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Las conversaciones de todas las noches de los
enemigos de Alemania
vienen sustentándose desde el 22 de junio de 1941 con la
comparación entre Hitler y Napoleón. El uno –dicen–, se
estrellará exactamente como se estrelló el otro. El
primer punto de apoyo para esta comparación lo constituye
una fecha. También Napoleón –dicen–,
irrumpió el 22 de junio en Rusia, y a los
cuatro meses había fracasado. En primer lugar, la
coincidencia de la fecha no es verdad. Napoleón
empezó la marcha el 24 de junio de 1812. Supongamos, sin
embargo, para satisfacción de todos los astrólogos,
que la fecha napoleónica coincida con el principio del
avance alemán y entonces esta coincidencia, pero esta
sola, bien entendido, sería la única que
justificaría la comparación. En realidad se
diferencian ambas empresas
empezando ya por el planteamiento. Pero los interlocutores no
saben siquiera, por qué fracasó Napoleón el
año 1812 en Rusia. Para venir en ayuda de los corrillos de
discutientes, «Signal» va a explicar los hechos. El
lector podrá decir entonces con todo conocimiento
de causa, qué sentido tienen las palabras que Winston
Churchill pronunció al principio de las o operaciones
alemanas contra la Unión Soviética, dando
así pie para la comparación Hitler-Napoleón.
«Napoleón desapareció, de ahí mi
confianza…»
Napoleón –dicen–,
fracasó en Rusia en 1812 por la extensión del
espacio y por el frío ruso. Esta afirmación se ha
convertido en un dogma, pero no es clara. Un gran espacio no es,
por lo pronto, peligro ninguno. Al contrario. Un gran espacio
puede llegar a ser incluso una ventaja. De ello hablaremos
todavía. El espacio es únicamente un peligro para
el estratega, si éste no sabe aprovecharlo o si no tiene
suficientes medios
auxiliares para dominarlo. Este fue el caso de Napoleón.
Fracasó, ante todo, por las dificultades del
aprovisionamiento.
Para él, que era el maestro de los
preparativos de guerra, fue
esto particularmente trágico. De su campaña de
Polonia en 1807 había conservado el recuerdo de
cuán difícil es alimentar a un gran ejército
en un país deficientemente administrado. Cuando
Napoleón preparó la campaña de 1812,
dispuso, en primer lugar, por consiguiente, una gran base de
aprovisionamiento en el Vístula y otra en el Niemen. La
indigencia de sus tropas se produjo, precisamente, porque las
provisiones de estos depósitos no llegaron a los soldados.
Napoleón dijo antes de empezar las operaciones: «El
resultado de mi movimiento
reunirá 400.000 hombres en un solo punto. Y del
país no es de esperar nada, hay que llevarlo todo
consigo.»
Sabía pues, muy bien lo que hacía,
cuando ordenó que la tropa llevase consigo al emprender la
marcha raciones para 24 días. El que la tropa sufriera
pronto escasez de
víveres se debió a una circunstancia que él
había tenido por secundaria.
El caballo y la
sueña en avena…
Para poder llevar
consigo suficientes provisiones hizo construir unos carros muy
grandes. Pero estos carros tenían que ir tan cargados, que
luego no quedaba sitio para llevar la avena para los caballos.
Precisamente a causa de esta circunstancia tuvo que aplazar
Napoleón el principio de las operaciones hasta el mes de
junio, porque en este tiempo
había forraje verde de calidad y en
cantidad suficiente. Pero lo que no se había calculado,
fue lo que resultó fatal: los caballos no soportaban el
forraje verde. Debido a la rapidez del avance se daba casi
siempre el forraje mojado a los caballos, y así fue que
empezaron a declararse cólicos, de resultas de los cuales
los caballos morían en masa. Con ello se paralizó
el avance, ya que cada uno de los hombres no podía llevar,
además de su equipo, más que la ración para
cuatro días en la mochila. Las otras veinte raciones, de
las veinticuatro previstas, tenía que llevarlas el
tren.
Cuando empezó la mortandad de los
caballos, los soldados se quedaron, naturalmente, cerca de los
carros. Es más, el mismo jefe de las fuerzas tenía
que mantenerlos cerca de los vehículos a fin de que no se
dispersaran por el país para saquear o desertar.
Después de la pérdida de los caballos no
podían ponerse en movimiento los pesados carros
construidos expresamente para el transporte de
las provisiones y de las municiones, y hubo que sustituirlos por
los ligeros carros del país. Con ello se había
trastornado, empero, toda la disposición de marcha, porque
ya no se podían transportar las cantidades necesarias de
víveres, y ninguna de las unidades del ejército
llegó a prestar el rendimiento de marcha exigido de 20 Km
por día. Sólo durante los cuatro primeros
días, en los que los soldados podían alimentarse
con las provisiones que llevaban en la mochila, pudo llevarse a
cabo este rendimiento de marcha, que condujo hasta Vilna incluso
hasta fines de dicho mes esperando el abastecimiento de
víveres.
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