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José Gregorio Vásquez, El silencio enigmático del poeta (página 2)



Partes: 1, 2

Las
herejías de José Gregorio
Vásquez

En la noche de los tiempos, las primeras culturas
achacaban ciertos fenómenos naturales a la ira de los
dioses. Y esos "dioses" sin nombre están presentes en la
poética que José Gregorio Vásquez invita a
leer desde sus palabras.

En días pasados, en un viaje a Mérida,
llevaba conmigo el texto "Vivir para Contarlo" del maestro Gabo,
un hábito que no he podido dejar; el de llevar un libro
siempre en mi mano. Recuerdo que era domingo, de tarde,
allí me dirigí al Museo Arqueológico
"Gonzalo Rincón Gutiérrez", y ¿Cuál
sería mi sorpresa? Allí en el mostrador estaba el
texto del poeta José Gregorio Vásquez.

En ese instante añoré el día que
bautizamos su primer libro Lugares del silencio en casa de
Alix Pentheilor (Alix Vargas). En esos días José
Gregorio Vásquez había leído una ponencia
sobre un libro del maestro Briceño Guerrero, en un
Encuentro de Escritores de Colombia y Venezuela. Días que
compartimos con Eduardo Liendo, Carlos Noguera, Jorge Cuellar,
entre otros.

Allí en el mostrador estaba aquel libro que no
conocía del poeta, era una portada atrayente, inmersa en
un cuadro de Joan Miró e intitulado La tarde de los
candelabros
. Al ver ese libro vino a mi pensamiento aquellos
días lejanos en la "San Cristóbal de
antaño", que compartimos con aquella generación de
nuevos escritores: José Romero, Freddy Durán,
Ricardo Sayalero (Wuilliams Banders), entre otros. Días
enmarcados de palabras, palabras que hoy el poeta José
Gregorio Vásquez sigue cultivando para la poesía
tachirense.

Desde el principio el "Silencio" ha sido una
temática recurrente en la obra de José Gregorio
Vásquez, pero no es un silencio de callar; y al leer este
nuevo texto se entera el posible lector que ese "Silencio" que
practica José Gregorio Vásquez en sus escritos es
un "Silencio" que huele a soledad; es un "Silencio
gris".

En una primera lectura se entiende el laberinto
circundante de ese "Silencio", de donde el poeta no ha podido
escapar y del cual busca la salida, su puerta de escape en las
palabras.

En sus palabras vemos a un niño estupefacto
frente al milagro de este universo, a ese niño deslumbrado
ante las luces de la noche en una ciudad que no le pertenece.
José Gregorio Vásquez, sigue un camino, y de
allí sus letras:

"El silencio nos quebranta al oírnos rozar / el
papel reseco de los años…".

Su poética ha trabajado con pertinencia la
condición del hombre contemporáneo, desde su estado
solitario y la búsqueda de ese "otro" complementario, el
niño. José Gregorio Vásquez domina el
lenguaje hasta convertirlo en una necesidad expresiva, las
palabras se adhieren a su cuerpo y a su espíritu. El
alquimista de las palabras que esta en él no se desanima y
enfrenta sus miedos más profundos:

"Acepto mi silencio /

este dolor /

esta herida…".

Creando del "Silencio" un personaje más de su
arte poética, que ocupa un espacio en su obra, a veces
haciendo de él un monstruo invisible que se desdobla y
devora su "yo" interno:

"Ese alguien socava /

muy adentro de mis huesos /

hiriendo mi silencio…".

En el texto La tarde de los candelabros
José Gregorio Vásquez sigue exorcizando sus
recuerdos y expulsando sus demonios en palabras que hace
desgarrar su esencia de lobo estepario. El poeta esta en la
búsqueda de la palabra silenciada por los viejos dioses,
esos dioses que están más allá de Macondo,
de Cunaviche, de Comala, de San José de Bolívar,
ese pueblo al que un día llego el poeta y allí
señaló que estaba en el lugar del confín del
mundo.

En ese escribir se consigue al hombre que busca conocer,
como un hereje, el poeta José Gregorio Vásquez
transgrede su mundo, presenta un texto circular, donde los
extremos se juntan, e inicio y final son uno sólo, su
poesía es como una casa en construcción.

En La tarde de los candelabros el poeta vuelve a
un pasado añorado, quizá la aldea donde
vivió su padre, y de sus poros brotan palabras que huelen
a carbón, a campo, a soledad, a intemperie, a silencios, a
tardes llenas de silencio, donde la noche se acerca y el olor a
espelma surge en las oscuridades que llegan desde la casa de su
infancia, su palabra recibe la fuerza de lo que ha macerado, de
lo que viene de lejos, los fantasmas del pasado vuelven en su
escritura:

Poema f

He decidido

volverme

sin retorno

Es un movimiento más secreto

un deseo

inquebrantable

que grita lentamente

sin que nadie

se dé cuenta

Las palabras que me piden

ya no están.

Ese hereje poeta que recuerda su transito en el viejo
seminario franciscano en Palmira, en sus operaciones
poéticas: El ojo que mira, el ojo que ausculta en silencio
y esas tardes que huelen a sotanas, a inciencio, a soledad, a
silencios, y vuelven las tardes de los candelabros, detrás
de una Biblia o un libro prohibido en aquel claustro:

Poema e

Acepto mi distancia

mi aflicción

esta cárcel

que me rodea

Poema ñ

Es tarde

y continúas goteando

lágrimas

de pasado en pasado

Los ojos se cierran

lentamente

bajan la tela de todos los años

tocan la humedad

del alma

encerrada

olvidada…

velada…

que tanto nos atormenta…

En esa primera lectura el poeta se encuentra consigo
mismo, con ese pasado remoto que añora, ese pasado que
como un ser fantasmagórico vuelve en
sueños:

Poema f

El no sabe

que callamos

… que hemos decidido

ya no estar…

Esa infancia perdida y esos años mozos regresan
en el poeta transeúnte de una ciudad lejana, marchita, que
en nada recuerda el silencio ingenuo de sus orígenes. Los
primeros territorios de la infancia son fundamentales en este
escenario poético:

Poema h

Despierto

y sigo

cercano a la memoria de mis pueblos

a esas imágenes de años y soles

a los rostros resecos por los años

a esos ojos que siguen

nuestras más íntimas
cercanías.

Y como señalara Gerbasí en su libro sobre
poesía y poetas: La rama del relámpago
(1953):

"Creo que el mayor problema del poeta es el de su
autenticidad, y por consiguiente, el de la autenticidad de su
poesía. Un poema sólo es auténtico y es
bueno cuando antes de ser escrito ha existido en el alma del
poeta. Porque el poema debe existir. El poema se
inventa"

Y esa esencia llamada poesía esta dentro de
José Gregorio Vásquez, pues ese silencio que lleva
por dentro y quiere transmitir, pero que lo ha dado por partes,
se ha ido desgarrando de él poco a poco,
desprendiéndose de sus recuerdos de niño y
adolescente, esa esencia de humanidad a hecho que su palabra sea
verdadera y no se convierta en una mentira, en un verso
hipócrita. Él se ha desprendido de sus temores para
gritarle al mundo, y bien valdría un pensamiento de John
Lily a la obra del poeta: "Mis pensamientos están cosidos
a las estrellas".

Escribiendo al
Revés: El enigma de un poeta

José Gregorio Vásquez es un naufrago en
esta generación, trabaja aislado, pero sin desconectarse
del mundo

En ese proceso de escritura, el poeta empieza a destejer
la trama de su esencia, de su ser (la ciudad, el pueblo, la
aldea). El silencio de la montaña queda atrás y
entra a un escenario donde trata de devorar su silencio interior.
Un ruido perturbador empieza a sonar en sus quehaceres diarios y
como señalara Ángel Rama a la obra de Garmendia:
"La ciudad acarrea sus criaturas". Ésa misma constante
empieza a nacer al otro lado del espejo de los poemas escritos en
el texto La tarde de los candelabros. La ciudad se
transforma ahora en la otra cara de la obra, en el telón
de fondo de un segundo acto: Éste también
representa un silencio interior que se niega a morir en el poeta.
Parece ser que en la ciudad los conflictos pasan más
rápido y el día se extingue sin pena ni gloria.
Parece ser que la ciudad – anuncia José Gregorio
Vásquez – hace del hombre un ser menos pensante, pues el
ruido perturbador no permite crear pensamientos paralelos, por
ello se adentra en los laberintos del alma perpleja que va y
viene, del que amanece sobre un filo de la existencia:

Poema l

Hemos venido hasta nosotros

para buscarnos

Muchas calles

nos encuentran

Las horas de la noche

se repiten lentamente

Nos miramos como dos ajenos

para decirnos el agua que nos
arrastra…

Su palabra toda es integral, circular, con una suerte de
alfabeto personal que el poeta se ha hecho a la medida para
explicar su mundo. El viaje interior que propone la obra de
José Gregorio Vásquez lo coloca como protagonista
de su silencio interior y a la vez el narrador de sus tramas
laberínticas.

La obra de José Gregorio Vásquez se teje a
partir de referencias biográficas ubicadas en el universo
de la infancia: allí esta una de sus canteras, por lo
tanto la casa, los padres, su lugar del que el poema es
liberación. Por otro lado esta el conflicto entre el mundo
y su propia incomodidad, el vacío de la ciudad, parte
nutricia de sus versos.

Poema a

Cada palabra es ya un silencio

en esta casa

llena de sombras

La casa que me protege

la sigo llevando a cuestas

en mi memoria

en mi recuerdo

en cada gesto que pronuncia

mi infancia…

Es la tarde de los candelabros

es la hora inmóvil de las orugas

es nuestra hora final…

No por accidente Octavio Paz llama "la otra voz" al
poema. Esa voz alterna, sin la que puede comprenderse la voz de
la superficie, en la que José Gregorio Vásquez deja
en el texto La tarde de los candelabros.

Referencias
Bibliograficas

CASTILLO L., Lucas G. (1982). Michelena y José
Amando Pérez.
Caracas, Venezuela: Biblioteca de la
Academia Nacional de la Historia.

GERVASI, V. (1953). La rama del relámpago.
Notas de Poesía. Caracas, Venezuela: Ediciones Mar Caribe.
Colección Poesía de Venezuela, Nº
24.

RAMA, Ángel. (1991). Ensayos sobre literatura
venezolana.
Caracas, Venezuela: Monte Ávila, 2ª
edición.

VÁSQUEZ, José G. (2006). La tarde de
los candelabros.
Mérida, Venezuela: Ediciones Puertas
del sol.

 

 

Autor:

José Antonio Pulido
Zambrano

U.E.N. "Gonzalo Méndez"

ULA-Táchira

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