Comte afirma que únicamente la ciencia
positiva o positivismo
podrá hallar las leyes que
gobiernan no sólo la naturaleza,
sino nuestra propia historia social, entendida
como la sucesión y el progreso de determinados momentos
históricos llamados estados sociales.
La ley de los tres
estados
La humanidad en su conjunto y el individuo como
parte constitutiva, está determinado a pasar por tres
estados sociales diferentes que se corresponden con distintos
grados de desarrollo
intelectual: el estado
teológico o ficticio, el estado
metafísico o abstracto y el estado científico o
positivo.
Según la ley de la evolución intelectual de la Humanidad o ley
de los tres estados, todas nuestras especulaciones, cualesquiera
que sean, tienen que pasar sucesiva e inevitablemente, lo mismo
en el individuo que en la especie, por tres estados
teóricos diferentes, que as denominaciones habituales de
teológico, metafísico y positivo podrán
calificar aquí suficientemente, al menos para aquellos que
hayan entendido bien el verdadero sentido general de las mismas.
El primer estado aunque indispensable por lo pronto en todos los
aspectos, debe ser concebido luego como puramente provisional y
preparatorio; el segundo, que no constituye en realidad mas que
una modificación disolvente del primero, no tiene nuca
más que un simple destino transitorio para conducir
gradualmente al tercero; es en este, único plenamente
normal, donde radica, en todos los géneros, el
régimen definitivo de la razón humana.
Primer estado: Estado teológico o
ficticio.
En su primera fase, necesariamente teológica,
todas nuestras especulaciones manifiestan espontáneamente
una predilección característica por las cuestiones
más insolubles, por los temas más inaccesibles a
oda investigación decisiva. Por un contraste
que en nuestros días debe parecer a primera vista
explicable, pero que en el fondo está entonces en plena
armonía con la verdadera situación inicial de
nuestra inteligencia,
en un tiempo en que
la inteligencia humana está todavía por debajo de
los más sencillos problemas
científicos, busca el origen de todas las cosas, las
causas esenciales, de los diversos fenómenos que la
impresionan, y su modo fundamental de producción: en una palabra los
conocimientos absolutos. Esta necesidad primitiva se ve
naturalmente satisfecha, hasta donde lo exige situación
tal, por toda clase de
fenómenos a los que nosotros mismos producidos y que,
comienzan por parecernos bastantes conocidos, según la
intuición inmediata que los acompaña. Para
comprender bien el espíritu puramente teológico, es
indispensable echar una ojeada verdaderamente filosófica
al conjunto de su marcha natural, a fin de poder apreciar
su fundamental identidad bajo
las tres formas principales que le son sucesivamente
propias.
La más inmediata y la más pronunciada,
constituye el fetichismo propiamente dicho, consistente en
atribuir a todos los cuerpos exteriores una vida esencialmente
análoga a la nuestra pero, casi siempre más
enérgica, por su acción
generalmente más poderosa. La adoración de los
astros caracteriza el grado más elevado de esta primera
fase teológica, que difiere, apenas del estado mental en
que se quedan los animales
superiores.
En su segunda fase esencial, que constituye el verdadero
politeísmo, representa netamente la libre preponderancia
especulativa de la imaginación. La filosofía inicial experimenta aquí
la más profunda transformación que pueda
registrarse en el conjunto de su destino real, en el destino que
al fin, se retira la vida a los objetos a materiales,
para ser misteriosamente trasladada a diversos seres ficticios,
habitualmente invisibles, cuya activa y continua
intervención pasa a ser la fuente directa de todos los
fenómenos exteriores, e incluso, luego de los
fenómenos humanos. La mayoría de nuestra especie no
ha salido, aún de este estado que persiste hoy en la
más numerosa de las tres razas, además en la parte
adelantada de la raza negra y la atrasada de la raza
blanca.
En la tercera fase teológica, el
monoteísmo comienza la inevitable declinación de la
filosofía, que sufre desde entonces, una rápida
decadencia intelectual por una consecuencia espontánea de
esa simplificación característica, en la que la
razón viene a restringir cada vez más el dominio anterior
de la imaginación, dejando gradualmente desarrollarse el
sentimiento universal, de la sujeción necesaria de todos
los fenómenos naturales a leyes invariables. Los
más eminentes pensadores pueden comprobar su propia
disposición natural al más ingenuo fetichismo,
cuando las leyes reales se encuentran momentáneamente
combinadas con alguna pasión acentuada.
Segundo Estado: Estado metafísico o
abstracto.
La metafísica
trata de explicar la naturaleza íntima de los seres, el
origen y el destino de todas las cosas, el modo esencial de
producción de todos los fenómenos, pero en lugar de
operar con los agentes sobrenaturales, los reemplaza cada vez
más por esas entidades o abstracciones personificadas cuyo
uso, verdaderamente característico, ha permitido a menudo
designarla con el término ontología. Hoy es fácil examinar tal
manera de pensar, que todavía para los fenómenos
complicados, presenta continuamente, hasta en las teorías
más simples y menos atrasadas, tantas huellas apreciables
de un largo dominio. La eficacia
histórica de estas entidades resulta directamente del
carácter equívoco, ya que en cada
uno de estos seres metafísicos, el espíritu puede a
voluntad, ver una verdadera emanación del poder
sobrenatural, o bien una simple denominación abstracta del
fenómeno considerado. Entonces ya no es la pura
imaginación la que domina, sino que interviene en gran
medida el razonamiento y se prepara confusamente al ejercicio
verdaderamente científico.
Para comprender mejor, la eficacia histórica de
los aparatos filosóficos, conviene reconocer que por su
naturaleza, solo es espontáneamente capaz de una simple
actividad crítica
o disolvente, incluso mental, y con mayor razón social,
sin que pueda nunca organizar nada que le sea propio.
La metafísica no es más que una especie de
teología gradualmente debilitada por simplificaciones
disolventes que le quitan espontáneamente el poder directo
de impedir el desarrollo especial de las concepciones positivas,
aunque dejándole la actitud
provisional para mantener un cierto ejercicio indispensable del
espíritu de generalización, hasta que pueda por fin
recibir mejor sustento. Por su carácter contradictorio, el
régimen metafísico u ontológico se encuentra
siempre en esa inevitable alternativa de tender a una vana
restauración del estado teológico para satisfacer
las condiciones del orden, o impulsar a una situación
puramente negativa a fin de librarse del dominio opresor de la
teología. Esta oscilación necesaria, existió
incluso en lo relativo a los más simples, mientras
duró su edad metafísica, en virtud de la impotencia
orgánica propia siempre de semejante manera de filosofar.
Puede considerarse, finalmente el estado metafísico como
una especie de enfermedad crónica inherente por naturaleza
a nuestra evolución mental, individual o colectiva, entra
la infancia y la
virilidad.
Como las especulaciones históricas no se remontan
casi nunca, en los moderno, el espíritu metafísico
debe parecer casi tan antiguo como el espíritu
teológico, puesto que ha prendido necesariamente, la
transformación primitiva del fetichismo en
politeísmo, a fin de suplir ya la actividad puramente
sobrenatural que, retirada así directamente de cada cuerpo
particular, debía dejar espontáneamente en su lugar
alguna entidad correspondiente. No obstante, como esta primera
revolución
teológica no pudo dar lugar a ninguna verdadera
discusión, la intervención continua del
espíritu ontológico no comenzó a devenir
plenamente característica hasta la revolución
siguiente por l reducción del politeísmo al
monoteísmo, cuyo órgano natural hubo de ser.
Durante los últimos cinco siglos el espíritu
metafísico ha secundado negativamente el desarrollo
fundamental de nuestra filosofía
moderna, descomponiendo poco a poco el sistema
teológico que se había hecho finalmente retrogrado,
desde que a finales de la Edad Media,
quedó esencialmente agotada la eficacia social dl
régimen monoteísta. Desgraciadamente, la
acción excesivamente prolongada de las concepciones
ontológicas, después de haber cumplido en cada
género
ese cometido indispensable pero transitorio, hubo de tender a
impedir también cualquier otra especulación real
del sistema especulativo, de suerte que el obstáculo
más peligroso para la instauración final de una
verdadera filosofía proviene hoy, en realidad, en ese
mismo espíritu que con frecuencia se abroga todavía
el privilegio casi exclusivo de las meditaciones
filosóficas.
Tercer Estado: Estado positivo o real.
1er. Carácter principal: La ley o
subordinación constante de la imaginación a la
observación.
Esta larga sucesión de preámbulos
necesarios conduce al fin nuestra inteligencia, gradualmente
emancipada, a su estado definitivo de positividad racional, que
debe quedar aquí caracterizada de una manera más
especial que los dos estados preliminares. Una vez que tales
ejercicios preparatorios han comprobado la inanidad radical de
las explicaciones vagas y arbitrarias propias de la
filosofía inicial, sea teológica, sea
metafísica, el espíritu humano renuncia en lo
sucesivo a las indagaciones absolutas que no convenían
más que a su infancia, y circunscribe sus esfuerzos al
dominio, a partir de entonces, rápidamente progresivo, de
la verdadera observación, única base posible de los
conocimientos verdaderamente accesibles, razonablemente adaptados
a nuestras necesidades reales. La lógica
especulativa había consistido entonces en razonar sobre
principios
confusos, que careciendo de toda prueba suficiente, suscitaban
siempre debates sin fin. En lo sucesivo la lógica reconoce
como regla fundamental que toda proposición que no es
estrictamente reducible al simple enunciado de un hecho,
particular o general, no puede tener ningún sentido real
o inteligible. Los principios mismos que emplea no
son a su vez más que verdaderos hechos, solo que
más generales y abstractos que aquellos a los que deben
servir de vínculo.
La revolución fundamental que caracteriza la
virilidad de nuestra existencia consiste esencialmente en
sustituir en todo lo inaccesible la determinación de las
causas propiamente dichas, por la simple averiguación de
las leyes, o sea, de las relaciones constantes que existen entre
los fenómenos observados. Trátense de los menores o
de los más sublimes efectos del choque y del peso, lo
mismo que del pensamiento y
de la moralidad,
nosotros no podemos conocer verdaderamente más que las
diversas relaciones mutuas propias de su conocimiento,
sin penetrar nunca en el misterio de su
producción.
2do. Carácter principal: Naturaleza
relativa del espíritu positivo
No solo nuestras investigaciones
positivas deben esencialmente reducir, en todo, a la
apreciación sistemática de lo que es, renunciando a
descubrir su origen primero y su destino final, sino que importa
además darse cuenta de que ese estudio de los
fenómenos, lejos de poder llegar en modo alguno a ser
absoluto, debe ser siempre relativo a nuestra organización y nuestra situación.
Reconociendo en este doble aspecto la imperfección
necesaria de nuestros diversos medios
especulativos, se ve que, lejos de poder estudiar completamente
ninguna existencia efectiva, podríamos garantizar en modo
alguno la posibilidad de comprobar también, ni siquiera
muy superficialmente, todas las existencias reales, cuya mayor
parte debemos quizás desconocer totalmente. Si la
pérdida de un sentido importante basta para ocultarnos
radicalmente un orden entero de fenómenos naturales,
tenemos todas las razones para pensar que, recíprocamente,
la adquisición de un sentido nuevo nos descubriría
una clase de hechos de los que actualmente no tenemos la menor
idea, a menos de creer que la diversidad de los sentidos, ha
llegado en nuestro organismo al más alto grado que pueda
exigir la exploración total del mundo exterior, su
posición evidentemente gratuita y casi
ridícula.
Este segundo género de dependencia, propio de las
especulaciones positivas, se manifiesta tan claramente como el
primero en el curso entero de los estudios astronómicos,
considerando, por ejemplo, la serie de las nociones, cada vez
más satisfactorias, obtenidas desde el origen de la
geometría celeste, sobre la figura de
la Tierra,
sobre la forma de las órbitas planetarias, etc. Así
pues, aunque por las doctrinas científicas sean
necesariamente de una naturaleza bastante variable como para
obligarnos a desechar toda aspiración a lo absoluto, sus
variaciones graduales no presentan carácter arbitrario que
pueda motivar un escepticismo todavía más
peligroso; cada cambio
sucesivo conserva, espontáneamente, una actitud indefinida
para representar los fenómenos que les ha servido de base
al menos mientras no se tenga que rebasar el grado primitivo de
precisión efectiva.
3er. Carácter principal: Destino de las
leyes positivas; previsión racional
Desde que la subordinación constante de la
imaginación a la observación ha sido
únicamente reconocida como la primera condición
fundamental de toda especulación científica, una
viciosa interpretación ha llevado frecuentemente
abusar mucho de este gran circuito lógico, para hacer
degenerar la ciencia real
en una especie de estéril acumulación de hechos
incoherentes, que no podría ofrecer más
mérito esencial que el de la exactitud parcial. El
verdadero espíritu positivo está tan lejos del
empirismo como
del misticismo; es entre estas dos aberraciones donde debe
caminar siempre, la necesidad de tal reserva continua, conforme a
la explicación inicial, hasta que punto debe ser
maduramente preparada la positividad, para que no pueda convenir
de modo alguno al estado naciente de la sociedad.
El verdadero espíritu positivo consiste en ver
para prever, en estudiar lo que es para deducir lo que
será, según el dogma general de la invariabilidad
de las leyes naturales.
4to. Carácter principal: Extensión
universal del dogma fundamental de la invariabilidad de las leyes
naturales.
Este principio fundamental de toda la filosofía
positiva, comienza desde hace 3 siglos a ser tan familiar, se ha
desconocido siempre hasta Comte, su verdadera fuente. El
principio de la invariabilidad de las leyes naturales comenzaron
a adquirir consistencia alguna cuando los primeros trabajos
verdaderamente científicos pudieron poner de manifiesto su
exactitud esencial en un orden entero de grandes
fenómenos; y esto solo podía resultar
suficientemente de la fundación de la astronomía matemática
durante los últimos siglos del
politeísmo.
Finalmente, cabe destacar la propuesta que hizo Comte de
un calendario humanista donde cada uno de los meses y de los
días representaba la conmemoración de un personaje
histórico. Este calendario se conoce también como
el "Calendario positivista".
Positivismo
CONCEPTO:
El positivismo es una corriente de pensamiento
filosófico, científico, que trata de explicar
cómo es el
conocimiento que llamamos científico y de qué
manera debe hacerse la ciencia para decir que los resultados
corresponden a la verdad de lo que se busca.
SURGIMENTO:
El positivismo surgiò del exceso del
espiritualismo frances, por un lado, y del idealismo
alemàn, por otro, viniendo a parar a los hechos, a los que
se palpa, que es lo que positivamente determina la verdad, basado
en la experiencia.
Principios básicos del
positivismo:
El positivismo se fundamenta en tres principios
básicos:
El fenomenalismo: no existe diferencia entre
apariencia y esencia.El nominalismo: los objetos singulares son los
referentes últimos de cualquier
conocimiento.La ciencia única: la aspiración
máxima de la filosofía es la unidad fundamental
de la ciencia.
Esto da como resultado:
Una filosofía de la historia que muestra por
qué la filosofía positiva debe imperar en el
futuro.Una fundamentación y clasificación de
la ciencia asentada en esa filosofía
positiva.Una sociología o doctrina de la sociedad que,
al determinar su estructura esencial, permite pasar a su
reforma práctica.
Características de la filosofía
positiva
– La Filosofía Positiva como tipo de conocimiento
propio del último de los tres estados de la sociedad
según la ley de los tres estados, se define por
oposición a la filosofía negativa y
crítica de Rousseau y
Voltaire
(postura a la que Comte atribuye los males de la anarquía
y la inseguridad
social que caracterizan al período
post-revolucionario).
– El término positivo hace referencia a lo real,
es decir, lo fenoménico dado al sujeto. Lo real se opone a
todo tipo de esencialismo, desechando la búsqueda de
propiedades ocultas, características de los dos primeros
estados.
– Lo positivo tiene como características el ser
útil, cierto, preciso, constructivo y relativo (no
relativista) en el sentido de no aceptar ningún
determinismo absoluto.
– Se podría afirmar también que la
filosofía positivista lo que hace es basar su conocimiento
en lo positivo, o sea en lo real, dejando a un lado las
teorías abstractas como la del fenomenalismo kantiano, al
considerarlas como metafísicas.
– Comte plantea tres estados del conocimiento humano: un
estado teológico, un estado metafísico (concreto /
abstracto) y un estado positivo, el más deseado y al que
en teoría
deberían tender los dos anteriores, ya que basa el logro
del conocimiento en la razón aplicada.
– En fin, lo que busca la Filosofía Positiva de
Augusto Comte
es una reorganización social, política y
económica en el contexto de la Revolución
Industrial.
– Asimismo, y como suele suceder con los Sistemas
Filosóficos de cierta influencia, las ideas de Comte pasan
a ser objeto de nuevos enfoques, dando pie a nuevas concepciones
epistemológicas, representadas por autores tan diversos
como interesantes Klimovsky, Mary, Karl Popper,
Bachelard, etc., que lo mismo critican, describen y dictan
normas de
cómo debe ser aplicada la Filosofía
Positiva.
CAPÍTULO 4
Desarrollo de la
filosofía de Comte y principales obras
Síntesis del Saber, el saber positivo como
saber supremo
La supremacía del saber positivo se basa en la
autoridad que
le da la experiencia cuando se aplica al descubrimiento de las
leyes físicas necesarias que gobiernan el desarrollo de la
Naturaleza. El saber positivo mediante la experiencia guiada por
la razón, estudia las razones y regularidades en que se
estructuran los hechos. El saber positivo coincide con el saber
científico.
Comte en el primer capítulo de su discurso sobre
el espíritu positivo describe el estado positivo o real, y
establece que el saber positivo debe subordinar constantemente la
imaginación a la observación, única base del
conocimiento fiable. Además, si queremos que lo observado
tenga sentido, tiene que reducirse a la enumeración de
hechos, puesto que mediante el conocimiento no podemos penetrar
en el misterio de la producción de los hechos, sino que
tan solo llegamos a conocer las diversas conexiones que son
necesarias para que se den.
En síntesis
de lo dicho por Comte en su Discurso sobre el espíritu
positivo es lo siguiente: "podemos decir que el estado de
positividad racional es definitivo e invalida la filosofía
teológica y metafísica. La observación
verdadera es la única base fiable del conocimiento y tiene
como regla fundamentas que toda proposición que no pueda
reducirse al enunciado de un hecho, carece de
sentido".
También establece que el saber positivo es un
saber de naturaleza relativa, "lejos de poder llegar de modo
alguno a ser absoluto, debe ser siempre relativo a nuestra
organización y a nuestra situación", es decir,
depende de nuestros sentidos y de las circunstancias
históricas. Pero además, esta naturaleza relativa
del saber positivo se debe a que nuestros conocimientos son el
resultado de una evolución colectiva y continua que tiende
a representarse los objetos de la forma más exacta
posible.
A esto Comte afirma: "Para caracterizar en la medida
necesaria esta naturaleza forzosamente relativa a todos nuestros
conocimientos reales, hay que darse cuenta también, desde
el punto de vista más filosófico, de que si
nuestras mismas concepciones, cuales quiera que sean, deben ser
considerada como otros tantos fenómenos humanos, tales
fenómenos no son simplemente individuales, son
también y sobre todo sociales, puesto que resulta en
realidad de una evolución colectiva y continua, en la que
todos los elementos y todas las fases están esencialmente
conexas. De modo que si en el primer aspecto se reconoce que
nuestras especulaciones deben siempre depender de las diversas
condiciones de nuestra individual, en el segundo hay que admitir
igualmente que no están menos subordinadas al conjunto de
la progresión social, no pudiendo tener nunca esa fijeza
absolutas que los metafísicos han supuesto. Ahora bien, la
ley general del movimiento
fundamental de la humanidad consiste, a este respecto, en que,
nuestras teorías tienden cada vez más a representar
exactamente los objetos exteriores de nuestras constantes
investigaciones, pero sin que pueda, en ningún caso, ser
plenamente apreciada la verdadera constitución de cada uno de ellos, debiendo
limitarse la perfección científica a aproximarse a
este límite ideal hasta donde lo exigen nuestras diversas
necesidades reales".
Mediante el saber positivo se trata de estudiar lo que
es para reducir lo que será; el verdadero espíritu
consiste, sobre todo, en ver para prever, en postular la
invariabilidad de las leyes naturales, cuya previsión nos
llevará a proveer mejor a la humanidad.
Las características de este saber positivo nos
las presenta Comte, para describir los atributos correlativos del
espíritu positivo y del sentido común, comienza a
exponer las diversas acepciones de la palabra
positivo:
En primer término, designa lo real en
oposición a lo quimérico.En otro sentido, indica el contraste de lo
útil con lo ocioso.Según un tercer significado, designa la
oposición entre la certidumbre y la
indecisión.Una cuarta acepción consiste en oponerlo
preciso a lo vago.Una quinta aplicación es el empleo de
positivo como contrario a negativo, no destruye, sino que
organiza.
El último carácter esencial, no indicado
directamente por la palabra positivo, consiste en su tendencia
necesaria de sustituir todo lo absoluto por relativo
Principios de una clasificación positiva de
las ciencias
La teoría general de las clasificaciones,
establecidas en estos últimos tiempos por los trabajos
filosóficos de los botánicos y de los
zoólogos, permite augurar un éxito real en un
trabajo semejante, ofreciéndonos una guía
cierta con el verdadero principio fundamental del arte de
clasificar que hasta ahora no había sido concebido con
claridad. Este principio es una consecuencia necesaria de la
aplicación directa del método positivo a la
cuestión misma de las clasificaciones, la cual debe
ser tratada por observación, en lugar de ser resuelta
con consideraciones a priori. Cosiste en que la
clasificación debe salir del estudio mismo de los
objetos que se han de clasificar y debe ser determinadas, por
las afinidades reales y la coordinación natural de
ellos, de tal manera que esta clasificación sea en
sí misma la expresión del hecho más
general, manifestada por la comparación profunda de
los objetos que abarca.Lo que hace aún más patente la
necesidad lógica de distinguir fundamentalmente entre
las dos grandes secciones de la filosofía natural, es
que no solamente cada sección de la física
concreta supone el estudio previo de la sección
correspondiente de la física abstracta, sino que exige
el conocimiento de las leyes generales relativas a toda clase
de fenómenos. La filosofía de las ciencias
fundamentales, presentando un sistema de especulaciones
positivas acerca de todos los órdenes de conocimientos
reales, es suficiente en sí misma para constituir la
filosofía primera que buscaba Bacon y que, estando
destinada a servir de base permanente a todas las
especulaciones humanas, debe de ser cuidadosamente reducida a
la más simple expresión.Como resultado a todo esto queda:
Que la ciencia humana se compone en su conjunto de
conocimientos especulativos y de conocimientos de
aplicación y únicamente los primeros deben ser
tratados.Que los conocimientos teóricos o ciencias
propiamente dichas se dividen en ciencias generales y
ciencias particulares.Toda ciencia puede ser expuesta siguiendo dos
vías radicalmente distintas: la vía
histórica y la vía dogmática. Otra
posible vía sería el resultado de la
combinación de estas.En la primera se exponen sucesivamente los
conocimientos en el mismo orden natural en que el
espíritu humano los ha obtenido y adoptando los mimos
caminos.En la segunda se presente el sistema de las ideas
tal como hoy podría ser concebido por un solo
espíritu, el cual situado en un punto de vista
conveniente y provisto de los conocimientos suficientes, se
ocuparía de rehacer la ciencia en su conjunto. La
única imperfección fundamental que se
podría reprochar de este, es el ignorar como se han
formado los diversos conocimientos humanos, lo cual, aunque
distinto de la adquisición de estos conocimientos, es
en sí más alto interés para todo
espíritu filosófico. Esta consideración
tendría demasiado peso, si realmente fuera un motivo a
favor del orden histórico.
Clasificación de las seis ciencias
fundamentales
Para poder lograr una buena clasificación de
las ciencias debemos comenzar por el estudio de los
fenómenos más generales, procediendo
sucesivamente después hasta llegar a los
fenómenos particulares o más complicados, si
queremos concebir la filosofía natural de una manera
verdaderamente metódica, pues este orden de
generalidad o de simplicidad que determina necesariamente el
encadenamiento raciona de las diversas ciencias fundamentales
por la dependencia sucesiva de sus fenómenos, fija
también su grado de facilidad.Para esto debemos crear una escala
enciclopédica. Una mirada al conjunto de
fenómenos naturales nos lleva a dividirlos
según el principio que acabamos de establecer, en dos
grandes grupos: el primero comprende todos los
fenómenos de los cuerpos brutos, y el segundo todos
los de los cuerpos organizados.Comencemos con la filosofía natural. Para la
física inorgánica vemos que ha de ser dividida
en dos secciones distintas según se consideren los
fenómenos generales del universo, o aquellos que se
presentan en los cuerpos terrestres. De aquí, la
física celeste o astronomía, ya sea
geométrica, sea mecánica, y la física
terrestre.La filosofía natural debe comenzar con el
estudio de los fenómenos astronómicos, que son
los más generales del universo, ya que las leyes a que
están sujetos influyen sobre las de los otros
fenómenos, de las cuales, estas son completamente
independientes. En todos los fenómenos de la
física terrestre se observan, los efectos generales de
la gravitación universal, y los otros efectos que le
son propios y modifican al primero.La física celeste es la que considera los
fenómenos generales del universo. Esta se subdivide en
la astronomía.La física terrestre se subdivide según
se traten los cuerpos desde el punto de vista mecánico
o desde el punto de vista químico. Esta última
se considera de una manera metódica, supone el previo
conocimiento de la otra, pues todos los fenómenos
químicos son más complicados que los
físicos. Esta es la distribución racional de
las principales partes de la ciencia general de los cuerpos
brutos. Una división análoga se establece en la
ciencia general de los cuerpos organizados.Todos los seres vivos representan dos órdenes
de fenómenos esencialmente distintos, los relativos al
individuo y los que conciernen a la especie, sobre todo
cuando está sociable. De aquí dos grandes
apartados de la física orgánica: la
fisiología y la física social.En todos los fenómenos sociales se observan
primeramente, la influencia de las leyes fisiológicas
del individuo y alguna otra cosa particular que modifica los
efectos y que afecta a la acción de unos individuos
sobre otros, especialmente complicada en la especie humana
debido a la acción de una generación sobre la
siguiente. Aunque los fenómenos sean homogéneos
no son idénticos y la separación de las dos
ciencias es de una importancia capital.La física social debe tratarse de un cuerpo
de observaciones directas que le sea propio, siempre
considerando cómo conviene su íntima
relación con la fisiología propiamente
dicha.La fisiología se divide en dos partes: la
fisiología animal y la fisiología vegetal, las
cuales tienen gran importancia en lo que se ha llamado
física concreta. Esta carece de importancia en lo
absoluto para la física abstracta.A estas cinco ciencias es preciso añadir las
matemáticas. La cual es la ciencia más amplia y
fundamental, la base de toda la filosofía natural. En
el estado presente del espíritu humano son y
serán cada vez más empleadas como método
mucho más que como mera doctrina, por lo que su
estudio es preliminar e indispensable para todos los
demás órdenes de los
fenómenos.
Sociología positiva
En la clasificación establecida
anteriormente, la sociología o física social
aparece en el último lugar. Esto no es casual: esto es
porque Comte. considera que en ella convergen todas las
demás ciencias. Es la última que ha llegado a
ser positiva porque los fenómenos sociales son los
más complejos y elevados de todos los fenómenos
naturales ya que afectan directamente al hombre. Por tanto,
requiere de los métodos y contenidos del resto de las
ciencias.Comte dedica a la sociología los tres
últimos libros de los seis de que consta el curso de
filosofía positiva y le asigna como objeto natural el
estudio de las grandes concepciones científicas
producidas por el espíritu humano, las leyes que rigen
su desarrollo histórico, el progreso social y las
estructuras, el orden social, en que se ha constituido. Su
finalidad es promover una organización más
progresiva y libre de la sociedadCuando en su obra Sistema de política
positiva, Comte desarrolla la proyección religiosa de
la filosofía positiva, asigna además a la
sociología, a través de la moral, la tarea de
instituir la religión de la humanidad.
La Sociología y su
división
La sociología constituye la aportación
científica más genuina de Comte, que
dedicó un gran esfuerzo a elaborarla a la manera de
las ciencias positivas ya establecidas y a señalar su
verdadero carácter filosófico. En el libro
cuarto del Curso de filosofía positiva la define como
el estudio positivo del conjunto de las leyes fundamentales
propias de los fenómenos sociales.Como la sociedad se mantiene mediante un cierto
equilibrio entre sus presupuestos esenciales, que son el
orden y el progreso, la sociología se dedica al
estudio de las estructuras de la sociedad y al de su
desarrollo.Comte define la sociología o física
social como el estudio positivo del conjunto de las leyes
fundamentales propias de los fenómenos sociales. Las
posibilidades de elaborar la ciencia social a la manera de
las ciencias positivas ya establecidas como también
señalar el verdadero carácter filosófico
de ella y echar sólidamente sus bases: de ahí
el cometido.Y según Comte su finalidad es advertir con
nitidez el sistema de operaciones sucesivas,
filosóficas y prácticas, que han de liberar a
la sociedad de su fatal tendencia a la disolución
inminente y conducirla de modo directo a una nueva
organización más progresiva y sólida que
la asentada sobre la filosofía
teología.Hay un cierto orden en las sociedades humanas: este
orden contiene dentro de sí la razón de las
transformaciones que está llamado a sufrir, lo que
constituye su progreso. Del estudio del primero se ocupa la
estática social y del estudio del segundo se ocupa la
dinámica social: una y otra constituyen los dos
aspectos de la sociología: el estático, que se
refiere a las condiciones de equilibrio de la sociedad, y el
dinámico, que se relaciona con la movilidad social. La
estática social, que estudia la doctrina positiva, es
su impulso histórico renovador. De este modo, la
sociología, con sus dos partes lógicamente
unidas, acaba convirtiéndose en una filosofía
de la historia.
Las Ideas de Orden y Progreso
El planteamiento que Comte hace de la
sociología está inspirado e Montesquieu,
Condorcet y Bossuet, fundamentalmente. Del primero toma el
determinismo de los hechos históricos, en los que las
constancias de relaciones permite descubrir leyes
sociológicas. Del segundo toma la ley del progreso
humano. Del tercer el afán universalista del
espíritu humano.Bajo estas influencias Comte aborda el estudio de
los fenómenos sociales que, en general, se hallan
sometidos a las leyes de la vida orgánica, al orden.
Cuya continuidad es confirmada por el progreso como
desarrollo del orden. La idea de orden, se refiere a la
unidad sistemática de la sociedad en una época
determinada, a la estructura que le da estabilidad y firmeza.
La idea de progreso, por el contrario, muestra el paso de un
orden determinado a otro. Las dos ideas conjuntamente
permiten valorar todas las etapas por las que ha pasado la
humanidad a lo largo de su desenvolvimiento histórico.
Sin embargo, lo que más caracteriza a la
filosofía positiva es el haber descubierto el
verdadero sentido del progreso social en la
historia.Los filósofos antiguos fueron ajenos a la
idea de progreso. La verdadera idea de progreso pertenece a
la filosofía positiva una vez que caracteriza el
término social y conoce el desarrollo gradual de la
humanidad. Solo la filosofía positiva, completada con
el estudio de los fenómenos políticos,
determinará las leyes naturales que rigen las
transformaciones sociales.Para explicar el progreso social, Comte distingue
entre épocas orgánicas y épocas
críticas. Las primeras se producen cuando el nivel
intelectual de las ideas es decisivo y dominante, expresan el
estado de organización que se descompone a otro que
comienza a estructurarse.Como la naturaleza humana está sometida a un
desarrollo gradual, la crisis expresa el progreso, y de
algún modo, asegura el mantenimiento del orden porque
cada época orgánica, aunque sea de forma
rudimentaria, esta prefigurada en la anterior. La naturaleza
humana, siempre idéntica a sí misma, se va
perfeccionando, no obstante en su desarrollo.Para Comte, la historia no es un retorno circular ni
oscilatorio, sino una línea que, en avance progresivo
se va acercando indefinidamente a una meta sin jamás
tocarla.
De la sociología a la religión de toda la
Humanidad
La sociología en general, y la
dinámica en particular, lleva consigo una instancia
valorativa al tener como finalidad promover una
organización más progresiva y libre del hombre
y de la sociedad, una mayor integración del individuo
al grupo. Esto le permite a Comte introducir ya en el curso
de filosofía positiva a la moral como una parte
de la sociología encargada de estudiar y promover la
política de la solidaridad.En el discurso sobre el espíritu positivo,
Comte habla ya de la moral como disciplina independiente,
como la séptima ciencia fundamental dentro del saber
positivo enciclopédico. Su objeto es la
revalorización del sentimiento como fuerza activa de
la existencia humana y su finalidad es armonizar la vida
individual con la del resto de los individuos. La moral,
según Comte, deberá coordinar los actos,
sistematizar los sentimientos, dar unidad a la vida total del
individuo y armonizar las energías individuales en
beneficio de los demás con el fin de promover la
unidad verdadera y fecunda del género
humano.De este modo la moral positiva exige al hombre vivir
para la humanidad, para el Gran Ser, como conjunto de seres
pasados, presentes y futuros que concurren a perfeccionar el
orden universal: trabajamos siempre para nuestros
descendientes, pero bajo el impulso de nuestros antepasados,
de los cuales derivan los elementos y procedimientos de
nuestras acciones. La humanidad, que implica lo
biológico, aflora ahora en la historia como la
tradición cultural ininterrumpida desde los dioses
antiguos, pasando por el dios monoteísta, hasta la
madurez positivista, como la unidad suprema e integrada por
elementos naturales y espirituales:Como nuestro desarrollo se debe a la sociedad, para
el espíritu positivo no existe el hombre sino la
humanidad. Es incorporándose en la humanidad como cada
uno obtiene su intensidad de vida, satisface su tendencia a
eternizarse.
La religión y la sociedad
positiva
En la última gran obra de Comte, el Sistema
de política positiva, el propósito contiene de
regenerar la sociedad basándose en el conocimiento de
las leyes sociales asume la forma de una religión en
la que se sustituye el amor de Dios por el amor a la
humanidad, a la que hay que venerar como n otros tiempos se
veneraba a los dioses paganos.Fascinado con el catolicismo, debido a su
universalismo y a su capacidad de integrar la existencia
humana en su totalidad, Comte sostiene que la religión
de la humanidad debe constituir una copia exacta del sistema
eclesiástico. Ya están dispuestos los dogmas de
la nueva fe: la filosofía positiva y las leyes
científicas. Para la difusión de estos nuevos
dogmas es preciso que haya ritos, sacramentos, un calendario
y un sacerdocio. Habrá un bautismo laico, una
confirmación laica y una extremaunción laica.
El ángel de la guarda positiva será la mujer.
Los meses recibirán nombres simbólicos de la
religión positiva y los días de la semana
estarán consagrados a cada una de las siete ciencias.
Se edificarán templos laicos (institutos
científicos). Habrá un papa positivo que
ejercerá su autoridad sobre las autoridades positivas
que se ocuparán del desarrollo de las industrias y de
la utilización práctica de los descubrimientos.
En la sociedad positiva los jóvenes estarán
sometidos a los ancianos y estará prohibido el
divorcio. La mujer se convierte en guardiana y fuente de la
vida sentimental de la humanidad. La humanidad es el gran
ser, el espacio, el gran medio ambiente, y la tierra, el gran
ídolo, tal es la trinidad de la religión
positiva
Legado
La idea de una ciencia especial centrada en lo social
–la «sociología»– fue prominente
en el siglo XIX y no únicamente para Comte. La
ambición -algunos dirían grandiosidad- con la que
Comte la concibió fue, sin embargo,
extraordinaria.
Comte vio esta nueva ciencia, la sociología, como
la última y la más grande de todas las ciencias,
una ciencia que incluiría todas las ciencias las cuales
integrarían y relacionarían sus hallazgos en un
todo cohesionado.
Comte acuñó el término
"sociología" y se le considera el primer sociólogo
moderno. Su énfasis en la interconectividad de los
elementos sociales lo convirtió en un precursor del
funcionalismo
moderno. No obstante, con pocas excepciones, su trabajo se
considera hoy en día excéntrico y
acientífico, y su gran visión de la
sociología como la reina de todas las ciencias nunca
llegó a cuajar.
Sus obras:
* Cours de Philosophie Positive (Curso de
Filosofía Positiva) – 1841 (en 6
volúmenes).
* Système de Politique Positive (Sistema de
Política Positiva) – 1851 (en 4
volúmenes).
* Discurso sobre el espíritu positivo, Alianza
Ed., Madrid, 1980.
Versión y prólogo de Julián
Marías.
Aportes:
.El positivismo (como una manera de explicar cómo
es el conocimiento que llamamos científico y de qué
manera debe hacerse la ciencia para decir que los resultados
corresponden a la verdad de lo que se busca)
.La sociología (en razón al
positivismo).
Opinión:
En mi opinión Augusto Comte, es una de las
figuras egregias del pensamiento humano, es sin duda creador
genial del positivismo y de la nueva disciplina por
él, denominada Sociología, que influyeron
poderosamente en la
organización y en el rumbo del mundo
civilizado.
La existencia de este insigne pensador está
íntimamente ligada a su obra, que lo llevo de la vida al
pensamiento, pues logro consagrarse al estudio y al bien, de
acuerdo con su vocación y según los lineamientos
éticos y filosóficos expuestos en sus libros a pesar
que la suerte le deparo un sino atormentado, lleno de amarguras y
muchos dolores. Pues vemos en él, un modelo de
persona que
lucho por sus ideales y que ahora está haciendo falta una
pluma para escribir su gran biografía.
Bibliografía
Diccionario Enciclopédico
www.geocities.com/CapitolHill/Senate/3035/lenKM.txt
http://www.monografias.com/trabajos5/marx/marx.shtml
Diccionario Enciclopedia Everest
Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Auguste_Comte
Oltra, Benjamín. Sociedad, vida y teoría;
la teoría sociológica desde una perspectiva
de
sociología narrativa, Centro de investigaciones
sociológicas, 2004.
Oltra, Benjamín, Garrigós, José
Ignacio, Mantecón, Alejandro, Oltra, Christian, Curso de
filosofía.
Teoría Sociológica: seminario de
lecturas, Limencop, 2004.
Negro Pavón, Dalmacio, Comte: positivismo y
revolución, Cincel, 1985.
Riezu Martínez, Jorge, La concepción
moral en el
sistema de Augusto Comte, Universidad
de
Granada, 1981.
Autor:
Walter Andrei Suarez. V.
U.N.J.F.S.C
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