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La gran rebelión (página 4)




Enviado por ggt24



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El yo que a la edad de cuarenta años tuvo un pleito por
bienes
materiales, en
la nueva existencia aguardará tal edad para repetir la
misma comidilla.

El yo que a la edad de veinticinco años se peleó
con otro hombre en la
cantina o en el bar, aguardara en la nueva existencia la nueva
edad de veinticinco años para buscar a su adversario y
repetir la tragedia.

Se buscan entre sí los yoes de uno y otro sujeto
mediante ondas
telepáticas y luego se reencuentran para repetir
mecánicamente lo mismo.

Esta es realmente la mecánica de la Ley de
Recurrencia, esta es la tragedia de la vida.

A través de millares de años los diversos
personajes se reencuentran para revivir los mismos dramas,
comedias y tragedias.

La humana persona no es
más qué una máquina al servicio de
estos yoes con tantos compromisos.

Lo peor de toda esta cuestión es que todos estos
compromisos de la gente que llevamos en nuestro interior se
cumplen sin que nuestro entendimiento tenga previamente alguna
información.

Nuestra personalidad
humana en este sentido parece un carro arrastrado por
múltiples caballos.

Hay vidas de exactísima repetición, recurrentes
existencias que nunca se modifican.

En modo alguno podrían repetirse las comedias, dramas y
tragedias de la vida sobre la pantalla de la existencia, sino
existiesen actores.

Los actores de todas estas escenas son los yoes que en nuestro
interior cargamos y que vienen de antiguas existencias.

Si nosotros desintegramos a los yoes de la ira, las escenas
trágicas de la violencia
concluyen inevitablemente.

Si nosotros reducimos a polvareda cósmica a los agentes
secretos de la codicia, los problemas de
la misma finalizarán totalmente.

Si nosotros aniquilamos a los yoes de la lujuria, las escenas
del prostíbulo y de la morbosidad finalizan.

Si nosotros reducimos a cenizas a los personajes secretos de
la envidia, los eventos de la
misma concluirán radicalmente.

Si nosotros matamos a los yoes del orgullo, de la vanidad, del
engreimiento, de la auto-importancia, las escenas
ridículas de estos defectos finalizarán por falta
de actores.

Si nosotros eliminamos de nuestra psiquis los factores de la
pereza, de la inercia y de la flojera, las horripilantes escenas
de esta clase de
defectos no podrán repetirse por falta de actores.

Si nosotros pulverizamos los yoes asqueantes de la gula, de la
glotonería, finalizarán los banquetes, las
borracheras, etc. por falta de actores.

Como quiera que estos múltiples yoes se procesan
lamentablemente en los distintos niveles del ser, se hace
necesario conocer sus causas, su origen y los procedimientos
Crísticos que finalmente habrán de conducirnos a
la muerte del
mí mismo y a la liberación final.

Estudiar al Cristo íntimo, estudiar el esoterismo
Crístico es básico cuando se trata de provocar en
nosotros un cambio radical
y definitivo; esto es lo que estudiaremos en próximos
capítulos.

CAPÍTULO XXIII.

EL CRISTO
INTIMO

Cristo es el Fuego del Fuego, la Llama de la Llama, la
Signatura Astral del Fuego.

Sobre la Cruz del Mártir del Calvario está
definido el Misterio del Cristo con una sola palabra que consta
de cuatro letras: INRI. Ignis Natura Renovatur Integram. -El
Fuego Renueva Incesantemente la Naturaleza—.

El Advenimiento del Cristo en el corazón
del hombre, nos transforma radicalmente.

Cristo es el LOGOS SOLAR, Unidad Múltiple perfecta.
Cristo es la vida que palpita en el universo
entero, es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre
será.

Mucho se ha dicho sobre el Drama Cósmico;
incuestionablemente este Drama está formado por los cuatro
evangelios.

Se nos ha dicho que el Drama Cósmico fue traído
por los Elohim a la tierra; el
Gran Señor de la Atlántida representó este
drama en Carne y Hueso.

El Gran KABIR JESÚS también hubo de representar
el mismo Drama Públicamente en la Tierra
Santa.

Aunque Cristo nazca mil veces en Belem, de nada sirve si no
nace en nuestro corazón también.

Aunque hubiese Muerto y resucitado al tercer día de
entre los muertos, de nada sirve eso si no muere y resucita en
nosotros también.

Tratar de descubrir la naturaleza y la esencia del fuego es
tratar de descubrir a Dios, cuya presencia real siempre se ha
revelado bajo la apariencia ígnea.

La zarza ardiente (Éxodo, III, 2) y el incendio del
Sinaí a raíz del otorgamiento del Decálogo
(Éxodo, XIX, 18): son dos manifestaciones por las que Dios
apareció a Moisés.

Bajo la figura de un ser de Jaspe y Sardónico de
color de llama,
sentado en un Trono incandescente y fulgurante, San Juan describe
al dueño del Universo.
(Apocalipsis, IV, 3,5). "Nuestro Dios es un Fuego Devorador",
escribe San Pablo en su Epístola a los Hebreos.

El Cristo íntimo, el Fuego Celestial, debe nacer en
nosotros y nace en realidad cuando hemos avanzado bastante en
el trabajo
Psicológico.

El Cristo íntimo debe eliminar de nuestra Naturaleza
Psicológica, las mismas causas de error; los YOES
CAUSAS.

No sería posible la disolución de las causas del
EGO en tanto el Cristo Intimo no haya nacido en nosotros.

El fuego viviente y Filosofal, el Cristo íntimo, es el
Fuego del Fuego, lo puro de lo puro.

El Fuego nos envuelve y nos baña por todas partes,
viene a nosotros por el aire, por
el agua y por
la misma tierra que son conservadores y sus diversos
vehículos.

El Fuego Celestial debe cristalizar en nosotros, es el Cristo
intimo, nuestro Salvador interior profundo.

El Señor Intimo debe hacerse cargo de toda nuestra
Psiquis de los Cinco Cilindros de la máquina
Orgánica; de todos nuestros procesos
Mentales, Emocionales, Motores,
Instintivos Sexuales.

CAPÍTULO XXIV.

TRABAJO
CRÍSTICO

El Cristo íntimo surge interiormente en el trabajo
relacionado con la disolución del Yo
Psicológico.

Obviamente El Cristo interior solo adviene en el momento
cumbre de nuestros esfuerzos intencionales y padecimientos
voluntarios.

El advenimiento del fuego Crístico es el evento
más importante de nuestra propia vida.

El Cristo intimo se hace entonces cargo de todos nuestros
procesos mentales, emocionales, motores, instintivos y
sexuales.

Incuestionablemente El Cristo íntimo es nuestro
salvador interior profundo.

Él siendo perfecto al meterse en nosotros
parecería como imperfecto; siendo casto parecería
como sino lo fuese, siendo justo parecería como sino lo
fuese.

Esto es semejante a los distintos reflejos de la luz. Si usa
anteojos azules todo nos parecerá azul y si los usamos de
color rojo veremos todas las cosas de este color.

Él aunque sea blanco, visto desde afuera cada cual le
verá a través del cristal psicológico con
que se le mira; por eso es que las gentes viéndole, no le
ven.

Al hacerse cargo de todos nuestros procesos
psicológicos, el Señor de perfección sufre
lo indecible.

Convertido en hombre entre los hombres, ha de pasar por muchas
pruebas y
soportar tentaciones indecibles.

La tentación es fuego, el triunfo sobre la
tentación es Luz.

El iniciado debe aprender a vivir peligrosamente; así
esta escrito; esto lo saben los Alquimistas.

El iniciado debe recorrer con firmeza la Senda del Filo de la
navaja; a uno y otro lado del difícil camino existen
abismos espantosos.

En la difícil senda de la disolución del Ego
existen complejos caminos que tienen su raíz precisamente
en el camino real.

Obviamente de la senda del Filo de la Navaja se desprenden
múltiples sendas que no conducen a ninguna parte; algunas
de ellas nos llevan al abismo y a la desesperación.

Existen sendas que podrían convertimos en majestades de
tales o cuales zonas del universo, pero que de ningún modo
nos traerían de regreso al seno del Eterno Padre
Cósmico Común.

Existen sendas fascinantes, de santísima apariencia,
inefables, desafortunadamente solo pueden conducimos a la
involución sumergida de los mundos infiernos.

En el trabajo de la disolución del Yo necesitamos
entregarnos por completo al Cristo Interior.

A veces aparecen problemas de difícil solución;
de pronto; el camino se pierde en laberintos inexplicables y no
se sabe por donde continua; solo la obediencia absoluta al Cristo
Interior y al Padre que está en secreto puede en tales
casos orientarnos sabiamente.

La Senda del Filo de la Navaja está llena de peligros
por dentro y por fuera.

La moral
convencional de nada sirve; la moral es
esclava de las costumbres; de la época; del lugar.

Lo que fue moral en épocas pasadas ahora resulta
inmoral; lo que fue moral en la edad media por
estos tiempos modernos puede resultar inmoral. Lo que en un
país es moral en otro país es inmoral, etc.

En el trabajo de la disolución del Ego sucede que a
veces cuando pensamos que vamos muy bien, resulta que vamos muy
mal.

Los cambios son indispensables durante el avance
esotérico, más las gentes reaccionarias permanecen
embotelladas en el pasado; se petrifican en el tiempo y
truenan y relampaguean contra nosotros a medida que realizamos
avances psicológicos de fondo y cambios radicales.

La gente no resiste los cambios del iniciado; quieren que
éste continúe petrificado en múltiples
ayeres.

Cualquier cambio que el iniciado realizare es clasificado de
inmediato como inmoral.

Mirando las cosas desde este ángulo a la luz del
trabajo Crístico, podemos evidenciar claramente la
ineficacia de los diversos códigos de moral que en el
mundo se han escrito.

Incuestionablemente El Cristo manifiesto y, sin embargo,
oculto en el corazón del hombre real; al hacerse cargo de
nuestros diversos estados psicológicos, siendo desconocido
para las gentes es de hecho calificado como cruel, inmoral y
perverso.

Resulta paradójico que las gentes adoren al Cristo y,
sin embargo, le acomoden tan horripilantes calificativos.

Obviamente las gentes inconscientes y dormidas solo quieren un
Cristo histórico, antropomórfico, de estatuas y
dogmas inquebrantables, al cual puedan acomodar fácilmente
todos sus códigos de moral torpe y rancia y todos sus
prejuicios y condiciones.

Las gentes no pueden concebir jamás al Cristo Intimo en
el corazón del hombre; las multitudes solo adoran al
cristo estatua y eso es todo.

Cuando uno habla a las multitudes, cuando uno les declara el
crudo realismo del
Cristo revolucionario; del Cristo rojo, del Cristo rebelde, de
inmediato recibe calificativos como los siguientes: blasfemo,
hereje, malvado, profanador, sacrílego, etc.

Así son las multitudes, siempre inconscientes; siempre
dormidas. Ahora comprenderemos porqué el Cristo
crucificado en el Gólgota exclama con todas las fuerzas de
su alma:
¡Padre mío perdónalos porque no saben lo que
hacen!

El Cristo en sí mismo siendo uno, aparece como muchos;
por eso se ha dicho que es unidad múltiple perfecta. Al
que sabe, la palabra da poder; nadie
la pronunció, nadie la pronunciará, sino solamente
aquel que LO TIENE ENCARNADO.

Encarnarlo es lo fundamental en el trabajo avanzado del Yo
pluralizado.

El señor de perfección trabaja en nosotros a
medida que nos esforzamos conscientemente en el trabajo sobre
sí mismos.

Resulta espantosamente doloroso el trabajo que el Cristo
Intimo tiene que realizar dentro de nuestra propia psiquis.

En verdad que nuestro Maestro interior debe vivir todo su
vía crucis en el fondo mismo de nuestra propia alma.

Escrito está: "A Dios rogando y con el mazo dando".
También está escrito: "Ayúdate que yo te
ayudaré".

Suplicar a la divina Madre Kundalini es fundamental cuando se
trata de disolver agregados
psíquicos indeseables, empero el Cristo Intimo en los
trasfondos más profundos del mí mismo, opera
sabiamente de acuerdo con las propias responsabilidades que
él hecha sobre sus hombros.

CAPÍTULO XXV.

EL DIFÍCIL
CAMINO

Incuestionablemente existe un lado oscuro de nosotros mismos
que no conocemos o no aceptamos; debemos llevar la luz de la
conciencia a ese
lado tenebroso de sí mismos.

Todo el objeto de nuestros estudios Gnósticos es hacer
que el
conocimiento de sí mismos se tome más
consciente.

Cuando se tienen muchas cosas en uno mismo que no se conocen
ni se aceptan, entonces tales cosas nos complican la vida
espantosamente y provocan en verdad toda suerte de situaciones
que podrían ser evitadas mediante el conocimiento
de sí.

Lo peor de todo esto es que proyectamos ese lado desconocido e
inconsciente de sí mismos en otras personas y entonces lo
vemos en ellas.

Por ejemplo: las vemos como si fuesen embusteras, infieles,
mezquinas, etc., en relación con lo que cargamos en
nuestro interior.

La Gnosis dice sobre este particular, que vivimos en una parte
muy pequeña de nosotros mismos. Significa ello que nuestra
conciencia se extiende solo a una parte muy reducida de nosotros
mismos.

La idea del trabajo esotérico Gnóstico es la de ampliar claramente
nuestra propia conciencia.

Indubitablemente en tanto no estemos bien relacionados consigo
mismos, tampoco estaremos bien relacionados con los demás
y el resultado serán conflictos de
toda especie.

Es indispensable llegar a ser muchísimo más
conscientes para consigo mismos mediante una directa observación de sí.

Una regla Gnóstica general en el trabajo
esotérico Gnóstico, es que cuando no nos entendemos
con alguna persona, se puede tener la seguridad de que
ésta es la cosa misma contra la cual es preciso trabajar
sobre si mismo.

Lo que se critica tanto en los otros es algo que descansa en
el lado oscuro de uno mismo y que no se conoce, ni se quiere
reconocer.

Cuando estamos en tal condición el lado oscuro de
nosotros mismos es muy grande, pero cuando la luz de la
observación de sí ilumina ese lado oscuro, la
conciencia se acrecienta mediante el conocimiento de
sí.

Esta es la Senda del Filo de la Navaja, más amarga que
la hiel, muchos la inician, muy raros son los que llegan a
la meta.

Así como la Luna tiene un lado oculto que no se ve, un
lado desconocido, así también sucede con la Luna
Psicológica que cargamos en nuestro interior.

Obviamente tal Luna Psicológica está formada por
el Ego, el Yo, el Mí Mismo, el Sí mismo.

En esta luna psicológica cargamos elementos inhumanos
que espantan, que horrorizan y que en modo alguno
aceptaríamos tener.

Cruel camino es este de la AUTO-REALIZACIÓN INTIMA DEL
SER, ¡Cuántos precipicios!, ¡Qué pasos
tan difíciles!, ¡Qué laberintos tan
horribles!.

A veces el camino interior después de muchas vueltas y
revueltas, subidas horripilantes y peligrosísimas bajadas,
se pierde en desiertos de arena, no se sabe por donde sigue y ni
un rayo de luz te ilumina.

Senda llena de peligros por dentro y por fuera; camino de
misterios
indecibles, donde solo sopla un hálito de muerte.

En este camino interior cuando uno cree que va muy bien, en
realidad va muy mal.

En este camino interior cuando uno cree que va muy mal, sucede
que marcha muy bien.

En este camino secreto existen instantes en que uno ya ni sabe
que es lo bueno ni que es lo malo.

Lo que normalmente se prohíbe, a veces resulta que es
lo justo; así es el camino interior.

Todos los Códigos morales en el camino interior salen
sobrando; una bella máxima o un hermoso precepto moral, en
determinados momentos puede convertirse en un obstáculo
muy serio para la Auto-Realización íntima del
Ser.

Afortunadamente el Cristo Intimo desde el mismo fondo de
nuestro Ser trabaja intensivamente, sufre, llora, desintegra
elementos peligrosísimos que en nuestro interior
llevamos.

El Cristo nace como un niño en el corazón del
hombre pero a medida que va eliminando los elementos indeseables
que llevamos dentro, va creciendo poco a poco hasta convertirse
en un hombre completo.

CAPÍTULO XXVI.

LOS TRES
TRAIDORES

En el trabajo interior profundo, dentro del terreno de la
estricta auto-observación psicológica, hemos de
vivenciar en forma directa todo el drama cósmico.

El Cristo Intimo ha de eliminar todos los elementos
indeseables que en nuestro interior cargamos.

Los múltiples agregados psíquicos en nuestras
profundidades psicológicas gritan pidiendo
crucifixión para el señor interior.

Incuestionablemente cada uno de nosotros lleva en su psiquis a
los tres traidores.

Judas, el demonio del deseo; Pilatos el demonio de la mente;
Caifás, el demonio de la mala voluntad.

Estos tres traidores crucificaron al señor de
Perfecciones en el fondo mismo de nuestra alma.

Se trata de tres tipos específicos de elementos
inhumanos fundamentales en el drama cósmico.

Indubitablemente el citado drama se ha vivido siempre
secretamente en las profundidades de la conciencia superlativa
del ser.

No es pues, el drama cósmico propiedad del
Gran Kabir Jesús como suponen siempre los ignorantes
ilustrados.

Los Iniciados de todas las edades, los Maestros de todos los
siglos, han tenido que vivir el drama cósmico dentro de
sí mismos, aquí y ahora.

Empero, Jesús el Gran Kabir tuvo el valor de
representar tal drama intimo públicamente, en la calle y a
la luz del día, para abrir el sentido de la
iniciación a todos los seres humanos, sin diferencias de
raza, sexo, casta o
color.

Es maravilloso que halla alguien que en forma pública
enseñare el drama íntimo a todos los pueblos de la
tierra.

El Cristo Intimo no siendo un lujurioso tiene que eliminar de
sí mismo los elementos psicológicos de la
lujuria.

El Cristo Intimo siendo en sí mismo paz y amor debe
eliminar de sí mismo los elementos indeseables de la
ira.

El Cristo Intimo no siendo un codicioso debe eliminar de
sí mismo los elementos indeseables de la codicia.

El Cristo Intimo no siendo envidioso debe eliminar de
sí mismo los agregados síquicos de la envidia.

El Cristo Intimo siendo humildad perfecta, modestia infinita,
sencillez absoluta, debe eliminar de sí mismo los
asqueantes elementos del orgullo, de la vanidad, del
engreimiento.

El Cristo Intimo, la palabra, el Logos Creador viviendo
siempre en constante actividad tiene que eliminar en nuestro
interior, en sí mismo y por sí mismo los elementos
indeseables de la inercia, de la pereza, del estancamiento.

El Señor de Perfección acostumbrado a todos los
ayunos, templado, jamás amigo de borracheras y de grandes
banqueteos tiene que eliminar de sí mismo los abominables
elementos de la gula.

Extraña simbiosis la del Cristo-Jesús; el
Cristo-Hombre; rara mezcla de lo divino y de lo humano de lo
perfecto y de lo imperfecto; prueba siempre constante para el
Logos.

Lo más interesante de todo esto es que el Cristo
secreto es siempre un triunfador; alguien que vence
constantemente a las tinieblas; alguien que elimina a las
tinieblas dentro de sí mismo, aquí y ahora.

El Cristo Secreto es el señor de la Gran
Rebelión, rechazado por los sacerdotes, por los ancianos y
por los escribas del templo.

Los sacerdotes le odian; es decir, no le comprenden, quieren
que el Señor de Perfecciones viva exclusivamente en el
tiempo de acuerdo con sus dogmas inquebrantables.

Los ancianos, es decir, los moradores de la tierra, los buenos
dueños de casa, la gente juiciosa, la gente de experiencia
aborrece al Logos, al Cristo Rojo, al Cristo de la Gran
Rebelión, porque éste se sale del mundo de sus
hábitos y costumbres anticuadas, reaccionarias y
petrificadas en muchos ayeres.

Los escribas del templo, los bribones del intelecto aborrecen
al Cristo Intimo porque éste es la antítesis del
Anticristo, el enemigo declarado de todo ese podridero de
teorías
universitarias que tanto abunda en los mercados de
cuerpos y de almas.

Los tres traidores odian mortalmente al Cristo Secreto y le
conducen a la muerte dentro de nosotros mismos y en nuestro
propio espacio psicológico.

Judas el demonio del deseo cambia siempre al señor por
treinta monedas de plata, es decir, por licores, dineros, fama,
vanidades, fornicaciones, adulterios, etc.

Pilatos el demonio de la mente, siempre se lava las manos,
siempre se declara inocente, nunca tiene la culpa, constantemente
se justifica ante sí mismo y ante los demás, busca
evasivas, escapatorias para eludir sus propias responsabilidades,
etc.

Caifás el demonio de la mala voluntad traiciona
incesantemente al señor dentro de nosotros mismos; el
Adorable Intimo le da el báculo para pastorear sus ovejas,
sin embargo, el cínico traidor convierte el altar en lecho
de placeres, fornica incesantemente, adultera, vende los
sacramentos, etc.

Estos tres traidores hacen sufrir secretamente al adorable
señor Intimo sin compasión alguna.

Pilatos le hace poner corona de espinas en sus sienes, los
malvados yoes lo flagelan, le insultan, le maldicen en el espacio
psicológico íntimo sin piedad de ninguna
especie.

CAPÍTULO XXVII.

LOS YOES
CAUSAS

Los múltiples elementos subjetivos que constituyen el
ego tienen raíces causales.

Los yoes causas están vinculados a las leyes de Causa y
Efecto. Obviamente no puede existir causa sin efecto, ni efecto
sin causa; esto es incuestionable, indubitable.

Sería inconcebible la eliminación de los
diversos elementos inhumanos que en nuestro interior cargamos
sino elimináramos radicalmente las causas
intrínsecas de nuestros defectos psicológicos.

Obviamente los yoes causas se hallan íntimamente
asociados a determinadas deudas Kármicas.

Solo el arrepentimiento más profundo y los respectivos
negocios con
los señores de la ley, pueden darnos la dicha de lograr la
desintegración de todos esos elementos causales que en una
u otra forma pueden conducirnos a la eliminación
definitiva de los elementos indeseables.

Las causas intrínsecas de nuestros errores, ciertamente
pueden ser erradicadas de sí mismos gracias a los
eficientes trabajos del Cristo Intimo.

Obviamente los yoes causas suelen tener complejidades
espantosamente difíciles.

Ejemplo: Un estudiante esoterista podría ser defraudado
por su instructor y en secuencia tal neófito se
tornaría escéptico. En este caso concreto el yo
causa que originara tal error, solo podría desintegrarse
mediante el supremo arrepentimiento íntimo y con
negociaciones esotéricas muy especiales.

El Cristo íntimo dentro de nosotros mismos trabaja
intensivamente eliminando a base de trabajos concientes y
padecimientos voluntarios todas esas causas secretas de nuestros
errores.

El señor de perfecciones debe vivir en nuestras intimas
profundidades todo el drama cósmico.

Uno se asombra al contemplar en el mundo causal todas las
torturas por las que pasa el Señor de Perfecciones.

En el mundo causal El Cristo secreto pasa por todas las
amarguras indecibles de su Vía crucis.

Indubitablemente Pilatos se lava las manos y se justifica pero
al fin condena el adorable a la muerte de cruz.

Resulta extraordinario para el iniciado vidente el ascenso al
calvario.

Indubitablemente la conciencia solar integrada con el Cristo
Intimo, crucificada en la cruz majestuosa del calvario, pronuncia
frases terribles que a los seres humanos no les es dable
comprender.

La frase final (Padre mío en tus manos encomiendo mi
espíritu), va seguida da rayos y truenos y grandes
cataclismos.

Posteriormente el Cristo íntimo después de la
desclavación es depositado en su Santo Sepulcro.

Mediante la muerte el Cristo íntimo mata a la muerte.
Mucho más tarde en el tiempo el Cristo íntimo debe
resucitar en nosotros.

Incuestionablemente la resurrección Crística
viene a transformarnos radicalmente.

Cualquier Maestro Resurrecto posee poderes extraordinarios
sobre el fuego, el aire, las aguas y la tierra.

Indubitablemente los Maestros Resurrectos adquieren la
inmortalidad, no solamente psicológica sino también
corporal.

Jesús El Gran Kabir todavía vive con el mismo
cuerpo físico que tuvo en la tierra Santa; El Conde San
Germán que transmutaba el plomo en oro y
hacía diamantes de la mejor calidad durante
los siglos XV, XVI, XVII, XVIII, etc., aún vive
todavía.

El enigmático y poderoso Conde Cagliostro que tanto
asombrara a Europa con sus
poderes durante los siglos XVI, XVII y XVIII es un Maestro
Resurrecto y todavía conserva su mismo cuerpo
físico.

CAPÍTULO XXVIII.

EL
SUPERHOMBRE

Un Código
de Anahuac ha dicho: "Los Dioses crearon a los hombres de
madera y
después de haberlos creado los fusionaron con la
divinidad"; más luego añade: "No todos los hombres
logran integrarse con la divinidad".

Incuestionablemente lo primero que se necesita es crear al
hombre antes de poder integrarlo con lo real.

El animal intelectual equivocadamente llamado hombre en modo
alguno es el hombre.

Si nosotros comparamos al hombre con el animal intelectual,
podremos entonces verificar por sí mismos el hecho
concreto de que el animal intelectual aunque físicamente
se parezca al hombre, psicológicamente es absolutamente
distinto.

Desafortunadamente todos piensan erróneamente, suponen
ser hombres, se califican de tales.

Siempre hemos creído que el hombre es el rey de la
creación; el animal intelectual hasta la fecha presente no
ha demostrado ser siquiera rey de sí mismo; si no es rey
sus propios procesos, psicológicos, si no puede dirigirlos
a voluntad, mucho menos podrá gobernar la naturaleza.

En modo alguno podríamos aceptar al hombre convertido
en esclavo, incapaz de gobernarse a sí mismo y convertido
en juguete de las fuerzas bestiales de la naturaleza.

O se es rey del universo o no se es; en el último de
estos casos incuestionablemente queda demostrado el hecho
concreto de no haber llegado todavía al estado de
hombre.

Dentro de las glándulas sexuales del animal intelectual
el sol ha
depositado los gérmenes para el hombre.

Obviamente tales gérmenes pueden desarrollarse o
perderse definitivamente.

Si queremos que tales gérmenes se desarrollen, se hace
indispensable cooperar con el esfuerzo que el sol está
haciendo para crear hombres.

El hombre legítimo debe trabajar intensivamente con el
propósito evidente de eliminar de sí mismo los
elementos indeseables que en nuestro interior cargamos.

Si el hombre real no eliminara de sí mismo tales
elementos, fracasaría lamentablemente; se
convertiría en un aborto de la
Madre Cósmica, en un fracaso.

El hombre que verdaderamente trabaje sobre sí mismo con
el propósito de despertar conciencia, podrá
integrarse con lo divinal.

Ostensiblemente el hombre solar integrado con la divinidad, se
convierte de hecho y por derecho propio en SUPER-HOMBRE.

No es tan fácil llegar al SUPER-HOMBRE.
Indubitablemente el camino que conduce al SUPER-HOMBRE
está más allá del bien y del mal.

Una cosa es buena cuando nos conviene y mala cuando no nos
conviene. Entre las cadencias del verso también se esconde
el delito. Hay mucha
virtud en el malvado y mucha maldad en el virtuoso.

El camino que conduce al SUPER-HOMBRE es la Senda del Filo de
la Navaja; esta senda está llena de peligros dentro y por
fuera.

El mal es peligroso, el bien también es peligroso; el
espantoso camino está más allá del bien y
del mal, es terriblemente cruel.

Cualquier código de moral puede detenernos en la marcha
hacia el SUPER-HOMBRE. El apego a tales o cuales ayeres, a tales
o cuales escenas puede detenernos en el camino que llega hasta el
SUPER-HOMBRE.

Las normas, los
procedimientos, por muy sabios que sean, si se encuentran
enfrascados en tal o cual fanatismo, en tal o cual prejuicio, en
tal o cual concepto puede
obstaculizarnos en el avance hacia el SUPER-HOMBRE.

El SUPER-HOMBRE conoce lo bueno de lo malo y lo malo de lo
bueno; empuña la espada de la justicia
cósmica y está más allá del bien y
del mal.

El SUPER-HOMBRE habiendo liquidado en sí mismo todos
los valores
buenos y malos, se ha convertido en algo que nadie entiende, es
el rayo, es la llama del espíritu universal de vida
resplandeciendo en el rostro de un Moisés.

En cada tienda del camino algún anacoreta ofrece sus
dádivas al SUPER-HOMBRE más éste
continúa su camino mas allá de las buenas
intenciones de los anacoretas.

Lo que dijeron las gentes bajo el pórtico sagrado de
los templos tiene mucha belleza, pero el SUPER-HOMBRE está
más allá de los dichos piadosos de las gentes.

El SUPER-HOMBRE es el rayo y su palabra es el trueno que
desintegra a los poderes del bien y del mal.

El SUPER-HOMBRE resplandece en las tinieblas, más las
tinieblas odian al SUPER-HOMBRE.

Las multitudes califican al SUPER-HOMBRE de perverso por el
hecho mismo de que no cabe dentro de los dogmas indiscutibles, ni
dentro de las frases piadosas, ni dentro de la sana moral de los
hombres serios.

Las gentes aborrecen al SUPER-HOMBRE y le crucifican entre
criminales porque no lo entienden, porque lo prejuzgan,
mirándolo a través del lente psicológico de
lo que se cree santo aunque sea malvado.

El SUPER-HOMBRE es como la centella que cae sobre los
perversos o como el brillo de algo que no se entiende y que se
pierde después en el misterio.

El SUPER-HOMBRE ni es santo ni es perverso, está
más allá de la santidad y de la perversidad;
más las gentes le califican de santo o de perverso.

El SUPER-HOMBRE brilla por un momento entre las tinieblas de
este mundo y luego desaparece para siempre.

Dentro del SUPER-HOMBRE resplandece abrasadoramente el Cristo
Rojo. El Cristo revolucionario, el Señor de la Gran
Rebelión.

CAPÍTULO XXIX.

EL SANTO
GRIAL

El Santo Grial resplandece en la noche profunda de todas las
edades. Los Caballeros de la Edad Media en la época de las
Cruzadas buscaron inútilmente el Santo Grial en la tierra
Santa más no le hallaron.

Cuando Abraham el Profeta volvía de la guerra contra
los reyes de Sodoma y de Gomorra, dicen que encontró a
Melquisedec el Genio de la
Tierra. Ciertamente ese Gran Ser vivía en una fortaleza
ubicada exactamente en aquel lugar donde más tarde se
edificó a Jerusalem, la ciudad querida de los
Profetas.

Dice la leyenda de los siglos y esto lo saben los divinos y
los humanos, que Abraham celebró la Unción
Gnóstica con el compartimiento del pan y del vino en
presencia de Melquisedec.

No está demás afirmar que entonces Abraham
entregó a Melquisedec los diezmos y primicias tal como
está escrito en el Libro de la
Ley.

Abraham recibió de manos de Melquisedec el Santo Grial;
mucho más tarde en el tiempo esta copa fue a dar en el
templo de Jerusalem.

No hay duda de que la Reina de Saba sirvió de mediadora
para este hecho. Ella se presentó ante Salomón Rey
con el Santo Grial y después de someterle a rigurosas
pruebas le hizo entrega de tan preciada joya.

El Gran Kabir Jesús bebió en esa copa en la
ceremonia sagrada de la última cena tal como está
escrito en los Cuatro Evangelios.

José de Arimatea llenó el Cáliz con la
sangre que
manaba de las heridas del Adorable en el Monte de las Calaveras.

Cuando la policía Romana allanó la morada del
citado Senador no halló esta preciosa joya.

El Senador Romano no solo escondió la tan preciosa joya
sino que, además, junto con ella guardó bajo tierra
la lanza de Longibus con la cual el centurión Romano
hiriera el costado del Señor.

José de Arimatea fue encerrado en una horrible
prisión por no haber querido entregar el Santo Grial.

Cuando el citado Senador salió de la cárcel se
marchó para Roma portando el
Santo Grial.

Al llegar a Roma José de Arimatea encontró la
persecución de Nerón contra los Cristianos y se fue
por las orillas del Mediterráneo.

Una noche en sueños se te apareció un
ángel y le dijo: "Este cáliz tiene un gran poder
porque en él se encuentra la sangre del Redentor del
Mundo." José de Arimatea obedeciendo órdenes del
ángel enterró tal cáliz en un templo ubicado
en Montserrat, Cataluña, España.

Con el tiempo tal cáliz se hizo invisible junto con el
templo y parte de la montaña.

El Santo Grial es el vaso de Hermes, la copa de
Salomón, la urna preciosa de todos los templos de
misterios.

En el Arca de la alianza no faltaba nunca el Santo Grial en la
forma de la copa o gomor, dentro de la cual se hallaba depositado
el maná del desierto.

El Santo Grial categoriza en forma enfática al YONI
femenino, dentro de esta santa copa está el néctar
de la inmortalidad, el Soma de los místicos, la suprema
bebida de los Dioses Santos.

El Cristo Rojo bebe del Santo Grial en la hora suprema de la
Cristificación, así está escrito en el
Evangelio del Señor.

Nunca falta el Santo Grial en el altar del templo. Obviamente
el Sacerdote debe beber el vino de la luz en la Copa Santa.

Sería absurdo suponer un templo de misterios dentro del
cual faltara la bendita copa de todas las edades.

Esto viene a recordarnos a Ginebra La Reina de los Jinas
aquella que a Lanzarote escanciara el vino en las copas delicias
de SUFRA y de MANTI.

Los Dioses inmortales se alimentan con la bebida contenida en
la Copa Santa; aquellos que odian a la Bendita Copa, blasfeman
contra el espíritu
santo.

El Súper-hombre debe alimentarse con el néctar
de la inmortalidad contenido en el cáliz divinal del
templo.

Transmutación de la energía creadora es
fundamental cuando se quiere beber en el Vaso Santo.

El Cristo Rojo siempre revolucionario, siempre rebelde,
siempre heroico, siempre triunfante, brinda por los Dioses
bebiendo en el cáliz de oro.

Levantad bien vuestra copa y cuidad de verter ni siquiera una
gota del precioso vino.

Recordad que nuestro lema divisa es THELEMA (voluntad).

Del fondo del cáliz -simbólica figura del
órgano sexual femenino-, brotan llamas que resplandecen en
el rostro encendido del Súper-Hombre.

Los Dioses inefables de todas las galaxias beben siempre de la
bebida de la inmortalidad en el cáliz eterno.

El frío lunar produce involuciones en el tiempo; es
necesario beber del vino sagrado de la luz en el vaso santo de la
Alquimia.

La púrpura de los reyes sagrados, la corona real y el
oro flamígero solo es para el Cristo Rojo.

El Señor del Rayo y del Trueno empuña en su
diestra el Santo Grial y bebe el vino de oro para
alimentarse.

Quienes derraman el Vaso de Hermes durante la cópula
química,
de hecho se convierten en criaturas infrahumanas del
sub-mundo.

Todo lo que aquí hemos escrito encuentra plena documentación en mi libro titulado
«El Matrimonio
Perfecto».

 

 

 

 

Autor:

V.M. Samael Aun Weor

Instituto Cultural Quetzalcoatl de Antropología Psicoanalítica,
A.C.

http://samaelgnosis.net y http://samaelgnosis.org

Partes: 1, 2, 3, 4
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