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Flavio Aecio y Atila una fatal amistad (página 2)




Enviado por ramiolra ramiolra



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Tras el acuerdo con el Papa León I, los hunos volvieron a su lugar de origen, Panonia, y desde allí, Atila planeó con detalle la que sería su próxima conquista: Roma; y su nueva boda con Ilico, una joven y bella germana con la que contrajo matrimonio en el 453.La mañana siguiente a su noche de bodas, Atila apareció muerto a causa de una hemorragia nasal que lo asfixió.La muerte de Atila fue un duro golpe para su imperio y motivo de alegría para los romanos.En día del entierro, los hunos se desgarraron la ropa, construyeron un dique en el río Volga y rodearon al difunto de sus más preciadas pertenencias, de hierro (símbolo de su fuerza), oro y plata (símbolos de las dotes que recibían de sus conquistas)A pesar de que los hijos de Atila intentaron hacerse con el poder, el imperio huno se descompuso rápidamente y en el 469 ya era sólo un recuerdo.

Por otro lado El vencedor de Atila nos referimos a Flavio Aecio no corrió mejor suerte puesto después de los festines y homenajes el general Romano es hallado muerto .

El entrecruzamiento y destino de estas dos figuras históricas es singular y poco característico por lo finales que estos tuvieron puesto que sus nombre fueron relativamente olvidados por la historia y en su momento sellaron el destino de toda una época turbulenta de la historia universal aunque no llego a ser un cesar brillo en su momento con luz propia.

Flavio Aecio, General romano, m. en el 454. Denominado usualmente como "el último de los romanos". Nacido en Italia, era hijo del magister equitum Gaudencio y de la dama romana Aurelia con quienes se trasladó de pequeño a la provincia de Mesia a la que su padre fue destinado. Los primeros años de aprendizaje los pasó como rehén de Rugila, lo que le permitió conocer el modo de pensar y luchar de los hunos. Sirve a su vez como magister equitum en las Galias durante la jefatura militar de Félix, hasta que en el 433 dC alcanza él mismo dicha magistratura de magister militum.Precedido por mediocres y efímeros predecesores, Aecio destaca en su cargo por ser capaz de poner orden en un caótico Imperio de Occidente que se tambalea. Protege Italia y detiene la expansión de los bárbaros: frena a los visigodos en la Galia y arrincona a los burgundios en Saboya. Otras decisiones son mal recibidas, pero inevitables, como el reconocimiento del asentamiento vándalo en el norte de África.Pero su campaña más notable, la que le valdrá para la historia el sobrenombre de "el último romano", será la que dirigirá contra los hunos. Sintiéndose insultado su caudillo Atila por el emperador Valentiniano III ante el rechazo de la petición de mano de su hermana Honoria, se lanza a destruir Roma. Para ello convoca una gran confederación de tribus escitas, sármatas, gépidas, ostrogodas, alanas, que se unen a los hunos en su marcha. Pero Aecio dirigiendo magistralmente, a francos, vándalos, visigodos, y las tropas romanas que quedan logra una gran victoria en los Campos Cataláunicos en el año 451: es la última gran batalla del Imperio de Occidente.Para desgracia de Aecio, su gran victoria le valdrá el recelo del emperador, que, abrigando sospechas de una hipotética pretensión al trono, ordena matarlo en el 454. Posteriormente la intriga palaciega se vuelve contra el propio Valentiniano, que es asesinado un año después por seguidores de Aecio.

Pero las cosas no quedan allí la figura de Aecio el vencedor de llos hunos trascendió la historia

La muerte de Aecio en manos del emperador valentiniano o Valente III marco el fin de toda una época de gloria romana ya que nadie pudo gobernar a tan vasto imperio y sus gobernantes eran pusilánimes y de poco carácter que fueron presa de la tribus "Barbarás" que asolaron y destruyeron la capital del imperio de los Cesares solo quedo recuerdo de vieja gloria que fue absorbida por la cultura occidental donde el cristianismo crecía a pasos agigantados todo recuerdo de triunfos militares se refugió en los libros de brillantes historiadores que a sus tiempo plasmaron la vetusta gloria romana que todos gozamos .

Especulando un poco que hubiera sucedido si el general Aecio , se hubiera convertido en emperador de RomaLa verdad que sinceramente creo que hubiera terminado igual: asesinado a traición en algún palacio. Estar en Roma gobernando no era lo mismo que estar de un campo de batalla a otro rodeado de soldados totalmente fieles y temerosos de los hunos.

Pero vamos, desde luego creo que hubiera sido infinitamente mejor emperador que Valentiniano III, lo que no era muy difícil. Pero de hecho el título de magister militum que ostentaba (jefe de todos los ejércitos de Roma), suponía que realmente el poder efectivo del Imperio Occidental estaba en sus manos, no en las del títere de emperador. Aunque ésta figura aún tenía demasiado prestigio para los romanos. No en balde la razón de que Aecio fuera asesinado por el emperador era para evitar que lo sustituyera en el trono, cosa que hubiera ocurrido tarde o temprano.

Pero es que Flavius Aetius hijo de un bárbaro romanizado y de una noble patricia itálica en realidad ejerció como Emperador pues como sabéis desde Teodosio y salvo Mayoriano los Emperadores Romanos delegaban gran parte del poder en "validos"  sobre todo en cuestiones militares de las que no entendían.

Los últimos grandes militares de Roma fueron Estilicón un bárbaro foederati que derrotó varias veces a Alarico conteniendo las invasiones bárbaras: victorias de Fiésole, Verona etc y Flavius Aetius que logró estabilizar un imperio en proceso de derrumbe y prolongar su agonía.

Cuando ya todo estaba perdido surgió Mayoriano que fue la última oportunidad del Imperio Romano Occidental pues la otra parte como todos sabemos resistió muchos mas siglos.

De estos tres personajes el mas interesante sin duda es AETIUS apodado "el último romano" ya que Estilicón aún disponía de fuerza aunque muy mermada respecto al antaño gran ejército romano y Mayoriano estaba prácticamente condenado al fracaso pues casi no tenía ninguna fuerza propia.

Durante el valimiento de Aetius los hunos se presentaron con una fuerza y un poder muy superior al de Roma aunque lo de acabar con Occidente es algo muy discutible pues vean vds que los mongoles que conquistaron China no acabaron con dicha civilización.

Pienso que los hunos aun siendo ajenos a Roma casi por completo se habrían sin duda romanizado al igual que los germanos aunque el proceso hubiera sido mas lento.

Sea como fuere Aetius logró hábilmente tejer una alianza con el único poder militar que quedaba en Occidente los foederati germanos y algunas tribus "aliadas" que junto a los escasísimos restos imperiales y a una leva a la desesperada que hizo en Italia  lograron parar en la gran batalla de Chalons sur Marne mas conocida como de los Campos Catalaúnicos al temible Atila.

No quiso acabar con los hunos pues según el maquiavelismo romano pensaba en utilizarlos luego contra los germanos que le habían ayudado porque el problema imperial radicaba en que apenas disponía de fuerza propia.

Pero analizar esta cuestión es muy ardua y compleja.

Personalmente pienso que si hubiera sido Emperador en vez de Valido el Imperio quizás en vez de caer en el 476 hubiera caído en el 520 pero inevitablemente estaba sentenciado

Atila y el Pueblo Huno

Los hunos son un pueblo de pastores nómadas que invadieron la Europa del SE hacia el 370 y crearon un enorme imperio en los ochenta años siguientes. (Los heftalitas que invadieron Irán e India en los siglos V y VI y los hiung-nu que acosaron anteriormente China son a veces identificados como hunos, lo que no es del todo seguro). Quizá sean el pueblo llamado en chino xun (los griegos los llamaron jounoi), quizá parte de los hiung-nu mencionados por las fuentes chinas, de familia turca y escritura rúnica. Cruzaron el Volga después del 350, cayeron sobre los alanos (entre el Volga y el Don), ostrogodos (entre el Don y el Dniéster) y visigodos (Dacia) y forzaron el limes romano del Danubio.

Amiano Marcelino (fl. 395) los describe como pastores sin casas ni reyes, dirigidos por jefes de grupo (primates), aparentemente sin un caudillo general aún en el s. IV. Excelentes jinetes arqueros, veloces y decididos, de táctica impredecible, extendieron el miedo por el Imperio. Pactaron con Roma en contra de los germanos de Europa Central y, hacia el 432, tenían un caudillo principal, Rua o Rugila, a cuya muerte (434) le sucedieron sus sobrinos Bleda y Atila (Átila), corregnantes que pactaron con el Imperio de Oriente en Margus (hoy Pozarevac) la duplicación de los subsidios pagados a Rugila.

 Atila o Átila, flagellum Dei, rey de los hunos (434-453) es el Etzel de la leyenda de los Nibelungos y el Atli de las sagas islandesas. Dominadores de un extenso territorio, desde el Báltico a los Alpes hasta cerca del Caspio, habían de recibir de Constantinopla 700 libras de oro anuales (unos 300 k). No se sabe nada concreto sobre Atila entre 435 y 439 ni tampoco que el Imperio le pagase lo prometido. En 441, cuando las tropas romanas estaban actuando en el limes tanto oriental como occidental, atacó fuertemente el Danubio oriental, tomando y saqueando muchas ciudades, incluida Singidunum (Belgrado). Constantinopla logró una tregua para el 442 y trajo tropas del Oeste; pero en 443 Atila volvió a atacar: tomó ciudades en el río y se dirigió al interior hacia Naiso (Nis) y Sérdica (Sofía), que fueron destruidas. Camino de Constantinopla, tomó Filipópolis, derrotó a los romanos en todas las batallas y cercó la capital imperial, que no podía tomar con sus arqueros. Puso rumbo a Galípolis, donde estaban refugiadas las últimas tropas imperiales, y las deshizo. Impuso una paz que incluía el pago de los atrasos y su mora (6.000 libras de oro, unos 1.800 k) y la triplicación del tributo anual (2.100 libras por año, unos 650 k). Hacia 445 mató a su hermano mayor, Bleda, y se convirtió en autócrata. Atacó de nuevo en 447, más al E (Escitia y Mesia) que la vez anterior y derrotó a los romanos en el río Uto (Vid), pero con un alto costo en hombres. Devastó los Balcanes y Grecia hasta las Termópilas y en los años siguientes se mantuvo una especie de hostilidad latente entre Atila y Teodosio II, como narra Prisco de Panio (fragmentos de su Historia), que lo visitó en Valaquia, junto a los embajadores romanos del 449. Se concluyó una paz más onerosa para el Imperio que la del 443: el Imperio había de evacuar una ancha franja suddanubiana y grandes tributos cuya cuantía no precisan las fuentes.

Atila entró en la Galia en 451, aparentemente contra los visigodos del reino de Tolosa, que no mantenían contenciosos con Valentiniano III ni con Aecio, con quien Atila estaba en buenas relaciones. Se sabe que, en 450, Honoria, hermana del emperador, le envió su anillo y la petición de que la librase de un matrimonio al que se la obligaba. Atila reclamó a Honoria como esposa y pidió la Galia como dote. Aecio y Teodorico I pactaron una actuación conjunta. Atila intentó ocupar Aurelianum (Orleans), pero los romano-godos se lo impidieron en el último momento. La batalla se dio en campo abierto, en los Campos Cataláunicos (o, en otras fuentes, Mauriacos), de situación desconocida. Teodorico murió, pero Atila, vencido por primera y única vez, hubo de retirarse.

En 452 Atila pasó a Italia y saqueó Aquilea, Padua, Verona, Brescia, Bérgamo y Milán, sin que Aecio pudiera detenerlo. La hambruna y la peste los sacaron de Italia. El nuevo emperador de Oriente, Marciano, interrumpió el pago de subsidios pactado por Teodosio II y Atila iba a atacarle cuando murió en el viaje, durante el sueño. Quemado en una fastuosa pira con su tesoro personal, quienes dispusieron el funeral fueron muertos para que nadie pudiera localizar la tumba. Le sucedieron sus hijos que, reñidos entre sí, perdieron casi inmediatamente el poder huno.

Prisco, que conoció a Atila en 448-449, lo describe como bajo, robusto, de gran cabeza, ojos hundidos, nariz chata, barba rala y de costumbres austeras. Irritable e irascible, era un tenaz negociador y no tan inmisericorde como se dice. Los hunos poseían oro abundante, por los pillajes, los subsidios romanos y la venta de prisioneros, y el poder económico alteró sus naturaleza política. La monarquía se hizo hereditaria y el rey tuvo carácter autocrático: sus delegados personales se ocupaban del gobierno y las exacciones en especie y moneda sobre los territorios y pueblos sujetos a los hunos. No hubo estructuras complejas y, a la muerte de Atila, las revueltas internas facilitaron la derrota huna (455) frente a una coalición de gépidos, ostrogodos, hérulos y otros pueblos en Panonia (río Nedao, sin identificar) que terminó con los hunos como potencia.

Los hallazgos de los túmulos de Noin-Ula, en Mongolia, son similares en muchos aspectos a los de Pazyryk pero de fecha posterior. Estos enterramientos se atribuyen a una rama de los hsiung-nu (hunos); los hallazgos incluyen una alfombra de lana, decorada con animales luchando, tejidos helenísticos importados y escudillas de laca china, una de las cuales ha sido fechada en el año 2 a.C.

Durante la tercera centuria a. C. los hsiung-nu llegaron a la cima de su poderío en Mongolia. En seguida constituían el principal peligro para los dirigentes de la China septentrional; la Gran Muralla, el más conocido de los monumentos chinos, se construyó pata salvaguardarse de sus ataques; pero al finalizar la dinastía Ch'in (221-206 a. C.), el poder defensivo de China decayó. Al mismo tiempo, la fuerza de los hsiung-nu aumentó bajo el mando de su shanyü (jefe supremo) T'ouman, y alcanzó su mayor poderío bajo el hijo de éste, el gran Mao-tun (209-174 a. C.), que subyugó a las tribus vecinas, los hsien-pi, los khitan y los tunguses, y se convirtió en el emperador de las estepas.

Hacia el siglo IV d. C. el imperio nómada de los hsiung-nu en Mongolia se hallaba dividido desde hacia mucho tiempo en dos partes, la septentrional y la meridional. Ambos grupos habían tenido una historia turbulenta y en el año 311 d. C. los hsiung-nu de la zona meridional habían conquistado y quemado la capital de la China septentrional, Lo-yang. Esta era la ciudad famosa entre los romanos con el rombre de Sera Metrópolis, el lugar donde finalizaba la ruta terrestre de la seda. Las tensiones que como resultado se produjeron hacia el este, a lo largo de la ruta de la seda, quedaron reflejadas en las antiguas cartas sogdianas. Posteriormente los hsiung-nu meridionales establecieron una dinastía en Lo-yang que perduró hasta que pereció a manos de un renegado de su misma raza en el año 350 d. C.

Simultáneamente el grupo septentrional de ese mismo pueblo había sido empujado desde las cercanías del lago Baikal hacia el Oeste por el poderío creciente de sus rivales, los hsienpi. Durante rnás de un siglo sus movimientos, aparentemente hacia el norte de la cadena montañosa de Tian Chan, pasaron desapercibidos para los historiadores de las principales civilizaciones. Finalmente, sin embargo, aparecieron en las estepas del Jaxartes hacia el norte de la Sogdiana. Desde el año 350 d. C. en adelante varios grupos de estos hsiung-nu invadieron las provincias orientales del imperio sasánida, donde fueron conocidos con el nombre de chionitas; posteriormente otros grupos de este mismo pueblo, que serían llamados hunos por los europeos, aparecieron entre los alanos y los godos en las llanuras del sur de Rusia, al este del Volga.

El año 350 d. C., mientras Shapur II de Irán (309-379 d. C.) se hallaba sitiando la fortaleza de Nisibis en la Mesopotamia romana, le llegaron noticias alarmantes de que unos invasores nómadas estaban atacando las fronteras orientales de su imperio; rápidamente levantó el cerco y marchó hacia la zona amenazada. Recientemente se ha puesto en duda el hecho de que éste fuera el motivo por el que Seleuco (Slwky), el juez sasánida de Kabul, hiciera su viaje a la corte del rey sasánida. Pero al parecer fue hacia estas fechas cuando Shapur II estableció su cuartel general en la ciudad que ahora se llama Nishapur, "la gran hazaña de Shapur", designación con la que se conmemoran estos acontecimientos. Durante casi diez años Shapur II se vio obligado a continuar la guerra contra los chionitas para poder mantener estable su frontera oriental. Por fin consiguió realizar su propósito y cuando en el año 360 volvió a emprender la guerra contra los romanos llevaba consigo como aliadas a fuerzas chionitas bajo el mando de su rey Grumbates. Pero a largo plazo sus esfuerzos fueron en vano, pues, según indican de manera suficientemente clara los testimonios, unas pocas décadas después las antiguas provincias kusanas ya no estaban bajo el control de los gobernantes sasánidas, sino que habían pasado al de los jefes de esos nuevos invasores procedentes de las estepas. Un nuevo poder había surgido en Irán oriental, el de los chionitas y sus sucesores, los kidaritas y los hephthalitas (o ephthalitas).

Así pues, se cree que los primeros hunos que aparecieron en Jorezm (uros veinticinco años antes de que llegaran a Europa) fueron los chionitas mencionados por Ammianus Marcellinus". El rombre de este pueblo está formado, al parecer, por el vocablo del persa central xiyon, "huno", y la terminación tribal griega. Sin embargo, Henning consideró que la terminación del nombre ephthalitas era una forma plural del sogdiano. Después de que los chionitas se aliaron a Shapur II, se unieron también a la campaña que éste emprendió contra los romanos en Mesopotamia; en esta campaña, durante el sitio de Amida (Diyarbakr), murió en combate el hijo de Grumbates, rey de los chionitas. Ammianus Marcellinus describe cómo el cuerpo del príncipe fue quemado, suceso de cierta importancia puesto que el ejército sasínida al que acomp2ñaban los chionitas profesaba la doctrina de Zoroastro y para esta religión la cremación era motivo de anatema. Sin embargo, estos detalles se corresponden con los datos que se han obtenido en los estudios arqueológicos de los hunos europeos; testimonios similares se han hallado en el valle de Bishkent, en Tadjikistán, y también en el Ch ou sbu se atribuyen las mismas costumbres al pueblo que durante este mismo periodo habitaba en Qarashahr y que quizá estaba también relacionado con los chionitas.

Poco tiempo después tenemos noticias del jefe huno Kidara que sería la figura predominante entre las tribus de la Bactriana durante las últimas décadas del siglo IV. Sus monedas (pues es a él a quien mejor deben atribuirse) se encontraron junto a las de Shapur II (309-379), Ardashir II (379-383) y Shapur III (383-388) en el tesoro de Tepe Maranjan, cerca de Kabul. Sin duda su reinado coincidió con el de estos tres gobernantes sasínidas y quizá continuó después de ellos. Priscus, el escritor griego que hizo la historia de los hunos, habla a veces de los "hunos kidaritas", lo cual parece una razón suficiente para aceptar que los seguidores de Kidara eran verdaderamente hunos y no, como algunos historiadores sostienen, kusanas, a pesar del hecho de que Kidara continuó poniendo en sus monedas el antiguo título territorial de kushanshah, "rey de los kusanas", que también había sido usado por sus predecesores sasánidas. Es cierto que el uso de la expresión "hunos kidaritas" por Priscus refiriéndose al siglo v d. C. puede, por el contrario, introducir un elemento anacrónico, pues en ese tiempo había aparecido en escena una nueva horda. Parece que al final de la vida de Kidara y durante el reinado de su hijo (que debió, según indican las monedas, tener el mismo nombre y sería por tanto Kidara II), una nueva oleada de invasores hunos, los hephthalitas, penetró en la Bactriana y obligó a los kidaritas a desplazarse hacia el Punjab. En esta región el nombre de Kidara se ha encontrado en muchas monedas de oro de las que no se conocen con seguridad ni la ceca ni la atribución.

Según Ghirshrnan, los chionitas (término en el que él incluye a los kidaritas) no eran un pueble distinto de los hephthalitas que de manera importante intervinieron en la historia de la quinta centuria d. C. Pero en el anterior párrafo se ha seguido la opinión de los sinólogos McGovern y Enolki. Estos autores sostienen que los hephthalitas eran recién llegados, que bajaron a la Bactriana al principio del siglo V y desplazaron a los kidaritas hacia el sur. De manera que cualquiera de los dos grupos pudo ser el invasor oriental que Bahram IV tuvo que rechazar del Irán el año 427. Pero de cualquier manera esta invasión fue probablemente el resultado de las tensiones surgidas por la aparición de los hephthalitas. A éstos específicamente fue a los que el príncipe sasánida Firuz I recurrió en el año 457 para que le ayudaran a obtener el trono de Irán, entonces ocupado por su hermano Hormizd III. Más tarde Firuz atacó a sus aliados hephthalitas, pero fue derrotado y capturado por el rey de éstos, llamado Akhsunwar según al-Tabari o Khushnavaz según Firdausi. En esta ocasión Firuz obtuvo la libertad dejando a su hijo Qubad como rehén; después logró rescatarle y volvió a atacar, pero dirigió la carga de su caballería hacia un dique oculto y pereció con todos sus hombres. Teniendo en cuenta la anterior alusión a las costumbres funerales de los chionitas, es interesante el hecho de que, según al-Tabari, – Khushnavaz enterró los cuerpos de los persas en túmulos.

En lo que se refiere a sus prácticas funerarias y a la derrota que los hephthalitas infringieron a Firuz, la descripción clásica es la de Procopio, el cual dice que, aunque eran hunos de nombre y de raza, no vivían como nómadas, que eran de complexión normal y de rasgos regulares y que practicaban la inhumación, enterrando con cada uno de sus jefes a un buen número (que a veces llegaba hasta veinte) de sus compañeros. Por tanto, en este aspecto encontramos las prácticas de los hepthalitas en contraste con la cremación practicada por los chionitas.

En el año 488 o en el 489 el rey sasánida Qubad, que había vivido durante su juventud como rehén entre los hephthalitas, consiguió su restauración en el trono persa con la ayuda de este mismo pueblo. A pesar de ello, la tribu continuó siendo una amenaza para la seguridad de Irán. El siguiente emperador sasánida, Khosrau Anoshirvan (531:579), construyó fortificaciones para defenderse de sus ataques en la llanura de Gurgan y cuando aparecieron los turcos llegó a aliarse con el khan turco, llamado en las fuentes occidentales Sinjibu o Silzibul, para derrotarlos. Finalmente los hephthalitas fueron derrotados en una cruenta batalla un poco después del año 557, se dispersaron y sus tierras fueron divididas en dos partes a las que separaba el Oxus; los sasánidas se quedaron con la parte meridional y los turcos con todas las tierras al norte del Oxus.

Durante la última parte del predominio hephthalita en la Bactriana, en el siglo v y principios del VI, las fuentes indias recogen una serie de incursiones en el Punjab y en la India occidental realizadas por un pueblo denominado Huna, el cual, evidentemente, era huno, pero no está claro a qué rama de este pueblo pertenecían los hunos. El grupo más destacado en estas incursiones parece que fue el de los zabulitas. Ya en el año 458 el príncipe gupta Skandagupta tuvo que resistir los ataques de invasores que al parecer eran hunas. Durante su vida fueron mantenidos a raya, pero al final del siglo el imperio gupta estaba en descomposición y hacia el año 510 el jefe huna Toramana había establecido su dominio sobre tina gran parte de la India. Su hijo y sucesor fue el notable Mihirakula, el cual, después de tener bajo su dominio una gran parte del Punjab hacia el año 525, fue rechazado de las llanuras indias, pero continuó en Cachemira. Se cuenta de Mihirakula que se divertía haciendo rodar elefantes por los precipicios de Cachemira porque le gustaba oír los chillidos que proferían al chocar contra las rocas. Toramana y Mihirakula fueron sucedidos por otros reyes hunos, entre los que se encuentran Lakhana y Khigila, cuyos reinados tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo VI, pero de los cuales no se conocen las fechas exactas. Debieron reinar en Kabul o en Gardiz, y el reinado de Khingila debió durar al menos ocho años, según se ha podido comprobar en una inscripción descubierta recientemente.

El lenguaje de los hunos asiáticos, igual que el de sus parientes europeos, es enteramente desconocido, a no ser que sobreviva en el dialecto turco khalji, del que Minorsky hizo un estudio. Para explicar las afinidades lingúísticas y étnicas de este pueblo ha habido dos principales hipótesis. Sin embargo, una de ellas, la "iraní", que era defendida por Ghirhsman y por Enoki y que estaba principalmente basada en las leyendas griegas de las monedas, ha quedado muy desacreditada al descubrirse que en realidad las leyendas estaban escritas en el, dialecto iraní oriental local de la Bactriana. Esta conclusión ha sido confirmada por el descubrimiento de la inscripción bactriana de Surkh Kotal. No hay ninguna duda de que este lenguaje iraní oriental fue utilizado ocasionalmente por grupos hunos con fines adrninistrativos; pero, por ahora, queda en pie la hipótesis "turca" de Minorsky acerca del verdadero lenguaje de los hunos. No obstante, causa perplejidad la afirmación del Cbou shu de que los hephthalitas practicaban la poliandría, lo cual sin duda irla en contra de la teoría de que su origen era indoeuropeo, ya que ello indica que en este sentido tenían más afinidad con los tibetanos que con los turcos. El equipo militar de los hunos orientales (en este caso, aparentemente, r de los kidaritas), representado en un disco de plata que se encuentra en el British Museum, tiene también cierta importancia respecto a la cuestión de su origen racial. El equipo incluye una espada recta que se manejaba con las dos manos y un arco compuesto, pero no usaban estribos. Lo primero y lo último les diferencia claramente de sus sucesores, los ávaros, que tenían como equipe característico la espada curva y el estribo y a los que se considera de origen mongol. Minorsky creía que tanto los khalaj de Irán, que hablaban turco, como los ghilzai de Afganistán, que hablaban pashtu (que parecen ser los mismos pueblos que en las fuentes medievales son llamados khaljis) eran descendientes de los hephthalitas. Opinión que parece paradójica a simple vista, pero que está basada en varios testimonios que indican que en la zona de Afganistán actualmente ocupada por los ghilzais debió estar establecido desde tiempos muy antiguos un pueblo que hablara turco. Y muy bien pudo haber ocurrido que un grupo turco, emparentado con el lthalaj de Irán y que se llamara del mismo modo, predominara en algun momento entre los hephthalitas de esta zona. Posteriormente debió ser absorbido por las más numerosas tribus de habla pashtu originarias del este de Irán, pero legaron el nombre de khalij a la amalgama tribal resultante. Por otra parte, no hay ningún ejemplo en Afganistán de una tribu invasora que haya perdido su propia lengua y adoptado la del pueblo que formaba el sustrato previo. Los hazaras mongoles de Afganistán central actualmente son casi por completo de habla persa, aunque conocen su propio origen mongol. La teoría de Minorsky es, por tanto, muy sugestiva, aunque hay que admitir, sin embargo, que las pruebas acerca de las afinidades raciales y lingüísticas de los hephthalitas son extremadamente fragmentarias y, en consecuencia, de ninguna manera se las puede considerar concluyentes.

b) La guerra en el exterior: Hsiung-nu, Asia central

Los hunos de Asia oriental (Hsiung-nu) seguían siendo el enemigo exterior más peligroso del imperio Han. Aún hoy se sigue discutiendo si serían aquellos los hunos que aparecieron en Europa capitaneados por Atila, en el siglo IV d. C., o si, por el contrario, los Hsiung-nu nada tienen que ver con éstos, y al parecer tampoco se sabe con certeza el tronco lingüístico al que pertenecen. Los investigaciones más recientes no parecen demostrar, corno se creía, un posible parentesco entre palabras de los Hsiung-nu mencionadas en las fuentes chinas y las lenguas turcas, sino que sugieren más bien relaciones con las lenguas siberianas (keto, samoyedo). No puede aducirse, en cuanto a la cuestión de su identificación, el hecho de que los Hsiung-nu fueran pastores y jinetes nómadas. El tipo de economía de los nómadas esteparios no ha estado en relación con grupos de pueblos determinados. Tampoco puede recurrirse a los títulos de Hsiung-nu qué la tradición nos ha transmitido. Los títulos de soberanos pertenecen al repertorio de elementos culturales y lingüísticos que pasan de un pueblo a otro. Finalmente, la mezcla de pueblos fue común a todos los reinos esteparios que aparecen en la historia eurasiática. Las federaciones que se formaron en la estepa comprendían diversos pueblos, del mismo modo que se encontraban germanos y godos entre los seguidores de los hunos de Atila y bajo la soberanía de éstos. Y de los de Gengis Khan, seguramente sólo una parte eran auténticamente de lengua y origen mongol. En los reinos esteparios todo se asimila a la lengua y nacionalidad del clan dirigente; éste es el que da a la federación su nombre, y muchas veces también su lengua común.

Hay un perfecto paralelismo entre el ascenso de los Hsiung-nu, hasta convertirse en un adversario peligroso para China, y la creación de imperio unificado chino, y este paralelismo no sólo se da en el desarrollo, sino también en el tiempo (finales del siglo III a. C.). Apenas pueden abrigarse dudas respecto a que la fundación de un imperio por parte de los sedentarios chinos haya estimulado e influido a sus vecinos nómadas. Contribuyó no poco a ello el hecho de que huyeran con los hunos los renegados chinos -al igual que se encontraban también romanos y griegos en la corte de Atila-, a menudo fugitivos políticos, pero igualmente osados aventureros y chinos que prefirieron la vida libre de la estepa. De este modo, las influencias chinas se hicieron sentir desde época temprana entre los Hsiung-nu. Las primeras informaciones realmente detalladas que se tienen sobre enfrentamientos entre China y nómadas de la estepa son precisamente aquellas que hacen alusión a las luchas de los Hsiung-nu y los chinos, y de ellas se desprende que el Estado chino tuvo que defenderse de sus vecinos noroccidentales hasta entrado el siglo XVII d. C. Es ésta una de las constantes de la historia de China. Se ha querido ver, no sin razón, la relación entre sedentarios y nómadas como inserta en un contexto condicionado por factores económicos. Los nómadas dependían del trigo corno complemento de su precaria base alimenticia, y por esta razón realizaban también precarios cultivos. Permaneció la vecindad pacífica mientras duró en la frontera china el intercambio de los cereales necesarios por pieles, cueros y caballos. Pero en tiempos de malas cosechas y epidemias de ganado y en ciertos casos, cuando la propia China no estaba en condiciones de exportar cereales por motivos climatológicos o como consecuencia de disturbios internos, la situación de los nómadas se tornaba grave y éstos emprendían ataques a fin de salir de semejante situación; se trataba de apoderarse por medios violentos de lo que les brindaba, en otras circunstancias, el intercambio comercial. Así se puso en marcha una reacción en cadena que fue motivo de preocupación, con bastante frecuencia, para los gobiernos chinos.

Bajo el Khan Mao-tun, la federación de los Hsiung-nu alcanzó uno de los momentos de mayor esplendor. El emperador Wen, de la dinastía Han, intentó comprar la paz de las fronteras entregando cereales y seda a los Hsiung-nu y siguiendo una política defensiva. Se celebraron toda una serie de acuerdos que en algunos casos incluyeron también matrimonios entre princesas chinas y soberanos Hsiung-nu. Estas mujeres chinas, trasladadas a la fuerza a las tiendas de los Hsiung-nu, se convirtieron en portadoras de influencias culturales chinas. Parece haber sido tal la cantidad de seda entregada que los Hsiung-nu pudieron enviar el remanente, en venta gananciosa, a la parte occidental de Asia. Así, el comercio llevado a cabo por la "ruta de la seda" no surgió tanto por la iniciativa de comerciantes privados chinos cuanto por los "tributos" rendidos por China en el marco de los acuerdos. Bajo el gobierno del emperador Wu se pasó de una política defensiva a una ofensiva. Este soberano envió diversas expediciones a la estepa a partir del año 133 a. C. para librar una batalla decisiva contra los Hsiung-nu en sus campos de pastoreo. Sólo una de estas expediciones pudo alcanzar el objetivo estratégico. Alrededor del año 127 a. C. se encontraba en manos chinas el territorio Ordos, es decir, la comarca cuadrangular situada en el curso superior del Huangho. Los repetidos avances que tuvieron lugar desde este punto sobre la estepa sirvieron rnás que nada para intranquilizar a los Hsiung-nu, pues Wu y sus generales no tenían intención de establecerse definitivamente en las extensiones de Mongolia. La cuenca del Tarim representaba un objetivo más importante para atacar. Los estados situados en los oasis, cuya población era de habla indoeuropea, habían caído bajo el dominio de los Hsiung-nu; se trataba de un país de importancia debido a las rutas de caravanas hacia Occidente que por allí pasaban y el control comercial que esta situación les confería, pero asimismo por la explotación de jade que brindaba. En el año 121 el general Ho Ch'ü-ping avanzó hacia el Noroeste y conquistó el "corredor" de Kansu, dentro del cual Chü-yen se convirtió en un importante asentamiento comercial y militar chino. Las excavaciones que se efectuaron allí descubrieron gran cantidad de documentos chinos escritos en madera y bambú, que permiten reconstruir la vida cotidiana de una guarnición china fronteriza, y no sólo esto, sino que también brindaron una imagen del "limes" chino, una cadena de minuciosas fortificaciones, construida para hacer frente a los ataques de los nómadas.

La emigración de los Yüeh-chih de Kansu, por presión de los Hsiung, data aproximadamente del año 180. Alcanzaron el territorio de la Bactriana griega, estableciéndose allí. La corte china envió al oficial Chan Ch'ien, al frente de una especie de destacamento-espía, con el fin de establecer contacto con los Yüeh-chih y exhortarlos a formar una alianza. Este objetivo diplomático-militar no se habla logrado aún cuando Chan Ch'ien reapareció en la capital, en el año 126 a. C., tras realizar un viaje lleno de aventuras a través de Asia. Pero informó sobre un mundo hasta entonces desconocido para los chinos, el del Irán helenizado. El Ta-yüan de las tierras occidentales corresponde al paisaje de Fergana y posiblemente refleje el nombre de los tocarios. De allí obtuvieron los chinos noticias sobre el vino de uva de una población sedentaria y rica; llegaron a China plantas de cultivo procedentes de Asia sudoccidental: alfalfa, importante como forraje para los caballos, y también caballos. Según investigaciones recientes, es probable que la importación a China de caballos procedentes de Asia sudoccidental no se debiera solamente a intereses mercantiles, sino que existieron también razones religiosas. Las expediciones enviadas a Sógdiana por el emperador Wu, en los años 104 y 101 a. C., debieron estar motivadas por la superstición del emperador, quien vela en los "celestes caballos" de Occidente un medio para obtener la inmortalidad; actitud ésta que concuerda con lo que se sabe sobre la personalidad del emperador, curiosa mezcla de pragmatismo y superstición. Estas expediciones militares de los chinos colocaron la cuenca del Tarim bajo soberanía china y debilitaron el poder de los Hsiung-nu. En el siglo I a. C. el imperio Hsiung-nu fue descomponiéndose gradualmente; en el año 53 el soberano del grupo meridional se sometió a los chinos, y un nuevo avance de éstos hacia Asia occidental infligió una nueva derrota en Sogdiana a las fuerzas Hsiung-nu que quedaban en pie. Así, aproximadamente desde mediado del siglo I, la cuenca del Tarim se encontraba bajo administración militar china; una amplia red de guarniciones garantizaba la posición adquirida por los chinos, sin que por ello desaparecieran los pequeños reinos autóctonos.

El curso posterior de la historia muestra que no siempre pudo mantenerse la preponderancia en Asia central, conquistada en las luchas que se desarrollaron bajo Wu y sus sucesores. Pero con ello el imperialismo chino conoció el camino de Occidente. Las fronteras actuales del estado chino en Asia central, marcadas por la provincia de Sinkiang, corresponden en lo fundamental a las conquistas realizadas ya bajo los Han. Las influencias y bienes culturales procedentes del territorio iraní llegados a China por esta vía revistieron gran importancia para la civilización de China. Por las rutas de la seda llegó también a China, a partir del siglo 1 d. C., el budismo, y con él una gran cantidad de nuevos elementos que vendrían a enriquecer la civilización china.

a) Conquistas

La guerra civil se había librado principalmente en el norte y en el centro de China. Así es como se reforzó el movi-miento migratorio hacia el Sur, iniciado ya con las inundaciones. Los colonos se trasladaron hasta el corazón de Yünnan, Annam y Tongking, territorios que hablan sido ligados mas estrechamente al imperio por el general Ma Yüan al ser enviado éste en el año 42 d. C. a Tongking, donde dos años antes habla estallado una rebelión que fue entonces sofocada. Con todo, la soberanía china sobre estos territorios debió haber sido seguramente nominal.

No obstante, la emigración de las regiones septentrionales y del Noroeste se debía también a otras razones. Durante la guerra civil diversos pueblos extranjeros habían irrumpido nuevamente o se hablan instalado en estas zonas. Aunque en el año 48 d.C. se produjo una división entre los Hsiung-nu y se quebró su confederación, ello no redundó únicamente en beneficio de los chinos. Diecinueve tribus de los llamados Hsiung-nu del Sur se pusieron bajo la protección de los Han, pues se encontraban acosados por los Hsien-pi y los Wu-huan. Por un lado fue grata su llegada, pues se esperaba poder utilizarlos en Shansi y en el arco del Huangho para afianzar las fronteras, como se esperaba de las tribus tibetanas toleradas entre el Huangho y el Kuku Nor; pero por otro lado, estos Hsiung-nu y tibetanos crearon muchos problemas a sus vecinos chinos con sus saqueos e incursiones. Por otra parte, entre el año 60 y 70 d. C., las secciones de los Hsiung.nu que se habían retirado hacia el Norte volvieron a hacer sentir su presencia y lograron cierta influencia en Turkestán, donde los estados tributarios de China, excepto el rey de Yarkend, rompieron sus vínculos con el imperio Han. En el año 73 se puso en marcha una primera campaña dirigida por Tou Ku. El clan Tou, que estaba emparentado con la casa imperial, se contaba entre los más fervientes partidarios de una política ofensiva con respecto a Asia central, política que fue luego puesta en práctica bajo los emperadores Chang (76-88) y Ho (89-105). Tou Hsien y Pan Ch'ao derrotaron a los Hsiung-nu del Norte en varias batallas, siendo el segundo quien más avanzó, llegando en el año 94 hasta el extremo occidental de la cuenca del Tarim. Pero el protectorado chino no duró mucho; en el año 107 se retiraron ya las guarniciones del exterior. Económicamente el imperio no se encontraba en condiciones de mantener durante mucho tiempo su presencia militar en estos gigantescos territorios; hubo que conformarse con que las comunicaciones por tierra con Asia sudoccidental no se cortasen totalmente. Por otra parte, alrededor del año 107 se desencadenaron una serie de disturbios entre los tibetanos asentados en la parte oriental de Kansu, recrudeciéndose una y otra vez durante una década e impidiendo temporalmente que el gobierno central pudiera controlar la región del Noroeste. Todo este proceso fue una de las causas de que el contacto y el comercio con el lejano Occidente se realzase cada vez con más frecuencia por vía marítima.

Aún había esperanzas, pues, de que Roma pudiese resistir el choque de las invasiones, de que los invasores pudiesen ser asimilados y convertidos en romanos, y de que los emperadores pudiesen gobernar como antes. La gran barrera era la religión. Los germanos eran arrianos, y para la población romana, que era católica en su abrumadora mayoría, esto era peor que el hecho de que fuesen germanos.

Pero aun esta situación podía haberse suavizado. Si pudiera detenerse la historia en un punto, podría absorberse casi todo cambio.

Pero la historia no se detendría. Roma se estaba desmembrando, y penetraban en ella nuevos grupos de invasores toscos y bárbaros más rápidamente que lo que podía ser romanizado un grupo de ellos. Estas nuevas oleadas podían haberse aplacado por sí solas, pero en realidad eran impelidas, pues los hunos estaban nuevamente en marcha.

Después de su conquista de los territorios ostrogodos y visigodos medio siglo antes, los hunos habían permanecido en calma. Pero en 433 un gobernante llamado Atila llegó al trono. Astuto, ambicioso y en modo alguno sólo un bárbaro, embarcó otra vez a los hunos en una agresiva política de expansión. Durante la mayor parte de su reinado, dirigió sus ataques hacia el Sur, a través del Danubio, y esparció la ruina y los saqueos por las provincias del Imperio de Oriente, obteniendo grandes ganancias como botín y tributos.

Luego se dirigió al Oeste por diversas razones. El Imperio Oriental estaba ansioso de sobornarlo para que se alejase, como antaño había sobornado a Alarico, una generación antes. Además, el Imperio de Oriente ofrecía una resistencia desesperada, y Atila pensó con razón que el Imperio Occidental, más débil y en un estado más avanzado de desintegración, sería una presa mucho más fácil.

Llevó su ejército al Oeste a través de Germania, obligando a algunas de las tribus a cruzar el Rin en huida. Entre ellas se contaban los burgundios, que habían habitado a lo largo del Rin central y ahora se lanzaron al sudoeste de la Galia, ocupando la región que rodea al lago de Ginebra. Más al norte, los francos cruzaron el Rin inferior y penetraron en el norte de Francia.

En 451, los hunos cruzaron el Rin, y por primera y única vez en la historia, guerreros altaicos estuvieron al oeste de este río. (Europa volvería a temblar ante invasiones de otros guerreros asiáticos, entre ellos, mongoles y turcos, pero ninguno llegaría tan al Oeste.) En ese momento, los dominios hunos llegaron a su máxima extensión, pues cubrían una franja de tierra, a través de Europa central y oriental, que tenía cuatro mil kilómetros de largo.

El Emperador de Occidente era por entonces Valentiniano III, y el general principal era Flavio Aecio, hombre capaz que había estado mucho tiempo entre los visigodos y entre los hunos.

Aecio había ejercido el gobierno imperial en la Galia durante años, enfrentando a un grupo de bárbaros contra otro, para que ninguno llegase a ser demasiado fuerte. También se entregó a rencorosas intrigas contra otros generales imperiales, y es difícil saber si hizo más bien que mal a Roma a largo plazo, pues nunca pareció vacilar en dar prioridad a su provecho personal antes que al del gobierno.

Por ejemplo, fue su rivalidad con otro general lo que llevó a la creación del Reino Vándalo en el norte de Africa y a la pérdida, para Roma, de una importante fuente de cereales.

Aecio había combatido contra los visigodos y no había vacilado en emplear tropas hunas siempre que quisieron luchar de su parte. Pero ahora los hunos eran el principal enemigo, y Aecio dio media vuelta. Se alió con su viejo enemigo, el anciano Teodorico I, rey de los visigodos, y, junto con otras tribus germánicas entre las que figuraban los francos y los burgundios, se volvió contra los hunos.

El ejército de Atila tampoco era exclusivamente huno. Tenía muchos aliados germánicos y un fuerte contingente ostrogodo, pues éstos se hallaban bajo la dominación de los hunos desde hacía ochenta años.

Atila trató de dividir a las fuerzas que se les enfrentaban anunciando que no había ido a luchar contra el Imperio, sino sólo contra los visigodos. Conocía bien a Aecio y pensaba que sería fácil que éste se retirara y dejase que los hunos luchasen contra los visigodos. Pero, por una vez, Aecio no jugó sucio y se mantuvo firme.

Antes de que las fuerzas imperiales pudieran alcanzarlo, Atila se había dirigido a las murallas de Aurelianum (la moderna Orleáns) y hasta se había afirmado dentro de la ciudad. Pero cuando llegaron las fuerzas imperiales, se vio obligado a retirarse.

Los ejércitos se encontraron en los Campos Cataláunicos (la principal ciudad de esta región es Chalons), a unos 190 kilómetros al noroeste de Orleáns. No fue tanto una batalla de romanos contra hunos como de godos contra godos.

Aecio colocó sus propias tropas a la izquierda del frente y a los visigodos a la derecha. Los aliados más débiles fueron apostados en el centro, por donde -según esperaba Aecio- Atila (que siempre se colocaba en el centro de su línea) lanzaría el ataque principal. Así ocurrió. Los hunos atacaron por el centro y penetraron en las líneas enemigas, mientras los extremos de las lineas de Aecio se cerraron sobre ellos y los rodearon. Cuando la batalla terminó, las fuerzas imperiales habían vencido claramente.

Si la victoria hubiese sido aprovechada adecuadamente, los hunos podían haber sido exterminados y Atila muerto. Pero Aecio, el intrigante, pensó que su principal preocupación debía ser impedir que sus aliados se hiciesen demasiado fuertes. Teodorico, el viejo rey visigodo, había muerto en la batalla, y Aecio urgió al hijo y heredero del monarca, Torismundo, a que retornase rápidamente a Tolosa para asegurarse la sucesión. Los visigodos fueron retirados apresuradamente del lugar de la batalla, con lo cual perdieron la oportunidad de expandir su reino gracias a la victoria.

Este fracaso de la expansión visigoda convenía a Aecio, por supuesto. También estaba seguro de que una guerra civil mantendría ocupadas las energías de los visigodos, y tenía razón. Torismundo subió al trono, pero al año fue muerto por su hermano menor, quien entonces reinó con el nombre de Teodorico II.

Aunque Aecio había logrado una ventaja, perdió los beneficios a corto plazo. Sin sus aliados visigodos, Aecio no tenía fuerzas suficientes para perseguir a los hunos. El resultado de la batalla de los Campos Cataláunicos fue expulsar a Atila de la Galia, pero a causa totalmente de las maquinaciones de Aecio, no terminó con la amenaza de los hunos, como fácilmente podía haber sucedido.

Atila pudo reorganizar su ejército y tomar aliento. En 452, invadió Italia. Puso sitio a Aquileya, ciudad del extremo septentrional del mar Adriático, y después de tres meses la tomó y la destruyó. Algunos de los habitantes, huyendo de la devastación, buscaron refugio en las lagunas pantanosas del oeste. Éste, según la tradición, fue el núcleo inicial de lo que más tarde sería la famosa ciudad de Venecia.

Italia estaba postrada ante Atila, como cuarenta años antes lo había estado ante Alarico. Los hunos podían haber tomado Roma como los visigodos, pero a último momento se retiraron. Algunos dicen que la causa fue el temor supersticioso de Atila ante la aureola de Roma y del papa León I, quien fue a su encuentro con todos los ornamentos papales para pedirle que no destruyese a Roma. Otros, menos románticos, dicen que se retiró gracias a un considerable presente en oro que el papa León I llevó consigo.

Sea como fuere, Atila abandonó Italia. Al volver a su campamento bárbaro, en 453, se casó nuevamente, añadiendo otra esposa a su numeroso harén. Participó en una gran fiesta y luego se retiró a su tienda, donde murió durante la noche, al parecer de un ataque, causado quizá por los excesos de la celebración.

Su Reino quedó dividido entre sus muchos hijos y se derrumbó casi inmediatamente bajo el impacto de una revuelta germánica, que estalló tan pronto como se difundió la noticia de la muerte de Atila. La dominación huna llegó a su fin y los hunos desaparecieron de la historia.

 

 

 

 

 

 

Autor:

Ronald Ramirez Olano

Profesor

Partes: 1, 2
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