Otros organismos e instituciones emiten carteles de alta calidad estética
y comunicativa: la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC),
la Casa de las Américas, la Organización de Solidaridad de Asia,
África y América Latina (OSPAAAL) y la Organización Continental
Latinoamericana de Estudiantes (OCLAE), entre otros.
Uno de los diseñadores más destacados de este período lo fue Alfredo Rostgaart, creador de más de un afiche memorable, entre los que se cuenta el dedicado al Primer Encuentro de la Canción Protesta (1967), en el que aparece una rosa con la espina sangrante, síntesis magistral de lo que significaban aquellas canciones hermosas como la rosa, pero con espinas para defenderse. Otro trabajo suyo fue el cartel por el décimo aniversario del ICAIC (1969), en el que aparece una cámara cinematográfica con el lente humeante a modo de cañón de fusil y Cristo Guerrillero, por encargo de la OSPAAAL, en el que aparece el mítico Jesús con un fusil al hombro.
Durante los últimos años de los 60s se produce el momento de maduración de la cartelística cubana. Estos bellos trabajos cargados de significados se convierten en símbolo del proceso revolucionario y se internacionalizan, no solo por su contenido, sino por el valor estético y sus aportes a esta manifestación comunicativa. El cartel cubano no llega a constituir escuela, pero marca pauta a la altura de otros centros emisores, aprovechando los aportes de todas las tendencias de su época y de las técnicas conocidas, en una entrega que fue ante todo sincera y autóctona.
La gráfica revolucionaria no fue solo afiches, sino que conformó un andamiaje que a lo largo de los 60s y posterior se consolida como una forma necesaria de apoyar las grandes concentraciones de pueblo en conmemoraciones patrióticas: Amplios montajes multidisciplinarios, en el que se funden la creatividad de diseñadores gráficos, fotógrafos, músicos, luminotécnicos, sonidistas, cineastas y en ocasiones hasta dramaturgos; en gigantescos montajes dirigidos a resaltar un hecho histórico, una figura o un momento político, tan frecuentes en estos años.
Estos trabajos de Comunicación Masiva partían de la creación del logotipo que permite reconocer el evento y se multiplica en la medida que se acerca la conmemoración, en vallas, carteles, pegatinas, menciones de televisión, radio y cine. Luego sigue el diseño de la plaza o espacio donde se efectuaría la concentración y en el que las vallas se convertían en protagonistas, por su tamaño, inmediatez, amplio uso y su calidad estética, lo que le permite llegar a un gran público y preparaba sicológicamente al asistente para la conmemoración, que tenía casi siempre como centro el largo y emotivo discurso del líder de la Revolución.
Ejemplo de estos grandes espectáculos audiovisuales fueron, la Muestra de la Cultura Cubana (1966) en el Pabellón Cuba de la Rampa, en La Habana; la Muestra para el Pabellón Cuba en la EXPO-67, Montreal, Canadá y las conmemoraciones del año 1968: Expo del Tercer Mundo, en el Pabellón Cuba; decoración de la Plaza de la revolución en el aniversario IX de la Revolución; montaje para el acto del 26 de julio en Santa Clara y el espectáculo en el Parque Nacional La Demajagua, en el Centenario del inicio de las Guerras de Independencias, el 10 de octubre.
Eran muy costosos estos espectáculos y de gran emotividad, exigían creatividad, responsabilidad y recursos, dirigidos por un amplio equipo, casi siempre anónimo, dirigido por la Comisión de Orientación Revolucionaria (COR) del Partido Comunistas de Cuba y fueron expresión de la cultura en función del trabajo ideológico de la Revolución.
No menos relevante ha sido el diseño de libros, revistas y discos, a cargo muchas veces de diseñadores que trabajaban en el cartel o en la propaganda social del país. Umberto Peña deja una impronta en Casa de las Américas, tanto en la revista homónima, como en sus colecciones especializadas y de premios. Raúl Martínez trabaja para la revista Unión; la Tricontinental de la OSPAAAL tiene en Alfredo Rostgaard a su diseñador. En sentido general predomina el empleo de efectos ópticos y cinéticos, el uso de líneas onduladas de art-noveau y la combinación de dibujos y fotografías.
Con la Revolución la fotografía alcanza protagonismo importante al testimoniar los grandes acontecimientos de los momentos de cambios que se producen en el país. Los mejores artistas del lente se integraron a los equipos de fotoreporteros de la prensa revolucionaria. En esos medios se daba una gran preponderancia a la fotografía que ocupa grandes espacios con textos breves. Abundan los reportajes gráficos que mostraban al pueblo en interacción con sus dirigentes y la Revolución actuando para ese pueblo, inaugurando obras, encabezando nobles batallas contra el pasado y por el desarrollo económico y social. Fue el momento de mayor reconocimiento social al fotógrafo y su obra.
Predomina entre los profesionales de la cámara fotográfica, una forma de hacer con luz natural y cámara de 35 mm. Ideal para las imágenes de exteriores. Se experimenta ampliamente con la fotografía de prensa, muchas veces a toda plana, buscando la comunicación emocional de un pueblo en revolución, con tomas impactantes de grandes concentraciones, primeros planos de los líderes de la Revolución o momentos históricos, excepcionales.
La máquina del retrogradado se convierte en protagonista y recurso artístico para experimentar con las fotos, acudiendo al pictoralismo, la solarización, las distorsiones muy expresivas, movimiento, montajes, altos contrastes, etc.[64]
Entre los más importantes fotógrafos cubanos de este período está: José Corrales, Alberto Korda, Mario García Joya (Mayito), Osvaldo Salas, Ernesto Fernández, Tirso Martínez, Mario Ferrer, Mario Collado, Gilberto Ante Agraz, Rogelio Árias, Canales y Panchito.
La fotografía cubana se hace objeto de arte y se difunde en numerosas exposiciones personales, colectivas o temáticas; sobresaliendo la preparada en 1962, Diez años de Revolución, que abarca el testimonio gráfico de la lucha insurrecional y el triunfo del Ejército Rebelde y el pueblo. Esta exposición recorrió varios países de Europa y Latinoamérica, siendo para muchos de estos países las primeras imágenes que tenían del proceso revolucionario de Cuba.
En la segunda mitad de la década de los sesenta aparece la fotografía como parte del trabajo de Comunicación Masiva que se hacía en las grandes campañas ideológicas y de solidaridad de la Revolución. Grandes fotografía cubriendo paredes y techos, en murales de exposiciones transitorias y permanentes.
Con el avance del los 60s y el acrecentamiento de las dificultades económicas del país, reducción del número de periódicos y revistas, mala calidad del papel y el facilismo formalista, conspiraron contra la fotografía de prensa, esa inmediata y movilizadota que poco a poco fue perdiendo el espacio que tuvo en los primeros años del proceso revolucionario, para dar paso a la experimentación aportadora y eficaz, pero incapaz de devolverle a la fotografía su función social y comunicativa de masa.
En cuanto a le experimentación fotográfica, Mario García Joya fue un innovador que buscaba posibilidades en la imagen. En 1963, Mayito, junto al fotógrafo suizo radicado por esos años en Cuba, Lux Chessex y el pintor Raúl Martínez, organiza una exposición de fotografías "abstractas", manipuladas de forma tal que la realidad quedaba velada por la expresión estética.
En base a estos trabajos Mayitos organiza en el Pabellón Cuba la exposición, ¿Fotomentira? (1966), que tiene como base las fotos trasmitidas por la agencia norteamericana de prensa AP, sobre la guerra de Viet-Nam, manipulando las mismas y presentándolas en grandes formatos con breves textos de Goya, para convertir la salvaje realidad de esta guerra en generalización de la guerra imperialista.
A partir de ese momento su habilidad para el montaje y el trucaje lo llevan a formar parte del equipo multidisciplinario que crearon los montajes para el Pabellón Cuba de la EXPO-67 de Canadá, en la que recrea la historia del país; la Exposición del Tercer Mundo, en el Pabellón Cuba de la Rampa, Los Cien Años de Lucha (1968, La Demajagua), El tren blindado (1969), en Santa Clara; Viet-Nam (1969) y el montaje permanente para el Museo Bacardí en Santiago de Cuba.
Alberto Korda fue testigo excepcional de las transformaciones revolucionarias
y de importantes acontecimientos históricos. Este quehacer lo convierte
en testigo y testimoneante de una época, función que se resume
en la célebre fotografía de Ernesto Guevara de la Serna (Che),
tomada en 1960 en el entierro de las víctimas del sabotaje al vapor belga
La Coubre, pero que a partir de la muerte de este en 1967 en Bolivia, se transforma
en la imagen más difundida de la historia de la fotografía universal.
Ernesto Fernández, trabajó como fotógrafo en el periódico Revolución y la revista INRA, sus fotografías de gran valor histórico recogen imágenes de la vorágine revolucionaria de esos primeros tiempos, principalmente los relacionados con la invasión mercenaria por Playa Girón en 1961 y la lucha contra bandidos en el Escambray.
Raúl Corrales es uno de los artistas de más calidad en este boom fotográfico cubano de los 60s. Entre 1959 y 1964 formó parte del equipo de reportero del periódico Revolución, Una fotografía suya de este período, El sueño, está considerada entre las cien mejores fotografías de todos los tiempos. Contrapunteo erótico y onírico, el equilibrio de la composición y su belleza, le confiere a esta imagen la categoría de obra maestra.
Mario García Joya (Mayito) (1938) es uno de los fotógrafos más importantes de Cuba, se inició en el periódico "Revolución" en 1959, aunque su mayor destaque lo va a alcanzar en la fotografía del cine junto a los grandes directores del cine revolucionario. Como fotógrafo ha contribuido a crear la imagen de la Revolución Cubana a más de su labor teórica y de investigación.
La escultura cubana de los 60s no tiene el gran destaque que alcanzó la pintura, se mantiene dentro de los patrones de la época: temas vanguardistas, sobre lo popular cotidiano y ensayos sobre la fauna, la flora, las formas marinas y objetos en general.[65]
Los escultores cubanos que tiene en este momento un trabajo consolidado son, Rita Longa, Florencio Gelabert y Enrique Moret. Rita se destacada por su obra monumentaria ambiental, colaborando en equipos interdisciplinarios. Se incorpora al Taller Guamá inspirado por Celia Sánchez, para crear objetos ornamentales para centros turísticos de nueva creación. En este taller modeló las 25 figuras de aborígenes cubanos emplazadas en el centro Turístico Guamá, en la ciénaga de Zapata, conocido como la Aldea Taína (1964).
Rita Longa es la impulsora de la escultura ambiental, incorporada al entorno, creando ella misma un grupo importante de estas obras, de los sesenta, además del ya mencionado conjunto de la ciénaga de Zapata, elaboró el monumento de la comunidad Bentré (1968), provincia de La Habana, obra elaborada en piedra para homenajear al pueblo vietnamita.
Enrique Moret y Florencio Gelabert, fueron profesores en la Academia San Alejandro y en la Escuela Nacional de Arte (ENA). Moret es autor de la escultura de la obrera Fe del valle (1965), en el parque que lleva su nombre en San Rafael y Galiano; las figuras de bronce del Panteón de las FAR en el cementerio Colón de La Habana, el conjunto monumentario a Nguyen Van Troi, en el parque homónimo de Infanta y Manglar y el conjunto monumentario de Triunvirato en Matanzas.
En el terreno de la monumentaria urbana se va produciendo un cambio de concepción a lo larga de esta década de los 60s, alcanzando su maduración en la década siguiente. Ya no se centra el conjunto en la escultura como elemento único, a él se agrega el diseño ambiental y su identificación con el entorno, que pasa a formar parte del monumento.
Bajo este concepto arquitectónico la obra pasa a ser creada por equipos interdisciplinarios. Una primera expresión de estas nuevas ideas fue el parque situado en las calles San Lázaro e Infanta, en homenaje a los mártires universitarios y diseñados por los arquitectos Mario Coyula, Emilio Escobar, Sonia Domínguez y Armando Hernández.
Inaugurado en 1967 el conjunto rompe con la monumentaria tradicional y clásica, al partir de grandes bloques de hormigón con sugerentes manchas a relieve que van dando el sentido de multitudes enardecidas en marcha, banderas, manifestaciones, etc., todo de manera abstracta, cambiante, según el espectador, de formar sobria, sin agregar otros elementos, que no fueran los que aporta el tiempo.
Dentro de esta tendencia se levanta el Parque Nacional de La Demajagua, en Manzanillo, provincia Granma, obra de los arquitectos Fernando López y Daniel Taboada, en 1868 en ocasión del centenario del inicio de las guerras de independencia en Cuba. El parque tiene como elemento central un muro que incluye y delimita los restos del ingenio Demajagua, el centenario jagüey con la catalina del ingenio incrustada y la campana del mismo insertada en el muro. Este muro no se contrapone a la naturaleza, sino que se arraiga en la tierra, piedra sobre piedra, como símbolo de la unidad nacional.
En la escultura de salón los mayores exponentes son Sandú Darié, Osneldo García y José Antonio Díaz. Darié desarrolla el arte cinético, aplicado a estructuras lumínicas, dinámicas e instalaciones que se basan en su experiencia figurativa. Los proyectos Cosmorama (1964) y Como Luz D70 (1970), son ejemplo de esto.
Osneldo García, más figurativo, se desborda en un mundo de robots, naves espaciales y cosmonautas, con un cientismo práctico en el que abunda el humor y la poesía.
José Antonio Díaz Peláez, experimenta con técnicas y materiales no muy empleados en la escultura tradicional, para crear objetos propios de sus indagaciones abstraccionistas. Introductor del neo-constructivismo escultórico en Cuba, sus obras pueden funcionar tanto en interiores como en el entorno ambiental.
Sergio Martínez, Mateo Torriente y Agustín Drake, trabajan la línea de lo figurativo, pero con inspiración expresionista, en obras de ingenuidad lúdica con influencia de los surrealistas, muy cercana a lo que hace en pintura Acosta León.[66]
Un caso interesante fue el de Eugenio Rodríguez (1917-1968), escultor, grabador y pintor. En las esculturas trabaja la línea de la modernidad desde los años 50. En este período alcanza su madurez artística con obras que transitan entre lo abstracto y lo figurativo, principalmente tallas en maderas y ensamblajes sobre temas de actualidad; obras en la que se impone la verticalidad y la contraposición marcada entre la superficie pulida y las sombras que proyectan los salientes y cavidades de sus piezas.[67]
El grabado cubano alcanza un buen momento con la creación del Taller Experimental de Gráfica de la Plaza de la catedral (1962), prestigiosa institución que revitaliza la litografía, arte de excelentes antecedentes en Cuba pero que hasta ese momento era una forma casi extinguida de grabar. Sus fundadores fueron José Venturelli, pintor y grabador; Orlando Suárez, pintor y grabador, Israel de la Hoya, impresor litográfico y el joven José Contino Pérez. Poco después se incorpora al equipo, Amable Mouriño, viejo impresor litográfico con el cual se completa el taller. En 1969 con la incorporación de Armando Posse al taller, se amplían las posibilidades del mismo con la aplicación de la técnica de lo xilografía (grabado en madera)
Muchos pintores cubanos pasaron por el taller Experimental de la Catedral, la mayoría de forma esporádica, otros por más tiempo y dedicación, como fueron los casos de Alfredo Sosabravo, Alberto Peña, José Luis Posada y Antonio Canet.
A partir de 1966 se incorporan al taller jóvenes artistas, Rafael Zarza, Reglo Guerrero, Luis Miguel Valdés y Roger Aguiar, quienes guiados por la experiencia de Contino, consolidan el grabado litográfico en Cuba, que se hace presente en muchas exposiciones en Cuba y el exterior.[68]
Con esta base el grabado cubano gana espacio y comienza a ser convocado a los salones de Artes Plásticas del país, incluyendo los encuentros de grabadores convocados por Casa de las Américas desde 1962. Muchos pintores cubanos incursionan en el grabado para desarrollar toda la gama temática de las artes contemporáneas.
Carmelo González Iglesia, uno de los impulsores del grabado artístico en la República trabaja ampliamente en este período para consolidar el grabado como manifestación de arte aportando la creación del "grabado mural" de gran formato, a partir de la unión de varias planchas (tacos) de madera, el primero de ellos fue el titulado «Pseudos-república y Revolución»[69]
Las técnicas más utilizadas son la litografía, xilografía y serigrafía, esta última ampliamente utilizada para la creación de carteles y vallas, aunque también se le utilizó para la reproducción de pinturas y dibujos. En esta última línea sobresale el taller de Serigrafía de la UNEAC (1963), en el cual colaboró el pintor y grabador Pérez Medina.
La cerámica artística tiene un lento desarrollo en el período, iniciado en el Taller de la Víbora de la pintora Amelia Peláez en el que ella sigue decorando vasijas con las mismas características de sus pinturas.
En 1964 se crea el Taller Artesanía INIT[70]transformado en 1965 en Taller Cubanacán de CUBARTESANIA, que agrupaba a los pintores interesados en la decoración de artesanías: Zaida del Río, Nelson Domínguez, Isabel Jimeno, entre otros. Poco después se unieron al taller ceramistas, entre los que sobresalen, Reinaldo Calvo, Alfredo Sosabravo, Osvaldo Cabrera, José Rodríguez Fúster, Julia González, Fernando Velázquez, Héctor Aguilera, Ileana Gutiérrez y Julio Velázquez. Este grupo desarrolla sus temáticas alrededor de las figuras inspiradas en la flora y la fauna, principalmente piezas de apariencia zoomorfas de influencia surrealista y excelente nivel estético.
El resultado de este trabajo fundacional fue la exposición colectiva organizada en 1969 en la Casa de la Cultura Checa en La Habana[71]y la medalla de plata otorgada a Reinaldo Calvo en la II Bienal Internacional de Cerámica en Vallauris, Francia en 1970.
En tanto Julia González en el antiguo taller de Amelia Peláez en la Víbora, continúa decorando sobre piezas de barro que van de lo geométrico a la figuraciones florales.
En 1967 René Portocarrero crea para el salón de Protocolo del Gobierno un mural de cerámica de grandes proporciones, en el que están presentes todos sus temas a relieve, con una singular manera de aplicar el color, entremezclando pigmentos con los materiales básicos de la cerámica.
La cerámica escultórica tenía un exponente importante en estos primeros años de Revolución, el cienfueguero Mateo Torriente Bécquer (1910- 1966), un especialista de la escultura en barro cocido, que sigue trabajando en terracota obras de gran vitalidad, aligeradas por ahuecamiento y de paredes delgada. Sus obras de temas antropomórficos son esculturas de salón.[72]
El humor gráfico en Cuba tiene una larga tradición que no deja de manifestarse durante este período de revolución. Humorismo hay en las publicaciones periódicas de esta etapa, puesto al servicio de las transformaciones que ocurren en el país, mientras la prensa burguesa, en los primeros meses de la Revolución tuvo en el libelo Zig-Zag una atalaya para combatirla.
En 1961 se crea el semanario humorístico Palante y Palante, Palante, como lo conoce todo el pueblo de Cuba, que llena el espacio dejado por el reaccionario Zig-Zag, a ser intervenido por las nuevas autoridades. Palante se convierte en tribuna del humor político y revolucionario, en el que colaboran muchos de los más importantes dibujantes humorísticos del país.
Francisco Blanco (1930), se inicia en el diario El Mundo y es uno de los principales dibujantes de Palante, donde crea personajes como el Gordo y el Flaco para su tira "Ay vecino", en la que desarrolla un humor costumbrista, primero con predominio del dibujo y la incorporación posterior del texto.
Luis Wilson (1930), es otro de los importantes puntales del semanario humorístico cubano, hace humor político y costumbrista. Dueño de una línea firme y elegante, crea para Palante las conocidísimas Criollitas, prototipo de la mujer cubana, abundantes en curvas, de belleza física, pero con agudo sentido de la picaresca en su lucha constante por hacerse de un lugar en la sociedad nueva que se construye en Cuba.
Manuel Lamar (Lillo) (1929), crea el personaje de Matojo, que ha pasado por varias publicaciones hasta asentarse en el mensuario Pionero, siempre en tiras cómicas, en principio conocido por sus travesuras, pero que evoluciona hacia un personaje infantil muy formal y representativo de el pionero cubano. Algunas de las contrafiguras de su tira lo van colocando en un segundo plano hasta independizarse, como es el caso de su perro Lucas, al que Lillo comienza trabajar en tiras independientes.
En el periódico Hoy hacían el humor gráfico, Horacio Rodríguez Suria (1901-1975); Adigio Benítez (1924); Felo Díaz Tejedor y Gustavo Prado (Pitín). Santiago Armada (Chago) (1934-1995), crea para el periódico Revolución, el personaje de Salomón, representante del nuevo proceso social del país.
Al fundarse el periódico Granma estos dibujantes pasan a su plantilla, quedándose finalmente en ella, René de la Nuez (1937), creador del célebre Loquito de la década del 50 y quien diseña para el periódico del Partido los personajes de, Don Cizañón, Los Bitongos y Mogollón, personajes negativos, esteriotipados y panfletarios que cumplieron un objetivo coyuntural en la formación política e ideológica de los lectores.
Para Granma crea también el personaje del Barbudo, que es un Liborio contemporáneo y contestatario, que se convertirá en el símbolo del pueblo cubano en Revolución. Este personaje fue el centro de los editoriales gráficos durante más de dos décadas, resumiendo de forma ágil y aguda los acontecimientos nacionales e internacionales del momento.
El diario Juventud Rebelde hace espacio desde su fundación para el humor gráfico, publicando un suplemento semanal que se llamó sucesivamente, El Sable (1965), La Chicharra (1967) y Dedeté (1968). Allí trabajaron dibujantes e historietistas como, Virgilio Martínez, José Luis Posada y Alberto Manrique Ardión. En este suplemento publicaron por primera vez, una nueva hornada de caricaturistas e historietistas, como Juan Padrón y Manuel Hernández.
Padrón (1947) se inicia en el semanario Pionero con el personaje de Delfín (1965) y colabora con Juventud Rebelde creando las tiras cómicas de Los Verdugos y Vampiros, propios del humor negro, junto a otras series como Abecilandia, Zoolandia, Comejenes y Piojos.
Manuel Hernández (1943) sobresale por sus caricaturas de humor negro, cargadas de ironía e intencionalidad, basada en el costumbrismo, que le sirve para señalar y advertir situaciones en las que es posible reconocernos.
Las historietas tienen un fuerte arraigo entre los cubanos, que antes de 1959 consumían una gran cantidad de ellas, provenientes de los EE.UU. y México, bajo los patrones maniqueístas y desculturizadores predominantes. Con el triunfo de la Revolución pasan a un primer plano un grupo de jóvenes dibujantes cubanos que cultivan la historieta de tema nacional. Ellos enfrentan la opinión prejuiciado de algunos intelectuales y "cuadros" que vieron en los "muñequitos"[73], un medio empobrecedor de la cultura popular.
Desde sus primeros números en 1959 el periódico Revolución publica un suplemento de historieta: Muñequitos de Revolución, en los que aparecen tiras de historietas en blanco y negro y en colores, entre estas estaban: Chico taino, de Luis Castillo; Pepito, de Antonio Meriño (Ñico); Hidra, de Tulio Raggi; Juan Gualberto Gómez, de Plácido Fuentes y la adaptación que hizo Lucio de la novela norteamericana, La cabaña del tío Tom.
La revista Mella, reaparece en 1959 con historietas del conocido Pucho, personaje dibujado por Virgilio Martínez y guión de Marcos Behemaras, Norberto Fuentes, Agustín Urra y Francisco Ángel, respectivamente. Otro personaje que reaparece es, Supertiñosa, dibujada también por Virgilio y guión de Behemaras y Fuentes. En esta revista aparecen las primeras historietas dedicadas a la gesta revolucionaria, Parecían débiles y La Plata, ambas dibujadas por Roberto Alfonso.
La Imprenta Nacional de Cuba en sus ediciones juveniles publica en 1961 y 1962 historietas sobre, José Martí, Playa Girón, Abrahán Lincoln y La defensa de Bayamo. Esta misma institución edita la revista Muñequitos con temas humorísticos y costumbristas, San Nicolás del Peladero, con dibujos de Virgilio Martínez y guión de Pablo Alfonso; Casos y cosas de casa, dibujada por Newton Estapé y guión de Enrique Núñez Rodríguez; Tere y Cary, con dibujos de Luis Wilson; Macuto de Bandomo y Kashibachi, de Juan Padrón.
La Comisión de Orientación Revolucionaria (COR) del Partido, en sus ediciones en Colores editan una gran cantidad de historietas, que incluyen copias de "comics" norteamericanos ("Príncipe Valiente") e historietas de dibujantes cubanos como Felipe García, Ubaldo Cevallos, Fidel Morales, Roberto Alfonso, Luis Lorenzo, Domingo García, Newton Estapé y otros más que formaban un grupo importante que le cambió el sentido a una manifestación subvalorada y la puso al servicio de la cultura y la formación ideológica y política del pueblo cubano.
La aguda confrontación interna que se daba en el seno de la cultura y la sociedad cubana a partir de 1967 tuvo como blanco a los "muñequitos" que fueron poco a poco dejados de publicar, tal vez fueron visto como una forma empobrecedora del "diversionismo ideológico", a tal punto que los historietistas crearon en 1970, el grupo P-ELE, vinculado a la agencia Prensa Latina para tratar de divulgar su obra dentro y fuera de Cuba. Su directo era Fidel Morales, promotor del Muñequito cubano durante todos estos años.
La revista Mar y Pesca mantuvo un espacio para la historieta cubana dibujado por Mario Ponce, Vicente Sánchez y Newton Estapé y guiones de Fidel Morales. Ellos junto a la revista infantil Pionero y el suplemento Dedeté fueron de los pocos espacios regulares de la historieta cubana.
Una revolución que construye
La Revolución Cubana se caracterizó en esta primera década por el gran auge constructivo que a lo largo de todo el país mantuvo. «Revolución es Construir» fue el lema del Ministerio de Obras Públicas dirigido por el joven arquitecto y capitán del Ejército Rebelde Osmany Cienfuegos, en todo el país surgieron escuelas, hospitales, pueblos rurales, de pescadores y de obreros, centros recreativos y turísticos, fábricas y muchas otras edificaciones que requerían un intenso trabajo de los arquitectos y constructores, quienes pusieron a punto su imaginación creativa para soltear las dificultades materiales que la situación política y económica del país conllevaba.
En los primeros meses de la Revolución abandonaron el país muchos arquitectos de la burguesía cubana, dueños de oficinas de diseño y monopolizadores, junto a las empresas de Estados Unidos, de los grandes contratos privados y estatales. Solo unos pocos arquitectos reconocidos quedaron en Cuba y junto a los jóvenes arquitectos y los estudiantes de la especialidad emprenden la transformación.
La construcción de viviendas es la prioridad primera del Ministerio de Obras Públicas, viviendas populares cuyo diseño lo emprenden estos jóvenes diseñadores que respondían al llamado que hizo Fidel en el Colegio de Arquitectura para que se incorporaran al amplio programa constructivo.
El reto para el financiamiento y construcción de vivienda populares lo asume el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda (INAV), dirigido por la dinámica Pastorita Núñez. Esta institución tenía a su cargo la administración de la Lotería Nacional y con los fondos que generaba se financiaban los barrios populares que surgieron en casi todas las grandes poblaciones del país y que el pueblo empezó a conocer como «Repartos Pastorita»
Una de las más grandes obras emprendida por estos años en el tema de la vivienda fue el hoy conocido como Habana del Este, diseñado en principio por los arquitectos Fernando Salinas y Raúl González para cien mil personas y que se redujo a una menor escala por otro equipo de arquitectos por las grandes dificultades económicas que asolaron al país (1960-1961).
Era un conjunto de edificios de diferentes niveles y obras de infraestructura urbana en una conjunción optima de urbanismo y arquitectura, con técnicas tradicionales y alta calidad en su ejecución. Este fue el punto de partida para los proyectos realizados en equipo multidisciplinarios de diversas especialidades, algo que caracterizará las construcciones en el período revolucionario.
La vivienda rural recibió también un fuerte impulso, con predominio de las construcciones de casas individuales, utilizando materiales tradicionales y elementos prefabricados del sistema NOVOA (luego conocido como sistema Sandino), que permite la construcción de bloques de una y dos plantas.
El más bello ejemplo de estas comunidades rurales es el asentamiento de Las Terrazas (1968), en Cayajabo, Pinar del Río. Concebida con diferentes niveles planimétrico, adaptando las edificaciones a las irregularidades del terreno, conforman un conjunto que armoniza con el paisaje y en el que se alternan los módulos individuales con bloques de apartamentos y una vivienda para hotel en una altura predominante. El arquitecto Osmany Cienfuegos, dirigió el equipo de profesionales y estudiantes de arquitectura que diseñaron la obra.
En Santiago de Cuba se instala en 1965 una planta de prefabricado para vivienda donada por la Unión Soviética, tras el paso del ciclón Flora. Esta fue la base para la industrialización de la arquitectura en Cuba y la introducción masiva del prefabricado.
Con la producción de esta planta se crea el Distrito José Martí en Santiago de Cuba, diseñado en principio por un equipo dirigido por Julio Dea y conformado por Teresa Baeza, Magali López, Orlando Cárdenas, Eduardo Rodríguez, Edmundo Azze y Enrique González. Este fue el primer ensayo de masificación de la vivienda con `predominio de la monotonía de edificaciones iguales, apenas disimuladas por las áreas verdes y espacios sociales.
El tema escolar recibe una gran atención en estos primeros años, se diseña un módulo típico de escuelas rurales para llevarla a todos los rincones de la isla y se levanta en el macizo de la Sierra Maestra, la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos (1964-1965). Esta obra marca pauta por la concepción de los conjuntos de edificaciones para fines educativos y fue diseñada por el arquitecto Emilio Escobar.
La concepción de un conjunto educacional alcanza una propuesta más integradora con la construcción de la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría (CUJAE) (1964), iniciado por in equipo dirigido por Humberto Alonso y continuado por Fernando Salinas, Josefina Montalbán, José Antonio Fernández, Manuel A. Rubio y Esmildo Marín.
Otros importantes conjuntos escolares de los años 60s fueron, el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias (ISCA) (1968) proyectado por Juan Tosca y Selma Soto, basándose en el sistema prefabricado SMAC, desarrollado en Cuba; el Instituto de Ciencias Básicas y Preclínica Victoria de Girón de La Habana, diseñado por los arquitectos Josefina Rebellón, Solma Saad y Jorge Vivanco, utilizando por primera vez un sistema prefabricado que bautizaron como "sistema Girón", de amplio uso en décadas posteriores, y el Instituto de Medicina de Santiago de Cuba, construido de forma tradicional por el arquitecto Rodrigo Tascón.
El auge constructivo y la necesidad de fabricar cientos de edificios para diversos usos, permitieron experimentar en la arquitectura cubana con la creación de módulos, principalmente de techos, para las instalaciones. Se diseñaron estructuras ligeras de cubiertas de placas plegadas, utilizando bóvedas de poco espesor y distintos tipos de techos prefabricados. Estos techos abovedados caracterizaron las cubiertas de muchas de las edificaciones construidas en los 60s, adaptados a los diversos usos de la misma y permitieron una mayor individualización, acabado y belleza.
Su uso se extiende a edificaciones turísticas y recreativas en playas y lugares de belleza natural. En ellos predominan los techos seriados, pero cada uno de esos centros conserva su carácter propio: Soroa (Pinar del Río), El Salado y El Mégano (La Habana), La Bibijagua (Isla de la Juventud), Santa Lucía (Camaguey) y Guadalavaca (Holguín), son ejemplo de ello.
Un ejemplo de tipificación en el diseño resultó el creado por el arquitecto Emilio Castro en 1964, para los Estadios de Beisbol. Con capacidad para diez mil personas, se levantaron en Santiago de Cuba (1965), Guantánamo (1965), Camaguey (1965) y Santa Clara (1966), extendiéndose posteriormente a otras provincias, en los 70s. Este diseño ha servido de base para la creación de otras instalaciones deportivas, demostrando su funcionabilidad y belleza.
La Escuela Nacional de Artes (ENA) (1961-1963) es un conjunto de cinco escuelas, concebidas por un equipo de arquitectos vanguardistas, que manteniendo la unidad dentro de los diverso, entregan a Cuba uno de los más importantes conjunto arquitectónicos contemporáneos.
El equipo creador de la ENA en el reparto Cubanacán de La Habana,
está dirigido por el arquitecto cubano, formado en Francia, Ricardo Porro
y de él formaron parte, Iván Espín y los italianos Vittorio
Garanti y Roberto Gottardi, con la retirada de Espín, por enfermedad,
los otros tres miembros del equipo se encargan del diseño. La premisa
del equipo fue construir una escuela que respondiera a las características
de las artes que allí se iban a enseñar allí, con los rasgos
de la nacionalidad cubana, los elementos de la contemporaneidad, los materiales
propios del país y adaptada al entorno donde se levantaba. Porro diseñó
las escuelas de Artes Plásticas y de Danza Moderna, haciendo en ambas
una interpretación contemporánea de la arquitectura nacional,
utilizando bóvedas catalanas, la cúpula, los arcos de medio punto
y priorizando el uso de las líneas curvas como sensual sugerencia de
la síntesis cultural cubana.
Gotardi diseña la escuela de Artes Dramáticas y Garanti las de Ballet y Música. Ambos siguieron la impronta de la tradición arquitectónica cubana, interpretándola desde su óptica y manteniendo, al igual que Porro, una originalidad que los aleja de la convencional línea recta.
Porro armoniza el conjunto formado con pabellones de diversas formas, uniéndolos entre sí con espacios interiores y galerías circulantes que mantenían el mismo espíritu nacionalista con mirada contemporánea.
Antonio Quintana, es de los pocos arquitectos reconocidos que no abandona el país, integra su vasta experiencia al quehacer de búsqueda de soluciones sociales que requiere el país, pero además en medio de estas urgencias y carencias, pudo hacer una obra personal reconocible.
Una de sus más sobresalientes obras del período fue el edificio de apartamentos de Malecón y F, en La Habana (1967), diseñado de conjunto con Alberto Rodríguez. Obra de corte brutalista, con diecisiete plantas, se levanta con el sistema de monde deslizantes y es una respuesta a la monotonía constructiva que se va imponiendo en el paisaje urbano y rural cubano.
Fernando Salinas, es otro de los relevantes arquitectos cubanos de ese momento, al triunfar la Revolución tenía una corta pero reconocida carrera, que volcó básicamente en el tema de la vivienda. Él crea un sistema de viviendas flexible a partir de elementos semi-prefabricados, que permiten un diverso uso (diseño Multiflex), muy utilizado en las comunidades rurales.
Entre sus obras más destacadas de esta etapa están, el ya mencionado proyecto de La Habana del Este, el conjunto de viviendas circulares del barrio de Tallapiedra, Habana Vieja (1960); la Unidad Militar del Calvario (1965), La Habana; la comunidad La Campana, Manicaragua, Villa Clara (1965) y los primeros bloques del reparto Abel Santamaría en el Wajay, La Habana (1960).
El Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CENIC) (1966), fue diseñado por los arquitectos Joaquín Galván, Carlos Loyola, Dalia López, Onelio Payrol, Sonia Domínguez y Sergio Ferro. Obra de gran belleza sobresaliente por los grandes quitasoles que disimulan una fachada tradicional, que rompen la monotonía simétrica; la gran portada con predominio de la gran placa de hormigón curva a manera de pórtico.
El arquitecto norteamericano de origen cubano, Walter Betancourt (1932-1978), se radica en la zona oriental de país a partir del triunfo de la Revolución. Su obra tiene un sello personal caracterizada por el uso de los materiales propios de la zona donde asienta la obra, su sentido del espacio y la poética que emana de su obra.
No se deja ganar por la escasez de recursos, ni por la homogenización del prefabricado. Su obra es una síntesis de lo nacional y lo universal, con el uso de las formas de la arquitectura popular y colonial, unidas a las influencias de la arquitectura norteamericana. Sus trabajos más importantes fueron, la Casa de Cultura de Velasco, Holguín (1964), el parque de la calle Enramada y la cafetería Las Pirámides (1966) en Santiago de Cuba y el Centro de Investigaciones Forestales de Guisa, Granma (1968)
Otras obras arquitectónicas relevantes del período fueron, el Pabellón Cuba de La Rampa, La Habana (1963) del arquitecto Juan Campo; el centro turístico de Guamá, Matanza (1960) y la heladería Coppelia, La Habana (1966), ambas de Mario Girona.
La demanda de construir para un pueblo que vio postergadas por muchos años sus necesidades, presiona el plan de construcciones que desde el primer año mantuvo la Revolución. Esto unido a las dificultades económicas y las urgencias de acelerar este plan, fueron factores que impusieron la industrialización de la construcción, con la consiguiente estandarización y monotonía de la arquitectura.
La creación de un cine nacional
El cine fue una preocupación de las nuevas autoridades cubanas desde la llegada al poder, la Dirección de Cultura del Ejército Rebelde y el INRA encargan, desde los primeros días, a los jóvenes cineastas cubanos los primeros trabajos para divulgar los programas de la Revolución.
En vista de la importancia que tenía el cine como arte de propaganda y divulgación se crea el Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográfica (ICAIC), el 24 de marzo de 1959, era la primera institución cultural creada por la Revolución, que proclama el derecho de los cubanos de contra con un cine nacional, fomentado el mismo sobre la base del derecho que tenía el pueblo cubano de reflejar su realidad a través del arte.
En la creación y desarrollo del ICAIC ha sido muy importante la figura de Alfredo Guevara, hombre de amplia cultura y dotes de aglutinador de gente que desde estos primeros tiempos hizo de esta institución, junto a Casa de las Américas, las más representativas de la revolución Cubana en el terreno cultural y verdadera divulgadora de los cambios que se producían en Cuba.
Desde esta institución se promueve un "movimiento cultural" en torno al cine, las artes y la teoría artística que sirve de equilibrio a los extremismo seudo revolucionario que comenzaron a manifestarse a finales de la década del 60s y tendrán su mayor expresión en los 70s. Ejemplo de este papel cardinal para la cultura cubana de la revolución fue la creación del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, que aglutinó a músicos de diversas manifestaciones pero unidos por el interés común de hacer un arte honesto y de calidad, y el apoyo y desarrollo del cartel y el diseño artístico de este período, tan reconocido hoy en el mundo entero. Alfredo Guevara, su intuición y perseverancia, están detrás de estos logros innegables.
En los primeros meses el ICAIC se dedicó a filmar documentales didácticos en 16 mm, dirigidos a temas concretos y puntuales del campesinado: cultivo, sanidad, organización de cooperativa, etc. También se filmaron documentales en 35 mm con una elaboración más artística, el primero de ellos fue, "Esta tierra nuestra" (1959) dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y filmada en 16 mm. Este material, caracterizado por la sinceridad y la sencillez en sus planteamientos, impacta por la carga emocional que desata, a pesar de cierta actitud contemplativa ante los hechos narrados.[74]
Ese mismo año el ICAIC encarga a Tomás Gutiérrez Ale el primer largometraje, "Historias de la Revolución", compuesto de tres cuentos cuyo enlace es la lucha contra la dictadura de Batista: "El herido", "Rebeldes" y "La batalla de Santa Clara"
El resultado artístico fue una película de actuación desnivelada, esquemática y con ritmo lento en sus dos primeros relatos, con un evidente desbalance que se inclina fuertemente hacia el tercer relato, filmado con rigor documental y en la reconstrucción histórica y con un mejor manejo de los elementos cinematográficos. La crítica ha señalado la primacía de la influencia del neo realismo italiano, en su afán de reflejar testimonialmente el mundo circundante.[75]
Otras películas de Gutiérrez Alea en este período fundacional fueron: "Las doce silla" (196?), basada en la novela soviética homónima, pero llevada a la realidad cubana de esa época; "Cumbite" (1964), adaptación de la novela haitiana de Jacques Roumain, "Gobernadores del rocío"; y "La muerte de un burócrata" (1967), obra de mayor pretensión, en la que el humor negro se convierte en la manera de hacer profundas críticas sociales.
Julio García Espinosa, es otro de los animadores del cine revolucionario de los 60s. Al igual que Tomás Gutiérrez Alea se forma en la escuela neo realista italiana, cuya influencia es notable en los primeros trabajos fílmicos del cine cubano, no solo por la formación sino por la presencia de técnicos italianos, entre los especialistas extranjeros de cine que trabajaron en los primeros años del ICAIC: Otelio Martelli (fotógrafo), Arturo Zabattini (camarógrafo), César Zabattini (guionista). También colaboraron con el cine cubano los mexicanos, Manuel Barbachano (productor), Sergio Vejar (fotógrafo) y José Miguel García (director).
Uno de los colaboradores más importante del cine cubano en este período lo fue el cineasta danés Theodor Christensen fallecido en 1967, llegó a Cuba en 1964 para filmar el documental, "Ella" basado en los instrumento del cine encuesta para adentrarse en la problemática de la mujer incorporada a la Revolución. Asesor artístico de documentales del ICAIC su huella tuvo mucho que ver con la calidad del género documental cubano por estos años.[76]
García Espinosa se inicia con un documental, "Sexto aniversario" (1959) y luego dirige el largometraje "Cuba baila" (1960), película costumbrista que refleja el espejismo de la pequeña burguesía cubana, queriendo sobresalir en medio del oligarquismo cerrado por la estratificación del dinero. Una familia de escaso recursos celebra los quince de la hija, argumento que justifica el amplio panorama musical de los ritmos cubanos que hace la obra, hecho que hace trascendente esta cinta. Luego filmará "El joven rebelde", con guión de Zabattini y dentro de la línea neorrealista.
El cine cubano iniciará una nueva experiencia en la segunda mitad de los 60s, que va de la asimilación del neorrealismo italiano a la búsqueda de un lenguaje propio, que lo acerca al movimiento de Nuevo Cine Latinoamericano. La película "Manuela" (1966) de Humberto Solás es considerado el momento de giro en esta transición del cine de la isla.
En esta etapa se hace el filme "Juan Quin Quin" (1967), basada en la novela de igual nombre de Samuel Feijoo. En esta obra hay una idea más echa del cine con acercamiento al discurso político e ideológico de la Revolución, venciendo el romanticismo de un realismo objetivo, evadiendo la idealización y apostando por una manera de contar directa e históricamente de vocación tercermundista.
El desarrollo de esta línea en el cine nacional llegará con "Memoria del subdesarrollo"(1968), de Tomás Gutiérrez Alea, su mejor obra, con guión de Edmundo Denoes, sobre el original de una novela suya. La actuación de Sergio Corrieri y el desarrollo de una tesis sobre el compromiso del intelectual en medio de una profunda revolución su futuro clasista, hacen de esta una película una de las más importantes del Nuevo Cine Latinoamericano.
Humberto Solás aportará a este momento de maduración, su película Lucía (1968) con un recorrido histórico a través de la vida de tres mujeres cubanas en diferentes épocas, pero marcadas por el hecho social que les toca vivir. La actuación de Raquel Revuelta, Eslinda Núñez y Adela Legrá, lleva el hilo conductor de los relatos.
Culmina esta triada, "La primera carga al machete" (1960) de Manuel Octavio Gómez, quien retoma los hechos históricos de la guerra por la independencia de Cuba para recontarlo sin sublimaciones épicas y sí con un crudo realismo que exalta al hombre de filas como creador de las hazañas y la historia.
El cine cubano revolucionario llega a su madurez unido al compromiso social, pero sin caer en el tremendismo absolutizante del realismo socialista y enrumbado junto al Movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano.
En cuanto al cortometraje, desde la creación del ICAIC se convierte en la modalidad emblemática del cine cubano, formador del personal para la industria del cine en el país y factor importante para el significativo rol político y social que el cine jugó en el proceso cultural revolucionario. Será en esta modalidad en la que se de a conocer la primera obra del cine de la Revolución Cubana, "Esta tierra nuestra" filmada por Tomás Gutiérrez Alea.
El cine cubano de estos años tendrá como una de sus figuras más representativas al maestro de la imagen y la actualidad, Santiago Álvarez (1917-1998), hombre que nace para el cine con el "Noticiero ICAIC Latinoamericano", hoy declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, cuya primera emisión salió el 6 de junio de 1960 y de los cuales realizó más de 600.
El Noticiero ICAIC Latinoamericano tenía una duración promedio de 10 minutos, aunque abundaban las ediciones extraordinarias del doble y más de tiempo. Por su interés y la elaboración esmerada de su director y su equipo muchos noticieros pueden calificarse de documentales.[77]
Santiago Álvarez fue miembro de la Sociedad Cultural "Nuestro Tiempo" en la década del 50s, devenido cineasta por las circunstancias de la Revolución, cuando con más de cuarenta años dedica su obra a resaltar la obra del proceso revolucionario, su carga ideológica para el pueblo cubano y el resto del mundo, sin que mengue los valores estéticos y las constantes innovaciones formales para el logro de sus objetivos artísticos.
Es el cineasta más importante de este primer período de la Revolución, con un alto resultado artístico en su obra, que lo hace trascender y son una marca característica de su creación. En su obra es posible encontrar la influencia de los maestros del cine como, Dziga Vertov, Joris Ivens, Roman Karman, Cris Marker, la no utilización de narración en of y el experimentalismo sonoro de Pelishian, ideas que lo llevaron a encontrar el cine que se "necesitaba" para decir la realidad sobre Cuba y su tiempo.[78]
El documental, "Now" (1965) es considerado su obra maestra, síntesis de todas sus influencias, es tenido como uno de los antecedentes del video clic, por su magnifica conjunción de imagen y sonido. Con una duración de apenas seis minutos, el tiempo que dura la canción homónima de la cantante negra estadounidense Lema Horne, que le sirve de banda sonora.
Se muestran en blanco y negro imágenes de la lucha de los negros en los Estados Unidos por los derechos civiles y la represión de las fuerzas policiales. Son imágenes de archivo, fotos fijas, fotogramas de cine y televisión, que con el trabajo fotográfico de Pepín Rodríguez y la dirección de Santiago, se erige como obra maestra. Multigalardonada y vista en todo el mundo, "Now" es la más alta expresión de la cinematografía cubana contemporánea.
Su filmografía incluye además documentales clásicos como "Hanoi, martes 13", "La Estampida", "Quemando Tradiciones", "LBJ", "Huracán Flora" y "Abril de Girón", entre otros.
"En un país bloqueado, ( ) con todas la dificultades del subdesarrollo, también presente en la superestructura de nuestra sociedad, la revolución ha tenido que luchar contra los elementos del prejuicio y la ignorancia. Así como al necesitarse nuevas técnicas y métodos en la en la agricultura hemos tenido que romper tradiciones y convenciones, paralelamente, en nuestro propio desarrollo cultural y artístico ha habido necesidad de quebrar lanzas."[79]
Los primeros documentales del proceso revolucionario confirma el compromiso ideológico que distingue al género: "Asamblea General" de Tomás Gutiérrez Alea; "Historia de una batalla" de Manuel Octavio Gómez; "Y me hice maestro" de Jorge Fraga y "Muerte al invasor" de creación colectiva, son ejemplos elocuentes del movimiento documentalista cubano, de amplia comunicación al servicio de los acontecimientos políticos y sociales que ocurren en el país.
Luego vendrán los documentales de Santiago Álvarez: "Ciclón", "Cerro Pelado", "Now" y "Hanoi, martes 13", todos galardonados con la "Paloma de Oro" del Festival de Leizing, el más prestigioso foro del documental en la época. También fueron "Paloma de Oro" en este período, "Historia de un Ballet" de José Massip y "Por primera vez" de Octavio Cortazar.
En 1963 Enrique Pineda Barnet filma el ballet "Giselle", con Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba. La crítica especializada considera esta película como la más importante realizada en el mundo sobre el tema del ballet, porque respeta los fenómenos espacio tiempo de la representación escénica, presentando el virtuosismo de los bailarines, sin trucaje, resaltando la magistral interpretación de Alicia.
El dibujo animado es una de las líneas desarrolladas por el ICAIC desde los primeros años. En 1961 se crea el Departamento de Animación dirigido por Manolo Pérez. En esta primera etapa predominan los temas políticos ideológicos, como reflejo de la situación revolucionaria que vive el país.
El primer dibujo animado del ICAIC fue, "La prensa seria" (1960) de Jesús de Armas, con una duración de tres minutos. Su argumento está dirigido a denunciar las calumnias de la prensa burguesa cubana ante el proceso revolucionario. Este breve animado constituyó una ruptura conceptual y formal que inicia una búsqueda basada en la experimentación. Otros cortos de animación realizados en 1960 fueron, "El Maná","El tiburón y la sardina", "La raza" y los créditos para el documental "Carnaval".
A partir de 1962 los creadores cubanos experimentan en la creación del animado, concentrándose más en el dibujo que en la fluidez y organicidad de la obra. Un ejemplo fue el animado "Cowboy", en el que Jesús de Armas trabaja el dibujo con líneas de complejo diseño, lo que dificulta el mensaje. A partir de estos "cartones", los diseñadores cubanos siguen una temática de disquisiciones filosóficas sobre, la muerte, el amor, la guerra, etc., con diseños que lo acercan a las tendencias vanguardistas y a los dibujos provenientes de los países socialistas europeos, especialmente Polonia y Checoslovaquia. Por este camino de experimentación y esteticismo, el animado cubano estaba destinado a un público muy reducido de especialistas. Muestra de este cine de animación fueron, "Un sueño en el parque" (1965) de Luis Rogelio Nogueras, con dibujos de influencia de Chagall y Picasso.
Menor importancia tenía para los creadores de este período, las obras de temas humorísticos y recreativos, con personajes que tuvieron poco arraigo, "El capitán Tareco" y "Stradivarius" ambos realizados en 1966 por Tulio Raggi.
Una interesante película de animación, con tema histórico y hecha con un sentido didáctico fue, "Los indocubanos" (1962), escrita y dirigida por Modesto García. En ella hay una voluntad de experimentación, lastrada por evidentes problemas de ritmo.
A fines de la década del 60s se realiza un dibujo animado con fines didácticos por encargo de diversos organismos para divulgar diversos temas. Realizados en blanco y negro, estos cortos tenía un aceptable nivel estético. Un ejemplo de ellos fueron los animados creados alrededor del personaje de "Pepe trinchera", dirigido por Harry Taner, con dibujo y guión de Harry Reade, encargado por la Defensa Civil y de buena aceptación popular.
A pesar de las dificultades técnicas el dibujo animado cubano fue experimentando una mejoría durante estos años, desarrollando un grupo de dibujantes entre los que sobresalen, Jesús de Armas, Eduardo Bachs, Modesto García, Tulio Raggi, José Reyes y Ramón Palenzuela, acompañados por un eficiente equipo de animadores, diseñadores y coloristas que crearon la base del dibujo animado cubano.
Otra de las misiones del ICAIC fue la conservación del patrimonio fílmico cubano y universal, para ello crearon en marzo de 1960 la Cinemateca de Cuba, entidad que se integra en 1961 a la Federación Internacional de Archivos de Filmes (FIAF), que además crea espacios de difusión de los archivos cinematográficos que conserva.
De la distribución y compra de películas se encarga la Distribuidora Nacional de Películas que administra las salas de cine. El ICAIC establece como política de divulgación el difundir las obras más significativas de las diversas cinematografías del mundo. En esta década se distribuyeron en Cuba películas del cine europeo, principalmente del neorrealismo italiano, de los países socialistas y de América Latina. El cine norteamericano se ha continuado mostrando en las pantallas cubanas, pese al bloqueo económico al que está sometido el país.
El Cine Móvil es creación del ICAIC, su objetivo fue llevar las funciones de cine a las escuelas, parques, hospitales, fábricas, cooperativas y lugares intrincados en los que nunca se había visto el cine. Fue el mayor logro cultural en lo que a difusión del cine se refiere.
En 1960 se crea la revista "Cine Cubano" para divulgar la cinematografía de Cuba y de América Latina, desde su fundación cuenta con la colaboración de críticos y cineastas cubanos.
En 1961 se crea la Sección Fílmica de las FAR, dirigida por René Rodríguez Cruz, ellos prepararon a los reporteros de guerra en un primer curso convocado en 1961 y seguido por otros posteriores. Entre los profesores invitados para estos cursos estuvieron afamados documentalistas como el holandés Joris Ivens y el ruso Roman Karman.
Los medios de radiodifusión en manos del pueblo
En 1959 Cuba tenía un alto desarrollo en la radio y la televisión, tanto por su equipamiento, como por la experiencia, originalidad y calidad estética, que era un referente en América Latina, aunque no abarcaba a todo el país, en el que abundaban las "zonas de silencio" en los lugares de menos desarrollo dado que la radio y la televisión eran un negocio sostenido por anunciantes de productos y servicios, por lo que lo primordial era cubrir esas zonas de concentración del poder adquisitivo.
Ambos medios aparecían a la vanguardia de América latina e incluso existía en Cuba uno de los grandes consorcios de la comunicación para el área, la CMQ, Radio y Televisión, de los hermanos Mestre, empresa de capital cubano que comenzaba su expansión por otros países del continente, exportando programas, libretos y haciendo inversiones en los medios de otros países del área.
Al triunfar la Revolución fueron intervenidas, la Cadena Oriental de Radio y el Circuito Nacional Cubano, ambas propiedad del dictador Fulgencio Batista, pero con la radicalización del proceso revolucionario provoca la reacción de la burguesía cubana, entre ellos los dueños de las grandes cadenas radiales agrupadas en la Federación de Radioemisoras de Cuba, controlada por los Mestre.
El Circuito Nacional de Radio fue rebautizada como Radio Rebelde y asumió las funciones de órgano de divulgación de la Revolución dirigida por los mismos que mantuvieron al aire la emisora Radio Rebelde desde la Sierra Maestra. Ellos encabezaron la Convención Nacional de Radio en marzo de 1960 y se crea el Frente Independiente de Emisoras Libres (FIEL) presidido por Wilfredo Rodríguez Cárdenas y Armando León Acosta. El FIEL fue la voz informativa de la Revolución, antes de la intervención de las grandes cadenas de radio y televisión.
Con la intervención de las emisoras de radio y de televisión se crea la Oficina de Radiodifusión y posteriormente en 1962 el Instituto Cubano de Radiodifusión. El Gobierno Revolucionario interviene siete canales de televisión, seis de ellos en La Habana y uno en Camaguey, cinco cadenas de radio, quince emisoras provinciales y noventa de alcance local. La mayoría eran plantas de poco potencia y cubrían pequeños territorios.
Al reorganizarse las radiodifusión se mantienen dos canales de televisión, Canal 6 (antigua CMQ TV) y Canal 2 (CMBF TV). En radio mantuvieron su categoría de emisoras nacionales, Radio Rebelde, Radio progreso, CMQ Radio, Radio Reloj y CMBF Radio Musical Nacional. Por la necesidad de un segundo canal para las provincial orientales a donde casi no entraba la imagen del Canal 2 se crea en 1968, el Canal Tele Rebelde para la región oriental. En 1961 se funda Radio Habana Cuba, la voz internacional de Cuba revolucionaria, en medio de las agresiones y los intentos de aislamientos de los enemigos de la Revolución.
Desde el punto de vista técnico la Revolución se dio a la tarea de dar cobertura verdaderamente nacional a las emisoras nacionales, tarea que culmina en 1965 con la colocación de plantas repetidoras en San Germán y Cacocún, en Holguín, La Habana, Santa Clara, Guantánamo y Baracoa.
Determinante ha sido el papel formador que ha jugado la radiodifusión durante todos estos años, a través de este sistema de comunicación ha llegado al pueblo la orientación de los principales dirigentes de la revolución, Fidel Castro en primer lugar, quien ha sido un maestro en el uso de los medios para educar a las masas. Las comparecencias del líder de la Revolución trasmitidas por estos medios han servido de guía y orientación popular. No hubo momento importante de la historia contemporánea cubana que no esté vinculado a la radiodifusión: Victoria de Girón, Crisis de Octubre, movilizaciones militares y productivas, Campaña de Alfabetización, avances y fracasos, han tenido en estos imprescindibles medios, tribuna y amplificación.
Además de potenciar este rol de orientación y formación ideológica, los medios de radiodifusión cubanos fueron y son irradiadores de cultura por su amplia y variada programación de dramatizados, musicales programas humorísticos, aventuras, programas educativos, infantiles y de esparcimiento de la población.
El 20 de marzo de 1960 se retoma la idea de Julio Antonio Mella y se crea la Universidad Popular, programa de TV que invita a relevantes figura de la intelectualidad y dirigentes de la Revolución para exponer las ideas y programas del nuevo gobierno. El primer ciclo organizado por este programa versaba sobre, "Liberación Económica de Cuba" y el primer panelista fue el comandante Ernesto Guevara en su condición de Presidente del Banco.
Con los mismos objetivos fueron creados los programas "Ante la prensa" y "Mesa Redonda", en los que fue asidua la presencia de Fidel y de la dirección revolucionaria.
Estas producciones para la radio y la televisión sufrieron de un modo u otro un estancamiento y en muchos géneros un retroceso con respecto a 1959, la causa fundamental fueron los prejuicios de los "sensores" que consideraron a muchos de estos espacios "ajenos a la ideología de la Revolución" según sus parámetros casi siempre enfocados en la cultura del realismo socialista y en el fantasma del "diversionismo ideológico", temas que lastraron el desarrollo no solo de la radiodifusión, sino a la cultura en general que se hacía en toda la década del 60s y posterior.
Estas producciones para la radio y la televisión padecieron de este otro modo elitista de ver la cultura por lo que no vieron futuro para algunos de estos géneros dentro del proceso cultural del nuevo régimen, porque venían de un medio comercial y competitivo y fueron visto como taras del pasado, por lo que no se le atendió y la tradición y el oficio fueron desapareciendo. A pesar de todo en la década del 60s es posible encontrar lo mejor de la tradición cubana en ambos medios.
Los grandes musicales en vivo tenían continuidad en programas como: "Desfile de la Alegría", libreto de Enrique Núñez Rodríguez y "Ritmo de Juventud", dirigida por Amaury Pérez, ambos por el Canal 6. Ambos programas con orquestas en vivo, cuerpos de bailes y cantantes solistas en vivo, con la típica estructura del show de cabaret.
CMQ Radio inicia en 1961 su programa "Fiesta a las Nueve, musical en vivo con sketch intercalado en el que actuaban, Maritza Rosales, Manolín Álvarez (padre) y José Antonio Rivero, entre otros.
En 1965 Radio Progreso estrena su programa "Alegría de Sobremesa" con similar estructura, orquesta en vivo y sketch cómico, animado por Eduardo Rosillo y libreto de Alberto Luberta, con la exclusiva de la actuación de la Orquesta Aragón los lunes. El cuadro de comedia estaba compuesto por Adalberto Delgado, Marta Jiménez Oropesa, Marta Velasco, Aurora Basnuevo, Agustín campo, Carlos Montezuma, José Antonio Rivero y muchas otras figuras del humor cubano.
El costumbrismo y el humor tienen otros espacios en la televisión, con libreto de José Carballido Rey, "Detrás de la Fachada", viene de la programación comercial anterior a la nacionalización, con Consuelito Vidal y Cepero Brito, en su rol de conductores de situaciones vernáculas de la sociedad cubana que ellos se encargan de enjuiciar de forma amena y jocosa.
"San Nicolás del Peladero", también escrito por Carballido Rey es un programa legendario en la televisión cubana, puede decirse que en el puente entre el teatro vernáculo t la pantalla chica, hereda la gracia y el oficio de este teatro, con los mejores exponentes de este género en el momento. Se basa en la sátira a la vida política en un pequeño pueblo de campo anterior a 1959. Ganó el favor de un público avisado y acostumbrado al género, con actores de la talla de: Enrique Satiesteban, María de los Ángeles Santana, Agustín Campo, Carlos Montezuma, Enrique Arredondo, Germán Penelli, Aurora Basnuevo, Mario Limonta y otros memorables y grandes actores cubanos.
La telenovela mantiene su tradición, nacida y continuada en la radio. Los temas sufren cambios, manteniendo el melodrama, que es la base de su acogida popular. El subrayado didáctico e ideológico que se le agrega en este período, unido a las dificultades técnica provocada por el bloqueo económico y el hecho de trabajar en vivo, atenta contra la calidad de este género estancándolo. "Horizonte" es el principal espacio para la telenovela cubana de actualidad, además de hacerse adaptaciones de obras de la literatura universal y cubana para la televisión.
Aquella diversidad inicial para hacer la telenovela estaba montada "( )sobre la insólita capacidad de memorizar de los actores cubanos, la eficiencia de un grupo técnico, el amor al trabajo y lo inmediato de la televisión en vivo"[80]
"Las Aventuras" de las 7:30 p.m., se convierten en el espacio más visto de la TV cubana, con versiones de clásicos de la literatura infantil y juvenil o libretos originales sobre temas universales: "Robin Hood", "Guillermo Tell", "La marca del Zorro", "El Corsario Negro", "Los vikingos", etc. La consabida televisión en vivo era disfrutada por miles de personas, principalmente niños y jóvenes, en una época donde poseer un televisor era un lujo, lo que convertía cada casa donde había un aparato de televisión en una sala de cine y en héroe de gran popularidad a Enrique Almirante, Julio Martínez, Cristina Obín, Diana Rosa Suárez y muchos otros que están en la infancia y la adolescencia de la primera generación que creció con la Revolución.
En la radio se sigue igual derrotero con espacio como, "La gran aventura de la Humanidad" de Radio Progreso o "Biblioteca Universal" de CMQ. Se mantienen los seriado, "Leonardo Moncada" y "Cazán el cazador", ambos por CMQ; "La capitana de la Aurora" y "Compañeros de Aventuras" por Radio Rebelde. En estos seriados de aventura se mantiene el esquema del héroe solitario y justiciero.
La música popular se mantiene con el esquema de programas al estilo de la "Discoteca Popular de Radio Progreso", conducida por Radio Progreso, aunque en el segundo lustro con la avalancha de música pop llegada a Cuba surgen programas como "Nocturno" (Radio Progreso) y "Festival" (CMQ, convertida en Radio Liberación en 1968). Esquema seguido en casi todas las emisoras del país. Es muy interesante la difusión por la radio de programas fijos dedicados a cantantes, grupos musicales o géneros muy seguidos por el público, principalmente en las emisoras provinciales o locales, aunque existían espacios semejantes en las emisoras nacionales.
En esta época y aún hoy, la música mexicana tiene espacios fijos en emisoras cubanas, principalmente de la parte oriental del país, el tango argentino, cuenta también con espacios. En esta época están en programa de la radio cubana: "Los Cinco Latinos" de Argentina, Carlos Gardel, el dúo "Los Compadres", las orquesta "Aragón", Benny Moré, la música de tríos al estilo de Los Panchos mexicanos, los boleristas como Lino Borge, Ñico Membiela, Kino Morán, etc. La música ocupa una buena parte de la programación de las emisoras cubanas.
La música campesina está en la programación permanente de la radio en Cuba, "Vivimos en Campo Alegre" en Radio Rebelde y "Fiesta Guajira" de Radio Progreso y en la televisión con "Palmas y Caña" (1962) el programa más popular en este género, dirigido por Antonio Vázquez Gallo, con figuras establecidas en el género como, Ramón Veloz, Coralia Fernández, Justo Vega, Adolfo Alfonso, Ramón Ojeda, Inocente Iznaga (El Jilguero de Cienfuegos), Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí), Carmelina Barberi y otros muchos grandes cultores del género. En las emisoras locales estos espacios campesinos eran matutinos y servían a modo de comunicación social con la población rural.
La programación infantil de la década la encabeza el espacio "Tía Tata cuenta cuento" de Radio Liberación, a las siete de la mañana y conducido por Consuelito Vidal, que hace cuentos para los niños, conversa con su contraparte un niño que está por partir para la escuela, le aconseja y pone música infantil. Su popularidad hizo que la televisión llevara a la pantalla del Canal 6 en el horario de la tarde a la querida Tía Tata, de la que solo veíamos los pies y a un títere inolvidable "Amigo" al que también ponía voz Consuelito.
La programación deportiva tenía en el beisbol su principal actividad trasmitida por radio y televisión. Los partidos de la Serie Nacional se divulgaban en principio por Radio Progreso, pasando poco tiempo después a Radio Rebelde, narrada por un dueto formado por Eddy Martín y Juan Ealo en los comentarios, avanzada la década se incorpora a la transmisión beisbolera por Rebelde, Juan Antonio Salamanca (Boby), el más creativo e innovador de los narradores deportivos cubanos, que introdujo un vocabulario nuevo en el argot de la pelota, en el que las referencias eran a la zafra azucarera, sustituyendo los término anglófonos. Es antológico su, "¡Azúcar, abanicando!" para narrar un fallido intento por darle a la bola por el bateador. La televisión también trasmitía por el Canal 2 el beisbol y sus voces insignias para la narración eran: Rubén Rodríguez y René Navarro.
Este es a grandes rasgos el panorama de la radio y la televisión cubana en la década del 60s, marcada por una programación básicamente informativa y dirigida a la formación ideológica, la educación y la cultura, lastrada por grandes dificultades tecnológicas y estancadas en esquemas creativos didactistas y dogmáticos.
Las ciencias cubanas, consolidación y desarrollo
El Gobierno Revolucionario tuvo como una de sus primeras preocupaciones el desarrollo científico técnico del país, como base de la sociedad nueva que debía desarrollarse en Cuba, para ello se crea la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias en 1962.
Esta Comisión estaba presidida por el Dr. Antonio Núñez Jiménez y tenía como fin la dirección y planificación de las investigaciones y la creación de instituciones especializadas para desarrollar los estudios correspondientes. Formaban parte de esta Comisión los doctores, Juan Marinello, Fernando Ortiz, Emilio Roig, José López Sánchez, Julio Le Riverend, Salvador Massip, Abelardo Moreno, Gilberto Silva y José Altshuler. Aunque desde un principio se le llamó Academia de Ciencias de Cuba, la verdadera constitución de esta no fue hasta 1977.
Con la aparición de este organismo estatal desaparecen un grupo de instituciones que de manera aislada, sectorial y con pocos recursos se habían dedicado al estudio de las ciencias en Cuba, pasando sus miembros a formar parte de la Academia de Ciencias de Cuba. También se adscribieron a la Academia, el Observatorio Nacional, la Estación experimental de Santiago de las Vegas y el Archivo Nacional.
Durante la década de los 60s la Academia impulsa la creación de instituciones de investigación especializadas: Instituto de Etnología y Folklore, Instituto de Historia de Cuba, Instituto de Biología, Instituto de Literatura y Lingüística, Instituto de Geografía, Instituto de Meteorología, Instituto de Geofísica y Astronomía, Instituto de Matemática, Instituto de Oceanología e Instituto de Zoología y Botánica. En 1969 se crea el Instituto de Física Nuclear para desarrollar las investigaciones nucleares con fines pacíficos, con un equipamiento suministrado por la Unión Soviética.
El esfuerzo por el desarrollo científico técnico no solo es solo ocurre en la Academia de Ciencias, en el Ministerio de Industria, dirigido por Ernesto Guevara, se crean varias instituciones encargadas de desarrollar la tecnología y los recursos naturales:
El primero de ellos fue la Comisión para la mecanización de la Cosecha Cañera, para desarrollar prototipos de máquinas que humanizaran la labor de corte, uno de sus aportes fue la creación de la combinada cañera "Libertadora" (1967).
Para la exploración de las posibilidades mineras en Cuba se crea el Instituto de Recursos Naturales (1961), posteriormente llamado Centro de Investigaciones Mineras (1962). También fueron creados por el Ministerios de Industria, el Instituto de los Derivados de la Caña de Azúcar (1963), el Instituto Cubano de Desarrollo de la Industria Química y el Instituto de Investigaciones Tecnológicas, para potenciar el uso de materias primas cubanas.
Más de cien instituciones científicas fueron creadas en la década del 60s, además de los mencionados se crea, por ejemplo el Instituto de Investigación de la Caña de Azúcar que desarrolla nuevas variedades de caña, más productivas y resistente a las plagas; el de Recursos Hidráulicos (1963) empeñado en el uso más racional de las aguas de la isla; el de Suelos (1965), el cual elaboró en cuatro años un mapa de los suelos cubanos que permitía una mejor explotación de las tierra agrícolas del país; el de Investigaciones Fundamentales en la Agricultura Tropical y el Centro de Investigaciones Digitales (CID) (1969) con la tarea de desarrollar la industria electrónica en Cuba.
En Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC) se inaugura en 1965, concebido inicialmente como centro para el desarrollo de estudios de post grado de la Universidad de La Habana, se transforma posteriormente en un centro de investigación multipropósito. Estaba dotado de un moderno instrumental y personal de alta calificación que convirtieron a la institución en el principal centro científico de Cuba en lo referido a los análisis químicos y microscopia electrónica.
El CNIC ha sido la base de capacitación científica de personal para otros centros científicos. El primero de ellos, el grupo de Estudio y Prevención de Enfermedades en la Masa Ganadera (1969), dirigido por la Dra. Rosa Elena Simeón, que devendría en el centro Nacional de Salud Animal (CENSA)
La medicina cubana cuenta con una tradición científica que la Revolución se encargó de potenciar y ponerla al alcance de todo el pueblo en un amplio programa de salud pública que se encuentra entre los principales logros de la Revolución Cubana.
El Gobierno revolucionario hereda un precario sistema de salud popular, para una población que no rebasaba los seis millones de habitantes había 6 250 médicos, el 65 % de ellos en La Habana y el resto en centros urbanos del interior. Había 95 hospitales públicos, uno solo rural y con apenas 10 camas. El sistema de salud privado era pequeño y se concentraba en las grandes ciudades. Existía una sola Escuela de Medicina, en la Universidad de La Habana, que graduaba 300 médicos y 50 estomatólogos por año. La mortalidad infantil se calcula en 70 por cada mil nacidos vivos, siendo aún mayor en las zonas rurales.
Esta era la trágica realidad que enfrenta la Revolución, cuya primera medida en el sector de la salud pública fue el mejoramiento de la salubridad en los campos de Cuba. Construye hospitales, policlínicos, crea el servicio médico rural con los galenos recién graduados y declara al ejercicio de la medicina, público y gratuito.
En 1961 se crea el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) y en 1962 se inicia el programa permanente de inmunización gratuita y obligatoria de cobertura nacional, con la aplicación de la vacuna anti-poliomielítica, enfermedad endémica en la Cuba pre-revolucionaria y que fue erradicada en esa década.
La vacuna Triple (DPT) y la Duple(DT), junto a la Toxoide Tetánico(TT) y otras vacunas aplicadas, han permitido erradicar o disminuir a casi cero la mayoría de las enfermedades infecto contagiosas trasmisibles.[81] El sistema de vacunación en Cuba apoyado por todo el pueblo y enteramente gratuito y obligatorio, convirtió a la población cubana en una de las más protegidas del mundo.
En 1968 se suscribe con la UNICEF-OMS un programa de vacunación a la población rural menor de 15 años con la BCG (antituberculosa) que inmunizó al 92 % de la población rural.
El programa de salud cubano se vio seriamente amenazado por los éxodos masivos de médicos, casi todos provenientes del sistema de salud privado, unos tres mil médicos en el primer lustro de los 60s. La respuesta fue la apertura de una nueva escuela de medicina en Santiago de Cuba (1961) y extender a las seis provincias de entonces, el sistema de formación de personal de salud. Al final del decenio las universidades cubanas graduaron 4 800 médicos.
El gran esfuerzo de la Revolución y su programa de salud permitió salvar miles de vida, disminuir la tasa de mortalidad infantil a menos de 30 al final de la década y establecer un programa contra las enfermedades diarreicas, en 1962 era la principal causa de muerte infantil en Cuba.
En cuanto a la población adulta su esperanza de vida aumentó de menos de 55 años en 1959 a más de 70 años a finales de la década, lo que habla muy claro del resultado de los planes de salud emprendidos en Cuba.
Detrás del esfuerzo del MINSAP estaba la red de centros de investigación para la salud creados en estos años: Instituto de Higiene, Epidemiología (1963) y Microbiología (1963), Instituto de Nefrología (1963), Instituto de Oncología y Radiología, Instituto de Gastroenterología, Instituto de Angiología e Instituto de Hematología.
Durante este período se produjo un colosal esfuerzo para el mejoramiento de la salud de la población cubana, se crearon 56 hospitales y 118 dispensarios médicos en zonas rurales, creció el número de hospitales, policlínicos en otras zonas, se abrieron nuevas escuelas de enfermería y medicina, todo para afianzar un sistema que se iría perfeccionando.
La salud pública es el principal logro científico de la Revolución Cubana, teniendo en cuenta la condición de país subdesarrollado y sometido a un inflexible y cruel sistema de sanciones por la potencia más grande el mundo, los Estados Unidos de Norteamérica. Estos logros se basan en la creación de una amplia red de salud, sin escatimar el costo y con la participación de todo el pueblo.
Las Ciencias Sociales reciben un notable impulso con la creación de instituciones dedicadas al estudio especializado de las ciencias del hombre. Una de las ramas más beneficiada fue el folklore estudiado desde varias aristas por el Instituto de Etnología y Folklor de la Academia de Ciencias, principalmente en lo referido a las cultura africanas llegadas con la esclavitud a Cuba. Similar trabajo realiza Argelier León desde el Departamento de Folklor de la Biblioteca Nacional y su similar del Teatro Nacional. Samuel Feijoo dirige el Departamento de Estudios Folklóricos en la Universidad Central de Santa Clara.
El Instituto de Historia de Cuba (1962) dirigido por Julio Le Riverend, tiene ante sí el reto de superar el meritorio trabajo que hasta ese momento realizó la Academia de Historia de Cuba. Esta nueva institución tenía el objetivo de realizar estudios históricos a la luz de la metodología marxista, justificar de manera teórica el movimiento revolucionario cubano y difundir las luchas progresistas y antiimperialistas del pueblo cubano. La producción historiográfica de este período va dirigida a estos objetivos, utilizando para ello los datos y evidencias históricas conocidas en esos momentos.[82]
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