Se acercaba nuevamente el día, que
marcaba el comienzo de otra cosecha, y Don Emiliano, que junto
con su familia se encontraba sentado a la mesa desayunando;
dirige la mirada hacia el sitio en donde está sentada
Doña Carmen, y le dice calmadamente _¡Mira Calmen!,
prepárate paque te vayas mañana pedile los riale ja
Güilian, polque vamo jen pezá más tempranu
esti año_ _Ta bien _ Le responde Doña Carmen, a la
vez que le pregunta, con duda _¿Y le vamo ja pedí
cuántu esti año? Polqui acuéldate que las
cosas jestán más cara; el papelón dia do
centavo lo pusiero na locha , el saco di hoja pen volví
hallaquita , ta do centavo ¡Y los granos ni se diga!
¡Ningún kilu e na vale menos di un centavo!,
tambié nay que comprá canastos nuevos pa
cosechá! ¡Y pari usté de contá! _ _
¡Bueno!_ Le responde Don Emiliano, asintiendo con la cabeza
_¡Pídele docientos pesos ma ji arreglao!… _ Y
así, en la madrugada del día siguiente,
salió Doña Carmen para La Guairía,
acompañada de su hija Carmela ¡No sin antes!, haber
dado toda clase de instrucciones en la casa ¡Sobre todo a
Ernestina!. Y después de trece fatigantes horas a caballo,
que era lo que duraba el viaje a través de la
montaña ; y ya cuando la tarde, se entregaba
tranquilamente en los brazos de la noche; llegaron a la casa de
Mister Wílly, una mansión que despedía olor
a riquezas, grande y bonita, ubicada en la calle principal del
pueblo de La Guairía. Después de haber llamado a la
puerta , ésta se abre y aparece un moreno alto, bien
parecido, muy bien vestido, como de cuarenta y cinco años,
quien después de haberles respondido las buenas tardes,
les pregunta, con un gesto que denotaba extrañeza
¿Qué desean las damas? Respondiéndole
Doña Carmen, extrañada también, ya que
esperaba que quien le abriera la puerta, fuese otra persona
_¡Nosotras queremo jablá con Mistel Güily!, pol
favol_ Preguntándole el mayordomo, mientras mostraba una
leve sonrisa _¿A quien anuncio?_ _Dígali a Mistel
Gü ily_ Le responde Doña Carmen, muy seria _Que
venimo je palte Miliá Noltí_ Aquiles, quien
también hacía de secretario de Mister Wílly;
muy amablemente las hace pasar y les dice, con cortesía
_Tomen asiento por favor y esperen un momento_ Como a los cinco
minutos ven aparecer por una puerta, al otro lado de la sala; a
un hombre joven, alto, catire, muy bien parecido, elegantemente
vestido y como de unos treinta y cinco años; que se les
acercó extendiéndoles la mano, a la misma vez que
les dice, sonriente y con un fuerte acento alemán
¡Buenas tardes! ¿Cómo están ustedes?
¿En qué puedo servirlas? _ A lo que le responde
Doña Carmen, muy desconcertada _ Buenas talde joven,
usté me va peldoná, pero yo quieru hablés
con su papa ¡Polque mi magino qui usté je liju e
Mistel Güilly! ¡ Y bien crecío ques ta! _ _
¡Frau Carmen! _ Responde el joven Williams, haciendo un
pequeño gesto de asombro; y después de mirar a su
secretario, haciéndole una mueca interrogante, a la cual
éste responde de igual forma; continúa diciendo,
muy calmadamente _Permítame sacarla de su ignorancia
¡Y espero no incomodarla con esto que le voy a decir!, y es
que mi padre murió hace casi un mes _ Doña Carmen,
asombrada y con un rictus de dolor reflejado en el rostro, le
pregunta al joven _¡No pue se! ¡Cómu e jeso
posible? ¡Que nosotro no no jayamo jenterao de sa
desgracia! ¡Despué je tanto saño je relacione
ji amistá! ¡Con razón no jestraño que
nu hemos vistu al señol Feli _ _ Yo tengo gran parte de la
culpa_ Responde Mister Wílly, muy apenado_ De ustedes no
me acordé ¡Y de las demás personas menos! ,
ya que como no me pasaba demasiado tiempo en este país ,
no conozco todas las relaciones de mi padre ni sus amistades y
negocios, de los cuales me he ido duchando poco a poco en los
últimos días ¡Y como su muerte fue de
repente!, son muchas las personas que están en la misma
situación de ignorancia , en que ustedes se encotraban
hasta ahora_ _ ¡Aay Dios mío!_ Dice Doña
Carmen de forma quejumbrosa, a la vez que pasaban por su mente
las muchas dificultades que se les podían presentar, a
raíz de esta nueva situación _ Mi sentío
pésame, y lu acompañu en su sentimientos _ _Muchas
Gracias _ Le responde Mister Wílly . Doña Carmen,
que se había quedado pensantiva por un momento; se dirige
de nuevo a él y le dice _¡Bueno joven! , a pesal de
to, no podemos dejá di hacé lo que vinimo
jacé . E lasunto que nos trajo pacá, es que
llegú el momentu empezá cosechó tra ve jel
café, y pes tos día, su papa nos prestaba los riale
qui hacen falta pa paga la contrate pione jestra, pa lalquilel de
mulas, pa compré labasto ¡Y tu esos gastos que se
presentan cuando se va cosechá _ _¡Y bueno!_
Pregunta Mister Wílly, muy serio _¿Cómo era
el negocio entre ustedes? _ A lo que le responde Doña
Carmen con una actitud sumisa , mientras que con sus manos en el
regazo; entrechocaba sus dedos nerviosamente _Bueno, tu
empezó cuando no jintalamo je nesas tierra con la yude su
papa , y e lempezú a prestale los riale pa lo que le dije;
cuando no venía buscalo Jemiliano, el mismo Mistel
Güily, calculandu el día en que si ben pezá a
cosechá, ibi se lo llevaba ¡Fíjese qui
algunas vece se encontraro ne nel camino!, y se regresaron pal
gunu e lo dos lao . Con lo saño jempezamo ja vení
una de mi cija ji yo; pol culpe los compromisos de llo ¡Y
asina sio hasta hora! _ A lo que vuelve a preguntar el joven, con
inquietud, ya que eso no era lo que él quería saber
en realidad _¿Y cómo era el acuerdo, el trato entre
ellos? ¿Había una escritura , un recibo , un
pagaré o algo así!_ _¡No!_ Le responde la
Doña, algo extrañada y sorprendida. Y con un dejo
de preocupación en el rostro, continúa diciendo _
¡Naa deso!, ya quen tre llo jabiu na gra namistí
mucha confianza ¡Y su palabra pa ello jerun documento!,,
simplemente su papa men tregaba los riales ji después mi
marío venía pa ca pal pueltu y vendíel
café, y despué venía pa qui le pagaba Mistel
Güily _ _ Mister Wílly , después de meditar
por algún rato con el ceño funcido, se levanta de
su asiento, y colocándose por detrás del mismo,
apoyando sus manos en el espaldar; dirige la mirada hacia donde
está sentada Doña Carmen, y viéndola
fijamente a los ojos, le dice de manera firme ¡Mire frau
Carmen!, como usted comprenderá y se habrá dado
cuenta, las cosas han cambiado, la situación ya no es la
misma, ya que mi padre tenía una forma de hacer las cosas
y de llevar sus negocios, y yo tengo otra muy distinta ¡Muy
distinta! _ Recalca Mister Wílly con seguridad, y
continúa diciendo _Yo quiero que todos mis asuntos,
así como mis bienes, estén legalmente registrados,
y por eso no puedo hacerles el prestamo bajo esos términos
¡A menos claro!, que se plieguen a las nuevas condiciones _
A lo que le pregunta Doña Carmen , algo temerosa y con el
mismo nerviosismo evidencíado en sus manos ¿Y
cuále sería nesas nuevas condiciones?_ _¡Gut!
_ Le responde Mister Wílly, con serenidad _Primero que
nada, su esposo tendría que venir a hablar conmigo, ya que
él personalmente, tendrá que aceptar las
condiciones del trato que haremos en presencia de mi abogado, o
de un documento que él redacte ¡Así que por
el momento!, no podemos hacer nada más _ _ Ta bien joven!_
Le responde Doña Carmen muy contristada; y mientras se
levanta de su asiento , con desánimo; dice Así se
lo voy a comunicá mi esposo, ques tará qui Dios
mediante, pasao maña nes ta misma hora ¡Y le pido
pol favol que me lu espere_ _! ¡No se preocupe frau Carmen
¡ Le dice Mister Wílly, muy condescendiente _ Lo
estaré esperando . ¡Y bueno!, en vista de la hora,
les ofrezco mi casa para que pasen la noche, y cualquier cosa que
necesiten se la piden a mi secretario. ¡Aquiles!, quedas a
las órdenes de las damas. ¡Gut!, ahora las dejo, que
pasen buenas noches_ _¡¡Buenas noches!! _ Responden
ellas al unísono, y Doña Carmen le dice _Nosotra
vamo ja salí a compral gunas cosa ji mañana nos
vamos je madrugaíti no nos vamo javé, así
que muchas gracias pol to _ _¡Nein nein! ¡Ruhe! Auf
nichts no se preocupe ¡Aufwiedersehen! Responde el joven,
sonriente, mientras se dirige a la escalera que conduce al piso
superior, acompañado de su secretario, quien le dice
algunas cosas en voz baja; mientras tanto Doña Carmen,
dirige la mirada hacia su hija y le dice, con cara de
preocupación _ ¿Qué te parece mija lo qui ha
pasao?_ _ Buenu amá_ Responde Carmela con inseguridad _Yo
creo que nu es na bueno quel viejo si haiga muelto, pol que lera
nuestro amigo, y co ne lijo no tenemos confianci tieni una folma
di hablá que no me gusta ¡No se parecen nal pae!, e
lera muy echadol de bromi amistoso _ En ese momento las
interrumpe el mayordomo, diciéndoles en una forma
jovíal y sonriendo _¡Bueno mis queridas damas!,
estoy a sus órdenes para lo que deseen ¡Si
está a mi alcance ,digo! _ Bueno_ Le dice Doña
Carmen secamente _Pol lo pronto, acompañeno ja compral
gunas cosa jal pueblo _ Y con la misma, salieron a la calle . La
noche, que había caído completamente ; estaba
acompañada por un frío libidinoso, el cual
acariciaba los más recónditos lugares del cuerpo y
llegaba hasta las partes óseas del mismo; y también
de una fuerte brisa, que con su melodioso silbido, hacía
bailar los árboles de la calle de una manera tal, que
parecía que se iban a acostar a descansar en ella, a
interrumpir el libre transitar de las personas; lo que hizo decir
a Doña Carmen, mientras se arrebujaba temblorosa _
¡Mira mija! , vamo jacé las compras rápido,
polqués ta noches ta que no si aguanta_ Y se quedó
pensativa, mientras seguía caminando. Por su parte,
Carmela, acosaba a preguntas Aquiles _¿Cómo fue que
se murió el viejo ? _ Bueno , él murió de un
infarto_¿Y óndes tabe lijo? _ ¡Aaah!,
él desde muy pequeño lo enviaron a estudíar
a Alemania y muy poco venía por aquí _ ¿Y la
mamon des ta?!_ _Ella murió cuando él nació
_ ¿Y el señol Feli óndes ta? _ _Bueno,
él sentió muy triste por la muerte del viejo, y le
dijo a Mister Wílly que se iba _ ¡Y mira!
¿Tú cres que me puedas conseguí trabaju e
nesa casa tan grande? ¡No sé!, habría que
preguntarle al Mister_ _ ¿Pero me va jacel favol
veldá?_ _¡Si!, te voy hacer el favor…_ Hicieron
las compras que iban a hacer y se regresaron a la casa, y
después de cenar, Aquiles las condujo a sus habitaciones,
mientras les comentaba que su patrón no se encontraba en
la casa, porque era el día en que se reunía con los
otros miembros de la logia, a la cual pertenecía ¡Ya
que supuestamente era masón!, Y Carmela le volvía a
decir, insistentemente _¡Recuelda di hablá con tu
patrón, pa que me ponga trabajén su casa _
¡Sí chica ¡ Le responde Aquiles, con un dejo
de fastidio _No te preocupes, que voy a tratar el asunto con
él ¡Que pasen Buenas noches! _ _
¡¡Igualmente!! _ Le responden ellas, casi al
unísono… Al día siguiente, muy de madrugada;
Doña Carmen y su hija Carmela emprendieron el viaje de
regreso a la hacienda, y le comentaba la Doña a su hija,
mientras meneaba la cabeza de un lado a otro
_¡Fíjate como ses tan poniendo las cosa je cara!,
siempre no jabían quitao medio reali cualtillo pol
cuidá las bestia ji ahora nos cobraron dos lochas conun
centavo pol ca una _ ¡Bueno! ¡Y quin polté
so?_ Replica Carmela, haciendo un movimiento de hombros ¡Si
tos ta umentando! ,papá umental café tambieni ya
¡O no? _ _ ¡Ay mija ¡_ Dice Doña Camen,
con la preocupación que la embarga, reflejada en el rostro
_Tú lo ve jací de fácil, pero las cosas no
so nasina ¡Y pol to lo ques ta pasando! Yo tengu el
presentimiento, que las cosas va na cambiá mucho pa
nosotro jen nuestra vida_ A lo que replica Carmela, entusiasmada
_ ¡Buenu amá!, yo sé que pa mí va na
cambía, pol qui Aquile me prometió conseguime
trabajo con Mistel Güily _ _¡CALMELA POL DIO! _ La
reprende su madre, molesta _Estoy hablandu e la vide tua la
familia ¡Es que no tin polta? ¿Bueno sí
amá!, peru es que …_ ¡Y así!, entre
comentarios, réplicas y recordatorios ¡Y cuando ya
la tarde se acariciaba con la noche, para entregarse a ella!;
llegaron a la hacienda. Los hijos menores al verlas, salieron
corriendo a recibirlas, cuando ya pasaban por debajo del "Gran
Samán", y saltaban, y gritaban, y pedían la
bendición alrededor de las bestias, a la misma vez que
jurungaban en éstas, para ver qué les habían
traído del viaje; Doña Carmen por su parte, se los
sacudía con la pañoleta, mientras les decía
sonriente ¡Muchacho jel cipote!, esperen que telmine
llegá ¡Dios me los bendiga!_ ¡Y así!,
entre el amasijo de perros, muchachos ,bestias y polvo; llegaron
cerca de los escalones del porche de la Casa Grande; Don
Emiliano, que las esperaba recostado de uno de los horcones que
sostenían el porche; al bajarse la Doña del
caballo, la abraza y la besa a la vez que le preguntan con
cariño ¡Bueno mujé! ¿Y cómo me
le fue? _ Bueno _ Comienza ella a responderle , algo dudosa _ Las
noticia que te traigo no son buena , y no sé cómo
la jirá ja tomá tú _ _¡Pero bueno
mujé! _ La apura Don Emiliano con impaciencia, y dando
muestras ya de preocupación _¡Telmina di
hablá di una buena vez pue! _Bueno, e lasuntu e_
Continúa la Doña, con marcado nerviosismo _Que
nuestru amigo Mistel Güily se murió
_¡CÓMU ES LA VAINA? _ Grita Don Emiliano, con
heterogénea mueca en el rostro; la cual reflejaba a la
vez, una mezcla de estupor, sorpresa y dolor…
¡Impresionaba el rostro de Don! , mientras seguía
oyendo lo que Doña Carmen le decía
_¡Así mismu e!, se murió e repente, di u
ninfaltu al corazón _ Y la Doña, después de
contarle todo los pormenores del viaje a Don Emiliano, Termina
diciéndole _¡Y el joven Güily!, quiere que vaya
jen pelsona tratel negociu e los ríale co nél _
¡Que buena vaina carajo!_ Dice Don Emiliano en un tono
tristón y meneando la cabeza de un lado a otro, como
meciendo sus pensamientos y sin poder salir de su asombro
aún _Se murió Güilian cará ¡Mi
bue namigo Güilian muelto! ¡Y lo piol pa nosotros je!,
que tenemos quen pezá traté nuevo ¡Y co nun
sute ¡ ¿Qué quién sabe quin tenciones
tendrá? , nunca pensé que Güilian se
podía morí, y no me relacioné co notras
pelsona… ¡Bueno! ¡Qué se va se? ¡Hay
que seguí palante! Y después de refunfuñar
unas cuantas groserías más, se dispuso arreglar
todo, para salir de madrugada hacia La Guairía, y
comenzó a gritar llamando a los muchachos _ANTONIO,
RAMÓN, VENGAN PA CA!… Búsquenmi a Eliodori a
Santiago, que vengan que quieru hablá co nellos_ Y los dos
salieron corriendo a la vez, a cumplir el mandato de su padre; al
rato aparecieron : primero Santiago y después Eliodoro; y
Don Emiliano, dirigiéndose a ellos, les dice con seriedad
_Mañana tengo que i al pueblu e La Guairía pa
conseguí los riales pa cosechá, y ustedes do queda
nencalgao je la cienda, polque mañani quén
pezá preparasi no voy está pol lo meno do jo tres
día, y espero qui ustede lu hagan bien _Tabie napa _ Le
responden Santiago y Eliodoro, calmadamente _Santiagu y yo lu
haremos como siempre ¡No se priocupe!… Luego de comer, y
después de conversar por un buen rato con sus hijos
mayores, el Don se fue a costar; y Eliodoro y Santiago comentaban
entre sí, que a lo mejor ese año no les iba a tocar
a ellos, el ir a buscar los víveres y comprar las cosas
que hacian falta para el tiempo que durara la cosecha ¡Y
tenían razón!, ya que Don Emiliano pensaba comprar
todo de una vez, puesto que las circunstancias lo obligaban a ir
a La Guairía a destiempo. ¡Y cuando ya la madrugada
salía triunfante sobre la noche! , se levantó Don
Emiliano, encendió un mechero de keroseno, y con él
en la mano, se dirigió al sitio en donde dormía
Ambrosio, despertándolo, mientras le decía _
Levántese palo di hombre pa que mi acompañe nel
viaje_ Y Ambrosio, como lanzado por un fuelle, se levantó
de un salto y se quedó mirando hacia el sitio en donde se
encontraba parado su padre, reflejando sombras fantasmales en las
paredes, a causa de la lámpara que sostenía en la
mano; sintiendo que el corazón se le salía del
pecho a causa de la emoción, y pensando a la vez que
estaba soñando; pero de nuevo la ronca voz de su padre, le
hizo sentir la realidad _¡Bueno sute! ¡Qué le
pasa? ¡Muévase pue que nos vamo¡, y
arréglese cinco mula, que vamo ja traé calga di
allá pa ca _ Ambrosio, con una rapidez increíble;
se vistió , se lavó, ensilló la mula de su
padre, un caballo para él, enjalmó las otras cincos
bestias, las condujo en reata y se puso a esperar en las
escaleras del porche de la Casa Grande; en eso salió el
Don, y al verlo, le dice sorprendido _¡Carajo! Usté
si que se mueve, venga pa que tomemos café, que su mama lu
acabe colá… Adiós Calmen_ _ La bendició
namá _ Se despiden Don Emiliano y Ambrosio, y montando en
las bestias, emprenden el viaje, mientras el Don dice entre
dientes _ En el nombre Dio ji que si haga su voluntá _ Y
al enfilar hacia el sendero que pasa por debajo del Gran
Samán, aumentó la emoción de Ambrosio
¡A tal punto!, que quería espolear el caballo y
salir en una veloz carrera , y en ese instante sintió, que
esos iban a ser unos momentos que nunca olvidaría; por la
alegría que sentía en su corazón regocijado,
por lo que representaba para él, el poder salir por
primera vez en su vida de los contornos de la hacienda de su
padre, por lo feliz que estaba, de que éste lo hubiera
tomado en cuenta de nuevo para algo importante ¡Y por
muchas otras cosas!, que él imaginaba y presentía
que iba a ver y a sentir ¡Lo que sí, no se
imaginó!, fue que en el resto de su vida , serían
muy pocas ¡Síno ninguna!, las veces que se
sentiría de esa forma… En el camino, su padre le
contaba de cosas de su juventud, de sus aventuras amorosas,
anécdotas vividas, de sus derrotas, de sus victorias, de
cómo había conseguido lo que tenía, y a su
vez, Ambrosio aprovechaba la ocasión para acosarlo a
preguntas, ávido de respuestas, ya que su padre muy pocas
veces los trataba así ¡Y ni los trataría
nuevamente de esa forma!, cosa que no sospechaba el muchacho _
¡Mira pa! _ Le pregunta Ambrosio, curioso _ ¡Eso que
yo li oí diciendu e lotro día, de lombre que le
coltaron la cabeza! ¿Pasú así e
veldá? _ ¡Claro que sí!, yo taba hi_ _
¡Sí apá! ¿Y cómo fue eso? _ _
Eso pasú hace mucho tiempo, e nunas fiestas patronales del
pueblu e Trácatra, nosotros tabamo jen la batea postando ,
cuandu e repenti unu e los questaba hi, si apaltu y se que du
aguaitandu a otro que venía pa que se del ¡Y esi
otro sacún machete quien sabe dionde¡ ¡Y sin
decí ni na ni na ¡, le coltó la cabece si
otro di un solo tajo , y se fui se peldiu entre la gente muy
tranquilo, como que si no fuere cho na ¡Y e les cabezao dio
cómo siete pasó¡, detrá jel que le diu
el machetazo ¡Como que si lo fuera siguiendo!, y
cayó_ ¡Y pol qué pasú eso apá?_
Pregunta Ambrosio muy impresionado _Nadie supu el polqué;
pasó tan rápido; y el que matú a lotro
dijeron que nu era de po raí, y que naiden lo
conocía ¡Y el muelto!, aunque se la pasabe nesas
fiestas, naiden sabión de vivía _ ¡Y
tuavía no se sabe na pa? _ Pregunta Ambrosio, sin salir de
su estupor _¡No! , hastel sol di hoy no se sabe na …
¡Y mira pa! ¿Cómo fue la suntu ese de qui
ustede comieron pupú? ¡Aaah!, ese fue un desgraciao,
que se nos cagó varias vece je nel manantial dion di
agarrabamo je lagua pa bebé, y papá me mandú
a mí a vigilel manatial pa ve quié nera ¡Y
ahí tuve pol ma je cinco día!, y esperabi esperabi
mientra jesperaba yo pensaba"( ese desgracio no sólo mizo
comé mielda, sino que también me pusu a pasá
trabaju esperándolu aquí), y esu hacia que mi
arrechara más ca momento. ¡Cuando pol fi
napareció!, esperí a que se bajara los calzone ji
cuando ses taba agachandu e nel manantial ¡Salí de
mi esconditi me le fui encima! , él tu asustao diun saltu
y con la misma se subió los calzone ji salió
corriendo, pero me dio tiempu e lanzali un machetazo ¡Y lul
timo que vidi ante je que se peldiere nel monte!, fuel sangreru y
el brazo que le colgaba di una tire pellejo, y después me
fui pa la casa decili a papá quel problemas taba resuelto_
_¡Y qué pasó despué japá?
¡Se murió?_ Pregunta Ambrosio, cada vez más
asombrado por las cosas que le contaba su padre _No, no se
murió, polque co nel tiempu apareciu en la comalcu nombre
qui apoda nel Mocho Vicente_ _¡Y el nu hizo na?_ _No_
_¿Y pol quí haría lo del manantial? ¿
Pol qué buscó que li ciera nalgu asina?_
_¡Bueno!, decían las malas lengua, quel que se
cagabe nel manantial de la casi el Mocho Vicente, e rel mismu al
que papá li había ganau e nuna sola noche, to los
riale ji la mujé_ _¡Y cómu e jeso que le
ganó la mujé?_ _ Bueno mijo, eso fue nuna paltie
dao, despué que li había ganao to los riales, comu
e lotro no tenía más na qui apostá
,apostú a su mujé contra los riales je papé
nun lance daos; y papá le ganó _ _ ¡Y eso se
pue hacé apá?_ _ ¡Bueno!, ahora no mucho,
pero sí se sigui haciendo_ _¿Y quizo mi abuelo con
la mujé?_ Pregunta Ambrosio, intrigado; y Don Emiliano,
que fue sorprendido con esta pregunta inesperada, se puso algo
nervioso y no sabía que responderle a Ambrosio,
quedándose pensativo por un momento, hasta que se
decidío y le dijo; mientras aminoraba el paso de Rosita
_¡Sooo! ¡Bueno mijo¡ , esa pregunte jalgo
complicá pa respondésela, pero voy a tratá
ve si men tiende _ Y el Don comenzó, dentro de lo que le
daba su capacidad para hablar respecto a lo sexual; a explicarle
a Ambrosio, todo lo que tenía que ver con los hombres y
las mujeres, y después de conversar sobre el asunto por un
buen rato, termina diciéndole, sarcásticamente _ Yo
le digo tu estas cosa, polqui usté me pusu e nese aprietu
y también polque creo qui usté ya tiene bastante
saños pa sabé, y ya usté ju nombre jechu y
derecho ¡Y le voy a decí algo que me decía
papá mencionandu a las mujere! ¡To lo qui uno jalli
a travesau hay que ponelu a lo lalgo! ¡JA JA JA JA … Y
así, entre anécdotas e historias por un lado y
preguntas insistentes por el otro, se iban acercando al puerto de
La Guairía; encontrándose ellos en ese momento en
la cima de la montaña, desde donde se divisaba en el
horizonte, como se abrazaban y besaban amorosamente el cielo y el
mar, dibujando una hermosa pintura, a la cual el radiante sol
colaboraba, vigilando desde muy cerca, el cariñoso retozo
de los protagonistas de tan maravilloso
espectáculo…
*
Por otro lado, en la hacienda, al enterarse Pablito que
su padre se había llevado a Ambrosio, comenzó a
rabiar y a maldecir, mientras buscaba a sus hermanos menores para
compartir con ellos la cólera que lo embargaba, y cuando
los encuentra les pregunta muy alterado _¡Ya saben lo que
pasó?_ _¡Claro que sí! _ Le responde Antonio,
furioso _¡Ese monito ya mes ta sacandu e quicio! _ A lo que
dice Ramón, en el mismo tono de rabia _¡Y a
mí ya me tienen felmo!, nu aguanto que papí
mamá lo traten como sí fuerun no sé
qué ¡Cómu e jeso que papá se lo llevi
a conocel pueblo?, y a nosotro nos deje naquí bregando_ _
¡Qué vamo jace?_ A lo que responde Pablito, con un
extraño brillo en los ojos y mostrando una leve sonrisa
sardónica _Vamos ja procurá que cuando llegue se
sienta muy mal, que sufra mucho, que le duela bastante pa que no
lol vide nunca _ ¿Y cómo vamo jace eso?_ Pregunta
Antonio muy intrigado, mientras se acomoda mejor en el borde del
bebedero, en el cual se encontraban sentados _ ¡Muy
fácil!_ Le contesta Pablito, ahora con un gesto y una
sonrisa malévola en su rostro _ ¡Tú Antonio!,
va ja garrel mapiri ondél tiene el pocu e figuritas di
animale ji hombrecitosw; los qui a tallao con la navaji se la va
ja paltí toíta juna po runa ¡Y las ques tan
guindá je la paré también!… ¿Si
maginan? ¡Despué je tanto saño jaciendola ji
de repente ya no silven! ¡Tú Ramón! , te va
jen calguel loro_ ¡De Tita?_ Pregunta Ramón
sorprendido _¡Sii!, de Tita, te lo lleva ji lu entierras
bien lejos di aquí… ¿Si maginan?,
despué je tanto tiempu enseñándolu
hablí en cariñao co nel ¡Y de repente ya nu
esiste!. ¡Y yo me voy encalgá¡ ¡Saben de
quién me voy encalgá? _ Les pregunta Pablito,
regocijádose de antemano de lo que pensaba hacer, y
mirando a sus hermanos con una sonrisa de satisfacción en
flor y un brillo malicioso en los ojos _ ¡¡De
quién??_ Le preguntan, casi al unísono sus
hermanos, intrigados y muy preocupados _¡De su querido
perrito Valiente! _ ¿¡¡¿Qué
–cómo?!!_ Le interrogan Antonio y Ramón, con
sorpresa aterrante; pero él sigue diciendo como si nada
_¡Aaah! ¡Si maginan?, despue je casi cincu año
jenseñándolu a se de to ¡Hasta caza culebra
jel perrito! ¡Lúnico que li hace falte jablá!
¡Y de repente ya no esiste! ¡Qué les parece mi
plan?_ Termina preguntándoles Pablito a sus hermanos
menores, en una forma jactanciosa y sonriendo satisfecho
¡No te parece que mucho?_ Pregunta Antonio, asustado por la
forma en que hablaba su hermano Pablito; y Ramón
también dice, muy temeroso _Yo creo que con lo de la
figurita jes bastante! _ _¡PUES NO Y NO! _ Les responde
Pablito, alzando la voz con fiereza y mirándolos fijamente
a los ojos, de una manera que infundía miedo _¡Yo
quieru hacelo sufrí bastante! ¡Y BUENO! ¡A
ustede qué les pasa? ¡Se quieren vengá o no?
_ _ ¡Sí pero!_ _ ¡PERO NADA! ¡Vamo ja
celo? ¡Sí o No?_ _ Ta bien, vamo ja celo como
tú digas pué_ Le responden sus hermanos sumisamente
y sintiéndose impotentes para oponerse a los deseo de
Pablito; éste, después de darles las últimas
indicaciones, para que no se dejaran ver haciendo las cosas que
iban a llevar a cabo, termina diciéndoles _Cuandu haigamo
jecho to, tenemos ques ta pendiente pa cuando vengan llegandu e
li papá, pa inos pa la montaña pol do jo tres
día ¡Bie napeltrechaos!, pol quen lo que sen tere lo
qui cimo ¡No se sabe qué nos pue hacel monito feu
ese!… En La Guairía, Don Emiliano tocaba a la puerta de
la casa de Mister Wílly; ésta se abre y sale
Aquiles; éste, después de contestarles las buenas
tardes, les pregunta ¿Qué desean?_ _ Vengu
hablá co nel joven Güily, dígale pol favol que
Jemiliá Noltí_ _Aaah, pase, lo está
esperando…tomen asiento por favor_ Los invita Aquiles,
amablemente _Voy a avisarle que usté ya llegó…
Ambrosio estaba alelado y con la boca abierta, viendo dentro de
esa casa; tantas cosas bellas y raras para él; comenzando
por el retrato del viejo Mister Wílly que se encontraba
sobre la chimenea, el cual medía dos metros de altura, por
un metro cuarenta de ancho; los muebles finos, las estatuas en
los rincones, semejando a mujeres y hombres desnudos; los
jarrones de porcelana, la exquisita ornamentación que
decoraba la casa, la lámpara central tipo araña,
que majestuosamente iluminaba el impresionante salón, y
que al contemplarla fíjamente, producía una
fascinación seductora y aletargante, por la infinidad de
matices que se desprendian de ella, debido al efecto gradante de
tonalidades, que producía la luz de las bombillas, al
atravesar las vítreas lágrimas que la
componían. ¡De repente! Ambrosio sale de su letargo,
al oír los firmes pasos de la persona que venía
bajando las escaleras que conducen al piso superior de la casa,
era Mister Wílly que se acercaba a ellos, dándoles
las buenas noches y diciendo en tono amistoso_ ¡Cómo
está usted herr Emiliano? ¡Parece mentira!, pero la
última vez que lo vi, tendría yo unos quince
años_ _ Así mismu e joven_ Le responde el Don ,con
un dejo de amargura _¡Gut! ¡Uugh uugh! _ Dice Mister
Wílly, aclarándose la garganta mientras se sentaban
_A lo que estamos aquí; como le habrá comunicado su
esposa, y es por eso que usted vino hoy; yo le voy a prestar el
dinero que usted necesita para llevar a cabo la cosecha del
café, pero tiene que firmarme un documento que ya mi
abogado redactó, y lo único que le hace falta es
poner la cantidad que le voy a entregar en calidad de
préstamo, para así yo tener un aval de que se me
reintegrará, en el tiempo prudencial que está
estipulado en dicho documento_ _ Mire joven ¡Uugh uugh!_ Le
responde el Don muy serio y aclarándose la garganta
también _En veldá yo nos toy acostumbrau a ese tipu
e negocio jasina, polque yo siempre lo je palabriau y siempre lo
je cumplío sin problema ¡Y mi ha ido bien!_ _
¡Jedoch herr Emiliano!_ Lo interrumpe Mister Wílly,
algo incomodado ¡Usted tiene que comprenderme a
mí¡, los tiempos han cambiado las cosas ¡Y yo
¡, como persona inexperta que soy en los negocios, tengo
que asegurarme de hacerlo bien, y la manera de hacerlo bien es
por la vía legal ¡Entiéndame auf gunst!
¡Y que conste¡, esto lo hago únicamente por la
amistad que hubo entre usted y mi padre ¡Porque eso de
prestar dinero! ¡Also como so!, no está dentro de
mis planes _ ¡Ta bien!. Replica Don Emiliano desalentado; y
haciendo un gesto de resignación, continúa diciendo
_Qué se va se, búsquemel papé lese pa
filmáselo pue_ Y mientras Don Emiliano suspiraba
profundamente, Mister Wílly se levantaba de su asiento y
se dirigía a la chimenea, a buscar el documento en
cuestión, el cual había colocado encima de ella
horas antes, y tomándolo, comenzó a hojearlo,
mientras se dirigía nuevamente y con paso lento, hacia el
sitio en donde se encontraba sentado Don Emiliano y su hijo
Ambrosio; el cual no hacía más que
escudriñar con la mirada; todo lo que ésta
podía abarcar, y a la vez hacerse preguntas e intentar
respondérselas ¡Abstraído totalmente en sus
pensamientos¡, y sin prestar mayor atención a lo que
hablaban Don Emiliano y Mister Wílly; éste le
pregunta al Don, mientras se sienta de nuevo _ ¿Y
qué cantidad es la que usted necesita? _ Bueno, yo
necesito dos mil setecientos peso_ _ ¡Denn mann!, esa es
una buena cantidad de dinero ¡Pero de todas maneras!, y
para que sea una cuenta redonda, le voy a prestar tres mil pesos
¡Qué le parece?_ _ Sis ta bien pus te , ta bien pa
mí _Dice Don Emiliano, casi con indiferencia. Y Mister
Wílly dice, mientras se incorpora de su asiento, y
habiendo asentado ya en el documento la cantidad de dinero
pre_establecida _¡Gut!, estamos de acuerdo entonces, tome
este bolígrafo y vaya firmando aquí, aquí y
aquí, mientras yo voy a mi despacho a buscarle el dinero_
Y mientras Mister Wílly se dirigía a una de las
puertas muy bien labradas y simétricamente situada en el
salón, y desaparecía por ella; Don Emiliano, se
queda mirando el documento por un buen rato, dudando del paso que
iba a dar. Y pareciéndole que iba a firmar su sentencia de
muerte, se dice _ Pa bie no pa mal toy obligau a celo_ Y sin leer
el documento, procedió a firmarlo. En ese momento llegaba
Mister Wílly, quien al entregarle el dinero y recibirle el
documento, le decía sonriente _ Espero que todo le salga
bien ¡Y si quieren pasar la noche aquí ¡, mi
casa está a la orden de ustedes_ ¡No ¡, no se
priocupe, y muchas gracia je tuas manera_ Le responde Don
Emiliano, con un dejo de amargura _Nosotro vamo ja pasá la
noche nuna posá, así miju aproveche conocí
un pocu el pueblo _Decía el Don, mientras se levantaba, al
mismo tiempo que se guardaba el dinero; a lo que le dice Mister
Wílly _ ¡Gut!, entonces será hasta la vista,
estamos a la orden por aquí ¡Aufwiedersehen herr
Emiliano!_ _ ¡Adios!, y muchas gracias pol to_ Decía
el Don, mientras salian a la calle, la cual estaba cubierta, al
igual que las casas; por un hermoso manto platinegro, el cual era
tejido armoniosamente por la niebla y la oscuridad, que
tiernamente cobijaban al pueblo, y que al combinarse con las
dantezcas sombras de los transeúnte, engendradas por la
titilante luz de los faroles, ofrecían un entretenido
espectáculo nocturno, a las personas que a esa hora
recorrían el lugar. Don Emiliano y su hijo Ambrosio,
caminaban, formando parte de la función ¡Y
éste último no salía de una emoción!
¡Cuando ya comenzaba a sentir otra! ¡Y es que estaba
sintiendo y conociendo tantas cosas que nunca había
sentido y conocido!, cosas que lo maravillaban y anonadaban,
porque nunca jamás se imaginó que existían,
como por ejemplo: el circo, espectáculo este, que por
casualidad se encontraba allí en ese momento, coincidiendo
con la visita de los Ortiz, al pueblo de La Guairía; y que
había originado en el lugar, una especie de pequeña
feria; y mientras Ambrosio no se saciaba de conocer, de sentir,
de hacer insistentes preguntas, esperando respuestas; Don
Emiliano pensaba, muy contristado _¡Muchachu al fin! No si
magina las cosa que se nos puen vení encima di ahora pa
lante ¡To lu ha trastonao la muelte Güilian!, y
mientras yos toy priocupau y molesto pol lo qui acabu e
filmá, el muchacho ni se da po renterao ¡Pero
bueno!, no tengo tro remedio qui unimi a su alegría; como
di cel refrán ¡Al mal tiempo buena cara!_ Y con la
misma, seguía respondiendo a la andanada de preguntas que
le hacía Ambrosio. Así se hicieron las once de la
noche, y Don Emiliano le dice a su hijo, el cual quería
seguir en la feria _ Mire sute, ya ta bueno ya po roy, vamos ja
dolmí, polque tenemo que levantanos temprano pa ce las
compras que vamo ja ce … _ Al día siguiente se
levantaron muy temprano, y pasaron el día haciendo
compras, y ya en la tarde, habiéndolas depositado todas en
la posada que estaba situada al lado del establo, sitio este, en
donde eran cuidadas y alimentadas las bestias de los visitantes;
volvieron a pasear por el pueblo, dándole a conocer Don
Emiliano a su hijo, los sitios y edificaciones de relevancia
histórica y cultural, del pueblo y puerto de La
Guairía… Y en la noche estuvieron en la feria
nuevamente. Luego de divertirse por casi dos horas, se fueron a
descansar. Muy de madrugada, no habiendo cantado los primeros
gallos aún, se levantaron, prepararon y cargaron las
bestias y emprendieron el viaje de regreso a la hacienda . Ya en
el camino, Ambrosio no salía del éxtasis, y
seguía distrutando mentalmente, de las experiencias
vividas en los días anteriores, dando la impresión
de ser un autómata, el que cabalgaba sobre el
Alazán Tostado ¡Abstrayéndose de una manera
tal de la realidad!, que él sentía, el estar
formando parte del destellante rocío, que escarchadamente,
terminaba de embellecer el hermoso rostro de la montaña,
la cual comenzaba a sentir en su verde piel, las tibias y
amorosas caricias del clareante sol, que tímidamente
iniciaba su iluminar de la comarca, sin haberse desperezado
aún del nocturno descanso. ¡De pronto!, su padre lo
saca de su ensimismamiento, al preguntarle cariñosamente _
¡Qué le pareciu el pueblo?_ _ ¡Ah? ¡Ah?_
Pregunta Ambrosio, sorprendido; volviendo el Don a repetirle la
pregunta ¿Qué qué le pareciu el pueblo? _ _
¡Muy bonito to apá!, me gusto mucho ¡Mas que
tu el cilco! _Le responde Ambrosio alegremente ¡Y de
pronto!, recordando algo, le pregunta a su padre, muy intrigado y
haciendo un gesto de extrañeza ¡Mira pa!, esa
mujé ques taba bien bonita, que nos llamó y que pa
leenu el polvení, y qui usté le dio medio rial
¡Qué fue lo que dijo que yo nuén tendí
na? , qui ustí ben sillá su mula, y despué
que la tuviera bien prepará, no li ba podé
montá ¡Y yo!, yu y que tengo mal sinu y voy a
tropezá mucho ¡Qué jeso? ¿Unén
felmeda?_ A lo que le contesta Don Emiliano, simulando
indiferencia, mientras palmeaba el cuello de su mula _ No li haga
casua eso mijo, esa son puras pistolá, ¡Mire
usté!, digami una cosa ¿Cuántas veces qui
usté recuelde, yo nue podío montá mi mula?
¡Si e lúnico que pue montá Rosita soy yo!_ Y
mientras el Don volvía sus pensamientos al trabajo de la
cosecha, y a las dificultades que se le habían venido
presentado para llevarlo a cabo; Ambrosio volvío a su
ensimismamiento anterior, deleitándose mentalmente, al
rememorar lo vivido ¡Sin imaginar siquiera remontamente! Lo
que le esperaba en la hacienda. Y ya , cuando la expectante
tarde, se despedía tímidamente de los brazos del
día, ante el imponente llamado de la indecifrable noche;
llegaron a la heredad, y al irse acercando a la casa, los perros
salieron a recibirlos alegremente, cuando ya pasaban por debajo
del Gran Samán , y éstos, ladraban,
gañían, chozpaban y saltaban alrededor de las
bestias, muy contentos por la llegada de su amos ¡Y de
inmediato!, tanto Ambrosio como Don Emiliano, se percataron de la
ausencia del líder, y en seguida el muchacho sintió
en su pecho, la opresión del dolor causado por un mal
presentimiento, y después de llegar a la casa, pedirle la
bendición a su madre y darle un beso en la mejilla;
comenzó a preguntarle a todo aquel que encontraba en su
camino, ¿Qué si no habían visto a Valiente?,
y al recibir sólo respuestas negativas, se fue a su
aposento, brillándole ya las mejillas por las fulgurantes
lágrimas, que habían comenzado a resbalar por su
oscura faz ¡Y al llegar allí, y entrar¡, se
quedó paralizado por un momento, al no ver sus
pequeñas figuras colgadas de la pared, y con una actitud
se ansiedad, se dirigió al garabato en donde estaba
colgado el mapire que contenía las otras, lo tomó
con ahinco, y al vaciarlo en el suelo y ver el estado en que se
encontraban , notó como que le hervía la sangre,
inyectándosele los ojos de la misma, y en esos momentos
sintió unos deseos inmensos de matar, y con la misma, saca
de debajo de la estera su machete, al cual le relumbraba el filo
por ambos lados; y se dirigió a la parte de atrás
de la Casa Grande, con no muy buenas intenciones, y al pasar por
el aro en donde se suponía debería estar Tita y no
verlo, supuso lo peor, y confirmó a la vez, que las cosas
que estaban pasando tenían relación entre
sí, y que eran una sucia acción de la malvada mente
de su hermano Pablito, acrecentándosele el odio que
sentía en ese momento, mientras intensificaba su busqueda
por los alrededores de las casas, las caballerizas, las trojes de
bambú, las pocílgas, los patios de café, los
corrales,… Y al no encontrar a Pablito, ni tampoco a
Ramón y a Antonio, supuso que como siempre, los tres
estaban implicados en el caso. Los autores de la sucia
acción, ya se encontraban en la montaña, porque tal
como lo habían planificado, en lo que vieron a los perros
correr en dirección al Gran Samán, y percatarse de
quiénes eran los que venían llegando, huyeron hacia
ella, a ocultarse de la furia de Ambrosio ¡E hicieron muy
bien al actuar así! ,porque al hacerlo, evitaron que su
hermano cometiera una horrible locura; ya que éste, cegado
por la ira, el dolor y el odio que lo embargaba; después
de haberlos buscados por todos los sitios posibles y no
encontrarlos; se agachó a acecharlos en la pata del Gran
Samán, el cual estaba ubicado al lado Este de la Casa
Grande, a una distancia aproximada de ochenta metros, y de donde
se divisaba a todo el que entraba y salía de ella, gracias
a la luna; que esa noche estaba tan resplandeciente, que
parecía desear imitar al sol ¡Y fue allí, y
en la misma posición! , donde lo encontraron sus padres
como a las tres de la mañana, con la misma
expresión de odio de varias horas atrás, y Don
Emiliano le dice, en tono amistoso _ ¡Mijo!
¡Qués lo ques ta pasando? ¡Díganos
mijo! ¡Polqués to no nos ta gustando naitica!
¡Su lori su perro no lo jemos visto pol ningún lao!
¡Su jermanos Pablito, Ramón! Antoniu están
desaparecío de jiayel talde! ¡ Y ustés ta
sora jen la pates te palo! ¡Y co nese colegallu en la
mano_¡ Doña Carmen le habla también en un
tono amoroso, diciéndole _ ¡Si mijo! ¡Y
mira¡, no has cambiau esa care poco jamigo que tienes de
jiayel talde ¡Y ni siquiera no jatendiste!, cuando tes
tabamos llamandu a gritu al ratico di habel llegao del viaje
¡Aaande mijo! ¡Cuéntenos qués lo ques
ta pasando!_ Ambrosio, levantando la mirada, los ve fijamente, y
con un nudo en la garganta, les pregunta con tristeza
¿Qué jice yo? ¿Tengo la culpa di habel
nacío? ¿Tengo la culpa des ta vivo?_ Y con la
misma, rompió en sollozos. Don Emiliano y Doña
Carmen se miraron con reciprocidad, el uno al otro, confundidos,
sin saber que decir ni hacer ¡Y al no comprender
nada!,optaron solamente, por abrazar a su hijo y llorar con
él . Allí, en ese lugar, los sorprendió el
clareante día, y el Don le decía a su hijo,
cariñosamente ¡Bueno mijo!, vamo, vamos pa lante,
qui hay que seguí viviendo ¡Y no se men cojone
carajo!, que nu hay mal que pol bien no venga_ Y la Doña
le pasó el brazo por sobre los hombros y se lo
llevó para la casa, y en el trayecto le decía,
amorosamente _Mijo, cuandus te se sienta mejoli le de
ánimo, no los cuenta to con calma…_ Los padres de
Ambrosio nunca se imaginaron ¡Ni por un momento!, lo que
habían hecho por sus hijos en esas horas, ya que esa
demostración de amor hacía Ambrosio, había
desplazado del corazón de éste , el inmenso odio
que horas antes había sentido, el mismo que por un
momento, lo había impelido a buscar y a acechar a sus
hermanos para matarlos; y ahora por el contrario pensaba, y a la
vez se hacía una promesa _Papí mamá me
quieren mucho, y esi amol pague lodiu y len vidia que me tienen
ni jelmano ¡ Y pol más maldades que mi hagan!, no me
va na pode quita eso ¡Y e jesi amol que llos me tienen y el
que yo les tengo!, lo que me va da fuelci lo que voy a
tené presente di ahora palante pa seguí viviendo
¡Y esos no me va nacobaldá! Polque pol más
qui hagan di ahora pa lante , no me va nacé cometí
una locura que vaya se sufrí a papí mamá, y
se lo jencomiendu al Dios To Poderosi a su hijo Jesú jel
Cristo, ello sen calgarán de cobrale pol mí _ Sin
embargo, la tristeza y el dolor no lo abandonaban; ya que las
pérdidas que había sufrido le dolían mucho,
y pensaba apesadumbrado_ ¡Aay Dios mío! , mis pobre
janimalito ¡Qué me le jabrán hecho? Mis
figuritas las puedu haci otra ve, pero mi janimalito
¿Estarán vivo? ¿Estarán sufriendo?
¿Estarán muelto? ¡Ay Dios mío!_ Esa
misma mañana, Carmela le pregunta a Doña Carmen, de
una manera impaciente _¡Mira ma! ¿Qué noticia
trajo papá del pueblo? ¿Aquiles no me mandú
a decí na? _¡Aay mija!_ Dice la Doña, con el
ceño fruncido y dando muestras de desaliento _Esi hombre
vino de muy ma lumol, cuando le jice pregunta, me contestó
con lo mismo que yos toy sintiendo, que las cosa va nace distinta
di ahora palante ¡Y cuando le dije qui hablara con su sijo
del problema!, me dijo gritao ¿Qué de cuándu
aqué lablau e sus negocio ja naide?, y que no tocara ma je
la sunto, quel resolvería_ Carmela, haciendo gestos de
disgusto, le dice con desplante, a su madre _¡Yo no
sé amá! ¡Pero lo que soy yo! ¡Me voy pa
La Guairía! ¡Salga sapo salga rana me voy!_ Y
así lo haría en realidad, contra tormentas y
corrientes; antes de que pasara un mes de haber tenido esta
conversación con su madre… Ese mismo día,
Pablito, Ramón y Antonio, no pudiendo aguantar ni un
día completo, de los tres que tenían planeado
quedarse en la sierra, se aparecieron; cuando ya la serena tarde,
comenzaba a afiligranarse, para su inevitable y placentera
entrega, a la insinuante noche; y Pedro, que los vió a
distancia, fue a avisarle a Don Emiliano, y éste, junto
con Eliodoro y Santiago, portando cada uno su bandola en la mano,
los esperaron y los atraparon en el corral de ordeño, y
comenzaron a darles de lastigazos; y el Don, que por la
extraña desaparición de éstos desde la tarde
anterior, estaba seguro de que ellos tenían la culpa de lo
que había pasado; les preguntaba insistentemente
¿Qué qué era, lo que había pasado con
los animales de Ambrosio?, pero gritaban, saltaban , lloraban y
no contestaban a la pregunta ¡Porque Ramón! , que
fue el único que lo intentó, al ver el gesto y la
mirada de amenaza de su hermano Pablito, optó por
callarse; ya que el miedo que éste les inspiraba,
había aumentado en gran proporción, al darse
cuenta, de una forma definitiva; de todo lo que era capaz de
hacer su hermano, por lograr sus objetivos. Por otro lado, y en
el mismo instante en que estaban sucediendo estos hechos;
Ambrosio, pensativo, y todavía entristecido por las
pérdidas sufridas, fue a sentarse en la pata del Gran
Samán, como lo hacía todas las tardes al finalizar
la jornada de trabajo; y navaja en mano, se puso a tallar y a
darle forma a un pedazo de corteza de encina, como era su
costumbre; y al rato de estar sentado, en una de las
sobresalientes raíces de dicho árbol; sintió
el ruido que producía, algo que por la maleza se acercaba
¡Y levantándose rápidamente!, se
dirigió hacia el sitio de donde provenía el sonido
¡No sin antes! , haber agarrado un trozo de madera, por
precaución ¡Y fue en ese momento, que lo vio!,
viniendo hacia él, emitiendo una mezcla de gruñidos
y gemidos casi imperceptibles, con una heterogeneidad de
tristeza, dolor y alegría ¡Y apenas medio
movía el rabo! _¡VALIENTE! _ Grito Ambrosio con
alegría , y a la vez con dolor, ya que el estado en que
apareció su amado perro era deplorable; arrastrando una de
sus patas traseras; una oreja despedazada; el hocico: partido,
faltándole varios dientes ; y la pelambre ; toda tiesa,
empegostada por una mezcla de tierra, maleza y sangre;
¡Sangre, que debió haber brotado!, de las
múltiples heridas, que tenía en su flagelado
cuerpo; ¡Habiendo sobrevivido milagrosamente!, al intento
que hizo Pablito de matarlo cuatro días atrás
¡De inmediato! Ambrosio lo tomó cargado y se lo
llevó para la casa, y una vez allí, comenzó
a curarle el lacerado cuerpo, al tiempo que lloraba,
salpicándolo con gruesas lágrimas
¡Lágrimas que reflejaban un profundo dolor!, ya que
se imaginaba, lo que había sufrído su fiel amigo en
esos días; lo que habría padecido por las heridas;
por el doloroso trayecto de regreso a la casa y por la cura, a
que lo estaba sometiendo en ese momento; y le decía
cariñosamente _Cálmate Valiente ¡Snif!
Cálmate ques pol tu bien ¡Snif!, quédate
tranquilo que te va ja curá ¡Snif!_ Y mirando al
cielo, rogaba fervientemente _Que mi Dios Topoderoso y su hijo
Jesú jel Cristo, le cobre nal que tizu esto_ Por otro
lado, Pablito, quien se encontraba junto a Ramón y
Antonio, pasando el dolor de la reciente cueriza; se
enteró del regreso de Valiente, hecho este , que aumento
sobre –manera , la furia que sentía en ese momento,
y con gestos de rabia, se dirige a sus hermanos,
diciéndoles _¡Tanto que me costó meté
se perru el coñu enel saco pa llevámelo pal
barrancu y tiralu al mal! , pensando que sino se moríe los
golpe ju en saltau e nune las piedras puyúa, se
moría hogao ¡Peru ahís ta! ¡Vivitu y
coleandu el desgraciao_ Todo esto lo decía, sin pizca de
remordimiento alguno ¡Fríamente! , como que si fuese
algo normal lo que había hecho. En eso, le pregunta a
Ramón , inquisidoramente _¿Y tú?
¡Ónde sumbatel loru espué que lo matate? _ Yo
no lo maté_ Responde Ramón , tímidamente _
Yo lo quice fue que le colté la jala ji la coli lo
solté ne lotro lau el río grande_ ¡Entonce je
lúnico quizo bien su trabajo fue Antonio!_ Replica
Pablito, aún más molesto _¡Pol quese
pajarracu en cualquier momento!, si aparece po rahí
diciendo: "Truuuu Ambrosio Truuuua"…
*
Al cabo de haber transcurrido algún tiempo,
Mister Wílly, comenzó a recorrer las propiedades
que le había dejado su padre al morir, y en el recorrido,
le tocó pasar por la hacienda de Don Emiliano Ortiz; y al
observar aquel paisaje de indescriptible belleza, darse cuenta de
lo bién ubicada que estaba la heredad, y al ir
contemplando, muy impresionado; la heterogeneidad del terreno;
conformado por una planicie tipo meseta; por montañas,
bosques y suaves laderas, con suficiente agua dulce y colindando
con el mar; ¡La deseó para él! ¡La
deseó! , como se desea a una mujer de exuberante hermosura
¡O como se desea! Una valiosa joya o una costosa obra de
arte ¡Y de pronto!, en un tono solemne y con seguridad, se
dirige a Aquiles, a su abogado y a las demás personas que
lo acompañaban, diciéndoles_ ¡Herrs!
¡Todo esto será mío! _ Su abogado, muy
sorprendido, casi encabrita la bestia que montaba, al frenarla; y
con un gesto en su rostro, entre preocupado y extrañado,
le replica a su jefe, diciéndole _ ¡Mister!,
usté me va a perdonar, pero estas tierras son del
gobierno, y por muchos años, su pisatario por enfiteusis,
ha sido Don Emiliano Ortiz, quien ha venido pagando su canon
religiósamente , y por ello tiene el derecho a
usufructuarlas _ Diciéndole Mister Wílly, al mismo
tiempo que sonreía pícaramente _ ¡Por eso es
que sigues siendo mi abogado!, lo haces muy bien, y estás
muy bien informado de todo ¡Y por eso debes saber
también!, que para que estas tierras sean definitivamente
de Don Emiliano, por el derecho de usucapión; ¡Deben
pasar por lo menos tres años más! ¡Cosa que
no voy a permitir!, porque tengo el suficiente dinero como para
impedirlo y hacerme dueño de estas tierras ¡Y
tú y tú!_ Dirigiéndose , en una forma
altanera, a su secretario y a su abogado _ Me van a conseguir lo
que quiero ¡Y no se paren en nada¡ ¡¿Von
beschluss?! _ _ ¡Como usté diga Mister Wílly!
_ Le responden éstos, casi al unísono… ¡Y
efectivamente!,, tanto Aquiles, como el abogado de Mister
Wílly, se movilizaron, para cumplir las órdenes de
éste, y al poco tiempo, después de sortear varios
escollos y comprar algunas consciencias, la hacienda de Don
Emiliano Ortiz, pasó a ser propiedad privada de Williams
Winckelmann, el cual era el verdadero nombre de Mister
Wílly hijo, y después de haber logrado esto,
él le ordenó a sus dos representantes, que se
fuesen a la hacienda a comunicárselo a Don Emiliano Ortiz,
mandato que obedecieron éstos en el acto; y al llegar a la
casa, Los recibió Ernestina, ya que el resto de la
familia, incluyendo a Doña Carmen, se encontraba en el
cafetal, ayudando en la cosecha; preguntándole Aquiles a
la muchacha, algo preocupado _¡Buenos días
señorita! ¿Está su padre en casa? ,
necesitamos hablar con él _ E lesté nel cafetal_ Le
contesta Ernestina, extrañada y preocupada, a lo que le
dice José Santana, suspírando con alivio_ ¡Ah
bueno señorita, mire!, nosotros vinimos solamente, a
notificarle y a traerle esta copia del título de
propiedá de esta hacienda a su padre, y también
este otro documento en donde se le hace saber ,del aumento del
arrendamiento por orden del nuevo dueño; nos hace el favor
y se los entrega ¡Y le dice, que recuerde una cosa!, que ya
está por vencerse el plazo para pagar el préstamo,
y el acreedor tiene todo listo para llevar a cabo el embargo, en
caso de no ser cancelada la deuda para el día fijado
¡Ya que no tendrá prórroga! ¡No se le
vaya a olvidar señorita¡ por favor ¡Se lo
díce así mismo¡, hasta luego_ Al despedirse,
dieron vuelta a sus cabalgaduras, retirándose; y al
hacerlo, iban contemplando a los peones que volteaban el
café en los inmensos patios, que diagonalmente,
hacían frente con la Casa Grande … Cuando llegó
el Don a la casa , Ernestina le hizo entrega de los documentos y
le comunicó, con todo lujo de detalles, el mensaje que le
habían dejado los emisarios de Mister Wílly;
éste, se puso muy serio, y después de leer los
papeles en cuestión, estalló en cólera,
diciendo _ ¡ESE DESGRACIAU MUCHACHO! _ ¡Yo
sabía que nojiba complicá lesistencia ¡
¡No sólo sizo dueñu e lo mío!
¡Quién sabe con cuántas maña? sino que
también nos quiere cha di aquí!_ _ ¡Pero
qués lo que pasa?_ Pregunta Doña Carmen, intrigada
y muy preocupada; viendo la ira y el dolor reflejados en el
rostro de Don Emiliano Ortiz, y éste, entregándole
los documentos, dice _ ¡Mires to! ¡Qué te
parece? ¡El mal parío nos quitó lo nuestru y
no jaumentu e larrendamiento de veinte peso ja cincuenta!
¡Y hay que pagá lo júltimos sei mese je
nestos mismos día! ¡Y el vencimientu el plazo pa
paguel prestamo que no jizo lo tenemo jencima! Yo que me
contenté, polque las mata jestaban calgando ma ji mejol
pes ta cosecha. ¡Y eso no jesta trazando!, calculé
ma lel tiempo ¡Que buena vaina carajo!, yo que nunca me
priocupe puel tiempo; simplemente sen pezaba cuandu había
quen pezá ¡Y se telminaba cuando se telminabi ya!_
Doña Carmen, viendo la gran preocupación de
él, y sintiéndola ella misma en su ser, le dice,
mientras le acaricia la espalda _Mire Miliano ¿Y pol
qué no saca ja vendé lo qui has cosechao?, yal
corredol ta pol ma je la mitá, y debía
japrovechá, no sé _ Don Emiliano , viéndola
con desilusión, le dice con tristeza ¡Ay mi amol!,
tú no sabes na, ya yo tengo mi cuenta bien sacá
¡Y vendiendo tua la coseches que podemo salí del
problema! ¡Y te voy esplicá pol qué.!
Vendiendo tu esta cosecha ¡Que june las mejore que mos
tenío! ¡Y que nos va da comunos mil docientos
quintale! ¡Bueno! , vamo ja poneli uno cien quintales ma,
polquen veldá que las mata si arrastran con la calga; vamo
ja conseguí comunos tres mil quinientos peso majomeno _ _
¡Y a cómos tan pagandu el kilu e café pue?_
Interrumpe la Doña, curiosa; respondiéndole el Don_
Cuandos tuven La Guairía, averigüé que li
había naumentao nueve centavos ma jal quintal, así
quel kilo lo deben desta pagando comu a sei céntimos..
¡Bueno! , déjame seguites plicando. Consiguiendo tu
esos pesos que te dije, es que nos pue alcanzá pa paguel
préstamu y e larrendamiento, po reso nu hacemos na sacandu
a vendel café que tenemos cosechao_ A lo que replica
Doña Carmen , inquieta y muy preocupada ¿Y si yo
voy a pedile de favo la Mistel Güily que nos dé
más tiempo?_ Sugerencia, que no agradó en lo
más mínimo a Don Emiliano, y lo hizo alterarse
más de lo que estaba, y a la cual respondió en alta
voz _ ¡YO NO LE VOY ASTA SUPLICANDU A NINGUN MOCOSO!
¡Ademá! ¡Va ja peldé tú tiempo!
¡Tú oíste lo que diju Elnestina!
¡Ahí se ven clarita la jintencione jel desgraciau
ese! ¡El papa debes ta revolcándosen la tumba, al ve
lo canalli malintencionao que le saliú e lijo!
¡Compra nuestra tierra, no jaumente larrendamiento, no
javisa lo del préstamu y lo de lembargu y que no tengo
más plazo pa pagalo! ¡No ni amol! , nos tieni
amarrao sin podi hacel na ¡De tuas manera!, lúnico
que podemos jace, es seguí pa lante, trabajando más
fuelte, pa ve si podemo sacá con tiempo tu el café
que necesitamo, pol que se muélgano me la supu
hacé… Por otro lado, en el puerto de La Guairía,
en la casa de Mister Wílly, éste, le decía a
José Santana, su abogado y a Aquiles, su secretario
_¡De manera que Don Emiliano! ¡Según me dicen
ustedes! ¿No podrá sacar a vender el café a
tiempo, según nuestros deseos? _¡Yo se lo puedo
asegurar!_ Le responde Aquiles con firmeza _Porque según
lo que hé investigado, contrató cien jornaleros,
que le vienen sacando una hectárea por día
¡Un poco más un poco menos!, y según mis
cálculos, no va a poder cosechar todo el café antes
del plazo ¡Y además de esto! , para sacarlo a
vender, necesita dar por lo menos dos o tres viajes, y eso son
como seis o nueve días más, después de haber
terminado de cosechar ¡A menos que intente sacarlo en un
solo viaje! ¡Que no lo creo! , porque eso lo
obligaría a conseguir como cuatrocientas mulas
¡Según los quintales que le montan a cada una!, y
esto sería difícil para él ¡Primero!,
porque hay tres o cuatro hacendados más, cosechando, y van
a necesitar mulas también ¡Y segundo!, el dinero que
usté le prestó lo tiene medido, y no va a poder
alquilar sino las mismas ochenta o noventa que siempre alquila,
que sumadas a las de él, no llegan a ciento cuarenta mulas
¡Y es por eso!, le repíto, que no lo va a lograr _ _
¡Wunderbar! Aquiles ¡Wunderbar! _ Dice el joven
Wílly, con un gesto de satisfacción, y dirigiendo
la mirada hacía su abogado, le pregunta, mientras
sonríe con sarcasmo _¡Y tú José
Santana, ya tienes todo listo para actuar?_ _ ¡Todo listo
Mister Wílly! ¡Todo listo!… ¡Y
efectivamente! , al poco tiempo después , el corredor de
la Casa Grande de la hacienda de Don Emiliano Ortiz, estaba
repleto hasta el techo de sacos lleno de café , y no
habiendo cabida para más en él, hubíeron de
acondicionar algunas de las habitaciones de la casa, para colocar
café, en ellas también . La casa se veía,
tal y como se veía, siempre que se terminaba de cosechar
en la hacienda: como mujer a punto de dar a luz; pero
había una gran diferencia con otroras cosechas; en esta
oportunidad, Don Emiliano Ortiz, había sido embargado
días atrás, y para salir del embargo, tenía
que pagar la deuda contraída con su acreedor, Williams
Winckelmann(Mister Willy); y para poder pagar dicha deuda,
tenía que obtener el dinero, sacando a vender el
café al puerto; y para poder sacar el café a la
venta, tenía que salir del embargo y Don Emiliano,
impotente, rumiaba su pena interiormente y pensaba, entristecido
_Me la supu hacel desgraciau ese mal parío, el trabaju e
tua mi vida, mi sueño de que mi sijo vivieran pa siempri
aquí, y que criara na mis nieto je nestel mosa tierra, pa
que crecieran sano ji fuelte ¡Tanta jesperanza!
¡Tantas cosa jarruiná pol lan bición mezquina
de una mala pelsona!_ Así, en ese estado, meditabundo y
acongojado, lo encontró el compadre Asunción,
sentado en una piedra en la parte de atrás de la Casa
Grande, haciendo que contemplaba las caballerizas ubicadas
diagonalmente, al lado Oeste de la misma ¡Tan sumido en sus
pensamientos estaba!, que la presencia de su compadre no la
notaba. Este , había llegado a la hacienda días
atrás, para ver en qué forma podía
ayudarlos, pero fue muy poco lo que pudo hacer para evitar la
desgracia de los Ortiz. El compadre Asunción,
acercándose un poco más a Don Emiliano, le pone una
mano en el hombro, sacándolo de su ensimismamiento, y
éste, sobresaltado, se queda mirándolo con ojos
profundos y tristes; por lo que le dice Asunción , de una
manera convincente. _ ¡Compai! ¡No mi afloje carajo!
Mire que lentierru e Dios nu ha pasao, y usté y su familia
es tan sano ji fueltes pa seguí pa lante ¡Mire
Compai!, yo le tengo gualdu na solpresa, y se la tengo gualda,
polque queriés pera hastul tima hora pa ve qué
pasaba_ _ ¿ Y qué pue se sa solpresa compa?_
Pregunta Don Emiliano, con recelo y curiosidad, a lo que le
responde Asunción, dando muestras de satisfacción _
¿Usté si acuelda compai que yo li habli hace
bastante tiempo ya, di unas palcela jagrícolas qui ba
repaltí el Presidente La Republiquén los valle je
Lestao_ _ ¡Sí compa, sí mi acueldo_ Responde
Don Emiliano , desanimado; a lo que le vuelve a preguntar
Asunción , más ansioso aún _¿Y
también si acuelda compai, que yo le dije que li ba
conseguí una pus té, pa qui usté y mi comai
se fueran pa ya baju a vivi, o pa que mandaral gunu e los
muchacho ja trabajala?_ Don Emiliano , mirándolo con
desconsuelo, asintió con la cabeza y le respondió
_Sí compa, mi acueldo. Pero también mi acueldo
compa!, que le dije que no se priocupara pol nosotro, y que se la
consiguieral guien que liciera falta _ _ ¡Pues yo compai!_
Dice Asunción , en forma alegre _¡Me tomé la
libelti lu incribí en la lista ! ¡Y fíjese
compai, que fue muy fácil!, polqui había poca
gentin teresé nesas palcelas, y yu ademá je la suyi
la mía, le conseguí una ca unu e mi sijo_ Don
Emiliano, sorprendido, y con una luz de esperanza en sus ojos, le
pregunta a Asunción, dando muestras de ansiedad_
¿Cómu e jeso que consiguió compa?_ _
¡Así mismo como lo yo compai!_ Le responde
Asunción, con jactancia _ ¡Desdi hace ma je diez
mese, el Presidente la República li asinnu al seño
Lemilianu Antoni Olti ji Blanco, pol mediu e Lintitutu Agrariu y
Social ¡Cincu hectaria je terreno cultivablen los valle je
Lestao¡ ¡Y muy celque la zuidá!, lúnico
que tiene qui hace es di a Lias, afilmá los papeles je
compromiso, yo no li había avisao, polque no había
puro, y tampoco li había puestu interé pa paltel
tiempo pa subí pa ca; pero la cilcuntancia so notra jahora
¡Y po resos toy aquí! _ A lo que dice Don Emiliano,
con los ojos brillosos de alegría y esperanza, pero
mostrando preocupación a la vez _ ¿Y usté no
cre compa qui ha pasao mucho tiempo ya? ¡A lo mejol ya se
la diero na otro!_ _ ¡No hombre compai! _ Le responde
Asunción, con seguridad y haciendo gesto de
negación con las manos _Ya le dije que nu había
mucha gentin teresé nesas palcela ¡Ademá!, de
tuas manera yu estao muy pendiente, polque su palceles tá
justicu al lau e la mía, y cualquiel cosa yo mi hubieren
terao_ _¡Gracias compa!, se lo vamo ja agradecé tua
la vida, y vamo jes ten deuda co nusté pa siempre,
polqués to qui usté ta ciendo pol nosotros nu hay
folme pagalo_ Esto lo decía Don Emiliano , muy avergonzado
e incómodo; a la vez que pensaba, con nostalgia _La
diferiencies bastante, de cien hectarias ja cinco, de la belleci
tranquilidel campo, a lo feu y ajetriau e la zuidá; peru
es más mejol tenel comu empecé nuevo, y no como
tabas ta ci un rato ¡Sin na! ¡Bueno compa!_ Dice Don
Emiliano, saliendo de sus pensamientos _Entonce lo que tenemos
qui hacé jempezá preparanos pa inos pa ya bajo _ _
¡Podemos jaci una cosa compai ! _ Dice
Asunción, con entusiamo _ Yo me voy a di adelante con do
jo tre je los muchacho, pen pezá celes el techon de va na
vivi ¡Ahi hay bastante caña malgui greda!, y si
cuando lleguen nu hemos telminao, se puen quedén mi casa
mientras tanto ¡Y así lo hicieron!, Don Emiliano
mandó a adelante, con su compadre Asunción, a
Eliodoro, a Pedro y a Ambrosio, y también los
acompañó Ernestina. Mientras tanto, él,
junto con sus demás hijos y Doña Carmen, comenzaron
los preparativos para marcharse de la hacienda, los cuales,
duraron aproximadamente dos semanas. Don Emiliano, queriendo
dejar todo en orden, hablaba con el capataz, y le decía _
Mire Juancho, aquí tienes tos riale, pa que le pagui a los
pione jesta semana que telmina pasao mañana, e neste papel
lo tiene to bie nesplicao; a los que trabajan pol tarea,
usté sabe que se le pagan do céntimo ji medio pol
ca mano, esu es como veinticinco pesos po lectaria, le saca bien
su cuenti le reba jesto quian pediu adelantao; y a lo jolnalero
semanarios, le da su riali mediu y cuartillo que le toca ca uno
¡Usté conoce cómu es to!, de tuas manera,
aquí tiene diez peso je ma pol si acaso li hace falta;
despue jel sabadu el que se ven calgá destu e jotro;
usté sen calgues plicali a la pioná to lo ques ta
pasando ¡Y que no se priocupen !, que va na
seguí teniendo trabajo_ Juancho, expresando la profunda
tristeza que sentía, con sus ojos, y mostrando
lágrimas a punto de brotar de los mismos, le dice a Don
Emiliano, con voz entrecortada _ ¿Y usté se va ir
así no más? ¡Sin presentar pelea ni nada! _ A
lo que le responde Don Emiliano, poniéndole una mano en el
hombro y mirándolo con tristeza también _ ¡Ay
Juancho!, la presentamo, cuando juntos común solon bre,
tratamo je sacá la cosechan te jel vencimientu el plazo,
pero lamentablemente no se pudu hace, y uno tiene que sabé
retirasi al no tené ningún chance ganá, lo
legá les lo legal ¡Y la ley apóyal desgraciao
que me cho la vaina! _ ¡En eso!, escucharon a alguien que
decía _ Truuu Ambrosio truuua_ Era tita, el loro perdido,
al cual lo traía Elías; éste, lo
había encontrado posado en una rama, no muy lejos de la
Casa Grande; Don Emiliano, viéndolos acercarse, dice
sonriente _ ¡Vaya pue!, una legrien tre tanta tristeza,
lléveselu a Calmen pa que lo ponga rribu ne las mula _
Doña Carmen, al oír a Tita, se emocionó
tanto, que abrazó fuertemente a Elías y le
dió un beso en la mejilla, mientras decía
_¡Ambrosio se va pone muy contento cuando lo vea ! _
Mire Ña Calmen _ Aprovecha de decir Elías, algo
tímido _ Ambrosio me dijo, cuando nos tuvimos despidiendo,
que me regalaba Valiente y que se lo cuidara mucho_ A lo que dijo
la Doña, muy sorprendida por las palabras de Elías
_ ¡Esu es veldá? Así te querrá comu
nelmano, que te dejú a su mejo ramigo!, de tuas manera
sinu es asina ¡Segurito quese vieni a buscá su
perro! _ ¡Noo ña Calmen! _ Dice Elías, con
gestos nerviosos _ li aseguro ques la purita veldá _
¡Ta bien muchacho ! ¡Ta bien, te creo! _ lo
tranquiliza Doña Carmen. Don Emiliano, al cerciorarse de
que todo estaba listo para la partida, puso el pie en el estribo
¡Y cuando se impulsó, para montar a Rosita!, se
acordó de la gitana y de lo que ésta le
había dicho; y pensó con rabia, haciendo un gesto
de amargura _ ¡Trabajel café, lo coseché y
teniendolo to listo pala venta! ¡No lo pue sacá pa
negocialo!_ Y con la rabia reflejada en el rostro, dio un fuerte
grito _ ¡VAMONÓ ! ¡Y QUE SIA LO DIOS
QUIERA! _ Y emprendieron el viaje, hacia los valles del Estado;
solamente con sus enseres personales y de cocina ¡Y diez
mulas únicamente, de toda la caballería que
poseían !, fue lo único que les autorizaron
sacar de la hacienda, para que cargaran sus cosas…
La travesía fue larga y trabajosa, y
después de siete largos días con sus respectivas
noches, llegaron a la jurisdicción de Turemo, que era el
lugar, en donde estaban ubicadas las parcelas mencionadas por
Asunción, quien se había esmerado en la
construcción de la vivienda, con la ayuda de muchos de los
otros parceleros; éste salió a recibirlos, en
compañía de su mujer e hijos y de Eliodoro, Pedro,
Ernestina y Ambrosio, quien, al oír a Tita llamarlo,
sintió que se le salía el corazón del pecho,
y después de abrazar y pedirle la bendición a sus
padres, tomó a su loro y se fue a la parte de atrás
de la vivienda a conversar con él. Después de los
saludos y abrazos de rigor, procedieron a descargar a las bestias
y a meter bajo techo los enseres de la familia Ortiz-Aponte;
mientras se iban acercando otros parceleros, para conocer a la
nueva familia que se venía a incorporar a la comunidad
agrícola; comenzando así, una nueva etapa en la
vida del Negrito Ambrosio Ortiz…
*
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |