Don Juan es un joven amarrado a sus opiniones, inflexible que se cierne sobre el mundo para juzgarlo y lo encuentra totalmente hipócrita. Hombre pecador por sus embustes y sus blasfemas, pero que no es hipócrita.
En el acto quinto escena primera, Don Juan se encuentra con su padre y se muestra arrepentido por su conducta, simulando arrepentimiento logra burlarlo, pero luego se manifiesta frente a su criado diciendo:
Don Juan. ¿Y por qué no? ¡Cuántos hay, como yo, que profesan esta misma doctrina y usan el mismo disfraz para engañar a la gente!
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Don Juan. Nadie se avergüenza ya de comportarse así: la hipocresía es una moda. Y un vicio que está de moda viene a ser como una virtud. El mejor papel que se puede desempeñar en estos tiempos es el de hombre de bien. Y el profesar la hipocresía ofrece ventajas admirables. Es un arte cuya impostura se respeta siempre. Y, aunque se descubra, nadie se atreve a criticarla. Todos los otros vicios están expuestos a la censura, y cada cual es libre de atacarlos abiertamente. Pero la hipocresía es un vicio privilegiado que amordaza todas las bocas con su mano fuerte y goza en paz de una impunidad soberana. El hipócrita, a fuerza de mojigatería, llega a formar una unión estrecha con los hombres del partido devoto. Topar con uno es echárselos a todos encima. Hasta aquellos que obran de buena fe, según la opinión general; hasta aquellos, digo, de cuyos sentimientos religiosos nadie puede dudar se dejan engañar siempre por los otros, caen de lleno en los lazos que les tienden los santurrones y apoyan ciegamente, con sus actos, a aquellos falsarios. ¿A cuántos crees tú que conozco que, gracias a esta estratagema, lograron reparar hábilmente los desórdenes de su mocedad, se embozaron en la capa de la religión y, con un hábito tan respetado, han conservado el derecho a ser los hombres más perversos del mundo? Por más que se sepan sus intrigas y se les conozca a ellos como son, no dejan de disfrutar de la consideración general. Con humillar de vez en cuando la cabeza, lanzar algún que otro suspiro de mortificación o poner los ojos en blanco, tienen perdonados todos los desmanes que puedan cometer. Bajo techo tan favorable pretendo hallar mi salvación, poniendo mis negocios a buen recaudo. No abandonaré mis placenteras costumbres, pero tendré buen cuidado en ocultarme y me divertiré sin escándalo. Y por si acaso viniera a ser descubierto, verla cómo, sin dar yo un paso, se interesaban por mí todos los cofrades y salían a defenderme contra quien fuere. En resolución, éste es el verdadero modo de hacer impunemente lo que me apetezca. Me convertiré en censor de las acciones ajenas; a todos juzgaré mal y sólo tendré buena opinión de mí. Jamás perdonaré a quien me agravie una vez, aunque sea levemente; guardaré contra él un odio callado, pero irreconciliable. Seré el vengador de los intereses divinos y, con un pretexto tan cómodo, hostigaré a mis enemigos: les acusaré de impíos, sabré lanzar contra ellos a fanáticos indiscretos que, sin conocimiento de causa, gritarán públicamente, les cubrirán de improperios y les condenarán irremisiblemente con el peso de su autoridad privada. Así es como hay que aprovecharse de las flaquezas humanas; así es como un hombre juicioso se acomoda a los vicios de su época.
Moliere en voz de este personaje realiza una fuerte crítica a los modos sociales de la época, como lo hizo más vigorosamente en Tartufo. Obra que fue durante cinco años fruto de constantes prohibiciones por parte del rey Luis XIV. Tartufo es un falso devoto o hipócrita, nada menos que la hipocresía moral de los falsos beatos, aquellos que utilizaban el nombre de Dios en su propio interés y que se permitían juzgar y condenar la actitud moral de los demás.
Tartufo, el personaje que da nombre a la obra, es el prototipo del hipócrita. Es un hombre sin oficio ni beneficio, pero se hace notar por su gran devoción y presunta humildad. Tanto, que mantiene embelesado a Orgón, un personaje de estupidez más que notoria, pues no es capaz de advertir la falsedad de la conducta de Tartufo, algo que el resto de los miembros de su familia sí que sospechan. Orgón solo se refiere a Tartufo con una frase: "¡qué alma de Dios!" y le mantiene en su propia casa en régimen de pensión completa, planeando entregarle la mano de su propia hija. Tartufo mientras tanto no tiene recato alguno en tratar de seducir a la mujer de su benefactor.
Como podemos ver la hipocresía es un tópico en Molière, y con su crítica pretende dar cuenta de la situación social en la que vive.
Dice Auerbach: "Moliere se encuentra dentro de un siglo moral-tipista, pues si busca la realidad individual no es solo por su comicidad, y la comicidad significada.
Moliere logra darle una forma grotesca al lado ridículo de todos, se trata de una exageración desenfadadamente polémica nacida de las circunstancias que revela la intención de Moliere".
La crítica realizada por Moliere es de algún modo también superficial, no intenta profundizar en críticas políticas o religiosas, pero no por ello es menos importante.
Don Juan o el convidado de piedra es el reflejo que hace de la sociedad de sus tiempos. Individualiza en Don Juan la imagen del noble despojado de las mascaras sociales. Aquel que no finge su condición y que hace frente aquellos que lo juzgan.
Molière no siempre pretende dar cuenta de una realidad general o plural solo se detiene en unos pocos personajes para individualizarlos y caracterizarlos de forma ridícula, llevándolos al limite de lo grotesco.
Dice Auerbach: "Se puede considerar el arte de moliere como el punto mas alto al que pudo llegar el realismo permisible dentro de los gustos del clasicismo francés plenamente desarrollado del reinado de Luis XIV: marca los límites de lo entonces posible. No se ha ajustado por completo al gusto dominante del tipismo psicológico, pero también para él lo peculiar y característico es siempre ridículo y extravagante.
No ha esquivado lo bufo y grotesco, pero no tiene ni la menor idea de una representación real de la vida de las capas populares.
Todas sus camareras y sirvientes, aldeanos y aldeanas, e incluso sus comerciantes, notarios, médicos y boticarios no son mas que comparsas cómicas y solo dentro de la admisión casera de una familia de la gran burguesía o de la aristocracia, el personal de servicio y particularmente el femenino representa a veces la voz del sentido común pero su situación se refiere siempre a los problemas de sus señores y no a los de su vida personal".
Es Molière sin duda un gran vocero de su época y de los sucesos sociales que se estaban dando en su tiempo, y es un poeta que sin intención quizás se convierte en algún punto en un revolucionario de su tiempo.
Por último y para darle un cierre a este informe tomaremos las palabras escritas de Arnold Hauser:
"Habrá más bien que contarlo entre aquellos
poetas que, con todo su conservadurismo subjetivo, desenmascarando la realidad
social, o por lo menos una parte de esta realidad, se convirtieron en campeones
del progreso".
Autor:
Florencia Cittadini Acosta
Informe de lectura: La hipocresía en Don Juan o el convidado de piedra
Literatura Extranjera I – Profesor Fulvio Franchi
[1] Su nombre: Jean-Baptiste Poquelin, (Par?s,?15 de enero?de?1622?? ib?dem,?17 de febrero?de?1673).
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