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Doce relatos cursis (página 3)




Enviado por Mario Blacutt M



Partes: 1, 2, 3

No era una simple molestia lo que sentía, ni un
débil fastidio era su enfado. Algunas veces se
había sentido irritada; pero lo que ahora tenía
incrustada en cada célula material y espiritual de su
cuerpo no era molestia, ni fastidio, ni irritación ni
enfado. ¡Poca cosa! Ni siquiera enojo. Era furia. Pura y
efervescente. Cutánea, subcutánea e intravenosa.
Real, linfática, cardiovascular y digestiva. Le
parecía que la fuerza combinada de un toma corriente y de
una licuadora se había posesionado de toda ella,
causándole un terremoto interno, el que mientras
más intenso devenía, más estática
hacía que se sintiera dentro de la habitación.
Porque era una contradicción nunca pensada ni probada
antes; porque era un contrasentido sensorial tener un cataclismo
desde adentro y ser una estatua hacia fuera. Así de
furiosa estaba.

Él nunca había sido un patrón
confiable de sensibilidad y, aunque no era cierto, la mayor parte
de las veces parecía verla sólo con las retinas. El
diálogo entre el que cree que todo marcha bien y la
contraparte, que sabe que todo está mal, nunca ha dejado
de ser fascinante. Existe una combinación de
atracción morbosa, seducción pura y hechizo
erótico en el acto de escuchar un debate así
estructurado.

¡Cualquiera diría que no era para
menos!

Esta vez había sido un pedacito de la "verdadera
cruz en la que N.S. Jesucristo había sido clavado, dado a
beber vinagre y lanceado" lo que trajo en la maleta. (regresaba
de un viaje para concretar una venta grande y recibir la
correspondiente comisión) El hecho de que la astilla
sagrada habíale sido vendido por uno de los
poquísimos privilegiados "quien la había
poseído por cuarenta y ocho años, y que ahora
tenía el deber, antes de, morir, de trasladar el goce
divino a otro elegido…." no disminuía un solo
electrón el arrebato nuclear que, en radiación
capilar, estremecía su yo interno.

En primer lugar, porque "la transferencia del Goce
Divino" había sido pagada con los diez billetes de cien
dólares que su marido había ganado en la
transacción objeto del viaje. En segundo lugar, porque en
este momento, la esposa del colega y compañero de
comisión debe estar probándose el vestido o los
zapatos y/o la cartera que su consorte, ajeno a la locura,
seguramente le ha traído. En tercer lugar, porque el mal
parecía incurable y automultiplicable….

Durante los meses de noviazgo, la inclinación por
coleccionar cosas raras le parecía inclusive seductora.
Cada vez que visitaba su departamento, una sensación de
desdoblamiento le permitía transportarse a otras latitudes
y longitudes del globo terrenal. Es que, en esa especie de feria
internacional de cosas raras ¿quién no se
proyectaría, ipso-facto, a las aceras nebulosas de Baker
Street, luego de que se le hubiera mostrado la auténtica
pipa de Sherlock Holmes, adquirida de un marinero que la llevaba
de contrabando al mu-seo del Louvre? ¿Podía alguien
dejar de sentir en las orejas la brisa de Los Alpes suizos, al
contemplar en una cajita de vidrio la manzana, una pasa de
manzana, autografiada por el propio Guillermo Tell y comprada de
uno de sus últimos descendientes que deseaba deshacerse de
todo lo mundano, para acogerse a la tibia lobreguez de un
convento?

Pero ser novia es una cosa y esposa, otra.

De seducción, la manía se
transformó para ella en una especie de paranoia
compulsiva, la que se hacía absoluta cada vez que su
marido llegaba de uno de sus viajes de ventas. Mientras que sus
colegas regresaban trayendo algún regalo significativo
para ellas (leáse perfumes, ropa o collares) o algo
útil para la casa o, en última instancia, el poder
de aumentar el ahorro familiar, el maniático gastaba lo
ganado en cachivaches esquizofrénicamente alucinantes,
encandilantes y, sobre todo, inservibles….

El primer cambio de su actitud sicológica hacia
la chifladura coleccionadora de su marido lo experimentó
cuando el consorte de su mejor amiga había abierto la
maleta y sacado de allí un camisero Chistrian Dior y un
par de anteojos Gucci. Por su parte, ella había recibido
del suyo una piedra amarilla, embutida en el fondo de los
tiempos, "al anillo mayor del prime Lama en la historia" y
adquirida de un monje prófugo cuando los chinos invadieron
el Tíbet. Cuatro mil quinientos años tenía
la piedra en el anillo y tenía también la virtud de
conferir poder y suerte al que tomara posesión de la
piedra, según había sentenciado el monje
prófugo, antes de entregarla con sus lágrimas y
devoción conjunta a quién, con premura
supersónica, le entregaba mil doscientos dólares a
cambio. Esos mil doscientos dólares cubrirían parte
de las limosnas que debería repartirse entre todos
aquéllos que habían salvado la virginal piedra de
la profanación pequinesa.

En otra oportunidad, su amiga desembalaba un lavarropas
automático. ¡Era fantástico! Se ponía
la camisa, se dejaba caer el detergente, se apretaba un
botón, se miraba televisión y la ropa ¡zaz!
Ya estaba lavada. En tanto que el monomaníaco, con
expresión de alucinado, le mostraba un libro de
páginas amarillas escritas en signos extraños y que
resultó ser el único ejemplar del Corán con
los comentarios del propio Mahoma, escritos por puño y
letra del Profeta. Aquella vez trató de ser comprensiva y
maternal. Trató de explicarle que, a su buen entender,
hubo de transcurrir por lo menos veinte años desde la
muerte de Mahoma hasta que el Corán fuese hecho texto.
También hizo grandes esfuerzos para que entendiera que el
Profeta nunca había aprendido a leer ni a escribir.
Él se había portado impertérrito ante el
sacrilegio mundano de los no iniciados y sentenció que hay
verdades que no se registran en la historia convencional, sino
que trascienden el cosmos, para llevarlos allí donde los
espíritus del Universo los toman en inventario y los
transmiten mediante fuerzas telepáticas a los elegidos
como él. Así le había sido explicado por el
cuidador de la mezquita principal de La Meca, el mismo que
habíase obligado a hurtar la Palabra de Alá hecha
libro, para preservarla de los infieles judíos, los que
dentro de poco saquearían el Templo, merced a la inminente
guerra entre israelitas y árabes. Las Revelaciones Divinas
en verso, tenían que ser entregadas a quien había
sido escogido por la visión de Mahoma. Él,
sólo él, era el poseso sublime. Nadie sabía
por qué. Todos sabían que así era.
Finalmente dijo que, los dos mil dólares entregados al
guardián mezquitero, no debían ser considerados
como un pago; al contrario, debían ser vistos como lo que
eran: un aporte a la causa de Alá por haber sido alumbrado
con la santa prerrogativa.

De esta manera pasaban las nubes, los soles, las lunas,
las estaciones, los cumpleaños, los
aniversarios…..

En sus varios momentos de reflexión analizaba
objetivamente las relaciones matrimoniales entre ella y el lego
coleccionista. Los resultados siempre eran positivos. Claro que
podrían ser excelentes. Pero no; ahí estaba la
omnipresencia del atesoramiento desatinado, para hacerse sentir y
también para hacerse ver en las vitrinas numeradas,
dispuestas en arreglos simétricos alrededor y al centro y
a los costados de la sala principal (había modulares
complementarios en las paredes) Era un marido que cuidaba de todo
lo necesario para mantener el departamento en condiciones
óptimas desde el piso hasta el cielo raso. El sueldo
regular que percibía alcanzaba para llevar una vida si no
estrecha, tampoco opulenta. Nada faltaba para la
alimentación, vestimenta necesaria, salidas de fin de
semana, pequeños gustos y ahorro. No. Por ese lado nada
había que poner en el DEBE…la vela emergía,
como un obelisco liliputense, de un candelabro sin brazos en la
tercera vitrina. La trajo una noche en la que, en toda la ciudad,
habían cortado la luz por cuarta vez, comprada de una
enviada del Señor, para que en el día de las
Grandes Tinieblas, alumbrara para siempre la morada, vida y
destino de sus poseedores. El fin del mundo estaba a la vuelta de
la Cruz del Sur; se avecinaba implacable, como un enorme bostezo
oscuro que privaría de luz a los cinco continentes (o seis
o siete o los que hubiera) Dado que la luz es el principio de las
cosas, en su ausencia todo perecería (¿Acaso Dios
no dijo: "Hágase la Luz"?) Todo perecería, excepto
aquello que estuviere alumbrado por el fulgor de esa vela, una de
las pocas dejadas por Jesús a sus discípulos poco
an-tes de la histórica inmolación. No vaciló
un segundo: a vela ofrecida, vela comprada….en verdad, era
efusivamente cariñoso, considerado y tierno.
Metódico, un poco quizá, aunque nunca llegaba a
extremos perfeccionistas que convertirían el hogar en un
laboratorio de experimentación o en un cuartel de
disciplina militar. Tenía buen gusto para comer y, con mi
ayuda, mejor para vestir. Se interesaba por todo lo que
ocurría a su alrededor y nunca fue avaro ni
egoísta…..ahí estaba el ungüento
sobrenatural…….cual un pantano verdoso a escala, se
extendía por la circunferencia última del pomo,
llenándolo casi hasta el borde. Siempre le había
parecido que no estaba muy clara la relación entre pomada
y pote; entre contenido y continente. A veces era el frasco el
que daba la forma tubular a lo viscoso, estrechándolo
desde todos los ángulos por debajo de la superficie y
obligándolo a estilizarse en un formato cilíndrico.
Otras, las más, parecía que la masa pastosa era la
que se extendía a sus anchas, acomodándose
según su gana y deseo dentro del recipiente, dilatando o
contrayendo, a gusto, las paredes del continente.
¿Qué podía esperarse de un bálsamo,
el que había sido conjurado en la panza misma de la
Esfinge para ungir a los descendientes directos de Tután
Kamón? Todo el que quiera saber que sepa que esa pomada
tiene la virtud de sanar cualquier enfermedad que se efecto de
algún desequilibrio en la producción celular en el
cuerpo humano. Los primeros egipcios, según Abel-El-Ka-Dar
no sólo estaban interesados en lograr la perfección
embalsámica, también querían mostrar a la
posteridad que la inmensa mayoría de las enfermedades
tenían como causa, un desarreglo en el circuito de vida y
muerte austral, la que se expresa en el desarreglo de las partes
unitarias e indivisibles. De esta aserción egipcial,
venida desde los cimientos mismos de la civilización y su
traducción al lenguaje moderno, sólo había
un parpadeo histórico. Las partes unitarias e indivisibles
en todo órgano vital son las células del cuerpo. Un
desarreglo en el circuito de vida o muerte que las regía,
era el desequilibrio en la producción de células en
el humano. En síntesis, la fórmula tutankamoniana
debía ser sabiamente interpretada por una sola palabra:
cáncer, y el ungüento servía para
curarlo…

La imaginación de él era portentosa y
conformaba uno de sus atributos que figuraban en su expediente
con letras de alabanza. Pero esa imaginación participaba
de dos cualidades opuestas en el espectro dialéctico. A
veces aparecía como moldeadora de planes, acciones,
tácticas y estrategias para lograr una venta de mayor de
mayor conveniencia o un precio contentatorio a quienes compraban
y a quien lo vendía. Ésa era la imaginación
activa, motivo de robusto orgullo para todos. La otra, la
negativa, aquélla que se dejaba enredar en argumentos
fabulosos, en razonamientos mínimos y en pruebas
etéreas y que siempre terminaban en un incremento de los
trofeos vitrinales, ésa era la imaginación pasiva,
motivo de parasismal angustia para ella…. esa vez le
habló, más que de esposa a marido; más que
de mujer a hombr; le habló de hembra a macho, para hacerle
saber que ya no toleraría una extensión de las
vitrinas, por una parte; por otra, que si el asunto seguía
en ese cause, ocasionaría una considerable
reducción de los años de cordura, que según
las probabilidades, aún les correspondía. Le
urgió a activar sus conocidos mecanismos de
autopreservación mental, ocluyendo peligrosas
válvulas, las que hasta entonces habían servido de
avenidas por donde transitaban fluidos espectrales destinados a
convertirle la sesera en ungüentos esfingísticos y
sus luces, en flamas dudosas de velas jesucristianas y que no
harían otra cosa que recalentarle, hasta el puno de
ebullición, las todavía existentes neuronas, por el
momento, mal alojadas en el cacumen interno. Le instó a
despojarse de su contumaz monomanía coleccionadora. Le
invitó a reincorporarse a la vida sicológica
normal. Ofreció servirle de bastón y lazarillo en
su perentorio peregrinaje. Por último, le advirtió
que la próxima vez ya no le hablaría de hembra a
macho, sino de viuda-por-ser a asesinado-por-seguro.

Él escuchó, masticó, tragó,
digirió y prometió que las vitrinas expositorias ya
no se dilatarían, porque al tener tantos ejemplares
únicos ya no habría necesidad de otros y, por lo
tanto, el futuro estaba asegurado. La promesa se instaló
en los ambientes del departamento, asentada ya en la sesera del
promesante, el que no había permitido reincidencia alguna
desde entonces… .hasta que uno de esos días, uno de
los que todo buen calendario parecía empeñarse en
descartarlo sin éxito, apareció otra vez con los
ojos en éxtasis y el cuerpo a punto de levitación.
Traía un collar en el bolsillo y, al sacarlo con
ademán sagrado, explicó que esa reliquia era en
realidad lo que la historia conoce como "Las Minas del Rey
Salomón" y que por fin alguien había descubierto el
verdadero significado. Era el secreto de la Vida y de la Muerte y
quién lo poseía tendría la capacidad
omnipotente de ver todo lo que ocultaba el futuro, traído
a su conocimiento por un remolino cósmico que
partía de las fuentes de la eternidad para hacerse embudo
en su espíritu astral. También dijo que el secreto
de la Vida y de la Muerte le permitiría conocer todo lo
que el pasado esconde, traspasado a su Yo Universal por un
remolino al revés, reflejo del primero, y que partiendo
del otro extremo de la eternidad ascendería a su
conocimiento, donde se uniría en ensamblaje atemporal a su
imagen desdoblada, la que, se dijo, llegaba de la eternidad del
futuro. Todo eso sucedería una vez al año, cuando
los nueve planetas formaran una inmensa "V" con vértice
hacia el sol….

Fue en esa ocasión que ella se sintió
realmente furiosa y traqueteada por las fuerzas
centrífugas y centípretas que hacían de ella
un terremoto desde adentro y un bloque inmóvil desde
afuera. Él entendió a su manera esta falta de
movimiento físico y prosiguió con la
explicación intergaláctica. El caudal incontable de
energía de los rubíes, esmeraldas y rubíes
de las minas salomónicas fue absorbido en las diez piedras
que adornaban ambos lados del collar, las cuales eran realmente
energía densificada al máximo. Estas piedras
radiaban energía pura, la que se concentraba en las tres
piedras que estaban al centro de las diez primeras. Por ser todas
las representaciones perfectas de los signos zodiacales (mentira
que eran doce, el zodíaco estaba compuesto por trece)
logran proyectarse sobre las tres privilegiadas para constituir
en ellas lo que ahora se llama "Antimateria", unidad
monolítica del universo, modulador de la eternidad y de
sus remolinos. De ahí sus dones perfectos.

¡La monomanía estaba de vuelta! ¡Y el
monomaníaco, más demente que nunca! Parecía
que en toda la etapa de aparente sociego, las fuerzas
equívocas del subconsciente de su marido se habían
apoderado hasta de la última neurita de su sistema
nervioso.

Esto ya no era posible…. una solución
radical se hacía imprescindible. Cerró los ojos con
fuerza adicional, como si quisiera soldar los párpados de
arriba con los de abajo. Apretó fuerte los puños,
como si de ello dependiera que no se le escapara el último
átomo de cordura que, según se presentaban las
circunstancias, sería el último existente en
aquella casa y cuando ya estaba dispuesta a arrasar con cuanto
expresara la más mínima idea de colección,
esto es: vitrinas, velas, pomadas, astillas, coranes y decenas de
cosas parecidas, una idea, una idea que tenía mucho de
relámpago y de látigo zigzagueó en su mente:
vender, sí, vender y tratar de sacar algo de provecho de
toda esa basura cósmica allí apilada; vender,
sí, vender y tomarse una revancha histórica que
diga a los siglos de las frustraciones, desesperanzas,
añoranzas y desconsuelos con los que había tendido
que asistir al proceso de transformación de lavarropas en
pomadas, de vestidos en coranes y de carteras en astillas de
cruces…..

Sabía que venderlo o regalarlo todo
causaría la locura inmediata de su marido; pero,
¿no era preferible verlo loco-declarado una vez por todas,
que loco-de-poco-a-poco, como se lo veía hasta ahora?
Además, había la posibilidad de que el shock
recibido le devolviera la razón; en cambio, dejar las
cosas como estaban significaba locura progresiva para él y
demencia absoluta para ella…..alguna vez había
leído sobre la relatividad del tiempo, pero sólo
ahora lograba una plena conciencia de su significado; sólo
ahora había experimentado la sensación plena de que
media eternidad había transcurrido en la fracción
de segundo entre la intención de romperlo todo y la idea
de que todo fuera vendido. Porque era preciso media eternidad
para ser trasladada desde los límites del paroxismo
furioso del momento de romper, a la tranquila serenidad del
microsegundo de vender… entreabrió
milimétricamente los ojos, relajó sin espasmos los
músculos de los dedos y perfiló una especie de
sonrisa, que a ojos diferentes de los de su marido, habría
parecido la llama helada de un alma que ardía a un
millón de grados bajo cero

La tarea no fue difícil; alguien le habló
de un anticuario que podía hacer una evaluación de
cada ítem. El anticuario sentención que todo
valía nada, excepto "Las Minas del Rey Salomón".
Las tres piedras del centro del collar eran un rubí, un
diamante y una esmeralda de quilates colosales; habían
sido engarzados en una cadena de piedras de colores y cubiertas
con una especie de pegamento que las disfrazaba, dándoles
la apariencia de ser piedras sin valor. El engarce había
sido realizado posiblemente unos 50 años atrás, con
el propósito de que pasaran desapercibidas, tal vez para
llevarlas de contrabando o para ocultar temporalmente un robo.
Era probable que su dueño hubiese muerto, el collar,
perdido y al ver el poco valor de la cadena y de las otras
piedras, los sucesivos poseedores no le hubieran dado la
importancia debida. En síntesis, el collar, es decir, las
tres piedras valían una fortuna. El anticuario le dijo que
tenía alguien que podía ofrecer hasta cinco
millones de dólares, aparte de la comisión. Al
recibir las nuevas ella decidió que podía
desmayarse en otro momento; que el actual tenía que ser
dedicado a planificar, a pensar… era preciso reemplazar
las piedras con otras tantas imitaciones; su esposo jamás
debía saberlo. Las piedras fueron reemplazadas con una
imitación.

El esposo nunca lo sabría y el dinero ya estaba
en la petaca. ¿Cómo explicar a su marido, la
existencia de cinco millones de dólares, contantes y
sonantes, sin que hubiera una fuente verificable de procedencia?
Planificar, pensar…….

Al compás cadencioso del lavarropas y al influjo
de la TV digital, se han realizado cambios cualitativos en el
hogar. La hipoteca del departamento ha sido pagada; los muebles,
renovados. Todo es elegancia y buen gusto, a lo que hay que
añadir la seguridad que brinda la suculenta cuenta de
ahorros en el banco. Lo que ya no hay, son gritos de histeria
cada vez que se abren maletas después de un viaje.
Él ya no es un loco desatado, ahora es un marido
excéntrico. Las comisiones y viáticos siguen
llenando las vitrinas, las que ahora son de vidrio templado y
tienen bordes cromados y ruedas. Entre otras cosas, han sido
enriquecidos por unas agujas de oro y plata con las cuales Buda
practicaba la acupuntura y un reloj de arena, el del Bien y el
Mal, concedido a Zoroastro por Ormuz, el que seguiría
marcando las horas para sus poseedores, cuando el tiempo se
hubiera detenido para los demás.

Nadie sabe qué pasó con aquel señor
que vendió a una extraña señora su billete
premiado de la lotería, recibiendo el total del premio y
una comisión añadida, a condición de que
guardara silencio eterno sobre la operación. Lo que
sí se sabe es que cada vez que el marido le dice que
jamás podrían haberse sacado el gordo de la
lotería, si no hubiese sido por las fuerzas
cósmicas y vivientes en las vitrinas expositorias y la fe
que se tenía sobre sus poderes, ella, mirando a Las Minas
del Rey Salomón, intactas en su magnificencia,
indefectiblemente contesta: si amor mío, tienes
razón.

Pobre pero
honrada

Mr. White era soltero.

Sin embargo, sería un tremebundo error considerar
el celibato whiteano como una expresión concreta de alguna
misoginia latente o de un presunto desconocimiento de lo que debe
hacerse en una noche de bodas. Se elevaría el error a
potencias progresivas si se dedujera que Mr. White era soltero
porque aún no había llegado a núbil, puesto
que seis décadas de existencia avalaban un desarrollo
fisiológico suficiente para garantizar curvas normales de
desempeño. Claro está que no debemos negar que el
solterío tradicional de Mr. White había despertado
sospechas en varios de sus contemporáneos, quienes
ejercían el título de abuelos con dignidad
cesárea; también había causado la
desaprobación murmuradora de las señoras dedicadas
a estimar la evolución legítima del significado de
"Amaos los unos a los otros y multiplicaos en consonancia". Por
otra parte, había incitado la burla de los jóvenes
(que parecían llegar a este mundo en remesas cada vez
más irrespetuosas) y la curiosidad de las casaderas,
quienes especulaban sobre las potencialidades de un hombre, que
por no haber hecho mucho de joven, podía ser, tal vez, un
Hércules enlatado, de viejo. Pero también era
cierto que el estado civil de Mr. White no había acaparado
la atención de las NN.UU y que los rusos no lo usaban como
una muestra de la perversión capitalista en las
conferencias sobre el desarme. Esta especie de equilibrio en las
opiniones ofrecía a Mr. White una seguridad emocional que
lo reconciliaba periódicamente con el mundo.

Acostumbrado a dormir en cuartos de hotel, a comer en
mesas de restaurantes y a practicar su hombría en camas de
burdel, Mr. White había desarrollado anticuerpos
psicológicos y mecanismos neurasténicos de defensa,
que lo ponían al cubierto de cualquier ataque mujeril por
sorpresivo y astuto que éste fuera. La descripción
de semejante apecto de su personalidad nos obliga a revelar otra,
de inusitado interés: Mr. White era rico.

Queremos apresurarnos a recalcar que sería un
esfuerzo prodigioso de la imaginación comparar la riqueza
de Mr. White con las de los Huges o con las de los Gates; pero
también sería un acto de extrema injusticia reducir
su importancia pretendiendo arrebatarle el título de
hombre rico que había forjado durante lustros, cada uno
con sus sesenta meses y sus 1825 días íntegros. En
el transcurso de sus innumerables batallas financieras, este
sarraceno de la máquina de calcular había
estructurado una filosofía íntima, tan contundente,
que bien podía competir con los sistemas de pensamiento
más descollantes en la historia del pensar humano. La
síntesis de este verdadero monumento al saber,
podría ser condensada en el siguiente manojo de postulados
whiteanos:

el competidor es el enemigo natural del honrado
hombre de negocios; el comunismo lo es de la iniciativa
individual y la mujer es la más despiadada enemiga del
ahorro

Es aquí donde se nos obliga a descubrir otro de
los perfiles más representativos de este remarcable
hombre: Mr. White era tacaño.

En este punto, se hace imprescindible echar por la
ventana algunas vocales y consonantes para tratar de hacer un
diseño más o menos aproximado de la calidad
tacañera de Mr. White. En primer lugar, diremos que no es
posible responder pregunta alguna que trate de averiguar sobre el
grado de tacañería de Mr. White; las expresiones
cuantitativas serían tan unilaterales e inservibles, que
no valdría la pena tomarse la molestia de iniciar siquiera
un débil intento de estimación. A pesar de ello, es
posible diseñar un boceto más o menos confiable de
su espíritu tacañeril. Su tacañería
era al mismo tiempo general y particular; en otras palabras:
indiscriminada y selectiva. Como es bien sabido por los
revolucionarios del pensamiento, la tacañería, como
cualquier otro fenómeno, es la expresión de la
unidad de contrarios, a través de los cuales se hace
objetiva. Por un lado tenemos la tacañería
adquisitiva, llamada así porque su expresión
concreta se corporiza en el acto de acumular riqueza. El proceso
de acumulación, a pesar de estar regido por leyes
particulares, se encuentra determinado principalmente por una ley
general:

Acumulad todo cuanto puedas, del modo como mejor
puedas, en el momento en que puedas y a costa del que
puedas"

Nadie fue un discípulo tan abnegado en el
cumplimiento de esta ley como lo fue Mr. White. Su fervor ha sido
siempre tan totalizador y sistemático, que nunca
dudó de la legitimidad de que estaban investidas todas las
acciones orientadas al mejor cumplimiento mandato
acumulacionista. Para él, la industria, el comercio, las
finanzas, el derecho, la ética y la geografía, eran
simples instrumentos destinados a la consecución del fin
primero y último: acumular. "Quien no acumula es
acumulado", era una de sus máximas sagradas. Por el otro
lado, era un sabueso para el asunto de los negocios; de ninguna
manera podría pensarse de él como un aficionado.
Así, compraría bonos precisamente cuando el precio
estaba bajo y los vendería exactamente en el momento en el
que habría una ganancia significativa; prestaría
dinero sobre prendas que costaban diez veces más que el
préstamo original y las remataría a los cinco
minutos de haberse vencido el plazo; cobraría intereses
varias veces mayores que la tasa oficial y embargaría
departamentos, camas, veladores, cocinas, bacines, medicamentos,
dentaduras postizas y piernas ortopédicas a quienes no
hubieran pagado puntualmente; adelantaría pequeñas
cantidades de dinero para que los artesanos le vendieran su
producción y los campesinos, sus cosechas a precios
establecidos; depositaría grandes sumas de dinero en
bancos pequeños y luego amenazaría con retirarlas
de inmediao si es que no le pagaban una tasa de interés
diferencial con relación a otros clientes; en fin,
vendería el nicho de su madre y rifaría sus huesos
si con ello había la posibilidad de lograr
ganancias.

Como todo guerrero, Mr. White hacía pausas en su
eterna guerra acumulativa para limar espadas y curar heridas. Era
en estos momentos de conmovedor recogimiento que lanzaba
suspiros, lamentos y maldiciones contra aquellos endemoniados que
no le permitían extender su hábitat financiero.
Para cerrar los ciclos de rotación de su capital, Mr.
White se convertía en el juez más severo de cuantos
podría alguien guardar en la memoria: juzgaría a
todos los billetes y monedas de su utilidad neta para condenarlos
a cadena perpetua en una caja de ahorros y dedicarse a
orgías emocionales con la revista siempre reiterada de los
saldos que resaltaban en sus variadas libretas de banco,
después de haber apartado, por supuesto, el capital de
inversión correspondiente a los nuevos ciclos
rotatorios.

La indiscriminación de la tacañería
adquisitiva en el proceso de acumular, se disciplinaba
franciscanamente en el molde reducido y espinoso de la
tacañería selectiva en el acto último de
gastar; aunque debe quedar definitivamente claro, que las dos
operaciones no eran sino la expresión de una sola esencia.
No debe perderse de vista que al formar ambas un par de
contrarios, hacían que Mr. White, al ser extremadamente
dadivoso consigo mismo al recibir, se portara intransigentemente
prudentísimo con los demás, en la contra
acción de dar. A peso gastado, peso llorado.

Discutía con la dueña de la pensión
(por ejemplo, que la cáscara de los huevos pasados era muy
gruesa, que los agujeros del queso eran muy grandes y que el
pescado tenía muchas espinas) con el encargado del hotel,
con el mozo del restaurante y con el chofer del ómnibus;
debatía con tintoreros, disputaba con sastres, impugnaba
la tarifa en los prostíbulos, argumentaba con los
zapateros y trataba de conseguir cuotas mensuales con los
peluqueros.

Era en este cause de tormentas cotidianas donde
transcurría el calendario vital de Mr. White. Infinita
diversidad dentro de la monotonía de un túnel de
volumen, generatriz y radio constantes. Pero una partícula
del polvo cósmico que configura el infinito cometa del
destino se fijó en él y determinó que su
constancia bien merecía la oportunidad de llevar su
túnel a otras regiones del planeta. De este modo se vio al
de la mano segura, polemizando por el precio de los pasajes,
discutiendo sobre el monto del impuesto internacional en el
aeropuerto y, finalmente, se lo encontró, listo para otra
batalla, en estos lados del mapa continental.

Por cuestiones de negocios, vio que su estadía
sería relativamente prolongada. Por razones
prácticas, decidió que necesitaba alquilar un
departamento. Por causas acomodatorias, vio que era preciso tomar
los servicios de un ama de llaves. Se quedó,
alquiló, contrató.

Juanita le fue recomendada por todo el vecindario.
Cocinaba como un chef, bordaba como las hadas, planchaba como
cuarentona en fiesta de nuevaoleros, limpiaba como un recaudador
de impuestos, era más desconfiada que judío en
Palestina, sacrificada como chofer de ministro, humilde como
candidato ganador en discurso de agradecimiento, huérfana
como hijo achacao, leal como militante nuevo, pero, por sobre
todas las cosas, era pobre pero honrada. Mr. White no
podía pedir más (¿o menos?).

Las cualidades de la una se acoplaban con las exigencias
del otro, con la misma precisión con que las promesas de
un demagogo encajaban en las expectativas del votante primerizo.
El vecindario se extasiaba ante el decoroso par conformado por
una dama pobre pero honrada y un honorable caballero.

¿No era acaso extranjero?

¿No había venido desde el epicentro mismo
de la civilización?

¿No era ella pobre pero honrada?

Mr. White estaba maravillado. En sus meditaciones,
siempre renovadas, so-bre el duplo esfuerzo-éxito, donde
el primero antecedía siempre al segundo, Mr. White
empezó a llegar a conclusiones contradictorias. Llevado
por la admiración por Juanita, le parecía
cruelmente injusto que un ser humano, de la que surtía
esfuerzo y voluntad a chorros, que recibía felicidad a
gotas y que nada exigía de nadie, no tuviera como
contraparte la recompensa que el Creador había fijado para
tales atributos.

-¡Dios tiene misteriosos caminos, sin duda!
decía con gran aporte de resignación
misericordiosa

Por otra parte, los cimientos morales de Juanita
parecían más sólidos que los fundamentos de
la teoría evolutiva de la especie. Nunca se la vio con
brillos extraños en los ojos, ni vistiendo faldas rasgadas
con cortes repletos de licencia ni con escotes llenados de
desvergüenza, ni mucho menos con andares cerca de abismos
con fondos inciertos. Apuesto que es virgen, decía para
sí Mr. White, y al decirlo, pensaba también que si
las cajas fuertes de los bancos supieran guardar los tesoros de
los clientes, con la misma convicción y seguridad con que
Juanita guardaba el suyo, no habría oportunidad para
ningún asaltante. Entonces se la imaginaba como una cajera
colosal y omnipresente, protegiendo las bóvedas bancarias
de todas las ciudades para sociego del mundo; al hacerlo,
suspiraba…

Pasó el tiempo, Mr. White no tenía un kilo
demás ni uno de menos, mientras que la moral de Juanita
persistía ingrávida. Llegó también el
momento de cobrar los réditos del negocio (generosos,
más que generosos) Los bancos anunciaban huelgas, por lo
que Mr. White prefirió llevarse el maletín de
billetes a su departamento y retornar a su país al
día siguiente. Esa noche habría fiesta de despedida
en su honor. Mr. White se acicaló, puso cada cabello en su
puesto (puestos de gran holgura) vistió de oscuro y de
camisa blanca, encargó a Juanita que le cuidara muy bien
el maletín de billetes (realmente era más de media
maleta normal) y salió silbando un pedazo de
melodía que le llegó desde su juventud.

Terminada que fue la fiesta y también la
orgía de burdel respectiva, Mr White volvió al
departamento y a pesar de no querer molestar a Juanita,
tocó la puerta para retirar el maletín con la
intención de dormir apretado a él:

Tocó de nuevo….

Tornó a tocar….

La sospecha, como la punta de un barreno con temple
rojo-blanco, empezó a taladrarle rítmica e
inmiseridordemente el cerebro:

Golpeó la puerta…

Volvió a golpear…

Pateó la puerta…

La sospecha se hizo un conjunto de mil barrenos que le
taladraban el cerebro, las orejas, las amígdalas, el
apéndice y el paladar.

Metió la puerta de un cabezazo…

Revisó cada habitación del Departamento:
comedor, sala de estar, dormitorio propio, baño propio y
ajeno; revisó las paredes, el piso y el techo. La sospecha
se metamorfoseaba, se volvía certidumbre. Los taladros ya
eran eléctricos. Volvió a revisar. Pensó que
tal vez se había equivocado de departamento. Llamó
a las puertas de todos los demás. Los vecinos lo
veían entrar como una ráfaga. Subía las
gradas con agilidad de bombero. Tornaba a bajarlas como amante al
escape. Salía a la calle; trepaba por las ventanas,
arremetía contra las paredes, se clavaba, pinino, en el
suelo….vino la policía, llamaron a un psiquiatra y la
calma volvió al manzano.

El informe del psiquiatra, al determinar que Mr. White
podía volver sin problemas a su país, explicaba
también que el sub consciente, en celosa defensa de la
integridad emocional y mental del paciente, se había
superpuesto al consciente por medio de una amnesia parcial.
Así, Mr. White nunca había salido de su
país; para él, esta parte del continente no
existía; nunca hubo negocio; no había habido
maletín billetero y por sobre todas las cosas,
jamás de los jamases había ni habría de
existir Juanita.

Desde entonces, los comentarios se convirtieron en una
rigurosa costumbre; y en cada aniversario de la amnesia
protectora, los vecinos repasaban una y otra vez el hecho de que
por estos lados, cuando se dice que un hombre es pobre pero
honrado, se quiere significar que es pobre pero que no es un
ladrón. En cambio, cuando se dice que una mujer es pobre
pero honrada, se está afirmando que, siendo pobre, no es
sin embargo, puta, lo que no garantiza nada, absolutamente nada
más.

Mr. White y su amnesia nunca lo supieron.

Monografias.com

El Alba de la
Noche

Los misterios de la inteligencia son insensibles y
traviesos. Consisten, principalmente, en seguir siendo misterios
envueltos en sábanas obscuras. Recuerdo, queridas amigas,
cómo vivía entonces mi familia. Su serena felicidad
se autogeneraba, hasta volver negativamente utópica
cualquier intento reversible. Serena, pero de ningún modo
inocua. Tenía la sustancia de un cariño entreverado
en los poros y la mente de todos los componentes. Tal vez ustedes
me permitan un perfil de inventario.

Dos pequeños, cuyo único defecto era no
tener ninguno a los ojos de nosotros, sus padres. Una esposa, yo,
que había hecho de su hogar su mundo. Un marido que
traía el mundo a la casa. Era una familia donde yo me
consideraba la Ultima Mujer

Cada uno lo tenía todo de los demás; eran
cuatro decisiones en una para pedirle al universo ser sus
aliados. Claro que había manchas pardas en la acuarela
iluminada, manchas que se ruborizaban, sin embargo, muy pronto.
Las jornadas transcurrían en un movimiento polidimensional
para transformarse en la continuidad de una sola.

El día en que los pequeños tuvieran que
irse, para arrancar a sus propios destinos los designios del
futuro, estaba aún muy lejos. La antítesis de la
gran jornada no había tomado forma, ni aun en un hilo de
pensamiento. Después de cada día había
reunión general para intercambio de vivencias escuelinas,
domésticas y oficinescas. Eran quince minutos: por aquel
entonces no se necesitaba mucho tiempo para terminar lo que las
esposas servían en la mesa. Después, cada uno a sus
actividades particulares, desde un juego de puntería a
monstruos plásticos hasta la programación del nuevo
día.

Él entraba a su escritorio; le sacaba horas a la
noche y pedazos al sueño para escribir; novela, cuento,
ensayo, filosofía, ciencias sociales… se autoconvocaban
ante la gran convocatoria nocturna. Se leía y
escribía en un solo acto vital

De esas noches han surgido trozos de pensamiento que
ahora orbitan el planeta, cultivando con sus gotas particulares
la gran mies de la obra universal. Cada cuento, cada poema, cada
capítulo terminado era leído para mí; la
crítica daba la forma final y el consenso dual le otorgaba
vida y nacimiento. Claro que eran noches intensas por la
Intuición que quiere el encuentro con el Estado del Ser y
el Ser que se muestra juguetón.

De pronto, los triunfos empezaron a llegar.

Primero en ecos pálidos y dubitativos, los que
después devinieron paulatinamente tumultuosos y
avasalladores. La opinión pública habló de
él; los países hablaron de las obras. Los idiomas,
de los poemas. Se amontonaron las conferencias, distinciones,
declaraciones eméritas, los viajes, los contratos….y los
vinos de honor.

No era que antes no bebiera.

Sí que lo hacía, en algunos sábados
siempre bien venidos.

Pero poco a poco una copa empezó a reclamar otra
copa, con poder mandatorio; la siguiente botella se imbricaba con
la anterior. La noche arrancaba grandes jirones al día
para satisfacer la terrible urgencia: cada noche, cada
día, cada noche-día. El alcohol puso en acto
algún desarreglo mental que ya parecía haber tenido
en potencia, pero que debía que ser activado por algo, ese
algo fue el alcohol.

Vanos fueron todos los intentos y el abandono
vino.

Extraviado el amor, había que salvar a los
niños.

Había que salvar el recuerdo que de él
conservarían los futuros hombres.

Abandonado, se asiló en abandono tras abandono;
se autodejó. Una benévola demencia astilló
sus recuerdos. Desde entonces la calle fue su refugio aunque la
noche continuó siendo su aliada; juntos caminaron en un
tríptico horroroso de calle-noche-abandono, el que se
extendía como una estela oscura en el pavimento. La
degradación completó su ciclo; la vergüenza
murió de vergüenza; la denigración
palideció, cuando la ignominia extendió la mano.
Cuando lo reconocí, no podía creerlo: era él
y, claro, no era él.

¡Cómo cambia el rostro cuando cambia el
alma!

El cabello espantado quería irse a flechazos; la
frente se cubrió de grasa;las orejas fueron viperinas. Las
caídas y abultadas mejillas hablaron en nombre del bobo. A
la par que los labios viscosos viscoseaban con la saliva flemosa,
la que hacía fango en la broza barbada.

¡Y sus ojos!: Muertos

Muertos para él, para el mundo

Ojos larvados, neutros; ojos
fisiológicos.

Cámaras ópticas que cumplían con el
deber de avisar donde pisar con la fuerza de la Intuición
automatizada. En mimetizados crepúsculos, la mano tendida
y temblorosa, se encontraba con el pavor subconsciente de hallar
el nuevo día: el alba de la noche. No sintió
quemazones ni heladuras en las monedas que deposité en su
mano alargada, las que leprosearon su palma. Fue en uno de esos
amaneceres crepusculares que lo encontré otra vez: el me
vio, yo lo miré: los ojos fisiológicos percibieron
el objeto por la luz. La mano se extendió temblorosa y
entusiasta ante la figura delineada en su
crepúsculo.

La confianza en una moneda generosa fue
intuitiva.

Pero la ausencia de dolor en ambos fue
diferente.

En él, por la capacidad perdida de reconocer; en
mí, por la cauterización catártica lograda a
lágrima viva, plena de voluntad; la moneda sí fue
generosa. Pasaron varios encuentros unilaterales, en los cuales
yo era la única que sabíamos que tenía
conciencia de ellos. Una vez llevé a los pequeños
(ya no tan pequeños) Tampoco hubo dolor; el no-reconocer
fue mutuo. Hubo dos monedas más. Nos alejamos; los ojos
fisiológicos nos vieron perdernos con una mirada perdida
en una astilla de sus recuerdos…

Los misterios de la inteligencia son negros y el
misterio con que el destino juega con nosotros, siendo misterio,
es cruel, muy cruel.

Lo único que me consuela algo es saber que
él no sufre.

Sólo pido que nunca se entere que yo lo hago por
los dos.

La Danza de las
Ostras

A media mañana de un día soleado, el
Presidente de la República acaba de  inaugurar la
flamante construcción de tipo High Tech, el que es una
revitalización del Modernismo al que, apoyado por la
innovación y la tecnología, tiende una pasarela
para su encuentro con el Posmodernismo . Los
asistentes, estimados en miles, acudieron desde muchos puntos de
la geografía del país y cientos de arquitectos y
otros invitados especiales habían llegado desde los cinco
continentes para conocer los detalles de la obra. El Complejo se
esparce en seis estructuras individuales, cada una de las cuales
tiene la forma de una ostra gigante, las que en conjunto forman
un inmenso círculo alrededor de seis fuentes circulares.
De estas fuentes se elevan potentes chorros de agua, los que
luego de  alcanzar alturas de longitudes considerables,
diseñan, al caer, varas de sauces a todo color, en
repeticiones acompasadas por el  ritmo de melodías
conocidas, entre las que se distinguen las composiciones de
George Gerhwin. Así, la vista panorámica abarca
seis inmensas ostras cerradas, formando un círculo de
grandes proporciones y otras tantas fuentes de agua cantarina
dentro del círculo. La parte exterior de cada ostra parece
recubierta de cristal de colores suaves. En las palabras de
inauguración, el Alcalde de la ciudad había dicho
que se estaba asistiendo al nacimiento de una nueva era en la
construcción, la que combina un arte exquisito y audaz con
un funcionalismo aprovechable al máximo

 -…los tiempos que vivimos, y
los que vivirán las próximas generaciones, exigen
de nosotros un ade-cuado sentido de lo útil, pero
también demandan que lo práctico no sea un
obstáculo para lo artístico;  por eso es que
admiramos la concepción y el acabado de esta obra: su
belleza nos encandila y también emociona nuestro sentido
estético, sin dejar de sorprendernos por la rara
concepción pragmática de su estructura y la
innovación en el diseño de las fuentes de
energía. Desde que  fui electo Alcalde de esta
ínclita ciudad de los EEUU, tuve el deseo de que
tuviéramos una estructura que permitiera concentrar en
ella varios centros de enseñanza de las bellas artes:
desde la música, hasta el ballet, pasando por el patinaje
acuático, el canto, la composición y otros
similares. El nombre que quise darle en principio fue el de
Rhapsody in Blue, como un  homenaje a George
Gerhwin, el que lanzó al mundo las primeras composiciones
de música universal hechas en los EEUU. Pero, por razones
que ustedes seguramente ya descubrieron, el nombre debe cambiar,
aunque la intención queda inamovible. Con esta idea en
mente, a los pocos días de iniciar mi tarea edilicia
instruí que se lanzara la convocatoria pública para
recibir las propuestas, las que llegaron de instituciones o de
profesionales individuales de varios lugares del
país.  Luego de un trabajo intenso de
selección, el Comité decidió aceptar el
proyecto enviado por el arquitecto Marcelo Gutiérrez Vaca,
ciudadano americano, hijo de padres bolivianos. Apenas se
conoció la decisión, inició la
construcción del inmenso Complejo que ahora tenemos la
alegría de inaugurar, el que fue tomando forma bajo su
directo control y concluido en el tiempo récord de tres
años. Estoy seguro que ustedes, al enterarse de las
características de esta obra, estarán de acuerdo en
que su costo será rápidamente cubierto por el
turismo que traerá a nuestra ciudad y los ingresos propios
que habrá de obtener. El Arquitecto Marcelo
Gutiérrez Vaca está con nosotros, por lo que lo
invitamos para que  nos explique los principales rasgos de
la obra.

 El aludido se adelanta con paso firme, agradece al
Alcalde, mira al público, al que saluda con una leve
sonrisa, para empezar de inmediato la explicación de los
detalles más importantes  

-…. cada una de las "Ostras" que conforman el
Complejo guardan, en su interior, ambientes destinados a las
diferentes prácticas artísticas de música,
danza y canto, tal como lo anticipó el señor
Alcalde, además de las instalaciones administrativas y de
apoyo a cada una de ellas. En seguida les mostraré otra de
las peculiaridades de cada elemento del complejo… en este
momento presiono algunos botones de este control remoto y en
seguida  ustedes tendrán la oportunidad de presenciar
el efecto que esto causa en la estructura de cada unidad, y el
efecto total en todas ellas en conjunto; tengo la
impresión de que les va a gustar

 A medida que el Arquitecto
Gutiérrez Vaca presionaba los botones, el hemisferio
superior de cada unidad empezaba a levantarse lentamente, tal
como lo haría una ostra. En cuestión de minutos,
las seis inmensas estructuras estaban abiertas a media altura y
cada una de ellas mostraba en su interior hermosas cúpulas
de cristal, en forma de domos que cubrían las
reparticiones internas. Una vez abiertos, mostraban la forma
cóncava que permitía cubrir las bóvedas
internas de cristal, cuando se cerraban. El efecto de las
"Ostras" al abrirse fue majestuoso 

-antes de seguir con los detalles más importantes
me gustaría poner de relieve el por qué del cambio
de nombre del Complejo; si se hubiera insistido en el nombre
original, Rhapsody in Blue, éste habría
sido reemplazado  por el público por el de Las
Ostras
, algo que nadie habría podido evitar…
las cúpulas de cristal sirven de protectores a las
instalaciones internas; las protegen de la lluvia y
también del calor, pues su estructura deja entrar los
rayos del sol pero la temperatura interna no aumenta. De
inmediato, mostraremos los diferentes ambientes internos y el
objeto para el que fueron construidos. Empezaremos con la
Ostra que se ubica en línea recta con este
escenario. La superficie cubierta por su respectivo domo acoge a
los ambientes destinados a la práctica y a la
teoría del ballet; el que está a su izquierda,
tiene la estructura necesaria para la práctica y la
teoría de la composición musical en todas sus
formas, desde la universal hasta el rap, pasando por la gama de
rock, clásico y actual, el country, el blues, el jazz, la
salsa y toda la variedad, siempre cambiante, de los ritmos
internacionales… si seguimos la dirección del
círculo que forman las seis Ostras, nos fijaremos
en la que está dedicada a la enseñanza del baile
moderno; le sigue la unidad que contiene las estructuras para la
enseñanza práctica y teórica del canto,
desde el que se escucha en la Ópera, hasta abarcar una
variedad de  manifestaciones populares; la siguiente
Ostra  guarda su espacio para los congresos,
reuniones internacionales, concursos… final-mente, la
número seis tiene en su seno toda la estructura necesaria,
incluyendo la pista, para que nues-tros jóvenes
desarrollen sus talentos en el patinaje al hielo

 La gente aglomerada alrededor de
Las Ostras no ocultaba la sorpresa y la
satisfacción de ver una obra de ese calibre; todos se
sintieron hermanados por el solo hecho de compartir una obra tan
alejada de aquéllas reservadas para oficinas de negocios o
para la instalación de grandes fábricas que
dañaban tanto el medio ambiente… la voz del
arquitecto Gutiérrez Vaca volvió a
escucharse 

-hay algo más; les ruego que observen

 En ese momento, al influjo del botón
presionado del control remoto, cada una de las seis empezó
a girar, lentamente, sobre sus propios ejes, giros que, al
compás del ritmo melódico y el movimiento de las
aguas de las fuentes, se convertían en una danza imponente
de color y de alegría; pero, apenas el público
salía de esa sorpresa, la voz del arquitecto volvió
a convocar la atención general

-este es el primer movimiento de la "Danza de las
Ostras"; pero la coreografía continúa

Nuevos botones fueron pulsados en el control remoto
general, lo que hizo que Las Ostras giraran, no
sólo alrededor de su propio eje, sino también, que
se movieran circunvalando las fuentes alrededor de las cuales
giraban; ambos movimientos conformaban una verdadera
réplica de los movimientos de rotación y
traslación de la Tierra; al instante, el público se
dio cuenta de que Las Ostras estaban construidas sobre
una plataforma circular común, independiente del espacio
interno, aquél dedicado a las fuentes; la doble
rotación resultaba realmente majestuosa, sobre todo, por
la armonía y la cadencia con las que se llevaban a
cabo al observar la sorpresa y la alegría
del público, la que parecía ignorar cualquier
límite, el arquitecto miró al Alcalde y éste
le devolvió una mirada de picaresca complicidad

-estos inmensos postes que ven alrededor de Las
Ostras
, mostrará sus virtudes a las once horas de
esta noche… por el momento diremos que ahora viene lo
más sorprendente; tal como ustedes han debido intuir, la
energía que exige el doble movimiento giratorio de Las
Ostras
; la que se requiere para la apertura y cierre de los
hemisferios superiores, la luz… en fin,  todo tipo de
actividad que se desarrolla en cada unidad necesita el derroche
de una gran cantidad de energía; sin embargo, ustedes no
ven ningún artefacto mecánico o eléctrico
que sirva de generador de toda esa electricidad, pues ella viene
de los paneles solares instalados en su
estructura 

-¿….?

-cuando ustedes miran la parte externa de Las
Ostras
y también la parte interna que los
hemisferios, al abrirse, dejan al descubierto, creen ver una
revestidura de cristal; sin embargo, aunque no están del
todo equivocados, debo decirles que esas superficies están
estructuradas por placas solares

 La sorpresa fue general; nadie habría
imaginado que esos cristales de colores y brillos rutilantes,
pudieran ser paneles solares…

 -al presentar mi proyecto ante la Comisión
Seleccionadora, luego de revisar la maqueta y los detalles del
mismo y escuchar mi exposición con amable compostura, lo
primero que me preguntaron fue la estimación de la
cantidad de energía que el proyecto exigiría para
su funcionamiento; menos mal que ese detalle ya había sido
resuelto. Es cierto que conocía los principios que rigen
la conversión de los rayos solares en electricidad, cuyo
proceso, en síntesis, se desarrolla de la siguiente
manera: las placas fotovoltaicas (celdas eléctricas
activadas por los rayos solares) captan los fotones contenidos en
los rayos solares; los materiales semiconductores de las placas
los transforman en una corriente de electrones, lo que equivale a
la electricidad continua, la que debe ser transformada en
corriente alterna, pues de otro modo no sería apta para el
uso en el proyecto. Pero encontré que la energía
así lograda no bastaría para activar a Las
Ostras,
así es que me puse a investigar sobre el
asunto. En la fatigosa tarea encontré un artículo
que se refería al uso de lentes para aumentar la eficacia
de las células fotovoltaicas y bajar los costos. Dio la
casualidad que uno de mis primos, el que no está presente,
debido a que tuvo que viajar de urgencia a Bolivia, fue
también mi compañero de estudios en los tiempos de
la Universidad (Berkeley, of course) y obtuvo su
masterado en óptica. Le planteé el problema y
decidió participar del proyecto. La mutua confianza que
siempre nos había unido era tan grande que desde ese
momento cada uno se dedicó a su tarea específica,
con la seguridad plena de que el otro resolvería el
problema que le correspondía; así, mientras yo me
las veía resolviendo los problemas de la estructura, como
si el problema de la energía ya hubiera sido resuelto,
él se abocaba al perfeccionamiento del nuevo sistema
energético, completamente seguro de que los problemas
estructurales tendría un final feliz. El resultado fue el
que ahora ustedes pueden ver: las placas fotovoltaicas forman las
superficies que parecen de cristal, las que cuentan con
acumuladores que captan la energía durante el día y
la almacenan para que nunca falte, haya o no haya luz del sol. La
rotación de cada unidad sobre su propio eje sirve para que
las paredes internas de la tapa de la ostra, ahora abiertas,
sigan el curso del sol y absorban toda la energía posible;
de ahí la lentitud del movimiento giratorio. En
síntesis, el sistema de paneles solares propuesto por mi
primo hermano y compañero de universidad, garantiza la
provisión de energía de Las Ostras, sin
que exista el riesgo de que falte algún día; y lo
que no es menos, lo hará sin agraviar al medio ambiente y
a un costo ínfimo. Por esa razón es que deseo hacer
público el hecho de que el mérito de este proyecto
es compartido entre mi persona y mi primo, el Ing. Carlos Vaca
Mendoza….

 Los asistentes aplaudieron con gran entusiasmo, no
sólo por la novedad del sistema, su relación
amiga-ble con el medio ambiente y su costo ínfimo, sino
también por la declaración solidaria del
arquitecto…

-Debo hacer énfasis en la visión de
nuestro Alcalde, pues sin ella, Las Ostras no
existirían

El aplauso repitió la sonoridad del anterior,
causando muestras de alegría en el Alcalde y su comitiva,
la que ya estaba pensando que la reelección ya era un
hecho; en ese momento, el arquitecto volvió a usar la
palabra, pero esta vez, su tono ya no era ágil ni
brillante; más bien se hizo suave y confidente

-…por último, les ruego que me permitan
aprovechar de esta ocasión para dirigirme a
alguien… ese alguien que se ha constituido en la
razón de ser de mi vida… ese alguien que en este
momento debe estar viendo este acto desde la pantalla de nuestro
televisor… si no hubiera sido por ella, yo nunca
habría podido realizar este proyecto… ella
apareció en mi destino cuando yo había abandonado
ya la intención misma de preocuparme por la vida…
por eso es que guardo en mí la sensación tan
querida de que la honra que ustedes me hacen es realmente para
ella, para la mujer que amo más que nada en este mundo y a
quien dedicaré cada día, cada hora y cada minuto
del resto de mi vida….

En la sala del departamento hay dos mujeres
sentadas ante el televisor; han presenciado el acto desde el
inicio; luego de que éste hubo terminado, hay un silencio
que es interrumpido por una de ellas, quien, al dirigirse a su
amiga le dice:

-cuánto me alegra saber que ustedes
se amen de ese modo; la declaración pública de tu
amado así lo ha hecho saber no sólo a ti, sino a
millones de personas que presenciaron los detalles de la
inauguración, al igual que nosotras; debe ser hermoso
sentir que estás unida a un hombre por un sentimiento tan
profun-do y genuino de amor

La aludida no contesta; baja la cabeza como
quien reflexiona; al parecer es testigo único de una lucha
in-terna que debe ser muy intensa, pues las expresiones de su
rostro cambian en la medida que las fuerzas enfrentadas dentro de
sí combaten para dejar la huella definitiva en la
decisión que ella habrá de tomar; fi-nalmente
dice:

-subamos al dormitorio, quiero mostrarte
algo

La amiga, muy intrigada, sigue el paso de
la anfitriona; cada grada que sube no sólo aumenta el
suspenso que la actitud de su amiga ha despertado en ella,
también es el escenario de una nueva suposición
sobre lo que va a ocurrir cuando la puerta del dormitorio sea
abierta; ya al final del recorrido, el escenario que ve deja
atrás cualquier nivel de voltaje que hubiera tensionado su
incertidumbre: encima de la cama y alrede-dor de ella hay varias
maletas listas para ser llevadas al aeropuerto; ante la pregunta
sin palabras, su amiga contesta:

-esta mañana, cuando quiso que lo
acompañara al acto de inauguración, le dije que me
encontraba muy indispuesta, pero que lo vería en la
televisión; yo ya había decidido dejarlo,
aquí tengo el boleto del avión, por eso
preparé las maletas; tengo que estar en el aeropuerto
dentro de una hora, tiempo suficiente para que al llegar ya no me
encontrara

-¿….?

-hubo un hombre al que amé por
encima de cualquier otra cosa… no me importaba sus
cualidades, de-fectos o virtudes… el amor que
sentía era por él, por nada más que
él… sentía que amarlo por sus cua-lidades
era rebajarlo al rango de un hombre común… como si
las singularidades de ese hombre, no de otro, nada
tendrían que ver en el perenne acto de amarlo… por
él abandoné a mis padres, a mis hermanos, mis
amistades… me abandoné a mí misma para ser
sólo de él… perdí mi propia
personalidad para asumir la suya… fui un eco permanente de
su voz y una sobra que repetía sus actitudes… al
comienzo fuimos inmensamente felices, pero, poco a poco
noté que él se alejaba cada vez más y en la
insensatez de tenerlo otra vez conmigo, perdí el
último vestigio de dignidad… se fue y yo
quedé con el peso de un vacío que solo la muerte
podría aliviar

-¿…?

-… decidí que si iba a morir
de angustia, bien podía morir haciendo algo, aunque no
sabía qué… uno de esos días, mi
tristeza y yo caminábamos por una acera, como de
costumbre, con aire nervioso, deseando llegar pronto al
ningún lugar donde me dirigía, mis cavilaciones
hacían aún más apresurado el ritmo de mi
marcha citadina… tal era mi ensimismamiento que no me di
cuenta que la premura con la que andaba ha-cía inminente
mi tropiezo con un individuo … el encuentro hizo que se le
cayeran unos tubos de cartón a los que recogió sin
prisa y sin alarma; más bien con movimientos casi
lánguidos… cuando se irguió otra vez, pude
notar que su rostro coincidía con la cadencia de sus
maneras pausadas; sus rasgos eran amables y su mirada, serena y
receptiva… en ese momento sentí que tenía
que decir algo:

-le ruego que me disculpe; estaba muy
concentrada en mis propias reflexiones y no vi lo inevitable del
encontronazo, el que hizo que soltara sus estuches de planos y
éstos cayeran al suelo, pues me imagino que deben ser muy
importantes

-no se preocupe; al contrario, no todos los
días un hombre goza del privilegio de tener un encuentro
cercano con una mujer tan hermosa; los tubos deben sentir lo
mismo que yo, pues ellos tampoco están acostumbrados a
sorpresas como ésta; pienso que se lanzaron al suelo de
puro contento…

-… lo dijo con un sentido del humor
ya olvidado hacía tiempo por mí… por esas
razones para las que na-die puede encontrar la razón, me
pareció que lo mínimo que podía hacer para
resarcirme del accidente causado por mi imprudencia, era
invitarlo a tomar un café en cualquiera de los que
había al paso… aceptó sorprendido y, por lo
que pude notar, muy contento… sentados a la mesa, uno
frente al otro, la conversa-ción se inició con una
muestra de curiosidad de mi parte (aunque no sentía
ninguna) por el contenido de los tubos de cuero

-hay pliegos de papel para diseñar
planos… hoy estuve en el Ayuntamiento para recoger un
pliego de especificaciones sobre la construcción de un
proyecto para la ciudad

-estoy segura de que usted será el
ganador de la licitación

… lo dije por el sólo hecho
de decir algo; pues estaba tan vacía por dentro, que nada,
absolutamente nada, era capaz de despertar mi atención;
sin embargo no pude pasar por alto su cambio de expresión
en cuando contestó a mi pregunta

-no creo que realmente participe…
hay muchos arquitectos brillantes en el país, empresas
conformadas por grandes profesionales y por capitales voluminosos
capitales… en realidad fui a recoger los pliegos para
hacer saber a mi familia que estaba
interesado….

… en ese momento me pregunté:
¿sería posible que un hombre con ademanes tan
seguros, con rasgos tan amables y con una actitud tan confiable
estaría sufriendo el vacío que yo llevaba a
cuestas? Poco a poco fui enterándome que sus padres eran
bolivianos, que él había nacido aquí,
asistido a la Universidad de Ber- key hasta lograr el Masterado,
que sus padres tuvieron que volver a Bolivia y que él
vivía solo en un cuar-to y comía en un restaurant
de barrio; aunque no logré saber la razón de su
apatía, llegué a la conclusión de que su
actitud no era sino la versión masculina de la mía.
Nos despedimos, pero yo le pedí su teléfono, por
sí coincidíamos en la necesidad de salir alguna vez
y tomar otro café… pasaron los días, mi
soledad y el vacío en mí se hacían cada vez
más insoportables, hasta que un día, no sé
por qué, lo llamé y le pregunté si
quería salir conmigo; me dijo que sí; a partir de
ese día los encuentros se hicieron más seguidos,
hasta que un día le pregunté sobre el proyecto, me
respondió que no lo había tocado desde que nos
viéramos la pri-mera vez; al escuchar eso, brotó en
mí una fuerza incontrolable y un impulso incontenible de
hacer algo por él; yo sabía lo que estaba pasando
dentro de sí mismo; yo lo había sentido en forma
continua por mu-cho tiempo… en fin, le dije:

-tengo la impresión de que hay en ti
un gran talento al que no quieres darle la oportunidad de
expresar-se; no sé las razones, pero un Masterado en
Berkeley no se logra por ser simplemente
simpático

… su respuesta, vacilante y confusa,
confirmó mis sospechas: Marcelo sufría del mismo
vacío que yo tenía

-no sé… no tengo ganas de
emprender algo… nada es motivo suficiente para arrancar de
mí un com-promiso firme de lograrlo… todo parece lo
mismo… todo parece nada….

… debo confesar que siempre fui
impulsiva, recuerdo que mis decisiones más importantes
siempre fueron tomadas al calor de un entusiasmo primero; la
reflexión nunca fue uno de mis principales atributos;
así es que no me sorprendí en lo mínimo,
cuando me escuché diciéndole

-te propongo lo siguiente: múdate
conmigo, te despreocupas de asuntos caseros, te dedicas de pleno
a la formulación del proyecto y veremos si tu talento
decide expresarse

… la sorpresa que vi en su rostro
allanó toda posibilidad de volverme atrás;
alquilaos juntos un departa-mento e iniciamos una vida de
pareja… durante tres años, tres largos años,
fingí que me importaba; fingí que gozaba con
él en la cama, fingí que me interesaba lo que
hacía; cuando me hablaba del proyecto fingía que lo
escuchaba, pero yo estaba pensando en otras cosas; cuando su
proyecto fue aceptado por la Comisión de Licitaciones
creí que había llegado el momento de decirle toda
la verdad; pero el caso es que le encomendaron la
construcción del mismo, entonces decidí que
esperaría hasta que la obra física estuvie-ra
definitivamente terminada;

-es admirable que pudieras haber llevado
una vida paralela durante tres años; ha debido ser toda
una odi-sea, algo que yo ni remotamente podría hacer; lo
que más pica mi curiosidad es la razón por la que
lo ha-cías, hasta ahora no he podido ni siquiera
atisbarla

-yo tampoco; no entiendo por qué
hacía eso; tal vez haya sido porque tenía por lo
menos una presencia fí-sica que hacía un poco menos
vacío el departamento

-me gustaría saber cómo se
desarrollaban tus conversaciones con él; con toda
seguridad, no era posible para ti mantenerte siempre en
silencio

-por supuesto, el que más hablaba
era él; yo lo instaba a que me hablara sobre todo del
proyecto y, luego de la construcción del mismo; la rutina
se repetía siempre: él hablaba y yo pensaba en algo
diferente, fin-giendo que lo escuchaba; hablaba de que el
Gótico se caracterizaba por el arco en forma de ojival y
lo que llamaba la bóveda de crucería; que la
arquitectura renacentista lo despreciaba y lo atribuía a
la percepción bruta de los godos; decía que uno de
los ejemplos del arte gótico conservado hasta el presente
es la Catedral de Notre Dame, en Francia; yo hacía
preguntas al tanteo para que las conversaciones no fueran un
monólogo declarado; el Neoclasicismo queda en muchos
edificios de nuestro país, por ejemplo el Capitolio; que
el Barroco se expresa entre otros, en el Palacio Real de Madrid;
que el Rococó es propio del Museo del Prado,
también en Madrid; hablaba de que el Bauhaus queda en
nosotros como los inicios del diseño industrial
gráfico y que nació en Alemania; la arquitectura
orgánica que tiende a una armonía entre el mundo
natural y el ser humano; el estilo internacional concretaba lo
moderno, tal como la pirámide del Museo del Louvre; el
Brutalismo, cuyo nombre deriva de la expresión
"hormigón crudo" y que se estructura en geometrías
angulares repetitivas y modernas, tal como es el Centro Cultural
Universitario de México; El Deconstructivismo, escuela
arquitectónica moderna, y que acude a la
fragmentación, tal como se usa en literatura, y el proceso
de diseño no lineal, representado por el Museo Guggenheim
de Bilbao, en España; el High Tech …..

En ese momento, la disertante notó
que a medida que hablaba, su amiga sonreía; no
creyó que la sonrisa fuera debido al placer que le causaba
la enumeración de las corrientes arquitectónicas,
por lo que la emplazó a confesar el motivo de su
risa

-…. me parece que para alguien que
no prestaba ninguna atención a lo que tu pareja te
explicaba, tus conocimientos sobre el tema no son los que
corresponde a quien ha permanecido indiferente a las
enseñanzas

-el subconsciente nos juega trucos
extraños… cuando te llamé para que
viéramos juntas el acto, lo hice con el propósito
de que alguien le explicara la razón de mi partida, pero
que lo hiciera con mucha sutileza… llegaste, nos
acomodamos en el sofá, habló el Alcalde y cuando el
"arquitecto Marcelo Gutiérrez Vaca" se acercó al
micrófono y empezó a hablar, a medida que
describía la obra yo iba reconociendo, uno por uno, los
pormenores que relataba; al hacerlo, me di cuenta de que yo tuve
el privilegio de haber conocido, antes que nadie, todo lo que
ahora explicaba Marcelo; cuando habló de su primo, Carlos,
yo recordaba las veces que se juntaron en el comedor y usaron la
mesa para estudiar los planos; cuando pulsó el control
remoto para hacer girar cada una de las unidades del complejo, en
su doble movimiento, rememoré las infinitas ocasiones en
las que ambos discutían la forma de lograrlo con el
mínimo de gasto energético; finalmente, cuando dijo
"….por eso es que guardo en mí la sensación
tan querida de que la honra que ustedes me hacen es realmente
para ella, para la mujer que amo más que nada en este
mundo y a quien dedicaré cada día, cada hora y cada
minuto del resto de mi vida…." sentí renacer en
mí la capacidad de amar que creí perdida para
siempre; me reproché íntima y severamente mi
anterior actitud, pero decidí que eso no importaba, que
tendría mucho tiempo para compensar la recalcitrante
estupidez…..

-es decir, mientras yo estaba a tu lado
¿sentías toda esa tormenta de emociones, sin que
nada hiciera suponer que, siendo una esfinge por fuera, eras
también un conglomerado de terremotos por
dentro?

-sí; cuando tú me dijiste que
ha debido ser hermoso tener un amor como ése y, al
escucharlo, yo asumí una actitud que parecía ser
reflexiva, en realidad estaba tratando de controlarme al
máximo para que mi corazón no estallara de
contento… pero no perdamos tiempo; ayúdame a
desempacar, nos apresuremos hay un futuro que me espera, la era
de la redención definitiva ha llegado; mi locura ha
terminado….

Al ritmo con que desempacaban las maletas,
Grace le confiaba a su amiga los planes que iba imaginan-do para
el futuro; planes entusiastas y saturados de un amor
ilimitado.

-lo primero que haré cuando Marcelo llegue,
será contarle todo desde el principio; no quiero que haya
ningún secreto entre nosotros

-Grace: ¿quieres perfeccionar lo que ya es
perfecto? no lo intentes; hay cosas que un hombre no perdo-na
jamás, no importa la intención; guárdalo,
guárdalo para siempre; al fin y al cabo, las mujeres
tene-mos derecho a nuestros propios secretos

En ese momento, escuchan que la puerta del
departamento se abre y se cierra; Grace le dice a su
amiga:

-¿escuchaste ese ruido, el
último, el que cierra la puerta? – Sí;

-nunca voy a olvidarlo; es la fanfarria que
anuncia mi felicidad y la entrega de mi vida a
Marcelo.

 

 

Autor:

Mario Blacutt Mendoza

Partes: 1, 2, 3
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