Hablar de una voz lírica, de un hombre activo
ante los problemas
nacionales, de un profesor y
catedrático de la Universidad de
Puerto Rico en la
cual ejerció el cargo de poeta Residente, de un miembro de
la Academia Puertorriqueña de la Lengua,
finalista del Premio Cervantes en
1977 y nombrado candidato al Premio Nóbel de Literatura, es hablar de
Francisco Matos Paoli.
Su luz la vio por
primera vez en Lares, en 1915. Allí ocurrió el
histórico Grito de Lares, en 1868. Este levantamiento
revolucionario tuvo profundas motivaciones sociales, cuyo
objetivo era
la independencia
de Puerto Rico y con el que se logró la
proclamación de la primera República. Tal vez este
hecho tuviera que ver con la energía y el valor de
nuestro poeta para la lucha política que le
costó persecución, encarcelamiento y, finalmente,
quebrantamiento de su salud.
Muchos sucesos describen la vida de este
hombre. ¡Cuántas cosas llegó a ser y a hacer!
No obstante, nuestra exclamación de admiración
comenzó al leer su libro
Sombra verdadera (1980) . Para alguien que se dedica a
estudiar la lengua, esta obra se convierte en un agradable
saboreo: ¡con qué libertad y
naturalidad utiliza el español
este creador de nuestra América! Si subjetivamente nos
predisponemos con un hablante puertorriqueño por la
única razón de que el inglés
daña la fisonomía de su lengua nacional, nos
equivocamos entonces en relación con este poeta "nato"
–al decir de Jorge Guillén. Matos Paoli no es solo
un hablante y un poeta, es además, un verdadero hablista.
En una de sus misivas, el autor de Cántico
le dice: "Usted es el inspirador por excelencia
–lejos de los retóricos… Me pasma cada vez
más la fecundidad, la frescura, la soltura de su poesía.
El poeta se hace, y claro que nace ya predestinado, usted
nació y se hizo". (Guillén, cartas,
1980)).
Para nosotros los latinoamericanos, es
conocida la situación lingüística de Puerto Rico
–originada desde 1899, cuando esta pequeña nación
fue botín de guerra de los
Estados
Unidos, al finalizar la Guerra Hispanoamericana con el
Tratado de París, en 1898. Con la Ley Jones en
1917, todo puertorriqueño –desde su nacimiento- se
convertía en ciudadano norteamericano. Años
más tarde, en 1952, surgía el Estado
Libre Asociado de Puerto Rico.
La enseñanza se hace obligatoria en
inglés, los medios masivos
de comunicación prescinden del español.
¡Había que hablar inglés! Esto nos recuerda
las palabras del más grande de los líderes
separatistas del siglo XIX, Emeterio Betances (inspirador del
Grito de Lares): "Estados Unidos no sólo oprime, sino que
suprime".
El ilustre español, Don
Martín Alonso, ha bosquejado este hecho:
Dos lenguas se
disputan una nación
pequeña y gloriosa, cada idioma con sus razones y
propósitos. La española con razones trascendentales
de origen de su mundo sentimental y registros
afectivos; la otra, la sajona, por relaciones de interés
comercial tecnológico y político y por unas
afinidades con un pueblo, que orquesta una constelación de
estrellas y se roza con Puerto Rico en unas intimidades de
proximidad geográfica. Son las tres fronteras: la del
idioma favorecido por la proximidad, y la intermedia, que es la
primera línea de esta batalla idiomática y se
resume en la voluntad de Puerto Rico del ser y florecer
hispánico. (1969: 3).
Creemos también que para cualquier hombre
de nuestra América resultan dolorosas las situaciones que
expone a continuación la historiadora de la pequeña
borinqueña, Loida Figueroa:
[…] Puerto Rico fue entonces cortado de
raíz de la comunidad
cultural en que se había desarrollado la nación
puertorriqueña por cuatro siglos. También lo fue de
Cuba, la
colonia española más cercana a nosotros en el
terreno político luego de que la Antilla más
próxima en geografía
había iniciado desde 1844 su vida independiente.
Quedó Puerto Ricio solo bajo el dominio de una
nación completamente extraña, de distinta habla e
inmensamente poderosa decidida a engullírsela, pero sin
hacerla carne de su carne y sangre de su
sangre. Entonces temía ese desenlace y por esa
razón trató febrilmente de separar su patria de
España
antes de que cayera entre las patas del minotauro americano […]
De esa misma suerte quería librar a Cuba […]
(Conferencia
inédita: 1).
En este alerta y en la alta misión
liberadora se unieron el inspirador del Grito de Lares y nuestro
Martí.
Este último escribía el 21 de noviembre de 1893 en
el
periódico Patria: "tres antillanos que no
descansan en la obra de contribuir al rescate, equilibrio y
bienestar de nuestra América", (OC., III, 1975: 302) y al
nombrarlos, aparecen Betances, Hostos y Martí.
La Guerra del 95 en Cuba, dirigida por José Martí,
tenía como objetivo la independencia absoluta de la Isla
de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico, como reza en el
artículo 1º de las Bases del Partido Revolucionario
Cubano. (1972: 107).
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