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La privación de la libertad como sanción legal




Enviado por Domingo Peña Nina



Partes: 1, 2

    Desde el principio el hombre
    demostró curiosidad por lo prohibido y una tendencia
    natural a la desobediencia y hacer el mal, fruto de cualidades
    intrínsecas suyas, cuyo origen se desconoce. Ya en el
    capítulo 3 del libro de
    Génesis se nos relata la curiosidad de Eva, que la
    llevó a desobedecer la orden divina de no comer del fruto
    del "Árbol del conocimiento
    del bien y del mal" en el Edén y, posteriormente, hacer
    que también Adán desobedeciera dicho mandato. En el
    capítulo bíblico siguiente se describe el ataque
    planificado de Caín contra su hermano Abel, y la muerte de este
    último como consecuencia de la agresión sufrida.
    Ambas acciones,
    violatorias de la normativa establecida requerían castigo.
    En el caso de Adán y Eva, fueron expulsados del
    paraíso y tuvieron que sufrir una serie de consecuencias
    derivadas de su
    acción.
    Caín, por su parte, cometió el asesinato de su
    hermano, a pesar de haber recibido previamente una advertencia y
    recomendación divinas de variar su conducta y hacer
    lo bueno: "Si hicieras lo bueno, podrías levantar la cara;
    pero como no lo haces, el pecado
    está esperando el momento de dominarte. Sin embargo,
    tú puedes dominarlo a él" (Gén. 4:7).
    Después de su crimen tuvo que someterse al interrogatorio
    divino y acatar el castigo que se dictó sobre él, a
    pesar de que lo consideró
    desproporcionado[1]

    "El Señor le dijo: -¿Por qué has
    hecho esto? La sangre de tu
    hermano, que has derramado en la tierra, me
    pide a gritos que yo haga justicia. Por
    eso, quedarás maldito y expulsado de la tierra que se
    ha bebido la sangre de tu hermano, a quien tú mataste.
    Aunque trabajes la tierra, no volverá a darte sus frutos.
    Andarás vagando por el mundo, sin poder
    descansar jamás.

    Entonces Caín respondió al Señor:
    -Yo no puedo soportar un castigo tan grande. Hoy me has echado
    fuera de esta tierra, y tendré que vagar por el mundo
    lejos de tu presencia, sin poder descansar jamás. Y
    así, cualquiera que me encuentre me matará"
    (Gén. 4:10-14).

    Ambas historias evidencian que aunque para entonces no
    existían prisiones en las que se privara de la libertad a
    quienes violaran las normas religiosas
    y sociales establecidas, las acciones discordes con éstas
    eran rechazadas y los violadores afectados con sanciones tan
    drásticas como el destierro, además de la
    maldición divina que los afectaba el resto de sus
    días (la práctica del destierro vuelve a aplicarse
    a Jacob, de acuerdo a Gén. 27, por haber engañado a
    su padre Isaac, haciéndose pasar por su hermano
    Esaú, con la complicidad de su madre, obteniendo de ese
    modo la bendición paterna y la primogenitura). Salta a
    relucir, además, en la parte final del texto
    previamente mencionado, cuán tempranamente quedó
    establecida, sin que fuera una norma escrita, la Ley del
    Talión, "ojo por ojo y diente por diente" que como deja
    ver Caín, inicialmente, podía ser aplicada no solo
    por uno de los familiares de la víctima, sino por
    cualquier miembro de la sociedad
    porque, a fin de cuentas, era a la
    sociedad a quien se había ofendido al dañar a uno
    de sus miembros.

    Más adelante, los infractores de la ley eran
    sometidos a esclavitud o bien
    vendidos a comerciantes extranjeros en calidad de
    esclavos por quien había sido perjudicado por sus actos
    indebidos. Esta era una práctica común que se usaba
    contra el deudor, afectando además a su mujer e hijos,
    cuando después de haber tomado un préstamo no
    podía cumplir con su pago.

    Es apenas en el cap. 39 del libro de Génesis
    donde se hace mención por primera vez de una
    cárcel, al relatar que José, en Egipto, fue
    llevado a la cárcel, aclarando, "donde estaban los presos
    del rey", tras la falsa acusación de la esposa de Potifar
    de que éste entró a su cuarto y procuró
    deshonrarla. Esta especificación en el relato
    bíblico lleva a pensar que las cárceles egipcias,
    primeras a las que la Biblia hace referencia, estaban dedicadas a
    privar de la libertad a quienes siendo servidores
    reales, posteriormente llegaban a ser considerados enemigos del
    rey o peligrosos para su estabilidad como gobernante, y al
    castigo de quienes cometían alguna inconducta que afectara
    al rey o alguno de sus allegados. Pero de la aclaración
    referida: "… así que agarró a José y
    ordenó que lo metieran en la cárcel, donde estaban
    los presos del rey" (vers. 20), puede inferirse la existencia de
    otro tipo de cárcel, en donde eran destinados los presos
    comunes, o sea, aquellos que con sus acciones violaran normas
    sociales, sin poner en peligro la estabilidad real. Lo importante
    de la descripción es que permite conocer el tipo
    de administración y funcionamiento interno de
    la cárcel egipcia. Se señala allí que la
    cárcel era parte de la casa del capitán de la
    guardia, quien al parecer fungía como jefe de la misma y
    se encargaba de dar órdenes de todo lo que allí se
    hacía. Es evidente, además, que los prisioneros
    recibían buen trato y alimentación
    adecuada, además de permitírseles comunicarse entre
    sí.

    Concluida la esclavitud egipcia, el pueblo de Israel durante
    sus 40 años de peregrinación en el desierto no
    utilizó la cárcel como castigo a la
    violación de las normas socio-religiosas. Era
    Moisés, como líder
    del pueblo, quien resolvía los conflictos
    entre la gente, actuando en calidad de juez. Pero antes de que se
    establecieran como pueblo sedentario en el país de
    Canaán, Dios estableció normas de manejo para el
    asesinato y el homicidio
    culposo. El relato lo encontramos en el libro de Números,
    cap. 35:9-29: "El Señor se dirigió a Moisés
    y le dijo:

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