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Marxismo y socialismo en Mariátegui (página 2)




Enviado por Rigoberto Pupo



Partes: 1, 2

Ante el fatalismo y el espontaneísmo que propala
la versión metafísica
y dogmática del marxismo, el
Amauta, al igual que Gramsci, Lukacs y otros marxistas, postula
una filosofía de la subjetividad
–entiéndase no subjetivista–, de la praxis, de la
realidad concreta. Una filosofía que entiende que "el
sujeto de la historia es, ante todo,
el hombre. La
economía, la política, la religión son formas
de la realidad humana. Su historia es, en su esencia, la historia
del hombre"[4].

Este historicismo dialéctico
antropológico, en el mejor sentido del término,
calificado por algunos autores como historicidad absoluta con
resonancia vitalista que recuerda a Bergson, Crece, Sorel y otros
representantes del idealismo
contemporáneo, está permeado del espíritu
del marxismo auténtico; y más que negarlo lo afirma
como método de
subversión de la realidad y teoría
del cambio.

Es evidente la influencia de filósofos no marxistas, pero integrada a
una totalidad que le imprime nuevos sentidos y cauces de
concreción, en correspondencia con el ideal que preside la
actuación de Mariátegui. "Varios aspectos en la
amplia difusión del bergsonismo –por ejemplo la
trayectoria de Romain Rolland (…) y ciertos acentos en el eco
múltiple (…) que tenía en América
Latina– indican que, traspuesto en un ambiente
social correspondiente, el bergsonismo podía transformarse
en la base de un humanismo que
se apoyaba en la capacidad creadora de los hombres y era, por
ende, progesista y potencialmente revolucionario. Para que se
realice plenamente sus potencias revolucionarias había que
despojarlo de su ropaje idealista y desarrollar los fundamentos
de un concepto
materialista del hombre. A esta tarea se dedicó
Mariátegui, quien, considerando la humanidad creadora como
la humanidad revolucionaria, transformó así la
naturaleza
misma del bergsonismo"[5].

En Mariátegui, la creación del hombre es
un proceso
eminentemente social y adquiere entidad real en la sociedad. No
es un acto de introspección psicológica, dimanante
de procesos puros
de la conciencia. No es
la conciencia que accede a la realidad, y la organiza en
generaciones sucesivas, sino el hombre consciente,
práctico, que realiza su ser esencial en la medida que
convierte la realidad en su objeto, acorde con sus necesidades e
intereses. Sobre esta base es posible comprender el problema.
Mariátegui "asume" a Bergson a través de Sorel y
Renan,[6] pero lo adecua a su fin, y extrae
consecuencias revolucionarias. Su utilización del mito
–que tanto se le critica – también se integra
a su concepción marxista del hombre y la sociedad, y con
maestría logra identificarlo con la capacidad creadora del
hombre, su fuerza
espiritual, en fin, con la revolución. Con esta concepción el
concepto del mito pierde el significado que tiene en las fuentes
asimiladas para adquirir un sentido político clasista muy
definido. "Lo que más neta y claramente diferencia en esta
época a la burguesía y al proletariado
–escribe el Amauta – es el mito. La burguesía no
tiene ya mito alguno. Se ha vuelto incrédula,
escéptica, nihilista.

El mito liberal renacentista ha envejecido demasiado. El
proletariado tiene un mito: la revolución social. Hacia
ese mito se mueve una fe vehemente y activa. La burguesía
niega; el proletariado afirma"[7].

Mariátegui está consciente que la
teoría del mito y la acción
–no olvidar la connotación que él le atribuye
– es la antítesis del sesgo positivista y
economicista que había tomado al marxismo de la segunda
internacional, "que había dejado de serlo casi desde su
origen"[8].

La teoría del mito y la acción en su
visión, "restituye al marxismo la misión
revolucionaria (…) y establece las bases de una
filosofía de la revolución, profundamente
impregnada de realismo
psicológico y sociológico…[9] es
decir, de un marxismo que hace del hombre, en tanto sujeto,
centro de su teoría y su praxis. El mito cumple la
función
de medio catalizador de energía creadora, en virtud de
encarnar un ideal humano engendrado por la realidad social. Si
ciertamente Mariátegui no niega la existencia del mito en
el hombre individual, atribuye más importancia al pueblo,
a las masas populares en la elaboración de ideales,
forjados en la fuerza telúrica de la fe por algo que
representa su existencia misma como clase,
grupo,
nación.
"Los profesionales de la inteligencia
no encuentran el camino de la fe; lo encontrarán las
multitudes. A los filósofos les tocará, más
tarde, codificar el pensamiento
que emerja de la gran gesta
multitudinaria"[10].

En este sentido la teoría del mito y la
acción, más que expresar idealismo
histórico, en Mariátegui no hace más que
concretar su concepción histórico-materialista del
hombre y la sociedad, así como sustanciar un proyecto, que
concibe la ley
histórica y la actividad consciente de los hombres en su
interacción recíproca. Ciertamente,
los hombres hacen la historia con arreglo a leyes objetivas,
pero las leyes sociales y su devenir, tienen lugar a
través de la actividad humana, adecuada a fines que
impulsan la realización efectiva de lo que se
quiere.

Se trata de un filosofar –por supuesto no
sistematizado – enraizado en el hombre y su magna espiritualidad,
sustentado en ideales que cualifican valores
dirigidos al progreso humano. Ideales que, por su naturaleza
revolucionaria, trasuntan imaginación y creación.
Esto lo corrobora el Amauta en nuestra propia historia. "Bolívar
tuvo sueños futuristas. Pensó en una
confederación de estados indo-españoles. Sin este
ideal, es probable que Bolívar no hubiese venido a
combatir por nuestra independencia.
La suerte de la independencia del Perú ha dependido, por
ende, en gran parte, de la aptitud imaginativa del
Libertador"[11].

La imaginación, como posibilidad de trascender el
ser, superarlo y dirigirse al deber-ser y como proyección
al porvenir, en un proceso pleno de fantasía, en
Mariátegui como hombre fundador, resulta insoslayable.
Pero sin hipostasiarla de la realidad, pues en su criterio,
(…) "podría decirse que el hombre no prevé
ni imagina, sino lo que ya está germinando, madurando, en
la entraña oscura de la
historia"[12].

Esta tesis, si bien
afirma la libertad
humana, en tanto posibilidad de poner los fines, en virtud de la
potencialidad de la subjetividad humana para proyectar
utopía, no niega la necesidad objetiva
condicionante[13]Por eso Mariátegui,
asumiendo a Hegel, y
también a Marx, explica la
fuerza creadora del ideal como una consecuencia, al mismo
tiempo, de la
resistencia y del
estímulo que éste encuentra en la
realidad"[14].

Es indudable que la cosmovisión del Amauta en
torno al hombre y
la sociedad está cimentada en una comprensión
dialéctica y materialista de la actividad humana y las
condiciones generales en que deviene: necesidad – interés
– fin – medios y
condiciones; concebida como un todo sistémico –
procesal, en cuyo transcurso lo ideal y lo material a
través de la praxis se convierten
recíprocamente.

Una comprensión tal del problema,
independientemente de los conceptos que emplea Mariátegui
y de las "inconsecuencias" que se le atribuyen, concentra el
núcleo del marxismo-leninismo creador,[15]
la esencia viva de su espíritu y al mismo tiempo, le
otorga especificidades propias al discurso del
fundador del Marxismo latinoamericano.

En correspondencia con lo anterior, es más
productivo acercarse al Amauta, no para indagar hasta que punto
su marxismo coincide o no con el modelo
teórico que reputamos como válido, sino en
qué medida su marxismo fue expresión de la realidad
estudiada, del objeto investigado y si efectivamente devino
autoconciencia de su tiempo histórico. Precisamente su
"llamada heterodoxia", en él fue un ejercicio perenne de
seguir la realidad en sus contradicciones reales, de ser fermento
de su existir y devenir, sin necesidad de poner aditamentos
preconcebidos.

Estos rasgos cualificadores de la especificidad del
pensamiento filosófico social de Mariátegui,
encuentran concreción no sólo en sus teorías
sociológicas y políticas,
sino también en su quehacer crítico-literario, en
su estética.

Su comprensión de la praxis – deducible de
su obra, aunque no se defina con toda precisión – como
esencial relación sujeto-objeto y sujeto – sujeto,
donde lo ideal y lo material se convierten recíprocamente,
devienen idénticos, constituye el fundamento
metodológico de sus concepciones. "La ficción
–razona el Amauta – no es anterior ni superior a la
realidad como sostenía Oscar Wilde; ni la realidad es
anterior ni superior a la ficción como quería la
escuela
realista[16]Lo verdadero es que la ficción
y la realidad se modifican recíprocamente. El arte se nutre de
la vida y la vida se nutre del arte. Es absurdo intentar
incomunicarlos y aislarlos. El arte no es acaso sino un
síntoma de plenitud de la vida"[17].
Mariátegui, no niega la primacía de lo material,
respecto a lo ideal. Todo lo contrario, lo afirma y es
consecuente con ello. Lo que no significa simplificar el proceso
de aprehensión de la realidad por el hombre en el devenir
recíproco de lo objetivo-subjetivo y viceversa. Es en la praxis
donde lo material y lo ideal se identifican, en el sentido que el
hombre actuando sobre la realidad la convierte en su objeto de
conocimiento,
valoración, práctica y
comunicación[18]Es un proceso complejo de
objetivación y subjetivación de la realidad en y a
través de la actividad que Mariátegui
también revela al asumir la literatura y el arte. Con
ello restituye y afirma el papel activo y creador de la
conciencia de los hombres, tanto en su expresión
individual como social. Por eso, "cuando escruta –se
refiere a la obra de arte- cómo se revelan en ella el
hombre y el medio, lo hace para captar su trascendencia, el
origen y la proyección de su mensaje. No se
limitará a los horizontes de una explicación
sociológica, una ubicación histórica, o una
divulgación anecdótica; ni habrá de
satisfacerse con la especiosa identificación de algunos
recursos
estilísticos o la glosa de su contenido ideológico;
porque mira la creación como un aliento vital, y
sólo a través de la concertada unidad de la vida
hallará la explicación eficiente de su apariencia y
su íntimo temblor".[19]

A diferencia de Croce, Mariátegui no separa lo
subjetivo y lo objetivo en la creación artística,
ni concibe el hecho estético como intuición en la
cual el sujeto elabora y da forma a sus impresiones internas.
Como creación humana, el hecho estético se
constituye y realiza como un proceso subjetivo – objetivo,
en unidad recíproca. El propio modelo del sujeto (artista)
en su calidad subjetiva
tiene su correlato en la realidad, o partió de ella, y en
su movimiento, no
hace más que encarnarse en objeto, en objetivarse como
producto
humano, es decir, como lo subjetivo objetivado mediante la
acción práctica del hombre. Con razón
Mariátegui defiende la unidad e interacción
recíproca entre lo objetivo y lo subjetivo, pues
hiperbolizar uno u otro momento del proceso único,
sólo sirve para desvirtuar su esencia.

Esta forma específica de comprender el problema
tiene sus fundamentos –como ya se ha mostrado- en la
concepción que tiene Mariátegui del hombre y la
actividad humana. Para el Amauta, en la praxis, el hombre realiza
su ser esencial, cuyo proceso y resultado se encarna en el cuerpo
de la cultura.
Cultura, que en su connotación general, como producción humana (material y espiritual)
cualifica la medida de ascensión y progreso
humanos.

Esto propicia que en su estrategia
metodológica, tanto al asumir problema de naturaleza
sociológica, política, artística, etc.; la
historia y la cultura en permanente diálogo,
sean su materia prima
especial, y su decursar investigativo siga un cauce
socio-cultural antropológico.

Sobre estas premisas, que otorgan especificidades
propias al pensamiento filosófico –social de
José Carlos Mariátegui, y uniendo indisolublemente
oficio y misión, como hombre comprometido con la tragedia
humana, su espíritu innovador, revela la realidad y busca
lo autóctono, a partir de una obra creadora americana con
plena vocación de universalidad, es decir, aferrado a las
raíces y desde el presente peruano, interrogar a la
historia y a la cultura, para descubrir sus enigmas y así
acceder al futuro" (…) "Como líder
de su idea y orientador de un mundo por nacer, fue forzado a
mezclar, a equilibrar, -enfatiza Marinello- las esencias del
hombre apostólico –hombre en futuro- con las
virtudes presentáneas del realpolitiken. Quiso llevar a su
pueblo, a su gente americana, por caminos inéditos y le
fue preciso mostrarse a sí mismo la realidad de las
vías inestrenadas (…) Mariátegui fue el análisis leal, acucioso, perspicaz, pero
realizado desde un ángulo
apasionado[20]

Desde un ángulo apasionado –se trata de un
hombre fundador que cree en el valor de una
utopía cimentada en sus raíces- se ase a la
realidad y a su tiempo histórico. Un fuerte ideal que
media y sirve de acicate a su bregar heroico imprime
sustancialidad a sus concepciones sociológicas.
Aguijoneado por las exigencias de la realidad y su honda
sensibilidad humana, coincide con Barbusse que "hacer
política es pasar del sueño a las cosas, de lo
abstracto a lo concreto. La
política es el trabajo
efectivo del pensamiento social; la política es la vida.
Admitir una solución de continuidad entre la teoría
y la práctica, abandonar a sus propios esfuerzos a los
realizadores, aunque sea concediéndoles una amable
neutralidad es desertar de la causa
humana"[21].

En Mariátegui la causa humana es su razón
de ser, pero no entendida como profesión de fe abstracta,
emanada de una filantropía cultural quimérica,
homogénea, que proclama redención y libertad humana
fuera del drama humano. Todo lo contrario. Su ideal y los cauces
de realización efectiva tienen sus portadores en las
grandes masas, en el proletariado y la masa indígena,
capaces de hacer la revolución como prerrequisito de
reivindicación humana, pues "a la revolución no se
llega sólo por una vía fríamente conceptual.
La revolución más que una idea, es un sentimiento.
Más que un concepto, es una pasión. Para
comprenderla se necesita una espontánea actitud
espiritual, una especial actitud
psicológica".[22]

Esta unidad de oficio y misión, sentimiento y
razón, teoría y práctica y en fin, de
ciencia y
conciencia, no sólo avala la proyección
teórico-sociológica y metodológica de
Mariátegui, sino además, concreta en su síntesis
su pensamiento filosófico – social y su praxis
revolucionaria socialista.

Al mismo tiempo, le provee de los medios necesarios para
asumir creadoramente la realidad peruana – y americana-, en
función de realizar sus propósitos
ideo-políticos y culturales, o en el decir de Darcy
Ribeiro, "(…) a crear una nueva condición humana,
quizás más solidaria."[23]
Sólo posible en América
Latina con la construcción del socialismo, que
difunde en la Revista
Amauta.

La revista Amauta (1926) sirve de vehículo a sus
propósitos renovadores, cuya presentación
sintetiza, además de un ideario sociocultural y
político, un nuevo espíritu autoconsciente de la
contemporaneidad. Aquí oficio y misión, ciencia y
conciencia se integran en unidad indisoluble para hacer de la
actividad intelectual una empresa
fundadora con raíz político-cultural. "El objetivo
de esta revista –escribe Mariátegui- es el de
plantear, esclarecer y conocer los problemas
peruanos desde puntos de vista doctrinarios y científicos.
Pero consideramos siempre al Perú dentro del panorama del
mundo. Estudiaremos todos los grandes movimientos de
renovación políticos, filosóficos,
artísticos, literarios, científicos. Todo lo humano
es nuestro. Esta revista vinculará a los hombre nuevos del
Perú, primero con los otros pueblos de América, en
segunda con los de los otros pueblos del
mundo"[24].

Hay una marcada intención revolucionaria, que
expresa "la voz de un movimiento y de una
generación[25]capitalizada por
Mariátegui, y comprometida en alma y cuerpo
con los tiempo nuevos.

Sus propósitos, si bien priorizan la realidad
peruana como su objeto especial, están permeados de un
ímpetu ecuménico que vincula lo singular con lo
universal, a partir de una visión y un método que
exigen integridad sistémica en el abordaje de los
problemas.

Libre de la retórica abstracta declara el
carácter doctrinario y científico
del contenido de la revista, es decir, la conjunción
ideología-ciencia, como expresión de
un discurso que no soslaya el drama humano y se sabe
autoconciencia del pueblo.

Si ciertamente los propósitos de la revista se
cimentan en principios
partidistas ideológicos, el espíritu de unidad de
acción que la anima no hace estéril su
misión. "En el Perú se siente desde hace
algún tiempo –enfatiza Mariátegui- una
corriente, cada día más vigorosa y definida, de
renovación. A los factores de esta renovación se
les llama vanguardias, socialistas, revolucionarios, etc. (…)
Existen entre ellos algunas discrepancias formales, algunas
diferencias psicológicas. Pero por encima de lo que las
diferencia, todos estos espíritus ponen lo que los
aproxima y mancomuna: su voluntad de crear un Perú nuevo
dentro del mundo nuevo"[26]. (3)

Un espíritu nuevo que no da tregua a la
reacción, a los que se aferran al status quo establecido,
a los que defienden a ultranza lo viejo; pero en actitud abierta
para conciliar diferencias en el campo de los que se afanan por
el progreso y la renovación.

Amauta, encauza un ideal y sus objetivos
exigen definiciones ideológicas[27]de los
intelectuales.
Por eso, "cribará a los hombres de la vanguardia
militantes y simpatizantes – hasta separar la paja del
grano. Producirá o precipitará un fenómeno
de polarización y
concentración."[28]

Se trata de una revista de carácter
político-cultural militante, en función de
vehicular un proyecto revolucionario socialista. Proyecto que en
la comprensión de Mariátegui no se reduce a la
política. Es más amplio en su alcance y
propósito social. Lo político en el Amauta. Si bien
lo pondera en algo grado, lo concibe, consustancial a lo
cultural, como una zona relevante de la cultura. Esta
concepción, por supuesto, sirve de pivote a su marxismo
creador[29]

Dos años después de Amauta iniciar su
bregar renovador y militante, no exento de vicisitudes,
persecución y clausura, pero fiel a su misión,
emerge con más fuerza y con fines de superior alcance. "El
trabajo de
definición ideológica nos parece cumplido (…) La
primera jornada de "Amauta" ha concluido –señala
Mariátegui-. En la segunda jornada, no necesita ya
llamarse revista de la "nueva generación", de la
"vanguardia", de las "izquierdas". Para ser fiel a la
Revolución, le basta ser una revista
socialista.[30]

Ahora, los fines de superior alcance, evidencian la
propia naturaleza de un proceso de radicalización
propiciado por las circunstancias y por su misma continuidad
evolutiva.

Valdría la pena una investigación que penetre en la
concepción de Mariátegui de la cultura y su
relación con la política. Esto, en mi criterio
arrojaría luz sobre los que
por qué de su marxismo creador. El enfoque
socio-cultural-antropológico, muy propio de sus
análisis sociológicos contribuye en gran medida a
desechar las interpretaciones reduccionistas, dogmáticas y
metafísicas en boga, en una versión del marxismo
que se estaba imponiendo en la época.

Al principio, estratégicamente, la
renovación requería de unidad y definiciones;
superada esta etapa, continuar el mismo discurso es hipotecar el
futuro; ceder en los principios es hacer la obra a medias, o
perderla definitivamente. Hacer concesiones ideológicas es
arrear las banderas y entregarse al adversario. Sencillamente,
"en la lucha entre dos sistemas, entre
dos ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores ni inventar un
tercer término (…) En nuestra bandera inscribimos esta
sola, sencilla y grande palabra: Socialismo. (Con ese lema
afirmamos nuestra absoluta independencia frente a la idea de un
Partido Nacionalista, pequeño burgués y
demagógico"[31].

Mariátegui establece límites
precisos frente al reformismo pequeño burgués:
"Capitalismo o
Socialismo. Este es el problema de nuestra
época"[32] y habiendo optado por la segunda
alternativa la defiende con fuerza. Crear las condiciones
subjetivas imprescindibles que permitan la unión entre
intelectuales y obreros ha sido objeto primario de Amauta, en
tanto elemento decisivo para la formación de un frente de
acción revolucionario, encabezado por el proletariado y su
partido. Esta posición, en su criterio, la única
capaz de subvertir la realidad peruana en beneficio del pueblo y
la nación,
lo distancia y contrapone a la demagogia reformista del APRA y su
ideólogo Haya de la Torre. Si ciertamente en la
concepción del frente único, se integran otras
capas y clases no proletarias, fundadas en la unidad de
acción democrática y antiimperialista, incluido el
APRA, cuando ésta intenta erigirse en partido
político de orientación nacionalista
pequeño-burgués, Mariátegui la combate de
modo consecuente y enérgico.

A diferencia del nacionalismo
pequeño burgués y reformista, la revolución,
vista como un hecho (proceso) cultural de las grandes masas,
domina el programa
socialista de Mariátegui. Para él, "la
revolución latinoamericana, será nada más y
nada menos que una etapa, una fase de la revolución
mundial. Será simple y puramente, la revolución
Socialista"[33]. Se trata de un proceso, cuya
clase dirigente, el proletariado, en alianza con el campesino
indio y las restantes capas medias de la ciudad, cumplen en un
primer momento las tareas democráticamente-burguesas y
posteriormente dirigen la construcción socialista de la
nación[34]

Tal comprensión del problema, en la visión
de Mariátegui sólo es posible a través del
Socialismo, en tanto utopía realista y proyecto
desalienador, capaz de insertar al pueblo como sujeto,
bajo la dirección de la clase obrera, y realizar
las transformaciones necesarias para transitar a una sociedad
más justa.

No concibe el Socialismo como un fenómeno
exótico y externo a la América Latina, pues "es un
movimiento mundial, al cual no se sustrae ninguno de los
países que se mueven dentro de la órbita de la
civilización accidental"[35], además
llega incluso a considerarlo con bases autóctonas en
Indo-América". "El Socialismo –escribe
Mariátegui–, en fin, está en la
tradición americana. La más avanzada organización comunista, prematura, que
registra la historia, es la
incaica"[36].

La tarea de la construcción del socialismo
peruano se afirma como utopía realista y posible en
Mariátegui. No cree que su realización devenga de
la aplicación mecánica de presupuestos
establecidos en otras realidades. Debe ser resultado dimanante de
la realidad específica y las condiciones propias del
Perú. "No queremos, ciertamente, -piensa
Mariátegui– que el Socialismo sea en América
calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que
darle vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio
lenguaje, al
socialismo indo-americano. He aquí una misión digna
de una generación nueva"[37].

Esta tesis, expresión de creación
americana en Mariátegui, no se deriva de la "consigna"
susodicha y dogmatizada de la necesidad de aplicar el marxismo en
correspondencia con las condiciones concretas, cuando en realidad
se intentaba imponer los esquemas. La creación del Amauta
surge del conocimiento de la realidad peruana que sintetiza
magistralmente en los "Siete ensayos". El
proyecto socialista, más que aplicarlo había que
extraerlo de la realidad concreta, es decir, revelarlo,
construirlo. Con esto no niega al marxismo, sino lo asume en su
verdadero espíritu, como guía y método de
transformación revolucionaria.

Es sugerente y sintomático que Mariátegui
haga mayor énfasis en el socialismo indo-americano,
precisamente en los años finales de la década del
20. Es el momento en que sus conocimientos socioculturales e
históricos del Perú se han profundizado y junto con
ello, la creación por él del partido socialista
(comunista) y la reestructuración del movimiento obrero,
encaminado a realizar una labor subjetiva que convierta los
propósitos en creación heroica.

Sabe que al socialismo no deviene por generación
espontánea, requiere de sujetos reales y actuantes.
Está convencido, porque conoce la naturaleza de los
procesos europeos y las características propias en que han
transcurrido, que la proyección socialista en nuestra
sociedad no puede copiar mecánicamente dichas
experiencias. Tanto la historia, la cultura, como las estructuras
económicas, políticas y sociales definen y
cualifican realidades sui – géneris en las naciones
latino-americanas. Al mismo tiempo está consciente de la
fuerza y vitalidad del proyecto, pues, "el materialismo
socialista –en su criterio- encierra todas las
posibilidades de ascensión espiritual, ética y
filosófica. Y nunca nos sentimos más valiosa y
eficaz y religiosamente idealistas que al asentar bien la idea y
los pies en la materia[38]es decir, en un
escenario real donde aún existen formas de
producción, y de existencia humana, ya superadas por las
naciones europeas.

El presupuesto
teórico-metodológico de Mariátegui que se
resume en su exigencia de seguir la lógica
especial del objeto especial, incluyendo las diferencias
específicas, se constituye en brújula
orientadora de su creación americana en la búsqueda
del ser peruano y al mismo tiempo de nuestra
América.

Por eso el Amauta, sin soslayar, ni restar importancia a
la hegemonía de la clase obrera, no concebía el
socialismo peruano al margen del problema
indígena[39]

La actualidad de su marxismo creador es incuestionable y
su intelección del socialismo como "creación
heroica" sigue marcando pautas y abriendo nuevos cauces. La
realidad latinoamericana actual da cuenta de ello.

 

 

 

 

 

 

Autor:

Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

[1] José C. Mariátegui:
Heterodoxia de la tradición. En Peruanicemos al
Perú. Vol. 11. Empresa Editora
Amauta, Lima, Perú, 1986 p. 164.

[2] José C. Mariátegui: En la
Literatura y en el Arte. En Peruanicemos al Perú. Vol.
11. Empresa Editora Amauta, Lima, Perú, 19809. p.
106.

[3] José C. Mariátegui: Temas
de nuestra América. Vol. 12 Empresa Editora Amuta, Lima,
Perú, 1974. p.16

[4] Para su estudio exhaustivo de la
filosofía de Mariátegui, ver "Defensa del
Marxismo. Vol. 5 Empresa Editorial Amauta, Lima, Perú,
1987, pues aquí aparece su filosofía de modo
más sistematizado, lo que no significa en modo alguno su
ausencia en la restante obra.

[5] Adalbert Dessau: Literatura y sociedad en
las obras de José C. Mariátegui. En
"Mariátegui: Tres estudios. Biblioteca
Amuta, Lima, Perú, 1971. p.88.

[6] Ver de José C. Mariátegui:
El Hombre y el mito. En "Alma matinal" Vol. 3 Empresa Editora
Amauta, Lima Perú, 1987. p.28.

[7] Ibídem. P. 27

[8] José C. Mariátegui: Henri
de Man y la "crisis" del
Marxismo. En "Defensa del Marxismo" Vol. 5. Empresa Editora
Amauta, Lima, Perú, 1987. p. 23.

[9] Ibídem. p. 21

[10] José C. Mariátegui: EL
hombre y el mito. Obra citada p. 28. En esta misma
dirección – escribe – "Los idealistas€“
entendido por Mariátegui como hombres con ideales
-necesitan apoyarse sobre el interés concreto de un
extensa y consciente capa social. El ideal no prospera, sino
cuando representa un vasto interés. Cuando adquiere, en
suma, caracteres de utilidad y de
comodidad. Cuando una clase social se convierte en instrumento
de su realización " (José C. Mariátegui.
La imaginación y el progreso. El Alma matinal. Empresa
Editora Amauta, Lima, Perú, 1987, p.40.

[11] Ibídem. p. 45

[12] Ibídem. p. 46.

[13] 2el espíritu humano reacciona
contra la realidad contingente. Pero precisamente cuando
reacciona contra la realidad es cuando tal vez depende
más de ella. Pugna por modificar lo que ve y lo que
siente; no lo que ignora. Luego son válidas aquellas
utopías que se podrían llamar realistas. Aquellas
utopías que nacen de la entraña misma de la
realidad". (Ibídem p. 46).

[14] Ibídem.

[15] Además (…) hay que tomar en
cuenta que los años de su estancia en Europa
“señala A. Dessau“ de por si no eran
suficientes para estudiar a fondo el marxismo-leninismo. El
resultado es que Mariátegui volvió al Perú
como "marxista confeso", pero sin la formación
marxista-leninista completa. Desde esta posición tuvo
que aplicar el marxismo a la realidad del Perú y la
lucha revolucionaria del movimiento obrero en su país,
lo que incluía la necesidad de desarrollar ideas
marxistas-leninistas sin poder
recurrir a las fuentes clásicas de la teoría del
proletariado revolucionario".

[16] Esto nos recuerda a Martí
en la polémica del Liceo de Guanabacoa, pues
precisamente se opone al realismo en defensa de la subjetividad
humana.

[17] José C. Mariátegui: El
Artista y la época. Vol. 6. Empresa Editora Amauta,
Lima, Perú, 1959. p. 180.

[18] Ver de Rigoberto Pupo: La
práctica y la filosofía marxista. Edit. C.
Sociales, La Habana, 1986, pp. 95-132

[19] Alberto Tauro: Prólogo a El
Artista y la época, de José Carlos
Mariátegui. Empresa Editora Amauta. Vol. 6, Lima,
Perú, 1969. pp. 7-8.

[20] Juan Marinello: El Amauta José
Carlos Mariátegui. Revista de Avance. Colección
Orbita. Instituto Cubano del Libro, la
Habana, 1972. p.353.

[21] José C. Mariátegui: La
Revolución y la Inteligencia…En la Escena
Contemporánea. Vol. 1. Empresa Editora Amauta, Lima,
Perú, 1981 pp. 154-155.

[22] Ibídem. p. 155.

[23] Darcy Ribeiro. El Pueblo
Latinoamericano. En Revista Casa de las Américas No.
187, Abril Junio de 1952. p. 21.

[24] Ver de José C. Mariátegui.
Historia de la crisis mundial. Vol. 8, Empresa Editora Amauta,
Lima, Perú, 1986.

[25]

[26] José C. Mariátegui:
Presentación de "Amauta". En Ideología y
Política. Vol. 13. Empresa Editora Amauta. Lima,
Perú, 1987 p. 239.

[27] Ibídem. p. 237

[28] Ibídem. p. 237

[29] Mariátegui advierte que, "en el
prólogo de mi libro "La Escena Contemporánea",
escribí que soy un hombre con una filiación y una
fe. Lo mismo puedo decir de esta revista, que rechaza todo lo
que es contrario a su ideología, así como todo lo
que no traduce ideología alguna"- (Ibídem. p.
238

[30] Ibídem.

[31] Ibídem. p. 246

[32] Ibídem. p. 249

[33] Sobre Mariátegui y el APRA se ha
escrito mucho. Es un tema recurrente en toda la bibliografía que existe
sobre el Amauta. La obra de Francis Guibal y Alfonso
Ibáñez: "Mariátegui Hoy". Edic. Tarea,
Lima, Perú, 1987. pp. 57-69 expone los momentos
centrales que diferencian las concepciones de
Mariátegui, respecto a las del aprismo.

[34] Ibídem. pp. 247-248.

[35] Ibídem. pp. 247-248.

[36] Sobre la teoría de la
Revolución de Mariátegui, ver de Dimitir Sirkov:
José Carlos Mariátegui sobre el Frente
Único. En Mariátegui: Unidad de pensamiento y
acción. Tomo I. Ediciones Unidad Lima, Perú,
1986, pp. 155-163 y de Alfonso Ibáñez:
Mariátegui: Revolución y utopía. Edic.
Torea, Lima, Perú, 1978. Este libro, en mi criterio
constituye una valiosa contribución en la
sistematización del pensamiento revolucionario del
Amauta.

[37] José C. Mariátegui:
Aniversario y Balance. En ideología y Política.
Vol. 13. Empresa Editora Amauta, Lima Perú.1987.
P.248.

[38] Ibídem. p. 249.

[39] "(…) la doctrina socialista
€“escribe Mariátegui- es la única que
puede dar un sentido moderno, constructivo, a la causa
indígena, que situada en su verdadero terreno social y
económico, y elevada al plano de una política
creadora y realista, cuenta para la realización de esta
empresa con la voluntad y la disciplina
de una clase que hace hoy su aparición en nuestro
proceso histórico; el proletariado". (J.C.
Mariátegui, Ideológica y Política, Vol.
13, Empresa Amauta, Lima, Perú, 1987. p. 188.

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