¿Qué opina del déficit
federal?
No tiene precedentes. Pero, por el momento, no creo que
sea un problema. Ha servido de ayuda para moderar la caída
de la economía, aunque será difícil salir
del déficit.
A la larga, ¿el déficit constituye una
amenaza?
Si no se le hace frente, podría alimentar la
inflación, reducir la vitalidad de la economía y
causarle problemas al papel del dólar en el mundo. Pero el
objetivo es volver a tenerlo bajo control.
¿Cuáles son sus propuestas sobre la
reforma del marco regulador?
Se debe tratar a los bancos de un modo distinto que a
las restantes instituciones financieras. Y habría que
limitar sus actividades. Los bancos no deberían ser
propietarios de hedge funds o de fondos de acciones y sus
actividades de trading tendrían que estar restringidas.
Una institución que obtiene el grueso de sus rendimientos
con el trading no debería tener una licencia bancaria. Si
quiere dedicarse al trading, perfecto, pero no como banco. Porque
los bancos tienen protecciones especiales que no se deben
extender a todos.
– La banca de inversión: clave en la
gestación de la crisis, clave en su solución
(Expansión – 21/9/09)
(Por Lex Financial Times)
Un año después de que
empezara la crisis la economía de EEUU ha perdido 400.000
millones de dólares (271.617 millones de euros); mientras
tanto, el balance de la Reserva Federal de EEUU ha crecido en un
1,1 billones de dólares. En Japón, la
economía ha perdido 44 billones de yenes (0,32 billones de
euros), mientras el Banco Central del país ha aumentado su
balance en 70 billones de yenes.
En Reino Unido, el PIB ha perdido 16.000 millones de
libras (17.925 millones de euros), a pesar de que el Banco de
Inglaterra ha inyectado diez veces más en el sistema
financiero. Incluso en China, donde la economía ha crecido
aproximadamente 500.000 millones de dólares, el sistema
bancario ha incrementado sus préstamos multiplicando por
tres esa cantidad.
Hasta ahora, sólo los mercados financieros, y
más concretamente los bancos de inversión, han
tomado la senda firme de la recuperación. Con la
garantía estatal, disfrutan de disponibilidad de dinero y,
sin que todavía se haya producido ningún incremento
del control regulador, campan a sus anchas. Entre abril y junio,
los bancos de inversión de EEUU aumentaron sus activos en
un 4% hasta los 2 billones de dólares. A pesar de las
críticas a sus prácticas, su papel económico
no ha hecho más que reforzarse.
– Por qué la banca limitada no es por sí
sola la solución para las finanzas (Expansión –
30/9/09)
(Por Martin Wolf)
¿Qué futuro le espera a
las finanzas? ¿Quién confía en que el
sistema financiero que está emergiendo de la crisis sea
más seguro, o que cubrirá mejor las necesidades
públicas, que el que nos llevó a ella? La respuesta
tiene que ser: poca gente. La cuestión reside en
cómo remediar esta grave situación.
Lo que desató la crisis, tal y
como sabemos ahora, fue un sector financiero mal gestionado,
irresponsable, muy concentrado y mal capitalizado, plagado de
conflictos de intereses y que se beneficiaba de las
garantías estatales implícitas. Lo que está
emergiendo es un sistema financiero ligeramente mejor
capitalizado, pero aún más concentrado y que se
beneficia de garantías estatales explícitas. Esto
no supone ningún progreso: sólo puede dar paso a
más y mayores crisis en los años
venideros.
Mi colega y amigo, John Kay, es consciente de estos
riesgos, como bien saben los lectores de su columna. Su
respuesta, explicada en un panfleto dirigido al Centro para el
Estudio de la Innovación Financiera londinense, es la
"banca limitada" (narrow banking). Kay rechaza la idea de que la
regulación puede resolver el problema de la
financiación garantizada por el Estado. La
supervisión, señala, siempre está sujeta a
los reguladores. Y lo que es más, los bancos "entraron en
la crisis por lo general con más capital del exigido por
los reguladores". Peor aún, es que muchos de los riesgos
–especialmente el crecimiento de la financiación
fuera de balance– son un reflejo de los intentos por burlar
la regulación. Por lo tanto, la regulación no ha
sido la respuesta sino, hasta la fecha, parte del
problema.
Así que, ¿cuál es la respuesta? La
solución que ofrece Kay es la división de la banca
en una "empresa de servicio público" y un "casino". La
idea es que los depósitos asegurados deberían estar
respaldados por "activos líquidos realmente seguros"
–lo que se conoce como banca con reservas del 100%–.
En la práctica, estos activos serían bonos
gubernamentales. Esta es la forma más estricta de banca
limitada. Pero no deja claro si insistiría en esto. Parece
que podría aceptar restricciones más
flexibles.
Sin embargo, a fin de conseguir la claridad,
centrémonos en la banca con reservas del 100%, una idea
discutida también en la economía austriaca.
¿Es viable? ¿Qué podría implicar?
Para responder a ello, tenemos que entender cómo nos
adentramos en nuestro mundo de dinero basado en
créditos.
Supongamos que alguien planteara el siguiente
diseño para las principales entidades de nuestro sistema
financiero: estarían financiadas principalmente por
depósitos, reembolsables previa petición;
invertirían en un amplio grupo de activos con frecuencia,
poco líquidos y opacos; iniciarían complejas
actividades comerciales; pero dispondrían de un
finísimo colchón de capital. Sin duda, la gente
concluiría que esto es fraudulento. Estarían en lo
cierto. Una estructura así sólo puede resistir
porque los bancos centrales actúan como prestamistas de
último recurso. La capacidad del gobierno para crear
dinero se pone a disposición de intereses privados. En
este momento, la posibilidad de solicitar préstamos del
gobierno al 0% de interés equivale a un permiso para
imprimir dinero.
En la práctica, sin embargo, hemos ido mucho
más allá. También hemos garantizado
explícitamente muchos depósitos y de forma
implícita muchas más deudas. De hecho, durante la
crisis, los políticos avalaron todo el pasivo de las
entidades a las que se consideraba importantes para el sistema.
Hoy, los principales grupos financieros forman, sin lugar a
dudas, parte del Estado.
La propuesta de Kay es, en resumidas cuentas, acabar con
el fraude: los bancos se verían obligados a mantener
activos tan seguros y líquidos como su pasivo. Sabemos que
existen otros medios para hacer que un sistema de bancos con
reservas fraccionarias sea relativamente seguro: un oligopolio
doméstico estable consigue el mismo resultado. Pero parece
una opción muy regresiva.
¿La respuesta que ofrece Kay es la adecuada? Una
objeción obvia que se le puede hacer es que
provocaría un gran trastorno en las finanzas. Pero, dado
que estamos en crisis, ese trastorno es el menor motivo del que
deberíamos preocuparnos. Otra objeción (aunque para
algunos es una ventaja) es que, llevada a término,
eliminaría la política monetaria. La deuda
pública en manos de los bancos sería la que
fijaría el suministro de dinero.
Un tema más profundo es si el sistema financiero
basado en la banca limitada podría distribuir el capital
con eficacia.
Aquí existen dos riesgos opuestos. El primero es
que el suministro de fondos a actividades a largo plazo de mayor
riesgo se vería seriamente reducido si adoptásemos
la banca limitada. Frente a esto, podría argumentarse que,
teniendo en cuenta que la deuda del sector público se
usaría para respaldar las deudas de los bancos limitados,
los inversores se verían obligados a encontrar otros
activos similares.
El riesgo opuesto (y mayor) es que la
fragilidad de la banca podría reinventarse, vía
"cuasibancos". Esto es lo que acaba de suceder, después de
todo, con el "sistema bancario en la sombra". Al final, todas
esas entidades también han sido rescatadas. La
cuestión es que una estructura financiera caracterizada
por deudas a corto plazo y relativamente libres de riesgo y por
activos a largo plazo y de mayor riesgo es muy rentable, hasta
que se colapsa, algo que es bastante probable que
suceda.
La respuesta al segundo dilema es dictaminar que la
banca es ilegal. Es decir, el valor del pasivo de los
intermediarios financieros, que no fueran los bancos limitados,
quedaría determinado por el valor de sus activos. En los
casos en los que los activos no pudieran valorarse, habría
periodos equivalentes de cierre para las deudas. El gran juego de
los préstamos a corto plazo, destinados a la compra de
activos de riesgo a más largo plazo, sobre un
finísimo colchón de capital, quedaría
descartado. El riesgo lo asumirían los inversores del
fondo. Existirían las entidades comerciales, pero
necesitarían capital que las financiara.
Laurence Kotlikoff de la Universidad de Boston y Edward
Leamer de la Universidad de California, en Los Ángeles, se
incluyen entre los que han propuesto estas radicales ideas. Es la
forma más sencilla que veo de evitar el peligro de que la
banca limitada transfiriese los riesgos inherentes en esas
actividades a otras áreas.
Lo más importante es que el punto en el que nos
encontramos ahora es intolerable. La actual concentración
de riqueza y poder privados garantizados por el Estado tiene que
desaparecer sin lugar a dudas. Las autoridades creen que una
regulación más severa, especialmente mayores
requisitos de capital, puede contener estos riesgos. Pero es
probable que esto fracase. Si lo hace, tendremos que actuar de
forma radical. Sin embargo, la banca limitada seguiría sin
bastar. Tendríamos que descartar la cuasibanca. De otra
forma, pronto volveríamos a la realidad de la fragilidad y
los rescates. Los fondos que reemplazasen a los bancos
tendrían que traspasar el riesgo directamente a inversores
externos.
Las autoridades no contemplarán ideas tan
radicales por el momento. Pero el sistema financiero es tan
intrínsecamente frágil que una reforma radical no
puede darse por muerta. Sólo está
dormida.
(The Financial Times Limited 2009. All Rights
Reserved)
– Stiglitz: "El sector financiero contaminó la
economía global y ahora deben limpiarla" (Intereconomia –
5/10/09)
Indicó, por lo demás, que el nuevo motor
de crecimiento global podría ser una "economía
verde" con inversiones en energías renovables y
negociación de emisiones de carbono, entre otras
cosas.
El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz
pidió hoy imponer un impuesto a las transacciones
financieras para evitar el comportamiento disfuncional de los
mercados y ayudar a pagar el daño de la crisis sobre los
pobres.
"El sector financiero contaminó la
economía global con activos tóxicos y ahora deben
limpiarla", dijo el premio Nobel de Economía
estadounidense en una rueda de prensa en el marco de la Asamblea
anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial
en Estambul (Turquía).
Stiglitz mencionó que ese impuesto debería
cubrir todo tipo de activos y afirmó que la
recaudación podría destinarse a ayudar a los
países pobres que fueron las "víctimas inocentes"
de la crisis.
Mencionó que a principios de este año
Washington aprobó "en una hora" un paquete de
estímulo de 700.000 millones de dólares, el
equivalente al total de ayuda externa global en una
década.
Dijo que eso invalida el argumento de que no hay dinero
para el desarrollo. "Lo que uno se pregunta es quién
está más necesitado, los países en
desarrollo o los banqueros estadounidenses",
subrayó.
Indicó, por lo demás, que el nuevo motor
de crecimiento global podría ser una "economía
verde" con inversiones en energías renovables y
negociación de emisiones de carbono, entre otras
cosas.
Afirmó, también, que el sistema financiero
de EEUU sigue en una situación "precaria" y afirmó
que para "la mayoría" de estadounidenses la
recesión no se ha acabado.
Insistió en que "se han reestructurado un
número relativamente pequeño de hipotecas y el
programa para reestructurarlas no ha funcionado muy bien". Se
refirió, además, a la "persistencia" de elevados
niveles de desempleo, lo que en su opinión invalida la
teoría oficial de que la recesión ha
acabado.
"En la realidad, para la mayor parte de los
estadounidenses la recesión no ha acabado", afirmó
Stiglitz, quien recordó que la tasa de desempleo, en el
9,8 por ciento, sigue aumentando.
La teoría ampliamente aceptada es
que la recuperación de los mercados laborales es posterior
a la recuperación del crecimiento, una teoría con
la que Stiglitz dijo estar de acuerdo, aunque insistió en
que ese no es el asunto verdaderamente importante.
"Lo importante", según el Premio
Nobel de Economía, es que si EEUU no crece a una tasa de
al menos el 3,3 por ciento no será capaz de crear puestos
de trabajo.
El FMI pronosticó esta semana que EEUU se
contraerá un 2,7 por ciento este año y
crecerá un 1,5 por ciento el que viene.
"Ese crecimiento no es lo suficientemente robusto",
explicó el profesor de la Universidad de Columbia (Nueva
York), quien destacó que las estadísticas de
desempleo de EEUU "no dan una buena visión de lo que
realmente está sucediendo".
"Si no estás buscando trabajo no estás
desempleado, aunque el motivo sea que has dejado de buscarlo
porque no hay empleos", afirmó.
Subrayó que "si aceptas un trabajo a media
jornada tampoco estás desempleado".
Afirmó que un indicador más amplio que
incluye a los que han dejado de buscar trabajo y a los que tienen
empleo a media jornada muestra que la tasa de desempleo
está en el 17 por ciento.
"La situación en el mercado laboral es realmente
mala", dijo.
A eso hay que añadir, además, otro dato
igualmente preocupante, el de que la mayoría de los
estadounidenses afrontan esta crisis peor que la crisis anterior
que tuvo lugar en el año 2000.
"Los ingresos medios de los hogares eran
un cuatro por ciento más bajos en el 2007 que en el 2000",
explicó Stiglitz, quien señaló que los
estadounidenses fueron capaces de mantener su nivel de vida a
fuerza de endeudamiento.
Pero, en su opinión, a partir de
ahora tendrán que acostumbrarse a vivir "dentro de sus
posibilidades" y no está claro todavía
cuáles serán las repercusiones de eso para la
economía global, que en los últimos años ha
estado sustentada en gran medida por el inagotable apetito de los
consumidores estadounidenses.
El economista recordó que esta
crisis ha destruido el principal activo de los estadounidenses,
la vivienda, que ha sufrido una fuerte
depreciación.
Afirmó, por lo demás, que existe la
teoría cada vez más extendida de que el
dólar será incapaz de mantener su actual estatus de
divisa reserva, y que conviene abrir una discusión
multilateral sobre las alternativas.
– Joseph Stiglitz propone un impuesto global a los
bancos (The Wall Street Journal – 6/10/09)
(Por Joy C. Shaw)
Estambul (Dow Jones)- La imposición de un
impuesto a las instituciones financieras a nivel global es
necesario para mejorar la eficiencia de la economía
mundial y para conseguir fondos para ayudar a los países
en desarrollo, dijo el lunes Joseph Stiglitz.
Stiglitz habló durante un receso en la
reunión anual del Fondo Monetario Internacional. En
síntesis, la idea consiste en cobrar un impuesto a los
bancos como parte de un ajuste a las regulaciones. La idea de
Stiglitz es similar a la propuesta hace 30 años por James
Tobin.
Los ingresos provenientes del impuesto deberían
ser usados para aumentar la ayuda para el desarrollo de las
naciones de bajos ingresos y emergentes, dijo Stiglitz, un ex
economista jefe del Banco Mundial y ganador del premio Nobel de
Economía.
Los ingresos generados por la medida ascenderían
a entre US$60.000 y US$70.000 millones al año, menos de la
décima parte del tamaño del Programa de Alivio para
Activos con Problemas, o TARP, del Gobierno de Estados Unidos
para los bancos, destacó.
Stiglitz dijo que el sector financiero de Estados Unidos
y el resto del mundo han sido excesivamente subsidiados,
especialmente tras la crisis financiera mundial.
Les tomó sólo una hora a los
políticos ponerse de acuerdo para dar a los bancos
más que lo que todos los países desarrollados
fueron capaces de dar a los países en desarrollo en una
década, dijo.
"¿Quién está más necesitado,
los banqueros estadounidenses o los países en desarrollo?
Es difícil no llegar a la conclusión de que
nuestros valores fueron destruidos",
señaló.
Los gobiernos han "dado (a los bancos) dinero cuando
ellos realizaron malos préstamos", añadió.
"Esa es la razón por la que hay un consenso amplio de que
debería imponérseles tributaciones".
Stiglitz indicó también que la necesidad
de que el mundo cree un nuevo sistema de reservas internacionales
de divisas para reemplazar al actual sistema basado en el
dólar estadounidense se ha vuelto una cuestión de
"sentido común".
Sin embargo, agregó que crear un nuevo sistema de
reservas basado en los derechos especiales de giro (DEG) -una
moneda artificial para propósitos contables del Fondo
Monetario Internacional- como han sugerido China y otras naciones
desarrolladas, no es su solución preferida.
"La asignación de los DEG tiene limitaciones
institucionales", dijo. "El mayor receptor de DEG es Estados
Unidos. Nosotros no somos el país que necesita las
reservas".
Además difícil transferir los DEG desde un
país a otro, dijo.
– Bancos: peor de lo confesado (BBCMundo –
6/10/09)
(Por Carlos Chirinos)
La lógica del rescate financiero que se puso en
marcha en Estados Unidos el año pasado era simple: se
apuntala a los bancos para que estos empezaran a prestar de nuevo
dinero al público.
Por eso, era bueno ayudar incluso a los "grandes", los
que estaban en buenas condiciones.
Pero no pasó así, en parte porque esos
bancos "grandes" no contaban con la "buena salud" que el gobierno
evaluó al principio, pese a que altos funcionarios de las
finanzas públicas sabían cuál era la
situación real de esas instituciones.
Un informe presentado este lunes por el
Programa de Ayuda para Activos Problemáticos (TARF, por
sus siglas en inglés; una dependencia del Departamento del
Tesoro) afirma que esos funcionarios "deliberadamente" crearon
una falsa impresión de los bancos, pese a que
conocían las deficiencias de algunos de ellos.
Al declarar expresamente que las instituciones "sanas
serían capaces de aumentar el volumen de préstamos,
el tesoro puede haber creado expectativas no realistas sobre las
condiciones de esas instituciones y su habilidad para aumentar
los préstamos", se lee en el informe de la
TARF.
700.000 millones
En octubre del 2008 el gobierno del presidente George
Bush gestionó un paquete de US$ 700.000 millones para
rescatar bancos en problemas y apuntalar a aquellos considerados
como "muy grandes para fallar", los que por su tamaño
podrían haber creado mayores problemas al sistema
financiero en caso de quiebra. En octubre del 2008 el gobierno
del presidente George W. Bush gestionó un paquete de US$
700.000 millones para rescatar bancos en problemas y apuntalar a
aquellos considerados como "muy grandes para fallar", los que por
su tamaño podrían haber creado mayores problemas al
sistema financiero en caso de quiebra.
La decisión fue muy impopular entre quienes
consideraban que se le daba oxígeno a banqueros que
habían incurrido en prácticas riesgosas, y en
algunos casos, ilegales.
Entre los bancos rescatados estuvieron los nueve mayores
del país, que recibieron en su conjunto US$ 125.000
millones.
Algunos de ellos han ya pagado al Tesoro los recursos
recibidos y todos han pasado las pruebas de fortaleza que les ha
puesto el gobierno.
En el informe del Departamento del Tesoro presentado
este lunes no se nombra a ninguno de estos bancos en
particular.
Problema semántico
El informe del Departamento del Tesoro reconoce que los
funcionarios deben ser muy delicados a la hora de expresarse
sobre las condiciones de bancos y otras instituciones,
particularmente en tiempos de crisis.
Decir que un banco es débil puede crear una ola
de pánico entre clientes y acreedores y podría
generar lo que en el mundo de las finanzas se conoce como una
"corrida", que es cuando se empiezan a retirar depósitos a
un ritmo superior de lo que el banco puede macerar.
Tradicionalmente esas corridas terminan en el colapso
del banco, que es incapaz de honrar todos sus compromisos con los
clientes, y su eventual intervención por parte del
gobierno.
Las perspectivas de que se creara un
escenario similar de pánico cuando ya existía una
situación de confianza delicada es lo que habría
llevado a funcionarios como el presidente de la Reserva Federal,
Ben Bernanke, o el entonces Secretario del Tesoro, Henry Paulson,
a no decir en público algunas preocupaciones que
compartían en privado.
Banco de América
Aunque la crisis financiera parece conjurada, el
programa de ayuda nunca contó con la simpatía de la
mayoría de la población. Las nuevas revelaciones
podrían generar más dudas acerca de las reales
intenciones del gobierno en estrategias similares.
Uno de los casos más polémicos se
investiga por estos días: hasta qué punto Bank of
America, uno de los principales del país, ocultó a
sus accionistas información crucial sobre la compra de
Merrill Lynch, realizada en enero pasado y que le resultó
un pesado problema contable.
Se asegura que la directiva del Bank of America
consideró retirar su opción de compra al conocer en
profundidad la situación de Merrill Lynch, pero el
gobierno le presionó para que completara la fusión,
temeroso de las consecuencias que podría tener la quiebra
del famoso banco de inversión.
Actualmente la justicia de Nueva York averigua si el
banco mintió a sus accionistas sobre las pérdidas y
sobre los bonos que recibirían los directivos de Merril
Lynch, mientras en el Congreso quieren saber si el gobierno
pactó el silencio de Bank of America para garantizar la
transacción.
– Soros: "La banca estadounidense, casi en bancarrota"
(Expansión – 6/10/09)
(Por C. Alva)
Si bien la economía de EEUU ha
presentado señales de recuperación, aún hay
quienes opinan que el país está lejos de ver la
luz. El millonario George Soros, es uno de ellos, al asegurar que
las fracturas en el sistema bancario y el endeudamiento de las
familias estadounidenses son tan grandes, que obstaculizan todo
esfuerzo para salir adelante.
El editorial de 'Financial Times
Deutschland' despierta el día de hoy, retomando las
últimas declaraciones del ex gurú de los "Hedge
Funds", George Soros, quien ha dicho que la banca estadounidense
se encuentra "casi en bancarrota", debido a que no ha podido
recuperar los 1,100 billones de dólares que ha prestado en
los últimos dos años. Mientras que la crisis
financiera y el desempleo recrudecen, ha sido casi imposible para
muchas familias y empresas pagar sus deudas con los
bancos.
Soros aplaude a Europa y felicita al
Banco Central Europeo de haber reaccionado
oportunamente.
Regresando al continente americano, el diario
alemán, hace un recuento de ciertos indicadores en EEUU,
que desde el 2007 se encuentra en recesión y que dos
años después aún no lleva a cabo las
reformas necesarias a su sistema financiero.
Por ejemplo, el pasado septiembre, el índice de
confianza del consumidor presentaba una cifra de 52, 6 puntos,
sobre la marca de 50 puntos del año anterior. Tras una
caída del PIB del 0,7 por ciento en el segundo trimestre
de este año, se esperan cifras positivas para el tercer
trimestre del 2009.
En cuanto al mercado laboral, éste
continúa siendo crítico. Sólo el mes de
septiembre presentó una pérdida 263.000 puestos de
trabajo. La cifra de desempleo subió de un 9,7 por ciento
a un 9,8 por ciento. "El índice más alto desde
1983", recuerda FTD.
Por último el rotativo presenta los
pronósticos de Soros, que son muy parecidos a los hechos
la semana pasada por el Fondo Monetario Internacional: "EEUU
sufrirá un crecimiento de -2,7 por ciento a finales de
este año y una recuperación del 1,5 por ciento en
el 2010". Para la zona euro ambas voces se proclaman más
pesimistas: "Después de un -4,2 por ciento en 2009, se
pronostica un crecimiento de tan sólo 0,3 por ciento en
2010".
El G-20 ¿reemplazará al G-7?
Llama la atención de Financial Times el papel que
ha jugado el G-20 en los últimos meses. Al parecer quedan
atrás los días en los que sólo los
países más desarrollados (G-7) eran el centro de la
toma de decisiones a nivel mundial.
La crisis económica, cuyo epicentro surgió
en los países del G-7, ha acelerado la transición a
un sistema internacional con más actores. "El G-20 incluye
a los países que importan", recuerda FT y añade:
"El debate ahora está centrado en definir si este grupo es
demasiado grande como para ser eficaz o demasiado pequeño
como para ser representativo".
La semana pasada, el presidente del Banco Mundial,
Robert Zoellick, sugería que el G-20 se debería
convertir en la fuerza estabilizadora. Ante esta
situación, la pregunta que hace Financial Times es
"¿qué será del G-7?".
El G-7, que reúne a los países más
poderosos del planeta, sigue siendo el grupo que genera
más de la mitad de la riqueza global y aún rige los
parámetros del sistema financiero mundial, sin olvidar que
es la principal fuente de donación. "Y aunque ya no pueden
dirigir al mundo, aún tienen un peso importante en la toma
de decisiones", puntualiza el rotativo
británico.
Aunque el G-7 se ha visto opacada por el G-20,
aún juega un papel primordial en temas centrales y tan
diversos como: la financiación de instituciones como el
FMI, la regulación del sistema financiero, la lucha contra
el proteccionismo o la ayuda a países pobres. Es por ello,
como señala FT, que el G-7 deberá seguir
existiendo, pero dando paso a una era de cooperación y
multilateralismo.
– El presidente del BCE acusa a los bancos de prestar
dinero "como quien va al casino" (Expansión –
16/10/09)
Jean Claude Trichet, presidente del Banco Central
Europeo, elevó ayer sustancialmente el tono de sus
habituales comentarios en los que insta a la banca a asumir su
responsabilidad en la solución de esta crisis y a
reactivar el crédito a familias y hogares.
En su intervención ante la Asociación de
Bancos Cooperativos de Fráncfort, Trichet instó a
la banca a volver a su rol tradicional de dar un servicio a la
economía real. "Esto, por encima de todo, requiere un
cambio de mentalidad en la industria financiera", dijo.
Acusó a las entidades de haberse centrado demasiado en una
"especulación sin freno" y en el "juego financiero" [en el
sentido de "apuesta"].
"La liberalización financiera, la
desregulación y la innovación tienen el poder de
hacer nuestras economías más productivas y
resistentes. Pero si la innovación financiera está
mal diseñada y es opaca puede ser usada para ocultar el
riesgo real de productos e instrumentos financieros",
afirmó.
El presidente del BCE reclamó más
transparencia y control de riesgos para conseguir modelos de
negocio más robustos. También alentó a las
entidades a ligar los incentivos de sus empleados a éxitos
de largo plazo.
Una de las principales causas del estallido de la crisis
económica y financiera global ha sido la escasa
percepción del riesgo crediticio a la hora de conceder
préstamos, añadió Trichet. "De cara al
futuro, el sector financiero tendrá que recuperar su rol
tradicional de ofrecer un servicio más ajustado a las
condiciones reales de la economía. Esto requiere un cambio
de mentalidad en todo el sector", subrayó.
En cuanto al diseño de políticas, el
máximo responsable del BCE expresó con contundencia
la necesidad de crear un sistema financiero robusto, enfocado al
largo plazo y no a la búsqueda del éxito inmediato.
"Los ciudadanos no tolerarían de nuevo que los bancos
volvieran a asumir un excesivo riesgo con su dinero y cuya
solución a los problemas esté a expensas del
contribuyente", advirtió.
– Tribuna: laboratorio de ideas Paul Krugman – Los
bancos no están bien (El País –
25/10/09)
Era el mejor de los tiempos, era el peor
de los tiempos. Vale, quizá no exactamente el peor, pero,
sin duda, malo. Y el contraste entre la inmensa buena suerte de
unos pocos y el continuo sufrimiento de demasiados presagiaba un
futuro muy negro. Estoy hablando, claro está, de la
situación de los bancos.
Los pocos afortunados han acaparado la
mayoría de los titulares, ya que son muchos los que han
reaccionado con indignación ante el espectáculo de
Goldman Sachs obteniendo beneficios récord y pagando
primas enormes, mientras el resto de EE UU, víctima de una
depresión desencadenada por Wall Street, sigue
desangrándose por la hemorragia de empleos.
Pero no es un simple caso de bancos que
florecen frente a trabajadores que padecen: los bancos que
realmente están en el negocio de los préstamos, a
diferencia de los que se dedican al comercio, siguen en apuros.
En particular, Citigroup y Bank of America, que hace unos meses
silenciaron los rumores de nacionalización afirmando que
habían vuelto a ser rentables, ahora (sí, lo han
adivinado) han vuelto a informar de que pierden
dinero.
Pregunten a la gente de Goldman y les
dirán que lo que ellos ganan no es asunto de nadie, salvo
de ellos mismos. Pero, como decía hace poco un
escéptico, "no hay ninguna institución financiera
de las que existen actualmente que no se haya beneficiado directa
o indirectamente de los miles de millones de dólares de
los contribuyentes con que se ha ayudado al sistema financiero".
Más aún: Goldman ha ganado mucho dinero con sus
operaciones en Bolsa, pero sólo ha podido mantenerse en
ese juego gracias a las políticas que han arriesgado
enormes cantidades de dinero público, desde el rescate
económico de AIG hasta las garantías que han
cubierto muchas de las obligaciones de Goldman.
¿Y quién era este gran
detractor de los bancos? Pues no era otro que Lawrence Summers,
jefe económico de la Administración de Obama (y uno
de los arquitectos de la política bancaria del Gobierno,
que hasta ahora ha sido hacer la vista gorda con las
instituciones financieras y esperar que enmienden la
plana).
¿A qué se debe el cambio
de tono? Los funcionarios de la Administración
están furiosos por el modo en que el sector financiero
está ejerciendo presiones enérgicas en contra de
una reforma a fondo, tan sólo unos meses después de
haber recibido una gigantesca ayuda con el dinero de los
contribuyentes. Pero hay que preguntarse qué esperaban que
sucediese. Siguieron una política de mano blanda,
ofreciendo ayuda sin demasiadas exigencias en un momento en que
Wall Street estaba contra las cuerdas; esto les ha dejado con muy
pocas posibilidades de ejercer influencia sobre empresas como
Goldman, que ahora, una vez más, están ganando
mucho dinero.
Pero hay un problema todavía
mayor: Mientras el lado chanchullero del sector financiero
-también conocido como operaciones bursátiles-
vuelve a ser enormemente lucrativo, la parte de la banca que
realmente importa -los préstamos, que alimentan las
inversiones y la creación de empleo- sigue estancada. Los
bancos clave siguen estando débiles desde el punto de
vista financiero, y su debilidad está perjudicando a la
economía en su conjunto.
Puede que recuerden que este año, hace unos
meses, hubo un gran debate sobre cómo lograr que los
bancos volviesen a prestar dinero. Algunos analistas, incluido yo
mismo, sosteníamos que al menos algunos bancos importantes
necesitaban una gran inyección de capital público,
y que la única forma de conseguir esto era nacionalizar
temporalmente los bancos con más problemas. Sin embargo,
el debate perdió fuerza después de que Citigroup y
Bank of America, los eslabones más débiles del
sistema bancario, anunciaran unos beneficios que llegaron por
sorpresa. Todo va bien, nos dijeron, ahora que los bancos vuelven
a obtener beneficios.
Pero pasó algo curioso durante el camino de
vuelta a la solidez bancaria: la semana pasada, tanto Citigroup
como Bank of America anunciaron pérdidas en el tercer
trimestre. ¿Qué ha pasado?
Parte de la respuesta es que esos beneficios iniciales
eran, en parte, un producto de la imaginación de los
contables. Sin embargo, en líneas más generales,
estamos viendo lo que nos devuelve la economía real.
Durante la primera fase de la crisis, el ciudadano de a pie fue
castigado por las fechorías de Wall Street; ahora, el
sufrimiento económico generalizado, especialmente el
persistente paro elevado, está provocando grandes
pérdidas en los préstamos hipotecarios y las
tarjetas de crédito.
Y ésta es la pega: la debilidad continua de
muchos bancos está contribuyendo a prolongar el
sufrimiento económico. Los bancos siguen
resistiéndose a prestar dinero y la contracción del
crédito, especialmente para las pequeñas empresas,
supone un obstáculo en el camino hacia la
recuperación sólida que necesitamos.
¿Y ahora qué? Summers sigue insistiendo en
que la Administración hizo lo correcto: que el Gobierno
hubiera suministrado más capital, dice, no "habría
sido una estrategia útil para resolver los problemas".
Vale. En cualquier caso, desde el punto de vista político,
el momento de tomar medidas radicales respecto a los bancos ha
pasado claramente.
Por el momento, lo más importante
probablemente sea hacer todo lo posible por contribuir al
crecimiento del empleo. Con suerte, esto generará un
círculo virtuoso en el que la mejora de la economía
reforzará los bancos, que a su vez volverán a estar
más dispuestos a prestar dinero.
Aparte de eso, necesitamos
desesperadamente aprobar una reforma financiera eficaz porque, si
no lo hacemos, los banqueros pronto empezarán a correr
riesgos aún más grandes que los que corrieron en el
periodo previo a la crisis. Después de todo, la
lección de los últimos meses ha sido muy clara:
cuando los banqueros juegan con el dinero de otros, ellos siempre
salen ganando, a expensas del resto de nosotros.
(Paul Krugman es profesor de Economía en la
Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008.
© 2009 New York Times News Service)
Entrevista: Raghuram Profesor de la Universidad de
Chicago – "El riesgo es que el crédito vuelva a
descontrolarse" (El País – 25/10/09)
(Por Alicia González)
Raghuram Rajan (Bhopal, India, 1963) está
especializado en la relación entre crecimiento
económico y sector financiero. En 2005, alertó de
la gran amenaza que suponían los novedosos productos
bancarios que minimizaban el riesgo. Fue una descripción
clarividente del colapso del sistema financiero que se produjo
dos años después. Es verdad que no eligió un
buen momento -su intervención estaba prevista para honrar
el "positivo" legado de Alan Greenspan- pero también es
cierto que cuando se está encima de la ola nadie quiere
oír verdades incómodas.
Pregunta. Se habla mucho de nuevas burbujas ya en
marcha, ¿está la recuperación en
riesgo?
Respuesta. Sean las burbujas que sean las que se
estén creando aún tardarán un tiempo,
así que quizás tengamos algo de margen. El
verdadero problema es que la política monetaria no
está sirviendo para impulsar el crédito, porque no
quiere ser impulsado, pero está incentivando todo lo
demás. Decidir cuándo se empieza a tensar la
política monetaria, incluso aunque el crédito no
esté creciendo, es una decisión difícil
porque si esperas demasiado alientas todas esas burbujas, entre
ellas sin duda el crédito. La preocupación es si se
descontrola de nuevo el crédito y ése es un riesgo
real.
P. Pero son tantos los elementos en juego en las
estrategias de salida que parece más fácil fracasar
que tener éxito…
R. Es fácil fracasar pero también es
fácil mantener esta política durante demasiado
tiempo. Uno de los riesgos es el de los desequilibrios globales,
con esas enormes cantidades de deuda emitida que en algún
momento la gente va a decir: ¡basta! Y ése es un
riesgo por el que sin duda deberíamos estar preocupados.
Visto en perspectiva, la primera parte [de la crisis]
parecía relativamente sencilla: se trataba de gastar
dinero y bajar tipos de interés. Ahora la tarea es
entender cuándo esta relajación monetaria es
demasiada y hay que empezar a retirarla pero, simplemente, no lo
puedes hacer porque el sector privado no se está
recuperando, el sector público ha hecho todo lo que
podía y tendremos que sufrir unos cuantos años bajo
crecimiento, si es necesario. Parece que confiamos en que cuando
la financiación del sector público se frene, el
sector público va a repuntar de inmediato. Y eso no va a
pasar.
P. ¿La financiación de los países
emergentes se ve amenazada por la elevada deuda de los
países desarrollados?
R. Los países emergentes están
todavía en una posición relativamente
cómoda. Es cierto que sus finanzas tienen peores
expectativas, pero tampoco mucho peor. Antes, si un inversor
tenía que decidir entre un bono de un país
desarrollado y el de un país emergente
automáticamente elegía el del país
desarrollado porque era más seguro. Ahora puede que no sea
tan claro. No digo que los países en desarrollo no vayan a
tener que subir sus tipos de interés [para atraer
inversores] pero la diferencia entre unos y otros se va a
estrechar.
P. ¿No están tardando en materializarse
las reformas?
R. En realidad, el G-20 no puede hacer ninguna reforma.
Es algo que tiene que hacer cada país individualmente y
eso implica cambios políticos que no son siempre
fáciles. Mire, por ejemplo, Estados Unidos. El debate
sobre la reforma del sistema de salud está siendo tan
complicado que ha paralizado cualquier otra reforma, incluidas
las del sector financiero. También los desequilibrios
globales exigen cambios y reformas decisivas por parte de cada
país y no se pueden hacer de la mañana a la
noche.
P. ¿Y la propuesta de aplicar una especie de tasa
Tobin a la banca?
R. Creo que simplemente es algo estúpido. La idea
que hay detrás de ese planteamiento, si lo analizamos en
serio, es que el sistema financiero es demasiado grande y
está haciendo cosas inapropiadas. Si es así, yo
esperaría un objetivo más concreto y acotado que
simplemente penalizar las transacciones. De todas formas, la tasa
Tobin es como un conejo de feria, que cada cierto tiempo vuelve y
especialmente el sentimiento de hacer los bancos más
pequeños resurge siempre que hay problemas. Pero el coste
es tan elevado que no funcionaría.
– No ignoremos la necesidad de una reforma financiera
(Expansión – 27/10/09)
(Por George Soros)
La filosofía que me ha ayudado a ganar dinero
como gestor de hedge fund y a gastarlo como filántropo
orientado a la política no tiene que ver con el dinero,
sino con la complicada relación entre las ideas y la
realidad. La crisis de 2008 me ha convencido de que proporciona
una valiosa oportunidad de ver cómo funcionan los mercados
financieros.
La hipótesis del mercado eficiente sostiene que
los mercados financieros tienden hacia el equilibrio y reflejan
de forma precisa la información disponible sobre el
futuro. Las desviaciones del equilibrio las provocan cambios
exógenos y ocurren de forma aleatoria. La crisis de 2008
falseó esta hipótesis.
Sostengo que los mercados financieros
siempre presentan una imagen distorsionada de la realidad.
Además, el precio incorrecto de los activos puede afectar
a los denominados fundamentos que se supone que el valor de esos
activos tiene que reflejar. Este es el principio de
reflexividad.
En lugar de una tendencia hacia el
equilibrio, los mercados financieros muestran una tendencia a
desarrollar burbujas. Las burbujas no son irracionales: vale la
pena unirse a la multitud, al menos durante un tiempo.
Así que los reguladores no pueden
contar con que el mercado corrija sus excesos.
La crisis de 2008 fue provocada por el
colapso de una superburbuja que ha venido creciendo desde 1980.
Ésta estaba compuesta por burbujas más
pequeñas. Cada vez que tuvo lugar una crisis financiera,
las autoridades intervinieron, se ocuparon de las entidades con
problemas y aplicaron estímulos fiscales y monetarios; lo
que infló aún más la
superburbuja.
Controlar las burbujas
Creo que el análisis de la superburbuja ofrece
claves sobre la reforma necesaria. Primero, teniendo en cuenta
que los mercados son propensos a la formación de burbujas,
las autoridades financieras tienen que aceptar la responsabilidad
de evitar que las burbujas crezcan demasiado. Alan Greenspan y
otros importantes cargos se negaron a aceptarlo. Si los mercados
no pueden reconocer las burbujas, afirmó el ex presidente
de la Reserva Federal estadounidense, tampoco pueden los
reguladores –y tenía razón–. En
cualquier caso, las autoridades tienen que aceptar el
cometido.
Segundo, para controlar las burbujas de activos no basta
con controlar el suministro de dinero; también hay que
controlar el crédito. El medio más conocido de
hacerlo son los requisitos de margen y de capital
mínimo.
En la actualidad son parámetros fijos, con
independencia del humor de los mercados, porque se supone que los
mercados carecen de humor. Pero sí lo tienen, y las
autoridades tienen que contrarrestarlo para evitar que las
burbujas de activos crezcan demasiado. Por lo tanto, deben variar
los requisitos de margen y capital. También deben
modificar el ratio préstamo/valor sobre las hipotecas
comerciales y residenciales para prevenir burbujas
inmobiliarias.
Los reguladores también deben inventar nuevas
herramientas o recuperar aquellas que han caído en desuso.
Los bancos centrales solían ordenar a los bancos
comerciales que limitaran el crédito a un sector concreto
si entendían que se estaba excediendo.
Otro ejemplo de la necesidad de nuevas herramientas es
el boom de Internet. Greenspan lo reconoció en 1996 cuando
habló de "euforia irracional". No hizo nada por evitarla,
ya que consideraba que reducir el suministro de dinero era una
medida demasiado categórica. Pero podría haber
diseñado otras más específicas, como pedir a
la Comisión del Mercado de Valores que congelase las
nuevas ampliaciones de capital, ya que la burbuja de Internet fue
alimentada por el apalancamiento.
Tercero, dado que los mercados son inestables, existen
riesgos sistémicos aparte de los que afectan a los
participantes individuales del mercado. Los participantes pueden
ignorar estos riesgos sistémicos, creyendo que siempre
pueden vender sus posiciones, pero los reguladores no pueden
ignorarlos porque si hay demasiados participantes en un mismo
lado, las posiciones no pueden liquidarse sin causar una
discontinuidad o un colapso.
Eso implica que se deben controlar las posiciones de
todos los participantes de relevancia, incluidos hedge fund y
fondos soberanos, para detectar desequilibrios. Ciertos
derivados, como los seguros frente al impago de deudas (CDS),
tienden a crear desequilibrios ocultos, por lo que han de ser
regulados, restringidos o prohibidos.
Cuarto, los mercados financieros evolucionan de una
forma unidireccional e irreversible. Las autoridades financieras
han extendido una garantía implícita a todas las
entidades que son demasiado grandes como para permitir su
caída. La retirada de esa garantía no es
creíble, por lo que deben establecer una regulación
para asegurarse de que no se invocará esta
garantía. Esas entidades deben recurrir menos al
apalancamiento y aceptar restricciones sobre su forma de invertir
el dinero de los ahorradores.
El comercio de productos exclusivos debería
financiarse con el capital de los propios bancos y no con los
depósitos. Pero los reguladores deben ir más lejos
para proteger el capital y regular las compensaciones de los
operadores de productos exclusivos con el objetivo de garantizar
que los riesgos y recompensas de las entidades demasiado grandes
para permitir su caída están equilibrados. Cabe la
posibilidad de esto saque a los operadores de los bancos y los
lleve a los hedge fund, que es el lugar que les
corresponde.
Como los mercados están
interconectados y algunos bancos ocupan posiciones casi de
monopolio, debemos considerar su división. Probablemente
sea poco práctico separar la banca de inversión de
la comercial, tal y como hacía la ley Glass-Steagal de
1933. Pero tiene que haber compartimentos internos que separen el
comercio de productos exclusivos de la banca comercial y que
cierren las operaciones en diferentes mercados para reducir el
contagio.
Riesgo sistémico
Finalmente, los Acuerdos de Basilea cometieron un error
cuando otorgaron a los títulos en posesión de los
bancos rating de riesgo sustancialmente inferiores a los de los
créditos ordinarios: ignoraban el riesgo sistémico
que acompaña a las posiciones concentradas en valores.
Este factor era un importante agravante de la crisis. Ha de ser
corregido incrementando el rating de riesgo de los valores de los
bancos. Con esto, probablemente, se consiga poner freno a la
titulización de los préstamos.
Todo ello reducirá la rentabilidad y el
apalancamiento de los bancos. Esto plantea un problema de tiempo.
No es el momento adecuado para aprobar reformas permanentes. El
sistema financiero está lejos del equilibrio. Las
necesidades a corto plazo son las opuestas a lo que se requiere a
largo plazo.
Primero, hay que reemplazar el
crédito que se ha evaporado mediante la única
fuente que sigue gozando de credibilidad –el Estado–.
Eso implica un incremento de la deuda nacional y un aumento de la
base monetaria. Conforme se estabilice la economía,
habrá que reducir esa base al mismo ritmo que se recupere
el crédito –de otro modo, la deflación se
verá reemplazada por la
inflación–.
Todavía estamos en la primera fase de esta
delicada maniobra. Los bancos están saliendo del agujero.
Reducir ahora su rentabilidad sería contraproducente. La
reforma reguladora tiene que esperar a la segunda fase, cuando
sea necesario controlar el suministro de dinero e introducirlo
paulatinamente de forma que no suponga problemas para la
recuperación. Pero no podemos permitirnos
olvidarlo.
(Financial Times)
– Seis pasos para revitalizar el sistema financiero (The
Wall Street Journal – 27/10/09)
(Por Sanford I. Weill y Judah S., Kraushaar)
El debate sobre la reforma de los servicios financieros
ha estado rondando por semanas sin una sensación real de
urgencia. Se perdería una gran oportunidad si nuestros
líderes políticos, regulatorios y empresariales no
consiguen sentar una base regulatoria creíble para una de
las principales industrias estadounidenses. Es hora de dejar a un
lado las luchas internas políticas y regulatorias y
establecer las nuevas reglas para este negocio de importancia
crítica.
Varios principios deberían guiar
la reforma. Nuestro país necesita buscar la transparencia
en los balances de las compañías financieras y
reconocer la correlación directa entre la claridad en los
valores de activos y cómo las empresas financieras son
valoradas por los inversionistas. La contabilidad basada en el
ajuste al mercado debe ser revitalizada y los instrumentos y
valores complejos deben estar sujetos a pruebas de
valuación de mercado en la medida de lo
posible.
Para lograr esto, un regulador
único debe estar encargado de supervisar los riesgos
sistémicos y debe tener el poder de monitorear los riesgos
en todo tipo de instituciones financieras. No debería
haber más balcanización en la
regulación.
Al mismo tiempo, los reguladores y
líderes de la industria deben unir fuerzas y desarrollar
acuerdos ejecutables para que la innovación en los
servicios financieros pueda volver a florecer. Hay que acordar
nuevos requisitos de capital y reglas sobre cómo
operará el mercado de titularización. Todas las
partes necesitan operar con rapidez debido a que está en
juego la revitalización de la economía
estadounidense.
Algo que los funcionarios
públicos no deberían hacer es enredarse en un
debate sobre si las instituciones son "demasiado grandes para
permitir su quiebra". Es una frase pegajosa, pero nada
más. De hecho, es importante reconocer que nuestra
reciente crisis financiera fue provocada por el colapso el
año pasado de Lehman Brothers, una compañía
que pocos habrían caracterizado como demasiado grande para
colapsar. En vez de desviarse hacia esta y otras complejas
preguntas, nuestros líderes deberían concentrarse
directamente en cómo crear y fomentar la disciplina del
mercado.
A continuación presentamos seis recomendaciones
específicas para reformar el sector de servicios
financieros:
1) Convertir la Reserva Federal en un
súper-regulador responsable de supervisar el riesgo
sistémico. Es de vital importancia que un regulador pueda
ver el balance completo de las mayores instituciones financieras
del país y este regulador tiene que tener alcance
más allá de las barreras institucionales
artificiales. Los grandes bancos, las firmas de valores, las
aseguradoras y los fondos de cobertura deben quedar bajo
supervisión de la Fed. De otro modo, se corre el riesgo de
perpetuar un arbitraje regulatorio, en que los participantes de
la industria realizan sus actividades más riesgosas en la
unidad supervisada por el regulador más laxo.
Otros reguladores continuarían
concentrándose en sus respectivos segmentos de la
industria exclusivos a las instituciones más grandes y
complejas. Los encargados de diseñar políticas
deberían evitar crear nuevas burocracias, como algunos han
recomendado. Los organismos regulatorios existentes
deberían adquirir la responsabilidad de supervisar la
protección a los consumidores de productos de
crédito.
2) En la medida de lo posible, los instrumentos
complejos deberían estar sujetos a frecuentes valuaciones
de mercado y ser vendidos a través de una cámara de
compensación. Necesitamos un sistema que fomente la
valuación de activos basada en los mercados reales y no en
el "ajuste a modelo", es decir la valuación basada en
presunciones internas o modelos financieros. Estos últimos
18 meses nos han demostrado que los modelos funcionan hasta que
se equivocan. Para las ventas de acciones nuevas que no generen
demanda a su precio de venta, una institución financiera
debe ser capaz de encontrar un verdadero valor de mercado o la
transacción no debería realizarse. Los derivados
con estructuraciones estandarizadas deberían estar sujetos
a valuaciones diarias y los dueños de estos instrumentos
deberían estar obligados a mantener una cantidad de
efectivo razonable para respaldar su posición (algo
parecido al requerimiento de márgenes tradicional que
tienen otros valores).
Para los productos hechos medida y nuevos instrumentos
que aún no son lo suficientemente maduros como para tener
un mercado grande y profundo, aconsejamos que exista una
excepción para alentar la innovación. Sin embargo,
estas exenciones deben ser revisadas con regularidad por los
reguladores, quienes deben establecer reglas de
divulgación de información y de corretaje que
estimulen la máxima transparencia posible o una forma de
determinar el precio de mercado público. Finalmente, todo
el mundo debería aplicar el principio básico de que
si no entiende algo, probablemente no debería estar
haciéndolo.
3) Reformar y revitalizar el mercado de
titularización. Aunque el proceso de titularización
ha sido golpeado en los últimos años, es importante
recordar que este mercado agrega valor al permitir que emisores e
inversionistas comparen eficientemente riesgo, retornos y
preferencias de duración. Aunque se dieron abusos en
partes de este mercado, es importante que no se estigmatice todo.
En el futuro, se debería exigir a los emisores que
retengan en sus balances una porción sustancial de la
titularización y que periódicamente realicen
pruebas para establecer los valores actuales de mercado vendiendo
parte de sus participaciones. Así, tanto la
institución emisora como los inversionistas que compraron
el activo titularizado valuarían el mismo activo de la
misma manera.
4) Los reguladores necesitan prestar atención a
las agencias calificadoras. A futuro, las agencias calificadoras
de riesgo deberían establecer estándares claros
para calificar los valores complejos. La integridad del principal
debe ser primordial cada vez que un valor reciba una
calificación de grado de inversión. Además,
las actividades de las agencias calificadoras deben estar sujetas
a una revisión anual por parte del regulador
sistémico (es decir, la Reserva Federal), que a su vez
deberían reportar públicamente los puntos que
puedan comprometer la seguridad y la solidez de las mayores
instituciones financieras del país.
5) Los requerimientos de capital y las políticas
de reserva necesitan ser reformadas. Mientras que el exceso de
apalancamiento y la implosión de los valores de los
activos provocaron la crisis reciente, las metodologías
pro cíclicas de reservas para pérdidas en
préstamos agravaron la situación. Esto ha sido
particularmente cierto en los créditos al consumidor, para
los que la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU.
forzó a los bancos en los últimos años a
reducir sus reservas a medida que los impagos se reducían
y hacer lo contrario cuando los problemas se agravaron. Este tipo
de régimen parece imprudente. Las formulas funcionan igual
de mal que el "ajuste al modelo".
Para lidiar con este asunto, las
compañías financieras deberían ser motivadas
(o tal vez obligadas) a titularizar el crédito cuando sea
posible y aplicar a estos instrumentos el valor actual de
mercado. Cuanta más transparencia en la valuación
de activos, mejor. Para instrumentos que no se presten a
titularización, como los préstamos a negocios con
términos hechos a medida de las empresas, se
debería permitir a las instituciones financieras, en
coordinación con los reguladores, separar reservas para
apuntalar las ganancias (y la confianza) en periodos de
estrés crediticio. Asumiendo que un mayor porcentaje de
activos de instituciones financieras podrían estar sujetos
a contabilidad basada en el valor de mercado, podría
aumentar la volatilidad de las ganancias, pero una mayor
transparencia tendría un efecto neto positivo en la
valuación de las instituciones. Evidentemente, unos
mayores requerimientos regulatorios de capital podrían
ayudar significativamente a frenar la volatilidad de las
ganancias. Nosotros proponemos una definición simple y
conservadora de capital regulatorio, que consiste el capital
común tangible como porcentaje de los activos.
6) Alinear la compensación ejecutiva con los
retornos de largo plazo. Los encargados de diseñar
regulaciones deben dejar de lado las discusiones polémicas
y reconocer la importancia de fomentar el desarrollo de empleados
leales y motivados en los servicios financieros. La apresurada
imposición de límites de remuneración
sólo desplazará a talentoso capital humano a
empresas extranjeras y erosionará el liderazgo tradicional
de las instituciones financieras estadounidenses. Recomendamos un
sistema en que la remuneración basada en el capital y los
sueldos sean entregados a lo largo de un período de tiempo
relativamente largo.
La porción en efectivo de esta
compensación debería poder aumentar o caer a lo
largo del período a una tasa consistente a los retornos de
la empresa. Así, los empleados no podrían
beneficiarse de los resultados a corto plazo y la toma de riesgos
en las instituciones estaría más
controlada.
Los mercados financieros estadounidenses están en
un momento único en su historia. Sin una reforma
exhaustiva y bien planeada, el liderazgo estadounidense en las
finanzas globales podría estar en peligro y la
incertidumbre sobre las reglas de juego podría minar la
recuperación y el crecimiento. Para restablecer la
confianza, los encargados de diseñar las políticas
económicas en EE.UU. deben crear un entre
súper-regulador fuerte y promover las valuaciones basadas
en el mercado para los balances de las compañías
financieras. Tal programa enviaría un poderoso mensaje de
transparencia e integridad a los mercados.
(Weill es el ex presidente de Citigroup. Kraushaar es un
socio gerente de Roaring Brook Capital)
– En defensa del uso de información privilegiada
en los mercados (The Wall Street Journal –
4/11/09)
Para el académico Donald J. Boudreaux, los
operadores que transan acciones con base en su conocimiento sobre
una empresa ayudan a mantener los precios más
honestos
(Por Donald J. Boudreaux)
Los demonios más aterradores en
el mundo de los negocios son los operadores que transan con
información privilegiada, escondidos detrás del
escritorio de todas las firmas de corretaje y sentados en las
mesas de restaurantes de cuatro estrellas. Susurran oscuros
secretos corporativos en los oídos de especuladores
corruptos e infligen daños sobre inversionistas comunes y
corrientes.
Es hora de dejar de contar historias de
terror. Los agentes federales están malgastando su tiempo
esposando a operadores de fondos de cobertura como Raj
Rajaratnam, el financiero acusado recientemente de negociar con
información privilegiada ligada a IBM, Google y otras
grandes compañías. La realidad es que la
información privilegiada es de utilidad para los mercados
y los inversionistas y es imposible impedirla por la
fuerza.
Determinar las diferencias entre la negociación
con información privilegiada legal e ilegal es algo
fútil, y no es de ayuda a los inversionistas. Lejos de ser
tan perjudicial para la economía que su práctica
debe ser penalizada por ley, los operadores que compran y venden
acciones según su conocimiento juegan un papel importante
en mantener la honestidad de los precios, al impedir que las
cotizaciones de las acciones mientan al público acerca de
las realidades corporativas.
La prohibición de la
negociación con información privilegiada impide al
mercado ajustarse lo más rápido posible a cambios
en la demanda y el suministro de activos corporativos. El
resultado son precios que mienten. Y cuando los precios mienten,
los participantes en el mercado son inducidos por error a
comportarse de maneras que les perjudican no sólo a ellos
sino también a la economía en general.
¿Recuerda la imposición de techos sobre el
precio de la gasolina en Estados Unidos en los años 70? Al
hacer que los precios de venta mientan sobre el nivel de escasez
del petróleo, ese techo hizo que los estadounidenses
malgastaran un sinnúmero de horas en colas para comprar
gasolina. Este tipo de ineficiencias ocurren cuando los activos
corporativos no tienen los precios que verdaderamente
corresponden.
Suponga que una mala gestión lleva a la empresa X
al borde de la bancarrota. Ya que no tienen escrúpulos,
los gerentes de la empresa X consiguen ocultar su peligrosa
situación financiera al público. Durante esta fase
de mentiras, los precios de la acción de la empresa X
estarán demasiado altos. Los inversionistas
comprarán acciones de la empresa X a precios que ocultan
el destino inminente de la compañía. Los acreedores
extenderán financiación a la empresa X en
términos que no compensan los riesgos reales que
están asumiendo sin saberlo. Tal vez algunos empleados de
la empresa X rechazarán buenas ofertas de empleo en otras
firmas para permanecer en la que creen es una sólida
empresa X.
En algún momento, claro, esos inversionistas,
acreedores y empleados que han sido desinformados sufrirán
pérdidas financieras. Pero la economía en general,
también. El capital que de otra forma habría sido
invertido en firmas más productivas que la empresa X nunca
llega a esas firmas. Así que, contrario a lo que
habría pasado si la gente no hubiera sido engañada
por el alto precio de las acciones de la empresa X, esas firmas
mejor gestionadas no pueden incrementar su eficiencia como lo
harían de otro modo. No expanden tanto sus operaciones. No
crean tantos buenos empleos. Los consumidores no disfrutan del
mayor nivel de producción, mejor calidad de producto y
precios más bajos que se habrían conseguido de otra
manera.
En resumen, la eficiencia económica general se ve
reducida.
Es de interés público, por
ende, que los precios se ajusten lo más rápido y
completamente posible a las condiciones económicas de
base, para conferir a los participantes en el mercado de la
manera más clara posible la situación
real.
Tal y cómo argumentó de manera convincente
Henry Manne en su libro de 1966 Insider Trading and the Stock
Market, (algo como Información privilegiada y el mercado
bursátil), las restricciones al uso de información
privilegiada impiden que los precios de los activos se ajusten de
esta manera. Manne, decano emérito de la escuela de leyes
de la Universidad de George Mason, señaló que
cuando los operadores transan usando su información
privada, hacen que los precios de los activos reflejen esa
información de modo más rápido de lo que
sucedería de otra manera y por lo tanto impulsan a otros
participantes en el mercado a tomar mejores
decisiones.
Ese logro puede tener ramificaciones más
allá de un aumento de varios puntos porcentuales en el
crecimiento de la productividad.
Según Manne, los escándalos corporativos
como los de Enron y Global Crossing ocurrirían con mucha
menos frecuencia e impondrían costos menores si el
gobierno no prohibiera el uso de información privilegiada.
Como dijo Manne hace unos años en una entrevista
radiofónica, "no creo que los escándalos hubieran
ocurrido si fuera permitido el uso de información
privilegiada, porque hubiera habido suficientes personas en esas
compañías al tanto de lo que estaba pasando, y que
no hubieran resistido la tentación de enriquecerse
negociando con esa información, y la bolsa habría
reflejado esos problemas muchos meses antes de lo que lo hizo en
realidad, con este sistema regulatorio ridículo que
tenemos".
Otro beneficio potencial de eliminar la
prohibición del uso de información privilegiada es
explicado por el economista de la Universidad de Harvard Jeffrey
Miron: "En un mundo sin este tipo de prohibición, los
pequeños inversionistas podrían temer a negociar
acciones individuales y tendrían un mayor incentivo para
diversificar; lo que también es algo bueno".
La competencia sancionará a las firmas que sean
demasiado, o muy poco inclusivas con la información que
protejan de las negociaciones con información
privilegiada.
Este método competitivo descentralizado para
determinar qué información puede usarse y
cuál no, menos burocrático y politizado, es
preferible a la prohibición total actual. Al permitir a
las compañías, mientras compiten por capital, que
experimenten con diferentes métodos para lidiar con el uso
de información privilegiada, podríamos descubrir
qué prohibiciones funcionan mejor para cada firma, al
tiempo que la política quedaría al margen de esta
importante labor.
(Donald J. Boudreaux es profesor de economía en
la Universidad de George Mason y académico invitado en
Mercatus Center)
– Esté preparado para lo peor…. Lo que nadie se
atreve a decir (Intereconomía – 4/11/09)
(Por Eduardo Bolinches)
Hoy me gustaría traducirles un artículo
que he leído este fin de semana y con el que estoy
TOTALMENTE DE ACUERDO. Está escrito por Ron Paul, que es
un congresista republicano de Texas. Sinceramente muy
interesante!!!
Un gran número de expertos afirman que ya hemos
pasado lo peor de la recesión. Los brotes verdes de la
recuperación están supuestamente apareciendo por
todo el país, y se espera que la economía reanude
pronto el crecimiento a tasas anuales del 3% y 4%. Muchos de
estos expertos son las mismas personas que insistían el
año pasado que la economía seguiría
creciendo a pesar que ya estaba claro que entonces
estábamos en las primeras etapas de una
recesión.
Una falsa recuperación
está en marcha. Me acuerdo de las perspectivas en 1.930,
cuando los expertos estaban seguros de que lo peor de la
depresión había pasado y que la recuperación
estaba a la vuelta de la esquina. La economía y la bolsa
parecía estar recuperándose, y había
optimismo en que la recesión, como otras muchas
anteriores, habría terminado en un año e inclusive
menos. En cambio, las políticas intervencionistas de
Hoover y Roosevelt provocaron que la depresión empeorara,
y el Dow Jones Industrial Average no se recuperó a los
niveles de 1.929 hasta 1.954. Me temo que nuestros
estímulos y programas de rescate ya han hecho demasiado
para evitar que la economía se recuperase de una manera
natural y resultara otra burbuja de activos.
Cada vez que el Banco Central interviene
para bombear billones de dólares al sistema financiero, se
crea una burbuja que eventualmente debe desinflarse. Hemos visto
los resultados de las tasas de interés excesivamente bajas
de Alan Greenspan: la burbuja inmobiliaria, la explosión
de los préstamos de alto riesgo y la posterior
explosión de la burbuja, que hirió a numerosas
instituciones financieras. En lugar de permitir que el mercado
corrija por sí sólo y se limpie de los peores
excesos del período del boom, la Reserva Federal y el
Tesoro de los EE.UU. se han puesto de acuerdo para poner a los
contribuyentes la deuda de varios billones de dólares. Los
bancos e instituciones financieras que asumieron los mayores
riesgos, han sido recompensados con miles de millones de
dólares de los contribuyentes, lo que les permite
sobrevivir y competir con sus compañeros que realizaron
una mejor gestión.
Esto no es nada más que la
creación de otra burbuja. Al intentar proteger a la
economía de la peor crisis por la explosión de la
burbuja de la vivienda, la Reserva Federal ha garantizado
definitivamente que sus políticas económicas
erróneas serán más severas de lo que
deberían haber sido. Incluso con las intervenciones
masivas, el desempleo se encuentra cerca de un 10% y
podría aumentar, los extranjeros están reduciendo
las compras de bonos del Tesoro y el balance de la Reserva
Federal sigue estando inflado por una cifra sin precedentes de 2
billones de dólares. ¿Alguien puede argumentar de
una forma realista que apuntalando algunos pequeños
indicadores económicos es un signo de que la
recesión ha terminado?
Lo más probable que pase es una
repetición de la Gran Depresión. Podemos tener
hasta un año o similar de una economía que crece
ligeramente por encima del estancamiento, seguido por un descenso
en el crecimiento mucho peor de lo que nadie ha visto en los dos
últimos años. En la medida que la caída del
mercado de la vivienda no retorne a la normalidad, los inmuebles
comerciales, comienzan a hundirse y los bienes de los fabricantes
de productos no pueden ser comprados por la deuda de los escasos
consumidores, y la economía se tambaleará. Y
así continuará hasta que lleguemos a aplicar
nuestros sentidos y pongamos fin a este gigantesco gasto del
gobierno.
La intervención del gobierno no
puede llevar al crecimiento económico. ¿De
dónde proviene el dinero para el programa del TARP
(Programa del Tesoro para comprar deuda incobrable a los bancos),
y para los estímulos en efectivo? Sólo puede venir
de los contribuyentes, de las ventas de bonos del Tesoro y por
medio de la impresión de dinero nuevo. Pagar por estos
programas es pura redistribución de los ingresos fiscales,
sólo se le saca el dinero del bolsillo a una persona y se
le da a otra sin más, sin crear nueva riqueza.
Además, los ingresos fiscales se han reducido
drásticamente, el desempleo ha aumentado, y sin embargo,
el gasto público sigue aumentando. En cuanto a los bonos
del Tesoro, los inversores chinos y extranjeros son cada vez
más reacios a comprarlos, porque están denominados
en dólares que se deprecian.
¡Venda todos sus papeles
rápido! Venda todas sus acciones, su 401k y su IRA (planes
de pensiones), y compre tractores, pistolas, oro, plata.
¡Algo real! Alquile su casa, su finca, su coche. Todo el
papel no tendrá ningún valor en pocos
años.
La única opción que queda
es que la FED cree nuevo dinero de la nada. Esto es
inflación. Los precios más altos conducen a un
dólar devaluado y a un menor nivel de vida de los
estadounidenses. La Reserva Federal ya ha supervisado un 95% de
pérdida de poder adquisitivo del dólar desde 1.913.
Si no paramos este despilfarro en breve, corremos el riesgo de
sufrir hiperinflación y ver una devaluación del 95%
cada año.
– Wall Street domina el mundo (El Confidencial –
7/11/09)
(Por Esteban Hernández)
Don Regan, consejero delegado de Merrill Lynch,
permanece al lado del presidente Reagan mientras éste
pronuncia un pequeño discurso. Pero debe estar
demorándose más de la cuenta, por lo que Don, que
comienza a impacientarse, se acerca al presidente de los EEUU con
cara seria y le espeta con tono firme: "Date prisa". Ronald
Reagan asiente y procede, con aire obediente, a agilizar su
intervención. La escena puede verse en la última
película de Michael Moore, Capitalismo, una historia de
amor, que se estrenará el próximo 20 de noviembre
en España, y donde el cineasta la utiliza como
metáfora de la relación entre el poder financiero y
el poder político: unos mandan, otros obedecen.
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