Discurso dictado por el Dr. Leonardo Boff en la
Universidad de
Costa Rica, el
día 15 de marzo del 2007, 10:00 a.m. presenta algunos
errores de trascripción, ello no impide su
entendimiento.
Para mí es un honor
dictar esta conferencia en el
contexto de la apertura de los cursos de Estudios Generales de
esta Universidad.
Conozco muchas universidades en el mundo, sea en
oriente, sea en occidente, pero en ninguna de ellas he sentido
tanta consistencia y coherencia como con los Estudios Generales
de esta Universidad.
En abril empezaré un semestre como profesor
visitante en Estudios Generales de la Universidad de Munich donde
estudié, pero son clases puntuales por un
semestre.
Aquí es algo permanente y continuo que tiene como
consecuencia crear una visión humanista del mundo una
perspectiva muy importante de la realidad porque va a significar
un nivel más alto de la población en su condición de
ciudadana, su cuota de la historia que aquí se
hace, los retos que vienen de la realidad.
Quiero reconocer este esfuerzo que hace la Universidad
de Costa Rica. El tema es Las humanidades hoy en América
Latina. Voy a tratar de alargar el tema, porque hoy América
Latina es una pequeña provincia del gran complejo
sistema de
la
Tierra.
Y como todos sabemos hoy la sociedad
mundial está en el ojo de una inmensa crisis de
civilización, una crisis de sentido y de falta de rumbo
histórico. No sabemos hacia donde vamos y somos entregados
a un sistema económico que absorbió lo
político y que hace de mercancía: desde el sexo hasta la
Santísima Trinidad, con todo se puede ganar dinero.
Y todo eso se rige por la competencia y no
por la cooperación. Por eso hay tantos millones y millones
de marginados y excluidos.
Yo veo dos pensadores trascendentales que nos ayudan a
entender este momento histórico que son Max Weber y
Frederick Nietzsche, que
han intuido la raíz de la crisis que estamos sufriendo,
pero que empezó mucho antes.
Max Weber
mostró que la sociedad moderna se construye sobre el
pensamiento
funcionalista, sobre la burocracia, sobre
la secularización que ha producido el desencantamiento del
mundo.
Vivimos desencantados: desencantados con el mundo,
desencantados con la política,
desencantados con nuestras personalidades políticas,
desencantados con Bush, desencantados incluso con Lula y no en
último lugar, desencantados con Ronaldinho y Ronaldo, que
nos han avergonzado en el último Campeonato Mundial.
Vivimos en la era del desencanto y ¿cómo reencantar
a la humanidad?
Nietzsche nos trae otro elemento que es la muerte de
Dios. No es que Dios murió, porque un Dios que muere no es
Dios. Es que nosotros hemos matado a Dios, nos dice Nietzsche.
¿Qué significa? Que Dios no tiene relevancia
social, no se construye cohesión alrededor de la idea de
trascendencia de Dios. Y por eso vivimos en el desamparo
existencial.
Ese anuncio de Nietzsche que Dios murió tiene
consecuencias graves porque ha creado una desaparición del
horizonte utópico de la humanidad. Por millares de
años la humanidad encontraba en las religiones una
referencia trascendente, la razón para estar juntos, para
crear una comunidad y la
cohesión social. Ahora eso ya no funciona.
Eso no significa que impera el ateísmo, porque lo
que se opone a la religión no es el
ateísmo. Lo que se opone a la religión es la
ruptura, la falta de un lazo que ligue y religue todas las cosas.
Y hoy vivimos colectivamente rotos desde dentro y
desamparados.
Es en ese contexto hay que entender la gravedad de la
crisis actual, que tiene un agravante muy importante, porque
hasta hoy se decía, vamos al encuentro de una gran crisis
civilizacional, crisis del sistema de la vida, crisis del sistema
de la Tierra.
Un hecho importantísimo que para mí
significa una ruptura en la conciencia
colectiva de la humanidad: en los primeros días de febrero
de este año en París, cuando el Panel
Intergubernamental de los Cambios Climáticos que involucra
a más de 2000 científicos de la ONU, nos ha dado
los datos reales de
la situación de la Tierra: que estamos ya dentro de un
cambio
irrefrenable de la Tierra, que la Tierra va a calentarse entre
1,8 hasta 4 y en algunos sitios 6,4 grados Celsius y que eso va a
significar en los próximos 30 o 40 años inmensas
devastaciones en el sistema de la vida. Millones de personas
pueden desaparecer.
Según James Lovelock, el formulador de la
Teoría
Gaia de la Tierra como súper organismo vivo que acaba de
lanzar el libro La
venganza de Gaia, hasta el año 2050 o 2060 -tal vez
sea exagerado, pero tiene autoridad para
decirlo- puede desaparecer cerca del 80% de la humanidad. Y
cuando ha estado en
Brasil en
octubre dijo: Brasil que ha tenido el privilegio de tener
tanto sol, será su desgracia, prácticamente
contará con dos tercios del país inhabitables por
exceso de calor y
habrá una sabsanización acelerada porque La
Amazonia no aguanta esos niveles de
calentamiento.
Esta realidad nos hace pensar. No basta solamente como
sugiere el documento de esos científicos que es adaptarse
a la nueva realidad, ni es suficiente aminorar los efectos
dañinos del calentamiento
global, sino que hay que ir a algo más profundo: hay
que refundar el sentir de la vida, hay que recrear una nueva
espiritualidad, es decir, un nuevo sentido más amplio de
nuestro pasar por este mundo, de nuestra coexistencia como seres
humanos, para hacer que la Tierra, la humanidad, puedan, sigan
teniendo futuro.
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