La sustancia gris del cerebro: Sus secretos, y el significado de la glía (página 2)
Sin embargo, algunos
neurocientíficos realizaron que ésta podría
ser una suposición precipitosa.
El investigador pionero en este campo de
la ciencia,
Santiago Ramón y Cajal, ganador del Premio Nobel del 1906,
y propugnador de su famosa doctrina de las neuronas — la
teoría
de que las neuronas son las unidades fundamentales del cerebro — no
creyó que las glías eran necesariamente
pegamento.
Acerca de esto reflexionó de la
siguiente manera: "este constituye un misterio que puede que
permanezca irresuelto por muchos años, hasta que los
fisiólogos encuentren la manera de atacarlo".
Actualmente, el misterio de la glía
está, en parte, resuelto.
Los biólogos saben que éstas
aparecen en varias formas.
Una clase,
conocida como la glía radial, sirve como andamiajes al
cerebro embrionario. Las neuronas suben esas estructuras
que aparentan ser palos de alumbrado para llegar a su destino
final.
Células de
Schwann
Otro tipo, llamada la microglía,
representa el sistema inmune
del cerebro.
Estas últimas patrullan la foresta
neurológica en búsqueda de escombros de células
muertas o dañadas.
Una tercera categoría, conocidas
como las células de Schwann u oligodendrocitos, forman
mangas aisladoras alrededor de las neuronas para evitar que los
impulsos eléctricos se disipen.
Pero, mientras más los
científicos analizan las glías, lo más
versátiles estas estructuras aparentan en sus
múltiples funciones.
La microglía no sólo mantiene
el cerebro limpio, éstas asimismo recortan los puntos
desgastados al fin de las ramas de las neuronas para mantener
funcionales sus conexiones.
Los oligodendrocitos y las células
de Schwann, amén de proveer aislamiento para las
células que protegen, éstas asimismo provocan la
producción de nuevas sinapsis entre las
neuronas.
Y, una vez que las glías radiales
terminan su misión de
asistir las neuronas en su movimiento
alrededor del cerebro en desarrollo,
éstas no mueren. Sino que se tornan en otra clase de
glía, llamada los astrocitos.
Si estas células gliales, llamadas
los astrocitos fueran capaces de procesar información, este descubrimiento
añadiría un factor al entendimiento de la capacidad
computacional del cerebro.
Astrocito
Los astrocitos se conocen por sus
proyecciones morfológicas estelares, que se expanden en
todas las direcciones. Estas son las más abundantes de
todas las células cerebrales.
Un solo astrocito puede engolfar con sus
proyecciones, más de un millón de sinapsis
celulares.
Los astrocitos también se fusionan
entre ellos, construyendo canales a través de los cuales
moléculas pueden movilizarse de una célula a
otra.
Todas estas conexiones ponen a los
astrocitos en una posición envidiable para influir en
todos los aspectos funcionales del cerebro.
Estas células, asimismo poseen
receptores que pueden captar una variedad enorme de
neurotransmisores, lo que significa que pueden sobre oír
la "conversación" bioquímica
que ocurre en su proximidad.
Sin embargo, y, por mucho tiempo, los
neurocientíficos no pudieron encontrar ninguna evidencia
de que los astrocitos respondían a los estímulos
provenientes del entorno.
Finalmente, en el 1990, la
neurocientífica, Ann Cornell-Bell, en la Universidad de
Yale, descubrió lo que aparentara ser la solución a
este problema.
Pareció ser que los astrocitos, como
otras células nerviosas, pueden reaccionar a los
neurotransmisores, pero, que en su lugar, estas células,
generan olas de iones cargados de calcio.
El calcio proviene de paquetes sellados que
existen a través de los astrocitos mismos.
Cuando células estimuladas abren
forzosamente, los paquetes de calcio que se encuentran dentro de
los astrocitos, hacen que los neurotransmisores, a su vez,
desencadenen la apertura de otros paquetes por todas partes de
las células.
Los canales en
acción
Los astrocitos, entonces, almacenan los
átomos de calcio dentro de sus reservas, para dejarlos
salir, cuando se estimulan de nuevo.
Cornell-Bell, determinó que una onda
de esta actividad que se originó en un astrocito,
podía extenderse a otros astrocitos.
Varios grupos de
investigadores igualmente establecieron que los astrocitos mismos
descargan neurotransmisores potentes.
Estos pueden producir glutamato ––
que excita las neuronas, de manera que éstas son
más dispuestas a responder a una señal proveniente
de otra neurona — y
adenosina, que puede aumentar la sensibilidad
neuronal.
Para muchos de los neurocientíficos
estos descubrimientos son parte del puzle que ellos están
coordinando juntos acerca del cerebro como lo
conocemos.
Lo que nos queda es poner el rompecabezas
en su propia perspectiva.
Bibliografía
Larocca, F: (2009) El cerebro como
ecosistema en psikis.cl y en
monografías.com
Autor:
Dr. Félix E. F.
Larocca
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