Monografias.com > Uncategorized
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Indigencia emocional. Trastornos de vínculos primarios (página 2)




Enviado por Giselle



Partes: 1, 2

4) Estadio operacional formal:
éste lo ubicamos entre los 11 años hasta la
adolescencia, los jóvenes ya en esta etapa pueden razonar
de manera hipotética y en ausencia de pruebas materiales.
Asimismo está en condiciones de formular hipótesis
y ponerlas a prueba para hallar las soluciones reales de los
problemas entre varias soluciones posibles, alcanzando en esa
oportunidad el razonamiento hipotético
deductivo.

Continuando con Wallon[2]también
existe un sistema clasificatorio de las etapas del desarrollo.
Para él, el objeto de la psicología era el estudio
del hombre en contacto con lo real, que abarca desde los
primitivos reflejos hasta los niveles superiores del
comportamiento.

Plantea la necesidad de tener en cuenta los niveles
orgánicos y sociales para explicar cualquier
comportamiento, ya que, según este autor, el hombre es un
ser eminentemente social. Para él, el ser humano se
desarrolla según el nivel general del medio al que
pertenece, así pues para distintos medios se dan distintos
individuos. Por otro lado, el desarrollo psíquico no se
hace automáticamente, sino que necesita de un aprendizaje,
a través del contacto con el medio ambiente.

Considera, este autor, que la infancia humana tiene un
significado propio y un papel fundamental que es de la
formación del hombre. En este proceso de la infancia se
producen momentos críticos del desarrollo, donde son
más fáciles determinados aprendizajes. Wallon
intenta encontrar el origen de la inteligencia y el origen del
carácter, buscando las interrelaciones entre las
diferentes funciones que están presentes en el desarrollo.
Un estadio, para Wallon, es un momento de la evolución con
un determinado tipo de comportamiento.

Para Piaget[3]este es un proceso
más continuo y lineal. En cambio, para Wallon, es un
proceso discontinuo, con crisis y saltos apreciables. Si en
Piaget las estructuras cambian y las funciones no varían,
en Wallon las estructuras y funciones cambian.

Otra diferencia con Piaget es que mientras que él
utiliza un enfoque unidimensional en su estudio del desarrollo,
Wallon utiliza un enfoque pluridimensional.

Seis son los estadios que propone Wallon en su
estudio:

  • 5) Estadio impulsivo

  • 6) Estadio emocional

  • 7) Estadio sensoriomotor y
    proyectivo

  • 8) Estadio del personalismo

  • 9) Estadio categorial

  • 10) Estadio de la
    adolescencia

  • 1) Estadio impulsivo: Abarca
    desde el nacimiento hasta los cinco o seis meses. Este es el
    periodo que Wallon llamaría de la actividad
    preconsciente, al no existir todavía un ser
    psíquico completo. No hay coordinación clara de
    los movimientos de los niños en este periodo y el tipo
    de movimientos que se dan son fundamentalmente impulsivos y
    sin sentido. En este estadio todavía no están
    diferenciadas las funciones de los músculos, es decir,
    la función tónica (indica el nivel de
    tensión y postura) y la función clónica
    (de contracción-extensión de un
    músculo).

  • 2) Estadio emocional: Empieza
    en los seis meses y termina al final del primer año.
    La emoción en este periodo es dominante en el
    niño y tiene su base en las diferenciaciones del tono
    muscular, que hace posible las relaciones y las
    posturas.

  • 3) Estadio sensoriomotor y
    proyectivo:
    Abarca desde el primero al tercer
    año. Este es el periodo más complejo. En
    él, la actividad del niño se orienta hacia el
    mundo exterior y con ello a la comprensión de todo lo
    que le rodea. Se produce en el niño un mecanismo de
    exploración que le permite identificar y localizar
    objetos. El lenguaje aparece alrededor de los doce o catorce
    meses, a través de la imitación; con él
    enriquece su propia comunicación con los demás
    (que antes era exclusivamente emocional). También, en
    este periodo se produce el proceso de andar en el
    niño, el cual incrementa su capacidad de
    investigación y búsqueda. Aunque el niño
    puede conocer y explorar en esta edad, no puede depender
    todavía de sí mismo y se siente incapaz de
    manejarse solo, cosa que resolverá a partir de los
    tres años con el paso al siguiente estadio.

  • 4) Estadio del personalismo:
    Comprende de los tres a los seis años. En este estadio
    se produce la consolidación (aunque no definitiva) de
    la personalidad del niño. Presenta una
    oposición hacia las personas que le rodean, debido al
    deseo de ser distinto y de manifestar su propio yo. A partir
    de los tres años toma conciencia de que él
    tiene un cuerpo propio y distinto a los demás, con
    expresiones y emociones propias, las cuales quiere hacerlas
    valer y por eso se opone a los demás, de aquí
    la conducta de oposición.

  • 5) Estadio categorial: De los
    seis a los once años. Este estadio está marcado
    por el significativo avance en el conocimiento y
    explicación de las cosas. Se producen las
    construcciones de la categoría de la inteligencia por
    medio del pensamiento categorial.

  • 6) Estadio de la adolescencia:
    Se caracteriza por una capacidad de conocimiento altamente
    desarrollada y, por otro lado, se caracteriza por una
    inmadurez afectiva y de personalidad, lo cual produce un
    conflicto, que debe ser superado para un normal desarrollo de
    la personalidad.

Tomando a Winnicott, podemos decir que los "objetos
transicionales" y "fenómenos transicionales" son la zona
intermedia de experiencia, entre el pulgar y el osito, entre el
erotismo oral y la verdadera relación de objeto, entre la
actividad creadora primaria y la proyección de lo que ya
se ha introyectado.

Existe un estado intermedio entre la incapacidad del
bebé para reconocer y aceptar la realidad y su creciente
capacidad para ello. La sustancia de la ilusión,
lo que se permite al niño y lo que en la vida adulta es
inherente del arte y la religión.

En el desarrollo de un niño pequeño
aparece, tarde o temprano, una tendencia a entretejer en la trama
personal objetos-distintos-que-yo. En cierta medida, estos
objetos representan el pecho materno.

Las experiencias funcionales (experiencia
autoerótica como la succión del pulgar con la otra
mano el bebé toma un objeto exterior –sábana
o frazada- y lo introduce en la boca junto con los dedos; o el
trozo de tela se aferra y succiona de alguna manera, o no se lo
succiona; o desde los primeros meses el bebé arranca lana
y la reúne y la usa para la parte acariciadora de la
actividad; o se producen movimientos de masticación,
acompañados por sonidos de "mam-mam", balbuceos, etc) van
acompañadas por la formación de pensamientos o de
fantasías (objetos transicionales). Los padres llegan a
conocer su valor.

Las pautas establecidas en la infancia pueden persistir
en la niñez, de modo que el primer objeto blando sigue
siendo una necesidad absoluta a la hora de acostarse, o en
momentos de soledad, o cuando existe el peligro de un estado de
ánimo deprimido. La necesidad de un objeto o de una pauta
de conducta específicos, que comenzó a edad muy
temprana, puede reaparecer más adelante, cuando se
presente la amenaza de una privación.

Cuando el bebé empieza a usar sonidos organizados
("mam", "ta", "da") puede aparecer una palabra para nombrar al
objeto transicional. Es frecuente que el nombre que da a esos
primeros objetos tenga importancia y por lo general contiene en
parte una palabra empleada por los adultos.

A veces no existe un objeto transicional aparte de la
madre misma. O el bebé se siente tan perturbado en su
desarrollo emocional, que no le resulta posible gozar del estado
de transición, o bien se quiebra la secuencia de los
objetos usados.

Las cualidades especiales de la relación con el
objeto consisten en que el bebé adquiere derechos sobre el
mismo. Pero desde el comienzo existe como característica
cierta anulación de la omnipotencia. El objeto es acunado
con afecto y al mismo tiempo amado y mutilado con
excitación. Nunca debe cambiar, a menos de que lo cambie
el propio bebé. Tiene que sobrevivir al amor instintivo,
así como al odio y si se trata de una
característica, a la agresión pura. Pero al
bebé debe parecerle que irradia calor, o que se mueve, o
que posee cierta textura, o que hace algo que parece demostrar
que posee una vitalidad o una realidad propia. Proviene de afuera
desde nuestro punto de vista, pero no para el bebé. Se
permite que su destino sufra una descarga gradual. No se lo
olvida ni se lo llora. Pierde significación.

Es cierto que un trozo de frazada (o lo que fuere)
simboliza un objeto parcial, como el pecho materno. Pero lo que
importa no es tanto su valor simbólico como su
realidad.

Cuando se emplea el simbolismo el niño ya
distingue con claridad entre la fantasía y los hechos,
entre los objetos internos y los externos, entre la creatividad
primaria y la percepción. El término de objeto
transicional deja lugar para el proceso de adquisición de
la capacidad para aceptar diferencias y semejanzas.

Algunos comentarios basados en la teoría
psicoanalítica, afirman que a) el objeto transicional
representa el pecho materno, o el objeto de la primera
relación. b) es anterior a la prueba de realidad
establecida. c) en relación con el objeto transicional el
bebé pasa del dominio omnipotente (mágico) al
dominio por manipulación (que implica el erotismo muscular
y el placer de la coordinación). d) a la larga el objeto
transicional puede convertirse en un objeto fetiche y por lo
tanto persistir como una característica de la vida sexual
adulta. e) a consecuencia de la organización
erótica anal, el objeto transicional puede representar las
heces (pero no se debe a ello que llegue a tener mal olor y a no
ser lavado).

Según Klein (en el texto "A qué
jugamos con los bebés precursores del Fort-da" de Silvia
Peaguda
) el objeto transicional no es un objeto interno; es
una posesión. Pero (para el bebé) tampoco es un
objeto exterior.

El bebé puede emplear un objeto transicional
cuando el objeto interno está vivo, es real y lo bastante
bueno (no demasiado persecutorio). Pero ese objeto interno
depende, de la existencia, vivacidad y conducta del objeto
exterior. El fracaso de éste último en el
cumplimiento de alguna función esencial lleva en forma
indirecta al carácter inerte o a una cualidad persecutoria
del objeto interno. Cuando subsiste la característica de
insuficiencia del objeto exterior, el interior deja de tener
significado para el bebé y entonces, el objeto
transicional se vuelve también carente de sentido. Este
último puede representar el "pecho externo" pero en forma
indirecta, debido a que se representa un pecho
"interno".

Un niño no tiene la menor posibilidad de pasar
del principio del placer al de realidad, o a la
identificación primaria y más allá de ella,
si no existe una madre lo bastante buena. La "madre" lo bastante
buena (que no tiene por qué ser la del niño) es la
que lleva a cabo la adaptación activa a las necesidades de
éste y que la disminuye poco a poco, según la
creciente capacidad del niño para hacer frente al fracaso
en materia de adaptación y para tolerar los resultados de
la frustración.

La madre bastante buena comienza con una
adaptación casi total a las necesidades de su hijo y a
medida que pasa el tiempo se adapta poco a poco, en forma cada
vez menos completa, en consonancia con la creciente capacidad de
su hijo para encarar ese retroceso.

Entre los medios con que cuenta el bebé para
enfrentar ese retiro materno se cuentan los siguientes: a) su
experiencia, repetida a menudo, en el sentido de que la
frustración tiene un límite de tiempo. Es claro que
al comienzo este debe ser breve. b) una creciente
percepción del proceso. c) el comienzo de la actividad
mental. d) la utilización de satisfacciones
autoeróticas. e) el recuerdo, el revivir experiencias, las
fantasías, los sueños; la integración de
pasado, presente y futuro.

Si todo va bien, el bebé puede incluso llegar a
sacar provecho de la experiencia de frustración, puesto
que la adaptación incompleta a la necesidad hace que los
objetos sean reales, es decir, odiados tanto como amados. La
consecuencia es que el bebé puede resultar perturbado por
una adaptación estrecha a la necesidad, cuando dicha
adaptación continúa durante demasiado tiempo y no
se permite su disminución natural, puesto que la
adaptación exacta se parece a la magia y el objeto que se
comporta a la perfección no es mucho más que una
alucinación.

Al comienzo, la madre ofrece al bebé la
oportunidad de crearse la ilusión de que su pecho es parte
de él. La tarea posterior de la madre consiste en
desilusionar al bebé en forma gradual, pero no lo
logrará si al principio no le ofreció suficientes
oportunidades de ilusión.

El bebé crea el pecho una y otra vez a partir de
su capacidad de amor o de su necesidad.

Los fenómenos transicionales representan las
primeras etapas del uso de la ilusión, sin las cuales no
tiene sentido para el ser humano la idea de una relación
con un objeto que otros perciben como exterior a ese
ser.

Cuando la adaptación a las necesidades del
bebé es lo bastante buena, produce en éste la
ilusión de que existe una realidad exterior que
corresponde a su propia capacidad de crear. En otras palabras,
hay una superposición entre lo que la madre proporciona y
lo que el bebé puede concebir al respecto.

El aspecto de la ilusión es intrínseco de
los seres humanos. Si las cosas salen bien en ese proceso de
desilusión gradual, queda preparado el escenario para las
frustraciones que se denominarán "destete".

Si la ilusión-desilusión toma un camino
equivocado, el bebé no puede recibir algo tan normal como
el destete.

En la infancia la zona intermedia es necesaria para la
iniciación de una relación entre el niño y
el mundo y la posibilidad una crianza lo bastante buena en la
primera fase crítica. Para todo ello es esencial la
continuidad (en el tiempo) del ambiente emocional exterior y de
determinados elementos del medio físico, tales como los
objetos transicionales.

Cuando se encuentra ausente la madre, o alguna persona
de la cual depende el bebé, no se produce un cambio
inmediato porque éste tiene un recuerdo o imagen mental de
la madre, lo que podemos denominar una representación
interna de ella. Cuando ello se produce, los fenómenos
transicionales se vuelven poco a poco carentes de sentido y el
bebé no puede experimentarlos. Presenciamos entonces la
descarga del objeto. Antes de la pérdida vemos a veces la
exageración del empleo del objeto transicional como parte
de la negación de que exista el peligro de la
desaparición de su sentido.

Para Spitz, las señales afectivas generadas por
la disposición de ánimo maternal se convierten en
una forma de comunicación con el infante.

Puesto que la experiencia afectiva, en el marco de las
relaciones madre e hijo actúa durante el primer año
de vida como un tractor roturador para el desarrollo de todos los
otros sectores, se deduce que el establecimiento del precursor
del objeto libidinal inicia también el comienzo de la
racionalidad con las "cosas"

Es de suprema importancia que la primera relación
del infante sea con un congénere humano, pues todas las
relaciones sociales posteriores se basarán en esa
relación.

Los afectos placenteros surgen en el transcurso de los
tres primeros meses de vida, siendo la respuesta sonriente su
manifestación más notable. Las manifestaciones de
displacer siguen un rumbo estrechamente paralelo; se vuelven
más y más específicas en el curso de los
tres primeros meses de vida. Al comienzo del cuarto, el
niño expresa su desagrado al abandonarle su pareja humana.
Pero así como el infante a esa edad no sonreirá (de
un modo seguro) a nada que no sea el rostro humano, tampoco
mostrará desagrado cuando le quitemos un juguete suyo o
algún otro objeto familiar; llora sólo cuando su
compañero humano de juego interrumpe éste y lo
abandona.

Alrededor del sexto mes, la especificación de la
respuesta sonriente y de la respuesta de desagrado se hace
más señaladas y se extienden a un número
menos creciente de estímulos, incluyendo aquellos
conectados con "cosas". Ahora el niño llorará, no
sólo cuando le deja su compañera de juego, sino
también cuando le quitan su juguete. En la segunda mitad
del primer año se vuelve capaz de seleccionar su juguete
favorito, entre otras varias cosas.

La respuesta sonriente es el indicador afectivo de la
satisfacción que se espera de la necesidad; es decir, el
indicador de una descarga de tensión.

Los rastros mnémicos de esas dos experiencias
–placenteras y de displacer- servirán para reconocer
la recurrencia de hechos dados semejantes. Estas son las dos
experiencias afectivas principales en la primera
infancia.

Entre los ocho y los diez meses de vida, el papel de los
dos efectos primarios, el placer y el displacer, no es
difícil de detectar en el desarrollo del infante. Pero
luego, al mes, se hace más oscuro su papel, porque
entonces uno de los dos afectos parece actuar sobre el otro en
formas complicadas e imprevistas.

El privar al infante del afecto de displacer, durante el
transcurso del primer año de vida, es tan dañino
como privarle del afecto de placer. Dejar inactivo a cualquier de
estos afectos trastornará el equilibrio del desarrollo. La
importancia de la frustración para el progreso del
desarrollo no puede ser sobreestimada, sin embargo;
después la naturaleza misma lo impone. Las reiteradas e
insistentes frustraciones de la sed y del hambre seguirán;
éstas obligarán al infante a volverse activo, a
buscar y a incorporar el alimento (en lugar de recibirlo
pasivamente por medio del cordón umbilical) y a activar y
desarrollar la percepción. El siguiente paso importante es
el destete, que impone la separación de la madre y
acrecienta la proporción de autonomía; y así
sigue paso a paso.

Sin displacer, sin esa proporción de
frustración, adecuada a la edad, no es posible
ningún desarrollo satisfactorio del yo.

Entre el sexto y el octavo mes se produce un cambio
decisivo en la conducta del niño hacia los otros. El
infante distingue claramente entre el amigo y el extraño.
Si uno de éstos está cerca de él,
hará que entre en funciones una conducta típica,
característica e inconfundible del infante; dará
muestras de diversas intensidades de recelo y de angustia y
rechazará al desconocido.

Aproximadamente a la octava semana, el medio circundante
ha aprendido ya a distinguir cuando el niño tiene hambre,
cuando le duele el vientre y cuando expresa el deseo de que le
entretengan.

Por el tercer mes de vida, las huellas mnémicas
de una serie de señales dirigidas por el niño hacia
el medio circundante quedan codificadas en su aparato
psíquico. Así el pequeño h llegado a dominar
lo que Karl Buhler[4]denominó "la llamada",
es decir, la capacidad para volverse hacia el medio e indicar su
necesidad.

Los gritos de hambre, seguidos de la
satisfacción, constituyen la base del sentimiento de
omnipotencia que es una etapa del sentido de la realidad.
Aquí tenemos la transición desde la etapa de la
manifestación pura a la etapa de petición de lo que
se desea. Éste es el primer paso importante que da
comienzo a la comunicación y que, finalmente, lleva a la
comunicación con la ayuda de señales
semánticas.

En la angustia del octavo mes, la hipótesis de
que el niño responde a la ausencia de la madre con
desagrado es la más posible. Si reacciona al enfrentarse
con un desconocido, es porque éste no es su madre: su
madre "lo ha dejado".

En las semanas que siguen inmediatamente a los primeros
indicios de la angustia del octavo mes, hacen su aparición
muchos patrones de conducta, realizaciones y relaciones. Ante
todo el más destacado entre ellos es la emergencia de
nuevas formas de relaciones sociales. La comprensión de
los ademanes sociales y su uso, como vehículo de
comunicación recíproca, de comienzo. Esto es
más impresionante en la comprensión de las
prohibiciones y órdenes y su respuesta a ellas.

El avance en la comprensión de las relaciones
sociales es también evidente en la participación
creciente del niño en los juegos de reciprocidad
social.

Esto contraste con el niño de tres meses, para el
cual un rostro humano es lo mismo que otro, pues para él
sólo representa una Gestalt signo de la
satisfacción de la necesidad. No obstante, cuando el
desconocido se acerca al niño de ocho meses, se siente
burlado, en su deseo de tener a su madre con él. La
angustia que manifiesta no es en respuesta al recuerdo de una
experiencia desagradable con el desconocido; es en respuesta de
su percepción de que el rostro del desconocido no coincide
con las huellas anémicas del rostro de la
madre.

Como la respuesta sonriente a la edad de tres meses, la
angustia del octavo mes, señala una etapa diferente en el
desarrollo de la organización psíquica.

Una vez que el objeto queda establecido, el niño
ya no confunde nada con él. Esta exclusividad confiada
permite al niño formar vínculos estrechos que
confieren al objeto propiedades únicas.

Alrededor de los seis meses, la creciente influencia del
yo se hace sentir por la integración de huellas
mnémicas de experiencias repetidas innumerables veces y
por los intercambios que tiene el hijo con la madre. Finalmente,
de esto resulta la fusión de las imágenes de los
dos preobjetos: "la madre buena" y la "madre mala". Surge una
sola madre, el objeto libidinal propiamente dicho. La persona de
la madre atraerá hacia sí los impulsos agresivos
del infante, así como sus impulsos libidinales. La
fusión de los dos impulsos y la fusión del objeto
bueno y malo en uno, a saber: el objeto libidinal, son por lo
tanto, las dos facetas de uno y el mismo proceso. En
consecuencia, el buen objeto parece predominar en esta
fusión, a lo que se debe, probablemente, que al objeto
libidinal se le denomine también objeto
amoroso.

En el nivel afectivo, empieza a surgir una
matización sutil de actitudes emocionales. Los celos, la
cólera, la envidia, el sentido de posesión, de una
parte y de otra el amor, el afecto, el apego, la alegría,
el placer, pueden observarse hacia el fin del primer año
de vida.

La diferenciación de esos nuevos matices de
emociones, es un resultado del despliegue de relaciones de objeto
más complejas, que también estimulan la
formación de ciertos mecanismos de defensa, hacia el final
del primer año de vida.

La actitud de la madre, el clima emocional con que
subviene a las necesidades del infante, son de importancia
decisiva para el desarrollo de la imitación –que
aparece entre los ocho y diez meses, después del
establecimiento del segundo organizador-. La actitud materna es
aún más importante para el proceso dinámico,
a través del cual los mecanismos de identificación
se establecerán. El clima emocional dentro de la
díada es una influencia que facilita o dificulta los
intentos del infante por convertirse en su madre y actuar como
actúa ella.

La adquisición de patrones de acción, el
dominio de la imitación y el funcionamiento de la
identificación, son artificios que permiten al niño
lograr una autonomía creciente de su madre.

Retomando a Winnicott en su texto "El papel de
espejo de la madre y la familia en el desarrollo del
niño"
plantea la siguiente pregunta:
¿Qué ve el bebé cuando mira el rostro de la
madre? La madre refleja su propio estado de ánimo o, peor
aún, la rigidez de sus propias defensas. En este caso,
muchos bebés tienen una larga experiencia de no recibir de
vuelta lo que dan; miran y no se ven a sí mismos. Surgen
consecuencias. Primero empieza a atrofiarse su capacidad creadora
y de una u otra manera buscan en derredor otras formas de
conseguir que el ambiente les devuelva algo de sí. Es
posible que lo logren con otros modos y los niños ciegos
necesitan reflejarse a sí mismos por medio de otros
sentidos que no sean la vista. El que así es tratado
crecerá con desconcierto en lo que respecta a los espejos
y a lo que estos pueden ofrecer.

La falta de cuidados maternos, tal como lo sostiene
Bowly (en el texto de Claudia Gerstenhaber) puede llevar a un
desajuste en la integración social y a dificultades en las
relaciones interpersonales.

El informe de Bowly se ocupa principalmente del problema
de la privación (ausencia de algo que se necesita). La
falta de cuidado materno es dañosa para el niño y
tiene consecuencias severas a largo plazo.

Según Ausubel en el texto "El desarrollo
infantil
" ; los niños son más susceptibles al
miedo cuando los rodea una atmósfera de aprehensión
como inseguridad y hostilidad, cuando se los abruma
prematuramente con problemas y preocupaciones propias de los
adultos y cuando se los somete de manera constante a la amenaza,
intimidación y exigencias que están por encima de
su capacidad. También se muestran más temerosos
cuando los padres los sobreprotegen o les manifiestan su propio
temor puesto que el miedo no sólo es una emoción
contagiosa sino que en este caso también priva a los
niños de una fuente principal de apoyo y confianza. Por lo
tanto, existe una elevada correlación positiva entre la
cantidad de miedos que poseen los niños y las de sus
madres.

Las crisis de llanto son una muestra de la necesidad que
tiene el niño de restituir su vivencia de unidad,
amenazada por la negativa a satisfacer su demanda, por la demora
o por la ruptura en la comunicación. En los niños
de pecho la crisis tono-emocional, descripta por Wallon, es la
caricatura del estado de tensión: el niño enrojece,
grita, sus dedos están contraídos en su puño
cerrado, los brazos plegados, las piernas tensas, la
comunicación exterior se ha roto, toda exploración
es imposible.

Pueden presentarse situaciones desfavorables para el
desarrollo cuando en la interpretación parental queda
enmascarado el verdadero sentido de los síntomas. Tal
sería el caso de un niño marcadamente
hipotónico que su madre interpreta como tranquilo.
O en el extremo opuesto, el festejo de la hiperkinesia como
vivacidad. Son múltiples las posibilidades de
interpretación respecto de las variantes tónicas
normales y patológicas, pero no caben dudas acerca de que
el tono muscular y sus mecanismos constitucionales tienen
importante influencia en la relación madre-hijo. Es
fácil imaginar cómo un retardo en la
maduración trastoca todos los esquemas de la madre,
pudiéndose iniciar de esta manera también una
difícil relación con el niño.

Las relaciones incorrectas madre-hijo pueden llevar a
una diversidad de perturbaciones del niño. Relaciones
donde la personalidad de la madre es incapaz de ofrecer al
niño una relación normal, o que por razones de su
personalidad, la madre es compelida a perturbar la
relación normal. En uno u otro caso, podemos decir que la
personalidad materna actúa como agente provocador de la
enfermedad, como una toxina psicológica. Por esta
razón, Spitz ha llamado a este grupo de perturbaciones en
las relaciones de objeto, o más bien a sus consecuencias,
enfermedades psicotóxicas de la infancia.
Distinguió una serie de patrones de conducta maternal
dañinos, cada uno de los cuales parece estar vinculado con
una perturbación psicotóxica, específica del
infante. Los patrones de conducta maternos son:

  • 1) franca repulsa primaria

  • 2) tolerancia excesiva angustiosa
    primaria

  • 3) hostilidad enmascarada de
    angustia

  • 4) fluctuaciones entre el mimo y la
    hostilidad

  • 5) oscilaciones cíclicas del humor
    de la madre

  • 6) hostilidad conscientemente
    compensada

1) franca repulsa primaria:

Repulsa activa primaria: en este síndrome
la actitud maternal consiste en una repulsa global de la
maternidad; repulsa que incluye tanto el embarazo como al
niño y probablemente también muchos aspectos de la
sexualidad genital.

Repulsa pasiva primaria: la reacción del
recién nacido hacia la madre, que no quiere aceptarlo. En
los casos extremos, el recién nacido se vuelve comatoso,
extremadamente pálido y de sensibilidad reducida. Esos
casos parecen hallarse en estado de shock.

La repulsa pasiva maternal no está dirigida
contra el niño como individuo, sino contra el hecho de
haberlo tenido. Es decir, se trata de una repulsa de la
maternidad, de una repulsa sin objeto. Esta actitud puede existir
sólo durante las primeras semanas después del parto
y durante los dos primeros meses. Después, cuando el
niño empieza a desarrollarse, su individualidad
específica, su personalidad empieza a hacerse sentir y la
hostilidad materna se hace también más
específica, más dirigida hacia lo que es su hijo, a
saber: un individuo diferente de todos los demás. Las
actitudes de estas madres, su hostilidad generalizada a la
maternidad, provienen de su propia historia personal, de sus
relaciones con el padre del niño, de la manera en que
ellos lograron o no lograron resolver su propio conflicto de
Edipo y su angustia de castración. Es completamente
lógico que los síntomas manifiestos de las
perturbaciones del niño en estos casos, se expresan a
través de síntomas orales, como una
parálisis en la incorporación durante los primeros
días de vida y como el vómito en una etapa un poco
avanzada.

2) La tolerancia excesiva angustiosa
primaria
es una actitud maternal que puede ser
considerada una subdivisión, es decir, una
protección maternal excesiva. Relacionada con la
tolerancia excesiva angustiosa está la perturbación
que Spock ("Consideraciones sobre el autismo" de Juan
José Calzetta) ha llamado "el cólico de los tres
meses
" que es un cuadro clínico conocidísimo;
después de la tercera semana de vida y continuando hasta
el fin del tercer mes de vida, el infante empieza a quejarse a
gritos por la tarde. El alimento puede calmarlo pero sólo
temporalmente. Dentro de un tiempo relativamente corto vuelve a
dar muestras de síntomas dolorosos de cólicos.
Estos duran varias horas y luego cesan, reanudándose a la
tarde siguiente. Hacia el fin del tercer mes, las perturbaciones
tienen la tendencia a desaparecer de un modo tan inexplicable
como cuando aparecieron.

Se ha establecido un círculo vicioso entre la
híper- tonicidad del infante y el exceso de tolerancia
angustiosa de la madre, en particular, cuando se pone en
práctica el plan de alimentación de la
auto-demanda. Se puede presumir con certeza que una madre
excesivamente solícita reacciona a toda
manifestación de desagrado de su bebé,
alimentándolo o amamantándolo. Existen dos formas
de amamantamiento: a) la ingestión del alimento como tal,
que satisface y sacia el hambre y la sed simultáneamente y
b) la descarga de la tensión. El cuerpo tiene como
respuesta el reflejo de succionar. Durante las primeras semanas
de vida, la elevación de la tensión se
descargará mediante la actividad oral, por lo tanto, una
madre excesivamente preocupada es menos capaz de distinguir si el
niño tiene realmente hambre, o si grita por otras
razones.

Al llegar aquí, la híper- tonicidad
constitucional, la complacencia somática del infante, se
funde con el exceso de preocupación psicológica de
la madre. El sistema digestivo es más activo, tiene un
peristaltismo más rápido y el exceso de alimento
puede producir una actividad intestinal excesiva. De esto resulta
un círculo vicioso: el niño hipertónico es
incapaz de deshacerse de su tensión normalmente, en el
curso del proceso de mamar. La madre, excesivamente
solícita, alimenta al niño inmediatamente otra vez,
con una sumisión exagerada a los dogmas de la
auto-demanda. No obstante, el alimento que el infante ha injerido
recarga de nuevo el sistema digestivo, acrecienta la
tensión y origina un recrudecimiento del estado de
displacer, lo que lleva a la repetición del cólico
y de los gritos. La madre ansiosa, es capaz de interpretar los
gritos del niño sólo dentro del marco de la
auto-demanda y alimentará una vez más al
niño, prosiguiendo de ese modo el círculo
vicioso.

Cuando el infante logra descargar la tensión por
otros medios que no son el oral, sus demandas vocales sobre la
madre disminuyen; y así se interrumpirá el
círculo vicioso de la tensión, resultante del
amamantamiento por auto-demanda y de la auto-demanda que lleva al
cólico. Pero después del tercer mes las
energías del infante están canalizadas en otras
actividades y el nivel de la tensión desciende.

3) La hostilidad enmascarada de ansiedad (eczena
infantil
).
La actitud de la inmensa mayoría de
las madres cuyos hijos sufren eczema infantil, es angustia
manifiesta, sobre todo acerca de sus hijos. Pronto quedó
claro que esta angustia manifiesta correspondía a la
presencia de cantidades inusitadamente grandes de hostilidad
inconsciente reprimida. Esas madres también tienen otras
notables peculiaridades; no les gusta tocar a sus hijos. Al mismo
tiempo, se preocupan por la fragilidad, la vulnerabilidad de sus
niños. Esta preocupación exagerada es una
compensación excesiva de la hostilidad inconsciente. Los
actos de esas madres se contradicen con lo que dicen.

4) Fluctuaciones entre el mimo y la hostilidad
(cabeceo de los infantes
). Antes de la edad de
seis meses el cabeceo es raro y, sin embargo, cuando se produce
se efectúa en posición supina. Por lo general, los
niños llevan a cabo esta actividad cabeceante
después de los seis meses, puestos de codos y de rodillas.
Después de los diez meses, el cabeceo puede efectuarse en
pie.

Cuando el cabeceo en la infancia adopta un giro
patológico, se convierte en la actividad principal del
niño, afectado por este estado y viene a sustituir a la
mayoría de las actividades habituales corrientes de esa
edad.

La relación entre los niños cabeceantes y
sus madres es muy peculiar. Las madres de estos niños
tienen personalidades extravertidas e infantiles, con una
predisposición al contacto intensivo, positivo y carecen
de control sobre su agresividad, la cual se expresa en
explosiones frecuentes de emociones negativas y de una hostilidad
manifiesta violentamente.

La conducta de la madre, autocontradictoria e
inconsecuente, lleva al niño a almacenar en su memoria
representaciones objeto-conflictivas.

La única actividad autoerótica que no
requiere selección y singularización de "objeto"
privilegiado es el cabeceo, pues, al cabecear, todo el cuerpo del
infante queda sujeto a una estimulación
autoerótica. Esta actividad no tiene objeto, o más
bien el objeto activado es el objeto del impulso
narcisístico primario. Los infantes cabeceantes son
retardados (uno de los principales factores son la
privación de crianza y de estimulación social,
lingüística).

Los niños no tuvieron la oportunidad de investir
la representación de las partes privilegiadas de su propio
cuerpo en la acción, reacción e interacción
con el cuerpo de su madre. Ese objeto que debía ser la
madre era tan contradictorio que no se dejaba convertir en modelo
para la formación del objeto idéntico a sí
mismo en el espacio y en el tiempo; por eso el establecimiento de
relaciones con otros objetos se vuelve en cierto modo
imposible.

El niño se limita a la descarga de su impulso
libidinal en forma de cabeceo y el impulso en su totalidad
está dirigido hacia el objeto narcisista primario, el
propio cuerpo.

5) Oscilaciones cíclicas del humor de la
madre (juegos fecales y coprofagia
).
El juego fecal
durante el primer año de vida, está
íntimamente relacionado con la ingestión
oral.

Los niños coprófagos presentan
síntomas orales, aun cuando muestren apariencia de
depresión, pese a eso se muestran bien predispuestos
socialmente…a su manera peculiar y
extraña.

Las madres de niños coprófagos tienen una
personalidad que se caracteriza por una ambivalencia
profundamente asentada. De modo periódico, cuando sus
superyoes están en situación ventajosa, los
componentes hostiles son reprimidos y tienen la apariencia de una
madre que se sacrifica a sí misma, que se humilla, que
rodea a su hijo de amor. Dichos periodos de "amor" duran un
tiempo perceptible, nunca menos de dos meses; y suelen ser
reemplazados entonces por un cambio a la hostilidad. Estos
también persisten por un tiempo apreciable.

El niño imita la actitud materna; pero la imita
en términos globales, que son aún los únicos
que es capaz de asimilar. Y éstos son los términos
de "tomar" y de "escupir". Lo que llevaría al niño
coprófago a la incorporación oral de su
objeto.

Dado que el síndrome coprófago
surge en la estela de un cambio radical en la actitud de la
madre, lo que, para el niño a esa edad equivale perderla,
se distinguen tres componentes en el cuadro clínico de la
coprofagia.

  • a) la depresión lleva a la
    incorporación oral del objeto perdido

  • b) el niño imita la depresión de
    la madre

  • c) el niño ha sufrido lo que equivale a
    la pérdida del objeto "bueno".

La pérdida de la madre entregada a la
depresión no es una pérdida física, es una
pérdida emotiva, pues la madre, al cambiar su actitud
emocional, cambia también radicalmente las señales
con que ella se identifica, para el niño, como objeto
bueno. Es una pérdida que puede experimentarse de esa
forma sólo en el primer año de vida.

6) La hostilidad materna compensada
conscientemente (el niño hipertímico
).
La
conducta maternal en estos casos es el resultado de un conflicto
consciente. Para tales madres, el hijo sirve de desahogo para sus
satisfacciones narcisísticas y exhibicionistas, no como un
objeto amoroso. No obstante, una madre así se da cuenta de
que su actitud hacia el hijo es impropia, se siente culpable y
por eso, conscientemente, compensa con exceso su actitud mediante
la dulzura almibarada, o agridulce. Esta actitud materna se
encuentra principalmente en círculos intelectuales y
profesionales.

Los niños se familiarizan excesivamente con los
objetos inanimados y los manipulan con naturalidad. Pero en el
sector social de su personalidad, muestran un retraso notable, de
acuerdo con el tipo de relaciones humanas que les brindan sus
padres. Cuando están en el segundo año de vida, son
aptos para la hiperactividad, no son muy sociables y son
destructivos con los juguetes. Por otra parte, no muestran
interés por el contacto con seres humanos y se vuelven
hostiles cuando alguien se les acerca. John
Bowly[5]los denominó "hipertímicos
agresivos".

En el síndrome de depresión
anaclítica
la sintomatología y la
expresión facial de los niños es similar a la que
se encuentra en los adultos que padecen depresión. Cuando
el niño que padece dicha enfermedad es privado de su
madre, sin que le proporcionen un sustituto aceptable para un
periodo que dura más de tres meses a cinco meses, se
inicia entonces un empeoramiento del estado del infante, durante
los cuales, todos los síntomas se hacen más
marcados y se consolidan, siguiendo rápidamente una
sucesión. Después de un periodo relativamente breve
de tres meses, aparece un nuevo cuadro clínico: el retraso
motor se hace evidente por completo, los niños se tornan
pasivos por completo, yaciendo boca arriba en sus camas, no
logran alcanzar la etapa del control motriz, el rostro se torna
inexpresivo, la coordinación ocular es defectuosa. Cuando
al cabo de un tiempo reaparece la movilidad, toma forma de
cabeceos espasmódicos en algunos niños, mientras
que en otros aparecen movimientos digitales extraños
–movimientos descerebrados o atetósicos-.

Por el contrario, si durante este periodo de
transición, regresa la madre, la mayor parte de los
niños mejoran –la perturbación dejará
secuelas que aparecerán años posteriores-. Cuando
la separación excede de cinco meses, la
sintomatología entera cambia radicalmente y parece
confundirse con el síndrome del
hospitalismo.

Tanto la depresión anaclítica como
el hospitalismo demuestran una deficiencia grande en las
relaciones de objeto que lleva a una detención en el
desarrollo de todos los sectores de la personalidad. Esas dos
perturbaciones ponen de manifiesto el papel cardinal de las
relaciones de objeto en el desarrollo del infante.

Las manifestaciones de agresión corrientes en el
niño normal después del octavo mes, tales como
patalear, morder, mascar, etc., están ausentes en los
niños que sufren depresión u hospitalismo. El
desarrollo tanto libidinoso como agresivo, está vinculado
estrechamente con la relación del infante con su objeto
libidinal. Mientras los niños estén privados de
estos objetos, se volverán cada vez más incapaces
de dirigir hacia fuera, no sólo la libido, sino
también la agresión.

En los niños sometidos a una privación
prolongada de aportaciones afectivas, cesan todas las actividades
autoeróticas de cualquier género, incluyendo en
éstas el chuparse el pulgar.

En el marasmo, los niños fueron privados
de la oportunidad de formar relaciones de objeto. En
consecuencia, no han sido capaces de dirigir el impulso libidinal
y el impulso sobre uno y el mismo objeto, que es el requisito
indispensable para lograr la fusión de ambos. Privados de
un objeto en el mundo exterior, los impulsos no fusionados se
vuelven contra su propia persona, que aquellos toman como objeto.
La consecuencia del volver contra la propia persona la
agresión no fusionada, queda de manifiesto en los efectos
destructivos de los niños que empeoran, adoptando la forma
del marasmo, cuya única tarea corresponde a asegurar la
supervivencia.

Con respecto a los trastornos de eliminación
enuresis– ; se han descripto dos tipos de curso de
enuresis: un tipo "primario", en el que el sujeto nunca ha
establecido continencia urinaria y un tipo "secundario", en el
que el transcurso se desarrolla después de un periodo de
continencia urinaria establecida. La enuresis primaria se inicia
a los 5 años de edad. La época más frecuente
en que se inicia una enuresis secundaria es de los 5 a 8
años de edad.

Aproximadamente el 75% de todos los niños
enuréticos tienen un familiar, biológico en primer
grado que también ha sufrido el trastorno.

Los criterios para el diagnóstico son:

  • a. emisión repetida de orina en la cama
    u en la ropa (sea voluntaria o intencional)

  • b. el comportamiento en cuestión es
    clínicamente significativa, manifestándose por
    una frecuencia de dos episodios semanales durante por lo
    menos 3 meses consecutivos o por la presencia de malestar
    clínicamente significativo o deterioro social,
    académico o de otras áreas importantes de la
    actividad del individuo.

  • c. La edad cronológica es de por lo
    menos 5 años (o el nivel de desarrollo
    equivalente)

  • d. El comportamiento no se debe exclusivamente
    al efecto fisiológico directo de una sustancia ni a
    una enfermedad médica.

Desde la perspectiva freudiana, por ejemplo, el
niño asume un papel fundamental en la tramitación
de la identidad sexual femenina. La devoción de la madre
hacia esa otra parte de sí que la mira desde fuera de ella
y la completa es la contrapartida afectiva del sostén que,
como bien lo indicó Winnicott (1980), funciona como agente
necesario del desarrollo psicológico del niño. Pero
ese amor, como todos, exige retribuciones. Silvia Bleichmar
manifiesta que los trastornos graves de la constitución
psíquica que producen trastornos del pensamiento y de la
inteligencia son problemas de la estructura del sujeto que deben
ser abordados como tales.

Si el pequeño es incapaz, por insuficiencia
neurológica, de proporcionarlas, podrá producirse
un efecto sobre la estructura psíquica materna que
será directamente proporcional a la fragilidad de
ésta. Esto, a su vez, ejercerá en la misma
proporción un efecto retroactivo sobre la patología
del niño en el sentido de su agravamiento. En este sentido
es interesante la introducción del concepto de
"niño insuficientemente bueno", el que determina una
ruptura en la transmisión psíquica del
vínculo intergeneracional.

Difícilmente podría no considerarse como
una verdadera catástrofe psíquica el no sentirse
amada ni reconocida por el propio hijo, ya que la
frustración recae sobre expectativas libidinales
básicas para la estructura. El hecho de la
aparición del autismo alrededor de los dos
años de edad o poco antes no resulta indiferente en lo que
hace al sufrimiento parental. Pequeños signos
laboriosamente desmentidos durante esos primeros 20 o 24 meses
-un proceso de ocultamiento en el que a menudo colaboran,
bienintencionados, los mismos pediatras-, retornan de manera
súbita y siniestra bajo la forma de un extraño mal,
que en nada parece afectar excepto en aquello que realmente
importa para las relaciones entre las personas. Una
intervención psicológica desafortunada puede tener
la desastrosa consecuencia de culpabilizar a las madres, con lo
que sólo se logra dañar los mecanismos de
sostén que pudieron conservarse a pesar del intenso
sufrimiento que produce en el grupo familiar la aparición
de un niño con estas características y, por lo
tanto, provocar un mayor aislamiento del niño.

La cuestión del sentimiento de culpa puede
evaluarse en toda su gravedad cuando se piensa que
inevitablemente estos niños generan en sus padres afectos
intensamente ambivalentes y no es frecuente que pueda aceptarse y
tolerarse el odio hacia la propia descendencia. En el discurso de
los padres de niños autistas, la fantasía de muerte
del hijo aparece siempre como un contenido sumamente doloroso,
fuertemente negado la mayoría de las veces y de
verbalización siempre difícil.

Anexo

Un estudio relaciona el estrés
durante el embarazo con la esquizofrenia infantil

FUENTE: www.20minutos.es

Monografias.com

Un feto en su séptima semana de
gestación

  • Se desprende de una
    investigación de la Universidad de
    Manchester.

  • También aumentan las
    posibilidades de tener un parto prematuro y de que el
    bebé desarrolle defectos de nacimiento.

Los bebés cuyas madres sufren estrés grave
durante el primer trimestre del embarazo tienen un alto riesgo
de desarrollar esquizofrenia
en el futuro. Así se
desprende de un nuevo estudio realizado por la Universidad de
Manchester, en el Reino Unido, que ha sido publicado en Archives
of General Psychiatry. Además, el estrés durante
los primeros meses de la gestación aumenta
considerablemente las posibilidades de tener un parto
prematuro
y de que el bebé desarrolle defectos de
nacimiento, según dicho estudio. El estudio analizó
datos de 1,38 millones de nacimientos en Dinamarca. El equipo de
la doctora Kathryn M. Abel analizó datos de 1,38 millones
de nacimientos en Dinamarca entre 1973 y 1995. Los investigadores
se concentraron en los casos de estrés mental grave
durante los seis meses previos a la concepción o durante
el embarazo. Los indicadores de estrés incluyeron la
muerte, el diagnóstico de cáncer, un infarto o un
accidente cerebrovascular en un familiar cercano.

Asimismo, el equipo controló a los hijos de esas
mujeres desde los 10 años de edad hasta la
aparición de signos de esquizofrenia
. Encontraron que
la posibilidad de desarrollar esta enfermedad mental entre los
bebés cuyas madres sufrieron la muerte de un familiar
durante el primer trimestre del embarazo fue un 67 % más
alta que en los hijos de mujeres sin estrés.En cambio, el
estrés por otras causas o previo al embarazo o durante
otros trimestres no aumentó el riesgo de esquizofrenia en
el bebé. "Nuestros resultados sugieren que el medio
ambiente influiría en el neurodesarrollo en la interfase
feto-placenta-madre", concluyó el equipo.

Una buena relación con la madre
previene los trastornos de personalidad

FUENTE: www.familia7.info

Un estudio de especialistas de Salud Mental del
Consorcio Hospitalario Provincial de Castellón indica que
una buena relación con la madre durante la etapa de
infancia y juventud previene en la edad adulta la
aparición del trastorno límite de la personalidad,
conocido como "doble personalidad". La investigación ha
sido publicada en la revista "Adicciones" bajo el título
de "Estudio sobre aspectos etiológicos de la
patología dual", y ha sido elaborada, entre otros, por los
doctores Matías Real y Gonzalo Haro, del Servicio de
Psiquiatría del Consorcio. Ambos recuerdan que
existían estudios previos que manifestaban que una familia
desestructurada "puede conllevar el consumo de drogas, problemas
de conducta en la adolescencia y la aparición del
trastorno de la personalidad en la vida adulta".

Sin embargo, el objetivo de esta investigación,
según Real, era "evaluar una parte de la
interacción entre los antecedentes familiares, la
dinámica familiar, los trastornos de conducta, los
trastornos por uso de sustancias y los trastornos de
personalidad".

Los resultados han indicado que evaluando los elementos
"de manera transversal" se puede observar "una compleja
interrelación de estos aspectos", y han concluido que
"parece no existir una única causa para que se desarrollen
problemas de personalidad", sino que "tienen que juntarse varios
factores".

Así, los doctores han destacado en su estudio la
importancia de "la carga genética heredada en el trastorno
límite", ya que los pacientes drogodependientes con
familiares alcohólicos pueden tener casi tres veces
más riesgo de padecer dicho trastorno de la
personalidad.

Sin embargo, el factor genético "no es
suficiente", ya que la relación de estos pacientes durante
su infancia y adolescencia con su madre es también un
aspecto determinante en la aparición de "doble
personalidad", pues aquellos niños que no desarrollaron un
vínculo afectivo con su madre tienen más
predisposición.

Importante: Este trabajo está subido a
www.monografias.com

Conclusión

Las condiciones de salud mental de un lactante van a signar
toda su vida. Es por ello, que es de vital importancia el tipo de
vínculo que establezca con su madre o con quien lleve a
cabo la función materna. En relación al proceso de
crianza y al tipo de vínculo que se establezca (depresivo,
fóbico, obsesivo) surgirán categorías de
significado personal en los futuros adultos, que dependiendo de
su intensidad, dará como resultado sujetos "normales",
neuróticos o psicóticos.

Las relaciones de apego tempranas son la manera como el
niño se conectará intersubjetivamente en el futuro
con los demás y con el ambiente. La forma como la madre
actúa hacia su hijo, irá dejando huellas
neurológicas en él, lo que implica una manera
específica de cómo el niño va construyendo
su significado personal.

Habiendo realizado esta monografía podemos decir
que amplió nuestros conocimientos previos acerca de la
temática y nos ayudó a tener presentes, con mayor
claridad, los parámetros esperables para cada etapa
evolutiva.

Nosotras como docentes, no sólo respondemos al
objetivo pedagógico sino que, también, tenemos la
responsabilidad de detectar y derivar problemas que afectan el
desarrollo del niño y su aprendizaje. Por esta misma
razón, es que todos los puntos tratados en esta
investigación son sumamente enriquecedores para nuestro
trabajo diario con los niños y sus familias.

Bibliografía

  • AUSUBEL, D: El desarrollo infantil. Vol II Cap V:
    El desarrollo emocional, Paidos
  • BLEICHMAR, Silvia: Aportes
    Psicoanalíticos para la comprensión de la
    problemática cognitiva, Ed. Miño y
    Dávila, Buenos Aires, 1995

  • CALMELS, Daniel: Del sostén a la
    transgresión. Pág.86 a 106. Ed Novedades
    Educativas, Buenos Aires, 2001

  • CALZETTA, Juan José: Consideraciones
    sobre el autismo; Publicado en Cuestiones de infancia-
    revista de psicoanálisis con niños Vol 7-,
    Buenos Aires, 2003

  • CORIAT,Lydia y JERUSALINSKY, Alfredo:
    Cuadernos del desarrollo infantil: Desarrollo y
    maduración y los reflejos arcaicos y su función
    en el desarrollo cognitivo, 1983

  • DOLTO, Francoise: La dificultad de Vivir.
    Volumen II: Psicoanálisis y sociedad, Ed Gedisa,
    Barcelona, 1992

  • GERSTENHABER, Claudia: John Bowly y la
    teoría del apego. Ed. Novedades Educativas Nº 35,
    Buenos Aires, 2001

  • PEAGUDA, Silvia: A qué jugamos con los
    bebés precursores del Fort-da. En Escritos de la
    Infancia Nº 8, 1998

  • SCHELMENSON, Silvia: El placer de criar, la
    riqueza de pensar, una experiencia con madres de niños
    pequeños, Ed Novedades Educativas, Buenos Aires,
    2005

  • SPITZ René: El primer año de
    vida. Tercera parte: Patologías de las relaciones de
    objeto / Cap III: El objeto de la líbido/ Cap VIII: El
    establecimiento del objeto libidinal / Cap X: Desarrollo
    subsiguiente tras el establecimiento del segundo organizador.
    Fondo de Cultura Económica, México,
    1973

  • WINNICOTT, D.W.: Realidad y Juego. Cap I:
    Objetos transicionales y fenómenos transicionales, Ed
    Paidos, Buenos Aires, 1971

  • www.mayeuticaeducativa.idoneos.com

  • www.wikilearning.com

  • www.20minutos.es

  • www.familia7.info

Monografias.com

USAL- Licenciatura en Educación
Inicial

Cátedra: Didáctica del
Jardín Maternal

 

[1] WINNICOTT, D.W.: Realidad y Juego. Cap I:
Objetos transicionales y fenómenos transicionales, Ed
Paidos, Buenos Aires, 1971

[2] www.mayeuticaeducativa.idoneos.com

[3] PEAGUDA, Silvia: A qué jugamos con
los bebés precursores del Fort-da. En Escritos de la
Infancia Nº 8, 1998

[4] SPITZ René: El primer año de
vida. Tercera parte: Patologías de las relaciones de
objeto

[5] GERSTENHABER, Claudia: John Bowly y la
teoría del apego. Ed. Novedades Educativas Nº 35,
Buenos Aires, 2001

 

 

Autor:

Barro, Andrea Giselle

Serrano, Lorena Paola

lorenaserrano2010[arroba]hotmail.com

Sede: José C. Paz

Carrera: Licenciatura en Educación
Inicial

Cátedra: Didáctica del
Jardín Maternal

Profesora: Lic. Susana Fernández de
Canaves

Año: 2010

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter