Al día siguiente debía ir a
la hacienda, y su hermana le pidió que lleve a Juan
Ángel, debido a que su madre estaba enferma y él
seguramente querría verla. Efraín
aceptó.
Escuchó que su padre lo llamaba y
fue hasta donde este se encontraba. Vio que María estaba
con él. Anselmo le preguntaba a su hija "adoptiva" si
aceptaba casarse con Efraín una vez que hubiese vuelto y
ella dijo que sí. Luego, le pidió que le comentara
al chico las condiciones que había establecido. La primera
era que estudie mucho y la segunda era que se vaya lo más
contento posible. La tercera la estableció María y
era que nunca deje de amarla.
Efraín llegó con Juan
Ángel a la hacienda y vio a Feliciana, la madre del
negrito, echada en la cama. Había empeorado y no le
quedaba mucho de vida. Fue entonces que Efraín
recordó una de las historias que le contaba a él y
a sus hermanas cuando eran pequeños.
Magmahú era un soldado de los
ejércitos de Achantí, una nación poderosa de
África, que por su había recibido todos los honores
y riquezas como regalo del monarca.
En una de las batallas contra las tropas
inglesas, Magmahú comprendió que iba a ser
derrotado porque muchos de sus soldados habían muerto y
muchos otros estaban asustados. A pesar de eso, se preparó
para luchar, aún sabiendo que iba a morir.
El rey vio la situación de su
ejército y pidió la paz, los ingleses la aceptaron
con condiciones que los beneficiaban sólo a ellos por lo
que desde entonces el monarca no volvió a confiar en
él. Magmahú decidió exiliarse, pero antes de
esto decidió cortar las cabezas de sus esclavos y
arrojarlas a un río, en ofrenda a su dios. Entre ellos
Sinar, cuya noble estirpe solo era conocida por Nay, hija de
Magmahú.
La chica sintió gran
admiración por él desde que el chico se
convirtió en su siervo. Ella prometió pedirle por
su libertad a su padre, porque sabía que él
extrañaba sus tierras.
Un día Sinar le mostró a ella
el camino a su tierra y le dijo que la llevaría con
él y que sería su reina, y que nadie se
interpondría en su misión, pero Nay dijo que
debían hacer las cosas bien porque ella no quería
fallarle a su padre.
Cuando llegó la batalla contra los
ingleses, en la que Magmahú se exilió, Sinar le
suplicó que lo llevara y le aseguró que le iba a
luchar con todas sus fuerzas. Magmahú lo llevó y en
ella Sinar perdió su brazo. Nay se dedicó a curarle
las heridas, pero un día su padre le contó la
resolución que había tomado de abandonar sus
tierras y de sacrificar a sus esclavos para calmar la ira del
dios. Nay se desmayó el escuchar esto y Magamahú se
enojo al darse cuenta que su esclavo amaba a su hija, por lo que
decidió enfrentarse a él. Pero Nay consiguió
impedir ese enfrentamiento.
Entonces los tres partieron de esas
tierras. El valor y el esfuerzo de Sinar y Magmahú fueron
muy útiles en la nueva tierra donde se
encontraban.
Un día mientras Nay se bañaba
en un lago vio a dos extranjeros blancos llegar, traían un
cadáver con ellos, y pidieron a Sinar permiso para
enterrarlo. Los extranjeros venían de Francia y pensaban
que no iban a tener problema en enterrarlo en tierras Achimis.
Sinar les dijo que en la tribu había alguien con
más poder que él y que era a aquella persona a
quien debían preguntarle.
Los extranjeros les contaron como
habían llegado hasta ahí y el monarca de la tribu
le concedió permiso para enterrar el cadáver, tarea
que se realizó con ayuda de Sinar y otros
esclavos.
El jefe de la tribu de Kombu Monez hizo una
celebración en honor al casamiento de Nay y Sinar.
Después de largas horas de festejo, la mayoría se
quedó dormida, pero despertaron en medio de la noche
porque estaban siendo atacados. Muchos murieron y muchos se
convirtieron en esclavos; Nay estaba entre estos últimos.
Los prisioneros fueron llevados en barcas y a Nay no se le
permitió que se acercara a Sinar durante el
viaje.
Cuando el grupos de prisioneros que viajaba
con Nay y la misma Nay llegaron a tierra, fueron atados y los
llevaron a una casa donde los recibió una mestiza llamada
Gabriela y una hombre blanco irlandés llamado William
Sardick. Este no estaba muy contento con los esclavos recibidos,
pero sí con Nay porque era muy hermosa.
Sardick era un hombre ya que poseía
minas de oro y exportaba pieles, cacao, sales, armas, entre otras
cosas de valor. Estaba por partir a África a trabajar y
Nay le suplicó que la llevara, con el objetivo de buscar a
Sinar. Sinar le dijo que sólo si prometía amarlo la
llevaría.
Después de un tiempo, Nay pudo
aprender a hablar castellano gracias a Gabriela y acordó
con sus dueños que el hijo que estaba esperando no
sería un esclavo. La criolla le dijo que su hijo
recién podría ser libre a los 18
años.
Un joven inglés que pasaba por el
lugar pidió hospedaje en la casa de Sardick. Traía
con él una nena de 3 años. Eran María y el
padre de Efraín. Anselmo, que sabía que la
importación de esclavos estaba prohibida, decidió
comprar a Nay y a su hijo para luego dejarlos en libertad. Pero
en esos días, llegó un norteamericano y
sintió una enorme admiración por la belleza de Nay.
Debido a eso le ofreció a Sardick una notable cantidad de
dinero por Nay y este la aceptó. Sin embargo, la chica se
enteró que en donde la llevaban su hijo sería un
esclavo y le pidió a Anselmo que la compre o
mataría a su propio hijo. Así fue, auque luego la
dejo en libertad. Le dio la posibilidad de elegir quedarse o de
irse con él y su hija, y eligió irse con ellos
porque le había tomado mucho cariño a la
nena.
Feliciana empeoraba y el médico dijo
que moriría esa noche. Lo único que hacía
era repetir en sueños el nombre de Sinar, su
esposo.
Finalmente, a la noche
murió.
Autor:
Amira J. Köllrich
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