Para todo los autores es a partir de 1808 que se inician las primeras sublevaciones y movimientos revolucionarios con ocasión de producirse en España la invasión napoleónica y el nombramiento de José I como monarca, pudiendo, dice Martínez Carreras: "apreciarse una identidad en su origen y en los primeros momentos entre los fines y motivaciones entre los liberales criollos en América con los liberales españoles que se levantan contra Napoleón"[3]. Es en ésta circunstancia coyuntural donde nacen las juntas en la metrópolis y en América, como respuesta a la invasión francesa. Ya que se entendía que al no estar el rey, la soberanía volvía a los pueblos, porque en ella radicaba. Ello era revolucionario, como lo explica Ana Frega, porque concebir que el "pueblo" pudiera tener tal soberanía estaba fuera de lo inimaginable, tanto si se entendía por "tal al conjunto de personas que habitan un lugar"[4], y por ello dichas Juntas, son en realidad una revolución liberal–burguesa y que cristalizan en las Cortes de Cádiz en la metrópolis, y en América los criollos son las que organizan las primeras Juntas. Pero las juntas americanas mostraron, según Martínez Carreras, su sentido revolucionario e independentista con intentos de levantamientos armados contra las autoridades españolas.
Martínez Carreras, desde su visión europeísta, señala una segunda etapa de la Revolución de Hispanoamérica, que abarca el período de 1816 a 1825, y que coincide con el gobierno absolutista de Fernando VII y la represión española. Es allí donde se inicia de nuevo la resistencia del nacionalismo criollo revolucionario y liberal, realizando el definitivo proceso de emancipación que terminará con la pérdida de España de la América continental (excepto Cuba y Puerto Rico). En éste período, Martínez Carreras, sostiene la opinión de C. M. Rama, son cuatro corrientes revolucionarias hispanoamericanas que actúan en esta lucha, y que van a contribuir a la configuración de la nueva realidad continental: "a) la corriente burguesa conservadora, que quiere mantener el «status quo»; b) la corriente liberal, de un reformismo moderado, que trató de implantar sistemas monárquicos en América; c) la corriente criolla–republicana, que fue la dominante y la que dio la orientación general al movimiento, y d) la corriente revolucionaria democrática o jacobina"[5]
Éste autor se base en hechos coyunturales, que se da en la metrópoli, y que desde una visión europeísta marca dos períodos, pero si lo vemos del lado americano los hechos que precipitaron las revoluciones van más allá de hechos coyunturales momentáneos, estaban en la base de cómo se desarrolló la conquista y colonización de América.
Reformas Borbónicas
El imperio español, según Lynch, en América descansaba en el equilibrio de poder entre varios grupos: la administración, la Iglesia y la élite local. La administración ostentaba el poder político, pero su poder militar era escaso y asentaba su autoridad en la soberanía de la corona y en sus propias funciones burocráticas. La soberanía secular estaba reforzada por la de la Iglesia, cuya misión religiosa se apoyaba en el poder jurisdiccional y económico. Pero el mayor poder económico estaba en manos de las élites, propietarios rurales y urbanos, que englobaban a una minoría de peninsulares y a un mayor número de criollos. En el siglo XVIII, las oligarquías locales, basadas en importantes intereses territoriales, mineros y mercantiles, y en los estrechos lazos de amistad y de alianza con la burocracia colonial, con el círculo del virrey y con los jueces de la audiencia, así como en un fuerte sentido de identidad regional, estaban bien establecidas a lo largo de toda América. La debilidad del gobierno real y su necesidad de recursos permitieron a estos grupos desarrollar efectivas formas de resistencia frente al distante gobierno imperial.
Según Lynch, "la política borbónica alteró la relación existente entre los principales grupos de poder. La propia administración fue la primera en perturbar el equilibrio. El absolutismo ilustrado fortaleció la posición del Estado a expensas del sector privado y terminó por deshacerse de la clase dominante local. Los Borbones revisaron detenidamente el gobierno imperial, centralizaron el control y modernizaron la burocracia "[6]
Es decir, que las medidas modernizadoras del reinado de Carlos III se concibieron, para revitalizar el sector tradicional de la economía y pusieron en evidencia más que nunca que el mundo hispánico no estaba construido sobre la división de trabajo entre la metrópoli y las colonias, sino sobre ominosas similitudes. Las viejas estructuras sobrevivieron, nos dice Lynch, y el movimiento reformista se colapsó en medio del pánico producido por la Revolución francesa y la consiguiente reacción durante el reinado de Carlos IV. Bajo Carlos IV, escribe el autor, la monarquía perdió toda credibilidad como gestora de la reforma. Los hombres de gobierno dieron paso a los cortesanos y la designación de Manuel Godoy significó un retorno a las prácticas de los últimos Habsburgo.
Dicha política de reformas empleadas por los borbones, implicó que América estuviera más sometida a sus metrópolis, especialmente su industria que no le permitía crecer en beneficio de las incipientes industrias española, esto afecto fuertemente a una incipiente burguesía criolla que anhelaba con un comercio más libre y con menos trabas aduaneras. Lynch escribe que: "a finales del siglo XVII Hispanoamérica se había emancipado de su inicial dependencia de España Las sociedades americanas adquirieron gradualmente identidad, desarrollando más fuentes de riqueza, reinvirtiendo en la producción, mejorando en su economía de subsistencia".[7]
Lynch nos plantea que los americanos a comienzos del siglo XVIII, y fuera del hecho casual del ambiente político e ideológico, no era un momento propicio para declarar la emancipación nacional, ya que para él tenían los hispanoamericanos tenían poca necesidad de declarar la independencia formal, porque: "gozaban de un considerable grado de independencia de "facto", y la presión sobre ellos no era grande. Un siglo más tarde la situación era diferente. El peso del imperialismo era mucho mayor, precisamente como resultados de la renovación del control imperial"[8]
Economía
Las reformas económica administrativa, nos dice Halperin, no resolvió los problemas fundamentales del gobierno de la América española, el reclutamiento de funcionarios leales dispuestos a defender sus intereses a la corona frente a los intereses demasiados poderosos de las clases criollas. Para el autor, las reformas aseguraron a la corona una administración más eficiente que la anterior.
Halperin sostiene que las reformas borbónicas al lograr un mayor control de la metrópolis sobre sus colonias, radicaba allí "una de las causas profunda de su impopularidad, pues los colonos prefieren tener que enfrentar una administración ineficaz, y por eso menos temible"[9].
Lynch, en la misma línea que Halperin, sostiene que las reformas impulsadas por Carlos III, era detener la "emancipación de hecho" de Hispanoamérica, imponiendo a través de las reformas un nuevo imperialismo
Para Chaunu, el proceso independentista hispanoamericano, no responde a los abusos del monopolio españolista, ya que dicho levantamiento emancipatorio se hubiera producido en el siglo XVI, cuando dicho monopolio existía y se ejercía en beneficio de la corona española y de los europeos; agrega además el autor que América en el siglo XVIII la América española es un "territorio colonial" sobre el que se afirma blandamente el pacto colonial, que en la práctica no era cumplido.
Además para el autor anteriormente mencionado la independencia es obra de los criollos y de los mestizos claros, es decir de una élite que se dicen criollas. Pero no hay que olvidar, dice Chaunu, que las masas no criollas que representan el 80% de la población, y que pese a las reivindicaciones sumarias de los primeros movimientos revolucionarios en los movimientos mucho más radicales anteriores a 1816, ésta masa en todos lados desempeña inconscientemente un papel, que es el mantener la solidaridad imperial.
Pero también indirectamente, esas masas, generalmente bajas y que luego serán desplazadas y dejadas de lado una vez que se logre la independencia, despiertan en el momento de la revolución una inseguridad en el patriciado, lo que contribuye a generar seguridad en que en caso de peligro se ofrece la solidaridad imperial.
Clases Sociales
Esas masas que lucharán son de diferentes composiciones, una de
ella es la indígena que Pierre Vilar, nos manifiesta que lucha por la
tierra y la reducción de los indios a mano de obra agrícola semi-servil.
Además que en la época colonial las cargas fiscales caen especialmente
sobre ellos. Escribe Vilar que: "la contradicción social fundamental
(propiedad-trabajo) se da entre indios y criollos, allí donde los indios
son mayoría"[10]. Es en estos lugares que se
establezca automáticamente una alianza indios y criollos contra españoles
o una alianza de indios y españoles contra criollos.
Participan también una masa, que no son ni puramente criollos ni puramente indígenas, y por lo tanto son los que están más afuera de un sistema social piramidal, pero demográficamente va en aumento, en especial en las clases bajas, que se van a identificar más con el indígena que con el criollo. Se cree, según las últimas investigaciones que O"Higgins era mestizo, y por eso como veremos en un documento posterior reconocerá la independencia de la araucanos y tendrá con ellos un estrecho vínculo. Volviendo al mestizo en la Revolución Hispanoamericana es el que menos tiene un papel pasivo, ya que su papel es importante en las rebeliones fiscales del siglo XVIII, y en la rebelión de México de 1810.
Los negros, son un grupo olvidado de la sociedad colonial, y en la revolución su papel será diferente según las regiones. Pero lo que no se puede negar es el impacto que tuvo la rebelión y posterior independencia de Haití, sobre el mundo negro americano, y según expresa Vilar, es más fuerte de lo que se piensa, pero también tuvo efectos indirectos, como en Cuba, donde los blancos los sometieron aún más por miedo.
Por último, vamos a analizar la masa dirigente blanca, tanto peninsulares como criollos, creen ser la raza superior, pero no todos pertenecen a la clase poseedora, y muchos de sus grupos se disputan el rol de clase dirigente.
El conflicto mayor, nos dice Vilar, reside entre las altas clases criollas que quieren que el Estado y la reacción española que quiere poseer todos los cargos. Además se le debe agregar la existencia de clases medias criollas, que hace que el conflicto más revolucionario e ideológico.
Un tercer aspecto menciona Vilar, y que desarrollaremos más adelante, son las clases inferiores criollas, que provienen de las inmigraciones recientes, y que son despreciados por los "americanos", tanto ya que no les queda esperanza de ascenso social.
Comercio
Según Chaunu, observa además que del mismo modo que la lucha contra el monopolio no es tanto de América con España, sino una lucha civil entre las diferentes agrupaciones comerciales hispanoamericanas, así también las guerras de independencias, manifiesta el autor, es más que una guerra entre las Américas españolas y Españas europeas, son guerras civiles del atlántico español por acontecimientos españoles. Chaunu manifiesta que: "el imperio atlántico de España , se quebró 50 años antes de lograr su madurez. Por eso su quiebra se efectuó en condiciones tan catastróficas y por eso sus heridas hasta hoy son purulentas"[11]
El libre comercio, si bien controlado por la metrópolis que se quería implantar, y por el cuál habían luchado las incipientes oligarquías, tenía un defecto básico, es que la economía americana no podía responder con suficiente rapidez a los estímulos externos. Permaneció esencialmente subdesarrollada y con falta de inversiones, abierta a las importaciones pero con pocas exportaciones. Se empezaron a sentir quejas en toda hispanoamérica de las industrias locales, ya que el problema crucial de las industrias coloniales sin protección, y las manufacturas europeas inundándolo todo, y ello agravado en que las economías locales eran incapaces de ganar mercados mediante el incremento de producción y exportación. Ésta política económica de los borbones acrecentó el subdesarrollo y la dependencia económica, que Halperin llamará "herencia colonial", y Lynch identificará sus orígenes en el nuevo imperialismo de las reformas.
Pero a pesar de ello, los terratenientes y consumidores criollos pedían más comercio con los extranjeros, denunciaban a los mercaderes españoles como «opresores», atacaban la idea de que el comercio existiera para «beneficio de la metrópoli», y hacían campaña, nos dice Lynch, contra lo que llamaban "el espíritu del monopolio de que están animados, aquél mismo bajo ha estado encadenada, ha gemido y gime tristemente esta Provincia"[12].
Inmigración
Un punto que es importante para observar en la revolución, y que es poco tratado, pero Chaunu, le da una importancia es que a fines del siglo XVIII, es que la tensión entre criollos y peninsulares, se acrecienta a raíz de la crisis que atraviesa la metrópolis, y es aquí y no en el origen de la conquista que hay una separación entre americanos y españoles. En especial agravada a través de las reformas de la administración que reservaba a los peninsulares dichos cargos. La nueva administración es más poderosa, y refuérzala posición de los peninsulares en las últimas décadas del siglo XVIII.
Pero, para Chaunu, las tensiones ocasionadas por los peninsulares tienden a incrementarse, a través de causas coyunturales y estructurales. A partir de fines del siglo XVIII, hay corrientes emigratorias que da lugar a la multiplicación de niveles, debido al aumento demográfico en la península ibérica. El autor señala, que los criollos, tienen el sentimiento de ser invadidos, de ser víctimas de una agresión.
Por eso señala Chaunu, que los criollos, utilizarán el desprecio étnico, para hacer frente a las poblaciones dominadas de color, y que cada vez se va afirmando más. Pero el autor va más allá, y escribe: "que es la sociedad criolla la que, impulsada por su vanidad, coloca sobre ella los valores peninsulares. La contradicción resulta más penosa porque se sitúa en el nivel más alto de la sociedad criolla De ahí la tentación de albergar la pirámide social de una pesada cima para los criollos, dueños de valores blancos aproximativos, de quedar solos en la cima de una sociedad que hacen opresiva en su provecho"[13]
En ese mismo sentido Lynch, cita a Alexander von Humboldt, manifestando que "los criollos prefieren que se les llame americanos; y desde la paz de Versalles, y especialmente desde 1789, se les oye decir muchas veces con orgullo: "Yo no soy español; soy americano", palabras que descubren los síntomas de un antiguo resentimiento"[14]
"Luces" en América
Cuando se produce el siglo de las luces, se produce paralelamente se produce un avance del absolutismo, y ello es acompañado como dice François Guerra con una mutación cultural debido a las "nuevas ideas". Es un cambio múltiple porque esas ideas, cambian el imaginario, los valores y el comportamiento. Es la victoria definitiva del individuo, considerado como valor supremo y criterio de referencia como deben medirse tanto las instituciones como los comportamientos.
Para François Guerra, es el triunfo del individuo, visible y claramente en lo filosófico, que es inseparable a la extensión de formas de sociabilidad de un nuevo tipo. Es decir, es la asociación de orígenes diversos para discutir en común, presentando rasgos muy distintos de los cuerpos y de las asociaciones antiguas. Estas sociedades son igualitarias ya que se establecen con la finalidad de una simple discusión en la que sólo cuenta la razón. La voluntad sale en ella a través de sus asociados en la que solo cuanta la razón.
Por otra parte las nuevas ideas y el nuevo imaginario están siempre compensados por un poder real del poder, lo que obliga a compromisos constante con la realidad. Es de ahí que en el mundo anglosajón, nos dice François Guerra, evolucione hacia instituciones democráticas modernas, pero en Francia y España la situación es diferente, las élites que están alejadas de la participación del poder por olvido, no participan por derecho propio. No poseen un compromiso con la realidad existente, del modelo de hombre, de la sociedad y de la política que elaboran.
A medida que avanza el siglo XVIII, y que las "nuevas ideas", se iban difundiendo, crecían las élites y se fortalecía el Estado, el absolutismo empezó a quebrarse, ya que el nuevo imaginario colectivo exigía una legitimidad basada en la razón, que el sistema tradicional basado en la divinidad, no podía dar.
En este contexto, escribe Chaunu, América no es extraña a las "nuevas ideas", y por ello nacen o retoman importancia las academias, las sociedades culturales y de pensamiento, aparecen periódicos como las "gacetas"; si bien la participación es evidente pero es difícil de medir cuánto influyeron en las postrimerías del inicio independentista. Para el autor, "nadie puede dudar que para la formulación de sus constituciones los movimientos independentistas buscaran referencias numerosas y precisas. Las influencias son tanto más evidente y clacos más fieles porque les falta madurez impidió una expresión más personal"[15] .
Pero si bien como nos dice Chaunu, América no es ajena a la Ilustración, no tenía necesariamente contenido político revolucionario, como menciona Halperin, dicha revolución comenzó y avanzó en un marco de fidelidad a la Corona. Ello se fundaba, escribe el autor, en que era ésta la más poderosa de las fuerzas renovadoras que actuaban en Hispanoamérica. La crítica de la economía o de la sociedad colonial, la de ciertos aspectos de su marco institucional o jurídico, no implicaba entonces una discusión del orden monárquico o de la unidad imperial; ya que la ilustración iberoamericana estaba lejos de postular una ruptura total con el pasado, y en ella sobreviviría mucho de la tradición monárquica del siglo anterior.
Si bien como le hemos venidos mencionando en América también se da el período de la Ilustración, para Chaunu, es en España donde se produce la quiebra. La invasión de 1808 y el levantamiento de América, para éste autor comprometen el siglo XVIII en su pensamiento ideológico. Chaunu, manifiesta que si bien la ilustración en la metrópolis fue tardía pero vigorosa, y que no es quebrada por la invasión napoleónica.
En América la Ilustración, si bien es con retraso y desigual, en lo que respecta al virreinato del Río de la Plata, es profunda y rápida, ya que al desligarse de Lima en buna parte lo hace de España. Elegimos éste virreinato, porque de allí saldrá José de San Martín, hombre que ayudará a O"Higgins a independizar Chile.
Para Chaunu, "la América española que no es sino una provincia de Europa, aunque ambigua y frágil, no inventa la independencia sino que la recibe"[16]. Creo no compartir ésta apreciación, no es un factor externo que hace que en diferentes lugares de América surjan los procesos revolucionarios, ya que no encontramos factores solo externos que provienen de una metrópolis en decadencia, ni solo factores internos de una América que buscaba desarrollarse, sino que ambos factores, como dice Romero son parte importante en el proceso, y América era parte de la misma España. Es decir, América, no recibe nada de España, y tampoco proyecta nada, lo que hace en la mayoría de los casos, y como bien la menciona Chaunu, que en ésta frase, a mi criterio se contradice, es un cambio de administración donde los peninsulares son desplazados por los criollos que buscan la cima de la pirámide social. Como lo veremos en el caso de Chile, no hay una revolución propiamente dicha, y que originó cambios sociales, sino fue un cambio administrativo, como bien lo menciona Julio Louis, por este motivo, creo no coincidir que la independencia es recibida.
España pierde el control de las Rutas Marítimas
Otro punto a destacar en las revoluciones hispanoamericanas, es la preponderancia en el mar, que Halperin, lo va a tomar como un elemento más a la larga lista de hechos coyunturales que se da. La batalla de Trafalgar en 1805, dio definitivamente el control de los mares a Inglaterra por casi un siglo, y le da a España el golpe de gracia en las comunicaciones transatlánticas. No podemos olvidar que con las reformas hay un nuevo comercio de especulación que no beneficia de la misma manera al sistema económico colonial. Esos mismos comerciantes especuladores junto con los productores visualizan las vicisitudes de la política metropolitana que privan de sus mercados y tienden a ver cada vez más el lazo colonial como una pura desventaja; la libertad que derivaría de una política comercial elaborada por las colonias mismas pasa a ser una aspiración cada vez más viva.
Para Halperin, acaso más que esa aspiración pesa en la marcha de la independencia el espectáculo mismo de una metrópolis que no puede gobernar las economías de sus colonias, porque su inferioridad en el mar la aísla progresivamente de ellas. Ese aislamiento se hace más progresivo por una crisis general que empieza a travesar la península, según escribe el autor, su punto de partida son hechos dramáticos, como el drama de una corte, cuyo ritmo gobierna desde lejos Bonaparte, el paradójico protector de los borbones, que utiliza para provocar el cambio de dinastía. Pero ésta consecuencia trae, según Halperin, que la guerra de independencia española sea parte de un conflicto mundial sin el cual no hubiera sido posible la oposición popular y el nuevo estilo de guerrear aportado por la revolución.
La guerra de Independencia significa que la metrópolis –aliada de la reina de los mares, Inglaterra– puede entrar en contacto con sus colonias, y también su aliada se abre paso en el acceso al mercado indiano. Pero la guerra significa que la metrópolis tiene menos recursos para influir en sus Indias, y que en ellas están las tensiones acumuladas en las etapas anteriores, ya que ambas capas superiores –criollas y peninsulares– desconfían unas de otras, y ambas proclaman ser las únicas leales a la corona. La visión que nos propone Halperin, nos hace observar las grandes diferencias que poseen ambas clases que estaban en el estrato superior, el autor nos dice: "para los peninsulares, los americanos solo esperan la runa militar de la España anti napoleónica para conquistar la independencia; para los americanos se anticipan a esa ruina preparándose para entregar las Indias a una futura España integrada al sistema francés"[17]. Para el autor, ambas posturas son algo artificiosas, y no eran totalmente sinceras, y son en todo caso los peninsulares quienes dan los primeros golpes a la organización administrativa colonial.
Milicias Americanas al Servicio español
Otro punto a tratar, como consecuencia de las revoluciones hispanoamericana, es la americanización del ejército regular de las colonias que probó ser un proceso irreversible. No fue estimado como un riesgo demasiado excesivo. El nuevo imperialismo no estaba basado en la militarización masiva para contener un enemigo interno. La corona todavía hacía descansar su poder sobre su antigua legitimidad y sobre el sistema administrativo colonial.
Visión de los autores del proceso de independencia
Para Martínez Carreras, los procesos de independencia de América Latina, no tiene solo causas políticas, y en particular que dicho proceso nació de un episodio política causal, sino que para él fue un movimiento profundamente revolucionario, expresión de una nueva fuerza social, que va dar como resultado la composición de nuevos Estados. Martínez Carreras sostiene que: "no es un mero episodio político que puso en crisis un sistema colonial, sino que fue también un movimiento profundamente revolucionario , [que] alteró la estructura socio-política, destruyó el sistema administrativo tradicional y abrió el camino de transformaciones económicas sociales y políticas"[18]. Hemos puesto a éste autor, como muestra de una visión, que a nuestro criterio no tiene andamiaje. Si bien la revolución hispanoamericana, es un proceso, para nada como dice Julio Louis, altera la estructura sociopolítica, ya que los que no tenían derecho, como los indígenas, seguirán sin tenerlos, a excepción de dos revoluciones la de México y la de Uruguay, aunque ésta última fue mucho más allá dándoles derechos políticos a los indígenas. Creo además que no destruyó el sistema administrativo tradicional (colonial) sino que los reformó y los adaptó a la nueva realidad que le tocaba desarrollarse. Menos aún cambió hubo transformaciones económicas, nuestros países latinoamericanos fueron todavía más dependientes de los vaivenes económicos mundiales, ya que se caracterizaron por la mono producción, con industrias preindustriales que no podían competir con las inglesas. Ello llevó a que constantemente América Latina, tuviera gravísimos episodios de crisis económica, que muchas veces terminaron en períodos dictatoriales, o conflictos civiles.
Mientras de Chaunu sostiene que las revoluciones hispanoamericanas son una en realidad una guerra civil, y una doble independencia. Para éste autor, cuando estallan los movimientos separatistas de 1810-1811, no son conflictos entre la metrópolis y las colonias directamente, por una razón muy simple, y es que desde hace 15 años la metrópolis está ausente y que no estará presente hasta 1814-1816, entonces la guerras que se llaman independentistas no son otra cosa que guerras civiles de América. Oponen elementos fidelísimos y elementos patriotas. Es así que dichos movimientos triunfará inmediatamente en el Río de la Plata, ésta región junto con Venezuela, para Chaunu, son los sectores más maduros, donde hacía tiempo la presencia de España era virtual, aunque lo es también en Chile, éste movimiento separatista vence, pero con ayuda extranjera, que fueron las tropas rioplatenses de San Martín.
Si bien para Vilar, al igual que Chaunu, son guerras civiles más que de independencia, éstas para el primero se transforman en guerras nacionales patrióticas es debido a la pretensión del estado por las minorías criollas de clase alta se transforma en mística de la patria, por la acción de una inteligencia que tiene la esperanza romántica de tomar al dirección moral y de encontrar en la política un medio de ascenso social.
En los años que transcurren entre 1810-1817, nos dice Chaunu, permiten medir el alcance muy limitado de las fuerzas auténticamente secesionistas, su insignificancia casi general que sin las condiciones casi provocadas por la invasión napoleónica le hubieran asegurado al imperio largos años de dependencia.
Para finalizar quiero dejar una visión de la revolución Hispanoamericana, observado desde Europa a menos de 75 años de producidos los hechos emancipatorios, el profesor Gustavo Ducourday, en su obra Historia Universal escribía respecto a la revolución americana: "las agitaciones del continente europeo hacían sentir influencia allende en el Atlántico, y la América aprovechó los trastornos que paralizaban la España para declararse independiente La invasión de los franceses en España y el advenimiento de una nueva dinastía ocasionaron el primer movimiento , [y se] declararon files a Fernando VII y obedecían a los enviados de la Junta Central de España. Las poblaciones criollas siguieron su ejemplo; pero aprovecharon la ocasión para pedir derechos políticos y su admisión a las juntas nacionales. Los españoles rechazaron con desdén sus proposiciones, , aumentaron sus rigores contra ellos, por lo cual hubieron de afirmarse las ideas de independencia y tomó incremento la agitación "[19]
Ésta posición, que si bien tiene más de un siglo, ha predominado en la historiografía latinoamericana, por mucho tiempo, que implica que son factores coyunturales que dan inicio a las revoluciones, además de ser externas a América, y como bien lo dice François Guerra, la pertenencia entre América y España, como un único conjunto cultural y político, y no se puede ver a la España peninsular como un factor externo, como lo es observado en la cita que transcribimos. Son otros factores que ayudan a partir de la coyuntura presentada a visualizar mejor una revolución que tuvo diferentes ribetes por la heterogeneidad de sus regiones.
Revolución chilena
He elegido a Chile, no solo porque en éstos día a estado en los diarios de todo el mundo con su exitoso rescate de los 33 mineros, sino porque verdaderamente es una revolución atrapante, y como mencionó la profesora que dicta el curso, no se puede ver la revolución de Chile, como si fuera una revolución burguesa exclusivamente, sino por el contario su "libertador y padre", como lo llaman sus coterráneos a Bernardo O"Higgins, está muy vinculado con los araucanos (como le llamaba a los mapuche), y hace poco tiempo apreció una carta suya reconociéndole su independencia en 1819, un año después de haberle otorgado a Chile su primera Carta Magna.
Por éste motivo, mencionamos, que la revolución de Chile, si bien coincidimos con John Lynch, que si bien su independencia no produjo cambios significativos dentro de la estructura jerárquica existente y que por ello no perturbó en lo fundamental, creo que la integración de la lucha de los araucanos.
Para trabajar con la revolución de Chile utilizaremos la historiografía
clásica que define este período como aquel comprendido por el
establecimiento de la Primera Junta Nacional de Gobierno (el 18 de septiembre
de 1810) y la abdicación de Bernardo O'Higgins al cargo de Director Supremo
(el 28 de enero de 1823). Este periodo es además subdividido en tres
etapas: la llamada Patria Vieja (1810 a 1814), la Reconquista o Restauración
Monárquica (entre 1814 y 1817) y la Patria Nueva (de 1817 a 1823).
Antecedentes
Chile es el más alejado de los bastos dominios del imperio colonial español. Administrativamente era una Capitanía General cuyo largo y estrecho territorio, encerrado entre la cordillera de los Andes y el océano Pacífico. La Capitanía dependía directamente del Virreinato del Perú. Pero además ningunas de las colonias parecía menos preparada, según Barn, que la Capitanía General de Chile para alcanzar su independencia; además ninguna había sido más desatendida por la metrópoli; ninguna era más pobre y atrasada; y sin embargo su revolución se hizo con bastante orden.
Según Levene, en los albores de la revolución, Chile llegaba aproximadamente a medio millón de habitantes, predominando los mestizos hispano-indígenas, que se calculaban en las tres quintas parte del total, el resto se dividía entre criollos, españoles y negros.
La mayoría de la población era rural, la radicada en las ciudades no alcanzaba al 20%, aglomerada en los centros: Santiago, que oficiaba de capital de la Capitanía, Valparaíso que era el puerto principal, al norte la Serena, y al sur Concepción y Valdivia.
Ésta característica tiene su explicación porque Chile era una región esencialmente agrícola. Para Barros Arana: "el antiguo sistema de repartimiento [de la tierra], modificado por la ley y por la costumbre, había dado origen a una organización social muy semejante al feudalismo de la edad media" [20]
La tierra mal subdividida originó la existencia de una aristocracia terrateniente, característica de la sociedad de Chile, compuesta en su gran mayoría de nativos. Para Levene, es ésta clase quién acapara la riqueza natural y el comercio, además de someter a la servidumbre rural o inquilinaje a una gran porción de la población mestiza, cimentó su poderío por medios de mayorazgos y llegada la oportunidad abrazó la causa revolucionaria en procura de mejoras de todo orden, arrastrando a sus inquilinos ahora convertidos en soldados.
Esta sociedad, que vivía casi como en el feudalismo, tenía una actividad económica que se basaba en la producción y venta de productos agrícolas, especialmente carnes y cereales para el mercado peruano, mientras que una pequeña cantidad de cobre entraba al mercado de Buenos Aires y Europa, para Lynch, en ésta limitada economía, el comercio libre no era un gran problema, ya que no eran los monopolios el que alejaba a Chile de las principales rutas marítimas, sino su geografía. Además de esto Chile, tenía una economía muy inestable, ya que la dificultad de Chile era ganar lo suficiente como para pagar las crecientes importaciones; el no poder hacerlo significaba que el mercado se saturaba, y eran frecuentes las bancarrotas, la industria local declinaba y los metales preciosos salían del país. A raíz de ello Chile carecía de una fuerte clase empresarial capaz de representar los intereses comerciales o desafiar la preponderancia de la aristocracia rural.
La estructura social como hemos visto estaba edificada en torno a la tierra, que estaba en posesión de unos pocos, y era trabajada por una mayoría miserable.
Desde cincuenta años antes de 1810, nos dice Lynch, los criollos mantenían una constante oposición a los impuestos imperiales, que alcanzó el grado más alto de hostilidad al producirse las exigencias del tiempo de guerra de 1805 –1806. Pero en otros aspectos la élite criolla se adaptó con facilidad a la política borbónica. Los criollos buscaban cargos políticos y privilegios, pero preferían adquirirlos infiltrándose en la burocracia en vez de por la confrontación. La clave del éxito era pertenecer a una familia, que vinculara a criollos y peninsulares, permitiendo a España contar con el servicio de muchos chilenos, y a éstos influir en la administración.
Pero a pesar de esto, las diferencias políticas iban en aumento, haciendo crecer el sentido de la identidad chilena, y el sentido de ella se dirigía en primer lugar contra la más próxima manifestación de poder español, Perú. Como hemos visto Chile, era víctima se su alejamiento geográfico, y por lo tanto de la escasez de mercancías de exportación, hacía que el comercio chileno dependiera totalmente del peruano para vender sus cereales, y si bien Lima, dependía en gran medida de los granos chilenos, por su mayor poderío, le permitía forzar la baja de los precios.
A finales de finales del siglo XVIII, y bajo las reformas políticas administrativas de los borbones, Chile en 1778 ascendió de la categoría de Provincia a la de Capitanía General, en 1795 consiguen tener su propio consulado, en 1798 se consigue la independencia administrativa del Perú. En 1810, Lynch, escribe: "Chile se emancipó prácticamente de la tutela peruana, en el proceso ganó madurez y consiguió conciencia de sí mismo"[21].
La crisis de 1808–1810 obligó a los líderes criollos a actuar como nacionalistas, y en 1810, el concepto de patria había empezado a significar Chile más que el mundo hispánico como un todo, nos dice Lynch.
Patria Vieja
Chile, vivió dos procesos coyunturales muy importantes en 1808, que no sólo es el inició de las Juntas Gubernativas en América, sino otro de más importancia, el de elegir su gobernador, a través de una Junta de Militares, apelando a una Real Cédula de 1806, y dejando sin efecto el nombramiento lo que pretendía la Real Audiencia.
Durante el transcurso de 1808, Levene, manifiesta que Chile presenció episodios denunciadores de la rápida descomposición del sistema español; conflicto entre las propias autoridades contribuyeron a dividir las opiniones y debilitar la autoridad facilitando la formación de un bando revolucionario.
En la mañana del 11 de febrero de 1808, la Santiago se despertaba con la noticia, que su Capitán General, máxima autoridad española, el Brigadier Luis Muñoz Guzmán, había fallecido repentinamente, la Real Audiencia pretendió el mando interino para el Regente, pero los militares de Concepción impusieron como Capitán General interino al Brigadier de Ingenieros Francisco García Carrasco, que era el militar de mayor graduación que había en ese momento en Chile, haciendo imperar la Real Cédula de 1806 que establecía: "por muerte o ausencia del gobernador propietario, tómese el mando el militar de mayor graduación"[22].
La historiografía tradicional, manifiesta que el nuevo capitán carecía de formación académica, además de tener poco tacto político, la vida militar lo había alejado de las cuestiones administrativas, además no le gustaba las pompas y protocolos, y no supo conciliar sus inclinaciones naturales con las exigencias del cargo; y según escribe Levene, a poco de andar, el clero la Audiencia, y la clase adinerada lo toleraban con manifiesta hostilidad. Además mantuvo conflictos con la Universidad, el Cabildo Eclesiástico y la Audiencia.
Con éste nuevo panorama de una intranquilidad en el ambiente social santiagueño, se sucedían las disidencias locales que aumentaban la debilidad del Capitán General, y llegaron las noticias de que España había caído en manos napoleónicas, y que había un nuevo monarca que era José I y respondía a las directrices francesas. Estas noticias fueron conocidas tardíamente por el pueblo chileno, produjeron un desconcierto acerca de la verdadera autoridad metropolitana.
El Cabildo de Santiago, en reuniones extraordinarias celebradas en setiembre de 1808, acordó un plan para defender la colonia en caso de invasión extranjera; pero también surgen interrogantes acerca de cuál sería la conducta a seguir se afirma en España el dominio del invasor; se dijo extraoficialmente que las colonias no tenían que seguir el destino de España, mientras ésta se hallase sometida a un poder extraño.
Es así, que el Cabildo solicitó que el pueblo de Santiago jurara fidelidad a Fernando VII el 25 de setiembre de 1808, seguida en enero por el reconocimiento a la Junta de Sevilla. Es así que ante esta situación política carrasco, desecha las pretensiones de la princesa Carlota y del Príncipe Regente de Portugal de erigirse en tutores.
En 1809, García Carrasco entró en conflicto con el Cabildo, y el Capitán General perdió a la única autoridad que él era amiga, y desde allí convertida en la cabeza de la oposición.
En 1810, el año comenzó con muchos temores del Capitán General, ya que le habían llegado rumores del Virreinato del Río de la Plata, acerca de reuniones efectuadas en Santiago, en las que se hablaba de independencia o de someterse a un poder extranjero. Luego de muchas vacilaciones por parte de Carrasco, el 18 de mayo mandó a iniciar un sumario destinado a puntualizar los rumores. El 25 de mayo, mientras Buenos Aires celebraba su primera Junta revolucionaria, Carrasco ordenó apresar al procurador general de la ciudad José A. Ovalle, además de José A. Roja y Bernardo Viera.
Esta violenta medida produjo en la capital una gran alarma. Los señores más importantes de la colonia, dirigidos por el Cabildo de Santiago, elevaron una protesta al Capitán General, pero Carrasco se mantuvo firme en su decisión.
Los hechos se fueron precipitando, y en la mañana del 11 de julio, el pueblo se agrupó en la plaza pidiendo la libertad de los detenidos, el cabildo se reunió como si un gran peligro amenazase la tranquilidad pública, y la Real Audiencia acudió a la sala de sesiones para buscar remedio a aquella intranquilidad.
En la mañana del 16 de julio, los miembros de la Real Audiencia, aconsejaron a Carrasco su renuncia, como único medio de que Santiago volviera a la tranquilidad, y afianzar la autoridad real de la colonia.
Ante la renuncia de Carrasco, y continuando la Real Cédula de 1806, la Real Audiencia designó como Capitán General al Conde de la Conquista, el Brigadier de Milicias Mateo de Toro Zambrano, que en ese momento tenía 86 años, y no estaba en condiciones de ejercer el máximo cargo político.
El gobierno del Conde de la Conquista fue una lucha constante entre las fracciones patriotas y realistas. El Conde cediendo a las sugestiones de la audiencia, prestó juramento de obediencia al nuevo gobierno español, el 18 de agosto de 1810. La fracción revolucionaria presionó al Capitán general para que convocara a los altos magistrados de la colonia y a los vecinos más notables a una reunión en lo que se discutirían los medios que podían emplearse para asegurar la tranquilidad pública.
Principalmente las actividades revolucionarias aumentaron cuando llegó la noticia de la designación del nuevo Capitán General, que recaía en la persona de Francisco Xavier de Elío, ex gobernador de Montevideo, y enemigo resulto de la causa americana, de cuyo carácter violento y autoritario estaban informados los criollos.
Pero en realidad lo que buscaban los revolucionarios y el pueblo de Santiago, a excepción de algunos comerciantes españoles, era un cambio en gobierno. Así que no hubo lugar a largos debates ni a vacilaciones.
El 18 de setiembre de 1810 a las 9 de la mañana, el Conde dio inicio a la Asamblea, poniéndose de pie y señalando la insignia de su autoridad dijo: "Aquí está el bastón de mando, disponed de él y del mando"[23], y enseguida quedó acordada la creación de una junta de gobierno compuesta por 7 miembros.
La revolución operada en Santiago fue reconocida en todas las provincias, desde Atacama hasta Concepción. El doctor Juan Egaña, uno de los hombres más ilustrados que había en Chile, presentó a la Junta un plan de gobierno en que se encuentra consignada alguna de las ideas notables. Pedía la creación de colegios y señala la necesidad de que todos los pueblos americanos celebren una alianza o federación para presentarse fuertes y poderosos ante el extranjero.
El 19 de febrero de 1811, se decretó la apertura de los puertos de Coquimbo, Valparaíso y Talcahuano al comercio libre de las naciones de la tierra. Esta medida, fue impugnada por todos aquellos a quienes beneficiaba el antiguo régimen.
La revolución que se empieza a producir en Chile, era muy importante para los intereses de Buenos Aires, ya que la Capitanía General, había conformado un triángulo comercial (Lima–Santiago–Buenos Aires) que permitía obtener de una manera más económica la mercadería europea, según Armando Ramón, y la relación de Chile frente a las dos ciudades capitales era sumisa y subordinada. Al unirse Chile a la revolución, tenía una importancia ya que dos tercios del dinero amonedado allí eran llevados cada año a Buenos Aires, además de proveer al interior del virreinato del Plata, harina y miniestras, así como vino y otros elementos. Pero por otro lado dejaba a Lima, principal bastión españolista en Sudamérica, sin provisiones de grano.
Pero también los acontecimientos de 1810, terminarían de separar política y económicamente a Chile de Perú. Armando de Ramón, se basa en la tesis de Cristián Guerrero, donde un agente al servicio de Buenos Aires en Santiago, comunica a la Junta bonaerense, que: "los miembros de la Junta de Gobierno de Chile «solo se inclinan ante la causa americana cuando ella exclusivamente les proporciona la mejor venta de sus trigos, harinas y carne»".[24]
El 1 de abril, era el día señalado para la elección de los diputados que debían formar un congreso, estalló un motín en Santiago. Tomás Figueroa, se puso a la cabeza de una parte de la guarnición de la capital y ocupó la plaza, pidiendo la disolución de la junta y el restablecimiento del gobierno antiguo. Aunque el pueblo pereció impasible a la vista de este aparato militar.
Rozas, que era el hombre que había acompañado a Carrasco, y que luego había pasado a integrar la Junta Gubernativa, desplegó toda su experiencia militar por la causa revolucionaria, y combatió a los integrantes del motín. La batalla se redujo a dos o tres descargas que produjeron la muerte de 14 soldados y algunos heridos. Después de esto los insurrectos se dispersaron por las calles inmediatas, y Figueroa fue fusilado.
Creyendo la Junta Gubernativa, que la Audiencia había instigado el movimiento de Figueroa, disolvió éste tribunal, y creó una corte de justicia compuesta de hombres adictos al nuevo régimen.
Desde hacía tiempo se hacía sentir entre los revolucionarios dos corrientes, Rozas por una parte representaba los principios radicales, esto quería decir, que quería que marchasen muy rápidamente las reformas. El cabildo, representaba las ideas conservadoras.
El congreso que emanó de la consulta efectuada en abril de 1811, abrió sus sesiones el 4 de julio de 1811, asumiendo los poderes de la junta gubernativa que dejó de existir desde ese día. Tres bando se diseñaron inmediatamente en el Congreso, el radical, como vimos líneas arriba encabezado por Rozas, entre los que estaba Bernardo O"Higgins, que eran partidario de un cambio total del régimen y del establecimiento de la república, el moderado encabezado por Ovalle e Infante, que ambicionaban reformas graduales sin romper su pasado; y los conservadores que ansiaban la vuelta al régimen depuesto, pero que solo eran tres.
El congreso no pensaba en reformas serias, ni en romper abiertamente con la tradición colonial. El congreso creó una junta de gobierno compuesta de tres miembros, encargada del poder ejecutivo el 10 de agosto. Los radicales quería que esa junta de gobierno estuviera integrada por dos miembros de Santiago y uno de Concepción, asegurándose de ésta manera tener la mayoría en el Ejecutivo, la proposición no fue aceptada.
Para los radicales, el futuro triunvirato no defendía a los pueblos de la hegemonía de la Capital, que, que contrariamente a lo resulto a la convocatoria al Congreso, había designado 12 en lugar de 6 diputados. Pero a pesar de la postura radical, el triunvirato ejecutivo se formó con Martín Calvo Escalada, Juan José Aldunate y Francisco Javier Solar, cuyo mandato duraría hasta que se diese una constitución, no pudiendo exceder un año.
Pero Rozas, no aceptó el triunvirato ejecutivo, y convencido de su impotencia para reconquistar Santiago, se trasladó a Concepción a fin de instalar una junta de gobierno que contrarrestase a la de Santiago.
En Santiago, los radicales prepararon otro movimiento revolucionario a través de José Miguel Carrera, que ejecutó una revolución sin derramamiento de sangre. Mediante el movimiento de solo algunas tropas que había logrado atraerse, consumó el cambio gubernativo en la mañana del 4 de setiembre. Creándose una nueva junta de gobierno, en la cual Rozas debía tener un lugar.
Rozas, que había ejecutado un movimiento análogo en Concepción, creando también una junta de gobierno sometido a su influencia, el 5 de setiembre. Lo mismo sucede en la provincia de Valdivia que formó su junta gubernativa, y de éste modo, según Diego Arana, los radicales quedaron dominando todo el territorio, y se hicieron sentir en el Congreso. Dicho Congreso emitió una serie de leyes donde: fueron abolidos los derechos parroquiales que gravaban la clase pobre; se declaró la libertad de los hijos de esclavos, y se prohibió para siempre este comercio en suelo chileno el 11 de octubre de 1811, si lo comparamos con nuestro territorio esa misma ley recién será promulgada catorce años más tarde, en setiembre de 1825, por la Asamblea de la Florida, y si miramos al costado en Brasil será en la década de 1880 la abolición de la esclavitud, aunque aquí no hay dicha abolición se tiende a ello.
Pero a pesar de todo esto, José M. Carrera, cuya cooperación había sido tan útil para escalar en el poder, no pudo resignarse a desempeñar el humilde papel de instrumento de voluntades ajenas., y el 15 de noviembre operó una revolución tan feliz como la que había consumado meses antes.
Carrera conservó el poder en sus manos, organizando una Junta de Gobierno compuesta de tres miembros, representantes de las tres principales provincias en que estaba dividido el territorio y ofreció al Rozas la representación por Concepción, y en ausencia de él, debía ocupar su lugar Bernardo O"Higgins. Pero la propuesta no fue aceptada, y se hicieron todos los esfuerzos para derrocar a Carrera. El 2 de diciembre Carrera decretó la disolución del Congreso y persiguió tenazmente a sus adversarios.
El 16 de marzo de 1812, los vecinos de Valdivia dispusieron a la junta de gobierno creada allí en el mes de noviembre anterior, y según Diego Arana, proclamaron el restablecimiento del antiguo régimen. Entonces Rozas y Carreara temiendo que otros pueblos desconociesen las autoridades revolucionarias, volvieron a juntar filas.
La nueva alianza entre Rozas y Carrera, duró hasta el 8 de julio, que el primero fue puesto prisionero por el segundo, que quería establecer su autoridad en todo el territorio.
En medio de las agitaciones políticas, la revolución llevó a cabo contribuciones de gran importancia en lo que se refiere a lo social. En 1810, en toda la Capitanía General de Chile no había una imprenta, pero en 1812 ya se contaba con una, lo que posibilitó que apareciera el periódico La Aurora, que pidió la proclamación de la independencia y muchas reformas. La junta además mandó a abrir escuelas gratuitas en todos los conventos para la educación del pueblo. Más tarde dictó una constitución, en octubre, que disponía: "que ninguna providencia emanada de cualquier autoridad que no residiese en el territorio de Chile, tendría efecto alguno"[25]. Con éste artículo, no era posible armonizar las protestas de respeto y acatamiento a los reyes de España con los principios de independencia consignados en la constitución. Pero también la constitución reconocía la soberanía del pueblo ejercida por intermedio de representantes, garantizaba la libertad de imprenta, enumeraba las garantías individuales, concedía la igualdad de todos los habitantes y abría el territorio a los extranjeros. Además creaba un Senado con igualdad de representación en las tres provincias.
El virrey del Perú, Fernando de Abascal, comprendió que los actos de la constitución declaraban de hecho una independencia y una declaración de guerra al poder español. Por tal motivo preparó una expedición al mando de Antonio Pareja.
El 26 de marzo de 1813 desembarcó en el puerto de San Vicente y sus tropas ocuparon Talcahuano, y un batallón patriota que salió a reprimir se pasó al ejército realista. Cuando el 31 de marzo llegó la noticia del desembarco de Pareja, produjo en Santiago un gran desconcierto y alarma.
El 1 de abril un ejército revolucionario de cerca de doce mil hombres, en su mayor parte desprovisto de armas y falto de toda instrucción militar salió de Santiago para reprimir a Pareja y sus hombres.
En la madrugada del 27 de marzo, Carrera despacho una columna de 500 hombres que cayó de sorpresa sobre el campamento de Pareja, que logró en un primer momento desorganizarlo. El 16 de mayo Carrera volvió a enfrentar al ejército realista, pero tampoco tuvo un resultado definitivo, si bien desmoralizó a las tropas de Pareja que debieron retroceder. Pareja, no pudiendo soportar el riguroso invierno chileno falleció en mayo de pulmonía.
Mientras todo esto sucedía en el campo militar, la revolución en la capital seguía su marcha la Junta de Gobierno mandó que en cada villa de cincuenta vecinos se estableciese una escuela pública pagada por la municipalidad, creó el Instituto Nacional, establecimiento de enseñanza en el que se abrieron diez y nueve cátedras de ciencia, en su mayor parte desconocidas en Chile, y se fundó la Biblioteca Nacional, tres años ante que en la Provincia Oriental, Chile ya tenía su propia biblioteca pública, y casi 30 años antes crea un establecimiento de formación terciaria pública que nuestro país, si lo miramos comparativamente, no podemos negar que Chile desde siempre tuvo en la educación uno de sus accionares fundamentales.
El 27 de noviembre de 1813 la junta a pedido de los oficiales destituye a Carrera, y nombra al mando de las tropas al coronel O"Higgins, como general en jefe del ejército. Cuando Carrera se dirigía junto a su hermano a Concepción cae prisionero de los realistas.
Pero en enero de 1814, las tropas realistas tienen al Brigadier español Gavino Gainza, con un refuerzo de ochocientos hombres, creyendo que en pocos meses podría pacificar Chile.
Mientras tanto las tropas realista que estaban en Chile, habían ocupado Talca, entonces el vecindario de Santiago, alarmado por éste suceso, acusó a la junta gubernativa de las desgracias de la guerra. El pueblo, según Diego Barrios, pidió en la plaza pública la creación de un gobierno más vigoroso, y en efecto nombró director supremo con gran suma de poderes al coronel don Francisco de la Lastra. Según Levene: "la nueva magistratura era una imitación creada poco antes en Buenos Aires con el mismo objetivo mostrando éste hecho la íntima relación que existió entre las revoluciones chilena y de las Provincias Unidas"[26]
Gainza pensó romper las líneas del ejército de O"Higgins y abrirse paso entre ellas camino a Santiago. Pero fue repelido por las tropas revolucionarias, por lo que dio la vuelta hacia Talca, casi en derrota. Todo hacía parecer que la campaña estaba a punto de terminarse: faltaba al ejército de O"Higgins los refuerzos de Santiago para asaltar Talca, y derrotar a los realistas, y tomar el último reducto español.
Cuando O"Higgins se disponía a terminar la guerra, recibió la orden de tratar con el enemigo, reconociendo en cierto modo el restablecimiento colonial.
En abril de 1814, llegó a Valparaíso el comodoro inglés Hillyar, que había tenido reuniones con el virrey del Perú, y por tanto el director Lastra se reunió con él, y aceptó las propuestas como medio de obtener una tregua honrosa, por tal motivo envió a O"Higgins y Mackenna a tratar con Gainza.
O"Higgins y Mackenna firmaron un tratado con Gainza, donde acordaban los patriotas reconocer su dependencia al rey de España, pero conservar el derecho a gobernarse a sí mismos; y los realistas consentían en dejar subsistente el gobierno establecido en Chile, y en evacuar el territorio en menos de treinta días.
El tratado de Lircay se había estipulado que los prisioneros de ambos ejércitos serían dejados en libertad, pero Carrera escapa y llegan a Santiago, donde la población había tomado con mal gusto el pacto de Lircay. Es un momento oportuno para que devuelta Carrera tome el poder en sus manos, lo que realiza el 23 de julio, ayudado por la sublevación de la guarnición de Santiago, logrando derrocar al director supremo y creando una junta gubernativa a cuya cabeza quedó el mismo.
Tampoco fue del agrado del virrey del Perú el convenio de Lircay, que lo había desaprobado, y deseoso de consumar la pacificación de Chile, había enviado al coronel Mariano Osorio con considerables tropas de refuerzo. O"Higgins, se puso bajo las órdenes de Carrera, a pesar de ser su rival político, para rechazar a Osorio, y pidió el mando de la vanguardia para ser el primero en romper los fuegos contra el enemigo.
El 1 de octubre de 1814 las tropas españolas cayeron sobre Rancagua, acometiéndola por cuatro calles que dan entrada a la plaza. El combate se trabó con singular ardor: los revolucionarios se batieron con singular resolución. El día siguiente O"Higgins tenía solo 300 hombres para hacerle frente al ejército de Osorio, pero según cuenta la historiografía chilena, reunió sus soldados y cargó contra los españoles abriendo filas.
La derrota de Rancagua dio por resultado la ruina completa de los patriotas. Los proyectos de resistencia se desorganizaban antes de ponerlo en práctica. Santiago era una confusión y la gente solo pensaba en abandonar la ciudad e irse al campo. Para los dirigentes revolucionarios como O"Higgins, no había más camino que el de la cordillera, que conduce a Mendoza.
La Avanzada de Osorio comenzó a entrar a Santiago el 4 de octubre. Hallaron la ciudad casi desierta y siguieron su marcha al norte en persecución de los patriotas. Al final el 12 de octubre de 1814, O"Higgins y sus hombres atravesaron la cordillera de los Andes.
Éste es el final del primer período revolucionario, que podíamos decir que la Patria Vieja, se hizo a impulso de las "nuevas ideas" que impregnaron el siglo XVIII, aquí para nada observamos que una clase ciertamente terrateniente dominó la revolución, pero tuvieron políticas sociales muy importante como la creación de escuelas públicas, en un país donde el analfabetismo era muy común, ya que los pobladores eran en su mayoría campesinos casi atados a mayorazgos, o dejar de comercializar esclavo, si bien como dijimos son ideas ilustradas, y es muy probable que se dieran éstas leyes para mantener a una clase baja del lado patriota, pero también fueron revolucionarias. Hasta aquí no ha aparecido la figura de indígena que posteriormente lo veremos con O"Higgins.
Por último, la revolución chilena en ésta primera etapa, si bien tuvo sus idas y venidas, logró mantener un orden, tal vez porque fueron sus clases dirigentes siempre quienes condujeron el proceso revolucionario.
Reconquista o Restauración Monárquica
Osorio comenzó por anunciar que quería el olvido de los sucesos pasados, y consiguió que así volviesen a sus casas los vecinos que se habían retirado al campo para sustraerse de las persecuciones. Pero Osorio tenía otros planes, y el 7 de noviembre, hizo arrestar a todos los hombres que habían desempeñado algún papel en la revolución, además de confiscarles todos los bienes. La justicia ordinaria fue la encargada de juzgar a los presos, pero sin oír sus descargos ni tomarle sus confesiones.
Fue en éste período restablecida la Real Audiencia, y fue disuelto el Cabildo que habían organizado los revolucionarios y destruidas todas las instituciones fundadas durante la revolución. No escaparon ni la Biblioteca Nacional ni las escuelas y colegios fundados en 1813.
Los españoles empezaron a mirar con desdén a los chilenos, aún aquellos quienes les habían servido y eran parte fundamental para que devuelta volvieran a controlar la Capitanía General. Al cabo de poco tiempo se había producido una violenta escisión, que vino a ser de gran utilidad en la posterior revolución.
El "nuevo" cabildo, compuesto de criollos chilenos afines a la monarquía, encargó de mandar a España dos emisarios para felicitar a Fernando VII por su vuelta al trono, y pedirle que le confiriera a Osorio en propiedad el cargo de Capitán General de Chile, y de suplicarle que le concediera un indulto a favor de los chilenos que gemían en las cárceles y presidios.
Osorio habría pensado abrir una campaña contra la provincia de Cuyo, pero cuando esperaba que el rey le confiase el gobierno de Chile en propiedad, supo que venía de España el mariscal de campo Francisco Marcó del Pont, nombrado su sucesor. El 26 de diciembre Osorio le entregó el mando y volvió a Lima.
El gobierno de Marcó del Pont, fue de persecución a los revolucionarios, adoptando medidas más rigurosas, siguiendo el consejo de los españoles más exaltados, ya que supo rodearse de ellos, además gobernó de forma violenta y represiva ante sus adversarios.
Un ejemplo de ello fu el no respeto a una Real Cédula el cuál el rey concedía a todos los procesados políticos de Chile una amplia amnistía junto con la devolución de los bienes enajenados, Marcó del Pont, se resistió a darle cumplimiento. Éstas medidas mantenían viva la profunda irritación de todos los chilenos.
Patria Nueva
Mientras tanto, San Martín mandó durante algunos meses el ejército argentino del Alto Perú, allí comprendió que sería incierta la independencia de América mientras los españoles dominasen Lima, y concibió el plan de llegar a la capital del Perú por Chile y el pacífico.
La idea de San Martín se vigorizó, según Leverne, al sufrir el tercer ejército argentino la derrota de Sipe–Sipe, que terminó por convencer a los hombres de gobierno, que el plan de éste era el único que se podía intentarse para salvar a la revolución, por medio de una ofensiva sobre Chile y Perú.
El mayor problema, nos dice Lynch, fue el financiero, porque si bien eran apoyados por el Director Supremo de las Provincias Unidas, éstas no tenían dinero suficiente para sus gastos ordinarios, menos aún tendrían dinero para emprender una guerra contra Lima. Cuyo, lugar donde gobernaba San Martín, tenía una economía relativamente rica basada en la agricultura y la ganadería, con producción comercial de vinos y frutas. San Martín, escribe Lynch, dirigió esta economía hacia una guerra continental. Aumentando la producción agrícola, poniendo de pie una industria de armas, reformaron la administración de los impuestos y sacaron una renta de las aduanas, además de préstamos forzosos, y venta de las propiedades confiscadas a los realistas.
Las tropas regulares procedentes del Río de la Plata fueron el núcleo de esa fuerza, y mil quinientos esclavos negros, que servían como pago para su futura libertad.
A finales de 1816 estaba todo dispuesto, un ejército de cinco mil hombres, una vasta cantidad de equipos y abastecimiento y miles de mulas. Por último San Martín dio falsas informaciones sobre las rutas a tomar en la cordillera a los indios pehuenche, ya que temía que éstos le dieran la información a Marcó, cosa que así sucedió.
El ejército de los Andes atravesó la cordillera dividido en dos cuerpos principales y tres pequelas divisiones auxiliares que debían aparecer casi simultáneamente en Chile entre el 6 y 8 de febrero de 1817. Una división marchó por el paso de los Patos comandada por O"Higgins y Soler, la otra dirigida por el general La Heras por el Uspallata, a parte pequeñas divisiones cruzarían por el norte y sur.
Anteriormente para realizar la proeza de cruzar la cordillera de los Andes San Martín, tuvo que distraer las fuerzas españolas que dominaban Chile, provocando levantamientos parciales que mantuvieran constante inquietud. Manuel Rodríguez, fue quien encabezó esas revueltas modestas de luchas de guerrilla. Pero la lucha de guerrilla se intensificaba cuánto más avanzaba los planes de San Martín, es así que el 3 de enero de 1817, Rodríguez, cayó sobre el pueblo de Melipilla, apresó a los españoles que halló en él y repartió entre los campesinos que lo seguían los caudales del gobierno y las especies reunidas en el estanco.
El gobernante Marcó del Pont, escribe Levene, estaba desorientado ante la invasión del enemigo que lo amenazaba simultáneamente por varios puntos, dividió la tropa para detener el avance del ejército revolucionario hacia la capital, y ordenó al General Rafael Maroto que le disputara el paso en la cuesta de Chabuco. El encuentro resultó fatal para los españoles, vencidos en la batalla y dispersos después de ella no atinaron a reorganizarse, el general logró embarcarse en Valparaíso, pero Marcó del Pont, fue hecho prisionero. La batalla de Chacabuco, dice Levene: "no sólo dio libertad a Chile, sino que tuvo también, gran trascendencia en la decisión de la guerra por la emancipación ; señaló el comienzo de la declinación del poderío militar de España en América"[27].
Los revolucionarios entraron en Santiago, y el Cabildo Abierto del 15 de febrero de 1817, confió el mando supremo a José de San Martín, el cuál renunció tenazmente el mando que se le ofrecía. Entonces el 16 de febrero, el pueblo reunido nuevamente proclamó Director Supremo a Bernardo O"Higgins.
Los primeros trabajos del nuevo mandatario se dirigieron a activar las operaciones de guerra, ya que en Concepción quedaban en pie las autoridades españolas. Las Heras fue el encargado de marcharse al sur con una división regular para restablecer el gobierno revolucionario.
A éstas medidas le siguieron otras de simple reparación. O"Higgins mandó a la isla Juan Fernández un buque mercante para volver al seno de sus familias a los patriotas confinados en aquel presidio
Al principio, el gobierno revolucionario no dio gran importancia a la resistencia de Ordóñez en Concepción, pero luego vio que allí surgía un peligro a la causa revolucionaria. Es en ese momento que O"Higgins marcha al sur con nuevos refuerzos para ponerse a la cabeza del ejército revolucionario.
Mientras tanto el virrey del Perú preparaba otra expedición para recuperar Chile, compuesta por más de tres mil hombres, en su mayor parte recién llegados de España bajo el mando de Osorio.
San Martín, al enterarse de los proyectos del enemigo, sacó de Santiago todas sus fuerzas y fue a colocarse en la campaña entre los puertos de Valparaíso y San Antonio, para acudir al punto que pudiera ser amenazado. Al mismo tiempo encargó a O"Higgins que se retirará de Concepción con toda la tropa para liberarlas de un ataque invasor.
Osorio viendo que su plan se desbarataba con la retirada de O"Higgins, no pensó más que internarse en el país para seguir en su persecución.
Es en estos momentos que se verifica la solemne declaración de independencia. Además O"Higgins había suprimido por un simple decreto los títulos de nobleza y los escudos de armas de familia, como contrario al espíritu democrático del nuevo orden de las cosas.
O"Higgins, creyendo que la reunión de un congreso podía producir en Chile las divisiones intestinas que se habían hecho sentir en todos los pueblos americanos, imaginó otro arbitrio para consultar la opinión nacional. Mandó que en todos los cuarteles de cada ciudad abriesen dos registros, en una de los cuales se pudiese firmar el acta de declaración de independencia, y en otro de opinión contraria.
Terminada ésta operación, el director supremo mandó a extender el acta de la declaración de independencia. El 12 de febrero de 1818, primer aniversario de la victoria de Chacabuco, se juró la independencia.
Pero el 5 de abril de 1818 en las llanuras de Maipo, los independientes al mando de San Martín emprendieron el ataque marchando resueltamente sobre las posiciones de los realistas. La batalla parecía indecisa, hasta que los españoles comenzaron a ceder, y se pronunciaron en breve en corta retirada. Todo el parque y el armamento quedaron en manos de los revolucionarios. Es en este momento, dice Diego Barros que: "la independencia de Chile quedó definitivamente afianzada desde aquél día El virrey del Perú tuvo que mantenerse desde entonces a la defensiva dentro de los límites de su virreinato"[28].
Desde ese momento O"Higgins, tuvo tiempo para dedicarse a gobernar. En su gobierno abrió la biblioteca y el Instituto Nacional, que los españoles habían cerrado en la conquista; dio franquicias y libertades de comercio, fomentó la agricultura por medio de leyes prudentes y de algunos trabajos públicos, realizó grandes reformas para dar ornato y salubridad a las ciudades. Construyó paseos y mercados, y fundó los primeros cementerios para desterrar la costumbre de sepultar los cadáveres en las iglesias
O"Higgins gobernó en paz seis años, ya sea por sí mismo o por la ayuda de cuerpos deliberantes de reducidas facultades, de tal modo que la suma del poder público residía exclusivamente en sus manos. Además el gobierno O'higginista fue moderado y con templanza, administró los escasos caudales del Estado con una economía casi constante, y ejecutó verdaderos prodigios con recursos muy mezquinos.
A mediados de 1822, comenzaron hacerse sentir las aspiraciones de los ciudadanos hacia un orden de cosas más conforme con el sistema republicano que Chile estaba dispuesto a adoptar. El director supremo convocó al fin un congreso de diputados de todas las provincias, y éste dictó una constitución política que fue jurada el 30 de octubre de 1822.
El 28 de enero de 1823 O"Higgins, es llamado por los vecinos, que están alarmados por las luchas insurrectas hacia el Director Supremo y le hacen saber su inconveniencia de que continuara permaneciendo en el cargo. O"Higgins, entendió que era hora de renunciar y entregó el mando del que estaba investido a una junta de gobierno. Quién lo sucedió fue el general Ramón Freire, y bajo su gobierno se dio la ley del 24 de julio de 1823 que declaró la libertad de los esclavos, complementando indispensablemente la otra ley dictada por el congreso de 1811.
Pensamiento Político de Bernardo O"Higgins
He elegido para tratar con profundidad el pensamiento político del Capitán Bernardo O"Higgins, ya que su figura es muy atrayente, y su pensamiento aún más.
Si observamos detenidamente en las figuras de los héroes de América, hasta ahora yo creía que Morelos y Artigas, eran quienes más se habían acercado al indígena, pero realmente Bernardo O"Higgins, es quién también se acerca, y avanza mucho más allá de entregar tierras y derechos políticos. Bernardo O"Higgins le entrega en 1819 la independencia al pueblo araucano, como le decía a los mapuches, pero lamentablemente nunca fue ratificada.
Mucho en su Chile natal se ha escrito sobre su pensamiento y su obra política de O"Higgins, pero poco y nada se ha hablado de su posición favorable con respecto a los nativos de su país. Es por este motivo, que si bien vamos a analizar el pensamiento político de un liberal como era O"Higgins, dejaremos planteado el documento de 1819, donde observamos la intención manifiesta de su relación con los mapuches.
Biografía
Bernardo O"Higgins nació el 20 de agosto de 1778 en Chillán Viejo, era hijo de un irlandés al servicio de la corona de España, el entonces Intendente de Concepción don Ambrosio O'Higgins y de una "señora principal" de Chillán, doña Isabel Riquelme.
Sólo hay constancia de que en noviembre de 1782, a los cuatro años y dos meses de edad, un apuesto Oficial de la Colonia, acompañado de un Sargento y de un Cabo, lo sacó de Chillán, a lomo de su caballo y lo llevó a Talca, a casa del acaudalado comerciante y agricultor Juan Albano Pereira. Aquí fue bautizado; aquí recibió los cuidados y el cariño de la esposa de don Juan, doña Bartolina de la Cruz y aquí inició sus, juegos infantiles con el hijo de aquel matrimonio, el que sería futuro sacerdote y gran amigo de O'Higgins, don Casimiro Albano de la Cruz.
O"Higgins cuenta, en 1837, que «la primera escuela pública a que asistió, fue la que su propio padre había fundado para la educación de los [hijos de los] caciques [mapuches]». «Complacíase además de llamarse araucano, y decía que sus primeros camaradas, en la escuela de Chillán, fueron esos indomables [indígenas] cuya historia fue la primera que aprendió».
Por instrucciones de su padre fue enviado a Lima donde estudió en la «Escuela de los Príncipes» que era el establecimiento donde se educaba la aristocracia colonial limeña y los hijos de los caciques principales; allí fue compañero de aula de un muchacho de Chilca, Juan Nepuceno Manco Inca, con el cual mantuvo, después, una abundante correspondencia y una larga amistad.
Posteriormente, su padre lo envió a estudiar a Inglaterra; entre los revolucionarios que conoció en Europa estaba Francisco de Miranda (el precursor de la independencia) que en una carta titulada «Consejos de un viejo sudamericano a un joven compatriota al regresar a su país», escrita, probablemente, en 1800, contándole que había leído la historia escrita por el jesuita Juan Ignacio de Molina, le dice: «Por los dichos referidos en esa historia esperaría mucho de vuestros campesinos, particularmente del Sur, donde, si no me engaño, intentáis establecer vuestra residencia. Sus guerras contra sus vecinos deben hacerlos aptos para las armas, mientras que la carencia de un pueblo libre debe traer a sus espíritus la idea de la libertad y de la independencia».
El 18 de septiembre de 1810 colaboró activamente con Juan Martínez de Rozas en la creación de un cuerpo de milicias y la convocatoria de un Congreso Nacional, para el que obtuvo el acta de diputado por Los Ángeles. Luego se trasladó a Santiago y se integró en el Tribunal Superior de Gobierno. Siguió después una confusa etapa en la que las luchas políticas se mezclaron con asonadas militares, que desembocaron en un proceso legislativo más activo y liberalizador. El golpe militar de José Miguel Carrera le condujo a la cuarta Junta Gubernativa, pero las intrigas y desavenencias provocaron el cansancio de Bernardo O'Higgins, quien se retiró a los trabajos de su hacienda.
Mostró valor personal y de estratega en diversos combates, que le condujeron al generalato en 1814. Continuó la guerra contra los españoles, pero hubo de aceptar el convenio de Lircay, que supuso una tregua en las operaciones. El desastre de Rancagua puso fin al período de indecisiones conocido como la Patria Vieja.
Durante su estancia en Argentina hizo amistad con José de San
Martín y entre ambos organizaron el Ejército de los Andes, que
cruzó la Cordillera en enero de 1817 como fuerza emancipadora, y obtuvo
la decisiva victoria de Chacabuco, que abrió las puertas de la capital.
En ese año es nombrado Director Supremo, cargo que desempeñará hasta 1823, cuando debe exiliarse en Lima, donde fallecerá en 1842, cuando estaba embarcándose hacia su Chile natal.
Documento a Analizar
He elegido éste texto, porque aquí se observa un pensamiento político maduro, desde el exilio O"Higgins, donde nos muestra su carácter claramente republicano de un pensamiento liberal que, lo venía acompañando desde su formación en las escuelas inglesas apoyado por el pensamiento de Miranda.
La carta está inmersa en un acontecimiento político muy importante del Perú, ya que fue hecha en setiembre 1820, cuando el Ejército de los Andes, estaba en el territorio peruano y emprendía su marcha victoriosa hacia Lima su capital, el documento fue publicado no solo en español, sino también en quechua, buscando que los indígenas también se sublevaran, y especial si miramos el final de la carta O"Higgins les hace un claro llamado a una rebelión teniendo por amigo a Chile, éste punto es de suma importancia, que es la relación que tenía O"Higgins y los nativos americanos, ya que una parte de la historiografía chilena dice que se madre era araucana (mapuche).
Como dijimos O"Higgins era un republicano, y trato de convencer a San Martín de ello, que pensaban que América no se podía gobernar sola, sino por monarcas elegidos por las familias reinantes en Europa, es en ésta carta donde nos muestra su carácter claramente republicano, manifestando que la decisión debía radicar en la voluntad del pueblo a través de los representantes que ésta elegiría, y que son ellos quienes decidirán pero que no deben dejarse influenciar por ninguna presión extraña a su conciencia, y debe ser mandato respetar su voluntad del gobierno que de ellos saldrá.
Si bien es un liberal que creía en la República con separación de poderes, Diego Barrios, nos hace notar que la verdadera república no podía plantarse de repente, y era menester esperar un tiempo que permitiera sostener un sistema de libertad franca y sólida; por tal motivo era de la idea de una autoridad fuerte para que pudiera tutelar a la nueva nación en sus primeros años.
Para Fernando Arrau, las tres fuentes principales de las cuales se nutrió el pensamiento político O"Higgins fueron: el ejemplo de su padre, el aporte del venezolano Francisco de Miranda durante su estadía en Londres, y el desarrollo de la ideología revolucionaria en el país, proceso en el cual, como se ha visto, él fue protagonista.
Empecemos a analizar cada una de las corrientes que según Arnau, influyeron en el prócer chileno. Aranu coincide con el historiador Guillermo Feliú Cruz, que: "considera el ejemplo de su padre constituyó una de las fuentes en que Bernardo « bebió » las nociones de la ciencia política en lo que corresponde al contenido de la administración, aspirando a «una administración enérgica, que encarara las resoluciones sin titubeos »"[29]. Lo que manifiesta el autor O"Higgins lo remarca en una carta de 1840, mencionando que el legado de su padre fue el trabajo por el bien común de Sudamérica, y faltar e ello sería deshonrar su memoria.
Como podemos observar, de su padre aprendió la administración del bien común, pero enérgica, apoyado muchas veces en decisiones fuertes, que en algunos casos no tenían retorno.
Francisco Mirando influyó en O"Higgins, según la historiografía chilena en el sentimiento antiespañol, en la autonomía de América, el republicanismo que siempre acompaño a O"Higgins, a continuación analizaremos éstos aspectos que influyeron en su pensamiento político.
El anti españolismo, ya que consideraba que España violaba los Derechos naturales alienados; además el pueblo americano gozaba falta de libertad en todas sus formas; con un gobierno peninsular arbitrario, venal y corrupto; además de realizar leyes dañosas y oscuras; con la cual hacía una conquista cruel y sanguinaria; a través de la explotación económica.
La la importancia que tuvo Francisco de Miranda en la opción libertaria de Bernardo O"Higgins. Fue fundamental Éste la hizo presente con insistencia, al contrario, de la doctrina política predominante entre los demás revolucionarios en 1810 no iba más allá de la autonomía administrativa, pues eran escasos los que, en su interior, aspiraban a la independencia total de España.
Algunos historiadores creen importante destacar que O´Higgins, prefería la república no sólo por el rechazo a la monarquía, sino más bien, dice por Arnau, porque es "la aceptación de toda una filosofía secular que enseñaba que el hombre solo puede alcanzar o perseguir la virtud como ciudadano de la república"[30].
La adhesión a esta filosofía secular guió, asimismo, a Francisco de Miranda a redactar de la siguiente manera la "fórmula de fe del dogma republicano", segundo grado de iniciación de los neófi tos de la
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