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¿Las cosas son en realidad como las percibimos? (página 3)



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En el ámbito del conocimiento, la
filosofía educativa influye en nuestra manera de ver el
mundo. Una persona educada en el idealismo
platónico,
que considera que la verdadera naturaleza
del hombre radica en su vida espiritual, pensará que no
todos los hombres pueden llegar a conocer plenamente la verdad,
pero sabrá que toda educación debe llevar al
individuo a la virtud, que consiste en descubrir la verdad y
vivir de acuerdo con ella. El realismo
científico,
que plantea que el fin del hombre es
conocer la verdad científica por medio de la
investigación, preparará al ser humano
intelectualmente, dándole a conocer las verdades
científicas. El pragmatismo, que concibe al
hombre como un ser social que se define por sus impulsos, sin los
cuales le sería imposible conservar la vida, proporciona
al sujeto experiencias de aprendizaje, promueve la
cooperación entre los individuos y los ejercita en la
aplicación del método científico dentro de
un ambiente democrático. El existencialismo, que
asigna al hombre la misión de realizarse y desarrollarse
como ser libre dentro de una existencia auténtica, le
atribuye a la educación la tarea de formar al hombre para
ser él mismo, alejándolo de la masificación
y ayudándolo a hacerse sujeto. El personalismo,
que considera al hombre como un ser trascendente, libre y
original, plantea que la educación debe crear ambientes
que favorezcan el desarrollo personal del hombre en sus
diferentes estructuras. El marxismo, para el que el
hombre es un ser social que se hace en sus relaciones con los
otros hombres a través del trabajo, rechaza el modelo
educativo profesor-alumno, y propone la pedagogía de la
colectividad primaria, lo cual conlleva a que todos los fines
personales y grupales deben emanar siempre de los fines generales
de la escuela y del país.

El criterio de la
verdad

El criterio de verdad es la norma o regla que nos sirve
para distinguir un conocimiento verdadero de uno falso. Es la
prueba por la cual distinguimos entre la verdad y el error.
Podemos compararlo al metro que nos sirve de patrón para
las medidas. La norma para distinguir la verdad de lo falso no
puede ser la autoridad de quien dice saber o quiere imponer su
saber o su poder. Un juicio no puede admitirse como verdadero por
el solo hecho de ser formulado por esa clase de persona. La
verdad no es absoluta e inmutable, sino relativa; esto es,
depende del entendimiento humano, y está sometida a las
variaciones de éste.
La verdad cambia con los hombres
o los tiempos. Cada sistema filosófico implica y encarna
una determinada concepción de la verdad. El criterio de
verdad debe responder, entre otras, a la pregunta de si es la
verdad independiente o dependiente del hombre. La cuestión
del criterio de la verdad nos lleva a preguntarnos:
¿Qué nos presta la certeza de que nuestros juicios,
además de verdaderos, sean ciertamente verdaderos?
¿En qué conocemos que un juicio es verdadero o
falso? El hombre, como dijo Einstein, tiene un profundo anhelo de
certeza en sus conocimientos. Existen diversos campos de verdad,
cada uno de ellos aceptable dentro de sus propios
límites.

En la búsqueda del conocimiento debemos
preguntarnos ¿cómo llegaremos a saber lo que no
sabemos? ¿Cómo podemos saber qué es lo que
queremos saber? ¿Qué buscamos preguntando?
¿De dónde pueden proceder las respuestas
válidas? ¿Cómo hemos obtenido el
conocimiento? ¿Hasta qué punto estamos seguros de
él? ¿Cómo podemos ampliarlo, depurarlo o
mejorarlo? Sabemos las cosas porque otros nos las han dicho, las
hemos estudiado y por experiencia propia. Pero ¿hasta
qué punto estamos seguros de lo que sabemos?
¿Quién nos puede asegurar que lo que damos por
cierto, no será descartado después? Lo que hoy nos
resulta verosímil o aun probable siempre puede estar
sujeto a revisión. Por eso es importante tener criterios
de verdad y razonar profundamente, si queremos fundar nuestros
conocimientos. Todas nuestras fuentes de conocimiento han de
pasar por el discernimiento crítico y riguroso de la
razón, que verifica, organiza y busca coherencia en lo que
sabemos, así sea provisionalmente.

Un criterio de la verdad es la ausencia de
contradicción. No es un criterio general, válido
para todo el conocimiento, sino sólo para una clase
determinada de conocimiento. Otro criterio de la verdad consiste
en la presencia o realidad inmediata de un objeto: son verdaderos
todos los juicios que descansan en una presencia o realidad
inmediata del objeto pensado.

La certeza es un estado de ánimo del que conoce
que está seguro que lo que afirma es verdadero y no puede
dudar, porque conoce los motivos para no dudar, para estar firme
en su asentimiento. Es el sentimiento firme de nuestra mente a
algún enunciado porque conocemos que no tenemos peligro de
errar.

Cada persona tiene una verdad "relativa"; razón
por la cual ésta no es propiedad privada ni absoluta de
nadie. Nadie está en poder de la verdad. Las verdades
religiosas, llamadas dogmas, son simples creencias, por cuanto no
se debe aceptar como verdad algo que no se ha verificado de
alguna manera. No existe la verdad absoluta; simplemente existen
aproximaciones a la verdad.

Cada ser humano tiene una verdad inherente a sus
experiencias, en la medida en que aprenda a conocerse a sí
mismo, descubriendo grandes realidades de la existencia, teniendo
cuidado con los sofismas de distracción que nos desubican
de la realidad. De lo contrario se corre el riesgo de vivir
esclavizados por desconocer nuestra propia verdad. Tengamos
siempre presente que el hombre superior busca en sí
mismo todo lo que quiere, en cambio el hombre inferior lo busca
en los demás.

Concepciones del conocimiento y de la
verdad

Debido a la diferencia de pensamiento y de criterios,
que es precisamente lo que nos hace únicos e irrepetibles,
cada quien tiene su verdad de las cosas y de la
realidad, según su punto de vista o su corriente de
pensamiento.

Punto de vista de los
presocráticos

Los griegos presocráticos esquematizaban la
verdad como "desvelación del ser". Buscaban la verdad o lo
verdadero frente a la falsedad, es decir, oponer y distinguir la
apariencia, el fenómeno, a la realidad que se oculta y
permanece tras ella. La verdad es idéntica a la realidad,
a lo permanente o primordial del ser, el principio, o bien, la
estructura de la realidad. La verdad es el descubrimiento del
ser; esto es, la visión de la forma o perfil de lo que
verdaderamente es, pero que se halla oculto por el velo de la
apariencia.

Según Pitágoras, todo cuanto vemos y
tocamos, las cosas tal y como se nos presentan, no existen de
verdad, sino que son otros tantos velos que ocultan la verdadera
y auténtica realidad.

Heráclito precisa que todas las cosas que se
tienen ante nosotros no son nunca, en ningún momento, lo
que son en el momento anterior y en el momento posterior. Nunca
vemos dos veces lo mismo, por próximos que sean los
momentos. Todas las cosas, tal como se nos ofrecen a la
contemplación sensible, son el verdadero ser y
están dejando de ser, para volver a ser, para devenir. Las
cosas son como gotas de agua en los ríos, que pasan y no
vuelven más. Las cosas no son, sino que devienen. Existir
es estar en perpetuo cambio, un estar constantemente siendo y no
siendo; un devenir perfecto; un constante fluir. Una cosa es y no
es al mismo tiempo.

Según Parménides, este mundo abigarrado de
colores, de las cosas que van y vienen, de la multiplicidad de
los seres, de su variedad, de su movimiento, de su
abizarramiento, todo este mundo sensible, es una apariencia, es
una ilusión de nuestros sentidos, una ilusión de
nuestra facultad de percibir. Una cosa no puede ser y no ser al
mismo tiempo. El ser es y el no ser no es. "Mantenía que
los fenómenos de la naturaleza son sólo aparentes y
debidos, en esencia, al error humano; parecen existir, pero no
tienen entidad real. Sostenía también que la
realidad, "Ser verdadero", no es conocida por los sentidos, sino
que sólo se puede encontrar en la razón" (Microsoft
Encarta).

Corriente o doctrina
determinista

El Determinismo, influenciado por
Demócrito, defiende que la percepción sensorial
constituye la fuente básica del conocimiento, pero
proporciona sólo un saber confuso de los objetos; sobre
este saber se eleva otro luminoso, más sutil, el saber por
el intelecto, que conduce a la esencia del mundo: de los
átomos y el vacío.

Quienes tienen una concepción causal determinista
del mundo, son partidarios de la conciencia reflexiva, es decir,
conciben la imagen de las cosas como existentes en la mente,
tienen conciencia de los objetos como algo inmanente. Quienes
consideran que la conciencia es prerreflexiva, imaginante o
emocional (conciencia libre), poseen una visión
mágica, dinámica y contingente del mundo, porque
son capaces de despojar el ego de su conciencia para poner las
cosas como trascendentes (la conciencia es conciencia de algo),
percatándose de que la percepción del objeto no es
una representación mental de éste, sino que al
percibirlo, perciben el objeto mismo; su percepción pone
el objeto como existente. Su conciencia intenciona un objeto que
es trascendente: este objeto es el fenómeno, el ser de
algo existente, su apariencia. Su conciencia no crea el ser, el
ser está ahí como en en-sí. Por eso
sostienen la intencionalidad y la pura transparencia de la
conciencia. Saben que el acto de amar a una persona no es lo
mismo que pensar que aman a una persona. Pero, ¿por
cuál de estas dos "miradas" optar? En tanto que los
primeros tienen una concepción mecanicista y determinista
del universo, atribuyendo sus acciones a la determinante
causalidad del pasado precipitada en el ego, los segundos
perciben las sensaciones inmediatas de la realidad como fugacidad
y cambio permanente, y la existencia se les revela como
contingencia, una gratuidad absoluta que se sostienen en la nada
y el absurdo.

Corriente o doctrina
dogmática

El Dogmatismo (doctrina o sistema
filosófico que considera la razón capaz de conocer
la verdad, siempre que se sujete a método y orden en la
investigación; doctrina cerrada en sus verdades porque
cree que está en lo cierto) asegura que el conocimiento
verdadero es posible. Se puede dar una relación entre el
sujeto cognoscente (la persona que conoce) y el objeto conocido.
Supone la capacidad cognoscitiva del hombre y piensa que la
realidad de hecho existe. Trata de averiguar qué son las
cosas, de qué están hechas; busca un principio que
sea capaz de explicar todo cuanto existe. Confía en el
poder de la razón para conocer. Cree que los valores de
las cosas son aprehendidos directamente y que nuestro
espíritu es capaz de conocer la realidad tal cual se nos
presenta.

Corriente o doctrina
escéptica

El Escepticismo (doctrina o sistema
filosófico que afirma que la verdad no existe, o que si
existe, el hombre es incapaz de conocerla) plantea que el
conocimiento verdadero no es posible. ¿Por qué? Los
sentidos nos engañan, cometemos muchos errores y estamos
sometidos a las contradicciones. Cree que la diversidad de
opiniones entre los hombres respecto de una misma cosa hace que
no podamos tener ninguna seguridad respecto de nuestros
conocimientos; nuestras facultades cognoscitivas (sentidos y
razón) están sometidas al engaño. La duda es
la única forma de sabiduría. Las cosas no se pueden
conocer. A lo sumo, se dan simples opiniones a las que se pueden
oponer otras. Para llegar a la plena tranquilidad (ataraxia) hay
que abstenerse de todo juicio. Sostiene que no debemos
pronunciarnos a favor ni en contra de ninguna cosa; ni considerar
nada, ni como falso ni como verdadero. No concede valor a los
conocimientos sensibles ni de la razón, porque si las
impresiones sensibles son subjetivas y la razón trabaja
con ellas corre el mismo riesgo de error. No hay ninguna
evidencia inmediata ni ninguna ciencia absoluta.

El escepticismo asegura que nada podemos afirmar ni
negar como cierto, sino a lo sumo como probable. No existe
criterio absoluto de verdad: ni la razón, ni los sentidos,
ni las representaciones, son base evidente de nada, pues todos
nos engañan igualmente. De la realidad sólo
percibimos apariencias mudables. El espectro de lo que pensamos y
hacemos está limitado por lo que no percibimos. Y, dado
que no percibimos lo que no percibimos, poco podemos hacer para
cambiar hasta tanto percibamos cómo el no percibir moldea
nuestros pensamientos y nuestros actos. Además de la
tergiversación inicial de lo que percibimos con nuestra
atención, puede haber tergiversaciones posteriores en lo
que recordamos. La misma contradicción de las cosas hace
que todo sea relativo y que por tanto los enunciados ni sean
verdaderos ni falsos. Sólo conocemos lo que sentimos, pero
no la realidad tal como es en sí. Hay muchas razones para
ello: la diversidad de sensaciones, las circunstancias
subjetivas, la variedad de posiciones, de distancias y lugares,
la relatividad del sujeto que conoce y del objeto, la diversidad
de educación, costumbres, leyes y creencias.

El escéptico es un observador, un buscador y un
cuestionador que no niega ni afirma nada. No pretende negar la
realidad pero sí los juicios sobre ésta. El hombre
nada puede conocer con certeza y, por consiguiente, ha de dudar
definitivamente de todo. El escéptico está, pues,
instalado en la duda. Un escéptico pone en duda la
existencia de la verdad y afirma que el hombre es incapaz de
conocerla. ¿Por qué? El carácter falaz de
los medios cognoscitivos de que dispone el hombre, la dependencia
de todo supuesto conocimiento con respecto a las circunstancias
del sujeto, objeto, tiempo y lugar; y la existencia de opiniones
contradictorias sobre cada cuestión.

Según los escépticos, no hay conocimiento
verdaderamente seguro ni siquiera fiable cuando se le examina a
fondo. No dudan de la verdad, sino de que puedan distinguirla
fiablemente de lo falso. El escepticismo pone en cuestión
o niega rotundamente la capacidad de la razón para
establecer verdades concluyentes.

Corriente o doctrina relativista

El Relativismo (sistema filosófico o
doctrina que sostiene que el conocimiento sólo tiene por
objeto relaciones, sin llegar nunca al de lo absoluto) plantea
que el conocimiento es posible, pero niega de hecho que podamos
llegar a obtener verdades universales, absolutas, inmutables.
Nuestro conocimiento siempre es relativo, es decir, dependiente
de factores y circunstancias especiales. Hay muchas
circunstancias que afectan al objeto que vamos a conocer como hay
también circunstancias que afectan al sujeto cognoscente.
Las cosas son para cada cual, lo que cada cual quiera pensar de
ellas. Cada cual elabora su propia verdad. Hay tantas versiones
del mundo de acuerdo con las experiencias de cada cual, pero
ninguna de ellas puede imponerse con la precisión de ser
total y común a todos. No hay ninguna realidad que sea
verdadera para todo sujeto, sino que lo que para un sujeto es
verdad, para otro puede ser falso; es decir, la verdad es
relativa. No somos capaces de alcanzar la verdad por medio de
razonamientos.

Los relativistas sostienen que no hay verdades
absolutas, sólo relativas según la etnia, el sexo,
la posición social, económica, política,
religiosa y los intereses de cada cual, incluso su
carácter. Hay tantas verdades como culturas. Para los
relativistas-subjetivistas, el conocimiento depende de muchos
factores que rodean al hombre: cultura, convicciones, prejuicios,
etcétera.

Punto de vista socrático

Sócrates busca la verdad o el conocimiento
verdadero a través del método
mayéutico,
el cual consiste en hacer que un
interlocutor encuentre la verdad a medida que éste va
contestando una serie de preguntas hechas en forma hábil.
Se le considera como un proceso pedagógico en el que la
verdad de las cosas es puesta en movimiento en el acto mismo del
preguntar y el responder. Es un diálogo abierto, en el que
prima la actitud de búsqueda sincera. El diálogo
opera como proceso intersubjetivo de conocimiento de la verdad.
Según Sócrates, es la búsqueda personificada
de una filosofía que en él es una forma fundamental
de vida en la que priman más la autenticidad y la actitud
de búsqueda que el rigor de las conclusiones o la
logicidad de los discursos. El método socrático es
la forma misma de su vida, de un saber que está en camino,
de un no saber que se sabe.

Punto de vista platónico

Platón, que retoma algunos planteamientos de
Parménides, considera que el mundo y las opiniones del
hombre acerca de él son meras apariencias, de las que se
debe desconfiar. El mundo sensible, lleno de engaños,
sombras y apariencias, no ofrece conocimiento verdadero. El mundo
de las cosas es móvil e impredecible y está sujeto
a contradicciones y cambios. Son las ideas, modelos perfectos y
divinos, las que nos brindan el auténtico conocimiento. El
mundo sensible, ininteligible, nos ofrece sólo opiniones.
El mundo ideal, inteligible, es real. La realidad no es algo dado
sino que hay que conquistar a fuerza de pensamiento.

Platón sostiene que hay dos mundos: el de las
ideas y el de las cosas. El mundo de las ideas es distinto del
mundo en que vivimos (el mundo de las cosas); es un mundo
trascendente, porque es otro mundo distinto del que tenemos en la
sensación. El mundo en que vivimos es el reflejo
pálido del mundo en que no vivimos (el mundo de las
ideas), que es el habitáculo de la verdad absoluta. La
verdad es la trascendencia de las cosas. La idea es trascendente
al objeto que vemos y tocamos. Cuando queremos definir un objeto,
tenemos que quitarlo de en medio y fugarnos al mundo trascendente
de las ideas, completamente distinto al mundo de las cosas. En
Platón todo lo que no vemos (ideal) es real y todo lo que
vemos (cosas) no es real.

Corriente o doctrina realista

El Realismo (sistema filosófico que
afirma la existencia objetiva de las cosas), influenciado por
Aristóteles, contrario al Idealismo, afirma que el
conocimiento es posible sin necesidad de suponer que la
conciencia impone a la realidad ciertos conceptos o
categorías a priori (antes de la experiencia). Las cosas
existen independientemente de que yo las piense o no. Las cosas
existen fuera e independientemente del sujeto que las considera,
concibe o piensa. Una cosa es, no porque la conocemos, sino que
la conocemos porque es. Las leyes del pensar son impuestas por
las leyes del ser. La realidad se impone a la mente. El
conocimiento viene de las cosas al sujeto; en el Idealismo, va
del sujeto a las cosas. El realismo ingenuo o la doctrina de que
las cosas son lo que parecen, a diferencia del realismo
crítico, sostiene que las cosas son lo que percibimos por
nuestros sentidos. Según Aristóteles, nadie
podrá comprender algo o aprender, si los sentidos no se lo
enseñan, y todo lo que se piensa, se piensa forzosamente
como imágenes. El mundo sensible es un mundo inteligible y
comprensible, porque fue creado por un Dios inteligente, y porque
Dios existe.

Aristóteles, de tendencia realista (realismo
crítico), concibió la verdad como adecuación
del pensamiento con la realidad, adecuación o
correspondencia con la realidad. Un enunciado es verdadero si hay
correspondencia entre lo que dice y aquello sobre lo cual se
habla. Según Aristóteles, decir de lo que es que no
es y decir de lo que no es que es, es falso; y decir de lo que es
que es y de lo que no es que no es, es verdadero. En otras
palabras: verdad es decir del ser que es y del no ser que no es.
Para un aristotélico, en los seres que se presentan a
nuestra observación hay mezcla de ser y no ser, o sea de
perfección y de perfectibilidad, de acto y de
potencia.

Para Aristóteles, conocer significa formar
conceptos, subsumirse en los conceptos y razonar para ver o
determinar las substancias que no tenemos en nuestra experiencia
sensible. Saber o conocer es tener conceptos en la mente. Saber
consiste en tener en la mente una colección, lo más
variada, amplia y rica posible, de conceptos, que permitan
deambular por el mundo entre las realidades, sin sentirse nunca
sorprendido; y cada vez que se encuentre algo, si se es
verdaderamente sabio, se tendrá en la mente el concepto
correspondiente. El conocimiento de las cosas consiste en poseer
conceptos, en llenar la mente de conceptos, los cuales se ajusten
a las cosas. Mediante el concepto se conocen las cosas. Un
concepto es verdadero cuando lo que el concepto dice y lo que la
cosa es, coinciden.

Doctrina tomista y
escolástica

El Tomismo (pensamiento de Santo Tomás
de Aquino), retomando algunos planteamientos
aristotélicos, define la verdad como adecuación de
la cosa y del intelecto, porque cuando hablamos de verdad de unas
afirmaciones, pensamos evidentemente en la coincidencia entre ser
y pensamiento, entre realidad y lenguaje, entre hecho y
enunciado.

Santo Tomás y demás escolásticos
buscan la verdad a través del método de la
disputa
, que es una opción pedagógica en la
que se unen y distinguen tres procesos: lección (lectio),
probematización (quaestio) y disputa (disputatio), propios
de la enseñanza teológica escolar. La lectio es una
lectura y comentario en sentido progresivo desde el aspecto
gramatical hasta el desentrañamiento del sentido
lógico, de sentido, hasta llegar a la doctrina más
allá del texto, de una búsqueda de relaciones
internas del pensamiento y de sus conceptos implícitos. La
quaestio o problematización es el momento crítico
sobre la base de una pregunta, una duda, una cuestión. La
disputatio implica el momento del diálogo y la
confrontación.

Corriente o doctrina idealista

El Idealismo es una doctrina cuyo fundamento y
objeto son los ideales que consideran realizables. Plantea que la
conciencia impone la realidad. El Idealismo niega el mundo
sensible. La mente es la que da la existencia de las cosas. Las
cosas son construcciones de la mente. Las cosas no existen en
sí; la mente les da el ser. No podemos conocer algo
diferente de lo que está en nuestro mismo entendimiento.
La realidad es creación de la mente. La imagen del mundo
es producto del sujeto que conoce, puesto que el espacio y el
tiempo, que son fundamento de todo el universo, son
también creaciones de la mente. El Idealismo cartesiano,
que toma como partida la duda metódica, aconseja que hay
que dudar (provisionalmente) de todo, del mundo y de nuestro
conocimiento, a fin de desembarazarse mejor de cualquier
prejuicio y llegar así a distinguir lo verdadero de lo
falso.

a. Punto de vista racionalista
cartesiano

A partir de Descartes surge el Idealismo (que hunde sus
profundas raíces en Parménides y en Platón)
propiamente dicho. Su punto de partida es el sujeto cognoscente
que desconfía de toda realidad, incluso de lo inteligible.
Sólo se considera real lo cognoscible, por cuanto es lo
único que representa una evidencia plena al sujeto
cognoscente; el ser o la realidad se determinan por la
conciencia. Descartes establece las bases sobre las cuales se
asienta todo pensamiento filosófico posterior.

El Racionalismo (doctrina o sistema
filosófico cuya base es la omnipotencia e independencia de
la razón), heredero del Idealismo y fundado en la
razón (una de las dos fuentes naturales de conocimiento
humano; la otra es la experiencia), precisa que sólo el
conocimiento racional es conocimiento perfecto y de valor
irrechazable; solamente con él captamos lo que las cosas
son y sus relaciones inmutables. El conocimiento racional se
caracteriza porque es objetivo, exacto, universal (no está
limitado ni por el tiempo ni por el espacio) y necesario (es
necesariamente y no puede ser de otra manera). El conocimiento
racional es el único conocimiento válido, porque
los sentidos nos engañan. El criterio de verdad
será todo lo que se conciba racionalmente como claro y
distinto, es decir, objetivo. Las verdades, además de
verdaderas, deben ser ciertas. Si tenemos conocimientos ciertos,
definidos, han de basarse en la razón misma. Según
Descartes, padre del racionalismo, nada debemos aceptar como
cierto, como verdadero, hasta que no se nos presente como un
hecho real. Para éste, lo único seguro es que
existo yo y mis pensamientos; el mundo de los sentidos es dudoso.
Es dudoso que más allá de mis pensamientos existan
las cosas.

Según Descartes, considerado como el padre de la
modernidad, los hombres tienen la facultad del entendimiento,
conformado por la razón ejercida a través de
operaciones intelectuales abstractas, la lógica y las
matemáticas, que nos permite conocer las cosas, por fuerza
de toda experiencia sensorial. Pero los hombres, a pesar de su
inteligencia, se equivocan frecuentemente. ¿Por
qué? Por falta de procedimientos, de método de
aplicación de su inteligencia. A cada hombre le
corresponde la responsabilidad de confeccionarse un método
para conducir adecuadamente su razón. Se trata de una
metodología que garantice el progreso y la
evolución gradual del conocimiento, desde la ruindad de la
opinión cotidiana, hasta el punto mayor al que sea posible
llegar a partir de la fragilidad del entendimiento y la brevedad
de la vida humana. Así se podría vivir mejor,
aprovechar más el corto espacio de la existencia humana y
comprender más hondamente las razones últimas del
comportamiento de las cosas. Se trata de un criterio mediante el
cual sea posible distinguir con claridad lo verdadero de lo
falso.

Para buscar la verdad emplea el método
cartesiano
, que consta de las siguientes reglas: 1. La
Evidencia
. No aceptar nada como verdadero, como cierto,
hasta tanto no se presente como un hecho real. 2. El
Análisis
. Dividir cada una de las dificultades que se
han de examinar en el mayor número de partes posibles y
necesarias para resolverlas mejor. 3. La
Síntesis
. Conducir los pensamientos por orden,
empezando por los objetos más simples y más
fáciles de conocer, para ascender, como por grados, poco a
poco hasta los conocimientos más complejos. 4. La
Enumeración
. Hacer en todo enumeraciones tan
completas y revisiones tan generales, que estemos seguros de no
omitir nada.

El fundamento de este método debe encontrarse en
la duda metódica: es necesario suspender al menos una vez
el asentimiento a cualquier conocimiento aceptado
comúnmente; dudar de todo, incluso de los sentidos, y
considerar provisionalmente falso todo aquello de lo que es
posible dudar. En síntesis, el método cartesiano
consiste en la evidencia, en el analizar, el sintetizar y el
enumerar.

Un racionalista piensa que el conocimiento tiene su
origen en la razón, porque la experiencia no cuenta en la
elaboración de nuestros conocimientos. Como los sentidos
nos engañan, sólo la razón puede conducirnos
a la verdad. Existe una identidad entre el ser y el pensar. En
ningún caso los sentidos nos permiten conocer la verdad y
la naturaleza de las cosas, porque las sensaciones son oscuras,
confusas. En cambio, las ideas son claras y distintas, generales
y comunes a todos los hombres. Para alcanzar la certeza de la
verdad no se requiere más que poseer la idea verdadera,
puesto que para saber no es necesario saber que uno sabe. Las
cosas tienen tanta mayor posibilidad de existencia y de
pertenecer al mundo, cuanto más útiles,
beneficiosas y eficaces sean. El hombre no puede llegar a una
certeza absoluta porque es limitado en su inteligencia. Conocer
la cantidad de combinaciones o de acontecimientos de las cosas es
hacer verdadera ciencia. Para un racionalista, la verdad no
sólo debe ser verdadera, también debe ser
cierta.

b. Punto de de vista Leibniz

Leibniz, de tendencia racionalista, distingue entre
verdades de hecho y verdades de razón. Las verdades de
hecho se presentan con carácter contingente y las verdades
de razón con carácter necesario. Las verdades de
razón se fundan y rigen por el principio de no
contradicción ("Una cosa no puede ser y no ser al mismo
tiempo y bajo el mismo punto de vista") y las verdades de hecho
por el principio de razón suficiente ("Nada puede
admitirse sin explicación racional de su existencia. Todo
juicio necesita de un fundamento suficiente, para ser verdadero.
Todo conocimiento debe estar fundado").

Toda percepción se realiza desde un sujeto que
percibe y este sujeto es individuo y está determinado por
su circunstancia. Nos encontramos ante la imposibilidad de un
conocimiento absoluto. "Cualquier sistema, por completo que pueda
parecer, supone un punto de vista y, por lo tanto, una
determinación. Y todos ellos, por encima de sus
divergencias y contradicciones, contienen algo de verdad, una
chispa que permite la profunda unidad del universo, obra de
Dios… Son las ideas innatas que se constituyen en el
verdadero objeto del conocimiento. En medio de la
confusión, fruto de los sentidos y de las percepciones
imprecisas, las marcas originales, las ideas innatas, nos
permiten descifrar el mundo en toda su integridad y en todas sus
posibilidades", señala el filósofo e historiador
Rafael Méndez comentando la obra de este
pensador.

c. Punto de vista de Pascal

Blas Pascal sostiene que los hombres son míseros
e incapaces de comprenderse a sí mismos, al mundo que los
rodea y al sentido de pertenecer a él. "La naturaleza, con
toda su prolijidad, es y será siempre inabarcable para un
ser dotado con mínimos recursos. Al hombre no le
corresponde en propiedad nada distinto de la equivocación,
las falsas generalizaciones y la falsedad… Fatuidad,
torpeza y limitación son sus características
fundamentales. Su frágil razón lo aleja de toda
comprensión genuina, y la vacuidad de su comportamiento lo
acerca al exceso y al vicio", precisa Rafael Méndez
analizando la obra de este pensador francés.

Según Pascal, la inducción, la
metodologización y la racionalidad no bastan para conocer
la realidad fenoménica. "Miro y sólo hallo
tinieblas por todos los lados…; es incomprensible que Dios
exista, e incomprensible que no exista; que el alma esté
en el cuerpo, y que no tengamos alma; que el mundo sea creado, y
que no lo sea…", señala en sus
Pensamientos. La salida a esta encrucijada se encuentra
en la vida cristiana, porque sólo allí está
la perfección, la verdad y la felicidad. "Qué
desgraciados somos, que tenemos una idea de felicidad y no
podemos conseguirla y tenemos una idea de verdad y no podemos
conocerla… Deseamos la verdad y sólo hallamos
incertidumbre; buscamos la dicha y no hallamos más que
miseria y muerte; no podemos dejar de aspirar a la verdad y a la
dicha, y somos incapaces de certidumbre y felicidad", aclara en
su obra.

Según él, de ninguna manera podremos
lograr un conocimiento pleno y total del universo y de nuestra
condición. Sólo obtenemos conocimientos
fragmentados. Como no podemos alcanzar el conocimiento total,
hemos de preferir la amplitud del conocimiento a la
especialización. Es mejor saber poco sobre muchas cosas
que tratar de saber mucho sobre una sola cosa. "Los conocimientos
de la naturaleza arrojan al hombre a una contradicción
insoluble y dolorosa. Sus resultados pueden ser, y en gran medida
son, falsos. En tal caso, los seres humanos vivirán
envueltos en una versión espuria de la realidad, con todas
las consecuencias derivables de tan errática
condición", aclara Rafael Méndez. En medio de la
apabullante certidumbre del mundo que nos rodea, dentro del cual
no somos más que una partícula insignificante e
innecesaria, debemos contemplar la naturaleza y contemplarnos a
nosotros mismos, de manera que nos sea posible establecer justas
proporciones entre estas dos contemplaciones, antes de ocuparnos
de la indagación científica sobre el mundo.
"Flotamos sobre un vasto término medio, siempre incierto y
lanzados de un extremo a otro; si queremos afirmarnos en un
punto, nos abandona, y si le seguimos, se aleja de nosotros en
una huida eterna; nada se detiene para nosotros; es el estado que
no es propio y a la vez el más contrario a nuestra
inclinación, puesto que ardemos en deseos de hallar una
base firme para edificar una torre que llegue al infinito; pero
nos falta el suelo, y la tierra se abre a nuestros pies; no
busquemos, pues, punto de apoyo; nuestra razón está
siempre combatida por la inconsistencia de las apariencias, y
nada puede fijar lo infinito entre los infinitos que lo encierran
y lo huyen", precisa Pascal en sus
Pensamientos.

Como la razón no basta para comprender los temas
trascendentes que le dan el auténtico sentido a la
existencia, porque no es posible alcanzar claridad absoluta
mediante la aplicación del os procesos intelectuales, nos
vemos obligados y forzados a optar por la apuesta, el azar.
Apostar por lo mejor, por aquello que me reporte mayores ventajas
y me rescate del desastre. "Apostando que Dios existe, si
ganáis lo ganáis todo; si perdéis no
perdéis nada", señala en sus
"Pensamientos".

d. Punto de vista kantiano

El Kantismo (doctrina o sistema
filosófico de Inmanuel Kant) distingue entre conocimiento
a priori (antes de la experiencia) y conocimiento a posteriori
(después de la experiencia). Conocimiento a priori o
conocimiento puro es aquel cuya validez no depende de la
experiencia. Es universal y necesario. Conocimiento a posteriori
o conocimiento empírico es aquel cuya validez depende de
la experiencia. Es contingente y limitado a los casos
experimentales. Somos capaces de conocer el objeto tal como lo
percibimos, el fenómeno (la cosa en mí), lo que
aparece a nuestra conciencia. Pero somos incapaces de conocer la
realidad o cosa existente independiente de nuestro conocimiento,
el noúmeno (cosa en sí), lo que es pensado y no
conocido.

Kant busca la verdad mediante el método
trascendental
, que se pregunta cómo es posible y
dentro de qué condiciones se da nuestro conocimiento de la
realidad. No se parte del objeto mismo como algo dado, sino del
sujeto que indaga el sentido y el contenido mismo del concepto.
No se trata de partir del porqué del objeto sino del
cómo del juicio que recae sobre él. Trascendental
es todo conocimiento que se ocupa de nuestro modo de conocer los
objetos, siempre y cuando sea posible a priori este
conocimiento.

Este punto de vista sostiene que no conocemos la
realidad pura sino sólo como es lo real para nosotros.
Nuestro conocimiento es verdadero pero llega hasta donde lo
permiten nuestras facultades. No conocemos la realidad como es en
sí, sino como nos aparece. El planteamiento kantiano busca
que se evite el error y la confusión mediante la
construcción y formulación de juicios universales y
necesarios, porque si una afirmación pretende conocimiento
de alguna cosa en particular, debe ser válida siempre que
esa cosa se presente, por encima de condiciones y
circunstancias.

La realidad no la conocemos como es sino como aparece
(fenómeno). La cosa en sí no es posible conocerla;
sólo podemos conocer la cosa en mí. El hombre es el
que, a través de sus estructuras a priori de la
sensibilidad (espacio y tiempo), el entendimiento
(categorías o conceptos) y la razón (ideas a priori
regulativas), condiciona la posibilidad del conocimiento
científico. Este no es un conocimiento de la esencia de
las cosas, porque las cosas no las conocemos en su esencia sino
en su apariencia. El hombre puede llegar a conocer, poseer la
verdad, tener conocimientos que le den certeza, pero se hace
indispensable justificar racionalmente la forma como llegamos al
conocimiento, o sea, es indispensable demostrar cómo es
que conocemos y en qué forma se nos da la realidad. Kant
sostenía que las cosas son de una forma determinada y
concreta, pero que nosotros sólo conocemos apariencias.
Tanto si observa átomos, como rocas, relaciones o
sociedades, puede hacerlo de distintas maneras. Por ejemplo, mire
hacia un árbol por la ventana. Luego vuelva a hacerlo por
la noche. Pruébelo un día de lluvia. Luego utilice
un aparato de infrarrojos para mirarlo. Imagínese el
aspecto que presenta para un murciélago, o para un
elefante o para alguien que sea daltónico.
¿Cuál es el verdadero aspecto del árbol?
¿Alguno de los anteriores? ¿Ninguno de ellos? Kant
habría argumentado que la suma de todos los aspectos
concebibles más todos los imperceptibles constituyen el
noúmeno. Por consiguiente, la "cosa en sí misma"
(la cosa tal como es realmente) es mucho más rica,
profunda y completa que cualquier representación
fenomenológica concreta. Nuestra percepción actual
sólo es una forma de ver las cosas y que cuantas
más perspectivas investiguemos mejor será nuestra
comprensión. La obra de Kant también nos previene
contra la tendencia a definir categorías y a emitir
juicios, ya que es difícil saber si la categoría o
el juicio en cuestión refleja la cosa o la manera que
tenemos de verla. Anais Nin resumió esta idea al escribir:
"No vemos las cosas tal como son, las vemos tal como
somos."

El agnosticismo, teorizado por Hume y Kant, buscando
armonizar el Idealismo y el Materialismo, tan contradictorios e
irreconciliables, plantea que es inútil tratar de conocer
la naturaleza real de las cosas, puesto nunca conoceremos
más que las apariencias. No se puede saber si el mundo es,
en el fondo, espíritu o naturaleza, pensamiento o materia,
conciencia o ser. Es posible conocer la apariencia de las cosas,
pero no podemos conocer la realidad. No podemos saber nada con
certeza; sólo la apariencia de las cosas, jamás la
realidad. Nuestros sentidos nos permiten ver y sentir las cosas,
conocer sus aspectos exteriores, sus apariencias; esas
apariencias existen para nosotros. Pero no podemos conocer la
cosa independiente de nosotros, con su realidad que le es propia,
lo que se llama la cosa en sí. Es imposible
afirmar si el mundo exterior existe o no existe.

e. Punto de vista hegeliano

Georg Wilhelm Hegel postula que todo lo real es racional
y todo lo racional es real. Su Idealismo, conocido como
intelectualismo o panlogismo, identifica el pensamiento con el
ser: todo es pensamiento y no hay nada fuera de él; por
eso todo lo real es racional y lo racional es real. Lo real es
idéntico a lo racional. El pensamiento mismo, que es lo
absoluto, es el principio verdadero y universal de la naturaleza
y del espíritu. La filosofía debe optar por el
saber absoluto. Su objetivo es el conocimiento de la realidad, de
lo que es de manera indudable, definitiva y absoluta, el ser en
sí. "El saber absoluto es nuestro propósito
más acariciado, pues en él y solamente en
él, es posible encontrar la cosa misma, en conocimiento de
lo real, de lo que es en verdad… Para contemplar el
absoluto, el conocimiento es objeto prioritario de
reflexión", plantea el pensador alemán en su
Fenomenología del espíritu. ¿Pero
que tipo de conocimiento? ¿Quién garantiza que no
se incurra en confusión? El concepto mismo de conocimiento
supone límites y condicionamientos. "No se puede conocer
todo, aclara Hegel, o cuando menos se ha de tener el mayor
cuidado posible en nuestros procesos, pues podemos caer en el
error que asecha en cada momento, y sin tomar por cierto lo
incierto, o pasar por encima de lo verdadero sin darnos cuenta".
Una cosa es el absoluto que deseamos conocer y otra el
conocimiento que nos permitiría dar razón cabal del
absoluto. El absoluto es aquello capaz de contener todas las
cosas. La verdad reside sólo en el absoluto.
"Solamente lo absoluto es verdadero o solamente lo verdadero
es absoluto
". El conocimiento no es externo al sujeto que
conoce. Cuando hablamos de conocimiento y nosotros mismos,
hablamos de la misma cosa. De la misma cosa hablamos cuando
decimos conocimiento, absoluto y nosotros mismos.

Para Hegel, la verdad es dialéctica, por cuanto
radica en la coincidencia del objeto consigo mismo, con su
concepto, pero dado que esta coincidencia jamás se alcanza
por un juicio finito, la verdad ha de ser entendida
dialécticamente, como proceso, en el cual se realiza lo
concreto o la unidad de determinaciones diferentes, lo cual
supone que lo uno y lo múltiple no son antitéticos.
Pero en dicho proceso no se puede descartar el error, porque el
error es parte de la verdad. "Lejos de considerar la necesidad de
separarnos radicalmente de lo espurio y rechazar sus
inconsistencias en aras de nuestra verdad, se trata de
apropiarnos del error y considerarlo parte sustancial del proceso
constructor de la verdad". Se trata de concebir el error y la
abstracción como un momento necesario al proceso de
apropiación de la verdad. La verdad conserva y supera el
error. Para conocer la verdad, la conciencia debe estar en
movimiento. El primer momento es la certidumbre o la certeza
sensible. Ésta es el mundo entero de sensaciones,
emociones y situaciones que nos ofrece en la cotidianidad. En
ella se despliega el saber de las cosas, "que es el objetivo
verdadero, específico y concreto del conocimiento humano".
A través de movimientos dialécticos la conciencia
alcanza el conocimiento. Es autoconciencia ya. Hemos alcanzado
ya, desde la sensibilidad inmediatista, a través de la
percepción, el entendimiento y el concepto, el momento
dialéctico de la autoconciencia, vale decir, de la
razón. "De esta manera –concluye Hegel-, el
tránsito de la conciencia, que ha partido de la pura
indeterminación de la certeza sensible, se concreta, a
través de la más compleja red de mediaciones con su
no-ser, y de las consecuentes negaciones y superaciones, en el
espíritu puro, apoderado de sí y en esa misma
medida, poseedor del saber absoluto".

Hegel opone un sistema dialéctico al
sistema de la totalidad imperante en la tradición
occidental. "El viejo y reverenciado principio de identidad,
sobre el cual se había construido el complejo andamiaje
cultural de Occidente, habría de ser duramente enjuiciado.
La enunciación de que una cosa no puede ser y no ser
al mismo tiempo
, había sido elemento sustancial del
proceso lógico y metafísico de Europa durante
largos siglos, y ahora, desde la novísima
concepción de Hegel, perdía validez. Una cosa
sí podía ser y no ser al mismo tiempo y allí
estaba todo el aparataje argumentativo de la lógica y de
la ontología hegeliana para demostrarlo. El devenir, la
contradicción, la superación por síntesis de
la tesis y su contrapuesta antítesis, constituían
el cuerpo de una lógica dialéctica, que desde
entonces impondría una visión de la realidad
dinámica y sostenida sobre el cambio. Las viejas
exigencias de la identidad y sus consecuentes categorías,
basadas en la quietud y la esencia que es siempre idéntica
a sí misma y pervive en medio de los avatares de la
historia, serían refutadas", señala Rafael
Méndez comentando la obra hegeliana.

Pero ¿qué significa esta nueva
concepción de la realidad? ¿Eso para qué
sirvió? Trajo profundos y trascendentales cambios en la
cosmovisión de la realidad. Además de cambiar la
lógica, la ontología, la epistemología y
gran parte de la estructura del pensamiento occidental,
sirvió de base para los planteamientos del filósofo
Karl Marx, quien con su quehacer filosófico y
económico establecería la estantería
ideológica de una nueva sociedad, afectando y modificando
sustancialmente el mundo capitalista e
industrializado.

Hegel, para buscar la verdad, emplea el
método dialéctico (diferente de la
dialéctica platónica), que es movimiento de la
realidad entera, pues no hay separación entre el
pensamiento y la realidad. El ser sólo puede ser concebido
como devenir. El ser que se afirma (tesis – si) es negado
(antítesis – no), pero es vuelto a una realidad superior
en el devenir (síntesis – tal vez). La forma en que
se manifiesta la realidad misma va de lo simple a lo complejo, de
lo interior a lo superior y de lo abstracto a lo concreto. El
mundo histórico y espiritual por entero es un solo proceso
de movimiento, cambio, desarrollo y transformación en
formas continuas; las contradicciones internas constituyen la
fuente de este movimiento. La esencia del ser está en el
autodesarrollo de una idea absoluta o espíritu universal;
la conciencia es la creadora de la realidad, de la naturaleza. El
desarrollo, después de haber alcanzado un grado
determinado, se detiene completamente. La verdad no es sino
realidad pensada. Es un acto inteligente en el que el universo es
pensado como conjunto de infinitas partes o diferencias, todas
orgánicamente interrelacionadas y, de algún modo,
proclives a la unidad.

Comparaciones entre idealistas y
realistas

Los idealistas plantean que el objeto es sólo conocido
a través de la sensación y la percepción;
sólo existe en la medida que es percibido (Berkeley).
Descartes llega mas allá al afirmar que el pensamiento es
la única base de certidumbre de su existencia personal:
"pienso, luego existo". Los Realistas plantean que el objeto es
lo que es y el sujeto tiene que aprehenderlo. El objeto se
mantiene siempre inalterable. Para Gilson la mayor diferencia
entre el Idealismo y el Realismo consiste en que el primero
piensa y el segundo conoce. Para el realista pensar es solamente
ordenar conocimientos o reflexionar sobre su contenido, nunca
pretende hacer del pensamiento el punto de partida. El idealista
va del pensamiento al objeto, no puede saber si aquello de que
parte corresponde o no al objeto.

Ambas concepciones la verdad del conocimiento tienen
carácter diferente. Los idealistas pueden llegar a la
verdad, puesto que son ellos los que crean el conocimiento; para
los realistas, la reflexión y la organización del
conocimiento puede estar equivocada o no concordar con la
realidad. El realismo y el idealismo son tan antagónicos
como se puede apreciar en las siguientes máximas:
Los realistas dicen: "Si yo me elimino, quedan las
cosas
". Los idealistas dicen: "Si yo me elimino,
también elimino las cosas
".

Punto de vista empirista

El Empirismo (doctrina o sistema filosófico
basado fundamentalmente en los datos de la experiencia), heredero
del realismo y fundado en la experiencia, sostiene que todas las
ideas son proporcionadas por la experiencia, no por la
razón, debido a que nada hay en el entendimiento que
antes no haya pasado por lo sentidos.
El conocimiento
sensible es el único conocimiento verdadero. La
experiencia es la única fuente de conocimiento.
Sólo el conocimiento sensible nos pone en contacto con la
realidad. Más que el rigor y la precisión de un
conocimiento necesario y universal, al empirismo le importa un
conocimiento eficaz por la utilización en la
práctica humana.

Los empiristas piensan que el origen de nuestros
conocimientos no está en la razón sino en la
experiencia. Nuestra mente es un papel en blanco
(tábula rasa) y sólo al contacto de los
sentidos con las cosas empieza a grabar impresiones.

Francis Bacon plantea que el conocimiento
científico, en términos de mera observación,
se encuentra con los "ídolos" de la tribu, de la caverna,
del foro y del teatro, que son obstáculos para obtener
conocimiento verdadero.

  • 1. Ídolos de la tribu. Son los
    ídolos del género humano. La pertenencia social
    (pertenencia a una cultura, nación, tradición
    familiar o grupo social) determina el sentido del
    conocimiento, porque interviene consciente o
    inconscientemente en la interpretación que la persona
    da a su conocimiento de la realidad: prejuicios, dogmatismos,
    ideologías, ideas preconcebidas, afirmaciones
    acríticas… Sus construcciones, procedimientos,
    características y tendencias no hablan del universo,
    sino del propio saber humano. Así, el entendimiento
    deforma las impresiones fieles que deberíamos captar a
    través de los sentidos.

  • 2. Ídolos de la caverna. Son
    los ídolos de la individualidad. La subjetividad de la
    persona (con su historia personal, sus inclinaciones, su
    sensibilidad propia) interviene en el conocimiento
    contaminándolo con todo lo que ella implica
    (consciente, preconsciente, inconsciente e instintivamente)
    determina el sentido del conocimiento de una realidad que se
    considera exterior e independiente de la
    subjetividad.

  • 3. Ídolos del foro. Son los
    ídolos del lenguaje y la comunicación. En la
    comunidad, en la interrelación e interacción
    con los demás, en el foro, las cosas no son lo que son
    en realidad, sino como dicen que son. Las palabras,
    instrumentos primordiales de comunicación, se hallan
    cargadas de tantas imprecisiones y ambigüedad que su uso
    es absolutamente peligroso para el pensador.

  • 4. Ídolos del teatro. Son los
    ídolos culturales y los sistemas filosóficos.
    Se trata de los prejuicios sustentados por falsas
    concepciones del mundo e interpretaciones de la realidad que
    se presentan como sistemas de conocimiento, cosmovisiones,
    etc. Es todo ese proceso simbólico e ideológico
    (espacio "escénico") que determina culturalmente la
    vida del hombre. Dependen de la constitución y
    aprendizaje de los diversos sistemas filosóficos y
    científicos acuñados por la tradición, y
    que se han instituido con fuerza de revelación o
    verdad inapelable.

Los empiristas seguidores de John Locke piensan que no
percibimos los objetos como son; solamente recibimos
modificaciones de las cualidades de los cuerpos, las cuales
postulan una especie de sustrato que no podemos conocer. Los
empiristas seguidores de George Berkeley afirman que no existen
las sustancias corpóreas, que lo que existen son las
sensaciones o ideas que tienen como base o fundamento una
sustancia espiritual a partir de la cual se pueden explicar todos
los fenómenos del conocimiento y que los únicos
objetos del conocimiento humano son las ideas. Piensan que las
cosas reales se reducen en último término a
sensaciones o ideas y que el ser de las cosas se reduce al hecho
de ser percibidas. Afirman que las cosas no tienen existencia
independientemente de la percepción que el entendimiento
tiene de ellas. Sostienen que el ser de las cosas es la vivencia
que de ellas tenemos. Precisan que sólo se puede recurrir
a Dios para explicar el origen y la belleza de nuestras ideas
sensibles, y la misma existencia de las cosas sensibles se
presenta como evidencia inmediata de la existencia de Dios. Los
simpatizantes de Tomás Hobbes señalan que la verdad
es una mera convención del lenguaje.

Corriente o doctrina positivista

El Positivismo (doctrina o sistema
filosófico que busca las consecuencias prácticas
del pensamiento y pone el criterio de verdad en su eficacia y
valor para la vida) afirma que solamente se puede afirmar como
cierto aquello que se comprueba con métodos
experimentales. Lo que no es medible no existe.

Corriente o doctrina marxista
(materialista)

Para el Marxismo (doctrina o sistema
filosófico que consiste en interpretar el Idealismo
dialéctico como Materialismo Dialéctico, y que
aspira a conseguir una sociedad sin clases) la verdad se presenta
como algo provisional e histórica, sometida al movimiento
y a la mutación. Marx, en su Manifiesto
Comunista
, sostiene que la verdad consiste fundamentalmente
en "el proceso de conocimiento mismo, en el largo desarrollo
histórico de la ciencia, que asciende desde los grados
inferiores a los superiores del conocimiento, pero sin llegar
nunca, por el descubrimiento de una pretendida verdad absoluta,
al punto en el que no se puede avanzar más".

Corriente o doctrina
fenomenológica

Edmund Husserl considera la noción de verdad en
relación con las nociones de adecuación y
evidencia. Tanto la percepción como la intención
significativa tienen como cumplimiento máximo la
adecuación de la cosa con el intelecto. Hay que llegar a
las cosas mismas y analizar lo que aparece: los fenómenos.
Martín Heidegger sostiene que el hombre puede medir la
verdad de su conocimiento mediante la conformidad de éste
con las cosas sólo porque el ser se lo revela a
través de las cosas existentes.

Husserl busca la verdad a través del
método fenomenológico (ir a las cosas
mismas), que permite ir a las cosas mismas y dejarlas hablar,
dejarlas que se manifiesten. La filosofía, en lugar de
discutir acerca del problema del conocimiento, debe orientarse a
las cosas mismas, tal como aparecen a lo que se da ya sin ninguna
duda, es decir, a los fenómenos. A la fenomenología
le interesan las cosas tal como las percibe la conciencia, y no
las cosas en sí mismas. Todo fenómeno es
ambivalente: revela un estrato empírico-real visible a los
actos perceptibles de nuestra sensibilidad, y un estado ideal,
esencial que se refiere a los contenidos ideales, accesible a los
actos espirituales. La fenomenología trata de analizar los
fenómenos, de tal modo que las esencias ideales y los
contenidos esenciales se conviertan en objetos dados. Su objetivo
básico sería la descripción y el
análisis de las esencias puras, ideales, supratemporales y
ahistóricas.

La reducción fenomenológica nos dice que
no debemos juzgar, tomar posición teórica frente a
la existencia o no del mundo, renunciar a todo juicio de
existencia en relación con él. Supone tres
elementos fundamentales. 1. Frente a un fenómeno debemos
abstenernos, colocar entre paréntesis todas las opiniones
o teorías anteriores, todos los prejuicios formados de
toda índole, pues ellos son un obstáculo para
llegar a las cosas mismas en una forma directa e inmediata. 2. La
reducción eidética (esencia, idea, modelo) para
captar del fenómeno su esencia y aislar de este modo todos
los aspectos contingentes o secundarios del mismo, todo lo que no
es dado en la pura esencia del fenómeno. 3.
Reducción trascendental o captación del yo como
conciencia pura en donde es posible la evidencia absoluta y en
donde ya no es posible dudar de algo.

Corriente o doctrina
pragmática

El Pragmatismo (doctrina o sistema
filosófico que busca las consecuencias prácticas
del pensamiento y pone el criterio de verdad en su eficacia y
valor para la vida) afirma la posibilidad del conocimiento, pero
éste queda subordinado a la acción, la que se
convierte en fundamento de la verdad y de la certeza. El hombre,
antes de ser teórico, debe ser práctico. Todo el
valor del conocimiento es con base a la acción. Es verdad
lo que es útil y provechoso al hombre. El hombre no es un
ser pensante solamente sino un ser que actúa en
función de lo útil y valioso, puesto que ayuda a la
conservación de la vida. Según John Deway, la
verdad de una idea radica en su demostrado poder de
orientación, en que sea capaz de guiar la acción
humana de forma positiva.

Punto de vista sartreano
(existencialista)

El existencialismo (doctrina o sistema
filosófico que trata de fundar el conocimiento de toda
realidad sobre la experiencia inmediata de la existencia propia)
sostiene que dos personas pueden estar presentes en el mismo
lugar y sin embargo captarlo todo de forma completamente
diferente; porque cuando percibimos el entorno, contribuimos con
nuestra propia opinión o nuestros propios intereses.
Nuestra propia existencia contribuye a decidir cómo
percibimos las cosas en el espacio
. Puede ser que una mujer
embarazada tenga la sensación de ver a mujeres embarazadas
por todas partes. Alguien que necesita una ambulancia con
urgencia tal vez vea ambulancias por doquier. Nuestra propia
existencia contribuye a decidir cómo percibimos las cosas
en el espacio. Si algo es inesencial para mí, no lo veo.
Si estamos enamorados y esperamos una llamada de la persona amada
"oímos" que nos llama. Si esperamos a esa persona que
llega en un tren, y sale un montón de gente al
andén sin que lo veamos, entonces no vemos a esas otras
personas. No hacen más que estorbar, no significan nada
para nosotros. Incluso puede ser que nos resulten directamente
repugnantes, pues ocupan mucho espacio. Lo único que
captamos es que ella no está allí.

Otros puntos de vista

Un perspectivista como José Ortega y
Gassette plantea que la realidad se ofrece a los individuos en
una gran variedad de perspectivas singulares. Cada una de ellas
es una forma de realidad y, al mismo tiempo, forma una
posibilidad de conocimiento de lo real. Es decir, una perspectiva
supone siempre la combinación de un nivel
ontológico y epistemológico y la realidad
equivaldría a la suma de las perspectivas posibles en que
se presenta y según las que puede analizarse. En alguna
medida, la perspectiva es semejante a un "punto de vista" o a la
comprensión parcial de algo. Es por eso que la vida es la
verdadera realidad radical, de la que surge cualquier problema
que pueda ser relevante y cualquier sistema filosófico
posible. Para cada ser humano, la vida toma una forma concreta y
determinada, que se construye a sí misma de acuerdo a
diferentes circunstancias (o perspectivas que la vida toma para
cada uno): "Yo soy yo y mi circunstancia". De hecho, la vida es
una realidad radical y última; más aún: ella
tiene en sí misma su propia finalidad, y no hay realidad
alguna que pueda trascenderla. Así, la vida de cada ser
humano es, para él, su propia finalidad y debe entregarse
a su elucidación si desea salvarse a sí
mismo.

Un pesimista como Arthur Schopenhauer piensa
que el mundo es mera apariencia engañosa. La realidad es
voluntad de vivir, afán de existir. Por el insaciable
deseo, la vida no es sino dolor, que solamente se supera con la
ciencia, la sabiduría y el arte.

La escuela filosófica alemana de
Erlangen precisa que una afirmación es verdadera
cuando cada hablante competente (todo el que habla el mismo
lenguaje que yo y además está informado y es
inteligente) asiste a la misma tras el oportuno examen. Una
afirmación es verdadera cuando otros, que están en
situación de enjuiciar su verdad, la juzgan verdadera.
Jurgen Habermas teoriza que una afirmación es exactamente
verdadera cuando expresa un consenso logrado en un discurso sin
dominación. Karl Otto Apel afirma que será
verdadero aquello que ha de suponerse para que pueda darse una
comunicación.

Según Albert Einstein, los conceptos que surgen
de nuestro pensamiento y en nuestras expresiones
lingüísticas son todos (cuando se enfocan
lógicamente) creaciones libres de pensamiento que no
pueden inducirse a partir de experiencias sensoriales. "Esto no
se advierte fácilmente, porque tenemos el hábito de
combinar ciertos conceptos y relaciones conceptuales
(proposiciones) tan definidamente con ciertas experiencias
sensitivas que no nos damos cuenta del abismo (insalvable desde
un punto de vista lógico) que separa el mundo de las
experiencias sensibles del mundo de los conceptos y de las
proposiciones", aclara Einstein en su libro "Mis Ideas y
Opiniones
". Aunque Einstein sostiene que la única
fuente del conocimiento es la experiencia, también propone
que las teorías científicas son creaciones libres
de una aguda intuición física, y que las premisas
en que se basaban no pueden aplicarse de un modo lógico al
experimento. Una buena teoría sería, pues, aquella
que necesitara los mínimos postulados para explicar un
hecho físico. Einstein se encuentra ante todo cerca de las
ideas de Spinoza; la negación decidida de la existencia de
Dios y de toda sustancia inmaterial, la convicción de que
el mundo es objetivo y cognoscible, y que todos los procesos de
la naturaleza se hallan sujetos a dependencia causal, constituyen
los principios básicos de su concepción del
mundo.

De acuerdo con Bertrand Russell, lo que cada hombre
conoce depende, en un sentido importante, de su experiencia
individual: conoce lo que ha visto y oído, lo que ha
leído y lo que se le ha dicho, y también lo que ha
sido capaz de inferir a partir de esos datos.

Para el brillante intelectual español Marcelino
Menéndez Pelayo, la verdad no es hija del tiempo, pero se
despliega en el tiempo siguiendo un ritmo
dialéctico.

Así las cosas, el sentido de la vida será
distinto para cada cual. Quien cree en Dios piensa que el sentido
de la vida consiste en buscar, aceptar y seguir la voluntad
divina que se conoce a través de sus revelaciones. Un
marxista, por ejemplo, piensa que el sentido de la vida
está condicionado a determinadas transformaciones
sociales. Es partidario de cambiar las condiciones para liberar
al hombre. Precisa que mediante la praxis (acción
comprometida) revolucionaria es que se le da sentido a la vida.
El humanista, por su parte, sostiene que el fin y sentido de la
vida es la autorrealización del ser humano en sus
dimensiones personales y sociales; la realización de los
humanos como seres sociales en sus capacidades y aspiraciones de
amar, pensar, decidir, transformar el mundo y la realidad social,
de tal manera que todos seamos aquello que nuestra naturaleza nos
invita a ser y que todos los seres humanos tengan igualdad de
oportunidades de libertad y desarrollo creador. Para otros, la
finalidad y sentido de la vida es la búsqueda de la
felicidad y de la autorrealización.

Algunos planteamientos ontológicos (relacionados
con el estudio del ser) suponen que no todo lo que quiere
existir, o dice que existe, existe verdaderamente. No todas las
cosas existen; hay cosas que creemos que existen, y en cuanto nos
acercamos a ellas vemos que no existen. ¿Las cosas son
realidades externas e independientes del yo? ¿Son un
más allá del pensamiento? ¡Las cosas no
son lo que parecen ni parecen lo que son!

La
razón

Cuando hablamos o escuchamos conversaciones es frecuente
oír que los interlocutores digan: "Tiene toda la
razón". "Usted no tiene la razón". "Los dos tienen
la razón". "No tiene razón". "Fulano tiene
razón". "Perencejo no tiene razón". Pero
¿qué es la razón? La razón es una
facultad intelectual del hombre que le permite pensar, discurrir
y juzgar, actuar acertadamente o distinguir lo bueno y lo malo,
lo verdadero y lo falso. La razón es un conjunto de
hábitos deductivos, tanteos y cautelas, en parte dictados
por la experiencia y en parte con base en pautas de la
lógica. La combinación de todos ellos constituye
una facultad capaz de establecer o captar las relaciones que
hacen que las cosas dependan unas de otras, y estén
constituidas de una determinada forma y no de otra. Es un
procedimiento intelectual crítico que utilizamos para
organizar la información recibida, los estudios realizados
o las experiencias que tenemos, aceptando unas cosas y
descartando otras, intentando siempre vincular mis creencias
entre sí con cierta armonía. Es una facultad capaz,
en parte, de establecer o captar las relaciones que hacen que las
cosas dependan unas de otras, y estén constituidas de una
determinada forma y no de otra. Lo característico de la
razón es que nunca es exclusivamente mi razón. La
razón es universal porque todos los seres humanos la
poseemos, y que la fuerza de la convicción de los
razonamientos es comprensible para cualquiera.

Una cosa es lo racional y otra lo razonable. Lo racional
es la búsqueda de los mejores instrumentos para
vérnoslas con los objetos; lo razonable, el procedimiento
de tratar con sujetos a los que suponemos tan dotados de
intenciones respetables como nosotros mismos.

La razón puede servir de árbitro para
zanjar muchas disputas entre los hombres. Esa facultad llamada
razón es precisamente lo que todos los humanos tenemos en
común y en ello se funda nuestra humanidad compartida. La
racionalidad es la superación del mundo de la pluralidad
hasta reducirlo a su fundamento. El razonamiento es el
instrumento del filósofo.La razón nos permite
revisar lo que sabemos, compararlo con otros conocimientos,
someterlos a examen crítico, debatirlos con otras personas
que puedan ayudarme a entender mejor; buscar argumentos para
asumirlos o refutarlos. Nos sirve para examinar nuestros
supuestos conocimientos, rescatar de ellos la parte que tengan de
verdad y a partir de esa base tantear hacia nuevas verdades. Una
de las primeras misiones de la razón es delimitar los
diversos campos de la verdad que se reparten la realidad de la
que formamos parte. Nuestra vida abarca muchas formas de realidad
muy distintas y la razón debe servirnos para pasar
convenientemente de unas a otras. Razonar no es algo que se
aprende en soledad sino que se inventa al comunicarse y
confrontarse con los semejantes: toda razón es
fundamentalmente conversación. Razonar consecuentemente
exige la universalidad humana de la razón, el no excluir a
nadie del diálogo donde se argumenta. Razonar es pensar,
razonar es argumentar.

Utilizar la razón es buscar y
sopesar argumentos antes de dar como cierto lo que creemos saber.
La razón no exige nada especial para funcionar, ni fe, ni
preparación espiritual, ni pureza de alma o de
sentimientos, ni pertenecer a un determinado linaje o a
determinada etnia: sólo pide ser usada.

Según Fernando Savater, la razón nos
permite opinar respetando la opinión de los demás.
En una sociedad democrática, las opiniones de cada cual no
son fortalezas o castillos donde encerrarse como forma de
autoafirmación personal: tener una opinión no es
tener una propiedad que nadie tiene derecho arrebatarnos.
Ofrecemos nuestra opinión a los demás para que la
debatan y en su caso la acepten o la refuten, no simplemente para
que sepan dónde estamos y quiénes somos. Y desde
luego no todas las opiniones son igualmente válidas: valen
más las que tienen mejores argumentos a su favor y las que
mejor resisten la prueba del debate con las objeciones que les
plantean. No sólo tenemos que ser capaces de ejercer la
razón en nuestras argumentaciones sino también
debemos desarrollar la capacidad de ser convencidos por las
mejores razones, vengan de quien vengan.

Los procesos democráticos requieren pensar,
debatir argumentar, sintetizar; es decir, necesitan tiempo. Para
entender la verdad de un asunto, es menester oír a las dos
partes, sus razones y sus argumentos; tener acceso a los datos y
los hechos; estudiar, sopesar, rumiar. Para ponderar a un
hablante, debemos escuchar sus ideas, hacer preguntas
perspicaces, analizar su sinceridad, entender las implicaciones
de lo que tiene para decir.

Quien sepa raciocinar (utilizar bien la razón)
podrá percibir la realidad de manera más objetiva.
Gracias a la dinámica del raciocinio la mente va
adentrándose cada vez más en el camino de las
ciencias hasta llegar a la verdad. El razonamiento es una
operación humana, consecuencia de la naturaleza del
conocimiento del hombre que no es de suyo intuitivo, sino que
necesita del discurso. Mediante esta actividad el entendimiento
pasa del conocimiento virtual al estrictamente efectivo, esto es,
de la posibilidad al hecho positivo del conocimiento
formal.

Aunque la razón es esa facultad intelectual que
nos permite pensar, discurrir, juzgar, actuar adecuadamente y
distinguir lo bueno y lo malo y lo verdadero y lo falso, para
muchos intelectuales la razón es enemiga declarada de la
vida. La problemática humana no se puede reducir a meras
relaciones lógicas; "no se puede estrechar en un abstracto
orden lógico el medio vital del hombre que es de
contradicciones y de problemas para encarcelarlo en un marco
preestablecido por la razón", precisa el filósofo
Miguel de Unamuno, y agrega que es la vida y no la razón
ni la lógica el criterio último de verdad. "Es la
voluntad, y no la inteligencia, la que nos hace el mundo",
concluye. El pensador colombiano Manuel María Madeido
sostenía que la razón (fundamentalmente la
razón ilustrada) se había extraviado, había
abandonado su armonía en la búsqueda de la verdad.
"Preguntad a la historia cubierta de duelo lo que ha hecho la
filosofía inspirada por su madre la razón cuando ha
puesto el pié en las fronteras de la fe infantil en las
naciones… ¡Lo que ha hecho! Campos de batalla, luchas a
muerte, combates, asesinatos, hecatombes humanas", reflexiona
Madeido en su obra "Una gran Revolución o la
Razón del Hombre Juzgada por sí misma
". El
filósofo Gottfried Wilhelm Leibniz afirmaba que el
problema del mal y de la libertad humana son los grandes
laberintos de la razón.

No se puede desconocer la grandiosidad de la
razón, pero tampoco se puede dimensionar. Se debe tener en
cuenta el aserto del psiquiatra Luis Carlos Restrepo, en su libro
"La Trampa de la Razón", en cuanto que "no
queremos negar la importancia de la razón como instrumento
de conocimiento, instancia de predictibilidad y clave de la
eficiencia. Pero consideramos necesaria su redefinición,
para que deje de ser el soporte ideológico y mito
constituyente de la comunidad política occidental y,
tocada de finitud, asuma el lugar que le corresponde en el
concierto del conocimiento. Porque una cosa es conocer su
importancia y otra muy distinta convertirla en el pilar del
universo, único rasero para medir lo que acontece, aval
absoluto de certidumbre y verdad". No debemos ser enemigos de la
razón. Pero todo con moderación, inclusive la
moderación. Nada de extremos.

Luego de "estudiar" la razón y saber qué
es, es procedente que, cuando dialoguemos, tratemos de no
utilizar la expresión "tiene razón" o "no tiene
razón". ¿Por qué? Porque, como vimos, la
razón "es una facultad intelectual del hombre", es decir
que todos tenemos razón. En su lugar podemos decir: "Usted
o tú razona adecuadamente". "Su argumento me parece
fundado". "Su punto de vista es racional". "Su razonamiento me
convence". "Su argumentación se funda en juicios
coherentes".

La
lógica

La lógica es una disciplina normativa en cuanto
que da las leyes y las formas del conocimiento, es decir, las
condiciones formales de la verdad. Es la ciencia que
enseña a razonar con exactitud. Es la ciencia que estudia
la estructura, el fundamento y el uso de las expresiones del
conocimiento humano. Es la ciencia de la rectitud de los actos
del entendimiento. Es la ciencia del pensamiento pensado. Es la
ciencia que nos enseña cómo debe ser y cómo
se mueve la mente en su camino de lo conocido a lo desconocido.
Es la ciencia del razonamiento. Es la ciencia de las leyes del
pensamiento. Es el procedimiento intelectual, exacto y ordenado.
Es la ciencia de los actos de la mente.

La lógica está interesada en el
análisis de la inferencia correcta, en la rectitud de
nuestro pensamiento en sí mismo; precisa los significados
y muestra la forma adecuada cómo se relacionan unos
conceptos con otros, hasta eliminar la contradicción, la
vaguedad y ambigüedad de nuestro pensamiento. La idea de
lógica está vinculada al concepto de pensar bien
para llegar al conocimiento de la verdad. La lógica ha
sido creada por el ingenio humano, para guiar a la razón y
conducirla con seguridad al conocimiento de la verdad. En
lógica, la unidad fundamental es la idea. El concepto,
noción o idea es la representación intelectual de
un objeto aislado, sin afirmación ni negación
acerca de él. Idea es la representación mental de
algo.

Etimológicamente, la palabra lógica viene
del griego "logos", que significa palabra, razón o
discurso. Por eso es la ciencia de las leyes ideales del
pensamiento, y el arte de aplicarlas correctamente a la
investigación y demostración de la verdad. Como
ciencia, la lógica es el conjunto de principios ordenados
sobre un objeto en particular, a saber: las leyes ideales que
rigen el pensamiento y las condiciones de la demostración
de la verdad. Como arte, la lógica son las reglas que
enseñan el arte de pensar, el arte de raciocinar o el arte
de llegar a la verdad. Arte es el conjunto de reglas para hacer
bien una cosa.

El objetivo de la lógica es el estudio de las
reglas que debe seguir el pensamiento, para llegar al
conocimiento y demostración de la verdad. La lógica
es un medio excelente para obligar a la inteligencia a exhibir y
utilizar sus reservas. Robustece el espíritu, pues da a
éste una gran facilidad para usar su agudeza y prontitud
naturales, y con ello se anda más rápidamente en la
exploración de la verdad. Nos ayuda en gran manera a
liberar nuestro espíritu de los sofismas, errores y
demás parásitos que producen el raquitismo
intelectual. Según Descartes, no basta tener buena
inteligencia; lo importante es aplicarla convenientemente".
Séneca pensaba que para saber bien las cosas no basta con
haberlas aprendido.

Condiciones para pensar correctamente y llegar al
conocimiento de la verdad

1. Que el espíritu no incurra en contradicciones
consigo mismo, y observe para ello las leyes generales del
pensamiento o lógica formal.

2. Que no incurra en contradicciones sobre la naturaleza
de los objetos, y los aprecie tales cuales son en realidad
(lógica material).

División de la lógica

1. Lógica formal.

Trata de las relaciones posibles (con respecto a la
verdad y a la falsedad) entre proposiciones independientemente de
su contenido. Estudia las leyes generales del pensamiento, es
decir, las condiciones generales de la verdad. Ella nos permite
conocer las condiciones necesarias de la inferencia válida
y eliminar el razonamiento falso. No es suficiente para
establecer la verdad material o fáctica en ningún
ámbito particular. Nos demuestra que una
proposición debe ser verdadera si lo son otras. El objeto
de la lógica formal es el estudio de las condiciones
generales de la verdad. Es decir: estudia la forma misma del
pensamiento, y las operaciones fundamentales por cuyo medio el
espíritu realiza el acto de conocer, independientemente de
su contenido particular. Se le denomina también
lógica menor o dialéctica.

2. La lógica material.

Estudia el pensamiento en su relación con los
objetos, y se le conoce como la ciencia de las condiciones
particulares de la verdad. Estudia el problema general de la
ciencia, y establece los métodos, es decir, las reglas
particulares que aplica la mente al conocimiento de la verdad en
los dominios de las diferentes ciencias. Tiene como programa
determinar entre todas las operaciones discursivas del
espíritu, cuáles conducen a la verdad y
cuáles conducen al error. Comprende no sólo el
estudio de las implicaciones rigurosas sino el de las operaciones
inductivas, el de las hipótesis, y el de los
métodos científicos, considerados desde el punto de
vista de su valor probatorio. Además, comprende la
filosofía de las ciencias, una epistemología y una
metodología científica.

Principios fundamentales o leyes fundamentales del
pensamiento

1. Principio de identidad: toda cosa es igual a
sí misma
. Todo objeto es idéntico a sí
mismo. A=A. En matemáticas se dice que dos cosas iguales a
una tercera son iguales entre sí. Si 3 + 3 = 6; y 4 + 2 =
6, decimos que 3 + 3 = 4 + 2. Y así en cosas más
complicadas. Incluso en las cosas ordinarias de la vida
utilizamos el principio de identidad.

2. Principio de no contradicción: una cosa no
puede ser y no ser al mismo tiempo y el mismo sentido
. Dos
juicios, uno de los cuales afirma lo que el otro niega, no pueden
ser ambos verdaderos. Dos juicios contradictorios no pueden ser
ambos verdaderos. A es A y A no es A.

3. Principio del tercero excluido: entre el ser y el
no ser no hay término medio
. Dos juicios
contradictorios no pueden ser ambos falsos. A es A y A no es
A.

4. Principio de razón suficiente: nada puede
admitirse sin explicación racional de su existencia
.
Todo juicio necesita de un fundamento suficiente, para ser
verdadero. Todo conocimiento debe estar fundado.

Es importante aclarar que estos principios de la
lógica formal son antagónicos a las leyes de la
lógica dialéctica o dialéctica materialista
que son las leyes generales que gobiernan la naturaleza, la
historia y el pensamiento. Según Marx y Engels, estas
leyes son: 1. Ley de la coincidencia de los opuestos o ley de
unidad y lucha de los contrarios
, que desentraña los
impulsos internos, la causa del desarrollo. 2. Ley del
progreso por saltos o ley de los cambios cuantitativos en
cualitativos, y viceversa
, que caracteriza el desarrollo, no
como una mera modificación externa de los objetos, sino
como un cambio fundamental que afecta sus propiedades internas.
3. Ley de la negación de la negación,
según la cual el desarrollo es de carácter
ascendente, de lo simple a lo complejo, de lo inferior a lo
superior. Estas leyes representan una verdadera
modificación de las leyes lógicas formales y, por
tanto, de los principios de identidad, de contradicción y
del tercero excluido, que no rigen en la lógica
dialéctica que es concebida para un mundo en movimiento y
no para un mundo estable.

¿Cuáles son los actos intelectuales?
Atención, abstracción, generalización,
síntesis, comparación, percepción,
intuición, etc. Giran alrededor de las operaciones
básicas de la mente: aprehender, juzgar y raciocinar. Los
resultados de estas operaciones son el concepto, el juicio y el
razonamiento.

¿Qué es el concepto? Es la
representación intelectual de la esencia de un objeto. Es
el principio inmediato del conocimiento intelectual. La simple
aprehensión es el acto por el cual la inteligencia percibe
el objeto sin afirmar o negar nada de él. Se trata
entonces de la simple representación de una cosa en la
mente. Los griegos la llamaron idea y los latinos
forma. Hoy se llama concepto. El concepto se expresa por
el término que podemos definir como la expresión
verbal de un concepto.

¿Qué es el juicio? La palabra proviene del
latín jus-dicere, porque estudiados varios predicados, la
mente escoge uno para atribuirlo al sujeto. Es la
operación de la mente por la cual, comparados don
conceptos, se afirma o se niega su conformidad o su discrepancia.
Es la facultad de juzgar. Es una de las formas de pensamiento por
el cual conocemos diferentes aspectos de las propiedades y
relaciones de los objetos. Es una forma de pensamiento que
consiste en afirmar o negar, de un sujeto, bien sea el hecho de
que existe (juicios de existencia), bien sea el hecho de que es
tal cosa determinada, es decir, que tiene tales o cuales
propiedades (juicios de atribución). Es la facultad del
entendimiento que compara y juzga. Es la operación del
entendimiento y compara dos ideas. Opinión. El juicio se
expresa por la preposición que constituye la
expresión verbal de un juicio.

¿Qué es el razonamiento? Es una forma de
pensamiento que consiste en que, a partir de la afirmación
de una o varias preposiciones, se pasa a afirmar otra, en virtud
de la conexión necesaria que tiene con las anteriores. El
razonamiento se expresa por las distintas formas de
argumentos.

¿Qué es la idea? El término idea
proviene del griego éidos, y quiere decir imagen,
porque en ella se representa el objeto. Es el acto del
entendimiento, por el cual se representa el objeto, sin
afirmación ni negación acerca de él. Es
producto de la inteligencia. Prescinde de todas las propiedades
sensibles del objeto, para considerar únicamente lo que es
esencial en él. Es universal. A la idea también se
le denomina abstracción mental, comparación,
reflexión, aprehensión y logos.
Abstracción mental, porque la idea pone en evidencia el
objeto conocido, haciendo abstracción de otros seres y
aspectos: comparación, por cuanto la idea llega a su
término cognoscitivo, por vía de parangón de
entidades diferentes o de relaciones; reflexión, ya que la
inteligencia al conocer un objeto cualquiera, se vuelve sobre
sí misma, y también sobre los objetos conocidos por
ella; aprehensión, término metafórico, que
quiere decir que el entendimiento coge, toma el objeto de
conocimiento, para representarlo intencionalmente; y
logos verbo, palabra, puesto que la mente,
grávida de conceptos, se habla a sí misma. La idea
es un fragmento del mundo exterior que penetra en nosotros;
mediante el ejercicio de las facultades sensoriales, la
inteligencia penetra en la metería energética, y la
interpreta, substrayéndola y
generalizándola.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12
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