara Loveira en su antológica novela de los umbrales
del pasado siglo, o como fuente de banales retóricas
onomásticas y politiqueras, para retomar su propia
esencia, como programa de guía y lucha en la
aspiración de profundas transformaciones
socio-económicas, en beneficio de las más amplias
masas populares.
Resulta a todas luces evidente el reto que significa
para la educación ético-ciudadana y la propia
supervivencia como nación, en este nuevo siglo y milenio,
el enfrentamiento de la humanidad a un mundo signado por las
crecientes desigualdades, y el imperio de la unipolaridad con sus
pretensiones hegemónicas. Ser ciudadanos compromete y
obliga a un sentido de pertenencia patria, cultura identitaria y
apropiación de convicciones y valores éticos, que
trascienden el mero saldo programático o
institucionalizado, tanto en el marco universal o nacional,
expresado en deberes y derechos, sino ser copartícipes de
una eticidad de práctica real y no meramente formal, con
base en sólidos principios, fraguados en el magisterio
mancomunado de familia—escuela—comunidad y sociedad,
en integralidad pródiga y fecunda, como portadores de las
tendencias más progresistas de una época
histórico-concreta, acicate de ideales atalayadores y
expresión del protagonismo popular, hacedor de
utopías. Valores apreciados como la significación
que posee para el hombre aquella parte de la realidad que
satisface de uno u otro modo, sus necesidades, intereses y fines,
tanto materiales como espirituales y que mantienen plena
correspondencia con las tendencias más representativas del
progreso social, en una época y contexto determinado y se
objetivan en acciones, conductas individuales y sociales,
conceptos, apreciaciones, juicios, criterios y razonamientos
valorativos (1).
No es concebible una educación ciudadana,
éticamente comprometida, sin asunción de identidad,
como individuo, grupo, generación, sector o clase social a
una historia común, respetada en sus raíces,
así como a una cultura concebida como resultado, a la vez
que premisa, de los valores creados por el hombre en la
producción material y espiritual, en el decursar
histórico, nutrida por el aporte generoso de diversos
orígenes étnicos en su amplio espectro de arte y
pensamiento, tradiciones y emociones, lenguaje y creencias,
rasgos psicológicos y normas conductuales. La cultura como
expresión del progreso social, así como suma, logro
y resultado de la práctica histórico-social,
trasciende la mera acumulación de conocimientos, para ser
reflejo de los intereses y necesidades humanas, clasistas y por
ende ideológicas, particularmente
ético-políticas y humanistas, en un contexto
histórico-concreto, lo que le otorga su condición
de derecho de todos los hombres a su legítimo acceso,
posesión y disfrute (2).
Nuestra cultura, contentiva de un ideal educativo
inspirado en el pensamiento progresista cubano, debe manifestarse
como rechazo al elitismo cultural, que rebasa la mera
instrucción
Portadores en su pensamiento y su obra excepcionales, de
las ideas más progresistas de las centurias en que
decursaron sus vidas, José Martí y Fidel Castro,
marcaron hitos epocales de singular trascendencia. Al
sistematizar, contextualizar y valorar sendas trayectorias
revolucionarias, se manifiestan, junto a sus bien definidas
personalidades, forjadas en diferentes contextos
históricos y socio-económicos, peculiares
convergencias en su ideario, concretizado en un quehacer
transformador de la sociedad cubana, lo que nos permite percibir
la presencia permanente de Martí en Fidel.
Inserto en el sistema de valores que propiciaron la
construcción de nuestra identidad cultural y nacional
ocupa un lugar relevante el patriotismo, propiciador de la
solidaridad con otros pueblos, privilegiando la unidad e
integración de Nuestra América, así como el
amor y respeto, en un clima de amplia tolerancia con el pensar
ajeno, a la cultura patria. Profundas raíces poseen tales
valores en la tradición del pensamiento progresista cubano
en el decursar de los siglos XIX y primera mitad del XX y que se
consolidan en el multifacético proceso de
conformación de la Ideología de la
Revolución Cubana.
El proceso de formación y consolidación de
valores en nuestro pueblo, en el último medio siglo,
particularmente en niños y jóvenes, ha transitado
por flujos y reflujos, fortalezas y debilidades, lealtades y
traiciones, tabúes y dogmatismos, producto de que los
mismos constituyen, en última instancia, reflejo de la
realidad política, económica, social e
ideo-cultural por la que ha transitado y aun transita el proceso
revolucionario.
La continuidad del mismo, aun en las condiciones reales
y posibles más adversas, sólo será factible,
en esta compleja etapa de relevo generacional, a partir de la
permanencia e incluso imprescindible profundización de una
ética comprometida, concientizada y practicada sin
subterfugios demagógicos, basados en la ejemplaridad
personal, particularmente en aquellos que lideran estados de
opinión, gozan de facultades para adoptar decisiones
cruciales o cuentan con prerrogativas, constitucionalmente
permisibles, que les otorgan una mayor o menor cuota de poder. La
problemática a la vez que compleja por su contenido
debiera resultar sencilla por su forma (tal como lo
demostrará el Che en su propia conducta): con la plena
correspondencia de la actuación personal con sus
prédicas. Pero en la práctica, producto de diversos
factores, muchos de ellos consecuencia del período
especial, y otros, tanto objetivos como subjetivos, que no es
nuestro propósito analizar en esta momento, la conducta de
no escasas personas, afortunadamente no la mayoría,
constituyen anomalías, que resulta perentorio erradicar,
pues contradicen nuestra rica tradición
ético-cultural y concitan el rechazo de nuestro pueblo en
todos los contextos históricos, desde la colonia, la
república neocolonial y la propia etapa que se inicia el
1ro de enero de 1959.
Sobran los ejemplos de la conducta heroica de nuestro
pueblo y de innúmeras personalidades, en las diversas
esferas de la actividad humana, fieles a los principios
éticos, a lo largo de más de dos centurias, que
ofrendaron en gesto magnífico, bienestar personal,
honores, riquezas y hasta la propia vida, como verdaderos
Quijotes morales. En tal empeño el patriotismo, como valor
irrenunciable, se convierte en escudo ético que preserva
nuestra propia identidad cultural y nacional y constituye el
legado más preciado de las generaciones que forjaron
nuestra patria, desde Félix Varela y Morales hasta
Martí, de José de la Luz y Caballero hasta Varona,
de Julio Antonio Mella hasta Ernesto Che Guevara.
Si bien todas las virtudes
ético-patrióticas del siglo XIX se sintetizan en la
vida y pensamiento de José Martí, al igual que las
del siglo XX y principios del XXI, confluyen y se encuentran
representadas en las ideas y actuación de Fidel Castro, no
es menos cierto, que al margen de contextos diferentes y rasgos
particulares de cada personalidad, Martí se halla presente
en Fidel.
Como caracterizara el Apóstol, en su semblanza
del patriota uruguayo Juan Carlos Gómez,
existen…"… seres humanos en quienes el derecho encarna y
llega a ser sencillo e invencible, como una condición
física. La virtud es en ellos naturaleza, y puestos frente
al sol, ni se deslumbrarían, ni se desvanecerían,
por haber sido soles ellos mismos y fortalecido con su amor a la
Tierra…..Aman por cuantos no aman; sufren por cuantos se
olvidan de sufrir. La Humanidad no se redime sino por determinada
cantidad de sufrimiento, y cuando unos la esquivan, es preciso
que otros la acumulen, para que así se salven
todos…" (3)
En singular coloquio epistolar entre titanes de la
virtud, escribe Martí a Máximo Gómez, el
dominicano insigne, acogido entonces al obligado reposo en su
propia tierra natal, en Santiago de los Caballeros, el 13 de
septiembre de 1892, inmerso el Maestro en su febril
preparación de la Guerra Necesaria,
como…"…los tiempos grandes requieren grandes
sacrificios; y yo vengo confiado a pedir-a rogar- a Vd. que deje
en manos de sus hijos nacientes y de su compañera
abandonada la fortuna que les está levantando con rudo
trabajo, para ayudar a conquistar su libertad, con riesgo de la
muerte: vengo a pedirle que cambie el orgullo de su bienestar y
la paz gloriosa de su descanso por los azares de la
revolución, y la amargura de la vida consagrada al
servicio de los hombres…" (4)
Inspirado en la visión martiana del patriotismo
verdadero, Fidel Castro expresa el 4 de enero de 1959, en
multitudinaria concentración popular efectuada en la
ciudad de Camagüey cuan…"…dura y
difícil será la empresa de los que pretendan
separarnos y alejarnos a nosotros de nuestro pueblo, porque
cuando no se vive más que para un solo propósito,
cuando no se vive más que con una sola intención,
cuando no se descansa, cuando no se duerme, cuando no hay tregua
en el trabajo y en la lucha por servir honradamente una causa, no
hay fuerza que pueda separar a un hombre de su pueblo Y el pueblo
tendrá en nosotros eso: servidores, y no quien trate de
servirse del pueblo. ¿Qué podemos nosotros pedir
del pueblo más de lo que el pueblo nos ha dado?
¡Ningún poder, ninguna riqueza, ningún
bienestar podrá jamás compararse con la
emoción del cariño unánime de un pueblo!
Esto no se sacrifica por nada ni por nadie. Solo los miserables,
los que son incapaces de sentir podrían despreciar el amor
despertado en un pueblo" (5)
La creación del Partido Revolucionario Cubano
(PRC) por Martí, el 14 de abril de 1892, expresión
de su tesón unitario, en medio de los arduos afanes de su
ya prolongado exilio, en su propósito de crear en su
patria, ya independiente de España, una república
con todos y para el bien de todos, le concita a expresar sobre
los recelos, intrigas y dobleces morales, de los que cuestionan
su designación como Delegado, como…"…sabemos
que el poder está en todos; que hemos dado a un
representante activo su representación, pero que nos
quedamos con su sustancia; que el representante va y viene por
don donde lo vemos, y le oímos y le preguntamos, y no goza
de más autoridad que la que le quisimos dar, y la que cada
uno de nosotros puede proponer que se le merme o se le quite; que
estamos en una obra humana de cariño, libertad y
razón. Para zares no es nuestra sangre….El cubano,
indómito a veces por lujo de rebeldía, es tan
áspero al despotismo como cortés con la
razón. Quien pretenda ensillarlo será
sacudido…" (6)
Apenas a unos días del triunfo revolucionario,
Fidel Castro valora, haciendo suyo tal legado,
como…"…yo estoy seguro de que los cubanos no se
conforman simplemente con ser libres en su patria. Yo estoy
seguro de que los cubanos quieren además disfrutar de su
patria. Yo estoy seguro de que quieren también participar
del pan y la riqueza que se producen en su patria.
¿Cómo vamos a decir: <<esta es nuestra
patria>>, si de la patria no tenemos nada? <<Mi
patri>>, pero mi patria no me da nada, mi patria no me
sostiene, en mi patria me muero de hambre. ¡Eso no es
patria! Será patria para unos cuantos, pero no será
patria para el pueblo. Patria no solo quiere decir un lugar donde
uno pueda gritar, hablar y caminar sin que lo maten; patria es un
lugar donde se puede vivir, patria es un lugar donde se puede
trabajar y ganar el sustento honradamente y, además, ganar
lo que es justo que se gane por su trabajo. Patria es el lugar
donde no se explota al ciudadano, porque si explotan al
ciudadano, si le quitan lo que le pertenece, si le roban lo que
tiene, no es patria." (7)
Referirnos a patriotismo, en su sentido
axiológico, expresa el valorar necesariamente su
perentorio vínculo conceptual, asumido este como el amor
concientizado al suelo natal, su historia y tradiciones, es
decir, a la cultura, en su sentido más amplio (Ver
introducción). Ello conlleva indefectiblemente el concebir
con igual rango, el amor y respeto al pueblo al que pertenecemos,
con sus virtudes a imitar y sus defectos a corregir.
Tanto en Martí como en Fidel, a lo largo de su
quehacer revolucionario se expresa claramente, en discursos y
escritos, su plena convicción del papel protagónico
de los pueblos como reales sujetos de transformación, sin
menoscabar el papel que desempeñan las personalidades, los
líderes, en los procesos revolucionarios dado que, como
expresa el Apóstol el 24 de enero de
1880…"…ignoran los déspotas que el pueblo,
la masa dolorida, es el verdadero jefe de las revoluciones; y
acarician a aquella masa brillante que, por parecer inteligente,
parece la influyente y directora.Y dirige, en verdad, con
dirección necesaria y útil, en tanto que obedece,
en tanto que se inspira en los deseos enérgicos de los que
con fe ciega y confianza generosa pusieron en sus manos su
destino. Pero en cuanto por propia iniciativa, desoyen la
encomienda de su pueblo, y asustados de su obra, la detienen;
cuando a quienes a quienes tuvo y eligió por buenos, con
su pequeñez lo empequeñecen y con su
vacilación lo arrastran, sacúdese el país
altivo el peso de los hombros y continúa impaciente su
camino, dejando atrás a los que no tuvieron suficiente
valor para seguir con él…" (8).
Y que Fidel Castro reitera, en el contexto de su
época, el 8 de enero de 1959, cuando afirma
que…"…lo primero que tenemos que preguntarnos los
que hemos hecho esta Revolución es con qué
intenciones la hicimos; si en alguno de nosotros se ocultaba una
ambición, un afán de mando, un propósito
innoble; si en cada uno de los combatientes de esta
Revolución había un idealista o con el pretexto del
idealismo se perseguían otros fines; si hicimos esta
Revolución pensando que apenas la tiranía fuese
derrocada íbamos a disfrutar de los gajes del poder; si
cada uno de nosotros se iba a montar en una <<cola de
pato>> (como se denominaba en Cuba a los carros de lujo. N.
del A.), si cada uno de nosotros iba a vivir como un rey, si cada
uno de nosotros iba a tener un palacete, y en lo adelante para
nosotros la vida sería un paseo, puesto que para eso
habíamos sido revolucionarios y habíamos derrocado
la tiranía…..Esa pregunta hay que hacérsela,
porque de nuestro examen de conciencia puede depender mucho el
destino futuro de Cuba, de nosotros y del pueblo" (9).
En una de las tantas ocasiones en que expresa el
líder cubano su respeto por el pueblo, éste valora
como…"…hoy la historia de nuestro país se
escribe en los campos de caña, en las fábricas, en
los centros de estudio, en el trabajo tesonero y abnegado, y
muchas veces anónimo, de miles, de decenas de miles, de
cientos de miles de hombres y mujeres de nuestro pueblo. La
escriben los maestros que enseñan en las montañas;
la escriben los médicos que salvan vidas en los lugares
más apartados del país; la escriben los campesinos
trabajando en los lugares más abruptos, donde no llegan
apenas las más elementales comodidades de la
civilización; la escriben los soldados, que en los puntos
de peligro o frente al enemigo montan guardia para defender a su
Revolución; la escriben los obreros de los centrales
azucareros produciendo millones de toneladas de azúcar; la
escriben los cientos de miles de hombres de la ciudad y del campo
que, machetazo tras machetazo, gota de sudor tras gota de sudor,
van cortando la caña con la que se producen las toneladas
de azúcar que proclamamos todos los cubanos con orgullo
como victorias de nuestra economía "(10).
¿Qué virtudes valora más, en
nuestro pueblo, el Héroe de Dos Ríos?
En su antológico discurso "Con todos y para el
bien de todos" pronunciado en el Liceo Cubano de Tampa, Estados
Unidos, el 26 de noviembre de 1891, éste expresa
que…"… ¿temeremos a la nieve extranjera? Los
que no saben bregar con sus manos en la vida, o miden el
corazón de los demás por su corazón
espantadizo, o creen que los pueblos son meros tableros de
ajedrez, o están criados en la esclavitud que necesitan
quien les sujete el estribo para salir de ella, esos
buscarán en un pueblo de componentes extraños y
hostiles la república que sólo asegura el bienestar
cuando se le administra en acuerdo con el carácter propio
y de modo que se acendre y realce. A quien crea que falta a los
cubanos coraje y capacidad para vivir por sí en la tierra
creada por su valor, le decimos: ¡Mienten! "
(11).
Reconocer las virtudes de nuestro pueblo, en su largo
transitar en medio de privaciones y sacrificios, proezas y
logros, fortalezas y debilidades, esperanzas y frustraciones, en
la senda recorrida de dos centurias, a partir de la
construcción de su propia identidad, le permite valorar a
Fidel Castro como…"…el Primero de Enero de 1959
culminaba, verdaderamente, la heroica lucha iniciada en Yara casi
100 años antes. A nuestra generación le cupo el
honor de un destacado papel en la conclusión victoriosa de
esa larga contienda. Corresponderá a los historiadores
analizar a fondo el fenómeno político y social, en
virtud del cual recayó sobre nuestro pueblo el papel
primogénito de marchar por los caminos del socialismo
antes que ningún otro de nuestra sufrida América.
Ello no es posible explicarlo exclusivamente por factores
circunstanciales o mediante la interpretación fría
y esquemática de las leyes inexorables que rigen el
desarrollo de la sociedad humana. Al pueblo cubano, a su
histórica, difícil y solitaria contienda por la
emancipación en el siglo pasado; a sus heroicas y hermosas
tradiciones combativas, a su indoblegable voluntad de lucha,
pertenece un mérito que no es posible disminuir ni
subestimar. Sin ideas y concepciones claras no es posible la
revolución aun cuando existan las condiciones objetivas.
Mas sin lucha enérgica, firme, decidida, e inteligente, a
lo que puede añadirse una enorme dosis de audacia, no hay
revolución posible" (12).
El valor patriotismo, siempre presente en el ideario
martiano, revive en el pensamiento ético de Fidel Castro,
no por intencionado diletantismo retórico o
hipócrita populismo, buscador de votos electoreros, tan
propio de la inmensa mayoría de los políticos de la
república neocolonial, sino plenamente concientizado,
asumido y aplicado al nuevo contexto cubano, que le
permitió otorgar al Apóstol, la autoría
intelectual del asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de
1953.
"Vivimos orgullosos de la historia de nuestra
patria;-expresaba entonces Fidel Castro en su histórico
alegato ante el tribunal que lo juzgaba en octubre del propio
año-la aprendimos en la escuela y hemos crecido oyendo
hablar de libertad, de justicia y de derechos. Se nos
enseñó a venerar desde temprano, el ejemplo
glorioso de nuestros héroes y de nuestros
mártires…..Nacimos en un país libre que nos
legaron nuestros padres, y primero se hundirá la Isla en
el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie.
Parecía que el Apóstol iba a morir en el año
de su centenario, que su memoria se extinguiría para
siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su
pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su
recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus
doctrinas, hay jóvenes que en su magnífico
desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y
su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria.
¿Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado
morir a tu Apóstol?" (13).
El espíritu latinoamericanista en Martí,
nunca reñido con su pensamiento de vuelo universal, se
expresa desde fecha temprana en sus escritos y discursos. Lo que
se evidencia cuando valora durante su estancia en Guatemala, en
1877 como…"…interrumpida por la conquista la obra
natural y majestuosa de la civilización americana, se
creó con el advenimiento de los europeos un pueblo
extraño, no español, porque la savia nueva rechaza
el cuerpo viejo; no indígena, porque se ha sufrido la
injerencia de una civilización devastadora, dos palabras
que, siendo un antagonismo, constituyen un proceso: se
creó un pueblo mestizo en la forma, que con la reconquista
de su libertad, desenvuelve y restaura su alma propia"
(14).
Amó a su patria, como amó a Nuestra
América, con fervor tal, que siempre la tuvo en su
pensamiento, no desdeñando su espíritu,
quizás rudo, comparado con los figurines europeos de
salón, pero aquilatando en su alma, para algunos, salvaje,
la raíz profunda de su amor a la independencia.
Al respecto valora en la Revista Guatemalteca
como…"…yo conozco a Europa y he estudiado su
espíritu; conozco a América y sé el suyo.
Tenemos más elementos naturales, en estas nuestras
tierras, desde donde corre el Bravo fiero hasta donde acaba el
digno Chile, que en tierra alguna del universo; pero tenemos
menos elementos civilizadores, porque somos mucho más
jóvenes en historia, no contamos seculares precedentes y
hemos sido, nosotros los latinoamericanos, menos afortunados en
educación que pueblo alguno…." (15)…lo que
lo lleva a comprender que…"…las soluciones
sociales, nacidas de los males europeos, no tienen nada que curar
en la selva del Amazonas, donde se adora todavía a las
divinidades salvajes…" (16).
Ese mismo sentimiento latinoamericanista y
caribeño, esa ansia permanente por la unidad de nuestros
pueblos, esa aspiración integracionista, inspirada en
valores comunes y cultura compartida, se encuentra presente en el
ideario de Fidel Castro, cuando expresa como…"…los
que hemos leído la historia de América, los que
más de una vez nos hemos puesto a meditar, desde que
adquirimos las primeras nociones políticas, desde que
adquirimos los primeros conceptos de lo que era este continente,
de su origen, de su historia; y se nos hacía
difícil comprender por qué la América
nuestra había llegado al estado actual, por qué
nosotros, hombres y mujeres que hablábamos el mismo
idioma, que poseíamos la misma tradición, por cuyas
venas corría la misma sangre y en cuyos corazones
corría también el mismo sentimiento y que sobre
nuestras espaldas llevábamos la misma carga, que sobre
nuestros cuellos llevábamos el mismo yugo, en nuestros
pies las mismas cadenas y en nuestra entraña el mismo
dolor, que era el dolor de los 200 millones de latinoamericanos
explotados y esclavizados por el sistema colonial; que
sustituyó en nuestros pueblos al coloniaje español;
por qué habíamos vivido tan ausentes; por
qué habíamos vivido tan distantes; por qué
habíamos vivido tan indiferentes nosotros a los que muchas
veces no nos ha separado más que un río, o una
línea imaginaria, o una montaña o un brazo de mar;
pero que en el fondo y en esencia éramos la misma cosa"
(17).
Pero no basta amar sin la comprensión profunda
del objeto amado. Martí amaba de Nuestra América su
rica tradición cultural, salvaguardada por el escudo de
los arraigados valores éticos de sus pueblos. De la misma
forma que desdeñaba, sin odiar, a aquellos ajenos a todo
sentimiento patrio, avergonzados de su origen mestizo, germen de
nuestra identidad, deslumbrados por paradigmas ajenos; al igual
que a otros, en tránsito deleznable, en su actuar y
pensar, al chovinismo más burdo, infecundo propiciador de
divisionismos y guerras fratricidas, propiciador al expansionismo
del coloso del norte.
Para éste se…"…cree el aldeano
vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él
quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la
novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por
bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan
siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de
la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormidos
engullendo mundo…Los que enseñan los puños,
como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra o el
de casa chica, que le tiene envidia al de casa grande, han de
encajar, de modo que sean una, las dos manos" (18).
Para José Martí, merecen igual desprecio
los que abjuran de cultura y tradiciones de su suelo natal, en
vil desdeño de sus raíces y se suman, con
participación activa, a los detractores de su madre
tierra. Para éste, a…"… los sietemesinos
sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en
su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a
ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al
árbol difícil el brazo canijo de uñas
pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen
que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los
barcos de esos insectos dañinos que le roen el hueso a la
patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños,
vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes.
¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que
su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América,
que se avergüenzan porque llevan delantal indio, de la madre
que los crió y reniegan, ¡bribones!, de la madre
enferma y la dejan sola en el lecho de las enfermedades!….Ni
¿en qué patria puede tener el hombre más
orgullo que en nuestra repúblicas dolorosas de
América, levantadas entre las masas mudas de indios, al
ruido de la pelea del libro con el cirial, sobre los brazos
sangrientos de de un centenar de apóstoles? "
(19).
En Fidel la concepción de la unión de las
naciones latinoamericanas, inspirada evidentemente en el ideario
martiano, ya adaptada al contexto de fines del siglo XX,
amplía la inclusión de los países
caribeños de multidiversidad cultural, gradualmente
liberados del estado colonial, e incluso, a todos los
países del mundo, a través de la denominada
globalización de la solidaridad, de profundo contenido
ético.
El 11 de junio de 1999, en su intervención en el
Primer Congreso Internacional de Cultura y Desarrollo, efectuado
en La Habana, expone algunas de estas ideas cuando expresa
como…"…unidos equivaldríamos a la suma de
muchas y muy ricas culturas; en este sentido, cuando pensamos en
Nuestra América, como le llamaba Martí, esa
América que comienza en el río Bravo, aunque
debiera haber comenzado en la frontera de Canadá, porque
esa parte pertenecía también a nuestra
América, hasta que unos vecinos, expansionistas
insaciables, se apoderaron de todo el territorio del oeste de lo
que hoy es Estados Unidos, a esa integración es a la que
me refiero, incluido el Caribe. Todavía no están en
estas reuniones cumbres iberoamericanas los caribeños. Por
fortuna, y por primera vez, se reunirán en Río de
Janeiro con la Unión Europea, el 28 y el 29 de este mes,
todos los países latinoamericanos y caribeños. Ya
empezamos a ampliar la familia. En general, los caribeños
eran olvidados entre los olvidados, porque también los
latinoamericanos lo éramos y lo somos…"…dado
que… "… la suma de todas nuestras culturas
sería una enorme cultura y una multiplicación de
nuestras culturas. La integración no debe afectar, sino
enriquecer la cultura de cada uno de nuestros
países".
Para agregar que…"…cuando hablamos de
unión, en este sentido, lo hacemos todavía dentro
de un marco estrecho. Yo creo un poco más: yo creo en la
unión de todos los países del mundo, en la
unión de todos los pueblos del mundo y en la unión
libre, verdaderamente libre; no la fusión, sino la
unión libre de todas las culturas, en un mundo
verdaderamente justo, en un mundo verdaderamente
democrático, en un mundo donde pueda aplicarse aquel tipo
de globalización de que habló en su tiempo Carlos
Marx y de la que hoy habla Juan Pablo II cuando expresa la idea
de la globalización de la solidaridad"(20).
Ernesto Guevara, amado por los pueblos como el Che,
conjuga en su pensar y actuar, un profundo espíritu
latinoamericanista, humano, austero en lo personal y generoso con
sus semejantes; con valores forjados a base de voluntad y audacia
personal. Sobre algunas de esas virtudes trascendentes, valoraba
Fidel Castro, en el solemne acto de inhumación de sus
restos y de parte de sus compañeros, en el monumento
erigido en la ciudad de Santa Clara, en el 30 aniversario de su
caída en combate en la Quebrada del Yuro y posterior
asesinato:
"Con emoción profunda vivimos uno de esos
instantes que no suelen repetirse. No venimos a despedir al Che y
sus heroicos compañeros. Venimos a recibirlos. Veo al Che
y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de
combatientes invencibles, que esta vez incluye no solo cubanos
sino también latinoamericanos que llegan a luchar junto a
nosotros y a escribir nuevas páginas de historia y de
gloria. Veo además al Che como un gigante moral que crece
cada día, cuya imagen, cuya fuerza, cuya influencia se han
multiplicado por toda la tierra. ¿Cómo
podría caber bajo una lápida? ¿Cómo
podría caber en esta plaza? ¿Cómo
podría caber únicamente en nuestra querida pero
pequeña isla? Solo en el mundo con el cual
soñó, para el cual vivió y por el cual
luchó hay espacio suficiente para él. Más
grande será su figura cuanta más injusticia,
más explotación, más desigualdad, más
desempleo, más pobreza, hambre y miseria imperen en la
sociedad humana…Más resaltará su profundo sentido
humanista cuantos más abusos, más egoísmo,
más enajenación; más discriminación
de indios, minorías étnicas, mujeres, inmigrantes;
cuantos más niños sean objeto de comercio sexual u
obligados a trabajar en cifras que ascienden a cientos de
millones; cuanta más ignorancia, más insalubridad,
más inseguridad, más desamparo…" (21).
Como resultado de una política colonial,
inspirada en fomentar la desunión entre sus valiosas
posesiones, en busca de su más factible sojuzgamiento y
explotación, nuestra América nació dividida
en múltiples naciones, enfrascada en no escasas ocasiones
en luchas fratricidas, ya supuestamente independientes. En los
campos de batalla, vertieron su misma sangre, hermanos de raza y
cultura, instigados por intereses foráneos, en aras de
enriquecer sus particulares caudales, predicando el odio con
sacrificio del amor; la desunión fuente segura de minar la
resistencia engañada; la prédica inmoral de
políticos de alma sumisa, dóciles a sus propios y
ajenos intereses. El colonialismo daba su nefasto relevo al
neocolonialismo, disfrazado de ingenuidad, con entrañas de
lobo insaciable. Nuestras tierras, selvas, montañas,
ríos, surtidor de incalculables recursos, nutrían
las arcas de políticos amorales y oligarquías
nativas, mientras el pueblo verdadero, con banderas y uniformes
diferentes, pero la misma alma, se inmolaba por supuestos
ideales, enmascarados como propios, en guerras ajenas.
El ilimitado caudal presente en el pensamiento
ético humanista de José Martí siempre
resultara fuente inspiradora para muchos estudiosos de su
pensamiento. Este construyó, con su propia vida como
ejemplo, normas de conducta a seguir, no en los marcos formales,
muy cercanos siempre a una doble moral, sino insertas en la
concientización y la cotidiana práctica.
Para el Apóstol…"…ser bueno es el
único modo de ser dichoso" (22) dado que…"…
el hombre no tiene derecho a oponerse al bien del hombre"
(23).
Resulta imprescindible para el Maestro el situar al
hombre como centro de sus reflexiones de lo que dimana su
profundo humanismo. El respeto a la individualidad y a las
diversas culturas, criterios e intereses personales constituye el
fundamento de lo que pudiéramos denominar su humanismo
ético. La eticidad en Martí no es avasalladora ni
discriminatoria. No se limita a declaraciones manipuladoras,
generalmente encubridoras de falsas libertades y derechos, ni
reconoce verdades a medias, falseadoras de la verdad real y
necesaria, que atenten contra el inviolable principio del derecho
incuestionable de cada hombre a pensar con cabeza propia. Por
ende, la educación, en su sentido más amplio, debe
estar encaminada a sembrar en el individuo el reconocimiento y el
pleno ejercicio de expresar, valorar y razonar con juicio y
cordura desde una óptica de entera honestidad, solidaridad
y virtud, sobre cualquier aspecto de la actividad humana, como
único privilegio personal, muy distante del liberalismo
sojuzgado a intereses de privilegiadas minorías, impuesto
por el capitalismo, en tránsito al imperialismo,
típico de su época. Rechaza por ello cualquier
intento monopolizador de pensamiento que intente subordinar la
inteligencia humana a cualquier interés particular de
clase, por meritorio que este sea. No obstante, Martí
comprendió, con su visión trascendente, la
existencia de intereses clasistas contrapuestos y optó
siempre por la defensa de los genuinos derechos de las
mayorías, del verdadero pueblo creador de riquezas,
materiales o espirituales, lo que le permitió comprender y
aún elogiar, la figura de Marx, al conocer de su muerte en
1883, por su defensa de los trabajadores, sin que por ello se le
pueda catalogar de marxista, dado que nadie ha podido afirmar, a
pesar del elevado número de obras dedicadas a su
pensamiento, que conociera con profundidad de su vida, obra y
pensamiento. No obstante las coincidencias entre ambos gigantes
del pensamiento en el rumbo ético humanista de sus
utopías, resulta revelador. La universalidad de sus sendos
pensamientos, los valores implícitos en sus
manifestaciones discursivas y prácticas, su defensa
insobornable de las mayorías marginadas, los acercan en su
grandeza, a su vez que los hacen víctimas de
manipulaciones interesadas y amorales de sus propios
antípodas ideológicos. Al margen de tales falsos
profetas resulta coincidente el pensar y actuar como marxistas y
martianos verdaderos, al margen de contextos epocales y
culturales distintos.
Calibrar la vigencia del ideario martiano,
pletórico de valores y cultura, obliga a percibir su
continuidad, en nuevas condiciones histórico-concretas, en
el pensamiento de Fidel Castro, que lo nutre y
prolonga.
"La Revolución—escribía Martí
a Gómez, en fecha tan temprana como el 20 de julio de
1882, desde su exilio neoyorquino—no es un mero estallido
de decoro, ni la satisfacción de una costumbre de pelear y
mandar, sino una obra detallada y previsora de pensamiento"
(24).
Con tan sólo 29 años, el joven visionario
iniciaba la tarea tenaz de unir, a las ya reconocidas figuras de
la epopeya del 68, ante la previsión de apresuramientos
fatales, con la generación de "pinos nuevos", exponentes
del relevo generacional imprescindible.
A esa obra previsora de pensamiento exhortaba Fidel
Castro, el 13 de marzo de 1962, desde la escalinata universitaria
al expresar…"… ¿y qué juventud
queremos? ¿queremos una juventud que simplemente se
compromete a oír y repetir? ¡No! ¡Queremos una
juventud que piense!… "(25).
Esta priorización del papel a desempeñar
por la lucha ideológica, en un proceso revolucionario,
resulta una prédica constante en ambas
personalidades.
Como el Apóstol proclama en su discurso en el
Liceo Cubano en Tampa, el 26 de noviembre de
1891…"… o la república tiene por base el
carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito
de trabajar con las manos y pensar por si propio, el ejercicio
íntegro de sí y el respeto, como de honor de
familia, al ejercicio íntegro de los demás, en fin
la pasión por el decoro del hombre…o la
república no vale una lágrima de nuestras mujeres
ni una sola gota de sangre de nuestros bravos" (26).
A su vez, Fidel Castro exhorta al pueblo, el primero de
mayo de 1961, a la perentoriedad de practicar…"…no
ideal de papagayos, no ideal de labios afuera, sino del
corazón hacia adentro…" (27). O cuando valora, 37
años más tarde, que…"…no basta tener
una idea justa, noble, buena; la suerte es que esas ideas justas,
nobles y buenas coincidan con el instante en que la humanidad no
se salva si tales ideas no se aplican" (28).
La ética humanista martiana centra su
interés esencial en una concepción optimista del
hombre, como autor y actor del proceso histórico,
condicionada a la fe inconmovible en la formación de
virtudes y convicciones, forjadora de personalidad y
carácter, en sus ilimitadas posibilidades de
perfeccionamiento moral. Lo que le permite afirmar
que…"…..a pesar de cuanto digan los pesimistas de
los hombres, las apostasías son más raras que las
grandes firmezas" (29).
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