Crónica de la serie: Viento de pueblo. La revolución en los pueblos de Nicolás Romero
Crónica de la serie: Viento de pueblo. La
revolución en los pueblos de Nicolás Romero –
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Y los pueblos son almas que el viento
sorprende y alevanta
Septiembre no cesa, las ocurrencias del tiempo quedan
prendidas en ciertos hombres, en ciertos pueblos y en ciertos
días de años decisivos; más todo cabe en el
México de la Revolución alumbrada durante 1910.
Lejos queda la participación de la municipalidad en los
festejos del 2 de abril, pues el gerente de La Colmena, Juan
Ventayol, todavía dispuso la cantidad correspondiente a
las fábricas de La Colmena y Barrón, para solventar
gastos de la banda de música enviada a la Ciudad de
México, donde se recordó como cada año la
gesta del General Porfirio Díaz. Unos hombres juegan
billar en mesas que apenas instaló en marzo, el
señor Apolinar García en local de la calle real,
mientras el Doctor José Reza y Carlos Jan son reos que
están bajo fianza de los regidores Odilón
García y Candelario Barrera, quienes se comprometen a
presentarlos ante la jefatura política de Tlalnepantla. La
Secretaría General de Gobierno del Estado de México
acuerda prorrogar por dos meses más, licencia que como
presidente propietario solicitara Ruperto
Chávez.
Los últimos días de septiembre, todos de octubre y
gran parte de noviembre sortean una suerte de viento
fúnebre, que merodea tanto al país como al pueblo.
¿Dónde irán nuestros muertos cuando el sol
sea rojo como sangre? Pregunta una madre que sabe de augurios. En
la cabecera, el panteón no ha sido terminado, aunque
está en servicio desde el 3 de marzo de 1905; pero no
habrá más campo mortuorio que la tierra misma,
cuando una madre persigne el destino de sus hijos. El 19 de
noviembre, Ruperto Chávez, de regreso como presidente,
hace recuento de fondos existentes en la Caja de Rentas
Municipales: $380.11 pesos. Los ingresos son de $534.63,
más $92.84 de contribución federal, que hace un
total de $627.47, y los egresos son de $154.52, quedando $380.11
pesos en caja, sin contar partida federal.
La historia entra sin avisar, no prevé hora ni camino por
llegar. La corrida de toros, preparada con anticipación,
queda suspendida; el 20 de noviembre es día llamado para
labrarse con gloria e incienso, anuncia fuga de rezos por
milpas y lomas y las cuentas del rosario contabilizarán
toda partida. El jefe político de Tlalnepantla,
Joaquín Bolaños, dirige telegrama urgente al
presidente Ruperto Chávez, previniendo "que desde luego
proceda a recoger todas las armas de las personas que las
portaren sin licencia de esta Jefatura, siendo de la
responsabilidad de Ud. el mal uso que hicieren de ella aquellos a
quienes por tolerancia no le fueran recogidas
Fluye el nervio en hombres, como río revuelto; el jefe
político de Tlalnepantla envía el mismo día
otra comunicación: "Si por desgracia el movimiento de
revoltosos en algunos puntos del país tuviere eco en esa
municipalidad de su cargo, presentando algún desorden,
reprímalo Ud. de la manera más activa, cumpliendo
para ello y bajo mi responsabilidad, los medios más
enérgicos. Si tuviere necesidad de fuerza,
usará escarmiento por la vía más
violenta para frenarla".
Días después, el presidente Chávez
sólo ve pasar una peregrinación de mujeres y
niños con rumbo a la Basílica de
Guadalupe.
Las dimensiones del anuncio de revuelta resultan
impredecibles, igual de indefinida está la seguridad de
los pueblos de Nicolás Romero; el inventario de la
policía urbana es de tres pistolas en mal estado, sistema
antiguo, calibre 44, sin parque; una pistola calibre 44 en poder
del guarda panteón, tres bastones para policías,
igual número de linternas en servicio con bombillas, y una
para el guarda panteón, tres capotes para policía,
una hacha corriente, un martillo de albañil, un alcuza
para petróleo y un azadón en mal estado.
Desde el campanario, noches de
Patria
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