Fiestas y tradiciones culturales populares del Estado Falcón – Venezuela (página 2)
Cuando las fiestas se ajustan a patrones ceñidos
a las reglas de determinados grupos
sociales se convierten en rituales, que deben
ser ejecutados ajustados a tales normas suyas,
como ocurre en un matrimonio; y
cuando se ajustan a los cánones de una institución
civil adoptan el carácter de una solemnidad, de cosa seria
que se repite casi mecánicamente sin márgenes a la
creatividad y
la posibilidad de innovación, que la aparta así de
esta connotación lúdrica antes referida con el
objetivo de
llamar la atención acerca de los conceptos de
fiestas, juego y de
otras manifestaciones conexas. Este último caso puede ser
ilustrado cabalmente con las fiestas religiosas que tienen lugar
en las naciones pertenecientes al Occidente judeo-cristiano, con
predominio de las impuestas por la tradición religiosa de
la Iglesia
católica, que en sus celebraciones exige apegarse de modo
absoluto y total a las formalidades y a la reglamentación
estricta del canon establecido por la institución y por su
cuerpo de sacerdotes que lo hacen cumplir estrictamente. Para
este caso, preferimos hablar de festividades
religiosas, marcadas por la solemnidad y el "enseriamiento" de
los actos, distante y opuesto a la actitud de
entrega a la diversión y al entretenimiento que tienen
para mí los actos que forman parte de las fiestas en su
sentido originario.
Trabajos de investigación y antecedentes de este
Cuaderno de Avances
Oportuno es recordar que nuestro equipo de estudio hizo
una revisión documental minuciosa en bibliotecas y
archivos
locales, así como una la investigación
de campo rigurosa para elaborar un estudio comparativo entre
dos comunidades emblemáticas de la cultura
regional: el barrio coriano La Guinea y la comunidad
rural Macuquita. En este estudio fue decisiva la
participación de dos personas sin cuya intervención
hubiese sido imposible haber podido llevar a buen término
aquella meta que se concretó en la restitución del
nombre original del referido asentamiento urbano y su
declaración como Patrimonio
Cultural e histórico del Municipio Miranda al que
pertenece. No sólo los nombres de Mario Aular y de Luis
Cazorla, sino el reconocimiento a su autoría quedaron
claramente establecidos en el libro La
Guinea, barrio afrocaribeño de Coro. En aquella
obra, publicada por INCUDEF en 2007, fruto de aquella
labor de estudio de importancia pionera, tuvimos el primer
acercamiento a fiestas y tradiciones culturales de nuestro pueblo
que ahora incluimos en el presente Cuaderno de Avances del Atlas,
como determinadas costumbres funerarias y las de la bajada del
ángel, la del Niño Jesús, la de San Benito,
la de San Antonio y,
naturalmente, la relacionada con la fiesta mayor del tambor
coriano, representado magníficamente por Olga Camacho y su
agrupación La Camachera. Bajo aquel impulso inicial,
Cazorla terminó por descubrirse como lo que es: un
magnífico investigador, que se ha aplicado desde entonces
a sistematizar todo la información acumulada durante muchos
años de estudio y a escribir para darla a conocer en forma
de libros, entre
los que cabe mencionar aquí su Calendario de fiestas
populares tradicionales del Estado
Falcón, por cuyo empleo aparece
entre los autores de la presente obra, con toda propiedad y
justicia.
El presente Cuaderno de Avances del Atlas ofrece un
repertorio de los acontecimientos, de gran importancia para la
cultura de un colectivo, que denominados fiestas,
cuya acepción más general se refiere a espacios en
que la gente se reúne para compartir en una
atmósfera donde predomina la alegría, el
entretenimiento y las actividades meramente recreativas en que se
comparten música, comidas,
bebidas e incluso puede bailarse informalmente y con total
relajación, situación muy propicia para la
improvisación, la risa, el chiste, las mascaradas y el
juego. Aparentemente, según lo observamos en el día
a día y particularmente los fines de semana del
venezolano, se trata de hacer que los hechos que nos rodean nos
hagan permanecer felices y contentos, tanto en lo corporal como
en la esfera de las emociones y del
espíritu. Parecería que en esta dirección se encuentra el camino de ese
estado que llamamos convencionalmente la felicidad. Mas, existe
un fondo que debe ser tomado en cuenta si queremos acercarnos al
verdadero sentido de lo que es la realidad, en la que hay que
tomar en cuenta los opuestos, donde todo no puede ser placer sin
fronteras. Remite a la unidad de la vida, con sus extremos
opuestos, del nacimiento y la muerte,
genialmente vistos en la intuición de Nietzche en su obra
El origen de la tragedia. En aquellas fiestas ancestrales
predominaba la orgía y la absoluta liberación de
las fuerzas creadoras de la criatura humana denominadas
simbolizadas en Baco, de ahí su calificativo de
fiestas báquicas, de las cuales surgieron
diversas artes como las dramáticas, mientras que algunos
pueblos construyeron otras tradiciones en que reafirman su
identidad e
unidad indisoluble, como lo observé repetidas veces en
Galicia con su reafirmación del fondo ancestral
celtíbero mediante la celebración del día de
San Juan, realizada cada año el 24 de junio y pueden ser
observadas en nuestra región caribeña en los
famosos carnavales de
Rio de Janeiro, Trinidad Tobago o Santiago de Cuba.
En consecuencia, las fiestas remiten a espacios en que
se aclama el nacimiento de un niño, el rito de echarle
agua si no
tiene a mano un cura sino un cura de sabana o alguna persona de
prestigio comunitario, su circuncisión en el caso de ser
judío, su bautizo en la iglesia si es cristiano, su
cumpleaños y los denominados "ritos de pasos" con que el
grupo al que
alguien pertenece marca momentos de
gran simbolismo, como la entrada en la edad de la
fecundidad—en términos locales las populares fiestas
de quince años, por ejemplo. A veces estos eventos
iniciáticos tienden a ser consagrados socialmente o
institucionalmente, como cuando estas uniones sexuales
consensuales con que consumamos la unión que garantiza la
continuidad de la especie humana adquieren el carácter de
matrimonios realizados en el seno de una comunidad o en presencia
de una institución religiosa, como puede ser una iglesia o
simplemente la comunidad de hermanos con que comparte ideas,
creencias y principios
sujetos a una ética
religiosa, como es el caso de las religiones
protestantes o aquellas de otra base étnica, como las de
las religiones
afrocaribeñas. A menudo no tomamos en cuenta las
ceremonias mortuorias que tienen lugar en nuestras sociedades
locales caribeñas de base africana, como las que ocurren
en algunas islas del Caribe donde las honras fúnebres
constituyen verdaderos festivales con predominio del juego, los
cuentos
orales, la música, danzas y bailes colectivos con que sus
miembros despiden el alma del
fallecido, lo llevan al cementerio y luego conmemoran su regreso
al seno de su comunidad mediante banquetes fúnebres en que
se come y brinda colectivamente. Estas celebraciones las hemos
observado en República
Dominicana, Cuba, así como sus reminiscencias
permanecen vivas en comunidades rurales de la Sierra Coriana y
con rasgos propios en las que tienen lugar en comunidades de
fuerte base afro, como La Macuquita, ubicada en su pie de
monte.
También a esta categoría de celebraciones
festivas pertenecen los banquetes y los simposium, así
como otras de carácter menos "civilizado", como las
famosas fiestas campestres, que tienen lugar a
cielo libre con absoluto predominio de actividades de competencia y de
juegos
tradicionales, muchos de ellos en procesos de
desaparición. Asimismo, puede referirse a un conjunto de
actividades con que se exalta u honra un hecho o a alguien con
alta significación para un grupo humano, sea éste
reducido numérica o territorialmente o, por el contrario,
del mayor número y extensión espacial
físicamente hablando, como es el caso de una nación
como Venezuela,
donde se celebra la fundación de un pueblo o el encuentro
de pueblos y culturas que hoy se celebra aquí como el
Día de la Resistencia
Indígena, en sustitución de la la racista
"Día de la Raza", fiesta con que antes se conmemoraba el
supuesto "descubrimiento de
América", atribuido al intrépido navegante
Cristóbal Colón, realmente aquel aventurero e
inescrupuloso jefe de la empresa de
conquista
capitalista de nuestro continente que se inició con su
desembarco el 12 de octubre de 1492, en la isla Guhananí,
frente a las costas sureñas del oriente cubano. A partir
de la colonización de nuestro continente, se impuso a
nuestros pueblos originarios que lograron sobrevivir al
exterminio, la cultura judeo-cristiana y, como consecuencia a
mediano y largo plazo hasta el presente, el enfoque impuesto por la
visión dominante de los Imperios de la Europa occidental
cristiana, apostólica, romana o protestante– en el que
quedaron insertas luego las sociedades criollas y nacionales del
continente americano– las refiere al concepto suyo de
lo sagrado, referido a la Santísima
Trinidad, de Jesuscristo, la Virgen
María, los ángeles y
acontecimientos notables de la vida del Hijo de Dios y de los
santos. Al adoptar este punto de vista, estamos entonces
obligados a referirnos a las fiestas fijas o que
se celebran cada año durante una fecha fija y las
fiestas movibles, cuya pauta temporal depende de
cuándo caiga la Pascua florida; en este sentido, hay
fiestas universales que se realizan en las naciones cuya religión oficial es
la católica, la musulmana o la judía, nacionales,
regionales y étnicas, como ocurre con las celebraciones de
los pueblos errónea y discriminatoriamente denominados
"indígenas", por ejemplo. En cuanto a este último
tipo de fiestas, en nuestra región falconiana tenemos
algunas de relieve
especial, como la que se realiza en diciembre de cada año
en el Puerto de La Vela de Coro, derivada de las Fiesta de
los Locos que tiene su origen en el cristianismo
medieval derivado de las fiestas Saturnales romanas y realizadas
como ésta en el último mes del año.
Todavía se mantiene el gran regocijo popular que se
desborda en los barrios y en paseos de pequeños grupos de
personas que se atavían con vestuarios fastuosos y existen
también debilitados trazos de aquellas representaciones
que se daban a nivel de la vida parroquial en que se recordaba la
huida de la Sagrada Familia a
Egipto, el
sacrificio cruento de los Niños
Inocentes y la Burra de Balaam, por la cual esta
celebración recibió el sobrenombre de fiesta de los
asnos, en la que elegían dignatarios tales como el Papa de
los tontos y el Cardenal de los idiotas, por lo cual fueron
suspendidas en países de tradición liberal como la
ilustrada Francia, donde
tuvo que intervenir su parlamento ante el fracaso de las
prohibiciones eclesiásticas.
Contrario a lo afirmado por nosotros en nuestras
primeras obras publicadas sobre el carnaval caribeño en la
década de los ochenta, la fiesta no es sólo una
solemnidad, religiosa o no, con que se conmemora un
acontecimiento o una personalidad
culturalmente importante, sino un evento de mayor alcance que
puede relacionarse incluso con la producción material, como tiene lugar
palmariamente en el caso de la tradición amerindia Las
Turas. Estamos en presencia de un conjunto de acciones,
ritos y ceremonias relacionados con la siembra, la cosecha y el
procesamiento del maíz, del
cual nació el Hombre,
según este pensamiento
mítico afortunadamente vivo en nuestra región
falconiana. Desde el inicio mismo de la elaboración de
nuestro Atlas, hemos insistido en el hecho de que. en la
cultura, son más importantes los procesos de
creación, mantenimiento
y transmisión de símbolos que los productos
finales a que estos procesos dan lugar, de ahí que hayamos
montado más de 150 de estos procesos en forma de diagramas
montados con fotos para
demostrarlo, entre los que están los incluidos en este
cuaderno acerca del proceso de
ritos de propiciación y de elaboración del
maíz para obtener la chicha, bebida que se consume a
manera del cuerpo y la sangre del
maíz, en sustitución de la de Dios, en acto similar
al de la consustanciación consagrada por Jesús
mediante la Eucaristía, luego de la famosa cena pascual en
que anuncia su muerte por la
traición de uno de sus doce Apóstoles.
En conclusión, las fiestas tienen
lugar en todos los ámbitos de la vida social y no
exclusivamente en la esfera religiosa, como puede desprenderse de
este esquema eclesiástico. Y, en consecuencia, aquí
ofrecemos una selección
de las diferentes singularidades en que esta diversidad de
celebraciones se ha expresado a lo largo del tiempo y se
muestran hoy, públicamente, en diversas localidades de
nuestra región con su sello característico. El
presente Cuaderno de Avances del Atlas, no obstante, arrastra una
limitación fruto de que la mayoría de las
festividades que se registran en los libros y en las
publicaciones periódicas consultados para su
elaboración son aquellas con que la Iglesia
católica, como instrumento de dominio
ideológico y clasista, ha pautado como las solemnidades
predominantes o en la exaltación de la memoria de
un santo, habiéndolas convertido en las famosas "fiestas
patronales", de carácter, pues, eclesiástico. Para
desvirtuar este error metodológico, estamos en el deber de
recordar que la primera acepción de la palabra
fiesta es la de diversión o
entretenimiento no sujeto a norma o regla de esta última
índole, y, justamente, así queda ratificada en el
primer significado dado por el Diccionario de
la Real Academia de la lengua
española (DRAE), al referirlas a las solemnidades
nacionales con las que una sociedad rinde
tributo a determinados acontecimientos o personalidades
consideradas por la gente como históricas
o de alta significación social. ¿Quién puede
negar que el día de la independencia
nacional del yugo del Imperio español y
el del nacimiento de El Libertador Simón Bolívar no
son motivos para desatar la alegría, levantar las copas y
bailar colectivamente, reforzando el sentimiento de la unidad
nacional? Las fiestas patrias son eventos inscriptos en el
núcleo de la conciencia del
pueblo como dignos de la mayor exaltación y pertenecen a
la cultura con toda propiedad y profundidad de este concepto.
Pese a que la consideramos como el esfuerzo mayor por
proporcionarnos una visión de conjunto de la cultura
popular venezolana, lamentablemente, ninguna de estas fiestas
civiles están registradas en el Atlas de tradiciones
venezolanas, de la Fundación Bigot ni en la cantidad y
fundamentación cualificada que exige el rigor de las
ciencias
sociales y humanísticas—lo que es aun más
grave– en los recientes Catálogo cultural
venezolano del Instituto del Patrimonio
Cultural del Ministerio de la Cultura que, de haberlas incluido,
las hubieses declarado patrimonio de la nación,
como lo son sin lugar a dudas, con su consiguiente tratamiento
sujeto a la ley que las
protege y regula para que se consoliden los valores de
que son portadoras.
Ofrecemos aquí el registro tanto de
aquellas fiestas que permanecen sembradas en lo más
profundo del inconsciente colectivo –o sea, las más
tradicionales– y de aquellas otras que se hayan extendido en la
sociedad al punto de de ser identificadas como las de mayor
aceptación social actualmente, o sea, las calificadas de
populares. Nos hemos esforzado en presentar, al menos, un
conjunto de las incluidas en la tipología de fiestas
terrenales, seglares o civiles y de las de pauta religiosa. A la
manera de fichas
preliminares procesamos y presentamos la información
obtenida de algunos de libros, de publicaciones periódicas
y mediante entrevistas
realizadas en investigaciones
de campo en que las hemos observado, hayan tenido lugar
aquéllas en sus propias comunidades o fuera de ellas.
Estamos conscientes de que han quedado fuera muchas otras que,
con igual derecho, estamos obligados a registrar e incorporar en
ulteriores publicaciones. Quedamos en deuda con miembros de
comunidades y grupos portadores de tradiciones culturales,
quienes nos han ofrecido sus testimonios e, incluso,
también escritos de puño y letra como los incluidos
en Las Turas por portadores de San Pedro y de Mapararí, lo
que multiplica el valor de este
cuaderno. Estas fuentes
primarias han sido reforzadas con la información
extraída de los 12 catálogos correspondientes a
igual cantidad de municipios del Estado Falcón, los cuales
nos han sido, amablemente, facilitados por el Instituto de
Patrimonio Cultural y que están basados en entrevistas
realizadas a numerosas personas de la región, por lo que
podemos afirmar que nuestra publicación está
firmemente anclada en este tipo de fuentes. Su fichaje y redacción las realizaron Pedro Eduardo
Concepción y Enna Zavala, quienes aparecen pues como
autores principales del presente Cuaderno; yo los revisé e
hice algunas anotaciones que publiqué originalmente en la
web, mientras
que, inicialmente, la corrección de estilo corrió a
cargo del escritor Gregorio Menéndez.
Las presentes notas más que una
presentación formal a la serie Cuadernos del Atlas
constituyen la reiteración del hecho de que nuestra obra
marcó un antes y un después en lo que respecta a
los estudios etnográficos y de la sociología de la cultura en Venezuela. La
verdadera presentación la harán las comunidades, en
cuya historia y
tradición culturales todas estas publicaciones se
sustentan, una vez sus miembros se mantengan despiertos siempre y
se dediquen a elaborarlos desde su perspectiva original y su
óptica
popular. Lo abrimos con el Cuaderno dedicado a Las Turas, porque
en más de un aspecto se trata de la manifestación
de lo más simbólico de cuanto ha permanecido vivo
de la vida espiritual de nuestros pueblos originarios en nuestra
región: aquí están sus voces, las de
quienes han mantenido y transmitido tanto sus contenidos como sus
expresiones características, de generación en
generación hasta el presente. De su puño y letra
tomamos su explicación e interpretación de este fenómeno de
la espiritualidad que deberá ser tomado más
seriamente en cuenta. Esas voces se unen a las nuestras, en
calidad de
estudiosos del hombre y de
sus creaciones, como un llamado a que deberemos trabajar juntos
de aquí en adelante para alcanzar los objetivos y
las metas que nos hemos propuesto. Este cuaderno no es sin no un
medio más con que queremos llamar la atención del
destinatario al que van dirigidos nuestros esfuerzos: las
comunidades y, dentro de ellas, los docentes que
sabrán identificar y llevar a la conciencia de sus
educandos los valores de
alto contenido movilizador y belleza creados por ellas,
mantenidas y fortalecidas cada vez más gracias a este
modesto esfuerzo de formación y exaltación de su
espiritualidad.
Lic. José
Millet,
Jefe del CISC
Al recién finado Capataz de Las
Turas Hipólito Casiano Castillo, de la
comunidad
agrícola San Pedro de
Mapararí y, en su nombre, al de todos los
creadores de tradiciones festivas,
ancestrales y populares,
de nuestra región
falconiana.
FIESTA: FECHA:
Ancestral-amerindia Variada, generalmente: 23 y 24 de
septiembre.
24 de junio o cualquier otra fecha que se solicite
un
"son de turas"
LUGAR:
Municipios Federación y Unión del Estado
Falcón.
Las Turas es una tradición precolombina
mágico-religiosa, que es practicada por los descendientes
del pueblo Ayamán, según estos mismo reconocen. Con
ella se solicita a la naturaleza
buenas cosechas y se le agradece por las ya recogidas. El
territorio del pueblo ayamán estaba conformado por las
tierras que ahora ocupan los Municipios Federación y
Unión, de la sierra falconiana y por el cerro de Moroturo
y Siquisique, en el Municipio Urdaneta, región norte del
Estado Lara. La voz tura es la mazorca de
maíz en espiga, a la que están saliendo los granos.
Tura es también la flauta que acompaña al rito y
está hecha de carrizo. La Tura Macho tiene tres orificios
y la Tura hembra dos orificios.
Las Turas se celebra en diferentes ocasiones.
Puede ser cuando un agricultor hace una promesa y la paga con un
son o danza de turas
en su conuco, plantación o en su "patio"; o en las fechas
establecidas en cada pueblo o comunidad turera. "Patio" llaman
los tureros el sitio específico donde regularmente se
monta el altar alrededor del cual "bailan" los sones de Turas. El
altar consiste en una rústica construcción, de unos tres metros de alto,
donde se entrecruzan ramas de plátano, palma, flores y
varas de caña de azúcar.
Al centro de este altar una o más cruces, a veces vestidas
con coloridos papeles, otras veces desnudas; de madera o
metal, pero siempre rodeadas de las ofrendas a los
santos, espíritus y a la Madre Naturaleza y que consiste
en frutos de las cosechas, como tomates, naranjas, yucas, granos,
aguacates, piñas, parchas y otras. También
cesterías y taparas en diferentes formas. Por supuesto no
falta la "chicha", que es preparación exclusiva de la
Reina y las bebidas espirituosas con las que se rocían las
gargantas y el altar; generalmente, cocuy de penca.
Las Turas se presenta en dos formas: Tura grande
y Tura pequeña. La Tura grande es de carácter
privado y se celebra en lugares secretos por los descendientes
ayamanes. La Tura pequeña, de carácter
público, se celebra durante toda la noche, en los "patios
de turas".
Las Turas presentan una jerarquía
conformada de la siguiente manera: El Capataz, El Mayordomo o
Shamán, La Reina, los tureros, cacheros y danzantes. Cada
quien tiene una labor específica dentro del ritual. La
Reina, por ejemplo, es la encargada de preparar la chicha y/o la
mazamorra de maíz, así como el hervido o sancocho;
ayuda en la construcción del altar, enciende las velas que
alumbran la cruz del altar, brinda ante el árbol de la
basura y lava los
utensilios empleados en el rituaL. El Capataz, quien junto a la
Reina es elegido por los espíritus de la naturaleza, entre
otras funciones
coordina la dirección de la danza; ya sea en sentido de
las agujas del reloj, ya sea en contra; dirige las plegarias a
los espíritus y a los santos, entre son y son. Los
tureros, (generalmente son hombres, a excepción de Las
Turas de Los Cañitos, en el Municipio Unión, donde
también "turean" mujeres) que danzan alrededor del altar,
en un sentido y en otro y que ejecutan las turas, los cachos, las
maracas y las taparas; y finalmente las danzantes por fuera,
generalmente mujeres, aunque también lo hacen unos pocos
hombres, quienes agarradas (os) por la cintura marcan
acompasadamente tres pasos hacia delante y tres hacia
atrás, dándole vueltas al altar. Algunos tureros
nos informan que los tres pasos hacia delante significan "que las
cosechas sean abundantes" y los tres hacia atrás "la
solicitud o pedido por una lluvia copiosa".
José de Los Santos Castillo y Ángel
Colina, tureros de San Pedro de Mapararí, nos
dicen que los instrumentos que se usan en el rito de Las
Turas son: Turas macho, de tres agujeros y Turas
hembra, de dos y que son flautas hechas de carrizo. Los
Cachos, que son el frontal o frente del venado, o
matacán, se dividen en: Cacho grande, que
agujereado apropiadamente, da un sonido grave.
El Cacho mediano, hace el dúo al grande y el
Cacho pequeño, "que representa el son que se
está tocando". Las maracas, con pequeños
agujeros en la tapara, rellenas con capachos y pedacitos de zinc
y las taparas, a las que se sopla por un agujero y dan su
sonido particular
Según José de Los Santos Castillo, Las
Turas constan de siete (7) sones: La Paloma,
que significa respeto y
agradecimiento a los espíritus de la naturaleza y a los
ancestros. El Gonzalito: En este son, el ave llama a los
animales de
caza a las aguas vivas, para que se manifiesten como
espíritus. El Sapito: Son que representa a la
lluvia y a los ojos de agua viva. El Cucurucú: Son
que representa a los difuntos. La Guacharaca: Representa
este son a la montaña y a los cazadores. El Son de El
Venado: Este son es para agradecer la comida del día
de la fiesta donde se den sones de Turas y por último el
Son de La Hormiga: que es para pasarla bien, convivir, que
no haya pelea ni disgustos en las noches que se dancen sones de
Turas.
Las Turas/
Eduardo Concepción
CRÓNICA
Muchos podrían ser los motivos para visitar esa
gran región del sur del Estado Falcón, en sus
municipios Federación (capital
Churuguara) y Unión (capital Santa Cruz de Bucaral),
limítrofes con el Municipio Urdaneta de la parte norte del
Estado Lara. Uno de esos motivos significaría adentrarse
en territorio de los descendientes de los aborígenes
"Ayamanes", para ver y vivir una experiencia
mágico-religiosa única en el mundo: Las
Turas.
Las Turas es la ceremonia mediante la cual el pueblo
Ayamán agradece a los santos, a los espíritus y a
la Madre Naturaleza, por las buenas cosechas recogidas y por
recoger. Esta ceremonia es llevada a cabo por "Los Tureros",
especie de cofradía con una sencilla jerarquía que
comanda "El Capataz" y a quien le sigue "La Reina" y a
ésta los Tureros: músicos-danzantes; y que termina
con las "danzantes" o bailadoras.
Intentaré narrar entonces la experiencia vivida
en "La Duquesa", pequeña finca cercana al caserío
Los Cañitos, a 20 minutos, más o menos, de Santa
Cruz de Bucaral; en plena sierra falconiana. Llegamos, Oscar
Lázaro y yo, Eduardo Concepción; promotores del
Centro de Investigaciones Socioculturales del Instituto de
Cultura del Estado Falcón, a dicha finca el día 23
de septiembre de 2006, víspera del día de la Virgen
de Las Mercedes. Esa fecha, el 24, es el "Día de Las
Turas" y es, como muchas otras, una imposición de la
iglesia católica que derivó en el sincretismo
cultural, de celebrar Las Turas ese día. A poco más
de las 2 p.m. ya estaba armado "El Altar": enramada de unos tres
metros de alto, formada con ramas de palmas y plátano,
además de varas gigantes de caña de azúcar.
Tres cruces forradas de papel colorido en el centro
geométrico del altar y a sus pies, un busto de Juana
Vásquez, mítica Reina de Las Turas desde 1932 hasta
2002, cuando fallece (de 130 años de edad, según
sostiene su familia), y pasa desde entonces el reinado a su hija:
Críspula Vásquez.
Rodean también el altar las ofrendas
traídas por los lugareños que consistían en
los más lindos frutos de sus conucos: tomates, caraotas
(llamadas por aquí "piras"), ajo-porro, cebollín,
limones, maíz, yucas, papas, cambur, plátanos,
lechosas, parchas, aguacates, naranjas, piñas.
También productos como la "Chicha de maíz",
preparación exclusiva de La Reina, no pudiendo faltar las
bebidas espirituosas, como el "Cocuy de Penca", de
altísima calidad. Además, variados trabajos de
cestería y envases de tapara de diferentes formas y
tamaños.
Comenzó el Capataz invocando a las más
variadas figuras del santoral católico, así como a
los espíritus que acompañan a la Madre Naturaleza.
Rociando el Altar con cocuy y ron, comenzó a danzar, y con
él los Tureros, al ritmo de "turas macho" de tres agujeros
y "hembra" de dos ejecutadas por ellos mismos ("turas" se llama
también a esas flautas hechas de carrizo); y los "cachos":
hechos con el frontal de la cabeza de venado o "matacán",
al tiempo que con la otra mano sacudían
rítmicamente una maraca. El son consiste en danzar
alrededor del altar en una dirección, para recorrerla
luego en dirección contraria a la señal o grito del
capataz, jefe indiscutido del baile; mientras La Reina,
impertérrita y en una esquina del altar, observaba en
posición de firme a los danzantes, dar vuelta tras vuelta
al mismo. Al mismo tiempo, tureras danzan abrazando por la
cintura a quien se coloque a su derecha y a su izquierda,
marcando tres pasos adelante y tres atrás, imitando voces
de diversos animales.
Largo rato después, el Capataz detiene el baile.
Oraciones, rezos, invocaciones y vivas a los santos, a los
espíritus y a la Madre Naturaleza anteceden a un
pequeño y merecido descanso, para dejar asentarse el polvo
y refrescarse merecidamente la garganta.
Así, entre "sones de Turas" y descansos,
continuó la mágica ceremonia toda la madrugada
hasta las 6 de la mañana. A esa hora, al mando del Capataz
José "Cheo" Caldera, y de la Reina, Críspula
Vásquez; comienzan los presentes a desarmar el altar.
Luego, en procesión, nos dirigimos a llevar parte de las
ofrendas al "árbol de la basura" o
"basurero", que no es tal, sólo así llamado; donde
se depositan los frutos y que en el caso de "La Duquesa" es un
"higuerón", árbol impresionante por su belleza y
tamaño, de más de 70 años de edad.
Allí, nuevamente oraciones, rezos, vivas e invocaciones a
santos, espíritus y a la Madre Naturaleza; velas
encendidas, tabacos y agradecimiento por las buenas cosechas y
por la lluvia regeneradora.
Volvemos alegres y con una inmensa paz en el corazón.
Sentimos la presencia avasallante de la naturaleza en la
majestuosidad del Higuerón, en los verdes y extensos
campos y en las increíblemente bellas montañas de
la Sierra de Falcón. Pero también sentimos esa paz
incrustada en el alma por la comunión con la naturaleza de
estos compatriotas que no la contaminan, que la respetan y que
interactúan con ella, obteniendo sus más variados
frutos. Así son Las Turas…
Las Turas en
Venezuela: su verdadero y profundo sentido ancestral / Jose
Millet
Lamento que se sigan arrollando tradiciones ancestrales
que nos remiten al pasado más remoto de la Humanidad por
dos impulsos cada uno de los cuales más dañino: por
un lado, debido a la ignorancia y, por el otro, a la ligereza al
tratar asuntos de extremo cuidado relacionados con la
sensibilidad de un pueblo. Por lo primero, se han asumido
afirmaciones que todos repiten sin la más elemental pausa
en la serena reflexión y a la comprobación de lo
que la mayoría de la gente afirma mecánicamente. La
primera de ellas es la que vemos en obras recientes de
respetables organismos oficiales como los encomiables
catálogos del IPC, al afirmar que Las Turas son o
consisten en un baile o en un ritual. En el caso de Las Turas,
que nos ocupa, estamos en presencia de fragmentos de un todo que
no deja ver su fondo, los cuales, en efecto, están dotados
de movimientos y de una dinámica que nos remiten a procesos
simbólicos o a sistemas
culturales lamentablemente desaparecidos o en vías de
ocaso, de los que tenemos la suerte de contar en nuestro
país con firmes exponentes, tanto humanos como
espirituales, que nos permiten presumir su fortaleza y
trascendencia en muchos y complejos sentidos. La segunda es
referirla a los instrumentos
musicales de los que se valen los tureros o miembros de estas
comunidades para "interpretar" la música conque se
acompañan los movimientos colectivos danzados que, en
ocasiones, son ejecutados en parte de sus festividades: algunos
distinguidos investigadores, como nuestro coterráneo Luis
Arturo Domínguez, se lo atribuye a las flautas de carrizo
o de bambú y otros, a la de maíz.
¿Qué son Las Turas realmente? Todo, menos
un baile y mucho menos un rito: en todo caso y, en
primerísimo lugar, es la evidencia de un discurso
simbólico, algo fragmentado, aunque uno de los más
ricos, complejos y diversos de cuantos forman parte del mosaico
de culturas originales que existían aquí y que se
pusieron en contacto e intercambiaron entre sí en nuestras
tierras "americanas", mucho antes de la invasión del
conquistador europeo que terminó por dominar a los pueblos
nativos que las habitaban a su llegada. En segundo
término, las turas son parte visible del resultado del
proceso acarreado por la colonización foránea que,
querámoslo o no admitir, trajo el etnocidio y el genocidio
de los aborígenes, pero a su vez la transculturación que hoy podemos apreciar
en infinitos ámbitos de nuestra sociedad y
cultura.
Tampoco las turas son la manifestación de
agradecimiento y bendición de las cosechas anuales
obtenidas por los tureros que son, en su mayoría,
ciertamente campesinos o cultivadores, pero algo más que
simples labriegos. Del mismo modo se toma la parte por el todo
cuando se identifica la palabra tura con maíz, porque con
ello seguimos manejándonos en la pura exterioridad del
fenómeno, que es mucho más profundo y abarcador.
Las turas engloban todo el espacio cósmicamente concebido
e imaginable, en el que están en primer plano los seres
vivos: el hombre, las plantas y los
animales, y, asimismo, con igual o mayor peso determinante a las
fuerzas y principios fecundantes propios de la Naturaleza,
invisibles, que posibilitan la vida de esos mismos seres, su
creación y reproducción encima de este planeta que
denominamos Tierra. No es
a la Madre Tierra sólo a la que se le rinde reconocimiento
en ellas, sino a los principios que hacen posible su fertilidad y
que, en su seno, se continúe la existencia, sea la humana
o la de otras criaturas. No es incorrecto decir que se venera la
cosecha, con el impulso propiciatorio adicional de que sean
colocados todos los elementos necesarios para que el Dador nos
vuelva a conceder igual merecimiento en especies comestibles y en
bienestar espiritual.
La comunidad
turera de San Pedro de Mapararí
Las entrevistas que le hiciéramos, a partir del
año 2006, a Ángel Colina y José Castillo,
dos de los directivos principales de Las Turas, perteneciente a
la comunidad San Pedro de Mapararí, nos han proporcionado
una valiosa información que transcribimos a
continuación, acompañada de algunos
comentarios.
El 5 de enero de 2004, se legaliza la Fundación
que lleva el nombre de José Cecilio Salas, fallecido en
1977, y considerado uno de los capataces que mantuvo durante
largo tiempo esta tradición indígena, que ellos
asocian a las comunidades étnicas de origen ayamán.
Al final, al pie de página, colocaremos la relación
de sus miembros fundadores, aportada en las entrevistas y que ha
sido avalada por varios miembros de la propia comunidad durante
algunas de nuestras numerosas visitas a San Pedro*.
Cuando les preguntamos quiénes fueron los
primeros capataces, nombraron al mencionado Cecilio Salas,
fallecido en 1977 y a Rodolfo Garcés, su actual capataz, e
identificaron como sus reinas más antiguas a Engracia de
Yugurí, fallecida a los 78 años, y a Marcelina
Antequera, quien aún ejerce esta función.
En cuanto a la "composición organológica"
o conjunto de instrumentos musicales empleados, resulta de mucho
interés
la relación de los instrumentos que identifican como los
propios de Las Turas, a los que se asocian los siguientes nombres
de quienes los ejecutan:
-Flauta Tura Macho: Hipólito Casiano
Castillo
-Flauta Tura Hembra: Rodolfo Garcés
-Cacho Mayor: Rafael Molleda
-Cacho Menor: Martín Garcés
-Cacho Mediano: Ángel Colina
-Cacho Pequeño: Simón Castillo, Enrique
Castillo
-Maracas: José Castillo, Yovanny
Colina
Las turas es vista por el común del venezolano
como un "baile", en tanto se producen numerosos movimientos
coreográficos realizados al compás
característico de los instrumentos musicales que
acompañan a estas celebraciones. A continuación
figuran los nombres de los danzantes de esta comunidad: Laudelina
Castillo de Garcés, Elicia Castillo, Paula Garcés,
Lourdes Antequera, Flora Robertis, Carla Antequera, Morelis
Antequera, Emérita Colina, Elita Mora, Dominga
Garcés y Adelaida Mora
Calendario de las
celebraciones tureras
Al año, pautan dos fechas para la
realización de Las Turas: la primera, el 29 de junio, por
motivo de la celebración católica de San Pedro y
ocasión en que precisamente esta comunidad se ha esforzado
por hacerse de un espacio de encuentro entre las comunidades de
los Estados Falcón, Lara y Portuguesa; donde se ha
mantenido viva esta raíz aborigen venezolana. A este
espacio lo denominan Día de la Fraternidad Turera, por
cuanto se caracteriza como un compartir entre hermanos, ideas y
experiencias dirigidas al fortalecimiento de estas tradiciones.
La segunda, el 23 y 24 de septiembre, fiesta de la Virgen de las
Mercedes". Nos llamó la atención que se agregue una
tercera fecha, el 07 de Abril, como "Día del aborigen
Ayamán". En ésta comunidad resulta significativa la
voluntad de un porcentaje elevado de sus miembros de reivindicar
su raíz ancestral, definiendo claramente que esta
comunidad proviene de los grupos étnicos
ayamanes.
Comunidad
Turera
Las Turas es una festividad agrícola en que se
invocan las fuerzas reproductoras de la naturaleza para que
propicien que la tierra sea
fertilizada: que acepte la semilla en su seno mediante una
cópula. Esta intervención garantiza la siembra. Se
produce en el período de equinoccio de primavera, en
marzo, cuando las condiciones climatológicas son
favorables a la actividad agrícola y durante el equinoccio
de otoño, en el mes de septiembre. ¿A quién
se le rinde culto? ¿A esas fuerzas propiciatorias de la
fertilidad y a la propia tierra? Al todo: a las fuerzas que se
apropian de los miembros de la comunidad humana, a los animales y
plantas, permitiendo que se conviertan en un sujeto colectivo,
sin olvidarse de los espíritus ancestrales ni de los
muertos; representados respectivamente por las flautas de
carrizo, maracas y los cachos de venado.
Estas celebraciones coinciden con las épocas
demarcadas por el cambio de las
estaciones: en mayo, cuando la primavera rompe con el
período de las lluvias, la unión de la pareja
formada por el Capataz y La Reina de Las Turas, significa la
cópula que derrama el semen que alentará a la
tierra a recibir en su seno la semilla. Este "matrimonio
espiritual" tiene el simbolismo del cielo eterno de la
regeneración de la naturaleza, no regido por las leyes de los
hombres.
La segunda época evoca la muerte: la naturaleza
del verdor, de la fronda, la caída de las hojas y el
anuncio del frío, o si, de la humedad. Los frutos
cosechados deberán ser almacenados para conservarlos y
usarlos en caso de que sobrevenga una temporada inclemente. Aun
cuando en Venezuela no exista la sucesión indicada de las
estaciones, igual el ciclo de las lluvias pone la pauta. Salvo
condiciones climáticas no habituales, los ciclos lluvioso
y secos pueden tomarse como regulares, y por tanto, referentes
bastante seguros.
En los eventos realizados durante esta
celebración se manifiesta todo un simbolismo. La marcha
india de los
tureros atraviesa los campos donde viven y se dirige directamente
a la fuente de agua: exactamente al ojo de agua, de donde nace la
vida. Se atraviesa la poza y se adentra en el fondo de una cueva
donde viven los espíritus, justo en "el nacimiento". Se
les reconoce así como indispensables dadores de dones
esenciales, por cuanto si no existiesen o no dejaran que de su
seno fluyese el líquido vital, ¿podríamos
hablar acaso de agricultura?
La siguiente estación permite la
comunicación con los espíritus que moran en la
corteza terrestre. Activadas las mencionadas entidades
acuáticas, se procederá a "despertar" a la madre
tierra, empleando los procedimientos
acostumbrados de las turas: ensalmes, invocaciones y cantos,
acompañados de sones de flautas de carrizo y de cachos. La
convocatoria a los poderes ocultos, también alcanza a los
insomnes gigantes que descansan, de pie, encima de la superficie
sólida: el círculo de los tureros se desplaza
alrededor de un árbol acompañado de su
música y de los característicos movimientos
corporales. Es la función exacta de las flautas: avisar al
oído de
las plantas, mediante el estremecimiento de su sonido, que debe
activarse su capacidad reproductiva, el flujo de la savia, su
ascenso a los gajos y fronda.
Los cachos de venado, apartan la voz de lo opuesto, del
polo negativo a la vida, de la muerte. En un recordatorio con la
puesta del juego de los contrarios que conviven en un mismo
plano, escenario y tiempo. En definitiva, es lo que motoriza la
existencia al recordar lo que acontece permanentemente. Se
invocan también con ellos al reino animal: No hay nada de
macabro en los sones alusivos a aves conocidas
en sones donde interviene esa calavera astada. Creo que
adicionalmente debe indagarse en el llamado a una arista de
agresividad representado por los pájaros invocados, a la
lidia, y caracteriza a estos inquietos y bulliciosos
animales.
El mencionado simbolismo remite a un sistema de
círculos concéntricos que parte de la fuente
hídrica-el enigmático ojo de agua-, se traslada a
la parte sólida contigua a la poza y la cueva, donde moran
otros espíritus arbóreos y de la fauna, hasta
desplazarse a un destino final: el de los seres humanos. Pero,
que no se nos escape la definición del espacio inicial,
como aquel sin fronteras entre los estados de la materia, sino
entrelazándose, interponiéndose e interactuando, lo
que mora en el agua, la
tierra y el aire.
¿Qué aporta? ¿Cuál es la
función y el sentido del traslado de los tureros, desde el
espacio en que se produce o tiene lugar el encuentro de esos tres
importantes elementos a otro espacio, en este caso habitado por
otros seres humanos? Integrarlos en el "todo" de la naturaleza
para que puedan funcionar en él como se quiere, a fin de
alcanzar todas las metas propuestas, tanto a las fuerzas de la
naturaleza convocadas, como las otras que puedan aportar otras
criaturas del reino, en donde viven, fluyen o interactúan
otros espíritus, por ejemplo, los de sus ancestros. De
ahí que lleven la relación detallada de cuanto
aconteció en el pasado, y lo traigan al presente como para
rendirles pleitesía.
También en el interior de la
organización humana acuden y fluyen diferentes tipos
de energía, dado por muchos elementos y eventos que
allí tienen lugar. Disponen de los frutos de la cosecha y
los procesan para distribuirlos en determinados momento de la
fiesta. Sólo al saber que el dominio del fuego los
sitúa por encima de otras especies de su propio reino.
Este último elemento nos permite adelantar algunas ideas
que permitirán darle la ubicación aproximada y
función que este postrer espacio tiene.
El movimiento del
sistema de círculos concéntricos se detiene en un
espacio abierto, en el patio o "Patio de Las Turas",
restrictivamente hablando. Nuevamente estamos en presencia de
otro espacio sagrado: en su centro una cruz, con los diversos
sentidos que ella tiene, en su relación con el corte de
los espacios y su asociación con la muerte, alrededor de
ella, los frutos de la cosecha, obtenidos normalmente en el
conuco local. Entre los frutos mostrados destaca el maíz,
en este caso la planta-dios que se ha sacrificado- para que su
cuerpo y su espíritu sean compartidos por cada uno de los
tureros. El acto de consumo en
colectivo cerrado y unido, el tótem del que nacimos, es
sólo un episodio de ese movimiento rítmico y
acompasado, y nos esforzamos por aprender.
La cruz como referente de la religión
judeo-cristiana, nada tiene que ver con los grupos y comunidades
étnicas que poblaron nuestro continente y se mantuvieron
en el mundo antes de la existencia de Cristo. Pero su
ubicación en el "patio turero" es una clara
remisión al carácter social al que hemos arribado
en esta tercera "estación". No se trata de un espacio
más, de los existentes en estos vastos ámbitos
rurales, sino de uno marcado por un tipo de organización social específica: la
humana.
* La "Fundación Cultural José Cecilio
Salas" tuvo como fundadores a los siguientes tureros:
Ángel Custodio Colina, José de Los Santos Castillo,
Nelson Antonio Matute, Carlita Coromoto Antequera, Lisandro
Rafael Antequera, Eddie Santos Páez, Rafael Ramón
Rivero, Rafael Simón Chirino, María Lourdes
Antequera, Marcelina del Carmen Antequera, Morelis del Carmen
Antequera, Rafael José Molleda, Cecilio Antonio Castillo,
Alida María Chirino, Martín Ramón
Garcés, Salvador Vásquez, Dominga Ramona
Garcés, Aureliana del Carmen Hernández, Carmen
Lucía Acosta, Emérita Colina de Martínez,
Adelaida del Carmen Mora, Elita Ramona Mora, Gloria Josefina
Rivero, Clan Antonio Rivero, Paulita Chirino, Flora Robertiz,
José Luis Garcés, Yolanda Antequera..
Nota del editor: Las tradiciones culturales
frecuentemente son enfocadas como folklore y, en
tal condición de expresiones separadas y distantes de la
cultura oficial dominante, desprovistas de sistemas de
pensamiento, concepción del mundo y altura de
abstracción. En esa ridícula disminución a
que nos tienen acostumbrados y educados las ciencias
sociales y humanísticas burguesas, se nos escapa la vida
imaginativa de los pueblos que las crearon, sus ideas y
filosofías. Afortunadamente, muchos de estos valores han
sido conservados en la tradición oral, como es el caso de
los pueblos mayas con su
Popul Vuh y, en el caso de la tradición
ancestral turera, con fragmentos de su pensamiento en
forma de mitos o de
relatos imaginarios en que aquella carga de pensamientos nos ha
sido legada de generación en generación.
Ofrecemos los recolectados por el joven venezolano Ender
Rodríguez en sus investigaciones de campo realizadas en la
parroquia Mapararí, donde vivió durante dos
años. En ellos se nos revela la pacífica comunidad
existente entre las sociedades humanas y las de los animales y
las plantas, la cual se resalta en el conjunto de ofrendan
mediante el arte de la danza
y la música, además de las de naturaleza material,
que se les hace a Pachamama, a éstos y la Naturaleza en su
conjunto.
Mito de las
Turas
"El arte de las turas viene de otra época, de un lugar
que sólo conocen los indios. Los Pire, viejos
indígenas de esta tierra…estaban una vez en un
patio reunidos danzando diariamente como para ir a cazar y
comunicarse con los animales, las plantas y los buenos
espíritus; hacían movimientos que parecían
el movimiento de la vida. De unos instrumentos hechos con
semillas, taparas y cachos de venado sacaban sonidos que imitaban
el canto de los pájaros, los vientos, los truenos y la
lluvia.
En ese
momento de la danza, se acercó la Virgen María con
el niño en brazos, escapando de los que querrían
matar a las criaturas nacidas en esas tierras y al ver una ronda
de personas en un patio a lo lejos, se aproximó y se
escondió entre los hombres y mujeres mientras que pasaban
los guardias perseguidores. La virgen metió al niño
entre su pecho y se tapó con las manos mientras
veía como se acercaban también los guardias hasta
llegar casi al frente de ella y devolverse confundiéndola
con los danzantes. Ella se fijó en el rito que
hacían y dijo:
¡Qué tura mala esta que
bailan aquí!
Entonces, el niño
miró a su madre y dijo:
¡Qué tura buena, bonita y
sagrada porque me salvó de la
muerte!
Después de cuatrocientos
años, los tureros siguieron danzando en el Cerro Colorado
y en muchos pueblos más. De ahí en adelante, se
siguió bailando en San Pedro de la Sierra de Falcón
y en todo el territorio Ayamán para agradecer las bondades
de la tierra, de las montañas y de los espíritus
protectores que santifican todos los campos y todas las
aldeas".
Fuente: Casiano Castillo, Turero de
San Pedro
Recopilación y
redacción: Ender I. Rodríguez
M.
Mito de las turas
II
"Hace muchísimos años,
los indios antiguos inventaron la danza de las turas, danza del
maíz, de la vida misma. Tocaban y bailaban, estos ancianos
sabios, sacando sonidos a partir de piedras huecas, inventando y
descubriendo música secreta y mágica. Cuando
llegó Cristóbal Colón a estas tierras, los
indígenas tenían su propia fe y su propia
religión. Colón para doblegar y dominar a los
aborígenes, sacó una flauta y la tocó, y
así fue atrayendo a las tribus hacia sus propios intereses
en esas tierras. A los indios les pareció muy curiosa la
flauta y el sonido que este hombre hacía salir de ella.
Entonces, los ancianos inventaron sus propias flautas de carrizo
y lograron sacar sonidos que parecían ser cantos de
pájaros, música de la naturaleza y les hicieron dos
y tres huecos a las flautas para llamarlas tura hembra y macho.
Una vez, quedó atrapado un venado en una horqueta por sus
cachos y nadie pudo sacarle. Al tiempo de morir el animal y
quedar su carama ya seca, colgando de la horqueta, el viento
rozaba y hacía sonar al cacho como si el espíritu
de la madre naturaleza hiciera música sagrada y cantara
para enseñar a los indios algo más sobre las turas.
De ahí en adelante, el sonido del cacho sellado en unas
partes con cera de abeja, representaba el sonido del viento y del
trueno. Igualmente, las taparas al secarse y ser golpeadas con
algo, parecían crear otro sonido como el golpe que
hacía el agua al caer a la tierra en tiempo de lluvias.
Los indígenas con semillas de capacho rellenaron las
taparas e hicieron maracas y al juntar todos los instrumentos,
las turas se convertían en música salida del
espíritu de los dioses y se danzada para agradecer todos
los beneficios de las buenas cosechas, del agua de lluvia y de la
vida abundante para los pueblos ayamanes".
Fuente: Ángel Colina, Turero
de San Pedro.
Recopilación y
redacción: Ender I. Rodríguez
M.
Nota del editor: La siguiente es una
reseña escrita por los miembros de la comunidad de San
Pedro, ubicada en la parroquia Mapararí del Municipio
Federación. La hicieron con absoluta libertad en su
territorio para ser incluida en el Atlas Etnográfico del
Estado Falcón que lleva adelante nuestro Centro de
Investigaciones Socioculturales del Instituto de Cultura del
Estado Falcón, Venezuela. La publicamos textualmente, sin
apenas hacerle ninguna corrección o cambio.
Lic. José Millet
Coro, 09.05.2008
————————————————————————————————————–
San Pedro de
Mapararí cuenta su historia
Por los autores, tureros de esta comunidad
RESEÑA HISTÓRICA DEL PRIMER EVENTO DE LA
FRATERNIDAD TURERA EN SAN PEDRO DE MAPARARÍ.
"En el 1.992 surge una idea del profesor
José Chirinos de hacer un encuentro de tureros en nuestra
comunidad turera. Este primer encuentro se inició el 28,
29 y 30 días de San Pedro y San Pablo, donde asistieron
tureros de El Tigre, El Jusal, La Duquesa, San Tacnus, el
Río Mapararí.
En este evento se integraron para que se realizara
José Chirinos, como principal, Carmen Olivet, Samuel
Bermúdez, Roselina Leal, Ender Rodríguez y esposa
Flora Robertis, Simón Castillo, Ángel Colina y
Tarcisio Gauna.
De este evento salió la donación del patio
cedido por Servando Cordero, ganadero, dueño de la
hacienda La Garza. Desde allí hasta la actualidad nos
hemos independizado, y de allí arranca la base fundamental
de La Casa de los Tureros; esta casa lleva el nombre de Casa de
las Turas "José Cecilio Salas". También salen de
este encuentro los beneficios que los tureros no tenían,
por ejemplo, la ayuda para los viejitos tureros,
construcción de la casa de los tureros, mejoras del patio
de turas, y otros".
RESEÑA HISTÓRICA DE LA DANZANTE MAYOR Y
SUS CAPATACES
"Audelina Castillo de Garcés, hija de José
Cecilio Salas y su mamá María Dionisia Castillo.
Con una edad ya de 90 años. Se destacó como
danzante en las turas desde muy niña. A los 12 años
andaba en los patios de tura con su mamá. Audelina fue y
es danzante mayor por ser la hija mayor de Cecilio Salas. Al
frente de las turas tiene un aproximado de 78 años como
danzante, animadora y ser capataz".
RESEÑA HISTÓRICA DE ELICIA DEL ROSARIO
CASTILLO
Elicia, hija de José Cecilio Salas, su
mamá María Dionisia Castillo. Elicia tiene 68
años, empezó a andar en los patios de turas a los
10 años, tiene 58 años al frente de las
turas.
Como danzante en su historia cuenta que cuando la Virgen
María andaba huyendo de los fariseos que mataban a los
niños, una vez los encontró y ella vio que estaban
tocando las turas; y para esconderse de ellos se metió en
medio de los tureros, llegaron los fariseos y dijeron:
vámonos, estos son unos locos. No la vieron y la virgen
bendijo en ese momento las turas. VERSIÓN DE ELISIA
GARCES.
HISTORIA Y RESEÑA DE PAULA
GARCÉS
"Paula, hija de José Cecilio Salas, su
mamá Pastora Garcés. Tiene una edad aproximada de
72 años. En las turas empieza a los 10 años y tiene
danzando al frente de las turas 62 años.
Paula nos cuenta que en todos los patios de turas se
mantenía una cadena de plantas
medicinales, animales guindados en el palacio: un cachicamo,
el primer animal de las turas, aguardiente o guarapo, fuente de
caña, chicha, fuente de carne de venado, marrano é
monte, mazamorra y muchos jugos. El respeto sobre todo. La orden
era del capataz y el mayordomo".
VERSIÓN DE PAULA GARCÉS
RESEÑA HISTÓRICA DE ANGEL
COLINA
En Las Turas
"Yo, Angel C. Colina Castillo, nací un 16 de
junio del año 1959. Fui promovido en las turas en a los 9
años de edad. Bautizado en el año 73 en el patio de
El Jagüey en los terrenos del Capataz mayor José
Cecilio Salas…como Tureros Mayores Rodolfo Garcés,
Hipólito Caciano Castillo. De allá hasta la
actualidad me he venido destacando en las turas como tocador de
todos los instrumentos de las turas…como fundador del
primer grupo de tureritos, entre ellos está ahorita el
turero José Castillo, Juvenal Castillo, Gregorio
Hernández, Alexio Mora, Jesús Mora, Erico Marrufo,
entre otros. Instructor de la Resistencia Indígena
Ayamán, fundador de la Fundación José
Cecilio Salas".
SAN PEDRO, 06 04 08.
PEQUEÑA RESEÑA HISTÓRICA NARRADA
POR TARCISIO A. GAUNA
"Tarcisio A. Gauna, 58 años de edad, natural y
residenciado en este duro caserío, fue habitado por
primera vez por los señores Cecilio Salas y José
Salas, siendo éste último el primero en llegar a
asentarse en un fundo que le puso San Lorenzo; historia que
conozco por versión del señor Cecilio Salas en el
año 1976, ya fallecido.
También me contó sobre las turas y me dijo
que estando muy pequeño se hizo turero en el patio de
Monche Morles y Sixto Morillo, ubicado en un sector de nombre El
Zulia. Hizo un patio en el nacimiento, al cual le puso el nombre
de San Pedrito, del cual era devoto. Habiendo sido bautizado como
Capataz de Las Turas por Sixto y Monche en los años 90 de
1800.
Belarmino Vásquez lo invita para que lo toque
unos sones de tura en Mapararí, para pagar una promesa a
la Virgen de Las Mercedes, quedando de acuerdo en tocarle todos
los 24 de Septiembre.
Una vez fallecido toma el mando como Capataz él,
su hijo Rodolfo Garcés como Sub-capataz Casiano Castillo
los cuales se mantienen.
Las Turas es un ritual que se toca para rendir tributo a
los espíritus benditos para que llueva y se den las
cosechas, y promesas a petición de quien se haya
comprometido. Se hacían juegos dentro del baile, la
gallina, el zorro, el venado, matrimonios, el perro, el cazador,
y otros.
Del 21 al 29 de Mayo se celebra al Día de Santa
Rita, se le toca Las Turas. Dicha virgen la trajo Juana Carrasco,
proveniente de La Peñita.
La primera formación de niños tureritos
fue por el señor Ángel Colina. Hizo un grupo con
los niños José Gregorio, Danny Antequera, Darwin Gauna,
José Garcés, Pedro Antequera, Miguel Leal y otros,
como Reina Audelina Garcés, esta formación se
mantiene.
Las Reinas de Las Turas: la primera Pragedes Chirinos
(Siglo XVIII), la segunda Ingracia de Yugurí (Siglo XIX),
la tercera y hasta el presente Graciela Antequera".
RESEÑA HISTÓRICA DE LAS TURAS.
"Una de las vivencias donde se observa de manera
concreta nuestra cultura prehispánica es el ritual
aborigen o Danza de Las Turas (Danza del Maíz y de Vida),
de carácter folclórico en homenaje a los dioses de
la cosecha y en honor al santo San Pedro, celebrado dos
días, 29 y 30 de Junio de cada año en la comunidad
de San Pedro, Parroquia Mapararí, Municipio
Autónomo Federación.
Con la flauta de carrizo inventada por los indios
Ayamanes y mantenida hasta la actualidad, con ellas imitamos el
canto de los pájaros, con los cachos de venado cubiertos
con cera negra de vallude o de arigua; representa el sonido de
los vientos y los truenos. Los trocones o tapara con semillas de
capacho y maracas; representan las lluvias. Al juntar
símbolos las turas originan el sonido de los
espíritus de la naturaleza para darles gracias y
bendiciones a los pueblos indígenas ayamanes".
RESEÑA HISTÓRICA DE LA FUNDACIÓN
JOSÉ CECILIO SALAS
"La Fundación fue fundada en 1.997, y se
registró en el año 2004 bajo el Nro. 37, folios 186
al 189. Esta fundación lleva el nombre de José
Cecilio Salas. Este protagonista fue el descendiente, el primer
Capataz en la década de los años 30 hasta el
año 1976.
José Cecilio Salas fue el fundador de San Pedro,
fue quien por primera vez llegó a estas montañas
vírgenes, acompañado de un tío de nombre
Maximiliano Salas, trayendo con él la estampa del Santo
San Pedro y sus instrumentos de las turas. El nombre de San Pedro
fue por el santo, regalo que le hizo el padre Rivero en
Churuguara".
RESEÑA HISTÓRICA DE LOS FUNDADORES DE LA
FUNDACIÓN JOSÉ CECILIO SALAS
"En el año 97, yo, Ángel Colina me propuse
fundar esta fundación dándole el nombre de
José Cecilio Salas, por ser el fundador padre de todos los
tureros, abuelo de los descendientes.
El propósito de esta fundación fue para
defendernos un poco de los "manipulistas" y así
defenderlos un poco, reclamando nuestros derechos, ya que nuestras
costumbres y tradiciones ayamanes hemos mantenido 500 y tantos
años atrás, sin desmayar.
En la fundación y al frente están
Ángel Colina Castillo, como Coordinador General
(7.498.174), José de los Santos Castillo, como Coordinador
de Eventos (13.269.051), Flora Robertis como Secretaria de
Finanzas
(3.097.667), Paulita Chirinos, como Coordinadora de Proyectos
(18.480.025), José Luis Garcés, como Secretario
(18.605.103) y Yolanda Antequera, como Asesor
(14.733.141)".
RESEÑA HISTÓRICA DEL CAPATAZ RODOLFO
GARCÉS
"En el año 77 tomó el mando como Capataz
el señor Rodolfo Garcés. Tiene un tiempo limitado
en Las Turas, de una edad comprendida de 73 años al frente
de esta tradición indígena. Cuenta con 86
años de edad, como capataz o al frente de los tureros
tiene 32 años. Rodolfo Garcés como capataz se
encarga del respeto en el patio de las ceremonias y sahumerio de
hojas de la montaña, llevar las plantas medicinales,
llevar las reliquias en el patio, entre otros".
RESEÑA DE HIPÓLITO CASIANO
CASTILLO
"Hipólito Casiano Castillo lleva en las turas un
tiempo al frente de esta tradición, desde muy niño.
Cuenta que ellos hacían turitas de tártago o de
hojas de lechosa. Esa fue su inspiración en las turas y
fueron amaestrados por los piaches de Monche Morles.
Castillo cuenta ahorita con 80 años. Tiene en las
turas como turero Mayor y Chamán 71 años. Su
comienzo fue aproximadamente a los 9 o 10 años. Es hijo de
José Cecilio Salas y María Narcisa
Castillo".
Nota del editor: En el poblado de Mapararí
se ha conservado la tradición turera, según lo ha
estudiado el joven investigador Ender Rodríguez, quien nos
precedió en la realización de este importante
trabajo
investigativo y lo hizo durante el tiempo prolongado que
vivió allí. Llama la atención que los
fragmentos principales del pensamiento mítico rescatado
por él los haya obtenido enla comunidad rural de San
pedro, y no precisamente en la de Mapararía. Pero a
continuación ofrecemos el texto aportado
por su segundo capataz Nasser Navarro."
Las Turas que yo
profeso
Las que me ponen en movimiento bajo un solo
patrón: el amor a la cultura
autóctona.Las que me confiaron mis padres ayamanes, cuando
apenas era un niño, por medio de una mata de
caña que me llevó volando desde las calles de
mi pueblo, hasta el mágico templo donde me aguardaban
mis antepasados con piel de siglos y manos de
Manaure.Las que me vierten amorosamente en los brazos de la
magia llamada hermandad.Las que me convierten en un animal cautivo, que
espera el conjuro de sus deseos libertarios.Las que en cósmicos destellos de sudor
humano, me trasmutan de barro a maízLas que por danzar nadie me paga, primero, porque no
son mías. Segundo, porque nadie detenta tanta riqueza
que pueda comprarlas.Las que danzo con autorización de mi pureza
espiritual y de mi abolengo montaraz.Las que me iluminan el camino del bien, a
través de giros rituales y cadencia
totémica.Las que sin plumas ni guayucos, me cubren con el
más hermoso atuendo de la pureza ancestral.Las que me hacen colgar en el altar sagrado, mi
más grande ofrenda: el amor a la vida; para luego, en
devolución equilibrante, cubrirme de gloria y de
más vida.Las que año tras año me convierten en
duende guardián de sus mimetizados
enemigos.Las que sincréticamente me regalaron una
madre llamada Mercedes y una cruz llamada
Perdón.Las que me hacen ver como un ser sobredimensionado
por aquellos que, tal vez, no han descubiertos sus
alas.Las que frugalmente me mantienen de la ambrosiaza
mazamorra de maíz.Las que con paciencia tántrica nos van
llevando lentamente al son de la unidad que finalmente
danzaremos todos, desprovistos de mundanas
ambiciones.Las que sirven de vehículo etéreo al
padre lluvia, para que en un húmedo beso y
penetración telúrica, preñe a la madre
tierra de esperanza y fertilidad.Las que todos los 23 de septiembre convierten a mi
humilde pueblo en el ánfora cultural de la
humanidad.Las que nos recuerdan que millones y millones de
abejas no pueden estar equivocadas. (recuérdese su
organización laboral y solidaria, así como la
posición de su colmena en relación al Padre
Sol).Las que sonríen en blancos persogos, como
presagios que después de la muerte en el surco,
renacerán para perpetuarse como promesa eterna en el
altar de la vida.Las que no quiero ver morir traspasadas por el
cuchillo cruel de los traficantes de oportunidades
usureras.Las que se deslastran al pie del árbol de la
vida y prometen regresar inmaculadas, para continuar el
maravilloso cuento de la totalidad inmortal.Las Turas que yo profeso, son las que me
están avisando, que es preferible volver al
árbol del que una vez bajamos como micos, a profanar
el arca prístina de la divinidad aborigen.
Nasser Navarro
Mapararí.
Fiesta de San
Benito
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |