Martí se detiene en particular en la mayor y
más populosa de las áreas, el parque "Gables",
allí se siente sobrecogido por la gran cantidad y variedad
de curiosidades, entretenimientos, comercios, kioscos y playas, a
los que se accede a precio módico y donde se mueven
principalmente las clases populares, los humildes, que el
describe como gente que viene a buscar los aires saludables del
mar, trayendo su propia comida y tratando de pasar con dignidad
en medio de las grandes ostentaciones de los ricos.
"(…)Allá lejos, se tiende la playa,
matizada de grupos de familias, reclinadas o sentadas en la arena
junto a los restos del festín casero: se salen los trajes
de los cuerpos canijos de los judíos; se salen de sus
morados y pomposos las irlandesas ubérrimas; la vida se
sale de algunos ojos apenados, que van allí a hablar con
el mar de honestidad y la grandeza que no se hallan en los
hombres; y se observa tristemente el contraste que hacen las
caras varoniles de las niñas con sus vestidos de encaje y
con sus cintas de
colores(…)"[3]
Para los niños y su reacción ante el
inmenso mar son estas reflexiones amables que nos recuerdan los
episodios de Pilar en "Los zapaticos de rosa"[4]:
"(…) los niños, en tanto con los pies descalzos,
esperan en la margen a que la ola mugiente se los moje, y escapan
cuando llega, disimulando con carcajadas su terror, y vuelven en
bandadas, como para desafiar mejor al enemigo, a un juego de que
los inocentes, postrados una hora antes por el recio calor, no se
fatigan jamás; o salen y entran, como mariposas marinas,
en la fresca rompiente, y como cada uno va provisto de un cubito
y una pala, se entretienen en llenarse mutuamente sus cubitos con
la arena quemante de la
playa(…)[5]
Pero en medio de este goce de palabras nace la
preocupación del cubano por "(…) el
tamaño, la cantidad, el resultado súbito de la
actividad humana, esa inmensa válvula de placer abierta a
un pueblo inmenso (…)"[6], asombrado
describe la enorme infraestructura creada para el esparcimiento
de esa multitud y su preocupación se centra en la
espiritualidad de aquella gente embriagada de
hedonismo.
Se está ante un fenómeno lúdico
incipiente pero en crecimiento, la "industria del ocio",
que hace vivir al hombre de los "sentidos" y que tiene en los
ricos sus principales consumidores, con la complacencia de sus
extravagancias y lucimientos. Ante este fenómeno
Martí reacciona, habla de sí y se ejemplifica como
el hombre de Hispanoamérica en busca del goce superior de
los sentidos: "(…) es fama que una melancólica
tristeza se apodera de los hombres de nuestros pueblos
hispanoamericanos que allá viven, que se buscan en vano y
no se hallan; que por mucho que las primeras impresiones hayan
halagado sus sentidos, enamorado sus ojos, deslumbrado y ofuscado
su razón, la angustia de la soledad les posee al fin, la
nostalgia de un mundo espiritual superior los invade y aflige; se
sienten como corderos sin madre y sin pastor, extraviados de su
manada; y, salgan o no a los ojos, rompe el espíritu
espantado en raudal amarguísimo de lágrimas, porque
aquella gran tierra está vacía de
espíritu."[7]
En otras crónicas vuelve Martí sobre el ir
y venir de la población de Nueva York durante los meses
del verano y destaca ya no solo la presencia de las personas en
actividades al aire libre, como un modo de mejorar la salud con
el sol y el aire de los campos y los bosques, sino la
práctica de juegos espontáneos entre los
niños y los jóvenes, como forma de
ejercitación y distracción, así como las
competencias organizadas por colegios y universidades.
"Glorioso llaman en inglés a este tiempo
lucido, acaso porque con su aire fresco y cielo limpio invita a
gloria. Las gentes se dan prisa, antes de que vengan las nieves,
a nutrirse el pensamiento de las ideas vivas que inspira el
verano, a gozar de estas horas de boda a que han de seguir luego
tantas horas de féretro."[8]
Su tristeza inveterada se abre paso en estos veranos
multitudinarios en los que muy solo vaga entre la gente
escudriñando sus motivos, tratando de encontrar sentido a
tanto movimiento y ajetreo, alegrándose de vez en vez ante
el espectáculo del espíritu humano
abriéndose a la naturaleza, llenando de imágenes su
mente que luego en la tranquilidad de la noche refleja en sus
reportes para su gente en la otra América, la suya, la
nuestra.
"Se tira a la pelota, como todos los junios: se
calman los negocios: se llenan de amores nuevos, de maridos
benignos y casadas solas los hoteles de las playas y de las
montañas: salen embanderados, con su carga de bailadoras,
los vapores que llevan, por las costas vecinas, pobladas de
árboles, a los novios juguetones, los comerciantes,
fatigados, las madres deseosas de un poco de aire puro para sus
hijos recién nacidos, que se les van con los calores del
verano, como el aroma de las
rosas:"[9]
Los veranos, destaca Martí, son fiesta de los
sentidos, la gente sale a divertirse, según sus
posibilidades económicas, las playas populares se
abarrotan de gente que escapan del hacinamiento de la ciudad,
llevan a sus niños y la humilde merienda para suplir los
gastos; en contraste la gente pudiente convierte el verano en
pasarela de lujo, y va a los lugares de moda para que los vean y
ostentar el status que el dinero da y no los méritos
humanos y la inteligencia y es de leer la aguda
observación del cubano sobre el comportamiento de esta
gente de clase media y rica:
"Septiembre es siempre mes animadísimo en
la vida norteamericana.
"A los baños de mar suceden las partidas
de caza; a las partidas de pesca, las grandes regatas entre los
veleros ingleses y bostonianos, en que los de Boston
ganan.
" A los abandonos y coqueterías sobre la
arena, que son aquí cosa mayor y pecadora, reemplazan los
trajes elegantes de los paseos por el mar y las carreras de
caballos: las que en Narragansett Pier y en Bay Harbor paseaban
sin miedo de mañana a tarde los trajes más
atrevidos y vistosos, ahora con más honesto arreo vuelven
a sus hogares de la ciudad, a perder en las cenas de
champaña, en las meriendas a la moda, en los bailes y
rivalidades del invierno, las rosas que devolvieron a sus
mejillas los aires vivos del océano y el
campo."[10]
Su mirada va al mundo que se abre ante sus ojos, la
expansión de la vida lúdica, los placeres
convertidos en grandes espectáculos que pretenden dar una
síntesis de lo conocido por el hombre y lo que su
imaginación desbordada puede ofrecer, su pluma de poeta
encuentra vuelo ante la representación de la quema de Roma
por Nerón, "(…) a la entrada de la bahía,
donde con lujo imperial, y no menos de mil comparsas, entre
bailarinas, coristas y portaluces, representan los
Kíralfy, so pretexto de fuegos artificiales, las grandezas
de la Roma de Nerón, sus danzas orgiásticas, sus
combates marinos, sus procesiones de triunfo, su incendio final,
precedido de un baile de antorchas, que caracolean, luchan, se
besan, se apartan, se agrupan, se separan de súbito, en
mil caprichos y sorpresas de la danza, hasta que cada una de
ellas incendia un bastión, una columna, un toldo, un
estandarte, y los diez mil espectadores ven ante sí
consumirse en un fuego sonrosado a Roma, mientras huyen las
bailarinas, apagando las antorchas en el suelo, asiéndose
de las colas de los caballos espantados, lanzando
alaridos."[11]
Con tristeza describe su visita al espectáculo
sobre el "salvaje oeste", encabezado por ese hombre sin
escrúpulo que responde al nombre de Búfalo Bill, el
clásico vaquero del oeste, emprendedor y despiadado, que
muestra como animales de feria al hombre autóctono de las
tierras de Norteamérica:
"Búfalo Bill, el jefe, es el
célebre escucha de las campañas contra las tribus,
el que habla a los indios en sus lenguas propias, el que ha
arrancado su penacho de pluma a los guerreros muertos con el
mismo cuchillo y el ademán mismo con que ahora repite cada
tarde el simulacro de su
hazaña."[12]
Norteamérica se regocija con la frívola
fastuosidad del espectáculo de la vida real que le trae
este aventurero-héroe, que ahora gana dinero con la
repetición de sus "victorias" y mostrando a los vencidos
representándose así mismo:
"Unos tiran la barra; otros persiguen, en el
juego de la crosse, las pelotas que quieren echar con sus palos
encaperuzados en el campo hostil. Otros vencen en la carrera a
los niños blancos. Una hija mayor se acurruca a la puerta
de una tienda con su hermanín a la espalda, un bravo de un
año que ya trae en los ojos la inquietud de la tribu y la
astucia de la raza."
[13]
Tras la describir el pasatiempo de los niños
indios, Martí dice con melancólicas palabras, que
llevan una clara condena a la conquista y destrucción de
estos pueblos autóctonos de América:
"Las ternezas están vedadas a un
observador de oficio, pero de aquellas apuestas criaturas de
cuerpos cimbreantes y ojos vívidos surgen con tal fuerza
la dignidad y la gracia, que se condena vehementemente a los que
interrumpieron en flor el natural desenvolvimiento de esa raza
fina, fuerte, imperial y alada, como las águilas que la
vieron nacer desde sus cumbres, y a quienes vence el
cóndor de los Andes."
[14]
Para caracterizar una época, vemos su asombro
ante el enorme edificio del Madison Square Garden de Nueva
York[15]palacio de los placeres, en los que el
público viene por miles a expandir sus sentidos, gastar su
dinero y evadirse de aquella cruel ciudad de hierro y ladrillo,
cosmopolita y necesitada de darle una válvula de escape a
los millares de seres humanos que llegan en busca de la fortuna
al país de la oportunidades. Allí verá las
célebres carreras de premio y otros muchos
espectáculos que provocan su crítica, verá a
un público heterogéneo acostumbrado al placer y las
emociones fuertes y al que consideró la verdadera
víctima de estas distracciones, la comparación con
el circo romano apareció con frecuencia mientras
describía algunos espectáculos en este
foro:
"Pero ninguno de ellos marcará de un modo
más patente el cambio del gusto que ese palacio de
diversiones, coronado de torrecillas, que ya por el mundo entero
es conocido con su nombre viejo de "Madison Square Garden."-Ni el
lugar ha cambiado, ni sus empleos: allí, hoy como antes,
sin más que mudar el escenario de la arena,
exhíbense hoy caballos, o mañana se levanta el
estrado de boxear; o hay certamen de perros; o toca la orquesta
de Seidl la música de Wagner; o guía Strauss,
valsando él mismo, sus valses famosos; o se juntan
alrededor de la champaña la crudeza y el
señorío, a ver bailar en el tablado vestido de
banderones, a la sinuosa Carmencita, (…)"
[16]
No todo fue elogio y admiración para el gran
fenómeno de los espectáculos lúdicos que
llenaban al gran país del norte, fue muy crítico
con aquellos encuentros competitivos cruentos y deformadores del
ser humano que tenían como único sentido atraer al
público a los escenarios en los que se desarrollaban,
primero para que pagaran por "disfrutar" de ellos y además
para estimular las apuestas, fenómeno que encontró
en Martí duras críticas, por lo embrutecedor para
el ser humano, estimulado a buscar dinero fácil, que luego
era gastado en ostentaciones, disfrute hedonistas, consumos de
alcohol y estímulo a la holgazanería.
Por estas mismas razones repudió las apuestas y
el deporte rentado, enajenador del hombre que se destruye y
destruye como los gladiadores del circo romano, esclavos del
dinero que recibe por lides realmente condenables como fueron las
peleas de boxeo de su tiempo y las "carreras de premio" en la que
los corredores como caballos andan día y noche en pos, no
de gloria sino de dinero, aunque a estos temas le dedicó
un amplio espacio a lo largo de sus quince años de
permanencia en los Estados Unidos.
Conclusiones
Hablar de un pensamiento lúdico en Martí
no es nada descabellado a la luz de la enseñanza
contemporánea, ni de las concepciones sobre esta forma de
comportamiento humano que es la lúdica, tan necesaria e
importante en el desarrollo del hombre. Pensamiento lúdico
que está en función del mejoramiento humano, al
advertir de la necesidad de alcanzar un equilibrio entre los
placeres y la ejercitación física con el desarrollo
de la espiritualidad, que para nada está reñida con
la lúdica.
Estas crónicas son una mirada objetiva en la que
está presente la reflexión madura, inquisidora, la
valiente presentación de sus dudas y en algunos casos
condenas, sobre algunos fenómenos que ya muestran su
capacidad de embrutecer al ser humano:
deporte-espectáculo, por dinero, a costa de la salud y la
integridad moral y física del atleta, el juego y las
apuestas como forma de vida de muchos; la fiera obsesión
por el lujo y los placeres; la desmedida rivalidad deportiva en
los colegios americanos, en detrimento de la enseñanza y
la educación y finalmente lo nocivo que estas
prácticas podían ser en países de
idiosincrasias diferentes como los de América
Latina.
Bibliografía
Martí, José: Obras Completas. La Habana,
1975
Autor:
Ramón Guerra
Díaz
Museólogo Especialista
Museo Casa Natal de José
Martí
[1] Revista “La Edad de Oro Nº 1,
Pág. 25-28, julio de 1889. Obras Completas de
José Martí. Tomo 18, 1975
[2] El Partido Liberal, México,
23/7/1886 Otras Crónicas de Nueva York. José
Martí. Compilador Ernesto Mejías Sánchez.
La Habana, 1983:49
[3] Ídem
[4] Cuento en verso escrito por José
Martí en la Revista La Edad de Oro, New York, 1889
[5] Obras Completas de José
Martí, tomo 9: 125
[6] Ídem
[7] Ídem:126
[8] Obras Completas de José
Martí, tomo 10: 297
[9] Obras Completas de José
Martí., tomo 11:15
[10] Obras Completas de José
Martí. Tomo 11, 79
[11] Obras Completas de José
Martí., tomo 13: 337
[12] Obras Completas de José
Martí., tomo10:34
[13] Ídem
[14] Ídem
[15] El Madison Square Garden que
conoció José Martí fue inaugurado en 1879
en el cruce de la calle 29 y la avenida Madison
[16] Obras Completas de José
Martí., tomo10:35
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