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Instituto Oratoria de Quintiliano, libros VII, VIII y IX



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Síntesis parcial de carácter
    operativo
  3. Ensayo de opinión
  4. Conclusiones del trabajo
  5. Fuentes

Introducción

El presente trabajo se propone lo siguiente: a) Exponer una síntesis
de los libros VII, VIII y IX de la Institutio Oratoria, la cual no solo que
no tomará en cuenta cada una de las partes de los libros sino que combinará
las palabras textuales de Quintiliano con palabras de los autores de este trabajo:
es pues una síntesis de carácter puramente instrumental que ha
sido desarrollada para que el lector pueda constatar muchas de las cosas que
dicen los autores, no ya solo con las citas elegidas de nuestra propia síntesis
sino con lo no citado (por eso la extensión de la síntesis). Además,
se ha subrayado ciertas partes de particular importancia b) Desarrollar un trabajo
de indagación sobre la obra de Quintiliano, el cual se focalizará
en los tres libros susodichos y tratará de mostrar características
generales de la Institutio Oratoria en dichos libros.

Síntesis parcial de carácter operativo

Libro séptimo

Proemio. De la utilidad de la disposición

No basta que estén vaciados todos los miembros de la estatua,
sino que tengan la debida unión, la cual, a la menor alteración
y mudanza que padezca, resultaría un monstruo. La naturaleza consiste
en el orden, y en el desorden su destrucción: así la oración
sin orden y disposición será una confusión de ideas, sin
dirección niࠠunión en sus partes, con muchas repeticiones y
omisiones; usándola, el orador carecerá de consejo y tino y hablara
como por ocasión.

Capítulo I. De la disposición

I. Por división entendemos una prudente distribución que hacemos de las ideas y partes del discurso, dando a cada cual su lugar.

III. En cuanto a cómo hacer la defensa, debe comenzarse por alguna de las razones fuertes y concluirse por las más poderosas, poniendo en medio las más débiles pues al principio hay que mover y al final inclinar a nuestro favor. También en general hay que iniciar desvaneciendo la principal acusación contra el reo.

IV. Si la causa es simple, examinamos si podemos responder y deshacer la acusación de un solo modo o de muchos. Si de uno, vemos si la cuestión es del hecho o de la ley: si es de hecho, considérese si se ha de negar o defender; si sobre la ley, examínese la especie de cuestión; viendo si toca a los términos o a la intención de la ley.

En las controversias debemos ir subiendo de punto; de menos a más sea única o diversa la especie.

V. Comenzaba yo por la última especie de cualquier género (pues en ella suele estar toda la cuestión) y retroceder hasta la primera; o comenzando por el género remataba en su última especie. Separaba también los puntos de concordancia con el contrario si esto me favorecía para sacarle confesiones, información.

VI. Las pruebas en las cuestiones más recónditas se inventan mediante ingenio, estudio y ejercicio. No hay mejor vía que examinar la intención de la ley cuando sus términos son contrarios: lo fundamental es si hemos de estar en las palabras o en la intención de la ley.

VII. La mayor parte de ellas deben recaer en una materia determinada para entenderse. Divídase la causa en varias cuestiones y lugares; recuérdese que cada una de estas tiene su disposición particular. El exordio tiene cosas que son primarias, secundarias, y otras que deben seguir a las primeras. Cada cuestión y lugar pide cierto orden observable aún en cuestiones particulares, lo cual es imposible demostrarlo con reglas sin hallar materia en que recaiga.

La principal disposición y economía de un discurso es aquélla que nos enseñan las circunstancias del asunto. Éstas nos dirán cuándo usaremos de exordio y cuándo no, cuándo pondremos la narración seguida y cuándo por partes, cuándo comenzaremos por el principio, cuándo por el medio o fin, y cuándo la omitiremos奴c

Esta prudente disposición se consigue con el ingenio, instrucción y estudio. Es necesario no ir atenido a solas reglas, sino a lo que dicta la naturaleza, procurando convertir en sustancia los preceptos del arte para que parezcan en nosotros, no como cosa enseñada, sino natural.

Otra disposición hay de los pensamientos, donde no sólo hay algunos que piden el primero, el segundo o tercer lugar, sino que todos deben tener entre sí tal trabazón que formen un cuerpo y no miembros separados. Esto se conseguirá si se examina qué pensamientos convienen a cada materia, qué expresiones vienen ajustadas con otras, todo para no decir inconexiones.

Libro octavo

Proemio

II. La retórica, arte de bien decir, facultad y virtud, su materia son todas las cosas de que se puede hablar; éstas se reducen a tres géneros: deliberativo, demostrativo, y judicial. Toda oración consta de pensamientos y de palabras; para los pensamientos sirve la invención, la elocución para las palabras, y la disposición para uno y otro, y finalmente, la memoria debe aprender cuanto dice el orador, el cual recordará que la pronunciación da el alma a las palabras.

Partes: 1, 2

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