Ser cultos para ser libres, divisa de la revolución cubana (página 2)
La ley de instrucción pública
discutida en la Asamblea de Guáimaro, en la que
están contenidos los gérmenes de la obra de la
Revolución. ley que sentaba la gratuidad de la
instrucción primaria a todos los ciudadanos, sin
distinción de sexos y edad. Normaba instruir el
pensamiento y la conducta con clases de lectura, escritura,
aritmética, gramática, geografía,
historia de Cuba y deberes y derechos del hombre, lo que era
bien significativo en el marco de la misión
histórica de aquellas generaciones, o el
establecimiento de aulas anexas en los talleres de la
República.
El magisterio de José Martí y la
intensidad con que valora el lugar de la educación
para preparar hombres para la vida y forjarlos cultos para
que sean libres y hagan libre, por propia, humanista e
inteligente su patria.
La superación del orden colonial era para
Martí no solo la subversión de una estructura de
dominación económica, política y social,
sino también la necesidad de continuar la forja de una
cultura distintiva y auténtica, radical y emancipadora
como garantía del ser nacional y en capacidad para moldear
el futuro de nuestro pueblo. Esta apropiación ha devenido
núcleo conceptual y práctico del quehacer cultural
que se inaugura en 1959.
Más, comprender que para la Revolución la
lucha por el desarrollo de la cultura se instauró como
divisa de su hacer y de su funcionamiento requiere considerar la
situación existente en este orden durante la
neocolonia.
Una valoración al respecto nos conduce, cuando
menos, a reseñar que antes de 1959 el sistema educativo
cubano en concordancia con el régimen
socio-económico existente, se caracterizaba por la
insuficiencia, la superficialidad, la anarquía y la
inmoralidad en su vertiente administrativa. Tal situación
era parte de una organización social falta de planeamiento
y fundada en la espontaneidad. Como no existía una
línea estatal de desarrollo económico y social,
predominaba la anarquía en la producción y, por
tanto, no existían planes educacionales vinculados al
desarrollo del país. Y esta realidad se reflejaba en los
niveles escolares inconexos; en los programas de las materias, en
los planes de estudio y en los textos escolares, en los que se
expresaba la desvinculación entre la escuela y la
producción social. La escuela pública, es decir, la
que el Estado sostenía, no bastaba a cubrir las
necesidades de la enseñanza elemental. La enseñanza
técnica y profesional se ofrecía a través de
un limitado número de centros situados en la capital y
algunas ciudades de provincias, y estaba circunscrita a ciertas
líneas que no contribuían a la promoción del
desarrollo económico de la nación. La
enseñanza media, general y politécnica, y la
universitaria no eran fácilmente accesibles a los pobres
cuya educación, nominalmente, terminaba a los 14
años de edad y con bajos niveles de
escolarización.
En cuanto a la educación concebida como
influencia de las relaciones sociales sobre la formación
del hombre, se destacaba el hecho de que ciertos sectores
juveniles urbanos vivían bajo el signo del desempleo, la
discriminación racial, y la apertura hacia los vicios;
mientras en los campos el latifundismo, los "desalojos" o
expulsión de la tierra de los agricultores, arrendatarios
o precaristas, los largos meses de desempleo entre cosechas
azucareras o tabacaleras conocidos como el "tiempo muerto",
mantenían a los jóvenes en la miseria y en la
ignorancia.
La cantidad de centros escolares era insuficiente, pero
donde más se hacía sentir la falta de escuelas era
en el campo. La escuela privada, ya fuera laica o religiosa,
llenaba algún vacío en las ciudades, pero este
elemento positivo se opacaba por el hecho de que propiciaba una
educación de privilegio, de élite, discriminadora
y, salvo excepciones muy contadas, de orientación
antinacional.
Los recursos que el Estado asignaba a la
educación nacional no solamente eran escasos, sino que su
administración y manejo se caracterizaba por el
despilfarro, la malversación y el robo abierto y sin
recato alguno.
Una sociedad estructurada como la de Cuba antes de 1959,
no concedía importancia, por parte de su dirigencia, a la
educación del pueblo trabajador. Ello se reflejaba,
naturalmente, en la desatención a la "Educación de
Adultos" y en la despreocupación por la
participación de las masas en el proceso
educativo.
Uno de los fenómenos más señalados
en el campo de la educación, fue la penetración de
la ideología del imperialismo norteamericano que
controló los principales medios e instrumentos de
divulgación masiva del pensamiento con el objetivo de
convertir a Cuba en un apéndice, no solo económico
y político, sino también ideológico de la
gran potencia norteña.
Desde una dimensión cuantitativa tal realidad
puede medianamente ilustrarse con estadísticas como las
que siguen:[5]
En 1950 a la escuela primaria asistía el
45,9% de los niños en edad escolar, ocupando Cuba el
lugar 15 en América Latina en este
índice.A mediados de la década del 50, de una
población de 6 800 000 habitantes había 1
millón de analfabetos absolutos y 1 millón de
semianalfabetos.La población mayor de 15 años
tenía un nivel escolar promedio inferior a 3
grados.
En 1958 el presupuesto de educación, de 74
millones de pesos, no podía cubrir las demandas más
elementales.
Faltaban escuelas y 10 000 maestros no tenían
empleos.En el campo el 41,7% de la población mayor de
9 años no sabía leer ni escribir.
La obra de la Revolución ofrece
continuidad al espíritu con que se había incubado
esta problemática en la génesis de la nación
,enriqueciéndolo, al tiempo que subvierte el estado de
cosas encontrada en 1959. Una importante particularidad que
acompaña las realizaciones culturales está en que
éstos, en modo alguno, pueden desarticularse de los
profundos cambios políticos, económicos e
ideológicos y de la diversidad de indicadores sociales que
ocurren en el país durante todo el período
revolucionario. La marcha coherente de tales transformaciones
obedecen a la organicidad de los intereses sociales que
presidieron desde entonces la vida nacional y que
afectarían tanto a la base económica como a los
elementos superestructurales. De manera que fueron creadas las
condiciones para situar en forma planificada todos los recursos
posibles en función de las colosales realizaciones que
habrían de convertir a un país, cuya cultura estaba
marcada por el subdesarrollo, en una sociedad donde el avance
cultural ha venido convirtiéndose tanto en resultado como
en premisa de la tendencia progresiva del cambio y de la
profundización humanista de la realidad nacional, sin
obviar escollos e insalvables zig-zags históricos,
encarrilados de continuo desde una perspectiva práctica e
ideológica de carácter principista sobre la base de
la acción unida del pueblo y de éste con las
principales instituciones del poder político. Esta
realidad se nos inscribe como hecho cultural que marca la marcha
no solo de los acontecimientos reales sino también de los
planeamientos ideales.
Con el triunfo de la Revolución la
educación planeada y dirigida consciente y
consecuentemente por el Estado se convierte en tarea de todo el
pueblo, que se percata del imprescindible esfuerzo educacional
colectivo necesario para la realización del resto de la
vida social.
Esta dinámica se inaugura en el propio año
1959. Ya en los primeros meses de Revolución se adoptaron
medidas para cambiar la situación existente. Por una ley
promulgada en septiembre de 1959 fueron creadas 10 mil nuevas
aulas, y en diciembre de ese mismo año se dispone la
reforma integral de la enseñanza. Los antiguos cuarteles y
residencias de los explotadores que huyeron de Cuba fueron
convertidos en escuelas. La revolución abrió de par
en par ante los trabajadores las puertas de los centros docentes.
Al comenzar el primer año docente después del
triunfo de la revolución, el número de alumnos de
la escuela primaria aumentó en 350 mil, constituyendo casi
1 100 000, y el de maestros en las localidades rurales
creció en 5 000.
Estos primeros pasos tuvieron gran importancia, por
cuanto sentaron una sólida base y fueron el punto de
partida para el colosal trabajo de reorganización y
desarrollo de todo el sistema de enseñanza. El 6 de junio
de 1961 se dictó la ley de nacionalización de todos
los centros docentes, independientemente de su nivel y
especialización. La escuela se separó
definitivamente de la Iglesia, se liberó de la influencia
de la ideología burguesa reinante en los centros privados.
La educación se proclamó deber del Estado
revolucionario que no podía transferírsela a nadie.
Todo esto abrió amplias posibilidades para efectuar
verdaderas transformaciones revolucionarias en esta esfera,
permitió proceder a la elaboración de una
política única en la educación, enlazando y
coordinando sus formas, métodos y tareas con los objetivos
y tareas del desarrollo político y socioeconómico
del Estado.
Además, la nacionalización de los centros
docentes privados tuvo un profundo carácter
patriótico, fue un importante paso para erradicar la
influencia ideológica de Estados Unidos.
La ley del 6 de junio de 1961 proclamó el
carácter gratuito general de la enseñanza a todos
los niveles, desde la escuela primaria hasta la universidad,
independientemente de la forma de estudio. La juventud cubana
obtuvo amplio acceso a los conocimientos, no limitado por la
posición social, el nivel de ingresos ni los prejuicios
raciales.
El año 1961 entró en la historia del
país no solo como el de la derrota de los mercenarios en
Playa Girón, sino también como Año de la
Alfabetización. En respuesta al llamamiento del
líder de la Revolución Cubana, destacamentos de
voluntarios, integrados por 274 mil personas, marcharon a las
regiones más alejadas y d difícil acceso del
país. La Campaña de Alfabetización
insertó una brillante página en los anales de la
Revolución Cubana. Pero, aún con toda su
importancia, fue sólo un primer paso en la
universalización de la enseñanza.
Las tareas del desarrollo económico,
político, social y cultural de la sociedad socialista en
Cuba presuponían un crecimiento permanente del nivel de
instrucción general y la preparación especial del
pueblo.
Continuación lógica de la Campaña
de 1961 fue la creación, en 1962, de un sistema de
educación obrero-campesina, gracias al cual los
trabajadores del país podían terminar la escuela
primaria. Este sistema va extendiéndose poco a poco a
grados más altos de la enseñanza escolar.
Posteriormente, los cursos de superación se reorganizan en
un sistema único de educación para adultos. Las
batallas por el sexto grado, primero, y más tarde por el
noveno grado como niveles mínimos de escolarización
del pueblo se inscriben como decisivas acciones primarias de
continuidad. A comienzos de los años 60 se establecieron
cursos de mínimo técnico para elevar la
calificación de los obreros en sus puestos de trabajo y
aprender nuevas profesiones. Estos cursos dieron origen al
desarrollo de un sistema de capacitación técnica y
profesional. Los trabajadores pudieron seguir elevando su
escolaridad gracias a la organización de secciones
vespertinas y por correspondencia en los institutos
tecnológicos y centros de enseñanza superior. En la
segunda mitad de los años 70 las facultades
obrero-campesinas graduaron decenas de miles de
especialistas.
La enseñanza y la educación de la juventud
ha sido objeto de especial desvelo por parte del Partido y del
Gobierno. En cuanto finalizó la Campaña de
Alfabetización fue publicado un amplio programa de
concesión de becas a los alumnos necesitados de ellas,
cuyo número fue creciendo sin cesar. Además de la
educación, desde el inicio fueron y son gratuitos el
suministro de manuales y materiales didácticos.
El país tuvo que vencer no pocas dificultades
para solucionar los problemas y continuar avanzando. Junto a la
aguda escasez de escuelas, equipos docentes y materiales
didácticos, la revolución tropezó con la
falta de personal pedagógico cualificado. La
solución de esta dificultad la emprendió obteniendo
loables resultados que hoy procuran perfeccionarse al tiempo de
alimentar prácticas para satisfacer necesidades de los
tiempos actuales.
Las medidas tomadas por el Gobierno Revolucionario para
desarrollar y perfeccionar la base material del sistema de
educación, el incremento en la construcción de
nuevas escuelas y otros centros de enseñanza, el
considerable aumento de la producción de manuales y la
compra de equipos escolares modernos garantizaron un alto
índice de escolarización.
Impresionan también los éxitos obtenidos
por Cuba en la formación de cuadros cualificados para el
eslabón superior. La reforma universitaria de 1962 dio
inicio a la reorganización del sistema de centros de
enseñanza superior con vistas a cubrir las crecientes
necesidades de especialistas cualificados, facilitar el acceso de
los trabajadores a dichos establecimientos, desarrollar el
trabajo de investigación científica y cambiar el
orden administrativo. Se introdujo la asistencia obligatoria
clases. El estudio fue proclamado deber patriótico y
revolucionario de los estudiantes. Adjuntas a las universidades
se organizaron facultades obreras vespertinas en las que el curso
de enseñanza duraba tres años.
Más tarde, en las ciudades mayores comenzaron a
crearse secciones y filiales provinciales, que sirvieron de base
para futuras nuevas universidades e institutos superiores,
así como grupos universitarios en fábricas,
empresas de servicios e instituciones de investigación
científica. Poco a poco, el perfeccionamiento del proceso
de estudios, de la metodología de la enseñanza y la
elaboración de nuevos planes y programas de estudios
permitieron unificar los centros de enseñanza
universitaria del país.
El año 1971, quizás marque un importante
momento de transición hacia eslabones superiores. Se
celebra el Congreso Nacional de Educación y Cultura que
constituyó una importante y estatégica
acción de balance y proyección. A partir del curso
1971-1972 se marca un importante avance en la
universalización de la educación con el ingreso de
gran número de trabajadores a las universidades y la
ubicación de estudiantes universitarios en centros de
producción. Pero hay dos hechos que inundan de manera
singular toda esta nueva etapa y marcan su historicidad. Ellos
son la creación, a partir de 1971, de las escuelas
secundarias básicas en el campo(ESBEC) y a partir del
curso 1972/73 del Destacamento Pedagógico Universitario
"Manuel Ascunce Doménech" como singular plan de
formación de maestros para la enseñanza media. Con
estas medidas se daba respuesta a la explosión de
matrícula con que la década del 70 saludaba a la
enseñanza media.
La creación de las escuelas en el campo
comporta un grado importante de universalización del
trabajo como recurso educativo en lo que ya se habían
acumulado algunas experiencias importantes desde años
anteriores, por ejemplo con la incorporación de
estudiantes a la recogida de café en Oriente en el
año 1962 y la instauración práctica en el
año 1966 del concepto pedagógico de la escuela
al campo. El proceso de creación de centros
escolares de este tipo abarcó luego tanto a la
enseñanza media superior como a la
tecnológica.
A partir del año 1975 se genera un proceso de
perfeccionamiento continuo de la educación en Cuba,
respondiendo a las demandas del Primer Congreso del PCC. Durante
esta etapa se profundiza la preocupación y la
acción del estado, a través de la escuela, por
dotar a las jóvenes generaciones de una mejor
educación formal, lo que resulta una aportación
cultural básica, cuya realización sigue siendo de
actualidad.
Aquí también se impulsa la creación
de escuelas especiales, lo que llega a su clímax en la
década del 80 en una muestra singular y profundamente
humanista de universalización de la educación en
Cuba. La enseñanza superior se sigue ampliando y todas las
provincias llegan a contar con varios centros universitarios. Se
introduce el sistema de grados y títulos
científicos, lo que influyó de manera particular en
el mejoramiento cualitativo de la formación de cuadros
docentes y en el fomento de la ciencia.
La continuidad de la revolución educacional que
se da estimulada por los aprendizajes del período especial
se inscribe en el ánimo y la voluntad política de
radicalización de la justicia social en Cuba, presidida
por la crítica a la desigualdad de oportunidades
aún existente. La creación de condiciones
pedagógicas más efectivas para la labor
docente-educativa se convierte en factor principal para hacer
protagonista a la educación masiva de un necesario proceso
de ampliación de la calidad de la cultura de todo el
pueblo y en especial de los niños y
jóvenes.
La acción dirigida a restringir las expresiones
culturales diversas que se derivan de la marginalidad y a
retroalimentar permanentemente al Estado de esta
situación, la pretensión del cultivo masivo de la
autenticidad de la tradición cultural popular y nacional
en general, la incidencia directa y diferenciada sobre las
familias para apoyarlas en el proceso de educación de sus
hijos y en la realización de sus vidas cotidianas, el
fomento de la actividad diferenciada con cada niño y la
universalización de la enseñanza superior
constituyen algunas de las expresiones fundamentales que hoy
ocupan el accionar educacional en Cuba y que reconfirman el
inagotable y constante quehacer de la Revolución Cubana en
pos de la elevación de la cultura como condición de
libertad para los hombres que tienen el encargo de revolucionar,
en aras del progreso humano, lo hasta aquí logrado, a
sabiendas de que "…Una revolución solo puede ser hija de
la cultura y las ideas"[6]
El desarrollo de la cultura general que deriva de la
revolución educacional ha sido, a su vez, fundamento del
despliegue gradual de una cultura científica, hoy en plena
ebullición. La necesidad vital de utilizar el progreso
científico-técnico y humanista con el objetivo de
fortalecer el desarrollo material y espiritual de la sociedad, el
imperativo de perfeccionar la sociedad a partir de un tipo de
hombre superior y los avances de la educación
universitaria cubana, entre otros factores, junto a la cabal
comprensión de la dirección revolucionaria del
papel de la ciencia para nuestro proyecto de sociedad han venido
creando las condiciones para el rápido avance de la
cultura científica en Cuba. Resulta correcto afirmar que
la inscripción significativa de la ciencia en la
dinámica vital nacional, propulsada sobre bases populares
,sucede con la Revolución.
En el campo de la cultura
estético-artística los avances relacionados con la
creación de las bases materiales y espirituales tanto para
el acceso a la prensa, al libro o a la obra de arte responden, a
la vez que lo expresan, a la erradicación del
analfabetismo y la elevación de los niveles de
instrucción del pueblo que crearon al lector masivo e
intensificaron el ansia de conocimientos y de disfrute
estético y derivan de los propios ideales que sostienen al
proyecto social.
En 1967 fue creado el Instituto del Libro, que hoy posee
una compleja red editorial, y que generó desde entonces un
amplio plan de publicaciones que obligó en los hogares
populares a concebir espacios para mini-bibliotecas que como
tendencia han ido engrosándose durante estos años.
La red bibliotecaria se extendió a todo el país con
diferentes modalidades. El cubano medio de hoy sufre por el
encarecimiento que el libro ha experimentado en las
difíciles circunstancias económicas que ha vivido
el país desde hace algo más de una década y
saluda la iniciativa de las Bibliotecas Familiares.
Los medios de comunicación masiva se pusieron al
servicio de la educación del pueblo. Ha crecido la red de
emisoras radiales y las emisiones nacionales y provinciales de
televisión, que hoy se enriquecen con un nuevo canal con
fines educativos, llegan prácticamente a todos los
rincones del territorio nacional. Después de la
devaluación tecnológica de los televisores de
factura soviética, que en las décadas del 70 y el
80, habían llegado a un alto número de hogares
cubanos, el Estado promueve hoy un programa de sustitución
o reemplazo de los equipos devaluados. El objetivo: poner en cada
hogar los medios indispensables para que el cubano
continúe cultivando su intelecto y su conducta en pos del
proyecto social que defendemos y ante todo de su propia
humanización. El programa de informatización de la
sociedad cubana actual incorpora tales objetivos como parte de
sus pilares.
Otras realizaciones en este campo llevan a
apuntar:
La creación del Instituto Cubano de
Cinematografía en fecha tan temprana como marzo de
1959.El desarrollo de un verdadero movimiento de masas en
torno al teatro. Ha progresado el teatro lírico y el
teatro para niños y jóvenes. Creció el
interés por la cultura musical y las manifestaciones
danzarias incluidas el ballet, favorecido éste
último por la merecida fama mundial de que goza el
ballet clásico cubano, que es hoy considerado como una
escuela constituida y sólida.La pintura, la arquitectura y la escultura han
recibido grandes posibilidades de desarrollo. Las
galerías de artes plásticas se extienden a lo
largo de todo el país.La red de museos llega a todos los municipios del
país y se potencia una cultura de protección y
conservación del patrimonio nacional.El fomento de un potente movimiento de aficionados
apoyados por casas de cultura municipales y comunitarias e
instructores de artes formados desde el inicio de la
revolución y cuya preparación hoy se revitaliza
con experiencias de tiempos anteriores y demandas de los
actuales.
Todo esta actividad, en su versión más
responsable, auténtica y mayoritaria, se ha inspirado en
las mejores tradiciones de lucha y de creación del pueblo
cubano y se ha inscripto coherentemente en los valores
principales del proyecto revolucionario cubano.
El fomento de la cultura física ha sido
igualmente otro exponente de la obra de la Revolución. En
1961 fue creado el INDER y se potenció progresivamente una
red de escuelas de formación de profesores de
educación física y de entrenamiento deportivo
diverso. El eslogan "Listos para Vencer" con que se
inscribió el masivo movimiento deportivo cubano evidencia
la organicidad con que éste se instala en la vida
nacional.
Para el caso que nos ocupa tan importante resultan el
movimiento deportivo de alto rendimiento nacional y los
éxitos competitivos como la manera en que la
práctica del deporte y el ejercicio físico han
calado como factor de salud física y espiritual no solo
entre nuestros jóvenes sino también en un sector no
despreciable de la población de la tercera
edad.
Esto último resulta posible además por la
expansión de una cultura sanitaria que incorpora tanto la
asimilación y reclamo del derecho a la asistencia
médica como la incorporación de una serie de
hábitos, habilidades y conocimientos para la
práctica de una vida saludable, en la que cada vez
empiezan a ocupar más espacios las preocupaciones y
ocupaciones que derivan de una incipiente cultura
medioambiental.
En el fragor de esa forja, aún inconclusa de un
nuevo ser nacional, un lugar significativo ha ocupado la cultura
política porque "Es en la política donde hay que
librar la batalla decisiva de carácter intelectual para
poder tener una sociedad sana. La política es, en resumen,
la práctica de sintetizar el pensamiento social,
económico y cultural en general y de aplicarlo en el
terreno social"[7].
Al respecto cabe rememorar el profundo proceso de
instrucción revolucionaria que por diversas vías se
ha desarrollado en nuestro país y en el que meritorio
papel ocupa la labor del PCC, desde las EBIR hasta el actual
Sistema de Escuelas del Partido incluyendo las diversas
vías de instrucción política y las escuelas
y actividad de las organizaciones de masas y sociales. El combate
contra el imperialismo norteamericano que en estos 43 años
no ha cejado en atacarnos y la persistente lucha por construir
una sociedad mejor han sido y siguen siendo potentes armas
formadoras de esa cultura política tan necesaria, como
médula, a la forja del hombre-compañero sin el cual
no habría socialismo posible porque éste, para ser,
ha de expresarse ante todo como una potente y continua cultura de
la solidaridad humana.
El empeño actual de la dirección de la
Revolución de desarrollar una cultura general integral
masiva expresa la manera en que la Revolución ha
colocado la dialéctica cultura-libertad como divisa de su
ser y de su hacer.
Desde tal perspectiva se considera que a través
del desarrollo de la cultura general integral el pueblo
tendrá, ha dicho Fidel, " … garantizado
políticamente su futuro para siempre… y (la)…
revolución una póliza de seguro de garantía
total…"[8] . Tomando en consideración la
autoridad de estas aseveraciones y el carácter
transicional de nuestra sociedad que "…coincide con el proceso
de la revolución socialista que concluye con el
establecimiento de la nueva formación
socioeconómica…"[9] , probablemente
estemos asistiendo a un hecho trascendental en la historia de la
Revolución Cubana: la transición del
establecimiento político del socialismo a su
establecimiento cultural, como realización más
plena de aquél, lo que es igual a la transición de
la elección política del sujeto político a
la elección cultural del sujeto humano.
De tal modo el desarrollo de la cultura general
integral debe, en mi criterio:
a.-)depositar en cada cubano una síntesis
sustanciosa del ser ,el saber y el hacer nacional y universal que
haga la función de referente diáfano para la
asunción humana -libre y consciente- del tipo de sociedad
que mejor se avenga a nuestras realidades. En este sentido es
notoria la manera en que se trabaja por ampliar los accesos
culturales, favoreciendo no solo aquellos que se realizan en
espacios situados (instituciones culturales, docentes
,científicas, de recreación, etc) sino
también a domicilio (distribución de televisores,
programas "Universidad para todos", bibliotecas familiares,
etc
b.-)impactar la naturaleza del proceder del cubano,
jerarquizando una regulación comportamental ajustada a una
perspectiva cultural que haga de cada acto humano una profunda y
edificante experiencia solidaria. Para lograrlo no basta solo con
la potente instauración de una actitud cultural de
definidos referentes ideológico-valorativos sino se hace
imprescindible alcanzar un funcionamiento cultural masivo que
despliegue evidentemente, de manera continua y natural, las
necesarias coherencias consuetudinarias entre los valores que
defendemos y los comportamientos que asumimos. Se trata de
impactar en su versión corriente y ordinaria la naturaleza
del proceder en cualquiera de los ámbitos de la
producción-reproducción de la sociedad: desde los
patrones construidos por el influjo regulador inmediato que
deriva de la naturaleza socialista de las macrorrelaciones
societales (económicas, sociales, políticas e
ideológicas) hasta aquellos de los que nos valemos a
diario, y a toda hora y con casi todo el mundo para asumir, crear
y recrear nuestra intimidad local u hogareña ( espacios
asociados a la satisfacción continua de las necesidades
cotidianas, el barrio, el círculo de amigos , la familia,
etc). En fin, la capacidad nucleíca de la cultura que se
fomenta en la actual Batalla de Ideas se expresará con
mayor o menor eficacia si su establecida definición en
valores -que llega cuando menos a lo referencial valorativo a
nivel de sicología social y que encuentra en la
ideología y la normativa político-moral y
jurídica su expresión más lograda y segura-
logra profundizarse y expandirse como cultura socialista del
proceder, que teja de manera eficaz las conexiones
orgánicas necesarias para que la voluntad política
actual devenga en la necesaria transformación
revolucionaria de la cotidianidad. Para ello resulta
imprescindible, al menos:
lograr las coherencias necesarias entre la base
jurídica real y el ejercicio amplio y efectivo por el
pueblo-productor de su condición de pueblo-
propietario, al tiempo de elevar los niveles de eficiencia de
la actividad económica socialista, que favorezca la
suficiente solvencia material de los proyectos de
realización del ideal de justicia social y de
dignificación humana;reforzar el permanente compromiso con el pueblo en
la gestión efectiva y práctico-cotidiana de
gobierno, en particular en las instancias intermedias y de
base, y el comportamiento del pueblo como sujeto del poder,
con aptitud-actitud de dueño, ante todo en -y desde-
las estructuras y espacios políticos participativos de
la base, escalando en ellos niveles cualitativos similares al
proceder verificado y verificable en los eventos de
trascendencia plebiscitaria nacional e internacional
(discusión-aprobación de la modificaciones
constitucionales, elecciones, parlamentos obreros, debates de
documentos programáticos, marchas y concentraciones
populares, reconocimiento del liderazgo,etc.), en los cuales
ha mostrado y deberá seguir mostrando -de manera
actualizada según las exigencias del estado de la
lucha de clases- su profunda aptitud y actitud
político-cultural propias de su condición de
sujeto del poder revolucionario;desenajenar las gestiones de solución de los
problemas asociados a la reproducción cotidiana de
vida corriente del pueblo. En este ámbito particular
importancia ha de prestarse al hecho real de que el
cumplimiento de las tareas que emanan de la política
se caricaturiza, no pocas veces, a través de
obstáculos de naturaleza cultural, lo que afecta la
cotidianidad, la credibilidad y desvaloriza el alcance
posible de las estrategias políticas. De ahí
que conviene fijar la atención en la relación
que existe entre la encomienda política y los recursos
culturales humanos que se despliegan para su cumplimiento
-incluidos los que son propios del movimiento de la
política hacia ese ámbito vital, marcados por
el verticalismo y una actitud cultural de dominación –
y cómo ellos se plasman en la vida cotidiana, para
hacerlos afirmativos o degenerativos del proyecto
social.
De ahí que al reflexionar sobre el alcance que ha
de tener el desarrollo de la cultura general integral
venga a la memoria aquel cuestionamiento martiano, expresado en
la interrogante "¿De qué sirve tener a Darwin
sobre la mesa, si tenemos todavía al mayoral en nuestras
costumbres?"[10] y lleguemos
apriorísticamente a una deducción: no
bastará que sus resultados se expresen en claros
referentes teóricos gnoseológico- valorativos; es
imprescindible el referente empírico-cotidiano que vaya
emergiendo de esta batalla.
Si eso es así se hace importante fundamentar el
porqué la cultura general integral debe encontrar su
más plena realización a nivel de cotidianidad. El
sentido de justicia y humanismo que debe morar en todos los
ámbitos de nuestra sociedad podrá ser definitiva y
plenamente movilizado solo desde la necesidad íntima que
brota de la cultura de la condición humana. El que pueda
hacerse con mayor o menor plenitud es también un producto
histórico y requiere condicionamientos, estímulos y
la atención a múltiples mediaciones.
c.-) establecer una cultura socialista sustentada en los
valores patrióticos y humanistas universales que conserve,
desarrolle e innove nuestra cultura de la resistencia nacional
desde el liderazgo único de la conciencia de la
nación [11]para unir y discernir. Cultura
que exprese la capacidad suficiente para reglar y ordenar la
producción cotidiana de nación socialista como
permanente experiencia solidaria y humanamente edificante y por
tanto continua y ascendentemente desenajenante en términos
de dignidad; que sea portada, ante todo, por los sujetos
naturales y jurídicos con roles sociales movilizativos y
de servicio popular, a todas las instancias, y que manifieste
capacidad para desterrar la acción corrosiva de ciertas
filosofías pragmático-existencialistas que se
expresan tanto en los comportamientos de resistencia desde la
marginalidad -que logran instalarse en cualquier estructura del
tejido social, aprovechando las insuficiencias y debilidades
existentes- como en aquella actitudes casi siempre intolerantes,
superficiales, segregadoras y deslegitimadoras que muestran
más seguridad desplegando una diatriba acusadora cuando
detectan o creen detectar una incongruencia "en los otros" que
cuando se enfrentan a una propuesta novedosa que brota de la
inconformidad sincera , responsable, comprometida y participativa
en pos de transformar determinadas insuficiencias.
Tal cultura articula la asunción crítica
de la producción universal con la originalidad que deviene
de la novedad del propio hecho revolucionario que la estimula y
se convierte, si es tal, en base de acciones vitales y en
elemento de coordinación de orden intelectual y moral de
la mayoría aplastante de los implicados. En consecuencia
la vitalidad del proyecto revolucionario deriva de su
producción como hecho cultural distintivo, de su
ordenamiento, del acople coherente de todas las partes, de su
metodización, de su regularización, de la
concentración cualitativa de modos propios; en fin de las
fortalezas para conjugar de una manera singular – sobre
bases nacionales y socialistas- unidad, diversidad voluntad,
intencionalidad, actitudes, experiencias, conocimientos,
valoraciones, apegos, filiaciones, reclamos, búsquedas,
tenencias, disposiciones, medios, resultados, conservaciones,
hallazgos, innovaciones, etc.
De tal manera las determinaciones referidas de la agenda
política de la Batalla de Ideas son factibles de
interpretarse como la voluntad de la dirección
política de la Revolución para acelerar la fragua
de la nueva cultura socialista nacional e intensificar su
función en la afirmación formacional del
socialismo, sobre la base de una consumación
práctica superior, a lo ya logrado, de los valores de la
justicia social y del humanismo revolucionario nacional y
socialista.
Una idea a manera de conclusión
La lucha por la cultura ha sido incuestionablemente una
divisa de la Revolución Cubana a lo largo de su historia y
deberá continuar siéndolo en tanto ésta -la
Revolución- se entiende como un radical proceso de
manumisión nacional, social e individual. Tal proceso
resulta imposible al margen de la creación de las
posibilidades para que el individuo y las colectividades
desplieguen sus capacidades racionales, éticas y
estéticas de manera que expresen lo mejor de su
condición humana, al punto de que el humanismo verdadero y
actuante inunde la vida nacional. Un análisis del alcance
de la Revolución Cubana no puede obviar ni la
intención ni la acción y resultados en esta
dirección.
BIBLIOGRAFÍA
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Autor:
M.Sc Camilo Rodríguez Noriega
[1] Martí, José;
“Maestros Ambulantes”, La América, mayo
1884, Obras Completas, Tomo 8, Editorial de Ciencias Sociales ,
La Habana, 1975, pág. 289
[2] Martí, José; Discurso
pronunciado en el Liceo Cubano, Tampa,26/11/1891, Obras
Completas, Tomo 4, Editorial de Ciencias Sociales , La Habana,
1975, págs. 269-283.
[3] Castro Fidel, Discurso en el XX
aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba. 15 de
enero de 1960, en Obras Revolucionarias, enero/1960.
[4] ________ Discurso en el Club de Leones de
La Habana, 14 de febrero de 1959, citada en “En marcha
con Fidel”, Editora Letras Cubanas, La Habana, Cuba,
1982, pág 98.
[5] Las fuentes utilizadas para recopilar las
estadísticas son: La Historia me Absolverá, Edic.
Ciencias Sociales, La Habana, 1981 y el libro “Cuba
experiencia del desarrollo social”, (colectivo de autores
soviéticos), Edit. Progreso, 1979
[6] Castro Fidel. Discurso en el Aula Magna
de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 3/2/1999.
Edit.Política, La Habana 1999.
[7] Hart Dávalos, Armando.
Intervención en el Comité Provincial del PCC de
Ciudad de la Habana, 13 de enero de 1996, MINCULT 1996,
pág 18
[8] Castro Fidel, Discurso por el 40
aniversario de los CDR (28/9/2000), en Tabloide # 24, p. 8.
[9] Fung R. Thalía, Martínez B.
José l. “Período de transición al
Socialismo. Hipótesis y conjeturas” en
“Teoría Sociopolítica; Selección de
Temas”, Editora Félix Varela, La Habana, 2000;
p153.
[10] Martí, José, Discurso del
10 de octubre de 1890 en Hardman Hall; Nueva York , Obras
Completas, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1975, Tomo
4.
[11] Fidel expresó esta idea en su
discurso en ocasión del 40 aniversario de los CDR
(28/9/2000), en Tabloide # 24.
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