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¿Las cosas son en realidad como las percibimos? (página 11)



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Carl Rogers considera que "las enormes perturbaciones de
la sociedad contemporánea forzarán a una
transformación hacia un sistema nuevo, más
coherente. Un renovado amor por la naturaleza y por cada persona,
una comprensión de la unidad espiritual del universo
parecen emerger con esa nueva visión del mundo. Avizoro un
mundo donde haya lugar para una persona más completa e
integral. Esta es, al menos, mi más profunda
esperanza".

Necesitamos un nuevo tipo de
diálogo:

David Bohm propone un diálogo "en el que de
verdad seamos capaces de escucharnos mutuamente. El reto al que
hoy se enfrenta la humanidad es único. Para afrontarlo
hace falta una gran oleada creativa, que incluya una nueva
visión de la humanidad, la cultura y la
sociedad".

Como señaló George Leonard, "lo
único que podemos decir con certeza del futuro es que nos
sorprenderá, por mucho que nos esforcemos en imaginarlo.
Al igual que la crisálida ignora a la mariposa, los
europeos del siglo XII no habrían imaginado el
Renacimiento, ni los romanos, la Edad Media. Pero hoy nuestra
encrucijada es más compleja que en cualquier otra
época; nunca se jugó tanto en tan poco tiempo,
nunca hubo tantas posibilidades ni tantos seres humanos a los que
pudieran afectar. El futuro, en cualquier caso escapa a las
predicciones de los ordenadores, y quizá sólo puede
ser oteado – sin detalle – por nuestro ojo
intuitivo".

Apéndices

APÉNDICE I

CONCEPCIONES FILOSÓFICAS Y
NATURALEZA DEL ENIGMATICO UNIVERSO DEL TIEMPO

Introducción

En nuestra cotidianidad, guiados por nuestro sentido
común, tenemos una noción tradicional y
convencional de la concepción tridimensional del tiempo,
en apariencia sencilla: pasado, presente y futuro. Lo medimos con
relojes; hablamos de un tiempo verbal (pasado o pretérito,
presente o futuro, pretérito imperfecto, pretérito
perfecto, pretérito perfecto compuesto, pretérito
pluscuamperfecto, pretérito interior y futuro imperfecto y
perfecto, etc.), de un tiempo lingüístico (adverbios
de tiempo: anteayer, ayer, hoy, mañana, antes, ahora,
después, luego, mientras, cuando, pronto, ya, entonces,
recién, siempre, etc.) y de otros conceptos de tiempo y
formas de abordar y vivenciar éste. Pero, ¡cuidado!
¡Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que
son!
Su naturaleza es demasiado compleja y evidentemente
contradictoria, y al intentar estudiar sus concepciones y su
naturaleza es posible que debamos esforzarnos para tratar de
entender sus paradojas y perplejidades.

Este apasionante tema, que encierra toda una
filosofía, me instó a realizar una pequeña
investigación (reflexión, lectura y consulta de
diversos textos) con el ánimo de tratar de indagar sobre
las concepciones filosóficas y la naturaleza del
fascinante tema del tiempo y su compleja problemática.
Para este mínimo intento recibí un valioso aporte
de dos documentos encontrados en las páginas web
www.pensament.com sobre el concepto y problema del
tiempo tratado por Jordi Cortés Morato y Antoni
Martínez Rui, en el Diccionario de filosofía en
CD-ROM de editorial Herder,
y www.monografías.com
(Evolución histórica de los conceptos sobre el
tiempo,
de Ramón Sanchís); así mismo
consulté en otros libros, textos, enciclopedias y
diccionarios para allegar más claridad y precisión
a la cuestión que tanto me inquieta.

Definiciones del tiempo

El Pequeño Diccionario Larousse dice que
es "el devenir como sucesión continuada de momentos". El
diccionario de la Real Academia Española
(Microsoft Encarta) afirma que es la "duración de las
cosas sujetas a mudanza" y la "magnitud física que permite
ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un
presente y un futuro. Su unidad en el Sistema Internacional es el
segundo". La Enciclopedia Ilustrada, de Círculo
de Lectores (que contiene diversos conceptos sobre tiempo
atómico, internacional, civil, dinámico,
fundamental, gravitacional, newtoniano, oficial, rotacional,
sidéreo, solar, universal, absoluto, etcétera) lo
define, en lo atinente a la astronomía
cronológica,
como la "coordenada de referencia del
universo físico que permite ordenar, para un lugar
determinado de éste, la secuencia de sucesos de acuerdo
con un pasado, presente y futuro". El Diccionario de
filosofía,
de Dagoberto D. Runes, dice que es "el
medio general en el cual ocurren todos los acontecimientos en
sucesión, o parecen ocurrir así", y aclara que
"todos los períodos específicos y finitos del
tiempo, pasados, presentes o futuros, constituyen meras partes
del tiempo entero y singular". La Enciclopedia Microsoft
Encarta
dice que el tiempo es el
"periodo durante el que tiene lugar una
acción o acontecimiento, o dimensión que representa
una sucesión de dichas acciones o
acontecimientos".

Concepción filosófica,
científica y naturaleza del tiempo

Desde la antigua Grecia se reflexiona sobre la
naturaleza del tiempo. "En general, los griegos asumieron el
tiempo con respecto al ser, de manera que el tiempo es
para muchos de ellos perteneciente a la realidad
fenoménica como una presencia transitoria, a punto de
estar ausente…" (Diccionario de filosofía,
de Leonor y Hugo Martínez Echeverri. Editorial
Panamericana. Bogotá, 1995). Anaximandro, uno de los
primeros pensadores de que nos cuenta la tradición
filosófica, fue quien por primera vez razonó sobre
el problema del tiempo. Al considerar la existencia del tiempo,
"lo concibió como la forma en que se ha de ejecutarse la
necesidad de las cosas" (Ibídem) El tiempo impone el
orden, permite que exista el cosmos y hace "que las cosas vuelvan
a la unidad, a la quietud e indeterminación de la
naturaleza de donde ha salido injustamente"
(Ibídem).

El concepto del "eterno retorno" del tiempo, planteado
desde la antigüedad (inclusive en el siglo XIX con Nietzsche
y otros), tiene su origen en las ideas de eternidad e
inmortalidad de los egipcios (el escarabajo era considerado
símbolo de la renovación eterna de la vida). "El
modelo de un universo cíclico es también muy
importante dentro de las doctrinas orientales hinduista y
budista, a través de su noción de la rueda de la
vida o samsara, que representa un ciclo sin fin de
nacimiento, vida y muerte, del cual es necesario liberarse. Estas
ideas fueron retomadas en Occidente por los filósofos
pitagóricos y estoicos, entre otros"
(www.wikipedia.com).

Pitágoras pensaba que los números eran la
medida del tiempo. Heráclito lo concebía "como algo
en constante movimiento", ligado al devenir de los
acontecimientos. Parménides, en contraste con
Heráclito, planteó que como el ser es eterno,
único, inmóvil, inmutable y (negando el devenir),
existe la eternidad y no el tiempo ni el movimiento.
"Parménides, al declarar que «el ser no fue ni
será, sino que es, a la vez, uno, continuo y
eterno
», formula la primera noción de
eternidad, mientras que otro eleata, Meliso de Samos, al
declarar que el ser siempre es, siempre fue y siempre
será, formula la noción de sempiternidad"
(Diccionario de filosofía en CD-ROM de editorial
Herder
). Parménides entendía la eternidad como
negación del tiempo, no como duración infinita.
Para éste, "el ser nunca ha sido ni será, porque es
ahora todo él, uno y continuo". En cuanto que para
Heráclito no hay nada permanente y el cambio caracteriza
todas las cosas, para Parménides el cambio y el devenir
son puras ilusiones irracionales.

Platón nos legó una concepción
cíclica del tiempo al plantear que el tiempo era una
imagen móvil de la eternidad. Hace depender el
mundo sensible del mundo real, y el tiempo de la eternidad.
Así, "desde el punto de vista del mundo inmutable de las
ideas, la eternidad constituye un tiempo ya dado en su totalidad,
cuyo desarrollo da lugar a la apariencia sensible del tiempo"
(Diccionario de filosofía en CD-ROM de editorial
Herder
).

Para Aristóteles, tal vez el más grande y
genial pensador de todos los que se tienen noticias, el tiempo es
algo consustancial al movimiento; el tiempo se mide en
función del movimiento. La rapidez y la lentitud lo son
respecto del movimiento. "El tiempo, dice, es algo que pertenece
al movimiento, es el número del movimiento según lo
anterior-posterior. El tiempo no es, pues, un movimiento, pero no
existiría sin él, ya que solamente existe cuando el
movimiento comporta un número… En definitiva,
Aristóteles acaba por concebir el tiempo como el
movimiento total e infinito, eterno, como marco en el que los
acontecimientos particulares, finitos, pasan a poder ser
concebidos como partes" (Diccionario de filosofía en
CD-ROM de editorial Herder
). Existe el tiempo porque existe
el alma (la inteligencia, la conciencia, la razón), debido
a que ésta verifica la operación de numerar. El
movimiento es un cambio, y como tal consiste en llegar a ser o
dejar de ser. La concepción aristotélica del tiempo
"es la que está en la base de las dos grandes formas de
interpretar el tiempo: una lo enfoca desde una perspectiva
física (el tiempo como medida del movimiento) y la otra,
desde una perspectiva psicológica (no habría tiempo
sin un alma que midiera o, lo que es lo mismo, no habría
propiamente tiempo sin conciencia)" (Diccionario de
filosofía en CD-ROM de editorial Herder
). El
estagirita definió el tiempo como «el número
del movimiento según el antes y el después… Ahora
bien, es imposible que se generen o destruyan ni el movimiento
(pues existe desde siempre), ni el tiempo, ya que no
podrían existir el antes y el después si no hubiera
tiempo. Y ciertamente, el movimiento es continuo como el tiempo,
pues éste o es lo mismo o es una afección del
movimiento» ("Metafísica", IV,11).

Los Estoicos Crisipo y Zenón sostuvieron que el
tiempo está compuesto por partículas temporales
indivisibles. El estoicismo también insistió en el
carácter cíclico del tiempo. Plotino, acogiendo la
idea platónica del tiempo como "imagen móvil de la
eternidad", planteó que el tiempo del alma es producto de
la inteligencia y es la prolongación sucesiva de la vida
del alma. El alma, según éste, "es aquello que le
da su unidad, su continuidad y su realidad al tiempo, al servir
como puente o mediadora entre la eternidad y el devenir que es un
agregado de "ahoras"" (Diccionario de filosofía,
de
Leonor y Hugo Martínez
Echeverri).

En la Edad Media o Medioevo, con la instauración
y consolidación del Cristianismo, aparece una nueva
concepción del tiempo, conservando algunos elementos
platónicos, neoplatónicos y aristotélicos.
Esta doctrina religiosa niega la posibilidad de un tiempo
cíclico y acepta un tiempo lineal. El tiempo
comenzó con la Creación y terminará con el
Juicio Final (segunda venida de Jesucristo). Esta
concepción precisa que "el tiempo discurre como en una
línea recta, sin ciclo alguno, y los hombres viven en un
tiempo terreno, no autónomo sino creado, pudiendo llegar
algún día a alcanzar la eternidad en que se halla
Dios" (Evolución histórica de los conceptos
sobre el tiempo
). Es por ello que "el tiempo aparece como
fundamentalmente lineal y orientado hacia el futuro, y el sentido
de toda la historia aparece como un desplegamiento en el tiempo,
que tiene su origen en la creación ex nihilo y
que culminará en el juicio final, que es el final de los
tiempos… Toda la historia de la humanidad no es más
que el camino hacia la segunda venida de Cristo, y está
jalonada por diversas etapas o edades del mundo."
(Diccionario de filosofía en CD-ROM de editorial
Herder
). Existe el tiempo del mundo terrero y el tiempo de
Dios, la eternidad.

San Agustín de Hipona fue uno de los pensadores
medievales que más tiempo dedicó al problema del
tiempo. Éste tenía una noción del tiempo
como "algo que no tiene dimensión y que, cuando tratamos
de aprehenderlo se esfuma… sino hay presente, ya no hay
pasado y todavía no hay futuro, entonces no hay
tiempo… el alma es la medida del tiempo… pasado,
presente y futuro se transforman en memoria, atención y
espera" (Diccionario de filosofía, de Leonor y
Hugo Martínez Echeverri).

El tiempo es la vida misma del alma, ya que tiene un
componente psicológico: ""es la vida del alma" porque el
pasado aún no existe dado que podemos recordarlo; el
futuro también tiene cierta existencia pues podemos
anticiparnos a lo que sucederá, y el presente obviamente
existe" (Evolución histórica de los conceptos
sobre el tiempo
). Para él, la creación queda
en la eternidad, allende del tiempo. "El tiempo comenzó en
el momento mismo en que el universo empezó a ser. El
tiempo es la medida del movimiento y no pudo, por lo tanto, haber
tiempo antes de que hubiera cosas mutables… Dios
está fuera del tiempo… El ser de Dios es distinto
del nuestro, su ser no es el tiempo" (Filosofía
medieval y del Renacimiento,
de Francisco Beltrán
Peña, y Juan José Sanz Adrados. USTA,
Bogotá, 1993). En sus Confesiones diserta
amenamente sobre el tiempo, y se pregunta: "¿Qué
es, pues, el tiempo? ¿Quién podrá explicar
esto fácil y brevemente? ¿Quién podrá
comprenderlo con el pensamiento, para hablar luego de él?
Y, sin embargo, ¿qué cosa más familiar y
conocida mentamos en nuestras conversaciones que el tiempo? Y
cuando hablamos de él, sabemos sin duda qué es,
como sabemos o entendemos lo que es cuando lo oímos
pronunciar a otro. ¿Qué es, pues, el tiempo? Si
nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero
explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo
que sí digo sin vacilación es que sé que si
nada pasase no habría tiempo pasado; y si nada sucediese,
no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no
habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos,
pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser, si el
pretérito ya no es él y el futuro todavía no
es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no
pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino
eternidad. Si, pues, el presente, para ser tiempo es necesario
que pase a ser pretérito, ¿cómo decimos que
existe éste, cuya causa o razón de ser está
en dejar de ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que
existe el tiempo sino en cuanto tiende a no ser?"
(Confesiones de San Agustín
.
www.librodot.com).

En esa misma etapa histórica, Santo Tomás
de Aquino lo concibe en estrecha relación con el
movimiento (en sentido del tiempo natural) y desde el punto de
vista teológico. Otros pensadores de la época, como
Duns Escoto, intentaron conciliar las nociones de tiempo exterior
(movimiento que se halla fuera del alma) y tiempo interior (lo
formal o medida del movimiento que proviene del alma).

A partir de la revolución
científica
registrada en los albores de la
modernidad, surge "la noción de un tiempo
abstracto, concebido como un parámetro o una variable
física que vale para todo movimiento, y no sólo
para el uniforme, como lo había considerado
Aristóteles… Tiempo, espacio y materia serán
los tres grandes conceptos de la física moderna
clásica, es decir, del mecanicismo. Así,
desvinculado de su relación con el alma, el
análisis del tiempo se enfocó desde la perspectiva
física. No obstante, se podía entender de dos
maneras distintas: como una realidad absoluta o como una
relación" (Diccionario de filosofía en CD-ROM de
editorial Herder).

La invención del reloj mecánico
contribuyó a la superación de la concepción
subjetiva del tiempo, y así "se fue extendiendo una
noción cada vez más laica del tiempo
(Diccionario de filosofía en CD-ROM de editorial
Herder
). A pesar de que este invento fue condenado por la
dogmática iglesia Católica, ya que, supuestamente,
se abrogaba la "función" de medir el tiempo (exclusiva de
Dios), es a partir de Galileo Galilei (1564-1642) e Isaac Newton
(1641-1727) "cuando la mecánica clásica lo
concebirá como un valor matemático, como algo fijo,
absoluto y medible, que puede conocerse por experimentos, cuya
realidad no precisa relacionarse ya con el movimiento para ser
medida, y que existe desde el fondo de los tiempos hasta la
eternidad, como algo ilimitado e inamovible, constante como un
tic-tac que no puede parar"(Evolución histórica
de los conceptos sobre el tiempo
). Se concibió,
entonces, el tiempo en su relación con los
fenómenos naturales y en su relación con el
espacio. "La primera de estas concepciones es la llamada
absolutista (realidad en sí, independiente de las
cosas); la segunda era la realidad universal, medida necesaria de
la duración; y la tercera es la llamada
relacional; lo común a todas estas concepciones
es que el tiempo se considera en cuanto tiene una sola
dirección y una sola dimensión, es homogéneo
y fluye siempre del mismo modo" (Diccionario de
filosofía,
de Leonor y Hugo Martínez
Echeverri).

El principal representante de la concepción
absolutista o de la de un tiempo absoluto (como
una especie de continente vacío) fue Newton, y de la
concepción relacionista (el orden universal de
los cambios, el orden de las sucesiones fue Leibniz). "Con
Newton, el tiempo pierde definitivamente su carácter
trascendente y deviene nuevamente una realidad, pero que posee
ahora entidad por sí misma y no mantiene ya, por tanto, su
esencial solidaridad con el movimiento ni con un fin, lo cual,
por otro lado, no deja de ser la consecuencia de la
culminación del paso de una visión
teleológica del acontecer a una mecanicista. Su
formulación más clara se halla en los
Principios matemáticos de filosofía
natural:
«El tiempo absoluto, verdadero y
matemático, en sí y por su naturaleza, fluye
igualmente sin relación con nada externo. El espacio
absoluto, por su naturaleza, y sin relación con nada
externo, permanece siempre semejante e inmóvil». El
tiempo y el espacio, por tanto, no son, -según Newton-, un
puro accidente de los cuerpos sino independientes de ellos, que
están y se mueven en su seno. De este modo quedó
definido para la dinámica un único sistema de
referencia para el reposo y el movimiento pero que no está
constituido por un cuerpo o conjunto de cuerpos de manera que los
movimientos son relativos, pero el espacio y el tiempo no. Contra
esta concepción radicalmente realista del tiempo, Leibniz
pretende recuperar un tiempo inseparable de las cosas al
concebirlo sencillamente como relación entre cosas no
simultáneas; como ordenación, podríamos
decir, entre las mismas según relaciones de
«antes» y «después». Dicha
polémica quedó reflejada en la correspondencia
entre Leibniz y Clarke, que actuaba como portavoz de Newton. No
obstante, estas dos concepciones (la absolutista y la
relacional) compartían la creencia en una serie
de propiedades del tiempo, ya que ambas lo consideraban continuo,
homogéneo, ilimitado, fluyente, único e
isotrópico. Por ello, a pesar de lo importante,
conceptualmente, que resultaba caracterizar al tiempo como
realidad absoluta o como mera relación, a efectos
prácticos, las dos concepciones eran igualmente deudoras
de los principios fundamentales del mecanicismo, o mejor a la
inversa, el mecanicismo era deudor de esta concepción del
tiempo" (Diccionario de filosofía en CD-ROM de editorial
Herder). La noción de tiempo relativo en la
mecánica clásica se desprende de la
noción de tiempo absoluto (que imperó en
la filosofía moderna), que no puede ser medido con
ningún instrumento. "El concepto relacional establece dos
principales relaciones: "la objetiva o real, que
condiciona idealmente los objetos relacionados, y la
subjetiva que puede referirse a una relación
humana, o bien, a una condición a priori en todos los
casos en que haya una relación entre el sujeto cognoscente
y un objeto y un objeto conocido o cognoscible" (Diccionario
de filosofía,
de Leonor y Hugo Martínez
Echeverri).

El filósofo idealista alemán Immanuel Kant
(1727-1804), señala Wikipedia, describió el tiempo
y el espacio como formas a priori de la sensibilidad: se trata no
de conceptos, sino, en efecto, de "formas de
sensibilidad"
que suponen condiciones apriorísticas,
o necesarias, para cualquier posible experiencia, ya que
posibilitan la percepción de los sentidos, los cuales, con
el aporte de las categorías a priori de causalidad y de
sustancia, entre otras, permiten que comprendamos lo que
percibimos con los sentidos. Tanto espacio como tiempo no son
sustancias, "sino más bien se trata de elementos de un
armazón o estructura sistemáticos que utilizamos
para organizar nuestra experiencia"
(www.wikipedia.com).

Kant, en cuyo espíritu también
influyó la concepción absoluta del tiempo,
revolucionó la compleja manera de concebir el tiempo. "En
efecto, para Kant, al tiempo le sigue resultando esencial un
carácter de absoluta independencia con respecto a las
cosas que en él se localizan. Pero precisamente esto es lo
que determina que su naturaleza haya de ser distinta de la de
esas cosas. En definitiva, Kant considerará que del tiempo
no se tiene constancia a partir de la percepción, sino
precisamente a partir del hecho de que no puede pensarse la
posibilidad de ninguna percepción si no es suponiendo que
ésta se dé ya en el tiempo. Niega que sea un
concepto empírico, ya que toda experiencia presupone el
tiempo. Por otro lado, tampoco es una cosa" (Diccionario de
filosofía en CD-ROM de editorial Herder). El tiempo ya no
será una cosa, sino una intuición. En su
exposición metafísica del tiempo,
además de mostrar que éste es a priori
(independiente de la experiencia), explicará que "el
tiempo es una intuición, o sea: no una cosa entre otras
cosas, sino una forma pura de todas las cosas posibles"
(Lecciones preliminares de filosofía, de Manuel
García Morente). A través de la
exposición trascendental del tiempo
mostrará que éste "es una forma de nuestra
sensibilidad, una forma de nuestras vivencias" (Ibídem) y
el cauce previo de nuestras vivencias o sensaciones internas o
externas. "Adoptando la terminología kantiana, el tiempo
es una intuición pura o una forma a
priori
, trascendental de la sensibilidad, y
constituye (junto con el espacio) la forma de toda
percepción posible desde el punto de vista de la
sensibilidad, así como la base intuitiva de las
categorías. Es trascendentalmente ideal y
empíricamente real, como condición de objetividad"
(Diccionario de filosofía en CD-ROM de editorial Herder).
Este genial pensador alemán niega al tiempo su
carácter de cosa (oponiéndose a Newton) y de
relación (en disensión con Gottfried Wilhelm
Leibniz (1646-1716); no obstante, coincide con Newton en su
concepción del tiempo como "marco vacío" y con
Leibniz al considerar que el tiempo no tiene realidad fuera de la
mente como cosa en sí.

Para que los juicios sintéticos a priori (los
únicos válidos para hacer ciencia, en concepto de
Kant) sean posibles, "el tiempo actúa bajo su
función sintética, ya que todo juicio presupone una
síntesis, y toda síntesis se fundamenta en las
categorías, las cuales, a su vez, solamente pueden
aplicarse a la experiencia mediante los esquemas, que dependen de
la mediación del tiempo" (Diccionario de filosofía
en CD-ROM de editorial Herder). El tiempo y el espacio,
intuiciones pura, formas a priori de la sensibilidad, formas que
la sensibilidad da a las cosas que le vienen de afuera, son las
"condiciones necesarias para que pueda tenerse la experiencia.
Esta concepción de espacio y tiempo lleva a Kant a negar
de la cosa en sí, lo que le permitió negar la
metafísica como ciencia, ya que los juicios
sintéticos a priori no son posibles en ésta. "Que
espacio y tiempo son solo formas de la intuición sensible,
y por tanto sólo condiciones de la existencia de las cosas
como fenómenos; que nosotros además no tenemos
conceptos del entendimiento y por tanto tampoco elementos para el
conocimiento de las cosas, sino en cuanto a esos conceptos puede
serles dada una intuición correspondiente; que
consiguientemente nosotros no podemos tener conocimiento de un
objeto como cosa en sí misma, sino sólo en cuanto
la cosa es objeto de la intuición sensible, es decir como
fenómeno…" (Crítica de la razón pura,
de Immanuel Kant. www.librodot.com).

Cuando la modernidad entra en su ocaso se impone la
concepción hegeliana del tiempo, la cual considera a
éste "como un camino a través de lo temporal, un
devenir que percibe la propia conciencia del hombre y de las
civilizaciones para ir acercándose a plasmar la Idea, el
Espíritu" (Evolución histórica de los
conceptos sobre el tiempo), y no como un valor, como un marco
fijo e inamovible, "como marco formal dado previamente a los
acontecimientos o como devenir mismo, quedando eliminada, de este
modo, la cuestión en la pura aconceptualidad del Yo. De
hecho, para Hegel el tiempo es el devenir intuido, el principio
mismo del Yo=Yo; es la pura autoconciencia. El análisis
hegeliano se vincula al aristotélico y destaca la
inseparabilidad del espacio y el tiempo, pero, en el conjunto de
su concepción, el tiempo aparece solamente como el
despliegue de la Idea, en sí misma intemporal, de forma
que la temporalidad es solamente la epifanía de la Idea o
del Espíritu" (Diccionario de filosofía en CD-ROM
de editorial Herder). En consecuencia, en George Wilhelm Hegel
(1770-1831) prima el devenir, "es decir un "primado del tiempo" a
la vez que una coexistencia de lo temporal con lo intemporal, de
tiempo y espíritu; el espíritu en sí es
eterno, pero el tiempo es sólo espíritu en cuanto
se despliega; la temporalidad es una manifestación de la
idea" (Diccionario de filosofía, de Leonor y Hugo
Martínez Echeverri).

Desde el punto de vista materialista (de tendencia
marxista y sus adeptos), el tiempo, junto con el espacio, es una
forma básica de la existencia de la materia. Contrario al
idealismo, que niega la objetividad del tiempo y del espacio, "el
materialismo reconoce el carácter objetivo del tiempo y
del espacio, niega la realidad fuera del uno y del otro"
(Diccionario filosófico, de M. M. Rosental y P.
F. Iudin), y afirma que son inseparables de la materia. El tiempo
es unidimensional (el espacio tridimensional) y expresa la
sucesión en que van existiendo los fenómenos que se
sustituyen unos a otros; además, es irreversible: todo
proceso material se desarrolla en una dirección, del
pasado al futuro. El movimiento constituye la esencia del tiempo
y el espacio, razón por la que tiempo, espacio y
movimiento son inseparables.

Federico Nietzsche retoma "el concepto del eterno
retorno de lo idéntico, en el que, a diferencia de la
visión cíclica del tiempo, no se trata de ciclos ni
de nuevas combinaciones en otras posibilidades, sino de que los
mismos acontecimientos se vuelven a repetir en el mismo orden,
tal cual ocurrieron, sin posibilidad de variación"
(www.wikipedia.com). El eterno retorno de las cosas es la vuelta
indefinida del mismo ciclo de acontecimientos. "El eterno retorno
es la liberación del sometimiento a los fines, la
afirmación infinita y feliz de una existencia que
sólo esa misma afirmación puede justificar y, por
último, la sujeción de la existencia a una forma
definida y limitada, que es la expresión misma del poder"
(Historia de la filosofía, de Emile
Bréhier). La metafísica del "eterno retorno"
serviría también de fundamento a la creación
literaria de escritores como Milán Kundera, Ítalo
Calvino, Gilles Deleuzew, Mircea Eliade, Agustín
Yáñez, entre otros.

Superado el idealismo y, con él la
modernidad, surge la época contemporánea,
que se incoará con el "temporalismo" (producto de
la marcada influencia del positivismo) con una nueva
manera de concebir el tiempo gran parte del período
decimonónico. Al término del temporalismo
(doctrina del tiempo que pasa, que no es eterno; del tiempo
secular, profano), núcleo de las teorías
científicas del siglo XIX y comienzos del XX, que
intentó superar el determinismo y el mecanicismo
clásicos (el tiempo sólo es magnitud reversible),
se estableció un paradigma científico nuevo, donde
"las nociones de tiempo y de irreversibilidad juegan un
importante papel, y a partir de las cuales se posibilita una
nueva alianza entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias
del espíritu" (Diccionario de filosofía en CD-ROM
de editorial Herder).

La reflexión filosófica del siglo XX
retoma el objeto, el ser y la existencia. La filosofía se
interesó por la vida, y en su quehacer disiente del
pensamiento mecanicista, esquematizante, "pegado a la
superficie", matemático, racionalista y estático,
para valorar lo irracional, lo singular, lo interior, lo
anímico, lo vivencial y lo dinámico.

En la ciencia moderna, condicionada por el paradigma de
un tiempo absoluto, primaban las nociones de legalidad,
determinismo e reversibilidad (posibilidad de que el tiempo
transcurra en sentido contrario), privilegiaba la noción
de eternidad; en tanto que la ciencia contemporánea,
interesándose por lo aleatorio, espontáneo e
irreversible "se desarrolla en contra del determinismo
clásico y del reduccionismo de todo fenómeno a
leyes mecanicistas" (Diccionario de filosofía en CD-ROM de
editorial Herder), que impedía una vinculación con
las ciencias humanas.

Con el ánimo de superar ese universo frío,
mecánico y materialista, tanto de la mecánica
clásica (con su noción de reversibilidad y
eternidad) como del positivismo (y su cientificismo), aparece el
pensador y escritor Henri Bergson (1859-1941), tomando "como
punto de partida de su análisis la crítica a la
consideración positivista acerca de los fenómenos
psíquicos, y muestra cómo esta corriente, o bien
prescinde de la noción de tiempo, o bien la reduce a una
forma de espacio, ya que estudia los estados de conciencia como
si de hechos exteriores se tratase, midiéndolos, por
tanto, cuantitativamente y ordenándolos en una
sucesión yuxtapuesta, al modo como se ordenan las cosas en
el espacio" (Diccionario de filosofía en CD-ROM de
editorial Herder). A la sazón, Bergson plantea "la
subjetividad del tiempo, dando un salto cualitativo en las
concepciones anteriores. Para él, hay un tiempo uniforme,
objetivo y continuo, del que podemos medir su duración
mediante los relojes, y hayan tiempo auténtico
–el único verdadero-, que tiene una
"duración real" que conforma la propia vida interior"
(Evolución histórica de los conceptos sobre el
tiempo). El tiempo es un medio de sucesión de nuestros
estados de conciencia. Su visión de un tiempo no externo,
no falseado, que mide la vida interior de la conciencia se
contrapone al determinismo positivista y su cientificismo,
afirmando que "los fenómenos psíquicos tienen un
carácter cualitativo (y por tanto no pueden ser mesurados
cuantitativamente) y que cada intuición (cualidad) es
irrepetible, irreversible y no puede ordenarse en una instancia
reversible y homogénea en la que prima la
yuxtaposición, pues se interpretan y se funden entre
sí formando un fluir único, una continuidad
inseparable (duración). De ahí, pues, que marque
una clara diferencia entre el tiempo espacializado, que es el
tiempo físico que contempla la ciencia y que Bergson
califica de falsificado, y el tiempo auténtico, la
duración de la vida interior de la conciencia, el puro
movimiento en el que no pueden ser diferenciados los momentos
como estados distintos" (Diccionario de filosofía en
CD-ROM de editorial Herder).

El tiempo de las ciencias (el del sentido común,
homogéneo, isotópico y reversible), contrario al
auténtico tiempo (heterogéneo, irreversible, pura
novedad) es sólo una forma del espacio, el cual no tiene
"ninguno de los caracteres que la conciencia reconoce en la
duración real" (Diccionario de filosofía en CD-ROM
de editorial Herder). "Bergson elabora su idea fundamental, la de
la duración: no solamente el hombre se percibe a sí
mismo como duración (durée réelle), sino que
también la realidad entera es duración y
élan vital. Bergson rechaza el tiempo de las
matemáticas, que es el tiempo introducido en las
ecuaciones de la mecánica, no es el tiempo real, sino una
mera abstracción fruto de una previa
espacialización: una mera sucesión de instantes
estáticos, indiferentes a las diferencias cualitativas y
recíprocamente externos. En las ecuaciones de la
física, el parámetro t, que representa al tiempo,
es reversible, pero en la vida real de la conciencia domina la
irreversibilidad. En el yo interior, los estados de conciencia se
funden y organizan en una unidad que no es espacial, sino que
posee las características de la duración. Desde la
perspectiva de los datos inmediatos de la conciencia, se pierde
esta multiplicidad numérica y sólo queda una
multiplicidad cualitativa que el hombre percibe en una
sucesión continua que enlaza el presente con el pasado, y
en la que no se descomponen las vivencias, sino que se armonizan
entre sí, como sucede, dice Bergson, con las notas de una
melodía: es la duración, que es a la vez el tiempo
real de la conciencia, tal como lo experimentamos profundamente
por medio de la intuición" (www.aquileana.wordpress.com).
Plantea que no vamos del presente al pasado; de la
percepción al recuerdo, sino del pasado al presente, del
recuerdo a la percepción.

La intuición (nuestra forma de conocer y el
método para filosofar) alcanza lo absoluto sin salir del
tiempo. La vida interior o conciencia (libre y cualitativa) es
irreductible al mundo externo, objetivo y medible (el mundo de la
ciencia). El mundo externo no tiene significación con el
mundo interno de la conciencia o vida interior. La
duración (categoría específica del flujo
conciencial, la esencia de la conciencia) pura,
heterogénea, la del tiempo vivido, la del yo profundo y
fundamental, vivida por la ciencia, se sustrae al principio de
causalidad, debido a que la sucesión temporal se
sustenta allí en la simultaneidad del pasado en el
presente. "A caballo entre el siglo XIX y el siglo XX, el
espiritualista Bergson, profundo conocedor, por cierto, de la
teoría de la relatividad, puso muchas objeciones al ya
aludido positivismo, corriente dominante en su tiempo, tratando
de llamar la atención sobre los límites del
conocimiento científico. Para Bergson el tiempo escapa al
dominio de las matemáticas y la física. Se propuso
como primer objeto de meditación la conciencia en continuo
devenir; lo que él llamó la duración real"
(www.wikipedia.com).

Bergson, para quien la filosofía del ser es la
filosofía de la vida, "se entregó con renovado
empeño a la empresa de representar la vida y la libertad
en su específica realidad y significado" (Historia de
la filosofía,
de Johannes Hirschberger).
Disentía de la mecánica clásica y del
positivismo porque, con su visión unilateral, se centraba
en lo externo, en lo superficial de las cosas, el espacio y la
extensión, desconociendo la interioridad del hombre, la
vida de la conciencia, la libertad y la espontaneidad. "El tiempo
de la conciencia humana es heterogéneo, irreversible,
siempre distinto cualitativamente; es continuo, como todo lo
viviente, y, sobre todo incluye la libertad, la creatividad, la
evolución creadora" (Ibídem), en tanto que el
tiempo absoluto, exterior, es una construcción artificial
físico-astronómica y no es real. El tiempo
auténtico, verdadero, real, heterogéneo, es el
tiempo humano (duración). "Al decir que la vida "dura",
queremos expresar que nuestra vida consiste en un continuado
fluir, en el que nada se pierde, sino que todo se acrece con
nuevas adquisiciones, como la bola de nieve que rueda por una
ladera; de forma que todo lo por venir está determinado y
penetrado de lo ya sido, y, consiguientemente, dado que el tiempo
fluye sin interrupción, en cada momento surge lo
irrepetible y único. Duración es, pues, crecimiento
orgánico, movimiento vital" (Ibídem). El tiempo,
que es duración, implica libertad. "Duración es
continuo progreso del pasado, que corroe el porvenir y que se
dila al avanzar. El pasado se conserva en nosotros mismos, y por
el ello una conciencia no puede atravesar dos veces por el mismo
estado. La duración es, pues, irreversible. De este modo
cada uno de nuestros estados corresponde a un momento original e
histórico de nuestra propia existencia. Según
Bergson, hay motivo suficiente para afirmar que lo que hacemos
depende de lo que somos, y que, en cierta medida, lo que somos
depende de lo que hacemos: así, nosotros nos creamos a
nosotros mismos… La vida del hombre es duración y
libertad. Cada uno de los momentos representa alfo nuevo, algo
imprevisible, que se añade a lo que había antes.
Pero al mismo tiempo nuestra vida es conservación del
pasado. Por ello, nuestra vida es creación continua, pero
al mismo tiempo conservación integral del pasado"
(Enciclopedia superior. Círculo de
Lectores).

Wilhelm Dilthey (1833-1911) concibe el tiempo como
historia, ya que la vida es una realidad histórica, que
debe interpretarse en su fluir continuo, en su realización
concreta e histórica, porque "el hombre en lo colectivo es
un ser histórico que no puede vivir de espaldas a su
época" (Evolución histórica de los
conceptos sobre el tiempo
). La concepción de Dilthey
(que junto con otros pensadores como José Ortega y Gasset
(1883-1955), Oswald Spengler (1880-1936) y Arnold Joseph Toynbee
(1889-975) conciben la historia como experiencia que acumulados
para obtener unos frutos y plasmar el mejor de los destinos
factibles) "reclama de la vida como comprensible desde sí
misma, supone no sólo un alejamiento de la
concepción del tiempo como marco desde el cual poder
ordenar, analizar y explicar los hechos englobándolos en
etapas históricas, sino que también implica
postular un tiempo no dado a priori ni añadido
a posteriori, un tiempo que emerge con la vida misma en
su acontecer histórico, en su realización concreta"
(Diccionario de filosofía en CD-ROM de editorial
Herder).

Alfred North Whitehead (1861-1947), que pretendió
crear un método para la elaboración de una
filosofía relacionista del espacio-tiempo, en procura de
fusionar la física con la metafísica, como dos
formas distintas de ver la misma realidad, y que, junto con
Bergson, influyó en la noción de un tiempo
aleatorio, espontáneo e irreversible que propugna por la
alianza entre las ciencias y las humanidades para introducir al
hombre en la temporalidad, tenía una concepción del
tiempo como acontecer, que es la misma naturaleza (que
no es cosa), "en el sentido en que es un corte temporal, una gota
de experiencia, una especie de átomo que concentra en
sí el pasado, el presente y el porvenir, es decir, la
síntesis del universo" (Filosofía
contemporánea,
de Roberto José Salazar Ramos.
USTA, Bogotá, 1995). El principio de relatividad
en física es, para él, la clave para la
comprensión de la metafísica. Como, según
Whitehead, no hay más que una realidad, es real todo lo
que aparece, todo lo dado en la percepción. "Nada existe
fuera de lo presente en la experiencia de sujetos, entendiendo
por sujeto cualquier realidad actual. No hay en el mundo
conceptos estáticos ni sustancias, sino sólo una
redad de acontecimientos. Todos esos acontecimientos son
extensiones actuales, o unidades espacio-temporales"
(Diccionario de filosofía, de Dagoberto D.
Runes).

Como reacción antipositivista y para refutar al
historicismo, que intentó reducirlo todo a la libre
creación histórica, Edmund Husserl (1.859-1938)
planteó que "aunque las vivencias pasan, adquieren un
valor de ser, de existencia temporal, es decir, podemos volver al
original desaparecido mediante la representación
(Diccionario de filosofía, de Leonor y Hugo
Martínez Echeverri).
Husserl, con su
fenomenología, buscaba el fundamento absoluto de la
filosofía en la conciencia, una filosofía sin
supuestos. Distinguió entre un tiempo físico, el
cual obedece a leyes naturales exactas y "responde conforme el
antes y el después de cada acontecimiento, el tiempo
fenomenológico remarcará la unidad de las
vivencias: la duración" y un tiempo fenomenológico,
que "remarcará la unidad de las vivencias: la
duración" (Diccionario de filosofía en CD-ROM de
editorial Herder). El tiempo interno (el fenomenológico)
es la vivencia misma de la conciencia, su fluir continuado. "El
tiempo físico no marca el orden causal entre las vivencias
pudiendo separarlas unas de otras cual si de instantes se
tratara, sino que son las vivencias mismas la propia
temporalidad, y manteniéndose inseparables entre sí
forman el flujo de lo vivido (la duración real). La
temporalidad no es algo ajeno a la conciencia sino que viene dado
por ella" (Diccionario de filosofía en CD-ROM de editorial
Herder).

Martín Heidegger (1889-1976), que dedicó
su reflexión al tema de la temporalidad, distingue entre
la concepción tradicional del tiempo (un marco dado en
donde los acontecimientos suceden unos a otros) y la temporalidad
(con validez ontológica) que surge del
ser-ahí, en donde no se diferencia un antes
(pasado), un ahora (presente) y un después (futuro).
"Heidegger relaciona la angustia ante la muerte con la idea de
temporalidad en su obra Ser y tiempo; la angustia de la
muerte es un todavía no, un esperar en el futuro, y la
decisión de existir en una actualidad (ahora); funda la
historidacidad en esta temporalidad" (Diccionario de
filosofía de Leonor y Hugo Martínez
Echeverri).

A partir de los planteamientos einstenianos,
relacionados con la formulación de la teoría de
la relatividad,
surgió un nuevo concepto y una nueva
concepción filosófica y científica del
tiempo, debido a que éste, según Albert Einstein
(1879-1955), es relativo y no absoluto (con él desaparece
la noción de un tiempo absoluto); esa nueva magnitud
(relativa) varía en función de quien lo mide y bajo
qué circunstancias se mida. En el universo no existe
ningún marco referencial fijo. "No es tan sólo que
la percepción subjetiva que tenemos de la duración
de un acontecimiento sea variable, sino que como magnitud
física el tiempo es variable, está también
en función del sujeto que la experimenta, dependiendo de
la velocidad a la que se mueve, y en relación con la masa
de los objetos, de la posición estática o en
movimiento de quien lo mide, de su posición cercana a una
masa gravitatoria o alejada de ella, y en todos estos casos
precisos relojes marcarán desfases constatables,
aún siendo pequeñísimas fracciones de
segundo" (Evolución histórica de los conceptos
sobre el tiempo
). De esta manera expiró la
concepción de un tiempo absoluto y universal, lo que
permitió que la ciencia del siglo XX empezara a investigar
con dimensiones que trascienden nuestro espacio físico,
logrando una concepción más holística del
mundo y un acercamiento de las ciencias exactas a las
humanidades. "Se comenzó a hablar de hiperespacios con
decenas de dimensiones y a calcular matemáticamente sus
intrincadas ecuaciones, que permitían desarrollos de las
propiedades físicas existentes en ellos, aunque no siempre
fueran fáciles de comprender sus resultados, por la
dificultad de imaginarlos" (Evolución histórica
de los conceptos sobre el tiempo
). Este genial
científico alemán revolucionó las nociones
del tiempo y del espacio al relacionarlos y fusionarlos en el
concepto de espacio-tiempo, relacionado con la
cuarta dimensión. En esta concepción, el
tiempo adquiere un carácter distinto ya que, unido al
espacio, determina las características de la materia y del
movimiento… Así, el continuo
espacio-tiempo tetradimensional puede concebirse como
una representación matemática desde la cual se
entienden los fenómenos" (Diccionario de filosofía
en CD-ROM de editorial Herder).

La principal conclusión de la teoría de la
relatividad einsteniana consiste "en establecer que el tiempo y
el espacio no existen de por sí, al margen de la materia,
sino que se encuentran en una interconexión universal de
tal naturaleza que en ella pierden su independencia y aparecen
como partes de un espacio-tiempo único e indivisible" "
(Diccionario filosófico, de M. M. Rosental y P.
F. Iudin).

Conclusión

Como se aprecia, el problema del tiempo es muy complejo,
intrincado e insondable. Cada concepción filosófica
del tiempo nos lleva a explorar paradigmas y universos
múltiples; no podemos defender o refutar, de manera
obtusa, ninguna de ellas, por cuanto éstas han sido
"modelos" de concebir la existencia y desarrollar el quehacer
científico. El tiempo que los científicos tienen en
su punto de mira es muy diferente al que perciben nuestros
sentidos. Tiempo cíclico, lineal, absoluto, relativo,
duración… son nociones que han direccionado y
condicionado el pensamiento, la ciencia, el arte, la literatura y
otras manifestaciones culturales.

Antes que tratar de penetrar (¿infructuosamente?)
en la compleja e intrincada maraña del tiempo, lo
importante es aprender de nuestro tiempo, saber dónde
estoy y para dónde voy, unir lo que quiero y lo que soy.
En la naturaleza todo está pensado, todo tiene una
función. El ser humano cuando camina deja su huella. De lo
único que somos dueños es de nuestro presente; no
nos pertenece el pasado ni el futuro, ¡sólo el
ahora!; cada instante presente es una realidad. ¡Quien
descubre que el tiempo es su único presente, podrá
salir de la cárcel del tiempo! Para salir de la
cárcel del tiempo se necesita conocer el tiempo (si es que
ello es posible), saber qué es; cuál es nuestro
deber: ¿A qué vine al mundo?, ¿cuál
es mi misión?, ¿cuál es mi objetivo en esta
vida?

El problema del tiempo es tan enigmático y
paradójico que, precisamente, siendo el tiempo el que nos
da la vida, es éste (¡quién puede negarlo!)
el que nos la va quitando, porque desde que nacemos comenzamos a
morir… y quien pierde el tiempo, pierde vida porque el
tiempo es vida.

APÉNDICE II

EL INQUIETANTE PROBLEMA DE LA
VERDAD

Introducción

Es muy común escuchar a las personas decir que
saben o tienen la "verdad". Los padres, profesores, jefes y
sacerdotes, entre otros, regañan, educan,
"enseñan", ordenan o "dan consejos" en nombre de "la
verdad". Los jueces piden y exigen la "verdad". Los
políticos aseguran que "dicen la verdad". Los sacerdotes
pregonan "predicar la verdad". Los periodistas vanamente se
ufanan de "informar la verdad". Las ideologías y las
religiones afirman ser voceros de la "verdad". Muchos sojuzgan,
someten, imponen o sugieren en nombre de la "verdad". Los actores
de los conflictos armados se lamentan porque dizque "la primera
víctima de la guerra es la verdad". En fin, hay tantas
personas que dicen hablar con "la verdad"… Pero
¿qué es la verdad? ¿Existe la verdad?
¿Quién tiene la verdad? ¿Dónde
está la verdad? ¿Cuál verdad? ¿La
verdad psicológica? ¿La verdad lógica?
¿La verdad ontológica? ¿La verdad de hecho?
¿La verdad de razón? ¿La verdad
pragmática? ¿La verdad sintética? ¿La
verdad analítica? ¿La verdad semántica?
¿La verdad de Perogrullo? ¿La verdad verbal?
¿La verdad apodíctica? ¿La verdad moral?
¿La verdad diacrónica? ¿La verdad
sincrónica? ¡Cuidado! Cada escuela o corriente
filosófica tiene o defiende su verdad. Cada
religión defiende su verdad. Cada teoría
científica ofrece o sostiene su verdad. Cada tendencia
artística aplica su verdad… El complejo, profundo e
insondable problema de la verdad no es fácil de resolver.
¡Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que
son!
Antes de creernos en "poder de la verdad", es mejor
que tratemos de aproximarnos al universo de lo que llamamos
"verdad", empezando por la definición de verdad,
si es que existe tal definición. Si no existe la
definición de "verdad", ¿será que sabemos
"qué es la verdad"?

Definiciones de verdad

Según definiciones de diccionario, la verdad es:
-La conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma
la mente. -La conformidad de lo que se dice con lo que se siente
o se piensa: "los niños tienen que decir siempre la
verdad
". -El juicio o proposición que no se puede
negar racionalmente y que es aceptado de forma general por una
colectividad: "verdad de fe". -La realidad, la
existencia real de una cosa: "lo que te he contado no fue un
sueño, sucedió de verdad
". -La propiedad que
tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación
alguna. -Aquello que está de acuerdo con los hechos o la
realidad. -El juicio o proposición que no se puede negar
racionalmente. -La cualidad de veraz: "hombre de
verdad
". -La expresión clara, sin rebozo ni lisonja,
con que a alguien se le corrige o reprende: "Cayetano le dijo
dos verdades
".

A pesar de éstas y otras definiciones, el
significado o la definición de "verdad"
varía según nos enfrentamos con un hecho de la
experiencia, un postulado matemático o una teoría
científica. ¡La verdad es que no existe una
definición exacta de verdad! No obstante, hay quienes
sostienen que la verdad es: -La correspondencia exacta entre la
cosa o el hecho y lo que se afirma acerca de ella o de él.
-Todo aquel principio o juicio que se acepta como cierto, lo que
se ha evidenciado y comprobado por sí mismo. -La
adecuación entre lo que yo pienso o experimento y la
realidad; certeza clara, paladina, manifiesta y segura y tan
perceptible de una cosa, que no es posible dudar de ella.
–La adecuación entre la cosa y el intelecto, entre
el pensamiento y la cosa. Algo es verdadero cuando se da en la
realidad, cuando sucede o se cumple. -La relación entre un
objeto y una inteligencia que emite un juicio sobre el objeto.
-La conformidad del pensamiento con lo que las cosas son en
realidad. -La mayor concordancia posible entre lo que creemos y
lo que efectivamente se da en la realidad de la que formamos
parte. -La conformidad de nuestro entendimiento con la realidad.
-La perfecta adecuación del entendimiento con la realidad,
en cuanto el entendimiento dice o afirma lo que es o lo que no
es. -Hay verdad cuando existe una conformidad de mi entendimiento
con la cosa que se entiende. ¿Todo eso será
verdad?

Conocidas estas primeras definiciones, se aprecia que
existen evidentes diferencias. Si no existe un cercano consenso
sobre su definición, ¿será posible que
exista la verdad? Esto nos advierte que en el tema de la verdad,
debemos ser muy cautos al momento de enunciar nuestras
"verdades".

Con el valioso aporte de varios textos
leídos (libros tradicionales y electrónicos)
expongo (sin alardes de originalidad, exhaustividad ni
profundidad) algunos aspectos relacionados con la naturaleza de
la verdad y, con ellos, disertaré sobre la
problemática de la verdad.

Teorías de la
verdad

1. Teoría de la correspondencia de la
verdad
. La verdad es la correspondencia con la realidad
objetiva. Verdad es lo que corresponde a los hechos; o sea, lo
que de veras es al caso. La verdad es calidad de las
declaraciones que corresponden con los hechos y la realidad
objetiva. Una proposición o significación es
verdadera si hay un hecho al que corresponda, si expresa lo que
ocurre o es el caso. Una declaración verdadera corresponde
a la realidad. Una sentencia es verdad sólo en el caso de
que exprese una condición de asuntos en el mundo. Ejemplo:
La expresión o sentencia "Está lloviendo
aquí ahora
", es verdadera si en realidad está
lloviendo aquí y ahora; si no está lloviendo
aquí y ahora, es falsa. "Técnicamente hablando, la
verdad es cualidad o característica de una
declaración o sea un entendimiento. Por ejemplo, si le
digo: «está lloviendo aquí donde
estoy,» para ser verídica esa declaración,
¡tiene que estar lloviendo aquí donde estoy! Si no
está lloviendo, entonces la declaración,
«está lloviendo,» no es verdad" (Gray,
Phillip. La Verdad Para el Mundo.
www.laverdadparaelmundo.com).

El problema de la verdad como correspondencia y
relación del pensamiento con las cosas era ya una
inquietud para Platón y para Aristóteles, los dos
más grandes filósofos clásicos. "Verdadero
es el discurso que dice las cosas como son; falso el que las dice
como no son", sentenció Platón. Aristóteles,
por su parte, planteó que "Negar lo que es y afirmar lo
que no es, es lo falso; en tanto que afirmar lo que es y negar lo
que no es, es lo verdadero"".

Según la teoría de la adecuación,
la verdad es aquello que se corresponde fielmente con la
realidad. Cuando alguien está de acuerdo sinceramente con
una afirmación, puede reivindicar que es la verdad.
Mientras que uno puede tener un buen sentido intuitivo de lo que
tiene que ser verdad, dar una definición que consiga una
amplia aceptación es difícil. Una razón es
que a menudo la verdad es primero indicada como un objetivo y
sólo después de que la gente empiece a razonar
qué verdad es realmente. Por lo que la gente que
está razonando la definición de la verdad
podría discutir sobre la meta a la que aspiran. La verdad
es buscada en la religión, la filosofía, las
matemáticas, la abogacía y la ciencia; estos campos
usan diferentes métodos e intentan llegar a la verdad para
servir a diferentes objetivos. No con sorpresa, el uso compartido
de una sola palabra en todos estos campos provoca con facilidad
confusión y conflicto. Incluso la verdad, como la bondad y
la belleza, es un tema perenne para la humanidad.

El filósofo Pablo Noriega de Loma, en su ensayo
El problema de verdad (www.es.catholic.net), evidencia
su tendencia a defender con vehemencia y argumentos
concepción de verdad como adecuación del
pensamiento con las cosas, como adecuación de la mente con
la realidad, afirmando que las posiciones o nociones de verdad
ajenas a esta noción no responden a la pregunta de si es
verdad el concepto de verdad que ellos manejan. Este concepto de
verdad (como adecuación) se funda en el principio de no
contradicción, considerado como una condición
trascendental del pensamiento, porque sin ese principio
éste es imposible. Por medio del principio de no
contradicción podemos conocer qué es la verdad.
"Como consecuencia, en el mismo pensar también está
implícito el concepto adecuacionista de verdad que es
solidario del principio de no contradicción". Pensar es
respetar este principio ínsito en el sujeto como
hábito. Así, en el pensar está contenido el
concepto "adecuacionista" de verdad, estrechamente articulado con
el referido principio. "Por ello, hemos de reconocer que en todo
pensar está implicado el principio y con él el
concepto adecuacionista de verdad". Esta idea de verdad es la
única que permite el pensamiento, pues ella implica el
principio de no contradicción. "Como consecuencia es
posible afirmar que preguntarse que la verdad es
adecuación implica ya aceptarlo, porque no tiene sentido
afirmar que la verdad es adecuación y al mismo tiempo
preguntarse si es verdad, porque la pregunta no tiene otro
sentido que decir que, efectivamente, la verdad es
adecuación. Es decir que se presupone en la pregunta que
la verdad es ello y que no tiene sentido (es contradictorio, no
es pensable) decir otra cosa". Esta vehemente defensa de
definición de verdad como adecuación concluye
afirmando que es "lógico defender que el único
concepto de verdad que no es contradictorio es el de la
adecuación porque puede resistir la pregunta sobre si es
verdad su concepto de verdad… Por todo ello sería
posible defender que la pregunta por la verdad como
adecuación implica ya su aceptación. Es decir que
no tiene sentido defender totalmente que la verdad es
adecuación y al mismo tiempo preguntarse si es verdad
porque la pregunta no admite otra respuesta que la afirmativa y
que no es coherente, es contradictorio, no es pensable decir otra
cosa… Parece entonces que no podemos salirnos del
principio de no contradicción y de la idea de la verdad
como adecuación, lo que significa que todo discurso los
presupone y tiene que atenerse a ellos."

2. Teoría de la coherencia de la verdad.
La verdad es lo que concuerda con toda idea reconocida. La verdad
es cualidad de una declaración. La verdad es la coherencia
sistemática. Esa coherencia es algo más que la
consistencia lógica. Es una declaración que cuadra
con otras declaraciones que conozco que son la verdad. Si se
enlazan las ideas, eso es suficiente para decir que son
verídicas. Una declaración verdadera debe enlazarse
o ser coherente con otra idea. Una proposición es
verdadera en la medida en que es componente necesario de un todo
sistemáticamente coherente. Una proposición tiene
un grado de verdad proporcional a la completitud de la coherencia
sistemática del sistema de entidades al que
pertenece.

La teoría de la coherencia ve la verdad como
coherente con algún grupo específico de sentencias
o, más a menudo, de creencias. Normalmente, la coherencia
es tomada para implicar algo más fuerte que mera
consistencia: la justificación, evidencia, y
comprensión del conjunto de creencias son restricciones
comunes. Si alguien dice 4 veces 4 es igual a 16,
escucho algo que es verdad. Pero si dice que "4 veces 4 es
igual a 15
", escucho algo que sé que eso no es
verdad, porque esa expresión no coincide con la idea
previa que tengo de esa afirmación matemática.
"Algunos opinan que la verdad es una declaración que
cuadra con las otras declaraciones que conozco que son la verdad.
De acuerdo con esta idea, si una declaración no contradice
las otras ideas que son verídicas, entonces es la verdad.
Según esta definición, «la verdad es lo que
concuerda con toda otra idea conocida.» Se llama la
teoría de la coherencia de la verdad. Si se enlazan las
ideas, eso es suficiente para decir que son verídicas."
(Phillip Gray, La Verdad Para el Mundo.
www.laverdadparaelmundo.com).

3. Teoría pragmática de la
verdad
. La verdad consiste en la congruencia de los
pensamientos con los fines prácticos del hombre, en que
aquellos resulten útiles y provechosos. Verdad es lo que
funciona en nuestras vidas. Verdad es todo aquello que funciona
en mi vida para atraer la felicidad y ayudarme a sobrevivir en el
mundo. Si me ayuda a adaptarme a mi ambiente y a sobrevivir, es
verdad. El hombre no es un ser pensante o teórico, sino un
ser práctico, un ser de voluntad y de
acción.

La vida es para los pragmatistas esencialmente
práctica. Toda actividad humana tiene una finalidad, y su
finalidad es el control de la experiencia humana con vistas a su
mejora, tanto en el individuo como en la especie. La verdad no
significa sino un medio para este fin. Las ideas,
hipótesis, y teorías no son sino instrumentos que
el hombre ha forjado en orden a mejorarse a sí mismo y a
su medio; y, aunque de tipo específico, como todas las
demás formas de la actividad humana existen solamente para
este fin, y son "verdaderas" en tanto en cuanto lo cumplen. La
verdad es así una forma de valor: es algo que funciona
satisfactoriamente; algo que sirve a los intereses humanos,
finalidades y objetos de deseo. No hay axiomas ni verdades
auto-evidentes. Hasta que una idea o un juicio no ha probado su
valor en el manejo de la experiencia concreta, no es sino un
postulado o pretensión de verdad. Ni hay verdades
absolutas o irreversibles. Una proposición es verdadera
hasta el momento en que se prueba útil, y no más.
"La verdad es cualidad de una declaración. Esa cualidad es
más que el mero hecho de encajar en mi sistema de
creencias actual. Una declaración verdadera debe de
enlazarse o de ser coherente con toda otra idea mía, pero
esto en sí no es garantía que es la verdad, porque
es posible que mis otras ideas no estén de acuerdo con los
hechos. El pragmatismo, teoría que dice que la verdad es
solo aquello que funciona en mi vida para traer la felicidad y
ayudarme a sobrevivir en el mundo, tampoco es suficiente, porque
cualquier concepto raro puede ser defendido así a base de
su supuesta funcionalidad o utilidad. Por eso, la
definición más adecuada es lo siguiente: «la
verdad es cualidad de las declaraciones que corresponden con los
hechos y la realidad.» La verdad es la correspondencia con
la realidad. De otra forma, ¿cómo pudiéramos
nunca hablar una mentira? Una mentira es lo opuesto de una
verdad" (Phillip Gray, La Verdad Para el Mundo.
www.laverdadparaelmundo.com).

4. Teoría del consenso de la verdad. La
verdad es cualquier cosa que es acordada, o en algunas versiones,
que podría llegar a ser acordada, por algún grupo
específico.

5. Teoría del constructivismo social. La
verdad es construida por procesos sociales, y que representa los
esfuerzos de poder dentro de una sociedad.

6. Teoría redundante de la verdad.
Sostiene que afirmar que una declaración es verdad es
sólo afirmar la propia declaración. Así,
decir que "El sol emite luz y calor", es verdad. No es
sino decir ni más ni menos que el sol emite luz y
calor.

7. Teoría semántica de la verdad.
Plantea que ningún lenguaje puede contener su propio
predicado verdadero, esto es, la expresión es verdad
podría sólo aplicarse a sentencias en algún
otro lenguaje. En cuanto a la verdad semántica, se afirma
que una propiedad de fórmulas preposicionales o de
enunciados muy relacionada con la relación nominativa o
relación de significación es la que consiste en
expresar una proposición verdadera. La verdad es
indirectamente predicable de enunciados o símbolos que
expresan significaciones verdaderas. Una relación
nominativa o relación de significación es una
relación entre un símbolo (fórmula, palabra,
frase) y lo que denota o aquello de lo que es nombre.

9. Teoría de la verdad como
revelación.
Se expresa en dos direcciones: "1) como
revelación inmediata al hombre, en las sensaciones, la
intuición, en fin como fenómeno dado (empirista);
2) como revelación de conocimientos excepcionales de
esencias de las cosas, su ser o su mismo principio (forma
metafísica teológica)" (Rigoberto Pupo. La
verdad como eterno problema filosófico.

www.monografías.com).

8. Teoría del Nuevo
Realismo
. La realidad no depende de la experiencia, ni es
modificada por la experiencia como tal. Sus teóricos
consideran tanto la verdad como el conocimiento como relaciones
únicas que se tienen de manera inmediata entre conocedor y
conocido, y que son como su naturaleza indefinible. La diferencia
entre sujeto y objeto de conciencia no es una diferencia de
calidad o sustancia, sino una diferencia de función o
lugar en una configuración. La realidad está
formada de términos y sus relaciones, y la verdad es
sólo una de esa relaciones, sui generis, y por tanto
reconocible sólo por intuición.

9. Teoría de la conformidad con una
regla
. Según Platón, verdadero es todo lo que
concuerda con el concepto. Para San Agustín existe una ley
respecto de la cual se pueden juzgar todas las cosas de
conformidad con ella.

Tipos de verdades

1. Verdad ontológica (verdad del ser
mismo). La verdad ontológica se encuentra cuando
la cosa corresponde con la idea. La verdad ontológica se
puede definir como la conformidad de una cosa con su idea
genuina. La verdad ontológica es el ser de las cosas.
Resulta de la conformidad del objeto con la inteligencia que lo
produce: en ella la inteligencia tiene primacía sobre el
objeto. La verdad ontológica está en la
correspondencia entre aquello que es y aquello que debe ser, es
la realización de las leyes del ser y de la humanidad. En
este sentido es falso y erróneo todo aquello que va contra
la naturaleza de las cosas y del hombre: injusticia, desigualdad,
violencia, explotación, ignorancia, vicio. Es verdadero
todo aquello que es humano, y falso cuando genera inhumanidad.
Por verdad ontológica se entiende la conformidad de una
cosa con la idea primigenia que se tiene de ella. "Como cuando
decimos: "Esto es oro verdadero; éstas son flores
verdaderas; éste es un verdadero caballero, o un verdadero
científico, éste es el verdadero culpable, etc." Es
como decir que algo es auténtico, o genuino; que no es
falso, no es adulterado, no es imitación, no es
apariencia; que no lo decimos en sentido metafórico, sino
real; que corresponde a la idea que de tal cosa tenemos; que
cumple con la esencia de la cosa… Verdad ontológica
es la adecuación entre el pensamiento y la realidad"
(www.filosocial.com). Según la verdad ontológica,
toda cosa existente es verdadera, en cuanto es la
expresión de una idea que existe en la mente de Dios, y
es, por así decir, el ejemplar conforme al cual ha sido
creada o modelada la cosa. Las cosas son ontológicamente
verdaderas en cuanto son a la vez el objeto y la causa del
conocimiento humano.

2. Verdad lógica (verdad de los
juicios). Nos encontramos frente a la verdad
lógica
cuando la idea corresponde con la cosa. La
verdad lógica es la conformidad del pensamiento
con las cosas. La verdad lógica consiste en la propiedad
que tiene el entendimiento de poderse conformar con las cosas, o
lo que es lo mismo: la adecuación entre lo que yo pienso
(en el acto perfecto de pensar que es el juicio) y lo que la cosa
es en sí misma. El error lógico sería lo
contrario: falta de conformidad o inadecuación. Si pienso
y digo: "Colombia es un país suramericano", hay verdad en
lo que pienso y digo; no la hay si afirmo que es un país
europeo. La verdad lógica se da a nivel del juicio, pero
para juzgar hay que tener previamente ideas de las cosas sobre
las que recae el juicio. Hay verdad lógica cuando lo que
uno piensa u oye está de acuerdo con la realidad de las
cosas. En ésta es la inteligencia la que se conforma con
la realidad de las cosas. En ella el objeto se impone, tiene
primacía sobre la inteligencia. Tiene su fundamento y
causa en la verdad ontológica. En la verdad lógica
una proposición es toda aquella afirmación o
negación a la que se le puede asignar un valor de verdad,
verdadero o falso. La verdad ontológica se distingue de la
verdad lógica en que ésta consiste en la
relación de conformidad entre el entendimiento y el ser; y
la verdad ontológica es la misma relación, pero
entre el ser y el entendimiento. La verdad lógica implica
la correspondencia entre aquello que uno piensa y aquello que uno
dice. Lo contrario es engaño, dolo, falsedad,
hipocresía. La verdad ontológica reside en el ser,
la verdad lógica en el conocer. La falsedad
ontológica es la carencia de toda verdad, o sea la nada;
la falsedad lógica es el error. Un juicio es verdadero
lógicamente cuando lo que decimos se conforma con la
realidad; si decimos que ayer llovió y en realidad
así fue, nuestra mente, que forma ese juicio, se ha
conformado con la realidad, tenemos una verdad lógica. La
verdad lógica es la verdad del logos, del pensamiento. "es
la verdad del logos, es decir del pensamiento. Un pensamiento es
verdadero cuando es conforme con los hechos, cuando corresponde a
las cosas. Por ejemplo, si pienso que un átomo de carbono
con cuatro de hidrógeno puede formar una molécula
de metano, mi pensamiento es verdadero porque corresponde a los
hechos, como pueden comprobar los químicos. Y si pienso
que entre la Tierra y la Luna caben treinta diámetros
terrestres, mi pensamiento es verdadero porque es conforme a lo
que han comprobado los astrónomos. Si, en cambio, digo que
los delfines son peces, o que Napoleón murió en
1815 en la batalla de Waterloo, mis pensamientos son falsos,
errados, desatinados, porque no corresponden a la realidad
comprobada, respectivamente, por los zoólogos y los
historiadores… Verdad lógica es la que existe en el
plano del mero pensamiento; ella surge cuando hay coherencia
entre los conceptos, entre los juicios, entre las notas
lógicas." (www.filosocial.com). La verdad lógica es
la adecuación del pensamiento y a las leyes que lo rigen.
"La verdad ontológica nos conduce a interrogarnos
cómo es posible la adecuación pensamiento-realidad.
Tanto la verdad lógica como la ontológica se
expresan en el juicio, en ese acto de la inteligencia por el cual
atribuye un predicado a un sujeto (puede atribuir un accidente a
un ente o una esencia a un ente)."
(www.filosocial.com).

3. Verdades de razón. Las verdades de
razón son aquellas verdades que enuncian un ser o un
consistir necesario; mientras que las verdades de hecho son
aquellas verdades que enuncian un ser o un consistir contingente.
El ser o el consistir necesario es aquel que es lo que es, sin
que sea posible concebir siquiera que sea de otro modo. "Se
entienden por verdades de razón aquellas cuyo predicado se
encuentra contenido en la noción del sujeto… Tales
verdades, así entendidas, son consecuencia directa del
principio de identidad y del principio de no contradicción
establecidos como principios necesarios del pensar lógico.
A estos principios clásicos añadieron los
racionalistas el principio de razón suficiente que incluye
la necesidad en el acontecer físico, sujeto a leyes
naturales, que permiten definir, además, lo posible y lo
imposible a partir de una situación dada. En la actualidad
estas verdades son consideradas meramente verdades formales o
tautologías, toda vez que el lenguaje encuentra su
significación a través de la semiótica y la
gramática y ha perdido completamente sentido
metafísico." (ww.wikipedia.com).

Las verdades matemáticas, las verdades de
lógica pura, son verdades de razón; las verdades de
la experiencia física son verdades de hecho; las verdades
históricas son verdades de hecho. Las verdades de
razón a priori, independientes de la experiencia, son
previas a la experiencia, o mejor dicho, ajenas a ella; se
desarrollan floreciendo de los gérmenes que hay en nuestro
espíritu, sin necesidad de haber sido impresas en nosotros
por la experiencia, la cual no podría imprimirlas porque
lo que imprime en nosotros la experiencia son los hechos, y los
hechos son siempre contingentes, nunca necesarios.

Las verdades de razón presentan necesidad y se
refieren a las esencias de las cosas. Las conocemos con certeza y
en forma a priori, tal como sucede con las verdades
lógicas y matemáticas, que se rigen por el
principio de identidad y de no contradicción. Estas
verdades no necesitan demostración. La verdad depende en
primer término de la realidad y en último
término del entendimiento que plasmó la realidad.
Las verdades lógicas o matemáticas están
fuera del tiempo aunque de ellas nos ocupemos seres con los que
el tiempo tiene muchísimo que ver.

4. Verdades de hecho. Las verdades de hecho son
contingentes, se conocen por la experiencia, hacen referencia a
la existencia de las cosas y requieren demostración para
poder ser reducidas al principio de identidad. Las verdades de
razón son aquellas que enuncian que algo es de tal modo,
que no puede ser más que de ese modo; en cambio las
verdades de hecho son aquellas que enuncian que algo es de cierta
manera, pero que podría ser de otra. Las verdades de hecho
sí son oriundas de la experiencia; no tienen otro origen;
son, en efecto, producidas por la experiencia; están
impresas en nosotros por medio de la percepción
sensible.

5. Verdades sintéticas y
analíticas
. Algunas proposiciones las consideramos
verdaderas o falsas en relación con hechos del mundo: por
ejemplo, que usted está ahora leyendo esto. Los
filósofos llaman a esto una verdad sintética. Otras
proposiciones las consideramos verdaderas en virtud del
significado de las palabras con que se expresan. Sabemos que la
frase "Ningún soltero está casado" es
verdadera sin tener que realizar un estudio de los solteros,
porque es cierta por definición. A esto se le llama verdad
analítica.

Las verdades sintéticas son verdades de hecho y
las analíticas verdades de la razón. Para verificar
las proposiciones sintéticas utilizamos métodos
empíricos y para las analíticas empleamos
métodos racionalistas. Kant fue el primero que
utilizó los términos sintético y
analítico, indicando que todas las verdades
analíticas son necesarias porque no podrían ser de
otra forma. Si la definición de soltero es "persona no
casada
", todos los solteros están sin casar. Las
proposiciones sintéticas no son necesarias: no es
necesariamente cierto que usted esté leyendo este escrito;
podría estar leyendo una fotocopia del mismo. Es
importante establecer la distinción analítico
– sintético. Si afirmamos que una cosa es cierta,
hay que dejar claro si estamos diciendo algo acerca del mundo
empírico o aclarando el significado de las palabras. Si se
define el asesinato como homicidio injusto tiene que ser malo.
Esta es una verdad analítica, demostrada por la
razón y no por la experiencia. Pero algunos tipos de
homicidio, por ejemplo, en defensa propia, no se consideran
asesinato.

6. Verdad de Perogrullo. Verdad o certeza que,
por notoriamente sabida, es necedad o simpleza el
decirla.

7. Verdad moral o veracidad. Conformidad de lo
que se dice con lo que se piensa. Es la correspondencia de la
expresión exterior dada al pensamiento con el pensamiento
mismo. "La verdad moral es la relación de correspondencia
o conformidad entre la palabra y el pensamiento, entre lo que uno
dice y lo que está pensando. Si soy consciente de que
rompí el plato y lo reconozco ante mi mamá, mi
palabra es verdadera. Si en cambio soy consciente de que sustraje
algo de la oficina y digo que no, que no fui yo, mi palabra no es
verdadera, porque no corresponde a lo que estoy pensando"
(www.filosocial.com). La verdad moral existe siempre que el que
habla expresa lo que está en su mente incluso si de facto
está equivocado, a condición de que el diga lo que
cree ser verdadero. Esta última condición, sin
embargo, es necesaria. De ahí que una definición
mejor de la verdad moral sería: "La correspondencia de
la expresión exterior del pensamiento con la cosa tal como
es concebida por el que habla
". La verdad morar es la
conformidad de la palabra con el pensamiento del que habla. La
falsedad moral es la mentira. "Una respuesta tiene verdad moral
cuando decimos lo que sentimos sinceramente en nuestra
conciencia. En cambio, cuando decimos una mentira, no nos
conformamos con nuestra conciencia, y, por tanto, nuestra
respuesta no es verdadera moralmente" (Jaime Vélez Correa.
Curso de filosofía. Bibliográfica
colombiana, Bogotá, 1968).

La verdad moral no implica conocimiento verdadero. Pero,
aunque una desviación de la verdad moral sería
sólo materialmente una mentira, y por tanto no censurable,
salvo que el uso de las palabras o signos sea intencionalmente
incorrecto, la verdad moral implica la utilización
correcta de palabras y signos. Una mentira por tanto, es una
desviación intencionada de la verdad moral, y se define
como una locutio contra mentem, esto es, es la
expresión externa de un pensamiento que es
intencionadamente distinto de la cosa tal como es concebida por
el que habla. Es importante observar, sin embargo, que la
expresión del pensamiento, sea por palabras o mediante
signos, debe en todos los casos ser tomada en su contexto; con
respecto a ambos, palabras y signos, la costumbre y las
circunstancias producen considerables diferencias respecto a su
interpretación.

8. La pura verdad: Verdad indubitable, clara y
sin tergiversación.

9. Una verdad como un templo: Aquella que es
evidente, o la que se tiene por tal.

10. Verdad de apuño o como puño:
Verdad evidente.

11. La verdad verbal. Es la correspondencia de
la expresión exterior o verbal con la cosa que se pretende
expresar. Supone por parte del que habla no sólo la
intención de hablar de manera verdadera, sino
también la facultad de hacerlo; esto es, supone
conocimiento verdadero y un correcto uso de las
palabras.

12. Verdad apodíctica. Verdad
demostrativa, convincente, que no admite
contradicción.

13. Verdad inconcusa. Verdad, firme, sin duda ni
contradicciones.

14. Verdad diacrónica y verdad
sincrónica.
La verdad diacrónica se obtiene a
través de un proceso histórico; es una verdad
evolutiva; tiene un carácter universal y atemporal. La
verdad sincrónica se obtiene en determinada época
del tiempo; tiene el carácter de ser temporal.

15. Verdad psicológica. Consiste en la
adecuación entre lo que yo creo ser y lo que es. En este
sentido hay una verdad subjetiva y otra objetiva. Se puede creer
sinceramente algo que es falso y afirmarnos en nuestro error
creyendo que estamos en la verdad. La ignorancia y la
alienación son las causas más frecuentes de esta
situación.

16. Verdad tropológica. Es una verdad figurada
por excelencia. El lenguaje tropológico está
presente en todas las acciones humanas. La educación, la
cultura y la ciencia son metáforas de la vida. "La
misión del discurso que busca la verdad, debe ser su
vocación incluyente, abierta, tolerante, crítica,
en resumen con sentido ecuménico e integrador… La
tropología y en particular la metáfora, por sus
infinitas excelencias creativas, transita en unidad indisoluble
con la teoría del conocimiento, en la
representación del cosmos humano y el Universo que le
sirve de claustro materno, y viceversa, la gnoseología
imprime cauces nuevos expresivos a la sintaxis
tropológica…. Unido a esta valiosa idea de
cómo la tropología se enriquece siguiendo el cauce
contemporáneo del desarrollo de la gnoseología, se
destacan algunas ideas importantes de la tropología para
la gnoseología en la revelación de principios
sustantivos de carácter epistemológico-cosmovisivo,
tales como: fundar la analogía en las esencias y no en las
apariencias; el mostrar los opuestos, los contrarios, como
unitarios; desarrollar el principio de concatenación
universal de los fenómenos, afirmar la unidad del mundo en
su diversidad, y desarrollar la idea de totalidad como criterio
de verdad" (Rigoberto Pupo. La verdad como eterno problema
filosófico.
www.monografías.com).

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