3.- En Lanciano (Italia), en 1273, una mujer, disgustada
con su marido por los malos tratos, fue a consultar a una amiga y
ésta le dijo que fuera a comulgar y quemara la hostia, y
las cenizas se las diera a su marido en la comida o bebida para
que volviera a reconquistar su amor. Cuando la mujer quiso quemar
la hostia, parte se convirtió en carne, de la que
salió abundante sangre. Asustada, la envolvió en
una tela y lo enterró todo en el establo. Al atardecer, su
marido no podía meter las bestias en el establo y
sólo pudo hacerlo después de muchos esfuerzos y
golpes. Su marido pensó que su esposa había hecho
maleficios y la increpó, pero ella lo negó. Por
siete años estuvo allí enterrado Jesús
sacramentado, convertido en carne y sangre. Por fin, ella lo
confesó todo y lo desenterraron. Todo estaba intacto, sin
deterioro de ninguna clase. Después de unos días,
lo llevaron todo a Offida, donde se conserva. Hay documentos
dignos de fe que hablan de este milagro. Hoy se encuentra la
parte que quedó como hostia, en perfecto estado sin
corromperse.
El resto está como filamentos de cante color
rosáceo. La tela está con diferentes manchas de
sangre. En aquel lugar, se construyó una capilla a la Sta.
Cruz, cuya fiesta celebran todos los años el 3 de
Mayo.
4.- Es famoso el caso de la hostia que se conserva en el
Monasterio de El Escorial de Madrid. Ocurrió en 1592, en
un pueblecito de Holanda. Bandas protestantes tomaron la ciudad
de Gorcum y profanaron las Iglesias católicas. En la
catedral profanaron la hostia que estaba en una custodia y la
golpearon con mazas de hierro. Inmediatamente, aparecieron tres
manchas rojas en la hostia como manifestación del dolor de
Jesús ante aquella profanación. Esta hostia fue
obsequiada al rey Felipe II, quien la envió al Monasterio
de El Escorial, donde se conserva y donde hay bajorrelieves y
cuadros que recuerdan este milagro.
5.- En 1954, el día 16 de Diciembre en el
«L" Osservatore Romano» aparecía la siguiente
noticia más o menos así: «Unos soldados
comunistas entraron en el convento de las Carmelitas de Bui-Chu,
en Vietnam del Norte con el fin de hacer una inspección.
Al llegar a la capilla, quisieron ver el sagrario y la religiosa
que los acompañaba les dijo que allí estaba el buen
Dios y había que tratarlo con respeto. Entonces, un
soldado cogió su fusil y empezó a disparar contra
el sagrario. Una bala atravesó el copón y se
dispersaron algunas hostias, pero el soldado quedó
inmóvil como una estatua de mármol, con los ojos
aterrorizados».
d) Carne y sangre:
1.- Hacia el año 1000 ocurrió en la ciudad
de Trani (Italia), en tierras de Puglia, un milagro
extraordinario. Una mujer hebrea le pidió a una cristiana
que le consiguiera una hostia consagrada. La cristiana fue el
día Jueves Santo a la Iglesia de 5. Andrés y
recibió la comunión, sacándose la hostia y
colocándola en su pañuelo. Se la llevó a la
hebrea y ésta, cuando estuvo sola, se puso a freír
la hostia en una sartén. Entonces, aquella hostia se
convirtió en carne y empezó a sangras y la sangre
rebalsó la sartén y cayó sobre el piso. Al
ver semejante milagro y tanta sangre, la hebrea comenzó a
gritar. La gente vino a ver, y fue informado el obispo, quien se
hizo presente y tomó los restos de carne de la hostia
frita, adorando allí a Jesús sacramentado. Todo el
pueblo acudió descalzo para llevar en procesión la
carne sangrante hasta la catedral. Hay pinturas que recuerdan
este milagro.
2.- El 29 de Diciembre de 1230, en la Iglesia de S.
Ambrosio de Firenze (Italia), un sacerdote anciano celebraba la
misa y, al purificar el cáliz, dejó un poco de vino
consagrado. Al día siguiente, cuando tomó el
cáliz de nuevo, se encontró con sangre coagulada.
En 1930 se celebró el 700 aniversario del milagro con
mucho esplendor.
3.- En 1239, el 23 de Febrero y en pleno campo de
batalla, ocurrió el siguiente prodigio en un pueblecito de
Zaragoza (España). Estaban en guerra contra los musulmanes
y el capellán del ejército cristiano celebraba la
misa, en la que consagró seis hostias destinadas a la
comunión de los seis capitanes de las tropas. Un ataque
sorpresivo del enemigo obligó a suspender la misa
después de la consagración. El capellán
ocultó las hostias con los corporales en un pedregal del
monte. Rechazado el ataque, se encontraron las seis hostias,
empapadas en sangre y pegadas a los corporales. Como eran tres
las ciudades que se disputaban este tesoro, acordaron que Dios
decidiera y lo colocaron en una mula para que ella tomara el
camino. Esta mula cayó muerta a las puertas de Daroca.
Actualmente, se conservan en la basílica de esta ciudad,
mostrándose a los fieles en ciertas
solemnidades.
4.- En la ciudad italiana de Bolsena, en el año
1263, un sacerdote, Pedro de Praga, celebraba la misa y dudaba de
la presencia real de Jesús. Al partir la hostia,
brotó súbitamente tal cantidad de sangre que
empapó el corporal y los manteles, y algunas gotas cayeron
al piso. Los corporales quedaron manchados con 83 gotas de
sangre, en las cuales aparecía la figura del Redentor.
Cuando el Papa Urbano IV, que estaba en la vecina ciudad de
Orvieto, se enteró, envió al obispo Santiago
Maltraga y a algunos teólogos como 5. Buenaventura y Sto.
Tomás de Aquino, que le confirmaron el milagro. Este
milagro influyó decisivamente en la institución de
la fiesta del Corpus Christi, al año siguiente, por la
bula «Transiturus». Muchos Papas a lo largo de los
siglos han ido a visitar y venerar estas sagradas
reliquias.
5.- En una aldea del Norte de España
llamada Cebrero, hacia el año 1300, había un hombre
muy devoto de la Eucaristía llamado Juan Santin, que todos
los días asistía a la misa. Un día muy crudo
de invierno, la nieve había cubierto totalmente los
caminos, sin embargo, aquel hombre se fue, como todos los
días, al monasterio benedictino a ofrecer la misa. El
celebrante, que no creía mucho en la presencia real de
Jesús, pensó: «aquí viene este
loco con esta tempestad, a ver un poco de pan y un poco de
vino». No había terminado de decir esto, cuando
ante sus ojos, la hostia se había convertido en carne y el
vino en sangre. El P. Yepes, benedictino del siglo XVII,
escribió: «Yo, aunque indigno, he visto y
adorado este santo misterio. He visto las dos ampollas: en una de
ellas está la sangre, que parece apenas coagulada, roja
como la de un cabrito recién sacrificado; he visto
también la carne, que es roja y
seca».
Los Reyes católicos regalaron en el siglo XV el
relicario donde se guardan actualmente la carne y sangre. Todos
los años se celebra el recuerdo del milagro el 9 de
Septiembre.
6.- El año 1330, en Siena (Italia), un sacerdote
fue llamado para llevar los santos sacramentos a un enfermo de la
campiña. El, previendo que debía administrarle la
comunión, tomó una hostia y, de modo desenvuelto y
sin el mayor respeto, la metió entre dos páginas de
su breviario. Cuando le quiso dar la comunión, la hostia
había desaparecido y, en su lugar, había dejado dos
manchas redondas de sangre, en las dos páginas
correspondientes. Este sacerdote se confesó con el
agustino Bto. Simón de Casia y a El le entregó las
dos páginas manchadas de sangre. Una de ellas fue a dar a
los agustinos de Perugia y ha desaparecido. La otra se conserva
en los agustinos de Casia. La mancha de sangre es de 4 cm. de
diámetro. Al observar esta mancha con un lente potente, se
ve claramente y distintamente la figura de un rostro humano que
sufre, como se aprecia también en fotografías
tomadas. En 1930, con ocasión del sexto centenario, se
celebró en Casia un Congreso
eucarístico.
7.- Otro prodigio eucarístico ocurrió el 8
de Diciembre e 1991 en la finca Betania, a 12 Kms de Cúa
(Edo de Miranda) en Venezuela. En ese lugar, se estaba
apareciendo la Virgen María a María Esperanza de
Bianchini, especialmente desde el 25-3-84. Estas apariciones
habían sido aprobadas por el obispo el 21 de Noviembre del
87. Aquel día, de 1991, estaba celebrando misa ante el
pueblo el P. Otty Ossa Aristizábal, un hombre con mucha fe
en la Eucaristía. Después de partir la hostia en
cuatro partes y consumir una de ellas, se dio cuenta de que las
otras tres estaban sangrando. Todos los presentes pudieron ver el
milagro y todavía se conservan en un relicario las tres
partes de la hostia, manchadas con sangre. Se hicieron
exámenes clínicos en Caracas y concluyeron que la
sangre era sangre humana. El obispo del lugar, Pío Bello,
aprobó este milagro y dijo: «Dios está
tratando de manifestarnos que nuestra fe en la hostia consagrada
es auténtica». Hay videos sobre este milagro,
donde puede verse el testimonio del P. Otty y del
obispo.
8.- El más famoso de todos estos milagros
ocurrió en Lanciano (Itaha) en eh siglo VIII. Durante la
celebración de la misa, un sacerdote que dudaba de la
presencia eucarística de Jesús, vio ante sus ojos
que la hostia se transformó en un pedazo de carne y el
vino en sangre, coagulándose después en cinco
piedrecitas diferentes, cada una de las cuales pesaba exactamente
igual que varias de ellas o que todas juntas. Se han hecho a lo
largo de los siglos muchos estudios sobre esta carne y sangre. El
último se hizo en 1971 por un equipo de expertos de la
Universidad de Siena, dirigidos por Odoardo Linoli y Ruggero
Bertelli. Después de los análisis y estudios, han
concluido que, después de doce siglos, la carne es
verdaderamente carne y la sangre es verdaderamente sangre de un
ser humano vivo y tienen el mismo grupo sanguíneo AB. El
diagrama de esta sangre, corresponde al de una sangre humana que
ha sido extraída de un cuerpo humano vivo ese mismo
día. En la sangre se encontraron proteínas en la
misma proporción normal que se encuentran en la
composición «seroproteic» de la sangre fresca
normal. Se encontraron también minerales: cloro,
fósforo, magnesio, potasio, sodio, calcio… La carne
pertenece al corazón.
¿No nos estará diciendo Jesús con
esto que sigue vivo después de tantos siglos, no
sólo en esa carne y sangre, sino en todas las hostias
consagradas del mundo? En 1973 la Organización Mundial de
la Salud (O. M. S.) de la ONU nombró una Comisión
científica para certificar las conclusiones del año
1971. Los trabajos duraron 15 meses con unos 500 exámenes
y las conclusiones fueron las mismas, siendo publicadas en
Diciembre de 1976 en Ginebra y Nueva York. En este informe, se
dice sobre este milagro que «la ciencia conocedora de
sus límites se detiene ante la imposibilidad de dar una
explicación científica a estos
hechos».
e). Superación de las fuerzas
naturales:
1.- El martes santo, 16 de Marzo de 1345, en
Ámsterdam (Holanda), un sacerdote llevó la
comunión a la casa de Ysbrand Dommer, que estaba
gravemente enfermo. Cuando salió el sacerdote, el enfermo
vomitó y la señora que lo cuidaba echó lo
que había vomitado al fogón. Al día
siguiente, cuando fue a prender fuego, apareció la hostia
santa intacta sobre las llamas. Llegó el sacerdote y se la
llevó en un relicario; pero, al abrirlo en la Iglesia, la
hostia no estaba, se había quedado en la casa. Esto
ocurrió por tres veces. Entonces, entendieron que
quería quedarse allí para siempre y construyeron en
aquel lugar una capilla al Santísimo Sacramento. Cada
año se hacía una procesión a aquel lugar. En
el año 1452 se incendió la mitad de la ciudad y
también aquella capilla con el sagrario.., pero la hostia
milagrosa quedó intacta. A partir de 1578 la ciudad
quedó en poder de la Reforma protestante y confiscaron
todas las Iglesias católicas, incluso aquella reconstruida
capilla. Todavía hoy, los católicos de
Ámsterdam hacen una procesión silenciosa cada
año a aquella capilla para conmemorar el milagro. El
famoso catecismo holandés cita este milagro y le dedica
tres líneas.
2.- En Alboraya (Valencia), en España, en el
año 1348, un sacerdote llevaba la comunión a un
enfermo sobre una mula. Al pasar un río la mula dio un mal
paso y el sacerdote dejó caer el porta viáticos con
las tres hostias que contenía. Al poco tiempo, unos
pescadores vieron tres peces, cada uno con una hostia en la boca.
Se avisó al sacerdote que llegó revestido de
ornamentos y con un cáliz, donde los peces depositaron las
hostias. Hostias que parecían no tocadas por el agua, pues
no estaban húmedas y estaban en perfecto estado
después de varios días. En aquel lugar, se
construyó una capilla, que todavía existe, y todos
los años se van en procesión desde la Iglesia
parroquial. Como curiosidad, diremos que los primeros cristianos
representaban a Cristo por un pez, pues IX0US en griego significa
pez y son las iniciales de «Jesús, Cristo, Hijo
de Dios, Salvador».
3.- En Mayo de 1453, unos ladrones robaron en Exilies
(Italia) una custodia con el Santísimo Sacramento y se
dirigieron a Turín para venderla. Llegaron el seis de
Junio. Al llegar, la mula se cayó a tierra y no se le pudo
hacer levantar. Además, se le rompieron las cuerdas y todo
lo que llevaba se cayó al suelo. Entonces, la hostia
salió de la custodia y se alzó milagrosamente en el
aire, irradiando resplandores más brillantes que el sol.
Era algo luminoso y maravilloso. Allí estaba Jesús.
Transfigurado en una luz divina que todos podían ver. Se
avisó al obispo, Luís Romagnono, quien
acudió con todos los canónigos en solemne
procesión. Se postraron y adoraron a Jesús,
diciendo: «Quédate con nosotros,
8eñor». Entonces, un sacerdote alzó un
cáliz y la hostia fue bajando lentamente hasta colocarse
en El. En aquel lugar del suceso se erigió la
basílica del Corpus Domini para recordar el milagro y que
ha hecho de Turín la «ciudad del Santísimo
sacramento». En 1953 hubo en Turín un Congreso
eucarístico nacional para celebrar los quinientos
años del milagro.
4.- El lunes 26 de Mayo de 1608 en Faverney (Francia),
en la abadía benedictina había Exposición
del Santísimo Sacramento y dejaron la hostia en la
custodia. Durante la noche se incendió la Iglesia y,
cuando
fueron a ver, la custodia estaba suspendida
milagrosamente en el aire, mientras todo a su alrededor estaba
quemado. Así estuvo en el aire por 33 horas.
Además, el fuego había respetado la bula del Papa
en que concedía indulgencias y la misma hostia de la
custodia. Esto ocurría en una Iglesia dedicada a
María. Por ello, los católicos del lugar lo
consideraron como una confirmación de su fe contra el
avance de los protestantes de aquella época. En 1908 se
celebró un Congreso eucarístico nacional para
recordar el tercer centenario del milagro y se permite celebrar
la fiesta del milagro, como de segunda clase, desde
1862.
5.- En 1630, unos días antes de la
fiesta del Corpus Christi, se abatió sobre el pueblo de
Canosio (Italia) un fuerte vendaval y fue tal la furia del viento
y de la lluvia que hubo deslizamientos de tierras, amenazando
destruir el pueblo. Entonces, el párroco Antonio Reinardi
convocó a los feligreses y les infundió esperanza.
Tomó la custodia con la hostia santa y se dirigió
con el pueblo al lugar del peligro, bendiciéndolo con el
Santísimo Sacramento. Inmediatamente, ocurrió el
milagro: el cielo se aclaró, la lluvia cesó, las
aguas del torrente se calmaron y todo quedó tranquilo.
Desde entonces hasta el día de hoy, en la octava del
Corpus, tienen Exposición del Santísimo para
recordar el milagro.
6.- El 3 de Junio de 1631 en Dronero (Italia) la parte
antigua de la villa quedó arrasada por un incendio. El
viento soplaba fuerte y amenazaba con reducir a cenizas todo el
pueblo de unos 8000 habitantes. Entonces, el P. Mauricio da Ceva,
capuchino, tomó el Santísimo y lo llevó al
lugar, donde más arreciaban las llamas, y echó la
bendición. Instantáneamente, cesó el
incendio. El recuerdo de este suceso permanece vivo hasta hoy y
todos los años el día del Corpus Christi se
recuerda el milagro.
7.- La noche del 14 al 15 de Agosto de 1670 se
incendió gran parte de la ciudad de Miradoux (Francia). El
párroco se dirigió con el pueblo al lugar de las
llamas con el Santísimo Sacramento y exorcizó al
fuego: «Fuego, criatura de Dios, en nombre de tu
Creador que sostengo entre mis manos, te ordeno detenerte
inmediatamente», e hizo la señal de la cruz. Y,
en aquel mismo instante, el fuego empezó a apagarse y el
viento se calmó. Hasta 1975 se hacía todos
los años la procesión del Santísimo
Sacramento en recuerdo de este milagro el día 15 de
Agosto. Ahora se hace simplemente una
peregrinación.
8.- La noche del 31 de Diciembre de 1977 al 1 de Enero
de 1978, la Iglesia de Laveline (Francia) fue presa de un
incendio gigantesco. Pero el sagrario, que era de madera, y la
estatua de yeso del Corazón de Jesús quedaron
intactas, respetadas milagrosamente por el fuego, cuando todo a
su alrededor eran cenizas. El suceso fue referido por algunos
periódicos, entre ellos por «L"Est
republicain» del 3 de Enero de 1978.
9.- El 31 de Mayo de 1906 ocurrió un gran milagro
en Tumaco (Colombia). Hubo un fuerte sismo y, como efecto de
él, las aguas del mar parecía iban a inundar y
anegar el pueblo entero. Entonces, el párroco P. Gerardo
Larrondo, agustino recoleto, se fue en procesión con la
gente hasta la playa, llevando la custodia con el
Santísimo. En aquel momento, vieron todos venir una ola
gigantesca, que parecía que los iba a tragar a todos. El
Padre hizo la señal de la cruz con el Santísimo y
ocurrió lo increíble: la ola vino a estrellarse
contra el párroco, alcanzándole solamente hasta la
cintura; pero no tocó la custodia que tenía en
alto. Y ahí quedó la fuerza del mar, que
volvió a quedar en total tranquilidad, mientras todos
empezaron- a gritar emocionados: Milagro, Milagro. Aquella ola se
había detenido instantáneamente y la enorme
montaña de agua, que amenazaba borrar a todo el pueblo, se
detuvo ante Cristo Eucaristía y empezó su retroceso
hasta desaparecer, volviendo el mar a su nivel normal.
Muchísimos otros milagros y prodigios o
curaciones y conversiones podríamos seguir contando, pero
creemos que ya es suficiente para nuestro propósito.
Recordemos que Jesús está muy cerca de nosotros con
todo su poder divino y tiene sus delicias en estar con los hijos
de los hombres (Cf Prov 8,31). Y sigue haciendo milagros hoy como
hace dos mil años.
LA EUCARISTIA EN LA VIDA DE LOS SANTOS
Todos los santos, sin excepción, han centrado su
vida en Cristo vivo, presente en la Eucaristía. Su fe en
la presencia real era tan fuerte que se pasaban horas y horas,
acompañando, amando, adorando a Jesús sacramentado.
Algunos tenían el don de la hiero gnosis, es decir, de
poder distinguir los objetos bendecidos por un sacerdote de los
que no lo están y, especialmente, reconocer la hostia
consagrada de la que no lo está. En esto destacó
admirablemente la religiosa Agustina, Venerable Ana Catalina
Emmerick. Le hicieron varias pruebas, llevándole hostias
sin consagrar e inmediatamente se daba cuenta. Algo parecido le
pasó a 5. Alfonso María de Ligorio. Estaba
gravemente enfermo y le trajeron la comunión. Pero, tan
pronto recibió la hostia, empezó a gritar:
«Qué me han hecho, me han traído una
hostia sin Jesús, una hostia sin consagrar».
Hicieron las averiguaciones del caso y resultó que el
sacerdote, que había celebrado la misa aquella
mañana, se había olvidado de la
consagración, durante la misa.
Algunos santos tenían también la gracia de
ver a Jesús en la hostia. Sta. Catalina de Siena vio un
día a Jesús en las manos del sacerdote y la hostia
le pareció como una hoguera brillante de amor. Sta. Teresa
de Jesús asegura «un día, oyendo misa, vi
al Señor glorificado en la hostia» (CC 14).
«Muchas veces quiere el Señor que lo vea en la
hostia» (V38,19).
Sta. Margarita María de Alacoque habla en sus
escritos que, en varias ocasiones, cuando estaba en
adoración ante el Santísimo, se le presentaba
Jesús con su divino Corazón, ardiendo en llamas.
«Delante del Santísimo Sacramento me encontraba
tan absorta, que jamás sentía cansancio. Hubiera
pasado allí los días enteros con sus noches, sin
comer ni beber y sin saber lo que hacía si no era
consumirme en su presencia como un cirio ardiente para devolverle
amor por amor Y no podía quedarme en el fondo de la
Iglesia y, por confusión que sintiese en mí misma,
no dejaba de acercarme cuanto pudiera al Santísimo
sacramento».
En una ocasión (16-6-1675) le dijo Jesús:
«Mira este Corazón que tanto ha amado a los
hombres y, sin embargo, no recibe de la mayor parte, sino
ingratitudes, ya con sus irreverencias y sacrilegios, ya por la
frialdad y desprecio con que me tratan en este sacramento de amor
Pero lo que más me duele es que son corazones que me
están consagrados los que así me
tratan». Y Jesús, en su gran misericordia, le
da para todos la GRAN PROMESA de los nueve primeros viernes:
«Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi
Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a todos
los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la
gracia de la penitencia final, que no morirán en mi
desgracia ni sin haber recibido los sacramentos. Mi
Corazón será su asilo seguro en los últimos
momentos».
Lucía, la vidente de Fátima, refiere en
sus «Memorias» que el ángel de
Portugal en su tercera visita les dio a los tres la
comunión. El ángel tenía en la mano
izquierda un cáliz, sobre el cual estaba suspendida una
hostia, de la cual caían unas gotas de sangre dentro del
cáliz. El ángel dejó suspendido en el aire
el cáliz, se arrodilló junto a ellos y les hizo
repetir tres veces la oración «Santísima
Trinidad»…
«Después se levanta, toma en sus manos
el cáliz y la Hostia. Me da la sagrada Hostia a mí
y la Sangre del cáliz la divide entre Jacinta y Francisco,
diciendo al mismo tiempo: Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, horriblemente ultrajado por la ingratitud de los hombres.
Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios. 1
postrándose de nuevo en tierra, repitió otras
tres veces con nosotros la misma oración Santísima
Trinidad… y desapareció».
Éste fue el comienzo de un amor asombroso de
estos tres niños a Jesús escondido en el sagrario.
Le decía Jacinta a Lucía: «Amo tanto a
Jesús escondido… ¿En el cielo no se comulga? Si
se comulga, yo voy a comulgar todos los días».
Y, cuando ya estaba enferma y no podía ir a la Iglesia a
comulgar, le decía: «Has comulgado?
Acércate aquí junto a mi que tienes en tu
corazón a Jesús escondido». Algo
parecido ocurría con Francisco. Le decía a
Lucía: «Vete a la Iglesia y dale muchos
recuerdos de mi parte a Jesús escondido. Lo que más
pena me da es no poder ir a estar algún rato con
Jesús escondido».
Y no sólo los niños inocentes,
también los grandes sabios se sien- ten abismados ante
este gran misterio de amor. Sto. Tomás de Aquino, en el
momento de la consagración, tenía tan intensa
devoción que rompía a llorar, absorto en el gran
milagro. En una ocasión, después de escribir un
tratado sobre la Eucaristía, oyó que Jesús
le decía: «Has escrito muy bien del sacramento
de mi Cuerpo». Por eso, en la Suma Teológica
escribió para cada uno de nosotros: «No te
preguntes, si está o no Cristo en la Eucaristía,
sino acoge con fe las palabras del Señor porque El, que es
la Verdad, no miente, y El dijo: Esto es mi
Cuerpo»
(ST3,75,l).
Sta. Juliana de Comillón, religiosa belga, era
tan devota del Santísimo Sacramento que Jesús un
día la premió con una visión extraordinaria.
Vio la luna llena, con una mancha oscura sobre ella. Y
Jesús le dijo:
«La mancha negra simboliza la ausencia de una
fiesta en honor del Santísimo Sacramento». Ella
convenció a su obispo de Lieja (Bélgica) para que
instituyera esta fiesta y, cuando llegó a Papa, con el
nombre de Urbano IV, la instituyó en 1264 para toda la
Iglesia, con el nombre de Corpus Christi, convencido
también por el milagro de Bolsena-Orvieto.
De Sta. Clara de Asís se cuenta que, cuando los
sarracenos atacaron Asís el año 1244 y empezaron a
escalar sus altos muros, pensando en una clara y fácil
victoria, les salió al encuentro con la custodia, que
contenía a Jesús sacramentado. Y, según
algunos testimonios, unos rayos resplandecientes parecían
salir del Santísimo… Lo cierto es que a su vista,
huyeron despavoridos los enemigos, salvándose ahí
la población.
A Sta. Clara de Asís la declararon patrona de la
televisión, porque, en una ocasión, estando
gravemente enferma, pudo seguir la misa desde su cama, como si la
hubiera visto por televisión. Otros santos, como el Bto
Gracia de Cátaro, S. Pascual Bailón…
tenían la gracia de contemplar desde sus ocupaciones, en
la cocina o huerta del convento, el momento de la
elevación del Santísimo en la misa, porque estaban
en continua sintonía con El y Jesús se les
manifestaba en ese momento sublime y trascendental.
Hay santos que han pasado años sin comer ni beber
más que la comunión diaria. Este fenómeno
extraordinario se llama inedia (ayuno absoluto). Entre otros
santos lo tuvieron Sta. Ángela de Foligno (s.XIV) por 12
años; Sta. Catalina de Siena (s.XIV) por 8 años; la
Bta Elizabeth de Reute (s.XV) por 15 años; Sta. Lidwina
(s.XIV) por 28 años; 5. Nicolás de Flue (s.XV) por
20 años; Sta Catalina de Raconixio (s.XVI) por 10
años; Domenica Lazzari (s.XIX) y Luisa Lateau (s.XIX) por
10 años; Marta Robin (s.XX) 50 años y Teresa
Neumann (s.XX) muchos años también.
S. Antonio Ma. de Claret afirma en su
autobiografía: «delante del Santísimo
Sacramento, siento una fe tan viva que no lo puedo explicar Casi
se me hace sensible y estoy constantemente besando sus llagas y
me quedo finalmente abrazado con El. Siempre tengo que separarme
y arrancarme con violencia de su divina presencia, cuando llega
la hora».
Sta. Micaela del S. Sacramento, llamada la loca del
Sacramento, dice que la Eucaristía era su pasión
dominante, su delirio, su locura. Afirma en su
autobiografía: «Algunas veces, no sé
cuantas, vi abrirse el sagrario, estando yo en la oración,
y salir el copón, algunas veces destapado, para adorar al
Señor.. Me hizo ver el Señor las grandes y
especiales gracias que, desde los sagrarios, derrama sobre la
tierra y además sobre cada individuo según la
disposición de cada uno… Yo vi salir como un humo del
sagrario, muy brillante y claro, a modo de la claridad de la
luna, que subía hasta por encima de las casas y
participaban de esta luz más o menos, aun desde ellas. Yo
vi, como una gradación la influencia de pueblos a pueblos
y ciudades hasta llegar a sus iglesias o sagrarios, y hasta
cuando le sacan para los enfermos, va como derramando perlas
preciosas de beneficios; y, si se viera, correría la gente
para aspirar aquel ambiente que el Señor deja tan
embalsamado en el aire. S4 yo vi sin que me deje duda, el
torrente de gracias que el Señor derrama en el que lo
recibe con fe y amor como si derramara piedras preciosas de todos
los colores… "Y cómo queda uno bañado y envuelto
en aquel humo luciente y brillante de gracia, que no se borra
esta impresión del corazón».
«El cura de Ars se dejaba embargar
particularmente ante la presencia real de Cristo en la
Eucaristía. Ante el sagrario pasaba frecuentemente largas
horas de adoración antes del amanecer o durante la noche;
durante sus homilías solía señalar el
sagrario, diciendo con emoción: El está
ahí… Pronto pudo verse el resultado: los feligreses
tomaron por costumbre el venir a rezar ante el Santísimo
Sacramento, descubriendo a través de la actitud de su
párroco, el gran misterio de la fe» (Juan Pablo
II a los sacerdotes, 16-3-86).
« Y ciertamente El lo amaba y se sentía
irresistiblemente atraído hacia el sagrario. En toda
ocasión, El inculcaba a sus fieles el respeto y amor a la
divina presencia eucarística, incitándolos a
acercarse con frecuencia a la mesa eucarística y El mismo
daba ejemplo de esta profunda piedad. Para convencerse de ello,
refieren los testigos, bastaba verle celebrar la santa misa y
hacer la genuflexión cuando pasaba delante del
sagrario» (Enc Sacerdotii nostri primordia, Juan
XXIII, 1-8-59).
El P. Pío de Pietrelcina aseguraba:
«Mil años de gozar la gloria humana no vale
tanto como pasar una hora en dulce comunión con
Jesús en el Santísimo sacramento». Y
Charles de Foucauld afirmaba:
«Qué delicia tan grande, Dios
mío, poder pasar quince horas sin nada que hacer
más que mirarte y decirte: Te amo». Algo
parecido refería el Bto. Rafael: « Qué
puede haber en el mundo que pueda dar más gozo a mi alma?
En los ratos que paso, mirando al sagrario a través de mi
ventana, veo más grandiosidad en Dios en el sublime
misterio de su permanencia entre los hombres que en todas las
obras que salieron de sus manos y que están manifestadas
en el mundo».
Sta. Verónica Giuliani escribió en su
Diario: «Me parece ver en el Santísimo
Sacramento como en un trono a Dios trino y uno: El Padre con su
Omnipotencia, el Hijo con su Sabiduría y el
Espíritu Santo con su amor… Viniendo a nosotros Dios,
viene todo el paraíso. Estuve todo el día fuera de
mí de alegría, viendo cómo Dios esta
escondido en la hostia santa. )" si tuviese que dar la
vida para afirmar esta verdad, la daría mil
veces» (30-5-17 15).
El Bto Escribá de Balaguer nos dice en su libro
«Es Cristo que pasa»: «Jesús nos
espera en el sagrario desde hace 2000 años. Es mucho
tiempo y no es mucho tiempo, porque, cuando hay amor los
días vuelan. Para mí el sagrario ha sido siempre
Betania, el lugar tranquilo y apacible donde está Cristo,
donde podemos contarle nuestras preocupaciones, nuestros
sufrimientos, nuestras ilusiones y nuestras alegrías con
la misma sencillez y naturalidad con que le hablaban aquellos
amigos suyos, Marta, María y Lázaro. Por eso, al
recorrer las calles de alguna ciudad o de algún pueblo, me
da alegría descubrir aunque sea de lejos, la silueta de
una iglesia; es un nuevo sagrario, una ocasión más
de dejar que el alma se escape para estar con el deseo junto a
Jesús sacramentado… Adoradle con reverencia y
devoción: renovad en su presencia el ofrecimiento sincero
de vuestro amor decidle sin miedo que le queréis. Yo me
pasmo ante este misterio de amor El Señor busca mi pobre
corazón como trono para no abandonarme, si yo no me aparto
de El».
Y podríamos seguir, citando santos y más
santos. Lo importante es que los imitemos en su fe profunda y
vayamos todos los días a visitar al amigo Jesús. El
sagrario debe ser el lugar de encuentro con Dios, como lo era
para Moisés la tienda de la reunión o de las citas
divinas (Ex 33). Allí Moisés hablaba con Dios, como
«un hombre habla con su amigo» (Ex 33,11).
¿Eres tú amigo de Jesús, como lo eran los
santos?
Ojalá que tú puedas decir como Sta.
Catalina de Génova: «El tiempo que me he pasado
frente al sagrario ha sido el tiempo mejor empleado de mi
vida».
Jesús desde el sagrario te recuerda que Dios es
Amor, que la santidad no es fruto del esfuerzo humano, sino de la
acción de Dios. El sólo te pide abandonarte como
niño en sus brazos divinos. El quiere de ti una confianza
absoluta, sin miedo al porvenir. Precisamente, la confianza y el
abandono total en las manos divinas fue el caminito de infancia
espiritual de Sta. Teresita del Niño Jesús. Ese
debe ser también tu camino: dejarte llevar, lanzarte sin
temor en los brazos de Dios. Jesús Eucaristía te
espera cada día para darte un abrazo, especialmente en el
momento de la comunión. Por eso, Sta. Teresita
decía: «tus brazos, Oh Jesús mío,
son el ascensor para elevarme hasta el cielo».
Déjate abrazar y llevar en los brazos de Jesús,
porque te conducirá rápidamente… a la
santidad.
A CRISTO POR MARIA
A Cristo Eucaristía llegamos por María.
María es el camino más corto, más
fácil y más seguro para llegar a Jesús. Ella
es el mejor sagrario de Jesús. Y en la hostia santa, junto
a Jesús, siempre está María y lo adora,
porque también es su Dios. María es
«María del sagrario» y su principal
función es pasar su cielo al pie de los sagrarios con su
Hijo Jesús. Allí escucha nuestras plegarias y
atiende nuestros gemidos y oraciones. Allí está de
día y de noche, en invierno y en verano, en el
último sagrario abandonado y en el más visitado. Y
allí estará María, mientras haya en el mundo
una hostia consagrada. Por eso, podríamos también
llamarla «María de la Eucaristía» o
«María del Santísimo sacramento». Ella,
desde el sagrario, nos invita a amar a Jesús y nos dice
con ternura y estremecimiento: Tratádmelo bien, porque es
el hijo de mis entrañas, es sangre de mi sangre. No lo
maltratéis, recibiéndolo con el alma manchada.
María nos enseña a amar y adorar a Jesús
Eucaristía.
En las apariciones de Fátima, vemos cómo
el ángel de Portugal, que viene a preparar a los
niños para la visita de María, les da la
comunión y les enseña la bella oración:
«Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, te ofrezco el preciosísimo Cuerpo,
Sangre, alma y divinidad de Jesucristo, presente en todos los
sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por
los méritos de su Santísimo Corazón y del
Inmaculado Corazón de María te pido la
conversión de los pobres pecadores». Cuando
María se aparece a Lucía el 10 de Diciembre de
1925, le pide la comunión de los cinco primeros
sábados y le dice: «Mira, hija
mía, este Corazón cercado de espinas que los
hombres ingratos me clavan continuamente con sus blasfemias e
ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di a
todos aquellos que durante cinco meses, en el primer
sábado, se confiesen, reciban la santa comunión,
recen la tercera parte del rosario y me hagan
compañía quince minutos, meditando en los misterios
del rosario, que prometo asistirles en la hora de la muerte con
todas las gracias necesarias para su
salvación».
Igualmente, en la visión que tiene Lucía
el 13 de Junio de 1929 en la capilla de su convento, estando en
Tuy (España), ve al Padre celestial de medio cuerpo;
debajo, la paloma del Espíritu Santo, y a Cristo en la
cruz. Al pie de la cruz, estaba María con su
Corazón Inmaculado y, al otro lado de la cruz,
estaban escritas las palabras «Gracia y
Misericordia». Pero del costado de Cristo salía un
chorro de sangre, que caía sobre un y una hostia grande.
La sangre del rostro del crucificado y de la herida del pecho,
caían primero sobre la hostia y, escurriendo por la
hostia, caían dentro del cáliz. Como si quisiera
indicarnos con esto que todos los méritos conseguidos por
la Pasión y Muerte de Jesús nos vienen al mundo por
la Eucaristía y nos vienen a nosotros por manos de
María, que es la administradora de los bienes divinos,
conseguidos por Cristo, que es el único y verdadero
Salvador.
Así podemos comprender cuánto amor tiene
Lucía de Fátima, como todos los santos, a
Jesús sacramentado. No nos puede extrañar que en
una carta, dirigida al P. Valinho el 13 de Abril de 1971 le
dijera:
«Lo que más le recomiendo es que se
acerque al sagrario a orar Allí encontrará la
fuerza y la gracia que necesita para mantenerse firme.
Verá cómo ante el sagrario encontrará
más ciencia, más luz, más fuerza, más
gracia y virtud que nunca podrá encontrar en los libros,
en los estudios ni junto a criatura alguna. No dé nunca
por perdido el tiempo dedicado a la adoración… Estoy
convencida de que la falta de oración es el peor mal del
mundo actual».
En el sueño que tuvo S. Juan Bosco el 30 de Mayo
de 1862, aparecía la barca de la Iglesia, dirigida por el
Papa y amenazada por sus enemigos. En el centro del mar
había dos grandes columnas, una representaba a
María y la otra a la Eucaristía; cuando el Papa se
aferró a ellas, desaparecieron sus enemigos. María
y la Eucaristía son las dos columnas fundamentales de
nuestra fe. María nos lleva a Jesús
Eucaristía.
En Roma, en el lugar llamado Tre Fontane, donde
María se apareció varias veces a partir del 12 de
Abril de 1947 a Bruno Comacchiola, un adventista que se
convirtió, se celebró una misa el 7 de Noviembre de
1979, a la que asistieron miles de personas. En el momento de la
elevación de la hostia, el sol empezó a girar
vertiginosamente sobre sí mismo, como en el milagro de
Fátima, irradiando luces de todos los colores. Y en el
disco solar, que podía mirarse sin causar daño a
los ojos, se formaron una M, significando a María, y una
hostia grande con las letras JHS, para significar la
Eucaristía.
En las apariciones de María en Medjugorje,
María ha recomendado la asistencia diaria a la misa y esto
ha hecho transformar la vida de este pequeño pueblo. Ella
ha insistido mucho en cinco puntos para afianzar nuestra fe.
Primero la Eucaristía, la Palabra de Dios, el rezo del
rosario, la confesión mensual y la penitencia con
oración.
¡Que bella es María! Bernardita, la vidente
de la Virgen en Lourdes, nos dice que «la Virgen es
bella, tan bella que quien la vea una sola vez, querrá
morir para volver a verla; tan bella que, cuando s la
ha
visto, ya no hay corazón que pueda amar cosa
alguna de la tierra». Melania, la vidente de La
Salette la describe así: «Su fisonomía
era majestuosa, imponía un temor respetuoso, pero lleno de
amor pues atraía hacia sí. Su mirada era dulce y
penetrante, sus ojos parecían hablar con los míos.
La dulzura de su mirada, su aire de bondad incomprensible,
hacía comprender que Ella quería darse. Era una
explosión de amor que no puede expresarse con lenguaje
humano. Era muy bella y toda hecha de amor Parecía que la
palabra amor se escapaba de sus labios, plateados,
purísimos. Me parecía como una buena madre, llena
de bondad, de amabilidad, de compasión, de misericordia y
de amor
La vista de la Santísima Virgen era de por
sí sola un paraíso cumplido. Su voz encantaba,
cautivaba, alegraba el corazón. Y mi corazón
parecía saltar o querer ir a su encuentro para derretirse
en Ella… Sus ojos parecían mucho más bellos que
los brillantes y las piedras preciosas, brillaban como dos soles
y en sus ojos se veía el paraíso. Cuanto más
la miraba, más la quería ver; cuanto más la
veía, más la amaba y la amaba con todas mis
fuerzas». Si así de hermosa es María
¿cómo será Jesús?
María es la puerta de entrada al amor de
Jesús. Por esto, hay muchos que llegan a Cristo por medio
de María. Esto le pasó a Gustavo Bickel, gran sabio
orientalista, protestante,-que en 1865 se hizo católico y
sacerdote. Beda Camm, anglicano, se hizo monje benedictino. Algo
parecido podemos decir de los cardenales ingleses Newman y
Manning, convertidos del anglicanismo. El judío San
Alfonso de Ratisbona se convirtió el 20 de Enero de 1842,
después de una experiencia maravillosa en la Iglesia de 5.
Andrés de Roma, donde vio a María. También
podríamos citar a Max Thurian, uno de los fundadores de la
Comunidad ecuménica Taize de Francia, que se
convirtió y se hizo sacerdote católico en 1987 a
los 66 años de edad.
Qué hizo que éstos y otros muchos,
convertidos por medio de María, llegaran a Cristo
Eucaristía y lo amaran con todo su corazón y
dejaran el mundo con todas sus atracciones y se hicieran
sacerdotes? María es el camino, el puente, la puerta para
llegar a Jesús, como lo fue también para mi amigo
José Cuperstein. El me manifestaba así su
testimonio:
«Yo soy de familia judía y practicaba
la religión judía. Estaba casado y tengo dos hijos.
Después de algunas desaveniencias con mi esposa, decidimos
divorciarnos y yo le di el libelo de repudio, según
nuestra religión. Por mi parte, seguía trabajando
en mi negocio y buscando unporvenirpara mi vida, cuando el 24 de
Setiembre de 1982 fui a cenar a un restaurante en
compañía de mis padres. Este restaurante
«Agua viva» estaba dirigido por unas laicas
consagradas. Ya, a la entrada, me impactó una linda imagen
de María y, por un impulso interior le pedí que
ayudara a mi padre enfermo. Al final de la cena, las hermanas
cantaron el Ave María y esto me emoionó mucho.
Aquí comenzó el proceso de mi conversión,
pues la Virgen Santísima me concedió lo que le
pedí y, a partir de entonces, todos los meses le llevaba
flores a aquella imagen de María.
En Febrero del 83 tuve un sueño decisivo.
Soñé que me perseguían y me refugié
en una casa antigua, colonial. Llegué a un salón
grande, donde había un enorme crucifijo. Me postré
ante el Cristo crucificado y vi cómo desaparecieron mis
perseguidores. Y sentí tanta paz al despertar que, desde
entonces, comencé a conocer y a amar mtís al
Señor Jesús. Ese mismo año me bauticé
y, después de mi bautismo, acostumbraba a ir a la Iglesia
de 5. Pedro, en el centro de Lima, donde me había
bautizado, para rezar el rosario, ofr misa y comulgai Tbdos los
días, iba a visitar a mi amigo Jesús
Eucaristía y me quedaba de rodillas en silencio ante El.
Era mi encuentro personal del día, de la misma manera que
lo tuvo el leproso con Jesús hace dos mil años.
AsÉ sin darme cuenta, empezó mi camino al
sacerdocio.
Por supuesto que esto no fue fácil, tuve que
dejarlo todo, no sólo mi negocio para estudiar en el
Seminario, también perder el amor de mi familia. Pero el
amor a Cristo fue más fuerte y el 7-10-93 me ordené
de sacerdote».
Actualmente el P. Josa trabaja solo en una gran
parroquia de la periferia de Lima. El, como tantos otros
convertidos, llegó a Cristo Eucaristía por
María. Y ha hecho de la Eucaristía el centro y el
sentido de su vida cristiana y sacerdotal, rezando el rosario
completo cada día en honor de María.
Una religiosa me escribía así:
«La Eucaristía sin María no se comprende.
Yo, siempre que saludo a Jesús en el sagrario, saludo
también a María. Me gusta saludarlos hasta cuando
vamos de viaje, al pasar por los pueblos, o al ir por la ciudad y
pasar delante de una Iglesia. Todos los días me uno a
todas las misas que se celebran en el mundo. Pienso en tantas
manos sacerdotales, elevando la hostia y el ¿"áliz
al Padre por la salvación y santificación del
mundo. Y quiero, unida a la Madre corredentora y dentro de su
Corazón, estar al pie de cada atar en donde se esté
celebrando el santo sacrificio. Y así como Ella
ofreció a su Hijo en la cruz al Padre y se ofreció
con El, así yo quiero ofrecerme con Ella y en Ella y
ofrecer a cada sacerdote…
Todos los días voy con Ella a recibir a
Jesús en la comunión, le pido que me prepare, que
quite las malas hierbas de mi jardín, que adorne mi alma,
que venga conmigo y me deje sus ojos puros para contemplar a
Jesús y su Corazón para amarle. Mis coloquios,
después de comulgar suelen ser también con
María, porque donde está el Rey está
también la reina».
Pues bien, «vete y haz tú lo
mismo» (Lc 10,37), vete a comulgar con todo fervor y
pide a María que te acompañe. «La mejor
preparación para la comunión es la que se hace con
María» (S. Pedro Eymard). Y dile más o
menos así:
«María, Madre mía, tu primera
comunión duró nueve meses. Ayúdanie a
comulgar con una pureza total. Préstame tus manos para
tocar a Jesús, tus labios para besarlo, tus brazos para
abrazarlo y tu Corazón para amarlo».
POR CRISTO A LA TRINIDAD
La humanidad de Cristo, presente en la
Eucaristía, es el puente a la Trinidad, como María
es el puente para llegar a Cristo. La humanidad de Cristo es la
cima de toda la creación, en contacto directo con la
divinidad, inundada de la vida divina. Según Teilhard de
Chardin, Jesús es el punto omega, el centro de
convergencia de todas las energías físicas,
biológicas y espirituales del Cosmos y nos lleva con El
hasta los últimos rincones del espacio y del tiempo.
Escribía en su libro «El corazón de la
materia»: «Bajo la forma de un
pequeñín en brazos de su madre, tú,
Jesús, ocupaste un rincón en mi alma de
niño. Y he aquí que, repitiendo y prolongando en
mí el circulo de tu crecimiento a través de la
Iglesia, tu humanidad palestina se fue poco a poco ensanchando
por todas partes del Universo. Y en este Universo, que se
descubre a mis ojos en estado de convergencia, Tú asumiste
la posición maestra del Centro Total en el que todo se
reúne».
Por esto, podemos comprender que sólo quienes no
han descubierto el rostro amoroso de Cristo tengan miedo al
futuro y a las fuerzas desconocidas del Cosmos, es decir, tengan
miedo al más allá del espacio y del tiempo.
Decía Teilhard de Charclin: «Me siento muy bien
entre las manos del Señor y, tal vez, nunca antes
había saboreado la alegría de dejarme caer en el
futuro como en las profundidades de su Ser mismo (del Ser amoroso
de Dios)» (Carta a un amigo). Cristo nos da confianza
y seguridad en el futuro, que está en sus manos. Todo
está bajo su control divino. Cristo viene a ser el punto
de convergencia de la humanidad y el punto de partida de todas
las efusiones divinas a los hombres. De El descienden diluvios de
luz y de gracia sobre las almas y es fuente inagotable de aguas
vivas. Sto. Tomás dice que Cristo «es el motor
de nuestra vida» (Comm in Cols 3,4). Pero, mejor
diríamos, que es el amigo divino, el Dios amigo que nos
lleva con cariño de la mano. Por eso, podemos decir:
«Aunque pase por un valle de tinieblas no temeré
mal alguno, porque Tú, Señor estás
conmigo» (Sal 23,4).
a) La comunión y la unión
Trinitaria:
En el momento cumbre de la comunión, el amor y la
luz del amigo Jesús Eucaristía se apodera del alma
«para transformarla en Dios y embriagarla de
Dios» (Sto Tomás In Joan 6,7). S. Cirilo de
Jerusalén decía que «cuando alguien
recibe el cuerpo y la sangre del Señor la unión es
tal que Cristo pasa a El y El a Cristo, teniendo el mismo cuerpo
y la misma sangre»… En ese momento, se establece una
circulación de vida, una comunicación de bienes,
una unidad de amor de modo que nuestra humanidad queda
transfigurada por la humanidad de Jesucristo. Y así,
Cristo y el alma juntos, adoran, aman y dan gracias y se entregan
unidos al Padre. Juntos, como dos granos de incienso quemados en
el mismo incensario, que exhalan un solo y único perfume
de alabanza al Dios uno y trino.
Entonces, podemos decir: «Oh Dios,
mírame y contempla en mí el rostro de tu ungido
(Cristo)» (Sal 83,10). En ese momento, el Padre nos
ama y nos asume en el Hijo, como a su Hijo. Nosotros somos
templos de la Santísima Trinidad. (Cf 2 Co 6,16). Y
podemos exclamar «Abba, Papá… somos hijos de
Dios, y si hijos, también herederos; he- rederos de Dios,
coherederos de Cristo» (Rom 8,15-17). Y el
Espíritu Santo «se une a nuestro espíritu
para dar testimonio de qite somos hijos de Dios» (Rom
8,16). Jesús mismo nos prometió que al hombre bueno
«vendremos a El y haremos morada en El» (Jn
14,23). Y quiere nuestra unión íntima con El:
«Que todos sean UNO, como Tú, Padre,
estás en Míy Yo en Ti, para que también
ellos sean UNO en nosotros» (Jn 17,21). Unidos a los
TRES, en UNIDAD con la TRINIDAD.
Dios es uno y trino. «Todo es uno en ellos…
A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo,
todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el
Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo
está todo en el Padre, todo en el Hijo» (Cat
255). «Las personas divinas son inseparables en su ser
y también son inseparables en su obra» (Cat
267). De modo que «toda la vida cristiana es
comunión con cada una de las personas divinas, sin
separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo
hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a
Cristo, lo hace, porque el Padre lo atrae y el Espíritu lo
mueve» (Cat 259). Es decir, al amar a Cristo
Eucaristía, amamos igualmente al Padre y al
Espíritu Santo.
Pues bien, las tres personas no están inactivas
en el alma. El Padre engendra allí a su Hijo, y el amor
del Padre y del Hijo hacen realidad al Espíritu Santo, que
es como el Amor de los dos. Al comulgar, Jesús nos
arrastra con El a manifestarle sus ternuras filiales al Padre y
así, en Cristo, con El y por El, podemos manifestarle
también nosotros nuestro amor. Y todo esto por el poder
del Espíritu Santo que actúa en nosotros y nos
transforma. En la consagración, el Espíritu Santo
nos da a Jesús y en la comunión es Jesús
quien nos da el Espíritu Santo en el seno del Padre. De
esta manera, la comunión fortalece nuestra unión
con la Trinidad por medio de la humanidad eucarística de
Jesús.
Según algunos testigos, que testificaron en el
proceso de beatificación de S. Martín de Porres,
después de comulgar, «su rostro parecía
como si fuera de un ángel»… «su rostro era
como una brasa encendida» (archivo secreto del
Vaticano, vol. 1290 y 1289). ¿Nos damos cuenta ahora de la
grandeza de la comunión para unirnos a Cristo y por El a
la Trinidad?
b). Por la Eucaristía a la Trinidad:
Si has comprendido bien todo lo expuesto anteriormente,
la Eucaristía es el corazón de la Iglesia. La
Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la
Iglesia, construye la Iglesia. Por eso, sólo los
católicos, con la fuerza del pan de vida, pueden llegar a
las grandes alturas del matrimonio espiritual, a no ser por una
gracia muy especial de Dios, como se la concedió a los
santos del Antiguo Testamento, cuando todavía no
había Eucaristía. Pero se la dio, en virtud de los
méritos de Cristo, y tuvieron que esperar a la venida de
Cristo y a su resurrección para poder disfrutar en
plenitud de la felicidad del Dios trinitario en Cristo, con
Cristo y por Cristo.
Resumiendo, podríamos decir, que el camino que
Cristo ha recorrido con su humanidad para salvamos y
santificarnos ha sido: venir a nosotros desde la Trinidad y
quedarse en la Eucaristía. De la Trinidad a la
Eucaristía es el camino de Jesús. Ahora, nosotros
debemos recorrer el camino inverso: de la Eucaristía a la
Trinidad. El camino es claro:
A Cristo por María. Por Cristo Eucaristía
a la Trinidad. «Oh mis TRES, mi TODO, mi felicidad,
soledad infinita, inmensidad donde me pierdo… Oh Dios
mío, Trinidad a quien adoro… Pacificad mi alma, haced de
ella vuestro cielo, vuestra morada predilecta, el lugar de
vuestro descanso. Que nunca os deje allí solo, sino que
esté allí toda entera con Vos, vigilante en mi fe,
en completa adoración y en entrega absoluta a vuestra
acción creadora» (Bta Isabel de la S.
Trinidad).
APOSTOLES DE LA EUCARISTIA
Jesús necesita apóstoles, que vayan por el
mundo, irradiando la luz y el fuego de la Eucaristía.
¡Qué grande e inmenso es el tesoro de la
Eucaristía y no lo valoramos suficientemente! Imaginemos
un mundo donde los hombres no conocieran ni usaran el fuego.
Estarían en tinieblas, con noches sin luz y sin calor,
tomando alimentos crudos, con una cultura primitiva… Un mundo
atrasado, donde reinaría el frío y la oscuridad, un
mundo triste. Pues bien, supongamos que uno de ellos descubriera
el fuego con todas sus ventajas y cualidades. Y se hiciera
mensajero del fuego por todo el mundo, recorriendo pueblos y
ciudades para llevarles el tesoro descubierto. Si este hombre
dejara en cada lugar una lamparita de luz,
enseñándoles a conservarla y a utilizar en sus
casas todas las propiedades y ventajas del fuego… ¿no la
conservarían con mucho esmero, considerando a aquel
«fuego sagrado», como si fuera un dios que
había venido a darles una nueva vida, más alegre y
feliz?
Y nosotros ¿qué hacemos de la
Eucaristía? El mundo en que vivimos está lleno de
frío y oscuridad espiritual, porque falta el fuego de
Dios. Muchos hombres viven en las tinieblas del pecado, sin luz
ni calor interior. Y ahí está Jesús, el
fuego divino, esperándonos en el sagrario de nuestras
iglesias ¿hasta cuándo? ¿Por qué no
vamos por el mundo entero, proclamando las ventajas y bendiciones
de este fuego divino?
Decía Paul Claudel: «los que
tenéis luz ¿ qué hacéis con ella, si
el mundo está en tinieblas?» Debemos incendiar
la tierra por los cuatro costados con el fuego que brota del
Corazón eucarístico de Jesús. Sin embargo,
Jesús está solo y se siente solo.
¿Dónde están los católicos que dejan
abandonado al Cristo del sagrario? ¿Dónde
están los verdaderos cristianos? Ser cristiano es ser de
Cristo y amarlo con todo el corazón. Pero a Cristo, el
Dios amigo, hecho hombre, solamente lo encontraremos en la
Eucaristía. Por eso, debemos ser cristianos
eucarísticos y centrar nuestra vida en Jesús
Eucaristía. Toda vida cristiana debe ser
eucarística para que sea plena. El sagrario de
Jesús debe ser el punto de partida y de llegada de todas
nuestras iniciativas humanas, es decir, Jesús del sagrario
debe ser el punto de referencia de toda nuestra vida. Contar con
El para todo y no hacer nada sin El.
Esto debe ser esencialmente importante para el
sacerdote, cuya formación en el Seminario debe ser
sustancialmente eucarística, derivada de una amistad
fundamental con Jesús Eucaristía. «Un
sacerdote vale tanto cuanto su vida eucarística,
especialmente su celebración eucarística….
Ningún sacerdote puede realizarse plenamente, si la
Eucaristía no es el centro y la raíz de su vida…
No creáis que las horas pasadas delante del sagrario son
horas perdidas o de menos valor pastoral. Lo que se da a Dios
nunca se pierde» (Juan Pablo II, 16-2-84). Esto mismo
vale para todos los fieles católicos en
general.
En el sagrario está el amigo, el
«amo», como dicen todavía en muchos lugares,
el maestro, el jefe, el Señor, nuestro gran
Capitán, como diría Sta. Teresa. Consultemos todo
con El y no quedaremos defraudados. Seamos centinelas perennes
del sagrario, siempre vigilantes en adoración permanente.
Procuremos que no haya ningún sagrario abandonado,
busquemos compañía para Jesús. El
irradiará bendiciones inagotables a su
alrededor…
Reparemos por tantos sacrilegios… Todavía
después de veinte siglos, siguen buscando a Jesús
para matarlo… Levántate, hermano, y defiende a tu
Señor, enciende en los corazones el fuego de su amor.
Jesús está esperando, no lo dejes abandonado.
Está prisionero por tu amor, dale la libertad de tu
corazón puro y TODO para El. Llévale muchos
niños al sagrario, pues se va a alegrar con la inocencia y
la pureza de los niños. Dale mucha alegría. Hazlo
feliz a tu amigo Jesús y lleva por el mundo entero la
alegría de tu fe en la presencia viva del amigo divino,
Jesús sacramentado. Organiza turnos de adoración
para hacerle compañía. Tú podrías
formar grupos de amigos de «Jesús
Eucaristía» con estos o parecidos
compromisos:
1.- Una visita diaria a Jesús en la Iglesia
o, si no es posible, una visita espiritual desde la casa, cada
día.
2.- La comunión, al menos
semanal.
3.- Una hora santa de adoración a
Jesús, mensualmente.
4.- Reunirse en grupo, para hablar de la
Eucaristía.
A estos grupos pueden pertenecer también los
niños, aunque no hayan hecho la primera
comunión.
Lo importante es que hagas algo, como amigo de
Jesús, para que su amor se extienda por todo el mundo. No
puedes guardarte este tesoro para ti solo. Decía Juan
XXIII: «Llevaos el fuego del altar por el mundo y no
las meras cenizas». Y S. Pedro Julián Eymard:
«Acordaos que todos estáis llamados a pegar
fuego a las cuatro esquinas del mundo con el tizón
encendido de Jesús
Eucaristía».
Y, para terminar, cantemos como niños a
Jesús:
Hola, Jesús, Tú eres mi
amigo.
Me quieres mucho y también te
quiero yo.
Sé que estarás siempre
conmigo.
Sé que te llevo aquí en
mi corazón.
Amigos Tú y yo
¡Qué gran felicidad!
Amigos para siempre, amigos de
verdad.
Hola, Jesús, ven a
ayudarme,
cuando te llame, corriendo
acudirás.
Si me caí, a
levantarme.
Si estoy contento, Tú vienes a
jugar.
Amigos Tú y yo.
¡Qué gran felicidad!
Amigos para siempre, amigos de
verdad.
Hola, Jesús
Eucaristía,
en el sagrario, esperándome
Tú estás.
Quiero salvar a mis
hermanos.
Ayúdame para
evangelizar.
Unidos Tú y yo, en santa
comunión.
Amigos para siempre, amigos de
verdad.
Conclusión
Hemos llegado al final de estas reflexiones
eucarísticas. Ojalá que, a partir de ahora, sientas
un profundo amor a Jesús sacramentado. Que asistas a la
misa cuantas veces te sea posible y allí te ofrezcas a
Jesús y lo recibas en la comunión. Que seas un
verdadero amigo y apóstol de Jesús
Eucaristía y lo visites todos los días. Que tu vida
sea una misa continua y que estés siempre, con tu mente y
tu espíritu, en contacto con el sagrario más
cercano. Así tu amor lo consolará de tantos
olvidos, ofensas y sacrilegios, con que le ofenden en este
sacramento.
Dale muchas gracias a Jesús por el gran regalo de
tu fe católica y por su presencia real en este Sacramento.
Que, cuando te pregunte, ¿eres mi amigo? ¿me amas?
puedas responderle como Pedro: «Señor Tú
lo sabes todo, Tú sabes que te quiero» (Jn
21,17). Sé un verdadero amigo de Jesús y que te
sientas orgulloso de su amistad.
¡Oh hermanos! «Dichosos los ojos que ven
lo que vosotros veis. Porque os digo que muchos profetas y reyes
quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron y
oír lo que vosotros oís, pero no lo
oyeron» (Lc 10,23-24; Mt 13,16-17). Dichosos vosotros
que tenéis fe y tenéis a disposición la
perla preciosa de Jesús Eucaristía.
«Dichosos los invitados a la cena del
Señor».
Que Jesús, el Rey de Reyes y el amigo que nunca
falla, bendiga a todos los que lean este libro y les aumente su
fe y amor. Y que María los guíe, como la estrella
de Belén, para que encuentren a Jesús en la
Eucaristía y lo amen con todo su
corazón.
Su hermano y amigo para siempre
ANGEL PEÑA
Agustino Recoleto
Autor:
Guadalupe
[1] NB.-MD se refiere a la encíclica
Mediator Dei de Pio XII; MF a la encíclica Mysterium
Fidei de Pablo VI; Cat al Catecismo de la Iglesia
Católica y DM al libro de Juan Pablo II «Don y
Misterio». Cf antes de los textos bíblicos,
significa véase tal texto para confirmar lo dicho.
[2] NB.-Mensajes tomados del libro «La
Virgen a los sacerdotes, sus hijos predilectos», del P.
Esteban Gobi, fundador del movimiento sacerdotal mariano.
[3] NB.-Muchos de los milagros que se narran
aquí han sido tomados del libro «Prodiges
Eucharistiques» de Jean Ladame y Richard Duvin. Ambos
autores han recorrido miles de Kilómetros en Europa para
visitar los lugares donde sucedieron estos prodigios y buscar
los testimonios que los avalen: monumentos, tradiciones,
escritos, etc.
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