- Introducción
- El
modelo agroexportador y la Argentina del
centenario - La era
neoliberal - Conclusión
- Bibliografía
Introducción
A fines del siglo XIX, la incorporación de la
Argentina al mercado mundial como proveedora de materias primas y
alimentos para Europa y el ingreso de manufacturas, inversiones e
inmigrantes le permitieron un continuo crecimiento
económico hasta 1914.
La extraordinaria dotación de recursos naturales
del país lo convirtió en un centro de
atracción mayormente para la potencia hegemónica de
la época, Gran Bretaña. El liderazgo del
crecimiento se basó en las exportaciones.
En mayo de 1910, una Argentina atravesada por profundas
contradicciones se presta a celebrar el Centenario de la
Revolución de Mayo. Como en otros momentos de la historia,
un gobierno de legitimidad dudosa intentará mostrarle al
mundo un simulacro de país progresista.
Mediante este trabajo monográfico comprobaremos
si Argentina actualmente, con el modelo neoliberal, cumple el
mismo papel en la economía mundial que el que
cumplía en 1910 con el modelo agroexportador.
CAPITULO I.
El modelo
agroexportador y la Argentina del centenario
"Las abundantes inversiones para construir
ferrocarriles y puertos, y la inmigración masiva pusieron
en marcha la formidable expansión pampeana. En las
ciudades, el comercio y la construcción se asociaron con
una industria pujante y hasta el interior más tradicional
encontró como
beneficiarse"[1]
Desde 1860 Argentina había adoptado el
agroexportador como modelo económico. El país se
convierte así en el "granero del mundo", una
expresión que lo condena a ser proveedor de materias
primas y comprador de manufacturas. En el "granero del mundo" no
existen grandes inversores, así que el Estado financia a
privados para desarrollar las obras públicas como los
ferrocarriles, que el 75% estaba en manos británicas.
Estos resultaron extraordinariamente rendidores ya que en
condiciones ciertamente privilegiadas, las empresas
británicas se aseguraron una ganancia que garantizaba el
Estado, quien otorgaba privilegios impositivos y tierras a los
costados de vías por tenderse.
"Densos nubarrones se levantan que presagian
tormentas proteccionistas en las colonias inglesas, y la
tendencia imperialista que va mordiendo fuerte el espíritu
británico no es por cierto una garantía para el
porvenir de nuestro comercio internacional. Mucho hablamos de
abrir nuevos mercados, sin notar acaso que más
valdría asegurar los que ya tenemos, como el de
Inglaterra, para quien deberíamos tratar de convertirnos
mercantilmente en su mejor colonia, a fin de hacerle imposible
dar preferencia a nuestros competidores de Canadá y de
Australia."[2]
En 1913, el ingreso per cápita en la Argentina
alcanzaba a 50% del norteamericano y a 80% del promedio existente
en el conjunto de las economías industriales. El
desarrollo de la producción agrícola y ganadera se
baso en la expansión de la frontera productiva y en la
penetración del cambio técnico en las
explotaciones. La mecanización, rotación de
cultivos, empleo de fertilizantes y agroquímicos y mejora
de los rodeos formaron parte de una incorporación amplia
de equipamiento y tecnología en la producción
primaria. La economía rural en Argentina había
adaptado bien el caudal de conocimientos existentes en los
países avanzados aplicados a una explotación
extensiva del recurso de la tierra y bajo las formas propias de
la concentración de la propiedad. El sector industrial
alcanzó una dimensión significativa. Los
frigoríficos, los molinos y algunas fábricas
grandes, elaboraban sus productos para la exportación o el
mercado interno. Otros grupos suministraban productos elaborados
con materia prima local, y los talleres completaban el
abastecimiento del mercado interno. Este sector industrial
creció junto con a economía agropecuaria y
nutriéndose de los capitales extranjeros.
El ingreso de las exportaciones estaba concentrado en
los propietarios territoriales y en los sectores vinculados con
la red de infraestructura, comercial y financiera, coligada con
la producción primaria exportadora, el comercio
internacional y los segmentos de la demanda interna abastecida
por la producción doméstica.
Según Jorge F. Sábato, los empresarios
se habituaron a rotar por diversas actividades, buscando en cada
caso la crema de la ganancia, sin fijarse definitivamente en
ninguna y procurando no movilizar el capital.
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