La universidad y la educacion para la cultura integral del hombre
- Sentido y
significado de la Universidad en la edad
contemporánea - El papel de la
Universidad en la sociedad del
conocimiento - Relación
entre la dinámica cultural de los pueblos, la
Universidad y el desarrollo humano - Bibliografía
de consulta
Sentido y
significado de la Universidad en la edad
contemporánea
Para poder abordar el sentido y el significado de la
universidad, es decir, su ser y quehacer, es importante tener en
cuenta lo que es, lo que hace, cuál es su principal
actividad dentro de una cultura determinada o global y dentro de
la sociedad. A mi manera de ver las cosas, creo que la principal
tarea de la universidad es "formar" "educar" "orientar" las
diferentes potencialidades del ser humano con miras a una mejor
calidad de vida y a establecer estrechas relaciones justas,
pacificas y fraternas con la naturaleza, con el otro, consigo
mismo y con lo trascendente; acompañar al hombre
político, social, cultural, económico y espiritual
en su proyección hacia lo superior, lo trascendente, lo
perfecto.
Para darle solidez a la actividad fundamental de la
Universidad, como espacio cultural, con la tarea de formar al
hombre para lo superior, tengo el atrevimiento de citar un
documento de la Iglesia:(DECLARACIÓN "GRAVISSIMUM
EDUCATIONIS" SOBRE LA EDUCACIÓN CRISTIANA No 3,
1965, que como madre y Maestra, también tiene su
opinión al respecto:
"Todos los hombres de cualquier raza,
condición y edad, por poseer la dignidad de persona,
tienen derecho inalienable a una educación que responda al
propio fin, al propio carácter, al diferente sexo, y
acomodada a la cultura y a las tradiciones patrias, y, al mismo
tiempo, abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos para
fomentar en la tierra la unidad verdadera y la paz. Mas la
verdadera educación se propone la formación de la
persona humana en orden a su fin ultimo y al bien de las
sociedades, de las que el hombre es miembro y en cuyas
responsabilidades participara cuando llegue a ser
adulto".
Si desde la cita anterior vemos la actividad primordial
de la universidad, entonces podríamos hacer un verdadero
análisis de su razón de ser en el mundo de la
cultura y de las sociedades; su papel educador en medio de la
creciente decadencia del hombre. ¿Podrá la
Universidad, en cualquier espacio cultural del planeta y en las
múltiples sociedades donde se mueve el hombre, estar dando
respuesta a su vocación? No tendría que irse muy
lejos, ni ahondar en las fuentes del conocimiento hecho
filosofía, hermeneútica o praxis, para responder a
este interrogante. Creo que un "ignorante labrador de la tierra"
podría decirnos cual ha sido el desarrollo de la
vocación universitaria en medio de sus necesidades,
angustias, temores, etc. Ciertamente el labriego que se beneficia
de algún adelanto científico y tecnológico
podría estar satisfecho en algo, más no en todo,
con los adelantos o los estudios que se hacen al interior de las
universidades del mundo: (las telecomunicaciones, la radio, la
televisión, la industria agraria, los automotores, etc.);
pero cabe la pregunta acerca de todos estos estudios y adelantos
científicos y técnicos y su incidencia en el
mejoramiento de sus condiciones de vida, en un mejor humanismo,
en el acercamiento fraterno con el otro y lo otro, es decir, con
el prójimo, con Dios y con la naturaleza. Desde mi propio
punto de vista y de reflexión creo que el mundo del
conocimiento actual, el mundo de lo universal, el espacio de las
ciencias y del pensar, no ha hecho más que distancias al
hombre de su naturaleza, de su origen y de su fin. El hombre ya
ni sabe de donde viene ni para donde va. Se podría pensar,
también que el mundo del conocimiento superior o para lo
superior arrancaría al hombre de sus cavernas pero en la
realidad desnuda se ve metido más adentro de las cavernas.
A este respecto se puede afirmar, desde la misma doctrina de la
Iglesia Católica: (Concilio Vaticano II; GS, 4,2),
categóricamente que:
"El género humano se halla hoy en un periodo
nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y
acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero.
Los provoca el hombre con su inteligencia y su dinamismo creador;
pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos
individuales y colectivos, sobre sus modos de pensar y sobre su
comportamiento para con las realidades y los hombres con quienes
convive. Tan es así, que ya se puede hablar de una
verdadera metamorfosis cultural y social, que trae como
consecuencias no graves dificultades. Así, mientras el
hombre amplía extraordinariamente su poder, no siempre
consigue someterlo a su servicio, quiere conocer con profundidad
creciente su intimidad espiritual y con frecuencia se siente
más incierto que nunca de sí mismo. Descubre
paulatinamente las leyes de la vida social, y duda sobre la
orientación que a esta se debe dar.
Jamás el género humano tuvo a su
disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto
poder económico. Y, sin embargo, una gran parte de la
humanidad sufre hambre y miseria y son muchedumbres los que no
saben leer ni escribir; nunca ha tenido el hombre un sentido tan
agudo de su libertad, y entretanto surgen nuevas formas de
esclavitud social y psicológica. En la búsqueda de
la unidad sin fronteras, persisten agudas tensiones
políticas, sociales, económicas, raciales,
ideológicas y religiosas, y ni siquiera falta el grave
peligro de una guerra que amenaza con destruirlo todo…se
busca con insistencia un orden temporal más perfecto, sin
que avance paralelamente el mejoramiento de los
espíritus".
Este es el mundo en que vivimos, nos movemos y
existimos. Este es el espacio cultural y la realidad social sobre
los cuales se desarrolla el pensamiento, se levanta la
universidad. Esta es la realidad contemporánea en la que
existe el ente "universidad". Y es sobre esta misma base sobre la
cual se ha de reconstruir un nuevo espacio cultural que tenga
como principio de su ser y quehacer la "vocación del
hombre". Creo que las instituciones educativas
contemporáneas muy poco se han ocupado del hombre y sus
circunstancias; se han dedicado más a desentrañar
los secretos del cosmos olvidando el centro de todo: "el hombre".
¿De que le sirve a un hombre ganar el mundo entero si
arruina su vida? ¿De qué le sirve al hombre conocer
los misterios del cosmos si se desconoce a sí mismo? No
sirve de nada. Es vanidad de vanidades. Muchas de las ciencias no
han hecho más que excavar fosas o descubrir cavernas para
enterrar al hombre. Las mismas instituciones educativas que
orientan el conocimiento se han desviado de la verdad; de
aquí que olvidarse del hombre y de su entorno, es
desconocer la verdad; y quien desconoce la verdad está
ciego; no sabe de donde viene ni hacia donde va. ¿Sirve de
algo acumular riquezas sin tener en que invertirlas? Los espacios
sobre los cuales se construye una verdadera cultura humana han
estado influenciados por el sin sentido, por la pérdida de
la razón, por la transmutación de valores, por el
continuo devenir de los conocimientos. Desde esta perspectiva
podría preguntarse sobre la razón de ser y el
sentido de la universidad en esta época de profundas
crisis. Ciertamente los logotipos y eslóganes de las
universidades siempre presentan su razón de ser, su
vocación de forma llamativa, entusiasta y dinámica
como por ejemplo: "formamos personas integras", cuando en la
realidad solo se forma al hombre para que entre en el sistema de
"consumo", "producción", "efectividad", "ejecutivo",
"rentabilidad", "propiedad", "dominio", etc. En pocas palabras,
la universidad contemporánea prepara para la
competitividad económica y polítiquera, dejando a
un lado toda la problemática social de pobreza, miseria,
ignorancia, injusticia, corrupción, barbarie, guerra y
muerte. Con razón a esta generación
contemporánea se le ha llamado "la cultura de la muerte".
Cultura que ronda también por los claustros del saber
metódico, incluyendo aquellos que llevan el sagrado nombre
de "instituciones católicas". O es que en estos claustros
de la ciencia varios de sus miembros no practican en algo la
corrupción cuando hacen trampas en sus trabajos y
exámenes para quedar bien aunque no haya aprendido nada?
Pero, por su puesto, si aprendió algo: a ser deshonesto; y
que me dicen de quienes luchan contra la vida en la
práctica soterrada del aborto? ¿en donde quedan
todos los esfuerzos del pensamiento, todas las investigaciones
científicas, los postgrados, maestrías, doctorados,
etc.? Qué hay de quienes se preparan para defender el
derecho y la justicia? ¿muchos no terminan absolviendo al
culpable y condenando al inocente? y de aquellos creadores de la
industria y el comercio que utilizan sus grandes capacidades para
explotar al pobre, al indefenso, al débil? Una de las
muestras típicas de lo que se aprende en la Universidad se
puede ver en el gremio de muchos educadores; pues de cierta forma
reflejan o dan a conocer la razón de ser y el fin de la
universidad, como los hijos muestran en sus actitudes los valores
o antivalores de la familia. Y para qué seguir? A cada uno
le basta con darse cuenta de lo que le rodea, de lo que acontece
en la vida ordinaria y de allí podrá sacar las
conclusiones de lo que se tiene y de lo que sirve. Y creo que
gran parte de las personalidades integras que aparecen en todas
las culturas se han levantado con esfuerzo personal, con
disciplina autónoma, con espíritu religioso, con la
fe de sus padres. De verdad que los grandes valores, las riquezas
extraordinarias que han movido al hombre hacia su madurez,
equilibrio, superación y sensatez frente a la vida, la han
aprendido de sí mismo, cuando se apropian de la realidad
en que viven, la asumen, toman conciencia de ella y la
trascienden. Se puede dar razón de muchos profesionales al
margen de la verdad, de la vida, de la paz, de la justicia, de
las situaciones críticas de la sociedad o de la patria;
como de profesionales que lo entregan todo por ayudar a
solucionar los graves problemas que aquejan a sus semejantes:
verdaderos hombres de patria y sociedad; verdaderos hombres y
mujeres de fe que siembran las semillas del amor en cada uno de
sus actos; verdaderos rostros humanos llenos de fe y esperanza en
un mundo mejor.
Todo lo anterior no es mas que una simple
descripción de lo que yo entiendo por mundo
contemporáneo y el papel que la universidad cumple dentro
de ella. Así, pues, el hombre y sus circunstancias
enfrenta una profunda crisis existencial que reclama respuestas
válidas, certeras y funcionales que le ayuden al
alumbramiento de un nuevo ser humano Ahora me permito hacer
referencia a los principales retos, que a mi modo de ver y
pensar, tendrá que afrontar la educación y, dentro
de ella, la universidad.
No hay que ser maestros de la ciencia o excelentes
profesionales del saber para descubrir los grandes retos que
tendrá que afrontar la educación en su parte
superior. Creo que si le preguntamos a un indigente
podríamos tener respuestas certeras acerca de los grandes
problemas de nuestro tiempo, de sus necesidades fundamentales.
Incluso ellos mismos, los indigentes, los hombres necios, sin
cultura, sin valor ante los ojos de la ciencia, la
técnica, la producción, el comercio, la industria y
la religión, es decir, lo despreciable de este mundo,
podríamos tener respuestas y soluciones sabias. Es que
muchas veces buscamos soluciones en el laboratorio de las
ciencias, desconociendo las respuestas que tenemos frente a
nosotros mismos, en nuestros propios males, en las propias
crisis. Y para rematar lo absurdo de nuestras investigaciones
para hallar respuestas claras a nuestros problemas, importamos
métodos, técnicas, pedagogías,
didácticas y cuanta basura ya no sirve en otro lado, para
dar respuestas "sabias" a intereses y problemáticas
ajenas. ¡Qué horror! Siempre viviendo en cuerpo
ajeno. Pero no se trata de quejarse y quejarse ante una realidad
que a gritos estentóreos pide cambios profundos y
radicales. Estos serían, a grandes rasgos, los principales
retos que tendría que enfrentar el hombre y su cultura, su
sistema educativo, sus instituciones, su quehacer
científico:
Las relaciones del hombre con su entorno
natural. Hay una tendencia hacia una explotación
inmisericorde de los recursos naturales no renovables, sobre
todo de aquellos en los cuales se basa la civilización
actual tales como el petróleo, el hierro, el
carbón, etc. El medio ambiente se está
deteriorando por la contaminación: el agua, la tierra,
el aire, la atmósfera, etc, fuera de la
explotación de los recursos naturales: bosques,
selvas, ríos y mares. Los hombres de la
civilización actual están portándose de
modo extremadamente egoísta con las generaciones que
vendrán: no les van a dejar ni un ambiente espiritual
respirable, ni un entorno natural vivible, ni recursos no
renovables a los cuales también ellos tienen
derecho.Relación del hombre con las cosas. Un
craso materialismo práctico viene invadiendo la
mentalidad, las actitudes y comportamientos de personas y
grupos. Para muchos, incluso para el estado, parece que solo
existiera y fuera valioso lo material, cuyo signo
único es el de los pesos o dólares, la
economía, el crecimiento material, hasta tal punto que
la cultura integral y los valores espirituales
parecerían no existir o al menos no tener la misma
importancia. Se aprecia a la gente por lo que tiene; se le
programa para que llegue a tener; se valora más el
tener que el ser y se desprecia al que nada posee. Estamos
viviendo un verdadero oropel, como aquella
canción "amigo cuanto tienes, cuanto vales,
principio de la actual filosofía". Lo anterior
significa que la economía y solo lo que la provoca es
lo que cuenta para la vida del hombre: la guerra del centavo,
el consumismo de cosas innecesarias, la carrera profesional
para poder llegar a tener, en fin. El hombre y sus cosas, el
hombre y sus máquinas en la carrera hacia la
consumación de todo cuento se encuentre a su
paso.La relación del hombre con el otro. Se
puede decir que la sociedad de consumo ha generado muchas
divisiones en la misma persona y sus relaciones con el otro.
El consumismo ha dado origen a un nuevo tipo de hombre: el
hombre-masa; la desintegración de las relaciones
humanas; la función manipuladora de la palabra; la
degradación del amor y de la sexualidad; la violencia
como forma de relación interhumana, el empobrecimiento
del espíritu humano, etc. Vivimos en un país de
leyes, sin embargo, la dignidad de la persona es despreciada
y ultrajada; sus derechos fundamentales son ignorados o
violados. La creciente proliferación del aborto
provocado, fruto de una cultura de muerte que ha perdido el
alma y el corazón; la seducción a los vicios;
la desvergüenza de los espectáculos; la
pornografía pública al alcance de todos los
medios de comunicación y de las personas. La
corrupción de los mismos medios de comunicación
está transmitiendo en dosis abundantes, materialismo,
sexo y violencia, lo cual va degradando la vida de las
personas y la convivencia social. Cuanta violencia contra la
vida humana, cuántas riñas, cuántos
atracos, secuestros y asesinatos se cometen a diario, cuantas
violaciones sexuales; y no pocos de esos delitos son
cometidos bajo la influencia del alcohol, de las drogas, de
las ideologías, del ansia de poder y dinero.
Aquí tendríamos que nombrar toda la
corrupción de la clase dirigente y política que
deja sin recursos a una nación, departamento,
municipio o ciudad, abriendo más la brecha entre ricos
y pobres. La explotación del campesino, del obrero,
del pobre, para enriquecer las arcas de los que sustentan la
industria, el comercio, las finanzas. Y para que hablar de
ciertas instituciones públicas, como la
educación, donde muchos de los responsables de formar
al hombre, so pretexto de defender la educación, se
enriquecen con la adquisición de dos y tres
jubilaciones mas el salario actual, privando de la
posibilidad de empleo a quienes se están formando para
esa tarea. Pero lo más injusto es su alto nivel de
mediocridad. ¡Qué atropello a la razón! Y
que decir de las mentiras galopantes en todos los espacios
públicos y privados? Se ha perdido el sentido de la
verdad, de la justicia, de la honestidad, del equilibrio. Por
dinero se compran conciencias, se contratan sicarios, se
prostituye cualquiera, se compran títulos, honores y
se silencias las personas ante la verdad. Si la
educación es el camino para conocer la verdad, la
libertad, la justicia, la paz y el amor, entonces
¿qué ha hecho la educación ante tanta
barbarie? Definitivamente vivimos en medio de una cultura
decadente, donde se ha separado la razón y los
sentidos y el hombre se ha deshumanizado.Relaciones del hombre con Dios. Lo más
sorprendente de la época contemporánea es que
"el hombre se ha convertido en un "dios" porque ha adquirido
capacidad técnica para realizar "una segunda
creación del mundo, que reemplaza a la primera
creación realizada por el Dios de la religión
tradicional; también podemos formular esto así:
hemos convertido las máquinas en dioses, y nos hemos
vuelto divinos sirviendo a las máquinas"(3).
Para corroborar esta idea puedo seguir diciendo, desde las
bases de una reflexión cristiana sobre la vida del
hombre actual que, el mundo contemporáneo,
aparentemente, pretende organizarse no sólo sin Dios,
sino algunas veces contra Dios, pero se debe recordar que
cuando el hombre pretende edificar un mundo feliz con la sola
ciencia, tecnología, informática, con los
parámetros del crecimiento y bienestar
económico-social, pero sin Dios, en ese mismo momento,
comienza su ruina. En efecto, el hombre busca la justicia,
pero cada vez hay más injusticias, busca la libertad,
pero aumentan las esclavitudes; busca la felicidad, pero cada
vez tiene más angustia y neurosis social; busca la
paz, pero la amenaza de la guerra destructora pesa como
espada de Damocles sobre el mundo; tiene más medios de
rápida comunicación, pero se siente menos
comunicado.
Todo lo anterior se transforma en un reto gigante para
toda la humanidad, con mayor responsabilidad para quienes
ostentan el saber científico y el dominio de la
tecnología. Absolutamente todos los seres humanos tenemos
ese gran reto de transformar estas realidades de miseria humana,
en situaciones concretas que armonicen nuestra existencia con el
cosmos. Creo que ya es suficiente vivir lejos de nosotros mismos;
es hora de volver sobre nuestro propio ser, con todas sus
potencialidades y responsabilidades y darle el verdadero sentido
a nuestra vida. Es hora de allanar el camino que conduce a la
paz, a la justicia, a la verdad y a la fraternidad
cósmica.
La universidad, como espacio cultural y a través
de su acción educadora, tiene la gran responsabilidad de
formar agentes para el cambio permanente y orgánico que
requiere la sociedad. Es su deber iluminar con la verdad las
cavernas oscuras de nuestro tiempo y dar a luz hombres nuevos
constructores de nueva humanidad, capaces de entrar en
relación amorosa con la naturaleza, con el otro y con
Dios. Este espacio cultural, este potencial humano y humanizador,
debe facilitar, a través de su quehacer científico,
la promoción del bien común, es decir, todo lo que
necesita para vivir una vida verdaderamente humana, debe
propender por un orden social justo, fundamentado en la verdad,
edificarlo sobre la justicia y vivificarlo por el
amor.
La universidad como institución humana, ha de
colocarse al servicio de la dignidad y del fin del hombre y su
entorno, su espacio cultural, social, político,
económico y espiritual. Pues de esta manera se convierte
en el "espacio de reflexión y escenario de
discusión, en donde se debaten los problemas diversos que
afronta el hombre y la sociedad y sus posibilidades de
solución". Desde esta perspectiva, la universidad ha de
tener en cuenta que "el hombre vale más por lo que es que
por lo que tiene", y que cuanto llevan a cabo los hombres para
lograr más justicia, mayor fraternidad y un más
humano planteamiento de los problemas sociales, vale más
que los progresos técnicos; pues dentro de su
vocación o misión está el de "ayudar a
liberar a muchos hombres de la miseria de la ignorancia". Dadas
las exigencias del presente con miras a un futuro mejor para el
hombre, la universidad tendrá que salir de sus espacios
cerrados, de su academicismo, de sus laboratorios, de sus
reflexiones enclaustradas y tomar parte en la solución de
todos los problemas que aquejan a gran parte de la humanidad; es
decir, que la universidad debe abrir sus horizontes
intelectuales, científicos y tecnológicos hacia la
construcción de una nueva cultura: "la cultura del amor",
y para ello es necesario implantar una pedagogía del amor:
amor al saber, al conocimiento, a la ciencia, a la
investigación, a la naturaleza, al hombre, a lo
trascendente, etc. Sin esta formula será imposible generar
un cambio de mentalidad y de actitud frente a la crisis que se
está viviendo y que se agudizará si no hay una
respuesta rápida a sus interrogantes. Pues solo puede
crearse una nueva sociedad si ocurre un cambio profundo en el
corazón humano, si por encima de todos los saberes al
hombre se le enseña el "arte de amar", tal como nos lo
enseña Erich Fromm, (1956): "La supervivencia de la
especie humana depende de un cambio radical del corazón
humano. Sin embargo, esto solo será posible hasta el grado
en que ocurran grandes cambios sociales y económicos que
le den al corazón humano la oportunidad de cambiar y el
valor y la visión para lograrlo"
El papel de la
Universidad en la sociedad del conocimiento
A partir de lo que se ha dicho anteriormente acerca de
los retos humanos para un futuro próximo, dentro de los
cuales se hallan inscritas todas las instituciones humanas, entre
ellas la Universidad, como espacio cultural y responsable de la
educación del hombre, hay que resaltar el papel que la
universidad cumple o debe cumplir al interior de una cultura y,
desde luego, de la sociedad. Es así que, desde su ser y
quehacer reflexivo, investigativo, asume el compromiso de
contribuir a la promoción de un desarrollo integral, que
articule la diferentes dimensiones del hombre: lo
económico, lo social, lo político, lo espiritual y
los valores fundamentales que trascienden al hombre. La
universidad, como promotora del conocimiento para lo superior
debe asumir los grandes retos sociales y meterse dentro de ella a
modo de fermento, de levadura que de origen a un cambio
sustancial en las relaciones que el hombre tiene con el mundo,
con el otro y con Dios. La universidad no puede quedarse al
margen de las debilidades humanas, ni de los problemas sociales
que hoy agobian a una gran parte de la humanidad. La universidad
debe salir de si misma, de su encierro, de su ciencia, de sus
investigaciones de laboratorio y empezar la gran tarea de
transformación que exige el mundo contemporáneo. Si
sus conocimientos sólo se quedan al interior del aula de
clase o no salen como respuestas a los problemas actuales,
entonces su ser y quehacer se han convertido en una concha de mar
que solo se abre para digerir cosas y guardar tesoros, perlas, de
los que nadie se beneficia.
La universidad como espacio donde se forjan las
distintas disciplinas del saber científico y
tecnológico y desde se forma el espíritu que
dinamiza la historia, la cultura y las sociedades ha de
contribuir en gran manera al desarrollo integral del hombre,
liberándolo de las esclavitudes en que con frecuencia cae,
como por ejemplo: esclavo de la sociedad de consumo, esclavo de
las leyes, del estado, de las maquinas, de las armas, de sus
codicias y terquedades. Debe formar al hombre para que sea
señor del universo, de las cosas y no esclavo de sus
propios inventos.
Para que la universidad pueda contribuir de manera
especial al crecimiento humano debe valerse de instrumentos o
medios pedagógicos que faciliten y hagan real la
reflexión y la transformación de la cultura. Debe
partir de una visión exhaustiva de la realidad en la que
se halla inmersa, colocando todas sus fuerzas de
investigación y desarrollo científico al servicio
de los distintos grupos sociales y de sus necesidades, es decir,
debe contextualizarse, meterse en el medio cultural que le
corresponde y promover desde allí el surgimiento de una
conciencia nueva frente a la vida.
En todo su trabajo la universidad tendrá que dar
razón de su papel en la formación de la persona, en
la búsqueda de la verdad sin restricciones y en el
servicio a la comunidad. Debe crear también, las
condiciones necesarias para el cambio, para la renovación
de la mente y del espíritu, evitando la
cosificación de las conciencias. Todas sus disciplinas en
orden a las ciencias o al conocimiento científico deben
contextualizarse, hacer parte de la realidad en la que se
encuentre el hombre, haciendo parte de sus esperanzas, sus gozos,
sus tristezas, su dolor, sus angustias, su miseria, sus
esclavitudes, sus desenfrenos, sus abusos frente a la vida, etc.
La acción del conocimiento superior ha de servir de lazo
integrador tanto de las ciencias como de las tecnologías
con la realidad en la que se halla el hombre. Y es que el
conocimiento superior o las ciencias deben actuar como una fuerza
superior que empuje al hombre hacia lo superior, hacia una
verdadera calidad de vida y lo jalone para que salga de las
cavernas donde ha querido vivir o ha caído.
La universidad está llamada a representar un
papel de primer plano en el desarrollo de la cultura, aun en
medio de las distintas presiones que sufre por parte del estado,
de las fuerzas económicas dominantes o de fuerzas ocultas
que se oponen a la verdad y a la justicia. En medio de la
transmutación de valores, tendrá el coraje de
ofrecer una formación humana capaz de ayudar al claro
discernimiento acerca del sentido de la vida, los fundamentos y
consecución de los valores y de los ideales;
enseñar a afrontar el futuro sin miedos ni angustias, sino
con esperanza y fe.
Ahora bien, sin una metodología clara y
pertinente no se podrá llevar a cabo el cambio sustancial
que requiere la cultura, la sociedad, las instituciones, la misma
ciencia y la tecnología. Muchos pueden ser los
métodos, las estrategias, las pedagogías, pero
muchas de ellas no se ajustan a las necesidades, a los problemas
o soluciones requeridas, como por ejemplo: para remediar las
grandes fallas en el sistema educativo nacional, se ha recurrido
a metodolgías extranjeras de corte español y
francés, que ni siquiera allá mismo tuvieron
éxito; por esta razón nuestro sistema educativo
está a miles de años de ser efectiva en la
solución de las grandes crisis que nos aquejan hoy. Yo
creo que el corazón o la raíz de todas estas crisis
está en la crisis o enfermedad de la educación: "no
responde a las necesidades fundamentales del ser". También
creo que la pedagogía o los métodos a utilizar en
la transformación de la cultura no pueden ser el resultado
de un examen de laboratorio académico, de una tesis
doctoral. No. Hay que buscarla mediante un consenso colectivo,
social, comunitario, donde se entrelacen ideas, sentimientos,
etnias, culturas, razas, lenguas, necesidades sentidas,
instituciones y en última instancia el Estado (pues por lo
general los padres no dejan pensar a sus hijos y los hijos
terminan haciendo lo que sus padres le dicen; es decir, los
castran). La pregunta saliente de esta idea puede ser ¿
qué clase de pedagogía o metodología
utilizar para el cambio? Habría que volver a preguntar, a
modo de encuesta, cuales son las necesidades más
fundamentales de nuestro tiempo. Cómo quisiera vivir el
futuro y que impedimentos se tienen para alcanzar un pleno
desarrollo humano. Qué cosas ha perdido y quisiera volver
a recuperar ¡Vaya trabajo!
Desde el punto de vista hermenéutico como
interpretación de textos, pretextos y contextos, la
universidad tendrá que volver sobre sí misma y
reinterpretarse. Volver a ubicarse en el contexto para encontrar
su verdadero sentido en la cultura y en la sociedad. Pareciera
que la universidad, en general, desconociera su papel social y
cultural. Ahora bien, la universidad debe orientar sus
conocimientos hacia la realidad en la que vive y actúa y
su capacidad creativa debe responder a las expectativas de las
mayorías ciudadanas, especialmente hacia las sociedades
más pobres del planeta.
La universidad en su dimensión pedagógica
e interpretativa del conocimiento y de la realidad del hombre
debe asumir la tarea de promover el dialogo e interacción
tanto en el seno de la comunidad universitaria, como entre la
universidad y la sociedad circundante. Tendrá que optar
por un cambio profundo en sus prácticas educativas,
saliendo del encierro académico y de las grandes reservas
del conocimiento, para entrar a formar parte de la
solución a todos los grandes problemas sociales del
presente y futuro de la humanidad. El saber acumulado tiene que
vaciarse en la sociedad como respuesta a sus grandes y graves
problemas por los que pueda estar pasando. Se deben desarrollar
actitudes ciudadanas, académicas, científicas y
tecnológicas que contengan un alto grado de solidaridad,
de participación y dinámica en el mejoramiento de
la calidad de vida de todos y cada uno de los ciudadanos del
mundo; de lo contrario, todos los conocimientos adquiridos, toda
la ciencia acumulada, todas las investigaciones y sus
tecnologías aplicadas no serían más que
vanidad de vanidades, ceguera del conocimiento y docta
ignorancia.
Relación
entre la dinámica cultural de los pueblos, la Universidad
y el desarrollo humano
Cultura, sociedad, instituciones, estado, leyes, valores
y principios están íntimamente ligados al hombre;
él las creó, les dio existencia y las
sometió bajo su dominio para que le sirvieran a su
búsqueda de libertad, de verdad, de fraternidad y de
relaciones justas con el cosmos, con sus semejantes y con Dios.
Es decir, cultura, conocimiento y sociedad son realidades vitales
del hombre; son partes esenciales de su ser y quehacer. Su
vocación humana no podría desarrollarse sin estas
tres dimensiones. ¿Qué sería del hombre sin
cultura, sin conocimientos, sin un núcleo social donde
desarrollarse y crecer? Simplemente sería un animal
mamífero orientado por sus instintos.
El hombre por naturaleza es un ser social, cultural,
pensante. A parte de ser un ser labrador, recolector,
económico, político y religioso, es un ser que a
diario cultiva, por vocación, estrechas relaciones con la
naturaleza, entre sí mismo y con lo trascendente. De
aquí su incesante búsqueda de la verdad, de la paz,
de la justicia y de la fraternidad, principios y fines de la
misma vocación humana: la felicidad.
La cultura así entendida, es una actividad
creadora del hombre, con la que responde a la vocación de
Dios que le pide perfeccionar toda la creación y en ella
sus propias capacidades y cualidades espirituales y corporales.
Por eso en la dimensión social, cultural y pensante, el
hombre se hace presente con todo lo que es: mente, cuerpo y
espíritu y actúa sobre ellas para darles vida, para
recrearse, formarse, perfeccionarse y alcanzar metas aun
impredecibles. El hombre es un ser creador, herencia recibida de
quien le dio la vida y lo coloco por encima de todo: "lo
hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de
gloria y dignidad, le diste el mando sobre la obra de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies…" (Salmo 8).
Mente, cuerpo y espíritu, se unen en una triada perfecta
para transformarlo todo, mediante un justo equilibrio de
relaciones humanas, naturales y espirituales. Homo faber, homo
sapiens, el hombre político, el hombre económico,
el hombre religioso, el hombre social, unidos por una misma
conciencia: ser hombre, ser trascendente, ser proyección
del creador y por eso siempre buscará la razón
última de su existencia: Dios. Pero como el hombre no es
un ser solitario, sino que se expresa en la humanidad, en la
colectividad de individuos, en una sociedad y cultura, por eso
"no puede encontrar su propia plenitud sino es en la entrega
sincera de sí mismo a los demás". Y apara poder
cumplir sus tareas y alcanzar sus aspiraciones se ha organizado
en sociedad en donde vive en una continua interdependencia.
Porque el principio, el sujeto y el fin de todas las
instituciones sociales es y debe ser la persona humana, la cual,
por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida
social. La vida social no es, pues, para el hombre sobrecarga
accidental. Por ello, a través del trato con los
demás, de la reciprocidad de servicios, del dialogo con
los hermanos, la vida social engrandece al hombre en todas sus
cualidades y le capacita para responder a su vocación. De
aquí se puede desprender una tarea social del hombre:
"todo grupo social debe tener en cuenta las necesidades y las
legítimas aspiraciones de los demás grupos;
más aún, debe tener muy en cuenta el bien
común de toda la familia humana". Esta acción
social del hombre tiene estrecha relación con los procesos
fundamentales constitutivos de la cultura: la acción
instrumental con el trabajo; la acción simbólica
con el lenguaje y la acción comunicativa con la
interacción social, los cuales forman un "todo" articulado
y dinámico.
Todo lo anterior se puede simplificar diciendo que el
hombre, la cultura, su pensamiento y sus vínculos
sociales, sus instituciones, su ciencia, su tecnología y
todo saber, son verdaderas riquezas que, unidas a las que ofrece
el universo entero, son para servir efectivamente a la utilidad y
provecho de todos y cada uno de los hombres y los pueblos. De
aquí que a todos y a cada uno les compete un derecho
primario y fundamental, absolutamente inviolable, de usar
solidariamente esos bienes, en la medida de lo necesario, para
una realización diga de la persona humana.
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Autor:
Mg. José Evaristo Cruz
Alfonso**
** Docente Universidad Juan de Castellanos, Tunja,
Colombia. Licenciado en filosofía y teología,
especialista en pedagogía y docencia universitaria,
magister en ciencias de la educación.