El humanismo moderno de José Martí y el Cristo de Munkacy (página 2)
Impacta la descripción de la escena, tal parece que se
describe una película, no un cuadro. La pintura
retrata el momento en que según el Apóstol Juan
ocurrió el siguiente dialogo:"Le dijo
entonces Pilatos: ¿Luego eres tú rey?
Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo
para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar
testimonio a la verdad. Todo aquel que es de verdad oye mi
voz."[7]. Todo lo dice con calma mientras le mira
a los ojos directamente al gobernador romano quien a pesar de su
inmenso poder no puede
sostener esa limpia mirada y su vacilación se hace
evidente.
El instante es intenso."Un magnífico soldado echa
atrás con su pica a un gañán que vocifera
con los brazos en alto: ¡figura soberana! Todos los pueblos
tienen ese hombre
bestial, lampiño, boca grande, nariz chata, mucho
pómulo, ojo chico y viscoso, frente baja! Rebosa en la
figura ese odio insano de las naturalezas viles hacia las almas
que las deslumbran y avergüenzan con su claridad; y sin
esfuerzo alguno.resaltan en el cuadro en su doble posición
moral y
física:
el hombre
acrisolado que ama y muere, y el bestial que odia y
mata"[8]
Ese es el eterno dilema del yugo y la estrella; la
exaltación de Martí
tiene además su propia motivación personal,
él ha elegido a pesar de sus profundos riesgos la
estrella, de ahí su intensa admiración por quien lo
ha hecho igual. Martí
advierte en el cuadro la incertidumbre de Pilatos, el pintor lo
recrea en la descripción psicológica que se aprecia
en los Evangelios; vacilante, quizás temeroso; tal parece
que la situación le resulta incómoda y que no desea
crucificar a Jesús. Pilatos tal vez hubiese preferido que
el problema lo resolvieran entre judíos.
Martí describe a Caifás, el sacerdote
judío, con el fanatismo insano en el rostro, con la boca
acusadora en rictus despreciable, aunque mudo en el lienzo parece
rugir, pidiendo al representante del Imperio opresor de su
pueblo, el castigo de la cruz para Jesús; castigo que era
concebido solo para ladrones y criminales. Caifás
representa también la traición, porque prefiere que
el poder de Roma Imperial
juzgue y ejecute a Jesús, que es de los suyos, antes de
dejarlo continuar una prédica que podría ser
dañina a sus intereses económicos; busca la alianza
con el poderoso y pisa el alma de su
pueblo. Caifás, en su posición representa la
inconsistencia de los fundamentalismos para todas las
épocas. Martí refleja los intereses en juego al
describir al rico, allí no hace derroche de palabras, es
directo y lapidario; solo dice:".ese rico odioso de todos los
tiempos"[9]
Todo alrededor de Jesús es convulso, la serenidad solo
está en él, nada en el cuadro es superior a
él y a pesar de su humilde figura la luz le rodea;
pero no es una aureola mística, es una fuerza
espiritual interna que reconvierte en luz preñada de
humanismo que
cautiva; ""luz del Cristo avasalladora, que atrae a él los
ojos como el término inevitable de las excursiones por el
lienzo."[10]
La fuerza del cuadro está en los ojos de la figura
central, la debilidad de la parte acusadora está en los
ojos del representante del Imperio; en esa mirada profunda del
hombre que casi se está despidiendo de la vida, donde se
refleja la fuerza de la idea que dignifica la actitud digna
y segura del hombre convencido de que tiene una causa superior.
"La idea consagra, enciende, adelgaza, sublima y purifica: da una
estatura que no se ve y se siente: limpia el espíritu de
escoria, como consume el fuego la maleza: esparce una beldad
clara y segura hacia las almas y se siente en ellas. El
Jesús de Munckacy es el poder de la idea
pura".[11] Ante ese poder se derrumba la altivez
del gobernador romano, que "parece postrado ante él"
[12]y la grosera multitud acusadora pasa a un
tercer plano.
La idea que da esa mirada virtuosa es la de un hombre digno.
Allí es donde encontramos la fuente de tanta
exaltación martiana, Martí vio en la serenidad de
Jesús ante la perspectiva de una muerte muy
cruel que sabía inevitable la entereza del hombre
comprometido con una causa superior, vio al humanismo
infringiéndole una enorme derrota moral a la ignominia de
las bajas pasiones y a la fuerza bruta del gran Imperio.
"Es el hombre en el cuadro lo que entusiasma y ata el juicio.
Es el triunfo y resurrección de Cristo, pero en la vida y
por su fuerza humana. Es la visión de nuestra fuerza
propia en la arrogancia y claridad de la virtud. Es la victoria
de la idea nueva, que sabe que de su luz puede sacarse el alma,
sin comercio
extravagante y natural con la creación, ese amor sediento
y desdén de sí que llevaron al nazareno a su
martirio. Es el Jesús sin halo, el hombre que doma, el
Cristo vivo, el Cristo humano, racional y
fiero"[13]
Esto resume el interés de
Martí; todo lo ve, durante la lectura de
su crónica el lector puede imaginar el cuadro, punto a
punto describe la pintura y nos muestra su
trascendentalidad como suceso artístico, va a ella a
recibir lo comunicable a la perfección del hombre y ha
conformar su legado para otra dimensión geográfica
distante y que desea modelar como identidad
donde se agolpen como suceso fundacional los grandes atributos
del arte mundial como
herencia
humana que contribuya a la gestación de una pertenencia
común en "Nuestra América", lejos del fundamentalismo
católico heredado del reciente pasado colonial que
persistía, injertando al tronco común la
visión humanista en una nueva perspectiva como elemento
imprescindible para fundir nuestra gran mezcla de razas y
culturas; ".lo divino está en lo
humano"[14]; y la grandeza humana está en
la forma digna en que se defiende la virtud y la verdad.
Esta crónica fue publicada en el diario "La Nación"
de Buenos Aires,
dirigido por Bartolomé Mitre el 2 de diciembre de 1886.
¿Por qué justamente este tema? Él quiso que
el latinoamericano tuviera un puente de comunicación con lo mejor del arte
universal porque no concebía el mejoramiento humano al
margen del arte bueno, para él el arte es imprescindible
para modelar al hombre nuevo
latinoamericano y pone su exquisita sensibilidad al servicio de
ampliar los horizontes culturales de Nuestra América.
Era necesaria también una nueva visión
religiosa, donde el humanismo fuera una fuerza liberadora y un
escape necesario de los dogmas medievales hieráticos y
obsoletos que impedían la liberación espiritual del
hombre.
La Iglesia
Católica, en América
Latina en el siglo XIX, después de las luchas
independentistas seguía siendo una prolongación del
colonialismo, un poder inmenso que contribuía a la
enervación espiritual de Nuestra América y a la
enajenación de las grandes masas
adormecidas por el inmenso letargo de casi cuatro siglos de
explotación. Martí, consciente de la inmensidad del
reto dice: "Pero el cariño por el dulce error es tan
potente y tan segura está el alma de un tipo bello fuera
de esta vida, que el Cristo nuevo no parece enteramente
hermoso"[15]En la Latinoamérica decimonónica el
mito
seguía siendo superior a la visión del hombre en el
contexto cristiano a pesar de la irrupción de las ideas
humanistas en el pensamiento
occidental desde el siglo XVIII.
La crónica prueba la universalidad de Martí, su
exquisito sentido de la ética al
plantear la necesidad de la respuesta sublime ante la adversidad
para defender la elección tomada. Su obra visionaria sigue
impresionando a los pensadores; el eminente economista y
dirigente revolucionario cubano Carlos Rafael Rodríguez
dijo:
"Yo recuerdo la estupefacción de algunos intelectuales
húngaros cuando supieron que hay un trabajo de
Martí donde destaca, a finales del siglo XIX, el cuadro
del pintor húngaro.Munkacsi, que es de los mejores de la
tradición húngara; y él destacaba
precisamente el cuadro que los húngaros tienen como su
gloria mayor. Y pensar que el cubano José Martí,.
conocía al pintor que para ellos es el representante de
sus mejores tradiciones del Siglo XIX"[16] .
Autor:
Lic. Roberto Garcés González.
Lic. en Ciencias
Sociales. Profesor.
Universidad
Central de Las Villas.
[1] Martí, José.
Antología mínima .Editorial de Ciencias
Sociales. La Habana. 1975. pp.298
[2] Ibíd. pp.297.
[3] Ibíd. pp. 299.
[4] Ibíd. pp. 299.
[5] Ibíd..pp.299.
[6] Ibíd..pp. 331.
[7] Santa Biblia. Juan 18-37.
[8] Martí, José. O. Cit.
pp.301.
[9] Ibíd..pp. 302.
[10] Ibíd..pp. 303.
[11] Ibíd..pp. 300.
[12] Ibíd. Pp.3001
[13] Ibid..pp.304.
[14] Ibid..pp. 304.
[15] Ibíd. Pp. 304.
[16] Rodríguez, Carlos
Rafael.1978.José Martí, contemporáneo y
compañero. Siete enfoques marxistas sobre José
Martí. Editora política. DOR. La
Habana. pp. 105.
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