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El entorno del equilibrio martiano (página 2)



Partes: 1, 2

¿Estaban preparados los seguidores más
cercanos a Martì para dar continuidad a la obra
proyectada?; mucho han reflexionado nuestros historiadores sobre
la prematura muerte en Dos Ríos y la evolución de
los acontecimientos que se desarrollaron. Son innumerables las
cartas, disposiciones y hasta consejos en que el maestro expresa,
que la obra que ha de tener lugar debe llevarse a cabo con el
más absoluto rigor, organización, paciencia y
silencio, insistiendo continuamente en este último
aspecto; consideraba la discreción como un arma necesaria
y validad, como garantía del trabajo de
conspiración y acopio de armamentos para la gesta
independentista; conocido es que incluso se encargó de
alertar sobre ello en el periódico Patria en varias
ocasiones, pudiera expresarse que fue un baluarte en la
organización de la seguridad mambisa, e incluso,
artífice del contraespionaje.

En la ya universalmente conocida carta a su amigo Manuel
Mercado, que queda inconclusa por su muerte, expresa : " … en
silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay
cosas que para lograrla, han de andar ocultas, y de proclamarse
en lo que son, levantarían dificultades demasiados recias
para alcanzar sobre ellas el fin "; Martì concibió
decir cada cosa en su momento, ante el temor de dar
información al enemigo, que diera al traste con los
preparativos insurreccionales, sus ideas sólo eran
conocidas en el momento preciso, partiendo de una rigurosa
compartimentación. En las condiciones históricas de
asedio constante, de trabajo clandestino, de penetración
enemiga, de agentes norteamericanos siguiendo sus pasos, era
imposible, que las ideas más profundas del Apóstol
sobre diversos temas políticos no fueran conocidos, a
pesar de tener una fluida correspondencia con los principales
jefes vinculados a los preparativos de guerra; confió
parte de esas ideas a su principal amigo, esbozadas de forma
general, a él exponía sus principales
preocupaciones, agonías y dudas, como lo prueba su
correspondencia. Sus principales ideas políticas, las
más recientes y acabadas, las que definían los
destinos futuros de su vida, estaban esbozadas en sus
líneas generales, pero no conocidas en su
profundidad.

Sin lugar a dudas, los principales esfuerzos de
Martí, estuvieron encaminados a lograr la necesaria unidad
de todos los elementos que pudieran desembocarse en el torrente
independentista, a esta actividad consagró su
inteligencia; en carta a Máximo Gómez del 6 de mayo
de 1893 le expresaba que, " La fuerza entera la he gastado en
poner a nuestra gente junta, en torcerle las intrigas al gobierno
español, en salirme de la red que con sus visitas y
espionaje nos tiene en la casa propia, salvar la
revolución indudable de lo único que la amenaza: –
de la traición de los que la sirvieron una vez, y hoy
sirven al gobierno español [2]". En su
concepción estratégica, la organización de
la nueva guerra por la independencia, debía surgir sin el
lastre de la división, para esta fecha ya era un hecho el
Partido Revolucionario Cubano( 10 de abril de 1892) -dando a
conocer en el Periódico Patria el 14 de marzo de 1892 sus
Bases y Estatutos -; después de una larga, mesurada y
paciente labor política durante más de diez
años en la emigración.

Este acontecimiento trascendental para el futuro de la
revolución, la diferenciaba radicalmente de su antecesora,
adoptando el proceso una cualidad superior, exclusivo del
ámbito americano. Concebir el partido, no solo para la
independencia de Cuba, sino para fomentar además la de
Puerto Rico; esbozaba los objetivos en la nueva república,
prevenía de los peligros internos y externos que
podían amenazar el proceso independentista cubano. Al
firmar Máximo Gómez junto a Martì el
Manifiesto de Montecristi, el 25 de mayo de 1895,
reconocía la existencia y conducción del proceso
gestado por el maestro, y con el, al Partido Revolucionario
Cubano como órgano conductor, se comprometía con
sus bases y estatutos. El 24 de febrero de 1895, cuando fue
reiniciada la contienda, un sólido instrumento conductor
tenía la revolución.

En las Bases y Estatutos del Partido Revolucionario
Cubano, están claramente definidas las posiciones de
actuación ante posibles ingerencias extranjeras en el
proceso revolucionario cubano que se gestaba; se creaban las
condiciones para la extensión del movimiento a Puerto
Rico, aún colonia española, apuntando claramente
hacia unas Antillas libres e independientes, republicanas y
democráticas.

El Programa o Manifiesto de Montecristi, dejaba claro
que "La guerra de independencia de Cuba, nudo de haz de islas
donde se ha de cruzar, en el plazo de pocos años, el
comercio de los continentes, es suceso del gran alcance humano, y
servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas
presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y
al equilibrio aún vacilante del mundo [3]".
Martì, inmediatamente firmado el Manifiesto, dio
instrucciones para su rápida impresión y hacerlo
llegar a todos los que estaban implicados en la batalla por la
independencia, especial preferencia dio a las núcleos
organizados por el Partido Revolucionario Cubano y su
difusión al mundo para dar a conocer los objetivos que
llevaban a los cubanos a empuñar las armas nuevamente
contra el yugo colonial español.

De lo expuesto se desprende una conclusión a
todas luces fundamental:

En las Bases Programáticas del Partido
Revolucionario Cubano y Manifiesto de Montecristi, conocido
además, como el Programa de la revolución; que
resumen toda la obra creadora de José Martì en la
preparación de la guerra necesaria, están esbozadas
las concepciones martianas sobre el equilibrio del mundo y el
papel que han de jugar las Antillas libres para evitar la
expansión norteamericana en América. Al desaparecer
en combate Martì, se perdería el espíritu
político de llevar a vías de hecho lo expresado en
los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano y el Programa de
la Revolución; lo que inevitablemente favoreció a
los Estados Unidos de fin de siglo; se podría dar por
ternimada la política de " espera paciente ", patrocinada
por Tomás Jefferson en relación a Cuba, desde
inicios del siglo XIX , estaban, lo suficientemente consolidados
en el orden económico interior, como para poder rivalizar-
aún con el uso de la fuerza–, con cualquiera
potencia europea.

En las nuevas condiciones en que se organiza la
continuación de la gesta libertadora, sus cercanos
colaboradores en la preparación de la guerra no
conocían la profundidad de las ideas políticas en
Martì; el 23 de noviembre de 1893, desde New York le
expresaba a Máximo Gómez que, " A pura astucia
hemos ido salvando del gobierno el conocimiento de los
compromisos reales [4]", hasta qué punto el
viejo luchador no alcanzaba a ver la dimensión del ideal
político se aprecia en la misiva que le envía el 4
de enero de 1894, donde le expresaba, " El único libre,
mientras no tengamos patria libres, Antillas amigas y libres,
nuestra América libre, está en nuestros campos de
batalla. ¿Formas dice Ud., y diferencias de formas?
¡Ya verá cuán pocas!
[5]Existen particularidades y condiciones
objetivas que justifican la actuación en silencio; tiene
la peculiaridad el movimiento de ser organizado desde el
exterior,- fundamentalmente Estados Unidos-, y
simultáneamente su preparación en el interior de la
isla, lo que complejizaba en grado máximo la labor. Los
principales líderes, diseminados por Centroamérica,
demandaba una sostenida correspondencia en la fase preparatoria
de José Martì, con los principales implicados, en
el esclarecimiento y comunicación de las principales
orientaciones, siempre, bajo la presión del espionaje
español y los agentes norteamericanos.

Las propias implicaciones que a la luz de las leyes
norteamericanas pudiera causar la existencia del Partido
Revolucionario Cubano como fuerza rectora, mantenían la
constante preocupación en José Martì de
controlar personalmente hasta el último detalle todo lo
relacionado con el movimiento insurreccional; conocedor de la
hostilidad del gobierno de los Estados Unidos hacia la causa
independentista; podía el movimiento ser abortado, y no se
concebía su realización sin la participación
de la emigración cubana radicada en esa
nación.

En la carta de solicitud que realiza la
Delegación del Partido Revolucionario Cubano el 13 de
septiembre de 1892, escrita por José Martì, sobre
la incorporación de Máximo Gómez al proceso
liberador, expresaba,"Ud., que vive y cría a los suyos en
la pasión de la libertad cubana, ni puede, por su amor
insensato de la destrucción y de la muerte, abandonar su
retiro respetado y el amor a su ejemplar familia, ni puede negar
la luz de su consejo, y su enérgico trabajo, a los cubanos
que, con su misma alma de raíz, quieren asegurar la
independencia amenazada de las Antillas, y el equilibrio y
porvenir de la familia de nuestros pueblos en América
[6]", la formulada solicitud deja claro al general
que la causa cubana, va mucho más allá de la
independencia de Cuba y previene del expansionismo del norte.
Martì no puede concebir su plan sin la presencia de
Gómez y Maceo, representan ambos lo mejor de la pasada
contienda, de cualidades excepcionales para la conducción
de las operaciones militares y alto prestigio en el pueblo de
Cuba y la emigración. En su Diario de Campaña,
Gómez no hace referencias, ni antes, ni después de
la muerte de Martì al Manifiesto de Montecristi, tampoco
al Partido Revolucionario Cubano, en tanto son baluartes
sólidos de alto alcance político e
ideológico; mucho menos a la concepción martiana
sobre el equilibrio del mundo y al verdadero significado que
tendría la independencia cubana en el contexto
americano.

Pueden ambos jefes militares, llevar a vías de
hecho lo que no pudo ser alcanzado en la contienda del 1868, se
realizaría la invasión, se arrastraría a
todo el país en la contienda, bajo el influjo de los
órganos de poder de la revolución; enturbiada
ésta por el renacimiento de fuertes contradicciones entre
el mando militar y el gobierno civil por un lado y con la
Delegación del Partido Revolucionario Cubano por el otro;
llegado el momento, la crisis, llevaría a la
deposición de Gómez por la Asamblea y con esa
medida, cabo su propia desaparición el gobierno cubano; en
el norte, Estrada Palma, se encargaría de barrer la obra
en la que Martì cifró todas sus esperanzas,
unilateralmente desintegró el Partido Revolucionario
Cubano, el 20 de diciembre de 1898.

Cuando el 24 de octubre de 1898, se reúne la
Asamblea en Santa Cruz, Bartolomé Masò, Presidente
de la República en Armas, expone su mensaje; con sublime
candidez expresa: "Grande, inmensa es la gratitud que debemos los
cubanos, al gran pueblo de los Estados Unidos de América y
a la acción de ese pueblo y su gobierno nos inspira fe
completa y confianza verdadera [7]";
después de una guerra ganada en los campos de Cuba, a
prueba de la sangre derramada por el pueblo cubano, veía
en la intervención, una seguridad para alcanzar una
república independiente; viviría este patriota a
este error; expresión en esencia de una desviación
del pensamiento de José Martì.

Perdidos los órganos representativos del pueblo
cubano, no podía ni pensarse en la invocación del
pensamiento unitario de Martì, en tanto, después de
su muerte, no fue seguido por los principales líderes,
ante un hecho consumado como la intervención
norteamericana, la "confusión" creada en los principales
dirigentes, hacía imposible retomar, lo que sin dudas,
hubiera esclarecido a los patriotas sinceros que defendían
la causa de la independencia a toda prueba.

El texto martiano que da inicio a este trabajo, escrito
por el maestro a Federico Henríquez y Carvajal, en carta
de 25 de marzo de 1898 en Montecristi, Santo Domingo, junto a la
carta dirigida a su amigo Manuel Mercado, inconclusa, reflejan el
pensamiento antiimperialista de Martì del cual sus
más estrechos colaboradores, no se penetraron. El entorno
en el cual se proyectaron las ideas sobre el equilibrio del
mundo, hacían imposible su aplicación, no estaban
dadas las condiciones subjetivas, ni objetivas para llevarlo
adelante.

El Tratado de París, de fecha 10 de diciembre de
1898, ponía fin a la guerra cubano-hispano-norteamericana.
Se abría un nuevo capítulo en las relaciones de los
cubanos con los Estados Unidos, ahora bajo la constante
permanencia del soldado norteamericano en suelo cubano. Admitida
esta intervención como un hecho por los principales
líderes independentistas, se aprestaron a reducir sus
consecuencias y limitarla al menor espacio de tiempo posible.
Diez días después de firmados los acuerdos del
Tratado, Tomás Estrada Palma proclamaría
unilateralmente la disolución del Partido Revolucionario
Cubano; obra a la cual José Martí le había
dedicado todo su talento y genio creador. Tales circunstancias no
podían ser peores para el pueblo cubano, que veía
receloso la presencia norteamericana en su suelo.

Las expectativas martianas sobre la contienda que
finalmente comenzaría el 24 de febrero de 1895,
están diseminadas en cartas, documentos de la
Delegación del Partido Revolucionario Cubano, Manifiesto
de Montecristi, etc. De ellos hemos extraído la misiva
enviada al patriota Juan Arnao, fechada en N. York el 5 de
Diciembre de 1887, en la cual expresaba:

Que continuamos la revolución para fomentar y
hacer imperar el carácter natural cubano, suficiente a la
república pacífica, y para impedir que, so pretexto
de independencia, se adueñen de la revolución los
caracteres desconfiados, autocráticos o extranjeros que
impedirían el triunfo de la guerra y la paz cordial
después de ella [8]

Las circunstancias históricas que finalmente
determinan la intervención, están dadas en la
política seguida por sucesivas administraciones
norteamericanas durante el siglo XIX, donde condiciones internas
de la Isla, correlación de fuerzas internacionales, y
hasta el propio nivel de desarrollo alcanzado por los Estados
Unidos, se entrelazan. Apreciar este juego de acciones en el
contexto al cual hacemos referencia no estaba dado a la
dirigencia mambisa posterior a la caída de José
Martí; aún cuando un espíritu
patriótico preclaro estaba presente en gran parte de
ellos.

Para finales del año 1897 y principios del 98 la
contienda estaba virtualmente decidida a favor de las armas
cubanas. Para entonces, los órganos representativos del
pueblo cubano, nunca habían sido reconocidos por los
gobiernos norteamericanos, a pesar de los cuantiosos esfuerzos
que se habían realizado por alcanzarlo.

La Resolución Conjunta aprobada por el Congreso
norteamericano el 18 de abril de 1898, sancionada por el
presidente Mc Kinley el 20 del mismo mes, establecía en su
apastado primero," Que el pueblo de la Isla de Cuba es y de
derecho debe ser libre e independiente" [9]y en su
aspecto cuarto declaraba "…que no tienen deseos ni
intención de ejercer soberanía, jurisdicción
o dominio sobre dicha isla…" [10]Estas
declaraciones, con fuerza de ley, bastaron a la dirigencia
revolucionaria cubana para dar todo su apoyo a la
intervención, a pesar de no estar reconocido el Gobierno
de la República en Armas por el gobierno de los Estados
Unidos. La demagógica Resolución Conjunta, puede
considerarse como la justificación desencadenante de la
guerra contra España ante la opinión pública
norteamericana; a la vez que, una sutil treta para lograr el
apoyo del campo insurrecto cubano con el cual no se sentía
comprometido. Para tan altos rejuegos políticos, no
existían figuras que pudieran dar claras respuestas, ni
las necesarias reflexiones a las fuerzas
revolucionarias.

Con la presencia del soldado norteamericano en suelo
cubano, se convoca una nueva Asamblea de Representantes; la cual
inició sus sesiones el 24 de octubre de 1898 en el poblado
de Santa Cruz, en Camaguey; esta se enfrentaba ante la disyuntiva
de abordar una situación de intervención, no
prevenida por la Asamblea de Representantes efectuada en La Yaya
entre los meses de septiembre y octubre de 1897; de la cual
había brotado una nueva constitución. Los
representates reunidos tenían ante sí además
el hecho consumado e inconsulto de ver una Constitución
Provisional que unilateralmente había sido proclamada por
Leonardo Wood desde su Cuartel General en Santiago de Cuba; el 20
de octubre, cuatro días antes de la concertación
cubana. Una vez más, no se admitía la existencia de
los órganos de representación cubanos. Se ultrajaba
de hecho al pueblo cubano y las instituciones que habían
sido creadas por la revolución; tal como habían
hecho con el General Calixto García, al no permitirle la
entrada en Santiago de Cuba después de haber caído
esa fortaleza; lo cual constituyó un acto humillante para
el Ejército Libertador y para las fuerzas revolucionarias
en general.

Al inaugurar las sesiones de este cónclave, el
Presidente Bartolomé Masó, rindió un
informe, más conocido como mensaje, de la labor realizada
por el gobierno y de la difícil coyuntura por la que
atravesaba el pueblo cubano. Hasta dónde la incredulidad
hacia la política norteamericana había hecho mella
en las fuerzas independentistas, lo manifiesta su
exposición. "…la independencia se ha obtenido para
Cuba y para todos los cubanos; la victoria de la
Revolución es el triunfo de Cuba,…."
[11]

En el mismo exponía además que el gobierno
norteamericano, "nos inspira fe completa y confianza verdadera".
La dirigencia mambisa no podía en ningún caso
presentar un cuerpo de conceptos políticamente
fundamentados, que aseguraran la plena soberanía ante el
hecho consumado de la intervención; es más sus
fuerzas se dividieron.

De esta Asamblea se derivó el acuerdo de enviar
una comisión ante el gobierno de los Estados Unidos, con
el objetivo de adquirir subsidios suficientes para resolver la
difícil situación de los miembros del
Ejército Libertador, ante la alternativa de incorporarse a
la nueva vida en condiciones de paz. Presidida ésta por el
Mayor General Calixto García; no encontró apoyo a
sus planteamientos; regresó a la patria cargada de
tristeza por la muerte del Mayor General en los Estados Unidos y
no haber cumplido con el encargo proyectado.

Fijadas las bases de la paz entre España y los
Estados Unidos, en el Tratado de París de 10 de Diciembre
de 1898. No mencionaba lo relativo al reconocimiento de la
independencia de la Isla de Cuba. En su artículo XVI se
asentaba un oscuro precedente para el futuro de Cuba. Expresaba
que "…al terminar dicha ocupación,
aconsejarán al Gobierno, que se establezca en la isla, que
acepte las mismas obligaciones ". Los cubanos, que no
habían comparecido a la mesa de negociaciones, no
podían conocer la profundidad de las intenciones de la
política norteamericana, siempre disfrazada de las mejores
"intenciones" para el futuro de la isla de Cuba. De ahí
que se sujetaran a la única cuerda posible para defender
los intereses de la creída independencia alcanzada: La
Resolución Conjunta aprobada por el Congreso y sancionada
por el Presidente Mc Kinley.

Trágicas consecuencias para la unidad de los
revolucionarios cubanos ante los manifiestos hechos de traspaso
de Cuba, de colonia española a colonia norteamericana, lo
sería la deposición del General en Jefe,
Máximo Gómez, por la Asamblea del Cerro el 12 de
marzo de 1899. La estela dejada, llevó invariablemente a
la desaparición de la propia Asamblea; quedando el pueblo
cubano sin representación alguna ante el interventor. No
es el interés de este trabajo analizar estos
acontecimientos, ni el modo en que se produjeron, sino la
resultante final que dejaba el campo abierto a los designios
imperialistas: la falta de unidad y la carencia de un
órgano que diera coherencia al enfrentamiento con el
interventor extranjero. Se frustra el segundo intento de
formación del Estado Nacional Cubano, el cual
quedaría postergado hasta la segunda mitad del siglo XX.
La obra martiana queda inconclusa para otra oportunidad; en tanto
que hecha añicos la concepción martiana sobre el
equilibrio estratégico que ponderaría la
independencia al evitar la expansión de los Estados Unidos
hacia los pueblos del sur de América quedaría
pendiente.

Desbrozado el camino para el logro de los fines que
dieron inicio a la intervención – perpetuar la
dominación imperialista en Cuba – , se dio a conocer el 25
de julio de 1900 la Orden 301, del Cuartel General de la
División Cuba, en La Habana; dando a conocer la
convocatoria para la organización de la Convención
Constituyente; a saber, dejar constituido un gobierno de
"representación" nacional ajustado a los intereses
norteamericanos. En ella se fijaba la elección de
delegados para la convención, la cual debía iniciar
sus sesiones a principios del mes de noviembre; con el claro
propósito de adoptar una constitución para el
pueblo de Cuba. El enunciado expuesto en la orden de
"…proveer y acordar con el Gobierno de los Estados Unidos
en lo que respeta a las relaciones que habrán de existir
entre aquel gobierno y el Gobierno de Cuba "[12];
prefijaba con antelación el estatus de las relaciones con
aquel país, que no era otro que de la sujeción al
dominio imperial, con derecho exclusivo para el yanqui. En el
discurso de apertura de la convención el 5 de septiembre
de 1900, Leonardo Wood, volvería a insistir ante los
delegados cubanos reunidos en idénticos términos.
Los propósitos quedaron claramente delineados en el
Informe de Elihu Root, Secretario de la Guerra a Leonardo Wood,
Gobernador Militar de Cuba. El informe fechado en Washington el 9
de febrero de 1901 trazaba en sus líneas generales los
principales códigos de lo que posteriormente sería
la Enmienda Platt, y resumía la política
norteamericana llevada a cabo durante un siglo:

Tanto Jefferson como Monroe y Jhon Quincy Adam, Jackson,
Van Buren, Clay, Webster y Everett han estado todos de acuerdo en
considerar esta circunstancia como indispensable a los intereses
y a la protección de los Estados Unidos
[13]

Esta política venía a plantear que no
sería aceptada ninguna intervención de potencia
extranjera alguna en los asuntos de Cuba, excepto por
España. Estos designios fueron mantenidos a lo largo del
siglo XIX, y hasta que las condiciones de espera facilitaran la
intervención, lo que como hemos analizado, estaban ya
presentes hacia finales de la centuria.

Se despejaba en el informe las intenciones sobre las
futuras relaciones que debían ser adoptadas entre Cuba y
los Estados Unidos, lo cual constituía la principal
preocupación para la política norteamericana; dado
el profundo sentimiento independentista existente en el pueblo
cubano, ya probado en dos largas contiendas contra el
colonialismo español y el gran apego de la dirigencia
mambisa a ese objetivo. En el mismo se
señalaba:

Nos encontramos en una posición tal que, para,
protegernos a nosotros mismos, por el hecho de haber expulsado a
España de Cuba, hemos venido a convertirnos en los
fiadores de la independencia cubana y en los fiadores
también de un gobierno estable y de orden que garantice
las vidas y las haciendas en dicha isla
[14]

Se deja claramente definido el tipo de relaciones;
denominadas "especiales", que debían existir entre los dos
países, según eran los propósitos del
Presidente Mc Kinley, manifestados en varios discursos. Ese y no
otro fue el camino que condujo a la Enmienda Platt y al
nacimiento de una república neo colonial el 20 de mayo de
1902 A pesar de existir un núcleo opositor a tales
designios, no encontraron el lenguaje de la concordia y la
unión para entablar batalla. Ensombrecido el lenguaje
martiano, tendrían que ser otras generaciones los
portadores de sus concepciones para enfrentarse al imperialismo
norteamericano.

Anexo

Parte del Informe de Elihu Root, Secretario de la
Guerra de los Estados Unidos a Leonardo Word, gobernador Militar
de Cuba.

Washington, febrero 9 de 1901.

El pueblo de Cuba debe desear que en su ley fundamental
se incorporen prescripciones que en substancia sean como
sigue:

  • 1- Que ningún Gobierno que se organice
    con arreglo a la Constitución se considerará
    con poder para celebrar ningún tratado o convenio con
    ninguna potencia extranjera que propenda a comprometer la
    independencia de Cuba o a intervenir ni a conferir a dicha
    potencia extranjera ningún derecho ni privilegio
    especial sin el consentimiento de los Estados
    Unidos.

  • 2- Que ningún Gobierno que se organice
    con arreglo a la constitución tendrá poder para
    contraer o aceptar ninguna deuda pública que exceda de
    la capacidad rentística ordinaria de la Isla,
    después de sufragar los gastos indispensables del
    Gobierno y para los intereses de dicha deuda.

  • 3- Que al efectuarse la entrega del dominio de
    Cuba, el Gobierno que se establezca con arreglo a la nueva
    Constitución de Cuba conviene en que los Estados
    Unidos se reservan y retienen el derecho de
    intervención para la conservación de la
    independencia cubana y el mantenimiento de un Gobierno
    estable que proteja de una manera adecuada las vidas,
    haciendas y libertades individuales y que cumpla todos los
    deberes y obligaciones que el Tratado de París le
    impone a los Estados Unidos respecto a Cuba y que ahora
    acepta el Gobierno de Cuba.

  • 4- Que todos los actos del gobierno militar,
    así como todos los derechos admitidos con arreglo al
    mismo, han de ser válidos y se mantendrán y
    protegerán.

  • 5- Que a fin de facilitarle a los Estados
    Unidos el cumplimiento de los deberes que le sobrevienen por
    virtud de las prescripciones que anteceden y para su propia
    defensa, los Estados Unidos pueden adquirir y poseer el
    título de terrenos para establecer estaciones navales,
    y mantenerlas en ciertos puntos o lugares
    determinados.

Documentos para la Historia de Cuba. Hortensia Pichardo.
Tomo II. Pág. 107-108

Editorial de Ciencias Sociales. 1971.

Copia fiel.

 

 

Autor:

Carlos Santiago Coll Ruiz

Especialista. Archivo Histórico Provincial. Santa
Clara. Villa Clara.

[1] La Expansión Territorial de los
Estados Unidos. A expensas de España y los Países
Latinoamericanos. Editorial Nacional de Cuba. La Habana, 1964.
Pág. 11.

[2] José Martì, Obras
Escogidas, Tomo III, Pág. 220, Editorial de Ciencias
Sociales. La Habana, 2002.

[3] Manifiesto de Montecristi, José
Martì, Obras Escogidas, Tomo III, Pág. 517.
Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2002.

[4] Carta a Máximo Gómez.
José Martì, Obras Escogidas, Tomo III,
Pág. 296.Editorial de ciencias Sociales. La Habana,
2002.

[5] Carta a Máximo Gómez.
José Martì. Obras Escogidas, Tomo III Pág.
313. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2002.

[6] Diario de Campaña del Mayor
General Máximo Gómez, Pág. 569.Impreso en
los Talleres del Centro Superior tecnológico de Ceiba
del Agua, Habana.

[7] Documentos para la Historia de Cuba.
Hortensia Pichardo. Tomo I, Pág. 535 .

[8] Anales de la Academia de la Historia de
Cuba. Tomo XI. Enero- Diciembre, 1929. Pág. 95. La
Habana. Imprenta “El siglo XX”.

[9] Documentos para la Historia de Cuba. Tomo
I. Hortensia Pichardo. Paág. 510. Editorial de Ciencias
Sociales. 1971.

[10] Documentos para la Historia de Cuba.
Tomo I. Hortensia Pichardo. Pág. 510. Editorial de
Ciencias Sociales. 1971.

[11] Documentos para la Historia de Cuba.
Tomo I. Hortensia Pichardo. Pág. 534. Editorial de
Ciencias Sociales. 1971.

[12] Documentos para la Historia de Cuba.
Tomo II. Hortensia Pichardo. Pág. 71. Editorial de
Ciencias Sociales. 1971.

[13] Documentos para la Historia de Cuba.
Tomo II. Hortensia Pichardo. Pág. 106. Editorial de
Ciencias Sociales. 1971.

[14] Documentos para la Historia de Cuba.
Tomo II. Hortensia Pichardo. Pág. 106. Editorial de
Ciencias Sociales. 1971.

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