Cuando Edward Koch, un doctor judío
conocido como el "médico de los pobres" le dio la noticia.
La madre del muchacho, Klara Pölzl –Hitler de casada-
padecía un dolor en el pecho, síntoma indiscutible
de un tumor de mama. Era 1907 y Adolf estaba viviendo una
época especialmente significativa. No sólo su madre
(el ser al que más unido se sentiría durante toda
su existencia) corría un peligro mortal, sino que se
había enamorado por primera vez. Ninguno de los dos
trances terminaría bien. La muchacha no le
correspondía y su madre no superaría la enfermedad.
El médico que no había sido capaz de salvarla
-tarea, por otra parte, imposible- era un judío que le
había administrado una sustancia gaseosa. No sabemos hasta
qué punto ambas circunstancias quedaron grabadas en el
subconsciente de Hitler y cómo influyeron en su
trayectoria posterior.
Aunque dio la impresión de ser |
Sea como fuere, con la muerte de
su madre, el 21 de diciembre de 1907, la familia
quedó en buena medida desintegrada. Aunque leyendo sus
palabras daría la impresión de que Hitler era hijo
único, lo cierto es que cuando Adolf nació el 20 de
abril de 1889, el matrimonio formado por Alois Hitler -el tercero
para él- y Klara Pölzl -el primero para ella-
tenía ya tres hijos. Se trataba de Gustav, Ida y Otto,
nacidos en los años inmediatamente anteriores a Adolf. Les
seguirían Edmund y Paula. Además, tenía dos
hermanos de padre, Alois y Angela, nacidos del segundo matrimonio
de Alois. El apellido del padre -un funcionario de
categoría media- era, en realidad, Schicklgruber, pero en
1876 había sido legitimado recibiendo el de Hitler que
pasaría a los hijos. Esta circunstancia irregular
dispararía los más diversos rumores cuando su hijo
Adolf se dedicó a la política.
Se afirmó, por ejemplo, que la madre
de Alois le había concebido de un judío en cuya
casa había trabajado como sirvienta, en otras palabras, se
venía a decir que Hitler habría tenido sangre
judía corriendo por sus venas.
Descendencia
Era una tesis
tentadora, aunque no parece que se correspondiera con la
realidad. Hitler descendía de una estirpe claramente
germánica -algo no tan fácil en un imperio como el
austrohúngaro, donde abundaban las diferentes
nacionalidades- y, de hecho, siendo niño daba muestras de
un notable antisemitismo,
probablemente aprendido de su padre. Las informaciones sobre
Alois resultan contradictorias, pero parece establecido que
más de una vez le administró castigos corporales
para corregir su pereza. Por el contrario, parece fuera de duda
que su madre, con la que guardaba un gran parecido físico,
lo consideraba su hijo preferido.
Cuando el 1 de enero de 1903
falleció el padre, la familia no
quedó en la miseria, como los propagandistas del nazismo
intentaron hacer creer. Adolf pudo hacer su voluntad bajo la
mirada complacida de su madre. Lo veía como un niño
sensible al que había que mimar. En 1905, Adolf
logró que su madre le permitiera dejar los estudios. Al
año siguiente, residía en Viena, donde se
dedicó, sobre todo, a asistir a óperas de
Wagner.
Era una vida que no tenía paralelo
en los otros hermanos. De manera bastante significativa, Hitler
no los mencionaría en su autobiografía -el famoso
Mein Kampf- y tampoco suelen referirse a ellos sus
biógrafos conscientes del nulo papel que les otorgó
el dictador. Aquella forma de vida se acabaría con la
muerte de
Klara.
A partir de ese acontecimiento, las
posibilidades de Adolf de seguir viviendo sin trabajar se vieron
mermadas. De hecho, tanto sus hermanos como algunos otros
familiares comenzaron a presionarle para que se ganara la vida.
La respuesta del joven fue escapar de nuevo a Viena para
convertirse en un artista. Es posible que aquella perspectiva no
agradara a la familia, pero quizá confiaron en que el
muchacho lograra entrar en la Academia de Bellas Artes
-como pretendía- y se labrara un porvenir.
Pero Adolf carecía de talento
artístico y se vio cerrada esa posibilidad. Con
posterioridad, él mismo relataría que en esa etapa
había conocido la dureza de la vida obrera. La verdad es
que se limitaba a pintar acuarelas que vendía a tres
marchantes judíos.
Judíos eran también los dueños de los
albergues para indigentes donde dormía un tal Neumann que
le regaló un abrigo al compadecerse de
él.
Relaciones
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