Junto a su hermano menor, Rodrigo, Cervantes
entró en batalla nuevamente en Corfú,
también al mando de Juan de Austria. En 1573 y 1574 se
encontraba en Sicilia y en Nápoles, donde mantuvo
relaciones amorosas con una joven a quien llamó
«Silena» en sus poemas y de la que tuvo un hijo,
Promontorio. Es posible que pasara por Génova a las
órdenes de Lope de Figueroa, puesto que la ciudad ligur
aparece descrita en El licenciado Vidriera, y finalmente se
dirigiera a Roma, donde frecuentó la casa del cardenal
Aquaviva (a quien dedicaría La Galatea), conocido suyo,
tal vez desde Madrid, y por cuya cuenta habría cumplido
algunas misiones y encargos. Fue la época en que Cervantes
se propuso conseguir una situación social y
económica más elevada dentro de la milicia, con el
cargo de alférez o capitán, para lo cual obtuvo dos
cartas de recomendación ante Felipe II, firmadas por Juan
de Austria y por el virrey de Nápoles, en las que se
certificaba su valiente actuación en la batalla de
Lepanto.
Con esta intención, los Cervantes se embarcaron
en la goleta Sol, que partió de Nápoles el 20 de
septiembre de 1575, y lo que debía ser un expeditivo
regreso a la patria se convirtió en el principio de una
infortunada y larga peripecia. A poco de zarpar, la goleta se
extravió tras una tormenta que la separó del resto
de la flotilla y fue abordada, a la altura de Marsella, por tres
corsarios berberiscos al mando de un albanés renegado de
nombre Arnaute Mamí. Tras encarnizado combate y
consiguiente muerte del capitán cristiano, los hermanos
cayeron prisioneros. Las cartas de recomendación salvaron
la vida a Cervantes pero serían, a la vez, la causa de lo
prolongado de su cautiverio: Mamí, convencido de hallarse
ante una persona principal y de recursos, lo convirtió en
su esclavo y lo mantuvo apartado del habitual canje de
prisioneros y del tráfico de esclavos corriente entre
turcos y cristianos. Esta circunstancia y su mano lisiada lo
eximieron de ir a las galeras.
Argel era en aquel momento uno de los centros de
comercio más ricos del Mediterráneo. En él
muchos cristianos pasaban de la esclavitud a la riqueza
renunciando a su fe. El tráfico de personas era intenso
pero la familia de Cervantes estaba bien lejos de poder reunir la
cantidad necesaria siquiera para el rescate de uno de los
hermanos. Cervantes protagonizó, durante su
prisión, cuatro intentos de fuga. El primero fue una
tentativa frustrada de llegar por tierra a Orán, que era
el punto más cercano de la dominación
española. El segundo, al año de aquél,
coincidió con los preparativos de la liberación de
su hermano. En efecto, Andrea y Magdalena, las dos hermanas de
Cervantes y de quienes se supone que ejercían la
prostitución, mantuvieron un pleito con un
madrileño rico llamado Alonso Pacheco Pastor, durante el
cual demostraron que debido al matrimonio de éste sus
ingresos como barraganas se verían mermados, y,
según costumbre, obtuvieron dotes que fueron destinadas al
rescate de Rodrigo, quien saldría de Argel el 24 de agosto
de 1577, fracasado otro intento de fuga de Miguel, y los hermanos
se despidieron, salvando este último la vida de la
ejecución debido a que su dueño lo consideraba un
«hombre principal».
El tercer intento fue mucho más dramático
en sus consecuencias: Cervantes contrató un mensajero que
debía llevar una carta al gobernador español de
Orán. Interceptado, el mensajero fue condenado a muerte y
empalado, mientras que al escritor se le suspendieron los dos mil
azotes a los que se le había condenado y que
equivalían a la muerte. Una vez más, la
presunción de riqueza le permitió conservar la vida
y alargó su cautiverio. Esto sucedía a principios
de 1578. Finalmente, un año y medio más tarde,
Cervantes planeó una fuga en compañía de un
renegado de Granada, el licenciado Girón. Delatados por un
tal Blanco de Paz, Cervantes fue encadenado y encerrado durante
cinco meses en la prisión de moros convictos de Argel.
Tuvo un nuevo dueño, el rey Hassán, que
pidió seiscientos ducados por su rescate. Estaba aterrado:
temía un traslado a Constantinopla. Mientras, su madre,
doña Leonor, había iniciado trámites para su
rescate. Fingiéndose viuda, reunió dinero, obtuvo
préstamos y garantías, se puso bajo la
advocación de dos frailes y, en septiembre de 1579,
entregó al Consejo de las Cruzadas 475 ducados. Hasta el
último momento, Hassán retuvo a Cervantes, mientras
los frailes negociaban, pedían limosna para completar la
cantidad y por último, el 19 de septiembre de 1580, fue
liberado y, tras un mes en que para limpiar su nombre
pleiteó contra Blanco de Paz, se embarcó para
España el 24 de octubre.
Cinco días más tarde, después de un
lustro de cautiverio, Cervantes llegó a Denia y
volvió a Madrid. Tenía treinta y tres años y
había pasado los últimos diez entre la guerra y la
prisión; su familia, empobrecida y endeudada con el
Consejo de las Cruzadas, reflejaba, en parte, la profunda crisis
general del imperio, que se agravaría luego de la derrota
de la Armada Invencible en 1587. Al retornar, Cervantes
renunció a la carrera militar, se entusiasmó con
las perspectivas de prosperidad de los funcionarios de Indias,
trató de obtener un puesto en América y
fracasó. Mientras, fruto de sus relaciones clandestinas
con una joven casada, Ana de Villafranca (o Ana de Rojas),
nació una hija, Isabel, criada por su madre y por el que
aparecía como su padre putativo, Alonso
Rodríguez.
A los treinta y siete años Cervantes se
casó. Su novia, Catalina de Salazar y Palacios, era de una
familia de Esquivías, pueblo campesino de La Mancha.
Tenía sólo dieciocho años, no obstante, no
parece haber sido una unión signada por el amor. Meses
antes, el escritor había acabado su primera obra
importante, La Galatea, una novela pastoril al estilo puesto en
boga por la Arcadia de Sannazaro cincuenta años
atrás. El editor Blas de Robles le pagó 1.336
reales por el manuscrito. Esta cifra nada despreciable y la buena
acogida y el relativo éxito del libro animaron a Cervantes
a dedicarse a escribir comedias; aunque sabía que mal
podía competir él, todavía respetuoso de las
normas clásicas, con el nuevo modo de Lope de Vega,
dueño absoluto de la escena española. Las dos
primeras (La comedia de la confusión y Tratado de
Constantinopla y muerte de Selim, escritas hacia 1585 y
desaparecidas ambas) obtuvieron relativo éxito en sus
representaciones, pero Cervantes fue vencido por el vendaval
lopesco y, a pesar de las veinte o treinta obras (de las que
sólo conocemos nueve títulos y dos textos, Los
tratos de Argel y Numancia), alrededor de 1600 había
dejado de escribir comedias, actividad que retomaría al
fin de sus días.
Entre 1585 y 1600 Cervantes fijó su residencia en
Esquivías, pero solía visitar Madrid solo y,
allí, alternaba con los escritores de su tiempo,
leía sus obras y mantenía una permanente querella
con Lope de Vega. En 1587 ingresó en la Academia
Imitatoria, primer círculo li ó con la Iglesia por
su excesivo celo recaudatorio y fue excomulgado; en Castro del
Río fue encarcelado, en 1592, acusado de vender parte del
trigo requisado, hasta que, al morir su madre en 1594,
abandonó Andalucía y volvió a Madrid. Pero
sus penurias económicas siguieron
acompañándole. Nombrado recaudador de impuestos,
quebró el banquero a quien había entregado
importantes sumas y Cervantes dio con sus huesos en la
prisión, esta vez en la de Sevilla, donde
permaneció cinco meses. En esta época de extrema
carencia comenzó probablemente la redacción del
Quijote. Entre 1604 y 1606, la familia de Cervantes, su esposa,
sus hermanas de tan dudosa reputación y su aguerrida hija
natural, así como sus sobrinas, siguieron a la corte a
Valladolid, hasta que el rey Felipe III ordenó el retorno
a Madrid.
Pero en 1605, a principios de año,
apareció en Madrid El ingenioso hidalgo don Quijote de La
Mancha. Su autor era por entonces hombre enjuto, delgado, de
cincuenta y ocho años, tolerante con su turbulenta
familia, poco hábil para ganar dinero, pusilánime
en tiempos de paz y decidido en los de guerra. La fama fue
inmediata, pero los efectos económicos apenas se hicieron
notar. Cuando, en junio de 1605, toda la familia Cervantes, con
el escritor a la cabeza, fue a la cárcel por unas horas a
causa de un turbio asunto que sólo tangencialmente les
tocaba (la muerte de un caballero asistido por las mujeres de la
familia, ocurrida tras ser herido aquél a las puertas de
la casa), don Quijote y Sancho ya pertenecían al acervo
popular. Su autor, mientras tanto, seguía pasando
estrecheces. No le ofreció respiro ni siquiera la vida
literaria: animado por el éxito del Quijote,
ingresó en 1609 en la Cofradía de Esclavos del
Santísimo Sacramento, a la que también
pertenecían Lope de Vega y Quevedo. Era ésta
costumbre de la época, que ofrecía a Cervantes la
oportunidad de obtener algún protectorado. En aquel mismo
año se firmó el decreto de expulsión de los
moriscos y se acentuó el endurecimiento de la vida social
española sometida al rigor inquisitorial. Cervantes
saludó la expulsión con alegría, mientras su
hermana Magdalena ingresaba en una orden religiosa. Fueron
años de redacción de testamentos y contiendas
sórdidas: Magdalena había excluido del suyo a
Isabel en favor de otra sobrina, Constanza, y Cervantes
renunció a su parte de la finca de su hermano
también en favor de aquélla, dejando fuera a su
propia hija, enzarzada en un pleito interminable con el
propietario de la casa en la que vivía y en el que
Cervantes se había visto obligado a declarar a favor de su
hija.
terario madrileño, y ese mismo año fue
designado comisario real de abastos (recaudador de especies) para
la Armada Invencible. También este destino le fue adverso:
en Écija se enfrent
A pesar de no conseguir siquiera (como tampoco lo
logró Góngora) ser incluido en el séquito de
su mecenas el nuevo virrey de Nápoles, el conde de Lemos,
quien, sin embargo, le daba muestras concretas de su favor,
Cervantes escribió a un ritmo imparable: las Novelas
ejemplares, que aparecieron en 1613; el Viaje al Parnaso, en
verso, 1614. Ese mismo año lo sorprendió la
aparición, en Tarragona, de una segunda parte del Quijote,
por un tal Avellaneda, que se proclamó auténtica
continuación de las aventuras del hidalgo. Así,
enfermo y urgido, mientras impulsaba la aparición de las
Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados
(1615), acabó la segunda parte del Quijote, que
aparecería en el curso del mismo año.
A principios de 1616 estaba terminando su novela de
aventuras en estilo bizantino, Los trabajos de Persiles y
Segismunda; el 19 de abril recibió la extremaunción
y al día siguiente redactó la dedicatoria al conde
de Lemos, ofrenda que ha sido considerada como exquisita muestra
de su genio y conmovedora expresión autobiográfica:
«Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo
ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las
esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo
que tengo de vivir…».
Unos meses antes de su muerte, Cervantes tuvo una
recompensa moral por sus penurias e infortunios
económicos: uno de los censores, el licenciado Marques
Torres, le envió una recomendación en la que
relataba una conversación mantenida en febrero de 1615 con
notables caballeros del séquito del embajador
francés ante la corte Mariela: «Preguntáronme
muy por menor su edad, su profesión, calidad y cantidad.
Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y
pobre, a que uno respondió estas formales palabras: "Pues
¿a tal hombre no le tiene España muy rico y
sustentado del erario público?". Acudió otro de
aquellos caballeros con este pensamiento y con mucha agudeza: "Si
necesidad le ha de obligar a escribir, plaga a Dios que nunca
tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre,
haga rico a todo el mundo"».
En efecto, ya circulaban traducciones al inglés y
al francés desde 1612, y puede decirse que Cervantes supo
que con el Quijote creaba una forma literaria nueva. Supo
también que introducía el género de la
novela corta en castellano con sus Novelas ejemplares y sin duda
adivinaba los ilimitados alcances de la pareja de personajes que
había concebido. Sus contemporáneos, si bien
reconocieron la viveza de su ingenio, no vislumbraron la
profundidad del descubrimiento del Quijote, fundación
misma de la novela moderna.
Así, entre el 22 y el 23 de abril de 1616
murió en su casa de Madrid, asistido por su esposa y una
de sus sobrinas; envuelto en su hábito franciscano y con
el rostro sin cubrir, fue enterrado en el convento de las
trinitarias descalzas, en la entonces llamada calle de
Cantarranas. Hoy se desconoce la localización exacta de su
tumba.
Alcances
artísticos
Cervantes es sumamente original. Parodiando un
género que empezaba a periclitar, como el de los libros de
caballerías, creó otro género sumamente
vivaz, la novela polifónica, donde se superponen las
cosmovisiones y los puntos de vista hasta confundirse en
complejidad con la misma realidad, recurriendo incluso a juegos
metaficcionales. En la época la épica podía
escribirse también en prosa, y con el precedente en el
teatro del poco respeto a los modelos clásicos de Lope de
Vega, le cupo a él en suma fraguar la fórmula del
realismo en la narrativa tal y como había sido
preanunciada en España por toda una tradición
literaria desde el Cantar del Mío Cid,
ofreciéndosela a Europa, donde Cervantes tuvo más
discípulos que en España. La novela realista entera
del siglo XIX está marcada por este magisterio. Por otra
parte, otra gran obra maestra de Cervantes, las Novelas
ejemplares, demuestra la amplitud de miras de su espíritu
y su deseo de experimentar con las estructuras narrativas. En
esta colección de novelas el autor experimenta con la
novela bizantina (La española inglesa), la novela
policíaca o criminal (La fuerza de la sangre, El celoso
extremeño), el diálogo lucianesco (El coloquio de
los perros), la miscelánea de sentencias y donaires (El
licenciado Vidriera), la novela picaresca (Rinconete y
Cortadillo), la narración constituida sobre una
anagnórisis (La gitanilla), etc.
Obra de
Cervantes
Novelas
Miguel de Cervantes cultivó, pero a su original
modo, los géneros narrativos habituales en la segunda
mitad del siglo XVI: la novela bizantina, la novela pastoril, la
novela picaresca, la novela morisca, la sátira lucianesca,
la miscelánea. Renovó un género, la novella,
que se entendía entonces a la italiana como relato breve,
exento de retórica y de mayor trascendencia.
Orden cronológico:
La Galatea (1585)
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
(1605)Novelas ejemplares (1613)
El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha
(1615)Los trabajos de Persiles y Sigismunda
(1617)
La Galatea
Artículo principal: La Galatea
La Galatea fue la primera novela de Cervantes, en 1585.
Forma parte del subgénero pastoril (una
«égloga en prosa» como define el autor),
triunfante en el Renacimiento. Su primera publicación
apareció cuando tenía 38 años con el
título de Primera parte de La Galatea. Como en otras
novelas del género (similar al de La Diana de Jorge de
Montemayor), los personajes son pastores idealizados que relatan
sus cuitas y expresan sus sentimientos en una naturaleza
idílica (locus amoenus).
La Galatea se divide en seis libros en los cuales se
desarrollan una historia principal y cuatro secundarias que
comienzan en el amanecer y finalizan al anochecer, como en las
églogas tradicionales, pero de la misma manera que en los
poemas bucólicos de Virgilio cada pastor es en realidad
una máscara que representa a un personaje
verdadero.
Don Quijote de la Mancha
Ilustración de Gustave Doré.
Artículo principal: Don Quijote de la
Mancha
Es la novela cumbre de la literatura en lengua
española. Su primera parte apareció en 1605 y
obtuvo una gran acogida pública. Pronto se tradujo a las
principales lenguas europeas y es una de las obras con más
traducciones del mundo.
En un principio, la pretensión de Cervantes fue
combatir el auge que habían alcanzado los libros de
caballerías, satirizándolos con la historia de un
hidalgo manchego que perdió la cordura por leerlos,
creyéndose caballero andante. Para Cervantes, el estilo de
las novelas de caballerías era pésimo, y las
historias que contaba eran disparatadas. A pesar de ello, a
medida que iba avanzando el propósito inicial fue
superado, y llegó a construir una obra que reflejaba la
sociedad de su tiempo y el comportamiento humano.
en el que un labrador pierde el juicio por su
afición a los héroes del Romancero
viejo.
Novelas ejemplares
Artículo principal: Novelas ejemplares
Es probable que Cervantes se inspirara en el
Entremés de los romances,
Entre 1590 y 1612 Cervantes escribió una serie de
novelas cortas (pues el término novela se usaba en la
época en el mismo sentido que su étimo, el italiano
novella, esto es, lo que hoy llamamos novela corta o relato
largo) que después acabaría reuniendo en 1613 en la
colección de las Novelas ejemplares, dada la gran acogida
que obtuvo con la primera parte del Don Quijote. En un principio
recibieron el nombre de Novelas ejemplares de honestísimo
entretenimiento.
Dado que existen dos versiones de Rinconete y Cortadillo
y de El celoso extremeño, se piensa que Cervantes
introdujo en estas novelas algunas variaciones con
propósitos morales, sociales y estéticos (de
ahí el nombre de «ejemplares»). La
versión más primitiva se encuentra en el llamado
manuscrito de Porras de la Cámara, una colección
miscelánea de diversas obras literarias entre las cuales
se encuentra una novela habitualmente atribuida también a
Cervantes, La tía fingida. Por otra parte, algunas novelas
cortas se hallan también insertas en el Don Quijote, como
El curioso impertinente o una Historia del cautivo que cuenta con
elementos autobiográficos. Además, se alude a otra
novela ya compuesta, Rinconete y Cortadillo.
La gitanilla
El amante liberal
Rinconete y Cortadillo
La española inglesa
El licenciado Vidriera
La fuerza de la sangre
El celoso extremeño
La ilustre fregona
Las dos doncellas
La señora Cornelia
El casamiento engañoso
El coloquio de los perros
La gitanilla es la más larga de las novelas
ejemplares, y puede tener elementos autobiográficos en una
historia amorosa que tuvo un pariente lejano de Cervantes. Como
muchas otras de estas tramas, se centra en el artificio de la
agnición o reconocimiento de una persona al final de la
obra. Se trata de una muchacha de origen noble raptada por unos
gitanos y educada por ellos, y un noble que se enamora y decide
llevar vida gitanil tras ella, hasta que al fin se descubre todo
y la historia termina felizmente, posibilitándose el
matrimonio de la pareja.
El amante liberal es una novela morisca donde
también aparece el tema del rapto, con la historia de un
joven siciliano llamado Ricardo que es raptado al igual que a la
bellísima Leonisa que es vendida a dos moros por un
judío para regalársela al gran turco, entramada con
líos amorosos, y aventuras.
En Rinconete y Cortadillo dos muchachos «se
desgarran» (se fugan de la casa familiar) y emprenden una
vida picaresca con ayuda de la baraja y del hurto, hasta que van
a parar a Sevilla, donde mientras trabajan de esportilleros son
captados por una asociación mafiosa de malhechores, una
especie de sindicato del crimen sevillano gobernado como una
cofradía por el hermano mayor, Monipodio. Se suceden
diversas escenas de género propias de un entremés o
una jácara donde se presentan alguaciles corruptos,
ladrones, matones, chulos y prostitutas; acabado este desfile de
tipos, los pillos muchachos deciden regenerarse.
En La española inglesa el rapto vuelve a aparecer
en la persona de una muchacha arrebatada en la invasión
inglesa de Cádiz y que se educa en Londres como dama de
compañía de la reina Isabel I de Inglaterra, que
aparece descrita sin animadversión. Pierde el cabello por
un bebedizo pero todo se arregla al final.
En El licenciado Vidriera el estudiante pobre
Tomás Rodaja marcha a Salamanca a estudiar
acompañando a un noble y allí se licencia con
honores; viaja por diversas ciudades de Italia, pero pierde la
razón a causa de un filtro de amor que le han suministrado
en secreto y cree tener el cuerpo de vidrio y ser sumamente
frágil. Sin embargo, su agudeza es sorprendente y todos le
consultan. La novela es en realidad una colección de las
agudezas en prosa del protagonista, al estilo de una de las
misceláneas tan frecuentes en el Siglo de Oro. Finalmente
recobra el juicio, pero ya nadie le contrata ni va a
verle.
En La fuerza de la sangre se construye un relato casi
policíaco, en el que una doncella violada con los ojos
tapados logra reconstruir intelectualmente el crimen hasta dar
con el culpable y forzar de él que se case con ella
restituyendo su honor.
El celoso extremeño narra los celos
patológicos de un viejo indiano que vuelve a España
enriquecido y encierra a su jovencísima esposa en una casa
herméticamente, sin permitirle que salga ni que nada
masculino pase la puerta, en la cual ha instalado como vigilante
a un esclavo negro con orden de no dejar pasar a nadie. El
seductor Loaysa lo logra engatusando al negro, al que le encanta
la música, con una vihuela, y se acuesta con la moza. Sin
embargo, no hacen nada, aunque en el manuscrito de Porras de la
Cámara sí se consuman los cuernos. El viejo,
humillado, se muere de pena.
En La ilustre fregona dos jóvenes de buena
familia, Carriazo y Avendaño, deciden lanzarse a la vida
picaresca. En un mesón de Toledo Avendaño se
enamora de Constanza, una fregona o sirvienta, lo que hará
que los dos jóvenes decidan detener allí su viaje.
Finalmente se descubrirá que Constanza es de noble
nacimiento, hija natural del padre de Carriazo, por lo que nada
impedirá su boda con Avendaño.
El casamiento engañoso narra el timo que hace una
señorita aparentemente honesta a un militar
casándose con él; éste ignora que ha sido
una meretriz y esta lo abandona dejándole una enfermedad
venérea que debe purgar con sudores en el hospital de
Atocha, donde transcurre la próxima novela.
En El coloquio de los perros el militar, que está
purgando su enfermedad en medio de fuertes fiebres, asiste de
noche a la conversación entre dos perros, Cipión y
Berganza; uno cuenta al otro la historia de su vida y sus muchos
(y muy sinvergüenzas) amos y dejan para el día
siguiente la relación del otro. Se trata de una
fantasía al estilo de las de Luciano de Samosata y el
desfile entremesil de tipos, entre ellos unos pastores y una
bruja, recuerda al de una novela picaresca o un
entremés.
Los trabajos de Persiles y Sigismunda
Es la última obra de Cervantes. Pertenece al
subgénero de la novela bizantina. En ella escribió
la dedicatoria a Pedro Fernández de Castro y Andrade, VII
Conde de Lemos, el 19 de abril de 1616, cuatro días antes
de fallecer, donde se despide de la vida citando estos
versos:
Puesto ya el pie en el estribo,
con ansias de la muerte,
gran señor, esta te escribo.
El autor ve claramente que le queda poca vida y se
despide de sus amigos; no se hace ilusiones, pero sin embargo
desea vivir y terminar obras que tiene en el magín, cuyo
título escribe: Las semanas del jardín, El famoso
Bernardo y una segunda parte de La Galatea. En el género
de la novela bizantina, cuenta Cervantes, se atreve a competir
con el modelo del género, Heliodoro.
Miguel de
Cervantes. Poesía y teatro
-Cervantes escribió poesía e
intentó triunfar en el teatro sin conseguirlo. Entre su
producción dramática destacan los entremeses, obras
cortas que se representaban entre un acto y otro de una
comedia.
Teatro
Dadas sus penurias económicas, el teatro fue la
gran vocación de Cervantes. Escribe que cuando era mozo
«se le iban los ojos» tras el carro de los
comediantes y que asistió a las austeras representaciones
de Lope de Rueda. Sin embargo, su éxito, que lo tuvo, pues
sus obras se representaron «sin ofrenda de pepinos»,
como dice en el prólogo a sus Ocho comedias y ocho
entremeses nunca representados, fue efímero ante el
exitazo de la nueva fórmula dramática de Lope de
Vega, más audaz y moderna que la suya, que hizo a los
empresarios desestimar las comedias cervantinas y preferir las de
su rival. El teatro de Cervantes poseía un fin moral,
incluía personajes alegóricos y procuraba someterse
a las tres unidades aristotélicas de acción, tiempo
y lugar, mientras que el de Lope rompía con esas unidades
y era moralmente más desvergonzado y desenvuelto,
así como mejor y más variadamente versificado.
Cervantes nunca pudo sobrellevar este fracaso y se mostró
disgustado con el nuevo teatro lopesco en la primera parte del
Don Quijote, cuyo carácter teatral aparece bien asentado a
causa de la abundancia de diálogos y de situaciones de
tipo entremesil que entreverán la trama. Y es, en efecto,
el entremés el género dramático donde luce
en todo su esplendor el genio dramático de Cervantes, de
forma que puede decirse que junto a Luis Quiñones de
Benavente y Francisco de Quevedo es Cervantes uno de los mejores
autores del género, al que aportó una mayor
profundidad en los personajes, un humor inimitable y un mayor
calado y trascendencia en la temática. Que existía
interconexión entre el mundo teatral y el narrativo de
Cervantes lo demuestra que, por ejemplo, el tema del
entremés de El viejo celoso aparezca en la novela ejemplar
de El celoso extremeño. Otras veces aparecen personajes
sanchopancescos, como en el entremés de la Elección
de los alcaldes de Daganzo, donde el protagonista es tan buen
catador o «mojón» de vinos como Sancho. El
barroco tema de la apariencia y la realidad se muestra en El
retablo de las maravillas, donde se adapta el cuento medieval de
Don Juan Manuel (que Cervantes conocía y había
leído en una edición contemporánea) del rey
desnudo y se le da un contenido social. El juez de los divorcios
tocaba también biográficamente a Cervantes, y en
él se llega a la conclusión de que
«más vale el peor concierto / que no el divorcio
mejor». También poseen interés los entremeses
de El rufián viudo, La cueva de Salamanca, El
vizcaíno fingido y La guarda cuidadosa. Para sus
entremeses adopta Cervantes tanto la prosa como el verso y se le
atribuyen algunos otros, como el de Los habladores.
En sus piezas mayores el teatro de Cervantes ha sido
injustamente poco apreciado y representado, a excepción de
la que representa el ejemplo más acabado de
imitación de las tragedias clásicas: El cerco de
Numancia, también titulada La destrucción de
Numancia, donde se escenifica el tema patriótico del
sacrificio colectivo ante el asedio del general Escipión y
donde el hambre toma la forma de sufrimiento existencial,
añadiéndose figuras alegóricas que
profetizan un futuro glorioso para España. Se trata de una
obra donde la Providencia parece tener el mismo cometido que
tenía para el Eneas escapado de la Troya incendiada en
Virgilio. Parecida inspiración patriótica poseen
otras comedias, como La conquista de Jerusalén,
descubierta recientemente. Otras comedias suyas tratan el tema,
que tan directamente padeció el autor y al que incluso se
hace alusión en un pasaje de su última obra, el
Persiles, del cautiverio en Argel, como Los baños de
Argel, Los tratos de Argel, La gran sultana y El gallardo
español, donde se ha querido también encontrar la
denuncia de la situación de los antiguos soldados como el
propio Cervantes. De tema más novelesco son La casa de los
celos y selvas de Ardenia, El laberinto de amor, La entretenida.
Carácter picaresco tienen Pedro de Urdemalas y El
rufián dichoso.
Cervantes reunió sus obras no representadas en
Ocho comedias y ocho entremeses nunca representados;
además, se conservan otras obras en manuscrito: Los tratos
de Argel, El gallardo español, La gran sultana y Los
baños de Argel.
Autor:
Laura Duarte
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