Prólogo
Para nadie es un misterio, que a partir de las últimas
décadas del siglo pasado, nuevos y preocupantes problemas,
relacionados con la enseñanza del Derecho, hicieron
aparición en las discusiones públicas y privadas de
nuestra América
Latina. Las modificaciones a los sistemas de
educación
universitaria; la masificación de la educación
superior y en particular de la carrera de Derecho; la falta
de control en la
apertura y cierre de mallas; la inexistencia de entidades
fiscalizadoras eficaces, que garantizasen la calidad de la
enseñanza, respeto de las
mallas curriculares y cumplimiento de los objetivos; la
presencia cada vez mayor de profesionales de la educación en las
áreas de la
administración y gestión
educativa en los órganos gubernamentales de
educación y en las entidades educacionales de mayor
trascendencia, que motivó un profundo y serio
cuestionamiento de los métodos de
enseñanza del Derecho, de las prácticas educativas,
de la metodología de la enseñanza y de las
prácticas evaluativas, fueron todos elementos que
contribuyeron y siguen hoy día generando espacios de
profunda reflexión en torno al tema que
da nombre al presente libro; los
avances de la ciencia, de
la información y la rapidez de los cambios
científicos, también son hechos que han
influido en el análisis de las actuales y pasadas
metodologías de enseñanza jurídica.
Más aún, si pensamos que es frecuente que abracen
la docencia
jurídica, destacados profesionales, investigadores y
operadores del sistema, que no
poseen conocimientos pedagógicos y enseñan Derecho
como lo aprendieron, es decir, repitiendo las prácticas
pedagógicas que nos vienen desde tiempos remotos y que
recurren a la clase
magistral en una relación alumno profesor, muy
verticalizada, podemos concluir fácilmente, que el tema
que preocupa al autor, resulta ser apasionante, porque
además nos introduce seriamente en el tema de la
transposición del conocimiento,
lo que desde ya, sabemos ha sido estudiado por grandes educadores
y psicólogos, sin que hasta la fecha, exista una sola
posición al respecto.
El presente libro aborda pues una temática que no tan
solo importa a la autoridad
universitaria, sino que debe llamar a la reflexión a toda
la comunidad. Por
un lado a nosotros, docentes
jurídicos, que debemos asumir la enorme responsabilidad de formar a los futuros abogados
de nuestros países. Por otro lado, a nuestros alumnos,
conscientes de que son ellos los principales afectados por
nuestros errores como también por nuestros aciertos.
Además, a la autoridad educacional, que no debe renunciar
a la labor fiscalizadora en pos de evitar fraudes y
engaños que comprometen el esfuerzo y las esperanzas de
familias completas en torno a la realización de alguno de
sus integrantes. En fin, a la sociedad en
general, que no puede ni debe perder de vista que la
formación jurídica es lejos, la mejor escuela de
nuestros futuros legisladores, congresistas, jueces y
políticos en general, en cuyas manos descansan las
esperanzas de un pueblo entero.
El presente libro, fruto de investigación empírica y
doctrinaria, nos presenta a lo largo de sus cinco
capítulos y un apéndice, una clara exposición
de la realidad peruana y de las distintas experiencias docentes
en la enseñanza del derecho. Constituye un claro material
de consulta para todo aquel que requiere información fiel
y oportuna de la realidad del país en las distintas
ofertas programáticas de la carrera. Sin embargo, no me
quiero detener en aspectos estructurales del buen libro que se
nos presenta, sino más bien, en el claro llamado a la
reflexión y compromiso que de sus distintos
capítulos emanan. Porque más allá de
proponer claras y valiosas mejoras, sus páginas importan
una exhortación a los más nobles ideales que toda
actividad docente debe contener e inspirar. En efecto, la
fidelidad a la vocación, que debe ser el alma de toda
actividad educativa, está presente como un poema al
invitarnos a que " "El maestro de derecho debe ser docente e
investigador, sólo así sus enseñanzas pueden
trascender a muchas generaciones de estudiantes y su pensamiento
figurar siempre en la conciencia de los
juristas como índice de consulta o evocación
crítica, además el magister juris
debe ser un expositor ameno, para evitar el tedio y la
distracción de sus alumnos". Y esta noble actividad
ha de realizarse con profunda y auténtica humildad,
"cuando el magister juris escucha las dudas, las
observaciones y las objeciones del alumno acerca de cualquier
tópico que aborde el expositor contribuye a perfeccionar
la enseñanza del derecho y a resaltar una de las
cualidades que debe tener su profesante: la honestidad
intelectual" Me permito agregar, que sólo de esta
manera la clase se transformará en una verdadera escuela
de generación de nuevo conocimiento y de la
obtención de nuestro principal objetivo,
el aprendizaje
del alumno. Los docentes estamos llamados a asumir con renovados
ímpetus y seriedad el ejercicio de nuestra
vocación, ya que estamos llamados a servir la vida de
nuestros alumnos. De esta manera ejerceremos correctamente la
autoridad que se nos ha regalado y formaremos profesionales
íntegros. Es pues un verdadero Desideratum jurídico
el que nos propone la presente obra, que nos debería
inspirar en cada momento en que nos enfrentemos a nuestros
educandos, es un llamado a los más nobles ideales al
plantear que "El magister juris debe tener fe ardiente e
intenso amor por el
Derecho y sus valores
humanos para contagiar con estos sentimientos a sus alumnos,
para ello se necesita emotividad, pasión y vehemencia con
que debe inflamar sus exposiciones".
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