Se expone la rica cosmovisión de Alejo
carpentier, destacando la relación filosofía – literatura, en sus
múltiples mediaciones, determinaciones y
condicionamientos. Lo real maravilloso, síntesis
concreta de toda su obra, es en sí mismo una empresa
cultural con ansia de humanidad y fundada en la historia. Por eso, el hombre, la
cultura y la
historia son temas recurrentes en la obra de Carpentier. Le
interesa el hombre en su
intrincado y complejo cosmos, y para penetrar en él, la
cultura y la historia les son imprescindibles.
Su filosofía humanista, desplegada y concretada
en la literatura deviene reflexión
crítico-analítica del hombre en sus circunstancias
temporales y en su constante afán de encontrarse como
tal.
Lo real maravilloso
como núcleo teórico – cosmovisivo
Carpentier hizo filosofía desde la literatura y
literatura desde la filosofía. Su vasta cultura humanista
posibilitó un discurso
integrador, complejo y transdisciplinario.
Lo real maravilloso, su gran revelación, como
creación artístico-literaria, es en sí mismo
un cosmos humano de trascendencia universal.
Es la concreción de la rica cosmovisión
carpenteriana, tematizada en un ideal artístico-literario
que se realiza en tanto tal, en una región particular de
nuestro planeta: América
Latina.[1]
En lo real maravilloso, como totalidad holística
aprehensiva se suprime dialécticamente la oposición
entre lo objetivo y lo
subjetivo, para encarnar en síntesis, atributos
cualificadores de la cosmovisión de Alejo Carpentier:
ecumenismo, latinoamericanismo, barroquismo, contextualismo, etc.
es un todo artístico-literario, con fuerte elan
filosófico, para mirar el devenir de nuestra América
con sentido cósmico y al mismo tiempo apegado
a la realidad concreta. Si bien en "El reino de este mundo" en la
terminología carpenteriana se observa resonancia del
surrealismo y
el realismo
mágico, no es menos cierto, que además de la
crítica
explícita que hace a la metodología surrealista por su afán
de crear lo maravilloso con artificios, también como
descubre Padura "(…) no es fortuita (…) la reiterada
mención del término realidad, y menos aún
el estado
límite, la revelación privilegiada, la
exaltación del espíritu, de tanto sabor
surrealista".[2]
Su cosmovisión unitaria del ser, y su
visión de lo real e histórico como proceso, unido
al sentido cultural que media y rectora su asunción de la
realidad, lo distancia tanto de la estética surrealista como de la
concepción del realismo mágico
americano.[3] Esto no significa en modo alguno que
en su narrativa no encontremos pasajes que nos recuerda o
coincidan con esta última, pero superada por una
visión que soslaya la "mística de la percepción
de lo maravilloso, y donde lo mágico es tal, por lo
insólito y lo cotidiano con que se revela en nuestra
América, y no por el "milagro y la fe", pues "(…) es
imposible pensar que Alejo Carpentier creyese en
licantropías y milagros de santos en el momento de narrar
la conversión final de Ti Noel en el Reino de este
Mundo-enfatiza Padura- y mucho menos la cura de Esteban por
"conocimientos" del doctor Ogé, en El Siglo de las Luces.
Y es que la sensación de lo maravilloso, o mejor, la
capacidad para determinar qué es lo maravilloso,
más que de una fe, proviene de un exhaustivo conocimiento
de lo insólito y lo lógico, de lo americano y lo
universal entrelazados en la realidad de nuestro
continente".[4] Esta tesis resulta
aún más verosímil, si tenemos en cuenta los
estudios investigativos históricos que realizaba
Carpentier antes de escribir una novela. Estudios
tan detallados y profundos que lo convertían en cronista
de la historia que llevaba a sus novelas.
Por otra parte, no siempre la trama contada, narrada y
descripta, tiene que coincidir con el autor. El autor no siempre
habla por sus personajes, a veces hace hablar a sus personajes
con sus mitos y sus
creencias, sin que esto signifique que formen parte de su
visión del problema o la trama. Muchas mediaciones,
determinaciones y condicionamientos, pone en juego el
creador con sus recursos
literarios y artísticos que no se pueden olvidar al
analizar un texto o un
autor específico. También los conceptos
evolucionan, se llenan de contenido, cambian y sufren
alteraciones con la evolución misma del
autor[5]y la emergencia de nuevos contextos. "La
elaboración de contextos presupone –según
Rodríguez Coronel- la remisión del mundo novelesco
a un universo concreto que
se traduce en modo de vida, costumbres, creencias; un universo en
el cual la relación entre lo real maravilloso (…) y su
asimilación subjetiva está basada en resortes
histórico-culturales y ello constituye también
parte de la problemática de los
personajes".[6]
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