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Conociendo a Napoleón y Hitler paralelo histórico




Enviado por Ronald Ramirez Olano



Partes: 1, 2

    1. El
      ejército y la lucha
    2. El arte
      de la Guerra
    3. La
      Jauría de Lobos al Acecho
    4. Los Piro
      maníacos en Acción
    5. La gran
      Esperanza
    6. El
      segundo ejercito a la lucha
    7. Los
      generales de Hitler y Napoleón
    8. El
      fracaso del genio "La vanidad"
    9. El
      bolchevismo en acción
    10. La bota
      militar
    11. La gran
      aniquilación

    Las conversaciones de todas las noches de los
    enemigos de Alemania
    vienen sustentándose desde el 22 de junio de 1941 con la
    comparación entre Hitler y Napoleón. El uno –dicen–, se
    estrellará exactamente como se estrelló el otro. El
    primer punto de apoyo para esta comparación lo constituye
    una fecha. También Napoleón –dicen–,
    irrumpió el 22 de junio en Rusia, y a los
    cuatro meses había fracasado. En primer lugar, la
    coincidencia de la fecha no es verdad. Napoleón
    empezó la marcha el 24 de junio de 1812. Supongamos, sin
    embargo, para satisfacción de todos los astrólogos,
    que la fecha napoleónica coincida con el principio del
    avance alemán y entonces esta coincidencia, pero esta
    sola, bien entendido, sería la única que
    justificaría la comparación. En realidad se
    diferencian ambas empresas
    empezando ya por el planteamiento. Pero los interlocutores no
    saben siquiera, por qué fracasó Napoleón el
    año 1812 en Rusia. Para venir en ayuda de los corrillos de
    discutientes, «Signal» va a explicar los hechos. El
    lector podrá decir entonces con todo conocimiento
    de causa, qué sentido tienen las palabras que Winston
    Churchill pronunció al principio de las o operaciones
    alemanas contra la Unión Soviética, dando
    así pie para la comparación Hitler-Napoleón.
    «Napoleón desapareció, de ahí mi
    confianza…»

    Napoleón –dicen–,
    fracasó en Rusia en 1812 por la extensión del
    espacio y por el frío ruso. Esta afirmación se ha
    convertido en un dogma, pero no es clara. Un gran espacio no es,
    por lo pronto, peligro ninguno. Al contrario. Un gran espacio
    puede llegar a ser incluso una ventaja. De ello hablaremos
    todavía. El espacio es únicamente un peligro para
    el estratega, si éste no sabe aprovecharlo o si no tiene
    suficientes medios
    auxiliares para dominarlo. Este fue el caso de Napoleón.
    Fracasó, ante todo, por las dificultades del
    aprovisionamiento.

    Para él, que era el maestro de los
    preparativos de guerra, fue
    esto particularmente trágico. De su campaña de
    Polonia en 1807 había conservado el recuerdo de
    cuán difícil es alimentar a un gran ejército
    en un país deficientemente administrado. Cuando
    Napoleón preparó la campaña de 1812,
    dispuso, en primer lugar, por consiguiente, una gran base de
    aprovisionamiento en el Vístula y otra en el Niemen. La
    indigencia de sus tropas se produjo, precisamente, porque las
    provisiones de estos depósitos no llegaron a los soldados.
    Napoleón dijo antes de empezar las operaciones: «El
    resultado de mi movimiento
    reunirá 400.000 hombres en un solo punto. Y del
    país no es de esperar nada, hay que llevarlo todo
    consigo.»

    Sabía pues, muy bien lo que hacía,
    cuando ordenó que la tropa llevase consigo al emprender la
    marcha raciones para 24 días. El que la tropa sufriera
    pronto escasez de
    víveres se debió a una circunstancia que él
    había tenido por secundaria.

    El caballo y la
    sueña en avena…

    Para poder llevar
    consigo suficientes provisiones hizo construir unos carros muy
    grandes. Pero estos carros tenían que ir tan cargados, que
    luego no quedaba sitio para llevar la avena para los caballos.
    Precisamente a causa de esta circunstancia tuvo que aplazar
    Napoleón el principio de las operaciones hasta el mes de
    junio, porque en este tiempo
    había forraje verde de calidad y en
    cantidad suficiente. Pero lo que no se había calculado,
    fue lo que resultó fatal: los caballos no soportaban el
    forraje verde. Debido a la rapidez del avance se daba casi
    siempre el forraje mojado a los caballos, y así fue que
    empezaron a declararse cólicos, de resultas de los cuales
    los caballos morían en masa. Con ello se paralizó
    el avance, ya que cada uno de los hombres no podía llevar,
    además de su equipo, más que la ración para
    cuatro días en la mochila. Las otras veinte raciones, de
    las veinticuatro previstas, tenía que llevarlas el
    tren.

    Cuando empezó la mortandad de los
    caballos, los soldados se quedaron, naturalmente, cerca de los
    carros. Es más, el mismo jefe de las fuerzas tenía
    que mantenerlos cerca de los vehículos a fin de que no se
    dispersaran por el país para saquear o desertar.
    Después de la pérdida de los caballos no
    podían ponerse en movimiento los pesados carros
    construidos expresamente para el transporte de
    las provisiones y de las municiones, y hubo que sustituirlos por
    los ligeros carros del país. Con ello se había
    trastornado, empero, toda la disposición de marcha, porque
    ya no se podían transportar las cantidades necesarias de
    víveres, y ninguna de las unidades del ejército
    llegó a prestar el rendimiento de marcha exigido de 20 Km
    por día. Sólo durante los cuatro primeros
    días, en los que los soldados podían alimentarse
    con las provisiones que llevaban en la mochila, pudo llevarse a
    cabo este rendimiento de marcha, que condujo hasta Vilna incluso
    hasta fines de dicho mes esperando el abastecimiento de
    víveres.

    El
    ejército y la lucha

    Partes: 1, 2

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