Compromiso: el lugar del escritor respecto de la praxis política en Sartre y Adorno
El presente trabajo
intentará analizar el modo en que Sartre y
Adorno han
pensado al artista como intelectual en relación con su
praxis
política,
tomando como referencia ¿Qué es literatura?[1] y
Compromiso[2]respectivamente. Por el
carácter de polémica
explícita del segundo texto, que en
una primera instancia intenta volver sobre los planteos de
Sartre, quedará establecido un diálogo en
el que términos como obra y escritor
coincidirán en sus referencias. Pero, de acuerdo
con los planteamientos teóricos – diferentes en la
mayoría de los aspectos planteados-, en
Compromiso Adorno intentará volver sobre
teorizaciones propias más amplias.
Debido a que el intelectual que los autores describen tiene el
carácter de ser además artista, en cada caso
habrá una mayor o menor mediación- a través
de la obra- respecto de la praxis política. Esto
implicará pensar en términos de función o
no función -para el escritor intelectual- así como
en una determinada forma estética, que será más o
menos mediadora de su praxis. De acuerdo con la época en
que escriben, habrá una relación específica
con el marxismo y con
la posibilidad de pensar en términos de materialismo
histórico[3]así como una
aproximación o alejamiento del Partido Comunista.
Teniendo en cuenta que cada autor piensa a partir de paradigmas
teóricos diferentes, el presente trabajo intentará
esablecer puntos de contacto entre términos semejantes,
pero sin descuidar el hecho de que éstos son constitutivos
únicamente del discurso
teórico del que provienen. Así, se
especificará en cada caso qué se entiende por
autonomía y qué por compromiso. En una segunda
instancia, se intentará pensar el lugar que podría
ocupar actualmente la posibilidad de recuperar al artista como
intelectual en tanto figura social. Segunda instancia que
será, sin duda, corolario de la primera, en tanto que una
vez definido el compromiso, ya se estará sobre el problema
respecto de cuál es el lugar del intelectual en la vida
social.
Frente a la irresponsabilidad que Sartre ve en los escritores
del siglo XIX que se abocaron a la estética del arte por el arte,
y frente a la estética del realismo
socialista en la que encuentra un modo de utilizar la literatura
como medio de propaganda
política, Sartre propone el compromiso. El escritor queda
comprometido en su práctica de escritura a
partir del momento en que toma la responsabilidad de escribir. Y del mismo modo, a
partir de que elige escribir-esto es, ejercer su modo de ser en
el mundo a través de la escritura- se "hace" escritor.
Ambos términos, compromiso y escritura (como
sinónimos de responsabilidad), quedan implicados: "(el
escritor) Tiene que vivir y querer esta responsabilidad, y para
él, es lo mismo vivir y escribir, no porque el arte salva
la vida, sino porque la vida se expresa en empresas y
la empresa del
escritor es escribir. Pero no hace falta que el escritor se
vuelva hacia su vida en un intento de adivinar lo que la vida
será para sus descendientes. No se trata de saber si va a
crear un movimiento
literario o un "ismo", sino de comprometerse en el
presente"[4]. La contrafigura de este escritor
como intelectual es Flaubert, que despotricando contra los
burgueses le resulta a Sartre un "rentista con
talento"[5]. Sin embargo, no es el primer momento
del texto en el que Sartre propone, a pesar de una
desvalorización ética, una
reivindicación formal.
En una primera aproximación, parece haber en este
planteo un determinismo: a pesar de las intenciones del sujeto,
éste siempre se encuentra situado en una determinada
condición económica y perteneciendo a una
determinada clase
social[6]sólo puede elegir aceptarla y
actuar a partir de ellas. Pero, propone Sartre, el
burgués, incluso cuando su situación esté
totalmente condicionada, puede ser un centro de
indeterminación irreductible. Ese sector imprevisible que
se muestra en el
campo social es lo que Satre llama libertad. Si
la sociedad
ejerce un condicionamiento en la persona, la
conciencia de su
situación lo hace libre y le otorga el poder de
operar sobre la sociedad. Porque no hay libertad en el mundo de
lucha de clases, sólo resta aceptar el condicionamiento y
hacerse libre al intentar modificar las situaciones del entorno.
Siendo escritor, se tiene la tarea de proponerle al lector la
posibilidad del fin absoluto (libertad verdadera) que es la
obra.
Figura inestable en tanto que se va "haciendo", atento a su
realidad política y social (porque es un suejto
histórico, pero también porque la relación
sujeto-objeto se da en términos fenomenológicos),
la obra tendrá una intencionalidad -un sentido- y
habrá que considerar para quién se escribe, de
manera consciente. Hay una oscialción en la
consideración histórica de Sartre respecto del
sujeto: por un lado, éste debe elegir los modos de
acción
en la historia; por
otros, la historia es inexorable, así como la
acción en ella. En 1947, el escritor de posguerra no tiene
otra posibilidad que la de hablar sobre la guerra, sus
secuelas, y la reconstrucción que le sigue.
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