traslado, hecho las maletas, cambiado de
ciudad y encontrado una fantástica guardería para
los niños. Su casa entró en el mercado inmobiliario
de Los Angeles en el momento adecuado y se vendió de
inmediato. Tal y como esperaba, Mary Jane encontró
rápidamente un puesto de supervisora en el área de
servicios internos de First Guarantee Financial, una de las
instituciones financieras más importantes de Seattle. A
Dan le encantaba su trabajo en Microrule. Por la noche, llegaba a
casa pletórico de energía y con un montón de
historias de la gran empresa para la que trabajaba y el trabajo
avanzado que hacían. A menudo, Dan y Mary Jane acostaban a
los niños y luego se quedaban charlando hasta bien entrada
la noche. Aunque Dan estaba entusiasmado con su nueva empresa, se
interesaba igualmente por el día que había tenido
ella y quería saber cosas acerca de los compañeros
de trabajo y los retos que surgían en la vida
laboral de su esposa. Era obvio, a primera
vista, que eran grandes amigos. El espíritu de cada uno
brillaba en presencia del otro. La cuidadosa planificación
de su futuro había anticipado todos los problemas menos
uno. Doce meses después de haberse instalado en Seattle,
Dan fue ingresado urgentemente aquejado de la rotura de un
aneurisma, una rareza genética, según dijeron, y
falleció de un derrame interno sin haber recuperado la
conciencia. No hubo ni avisos ni tiempo para despedidas. Este mes
ha hecho dos años.
Ni siquiera llevábamos un año
entero en Seattle. Frenando estos pensamientos, mientras
empezaban a aflorar los recuerdos, sintió cómo la
invadía una ola de emoción. No continuó.
Este no es el momento de pensar en mi vida privada;
todavía no he llegado a la mitad de la jornada, y estoy
hasta arriba de trabajo.
First Guarantee
Financial
En los tres años que llevaba en
First Guarantee Financial, Mary Jane se había ganado una
gran fama de supervisora competente. No era la primera en llegar
ni la última en marcharse, pero seguía una
ética laboral gracias a la cual su bandeja de entrada casi
siempre estaba vacía. De hecho, su manera seria de
trabajar le acarreó algún problemilla en la
empresa, ya que mucha gente intentaba asegurarse de que fuera
ella quien lo resolviera todo personalmente. Sabían que el
trabajo quedaría terminado a tiempo y sería de
Óptima calidad.
También era una buena jefa.
Escuchaba con atención las preocupaciones y las ideas de
sus empleados y, a cambio, era apreciada y respetada. No era raro
encontrarla haciendo el trabajo de alguien con un hijo enfermo o
con una cita importante. Y, como jefa en funciones, hizo que su
departamento fuera uno de los que más rendían.
Actuaba siempre de una manera relajada, que rara vez generaba
tensiones, salvo las que implica hacer bien el trabajo. Los
colaboradores y los empleados disfrutaban trabajando con ella. El
pequeño grupo de Mary Jane se ganó la fama de ser
un equipo con el que se podía contar. En agudo contraste,
había otro departamento más grande en la tercera
planta que era a menudo motivo de conversación por la
razón opuesta. Expresiones como «no
responden», «son insoportables»,
«están en el limbo», «qué
desagradables», «qué lentos»,
«qué pérdida de tiempo»,
«aquí todo es negativo» se utilizaban con
frecuencia para describirlos. Eran el blanco de todos los odios.
Por desgracia para la empresa, casi todos los departamentos
tenían que tener contacto con la tercera planta porque
allí se
procesaba la mayoría de las
transacciones del First Guarantee, y todo el mundo temía
cualquier contacto con este departamento. Entre los jefes
corrían las historias sobre el último fiasco con la
tercera planta. Y los que la visitaban, la describían como
un lugar tan muerto, que te chupaba la vida. Mary Jane aún
recordaba la carcajada general que estalló cuando uno de
los jefes dijo que se merecía el Premio Nobel. Al
preguntarle qué quería decir con eso,
contestó: «Porque creo que he descubierto vida en la
tercera planta». La gente se desternilló de la risa.
Algunas semanas después, Mary Jane aceptó, no sin
cierta reticencia, un ascenso a jefa del departamento de
procesamiento de datos de la tercera planta del First Guarantee.
Aunque la empresa había puesto grandes esperanzas en ella,
Mary Jane tenía grandes dudas sobre la conveniencia de
aceptar o no el puesto. Se sentía muy a gusto en su
trabajo actual, y sus ganas de correr riesgos
habían disminuido después de
la muerte de Dan. El departamento que había liderado
había estado con ella durante los años duros que
siguieron a la muerte de su marido y sentía que
tenía un fuerte vínculo con ellos. Era duro
abandonar a una gente con la que había compartido tantas
cosas y en una época tan mala. Mary Jane era muy
consciente de la terrible reputación de la tercera planta.
De hecho, si no hubiera sido por todos los gastos imprevistos de
la hospitalización de Dan, seguramente habría
rechazado el ascenso y el aumento de sueldo. Pero allí
estaba ahora, en la Infame tercera planta. Era la tercera persona
que ocupaba el puesto en los últimos dos años. La
tercera planta En las primeras cinco semanas en el nuevo puesto,
Mary Jane se esforzó en entender el trabajo y a la gente.
Mientras se sorprendía de que le cayera bien la
mayoría de las personas que trabajaban allí,
rápidamente se dio cuenta de que la reputación de
la tercera planta no era en vano. Había observado que Bob,
un veterano que llevaba cinco años trabajando en ese
departamento, dejaba que el teléfono sonara siete veces
antes de cortar deliberadamente la comunicación,
desconectando el cable. Había escuchado por casualidad a
Martha contar lo que hacía cuando alguien de la empresa la
atosigaba para que terminara un trabajo antes: poner el
expediente debajo del resto «por error». Y siempre
que iba a la sala de descanso, encontraba a alguien durmiendo.
Casi todas las mañanas los teléfonos sonaban
insistentemente, sin que nadie los descolgara, durante diez o
quince minutos después del inicio oficial de la jornada,
porque los empleados llegaban tarde. Cuando les preguntaba los
motivos, las excusas eran tan numerosas como zafias. Allí
todo discurría a cámara lenta. El nombre de
«zombies» con el que los habían bautizado, se
lo merecían de sobras. Mary Jane no tenía la menor
idea de lo que debía hacer, sólo sabía con
absoluta certeza que debía hacer algo, y hacerlo pronto.
La noche anterior, después de acostar a los niños,
había intentado analizar la situación
describiéndola en su diario, así que se puso a
repasar lo que había escrito:
Aunque el viernes hizo un día
frío y espantoso fuera, comparado con la vista que
tenía dentro, en mi despacho, lo de la calle era jaula. La
ausencia de energía era total. A veces me cuesta creer que
hay seres humanos en la tercera planta. Sólo cuando
alguien explica lo que le ha regalado a un bebé o saca las
fotos de una boda cobran vida. No les interesa absolutamente nada
que esté relacionado con el trabajo.
Tengo bajo mi responsabilidad treinta
empleados que, por lo general, hacen una jornada corta y a ritmo
lento por un sueldo diario bajo. La mayoría llevan tantos
años trabajando cada día a este ritmo tan lento que
están completamente aburridos. Parecen buena gente, pero
si alguna vez han estado motivados, ahora la chispa se ha
consumido. En el departamento se respira una atmósfera tan
rotundamente depresiva que los nuevos no tardan en perder la
chispa rápidamente. Cuando me paseo entre las mesas, tengo
la impresión de que me falta oxígeno y me cuesta
respirar. La semana pasada descubrí que cuatro empleados
todavía no utilizan el programa de ordenador que se
instaló hace dos años. Dicen que prefieren el
antiguo. No sé qué más sorpresas me esperan.
Supongo que muchos departamentos de procesamiento de datos
funcionan igual. Aquí no hay mucho con lo que
entusiasmarse, sólo un montón de operaciones que
deben procesarse. Pero no tiene por qué ser así.
Debe haber una manera de que entiendan que nuestro trabajo es
crucial para la empresa. Gracias a nosotros, otros departamentos
pueden atender a nuestros clientes. Aunque nuestro trabajo sea
vital dentro del funcionamiento global, ocurre entre bastidores
y, básicamente, nadie le da importancia. Es un aparte
invisible de la organización, y ni aparecería en la
pantalla de radar de la empresa si no fuera por lo malo que es. Y
la verdad es que es malo. No es el amor al trabajo lo que nos
motiva a ninguno de los que formamos el departamento. No soy la
única persona que tiene problemas económicos en la
planta.
Muchas mujeres y algunos hombres viven
solos con sus hijos. Jack acaba de llevarse a su padre enfermo a
vivir con él. Bonnie y su marido tienen ahora dos nietos
que viven con ellos. Todos estamos aquí por tres cosas: el
sueldo, la seguridad y las ventajas.
Mary Jane sopesó la última
frase que había escrito en su diario. Desde siempre, los
puestos del departamento de procesamiento de datos eran para toda
la vida. El sueldo no estaba mal y el trabajo era seguro. Mirando
las mesas separadas por mamparas que se alineaban fuera de su
despacho, se hizo varias preguntas: «¿Saben que esa
seguridad con la que sueñan podría ser un
espejismo? ¿Se dan cuenta de hasta qué punto las
fuerzas del mercado están cambiando esta industria?
¿Comprenden que todos tendremos que cambiar para competir
en un mercado de servicios financieros que se consolida a gran
velocidad? ¿Son conscientes de que, si no cambian,
algún día tendrán que buscarse otro empleo?
». Conocía las respuestas. No, no, no, no. Los
miembros de su departamento seguían actuando como siempre.
Los habían dejado solos y aparta- dos demasiado tiempo.
Cumplían con su trabajo y confiaban en que llegara la
jubilación antes que los cambios. ¿Y ella?
¿Tenía una visión diferente? El
teléfono sonó
devolviéndola al presente. A la
llamada le siguió un cañoneo de sorpresas que
duró sesenta minutos. Primero se enteró de que
había desaparecido el expediente de un cliente importante
y que se rumoreaba que había sido visto por última
vez en la tercera planta. A continuación, un empleado de
otro departamento, harto de que lo tuvieran horas esperando al
teléfono, había acudido personalmente a la tercera
planta y montado una escena desagradable. Al menos, había
algo de energía con la que enfrentarse.
Luego, alguien del departamento
jurídico se quejó de que le habían colgado
el teléfono tres veces. Y uno de los muchos empleados del
departamento que estaba de baja, no había entregado un
proyecto importante que tenía que estar listo hoy. Una vez
que Mary Jane logró sortear la última andanada,
cogió su almuerzo y se encaminó a la
puerta.
El vertedero de
energía tóxica
Mary Jane había empezado a salir a
comer fuera de la empresa desde hacía cinco semanas.
Sabía que los que comían en la cafetería
harían lo que hacían siempre, airear los pecados de
la empresa y quejarse de la tercera planta, algo que era para
ella demasiado personal. La deprimía escuchar sus quejas,
y necesitaba un poco de aire fresco. Por lo general bajaba la
colina y comía en el muelle. Allí, mientras
saboreaba un
panecillo, contemplaba el agua o
veía entrar y salir de las tiendas a los turistas. Era una
zona tranquila, y en Puget Sound podía mantener algo de
contacto con la naturaleza.
Acababa de regresar a su planta cuando
escuchó el inconfundible sonido de su teléfono
sonando. «A lo mejor es la guardería. Stacey
moqueaba esta mañana»
-Mary Jane Ramirez -dijo
jadeando.
-Mary Jane, soy Bill.
«¡Vaya! ¿Qué
querrá?», se preguntó mientras escuchaba la
voz de su jefe. Bill era otra de las razones por las que se lo
pensó dos veces antes de aceptar el trabajo en la tercera
planta. Tenía fama de ser un auténtico bastardo. Y,
de momento, la fama era justa. Era de los que daban
órdenes, interrumpían a mitad de la frase, y
tenía la enojosa costumbre de preguntar sobre el estado de
los proyectos con paternalismo. «Mary Jane, ¿tienes
bajo control el proyecto Stanton? », como si ella no
tuviera ni idea. Mary Jane era la
tercera persona que ocupaba el puesto de
jefe del departamento en dos años y por lo que empezaba a
ver, los problemas no eran solamente del personal, sino
también de Bill.
-Acabo de salir de una reunión, que
ha durado toda la mañana, con los jefes, y quiero que nos
reunamos esta tarde.
-Claro, Bill. ¿Hay algún
problema?
-La dirección está convencida
de que se acercan tiempos duros y que, para sobrevivir, todos
tendremos que esforzarnos. O hay una mayor productividad de los
empleados o tendremos que empezar a hacer cambios. Hemos hablado
del efecto corrosivo de algunos departamentos donde la
energía y la moral son tan bajas que acaban con cualquier
trabajo. Una sensación de terror se apoderó de Mary
Jane.
-El gran jefe ha ido a una de esas
conferencias que tratan de cómo influyen las actitudes en
el entorno laboral y ha vuelto entusiasmado. A mí no me
parece justo echar todas las culpas a la tercera planta, pero
él parece estar convencido de que la tercera planta es el
gran problema.
-¿Ha singularizado la tercera
planta?
-No sólo ha singularizado la tercera
planta sino que le ha dado un nombre. La ha llamado un
«vertedero de energía tóxica». No
quiero que uno de mis departamentos se llame «vertedero de
energía tóxica». ¡Es inaceptable!
¡Enojoso!
-¿Un vertedero de energía
tóxica?
-Sí. Y me ha interrogado sobre lo
que voy a hacer al respecto. Le he dicho que compartía su
preocupación y que te había traído a ti para
resolver el problema. Me ha dicho que quiere estar informado de
los progresos. ¿Qué? ¿Ya está
resuelto?
¿Qué si ya está
resuelto? ¡Sólo llevo cinco semanas en el
puesto!
-Todavía no
-contestó.
-Bueno, tendrás que darte prisa,
Mary Jane. Y si no puedes, necesito saberlo para hacer los
cambios oportunos. El jefe está absolutamente convencido
de que lo que necesitamos es más energía,
pasión y espíritu en el trabajo. No estoy seguro de
por qué la tercera planta necesita pasión y
energía. Lo que se hace allí no es componer
música.
Personalmente nunca he esperado mucho de un
montón de oficinistas. Supongo que hace tanto tiempo que
la tercera planta es el blanco de todas las bromas que piensa que
si lo cambia, resolveremos el problema. ¿A qué hora
podríamos quedar?
-¿Qué tal a las dos,
Bill?
-¿Mejor a las dos y
media?
-¡ Claro!
Bill tenía que haber notado la
frustración en su voz. «No es momento de sentirte
mal, Mary Jane. Tienes que ponerte a trabajar. Es realmente una
persona dura de tratar pensó mientras colgaba el
teléfono-. ¡No dejes que eso te afecte! Es tu jefe y
el problema es real. ¡Pero es un imbécil!
»
Un cambio en la
rutina
La mente de Mary Jane bullía
mientras se dirigía hacia los ascensores por segunda
vez.
En lugar de bajar por la colina hacia la
zona portuaria, como de costumbre, giró a la derecha por
la calle Primera, pensando que necesitaba dar un paseo más
largo. Las palabras «vertedero de energía
tóxica» retumbaban en su cabeza.
«¡Vertedero de energía tóxica!
¿Qué vendrá después?» Iba
caminando por la calle Primera cuando oyó una vocecita
dentro de su cabeza que le susurrraba, «la energía
tóxica es lo que más aborreces de la tercera
planta. Tienes que hacer algo». El paseo impulsivo de Mary
Jane la llevó hasta una parte de la ciudad desconocida
para ella. Unas carcajadas atrajeron su atención y se
sorprendió al ver el mercado público a su
izquierda. Había oído hablar de él, pero, en
su situación económica actual y con dos
niños pequeños, procuraba evitar los mercados con
renombre. Dado que tenía necesidad de vivir frugalmente
hasta que pagara todas las facturas médicas, era
más sencillo no visitarlo. Había pasado en coche
por la zona, pero era la primera vez que lo hacía a pie.
Cuando se giró y caminó hacia Pike Place, se
fijó en un grupo numeroso de gente bien vestida, que
estaba apiñada delante de uno de los puestos de pescado,
riendo. Al principio sintió que rechazaba la risa,
preocupada como estaba. Ya iba a dar media vuelta cuando
oyó una voz en su cabeza que le dijo, «No me
vendría mal reírme un poco» y se
acercó al grupo. Uno de los pescaderos gritó:
«Buenas tardes, señoritos yogur». Docenas de
personas bien vestidas levantaron sus vasos de yogur en el aire.
«¡Señor! -pensó-, ¿dónde
me he metido?»
Pike Place, el
mundialmente famoso mercado de pescado
«¿Es un pescado lo que acabo
de ver volando por los aires? » No sabía si le
engañaba la vista; entonces, volvió a suceder. Uno
de los trabajadores, inconfundible con su delantal blanco y unas
botas negras de goma, cogió un pescado grande y lo
lanzó hacia un mostrador a seis metros de distancia,
gritando: «Salmón volando rumbo a
Minnesota».
Entonces, el resto de sus compañeros
gritó al unísono: «Salmón volando
rumbo a Minnesota». En un alarde de destreza, el empleado
de detrás del mostrador atrapó el salmón en
el aire con una mano para seguidamente inclinar la cabeza
saludando al público que aplaudía su destreza. La
energía era notable. A la derecha,, otro empleado que
movía la boca de un pez grande como si estuviera hablando,
hacía las delicias de un niño pequeño. Otro
pescadero, algo mayor y con algunas canas, se paseaba de un lado
a otro gritando: «Preguntas, preguntas, respuestas a
cualquier pregunta sobre pescados».
En la caja, un empleado joven hacía
malabarismos con unos cangrejos. Dos personas que llevaban un
distintivo de AARP, reían con ganas de la
conversación que mantenía su pescadero con el
pescado que habían elegido. El lugar era increíble.
Mary Jane notó que se relajaba mientras disfrutaba del
espectáculo. Miró a la gente que sostenía
los vasos de yogur en el aire y pensó: «Oficinistas.
¿De verdad compran pescado para su almuerzo, 0 Sólo
vienen a contemplar el espectáculos. Sin que se diera
cuenta, uno de
los pescaderos había reparado en
ella. Había algo en su curiosidad y en su aire serio que
le animó a acercársele. -¿Qué pasa?
¿No tienes yogur? Ella le miró y vio a un hombre
joven y atractivo de pelo negro, largo y rizado. Él la
miraba fijamente, con una gran sonrisa en la cara. -Tengo un
yogur en el bolso –tartamudeó señalando su
bolso marrón, pero no sé muy bien qué tengo
que hacer.
-¿Has venido alguna vez por
aquí?
-No. Suelo comer en el muelle.
-Te entiendo; se está muy tranquilo
al lado del agua. Es todo lo contrario de este lugar, eso seguro.
¿Y por qué has venido hoy? A su derecha, uno de los
pescaderos gritaba con aire perdido: « ¿Quién
quiere comprar pescado?». Otro bromeaba con una mujer
joven. Un cangrejo pasó volando por encima de la cabeza de
Mary Jane.
-Seis cangrejos volando rumbo a Montana
-gritó alguien.
-Seis cangrejos volando rumbo a Montana
-gritaron todos.
Otro empleado, que llevaba un gorro de
lana, bailaba detrás de la caja. Mary Jane se
sentía rodeada de una euforia controlada, como la de las
atracciones de la feria, pero mejor. Sin embargo, el pescadero
que había hablado con ella no parecía en absoluto
distraído. Aguardaba tranquilo y pacientemente su
respuesta. «Caramba -pensó-, parece que de verdad le
interesa mi respuesta. Pero no voy a contarle a un desconocido
mis problemas en el trabajo.» Sin embargo, eso fue
precisamente lo que hizo. Se llamaba
Lonnie y escuchó con atención
la descripción de la tercera planta. No reaccionó
cuando uno de los pescados golpeó contra una cuerda y
cayó al suelo junto a ellos. Escuchó atentamente la
descripción que Mary Jane le hacía de los numerosos
problemas que había identificado en los empleados. Cuando
acabó de contarle la historia, miró a Lonnie y le
preguntó:
-¿Qué opinas de mi vertedero
de energía tóxica?
-Menuda historia. Yo también he
trabajado en lugares horrorosos. De hecho, este lugar era
bastante lúgubre. ¿Qué notas en el mercado
ahora?
–Ruido, acción, energía
—contestó Mary Jane sin dudarlo ni un
momento.
-¿Y qué opinas de toda esta
energía?
-Me gusta -contestó-. Me gusta
mucho.
-A mí también. Me ha
malcriado para toda la vida. Creo que no podría trabajar
en un mercado típico después de haber probado esto.
Como te decía, al principio no era así. Durante
mucho tiempo fue también un vertedero de energía.
Luego decidimos cambiar las cosas y este es el resultado.
¿Crees que con esta energía se notaría la
diferencia en tu departamento?
-Desde luego que sí. Es lo que
necesitamos en el vertedero -dijo sonriendo.
-Me gustaría explicarte qué
es lo que hace, en mi opinión, que este mercado sea
diferente. ¡Quién sabe! A lo mejor te doy
ideas.
-Pero, nosotros no podemos arrojarnos nada.
El trabajo es aburrido. La mayoría…
-No corras. No tenéis que lanzaros
nada. Por supuesto que tu trabajo es diferente y parece que
tienes un reto muy serio por delante. Me gustaría
ayudarte. ¿Y si encuentras la manera de aplicar algunas de
las lecciones que has aprendido en tu primera visita al
mundialmente famoso mercado de pescado de Pike Place?
¿Laposibilidad de tener un departamento pletórico
no es razón suficiente para que aprendas las
lecciones?
-¡Sí! ¡Por supuesto!
Pero ¿por qué quieres ayudarme?
-Formar parte de esta pequeña
comunidad de pescaderos y vivir lo que has vivido hoy aquí
cambió mi vida. Te ahorraré los detalles, pero mi
vida era un desastre cuando cogí este trabajo. Trabajar
aquí me salvó literalmente la vida. Aunque suene un
poco ingenuo, creo que tengo la obligación de buscar
maneras de demostrar mi gratitud por la vida que disfruto.
Tú me lo has puesto fácil contándome tu
problema. Creo
sinceramente que podrás encontrar
algunas res puestas aquí. Hemos creado mucha
energía.
-Mientras decía la palabra
energía, un cangrejo pasó volando y alguien
gritó:
-Cinco cangrejos volando con destino a
Wisconsin.
El coro repitió:
-Cinco cangrejos volando con destino a
Wisconsin.
-De acuerdo -dijo ella, riendo en voz
alta-. Si tu puesto de pescado tiene algo, ese algo es
energía. ¡Trato hecho! -Miró el reloj y
calculó que tendría que volver deprisa para no
llegar tarde. No tenía dudas de que sus salidas y entradas
eran cronometradas por los empleados.
Lonnie captó el gesto y
dijo:
-Oye, ¿por qué no vuelves
mañana a la hora de comer, y te traes dos yogures?
–
Se giró e inmediatamente
empezó a explicarle a un joven, vestido con una chaqueta
vikinga, las diferencias entre un salmón de río y
un salmón de vivero.
Segunda
visita
El martes, a la hora de comer, Mary Jane se
apresuró por la calle Primera, camino del mercado. Lonnie
estaba esperándola; apareció inmediatamente entre
la multitud y la condujo a través de una rampa, más
allá de la franquicia de la tienda de
camisetas.
-Hay unas mesas al final del pasillo -dijo,
guiándola hasta una pequeña habitación
acristalada con una magnífica vista del puerto de Puget
Sound. Lonnie se comió un panecillo y el yogur que le
había traído Mary Jane, mientras ella se
comía el suyo y se interesaba por el funcionamiento de la
pescadería. Ser pescadero no sonaba muy atractivo
después que Lonnie le explicara cómo era un
día típico; eso hizo que la actitud de los
empleados de Pike Place aún le resultara más
impresionante.
-Parece que tu trabajo y el mío
tienen más en común de lo que me imaginaba dijo
ella, después de que Lonnie le describiera las aburridas
tareas que tenía que realizar cada día.
Lonnie la miró.
-¿En serio?
-Sí. La mayor parte del trabajo que
hacen mis empleados es, como mínimo, carente de
interés y repetitivo. No obstante, es un trabajo
importante. No vemos nunca al cliente, pero si cometemos un
error, éste se enfada y se nos critica mucho. Si hacemos
bien nuestro trabajo, nadie repara en él. En general, el
trabajo es aburrido. Vosotros habéis cogido un trabajo
aburrido y habéis encontrado la manera de hacerlo
interesante.
Eso lo encuentro fascinante.
-¿Has pensando alguna vez que
cualquier trabajo puede resultar aburrido para la persona que lo
tiene que hacer? Algunos de los ejecutivos del yogur viajan por
todo el mundo por negocios. A mí me parece muy excitante,
pero ellos me dicen que te cansas rápido. Supongo que en
determinadas circunstancias, cualquier trabajo puede ser
aburrido.
-Estoy de acuerdo con lo que dices. Hace
muchos años, me surgió la oportunidad de hacer un
trabajo con el que las adolescentes sueñan a menudo: me
ofrecieron un contrato de modelo. Pero al acabar el mes, ya
estaba muerta de aburrimiento. Te pasabas todo el día
cruzada de brazos, esperando. 0 hacías de locutora.
Entendí que muchos no hacían otra cosa que leer el
texto de otros. Esto también me parecía aburrido,
al menos a mí.
-Muy bien. Si estamos de acuerdo en que
cualquier trabajo puede ser aburrido, ¿estamos de acuerdo
en que cualquier trabajo se puede hacer con energía y
entusiasmo?
-No estoy tan segura. ¿Puedes darme
un ejemplo?
-Muy fácil. Date una vuelta por el
mercado y mira las otras pescaderías. No es lo MISMO. Son,
¿cómo los llamaste? Vertederos de energía
tóxica. De hecho, su actitud hacia el trabajo nos
beneficia mucho. Ya te dije que Pike Place antes no era
así.
Entonces descubrimos una cosa
increíble. Aunque no puedas escoger el trabajo en
sí,siempre puedes elegir cómo lo vas a hacer.
Esa fue la gran lección que aprendimos cuando crea el
mundialmente famoso mercado de pescado de Pike Place. Podemos
elegir la actitud que tenemos en nuestro trabajo.
Elige Tu
Actitud
Mary Jane sacó una libreta y
empezó a escribir:
Aunque no puedas
escoger el trabajo,
siempre puedes
elegir cómo lo
harás
Luego pensó en las palabras que
había escrito y preguntó:
-¿Por qué no se puede escoger
el trabajo?
-Buena pregunta. Siempre puedes renunciar;
en ese sentido sí que puedes escoger el trabajo que haces.
Pero, a lo mejor no es una buena idea porque tienes
responsabilidades, o por otros motivos. A eso me refiero cuando
hablo de escoger. Sin embargo, siempre tienes la opción de
elegir la actitud que vas a adoptar en el trabajo.
»Te voy a contar una cosa de mi
abuela. Ella siempre iba a trabajar llena de amor y sonriendo.
Todos los nietos queríamos ayudarla a fregar los platos
porque lavar platos con la yaya era muy divertido. Mientras la
ayudábamos, recibíamos un montón de
sabiduría de cocina. A los niños se nos
hacía un obsequio muy valioso: un adulto
cariñoso.
»Ahora me doy cuenta de que a mi
abuela no le gustaba fregar los platos. Ponía amor en
hacerlo y nos contagiaba su espíritu.
»De la misma manera, mis amigos y yo
nos dimos cuenta que cada día al venir aquí,
traíamos una actitud. Podemos traer una actitud voluble y
tener un día deprimente.
Podemos traer una actitud malhumorada e
irritarnos con los compañeros y con los clientes. 0
podemos traer una actitud alegre y desenfadada y pasar un
día fantástico.
Podemos elegir la clase de día que
queremos pasar. Estuvimos mucho tiempo hablando de esta
opción y nos dimos cuenta de que, ya que teníamos
que trabajar, lo mejor era pasarlo lo mejor posible. ¿Le
ves sentido?
-Mucho. -De hecho, nos entusiasmamos tanto
con lo de elegir, que de paso decidimos hacernos mundialmente
famosos. Pasar un día siendo «mundialmente
famoso» es mucho más agradable que pasar un
día siendo vulgar. ¿Ves lo que quiero decir?
Trabajar en una pescadería no es fácil; hace
frío, hay humedad, huele mal y te puedes resbalar. Pero
podemos elegir qué actitud vamos a adoptar mientras
hacemos el trabajo.
-Sí, me parece que lo entiendo. Tu
eliges cada día la actitud que vas a tener en el trabajo.
Esa elección determina cómo te comportas en el
trabajo. Ya que estás aquí, ¿por qué
no elegir ser una pescadería mundialmente famosa, en vez
de ser una más? Parece tan sencillo.
-Es fácil de entender, pero no tan
fácil de hacer. No creamos este lugar de la noche a la
mañana; tardamos casi un año. Yo era un caso
difícil. Digamos que tenía completos. Mi vida
personal estaba completamente descontrolada. Tampoco le daba
muchas vueltas, pensaba que sabía muy bien lo que
hacía. La vida era dura y yo respondía de la misma
manera, siendo duro. Entonces, cuando decidimos crear un puesto
de pescado diferente, me resistí a aceptar que yo
podía elegir cómo vivir cada día.
Había invertido demasiado en ser una víctima. Uno
de los compañeros, mayor que yo, que también
había pasado una mala racha, me llevó aparte y me
lo explicó, de pescadero a pescadero. Pensé mucho
en lo que me dijo y decidí probar. Ahora soy un creyente.
Cada persona puede escoger su actitud. Lo sé porque yo
escojo la mía. Mary Jane estaba impresionada por lo que
estaba oyendo y también con la persona de quien lo estaba
oyendo. Al levantar los ojos se encontró a Lonnie
mirándola con curiosidad y se dio cuenta de que
había estado soñando despierta.
-Lo siento. Lo probaré.
¿Qué más cosas explican vuestro
éxito?
-Hay cuatro ingredientes, pero este es el
principal. Sin escoger la actitud, los otros son una
pérdida de tiempo. Así que vamos a pararnos
aquí y dejar el resto para después. Toma el primer
ingrediente y mira qué puedes hacer con él en la
tercera planta.
Llámame cuando estés lista
para hablar de los otros. ¿Tienes nuestro
número?
-Está escrito por todas
partes.
-Claro. No somos tímidos,
¿verdad? Hasta pronto y gracias por el yogur.
El coraje de
cambiar
Las exigencias de su puesto tuvieron a Mary
Jane ocupada en actividades rutinarias los dos días
siguientes. O, al menos, esa era su excusa.
Pero sus pensamientos volaban a menudo a la
conversación que había mantenido con Lonnie y la
idea de escoger la actitud que tienes en el trabajo. Se daba
cuenta de que, aunque estaba de acuerdo con la filosofía
del puesto de pescado, había algo que la echaba para
atrás. «En caso de duda, reúne más
información», pensó. El viernes
decidió preguntar a Bill sobre la conferencia a la que
había acudido su jefe, la que hablaba de cómo
influyen las actitudes en el entorno laboral. Quería saber
más sobre aquella experiencia. Aquella tarde llamó
a Bill.
-Bill, ¿cómo puedo
documentarme sobre la conferencia acerca del entorno laboral a la
que acudió el gran jefe?
-¿Para qué quieres
documentarse? Era una de esas charlas inspiradas en la Nueva Era.
Seguro que pasan la mayor parte del tiempo dándose
baños calientes. ¿Qué sentido tiene perder
el tiempo con eso? Mary Jane notó que se estaba enfadando.
Respiró hondo.
-Escucha, Bill, cuando acepté este
trabajo, los dos sabíamos que había mucho que
hacer. Ahora las expectativas son mayores y el tiempo se ha
reducido. Los dos estamos metidos en esto hasta el fondo.
¿Me vas a ayudar o me lo vas a poner más
difícil?
«No puedo creer que le haya hablado
así -pensó-. ¡Pero qué bien me ha
sentado! »
Bill respondió bien; era como si se
sintiera más cómodo ante un enfrentamiento
más directo.
-Vale, vale, no nos pongamos nerviosos.
Tengo una cinta en mi mesa que se supone que tenía que
escuchar pero no he tenido tiempo. Escúchala y
cuéntame después lo que dice.
-Por supuesto, Bill. Pasaré a
recogerla.
Una vuelta a casa
memorable
En el viaje de vuelta a Bellevue desde el
trabajo hubo varios atascos, pero Mary Jane ni se enteró.
No dejaba de darle vueltas a su situación.
«¿Cuándo perdí mi confianza? -se
preguntó-. Decirle a Bill lo que pensaba ha sido la
primera cosa valiente que he hecho en mucho tiempo. Dos
años para ser exactos», calculó, y las piezas
empezaron a encajar en el umbral de la conciencia.
«Demasiadas cosas en las que pensar.»
Sintiéndose abrumada, introdujo la cinta de Bill en el
radiocasete. Desde los altavoces estéreo del
coche le llegó una voz profunda y
resonante que hipnotizaba. La cinta contenía la
grabación de un verso de un poeta que llevó su
poesía a su puesto de trabajo, convencido de que el
lenguaje poético los ayudaría a solucionar mejor
los temas del día.
El poeta era David Whyte. Hablaba un poco y
luego recitaba el poema. Le vinieron a la mente sus poemas y sus
historias. La asaltaban las frases.
Las necesidades de la organización y
nuestras propias necesidades como trabajadores son las mismas:
creatividad, pasión, flexibilidad, entusiasmo.
«Sí»,
pensó.
En verano, cuando aparcarnos el coche
delante del trabajo, cubrimos las ventanillas con cartón,
no para proteger la tapicería del calor, sino para que
cuando un 60 por ciento de nuestro yo se va a trabajar, el resto
pueda respirar dentro del coche. ¿Qué
pasaría si fuéramos a trabajar con todo nuestro
ser?
«¿Quién es este hombre?
» Entonces, sin aviso, se emocionó cuando
escuchó a David Whyte recitar su poema Fe. Lo
presentó ante el público diciendo que lo
había escrito en una época en la que tenía
muy poca fe en sí mismo:
FE
de David Whyte
Quiero escribir sobre la fe,
sobre cómo se levanta la
luna
sobre la nieve fría, noche tras
noche,
fiel incluso mientras se difumina su
redondez
y se convierte lentamente en esa
última curva
imposible, pedacito de luz antes de
la
oscuridad final.
Sin embargo, no tengo fe en mí
mismo,
me niego a darle la más
mínima entrada.
Deja, pues, que mi pequeño
poema,
como una luna nueva, delgada y
apenas
abierta, sea la primera oración que
me
abra a la fe.
«De manera que a esto se refiere la
frase: Cuando el estudiante está listo, el profesor
aparece. » El poema había sido como una
iluminación y Mary Jane pudo ver, por fin, lo que la
retenía. Tras la muerte repentina de Dan y la
presión de tener que cuidar de sus dos hijos en solitario,
había perdido la fe en su habilidad de sobrevivir en el
mundo.
Tenía miedo de que si corría
riesgos y fracasaba, no sería capaz de mantenerse ni a
sí misma ni a sus hijos.
Liderar un cambio en el trabajo
sería arriesgado. Podía fracasar y perder su
empleo. La posibilidad era real. Entonces se puso a pensar en el
riesgo de no hacer nada. «Si no cambiamos, es posible que
nos quedemos todos sin trabajo. No sólo eso: no quiero
trabajar en un lugar que no tenga vida ni energía.
Sé lo que eso me haría con el tiempo, y la idea no
es muy agradable. ¿Qué clase de madre sería
si dejo que eso ocurra? ¿Qué ejemplo daría?
Si pongo en marcha el proceso de cambio el lunes, el primer paso
es que
yo cambie de actitud. Escojo tener fe. Debo
confiar en que, pase lo que pase, estaré bien.
»Soy una superviviente; lo he
demostrado. Pase lo que pase, estaré bien. Es hora de
limpiar el vertedero de energía tóxica. Y lo es no
sólo porque sería bueno para el negocio, que
sé que lo será; ni tampoco porque me han retado a
solucionar el problema, que es una razón importante, pero
no deja de ser una motivación exterior. La razón
primordial para seguir adelante está dentro de mí.
Es hora de que renueve la confianza
en mí misma, y una manera de hacerlo
es solucionando este problema. »
Recordó algunas líneas de la
cinta:
No creo que las empresas sean
necesariamente cárceles, aunque a veces las convertimos en
cárceles por la manera en que escogemos trabajar dentro de
ellas. He creado una prisión, y sus muros son mi propia
falta de fe en mí mismo. La metáfora de la
prisión le sonaba familiar, estaba segura de haberla
oído antes en un seminario al que había acudido. En
cuanto llegó a la guardería, aparcó el
coche, sacó su diario y escribió:
La vida es demasiado preciosa para
desaprovechar el tiempo, no digamos ya la mitad de las horas que
pasamos despiertos, en un vertedero de energía
tóxica.
No quiero vivir así, y estoy
segura de que mis colegas pensarán igual una vez que hagan
una elección reconocida. La filosofía de mi
departamento es así hace mucho tiempo. Para cambiarla,
tendré que correr riesgos personales sin ninguna certeza
de alcanzar el éxito. Quizá sea una
bendición. Sucesos recientes
me han hecho perder la fe en mí
misma, y correr los riesgos necesarios quizá me ayude a
recuperarla. El hecho es que el riesgo de no hacer nada
seguramente es mayor que el riesgo de actuar. Entre mis notas, en
alguna parte, hay material con un mensaje que podría serme
útil. Tengo que encontrar ese mensaje porque necesito toda
la ayuda que pueda conseguir.
Pensando en eso, se bajó del coche y
fue a recoger a su hija.
-Mamá, mamá, tienes los ojos
húmedos. ¿Has llorado? ¿Pasa algo,
mamá?
-Sí, cariño, he llorado, pero
eran lágrimas buenas. ¿Qué tal has pasado el
día?
-He hecho un dibujo de nosotros.
¿Quieres verlo?
-Claro que sí. -Bajó la vista
y miró las cuatro figuras que su hija había
dibujado.
Luego, volvió la vista hacia
ella.
-¡Muy bien! -suspiró-. Otra
prueba más de fe.
Recoge tus cosas, cariño; tenemos
que ir a buscar a Brad.
Domingo por la
tarde
El domingo por la tarde mamá se
reservaba un poco de tiempo para ella. Mary Jane había
contratado una canguro para que los domingos estuviera con los
niños como mínimo dos horas. Era una pequeña
recompensa que se daba, algo que siempre la dejaba fresca y lista
para hacer frente a los retos familiares y laborales. Empleaba el
tiempo en leer material que le sirviera de inspiración,
una nueva novela, dar un paseo en bicicleta o saborear un
café y relajarse. Seattle estaba lleno de cafés, y
había uno estupendo a tan
sólo tres manzanas de su casa.
Cogió algunos libros y se fue a la calle. Su mesa
favorita, en un rincón tranquilo del café, la
estaba esperando.
-Un café con leche desnatada y en
taza grande, por favor. -Se sentó con su café y
decidió empezar con una lectura que la
inspirara.
Cogió una copia gastada de El
encanto de las cosas simples, de Sarah Ban Breathnach, un libro
con una lectura para cada día del año, y
buscó el 8 de febrero. Unas palabras clave parecieron
saltar de la página:
La mayoría de nosotros nos sentimos
Incómodos si nos vemos como artistas, y sin embargo cada
uno de nosotros lo es. Cada día, con cada elección,
creamos una obra de arte única. Algo que sólo uno
puede hacer… La razón por la que naciste fue para dejar
tu marca indeleble en el mundo. Esa es tu autenticidad… Respeta
tus urgencias creativas… apuesta por la fe…
descubrirás que tus elecciones son tan auténticas
como lo eres tú. Es más, descubrirás que tu
vida es todo lo que se supone que debe ser: un alegre soneto de
acción de gracias.
Había planeado pensar un poco
más en el trabajo, y las palabras sobre la elección
y la fe la transportaron al puesto de pescado. «Esos
hombres son unos artistas -pensó-, y han elegido crear
cada día. » Y a ella también se le
ocurrió un pensamiento asombroso: «Yo también
puedo ser una artista».
Entonces cogió una carpeta de un
seminario sobre liderazgo al que había asistido.
Allí había escuchado por primera vez la palabra
cárcel utilizada como metáfora para el trabajo.
Dentro había una fotocopia descolorida de un discurso
escrito por John Gardner. Recordó que Gardner animó
a la gente a fotocopiar sus papeles, «un gesto
generoso», pensó. «Debió de decir algo
importante, si no lo recuerdo mal después de tanto
tiempo.» Repasó el discurso página por
página.
El escrito de
John Gardner
El pasaje empieza:
Es un misterio por qué algunos
hombres y mujeres se marchitan mientras que otros permanecen
vitales hasta el final de sus días. Es posible que
marchitarse no sea la palabra adecuada. Quizá
debería decir que mucha gente, en algún punto del
camino,dejan de aprender y de crecer.
Mary Jane levantó la vista mientras
pensaba: «Eso encaja con mi grupo; y también con mi
viejo yo». Sonrió ante la decisión que
implica decir «mi viejo yo». Volvió al
pasaje.
Debemos ser comprensivos al juzgar las
razones. Quizá la vida les ha presentado problemas
más duros de los que podían resolver. Quizás
algo ha herido profundamente su confianza en sí mismos 0
su autoestima. 0 quizá han corrido tan duramente y durante
tanto tiempo que han olvidado por qué
corrían.
Estoy hablando de personas que, por muy
ocupadas que parezcan estar, han dejado de aprender y de crecer.
No me burlo. La vida es dura. A veces,, concentrarnos en seguir
adelante es un acto de coraje…
Tenemos que afrontar el hecho de que la
mayoría de los hombres y las mujeres que se encuentran en
el mundo laboral tienen menos inventiva y están más
cansados de lo que creen, de lo que saben, y más aburridos
de lo que se atreverían a admitir.
Un famoso escritor francés dijo:
«Hay personas cuyo reloj se detiene en un momento
determinado de su vida». He observado cómo se mueve
mucha gente por la vida. Como dice Yogui Berra: «Puedes
observar muchas cosas mirando». Si somos conscientes del
peligro de marchitamos, podemos tomar medidas para evitarlo. Si
tu reloj se ha parado,puedes volver a darle cuerda.
Hay algo que yo sé de ti que
quizá tú no sepas de ti mismo. Dentro de ti, tienes
más recursos de energía de los que nunca has
utilizado, más talento del que nunca has aprovechado,
más fuerza de la que nunca has puesto a prueba, y
más que dar de lo que nunca has dado.
«No me extraña que me acuerde
de John Gardner. Tengo muchos relojes a los que dar cuerda, pero
al primero que necesito dar cuerda es al mío »,
pensó.
La hora siguiente, Mary Jane se la
pasó escribiendo en su diario y se alegró al
comprobar que se sentía más tranquila. Mientras se
preparaba para volver a casa, miró lo que había
escrito y marcó con un círculo la sección
que la guiaría el lunes por la mañana.
Solucionar el problema del vertedero de
energía tóxica exigirá que me convierta en
líder en todos los sentidos de la palabra. Tendré
que arriesgarme a la posibilidad de fracasar. No habrá un
puerto seguro. Pero no tomar ninguna acción
supondría el fracaso rotundo. Tengo que empezar como sea.
Mi primer paso es cambiar de actitud. Elijo la confianza, la
esperanza y la fe. Daré cuerda a mi reloj y me
prepararé para disfrutar aprendiendo y creciendo mientras
trabajo para aplicar las lecciones del puesto de pescado a mi
vertedero de energía tóxica.
Lunes por la
mañana
A las 5.30 de la mañana se
sintió un poco culpable mientras esperaba con su hija a
que abrieran las puertas de la guardería. En días
raros como aquel, dejaba a Brad en la guardería hasta que
llegaba un autobús que lo llevaba a la escuela.
Miró a sus hijos que tenían ojos de sueño y
dijo:
-No acostumbro a levantamos tan temprano,
niños, pero hoy tengo que estar pronto en la oficina para
preparar un proyecto realmente importante.
Brad se restregó los ojos y
dijo:
-No importa, mamá.
Y Stacey añadió:
-Sí, es divertido llegar los
primeros. Así cogeremos los vídeos que queramos.
Cuando se abrieron las puertas, Mary Jane los
acompañó dentro y dió un gran abrazo a cada
uno.
Antes de irse, se volvió para
mirarlos y comprobó que estaban entretenidos.
Apenas encontró tráfico. A
las 5.55 estaba en su despacho, con una humeante taza de
café y varias hojas delante. Cogió un rotulador y
escribió en grandes letras:
Escoge tu actitud
Pasos:
? Convoca una reunión y di lo que
piensas.
? Busca un mensaje que transmita la
noción de elegir una actitud de una manera
que todo el mundo pueda entender y
personalizar.
? Da motivación.
? Persiste con fe.
Ahora viene la parte más
difícil. ¿Qué le digo a los empleados de la
tercera planta?» Y empezó a escribir sus
pensamientos.
Los lunes por la mañana, la
plantilla del departamento se reunía en dos turnos; un
grupo atendía las llamadas mientras el otro se
reunía con ella en la sala de conferencias, y luego
cambiaban. Cuando estuvo reunido el primer grupo, escuchó
los resúmenes de las actividades familiares y las quejas
universales sobre el lunes por la mañana. «Son buena
gente», pensó; notó que el corazón le
latía más rápido cuando se callaron y le
prestaron atención. «¡ Que tenga suerte!
»
La
presentación de Mary Jane
-Hoy hablaremos de un tema importante. Hace
dos semanas, el vicepresidente de la empresa asistió a una
conferencia y volvió convencido de que First Guarantee
necesita una inyección de energía y entusiasmo.
Volvió convencido de que la energía y el entusiasmo
son las claves para mejorar la productividad, reclutar personal
con éxito, conservarlo a largo plazo, prestar un buen
servicio al cliente y desarrollar muchas
cualidades más que se necesitan para
competir en un negocio en continua transformación.
Convocó una reunión de jefes de departamento y en
esa reunión se refirió a la tercera planta como
«un vertedero de energía tóxica». Han
oído bien. Dijo que nuestra planta era un vertedero de
energía tóxica, y dijo que había que
depurarlo.
Mary Jane miró las expresiones de
sobresalto. El primer comentario vino de Adam, un empleado que
llevaba mucho tiempo trabajando.
-Me gustaría ver cómo lo
harían ellos. Es el trabajo más aburrido de la
Tierra.
Luego intervino uno de los empleados con
menos energía:
-¿Qué importa si hay o no
energía aquí? El trabajo se hace,
¿no?
Nadie impugnó la acusación de
que la energía era tóxica.
Mary Jane prosiguió.
-Quiero que sepan que este asunto no
quedará así. El vicepresidente del grupo puede que
pierda Interés, es posible que Bill lo olvide con el
tiempo, pero yo no. Porque estoy completamente de acuerdo. Somos
un vertedero de energía tóxica. Otros departamentos
de la empresa detestan tener tratos con nosotros. También
nos llaman el hoyo. Hacen bromas sobre nosotros durante la
comida. Se ríen de nosotros en los
pasillos. Y tienen razón.
¡Caramba! A muchos de ellos les fastidia venir aquí,
y hasta nosotros lo llamamos el pozo. Creo que podemos y debemos
cambiar. Y quiero que sepan el porqué. Las expresiones de
sobresalto fueron reemplazadas por expresiones de asombro. El
silencio era absoluto.
-Ya conocéis mi historia. Que Dan y
yo vinimos a esta ciudad con esperanzas, sueños y dos
niños pequeños. Que la muerte repentina de Dan me
dejó sola. Que el seguro de Dan no cubría muchos de
los grandes gastos. Que me encontré en una
situación económica difícil.
Lo que quizá no sepáis es
cómo me ha afectado todo eso. Algunos de vosotros sois
padres separados y sabéis de lo que estoy hablando.
Necesitaba este trabajo y perdí la confianza en mí.
Me dejé llevar, sin hacer nunca nada que pudiera amenazar
mi seguridad. Tiene gracia que ahora mi seguridad se vea de nuevo
amenazada, y esta vez por seguir la corriente. Pues bien, eso se
acabó.
»La cuestión es muy simple.
Todavía necesito este trabajo, pero no quiero pasar lo que
me queda de vida laboral trabajando en un vertedero de
energía tóxica. Dan me enseñó una
lección que había olvidado: la vida es demasiado
valiosa para desperdiciaría hasta la jubilación.
Sencillamente, pasamos demasiadas horas en el trabajo para
malgastarlas de esta manera. Yo creo que podemos hacer de este
lugar un sitio mejor para trabajar.
»Y ahora una buena noticia. Conozco
un asesor que trabaja para un negocio mundialmente famoso y que
es un experto en energía. Ya le conoceréis. Hoy
pondré en práctica su primer consejo: elegimos
nuestra actitud.
Mary Jane siguió explicando en
qué consistía el concepto de elegir la propia
actitud.
Después preguntó si
habían dudas.
Steve levantó la mano. Mary Jane le
hizo un gesto y Steve empezó a hablar.
-Imaginemos que estoy al volante de mi
coche y un idiota se me cruza de repente. Eso hace que me enfade
y que toque el claxon o le haga un gesto, ya saben a qué
me refiero. ¿Dónde está la elección
ahí? Es culpa suya, no tengo elección.
-Permíteme que te haga una pregunta,
Steve. Si estuvieras en un barrio peligroso de la ciudad,
¿harías el gesto?
Steve sonrió.
-Ni hablar. Sería ganas de buscarse
problemas.
-¿Quieres decir que puedes elegir tu
actitud en un barrio peligroso pero no tienes elección en
un barrio residencial?
-Comprendido, Mary Jane. Me ha quedado
claro.
-No podías haber escogido una
pregunta mejor, Steve. No podemos controlar cómo conducen
los demás, pero sí podemos elegir cómo vamos
a responder. Aquí, en First Guarantee, no podemos hacer
mucho para seleccionar el trabajo que nos dan, pero sí
podemos elegir nuestra actitud hacia el trabajo. Quiero que todos
penséis en diversas maneras en que esto es cierto y
veáis si podéis identificar cosas que podemos hacer
para acordarnos de nuestras elecciones. Buena suerte. Nuestra
vida laboral depende de ello.
La segunda reunión con los empleados
fue muy parecida a la primera. Como nadie hizo ninguna pregunta,
Mary Jane utilizó la pregunta que había hecho Steve
en el primer grupo. Eran las 10.30 de un lunes por la
mañana. Estaba agotada después de las reuniones,
pero se dio cuenta de que había tenido la primera
oportunidad de escoger una actitud y lo había hecho. La
semana pasó deprisa. Decidió pasear por la oficina
todos los días y hablar con la gente de la idea de elegir
la actitud. Cuando vio a Steve, éste le dijo:
-¡Caray! Me crucificaste en la
reunión.
-Espero no haberte puesto en una
situación embarazoso.
-Mary Jane, me hiciste un gran favor.
Últimamente, mi vida ha sido un continuo reaccionar. Me
has recordado que tengo que hacer unas elecciones importantes y
que puedo hacerlas si tengo un poco de autocontrol y
coraje.
-¿Coraje?
-Estoy metido en una mala relación y
no sé qué hacer. Ahora veo que reaccionar y
sentirme como una víctima no resolverá el problema.
Tengo que enfrentarme a él.
Perdona que no sea más claro, pero
se trata de algo muy personal.
-Buena suerte, Steve, y gracias por
contarme lo que te pasa.
-Confío en ti, Mary Jane. Lo que
sucede es que este trabajo es muy aburrido y siempre escuchas
quejas. Nos parece que siempre nos atacan. Sigue adelante. Y
cuenta conmigo para todo. Estaba gratamente sorprendida por
tantas palabras de agradecimiento. Aunque los empleados no
estaban seguros de los detalles, a la mayoría le gustaba
la idea de crear un ambiente de trabajo más satisfactorio.
Entonces, el viernes ocurrió algo. Al salir del ascensor
en el tercer piso, se encontró con un cartel gigante que
decía: ELIGE TU ACTITUD, y en medio las palabras:
MENÚ CON LAS ELECCIONES DEL DÍA.
Debajo del menú había dos
dibujos. Uno era una cara sonriente, y el otro una cara con el
ceño fruncido. Se quedó embelesada.
«¡Lo han entendido! », pensó, y fue
corriendo a su oficina para llamar a Lonnie. Después de
contarle lo del menú, le preguntó si podían
continuar su conversación. Lonnie le propuso quedar el
lunes para comer. Mary Jane contestó que no quería
esperar hasta la próxima semana, y quedaron que el
sábado iría con los niños al
mercado.
Un sábado
en el mercado de pescado
Como el sábado hay siempre mucho
ajetreo en el mercado, Lonnie sugirió que fueran temprano.
A Mary Jane se le ocurrió preguntar tontamente a
qué hora podían llegar.
Lonnie le contestó que empezaba a
trabajar a las 5 de la mañana. Quedaron a las 8. Brad y
Stacy subieron al coche adormilados, pero después de
llegar a Seattle y buscar aparcamiento, estaban completamente
despiertos y listos para la acción. No paraban de
preguntar. «¿De dónde sacan el
pescado?», «¿Son peces grandes?»,
« ¿Hay tiburones?»,
«¿Habrá más
niños allí?»
Mientras los tres caminaban hacia Pike
Place, a Mary Jane le llamó la atención el silencio
y la calma que había. En seguida reconoció a
Lonnie, que estaba de pie delante del puesto. Le
impresionó lo bien ordenado que estaba todo, el pescado y
el marisco sobre lechos de hielo picado, y las etiquetas que
detallaban los nombres, los precios y, sobre todo, las
cualidades. En una sección no había nada salvo
hielo.
-Buenos días -dijo Lonnie con su
sonrisa acostumbrada-. ¿Y quiénes son estos
pescaderos?
Mary Jane le presentó a sus hijos.
Lonnie les dio la bienvenida y dijo que era hora de ponerse a
trabajar. Ella abrió el bolso para coger una libreta, pero
Lonnie la interrumpió diciendo:
-No, no, no me refiero a esa clase de
trabajo. Pensaba que me ayudaríais a terminar de colocar
las cosas.
-Bien -dijo Brad.
-No tenemos botas de tu talla, pero
sí he encontrado tres delantales para que os los
pongáis. Tomad, ponéoslos y empezaremos guardando
el pescado. Stacy parecía un poco abrumada. Mary Jane le
dio un rápido abrazo. Lonnie se llevó a Brad a la
trastienda para enseñarle el frigorífico donde
guardaban el pescado, mientras Mary Jane entretenía a
Stacy paseándola entre los puestos. Quince minutos
después, Lonnie y Brad volvieron empujando una carretilla
llena de pescado. Para ser exactos, Lonnie empujaba
el carro y Brad iba sentado en el manillar
con los pies colgando y casi rozando el suelo.
Jugar
-¡Mamá! ¡Mamá! No
te lo imaginas. Hay como un millón de peces. ¿No es
verdad, Lonnie? ¡Y yo también he ayudado!
Lonnie le dedicó una gran sonrisa y
un gesto de asentimiento, pero puso cara de que el trabajo era lo
primero.
-Tenemos que poner en su sitio todo el
pescado para que podamos abrir el puesto, amiguito. ¿Listo
para echarme una mano? Brad lo estaba pasando de
maravilla.
Ayudó a Lonnie a coger un
atún, que Lonnie puso en el hielo, al lado de otros
pescados colocados en fila. El atún era casi tan grande
como Brad, y Mary Jane lamentó no haber traído la
cámara.
La manera en que Lonnie trabajaba con Brad
era mágica. De vez en cuando, Lonnie bromeaba con Brad,
fingía que un pez le mordía, o hacía
cualquier otra cosa que hacía reír a Brad. Cuando
sólo quedaba espacio para dos atunes más en la
fila, Lonnie le dejaba hacer todo el trabajo a Brad, aunque le
ayudaba sutilmente a levantarlo. Si le hubieran preguntado a Brad
quién era su héroe en aquel momento, habría
contestado que Lonnie.
-Ahora le toca empezar a trabajar a tu
mamá. Saca la libreta, Mary Jane, y Brad te
explicará cuál es el segundo ingrediente de un
lugar de trabajo lleno de energía.
-¿ Brad?
-Pues claro. El segundo ingrediente
seleccionado por un grupo de pescaderos que eligen su actitud es
algo que todos los niños saben hacer. Olvidamos su
importancia a medida que nos volvemos mayores y más
serios. Brad, dile a mamá lo que haces en el recreo. Brad
miró por encima del atún que le tenía
atareado al final del mostrador y dijo:
-Jugar. Mary Jane abrió su libreta y
escribió: ¡Jugar! Enseguida le vino a la cabeza la
escena que había visto en el puesto el otro día. Lo
que había visto era un patio de niños adultos a la
hora del recreo. Se arrojaban pescados, bromeaban entre sí
y con los clientes, cantaban los pedidos en voz alta,
repetían los pedidos. El lugar estaba lleno de
electricidad.
-No te confundas -dijo Lonnie-. El objetivo
de este negocio es hacer beneficios.
De este trabajo salen muchos sueldos y nos
tomamos el trabajo en serio, lo que pasa es que hemos descubierto
que se puede ser serio en el trabajo y a la vez pasarlo bien
trabajando. Y en lugar de ponernos tensos, dejar que las cosas
fluyan. Lo que muchos clientes juzgan como un entretenimiento no
es más que un grupo de adultos niños que se lo
pasan bien, pero que lo hacen de una manera
respetuosa.
»¡Y tiene muchas ventajas!
Vendemos mucho pescado. Movemos mucho.
Disfrutamos con un trabajo que puede ser
muy tedioso. Nos hemos hecho grandes amigos, como los jugadores
de un equipo vencedor. Estamos muy orgullosos de lo que hacemos y
de cómo lo hacemos. Y nos hemos hecho famosos en el mundo
entero. Todoeso poniendo en práctica algo que Brad hace
sin esfuerzo. ¡Hemos aprendido a jugar!
Entonces Brad dijo:
-¡Eh, mamá! ¿Por
qué no vienes con la gente del trabajo y les presentas a
Lonnie para que les enseñe a jugar?
Alegrarles el
día
De repente, alguien se dirigió a
Mary Jane desde un lado.
-¡Eh, señora periodista!
¿Quiere comprar un pescado? -Uno de los compañeros
de Lonnie se acercó a ella sosteniendo una cabeza enorme
de pescado en la mano-.
-Se lo dejaré bien. Le falta alguna
cosita pero está bien de precio -hizo sonreír la
boca del pescado y añadió-:
Lo llamo sushi sonriente y sólo
cuesta un penique. -Y la miró con una sonrisa loca y
torcida. Lonnie se echó a reír y, por supuesto,
Brad quiso coger la cabeza. Stacy se escondía
detrás de las piernas de mamá. Mary Jane
sacó un penique y se lo dio al pescadero que llamaban
Lobo. No era necesario preguntar por qué le llamaban
así.
Tenía el pelo rebelde y los ojos
seguían todo lo que se movía como si fuera una
presa.
No obstante, no había duda de que
este lobo estaba domesticado, si es que eso es posible. Lobo
tenía un aire definitivamente protector. Lobo puso el
sushi sonriente en una bolsa y se lo dio a Brad, que estaba
feliz. La tímida Stacy abrió la boca por primera
vez en toda la mañana y dijo que ella también
quería uno. Lobo fue a buscar dos más.
Ahora todos tenían un sushi
sonriente. Lonnie dijo:
-Gracias, Lobo. Nos has enseñado el
tercer ingrediente para crear un mercado mundialmente famoso, con
altas dosis de energía.
-¿Lo ha hecho?
-Piensa en las dos veces anteriores que has
estado aquí, Mary Jane. ¿Qué fue lo que
más te llamó la atención?
-Recuerdo a una joven pelirroja, que
debía de tener veinte años. Se puso de pie encima
de una plataforma e intentó coger un pez. Como es
lógico, eran un poco escurridizos y se le escaparon dos,
pero se lo pasó bomba.
-¿Por qué te resulta tan
memorable?
-Estaba tan animada, tan llena de vida.
Todos los que estábamos viéndolo nos identificamos
con ella. Nos imaginábamos en su lugar.
-¿Y qué crees que
recordará Brad de hoy?
-Hacer cosas que hacen los mayores, visitar
el frigorífico de pescado y trabajar contigo.
-A eso lo llamamos alegrarles el
día. Y buscamos todas las formas posibles de
alegrarle el día a alguien. Nuestra manera desenfadada de
trabajar nos permite encontrar formas creativas de entrar en
contacto con nuestros clientes. Esa es la palabra
clave:
entrar en contacto. En lugar de
mantener una distancia con nuestros clientes, buscamos maneras
corteses de incluirlos en nuestra diversión.
Respetuosamente. Cuando lo conseguimos, les alegramos el
día. Mary Jane abrió su libreta de nuevo y
escribió:
Alegrarles el día.
Tenía la cabeza llena de ideas. «Motivan a la gente
y la invitan a pasarlo bien. A los clientes les gusta ser parte
de la diversión, y los recuerdos creados aquí
causarán sonrisas y darán pábulo a buenas
historias después. Implicar a otros y trabajar para que lo
pasen bien, dirige la atención hacia el cliente. Es una
gran psicología. Centrar la atención en que los
demás estén bien crea un flujo constante
de
sentimientos positivos.»
-¡Hola! ¿Hay alguien en
casa?
Lonnie, Brad y Stacy la estaban
mirando.
-Lo siento. Me he quedado pensando en lo
potente que es ese ingrediente.
Espero encontrar cómo
«alegrarles el día» en First
Guarantec.
-Están abriendo el mercado. Vamos a
llevar a los niños a comer algo. Luego seguiremos
hablando. ¿Tenéis hambre, niños?
-¡Sí!
Estar
presente
Encontraron una mesa libre en un
café al otro lado de la calle y pidieron café,
chocolate caliente y panecillos dulces. El mercado se Iba
llenando rápidamente de gente y Lonnie le dijo que
observara cómo se relacionaban los pescaderos con el
público. Le pidió que los observara en
acción y le dijo que si prestaba atención,
descubriría el último ingrediente ella sola. La
mirada de Mary Jane saltó de un pescadero a
otro,
maravillándose con sus juegos y con
la manera despreocupada que tenían de trabajar.
Luego fijó su atención en los
que no estaban haciendo nada. Parecían atentos, buscando
con la mirada el momento de intervenir.
De hecho, fue una mala experiencia que
había tenido el día anterior la que la ayudó
a encontrar la respuesta. Se acordó del viaje a la tienda
con dos niños malhumorados y con ganas de irse a la cama.
¿Cuánto tiempo pasó delante del mostrador
esperando a que un empleado terminara de contarle a otro las
modificaciones que había hecho en su coche? Le
pareció que era una eternidad, mientras sus hijos le
tiraban de la falda con creciente impaciencia. «Eso no
pasaría aquí -pensó-, ellos están
presentes. Están
totalmente implicados en su trabajo. No
sé si soñarán despiertos.» Le
preguntó a Lonnie si esa era la respuesta.
-¡Pues claro que sí! ¿Y
por qué no me sorprende su respuesta? -Una sonrisa de
niño brilló en su rostro-. ¡Ojo, vertedero de
basura tóxica, que aquí llega! -Entonces Lonnie
prosiguió-: Estaba en un supermercado esperando mi turno
para la carne. Los empleados eran simpáticos y lo estaban
pasando bien. El problema es que lo estaban pasando bien entre
ellos, no conmigo. Si me hubieran incluido en su
diversión, habría
sido una experiencia totalmente diferente.
Iban bien encaminados, pero les faltaba un ingrediente clave. No
estaban presentes y concentrados en mí, el cliente.
Estaban concentrados en otra cosa.
Ella abrió la libreta y
escribió: ¡Estar
presente!
Lonnie dio la primera muestra de no estar
presente. Ella supo por qué cuando él le
dijo:
-Tengo que volver al trabajo. Los
compañeros se han ofrecido a hacer mi trabajo, pero no
quiero pasarme. De todas maneras, me gustaría darte un
consejo antes de que te vayas.
-Soy toda oídos.
-No es mi intención decirte
cómo tienes que hacer tu trabajo, pero creo que
sería importante que encontraras la manera de que tus
empleados descubrieran nuestra filosofía por sí
mismos. No estoy seguro de que contándoles la
filosofía de nuestro puesto de venta de pescado sea
suficiente. Brad tuvo una buena idea al decir que deberías
traerlos aquí.
-Brad y tú formáis un buen
equipo. Con mis prisas por resolver el problema, podría
olvidar fácilmente que los miembros de mi departamento
necesitan tener experiencias de aprendizaje propias y tiempo para
interiorizarlas. Muchas gracias por todo. Nos has alegrado el
día. Brad no dejó de hablar en todo el camino a
casa, y ella hizo todo lo que pudo para estar presente. Una idea
descabellada le pasó por la cabeza.
Sonrió y se la guardó para el
lunes.
Ella me lo dijo, y luego
yo
lo descubrí por mí
mismo.
Autor desconocido
Domingo por la
tarde
En el rato que tuvo para ella el domingo
por la tarde, Mary Jane cogió su libreta y amplió
sus notas.
ESCOGE TU ACTITUD: Creo
que hemos empezado bien con este punto. La idea del menú
que se les ocurrió a los empleados era fantástica,
la primera señal real de progreso. Sin escoger la actitud,
el resto es una pérdida de tiempo. Necesito seguir
explorando y ampliando nuestra conciencia de este
ingrediente.
JUGAR: El puesto de
pescado es un lugar de recreo para adultos. Si los pescaderos
pueden pasarlo tan bien vendiendo pescado, hay esperanza para
nosotros en First Guarantee.
ALEGRARLES EL DÍA:
A los clientes también se los invita a jugar. La
atmósfera es de inclusión. Nada que ver con el jefe
que tenía en Los Ángeles, que me hablaba como si yo
fuera una grabadora, y que nunca compartía nada del
trabajo interesante.
ESTAR PRESENTE: Los
pescaderos están presentes. No están soñando
despiertos ni hablando por teléfono. Están
observando al público y relacionándose con los
clientes.
Te hablan como si fueras una amiga de
siempre.
Lunes por la
mañana
Al entrar en el ascensor, se fijó
que Bill iba justo detrás de ella. «Así me
ahorro el viaje a su oficina», pensó. El ascensor
iba lleno, de modo que no conversaron, pero cuando se
abrió la puerta en su planta, se volvió hacia Bill
y alargó a su jefe una bolsa que desprendía un
inconfundible olor.
-Un regalo, Bill. Se llama sushi sonriente.
Mientras la puerta del ascensor se cerraba, le oyó
gritar:
-¡Mary Jane! Unos segundos
después, cuando ya estaba en su despacho, sonó el
teléfono.
-Curioso regalo, Mary Jane- dijo Bill con
un tono risueño en la voz. Ella le contó lo que
había hecho el sábado-. Sigue adelante, Mary Jane.
No sé qué tiene que ver un puesto de pescado con
First Guarantee, pero si has conseguido hacerme sonreír
con el día que me espera, a lo mejor has descubierto algo.
Al colgar, se dio cuenta de que su relación con Bill
había cambiado un poco. «Me parece que pocos
subalternos le plantan cara -pensó-. Y por raro que
resulte, creo que agradece que haya elegido no dejarme
intimidar.»
Un trabajo de
campo
En la primera de las dos reuniones del
lunes por la mañana con los empleados, fue al
grano.
-Estoy impresionada y animada por vuestros
esfuerzos para encontrar maneras de recordarnos a
todos que cada día podemos elegir la actitud que
tendremos. El «Menú Escoge tu actitud» fue una
gran idea, y no se habla de otra cosa en el edificio. Es
agradable escuchar por fin algunos comentarios positivos. Ya es
hora de dar el siguiente paso. Hay una cosa que quiero que
experimentéis todos, de modo que haremos un trabajo de
campo a la hora de comer. Este grupo irá el
miércoles, y el otro grupo el jueves. No os
preocupéis del almuerzo, lo importante es que
acudáis. »El trabajo de campo consistirá en
ir a un lugar que muchos de vosotros ya conocéis. Iremos a
un puesto de pescado muy especial en el que estudiaremos la
energía en acción. Hay allí un grupo de
trabajadores que han resuelto su versión de nuestro
problema. Nuestra tarea consistirá en ver si podemos
entender sus secretos para el éxito, y
aplicarlos.
-¡Tengo hora con el
dentista!
-¡Yo he quedado con fulano para
comer!
Y así, varios empleados pusieron
objeciones. Se sorprendió cuando oyó una voz
decidida, la suya, que decía:
-Espero que no falte nadie y que
cambiéis los planes que habíais hecho. Es una
salida importante.
El miércoles, el primer grupo se
reunió en la entrada del edificio y se dirigió al
mercado.
-Lo único que os pido es que
observéis la escena que vais a presenciar
-sonrió-.
Y no os olvidéis de tener el yogur a
mano. -La mención de la cita del yogui Berra
«Puedes observar muchas cosas
mirando», recibió una sonrisa amable. «Bueno,
es un comienzo», pensó. El mercado estaba animado
cuando llegaron y el grupo se dispersó rápidamente.
Eso le hizo más difícil observar sus reacciones,
pero se fijó en que algunos empleados obviamente lo
estaban pasando muy bien. Vio a John y a Steve conversando
animadamente con uno de los pescaderos y se acercó para
observarlos.
-Cuando estás presente, te fijas en
la gente; es como si estuvieras con tu mejor amigo; pasan muchas
cosas a tu alrededor, pero te preocupas de tu cliente -explicaba
un pescadero pelirrojo a John.
«Bien por john y Steve
-pensó-. Buena iniciativa. »
El jueves, el segundo grupo hizo el viaje,
sin duda ya informado por el primero. No hubo casi preguntas, y
el grupo se mostró bastante reservado hasta que
ocurrió algo imprevisto. Stephanie, una empleada que
llevaba mucho tiempo en la empresa, fue invitada a ponerse
detrás del mostrador y atrapar un pescado. Se le
resbalaron dos de sus manos, para delicia del público y
sobre todo para la diversión especial de sus
compañeros de trabajo. A la tercera, con un
deslumbrante gesto consiguió atraparlo, ganándose
una sonora ovación, piropos y silbidos. Estaba encantada:
los pescaderos le habían alegrado el día. Era como
si Stephanie hubiera abierto la puerta a los otros.
Mientras los pescados volaban por encima de
las cabezas, el grupo de First Gurantee hizo mucho más que
levantar los vasos de yogur en el aire.
Las reuniones del
viernes por la tarde
El viernes por la tarde se reunió
con cada grupo por separado.
-¿No sería fantástico
trabajar en un lugar donde pudiéramos pasarlo tan bien
como los empleados que trabajan en Pike Place?
-preguntó.
Algunos movieron la cabeza afirmativamente
o sonrieron recordando la imagen de los pescados volando.
Stephanie era la que tenía la sonrisa más grande.
Luego, se impuso la realidad. En los dos grupos, las sonrisas
iniciales fueron seguidas de protestas.
-¡No vendemos pescado! -dijo
Mark.
-Nosotros no podemos arrojarnos nada
-añadió Beth.
-Eso es cosa de hombres -opinó Ann
por su parte.
-Nuestro trabajo es aburrido -dijo
alguien.
-Podemos arrojarnos los pedidos de compra
-dijo un bromista.
-Tenéis razón; esto no es un
mercado de pescado. Lo que hacemos aquí es diferente. Mi
pregunta es: ¿estáis interesados en trabajar en un
lugar donde se respire la misma energía que en el famoso
mercado de pescado de Pike Place? Un lugar donde sonriáis
más a menudo; un lugar donde tengáis sentimientos
positivos sobre lo que hacéis y cómo lo
hacéis. Un lugar al que tengáis ganas de ir todos
los días. Ya habéis
demostrado que en muchos aspectos podemos
elegir nuestra actitud. ¿Estáis interesados en
llegar más lejos?
Habló Stephanie.
-Me gustan mis compañeros. Son buena
gente. Pero odio venir a trabajar. Me cuesta respirar
aquí. Esto parece un depósito de cadáveres.
Y voy a confesar una cosa.
He estado buscando otro trabajo. Si
pudiéramos crear un poco de vida aquí, sería
un sitio más satisfactorio para trabajar, y
pensaría seriamente en quedarme.
-Gracias por tu sinceridad y tu coraje,
Stephanie.
Steve añadió:
-Quiero que este lugar sea más
divertido.
Randy levantó la mano.
-Sí, Randy.
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