Diario trágico de una joven mestra, 13 de febrero a 18 de febrero
- Domingo 13 de febrero. Un proyecto de
matrimonio - Lunes
14 de febrero. El verdadero amor de
Sofía - Miércoles 16 de febrero. Vivencias en la
gruta - Jueves
17 de febrero. Declaraciones de amor - Viernes 18 de febrero. Contemplación de
mi imagen desnuda
Domingo 13 de febrero a viernes 18 de
febrero
Del libro FLOR DE FANGO de José
María Vargas Vila
José María Vargas Vila
(1860-1933) Nació en Bogotá, periodista,
crítico y novelista.
Domingo 13 de
febrero. Un proyecto de matrimonio
Escribía a mi madre cuando de repente
entró Sofía a mi cuarto. Lívida y temblorosa
como si la vinieran persiguiendo, exclamó:
escóndeme!, sálvame!. Qué pasa?, dije
asustada. Que ahí están ellos y no quiero bajar!.
Pero quiénes son ellos?. Don Felipe el padre y
Simón su hijo. Me abrazó, apoyó su cabeza
sobre mi hombro y se puso a llorar. No sabía Usted que
quieren casarme con Simón?. Yo no lo amo y no me
casaré con él.
Aparté de su rostro una de sus manos
empañadas en lágrimas y le dije con cariño:
Se lo ha dicho a su mamá?. Sí pero ella está
de acuerdo con mi papá. Y ha hablado con su papá?.
Sí pero él es el del proyecto de matrimonio.
Simón es rico y me quiere vender. Volvió a sollozar
en una verdadera crisis nerviosa.
Yo callé sin saber que decirle. No podía
aconsejarle que desobedeciera a sus padres. Pero no aceptaba
tampoco que tuviera que someterse a semejante sacrificio. Algo me
decía que la obstinación de Sofía a no
aceptar a Simón no era un simple capricho, debía
haber graves y ocultos motivos que yo ignoraba. Queda el recurso
de esperar, le dije, el tiempo soluciona problemas aparentemente
insolubles. Pero nunca me casaré con él!,
respondió. Por qué?. Porque no lo amo. Pero puede
llegar a amarlo. Jamás!, jamás puedo llegar a
amarlo, respondió con entereza.
Calló, se quedó inmóvil con una
mirada perdida en el espacio y un pensamiento triste o un
recuerdo doloroso se dibujó en su rostro de niña.
De pronto se estremeció, volvió a la realidad de la
vida, tomó una de mis manos, la llevó a su pecho y
con voz de lastimosa súplica me dijo, ayúdeme!. No
se preocupe, vamos a pensarlo despacio, le dije. Ahora
arréglese y bajemos a la sala. Con el joven no sea
demasiado esquiva porque eso enardece su pasión, ni
demasiado amable porque eso aumenta su esperanza. Así lo
haré, me dijo, y me besó en la frente.
Cuando bajamos a la sala doña Mercedes me
presentó a los dos personajes. Don Felipe, locuaz
intentaba gracejos continuos durante la conversación
entrecortada por monosílabas de doña Mercedes,
quien no perdía oportunidad para demostrar su
pedantería y hacer sentir inferiores e incómodos a
sus huéspedes.
Al notar la atención que le prestaba, don Felipe
me tomó por interlocutora y me habló con
pasión de todo lo suyo, familia, pertenencias,
aventuras…
Matilde se había sentado en el hueco de una
ventana, miraba distraída los cuadros colgados en las
paredes de la sala, con el aburrimiento que causa a los
jóvenes las conversaciones triviales de los
viejos.
Simón inicialmente conversaba poco y miraba a
Sofía con tal insistencia que la hacia sentir molesta.
Luego hacía esfuerzos por entrar en conversación
con ella sin lograrlo. Con disimulada amargura comentó, la
señorita Sofía está muy triste o muy
disgustada. Ella siempre es así, intervino doña
Mercedes, y por el contrario hoy está muy contenta por
verlos aquí.
Afortunadamente en ese momento llamaron al almuerzo.
Después del almuerzo, Sofía y Matilde pidieron
permiso para retirarse un momento y no volvieron a aparecer en
toda la tarde. Regresamos a la sala con doña Mercedes, don
Felipe y Simón.
Sobre la mesa de centro había dos grandes
álbumes de fotografías del viaje a España de
don Crisóstomo y doña Mercedes. La estrategia de
doña Mercedes, para entretener a los huéspedes
cuando hacían visible su cansancio o aburrimiento, era
sugerir que miraran los álbumes.
Don Felipe entusiasmado trataba de convencer a
doña Mercedes de los parecidos de sus fincas con las de
las fotografías. Simón que se había sentado
junto a mí, trataba de hacerme algunas confidencias, pero
siempre encontré la manera de detener sus confesiones.
Bastantes confidencias ya me habían hecho y no
quería seguir acumulando otras nuevas.
De pronto don Felipe y doña Mercedes se retiraron
al salón de clases a una conversación privada. Al
quedarnos solos, Simón refiriéndose a Sofía
me preguntó: ¿Será verdad que las mujeres
rubias son insensibles?. No lo creo, le contesté. El joven
silencioso y meditabundo continuó ojeando el álbum
que tenía cerrado entre sus manos.
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