- Introduccion
- ¿Padre e
hijo? - Cultura del
esfuerzo, cultura del privilegio - La (breve)
campaña de Colosio - La izquierda:
Manuel Camacho Solís y el Ejército Zapatista de
Liberación Nacional - Hambre y
sed - El padre y la
autoridad: Luis Colosio Fernández - Conclusiones
- Bibliografia
INTRODUCCION
El magnicidio de Luis Donaldo Colosio Murrieta en
México no es comparable a otros, mucho menos, contra lo
que llegó a sugerir el ya fallecido literato y Premio
Nobel mexicano Octavio Paz[1]al del extinto
mandatario estadounidense John F. Kennedy: a diferencia de este
último, Colosio no acostumbraba mantener vínculos
turbios, ni siquiera de manera indirecta, como probablemente
sí ocurría entre el huésped de la Casa
Blanca y la mafia. No hay tanto misterio en la muerte de Colosio,
ni un francotirador perdido y supuestamente extravagante en una
gran ciudad, ni historias que llenen las páginas de
sociales -del jet set– de los periódicos, ni
millonarios a lo Onassis, y ni siquiera tanta emoción como
la que ha pretendido poner Discovery Channel en un documental de
mucha técnica sobre el tema del mexicano. Colosio no era
Gandhi, ni siquiera Luther King; tenía defectos, por
cierto que muy humanos, desde la timidez que le atribuyen algunos
hasta la imprevisibilidad, pasando por francos arranques de mal
humor[2]propios de alguien temperamental, un tanto
desconfiado, a veces hosco, exigente con sus colaboradores, a
veces hasta el exceso[3]y al mismo tiempo
"casuístico" en sus relaciones, a las que solía
escoger más por intuición que por lógica o
de modo sistemático[4]El director de
orquesta Federico Alvarez del Toro captó algo más,
una posible virtud que en la sociedad mexicana suele
interpretarse como vulnerabilidad, de la cual "el que sea" puede
aprovecharse en caso necesario: "siempre pensé que andaba
con cierta inocencia por la vida", afirmó el músico
sobre Colosio[5]No hay en éste nada de
inmaculado ni fue un santo, ni siquiera un santo laico: no quiso
ser y no fue "mártir" de la democracia ni nada
parecido.
En algunos aspectos, el asesinato de Colosio se asemeja
casi como dos gotas de agua al que le costó la vida al
olvidado Luis Carlos Galán en Colombia, cuando con
éste y su Nuevo Liberalismo se perfilaba un desafío
a la intacta oligarquía del país sudamericano. Hay
incluso un nada desdeñable parecido físico entre
Galán y Colosio. Darle rienda suelta a un discurso
grandilocuente sobre "los magnicidios" es buscar concluir que
"nunca se sabrá" –buen homenaje a la supuesta
oscuridad absoluta del poder– quién mató a Colosio,
siendo que existen elementos para llegar al fondo del asunto
colectivo, y siendo también que algunos intelectuales,
como por ejemplo el filósofo Alejandro Tomasini Bassols,
han señalado omisiones sorprendentes en las indagaciones
oficiales sobre el crimen[6]"Nunca se
sabrá" es del tipo de argumento que está un tanto
de moda: casi pareciera que Colosio estuvo de manera
trágica "en el momento equivocado, en el lugar
equivocado". En las tragedias deciden los dioses y los locos,
entiéndase que el azar, sin que haya lugar para la
justicia de, para y entre los hombres. ¿Fue el azar el que
decidió la suerte de Luis Donaldo Colosio? Hay
explicaciones tan fantásticas atribuidas al "asesino
solitario" que casi resulta que el finado se cruzó en el
camino de una bala tan extraviada como el que la disparó.
¿Es que a Colosio, "ese día" el azar lo andaba
buscando?
Esta monografía busca sugerir que si el crimen no
se ha esclarecido (no del todo), es en parte porque tiene una
dimensión colectiva que la sociedad mexicana no puede y
mucho menos quiere confesarse, por cierto que no por un asunto de
buenas o malas intenciones, sino de relación intolerable
con la autoridad moral y lo que supone de afectividad, sea o no
dicha autoridad una figura paterna. Como se verá, hay en
realidad, muy lejos del puro azar, un férreo y cruel
determinismo en el modo en que las supuestas coincidencias fueron
envolviendo a Luis Donaldo Colosio, haciéndole perder toda
autoridad, hasta llevarlo al matadero. Hubo un solo testigo
auténtico del crimen colectivo: justamente la autoridad,
la paterna, de Luis Colosio Fernández, quien no estaba
lejos de ser a su vez ridiculizado, luego de haber sido
"ninguneado", como suele decirse en México para
aquél que resulta ignorado en lo que es o en lo que pide
de justo.
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