La poderosa reacción de las fuerzas populares al apoyar a los revolucionarios y la rapidez del desplazamiento de las tropas del Ejército Rebelde desarmaron todas las maniobras por escamotear el triunfo a la Revolución y al pueblo.
El 3 de enero de 1959 se formó en Santiago de Cuba el Gobierno Provisional Revolucionario encabezado por el ex magistrado Manuel Urrutia como presidente y José Miró Cardona en el premierato. Del gobierno formaron parte figuras de la derecha moderada y reformistas que se habían sumado en los últimos momentos a los acontecimientos, junto a militantes revolucionarios, protagonistas verdaderos de la Revolución.
El gobierno era un reflejo de la amalgama política de estos primeros momentos y tenía por contrapeso al Ejército Rebelde y su líder el Comandante Fidel Castro que impidieron la inclinación reformista y lastrante de los primeros momentos.
Con el nombramiento de Fidel Castro como Primer Ministro, el 15 de febrero de 1959, se le dio un impulso dinamizador al cumplimiento del programa democrático-popular por él expuesto en su alegato de defensa por el asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba.[1]
Lo primero que hizo la Revolución fue desmontar el aparato legal que había servido para la politiquería de la seudo-república. El Gobierno Revolucionario adquiere plenos poderes legislativo y ejecutivo; disuelve las fuerzas armadas y los organismos del estado burgués, a los partidos políticos tradicionales, el sindicalismo oligárquico y a los tribunales de urgencia. En su lugar crea nuevos mecanismos de poder basados en el derecho soberano de las mayorías desclasadas y explotadas del país. La burguesía cubana pierde el poder político.
Pero no bastaba, el 17 de mayo de 1959 se promulga en la Sierra Maestra la Ley de Reforma Agraria, paso trascendental que de un solo golpe acaba con el latifundio en Cuba. Lastre más pesado para el desarrollo del campesinado cubano. Al disponer tal medida el Gobierno Revolucionario entregó títulos de propiedad a millares de campesinos que poseían la tierra como aparceros o precarista, pero no disolvió las grandes haciendas privadas sino que las convirtió en Granjas del Pueblo y Cooperativas. La reforma agraria pasó al poder del estado cubano el 40 % de las tierras cultivables, muchas de ellas en manos de empresas y particulares estadounidenses y el resto de la oligarquía nacional.
La Ley creó también el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), organismo encargado de aplicar la ley agraria y de impulsar el desarrollo de los planes económicos de la Revolución, no solo en la agricultura, sino en otros sectores como fueron la pesca y el turismo.
En la práctica el INRA funcionó como un gobierno dentro del gobierno, dándole en los primeros momentos el impulso dinamizados que la composición del gabinete provisional impedía.
También se lleva a cabo el proceso de confiscación de los bienes mal habido de los personeros del antiguo régimen, antesala de las grandes nacionalizaciones que vendrían después.
La dinámica popular y de transformaciones de la sociedad cubana determina que a mediados de 1959 se definieran los campos políticos dentro del panorama nacional. La burguesía y sus aliados se alinean abiertamente contra la Revolución y junto a la Revolución las grandes mayorías de los humildes y desplazados.
Contra la Revolución se esgrimieron acusaciones como la violación de los derechos humanos y el ajusticiamiento indiscriminado de los opositores, tratando de desprestigiar al proceso revolucionario. En tanto desde el gobierno los elementos reformistas presionan, tratando de revertir a la revolución, al no lograrlo comenzaron las conspiraciones y confrontaciones directas con las nuevas autoridades y el pueblo.
El 14 de junio de 1959 se produce la reorganización del Gobierno Provisional, entran al mismo el Comandante del Ejército Rebelde Pedro Miret, Raquel Pérez y Raúl Roa. Estos cambios dejan cada vez más aislado al Presidente de la República en su tibia política reformista y retardadora del proceso revolucionario.
Por ese motivo el Comandante Fidel Castro, Primer Ministro del Gobierno y líder de la Revolución, renuncia al cargo el 16 de julio del 59 y denuncia la posición del Presidente. La respuesta del pueblo en respaldo Fidel fue unánime, hecho que obliga al presidente Urrutia a renunciar a su cargo al siguiente día.
El 18 de julio asume la Presidencia de la República el doctor Osvaldo Dorticós Torrado, prestigioso abogado identificado plenamente con la revolución en marcha, en tanto Fidel reasume la jefatura del gobierno el 26 de julio ante una multitudinaria concentración en la Plaza de la Revolución para conmemorar el sexto aniversario del Asalto al Cuartel Moncada.
Completando el programa de satisfacciones y demandas populares el Gobierno Revolucionario decreta la rebaja de los alquileres de las viviendas, de las tarifas eléctricas y telefónicas y la reposición en sus puestos de trabajo de todos aquellos que fueron cesanteados por motivos políticos.
Junto a ello la Revolución supo encaminar el justo reclamo de la clase obrera por lograr conquistas sectoriales que amenazaban la realización de la zafra azucarera y otras actividades vitales de la economía, demostrando que los cambios iban más allá que la conquista parcial de determinados reclamos, sino a la base estructural de la sociedad burguesa en Cuba.
El líder de la Revolución en sus constantes orientaciones explica a las masas trabajadoras, la necesidad de posponer los anhelos y evitar el caos del país; tener confianza en el proceso revolucionario como forma de alcanzar aquellos sueños inalcanzables durante años en la república y que podían ser tan peligrosos como la acción de la oligarquía nacional y sus seguidores, al correrse el riesgo de hacer ingobernable el país.
Los meses finales de 1959 fueron el inicio de la reacción terrorista contra la Revolución, sabotajes, vuelos piratas desde Estados Unidos para incendiar cañaverales y atacar objetivos económicos, las conspiraciones, como el complot del gobierno dominicano de Rafael Leonidas Trujillo contra Cuba, la sedición del comandante del Ejército Rebelde Hubert Matos en Camaguey y los esfuerzos de las autoridades norteamericanas y sus organismos de subversión por desestabilizar la Revolución y hacer fracasar el proceso democrático-popular cubano.
Para defender a la Revolución Cubana y dar una respuesta enérgica a los violentos actos de lucha contra el país, se crean las Milicias Nacionales Revolucionarias el 26 de octubre de 1959, brazo armado popular del nuevo estado cubano.
Al iniciarse el año de 1960 los líderes cubanos están dispuestos a seguir adelante con las transformaciones estructurales que necesita el país. Enfrentan a una oposición poderosa y violenta encabezada por la oligarquía nacional y el gobierno de los Estados Unidos, que apoyan los grupos de alzados contrarrevolucionarios que ya están en acción en muchas partes del país.
El 13 de febrero de 1960 llega a Cuba la primera delegación de alto nivel del Gobierno de la URSS encabezado por el vice-premier Anastas Mikoyan, quien firma en La Habana un convenio comercial que incluye la compra de más de 400 mil toneladas de azúcar en el año 1960 y un millón de toneladas en 1961 y hasta 1965. La parte cubana adquiere en la Unión Soviética, maquinarias e insumos para la economía de la isla, para realizar estas compras el gobierno soviético concede a Cuba un crédito de 100 millones de dólares al 2,5 % de interés anual.
Mientras el gobierno de los Estados Unidos arrecia su campaña para lograr la condena y el aislamiento de Cuba en el ámbito latinoamericano, al tiempo que aplica medidas punitivas contra el país por el "peligro que representaba su gobierno".
La dependencia económica de Cuba de los mercados yanquis es utilizada por el gobierno de ese país para dificultar los suministros de combustibles a la isla. Ante esta situación el Gobierno revolucionario acepta la oferta de la Unión Soviética de enviar petróleo a Cuba, en el mes de abril de 1960 llega el primer barco con el combustible ofrecido y las compañía extranjeras dueñas de la refinería del país, se niegan a refinar el crudo, por lo que el estado cubano decide intervenir estas plantas el 1º de julio, iniciándose una cadena de confrontaciones directas con las compañías extranjeras radicadas en la isla, en su mayoría estadounidenses.
La reacción del gobierno de los Estados Unidos fue la suspensión de la cuota azucarera cubana en el mercado norteamericano, 2 de julio de 1960, cuota que de inmediata fue asumida por los soviéticos. La cuota azucarera cubana en el mercado norteamericano tenía un peso vital en la economía cubana y la supresión de esta era un duro golpe al país. Se iniciaba el bloqueo económico como medida coercitiva para rendir por hambre al pueblo cubano.
La contra-respuesta cubana contundente y radical, el 6 de agosto se dispone la nacionalización de las compañías: Cubana de Electricidad, Cuban Telephone Company, las empresas petroleras Esso, Texaco y Sinclair y los 36 centrales azucareros propiedad de estadounidenses en Cuba. La resolución establecía la indemnización del 2 % anual de los bonos que vencería a los 50 años.
Pasaban a manos del estado cubano propiedades que alcanzaban un valor superior a los 700 millones de dólares, lo que agudizó la confrontación entre la Revolución Cubana y su principal enemigo el gobierno de los Estados Unidos.
Ese mismo mes de agosto los Estados Unidos logran una declaración de condena a Cuba en la reunión de Cancilleres de la Organización de estados Americanos (OEA) efectuada en San José, Costa Rica; la delegación cubana se retira y la respuesta llega de forma multitudinaria cuando el 2 de septiembre el pueblo aprueba la Primera Declaración de La Habana, leída por Fidel Castro y en la que se hace una clara denuncia a la situación de explotación imperante en los países de la América Latina.
El 26 de septiembre Fidel viaja a Nueva York para hablar ante la Asamblea General de Naciones Unidas, allí denuncia las agresiones terroristas que parten de territorio norteamericano y el apoyo y abrigo que ese gobierno daba a las bandas contrarrevolucionarias y a la reacción interna. En el acto de recibimiento a Fidel en La Habana, el 28 de septiembre, en respuesta al incremento de sabotajes y acciones contra la revolución, Fidel anuncia la creación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la organización más dinámica y popular de la Revolución, base del sistema participativo defensivo y ejecutivo de la Cuba revolucionaria.
La fuerte oposición del bloque oligárquico y las dificultades que crean a la economía nacional con sus sabotajes, llevó al Gobierno Revolucionario a promulgar la Ley 890 del 13 de octubre de 1960, que nacionaliza 382 empresas de capital nacional, que incluye 105 centrales azucareros, fábricas, ferrocarriles, grandes almacenes, centrales eléctricas y otros importantes objetivos económicos. Con esta medida se estataliza el grueso de la economía de capital cubano, lo que unidos al completamiento de la nacionalización de las propiedades norteamericanas en Cuba, el 24 de octubre, afianza el control estatal sobre la economía nacional.
Como respuesta a tales medidas se produce un recrudecimiento de los sabotajes y enfrentamientos dentro del país, mientras en el plano internacional los Estados Unidos establece un sistema de sanciones (bloqueo económico) que implica a terceros países. Cuba se ha visto privada de sus mercados tradicionales de los cuales dependía de una manera desproporcionada, provocando que la economía cubana tuviera que sustituir su tecnología industrial, equipamientos, maquinarias agrícolas, etc., por suministros procedentes de la Unión Soviética y los países socialistas europeos. Con ello pudo sobrevivir al bloqueo, pero no pudo evitar la gestación de un nuevo mecanismo de dependencia que a la larga afectaría no solo desde el punto de vista económico, sino político.
Después del fracaso de la conspiración del presidente dominicano Rafael Leonidas Trujillo para derrocar a la Revolución Cubana, fueron apareciendo en la zona del Escambray, en la entonces provincia de Las Villas, grupos de alzados, alentados por elementos resentidos del II Frente Escambray, que no estaban de acuerdo con el proceso revolucionario y desde el primer momento trataron de frenarlo y sabotearlo.
Esas bandas contrarrevolucionarias recibían avituallamiento logístico de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), a través de organizaciones opuestas a la Revolución. En los meses finales de 1960 se produce un incremento de estas actividades armadas en el Escambray que fueron frenadas por una amplia ofensiva en los primeros meses del año 1961 por fuerzas conjuntas de las milicias y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que derrotaron o dispersaron a estos grupos armados.
En enero de 1961 el gobierno de los Estados Unidos rompe sus relaciones diplomáticas con Cuba y prioriza un plan de invasión directa al país por fuerzas mercenarias entrenadas por la CIA y que tenían por misión el establecimiento de una "cabeza de playa" para instaurar un gobierno provisional que pidiera la intervención militar directa del gobierno de Estados Unidos para derrocar a la revolución Cubana.
El 15 de abril de 1961 aviones mercenarios procedentes de bases en Nicaragua y con insignias de las FAR, bombardean los aeropuertos de Ciudad Libertad en La Habana, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, con el objetivo de destruir la mayor parte de los pocos aviones de combate con los que disponía la Revolución.
Al día siguiente, 16 de abril, en la despedida de duelo de las víctimas de los bombardeos, Fidel proclama el carácter socialista de la Revolución, como colofón a la radicalización ascendente que vive el proceso revolucionario.
Se declara la movilización general, la dirección de la Revolución comprende que está en marcha una agresión directa y al amanecer del día 17, una fuerza de tarea formada por cerca de dos mil hombres, reclutados entre los exiliados cubanos y conformada en su gran mayoría por antiguos soldados batistianos y afectados por las leyes revolucionarias, desembarcaron por la Bahía de Cochinos, al sur de la provincia de Matanzas.
La respuesta fue contundente, todo el país se puso en pie de guerra y miles de milicianos marcharon a sus trincheras dispuestos a repeler cualquier golpe, interno o externo. Mientras en la zona del desembarco el combate fue sin tregua desde que los invasores pisan tierra y en menos de 72 horas las milicias junto al Ejército Rebelde y la Policía, con la dirección en la primera línea de Fidel, derrotan a los mercenarios.
El golpe fue tan demoledor que el presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy, acepta su responsabilidad directa en los hechos.
Tras la derrota de los invasores los grupos contrarrevolucionarios del Escambray se reorganizan, pero sin lograr la unidad bajo un solo mando. La baja catadura moral de sus integrantes, sus ambiciones personales más el efectivo y decisivo enfrentamiento de las fuerzas revolucionarias, lo impidieron.
Operaban en bandas pequeñas de gran movilidad, apoyadas por campesinos de la zona, comprometidos con ellos por vínculos familiares o por miedo. Su táctica era atacar a la población civil que no cooperaba con ellos, asaltaban a milicianos aislados tratando de sembrar el terror y la desmoralización en los pobladores de la zona, evitando el combate directo con las fuerzas armadas, lo que da la catadura moral de estos hombres y sus cabecillas.
La composición social de estos alzados era principalmente de desclasados de todo tipo: lumpen proletario, testaferros de los antiguos oligarcas, antiguos soldados de la dictadura y otras lacras sociales, condenadas a desaparecer con la revolución.
En 1962 las autoridades cubanas deciden dar una batida definitiva a los bandidos en el Escambray, para ello en principio trajeron a la zona fuerzas de milicias de otros territorios del país pero, dado lo costoso de este proceder, la falta de especialización en la guerra irregular en estos intrincados parajes y el desconocimiento de la zona, se decidió en junio de 1962 crear el Buró y las Tropas de Lucha Contra Bandidos(LCB), integrada por hombres de la región, con conocimientos del territorio, entrenados y armados, lo que unido a su valor personal y alta moral combativa, permitió ir batiendo a los diseminados grupos que afectaban la serranía del Escambray.
Durante este año de 1962 se acrecentó la agresividad de los enemigos de la Revolución, encabezados por el gobierno de los Estados Unidos. Cuba continuó en pie de guerra, mejorando cada día más su capacidad combativa, reorganizando sus fuerzas armadas, con un moderno equipamiento bélico y asesoría de militares soviéticos.
El apoyo soviético incluyó la gradual y riesgosa instalación en Cuba de misiles estratégicos de mediano alcance con cabezas nucleares, atendidos directamente por las fuerzas militares de ese país. Secretamente fueron llegando a Cuba durante el año 1962, con autorización del gobierno de Cuba que estaba convencido de la posibilidad de una agresión directa de los Estados Unidos.
El descubrimiento de esta operación en octubre de 1962, por los organismos de inteligencia norteamericanos, provocó que el presidente Kennedy decretara el bloqueo naval y aéreo de la isla para impedir que continuaran llegando los misiles y con ellos cualquier ayuda al país.
La tensión en el área del Caribe subió al máximo, en Cuba se decretó la movilización general de todas las fuerzas, igual paso dieron los soviéticos y el mundo se vio abocado a un imprevisible choque entre las dos mayores potencias nucleares de la época, en un episodio que ha pasado a la historia como la "Crisis de Octubre" o "Crisis de los Misiles".
Con al mediación de las Naciones Unidas, los Estados Unidos y la URSS iniciaron conversaciones sin la presencia de Cuba; por su parte el gobierno cubano proclama a través de su Primer Ministro Fidel Castro su derecho a defenderse, proponiendo una plataforma de entendimiento de cinco puntos, que abarca desde el cese del bloqueo económico, fin de las actividades subversivas contra la Revolución y la retirada de los Estados Unidos de la ilegal base naval de la bahía de Guantánamo.
Los cinco puntos cubanos no fueron tomados en cuenta por las grandes potencias que se atuvieron a garantizar su seguridad interna con la retirada mutua de misiles de corto alcance de las fronteras de ambos y una promesa formal del gobierno de los Estados Unidos de que no agrediría directamente a Cuba, a cambio de la retirada de los cohetes nucleares de la isla.
La Crisis de Octubre provocó una aguda divergencia entre el Gobierno Revolucionario de Cuba y las autoridades soviéticas. Cuba no estuvo de acuerdo en la manera en que se manejó la crisis, ni con las frágiles garantías que daba el gobierno de los Estados Unidos, por lo que sus relaciones con la dirección de la Unión Soviética, aunque siguieron siendo cordiales, se enfriaron.
La dirección de la Revolución llegó al convencimiento realista y objetivo de que la defensa de la soberanía nacional y las conquistas alcanzadas por el pueblo, pasaban por su capacidad de defenderse.
En 1964 las fuerzas revolucionarias habían neutralizado el terror contrarrevolucionario y el país pudo tomarse un respiro para dedicarse al desarrollo económico. La producción de azúcar de caña continuó siendo la principal fuente de ingreso del país. Los esfuerzos del estado fueron encaminados a recuperar la capacidad productiva de la industria azucarera con vista a estabilizar zafras grandes que permitieran al gobierno cumplir sus compromisos principalmente con la Unión Soviética y los países socialistas. Hacer una zafra en Cuba por estos años era muy duro, porque las principales faenas agrícolas había que hacerlas a mano desde el cultivo al corte y ya no había una mano de obra "sobrante" que se ocupara de las duras faenas del corte.
La solución hubo que hallarla en la movilización de miles de voluntarios de todo el país para hacer la "Zafra del Pueblo", con un alto costo en el aseguramiento material de los trabajadores y una productividad no muy alta, donde la compulsión ideológica suplía la destreza y la calidad del trabajo.
Este período 65-70 estuvo caracterizado por el idealismo que primó en la aplicación de las políticas económicas y sociales, que repercutieron en etapas posteriores de nuestra historia. Se implanta el sistema de financiamiento presupuestario acompañado de un nuevo registro económico y precedido por la erradicación de toda forma de intercambio mercantil: se suprimieron los cobros y pagos inter empresariales a partir de 1967; se elimina el presupuesto estatal, sustituido por una asignación para pagos de salarios y las relaciones de compra y venta con el sector privado.
En lo social se incrementan las gratuidades. Muchas de ellas excesivas, se eliminan casi todos los impuestos y se desconoce la fórmula de distribución socialista[2]sustituida por un igualitarismo en la distribución de beneficios que desestímulo el trabajo como fuente de ingreso, lo que agudiza los problemas de la disciplina laboral y social.
La sociedad cubana vivió una utopía que requería de una base económica para sostenerse, pero que el Gobierno Revolucionario concedió sostenido en buena parte por la ayuda incondicional y abundante de la Unión Soviética y los países socialistas. La crisis que esto provocó en la sociedad cubana condujo a la falta de organización y control de la producción, aumento del ausentismo, estancamiento y disminución de la producción, devolución del valor real del dinero y una gran inflación.
En 1968 se desmantela el grupo de la "micro fracción", peligroso movimiento surgido dentro del partido, que pretendía una "rectificación" del rumbo socialista, conspirando para desplazar de la dirección del estado a los líderes históricos de la y que contó con el apoyo de algunos sectores de la dirección partidista y del gobierno soviético.
En marzo de este mismo año se produce la "ofensiva revolucionaria" que termina con los vestigios de la propiedad privada que sobrevive en el país: comercios minoristas, centros gastronómicos, cafeterías, clubes nocturnos, pequeños talleres, puestos de frita, etc., era el modo de enfrentar la especulación y el desabastecimiento que tiene en crisis la gastronomía y los servicios en todo el país.
Por estos mismos meses se produce la intervención del ejército soviético en Checoslovaquia para abortar un movimiento reformista que amenazaba con abolir el socialismo en ese país. Este hecho provocó una crisis de confianza dentro del movimiento progresista internacional y en Cuba motivó en Fidel una reflexión medular al preguntarse si la Unión Soviética estaba dispuesta a hacer lo mismo por Vietnam, por Corea o por Cuba en caso de agresión, teniendo en cuenta que estos países quedaban muy lejos de la frontera de la URSS y fuera del Pacto de Varsovia.
Una de las causas más nobles que defendió el pueblo cubano en este período fue la del pueblo vietnamita, enfrascado en su guerra de liberación nacional contra la ocupación norteamericana de la parte sur de su territorio. Cuba se convierte en el centro de la solidaridad mundial con el pueblo de Vietnam.
Por estos años se organizan en La Habana grandes reuniones de revolucionarios de todo el mundo para coordinar acciones conjuntas contra la reacción imperialista en sus diversas formas: En 1966 se convoca el Congreso Tricontinental que reúne a líderes del tercer mundo; en 1967 la Organización Latinoamericana de Solidaridad y en 1968, el Congreso Cultural de La Habana, al que asisten relevantes figuras de la izquierda de todo el mundo.
El revés económico de la zafra de 1970 fue mucho más allá del simple incumplimiento de la meta de producción, al marcar un cambio y rectificación de los rumbos económicos y sociales del país para las décadas siguientes. En estos cambios tiene un peso decisivo la ayuda de la Unión Soviética y del resto de los países socialistas lo que implicó un mayor comprometimiento de Cuba con los modelos económicos de estos y su manera de organizar la institucionalidad socialista.
Los grandes cambios sociales que se desarrollan en Cuba, provoca un éxodo importante de población, que comenzará en 1959 cuando el gobierno de los Estados Unidos acogió en su territorio, principalmente en el estado de La Florida, a los asesinos, politiqueros y principales culpables de la dictadura de Batista. A partir de ese momento se hizo normal que todos los involucrados en acciones criminales y contrarrevolucionarias, fuera cogida en ese país, independiente de su culpabilidad.
El segundo grupo de emigrados fueron los afectados por las leyes del Gobierno Revolucionario, la burguesía desplazada del poder, profesionales e intelectuales que no quisieron permanecer junto a su pueblo; obreros y empleados de firmas cubanas y extranjeras, de altos salarios y posiciones privilegiadas con relación al resto de los trabajadores.
Le siguió un éxodo importante de técnicos, profesionales, artistas e intelectuales, acogidos a las ventajas que se ofrecían si abandonaban su país, junto con miles de cubanos de diferentes procedencias sociales, que prefirieron emigrar ante las duras condiciones de vida que impuso el férreo bloqueo económico al que está sometida Cuba, la precariedad de un país en pie de guerra y la falta de voluntad para resistir junto a la mayoría de sus conciudadanos.
El estímulo a la emigración y fundamentalmente la ilegal, ha sido una de las cartas políticas que se jugó el gobierno de los Estados Unidos. Al emigrado cubano de estos años de Revolución, se le aplica automáticamente la categoría de refugiado político y se le dan facilidades para legalizar su status gracias a la arbitraria "Ley de Ajuste Cubano", que estimula la salida ilegal del país y provoca una alto índice de víctimas civiles en el cruce de las aguas del estrecho de la Florida.
Cerca de medio millón de cubanos, en diversos grados afectados,
descontentos con la Revolución o verdaderos enemigos políticos
de esta, salieron en este período por diversas vías y fueron engrosando
la Comunidad Cubana en los Estados Unidos, manipuladas en estos primeros años
por los grupos contrarrevolucionarios derrotados en Cuba, pero activos en territorio
norteamericano, donde contaron con el incondicional apoyo del gobierno de ese
país. Allí seguirán una cultura cubana de la añoranza,
manteniendo su identidad cultural y de muchas maneras el vínculo con
la patria.
Introducción del pensamiento marxista en la Revolución Cubana
El triunfo de la Revolución Cubana significó un profundo cambio en el campo de las ideas, como en toda la sociedad cubana. El Movimiento Revolucionario 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y las demás organizaciones triunfantes, parten de una gran convicción nacionalista y antimperialista producto de una larga tradición de lucha que tiene en José Martí y su Partido Revolucionario Cubano, su basamento histórico. Por esa razón su programa significa una radical necesidad de cambios y de justicia social que los pondrá en el camino de asumir las ideas de la izquierda más avanzada y progresista, el marxismo y con él un nuevo sistema económico, social y político, el socialismo.
Las ideas marxista en Cuba habían alcanzado su madurez en el contexto de las luchas contra la dictadura de Gerardo Machado y la Revolución del 30. Una década más tarde destacados luchadores comunistas como Carlos Rafael Rodríguez, Blas Roca y Juan Marinello, entre otros, hicieron un importante aporte al pensamiento cubano, al vincular en su obra la tradición antimperialista martiana con el caudal revolucionario de Cuba y del movimiento progresista internacional.
Una dura represión, junto a la propaganda anticomunista desmedida y detractora durante la República, le restó al partido de los comunistas cubanos capacidad de liderazgo y visión de lucha, por lo que en principio vieron con desconfianza el nuevo movimiento revolucionario que tomaba la vanguardia por llevar adelante los cambios necesarios en la nación. Más adelante se unen al movimiento insurreccional y se unen a la nueva hornada de jóvenes radicales y de tendencia progresista a cuyo frente estaba Fidel Castro.
El Movimiento 26 de Julio (M-26-7), es la organización política que lidera la insurrección contra Batista. Es una organización nacionalista, con un sincero sentido patriótico y una amplia plataforma política en la que caben todos los que querían derrocar al tirano y darle un vuelco a la situación político social de Cuba.
Al triunfar la Revolución mantiene su prestigio como organización rectora del proceso de cambio y mantiene una alianza estratégica y política con el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, organización que había tenido un protagonismo importante en la insurrección, también con una plataforma patriótica pero con bases menos populares que el M-26-7.
Una tercera fuerza minoritaria, pero con una larga experiencia y prestigio de lucha al lado de los humildes del país, lo fue el Partido Socialista Popular; la organización de los comunistas cubanos. Bien organizados y estructurado, habían desarrollado durante los largos años de represión un trabajo muy compartimentado y cerrado que desarrolla en su seno una tendencia sectaria que a la larga entraría en contradicción con la dirección de la Revolución.
Desde finales de 1959 se dieron los primeros contactos entre estas organizaciones, buscando la necesaria coordinación y unidad para hacer avanzar la Revolución. La creación en diciembre de 1960 de las escuelas de Instrucción Revolucionaria (EIR), fue un paso importante para ir creando los cuadros políticos de la nueva Cuba.
Las EIR comenzaron enseñando los fundamentos marxistas de manera masiva, sus alumnos eran principalmente obreros con algunas preparación cultural, pero en su mayoría estudiaban por primera vez filosofía y dado el apremio, la aceleración de la enseñanza y la coyuntura política, aprendieron marxismo con los "Manuales de interpretación marxista", verdaderas cartillas que tenían el peligro dogmático de lo aprendido de manera escolástica, como verdades eternas. Como acierto más importante, además de poner en contacto a los trabajadores con las doctrinas de Marx y Engels, está el uso del ensayo de Blas Roca, "Los fundamentos del socialismo en Cuba", obra escrita en 1943, discutible en muchos aspectos, pero que parte de la realidad cubana para aplicar las ideas marxistas.
Pero la necesidad de la enseñanza masiva del marxismo y el bajo nivel cultural de los cuadros formado en esas escuelas, hicieron necesario la aplicación de los manuales, en su mayoría procedente de la URSS y con cierto nivel de desfase de acuerdo a las circunstancias históricas en que se desarrollaba la Revolución. El problema fundamental no era el manual, sino las concepciones dogmáticas para su enseñanza.
El 15 de abril de 1961 Fidel proclama el carácter socialista de la Revolución. En un acelerado proceso de maduración ideológica que le da protagonismo claro a los viejos comunistas, quienes el 24 de junio de ese año convocan un pleno del Partido Socialista Popular (PSP), para examinar la necesidad de crear el "partido marxista" de la Revolución Cubana, junto a ellos participan como invitados los dirigentes del M-26-7 y el Directorio 13 de Marzo.
El 26 de julio del 61, Fidel anuncia la creación de la Organizaciones revolucionarias Integradas (ORI), que integra a las tres organizaciones con una preponderancia clara del PSP, quien aprovecha su "larga experiencia" para crear una organización sectaria que relega a otras fuerzas de la sociedad que habían tenido un protagonismo mayor en la lucha contra la tiranía y el desarrollo de la sociedad revolucionaria.
Al frente de este movimiento sectario está el Secretario de las ORI, Aníbal Escalante, cuya labor atentó contra el principio básico de la unidad de todos los sectores de la sociedad en defensa de la Revolución y llevar adelante el proceso transformador de la sociedad.
Esta situación fue denunciada por el Comandante en Jefe Fidel Castro, en su carácter de Secretario de las ORI en marzo de 1962, acordándose la destitución de Escalante y la reestructuración de la Dirección Nacional de la organización. El nuevo Secretariado ratifica a Fidel como Primer Secretario, en tanto los otros miembros fueron: el comandante Ernesto Guevara, Osvaldo Dorticós, Blas Roca y Emilio Aragonés.
Fortalecidas las ORI, su prestigio crece dentro del pueblo y encabeza una labor unitaria en las bases que culminará con la creación del Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS) en mayo de 1963.
El PURS agrupa a la vanguardia de la Revolución Cubana, encabezados por Fidel Castro quien es elegido su primer secretario, en su papel integrador continuó profundizando en la formación ideológica del pueblo y la definición del rumbo socialista de la sociedad cubana. Este proceso lo llevará a la creación del Partido Comunista de Cuba, el 1º de octubre de 1965, con una estructura similar a la de sus homólogos en los países socialista.
La enseñanza académica del marxismo en Cuba comienza en el curso académico 1963-64 con el objetivo de formar profesores de filosofía, por este motivo de crea el Departamento de Filosofía, en cada una de las tres universidades existentes en la isla en esa época.
En la Universidad de La Habana, el Departamento de Filosofía habría de jugar un papel protagónico en el debate ideológico que se produce en torno a la forma de enseñar el marxismo, en la segunda mitad de la década del sesenta.
La "práctica social" ha sido la principal escuela revolucionaria en Cuba y Fidel es su principal maestro. Desde el liderato y con su oratoria persuasiva y esclarecedora, ha sabido educar a una heterogénea masa de pueblo que ha ido firmándose ideológicamente. Su identificación con el pueblo ha sido factor fundamental en la evolución de las ideas revolucionarias en Cuba desde el cumplimiento de un programa de justicia social hasta la creación de una conciencia socialista.
La máxima de Fidel ha sido demostrar con hechos lo que es la Revolución, el socialismo y el marxismo: fortalecer los sentimientos antiimperialistas y desarrollar una conciencia de solidaridad e internacionalismo en el pueblo cubano.
Sobre esta identificación del líder con su pueblo diría el comandante Ernesto Guevara:
" Maestro en ello es Fidel, cuyo modo particular de integración con el pueblo solo puede apreciarse viéndolo actuar. En las grandes concentraciones públicas se observa algo así como un diálogo de dos diapasones cuyas vibraciones provocan otras nuevas en el interlocutor.
"Fidel y las masas comienzan a vibrar en un diálogo de intensidad creciente hasta alcanzar el clímax en un final coronado por nuestro grito de lucha y de victoria"[3]
Ernesto Guevara es también uno de los formadores del pensamiento marxista cubano al delinear las tareas de creación de una nueva conciencia social en el país, basada en una concepción del mundo novedosa para crear un "hombre nuevo", que tuviera como premisa, su desinterés, entrega social, disposición internacionalista y su alta preparación cultural y técnica.
Sobre este aspecto, su ensayo, "El socialismo y el hombre en Cuba" (1965), es su obra más importante, constituyendo de hecho un programa ideológico de la nueva sociedad. En este trabajo el Che presenta sus criterios sobre la construcción del socialismo en las circunstancias de Cuba:
" Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer el hombre nuevo.
" En nuestra ambición de revolucionario, tratamos de caminar tan aprisa como sea posible, abriendo camino, pero sabemos que tenemos que nutrirnos de la masa y que esta solo podrá avanzar más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo"[4]
El comandante Ernesto Guevara legó también un cuerpo teórico sobre la creación de la economía socialista, el sistema Presupuestario de Financiamiento, que aplicó a las empresas socialistas del Ministerio de Industria, del que fue ministro.
Alrededor de esta experiencia novedosa en la dirección de la economía socialista se desarrolló un debate entre 1963 y 1964, en el que participaron especialistas cubanos y extranjeros.
Se discutía la validez de la aplicación de la Ley del Valor en condiciones del socialismo, frente al Cálculo Económico, método aplicado en los países socialistas. El Che defendía la posibilidad del Sistema Presupuestario en condiciones del socialismo, en las que al hombre se le compulsa con la utilización de mecanismos adecuados de estímulos morales y materiales. Su pasión de estudioso lo llevó en un breve plazo a profundizar en el estudio de esta variante para la economía, pero las condiciones de Cuba como país bloqueado y las presiones de los que querían "ir al seguro" con el sistema aplicado en los países socialistas, pospuso la continuidad de esta original y enriquecedora forma de hacer avanzar la economía.
Los debates en torno a la creación artística y literaria marcan el inicio de la confrontación de ideas en el ámbito cultural dentro del proceso revolucionario. Con el triunfo de enero se desataron en Cuba las fuerzas creadoras de la intelectualidad, que en su mayoría se identificaron con los cambios. Por esta razón este grupo social, pequeño pero importante, inicia una creativa, intensa y singular convergencia con la Revolución, a pesar de su heterogeneidad de pensamiento e influencias diversas.
Uno de los temas más importantes para los intelectuales y artistas era la libertad de creación, por lo que desde inicios hubo tensiones con ciertos sectores que desde la Revolución adoptaban una posición más dogmática, este enfoque era asumido por los redactores de "Lunes de Revolución", tabloide cultural del periódico Revolución, dirigido por Guillermo Cabrera Infante, quienes desde sus páginas comenzaron a "pedir cuentas" a los escritores y artistas por su obra de "evasión de la realidad" y de poco o ningún compromiso social antes del triunfo de la Revolución, atacando directamente al grupo Orígenes y su mentor José Lezama Lima.
En estos círculos intelectuales había muchas preguntas sin contestar y desde la dirección de la Revolución no había una política cultural definida, como no fuera la línea de "Lunes de Revolución", que protagonizó una protesta por la censura del documental "PM", financiado por este semanario y que fue interpretado como un ataque a la libertad de expresión y provocó un malestar evidente entre los intelectuales de La Habana.
Por tal motivo la dirección de la Revolución convocó a los intelectuales a una reunión realizada en la Biblioteca Nacional José Martí, los días 16, 23 y 30 de junio de 1961. El objetivo era debatir los temas que preocupaban a este sector. Fue un proceso extenso, en el que se expresaron diversos criterios, y que terminó cuando Fidel, después de escuchar todos los criterios, dejó definida la política cultural del proceso revolucionario en sus palabras de resumen, conocidas hoy como "Palabras a los intelectuales":
"Si a los revolucionarios nos preguntan qué es lo que más nos importa, nosotros diremos: el pueblo. Y siempre diremos: el pueblo. El pueblo en su sentido real, es decir, esa mayoría del pueblo que ha tenido que vivir en la explotación y en el olvido más cruel. Nuestra preocupación fundamental siempre serán las grandes mayorías del pueblo, es decir, las clases oprimidas y explotadas del pueblo. El prisma a través del cual nosotros lo miramos todo es ese: para nosotros será bueno lo que sea bueno para ellos; para nosotros será noble, será bello y será útil todo lo que sea noble, sea útil y sea bello para ellos.
"Comprendemos que debe ser una tragedia para alguien que comprenda esto y, sin embargo, se tenga que reconocer incapaz de luchar por eso. Nosotros somos o creemos ser hombres revolucionarios; quien sea más artista que revolucionario no puede pensar exactamente igual que nosotros. Nosotros luchamos por el pueblo y no padecemos ningún conflicto, porque luchamos por el pueblo y sabemos que podemos lograr los propósitos de nuestras luchas.
"Y la Revolución tiene que tener una política para esa parte del pueblo, la Revolución tiene que tener una actitud para esa parte de los intelectuales y de los escritores. La Revolución tiene que comprender esa realidad, y por lo tanto debe actuar de manera que todo ese sector de los artistas y de los intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentren que dentro de la Revolución tienen un campo para trabajar y para crear; y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tiene oportunidad y tiene libertad para expresarse. Es decir, dentro de la Revolución.
"Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie -por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera,- nadie puede alegar con razón un derecho contra ella. Creo que esto es bien claro."[5]
A pesar de la claridad de estos conceptos, a lo largo de estos años su aplicación ha sido coyuntural y selectiva de acuerdo al momento histórico y a la percepción de los "funcionarios" erigidos en guardianes de esta política.
Durante este período el debate sobre la creación artística y literaria se mantuvo con fuerza frente a los intentos de estrechar el horizonte de la creatividad con la justificación del compromiso social.
En 1967 Carlos Rafael Rodríguez en conversación con alumnos de la Escuela Nacional de Arte define con claridad posiciones con respecto a la creación y los creadores:
" De una parte existe el peligro de la invasión administrativa en la esfera del arte. Quiere esto decir que desde un punto de vista central cualquiera sea el Partido o sea la administración haya uno ovarios funcionarios que juzguen lo que debe o no debe ser exhibido.
"Y la experiencia nos aconseja a ser muy cauteloso en esa materia, porque en este caso puede ocurrir que los gustos individuales, de los funcionarios se conviertan por obra y gracia de las autoridades, en gustos nacionales"[6]
También el Che se refiere a este fenómeno de la libertad de creación en el socialismo:
"Cuando la Revolución tomó el poder se produjo el éxodo de los domesticados totales: los demás revolucionarios o no, vieron un camino nuevo. La investigación artística cobró nuevo impulso. Sin embargo las rutas estaban más o menos trazadas y el sentido del concepto fuga se escondió tras la palabra libertad. En los propios revolucionarios se mantuvo muchas veces esta actitud, reflejo del idealismo burgués en la conciencia"[7]
En cuanto a las ideas filosóficas, en los medios universitarios y la dirigencia revolucionaria, se produjo un clima de estudio y apropiación crítica del marxismo, particularmente en su vertiente leninista.
El debate se concentra en torno a la enseñanza "manualista de la filosofía" y se defiende el estudio de la misma partiendo de las fuentes originales y teniendo en cuenta los documentos más actualizados de otras figuras, incluyendo los nacionales.
Entre los defensores de este criterio se destacan los profesores del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. Ellos partiendo de estas concepciones editan en 1966 la selección "Lecturas de Filosofía" en dos tomos, libro en el que se recogen fragmentos de textos originales de Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Lenin, junto a otros autores Althusser, Gramsci, Fidel Castro y Ernesto Guevara, entre otros. Unido a estos trabajos aparecen artículos y ensayos de este grupo de jóvenes marxistas cubanos, entre los que están: Fernando Martínez Heredia, Talía Fung, Hugo Azcuy, Isabel Monal, José Bell Lara, Aurelio Alonso, etc.
En el prólogo de los "Lecturas de Filosofía" se expresa su objetivo de servir de libro de texto a los estudiantes de filosofía, sin limitar su capacidad de pensar y con ella rescatar el carácter de ciencia del marxismo. Este libro fue un texto importante dentro del desarrollo del pensamiento cubano, es la primera sugerencia original para la enseñanza del marxismo. Con si acertada selección de textos se da una visión más general del pensamiento marxista en el momento de publicarse el libro.
También entre los dirigentes de la Revolución fue preocupación el modo de enseñar las doctrinas de marxistas, habida cuenta de que era la base ideológica del proceso revolucionario cubano. A este tema se refirió Fidel en varias ocasiones:
" Nosotros debemos ser un pueblo que desarrollemos al máximo nuestra capacidad de pensar Malo es intentar imponerle a nadie un patrón de pensamiento Pero malo muy malo, es ese espíritu de indigencia mental de quien es incapaz de crear."[8]
" Esta es una doctrina revolucionaria y dialéctica, no una doctrina religiosa, es una guía para la acción revolucionaria y no un dogma. Pretender enmarcar en especies de catecismo el marxismo, es antimarxista"[9]
En este ambiente de fructífero debate de ideas se publican en Cuba obras de pensadores marxistas que la ortodoxia, principalmente los soviéticos, califican de "revisionistas", como son los casos de Louis Althausser, Gyogy Lukacs, Herbert Marcase y Antonio Gramsci, entre otros, lo que convirtió el período en un rico momento de recepción y elaboración de ideas, en el que el proceso revolucionario cubano pugnaba por mantener su originalidad acorde con sus necesidades ideológicas.
Es en estos momentos cuando aparece la revista "Pensamiento Crítico" (1967-1971) dirigida por Fernando Martínez Heredia, en la que las ideas tercermundista y revolucionarias encuentran una tribuna de divulgación, junto a las nuevas propuestas teóricas del pensamiento progresista internacional. La novedad de su contenido la convierten en imprescindible para los estudios de las corrientes de izquierdas de este momento.
No era un órgano de ninguna organización, institución o grupo, era una revista cultural costeada por el estado cubano, inspirada por un grupo de jóvenes filósofos desde el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana.
La difícil coyuntura política de los inicios de la década del 70, los compromisos políticos e ideológicos con la Unión Soviética, y otras circunstancias de índole similar en las esferas decisorias del partido y el estado, provocan la interrupción del debate entorno al marxismo en Cuba, la disolución del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana y el cese de la circulación de la revista "Pensamiento Crítico". El marxismo-leninismo se hizo ideología oficial del estado y la Revolución.
El gran impulso educativo
Una de las primeras preocupaciones de las nuevas autoridades cubanas fue el mejorar la situación educacional del país, para ello comenzaron por reorganizar el sistema de educación en Cuba comenzando por el Ministerio de Educación a cuya dirección fue asignado el joven abogado y dirigente del M-26-7, Armando Hart Dávalos.
En febrero de 1959 se dicta la Ley 76 que descentraliza la actividad del Ministerio de Educación (MINED) y crea los departamentos provinciales y municipales del mismo, ese mismo mes fueron aprobados otras leyes y decretos que regulan la evaluación de los maestros y profesores en las enseñanzas primaria, secundaria y preuniversitaria.
Las reformas organizativas de la enseñanza parten de las garantías constitucionales que la Revolución viene dispuesta a cumplir plenamente al eliminar todo tipo de discriminación racial o de género, la separación de la Iglesia de la enseñanza, la gratuidad en todos los niveles y la creación de las escuelas para adultos, de oficio, tecnológicas y de artes.
Se puntualiza que la Ley Fundamental en la enseñanza es el amor a la patria, y la educación en el espíritu de cubana y solidaridad humana; amor a las instituciones y a los héroes de la patria.
Las autoridades educacionales de la Revolución heredan para el 58-59, 7 567 escuelas primarias, muy pocas de ellas en áreas rurales, la mayoría en muy mal estado constructivo y poca ayuda estatal. Las escuelas privadas eran una minoría, todas en muy buenas condiciones, concentradas en las grandes ciudades donde constituían un sistema formador de élites. Para ese curso el numero de niños en edad escolar era de 831 000, de los cuales 717 417 recibían educación, lo que constituía solo el 86 %. Mucho más grave era esta situación en las zonas rurales en las que apenas el 53 % de los niños iban a la escuela.
La falta de maestros y recursos, junto a la necesidad de las familias de utilizar la fuerza de trabajo de los menores, hacía casi imposible su asistencia al aula. En contraste la Revolución encontró 10 000 maestros desocupados.
El primer curso lectivo de la Revolución se inicia en enero de 1959 con diez mil nuevas aulas que no solo daba empleo a los maestros sino que permitía aumentar la matrícula de niños. El milagro fue posible gracias a los sindicatos que ofrecieron sus locales para abrir escuela, en tanto en el campo se benefició con la apertura de 3 mil aulas con maestros fijos, agrupados en la Brigada de Maestros de Vanguardia Frank País García, en cuanto local se encontró para cubrir esta necesidad perentoria de los niños campesinos.
El 14 de septiembre de 1959 el Gobierno Revolucionaria entrega al MINED el Campamento Militar de Columbia, convertido en la Ciudad Escolar Libertad. El 28 de enero de 1960 el Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, se convierte en la Ciudad Escolar 26 de Julio, y otros 68 cuarteles fueron convertidos en escuelas en ese año, creándose una capacidad para 40 mil alumnos.
Completando la reforma general de la enseñanza cubana, el 6 de junio de 1961 se aprueba la Ley de Nacionalización de la Enseñanza, que incorpora al sistema nacional de educación los diversos centros de que estaban en manos de la Iglesia, instituciones privadas y propietarios individuales. La enseñanza pasó a ser una función social ejercida sin discriminación y como derecho del pueblo.
Con la intervención de los colegios privados se eliminó un foco contrarrevolucionario y de la reacción burguesa, que utilizó su influencia en los mismos para tratar de desestabilizar al país por medio de huelgas y protestas estudiantiles y de profesores.
Al llegar al poder la Revolución había en Cuba un estimado de un millón de analfabetos, en una población que apenas rebasaba los seis millones de habitantes. Cifra que representaba el 24 % de la población adulta de las ciudades y el 44 % en las áreas rurales.
Desde antes del triunfo de la Revolución está en sus dirigentes la preocupación por eliminar este flagelo, por este motivo en 1959 se creó la Comisión Nacional de Alfabetización y Educación Fundamental, encargada de la preparación de programas para dar inicio a la alfabetización de este sector de la población. En todas las provincias y municipios se crean comisiones similares y se organizan 844 escuelas para adultos, con 2 832 maestros que alfabetizaron en este primer año a 19 075 personas.
A fines de 1960 el Gobierno Revolucionario decide acelerar el proceso de erradicación del analfabetismo, decisión ratificada por Fidel en la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre de ese año. El 3 de octubre de 1960 se constituye la Comisión Nacional de Alfabetización, encargada de elaborar la estrategia, preparar a los maestros, censar a los iletrados y explicar a la población la necesidad de erradicar este problema.
A inicios de 1961 el índice de analfabeto sobrepasa aún el 23 %, lo que representaba una cifra de 1 050 700 personas que no sabían leer ni escribir. La Revolución proclamó a 1961 como el Año de la Educación, movilizando a más de cien mil jóvenes de la enseñanza media con el lema: «Si sabes enseña, si no sabes aprende» y la frase martiana, "ser culto para ser libre"[10], ellos marcharon a los más apartados rincones de la geografía cubana para llevar la enseñanza a quienes se le había negado hasta ahora ese derecho.
La Campaña de Alfabetización se desarrolló en condiciones muy difíciles, abundaban las bandas de alzados contrarrevolucionarios en todas las provincias y la reacción interna y externa desató una campaña de terror contra los jóvenes maestros voluntarios. Una de sus primeras víctimas lo fue el joven maestro voluntario Conrado Benítez, asesinado en el Escambray, su nombre sirvió de bautizo a las brigadas de alfabetizadores que emprenden la campaña.
Luego entraron en acción 21 266 maestros-obreros, organizados en las «Brigadas Patria o Muerte», que en septiembre de 1961 llegaron a las zonas más intrincadas y peligrosas.
Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) crearon en las zonas urbanas 5 740 grupos con 28 318 alfabetizadores que enseñaron a más de 200 mil personas en las zonas urbanas. Factor decisivo en este esfuerzo educativo lo fueron los militantes de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), los maestros profesionales, estudiantes universitarios y otros muchos sectores de la sociedad cubana.
Los medios principales para enseñar a leer y escribir fueron, el Manual "Alfabeticemos", para maestros; y la cartilla "Venceremos", con 15 lecturas ilustradas con fotografías sobre la vida en Cuba Revolucionaria, para los alumnos. Estos folletos se editaron en una tirada masiva de un millón de ejemplares; al final de la campaña se editó un folleto de aritmética, "Producir-Ahorrar-Organizar"
Se consideraba alfabetizada a la persona capaza de leer un texto breve y sencillo, además de escribir una carta con iguales requisitos y dirigida por lo general al líder de la revolución Fidel Castro.
Ya en noviembre de 1961 se declara libre de analfabetismo el municipio de Melena del Sur, en la provincia de La Habana y el 22 de diciembre del propio año todo el país alcanzó ese propósito. En total fueron alfabetizado 707 212 adultos, quedando sin aprender unos 271 995 personas, en su mayoría ancianos y personas incapacitadas para el aprendizaje. El índice de analfabetismo se redujo al 3,9 %.
La Campaña de Alfabetización fue el primer paso en el despegue cultural del país por lo que terminada la misma se organiza un sistema educacional de seguimiento para los adultos a fin de completar su integración a la nueva sociedad que se construía.
La enseñanza de adulto experimentó un notable avance, en el curso 59-60 había matriculados en las escuelas nocturnas, 34 531 personas que al siguiente curso aumentan a 70 043, lo que representa un 102,8 %. Al término de la Campaña de Alfabetización matricularon en las escuelas nocturnas 416 054 alumnos, casi seis veces más que en el curso anterior.
En 1963 se inicia la Batalla por el 6to grado, tras comprobarse que el 60 % de los trabajadores cubanos tenían un promedio de escolaridad entre 1º y 2º grado y que solo el 5 % declaraba tener el sexto grado. En las zonas rurales la situación era más deplorable.
Ese mismo año 63 se inician los cursos de Secundaria Obrero Campesina (SOC), con una matrícula inicial de 37 mil alumnos, que se complementaba con el esfuerzo conjunto que llevaban adelante los ministerios, organismos y empresas para capacitar a sus trabajadores en cursos de3 a 8 meses y en horario nocturno, en especialidades necesarias para la economía y la sociedad en su conjunto.
Completando el sistema de educación de adultos se crea en 1962 la Facultad Obrero Campesina (FOC), con el fin de preparar a los adultos en cursos nocturnos para ingresar a la enseñanza superior. Primero se implemento en la Universidad Central Marta Abreu de Santa Clara, con filiales en Cienfuegos y Sancti Spíritus y un año después se extiende al resto del país. En su primer curso la FOC matriculó 756 estudiantes trabajadores que en el curso 67-68 llegaban a 8 156.
La Enseñanza Técnico Profesional media, prácticamente no existía en Cuba antes de 1959. Para esa fecha apenas había 18 centros de este tipo para formar técnicos medios y obreros calificados y seis de ellos era para la enseñanza agropecuaria. Los planes de desarrollo emprendidos por la Revolución hacían necesaria la preparación del personal calificado para la industria, la agricultura y otras esferas sociales, como la educación, la salud y la cultura.
En 1961 comenzaron a funcionar los tecnológicos industriales en La Habana, Matanzas, San Clara y Holguín, para luego incrementarse hasta el número de 14 y con 11 169 alumnos en el curso 62-63.
La enseñanza agropecuaria recibió un tratamiento especial, enfatizando en la preparación de técnicos para la caña de azúcar, en especialidades de riego, cultivo, mecanización. La red de centros de este tipo se fue incrementado en la década del 60 con una matrícula de 42 mil alumnos.
Para la preparación de técnicos para la industria y la agricultura, el país contó con la valiosa colaboración de especialistas soviéticos que se incorporaron al sistema de enseñanza en 1962. Ellos tuvieron mucho que ver en la preparación de los programas y planes de estudios y el adiestramiento del personal docente cubano.
En 1961 comenzaron a estudiar en la Unión Soviética los primeros alumnos cubanos que en número de 800 se formaron como técnicos y obreros calificados, sufragados por el estado soviético. En total entre 1961 y 1964 cursaron estudios en la URSS unos cuatro mil cubanos en 180 especialidades.
Con ayuda soviética se crearon varios centros de estudios, como el de Construcción de Maquinarias de La Habana; el Minero del Cristo, Santiago de Cuba, el Agropecuario de Holguín y la Escuela de Pesca de La Habana.
En cuanto a las actividades administrativas y de economía (Escuelas de Comercio), eran las únicas que contaban con tradición y desarrollo antes de 1959. Eran escuelas que formaban cuadros para las empresas del país y que en 1963 tenían 15 mil alumnos en 24 escuelas, en todo el país. Entre 1962 y 1964 se reorganizan las escuelas de comercio disminuyendo su alumnado hasta que a finales de la década de los 60 casi desaparecen. El prejuicio contra esta especialidad nace de su asociación con el burocratismo y el sistema capitalista, provocando el estancamiento y retroceso del control económico en Cuba.
Al terminar la Campaña de Alfabetización se crea el Plan de Becas con más de 40 mil jóvenes, en su mayoría alfabetizadores, albergados en La Habana, en las abandonadas casas de la burguesía. Ellos se formaron en diversas especialidades necesarias para el país o continuaron los estudios medios para ingresar luego en las universidades.
Entre las escuelas creadas y nutridas con estos becarios está la Escuela Nacional de Artes (ENA), construida en los terrenos del exclusivo Country Club. Su primer curso fue en 1962 y en ella se iniciaban una buena parte de la primera generación de artistas formados por la Revolución, en especialidades de teatro, pintura, danza, música y ballet.
Se iniciaba una experiencia nueva en Cuba donde la formación artística anterior al triunfo de la Revolución, correspondía en su inmensa mayoría en escuelas privadas, mayoritariamente de música. De artes plásticas había dos academias estatales, una privada de ballet y ninguna de teatro.
Con la ENA se pretendía dotar al artista de las técnicas imprescindible para desarrollar su personalidad individual y dar posibilidad de acercarse al arte a los hijos de las clases más humildes.
Se crearon cursos especiales para mujeres, tanto de superación escolar, como de calificación para ex trabajadoras domésticas, meseras de bares, prostitutas, campesinas y otras mujeres que no habían tenido la oportunidad de superarse. En 1962 se crearon 98 escuelas nocturnas para mujeres en la que matricularon unas 20 mil, en cursos de mecanografía, taquigrafía, contadoras, secretarias, etc.
En La Habana se crea el Plan Ana Betancourt, para adiestrar a las mujeres campesinas en el oficio de corte y costura, y otros conocimientos prácticos de higiene y de utilidad doméstica, al tiempo que se les superaba en cuanto a la enseñanza general. Eran mujeres que permanecían becadas un tiempo en La Habana y luego volvían a su lugar de origen con conocimientos que difundirían entre sus vecinas.
A partir de 1962 muchos de becados fueron movilizados para la recogida de café en las montañas de la antigua provincia de Oriente, en lo que constituyó un antecedente de la aplicación del principio martiano de combinación del estudio con el trabajo, que se hará uno de los presupuestos principales de la pedagogía cubana.
En 1966 la experiencia se pone en práctica en la enseñanza secundaria de la provincia de Camaguey, al movilizarse durante 35 días a los estudiantes de las ciudades hacia planes agrícolas del territorio. Luego se generalizó a todo el país en 1967 incorporado como parte del programa de estudios de la enseñanza secundaria y preuniversitaria.
La formación de maestros para la enseñanza primaria comenzó a basarse en principios nuevos: desaparecen las Escuelas Normalistas para la formación de estos y en su lugar se crea un programa en tres fases a partir de 1962.
En una primera fase los futuros maestros eran llevados a una improvisada escuela con condiciones guerrilleras en Minas del Frío, en la Sierra Maestra, allí permanecían un curso y culminaban sus estudios con el ascenso al Pico Turquino, la montaña más alta de Cuba.
Los que aprobaban esta difícil prueba pasaban a Topes de Collantes, en el Escambray, con mejores condiciones de vida pero manteniendo la rígida disciplina militar. Allí permanecía dos años y culminaban los estudios en el Instituto Pedagógico Antón Makarenko de La Habana en los dos años finales, donde se concentraban los estudios de la especialidad y la práctica docente.
Este programa hacía difícil y lento la formación de maestros, tan necesarios al sistema de enseñanza cubano, que estaba en plena expansión. Por ello en 1966 se abolió y se decidió formar maestros en sus propias provincias.
El déficit de maestros durante todo este período, obligó al Gobierno revolucionario a crear un programa de formación de maestros emergentes, que llevó a las aulas a personas con el mínimo de conocimiento y que se irían calificando poco a poco, a través del Instituto de Superación Educacional (ISE), creado en 1960 y que además cumplía el propósito de elevar el nivel cultural y pedagógico de los maestros graduados.
La enseñanza superior tenía antes de 1959 tres universidades estatales y algunos centros privados que desaparecieron con la nacionalización de la enseñanza en 1961. En este sector una de las primeras medidas de las autoridades revolucionarias fue la creación del Consejo Superior de Universidades, organismo asesor que trabajó en la elaboración de las reformas para la enseñanza superior.
Este trabajo culminó en 1962 con la reforma a la enseñanza universitaria que eliminó el régimen de autonomía de las Universidades que pararon a ser dirigidas por el MINED; se crean las bases para poner la enseñanza superior al alcance de todos los ciudadanos, creando facilidades para que puedan ingresar a ellas, los obreros y los campesinos. Se introduce el marxismo-leninismo como la base ideológica de la formación profesional y del trabajo investigativo en las mismas. Se enfatiza en la formación de cuadros para la economía cubana; se crea el sistema de becas para estudiantes, estipulando condiciones especiales para los trabajadores que arriben a estos centros como estudiantes.
Las universidades fueron rediseñadas para responder de la mejor manera al desarrollo científico-técnico del país, al tiempo que se crearon nuevas facultades y se mejoraron los programas para formar los especialistas que necesitaba el país. Se enfatiza en una enseñanza práctica, ligada a la vida y al desarrollo social del país, al servicio del pueblo y acorde a sus intereses.
La vinculación del estudio con el trabajo pasa a ser la base de la pedagogía cubana aplicada en las universidades junto al principio de democratización de la vida universitaria.
Se crearon nuevas especialidades entre ellas los Institutos Pedagógicos (1964) anexos a las universidades para la formación de profesores para la enseñanza media y superior. La enseñanza médica se amplio a las tres universidades existentes para formar los médicos necesarios que suplirían a los miles que abandonaron el país al triunfo de la Revolución.
En el primer decenio de la Revolución la enseñanza superior confrontó dificultades con su matrícula producto de la baja promoción en la enseñanza media y la deserción de estudiantes de los primeros años, debido a su pobre preparación de base que les impide responder a las exigencias cada vez más alta de las universidades.
En el curso 59-60 la matrícula universitaria cubana era de 25 295 alumnos, disminuyendo progresivamente hasta alcanzar su nivel más bajo en el curso 62-63 con 17 257 educandos. Luego se inicia un lento y progresivo aumento del alumnado hasta alcanzar 34 520 estudiantes en el curso 69-70.
A pesar de los grandes avances en la enseñanza cubana de la década del 60, subsistían serias dificultades y deficiencias en el sistema: La concentración de repitentes en la enseñanza primaria, lo que trae por consecuencia un estancamiento de estudiantes de ese nivel y por ello deficiente flujo de promoción para la enseñanza media y superior. Constantes cambios de programas y planes de estudios. Las reformas en los diversos tipos de enseñanza, sin la debida integración. Diversos enfoques dentro de una misma asignatura y nivel. Falta de orden en los temas de los programas y déficit de maestros titulados.
Todas estas dificultades fueron discutidas a principios de la década del 70 en debates promovidos por el Gobierno Revolucionario y que culminaron en el primer Congreso de Educación y Cultura (1971)
En cuanto al sistema de bibliotecas en Cuba, llega a 1959 con graves deficiencias de actualización técnica, falto de un sistema nacional integrador y la mayoría de ellas pequeñas y abandonadas, sustentadas por patronatos o instituciones privadas.
La Biblioteca Nacional José Martí, tras decenios de abandono oficial, logra inaugurar en 1958 una adecuada edificación para sus colecciones, junto a la Plaza Cívica[11]En 1959 el Gobierno revolucionario nombra Directora de dicha institución a la Doctora María Teresa Freyre de Andrade, destacada intelectual cubana quien apoyada por los trabajadores del centro y con la colaboración de un grupo de prestigiosos intelectuales cubanos, reorganiza la institución, poniéndola en condiciones de hacer un trabajo científico con la bibliografía cubana.
En base de una colección de 250 mil ejemplares, se organizan los Departamentos, entre ellos el de Circulante y la Sala Infantil, que permite que miles de personas puedan beneficiarse con los fondos y servicios bibliotecarios. Se continúa la recopilación sistemática del patrimonio bibliográfico nacional y se activan las publicaciones especializadas de la institución.
En 1959 se crea la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, con el fin principal de fomentar la lectura entre los cubanos. Dos años después aparece la Dirección Nacional de Bibliotecas rectorada por la Biblioteca Nacional José Martí, que asesora el trabajo técnico y metodológico de las bibliotecas públicas.
El MINED crea la Red Nacional de Bibliotecas escolares (1960), para resolver los problemas de información de alumnos y profesores. Otros ministerios e instituciones crean bibliotecas especializadas de acuerdo a sus necesidades, algunos con redes defóliales provinciales.
En 1963 la Academia de Ciencias de Cuba funda el Instituto de Documentación e Información Científico-Técnica (IDICT) en base al cual se crearía el Sistema Nacional del mismo nombre.
En los centros de educación superior se fortalecen las bibliotecas centrales, las de facultades y escuelas, como principal fuente de información para profesores y estudiantes.
Un paso de gigante, el libro cubano en la Revolución
Las profundas transformaciones que caracterizaron los primeros años de la Revolución Cubana, tuvieron en la educación masiva su aspecto más significativo, pero este proceso masivo de enseñanza aprendizaje no pudo ser posible sin el desarrollo adecuado del portador principal del conocimiento y la información de esos momentos: el libro.
Desde 1959 la industria gráfica cubana recibió múltiples encargos del Gobierno revolucionario para publicar libros de textos educacionales y obras de todo tipo en tiradas inusuales para el ámbito cubano. Ese primer año se publicaron alrededor de quinientos títulos con tiras cercanas al millón de ejemplares, producidos principalmente por empresas privadas.[12]
Al agudizarse las contradicciones de la reacción oligárquica y sus aliados con el pueblo en el poder, los dueños de imprentas y editoriales quisieron utilizar sus medios de producción para crearle problemas al nuevo estado. Comenzaron a dificultar los pedidos estatales para la educación y priorizar la publicación de libros y folletos de contenido contrarrevolucionario y anticomunista, basándose en la libertad de imprenta para atacar a los intereses del pueblo. Luego comenzó el éxodo de los reaccionarios hacia los Estados Unidos y los propietarios de imprenta también abandonaron el país. La respuesta de la gobierno fue la intervención de las mismas.
El mayor impulso a la producción de libros se da con la entrada en vigor de la Ley 187 de 31 de marzo de 1959, que crea la Imprenta Nacional de Cuba, con todas las imprentas y editoriales nacionalizadas. Su principal misión era publicar libros escolares y para la cultura. Para dirigirla fue nombrado el reconocido intelectual cubano Alejo Carpentier.
En julio de 1959 se promulga la Ley 479 que rebaja el precio de los libros de textos para la enseñanza primaria, secundaria y profesional, en un 35 % y en un 25 % todos los demás. Esta medida crea la posibilidad de acercamiento a la cultura de las clases populares, terminando con el lucrativo negocio entre los dueños de imprenta y las escuelas privadas, a la vez que estimulaba la producción de libros.
Otro hecho impulsor de la industria editorial cubana fue la creación de los Festivales de Libros Cubanos organizados por Carpentier. Este evento se venía realizando en América Latina y tenía por finalidad principal, promover los libros nacionales en esta área geográfica, con tiradas grandes y baratas.
En septiembre de 1959 se produjo el primero y hasta los primeros meses de 1960 se organizaron otros dos, con buena acogida y público y el apoyo de las autoridades. La idea básica era promover todo un movimiento cultural en torno al libro cubano, con charlas, conferencias y ventas de libros baratos.
El 31 de marzo de 1960 sale de las impresoras nacionalizadas de los periódicos El País y Excelcior, la primera edición cubana de El Quijote, en cuatro tomos y una tirada nunca vista en Cuba, cien mil ejemplares a 25 centavos cada tomo. Se iniciaban las tiradas masivas de libros que caracterizaron todo el período de existencia de la Imprenta Nacional. En ella se hicieron los libros para la Campaña de Alfabetización: la cartilla Venceremos, con 110 páginas y dos millones de ejemplares; el Manual Para Alfabetizar, en tirada de un millón de ejemplares y otros folletos utilizados por maestro y educandos.
Notable fueron las publicaciones masivas de, La Historia Me Absolverá, de Fidel Castro; Los Hombres de Panfilov en la primera línea y La carretera de Volokolamsk, de Alexander A. Bek, los tres con tirada de 250 mil ejemplares; Reportaje al pie de la Horca, de Julios Fusik, 150 mil ejemplares; Vida del Buscón, de Francisco de Quevedo y Antología, de Rubén Darío, con 100 mil ejemplares.
El equipamiento técnico de la Imprenta Nacional proviene fundamentalmente de los talleres de los periódicos nacionalizados, junto a las imprentas intervenidas. A fines de 1961 contaba con 75 talleres, 60 de ellos en La Habana y se ocupaba además de la impresión de folletos, revistas, modelos y misceláneas.
Hasta 1962 se centralizó todo el trabajo de impresión en la Imprenta Nacional que en el breve plazo de dos años editó más de dos mil títulos con una tirada anual de nueve millones de ejemplares.
Sus ediciones se ordenaron en colecciones: Biblioteca para la Primera Enseñanza, Secundaria Básica y Educación Obrero Campesina; Enciclopedia Popular Cubana, que edita libros de conocimientos generales sobre historia, ciencia, arte, etc.; Biblioteca del Pueblo, para los clásicos universales; Biblioteca Básica de Cultura Cubana, con autores nacionales del siglo XIX y Ediciones Especiales, para publicar libros imprevistos.
La Imprenta Nacional de Cuba fue de una vital importancia para la cultura revolucionaria al poner al alcance del pueblo, autores de la literatura y la cultura universal; publicar un mayor número de libros científico-técnicos, dar a conocer a los autores cubanos de todas las épocas y divulgar ampliamente la historia nacional.
En 1962 se crea la Editora Nacional de Cuba que sustituye a la Imprenta Nacional, al frente de la nueva institución es nombrado Alejo Carpentier y sus objetivos son únicamente editoriales, ocupándose de la edición de libros. La impresión pasó a ser función de la Empresa de Artes Gráfica.
La Editora Nacional tenía varias editoriales subordinadas: Ministerio de Educación, Consejo Nacional de Cultura, Consejo Nacional de Universidades, Editora Juvenil, Editora Casa de Las Américas, Editora UNEAC y la propia Editora Nacional.
Con la creación de la Editora Nacional, la edición de libros va en busca de una mayor especialización. Quedaba a tras las tiradas masivas de los primeros tiempos, para ser sustituidas por ediciones de menor tirada, con mayor calidad de diseño, emplane, prólogo de autores reconocidos y otros requisitos técnicos que eleva la calidad del libro.
Surge el oficio de editor que es desempeñado por escritores cubanos; artistas plásticos se incorporan al diseño de libros, sobresaliendo en este período Raúl Martínez, considerado el iniciador y principal impulsor de esta especialidad en el país.
En 1963 se funda la Editora Política con el objetivo de publicar libros sobre ciencias sociales, principalmente de historia y política. Con ella se completa el sistema de la Editora Nacional.
Es en este período en que el libro cubano tiene que enfrentar uno de sus más grandes retos, debido a las agresiones que recibía la Revolución y por el reforzamiento del bloqueo económico, se comenzó a confrontar dificultades para adquirir licencias de publicación, principalmente de textos científico-técnicos y de la enseñanza, cuyos autores o casa editoriales le negaban a Cuba su derecho a imprimirlos. La situación se hizo particularmente aguda en 1965 causando una crisis en la enseñanza superior por falta de libros de textos.
A fines de ese año Fidel Castro proclama el derecho de Cuba a tener acceso a esos conocimientos, patrimonio de la humanidad, por lo que declaró la universalidad de ellos y autorizando su publicación si autorización de los dueños de las patentes.
Surgen las Ediciones Revolucionarias, una nueva editorial dedicada a publicar de forma rápida, gratuita y con calidad, las obras no autorizadas. Estas tiradas de libros para la enseñanza superior eran muy variadas, con tiradas limitadas, fotocopiados y con un buen nivel de calidad.
En 1966 aparecieron más de 150 títulos bajo el sello de Ediciones Revolucionarias, número que aumentó considerablemente hasta 1977. Por más de diez años en Cuba no se pagaron derechos de autor a nacionales o extranjeros, debido a la situación de bloqueo cultural a que se sometió al país.
El 27 de abril de 1967 fue creado el Instituto Cubano del Libro con seis editoriales: Pueblo y Educación, que preparaba libros para la educación; Gente Nueva, que se ocupaba de la literatura infantil y juvenil; Arte y Literatura, de clásicos contemporáneos; Ciencias Sociales, Editorial Científico Técnica y Orbe, con obra de capacitación y divulgación. Quedaban como editoriales autónomas: Casa de Las Américas, Unión, de la UNEAC y la Editora Política del Comité Central del PCC.
Lo más notable de esta nueva etapa, fue la creación de la Colección Huracán, dentro de la Editorial de Arte y Literatura, partiendo de la experiencia de las Ediciones Revolucionarias; se utilizaba el sistema de fotocopia para acelerar la producción de libros de literatura popular, baratos, utilizando capacidades no explotadas en las imprentas, con papel de baja calidad y el mismo principio de dar a conocer lo mejor de la literatura universal. Por último y dándole un toque de calidad a las portadas, están los diseños de Raúl Martínez, quien con su colorido pop y su buen hacer, realza la Colección Huracán.
La prensa cubana al servicio de la Revolución
Al triunfo de la Revolución circulaban en el país, fundamentalmente en La Habana y las principales ciudades, una veintena de diarios en circulación, siendo los más poderosos, el reaccionario Diario de la Marina, decano y portavoz de la oligarquía cubana; El País, Excelcior, El Mundo, Información, Prensa Libre y Diario Nacional, todo con etiquetas de objetivos, imparciales, diarios de empresa, al servicio de todos, etc.
Al triunfo de la Revolución reaparece el diario de los comunistas cubanos, Noticias de Hoy, o simplemente Hoy, clausurado en 1953. Se legaliza el periódico Revolución, órgano del Movimiento 26 de Julio, dirigido por Carlos Franqui y de orientación liberal-nacionalista.
Desaparecieron el mismo 1º de enero de 1959 los libelos identificados con la dictadura, Tiempo en Cuba, de Rolando Masferrer; Mañana, Luz y Ataja.
La agudización de las luchas de clase convirtió a estos "objetivos diarios" en tribuna de la reacción contrarrevolucionaria, reflejando en sus páginas más que la verdad, el deseo desorientador y el discurso reaccionario.
La presión de las falsedades hizo que el colegio de periodistas de La Habana, apoyado por la mayoría del gremio gráfico, aplicara el derecho a la "coletilla" aclaratoria en la propia prensa burguesa.[13] Esta decisión tomada el 17 de enero de 1960 provoca conflictos con los dueños y sus seguidores, los que acudieron a los tribunales, apelando a la libertad de prensa que ellos violaban con sus mentiras, amenazando con el cierre de los periódicos y finalmente abandonan el país "por falta de garantías" para ejercer el periodismo.
La intervención sucesiva de los diarios abandonados por sus dueños, puso en mano de la Revolución estos medios de comunicación. El 11 de mayo de 1960 dejó de publicarse el Diario de la Marina y en el transcurso de ese año, dejaron de circular otros medios de la prensa burguesa. En abril de 1961 circulan en La Habana, los periódicos, Revolución, Hoy, La Calle y El Mundo.
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