La felicidad puede decirse que es el camino
que seguimos para conseguir los objetivos que
consideramos que nos harán felices; este camino no es uno
solo, nos van apareciendo nuevos caminos mientras avanzamos; la
infelicidad aparece en el momento en el que no encontramos
caminos o nos planteamos que es la felicidad. Esto es curioso,
mientras somos felices en el camino lo disfrutamos, no nos
paramos a pensar en otra cosa que en nuestro objetivo, pero
si nos plantemos que es la felicidad descubrimos que ese objetivo
no nos hace felices y pensamos que nunca lo seremos, pero minutos
antes de habérnoslo planteado éramos
felices.
La felicidad también se encuentra en
las pequeñas cosas, en todo aquello que hubiera sido un
camino a la felicidad pero nos lo encontramos de repente, por eso
tenemos amigos, por que ellos son los que suelen darnos este tipo
de sorpresas somos felices con ellos por que nos ahorran la
búsqueda de la felicidad concentrando todo el camino en un
instante; somos felices buscando la felicidad, pero no llegando a
ella.
La felicidad consiste en alcanzar la
plenitud, la cual está en el fin, que es lo primero que se
desea y lo último que se consigue. Lo más feliz es
llegar a un lugar largamente deseado, y no tener que ir a
ningún otro: entonces se puede descansar, porque no hay
tareas pendientes. Las acciones
lúdicas celebran haber llegado, en menor o mayor
proporción, a la felicidad y a la plenitud. Estas acciones
expresan sentimientos y provocan sentimientos que tienen que ver
con la felicidad, como la celebración por la excelencia.
La felicidad tiene carácter festivo, incluye todo lo que tiene
que ver con la risa, la alegría, lo cómico, y sin
estos el hombre no
podría ser feliz al menos por un momento.
Tipos de
Felicidad
Se hacen evidentes diferentes maneras de
ver la felicidad y el sentido de la vida según modelos
corrientes, teorías, tendencias, actitudes e
ideales.
1) El nihilismo: afirma que la
vida carece de sentido, por lo que implica el sinsentido de
los valores,
como la justicia y la
felicidad. Para los nihilistas, es inútil la
búsqueda de la felicidad ya que es directamente imposible
de hallarla, porque no existe. Esta se considera una forma de
vivencia de la nada, al carecer de sentido la propia vida,
felicidad, valores
supremos. La persona
está totalmente aislada de la realidad, sin trato con el
otro y hundida en la propia soledad. Sin alguien a quien
dirigirnos y la pérdida de los deseos, amores,
pretensiones el hombre puede
caer en diversas situaciones de desánimo:
a) la desesperación: aquel
que siendo víctima de la soledad, la indiferencia o el
desengaño cree que el futuro no le depara bien alguno.
Viviendo profundamente infelices en una verdad incapaz de
soportar, son conducidos a la locura o al suicidio como
una posible solución.
b) el fatalismo: el hombre no se
cree dueño de su destino, sino que hay un elemento
irracional que aleatoriamente otorga felicidad o desgracia
llamado Destino o Azar. Cada persona debe contentarse con la
suerte que le ha tocado y resignarse a aceptarlo y adoptar una
actitud
pesimista pues no puede cambiarlo.
c) el absurdo: es la vivencia del
sinsentido, la realidad resulta ilógica, hipócrita
y falsa, manejada por la masificación y los grandes
poderes que lo colocan al hombre en situación de
títere manipulado por fuerzas impersonales.
d) el cinismo: el cínico
finge, aparenta, simula interesarse por alguien o algo cuando en
realidad no es así, sino que por contrario intenta obtener
un utilidad o un
interés. Es una persona hipócrita
que vive en la burla y acepta el absurdo. Vive en la carencia del
sentido de la vida para vivir en el "juego", en la
risa, sin tomar nada en serio, es un adorno de la
maldad.
e) el pesimismo: negando a mediana
escala el
sentido, postula que el esfuerzo por conseguir bienes arduos
se salda siempre con el fracaso, y es preferible resignarse
porque no vale la pena el sacrificio. Como fruto de una mala
experiencia, el hombre pierde toda ilusión y confianza, no
cree en nada y se encierra en su amargura u ofensa. Afirma que el
fracaso acompaña necesariamente la vida de la persona
individual, por lo que se vive en continua
decepción.
f) afirmación eufórica de
la vida y la ebriedad: el hombre busca compensar tantos
sentimientos negativos entrando en un estado
anímico exagerado. Cuando el hombre se envuelve en la
euforia de golpe, en el placer pujante, en una explosión
estimulante lo llamamos ebriedad, que es un proceso de
exaltación que proporciona el optimismo que él no
termina de sentir. Se trata de abandonar por momentos la cruda
realidad y dar rienda suelta a las sensaciones fuertes y
placenteras.
2) El Carpe diem!: es una apuesta
por el presente, "vive el momento", "disfruta el día"
antes de que se pase la oportunidad. Se nos invita a vivir lo
más intensamente posible el presente. La felicidad y el
sentido de la vida quedan directamente relacionados con el
placer, con lo que se puede disfrutar inmediatamente. Esto es un
grave error, ya que el placer es momentáneo y repetitivo,
que termina siendo un hastío. Además es pasajero y
parcial por lo que afecta sólo una dimensión de la
vida. La felicidad es todo lo contrario, es permanente, afecta la
totalidad de la persona, y está a un nivel más
profundo. Es un deseo que se hace cada vez más intenso y
vivo.
Al apostar por el presente, la
aspiración por el futuro se destruye y se conforma con lo
que se tiene ya. No hay expectativas, sino sólo goces, del
futuro ya no se espera nada y comienza la desilusión por
la infelicidad. La felicidad consiste en saber esperar, atender
al esfuerzo, al dolor, a la limitación, las
amenazas.
3) La postura pragmática, el
interés: es una actitud realista de tinte
conservador, cuyo afán es asegurarse una existencia lo
más cómoda, tranquila y segura posible, sin
sobresaltos y riesgos. Hace
depender la felicidad del propio esfuerzo por asegurarse los
recursos. Lo
característico de esta modalidad es la moderación
de los objetivos y le predominio del interés por el propio
bienestar. Es un modo de ver la vida que tiene como fin y
valor primero
el "yo" y mis intereses. La postura adquiere un carácter
individualista que no le interesa el otro sino él
mismo.
La tentación de la seguridad se
apoya en la tendencia que tenemos los hombres a la felicidad.
Pero esta tendencia es equívoca pues lleva muchas veces a
un tipo de felicidad que es excesivamente inmediata y
provisional. La tentación de buscar una situación
de felicidad como "bienestar", como situación
"confortable", deriva muchas veces en la inclinación hacia
la seguridad. La búsqueda de la seguridad implica una
pretensión demasiado directa de la felicidad. Por eso se
conforma precisamente con la seguridad que se puede buscar
directamente.
4) La postura contemporánea, el
bienestar: con una gran difusión en el mundo actual,
esta mentalidad identifica la felicidad no tanto con el placer,
como con la ausencia de dolor; e identifica lo bueno con lo
útil, y así la utilidad pasa a ser el valor con que
se miden las cosas, incluso las personas. Busca hacer desparecer
la miseria, el dolor y el sufrimiento y hace depender la
felicidad de la calidad de
vida, de las sensaciones fuertes, del desarrollo
económico, los adelantos y comodidades
tecnológicas, etc., cosas que culminan en el vacío.
La felicidad no consiste en estar bien simplemente, sino en estar
haciendo algo que llena la vida.
5) El poder del
dinero:
puramente ambicioso, la felicidad ideal está en el poder.
Poder significa potencia,
fuerza,
habilidad, capacidad. El poder más directo y evidente es
el dinero, por
su uso amplio, flexible, técnico y sofisticado. Aparece el
lujo como la razón suficiente para adquirir la felicidad y
rendir todo bajo el potencial financiero. Lógicamente, el
dinero no hace a la felicidad, ya que no se puede compartir, sino
sólo repartir, puesto que es de uno y de nadie más.
Por eso, donde hay dinero hay discordia, y en la discordia nadie
puede ser feliz. Además, la misma preocupación por
acumular riquezas materializa la vida del hombre
convirtiéndola despreciable.
6) El afán de poder y la
ley del
más fuerte: el mismo dinero o posición social
determina la fuerza o el poderío que se puede ejercer
sobre algo. Así, en la vida triunfan la tiranía, el
desprecio, el abuso, el atropello, el rechazo por encima de los
derechos, la
convivencia, y el respeto. Lo que
triunfa es la fuerza, no la justicia. Precisamente, no tiene
sentido ser justo cuando la justicia es la ley que se impone
sobre el más débil, y no vale la pena arriesgar o
perder los propios intereses frente a los demás. Por
tanto, no tiene sentido ser justo, sino dominar a los
demás: la justicia no es otra cosa que la ley del
más apto o el más fuerte.
¿Por
qué la felicidad es un
imposible-necesario?
Casi todos los hombres coinciden en que la
felicidad no existe en este mundo, y resulta imposible. No
obstante, el hombre es el ente que necesita ser feliz y no
renuncia a ello a pesar de las adversidades.
La felicidad como pretensión es
compleja y múltiple, y su realización es siempre
insuficiente. Así, la felicidad es algo que constituye el
móvil de todos nuestros actos, pero nunca acabamos por
encontrarla del todo, puesto que siempre hemos de renunciar a
algo. Parece como si la felicidad fuese una necesidad obligatoria
e irrenunciable, que sin embargo es imposible de
satisfacer.
El hombre es un ser que necesita ser feliz
y que no puede serlo. La pretensión a la felicidad es
irrenunciable, porque coincide con lo que es nuestra vida. Pero,
como pretensión que es, se queda siempre en
pretensión. Y la felicidad no es la pretensión,
sino su realización. La felicidad tiene siempre un grado
de logro y de fracaso en cada momento o instancia. Por ello, la
felicidad se mide por la adecuación entre
pretensión y realización.
La felicidad es instalación; cuando
soy feliz, me siento en la felicidad. Felicidad es, pues, aquello
que sentimos como nuestra realidad existencial, sin la cual no
somos nosotros, una realidad plena que caracteriza la vida de los
hombres y la diferencia de la de los animales. Los
animales parecen satisfechos si las condiciones objetivas de su
vida le son favorables, y si le son favorables, está
contento, sin más. Pero este no es el caso del hombre, que
siempre está descontento, disconforme con lo que posee.
Este sentimiento es lo que lo mueve a superase y pretender un
cierta perfección.
La felicidad es una realidad planeada: a
eso precisamente corresponde la felicidad como imposible
necesario. Nuestra vida consiste en el esfuerzo por lograr
parcelas, islas de felicidad, anticipaciones de la felicidad
plena. Y ese intento de buscar la felicidad se nutre de
ilusión, la cual, a su vez, es ya una forma de
felicidad.
La vida humana es temporal y sucesiva, va
pasando, y es poseída de un modo deficiente e imperfecto.
El tiempo de la
vida humana está cuantificado y cualitativamente
diferenciado, lo cual obliga aun más a acertar y pone el
riesgo la
posibilidad de la felicidad.
Esto hace que la vida, la felicidad, se
viva a plazos contando con ella siempre en forma precaria. La
vida tiene una pluralidad de dimensiones, pero al mismo tiempo es
una operación unitaria. A esta totalidad, a la vida misma
se refiere la felicidad, a diferencia del placer, que puede
ocupar un paréntesis de la vida, apenando la vida en su
totalidad. Esto hace que la felicidad sea aún más
difícil e improbable. Y así, se puede ser feliz en
medio del sufrimiento, del mismo modo que se puede ser infeliz en
el bienestar o entre placeres. Pero los sufrimientos, sinsabores,
amenazan la felicidad. La realidad condiciona la felicidad, la
hace dramática, como la vida misma. Es una fantasía
soñar o imaginar la felicidad despojada de esa
condición problemática de la vida. Imposible o
ilusorio es querer escapar de ellas.
En definitiva, podemos decir que la
felicidad es aquello a lo que se le dice sí, aquello que
sentimos como nuestra inexorable realidad.
La pretensión del hombre, eso que
pretendemos ser, que queremos y sobre todo deseamos, a lo que le
decimos "sí", requiere la respuesta de la circunstancia.
La fórmula orteguiana "yo soy yo y mi circunstancia" es
perfecta: mi realidad no es sólo yo, yo como proyecto o
pretensión, es también mi realidad circunstancial.
Si no hay una respuesta adecuada de la circunstancia la
pretensión no se puede realizar, y no es posible la
felicidad. Pero el hombre es capaz de modificar y transformar la
circunstancia, y así modificar sus intenciones y
propósitos, limitarlos, elegir entre ellos, optar por el
más necesario, etc.
La felicidad se trata de una utopía
necesaria en la vida porque la obliga a tener un sentido. El
sueño es el registro que nos
despierta y nos permite imaginar que otro mundo es posible. Si no
sabes a que puerto te diriges ningún viento es
favorable.
La vida no vivida es una enfermedad de la
que se puede morir y la resignación es un suicidio
cotidiano. "El miedo a perder nos hace perder"… "al miedo no
hay que vencerlo hay que convencerlo, lo que niegas te
somete".
La verdadera esencia del ser humano es la
bondad; amar, valorar lo que se tiene y perseguir lo esencial son
las claves para conseguir la felicidad. Debemos ir hacia una
sociedad que
comparte la solidaridad y
también las búsquedas. La vida debe enriquecerse
con muchas amistades, ya que la mayor felicidad consiste en ser
amado y amar. El amor cura
tanto al que da como al que recibe.
Es de gran importancia saber percibir y
vivir en un horizonte vital en el que el sentido de la existencia
esté asentado en un absoluto. Entonces la felicidad
personal se
muestra como
algo tremendamente secundario, y paradójicamente la
persona se dispone para experimentar indirectamente una felicidad
que va mucho más allá de la que se puede buscar por
sí misma.
La felicidad es una realidad planeada: a
eso precisamente corresponde la felicidad como imposible
necesario. Nuestra vida consiste en el esfuerzo por lograr
parcelas, islas de felicidad, anticipaciones de la felicidad
plena. Y ese intento de buscar la felicidad se nutre de
ilusión, la cual, a su vez, es ya una forma de
felicidad.
La felicidad, en fin, surge de alcanzar una
meta, un objetivo, un deseo, cuya obtención era
improbable
¿Cuál es el sentido de la
vida?
El sentido de la vida está
claramente vinculado a la idea de felicidad que el ser humano
persigue. Se habla de la "buena vida" o "vida con sentido"
tomando en consideración lo que debemos hacer y en
función
de ello lo que esperamos conseguir.
De esta manera, el ser humano
dirigiría todos sus actos a la consecución de un
fin superior, la esperanza de encontrar sentido a la propia
existencia.
Pero no existe acuerdo alguno a la hora de
definir qué es la felicidad o cómo podemos
alcanzarla y quizás por eso ha sido denominada como un
"imposible necesario" (Julián Marías) o
"utopía necesaria" (C. Díaz), algo hacia lo que
debemos tender.
En la actualidad existen teorías que
han alcanzado una gran popularidad ya que se centran en la
"psicología
positiva", preocupada por estudiar las emociones del ser
humano y el desarrollo de
sus virtudes para alcanzar la felicidad.
En realidad esta idea estaría muy
próxima a la idea de la "buena vida" que defendía
la filosofía moral, ya que
se centra en los aspectos que hacen felices a los individuos para
trabajar sobre ellos y potenciarlos.
La fe cristiana nos dice que Dios
premiará a los que hayan realizado el sentido de su
existencia. Pero también nos enseña que esa
recompensa tendrá lugar en la "otra vida", es decir, no en
el mismo ámbito de existencia en que realizamos nuestras
acciones. Esa felicidad futura debe ser conocida y debe ser
objeto de esperanza, pero no debe ser orientación concreta
de la conducta.
Las fuerzas que mantienen a la persona en
la seguridad del sentido de su vida, no son las que nacen de sus
satisfacciones o de sus gozos, sino de la apasionada
aceptación de su destino. "Estas fuerzas no hunden sus
raíces en la superficie de la existencia sino en el
núcleo del ser, y es por eso ahí a donde debe
dirigirse la formación de las personas verdaderamente
maduras" (Antonio Retegui, teólogo).
El sentido de la vida no es algo que se
alcance con el ejercicio de las potencias en sí mismas. Ni
siquiera es asunto de la inteligencia
sola, por eso no puede ser objeto propio de
"demostración", no es algo concreto.
Encontrar el sentido de la vida no es, primariamente asunto de
razonamientos, sino de un tipo de experiencia que involucra
más plenamente a la persona entera.
Descubrir el sentido de la propia vida
alcanzar a ver a donde lleva, tener una percepción
de su orientación general y su destino final. La vida
tiene sentido cuando tenemos algo, una tarea que cumplir en
ella.
La pregunta por el sentido de la vida nace
cuando se ha perdido el sentido de orientación y de uso de
la propia libertad,
cuando no se tienen ideas claras hacia donde conducen las tareas
que la vida a todos nos impone, y sobretodo cuando disminuye el
nivel medio de felicidad de una sociedad.
Hoy ese sentido aparece muchas veces como
algo problemático y de ninguna manera evidente, pues hay
una cierta crisis de los
proyectos
vitales, de los ideales y valores: faltan convicciones, no hay
grandes valores en los que inspirarse de una manera natural,
sobreviene la falta de motivación, la desgana, se reduce a la vana
conformación con los bienes, el bienestar.
La ausencia de motivación
y de ilusión es el comienzo de la pérdida del
sentido de la vida, llegando el hombre a sentirse inútil,
despreciable, vacío, depresivo y frustrado.
Quien sabe responder a este gran
interrogante, encuentra una dirección satisfactoria para vivir e
incrementa tremendamente su expectativa de felicidad en la
realización de sus tareas ordinarias, pues sabe lo que
verdaderamente le importa y se lo toma con la seriedad que
merece. Saber qué es lo que importa es el camino para
conocer el sentido de la vida.
Darse a uno mismo es el modo más
intenso de amar. El destino del hombre no puede ser la nada, ni
la soledad, ni el abandono o el individualismo porque
dejaría de lado la máxima capacidad humana de dar,
que es destinarse uno mismo a alguien. El hombre es pues,
dueño de su destino porque se destina a quien
quiere.
La respuesta que se dé a la
cuestión de la felicidad y el sentido de la vida
está intensamente relacionada con el destino, ese futuro
incierto, falible, inseguro, móvil, mortal. Aquí
entra en juego otra gran pretensión del hombre: la
inmortalidad. El hombre desea dejar atrás el tiempo e ir
más allá de él, donde el amor y la
felicidad nos se trunquen, donde se hagan definitivos e
inmortales. Esto demuestra el carácter de la
búsqueda del hombre, que excede los límites de
lo terrenal, lo físico, lo inmediato.
El sentido de la vida al estar directamente
relacionado con la felicidad, también es afectado por las
corrientes, tendencias y actitudes que nacen de la carencia de
ese ideal supremo y, de cierto modo, imposible. Ambos conceptos
se ven amenazados frente a los movimientos ya explicados: el
nihilismo, que
incluye la desesperación, el fatalismo, el absurdo, el
cinismo, el pesimismo o escepticismo práctico, y la
eufórica ebriedad. Además, el Carpe diem, el
interés, el bienestar, el poder del dinero, y la ley del
más fuerte.
Un buen proyecto vital y una vida bien
planteada son aquellos que se articulan desde convicciones que
articulan la vida a largo plazo, con vistas al bien que se
pretende, y que orientan la dirección de la vida,
dándole sentido. La realización de las pretensiones
y de los proyectos que nos harán felices asume la forma de
una tarea o trabajo a
realizar. La propia vida humana puede concebirse como la tarea de
alcanzar la felicidad.
El sentido de la vida aparece entonces como
la tarea que hay que realizar para alcanzar ese bien. En esa
tarea se distinguen elementos fundamentales como son:
1) La ilusión: la
realización anticipada de nuestros deseos y proyectos.
Ella proporciona optimismo y nos impulsa hacia delante, nutre
de esperanza y gozo, ganas para emprender la acción,
da vitalidad y energía.2) Encargo inicial: toda tarea
necesita ese puntapié inicial que nos ponga en marcha,
una ayuda originaria que es el acto de otorgarnos esa tarea.
Nos ayuda a estar al tanto sobre qué tenemos que
hacer.3) Entrega de recursos: al
comenzar la tarea contamos con recursos iniciales, que al ir
avanzando en la problemática nos encontramos que estos
recursos nos son insuficientes, escasos y necesitamos
más. Los nuevos recursos que nos complementen los
faltantes pueden ser aportados por una gran
compañía, esa es la amistad. Esta nos sirve de
orientación, aliento, de sostén ante
situaciones difíciles.4) Los riesgos: toda tarea
conlleva necesariamente obstáculos y dificultades.
Estos peligros y aprietos provienen de la escasez de los
recursos y de las propias limitaciones.5) La plenitud de la tarea es que
su fruto repercuta en otros: que mis esfuerzos se
perpetúen en la sociedad en forma de don y beneficio.
Si no hay un beneficiario, alguien a quien dar, la tarea se
vuelve egoísta, aburrida y sin sentido. Entonces, el
sentido de la vida disminuye, e incluso se pierde y con
él la felicidad.
La felicidad aparece ya al inicio como una
ilusión y una labor que da sentido al futuro: hay que
construirlo. Pero también aparece después, a lo
largo de ella, y en especial cuando la hemos concluido. Nada
más feliz que por fin haber terminado, poder descansar
luego del esfuerzo.
¿Por
qué la felicidad es aquello que sentimos como nuestra
inexorable realidad?
Ser feliz es ser hombre en forma plenaria.
Esta totalidad está compuesta por lo que el hombre
realmente busca. Felicidad, bien y perfección en su
sentido más elemental no juegan como opuestos de
imperfección, mal, o infelicidad. "Igual que a la
justificación, a la moral y al
bien, la felicidad se somete a una consideración formal"
(Zubiri). A una formalidad especial, a una formalidad física como es la
realidad en la aprehensión. La felicidad se refiere
aquí a una estructura
inexorable del ser humano, no a un criterio para decidir entre
una posibilidad u otra y mucho menos a una especie de ideal
regulativo que esté "larvadamente" empujando las
decisiones humanas desde el fondo de la constitución humana. La idea de felicidad
reviste un carácter indeterminado, y el hombre se ve
reducido a la condición de proceder por tanteo.
Será triste o feliz, esta es la condición
inexorable del hombre.
Lo humano se entiende mejor por las
necesidades, los requisitos, las pretensiones, que por la
realidad. La realidad humana es primariamente pretensión,
proyecto y en esto consiste su extraño carácter de
ser a la vez real e irreal. El elemento de irrealidad, de
imaginación, de futurición, de proyecto o
pretensión, forma parte de la realidad humana.
De esta manera, podemos decir que la
felicidad al ser imposible pero necesaria, le pertenece
inexorablemente al hombre como necesidad o
pretensión.
La felicidad puede ser parcial, deficiente,
insegura, pero la pretensión es inseparable de la
condición humana. Por tanto, la pretensión puede
llegar a ser el punto de partida para alcanzar la solución
al dilema de la felicidad.
El hombre busca la felicidad
incesantemente, todo lo que hace lo hace para conseguirla si no
la tiene, para conservarla.
Según Julián Marías,
es una equivocación religiosa renunciar a la felicidad
terrenal en nombre de una ultraterrena, por la fe en una vida
venturosa. De otra forma, significa que el hombre "aplaza" la
pretensión de felicidad. Por otra parte, se puede tener
una pretensión de felicidad inmediata, desde ahora mismo.
Es muy probable que el hombre se sienta ya satisfecho por su
pretensión de felicidad baja, y por tanto fácil de
alcanzar. En cambio si es
muy alta, no es probable que llegue a ella, y sobretodo que
perdure, en forma de instalación; el balance será
de descontento e insatisfacción.
La felicidad depende de cómo se
siente uno, y hace más o menos fácil la
aspiración y, a última hora, la realización:
el que se considera infeliz puede tener una dosis muy alta de
felicidad, lo que pasa es que aspira a más, pretende a una
mayor y más elevada e intensa.
La finalidad inmediata que se debe buscar
en la vida, no debe ser la felicidad sino, la fidelidad al propio
ser, es decir, el cumplimiento del sentido de la vida. La
felicidad es una recompensa que, en esta vida, a veces se da pero
que muchas veces no se alcanza. Seria un error muy grave pensar
que las buenas acciones han de tener como consecuencia inmediata
la felicidad.
La pregunta decisiva respecto de cada
persona es qué se le pide a la vida, lo que
podríamos llamar la expectativa de cada día, es
decir, lo que se le pide a cada día.
El tiempo propio de la felicidad es el
presente. Pero no una actualidad cualquiera, sino una llena de
ilusiones, de proyectos y esperanzas.
La felicidad se encuentra necesariamente en
relación con las potencias más altas del hombre: su
inteligencia y su voluntad. Por eso, ha de consistir en buena
medida en conocer la verdad y amar el bien. Hace también
referencia necesaria a estar junto a lo que -y a los que- uno
ama, quienes, de manera también altruista, manifiestan esa
benevolencia, que no es impuesta, sino liberal: podría o
no darse.
El hombre se revela a sí mismo, como
deseo de autoposesión y de autocumplimiento. Y es este
último acto manifestación de la permanente
búsqueda de la felicidad. Tal vez por eso la felicidad
consista en ese proceso permanente y continuado de autoconquista
del hombre mismo. Resulta tan importante el objetivo que estamos
dispuestos a renunciar a satisfacciones parciales con tal de
alcanzarlo.
La felicidad es y será eso
irrenunciable, eso propio del hombre que caracteriza sus actos,
voluntad, sus intenciones. Esta en su esencia indagar
perseverantemente en aquello que lo reconforta y anima. Este
júbilo debe ser sentido intrínsicamente en el
hombre como la verdadera dicha y tranquilidad. La verdadera
felicidad, la única felicidad, estriba en el bienestar de
toda el alma.
Desarrollo:
La Felicidad
según el pensamiento clásico
La Makaría
Platónica.
Traducimos eudemonía por felicidad,
y podemos llamar "venturoso" al makarios. Los dioses son entera y
plenamente venturosos. La endemonia es algo más bien
humano, en cambio la makaria de Platón
tiene un carácter divino, con un elemento de "don" y una
tonalidad religiosa.
La conciencia de que
la felicidad no depende sólo del hombre es más viva
en la makaría que en la eudemonía. Epicuro sostiene
que los dioses son makarioi, y que la makariotes corresponde a la
vida eterna, le da enorme importancia a la "posesión de la
amistad".
Aristóteles, por otro lado, dice que la
amistad es lo más necesario en la vida.
Todo lo que es bueno es bello, y belleza es
sobre todo armonía, simetría, proporción. Y
esta belleza debemos realizarla en nuestro ser, en la totalidad
de nuestro ser, sin mutilaciones ni exclusiones, como
armonía y simetría de alma y cuerpo. Es preciso no
ejercitar el alma sin el cuerpo, ni el cuerpo sin el alma.
Armonía es también salud del alma,
proporción en las diversas partes de la misma. En este
concepto de
salud moral se unifican todas las virtudes.
Se introduce una rectificación de
algunas limitaciones helénicas: los griegos hablan de la
autarquía, de la suficiencia, etc.; pero la necesidad de
la amistad y su posesión hace que el hombre no sea
suficiente, sino menesteroso, indigente. Según
Aristóteles es absurdo pensar en al vida del otro en lugar
de la de uno mismo, todo ello muestra que por debajo del esquema
de ideas, un poco abstracto, late en estos pensadores la
intuición, la vivencia de la felicidad. Se mueven en un
repertorio de categorías, con su genialidad y sus
limitaciones, pero esa intuición de lo que es felicidad
los lleva a ciertas rectificaciones sumamente
profundas.
Para Platón
el pensamiento
ético se complementa con su pensamiento político.
Bondad o maldad, de acciones individuales o políticas
depende de que favorezcan o no la vida feliz. La felicidad es la
armonía entre el individuo y la
sociedad.Para Platón felicidad es sinónimo del buen
vivir, del desarrollo pleno de la
personalidad del hombre como ser racional y moral, de
relación armónica de las partes del alma. El hombre
tiende a dejarse llevar por sus instintos, por lo que el acceso a
la vida intelectual requiere esfuerzo y no se da de forma
natural. El prisionero tiene que ser conducido hacia el
conocimiento.Para Platón siempre habrá hombres
que crean en la supremacía de la razón y que con
una educación adecuada podrán conducir a
la comunidad
hacia la búsqueda del orden justo y por tanto a la
felicidad.
La Eudaimonía
Aristotélica.
La palabra "Eudaimonía" es la usual
para decir "felicidad" en griego. Consiste en tener un buen
daimon, tener suerte, prosperidad. Este es el sentido primario de
la eudemonía.
Aristóteles pone la felicidad en
conexión directa con el bien. Platón dice que la
idea del Bien, la idea suprema, está más
allá de la sustancia o esencia. Según
Aristóteles obrar bien vivir bien y obrar bien es lo mismo
que ser feliz.
Todos los hombres aspiran a la
felicidad». Esta frase que encontramos en la ética de
Aristóteles podría ser firmada sin muchos reparos
por cualquier filósofo que pretenda reconocer una de las
aspiraciones más dignas de todo ser humano, la de vivir
«en plenitud».
Pero los problemas
comienzan cuando empecemos a determinar en qué consiste
esta plenitud y cómo lograr que nuestra vida esté a
rebosar, pues vivir «en plenitud» no es sólo
vivir satisfecho, sino estar a punto de desbordar los
límites de nuestra propia existencia. En este
«rebosar» que supera estar contento consiste la
desmesura de la felicidad.
Con el término
«felicidad» traducimos el vocablo griego
eudaimonía. Aristóteles lo empleaba para designar
el fin (telos) de todas las acciones, llegando a ser el bien
supremo al que aspiramos como hombres. Al ser la felicidad ese
fin que se persigue, entonces nos hallamos ante un sistema
filosófico que recibe el nombre de eudemonismo.
Aunque el término
«felicidad» sea el que más se aproxime al
significado originario, hay otras palabras como
«bienaventuranza» o «contento» que
también designan lo que Aristóteles
pretendía.
Etimológicamente significa ser
favorecido por un «buen» (eu) «hado»
(daimon), participar en un buen destino, consiste en tener un
buen daimon, tener suerte, prosperidad.
Ese bien, fin último, que no se
desea por ninguna otra cosa sino que se desea por sí mismo
es, según Aristóteles, la felicidad.
Después de estas ideas,
Aristóteles pasa a una segunda consideración: las
privaciones (stéresis), la cual no significa carencia,
sino privación de aquello que nos es necesario; haciendo
referencia a esto se puede decir que la felicidad aparece cuando
se consigue aquello de lo que se está privado, pero cuando
se lo tiene y se goza de ello, no se le da importancia ni valor.
Además, se puede pasar a otra noción: la
utarquía o suficiencia, consideración
equívoca por el carácter indigente que caracteriza
al hombre, es decir, por ser éste insuficiente.
Aunque ya nombrado, vale la pena resaltar
el concepto de autenticidad de Aristóteles: "sería
absurdo no elegir la vida de una mismo, sino la de otro".
Ahí, la palabra vida aparece en el sentida de la vida
personal. El carácter un tanto impersonal que toma la
doctrina aristotélica adquiere de repente una
concreción que le viene de cada uno de nosotros. Elegir la
vida de los demás en vez de la de uno mismo es introducir
una falsedad que destruye el sentido propio de la
felicidad.
Felicitas y Beatitudo: el mundo
romano.
No podemos pasar por alto la
transformación que el concepto tiene en la cultura
latina, aunque exactamente, hay dos palabras que nos ayudan a
entender la eudaimonía y makairos: "felicitas y
beatitudo".
FELICITAS: procede de felix, adjetivo que
nombra lo fructífero, lo fértil, lo fecundo.
Así, felicitas es sinónimo de fecundidad,
fertilidad y prosperidad.
BEATITUDO: creación de
Cicerón, posterior a beatus, y ambos originarios del verbo
beo que quiere decir colmar, llenar, no dejar que falte
nada.
Aspirar a la felicidad será, por una
parte, aspirar a tener una vida fructífera y plena, tener
aquí y ahora una vida dichosa. Pero con el término
beatitudo se vincula la felicidad a la perfección de la
naturaleza
humana, perfección que en el cristiano se
logrará con la esforzada contemplación de Dios, y
que va a suponer una felicidad que desborda lo histórico y
que roza la auténtica desmesura que supone la
eternidad.
En el sentido verdadero y propio de esta
palabra (beatitud), es posesión de todo bien sin mezcla
alguna de mal. Esta felicidad solo se goza en el cielo por la
posesión del sumo bien, que es Dios. Así es, que la
beatitud en sentido estricto, es la felicidad eterna que los
justos disfrutan en el cielo por su unión con Dios. Baste,
pues, haber dado esta definición, y expondremos con
más extensión esta doctrina llamada
"Bienaventuranza".
Al olvidar numerosas veces, lo que de
histórico hay en el concepto teológico de
salvación, se ha ido limitando progresivamente la
dimensión «perfectiva», reduciendo el concepto
a simple sentimiento de placer individual, fragmentario y
subjetivo, vinculándolo a un bienestar puramente
mental.
En Roma, el que
estudió el concepto de beatitud fue Séneca. Compuso
su tratado "De vita beata" (De la vida Beata). El libro de
Séneca está dirigido a su hermano Galión, y
comienza diciendo "A todos los hombre, hermano Galión,
quieren vivir felices". Según Séneca, lo
difícil es descubrir lo que hace feliz la vida. Curioso
planteamiento, vivir felizmente es intangible, pero es
difícil saber qué hace falta para hacer posible esa
felicidad. Expresa que el deseo de la felicidad es natural. Pero
el problema de Séneca era el juzgamiento, decía que
la gente está en contra la razón.
Poco a poco, Séneca va esclareciendo
el concepto de felicidad, "La vida feliz es la que está
conforme con su naturaleza".
"El sumo bien es un alma que desprecia las cosas azarosas
(aleatorias) y se complace en la virtud". No hay que olvidar que
existen diferencias entre griegos y latinos con la palabra
virtud. Para el griego es (areté), es la capacidad,
mientras que en latín (virtus) tiene un elemento de
energía, de fortaleza, de uso normal.
La
Bienaventuranza como promesa cristiana de la
felicidad
La palabra bienaventuranza deriva de
ventura, que es también una excelente palabra para nombrar
felicidad. Originariamente es un plural neutro de venturas (lo
que ha de venir); por lo tanto las cosas que han de venir. Hay
una interesante referencia al futuro. El sentido más
importante que se da a esta palabra es el de llevar a cabo las
felicidades enseñadas y prometidas por Cristo, las cuales
son ocho bienaventuranzas, pero también son las que se
pueden lograr en esta vida, es decir las felicidades que dan al
hombre la posesión de los bienes temporales.
El hombre, como todas las cosas, tiene un
fin último para el que fue criado, y este fin es
único, como prueban los teólogos como Santo
Tomás. Este fin único es al mismo tiempo el fin
último, que supone la posesión de un bien perfecto
que llene y sacie todo el apetito racional del hombre, de modo
que considerado objetivamente ha de ser un bien Sumo, y
considerado subjetivamente ha de ser poseído con toda
plenitud y según toda la capacidad del hombre.
Esto supuesto, podemos ya dar una
definición exacta de la bienaventuranza, el fin
último de todos y cada uno de los hombres.
Los escolásticos reconocían
diversas especies de bienaventuranza:
1) Natural (naturaleza racional):
el hombre puede alcanzar con sus propias fuerzas y tiene por
objeto los bienes naturales.2) Sobrenatural: que excede todas
las facultades de la criatura y se alcanza por el auxilio de
la gracia. Se subdivide en bienaventuranza Viae o imperfecta,
en virtud de la cual el hombre se une al Sumo bien del modo
que es posible en esta vida mortal; y bienaventuranza Patriae
o perfecta, que consiste en la posesión del Sumo bien,
de un modo perfectísimo, según toda la
capacidad de la criatura, y se obtiene en la vida
futura.
Todas las bienaventuranzas tienen la forma
de una promesa justificada por una actitud, una condición;
lo esencial es su doble carácter: la referencia al futuro
y la conexión con algo propio del hombre, actitud, forma
de conducta.
"Felices los que lloran, porque
recibirán consuelo." Lloramos porque nos invade una
amargura muy profunda. Es el "llanto" de la vida, producto de
las tristezas, desgracias y dolores.
Los que lloran recibirán un gran
consuelo. Todos buscamos y deseamos ser consolados, pero no todos
encontramos consuelo en esta vida, pero Jesús nos da
esperanza y nos promete con seguridad que lo tendremos,
¿Cuándo? En el momento que nos acercamos
íntimamente al Señor, por que en El encontramos la
verdadera esperanza, que es la confiada espera que Dios concede
de los bienes prometidos. Felices los que lloran porque
recibirán consuelo, esta es una esperanza, virtud que
capacita al hombre para tener confianza y plena certeza de que va
a conseguir la vida eterna apoyada en el auxilio omnipotente de
Dios.
En este ejemplo de bienaventuranza se da
con certeza que el cristiano con la concepción de que la
felicidad suprema se encuentra en contemplar a Dios, tiene un
camino más nítido por el que dirigirse para llegar
a completar la pregunta que nos inquieta durante toda la
vida.
Conclusión
Es bueno darse cuenta de los errores,
principalmente de los errores de nuestros afanes, dejar de ser un
tanto relativista e inculcar a la sociedad la verdad, que en la
actualidad ha desaparecido por concreto. Se piensa que lo que uno
dice está bien y por lo tanto es fuente de verdad, pero es
una simple opinión de un determinado tema.
La felicidad no consiste en estar feliz;
estar feliz es una sensación local, o sea, un sentimiento
o estado de ánimo que puede ser más o menos
pasajero, es sólo una pequeña manifestación
de la anhelada felicidad. Vida feliz, no consiste en al
afán de lo bienes, sino en aprender a ejercitar la virtud
y los valores que le son propios al hombre. Para hacerse cargo de
todo, es preciso ver las cosas desde adentro de nosotros mismos,
de una manera más vital y práctica, más
"interior".
En un primer momento, cuando comienzo a
indagar, me imaginaba que el camino de la felicidad es individual
y, por tanto, un camino que cada uno debe realizar en solitario
buscando la independencia
de todo condicionamiento exterior. Pero eso hace que el hombre
anule las otras realidades y se encierre en uno mismo, deja de
ver el mas allá, y lo mas trágico de todo, deja de
orientarse a la verdad.
La inquietud del hombre, sus
búsquedas, sus insatisfacciones no se orientarán
por el camino de la posesión individual de la felicidad
hasta que encontremos el único que puede llenar el
vacío.
En esta gran labor que tiene el hombre
día a día, lo acompaña una relación
imprescindible para lograr la totalidad del planteamiento a
través del compartir, complementar ideas, darse apoyo
frente a los obstáculos, encauzar y orientar la
búsqueda, etc. esta es la leal amistad a la que
Aristóteles se dirigió diciendo en suma que nadie
querría vivir sin amigos, aunque poseyera todos los
demás bienes.
En este sentido tienen mucho para decirnos
muchos santos que no encontraron paz en su corazón
hasta asombrarse a Dios, como es el caso de San
Agustín. La vida del hombre necesita en su plena
libertad buscarlo, encontrarlo y elegirlo. El camino a seguir
está señalado, principalmente, en la presencia de
la fe, de la creencia.
La vida buena es aceptable para encaminarse
a la felicidad por el hecho del bienestar al que hace referencia.
Pero en una concepción moderna, ese bienestar se
transformó en un materialismo; si
aspiramos cosas materiales
nuestra felicidad ya se nos hace presente en este mundo, pero si
aspiramos a cosas perfectas, nuestro esfuerzo por conseguirlas
requerirá un mayor trabajo, además de que
esté restringido por las propias e inevitables
limitaciones naturales que determinan al hombre. Las aspiraciones
del hombre no deben ser sensibles porque no fundan una verdadera
felicidad.
Una de mis conclusiones que puedo presentar
es que la felicidad crece de la conformidad íntima entre
lo que se quiere y lo que se vive. Para que ella se revele se
necesita sobre todo no tener un hueco en el fondo de la vida,
sino poseer una armonía consigo mismo, que es la que
muchas veces permite afrontar las dificultades sin sentirse
infelices, también permite no aceptar modelos que no sean
los personales, al igual que decía
Aristóteles.
Esta nueva concepción que me ha dado
la realización de este trabajo, tiene un trasfondo de
búsqueda ilimitada que no encuentra una resignación
o un rechazo por uno mismo, al contrario tiene un sentido de
eterna búsqueda y profunda realización personal en
torno a la educación en las
virtudes que nos engrandecen.
Bibliografía
¿Quién soy yo? Emiliano
Jiménez. Colección Spirit. Caparrós
editores.Eudaimonía. La Felicidad como
Utopía Necesaria. 1ª ed. Carlos Díaz.
Ediciones Encuentro 1987. España.Historia del pensamiento
filosófico y científico. Reale, Antiseri.
Barcelona, Herder. 1995.Diccionario de filosofía. J.
Ferrater Mora. Ed. Ariel Referencia. Barcelona
1994.La felicidad humana. Julián
Marías. Ed. Alianza. Madrid 1988.Sobre el hombre. Zubiri, X. Alianza,
Madrid 1986.
Autor:
Pablo Nicolás
Britte
Asignatura: Filosofía.
Tema: La Felicidad.
Curso: 4º "B".
24/10/ 08.
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