En el otro extremo está la historia de "un"
Aburto, el "asesino solitario", finalmente encarcelado en el
penal de alta seguridad de Almoloya de Juárez, en el
Estado de México, cerca de la capital mexicana.
Según las investigaciones, Aburto tenía algo
así como un cuaderno (el condenado siempre adujo que era
un "libro de actas") en el que parecía autorretratarse
como "salvador de la patria". Cuando le llegó el turno de
investigar el caso Colosio a la subprocuradora Olga
Islas[143]ésta encontró todos los
antecedentes "sanguinarios" de la familia Aburto en su lugar de
origen, Michoacán, en el centro del país. La
conclusión a la que llegó entonces la
Procuraduría General de la República es que Aburto,
un resentido (entre muchos antecedentes "criminógenos" en
una "familia desintegrada"), decidió matar a Colosio por
una especie de compensación: en efecto, el asesino
veía en el candidato "una figura de autoridad" y algo
así como el equivalente de un odiado padre (Rubén
Aburto Cortés, quien luego haría sus propias
declaraciones desde Estados Unidos inculpando al gobierno por la
muerte de Colosio Murrieta). "Aburto-se resolvió-
(…) presenta conflictos con las figuras parentales y, por
lo tanto, con las figuras representativas de la
autoridad".[144] De origen muy modesto, Aburto
Martínez habría odiado a su padre por haber
abandonado a la familia yendo a buscar trabajo en Estados Unidos.
Con todo, Rubén Aburto consideraba a Mario como el
más tranquilo de sus hijos y visitaba regularmente a la
familia. En otra versión se le atribuyó a Mario
Aburto el odio contra la "figura paterna" y todo lo que
representara autoridad: "en el momento del acto criminal
–narra Gustavo Hirales- demostró (Aburto, nota
nuestra) un alto grado de perversión de la afectividad,
que supone a la vez una aversión de la propia afectividad
(sic), consistente en el gozo que le produjo el dolor
ajeno"[145]. ¿Esta perversión de la
afectividad podría ser – suponiendo incluso que Aburto sea
el único culpable- el resultado de la creencia colectiva
en un ineluctable mecanismo de culpas y castigos? El hecho es que
Rubén Aburto, un poco a la manera en que Luis Colosio
Fernández veía con inquietud la
participación de su hijo en política, no vio con
buenos ojos que Mario, falto de "malicia", se estuviera acercando
a "gente del gobierno" o "de la política" (los nombres de
aquéllos con quienes habría tratado Aburto
Martínez son los de prácticamente todos los
posteriormente sospechosos en el crimen de Lomas Taurinas, aunque
Hirales sugiere que se trata de una fábula de los
Aburto[146]En algún momento, Rubén
Aburto se culpó por no haber puesto más
atención a su hijo y "averiguado a qué clases de
reuniones asistía"[147]. Eran reuniones de
agentes judiciales en retiro o sin empleo, en Tijuana, y que "se
ofrecieron" –sin que se supiera a cambio de qué-
para vigilar el mitin del 23 de marzo. ¿Cierto o falso?
Aburto es descrito posteriormente como un solitario, ciertamente
"rebelde"[148], que aparece así en espejo
exacto de un Colosio dejado a su suerte en su campaña, al
grado de que su padre le advirtiera, no sin confesar miedo: "no
te lo puedo explicar, pero te veo muy solo,
hijo"[149]. "¿Quién es Mario Aburto?
Se pregunta Gustavo Hirales. Nadie. Mario Aburto es, precisamente
un don Nadie, uno entre millones, sin ningún rasgo que lo
distinga de la masa anónima (Hirales dedica su libro a
demostrar lo contrario, nota nuestra), al menos en apariencia",
aunque "lleva la música por dentro".[150]
Esta descripción es la que más de uno hubiera hecho
de Colosio a finales de 1993. En julio de 1994, la familia de
Mario Aburto se acercó a Juan Velázquez,
representante legal de Diana Laura Riojas, para buscar contribuir
al esclarecimiento del crimen, así fuera culpable el mismo
Mario (lo que Rubén Aburto no creía que fuera
acertado, al sostener que en el video que fue difundido una y
otra vez no se ve quién dispara). Posteriormente, la misma
familia trató de acercarse a Miguel Montes, el primer
fiscal del caso y a quien a fin de cuentas Diana Laura Riojas no
le creyó la tesis del "asesino solitario".
¿Qué pensar de Mario Aburto dentro de una "cultura
del esfuerzo"? ¿Joven y sin malicia, aunque haya
disparado, suponiendo que fue el "actor" principal, y cometido
así un crimen imperdonable? En el relato de Hirales,
aparece que como parte de su "delirio", en algunos casos se
encuentra la creencia (en un sujeto con trastorno
delirante/paranoide) de que una injusticia debe ser reparada por
medio de una acción legal (sic)"[151].
¿Estaba Aburto con hambre y sed de justicia, parafraseando
a Colosio? ¿O se sobreentiende que el reclamo abierto de
justicia es una "locura" dentro del "sistema" mexicano?
¿Cómo entender que se le haya atribuido a Aburto la
"cualidad de violenta autodestructividad", con un "odio
inconsciente a todo lo bueno y valioso", siguiendo la
descripción que hace Hirales de la personalidad
narcisista[152]Las cosas son más
fantásticas, en apariencia, puesto que el retrato de
Aburto es el de un hombre que, como Colosio, cree en hechos
más que en palabras: "porque los verdaderos hijos de la
Patria –sostiene el texto que se le atribuyó a Mario
Aburto- lo demuestran con hechos, no con palabras".
[153]Lo pudo haber dicho Colosio, una y otra vez:
de hecho lo afirmó rotundamente al final del discurso del
6 de marzo de 1994. Además de conflictos con las figuras
parentales, Aburto tenía, según se adujo
oficialmente, otros problemas: "los rasgos de personalidad
más relevantes –se escribió- son: bajo
autoconcepto personal, sentimientos de inferioridad,
difusión de identidad, sentimientos de autoimportancia y
bajo control de impulsos"[154] Queriendo "salvar a
la patria", Aburto le disparó a quien le tout
Mexico –el mundo del privilegio- consideraba el
más incapaz (por decirlo de manera suave) y estorboso de
los candidatos, tanto dentro como fuera del Partido
Revolucionario Institucional. Y además, el "desquite" ante
la figura paterna no parece haber querido ser tan fuerte:
según confesó al periodista J.Jesús
Blancornelas, "pues saqué el arma (acababa supuestamente
de comprarla, nota nuestra), quise hacer el disparo a los pies,
en eso pasó una persona, y como nos iban empujando y todo
eso, y por el camino que estaba todo pedregoso y por eso iba toda
la gente tropezando y cayendo, como se puede ver en un video, que
una persona dice que el del clavado se cayó ¿no?
Este, otra persona, que de los lentes, también iba
así por lo mismo del terreno ¿no? Se puede ver que
efectivamente tenía fallas, entonces, cuando saqué
yo el arma iba a disparar a los pies y pasó la persona
(…) Entonces el arma no, no la disparé a los pies,
entonces quise levantar el arma; este, en eso, cuando la
levanté me tropecé y al tropezar se dio el
accidente (…)".[155]El 29 de abril de 1994,
Aburto declaró – según lo recoge José Luis
Mang Palacios- que únicamente quiso herir al candidato en
el pié, pero alguien lo pisó o pateó al
momento en que sacaba la pistola[156]el colmo de
la mala suerte para el involuntario homicida. Héctor
Aguilar Camín también reconstituye los
últimos segundos siguiendo las palabras de Aburto: cuando
este tropieza, "entonces se olle un disparo tan fuerte que quedo
aturdido y siento un movimiento muy fuerte en mi mano derecha al
oírse el disparo, y no veo nada, no pudiéndome dar
cuenta asta esos momentos que era lo que avia
pasado"[157]. El arma "se disparó" sin que
Aburto se diera cuenta: es más, el "asesino solitario"
adujo haber oído un disparo sin tener claro porqué
al mismo tiempo se movía su mano derecha. La "mala suerte"
que perseguía a Colosio desde noviembre de 1993 se lo
encontró por casualidad el 23 de marzo de 1994 en Lomas
Taurinas, Tijuana.
Era tanta esa mala suerte que los encargados de la
seguridad de Colosio, teniendo al parecer características
similares a las suyas, fueron legitimados, lo que con el
sonorense – que no era hijo del bajo mundo – no ocurrió en
meses. De las entrañas de esas supuestas "raíces
populares" surgió así toda una red de personajes
que Samperio describió bien, dispuestos por uno u otro
motivo al "sacrificio del cordero" –las palabras son del
libro de Gisela Arriaga ya citado- con tal de obtener un
"pedacito" de privilegio. Samperio habla del "otro México:
el de las impunidades, el de la gente armada con costumbre de
apretar el gatillo, dispuesta a amedrentar y torturar; sinuosos
expedientes policíacos, y los antecedentes penales, en
conexiones ocultas, laterales, patológicas, con la
sociedad y la política".[158]
Todos los que fallaron (por decir lo menos) en asegurar
la integridad física de Colosio (la integridad moral ya
había sido asesinada desde el 28 de noviembre de 1993)
alegaron no haber hecho otra cosa que cumplir con su deber.
Incluso "un" Mario Aburto de tantos, el "asesino solitario", lo
hizo también en cumplimiento del deber, porque algo
así como la voz de la "conciencia patria" le dictó
el "acto histórico" de ajusticiar a Colosio Murrieta,
así fuera…por accidente. Gustavo Hirales ha dado
cuenta de que un clima muy desfavorable se creó pronto en
torno a Colosio: "Colosio –escribió Hirales- se las
vio negras, en las caricaturas, y sobre todo en las columnas
políticas se multiplicaban los ataques a su candidatura,
uno de cuyos ejes era la supuesta pequeñez, la corta
estatura política del candidato, frente a las dimensiones
de estadista, de verdadero político de, por ejemplo,
Manuel Camacho. Algunos, como el inefable (sic) Alvaro Cepeda
Neri, le pidieron públicamente a Colosio que renunciara a
su candidatura a favor de Manuel Camacho
(…)"[159]. Queriendo "salvar a la patria",
suponiendo que esto sea cierto y siguiendo entonces la tesis de
Hirales del "asesino solitario", Aburto liquidó al
político que le tout Mexico despreciaba, y le
hizo así un extraño favor, involuntario, a la
"cultura del privilegio", cuyos candidatos –varios- eran
otros. Por cierto que para Hirales, quienes buscaron una
conspiración no hicieron más que mal periodismo, en
particular propalando rumores. Reivindicando su tesis, Hirales
afirmó que "peor es otorgar callando, peor es ceder ante
los rumores que suponen que la suspicacia y la falta de
responsabilidad son el súmmum del criticismo y de
la conciencia cívica: peor es dejar celebrando la
impunidad de tantos Hearst de pacotilla, las pretensiones de
ridículos, pero peligrosos, neo Catones y Savonarolas de
tercera"[160] Con todo, los rumores empezaron
antes de muerto Colosio, y en ellos participaron también
personajes "populares", no nada más
periodistas[161]
Lo llamativo no es la participación de este
submundo en el caso, sino la disposición del poder a
brindar toda clase de seguridades a los involucrados y los
sospechosos, en un país en el cual desde tiempos
coloniales se utilizan inocentes para –de nueva cuenta-
asegurar los dos fines a los que se refirió Martin Luis
Guzmán: acallar la vox populi, dejándola
muda o desacreditándola, y librar de toda culpa al mundo
del privilegio, que nunca fue tocado por el caso Colosio.
¿Habrían actuado estos personajes de este modo si
el clima enrarecido no hubiera ido más allá de
Lomas Taurinas? A lo mejor en ellos y en muchos otros pesó
algo de sobrenatural: "presentíase –escribió
alguna vez Fernando Benítez- que el general
Obregón[162]sería muerto antes de
llegar a la presidencia tal vez porque el pueblo creía en
algún mecanismo sobrenatural de culpas y
castigos".[163]
De que el clima estaba enrarecido, Colosio parece
haberse dado cuenta incluso físicamente, en Lomas
Taurinas, un lugar inhóspito. El video del mitin deja ver
por un momento a un Colosio entre pensativo e inquieto. Hacia el
final del mitin, Colosio quiso salir rápidamente: "no
sabemos –escriben Cortés y Cordero- si algo
presintió o si notó la tensión que se
respiraba en el ambiente, pero definitivamente trató de
apresurar el paso para alejarse de ese sitio". "Vámonos",
insistió Colosio a uno de sus ayudantes militares apenas
terminó el mitin.[164]
6. El padre y la
autoridad: Luis Colosio Fernández
¿Quién sepultó a Colosio? Las
breves pero elocuentes palabras de Diana Laura Riojas en el
sepelio de su esposo, en Magdalena de Kino, probablemente se
recuerden por mucho tiempo (aunque ya no muchos priístas
acostumbren apersonarse en el aniversario luctuoso), porque
fueron una muestra de dignidad, amor y además entereza. A
la misma Diana Laura Riojas le quedaba poco tiempo y era conocido
que estaba gravemente enferma, a tal punto que ése
había sido uno de los argumentos para sugerirle la
renuncia al sonorense, cuando aún vivía. Dicho de
paso, el padre de Colosio Murrieta habría de referirse
luego a su nuera como "mi hija". El hecho es que el 25 de marzo
de 1994, al darle el último adiós a Colosio
Murrieta, Diana Laura Riojas lo retrató así:
"tenía –dijo en su discurso- una profunda
vocación humanista; se definía a sí mismo
como un mexicano de raíces populares; fue un hombre
vertical, riguroso consigo mismo, exigente con sus amigos, pero
siempre brindando una gran lealtad. Estaba convencido de que dice
más el ejemplo que la palabra" (curiosamente, en El
legado de Luis Donaldo, la Coordinación Nacional de
Estudios Históricos, Políticos y Sociales del PRI
no recoge con toda exactitud las palabras de Diana Laura
Riojas)[165]. Por cierto que Luis Donaldo Colosio
no parece haber sido perfecto: se le atribuye, además de
"romances" que no parecen demasiado tórridos ni
escandalosos, cierta forma de inseguridad, la misma que
asomó en algún momento de su campaña, cuando
pudo comprobar que su lealtad hacia la "generación del
cambio" no le era correspondida.
Mirando hacia una trayectoria de vida, tal pareciera
que, pese a sus vulnerabilidades, Colosio Murrieta
aprendió en su familia el significado de la autoridad. "No
pierdas piso" es lo primero que Luis Colosio Fernández le
aconsejó a su hijo apenas nominado
candidato.[166] "Luis Donaldo –escribe Jorge
E. Reyes Esparza- hubiese aplicado gustoso a su padre el
siguiente párrafo del aviador y escritor Antoine de
Saint-Exupéry: "fue él quien me
enseñó la muerte y me obligó cuando era
joven a mirarla de frente, pues nunca bajó los ojos. Mi
padre era del linaje de las
águilas"".[167]Cuando alguna vez se le
preguntó a Colosio por qué no lo había
mareado una meteórica carrera, contestó: "porque
tengo un padre que me lo recuerda todos los
días".[168]
Luego de haber repetido hasta el cansancio el nombre de
Colosio al tomar posesión como candidato sustituto del PRI
a la presidencia, el mandatario Ernesto Zedillo (1994-2000)
dejó que el asunto se fuera pudriendo, argumentando
incluso que no era conveniente "arrastrar el cadáver de
Colosio". Poco a poco, con el transcurrir del tiempo y salvo
excepciones, gran parte de la sociedad mexicana fue sepultando en
el silencio y el presunto olvido -¿por la serie
interminable de omisiones?- la memoria de lo ocurrido.
El único que no cejó en sus esfuerzos por
obtener justicia fue Luis Colosio Fernández, padre del
finado, e incluso a costa de su salud. Colosio Fernández
murió el 6 de febrero de 2010 sin haber obtenido la
justicia más elemental para su hijo. Cuando se lee la
biografía de Luis Colosio Fernández (estuvo casado
con Ofelia Murrieta, con quien procreó, además de a
Luis Donaldo, varios hijos más), se entiende lo que
significó la "cultura del esfuerzo" para esta familia
descendiente de inmigrantes y llegados a rancheros. No fue nada
más que el padre de Luis Donaldo Colosio tuviera que
abrirse camino desde un origen modesto –no es exactamente
lo mismo que pobre o "humilde"- y en medio de los estragos que
causó la Gran Depresión de 1929 en Sonora, estado
cercano a Estados Unidos. Leyendo con atención la
biografía que logró hacer Samuel Palma, queda claro
que fue la educación, así haya sido básica,
pero con maestros de gran
preparación[169]la que le ayudó
decisivamente a Colosio Fernández a desempeñarse en
el mundo del trabajo, con frecuencia de pocas oportunidades, en
el que empezó muy desde abajo como "minero buscón"
(gambusino) hasta llegar a auxiliar de contabilidad, gracias a su
buena escritura. En Magdalena de Kino, "la actividad escolar era
primordial", según lo recordaba Luis
Colosio[170]Al mismo tiempo, en ese pueblo
sonorense de entre cuatro mil o cinco mil habitantes en la
época, y a diferencia de otras latitudes de México,
"la convivencia social se realizaba de una manera llana y al
margen de patrones que denotaran diferencias sociales, pues
éstas prácticamente no existían por tratarse
de una comunidad en formación y ocupada en los problemas
de subsistencia"[171].
Para Luis Donaldo Colosio, uno de los hechos importantes
en la infancia y la juventud fue la educación recibida,
entre otros lugares en el colegio Juan Fenochio, nombre de un
ilustre magdalenense. Ahí estuvo la educadora "Nachita"
Fimbres, cuyo nombre es ahora el de una calle de
Hermosillo.[172] Colosio Murrieta empezó a
leer desde temprano a Salgari, d"Amicis, Molière y otros
clásicos, mientras Luis Colosio se hallaba inscrito en el
local Club de Libros del Mes[173]El mismo padre
del futuro candidato fomentaba el estudio en grupo de los
muchachos magdalenenses[174]
Colosio Fernández, quien ocupó diversos
cargos en Magdalena de Kino, hasta ser alcalde del lugar,
también fue objeto de críticas, por ejemplo por
seguir militando en el PRI y ser senador de este partido, pero a
lo mejor porque vistas las cosas de cerca, andando el tiempo fue
quien mejor comprendió el contexto de lo acontecido el 23
de marzo de 1994: una "enfermiza lucha por el poder",
según sus palabras, que es lo que acabó
caracterizando a la llamada "generación del cambio" y
seguramente también a la figura de Carlos Salinas de
Gortari. El ex mandatario siguió en escena, ni siquiera
tras bambalinas, y rompiendo todas las reglas no escritas del
pasado priísta. La "generación del cambio" nunca
supo lo que es la autoridad: muy por el contrario, cada vez que
presintió toparse con ella, puso en tela de juicio al
llamado "autoritarismo", el mismo que se le llegó a
atribuir a Colosio en el trato. El padre de Colosio Murrieta
entendió en cambio la autoridad de un modo muy distinto, y
consideró que el hecho de "vivir como hombre" había
representado para otros un desafío
–entiéndase una afrenta-. A Luis Colosio sin duda le
quedaba bien lo que decía su propio hijo: "decía
que sin ejemplo las palabras se vuelven huecas, son
retórica; señalaba que cualquiera puede leer bien
un discurso, y puede tener quien se los escriba; pero enfatizaba
que cuando la palabra corresponde a la conducta, a los
compromisos, a la acción, los discursos cobran vida, se
vuelven instrumento de comunicación política,
enlazan sentimientos y suman voluntades"[175] Pero
pese al ejemplo, al padre de Colosio Murrieta se lo dejó
solo, por mezquindad ante el reclamo de justicia, según
sus palabras.[176]
Luis Colosio Fernández comprendió
cómo se asesta a veces un segundo golpe en una sociedad
como la mexicana: el padre del candidato asesinado dejó en
claro, en un breve discurso el 10 de febrero de 2004 (que
recibió por cierto el apoyo de López Obrador), que
"reclamar justicia no significa demandar un ajuste de cuentas o
actos de venganza"[177]. Colosio Fernández
lo dijo porque constató: "la justicia le ha sido negada a
Donaldo"[178], y lo cierto es que ni las palabras
del poder ni la vox populi, que por lo demás
llamaban al padre del finado a "dejar las cosas por la paz"
(¿el olvido resignado?), constituyeron jamás una
verdadera justicia. "Nadie –dijo Colosio Fernández
en el año 2001 – reclama que la opinión
pública se convierta en evidencia. Nadie exige que la
condena emitida por el pueblo constituya un veredicto de tribunal
de justicia"[179]. Colosio Fernández no era
un entusiasta de lo que llamó "la especulación
popular" para resolver el caso, pero tampoco aceptaba que lo
vieran como "viejo necio en busca de lo
imposible"[180]. ¿Por lo demás, de
que valía a unos y otros en la vox populi
quedarse con tres tiros, cuatro Aburtos, varios autores
intelectuales y casi nada en concreto? "Justicia-consideraba Luis
Colosio Fernández- (…) es el elemento que cohesiona
a las sociedades, porque en torno de ella se forja la cultura, se
escribe la historia, se identifica a los actores, se repudian
los actos que nos avergüenzan (el subrayado es nuestro)
y se reconocen los hechos que nos
engrandecen"[181]. "Al exigir justicia-
decía el padre del candidato asesinado- se aspira a
escribir la historia con verdad"[182]. Martin Luis
Guzmán, ya citado en la introducción de esta
monografía, dejó ver las dos maneras de escamotear
esa justicia y de paso la verdad: ¿la aversión
radical a la verdad sería a falta de justicia, o por temor
a la misma desde la impunidad? Un perceptivo Colosio
Fernández, alguna vez auténtico consejero de su
hijo, a quien consideraba además como un verdadero amigo,
pudo llegar incluso más lejos: "dicen –afirmó
el 10 de febrero de 2004, – que los ambientes de campaña
no matan, que un contexto no asesina; eso es cierto en el sentido
literal, porque finalmente los asesinatos los cometen las
personas. Pero ni duda cabe que Donaldo fue ultimado en un clima
profundo de deterioro de sus relaciones con el presidente
Salinas"[183]. ¿Hubo una injusticia
colectiva? En el fondo, el clima de deterioro venía desde
antes y no nada más de las altas esferas del gobierno.
Donde no hubo auténtica autoridad (porque la sociedad
mexicana suele desconocerla) para hacer justicia, o donde las
"autoridades" –los funcionarios- no quisieron o no se
atrevieron a asumirse como tales, en parte por asuntos de
privilegios, a veces disfrazados de miedos, Colosio
Fernández, a quien nunca dejó de inquietar la
orientación de su hijo hacia la política,
ocupó ese lugar, con la misma congruencia con la que
había guiado alguna vez a Luis Donaldo. Donde nadie quiso
hacerlo, Luis Colosio Fernández consideró
importante poner el ejemplo. En la visión del mundo de
Luis Colosio Fernández, autoridad fue anhelo de justicia y
ejemplo: justamente lo que desde un principio y hasta hoy se ha
querido rebajar en Luis Donaldo Colosio Murrieta, por cierto
"padre ejemplar" en palabras de Diana Laura Riojas. Con
ésta, el ideal de Colosio, más que en el "rollo" de
la equidad, estaba en lo que su esposa llamaba el
"binomio"[184], el de quienes, como dijera
Saint-Exupéry (a quien cita varias veces Beyer Esparza
hablando de Colosio), más que mirarse a los ojos miran en
la misma dirección.[185]
Colosio Fernández descubrió igualmente, al
observar las versiones contradictorias de los fiscales del caso,
"las distorsiones que imponen a la ley quienes debieran de
servirla", parafraseando el discurso del 6 de marzo de 1994 del
extinto candidato del PRI. En apariencia, se habría
tratado en las palabras de "intenciones" de resolver el caso,
pero sin el menor ejemplo de nada. El padre del candidato
asesinado descubrió sin embargo mucho más: las
distintas facetas de lo que Martin Luis Guzmán llamaba la
"simulación", y la capacidad del mundo del privilegio para
ocultar, omitir, hacer montajes y convertir la realidad en
espectáculo, hasta evaporar de la vista los hechos.
Muchos, incluso gente cercana, no correspondieron al
empeño de Luis Donaldo Colosio por mantener compromisos en
los hechos: "muchos –afirmó Colosio
Fernández- cayeron en olvido, en el recuerdo de
ocasión, en la retórica fácil para levantar
aplausos. Yo creo que esos homenajes sólo de salón,
sólo de auditorio y de grandes vacíos, no le sirven
y creo que hasta le ofenden"[186]. Sobre las
investigaciones, el padre de Luis Donaldo Colosio fue claro.
Además de rehuir el encontrar evidencias, se convirtieron
en pantomimas y enredos, en "ineficiencias y
complicidades"[187] y –lo más
importante- en muestras de indiferencia, agreguemos aquí
que de indiferencia moral, que a juicio de Colosio
Fernández llevaron a que el pueblo de Sonora se sintiera
engañado. En el discurso del 23 de marzo de 2001, un
aniversario luctuoso más, Luis Colosio Fernández
dio en el clavo del problema de una sociedad como la mexicana, de
origen colonial: "¿no hay autoridad a quien demandar
justicia?"[188]. El padre de Colosio no
consideraba "religiosamente" que la opinión pública
debiera ser una evidencia, ni que la vox populi ("la
condena emitida por el pueblo") debiera ser el tribunal de
conciencia: lo que Luis Colosio buscaba era la congruencia del
Ministerio Publico.[189] Así, es Colosio
Fernández quien se erigió en la auténtica
autoridad, con lo que supone de moral, al denunciar –como
lo había hecho su hijo antes- el uso de las leyes para
cometer injusticias, y el de la palabra para hacer de
oídos sordos y escamotear la verdad. Según lo dicho
ese 23 de marzo de 2001, Luis Colosio Fernández esperaba
justicia "para evidenciar que México no se
equivocó"[190].
CONCLUSIONES
La actitud de la intelectualidad ante el asesinato de
Luis Donaldo Colosio no consistió en acercarse a la
dimensión moral del asunto, sino por lo general en seguir
con toda suerte de especulaciones políticas, como si la
política –en el mal sentido de la palabra- y las
tareas intelectuales tuvieran forzosamente que entremezclarse. Y
con olvidos o desconocimientos: don Ulises Roca, el cacique de la
novela El agua envenenada de Fernando Benítez,
decía a las claras: "la política es un juego
complicado; se toleran los crímenes, pero de ningún
modo los errores".[191] Como se ha buscado
demostrar a lo largo de esta monografía, la
"generación del cambio" rompió una regla tras otra,
de las tantas que durante décadas habían sostenido
al régimen mexicano. Sin embargo, salvo Colosio
ningún miembro de dicha generación "erró" al
subordinar el poder a la ética; el "sistema" pudo seguir
así funcionando mientras el crimen se llevó a quien
creía "ingenuamente" –lo sabía el submundo-
que el poder debía sujetarse a un mínimo de
escrupulosidad. Así, el mecanismo aparentemente
sobrenatural de culpas y castigos se instaló
colectivamente jugando sobre otro mecanismo: el de la
distribución, desde el mundo del privilegio, de
legitimidades e ilegitimidades. El historiador Enrique Krauze
(quien contribuyó a la elaboración del discurso del
6 de marzo de 1994 y eliminó él todas las
referencias a Salinas) lo dijo a su manera: Colosio no era, a
juicio del heredero de Octavio Paz, "un animal político
puro", pero era en cambio manipulable (Salinas, en todo caso,
así lo habría pensado, a juicio de Krauze),
débil por una "fractura de personalidad" (siempre
según Krauze), sin fuerza interior, al grado de que se le
llegaron a nublar los ojos en los momentos más
difíciles[192]y "rodeado de un sino de
tragedia"(shakespeariana…para Krauze)[193],
que hacía que poco antes del asesinato "flotaba en el aire
una cosa muy particular", asegurando Krauze que no fue el
único que lo sintió.[194] El
historiador sostiene por lo demás que para diciembre de
1993 ya se veía a Colosio
"deprimidísimo"[195]. Krauze sostiene que
Colosio Murrieta no quería el poder y no tenía
además fuerza para ello[196]pero el
discurso fúnebre de Diana Laura Riojas fue en otro
sentido, aunque marido y mujer igualmente hubieran preferido una
vida más tranquila: el sonorense, hijo también de
una tierra de misioneros (la del padre Kino) quería ser
presidente para construir otro México. Por lo
demás, Krauze sugiere que Salinas de Gortari se
veía a sí mismo como el Plutarco Elías
Calles moderno, algo que le insinuó José
Córdoba al historiador[197]No podía
ser más que un delirio, ya que Elías Calles fue el
fundador del Estado mexicano moderno, no el encargado de liquidar
ese mismo Estado bajo toda clase de artimañas, de
pretextos "neoliberales" y de "integración" en el mejor de
los casos global (en realidad, con Estados Unidos).
Es un tanto insólita la reacción que tuvo
Elena Poniatowska ante el asesinato de Colosio: "Esta es una
infamia que no había sucedido en muchos años en el
país. Espero que sea un acto cometido por dos locos y no
por un grupo político, porque eso nos demostraría
el grado de horror al que ha llegado la política
mexicana".[198] Difícilmente puede
aplicársele a esa intelectualidad la frase orgullosa de
Luis Colosio Fernández: "a mi hijo no le afectó el
poder".[199] Carlos Fuentes, por ejemplo,
describió poco tiempo después del 23 de marzo de
1994 a un Colosio de fantasía. Alegando "no ver claro" en
lo que había ocurrido, salvo por lo que el discurso del 6
de marzo pudo haber provocado, el escritor sostuvo que Colosio
Murrieta era "un hombre que tenía una extraordinaria
capacidad para crear alianzas, de atraer simpatías
(…)", lo que pudo "haber asustado".[200]
Ciertamente, Colosio buscó tender puentes con la
oposición, tanto de derecha como de izquierda, pero si
hubiera tenido esa "extraordinaria capacidad" de la que
habló Fuentes y además hubiera gozado de tantas
simpatías no se explica que haya quedado condenado al
ostracismo aún estando "destapado". Colosio Murrieta,
conocedor de literatura y ópera, admiraba en particular a
Fuentes y al connotado intelectual mexicano Fernando
Benítez. Pocos intelectuales se detuvieron muerto Colosio,
con la muy notoria excepción del poeta y priísta
chiapaneco Jaime Sabines, quien no escatimó palabras para
realzar la calidad humana del sonorense ejecutado. "Lo
admiré, escribió Sabines, lo quise, por su
sencillez, su rectitud, su integridad humana". "Yo le
decía, explicaba Sabines, que era como su padre, un hombre
de la tierra, y que sigue siéndolo".[201]La
mayoría no abundó, y en cuanto a Rigoberta
Menchú, Premio Nobel de la Paz, quien casi no
conoció a Colosio Murrieta, aseveró: "lo hemos
querido tanto"[202].
"Todo el mundo" –le tout Mexico–
sabía que el hombre de las alianzas importantes era Manuel
Camacho Solís, y así lo confirma Jorge G.
Castañeda en La herencia[203]En
vez de trabajar desde abajo, Camacho se pasó buena parte
del sexenio de Salinas haciendo eso, "alianzas" (en esa
época se les llamaba "concertacesiones", en el argot
político mexicano), con la idea de empujar la
"transición a la democracia", en particular con la
cercanía del Partido de la Revolución
Democrática y de su llamado "líder moral",
Cuauhtémoc Cárdenas, un también "centrista"
-considerado en todo caso como lo más próximo a la
socialdemocracia. Con su cercanía con la izquierda, "las
organizaciones sociales", "la sociedad civil" y la
intelectualidad[204]con su discurso "centrista" y
seductoramente "antiautoritario", Camacho seguramente pudo ser
visto como candidato a liquidar la carga de décadas de
priísmo supuestamente "autoritario". En ese sentido era
empujado Camacho Solís por la opinión
pública –capitalina sobre todo- desde noviembre de
1993 y contra el "provinciano" Colosio. Por otra parte, el otro
presidenciable, Pedro Aspe Armella, muy ligado al mundo
empresarial, a la comunidad financiera
internacional[205]y considerado como
"tecnócrata", adalid de una política
económica que benefició a muchos así haya
sido con una recuperación transitoria, llegó a
aparecer también como "candidato natural a la
presidencia", según Jorge G.
Castañeda[206]Aspe no era sin embargo un
auténtico hombre del PRI, un "político", como
tampoco lo era por cierto Zedillo, el último en la lista,
pero el preferido de José Córdoba. Colosio se
encontró ante una especie de pinza, muy bien descrita por
Castañeda[207]y que, en un espectro que
podía ir desde la izquierda hasta la tecnocracia, no
tenía en mente otra cosa que terminar con décadas
de priísmo: lo mismo, por cierto, que sugirieron
textualmente los redactores estadounidenses de los Documentos de
Santa Fe a principios de los "90, muchos de cuyos "blancos
nacionalistas" previos en los "80 (Santa Fe I) desaparecieron (el
panameño Omar Torrijos, el ecuatoriano Jaime
Roldós). Para la derecha estadounidense era hora de
terminar con los gobiernos "autoritarios y totalitarios" en
América Latina: "A Estados Unidos –puede leerse en
Santa Fe II- le es indispensable encontrar vías y medios
para estimular una oposición legítima. Se
están incrementando los signos de oposición al
predominio de un partido único. La reforma interna del PRI
(Partido Revolucionario Institucional) no será suficiente
para contener el crecimiento de los partidos de
oposición".[208]
Tan revueltas estaban las aguas que, al mismo tiempo, el
líder obrero Fidel Velazquez llegó a sugerirle a
Salinas que Aspe era el mejor candidato de remplazo, según
Jorge G. Castañeda.[209] Por cierto que,
siempre al decir de Jorge G. Castañeda, que más
tarde la reclamaría a Córdoba estar al servicio de
Brent Scowcroft (conocido consejero estadounidense de seguridad
nacional), las relaciones de Colosio Murrieta con el
franco-mexicano eran ríspidas, al grado que el sonorense
pensaba "desterrar" lo más pronto al
"supersecretario".[210] Jorge G. Castañeda
tiende a descartar una autoría intelectual de Carlos
Salinas de Gortari en el asesinato de Colosio. Cualquiera sea la
verdad aquí, convertir a Salinas en el único
culpable diluye la dimensión colectiva del
crimen.
Una excepción en la indiferencia hacia lo
acontecido con Colosio pareciera ser Héctor Aguilar
Camín con su libro La tragedia de Colosio, que
pretende algo así como la "neutralidad" en la
narración, confundiendo neutralidad y verdad, y que se
limita en principio a una transcripción reducida del
inmenso expediente que dio a conocer uno de los fiscales del
caso, el cuarto, Luis Raúl González Pérez.
En realidad, en La tragedia de Colosio, los personajes
de la "versión coral", que se manejan por cierto como en
familia, hablan pero no dicen. En medio de lo
que por momentos vira casi a extraña tertulia entre
poderosos, aparece el testimonio de un "loco", el "asesino
solitario" que decidió un buen día acabar con la
vida de Luis Donaldo Colosio. En algún momento, el primer
fiscal, Miguel Montes, afirmó que el asesino era
histriónico y mitómano, rasgos por cierto no tan
raros en los círculos del poder. El dictamen oficial
estableció que Mario Aburto tenía "delirio
crónico sistematizado de tipo reivindicativo". Como sea,
en el libro de Aguilar Camín nadie tiene realmente en sus
declaraciones palabras de afecto ni valoración alguna para
la trayectoria y la integridad del sonorense muerto, aunque
abundan en cambio las exculpaciones y los dimes y diretes. En
espejo, pareciera a la distancia que un "loco" íntegro e
incapaz de disimular se cruzó con otro "loco", un mal
remedo del José de León Toral, a quien se le
atribuyera el asesinato "solitario" de Alvaro Obregón en
1928. Hay algo más insólito, ya que de acuerdo con
el apéndice de Aguilar Camín ("El camino de
Aburto"), Aburto Martínez, a pesar de venir de una familia
y una edad temprana difíciles, queda como un
auténtico hijo del esfuerzo, que algún día
quiere "hacerla" (lograr algo, en el lenguaje popular mexicano) y
que no fuma, no bebe, no se droga, trabaja como puede y siempre
que puede, es tranquilo, no demasiado mujeriego y por si fuera
poco escribe supuestos "libros" sobre la injusticia social que
prevalece en México. En suma, suponiendo que La
tragedia de Colosio admita distintas lecturas (y no nada
más una repleta de acusaciones apenas veladas contra
Manuel Camacho Solís), Mario Aburto Martínez
termina por aparecer en la "novela sin ficción"
–como la llama Aguilar Camín- cual hijo del esfuerzo
y no del privilegio, que busca "ser algo grande" y "hacer
algún día algo"; alguien, en fin, que quiere
justicia social y que México viva en paz, sin violencias
como la de Chiapas. Otra vez, alguien como Colosio. Aburto asiste
al mitin de Lomas Taurinas y sin otra intención que
herirlo mata a Luis Donaldo Colosio. Luego de que casi toda la
"generación del cambio" y el "Subcomandante Marcos" hayan
roto con toda regla encontrada a su paso, un esforzado Aburto
casi hace "algo grande" matando –sin regla alguna- a quien
en Lomas Taurinas estaba rodeado de "legítimos"
–aunque sufrientes- hijos de la cultura del esfuerzo, todos
inocentes, salvo el mismo Aburto, que se creyó el
Mesías.
A partir de aquí, tratándose de alguien
que había conseguido levantar al Partido Revolucionario
Institucional, Colosio llega a aparecer en realidad como un
estorbo en la "transición a la democracia" que tanto
interesaba a Salinas y a Camacho con tal de hacer "algo grande",
y que finalmente logró Zedillo. La tragedia de
Colosio insinúa y no dice nada, ni siquiera de la
memoria colectiva a la que aspira dirigirse, salvo que Aguilar
Camín señala que el expediente es infernal. Aguilar
Camín desliza empero algo más, nada inocente: la
supuesta "gratuidad" del crimen[211]y de la
"tragedia". No es todo, puesto que el mismo Héctor Aguilar
Camín escribe, después de admitir que no
investigó nada por cuenta propia: "la montaña de
pistas falsas aportadas por periodistas independientes, testigos
imprecisos, conciencias justicieras (sic) y charlatanes
protagónicos, ha sido una de las fuentes mayores de
confusión en las averiguaciones del caso
Colosio"[212]. A tanto esfuerzo inútil, el
autor opone el privilegio de un expediente interminable, pero
resumido.
En toda esta monografía, y contra lo que pudiera
pensarse, el personaje más importante no termina de ser el
malogrado Colosio Murrieta, sino su padre, que logró
convertirse en autoridad moral, algo distinto de lo "sabio" que
quiso atribuirle la lideresa del Partido Revolucionario
Institucional, Beatriz Paredes Rangel. No haber hecho caso del
reclamo de Luis Colosio Fernández no es nada más
haberse negado a la verdad: significa que la sociedad mexicana es
intolerante a la autoridad moral, con esa misma intolerancia que
mostró a partir del 6 de marzo de 1994 y que quiso cubrir
recurriendo al expediente de culpar a un solo hombre, el ahora ex
mandatario Carlos Salinas de Gortari.
Gustavo Hirales llegó a considerar
particularmente encomiable la actitud de Fernández de
Cevallos, el candidato del Partido Acción Nacional, de
derecha (en ese entonces en la oposición) en 1994, quien
dijo que las investigaciones del caso Colosio debían
mantenerse en el marco jurídico de las instituciones y no
caer en especulaciones que podían confundir aún
más las cosas.[213] Es el mismo
Fernández de Cevallos que, arguyendo que la
población estaba cansada de los fraudes del Partido
Revolucionario Institucional, aseguró cuando estaba en
campaña: "(…) nadie tiene seguro que el
señor Colosio llegue a la
presidencia".[214] Muchos años
después, Fernández de Cevallos ratificó su
modo de ver las cosas, su confianza en las investigaciones
ministeriales y su negativa a hacer "imputaciones temerarias",
aduciendo que difícilmente Salinas de Gortari podía
permitirse un golpe como el del asesinato de Colosio, y que
José Córdoba no tiene un "algún perfil de
criminal", siendo amigo del mismo panista: "es un tipo (sic)
–dijo el panista del ex "supersecretario"-al que no le
conozco torceduras y, ciertamente, es hábil y
tranquilo"(sic)[215]. A fin de cuentas, cuando le
llegó el turno de condenar lo ocurrido en Lomas Taurinas,
un consternado Fernández de Cevallos dijo: "soy un hombre
que cuando tiene una alegría acude a Dios, y que cuando
tiene una pena también acude a Dios, por lo que
compañía de mi esposa e hijos asistí a un
oficio religioso para dejar todo en las manos de
Dios".[216]
Pocos días antes de morir, Colosio
insistió en que quería para México un cambio
con rumbo y responsabilidad. Y señaló sobre tantos
habitantes de México: "(…) aún no tienen
fincada en el futuro la derrota"[217]. Era el 6 de
marzo de 1994.
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http://www.bibliotecas.tv/colosio/discursos/don_luis_23marzo2001.htm
Autor:
Dr. Marcos Cueva Perus
México, abril de 2010
Instituto de Investigaciones
Sociales
Universidad Nacional Autónoma de
México –UNAM
[1] Paz comparó también la
ejecución de Colosio con los asesinatos de la familia
Gandhi y de Luther King. Medina Martínez, Rafael (2001).
El enigma de Colosio. México: Plaza &
Janés.
[2] Sobre Colosio, “Fausto Alzati
relata que cuando algo no le gustaba, no decía nada,
pero a aquél que hacía algo mal simplemente le
dejaba de hablar; la manera de demostrar su disgusto era de esa
forma. Podía pasar en frente de la persona que
actuó mal y no saludarla, como si no existiera. Y no le
hablaba hasta que tenía que ir la persona a preguntarle
qué es lo que pasaba”. Medina, Op.cit., p.76.
[3] “Es un hombre particularmente
estoico, escribió Rafael Medina, muy duro consigo mismo;
duro para juzgarse y también duro para juzgar a los
demás”. Medina, Ibid., p. 76.
[4] Según la descripción de
Samuel Palma. in Arriaga Tapia, Gisela. Colosio, la muerte del
cordero, México: Fundación Cultural y Educativa
José S. Healy, A.C., 1994, p. 196.
[5] Arriaga, Ibid., p.194.
[6] Tenga o no razón, Tomasini Bassols
consideró que en las investigaciones oficiales sobre el
asesinato se dejó extrañamente como cabo suelto
la pista que conducía al agente secreto (del CISEN,
Centro de Investigación y Seguridad Nacional) sinaloense
Jorge Antonio Sánchez Ortega, quien habiendo estado en
el mitin de Lomas Taurinas, drogado (lo negó pero las
pruebas habrían sido positivas), habiendo salido
positivo en la prueba de radizonato de sodio (prueba destinada
a saber si alguien disparó o no un arma) y con sangre de
Colosio en su ropa, fue dejado en libertad y nunca más
realmente molestado, luego de haber declarado una
auténtica sarta de mentiras (“sin acordarse”
cuando fue la última vez que disparó un arma,
siendo que se le habría visto una en Lomas Taurinas) o
verdades a medias (llevaba sangre del candidato, pero no queda
claro si ayudó a cargarlo). Además, cuando fue a
ver a su hijo, la madre de Mario Aburto pensó que
Sánchez Ortega era aquél, a tal punto llega el
parecido físico. Las observaciones de Tomasini Bassols,
filósofo de profesión, se encuentran en su
página del Instituto de Investigaciones Sociales de la
Universidad Nacional Autónoma de México:
www.filosoficas.unam.mx/tomasini/Volumen-I.htm
[7] Del Río Ortegón
habría oído, la mañana del 23 de marzo de
1994, a Colosio ser amenazado de muerte en caso de no
renunciar. La amenaza habría venido
“presumiblemente de Córdoba Montoya”.
Medina, Op.cit., p. 103.
[8] Sefchovich, Sara (2008). País de
mentiras. México: Océano
[9] Martin Luis Guzmán (1995). El
águila y la serpiente, México: Porrúa,
p.178.
[10] Guzmán, Ibid., p. 286.
[11] Villoro, Luis (1974). Signos
políticos. México: Grijalbo, p.79.
[12] Medina, Op.cit., p. 101.
[13] Arriaga, Op.cit., p. 50.
[14] Beyer Esparza, Jorge E. (1999). Colosio.
El ser para la acción. México: Noriega Eds., p.
241.
[15] Beyer Esparza, Op.cit., p. 224.
[16] Medina, Op.cit., p.29
[17] Romero, César, y Héctor
Zamarrón de León (1994), El poder tras el crimen.
El caso Colosio ¿carpetazo?. México: Planeta.
[18] Entre los méritos de Colosio
está el de haber levantado a partir de 1988 al partido
oficial, lidereándolo, luego del muy dudoso triunfo de
Salinas de Gortari. Siendo líder del partido
político, Colosio lo entregó revitalizado: se
habían perdido gubernaturas, pero el PRI las
mantenía casi todas, al igual que los escaños de
diputados y senadores y las presidencias municipales, hasta
1992.
[19] “Discutir a Colosio”, es el
curioso título del semanario. Etcétera, no. 44,
México, 2 de diciembre de 1993, p. 2.
[20] Ramírez Garrido, Jaime. “El
monstruo entre nosotros”, Etcétera, México,
no. 45, 9 de diciembre de 1993, p. 10.
[21] Sánchez Gutiérrez, Arturo,
“El destape de Luis Donaldo Colosio”, in Gonzalez
Graf, Jaime (1994).Colosio: un candidato en la
transición. México: Grijalbo-IMEP., p. 124.
[22] Ibid., p. 94.
[23] Ibidem., p. 95.
[24] Beyer Esparza, Jorge E, Op.cit., p.
128.
[25] Arvide, Isabel (1996). Asunto de
familia, México: Grupo Editorial Siete.
[26] Arvide, Op.cit., p. 54.
[27] Por cierto, que Colosio haya tenido uno
o dos compromisos con mujeres (en particular estando él
en el extranjero, tanto en Estados Unidos como en Austria),
antes de conocer a Diana Laura Riojas, no debiera ser otro
motivo de “chisme” (rumor).
[28] Beyer Esparza, Op.cit., p. 148. Lo de
“charro” es sorprendentemente atribuido a un
mexicano norteño.
[29] Quintero, Laura y Rodríguez,
Ignacio (1994). Colosio…Zedillo. ¿Por la
“reforma del poder”?. México: Planeta
p.81.
[30] Palma César, Samuel (2004). A
diez años, Colosio habla. Recapitulación.
Memorias de Luis Colosio Fernández, México:
Fundación Académica Metropolitana p. 229.
[31] Palma, Op.cit., p. 223.
[32] Arvide, Op.cit., p. III.
[33] Alós, Gabriel (1994). Eclipse de
sangre. México: Planeta, p.35.
[34] Romero y Zamarrón, Op.cit., p.
134.
[35] Originalmente, el lugar (misión)
se llamó Santa María Magdalena de Buquivaba
(“Casa del Agua”, en lenguaje de los indios pimas).
En la actual Magdalena están los restos del padre Kino,
quien fundó la misión en 1687.
[36] Arriaga,Op.cit.., p. 29.
[37] Arriaga,.Ibid.,p. 139
[38] Arvide, Op.cit., p. 40. Colosio
jamás se refirió en ese discurso a “los
mexicanos del sur”, o a “los
demás”.
[39] Trejo Delarbre, Raúl, “La
carrera de Colosio. Tres paradojas del abanderado
priísta”, Etcétera, 2 de diciembre de 1993,
no. 44, México, p 23. Durante el llamado
“Maximato”, se le atribuye al sonorense
Elías Calles una influencia decisiva sobre tres
presidentes (otro sonorense, Obregón, había
muerto, y la carrera del tercero, De la Huerta, estaba
liquidada): ocurre sin embargo que durante el Maximato, salvo
Abelardo L. Rodríguez que llegó a ponerle el alto
a los aduladores de Calles, Ortiz Rubio era michoacano y Portes
Gil, tamaulipeco (centro-occidente y noreste de México,
respectivamente; Sonora está en el noroeste).
[40] Arriaga, Op.cit., p. 29.
[41] Palma, Op.cit., p.273.
[42] Aristegui, Carmen y Trabulsi, Ricardo
(2009). Transición., México: Grijalbo, p.102.
[43] Citado por Krauze, Enrique (2001).
Daniel Cosío Villegas. Una biografía intelectual
México: Tusquets., p.63.
[44] Colosio, Luis Donaldo, s/f. Tolerancia
política y paz social, México: PRI (Comité
Ejecutivo Nacional, Secretaría de Información y
Propaganda), Palabra de Campaña 1, p. 109. El texto
recoge los distintos discursos de campaña del candidato
priísta, hasta el 19 de enero de 1994. Nos hemos apoyado
en dicho texto para reproducir algunos de los pronunciamientos
de Colosio al comenzar su campaña.
[45] Arriaga, Op.cit.,p.229.
[46] Trueba Lara, José Luis (1994).
Magnicidio. La muerte de un candidato. México: Editorial
Posada, p. 86.
[47] Morales, Cesáreo y Palma,
César (1995). Colosio: la construcción de un
destino., México: Rayuela Eds. p.21.
[48] Morales y Palma, Op.cit., p.21.
[49] Beyer Esparza, Jorge E., Op.cit., pps
219-220.
[50] Arriaga, Op.cit., p.179.
[51] Colosio, Op.cit., p.30
[52] Colosio, Ibid., p.70
[53] Arriaga, Op.cit., p. 229.
[54] Colosio, Ibidem., p.166.
[55] Colosio,Ibidem., p.221.
[56] Arriaga, Op.cit., p.192.
[57] Colosio, Op.cit., p. 384.
[58] Colosio, Ibid., p. 373.
[59] Morales y Palma, Op.cit., p. 181.
[60] Colosio, Op.cit., p. 369.
[61] Morales y Palma, Op.cit., p. 101.
[62] Morales y Palma, Ibid., p. 23.
[63] Beyer Esparza, Op.cit. p. 105.
[64] Beyer Esparza, Ibid., p. 106.
“Colosio, agrega, consideraba que la cultura y la
información que ésta implica, eran instrumentos
en la toma de decisiones y no luces para la feria de
vanidades”. Ibidem., p. 106.
[65] Eguiá, Colilá. (1995). A
quemarropa. El asesinato de Luis Donaldo Colosio: un enfoque
bajacaliforniano. México: Grijalbo, p. 155.
[66] Arriaga, Op.cit., p.192.
[67] Eguiá, Op.cit., p. 153.
[68] Beyer Esparza, Op.cit., p. 50.
[69] Samperio, Guillermo. (1995) ¿Por
qué Colosio? Una historia. Un relato. México:
Océano, p. 65.
[70] PRI, Coordinación Nacional de
Estudios Históricos, Políticos y Sociales (1994).
El legado de Luis Donaldo. México: CEN-PRI, p. 21.
[71] Trueba Lara, Op.cit., p.145.
[72] Colosio, Op.cit., p.263.
[73] Colosio, Op.cit., p. 360.
[74] Romero y Zamarrón, Op.cit.,
p.152.
[75] Samperio, Op.cit., p.85.
[76] Quintero y Rodríguez, Op.cit., p.
88.
[77] Samperio, Op.cit., pps 95-96.
[78] Reyes Razo, Miguel.
“Echeverría insta a volver a los principios de la
Revolución”, in El Sol de México,
México, lunes 8 de febrero de 2010, p. 7ª, y Reyes
Razo, Miguel. “Don Luis fue un hombre sabio; dan
último adiós”, El Sol de México,
México, lunes 8 de febrero de 2010, p. 6ª.
[79] Arreola, Federico (2004). Así
fue. La historia detrás de la bala que truncó el
futuro de México. México: Nuevo Siglo/Aguilar, p.
24.
[80] Arriaga, Op.cit., p. 150
[81] Arriaga, Ibid., p.150.
[82] Arvide, Op.cit., p. 109.
[83] Arriaga, Op.cit., p. 143.
[84] Arriaga, Ibid.., p. 143.
[85] Arriaga, Ibidem., p. 144.
[86] Arriaga, Ibidem., p.150.
[87] Las familias Poniatowska y Aspe
están emparentadas.
[88] Trueba Lara, Op.cit. p. 28.
[89] Arriaga, Ibidem., p. 54.
[90] Quintero y Rodríguez, Op.cit., p.
92.
[91] Morales y Palma, Op.cit., p. 132.
[92] Quintero y Rodríguez, Op.cit., p.
113.
[93] Muriel, Eduardo (1994). Crónica y
análisis de un magnicidio. México: Diana.
[94] Quintero y Rodríguez Ibid., p.
136.
[95] Gutiérrez Díaz, Roger,
“Elecciones verdaderas, una de sus exigencias. Ser pueblo
y conocer la sierra son nuestras armas: Comandante
Marcos”, in La Jornada, México: martes 4 de enero
de 1994, p. 12.
[96] Medina, Op.cit., p. 112.
[97] Medina, Ibid., p. 113.
[98] Quintero y Rodríguez, Ibidem.,
p.84.
[99] Medina Martínez, Op.cit., p.
113.
[100] PRI, El legado de Luis Donaldo, p.
8.
[101] Colosio, Luis Donaldo (1994).
Política democrática, compromiso con
México. México: Partido Revolucionario
Institucional- Comité Ejecutivo Nacional.
Secretaría de Información y Propaganda, p.
158.
[102] Colosio, Op.cit., p. 159.
[103] Cortés, Dora Elena y Cordero,
Manuel (1996). ¡Complot! México: El Universal, p.
10.
[104] Lo recoge palmariamente el criminalista
Muriel, Op.cit., pps 126-140.
[105] Rodríguez García, Arturo.
“De Lomas Taurinas a Saltillo”. In Proceso, no
1659, México, 17 de agosto de 2008, pps. 40-42. El
reportero recuerda que en las declaraciones a la
fiscalía especial del caso Colosio, en especial la de
Raúl González Pérez, los responsables del
Cisen, aún modificando las versiones, se encargaron de
“tapar” las circunstancias de la detención
de Sánchez Ortega.
[106] La carta (memorándum)
está reproducida in Aguilar Camin, Héctor (2004).
La tragedia de Colosio, México: Alfaguara, pps.
144-145.
[107] Ibid., p. 147.
[108] Arreola, Op.cit. p.99.
[109] Arreola, Ibid., p.129.
[110] Romero y Zamarrón, Op.cit., pps
126-127. Zedillo “coordinaba” la campaña de
Colosio desde oficinas de lujo que el equipo de confianza de
Colosio no quiso compartir.
[111] Benitez, Fernando, El rey viejo
México: Fondo de Cultura Económica,p.84
[112] Benítez, Op.cit., p. 148
[113] Muriel, Op.cit., pps 59-88.
[114] Blancornelas, J. Jesús,
Héctor Javier González Delgado, Adela Navarro
Bello y Francisco Javier Ortiz Franco (1997). El tiempo pasa.
De Lomas Taurinas a Los Pinos. México:
Océano.
[115] Blancornelas, Gonzalez , Navarro y
Ortiz, Op.cit., p. 57.
[116] Blancornelas, Gonzalez , Navarro y
Ortiz, Ibid.,, p.61.
[117] Blancornelas, Gonzalez , Navarro y
Ortiz, Ibidem., p.62.
[118] Blancornelas, Gonzalez , Navarro y
Ortiz, Ibidem. p. 139.
[119] Blancornelas, Gonzalez , Navarro y
Ortiz, Ibidem., p. 84.
[120] Blancornelas, Gonzalez , Navarro y
Ortiz, Ibidem.p.49.
[121] Blancornelas, Gonzalez, Navarro y
Ortiz, Ibidem., pps 229-231.
[122] Blancornelas, Gonzalez , Navarro y
Ortiz, Ibidem., p. 221.
[123] Medina Martínez, Op.cit.,
p.96.
[124] Fernández Menéndez, Jorge
y Joaquín López-Dóriga V. (1996). Domiro,
México: Rayuela Eds., p. 39.
[125] Fernández y
López-Dóriga, Op.cit, p. 40.
[126] Fernández y
López-Dóriga, Ibid., p.62.
[127] Fernández y
López-Dóriga, Ibidem., p.18.
[128] Ibidem., p. 22.
[129] Ibidem., p. 108.
[130] Ibidem., p. 22.
[131] Ibidem., p. 108.
[132] Ibidem., p. 22.
[133] Presa, Constantino (2009). El segundo
tirador. ¿Estás preparado para la verdad?,
México: Editorial Kino SA de CV
[134] Presa, Op.cit., p. 208.
[135] Presa, Ibid., p. 123.
[136] Presa, Ibidem.,, p. 55
[137] Presa, Ibidem., p. 165.
[138] Presa, Ibidem., p. 224.
[139] Presa, Ibidem., p. 101.
[140] Presa, Ibidem., p.147
[141] Blancornelas, Gonzalez , Navarro y
Ortiz, Op.cit., p. 49.
[142] Blancornelas, Gonzalez, Navarro y
Ortiz, Ibid., p. 49.
[143] Ola Islas dejó tres pistas
abiertas: Jorge Antonio Sánchez Ortega, Fernando de la
Sota y Raúl Loza Parra (quien mandó filmar el
luego famoso vídeo del asesinato de Colosio).
[144] Blancornelas, Gonzalez , Navarro y
Ortiz, Ibidem., p.160.
[145] Hirales, Gustavo (1995). El complot de
Aburto. La verdad sobre la muerte de Colosio. México:
Diana. p.151.
[146] Hirales, Op.cit., pps. 48 y 81. Ruben
Aburto actúa –pareciera sugerir Hirales- como si
estuviera “conspirando”.
[147] Cortés y Cordero,
Op.cit.,p.144.
[148] Hirales, Ibid., p.86.
[149] Medina, Op.cit., p.12. En su relato
novelado, Ramón Durón pone en boca de Luis
Colosio Fernández las siguientes palabras,
refiriéndose a su hijo pocos días antes del
asesinato: “(…) y le escuché su voz como si
no fuese la de él, como si yo ni lo conociera, y lo que
más me espantó fue esa profundidad en su mirada,
donde le ví algo así como temor, como si
estuviese distante”. Durón Ruiz, Ramón
(1995). Colosio. Sus últimos días. México:
Triana.
[150] Hirales, Ibidem., p.85.
[151] Hirales, Ibidem., p.151.
[152] Hirales, Ibidem., p.157.
[153] Hirales, Ibidem., p.115.
[154] Blancornelas, González, Navarro
y Ortiz, Op.cit., p. 160.
[155] Blancornelas, González, Navarro
y Ortiz, Ibid., p. 106.
[156] Mang Palacios, José Luis. El
poder y la muerte. Magnicidios mexicanos del siglo XX.
¿Quién mató a Colosio? México:
Diana, p.167. Igual versión aparece en La tragedia de
Colosio.
[157] Aguilar Camín, Héctor
(2004). La tragedia de Colosio. México: Alfaguara. p.
318.
[158] Samperio, Op.cit., p. 115.
[159] Hirales, Op.cit., pps 18-19.
[160] Hirales, Ibid., p.12.
[161] En la obra de teatro El atentado, el
escritor humorístico mexicano Jorge Ibarguengoitia, al
retratar a “Suárez”, jefe de la
policía al momento de investigar la muerte de
“Borges” (no es otro que el general Obregón,
asesinado en 1928), le hace decir sobre un atentado en la
Cámara: “ Para la policía todos son
sospechosos. Primer sospechoso: el señor Presidente de
la República (…) Segundo: el Presidente Electo
(…) Tercer sospechoso: el ministro de
Gobernación. Cuarto: el Presidente de la Cámara.
Quinto: los católicos. Sexto: el ministro de Guerra.
Tampoco hay que descartar que se trate de una simple rivalidad
entre dos partidos que luchan por conseguir el dominio de la
Cámara, o bien, de dos individuos que luchan por
conseguir el de una mujer. Podría ser también
cuestión de celos: profesionales, políticos,
afectivos (…) Quizá, inclusive, no hubo ni
siquiera una razón, bien puede tratarse de una mera
equivocación, o de un capricho, o bien de un ensayo
(…)”. Ibarguengoitia, Jorge (1978). El atentado.
México: Joaquín Mortiz., pps 15-16.
[162] Alvaro Obregón (sonorense) fue
asesinado cuando acababa de reelegirse en 1928.
[163] Benítez, Fernando (1984).
Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana.
II. El caudillismo. México: CREA-FCE., p. 186.
[164] Arreola, Op.cit., p. 57.
[165] Partido Revolucionario Institucional.
El legado…, Op.cit., p.7.
[166] Beyer Esparza, Op.cit., p. 220.
[167] Beyer Esparza, Ibid., p. 31.
[168] Beyer Esparza, Ibidem., p. 220.
[169] Palma César, Samuel (2004). A
diez años, Colosio habla. Recapitulación.
Memorias de Luis Colosio Fernández. México:
Fundación Academia Metropolitana. p.143.
[170] Palma, Op.cit., p.146.
[171] Palma, Ibid., pps 145-146.
[172] Márquez C., Ramón (1995).
¿Te acuerdas, Donaldo?. México: Notimex, pps
52-53.
[173] Márquez, Op.cit., pps.
60-61.
[174] Márquez, Ibid., p. 87.
[175] Palma, Op.cit., p. 46.
[176] Palma, Ibid., p. 48.
[177] Palma, Ibidem., p. 53. –
[178] Palma, Ibidem., p.53.
[179]
www.biblioteca.tv/…/Palabras_de_Luis_Colosio_Fern_ndez_Aniversario_Luc_7.shtml-
[180] Op.cit.
[181] Palma, Ibidem., p. 50.
[182] Palma, Ibidem., p.53.
[183] Palma, Ibidem., pps 52-53.
[184] Arriaga, Op.cit., p. 217.
[185] Beyer Esparza, Jorge E., Op.cit., p.
96.
[186] Palma, Op.cit., p.48.
[187] Véase
http://www.bibliotecas.tv/colosio/discursos/don_luis_23marzo2001.htm
[188] Op.cit.
[189] Ibid.
[190] Ibidem.
[191] Benitez, Fernando (1961). El agua
envenenada, México: FCE. p. 74.
[192] ¿O Colosio tenía que
aguantar humillación tras humillación? Así
como se le nublaban los ojos, se le “subían los
colores” por timidez o por vergüenza, algo ya poco
común.
[193] Hay algo en esa tragedia, mucho
más local y menos “shakespeariano”, que
recuerda a la canción preferida del sonorense Arnulfo R.
Gómez, “Cuatro milpas”, con la cual se hizo
acompañar y fue a parar al paredón en 1927.
[194] Aristegui y Trabulsi, Op.cit., pps
192-193.
[195] Aristegui y Trabulsi, Ibid., p.
193.
[196] Aristegui y Trabulsi, Ibidem.,
p.193.
[197] Aristegui y Trabulsi, Ibidem.,
p.192.
[198] Medina, Op.cit., p. 109.
[199] Arriaga, Op.cit. p. 238.
[200] Arriaga, Ibid., p. 226.
[201] Medina, Op.cit., p.41.
[202] Medina, Ibid., p.35.
[203] Castañeda, Jorge G (1999). La
herencia. Arqueología de la sucesión presidencial
en México.México: Alfaguara.
[204] Castañeda, Op.cit., p. 470.
[205] Castañeda, Ibid., p. 470.
[206] Castañeda, Ibidem., p. 465.
[207] Castañeda, Ibidem., p. 497.
[208] Documento de Santa Fe II (1988), in
Selser, Gregorio (1990) Los documentos de Santa Fe I y II,
México: Universidad Obrera de México, p. 161.
[209] Castañeda, Ibidem, p.500.
[210] Castañeda, Op.cit., p.486.
[211] Aguilar Camin, Op.cit., p. XIII.
[212] Aguilar Camin, Ibid., p XXI.
[213] Hirales, Op.cit., p.221.
[214] Trueba Lara, Op.cit., p. 37.
[215] Aristegui y Trabulsi, Op.cit.,
p.136.
[216] Quintero y Rodríguez, Op.cit.,
pps. 197-198.
[217] Morales y Palma, Op.cit., p. 176.
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