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¿Las cosas son en realidad como las percibimos? (página 5)



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Las diversas respuestas sobre el origen el universo nos
dejan más desconcertados de lo que estábamos antes
de conocerlas. Afirmar que Dios lo creó de la nada es tan
confuso como decir que no sabemos quién lo hizo, ni
sabemos cómo pudo hacerlo. Pero si esta respuesta, dada
por cierto por muchas generaciones durante tanto tiempo, no
convence, tampoco lo hacen las teorías científicas.
El Big Bag sostiene que se expande a partir de una
explosión inicial, una singularidad irrepetible que no se
dio en un punto del espacio y un momento del tiempo sino a partir
de la cual comenzó a abrirse el espacio y correr el
tiempo. Pero la materia que explotó ¿de
dónde salió?, ¿siempre estuvo ahí?,
¿cuándo explotó? Y ¿por qué no
antes o después? Si esto no nos satisface, entonces
¿debemos volver a los mitos o es mejor no hacernos
semejante pregunta para evitar más confusiones? La esquiva
verdad cada vez más esquiva. ¡Las cosas no
son lo que parecen ni parecen lo que son!

La mecánica del
universo

La mecánica del universo nos ofrece diversos
puntos de vista, muchos de ellos superados en el transcurso de la
historia conocida. El filósofo griego Anaximandro
concebía el Universo como un número de cilindros
concéntricos, de los cuales el más exterior es el
Sol, el del medio la Luna y el más interno contiene las
estrellas. Dentro de estos cilindros está la Tierra, sin
base firme y en forma de bombo.

Según el modelo de Aristóteles, la tierra
es una esfera redonda y no una plataforma plana; es estacionaria,
y el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas se mueven en
órbitas circulares alrededor de ella, porque ésta
es el centro del universo.

El filósofo y científico egipcio Ptolomeo,
con fundamento en la idea de Anaximandro, amplió el
planteamiento aristotélico, afirmando que la Tierra estaba
en el centro, rodeada por ocho esferas que transportaban a la
Luna, el Sol, las estrellas y los planetas (conocidos en esa
época) Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno.
El modelo ptolomeico fue adoptado por la Iglesia Católica
como la imagen del universo que estaba de acuerdo con la Biblia,
agregando que fuera de la esfera de las estrellas estaba el
espacio ocupado por el cielo y el infierno. Este modelo
permaneció vigente en la tradición occidental por
más de 1.800 años, y sobre éste se
desarrolló gran parte de la cotidianidad, que
condicionó la manera de pensar, de sentir y de actuar, y
la forma de percibir, interpretar y sistematizar la
realidad.

La concepción aristotélica-ptolomeica
quedó sin vigencia a partir de los planteamientos de
Copérnico, Kepler, Galileo y Newton. Nicolás
Copérnico, astrónomo polaco (1473-1543), sostuvo
que el Sol era estacionario en el centro y que la tierra y los
planetas se movían en órbitas circulares a su
alrededor. El modelo copernicano se despojó de las esferas
celestes de Ptolomeo y, con ellas, de la idea de que el universo
tiene una frontera natural. La idea de una cómoda tierra
fija y central rodeada de luz y estrellas perdió toda
credibilidad gracias a las teorías copernicanas del
movimiento de nuestro planeta. Johannes Kepler, astrónomo
alemán (1571-1630), descubrió que los planetas no
se mueven en círculo, sino en elipse (círculo
alargado). Galileo Galilei, científico italiano
(1564-1642), precisó que Júpiter estaba
acompañado por satélites o lunas que giran a su
alrededor, concluyendo que los planetas no giran directamente
alrededor de la tierra.

En tanto que Aristóteles sostenía que la
Tierra estaba en reposo, Newton afirmaba que no existía un
único estándar de reposo. "Newton creía que,
además de la materia, existían el espacio y el
tiempo absolutos. Es decir, que existe una multiplicidad
tridimensional de puntos y una multiplicidad unidimensional de
instantes, así como una relación de tres
términos que involucran la materia, el espacio y el
tiempo, o sea, la relación de ocupar un punto en
un instante. En esta concepción, Newton coincidía
con Demócrito y los otros atomistas de la antigüedad,
que creían en los átomos y el
vacío
", precisa Russell.

Aristóteles y Newton creían en el tiempo
absoluto. Antes de Newton se tenía la idea de una
posición absoluta en el universo. Einstein planteó
que no existía un tiempo absoluto, porque cada observador
debe tener su propia medida del tiempo, que es la que
registraría un reloj que se mueve junto con él, y
relojes idénticos moviéndose con observadores
diferentes no tendrían porqué coincidir. En su
Teoría de la Relatividad no existe un tiempo absoluto,
sino que cada individuo posee su propia medida personal del
tiempo
, medida que depende de dónde está y de
cómo se mueve.

Hasta que llegó Einstein se pensaba que
había un punto de referencia único para dos
observadores. Él demostró que no existe tal punto
en el planeta. En 1905 aclaró con su Teoría de la
Relatividad Especial que cualquier observador que se mueva
respecto a otro puede afirmar con todo derecho que está en
reposo. "No existe ninguna ley física que pueda determinar
quién está quieto y quién en movimiento",
afirma. En otras palabras, los experimentos físicos
realizados con cuerpos estáticos o en movimiento llevan
siempre a los mismos resultados. Con esta teoría
subvirtió las ideas fundamentales de la física
clásica al mostrar que el espacio y el tiempo no eran
dimensiones absolutas, independientes de los fenómenos,
como pensaba Newton, sino dimensiones relativas que
dependían del observador. Sin embargo, Einstein
coincidía con éste al afirmar que todo efecto tiene
una causa, en contra de Niels Bohr (1885-1962), físico
danés, quién sostenía que hay efectos sin
causa reconocible.

La concepción de tiempo, espacio y
naturaleza de la luz

Las concepciones de tiempo, espacio y naturaleza de la
luz han cambiado en los últimos años. Hasta
comienzos del siglo XX se pensaba que el tiempo era absoluto.
Cada suceso podría ser etiquetado con un número
llamado "tiempo" de una forma única, y todos los buenos
relojes estarían de acuerdo en el intervalo de tiempo
transcurrido entre dos sucesos. "Sin embargo, el descubrimiento
de que la velocidad de la luz resultaba ser la misma para
todo observador, sin importar cómo se estuviese moviendo
éste
, condujo a la Teoría de la Relatividad de
Einstein, y con ésta tenía que abandonarse la idea
de que había un tiempo absoluto único. En lugar de
ello, cada observador tendría su propia medida del
tiempo
, que sería la registrada por un reloj que
él llevase consigo: relojes correspondientes a diferentes
observadores no coincidirían necesariamente. De este modo,
el tiempo se convirtió en un concepto más personal,
relativo al observador que lo medía", precisa Stephem W.
Haking.

La concepción judeocristiana del tiempo lo
presenta como una flecha que avanza desde el Paraíso al
Juicio Final de modo irreversible. La visión
clásica de tiempo es que, si dos acontecimientos ocurren
simultáneamente respecto a un sistema de referencia,
entonces también lo deben hacer dentro de otro sistema. En
cambio, en términos de la Relatividad Restringida o
Especial, dos acontecimientos que son simultáneos en
un sistema de referencia, no necesariamente lo son en otro, que
se mueva respecto al primero
. "Los sucesos que son
observados como simultáneos por un observador en
movimiento, no lo son por un observador en reposo", sostiene
Vélez Correa. Sin embargo, la secuencia de causa y efecto
de los acontecimientos relacionados no quedará afectada.
La luz desempeña un papel especial en la
sincronización de relojes en diferentes sistemas de
referencia, puesto que tiene la misma velocidad en todos ellos.
Según la visión clásica, los observadores
parten de la misma escala de tiempo, mientras que para la
Teoría de la Relatividad Restringida cada observador
inercial requiere una escala de tiempo particular. Esta
teoría considera las magnitudes de tiempo y espacio como
una unidad. Por eso, contraria a la visión newtoniana del
espacio, el tiempo depende del sistema de referencia en el cual
se mide.

Según Alvaro Pineda Botero, en la modernidad, el
tiempo es un horizonte neutro, matriz en la que suceden eventos,
unidad de medida homogénea, soporte de la ciencia y de la
historia; dentro de él se pueden hacer relaciones y
comparaciones entre hechos del pasado, del presente y del futuro.
De esta manera, cualquier evento supone la existencia de causas y
consecuencias, lo que permite concebir proyectos. (El reto de
la crítica
).

Con el desarrollo de la teoría de la relatividad
se hace manifiesto que la cuestión del espacio y el
tiempo, que antes era un problema filosófico y
psicológico, tiene también un aspecto esencialmente
físico. "En el lenguaje precientífico las nociones
de tiempo y espacio se piensan como realidades autónomas y
subsistentes por sí mismas. Por espacio se entiende la
totalidad de las posiciones posibles en el orden de la
colocación de unas cosas junto a otras; totalidad que es
concebida como algo subsistente en sí mismo. El tiempo se
concibe como algo fluyente, corriente y al mismo tiempo como algo
distinto de todo proceso real de flujo. Después de las
ideas de Kant acerca del tiempo y del espacio como formas
apriorísticas de la intuición sensible, se impone
otra concepción distinta a la precientífica y de
algún modo más cercana a las nociones de la
teoría de la relatividad. El concepto de espacio no indica
ningún ser real, sino en lenguaje escolástico un
ente de razón, es decir, una construcción
conceptual simbólica que no es capaz de una
realización directa e inmediata, pero que sirve para la
descripción mediata e indirecta de relaciones reales entre
las cosas", indica un texto de filosofía de
enseñanza media.

Según Kant, los conceptos de tiempo y espacio no
son deducibles de la experiencia. Son formas a priori de la
sensibilidad, no son conceptos o cualidades de las cosas. Son
condiciones de nuestra intuición de las cosas. "No podemos
percibir -continúa el texto- nada sino en el espacio y en
el tiempo: todas las cosas que percibimos existen, pues, en
ellos, aunque éstos sean puros elementos subjetivos del
conocimiento sensible. Sobre el espacio se funda la
geometría, la cual puede determinar las propiedades
espaciales de todos los objetos posibles de la experiencia,
precisamente porque no se funda sobre la consideración de
algunos de estos objetos, sino sobre la forma universal subjetiva
que los condiciona. El tiempo, por su parte, es la forma del
sentido interno, de la sucesión, en la cual percibimos
nuestros estados interiores, y por tanto a nosotros mismos y, a
través de nuestros estados interiores, las cosas en el
espacio". En Kant y en las ciencias modernas, tiempo y
espacio deben ser concebidos como anclados en formas subjetivas
de representación y no en forma
objetivista
.

El Principio de Relatividad afirma que las leyes de
la física son las mismas en todos los marcos de
referencia
y que en cualquier parte del universo
descubriremos que actúan las mismas leyes de la naturaleza
para todos los observadores, independientemente de donde
estén o con qué velocidad se muevan: las leyes son
fijas, los fenómenos relativos
. Esto puede
considerarse como una confirmación-ampliación de lo
que pensaban Galileo y Newton. Pero la teoría de Einstein
introduce un segundo principio que declara que existe una cuarta
dimensión (el tiempo) equivalente a las tres dimensiones
habituales del espacio y que hay que acostumbrarse a pensar los
dos conceptos juntos. Nace así el concepto de
espacio-tiempo como un continuo. El tiempo se extiende,
linealmente, desde el pasado hasta el futuro
convirtiéndose mediante el cálculo
matemático en la cuarta dimensión de nuestro mundo.
Ahora nos encontramos con un nuevo espacio y reina un orden
perfecto. Los viajeros del espacio-tiempo dejan a su paso una
línea, o estela, invisible que los físicos llaman
línea universal. Esta línea la trazan
todos los objetos, sean átomos, personas o estrellas, a su
paso por el espacio y por el tiempo. Los accidentes que
configuran la línea universal que deja una persona en el
espacio-tiempo vienen determinados por su nacimiento y su muerte,
los lugares en que sucedieron, así como las ciudades en
que ha vivido y los pueblos o países que visitó.
¡En el maravilloso y desconocido viaje a través del
universo de la relatividad pueden ocurrir las cosas más
inverosímiles!

Según Einstein, la gravedad no es una
fuerza como las otras, sino que es una consecuencia de que el
espacio-tiempo no sea plano
, como previamente se
había supuesto: el espacio-tiempo está curvado,
o "determinado", por la distribución de masa y
energía en él presente.
Según
él, la gravedad no es una fuerza, sino un
fenómeno dependiente de la geometría espacial
.
Así como en el espacio tridimensional la distancia
más corta entre dos puntos es la línea recta,
en el mundo de las cuatro dimensiones el camino más
corto entre dos sucesos es la línea curva
. El hecho
de que el espacio-tiempo sea curvo significa que la luz ya no
parece viajar en líneas rectas en el espacio. Así,
la relatividad general predice que la luz debería ser
desviada por los campos gravitatorios. También predica que
le tiempo debería transcurrir más lentamente cerca
de un cuerpo de gran masa como la tierra. Newton concibe la
gravitación como una fuerza que actúa a distancia
entre los cuerpos, en tanto que Einstein considera a la
gravitación como una curvatura provocada en el
espacio-tiempo por la presencia de la masa.

La Teoría de la Relatividad nos fuerza a cambiar
nuestros conceptos de espacio y de tiempo, y a replantear y
modificar muchos paradigmas. Debemos aceptar que el tiempo no
está completamente separado e independiente del espacio,
sino que, por el contrario, se combina con él para formar
un objeto llamado espacio-tiempo. Einstein estableció que
no es posible determinar por medios físicos el
movimiento de ningún objeto; de ahí que tiempo y
espacio son relativos
. De acuerdo con esta teoría,
nada puede viajar más rápido que la velocidad de la
luz; su velocidad, de 300 mil kilómetros por segundo, es
la misma para todos los observadores. "La velocidad de la luz es
constante e independiente del cuerpo de donde sea emitida, sea
que este cuerpo esté en movimiento o en reposo", aclara
Vélez Correa.

La velocidad de la luz es una constante universal: tiene
el mismo valor independientemente del sistema de referencia
elegido y de la velocidad que tenga un foco emisor. Esa velocidad
no puede ser superada por ningún movimiento. La luz
tiene, para todos los observadores, una velocidad uniforme
.
Alcanza la velocidad más alta conocida y ésta
siempre es la misma. Si esto no fuera así, nuestro mundo
no existiría tal como lo vemos.

Las leyes que regulan cualquier fenómeno
físico son las mismas en todos los sistemas de referencia
que tengan los unos respecto a los otros un movimiento
rectilíneo y uniforme. Si no existiera una velocidad
máxima mensurable, cualquier fenómeno visual
podría actuar con infinita rapidez. Como consecuencia,
cualquier objeto que estuviéramos viendo
desaparecería al instante o sería sustituido por
otro.

La velocidad es un valor absoluto y constante. Para que
la luz siga siendo luz, debe tener la misma velocidad para todos
los observadores. Su velocidad no se ha podido modificar. Debe
ser la misma en cualquier sistema de referencia. No existe
ninguna fuerza en el universo capaz de hacer que la luz sobrepase
o disminuya esta velocidad. La luz tiene siempre la misma
velocidad, independientemente de la situación del
observador que la mire. El espacio y el tiempo son relativos y no
absolutos. La velocidad de la luz es constante. Cuanto más
se aproxima la velocidad de un objeto a la de la luz, su volumen
disminuye, su masa aumenta y el tiempo es más lento. A la
velocidad de la luz un objeto tendría un volumen cero, una
masa infinita y el tiempo no existiría.

Einstein, en la Teoría de la Relatividad
Especial, afirma que por ningún medio mecánico o
electromagnético se puede saber si un cuerpo se encuentra
en movimiento uniforme rectilíneo o en reposo, pues la luz
se comporta de la misma manera dentro de un cuerpo en reposo o en
movimiento uniforme rectilíneo, ya que la velocidad de la
luz es constante e independiente de que el cuerpo que la emita se
encuentre o no en movimiento. En consecuencia, el espacio de un
cuerpo que se mueva aparece para un observador en reposo acortado
y el tiempo alargado.

En términos de la Teoría de la Relatividad
General, Einstein generaliza la relatividad a todo movimiento,
afirmando que por ningún medio mecánico o
electromagnético se puede determinar si un cuerpo, que se
mueve con movimiento acelerado o rotatorio, está en
movimiento o en reposo, pues todo fenómeno físico
que ocurra dentro de ese cuerpo se comporta de la misma manera,
ya sea que ese cuerpo esté en movimiento acelerado o
rotatorio, o que ese cuerpo esté en reposo, pero sujeto a
las fuerzas gravíficas del universo.

No es que la Teoría de la Relatividad diga que
nada puede viajar más aprisa que la velocidad de la luz;
dice que nunca podremos conseguir que un objeto alcance la
velocidad de la luz porque para ello se necesita una fuerza
infinita para acelerar una masa infinita. Nada que hasta ahora se
mueva más lento que la velocidad de la luz puede ser
acelerado hasta esa velocidad (los protones viajan por
definición a la velocidad de la luz). De todas formas, los
científicos buscan partículas llamadas "taquiones"
que se mueven a velocidades más rápidas que la luz
y que no podrían ser desaceleradas. ¿Las
encontrarán? Es posible. La ciencia también es
incierta. ¡Las cosas no son lo que parecen lo que
son ni parecen lo que son!

Según la Teoría de la Relatividad, la
velocidad de la luz es un caso especial y por eso las
predicciones de la relatividad no encajan con nuestra experiencia
cotidiana: no ocurre lo mismo con la velocidad de un haz de luz
en un móvil vista por dos observadores en distintos planos
que lo que ocurre con una pelota arrojada en otro móvil
vista desde el suelo: la verificación experimental
contradice la experiencia cotidiana.

Las investigaciones einstenianas le permitieron
demostrar que en el universo todo está interrelacionado:
la luz con la velocidad, la velocidad con la aceleración,
la aceleración con la gravedad, la gravedad con la
materia, la materia con el espacio y el espacio con el tiempo.
¡Sencillamente impresionante su demostración! El
orden de estas magnitudes se puede alterar a voluntad. Nada
existe por sí solo; todo está en función de
todo. ¡La existencia de todo es relativa!

Como si semejante afirmación no fuera suficiente
para dejarnos "lelos", demostró que la gravedad no puede
ser una fuerza: entre el generador de cualquier energía y
las demás piezas de una máquina, siempre ha de
existir una conexión; sin ella no puede funcionar. La
unión se ha de producir a través de una palanca,
una rueda dentada, un cable, un cigüeñal… "Lo
que llamamos gravedad es, en realidad, un espacio torcido", fue
otra de sus contundentes y sorprendentes revelaciones. Debido a
la curvatura del espacio, que aumenta a medida que nos acercamos
a la tierra, se producen infinitas pendientes que, procedentes de
todas las direcciones del universo, convergen en el centro de la
tierra. Confirmadas las teorías de Einstein, sus
seguidores coligen que la Tierra, Marte y los demás
planetas no giran, en realidad, alrededor del Sol, sino que
vuelan rectilíneos, en un espacio que está torcido
en torno al sol. ¡Sencillamente revolucionaria esta
conclusión! ¿Cuáles serán sus
consecuencias?

Según las teorías einstenianas, a
altísimas velocidades y en las zonas de intensa gravedad
se produce una dilatación del tiempo. Entonces, sin
gravedad, los relojes funcionarían infinitamente de prisa.
Años, siglos y milenios se fundirían en un abrir y
cerrar de ojos. El ayer, el hoy y el mañana sólo
pueden existir en torno a una masa. Sin la masa no habría
gravedad. Y sin gravedad, no habría tiempo.
¡Así de sencillo! ¡Asombrosas estas
revelaciones, indiscutiblemente!

Einstein teorizó para responder qué era la
gravedad. Empezó a dilucidar este interrogante con sus
investigaciones con la luz. "Comprobó que nada es
más rápido que la luz. Semejante
comprobación le permitió hacer un nuevo
descubrimiento: a velocidades que se aproximan a la luz, el
tiempo transcurre más despacio. Un astronauta puede estar
viajando por el espacio y regresar a la tierra con cuarenta
años menos que su hermano gemelo. La misma
ralentización del tiempo se produce en los lugares con
gravedad muy intensa. (Ralentizar es sinónimo de
lentificar, y lentificar es imprimir lentitud a alguna
operación o proceso, disminuir su velocidad). Uno de estos
lugares es, por ejemplo, el sol. Si pudiéramos colocar un
despertador sobre el sol, comprobaríamos que allí
andaba más despacio", precisa un escrito anónimo de
la revista Muy Interesante en la última década del
siglo XX.

A pesar de los grandiosos descubrimientos de Einstein,
la gravedad continúa siendo uno de los misterios
más grandes de la naturaleza. Los físicos
distinguen en la actualidad tres fuerzas principales: la
electromagnética (la luz), la energía
atómica (en el núcleo de los átomos) y la
gravedad. "Con ayuda de las matemáticas se pueden
relacionar fácilmente entre sí", predicen los
expertos. Los seguidores del genio alemán han intentado
encontrar las transformaciones de la gravedad. "El día que
esto se consiga, se podrá expresar matemáticamente
todo lo que ocurre en la naturaleza. Mientras tanto la gravedad
seguirá rodeada de algunos misterios", precisan los
científicos.

El descubrimiento central de Einstein fue que la
mecánica rígida de Newton no es cierta de
ningún modo, a pesar de que los resultados de los
experimentos coinciden con ella. Esta mecánica inflexible
es sólo un caso especial, que tiene validez siempre que se
trate de pequeñas distancias, pequeñas velocidades
y pequeña aceleración. Esta doctrina dividió
a la humanidad en dos campos: los unos no querían
admitirla y decían que todo ello era pura fantasía,
y en las tertulias podía escucharse entonces que todo es
precisamente relativo. Mediante audaces razonamientos extrajo las
conclusiones del descubrimiento de que la velocidad de la luz es
siempre igual. Einstein fue el humilde demoledor de la
física clásica y el fundador de la ciencia
contemporánea. Después de él, ideas como
espacio, tiempo, masa y energía ya nunca más
serán las mismas. ¡No hay duda que su genialidad
será difícil de superar!

Cambio de paradigmas
filosóficos

Introducción

Desde el mismo instante en que surgió el
pensamiento racional, el amor por la sabiduría, la
filosofía, los paradigmas que ésta viene
estableciendo, de acuerdo con su auténtica naturaleza, han
venido sufriendo cambios radicales que de, una u otra manera,
afectan e inciden en la historia y en algunas ciencias como la
física, la astrofísica, las matemáticas, la
química, la antropología, la epistemología,
la pedagogía, la lógica, la política, el
derecho, la economía, la medicina, la psicología,
el psicoanálisis, la sociología, la
tecnología y otros aspectos de la existencia:
ética, moral, valores, educación,
investigación, ontología, metafísica,
gnoseología…

El saber reflexivo, riguroso y sistematizado (la
filosofía) es el más práctico de todos los
saberes, debido a que todo hombre, aun el de la vida cotidiana y
el científico que no hace profesión de
filosofía, construye su imagen total de la vida y del
mundo y de ella vive; sin la reflexión filosófica,
ni se encuentra el hombre a sí mismo en el mundo, ni puede
encauzar su obrar, ni poner en paz su vida afectiva. La
filosofía occidental ha sido la que ha plasmado nuestra
civilización.

La filosofía griega (que comenzó con los
Presocráticos, quienes se preguntaron por el
origen y la naturaleza de las cosas) inició una marcha que
nos ha llevado a las profundidades de la naturaleza con los
últimos descubrimientos de la física
atómica; nos ha acercado a los astros con la maravillosa
tecnología de la astrofísica, ha unido a todos los
hombres con los hilos invisibles pero efectivos de las
comunicaciones modernas y nos ha permitido penetrar y descubrir
los arcanos misterios del hombre a través de la medicina,
sociología y psicología actuales.

Los primeros filósofos tuvieron una inquietud
común: buscar el fundamento de todo, es decir, el
principio de donde todo procede, de lo que todo está
hecho. Los filósofos clásicos, Sócrates,
Platón y Aristóteles, retomando, confrontando y
perfeccionando los planteamientos de sus predecesores, y creando
sus planteamientos propios, establecieron un extraordinario y
genial sistema de pensamiento que ha influido demasiado en la
cultura occidental y que tiene una formidable vigencia en la
actualidad.

Los filósofos presocráticos constituyen el
fundamento histórico y sistemático del platonismo.
Platón y Aristóteles crearon sistemas tan
profundamente pensados que sirven de fundamento a toda la
filosofía occidental posterior. Sus sistemas, de
máxima altura en la historia del filosofar, han
permanecido como modelos de la más profunda y verdadera
reflexión filosófica.

Aristóteles, considerado por el consenso
histórico como el más grande filósofo de
todos los tiempos, sistematizó todo el pensamiento griego
e implementó el llamado realismo aristotélico que
sirvió de paradigma ontológico y metafísico
hasta el Renacimiento, sin que su vigencia como filósofo
hubiera llegado sólo hasta esa época.

El francés Renato Descartes (1594-1650), con su
espíritu moderno, partiendo de un pensamiento
auténticamente original, instauró un nuevo sistema
(Idealismo) que se convirtió en el paradigma de la
modernidad que impulsó la ciencia y el progreso, y que
aún conserva enorme vigencia, dada la genialidad de este
formidable pensador, que incursionó también en el
campo de las matemáticas y otras ciencias. El Idealismo
cartesiano, que contribuyó al surgimiento del racionalismo
y el empirismo, se consolidó con pensadores como Benito
Spinoza (1632-1677), Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716), Jonh
Locke (1632-1704), George Berkeley (1685-1753) y David Hume
(1711-1776), y fue llevado hacia sus más altas cumbres de
perfección por Inmanuel Kant (1724-1804) y Georg Wilhelm
Hegel (1770-1831). Con Hegel, el Idealismo alcanza su más
alto grado de desarrollo y perfección. El Idealismo ha
sido el sistema que más profundamente ha incidido en la
cultura occidental moderna, debido a que dio origen a la ciencia
y al progreso, y, de una u otra manera, todavía sentimos
su evidente influencia en nuestra manera de hacer, de ser y de
pensar.

Con el surgimiento de filósofos como el
alemán Kart Marx (1818-1888) y el francés Augusto
Comte (798-1857), en el siglo XIX, se supera, en cierta medida,
el Idealismo y se inauguran otros paradigmas: el Marxismo,
producto de la genialidad de Marx, y el Positivismo, planteado
por Comte. El marxismo (reacción y superación del
Idealismo) se constituyó en el paradigma de lucha del
socialismo en contra del capitalismo, además de ser el
modelo del Materialismo ateísta. El Positivismo, como
reacción a la metafísica (y contra la
filosofía misma), se convirtió en el paradigma que
despertó una exagerada pasión por los hechos y la
ciencia (hasta degenerar en un cientificismo o cientismo, que
consiste en otorgar demasiada importancia a las ciencias, aun por
encima de las demás actividades humanas, porque
supuestamente la ciencia es capaz de resolver todas las
inquietudes que el hombre pueda plantearse). Estos dos
últimos paradigmas tuvieron gran vigencia durante la
segunda parte del siglo XIX y comienzos del XX.

En la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX,
como reacción a la subjetividad, producto del Idealismo,
nacieron otros sistemas que dieron origen a nuevos paradigmas,
como el Vitalismo, el Personalismo y el Historicismo con una
corta y relativa influencia, excepto el Utilitarismo y el
Pragmatismo que son paradigmas y formas de vida y de
producción en Inglaterra y los Estados Unidos con una
evidente y contundente vigencia. Pero a mediados del siglo XX
entró en escena el existencialismo (reacción contra
el Idealismo, el Racionalismo, el Positivismo y el Materialismo),
un revolucionario sistema que centró su quehacer y su
pensamiento en la existencia del hombre concreto con toda su
problemática existencial. Este paradigma ejerció
gran influencia en su tiempo y continúa, aunque no tan
arrolladoramente, hasta nuestros días. A pesar de que cada
paradigma filosófico ha sido superado por otro, cada uno
sigue ejerciendo alguna vigencia en la actualidad; ninguno de
ellos ha sido superado, desechado u olvidado definitivamente. La
filosofía no culmina en una más alta cumbre, sino
en las más altas cumbres de la antigua y de la moderna: un
Platón y un Aristóteles y un Descartes, un Kant, un
Hegel.

Veamos, de manera sucinta, algunos de estos sistemas. Se
hace énfasis en destacar la grandeza de los sistemas de
Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel, Comte
y Marx, pensadores geniales, quienes han hecho un valioso aporte
a la cultura occidental y sus planteamientos han influido en
pasadas generaciones e influirán, así sea en pocos
aspectos, en las generaciones venideras.

Sistema presocrático
(¿Cuál es el origen de las cosas?)

Los Presocráticos querían saber:
¿Cuál es el principio originario de todas las cosas
(arché o arjé)?, por esos intentaron definir la
naturaleza como algo permanente y único; persiguen unas
leyes o principios explicativos (a ser posible uno sólo
pues la naturaleza es algo único) que explique dicha
realidad. "Ese será el gran problema al que se
enfrentarán los filósofos griegos, ya que es
preciso explicar una naturaleza dinámica, cambiante, a
través de una ley que no puede estar sometida a dicho
cambio, ha de ser inmutable, pues de lo contrario no la
podríamos conocer. Este principio explicativo del
universo, de toda la realidad, será el arché.
Cuando se identifica el arché con un solo objeto estamos
ante una filosofía monista; si además se explica
todo se denomina panteísta" (Historia de la
filosofía,
de José Luis Dell´Ordine). La
idea del arche comprende tres aspectos: 1. Origen explicativo de
la naturaleza, de donde se conforman todos los seres. 2.
Sustrato, de lo que están compuestos todos los seres. 3.
Causa, que explique el movimiento o cambio. "El realismo
primitivo, ingenuo, afirmaba que las cosas existen, entre las
cuales nos encontramos nosotros. Los griegos fueron quienes
empezaron a reflexionar para discernir entre lo que tiene una
existencia aparente y lo que tiene una existencia real, una
existencia en sí, una existencia primordial, irreducible a
otra. Descubrieron que con la razón, con el pensamiento
racional, se puede hallar lo que las cosas son, se puede
averiguar el fondo último de las cosas. Buscaron
cuál es la o las cosas que tienen una existencia en
sí (el "principio", como comienzo y como
fundamento de todas las cosas). Los primeros filósofos
reflexionaron sobre ¿cuál es el auténtico y
verdadero ser? ¿Cuál es el principio de todas las
cosas? ¿Qué cosas existen en sí y por
sí mismas? ¿De dónde proceden todas las
cosas? Los Presocráticos consideraban el ser como la
realidad última que constituye las cosas" (Lecciones
preliminares de filosofía,
de Manuel García
Morente).

Preocupados por el "arjé" se preguntaron:
¿De dónde vienen las cosas? ¿Cuál es
la materia primera? ¿Cuál es el principio o
elemento básico del que todas las cosas provienen?
¿Qué son las cosas detrás de sus
múltiples apariencias? ¿De qué están
hechas las cosas? ¿Cuál es el principio originario
del mundo? ¿Cuál es el origen y la naturaleza de
las cosas? ¿Qué es el fondo inagotable del cual
todo procede y al cual todo retorna? ¿Qué es lo que
existe? ¿Quién existe? Y buscaron: El principio que
justificara el origen de todas las cosas. Aquello de donde salen
las cosas y a donde las cosas vuelven. Conocer las razones
más profundas y universales de la realidad. Explicar
reflexivamente la naturaleza. La explicación última
a los interrogantes más comunes que todos los hombres se
han planteado frente a los fenómenos naturales. Saber el
porqué de las cosas. Determinar el primer principio de
todas las cosas. Discernir entre lo que tiene una existencia
aparente y lo que tiene una existencia real, auténtica,
primordial, irreductible a otra, en sí y por sí, su
ser en sí. "La tarea de un filósofo consiste en
designar un primer principio de todas las cosas, y dicho
principio va a ser algún tipo de materia. A partir del
primer principio se seguiría habitualmente, de modo
deductivo en apariencia, una cosmología o una
explicación de la estructura básica del mundo"
(La verdad sobre todo, de Matthew Stewart).

Los presocráticos rompieron con el determinismo
de la tradición mítico-religiosa, a través
de la cual los dioses guiaban el destino de los hombres, y
empezaron la construcción del pensamiento racional;
pasaron del mito al logos (razón). "El pensamiento
mítico está basado en lo aparente, cambiante y
múltiple, mientras que el pensamiento racional está
basado en lo que realmente son las cosas, la permanencia y la
unidad… El paso del mito al logos se produce, junto a
todos los elementos que hemos visto anteriormente, cuando se
convierte o transforma la idea de mito en la idea de necesidad
lógica o ley natural. Tanto la idea de destino como la
idea de necesidad lógica constituyen la fuerza mayor de la
naturaleza, ya que no pueden ser cambiadas por nada. Sin embargo,
mientras que la idea de destino es algo incognoscible, la idea de
ley natural es cognoscible. El pensamiento mítico
está basado en lo aparente, cambiante y múltiple,
mientras que el pensamiento racional está basado en lo que
realmente son las cosas, la permanencia y la unidad"
(Historia de la filosofía, de José Luis
Dell´Ordine). El destino es lo incognoscible, lo aparente,
lo cambiante; la ley natural es lo cognoscible, el ser (esencia),
lo permanente, la unidad. "Estas tres características
(esencia, permanencia y unidad), llamadas coordenadas
lógicas, se obtienen mediante el empleo de la
razón, despreciando el conocimiento sensorial que nos
muestra la realidad como algo aparente, cambiante y
múltiple" (Historia de la filosofía, de
José Luis Dell´Ordine). Con los presocráticos
aparece la idea de naturaleza o phycis (conjunto de todas las
cosas y esencia de las cosas). Para ellos la naturaleza es
cosmos, un orden en oposición al caos; la naturaleza es
dinámica, cambiante y móvil, y presenta
unosmovimientos intrínsecos, una animación y leyes
propias. Para los antiguos griegos la idea destino
consistía en una fuerza superior a la voluntad de los
hombres y de los dioses y que determina aquello que
necesariamente tiene que ocurrir. "El objetivo de los primeros
filósofos era buscar explicaciones naturales a los
procesos de la naturaleza" (El Mundo de Sofía, de
Jostein Gaarder).

Los griegos presocráticos fueron quienes
empezaron a reflexionar para discernir entre lo que tiene una
existencia aparente y lo que tiene una existencia real, una
existencia en sí, una existencia primordial, irreducible a
otra. Descubrieron que con la razón, con el pensamiento
racional, se puede hallar lo que las cosas son, se puede
averiguar el fondo último de las cosas. Buscaron
cuál es la o las cosas que tienen una existencia en
sí (el "principio", como comienzo y como
fundamento de todas las cosas). Los primeros filósofos
(los presocráticos) reflexionaron sobre
¿cuál es el auténtico y verdadero ser?
¿Cuál es el principio de todas las cosas?
¿Qué cosas existen en sí y por sí
mismas? ¿De dónde proceden todas las cosas? Los
Presocráticos consideraban el ser como la realidad
última que constituye las cosas.

Tales de Mileto, considerado como el "padre de la
filosofía", buscó entre las cosas cuál
sería el principio de todas las demás, cuál
sería la cosa a la cual le conferiría la dignidad
de ser, de la cual todas las demás son meros derivados, y
encontró que esta "cosa en sí" era el
agua, el principio de todas las cosas. Su principio originario de
todo ser, concepto que fue el primero en ver y definir,
constituye el mérito histórico y filosófico
de este pionero y original pensador. Su ciencia no fue un saber
ordinario, sino una auténtica sabiduría, es decir,
filosofía. "La concepción tradicional sostiene que
la filosofía, junto con la ciencia, la razón y
quizás la propia conciencia, irrumpió en el
escenario del mundo a comienzos del siglo VI a. C. en la persona
de Tales… Tales puso, en el lugar de las divinidades
antropomórficas de la mitología tradicional, un
principio basado en un fenómeno material y observable.
Ahora podía explicarse el mundo en clave de procesos
naturales y familiares, como hervir, congelar o fluir, más
que en términos de las acciones y disposiciones de unos
cuantos dioses quejumbrosos…" (La verdad sobre
todo,
de Matthew Stewart). Tales planteó que el mundo
está animado y lleno de espíritus, de dioses. El
imán es un ejemplo: los dioses del imán atraen el
hierro. Además, defendió la inmortalidad del alma;
inventó las estaciones del año, y asignó a
éste 365 días. Propuso que lo más
difícil era conocerse a uno mismo y lo más
fácil era dar consejos a los demás.

En Anaximandro, que halló en el
ápeiron (sustancia indefinidad e indeterminada)
el primer principio que explicaba los múltiples procesos
de la naturaleza, encontramos el primer atisbo de la
teoría evolucionista expuesta en el siglo XIX.
"Probablemente el menos convencido del carácter racional
del conocimiento, identifica el arché con algo
indeterminado, al que denomina ápeiron, algo que no
podemos entender o conocer" (Historia de la
filosofía,
de José Luis Dell´Ordine).
Atribuyó a su ápeiron o infinito las
propiedades de ser uno, necesario, equilibrado, atemporal,
eterno, inmortal, inmutable, indefinido, indeterminado e inasible
para la experiencia. El ápeiron todo lo incluye y
todo lo gobierna. Como del ápeiron proceden todas
las cosas de la realidad, también a él deben
volver. "Anaximandro pensó que podría solucionar el
problema de cómo la materia primera era capaz de
transformarse en todas las diferentes clases de material que
vemos a nuestro alrededor. La respuesta es que el infinito
contiene en sí mismo todos los elementos finitos" (La
verdad sobre todo,
de Matthew Stewart). Anaximandro
introdujo un primer elemento de abstracción en el
desarrollo de la filosofía, y fue el primer
filósofo que practicó el arte de resolver
nombrando. "Anaximandro, la figura más importante de los
milesios, fue el primero en crear una imagen del mundo de
verdadera profundidad metafísica y de rigurosa unidad
constructiva. Su concepción de la tierra y el mundo es un
triunfo del espíritu geométrico. Su mundo es un
mundo matemático" (Paideia, de Werner
Jeager).

Anaxímenes encontró en el aire ese primer
elemento universal, origen y causa de todo lo demás. El
aire tenía el atributo de infinitud, con lo cual se
podría explicar las variedades de la naturaleza. El aire
es eterno, infinito, móvil. Al condensarse, primero forma
nubes, luego agua y, finalmente, la tierra y las piedras; al
enrarecerse, se convierte en fuego. Del aire nacen todas las
cosas y, cuando se corrompen, vuelven a él. El aire es un
principio vital, capaz de dar vida y de transformar las
manifestaciones de ésta. Es algo vivo y divino, que
conserva, anima y ordena todo. "Por tanto, el aire de
Anaxímenes no es tan solo un gas atmosférico inerte
sino el alma del cosmos. Nuestro propio aliento, o nuestras
propias almas, son parte de este espíritu cósmico.
El primer principio revela aquí su origen en el
viejo modo de entender mitológico. Lo que es más
importante, Anaxímenes deja claro que la materia del
primer principio no es realmente una materia. Es en realidad algo
espiritual o parecido al alma" (La verdad sobre todo, de
Matthew Stewart).

Tales de Mileto, Anaximandro y Anaxímenes,
conocidos como milesios, fisistas, físicos o
filósofos de la naturaleza, se preocuparon
fundamentalmente por la constitución de la naturaleza, la
materia prima de la que está constituido el cosmos, el
principio al cual todo se puede reducir. Se preocuparon por saber
¿cuál era el origen de las cosas? Éstos
abrieron el camino y proporcionaron los conceptos fundamentales a
la física griega desde Demócrito hasta
Aristóteles.

Pitágoras, al proponer el número como el
principio de todo lo existente, contribuyó al desarrollo
de las ciencias de la naturaleza, las cuales viven cada vez
más del número. "El límite vine
representado por la unidad, la disparidad, la bondad, la quietud,
etcétera; mientras que lo ilimitado por sus
opuestos, multiplicidad, paridad, etcétera. El principio
primario de todo ello lo encontramos en las matemáticas
que representan la unidad del mundo de las cosas. A través
de los números podremos, por tanto, entender las cosas: el
número par como número que siempre es
divisible por 2 hasta el infinito representará lo
infinito, lo ilimitado. El impar al no se divisible por
2 representará el límite. El número es el
principio material de las cosas. Es el origen de la medida de las
cosas. El universo está compuesto de números"
(Enciclopedia superior. Círculo de lectores). El
número es el origen y causa de todas las cosas. Es el
número, en último término, lo que permite
denominar cosmos (orden) al universo. "Pitágoras fue el
primer filósofo griego a quien se le ocurre la idea de que
el principio de donde todo lo demás se deriva, lo que
existe verdaderamente, el ser en sí, no es
ninguna cosa, sino algo que no se puede tocar, ni ver, ni
oír: el número" (Curso de
filosofía II,
de Jaime Vélez Correa). Este
descubrimiento hay que contarlo entre los más decisivos
impulsos que ha recibido la ciencia humana. El progreso de la
ciencia se ha sostenido siempre sobre el descubrimiento paulatino
de ese núcleo matemático que formaliza la
constitución de los seres y las leyes de la naturaleza.
"Para el pensamiento pitagórico nada puede mantenerse en
pie que no pueda reducirse, en último término, a
número" (Paideia, de Werner Jeager).

Los pitagóricos cambiaron la perspectiva del
filosofar: el interés pasa de lo material a lo formal. Con
Pitágoras se abandona la pregunta filosófica sobre
el origen de las cosas y se centra la atención en lo que
son las cosas mismas: explicar qué son las cosas. La
pregunta ya no es: ¿qué son las cosas?, sino
¿qué son las cosas? Los pitagóricos
(seguidores de Pitágoras) establecieron un dualismo que
los llevó a creer en los principios de "el bien" y "el
mal", que influyeron en Platón y en numerosas
filosofías posteriores, y tienen mucha importancia en
nuestro tiempo. Dos pitagóricos se adelantaron a
Copérnico y a otros científicos modernos: Filolao
estableció que la tierra no es el centro del sistema
solar, y Aristarco de Samos propuso la rotación de la
tierra y la traslación elíptica de los cuerpos
celestes.

Heráclito, que consideraba el fuego como el
origen de todo, encuentra que los primeros pensadores se
preguntaron por el origen de las cosas, por el principio y el fin
de las mismas, y se propone estudiar el paso de lo que las cosas
son a lo que no son y viceversa: el paso del ser al no-ser.
"Parte del dinamismo y movimiento del Universo, movimiento que,
sin embargo, según él, no nos lleva al caos, sino
que está sometido a un orden, armonía o ley: la
dialéctica. Esta es consecuencia del equilibrio que se
produce entre la lucha de contrarios. La dialéctica es
pues, según Heráclito, el arche explicativo del
Universo, que representó mediante el fuego" (Historia
de la filosofía,
de José Luis
Dell´Ordine). El elemento más acorde con el devenir
es el fuego. Un fuego vivo, eterno e inextinguible es el
principio y fin de todas las cosas. Heráclito se refiere
al fuego como la materia suprema del mundo. "El fuego no es
realmente una materia; es un proceso. La materia que forma el
fuego se transforma constantemente en humo y, sin embargo, el
fuego permanece" (La verdad sobre todo, de Matthew
Stewart). Su intención es estudiar el cambio, el
movimiento, la transformación, el devenir. La esencia de
las cosas es el devenir. De ahí que las cosas sean y no
sean al mismo tiempo. Para Heráclito, todo se mueve y nada
permanece en reposo. "No hay, pues, un ser estático de las
cosas: lo que existe es el movimiento, el devenir, el cambio"
(Curso de filosofía II, de Jaime Vélez
Correa). Heráclito predicó al unidad en la
oposición. "Las cosas se transforman en sus opuestos y
este mismo movimiento constituye la estructura subyacente del
mundo, el primer principio de todas las cosas. Por cierto que, en
estas síntesis de todos los opuestos, Heráclito
prefigura para nosotros un rasgo de la filosofía que
habrá de acompañarnos en el curso de la historia.
El impulso hacia la unidad supone acaso el móvil
primordial de la filosofía y, en último
término, ha de imponerse a todas las oposiciones
(meramente aparentes) que pueblan el mundo" (La verdad sobre
todo,
de Matthew Stewart). Los tópicos esenciales del
pensamiento de Heráclito son el movimiento y la
contradicción.

El logos, la razón universal, la ley eterna, el
orden necesario que rige el proceso de cambios en las cosas, es
la causa de la armonía universal. El logos es la ley
cósmica y la ley de las costumbres, que debe normar la
vida social e individual.

Heráclito es el primer filósofo que trata
de estudiar al ser humano. Según éste, el hombre
está compuesto de cuerpo y alma. Sus ideas representan una
interpretación dinámica de la realidad. Su
concepción dinámica del ser, que no tuvo vigencia
durante el medioevo, fue acogida, sistematizada e implementada
por Hegel y otros pensadores, alcanzando una enorme influencia
que es evidente hasta nuestros días. "Los autores
sistemáticos, Platón y Aristóteles, lo
tuvieron en gran estima. También la modernidad
encontró en él –la filosofía
dialéctica de Hegel y sus epígonos- un
bastión seguro para sostener sus estructuras de
pensamiento más consolidadas y determinantes"
(Clásicos del pensamiento universal resumidos, de
Rafael Méndez).

Tras la aparición de Parménides, uno de
los más grandes pensadores de la humanidad, el paradigma
filosófico sufrió su primera gran
transformación. Su pensamiento revolucionó
estruendosamente a la filosofía. Gracias a su
impresionante genialidad estableció una concepción
del ser que tiene una contundente y arrolladora vigencia hasta
nuestros días. Fue el encargado de prefijar los dos
elementos fundamentales en la filosofía: el ser como
objeto de la metafísica, y la razón como
instrumento para la búsqueda e investigación de la
verdad del ser. Parménides encontró algo
común e indispensable a todo objeto: Que cualquier
elemento natural antes de tener alguna característica
específica, tiene una sin la cual no existiría, la
de Ser, este ser es un elemento fundamental y no una
característica que tienen las cosas. El ser es el
fundamento de la realidad. Parménides descubrió la
identidad del ser, la identidad entre el ser y el pensar. "Es lo
mismo el pensar y el ser de las cosas". El ser es ajeno al
devenir, eterno, omnipresente, unitario, coherente, indivisible,
homogéneo, ilimitado y concluso. El pensamiento y lo
pensado se identifican, son la misma cosa. Parménides
afirmó que de la unidad no puede surgir la pluralidad,
porque supondría el paso del ser al no ser; es por eso que
a partir de Parménides los filósofos adoptan el
pluralismo, es decir, admiten una pluralidad de realidades que
existen desde siempre y que por lo tanto son eternas. El
filósofo Luís Pifarré, en su ensayo titulado
El itinerario del ser, sobre este gran pensador nos dice
lo siguiente:

"La cuestión fundamental de la que se
hicieron cargo los primeros pensadores griegos se formuló
de la siguiente manera: ¿de qué materia
física está constituida la naturaleza? Para algunos
de ellos esta materia como elemento primario (arjé) estaba
constituida por agua, por aire o por fuego. Frente a ellos,
Parménides intentará superar esta concepción
unilateral y fisicista, afirmando que la realidad primigenia o
principio primero está hecha de ser, puesto que las cosas
tienen en común la propiedad de ser, es decir, son. Por
tanto, el ser es la única propiedad que tiene todo aquello
que es: el ser es la raíz última de todas las cosas
existentes. Por este motivo en la historia de la filosofía
se considera a Parménides como el pensador que supo llevar
la especulación filosófica a su verdadero lugar.
Con su filosofía hace su aparición la
metafísica como presupuesto inicial, pero no la
metafísica -como a veces incorrectamente se la interpreta-
como un ir simplemente más allá de lo
físico, sino como arranque originario por la pregunta
fundamental sobre el ser del ente, en cuanto el ente es lo
primero que aprehendemos al enfrentarnos con la realidad. El
pensamiento de Parménides no se va a circunscribir en las
cosas físicas, como ocurría con los anteriores
filósofos, sino que va a tratar de las cosas en cuanto
son, es decir, en cuanto son entes. El ente será su gran
aportación filosófica. Si afirmamos que el primer
principio (arjé) es agua, aire o fuego, de algún
modo se entiende lo que se pretende decir, por su misma
simplicidad, pero si decimos que todo es ser, deberemos
legítimamente preguntarnos ¿y qué es el ser?
Y aquí empiezan las dificultades, puesto que
Parménides nunca nos dirá que es el ser, en
qué consiste, que sin duda es lo importante y decisivo,
sino que sólo nos dirá lo que es el ser,
cuáles son sus propiedades, un lo que es, que en
consecuencia aparecerá revestido de aquellos atributos
propios de la total identidad. El ser, nos dirá
Parménides, es uno en su radical materialidad,
inmóvil, imperecedero, necesario, siempre presente… Para
conocer en rigor el ser que se manifiesta eternamente a
través de los entes particulares, entes que son
perecederos, contingentes y plurales, no podemos utilizar el
acceso de los sentidos, de la experiencia sensible, sino
solamente la vía del nous o de la razón. El
pensamiento será, por tanto, el único medio que
tenemos para conocer el ser, más aún: el nous mismo
forma una esencial identidad con el ón, el ser como tal.
La vía del pensamiento es así para
Parménides la vía de la verdad, aquella que nos
conduce al conocimiento del ser. En cambio, mediante los
órganos de la sensación, que son los únicos
que poseemos para conocer la existencia de lo sensible, ya no
estamos en condiciones para poder conocer el ser con sus
propiedades esenciales de unidad, inmutabilidad e identidad,
puesto que la sensación como vía de conocimiento,
sólo puede captar la diversidad y el cambio de las cosas
concretas y singulares. La sensación, en estas
condiciones, no puede conocer el ser como lo común y real
de los entes, por lo que su conocimiento tendrá la validez
de simple opinión o doxa. Las cosas, si las consideramos
con el pensamiento o nous, antes de ser rojas, duras, calientes o
sonoras, presentan una propiedad común a todas ellas: son.
El ser es, por tanto, su propiedad esencial que solamente se
manifiesta al nous. Las cosas vistas desde esta perspectiva
noética, por medio de la razón, son ahora estrictos
entes. El ón y el nous presentan en el pensamiento de
Parménides una indisoluble conexión esencial, de
modo que no se da el uno sin el otro. En este sentido es lo mismo
el ser y el pensar… Para Parménides, sólo
aquello que es, existe; ser un ser es existir, existir es ser un
ser. No hay conciliación intermedia entre ser y no ser.
Pero si siguiendo su pensamiento identificamos su
concepción del ser con el existir que es accesible a la
experiencia, desembocamos en una serie de consecuencias
antitéticas e irresolubles, puesto que si al modo de ser
propio de las cosas particulares comúnmente lo denominamos
como existencia, ya que no tenemos experiencia perceptiva de
ningún otro tipo de realidad, surge una infranqueable
diferencia entre ser y existir. Las cosas particulares cuya
verdadera existencia las conocemos mediante la experiencia, son
para Parménides, mera apariencia, ilusión; no son,
no tienen ser, y lo que es, al no ser accesible a la experiencia,
no existe. En esta tesitura se inicia en la historia del
pensamiento el principio de que si el ser es verdaderamente, nada
debería existir, porque el ser es lo opuesto a la
existencia, ya que en el ser no hay nada que pueda dar cuenta del
hecho de la existencia como tal. En los albores del pensamiento
humano, la existencia actual aparece en desconexión con el
ser, y en la modernidad de la filosofía existencialista,
se interpretará como una fisura o agujero que ha enfermado
y debilitado al ser."

Parménides sentó la tesis fundamental de
que las cosas fuera de mí, el ser fuera de mí, es
exactamente idéntico a mi pensamiento del ser. Las
propiedades esenciales del ser son las mismas propiedades
esenciales del pensar. Una y la misma cosa es ser y
pensar
. "Sólo podemos pensar en lo que realmente es.
Es decir, sólo cabe pensar realmente en aquello que
existe. El pensamiento es la realidad" (La verdad
sobre todo,
de Matthew Stewart). Su mérito radica en
haber establecido que la misma cosa son el ser y el pensar, y
fundar el principio de identidad (Todo objeto, cosa o ser es
idéntico a sí mismo
) con el que funciona la
ciencia de la lógica. El principio de identidad determina
nuestra manera de pensar, percibir, interpretar y sistematizar la
realidad. Lo encontramos en múltiples circunstancias en
nuestro quehacer cotidiano. En matemáticas, por ejemplo (y
el nuestro, es un mundo matemático), lo encontramos en la
propiedad reflexiva o de la identidad, y nos dice que
cualquier número es igual a sí mismo
(m=m).
"La posición de Parménides es la
más general de los presocráticos, y abarca buena
parte de la producción de éstos. En lugar de
limitarse a proponer un primer principio, como aire o agua,
Parménides ofrece una reflexión sobre cómo
ha de ser cualquier principio. Desde esta perspectiva…
descarta buena parte de las tentativas de los demás
presocráticos, extrae sus propias conclusiones acerca de
la realidad y articula la estrategia central de mucha de la
filosofía venidera. Aunque anticipadas por
Jenófanes y clarificadas por discípulos como
Meliso, las conquistas de Parménides brillan con luz
propia entre los antiguos filósofos" (La verdad sobre
todo,
de Matthew Stewart). El filósofo Luís
Pifarré señala que a pesar de los escasos
fragmentos que conservamos de Parménides, es indudable el
gran avance filosófico que supuso su pensamiento respecto
a los filósofos presocráticos anteriores a
él, y precisa que es indiscutible su talento
metafísico para intentar penetrar el ser en lo más
profundo de lo real, y su ambicioso objetivo por hallar la
raíz y ultimidad de todo lo que hay, que en definitiva es
la cuestión fundamental que incita la especulación
de los verdaderos filósofos.

Parménides planteó dos vías para
obtener el conocimiento: la vía de la verdad y la
vía de la opinión. La vía de la verdad dice
que el ser, es, y el no ser, no es. Esto quiere decir que una
cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo
. Es el camino de
la razón. La vía de la opinión se alimenta
del conocimiento de los sentidos, que sólo nos muestran la
apariencia de las cosas. Es el camino de la apariencia u
opinión. "Parménides ejemplifica al menos la idea
de que un filósofo no debería limitarse a formular
sus concepciones sobre las cosas, y tendría que buscar lo
verdadero y mostrar que ha de ser verdadero" (La verdad sobre
todo,
de Matthew Stewart). Cuando la razón cede el
paso a los sentidos, nos parece que las cosas cambian, se
transforman. El pensamiento es el único que puede
conducirnos a la certeza infalible. El pensamiento, la
razón, el entendimiento, la inteligencia, es la vista y el
oído espiritual del hombre. Quienes no lo siguen son
ciegos y sordos y se pierden en contradicciones sin salida. "Lo
que no conocemos por la vía del pensamiento es meramente
opinión de los hombres" (Paideia, de
Werner Jeager). El descubrimiento del pensamiento puro y de su
rigurosa necesidad aparece en Parménides como la apertura
de un nuevo camino, es más, del único camino
practicable para llegar a la consecución de la verdad. Su
obra Sobre la naturaleza, en donde expone su camino o
vía de la verdad y el camino o vía de la
opinión, "es considerada como piedra angular de la
reflexión filosófica griega posterior y, en
general, de todo el pensamiento metafísico occidental"
(Clásicos del pensamiento universal resumidos, de
Rafael Méndez).

Con Parménides se inició la
escisión entre el mundo de la realidad o mundo inteligible
o del pensamiento, y el mundo de la apariencia o mundo
ininteligible o de la sensibilidad; escisión aún
vigente, luego de haber sido perfeccionada por Platón en
su teoría de los dos mundos: el de las ideas, real,
inteligible y el de la opinión, aparente, ininteligible.
"A partir de este momento empieza a dominar en el pensamiento
griego la teoría del conocimiento intelectual que prima
sobre el sensible: para Parménides lo racional es lo
único verdadero, mientras que lo sensible es pura
apariencia" (Curso de filosofía II, de Jaime
Vélez Correa). Así mismo, planteó una
concepción antagónica a la de Heráclito,
debido a que mientras éste afirmaba que sólo
existía el devenir, negando el ser, porque la
realidad es múltiple, temporal, finita, móvil y
mutable, Parménides afirmaba la existencia del
ser, caracterizado por ser único, eterno,
infinito, inmóvil e imputable. De allí surge la
teoría de los dos mundos (mundo aparente y mundo
real), que, luego de ser perfeccionada por Platón y
retomada por otros pensadores, llega hasta nuestro presente.
¿Qué es lo que verdaderamente existe para
Heráclito? El devenir. ¿Qué es lo que
verdaderamente existe para Parménides? El ser.

Parménides cuenta entre los pensadores de
más alto rango. Pero su importancia en la historia de la
educación y de la formación humana sólo
puede ser estimada en conexión con la historia de la
amplia y fecunda influencia de sus ideas fundamentales. Lo
encontramos en todos los estados de la evolución de la
cultura griega y aún hoy se nos ofrece como prototipo de
una actitud filosófica perenne. Su pensamiento traspasa
los límites de la filosofía para penetrar
profundamente en la vida espiritual. "Parménides es el
primer pensador que plantea de modo consciente el problema del
método científico y el primero en distinguir
claramente los dos caminos fundamentales que habrá de
seguir la filosofía posterior: la percepción y el
pensamiento" (Paideia, de Werner Jeager).
Parménides elevó a la filosofía al
territorio de la metodología. "Parménides es el
primero de los presocráticos en distinguir claramente
entre investigaciones de primer orden sobre la naturaleza de las
cosas e investigaciones de segundo orden acerca de lo que es
posible investigar, o entre métodos y metodología.
Este paso a un segundo orden caracteriza la filosofía
hasta nuestros días. Lo que más tarde
recibirá extravagantes nombres de ontología,
metafísica, epistemología y lógica
se
combina en un único gesto parmenídeo… El
método específico que preocupa ante todo a
Parménides es el método del pensamiento… su
obra no empieza por preguntarse sobre uno u otro fenómeno,
sino sobre qué puede servir de posible objeto de
pensamiento" (La verdad sobre todo, de Matthew
Stewart).

La metafísica de Parménides es una
metafísica tan extraordinaria que ha orientado el
pensamiento filosófico por más de 25 siglos. El
suyo es "el espectáculo de una metafísica de gran
envergadura, de alto vuelo, en donde en una pureza realmente
ejemplar, se da a las preguntas: ¿qué es el ser?,
¿quién existe?, una contestación que en la
historia del pensamiento moderno pervive aún en sus
grandes rasgos", precisa Manuel García Morente, en sus
Lecciones preliminares de filosofía, y agrega que
Parménides representa una hazaña intelectual de
extraordinaria magnitud, no sólo por lo que en su tiempo
significó de esfuerzo genial para dominar el problema
metafísico, sino sobre todo por la profundidad
incalculable de penetración, que lo llevó a
formular ideas, pensamientos, direcciones que han impreso a toda
la filosofía europea un carril, una marcha, que desde
entonces ha seguido ininterrumpida la misma orientación.
Las bases fundamentales en que se asienta todo su pensamiento son
la identificación del ser con el pensar, y la
aplicación rigurosa de las condiciones del pensar a la
determinación del ser.

Mientras que Parménides sostiene que la verdad
científica, si realmente es verdad, permanece eternamente,
Heráclito afirma que el mundo real, contenido como
está en el marco del espacio y del tiempo, fluye
eternamente. El mundo eterno de Parménides es el mundo del
pensamiento, y el mundo dinámico de Heráclito es el
mundo de los sentidos. "La filosofía de Parménides
se aleja de las cosas humanas. En su concepto de ser se desvanece
toda existencia particular y, por tanto, también el
hombre. En la filosofía de Heráclito, por el
contrario, el corazón humano constituye el centro
sentimental y apasionado en que convergen los radios de todas las
fuerzas de la naturaleza. El curso del mundo no es para
éste un espectáculo sublime y lejano, en cuya
consideración se hunda y se olvide el espíritu
hasta sumergirse en la totalidad del ser. Con su expresión
"me he investigado a mí mismo", Heráclito
vuelve la filosofía hacia el hombre" (Paideia, de
Werner Jeager).

Nuestro quehacer cotidiano, científico,
filosófico, político, social, económico y
cultural está, en cierta forma, condicionado por la
concepción dinámica del ser (Heráclito) y la
concepción estática del ser (Parménides),
principalmente por la de este último, porque
"Parménides introdujo la mayor revolución que se
conoce en la historia del pensamiento, tanto que seguimos
viviendo hoy en los mismos carriles y causes filosóficos
que abrió, por donde empujó, con un empujón
gigantesco, el pensamiento filosófico" (Lecciones
preliminares de filosofía,
de Manuel García
Morente). Según Matthew Stewart, Parménides esboza
cuestiones de interés para la filosofía venidera.
"Al exponer las cuestiones, despliega asimismo la estrategia para
la filosofía, es decir, cómo habría de
concebirse y presentarse a sí misma con el fin de disponer
de cuestiones significativas que investigar y resultados
significativos que declarar" (La verdad sobre todo). A
partir de Perménides tenemos una concepción
estática del ser, ya que él caracteriza el ser como
único, eterno, infinito, inmóvil e inmutable. Estas
características o predicados del ser son los pilares
fundamentales de la metafísica. Su metafísica se
basa en el principio de identidad y en la identidad entre el ser
y el pensar.

Empédocles, que trató de conciliar los
planteamientos antagónicos de Parménides y
Heráclito, encontró que eran cuatro los elementos
de los cuales se originaban todas las cosas: agua, aire, fuego y
tierra. La diversa combinación de estos elementos
básicos (eternos, irreductibles e inalterables) da lugar a
todas las cosas, que cobran existencia por la agregación
dosificada de aquéllos, y mueren cuando se produce la
disgregación. La palabra "elementos" quiere decir: aquello
con lo cual se hace todo lo demás. Los cuatro elementos de
Empédocles tuvieron vigencia hasta el Renacimiento,
gracias a la filosofía de Aristóteles. "Los
dioses-elementos se presentan como creadores del mundo tal y como
es en la actualidad" (La verdad sobre todo, de Matthew
Stewart). El amor y el odio son la causa del movimiento y, por lo
tanto, de la mezcla de los cuatro elementos. El amor y el odio
son también responsables del bien y del mal en el mundo.
"El primer gran dualista de nuestra tradición,
Empédocles, reveló a todos que el mundo no es sino
una incesante toma y daca entre dos fuerzas primordiales, el amor
y la discordia. A través del amor todas las cosas se
vuelven una, mediante la discordia todas las cosas se separan"
(La verdad sobre todo, de Matthew Stewart).
Empédocles tuvo el mérito de añadir al
concepto de elemento el concepto de fuerza, los cuales son
básicos en la física y en la química actual.
Empédocles intentó reconciliar la doctrina de la
permanencia del ser con la de la realidad de la experiencia del
cambio del movimiento. Se le atribuye el invento de la
retórica.

Anaxágoras utilizó la hipótesis de
la existencia de un número infinito de elementos,
gérmenes o semillas (homeomerías), diferenciadas
entre sí cualitativamente y con propiedades irreductibles,
para explicar lo que acontece y cambia en el ser permanentemente.
(Homeomerías significa que todo está en todo y
participa de todo). "Para explicar el cambio de estas
partículas, el movimiento, nos habla de un nous o
entendimiento universal: una realidad espiritual, divina, que
imprime el movimiento a esta partículas provocando su
mezcla y la creación de sucesivos y eternos mundos. Es un
concepto muy importante, pues es la primera vez que aparece la
idea de una realidad divina" (Historia de la
filosofía,
de José Luis Dell´Ordine). De
las combinaciones de ese número infinito de elementos,
nacen las cosas visibles. Esas homeomerías son movidas por
una fuerza intelectual (nous), principio del orden. El nous o la
inteligencia es el principio del movimiento. "Fue el primero que
a la materia (hile) añadió la Mente al principio de
sus obras, donde, suave y magníficamente, dice: Todas
las cosas estaban juntas; luego sobrevino la Mente y las
ordenó, y por esta razón se llama
Mente
… La Mente es el principio del movimiento"
(Vidas de los filósofos más ilustres, de
Diógenes Laercio). El principal mérito de
Anaxágoras fue haber presentido la necesidad de una
causalidad final en el universo y de un principio del movimiento.
"Con Anaxágoras entra en la cosmología la tendencia
antropocéntrica del tiempo, sitúa en el origen el
ser al espíritu, como fuerza ordenadora y rectora.
Anaxágoras fue el primero en explicar los eclipses de sol
y de luna" (Paideia, de Werner Jeager).

Los atomistas (Leucipio y Demócrito), que
atribuyeron al átomo ser el origen de todas las cosas,
inauguraron la llamada consideración
cuantitativa-mecanicista de la naturaleza, que constituye la base
de la ciencia física moderna, de la técnica y de su
dominio de los procesos naturales. El número de
átomos es infinito. Son impenetrables, indestructibles,
eternos, pesados y todos de la misma naturaleza. Los
átomos permanecen en continuo movimiento. Se trata de un
movimiento eterno que resulta de las presiones y los choques
entre aquellos. El pensamiento consiste en un movimiento de
átomos sumamente rápido y sutil. El alma y la mente
son la misma cosa.

Demócrito, para explicar el movimiento, sostiene
que es precisamente el no ser, el hecho de que "el no ser no
exista", lo que explica el movimiento (el no ser significa la
ausencia, el vacío, un vacío que sirve como campo
de acción para que se produzca el movimiento, para que el
átomo se dirija a éstas zonas y se combine). El
movimiento no surge en un momento determinado, es eterno.
"¿Existe algún orden, una realidad que le confiera
una finalidad? No, según Demócrito, el Universo no
tiene finalidad externa ni está sometido a un Dios. Se
define pues totalmente por el mecanicismo: para él los
movimientos se producen al azar" (Historia de la
filosofía,
de José Luis
Dell´Ordine).

Con los atomistas las explicaciones materialistas
alcanzaron su punto culminante, por cuanto consideraba que las
diferentes formas de la materia están causadas por
diferencias en la forma, tamaño, posición y orden
de los átomos que la componen. "Los atomistas propusieron
como primer principio de su física el postulado de que
todo está compuesto de unidades discretas e invisibles
llamadas átomos, que se mueven en un vacío. Por una
parte, rechazaban de modo flagrante y consciente la tesis de
Parménides, en virtud de la cual no podía existir
vacío ni, por tanto, movimiento alguno. Por otra parte, su
sistema de átomos y vacío estaba destinado a
refutar la permanencia del ser parmenídeo, dando cabida a
una explicación de la diversidad de los fenómenos.
La idea de los atomistas se nos antoja fascinante, pues sabemos
que la materia que nos rodea se halla, en efecto, compuesta de
átomos…" (La verdad sobre todo, de Matthew
Stewart).

Es procedente aclarar, con el ánimo de
reivindicar la grandeza de los presocráticos, que
éstos tienen una importancia enorme en el maravilloso
universo de la filosofía. A pesar de que sus
planteamientos, hoy en día, a la resplandeciente luz de la
pomposa "postmodernidad" y del arrollador poder de la ciencia y
la tecnología, nos parecen absurdos y hasta pueriles, no
podemos ignorar que, gracias a ellos, el hombre rompió con
el condicionamiento, el dominio y la alienación de la
religión y los mitos que pretendían dar respuestas
ultraterrenas, mágicas, deterministas e irracionales a la
realidad, al origen, dinámica y composición del
universo, y a los problemas e inquietudes profundas del
hombre.

Antes de los presocráticos existía toda
una pléyade de cosmologías mitológicas, que
fueron cuestionadas y superadas por éstos. "La conciencia
racional alboreó entre aquel misterioso y variopinto grupo
de pensadores conocidos como los presocráticos. Aquellos
audaces pioneros del pensamiento enfrentaron a las
cosmologías mitológicas de su propia cultura y las
rechazaron. El mundo no fue creado por alguna extraña
divinidad devoradora de hijos y por incestuosa familia. Los
nuevos pensadores reclamaban y brindaban una explicación
del mundo conforme a principios racionales… De hecho,
muchos de los primeros filósofos dejan constancia de su
repugnancia hacia las mitologías prevalentes. Sus
objeciones no eran meramente estéticas; sentían
también que esos relatos eran tan estúpidos que
amenazaban la vida espiritual en pleno" (La verdad sobre
todo,
de Matthew Stewart). Los presocráticos
enseñaron a razonar correctamente en contra el
razonamiento falso. "En los tiempos antiguos, el razonamiento
falso constituía la regla: las mitologías de todos
los pueblos, su magia y supersticiones, sus cultos
religiosos…" (Humano, demasiado humano, de
Federico Nietzsche).

De la concepción en virtud de la cual la
conciencia racional "emerge de una síntesis de reflexiones
filosóficas fragmentarias, los presocráticos
formaron una especie de sopa primordial, a partir de la cual
surgieron Sócrates y Platón, así como todas
las generaciones subsiguientes de adalides de la racionalidad
occidental hasta llegar Kant y a Wittgenstein" (La verdad
sobre todo,
de Matthew Stewart). El mérito de los
presocráticos consiste en haber hecho surgir la conciencia
científica en medio de la oscuridad de la actitud
natural.

Desde los presocráticos en adelante, los
filósofos han intentado la unidad de pensar y ser, esencia
y existencia, razón y hecho, método y contenido,
universal y particular, posibilidad (potencialidad) y realidad,
infinitud, ser y deber, práctica y teoría…
"que, al ser posible, es también necesariamente real:
aquello que exige su propia existencia, la realidad verdadera
fundamentadora, independiente, indudable, absoluta, firme como
una roca. La roca de la razón aspira también a
poner de manifiesto, a demostrarnos lo que deberíamos
querer y hacer" (La verdad sobre todo, de Matthew
Stewart).

Los presocráticos hicieron énfasis en que
la sabiduría es algo más que la mera
acumulación de hechos respecto de la naturaleza. La
sabiduría, según Heráclito, "consiste en
descubrir el patrón general de las cosas y en comprender
cómo y en qué medida encaja cualquier cosita en el
todo vital. La sabiduría no es la capacidad de inferir
mecánicamente, sino una facultad del juicio basada en el
carácter" (La verdad sobre todo, de Matthew
Stewart).

Es posible que la abrumadora y arrolladora influencia de
la filosofía platónica y aristotélica haya
eclipsado la grandiosidad de los presocráticos, a quienes
consideró Nietzsche como los verdaderos filósofos
de Grecia. Algunos estudiosos de la filosofía consideran
que el mismísimo Platón que Occidente conoce, con
su voluntad de certeza y de fundamentación, se
encargó de ocultar el acceso a la filosofía
presocrática e hizo de ella algo incomprensible. Como
Aristóteles fue el encargado de sistematizar toda la
filosofía anterior (creando un influyente sistema que
sirvió de fundamento y referencia a la doctrina
católica) le restó importancia a los planteamientos
de algunos de sus antecesores porque no encajaban en su
formidable construcción filosófica. Gracias a los
pensadores de la modernidad y a los que siguieron a ésta,
filósofos presocráticos como Heráclito y
Demócrito, que habían perdido cierta vigencia
durante la Edad Media, volvieron al escenario
filosófico.

Ya sea porque los planteamientos de los
presocráticos parecieran (a simple vista) absurdos y
pueriles o porque fueron eclipsados u ocultados por Platón
y Aristóteles, factiblemente obedeciendo a intereses
particulares, colectivos o de los sistemas políticos,
sociales, religiosos o económicos imperantes en el
contexto de éstos, los presocráticos nos alejaron
de la actitud natural y del sentido común, nos legaron el
quehacer filosófico y empezaron la construcción de
los rieles firmes y seguros por donde se ha venido desplazando el
tren de la filosofía occidental hasta nuestros
días. "A aquellos que prosigan el viaje por el resto de
nuestra historia, no les costará comprobar que todo cuanto
se diga durante los dos milenios y medio siguientes de
filosofía ya había sido expresado de algún
modo por los filósofos presocráticos. Las disputas
entre los presocráticos concernientes a los primeros
principios serán reavivadas en una sorprendente variedad
de formas, mas siempre con el mismo desenlace. El agua de Tales
se transformará en nuevas sustancias extrañas, como
el Dios de Spinoza y la voluntad de Schopenhauer, si bien se
reduciría siempre a la misma vieja historia. El principio
pitagórico de los números ilustraba ya la
pléyade de los primeros principios ideales, como
habría de plasmarse en el mundo de las ideas de
Platón. En particular, el salto parmenídeo al
segundo orden podría interpretarse como el paradigma de
casi toda la filosofía antigua y moderna. La
metafísica aristotélica, como estudio del ente,
supondría un refinamiento del proyecto de
Parménides. Otro tanto cabe afirmar del discurso
cartesiano del método y de la investigación
kantiana de las condiciones de posibilidad de la experiencia. Las
dialécticas venideras entre la razón y los
sentidos, entre el conocimiento divino y el humano, se hallaban
ya prefiguradas en el escepticismo heraclíteo acerca del
transitorio mundo de la experiencia sensorial ordinaria, por no
mencionar la distinción parmenídea entre la
vía de la verdad y la vía de los mortales. El Uno
de Parménides habrá de emerger con la sustancia de
Spinoza, y la réplica seminal de Anaxágoras
volverá a brotar en la monadalogía pluralista de
Leibniz. Impregnado por el flujo-logos heraclíteo, una
Mente de Anaxágoras revitalizada y la dialéctica de
Zenón, el Uno que es Multiplicidad retornará a
sí mismo en forma de Espíritu Absoluto hegeliano.
La adulterada pregunta por el ser habrá de constituir el
primer principio de la filosofía de Heidegger. El genio
intuitivo y misántropo de Heráclito, su
empeño por forjar nuevos valores desde una
cosmología muerta, volverá a manifestarse en
Nietzsche. O tal vez puede reconocerse en Heráclito a un
protoexistencialista. Su fe en la forma de un mundo sin fisuras,
que puede ser mostrada pero no expresada, será compartida
por Wittgenstein… Las sutiles paradojas de Zenón
conducirán en primer lugar a la dialéctica
socrática y darán luego paso a las clarificaciones
conceptuales de la filosofía del lenguaje de mediados del
siglo XX" (La verdad sobre todo, de Matthew Stewart). La
filosofía empieza con alturas, acantilada sobre las ondas
de la cultura prefilosófica, al elevado nivel que en
general se arroga dentro de lo humano. Simples por originarias o
no, las primeras filosofías son paradigmas cimeros y
perennes de la filosofía.

Sistema de la sofística

Una nueva etapa de la filosofía, la de los
sofistas o de la sofística, se caracteriza por su
centramiento sobre el hombre y todo lo humano. Los temas
anteriores sobre el ser y la construcción del cosmos son
dejados a un lado por los sofistas. Volverán más
adelante con Platón y Aristóteles; pero ya cuando
el tema del hombre se haya constituido en el centro de la
reflexión filosófica.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12
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