Ya aquí no interesa la forma en que se va dando la
acumulación originaria de lo ideal, interesa que el hombre se
ha transformado de sujeto pasivo en sujeto activo, en sujeto
productor de lo ideal. Por tanto, el proceso
productivo tiene un carácter ampliado. A nivel de la conciencia
individual, y de su acción
mancomunada, tiene lugar la producción, también, de lo ideal.
Desde este punto de vista, el proceso de producción de lo
ideal tiene la forma
O – S – O* – S – O** – S – O*** – . .
.
Aquí el asterisco significa la forma ampliada que tiene
el proceso productivo
Capítulo VI.-
El acto de la
producción espiritual propiamente dicha.
El hombre (o su
conciencia individual) produce lo ideal porque al producir los
bienes
materiales
crea nuevas necesidades (3).
Tomemos un objeto cualquiera, digamos la mesa.
¿Qué significa producir materialmente la mesa?
Producir la mesa no significa producir materialmente esta o
aquella mesa. Es en el proceso productivo material donde se crea
el género
de las mesas. Pero recordemos, en este proceso no se produce la
idea de la mesa. La idea de la mesa sigue siendo una y la misma.
En el proceso de producción de bienes materiales el hombre
lo que hace es cosificar una y otra vez la idea de la mesa.
¿Qué significa consumir materialmente la mesa?
Consumir materialmente la mesa no significa consumir esta o
aquella mesa, consumir mi mesa o la de otro cualquiera. Al
devaluarse con el uso esta o aquella mesa no consumo el
género de las mesas. A la par que tiene lugar el consumo
material de las mesas, tiene lugar el proceso de
producción de las mesas, con lo que el género de
las mesas sigue estando en pié. Consumir materialmente la
mesa significa consumir todas y cada una del género de las
mesas. Pero para que esto ocurra el hombre debe dejar de producir
la mesa. Por otra parte, para dejar de producir la mesa el hombre
tiene que abandonar la idea de la mesa, renunciar a la idea de
cosificar la idea de la mesa.
¿Cuándo es que el hombre renuncia a una idea, es
decir entrega al olvido una idea? Cuando ya en su lugar tiene una
nueva idea que suple las funciones
sociales que la idea anterior satisfacía. En este caso no
podemos decir esto de la idea de la mesa, pues el hombre sigue
produciendo materialmente la mesa. Pero podemos decirlo de todas
las ideas que han pasado al olvido. ¿Cuáles son
éstas?, no lo podemos decir, pues de decirlo ya no
serían ideas olvidadas. Pero sabemos que muchas ideas han
sido tiradas al olvido.
Por otra parte, consumir una idea no significa necesariamente
entregar al olvido la idea en cuestión. Puede suceder que
el hombre modifique el significado social de la idea. Puede pasar
que lo que en un inicio era una idea que satisfacía
determinadas necesidades materiales, pase con el tiempo al
baúl de los recuerdos como un objeto museable. Esta es la
forma más común de consumir una idea. Como norma,
el hombre no olvida sus ideas, sino que las pasa a pasivo y las
deja como componentes de la conciencia social en forma de
recuerdo, como parte de su cultura. Pero,
¿cuándo es que el hombre pasa a pasivo una idea?,
cuando en su lugar hay una nueva idea que suple las necesidades
materiales que la idea anterior satisfacía.
Al producir y consumir los bienes materiales, el hombre
produce (crea) nuevas necesidades, tanto materiales como
espirituales. Si lo que se necesita es una idea, entonces la
necesidad es espiritual. Si lo que se necesita es una cosa,
entonces la necesidad es material. Pero para producir una cosa
cualquiera es necesario idealizar esa cosa. Es decir, darle
existencia ideal a la cosa antes de su existencia material. Por
eso, la necesidad material va acompañada de la necesidad
espiritual. Las mercancías no van solas al mercado.
Necesitan de sus guardianes, los poseedores de mercancías
(los hombres), para ponerse en movimiento.
Son los hombres los que ponen en movimiento las cosas, por
ejemplo las mercancías. El bien material surge (se mueve)
porque los hombres lo ponen en movimiento. Pero para ello hay que
tomar conciencia de esta necesidad.
El descubrimiento de estas nuevas necesidades es un hecho
gnoseológico como otro cualquiera. El resultado indirecto
del mismo es la producción de una nueva idea. Las
necesidades en el hombre, por muy elementales y materiales que
estas sean, siempre es un hecho espiritual. El hombre toma
consciencia de sus necesidades, tanto materiales como
espirituales, de forma ideal. La toma de conciencia de estas
necesidades reviste la forma de la idea. Así acontece con
una necesidad material cualquiera, como por ejemplo la de tomar
agua. El
hombre se hace idea de la necesidad de tomar agua y, entonces, es
que puede pasar a satisfacer la necesidad. Al producir nuevas
necesidades, el hombre, por ello, produce nuevas ideas.
¿Cómo es que el hombre satisface las nuevas
necesidades?, con la producción de nuevas ideas. Al
producir nuevas ideas y pasar a su cosificación el hombre
satisface las nuevas necesidades.
Retomemos, una vez más, la producción
espiritual, pero ahora en su relación con el consumo. Toda
producción implica un consumo, al producir necesariamente
consumimos. Esto es válido para la producción
material y lo es, también, para la producción
espiritual. Claro que aquí, en la producción
espiritual, no se trata del consumo material, sino del
espiritual. ¿Cómo es que en la producción de
las ideas tiene lugar, a la par, el consumo de las propias
ideas?
Supongamos que producimos una idea, por ejemplo la de la
máquina computadora. A
primera vista nos parece que la idea de la computadora
no acarrea consumo de ideas. Evidentemente, al producir la idea
de la computadora no "destruimos" físicamente otras ideas,
como hacemos con el acto de producción material. Para
producir un bien material, por ejemplo un par de zapatos, hay que
consumir (destruir) cuero,
pegamento, hilo, etc. Producir el bien material significa
consumir de forma productiva. Pero con la idea no sucede
así. Al producir una idea no consumimos otras ideas en
calidad de
materia prima.
Pero sí consumimos. ¿Cómo es que, entonces,
tiene lugar este consumo?
Al producir una idea depreciamos moralmente las ideas
precedentes. ¿Cómo se deprecian moralmente las
ideas precedentes?, como disminución de su
significación social. Al aparecer la computadora, la
máquina de escribir convencional, por ejemplo, se deprecia
socialmente, pierde valía o utilidad
práctica. Pero la idea nueva no deprecia moralmente esta o
aquella idea en específico, sino todo el resto de las
ideas anteriores. Ella, la idea nueva, se refiere a las
demás ideas –las anteriores- como lo nuevo, y las
demás aparecen ahora como lo viejo. Claro que deprecia en
mayor o menor medida esta o aquella idea. Pero se refiere no a
una idea en específico, sino al resto de todas las ideas.
Es como si a cada una de estas ideas anteriores le correspondiera
una cuota de depreciación moral. La
proporción de esta cuota es específica a cada idea,
pero se refiere a un conjunto y no a una idea en
específico. La aparición de la computadora, por
ejemplo, deprecia no sólo la máquina de escribir
convencional, sino también el teléfono, etc. Cada nueva idea repercute
sobre las demás, unas veces directamente otras
indirectamente, de forma tal que le va restando valía al
resto de las ideas.
De este modo, dosis a dosis una idea en concreto va
siendo consumida espiritualmente en el proceso social de la
producción de la conciencia social. El final de este
proceso, es el consumo total de la idea en cuestión. Y
coincide con el momento en que la idea pasa a pasivo o queda
olvidada en la historia de la conciencia
social.
Surge una cuestión a saber: ¿de dónde
brota la nueva necesidad espiritual?, ¿cuál es el
estímulo fundamental de la nueva idea? Es evidente que, en
el ámbito de la producción material, al producir un
bien material surge a la par la necesidad material de su
producción a escala ampliada.
Por ejemplo, la invención de la
televisión crea la necesidad de la producción
industrial del televisor. Los hombres, al descubrir el televisor
quieren disponer del televisor de forma generalizada. Por eso
pasan a su producción industrial. Lo que en un inicio era
un televisor aislado (un único ejemplar) se convierte, con
la producción a escala industrial, en todo un
género de objetos. La necesidad material surge así
de la producción material precedente. Pero surge pasando
por el prisma de la conciencia, pasando por la fase de necesidad
espiritual y de la invención de la idea. Es evidente que
la producción material actual crea, a su vez, la necesidad
ulterior, la necesidad de ampliar el proceso productivo en
cuestión. Pero esto es factible cuando la idea en
cuestión está producida. La necesidad material
consiste básicamente en la necesidad de cosificar
(producir materialmente) más y más una misma idea.
Por eso, la producción material crea nuevas necesidades
materiales, pasando por el prisma de la conciencia. Pero,
¿la necesidad espiritual de dónde brota?
Desde este punto de vista, la producción material y las
necesidades materiales guardan una mutua dependencia. La
producción crea nuevas necesidades y las necesidades crean
un nuevo ciclo productivo. Si designamos a la producción
por P y a las necesidades por N, se tiene, entonces, la
cadena
. . . – P – N* – P* – N** – P** – N*** – . .
.
Notemos que el asterisco representa el incremento de la
producción y las necesidades que tiene lugar en el proceso
productivo material. Nótese, además, que es la
nueva necesidad la que crea un nuevo ciclo productivo y no a la
inversa.
La fórmula anterior se refiere, esencialmente, al
proceso material. Pero con relación al proceso espiritual
no acontece del todo así. La producción de ideas no
tiene su fuente intrínseca en las ideas precedentes. En el
mundo de las ideas no hay inmanencia. Las ideas no brotan de las
ideas anteriores como si de éstas "nacieran" ideas. No se
trata de un proceso de auto gestación de lo ideal. Las
ideas no tienen una historia auténtica. No tienen su
propia historia ni su propio desarrollo
(4). La idea, por sí sola, es indiferente a la necesidad
espiritual. Del proceso de producción espiritual, del acto
de la producción de una idea, no puede brotar, entonces,
la necesidad espiritual de una nueva idea. Las ideas no crean
necesidades. La necesidad espiritual no nace de las ideas
precedentes. Por tanto, no nace directamente del proceso de
producción espiritual. Pero si la necesidad espiritual no
nace directamente del proceso de producción espiritual,
entonces la necesidad espiritual debe brotar de fuera del proceso
espiritual.
Es evidente que la idea del televisor es la que crea la
posibilidad de su producción material. No se puede
producir lo que no se ha idealizado. El hombre antes de ejecutar
la construcción de algo lo proyecta en su
cerebro. Al final
del proceso de trabajo, brota
un resultado que tenía ya existencia ideal. El hombre no
se limita a hacer cambiar de forma la materia que le
brinda la naturaleza,
sino que realiza en ella su fin, fin que sabe que rige como
ley las
modalidades de su actuación y al que tiene que supeditar
su voluntad (5). Para producir el televisor, por ejemplo, tiene,
por tanto, que producir previamente la idea del televisor.
¿De dónde nace, pues, la necesidad de la idea,
digamos, del televisor?
De la reproducción simple del proceso de
producción material no puede ser. La reproducción
material simple precedente sólo crea la necesidad de la
producción material del género de la cosa (es
decir, de cosificar más y más la misma idea) en la
misma proporción en que es consumida, pero no la necesidad
de la producción de una nueva idea. La producción
de una nueva idea, lo que crea a su vez como norma un nuevo ciclo
productivo material, parece que surge del ciclo ampliado del
proceso de reproducción material. Pero este ciclo ampliado
presupone, a su vez, la idea nueva, que es la que amplia el ciclo
en cuestión. Para ampliar el ciclo productivo material a
nuevas formas de mercancías hay que crear previamente la
idea de la cosa como tal. Entonces no puede nacer del ciclo
ampliado de la producción material. Pero si no es del
ciclo simple ni del ciclo ampliado, entonces debe nacer fuera del
proceso productivo material. El ciclo de la producción o
es simple o es ampliada. No hay otra opción. Notemos,
además, que el ciclo de la producción material
contiene como momento suyo al ciclo de la circulación. Por
tanto, en el proceso ampliado de la producción material se
contiene toda la vida material de la sociedad.
Hemos llegado a un resultado antinómico. La necesidad
espiritual no nace directamente del proceso productivo material,
debe nacer fuera de él. Pero tampoco nace directamente,
como vimos, del proceso de producción espiritual. Nace
fuera de él. Pero tiene que nacer en ellos. La actividad
del sujeto o es material o es espiritual. No hay otra
opción. Nace, por ello, dentro y fuera al mismo tiempo.
Nace dentro y fuera del proceso de producción material, y
nace dentro y fuera del proceso de producción espiritual.
Nace en su unidad. La necesidad espiritual es un descubrimiento,
un descubrimiento práctico (a escala de la conciencia
individual y de la actividad del sujeto). Nace de la
práctica del sujeto.
La práctica es un tipo de producción que tiene
la peregrina cualidad de producir más necesidades que las
que se satisfacen en el acto productivo en cuestión. La
práctica, como actividad ideolomaterial concreta del
sujeto concreto (el hombre de carne u hueso), es, en una de sus
determinaciones, pensamiento,
conciencia en acción, y éste (el pensamiento
concreto) tiene, al igual que la conciencia (el pensamiento es
conciencia en acción), la peregrina cualidad de producir
más ideal, más necesidades (en este caso
espirituales) que las que se satisfacen en el acto productivo
concreto, es decir en el acto de actividad idealomaterial en
cuestión.
De la práctica brota el estímulo fundamental
para el surgimiento de la nueva idea. El problema se plantea a la
par que se resuelve. De la práctica brota el
conocimiento y es en la práctica donde surge la
necesidad de este conocimiento
(idea). La práctica, en tanto que todo tipo de actividad
humana, es la unidad de lo material y lo espiritual, es actividad
material y es actividad espiritual. Según Descartes, en
el hombre, más exactamente – decimos nosotros – en
su actividad, se da la unidad de la extensión (lo
material) y el pensamiento (lo ideal) (6). Por eso la necesidad
espiritual de la idea en cuestión nace dentro y fuera al
mismo tiempo de los dos procesos, nace
en los dos procesos al mismo tiempo y fuera de cada uno de ellos
por separado, al mismo tiempo. Nace en la práctica.
Recordemos que la conciencia individual tiene la peregrina
cualidad de producir más ideal del que se invirtió
en su producción. Por ello, es en la actividad del sujeto
(en su actividad consciente) la que crea la nueva necesidad, pero
esta actividad del sujeto (la consciente) es esencialmente
práctica.
El problema de la necesidad de la producción de una
nueva idea, de este o aquel descubrimiento, es un problema
práctico. Es en la práctica (de la cual la
producción de bienes materiales es un núcleo
fundamental), donde se crea las premisas para el surgimiento de
esta necesidad. Normalmente, un descubrimiento prepara el terreno
para otra nueva necesidad, que trae un nuevo descubrimiento y
así sucesivamente. La toma de conciencia de la necesidad,
tanto material como espiritual, es otro descubrimiento. No hay
diferencias sustanciales entre la toma de consciencia de la
necesidad material y la toma de consciencia de la necesidad
espiritual. Y no hay diferencia de principio entre el
descubrimiento de la necesidad espiritual y el descubrimiento de
la idea.
Por otra parte, al ampliarse la práctica social, tanto
en extensión como en profundidad, se prepara el terreno
para la formación de las nuevas necesidades espirituales.
Al incorporar la materia exterior, la naturaleza, a la
práctica transformamos la cosa en objeto, es decir en ente
para el acto gnoseológico. Mientras que la cosa yace fuera
de la práctica, no es posible el descubrimiento de la
necesidad de su conocimiento. Es menester incorporar la cosa a la
práctica para poder conocer
sus propiedades, y para que surja la necesidad de su
conocimiento. Por ello, lo que crea la necesidad espiritual es la
incorporación del objeto a la práctica.
La incorporación del objeto a la práctica es
otra necesidad práctica. Es la práctica la que
tiene sustantividad. Es la práctica la que tiene auto
desarrollo. La fuente de este desarrollo hay que buscarlas en las
contradicciones que yacen en la propia práctica,
contradicciones que son internas a la práctica y que no
marcan como si fuesen desde fuera la génesis de su
desarrollo.
El proceso de transformación práctica del objeto
es un proceso complejo. La práctica comprende todo tipo de
actividad con el objeto, para el objeto y sobre el objeto. Pero
esencialmente el proceso práctico es un proceso de
análisis y síntesis,
y de abstracción y concreción. En la
práctica desintegramos al objeto en sus partes y lo
integramos en una totalidad. Tiene así lugar el proceso de
análisis y síntesis. El análisis y la
síntesis del objeto son precedidos o acompañados de
los procesos de abstracción y concreción. Al
arrancar del objeto una o varias de sus partes, hacemos
abstracción. Al incorporar las partes al todo, hacemos
concreción. Estos procesos permiten separar lo esencial de
lo contingencial, lo necesario de lo casual, etc. Los procesos de
análisis, síntesis, abstracción y
concreción arrojan el conocimiento, las ideas, las
necesidades, etc., propios del proceso espiritual. En ella, en la
práctica, se da el proceso de ascenso de lo abstracto a lo
concreto (7).
La práctica es, a la par de los procesos espirituales,
un proceso material. El análisis y síntesis mental
se corresponde con el análisis y síntesis material,
etc. La práctica es un metabolismo
donde sujeto y objeto se integran en una sola realidad.
Aquí lo material y lo ideal coinciden. La actividad
material en el proceso práctico coincide con la actividad
ideal en el propio proceso práctico. Por eso
también, la necesidad espiritual coincide con la necesidad
material. Mientras que se analice la producción material
al margen de los procesos espirituales, no podemos entender
cómo de la producción material nace la necesidad
espiritual. El problema del desarrollo
social, tanto material como espiritual, es un problema
práctico. Si trazáramos dos rectas: una para
designar la producción espiritual y otra para designar la
producción material, veríamos que en un punto se
cortan. Este punto de intersección es la práctica,
es decir la actividad del sujeto movida a fines. Aquí
coincide lo material y lo espiritual. Por eso en la
práctica la necesidad espiritual nace al mismo tiempo en
los dos procesos y al mismo tiempo fuera de ellos.
Notemos algo. Plantearse el problema de desarrollar una
actividad especial, encaminada a obtener nuevos conocimientos (es
decir, la ciencia),
puede ser sólo el resultado de un largo proceso de
desarrollo de la división social del trabajo. Una
actividad así es sólo posible, en lo fundamental,
cuando se separa el trabajo
físico del intelectual. En su forma histórica, el
conocimiento aparece no como ciencia, sino
como conocimiento práctico del objeto, que nace de la
producción material natural.
En la producción material natural la cosa, que es
incorporada a este proceso, actúa como medio o
instrumento, como objeto o materia prima y como resultado o
finalidad del trabajo. Por tanto, sólo en el accionar
práctico con la cosa (instrumento), sobre la cosa (objeto
de la producción) y para la cosa (producto del
trabajo) es que puede darse el proceso espiritual de la cosa. El
fruto de este proceso es la producción de las ideas
propiamente dichas y de las necesidades espirituales.
Capítulo VII.-
La
distribución espiritual y la conciencia
social.
Las ideas, una vez producidas, deben ser distribuidas El
movimiento de la idea del lugar en que es producida al lugar en
que es consumida coincide con el proceso de distribución de la idea. No podemos
confundir la distribución espiritual con la
circulación espiritual. Para que exista
distribución, debe haber circulación. La
circulación es un momento de la distribución. Pero
la distribución contempla, además de la
circulación propiamente dicha, el momento del consumo. La
forma en que las ideas llegan a los hombres para ser consumidas
es lo que entendemos por distribución espiritual.
Podemos comparar la distribución espiritual con el
proceso de distribución material. En cualquier
régimen social, el contenido del proceso de
distribución material de productos
consta de las siguientes cuestiones: ¿quién se
apropia de los productos?, ¿a quién van a parar en
definitiva?, y ¿cómo y qué parte se destina
al consumo productivo y qué parte al consumo improductivo
(personal)?
Notemos algo, antes de que la producción sea
distribución de productos, es distribución de los
instrumentos de producción, distribución de la
materia prima (objeto de trabajo) y distribución de los
miembros de la sociedad entre los distintos tipos de
producción. Por tanto, la distribución de productos
materiales es sólo el resultado de la distribución
en general. La distribución espiritual no gira, como la
material, en torno a
instrumentos. Toda persona en su
sano juicio está en condiciones de poder producir
espiritualmente, dispone de los instrumentos necesarios. Estos
son dados por "naturaleza". La distribución espiritual
tampoco interesa por ahora desde el punto de vista de la
distribución de los hombres entre los distintos tipos de
producción. Se supone que la producción espiritual
es una. No interesa, aquí, su división en ramas.
Por tanto, lo que interesa es ¿a dónde van a parar,
en última instancia o en definitiva, las ideas?
Sólo puedo distribuir lo que se produce. Pero por el
mero hecho de que se produzca una idea no quiere decir que
necesariamente se consuma, o que se consuman de forma igual todas
las ideas.
Supongamos que todas las ideas producidas circulan libremente,
de modo que a una conciencia individual arribe por medio del
proceso de dobles metamorfosis todas y cada una de las ideas
producidas. Desde este punto de vista, la conciencia individual
en cuestión coincidiría con la conciencia social en
general. Denotemos a esta conciencia individual por X. Pero las
ideas apropiadas por la conciencia X son el resultado del proceso
de producción de otras conciencias. Supongamos,
además, que la conciencia que produce estas ideas es, como
la conciencia X, coincidente con la conciencia social. Para
simplificar, supongamos que estas conciencias individuales se
reducen a una, sea la conciencia Y.
Desde este punto de vista, la distribución espiritual
se circunscribe a la relación entre la conciencia X y la
conciencia Y. La conciencia Y produce la idea en cuestión
y la conciencia X la recepciona. Si ahora la conciencia X produce
una nueva idea, que a su vez circula libremente, y la conciencia
Y la recepciona; entonces se produce el consumo espiritual.
¿Cómo es que tiene lugar este consumo? Como
proceso que se ejecuta paralelo en las dos conciencias al
unísono. Al producir la idea la conciencia Y,
devalúa las ideas que tiene la conciencia X. Pero
devalúa las ideas que, con anterioridad a la
producción de la idea en cuestión, tenía la
propia conciencia Y. La devaluación es general, aunque la
producción es individual. De suerte que lo que una vez
hace la conciencia Y en otra ocasión lo hace la conciencia
X. La conciencia X puede, a su vez, producir una nueva idea y
devaluar las ideas propias y las ideas de la conciencia Y. Desde
este punto de vista, la producción es compartida por ambos
sujetos y el consumo es, también, compartido.
Si la relación entre la producción y el consumo
en torno a la distribución espiritual se redujese a la
relación entre la conciencia X y la conciencia
Y, no existiría el problema, entre otros, de la
sedimentación de lo ideal y su transformación en
una fuerza
objetiva.
Toda nueva fuerza productiva trae, por principio, como
consecuencia un nuevo desarrollo de la división del
trabajo (8). La sociedad no puede desarrollar las fuerzas
productivas sin desplegar a una escala superior la
división del trabajo. La condición básica de
la práctica humana es desarrollar continuamente a escalas
superiores las fuerzas productivas. La verdadera finalidad de la
producción es servir al consumo y, sobre todo, al consumo
improductivo, al consumo personal que crece continuamente a
escalas superiores. Por ello, desarrolla continuamente la
división del trabajo. ¿Qué consecuencias
sociales trae el desarrollo de la división del
trabajo?
Al dividir el trabajo, como forma de desarrollo de las fuerzas
productivas, los hombres se sitúan unos con respecto a los
otros en distintas posiciones, asumen relaciones. La
relación social es eso: la posición que asumen los
hombres los unos con respecto a los otros en lo tocante al
material de trabajo, los instrumentos de trabajo, el producto del
trabajo y el trabajo mismo (9). En unos casos las relaciones son
puramente técnicas
(se trata de las disposiciones con respecto al trabajo mismo), en
otros de propiedad (no
técnicas). Se trata de las disposiciones respecto a los
instrumentos, el material y el producto del trabajo.
Las relaciones las encontramos ya en el mundo animal. En la
manada de monos encontramos todo un sistema de
relaciones bióticas, por ejemplo tanto en torno al objeto
sexual como en torno al producto alimenticio. Las relaciones en
el hombre sólo vienen a desarrollar el sistema de
relaciones bióticas que encontramos ya en nuestros
antepasados. A este subsistema de relaciones bióticas hay
que añadir el subsistema de relaciones sociales, que la
división del trabajo acarrea. Pero hay que señalar
que al humanizarse el animal presocial, este sistema de
relaciones bióticas se humaniza. Por muy elemental
(biótica) que sea la relación que el hombre
establece, ésta siempre toma un carácter ideal. El
objeto sexual y el producto alimenticio, por ejemplo, en el
hombre sólo se pueden distribuir de forma ideal, bajo la
forma de la idea del cómo hacer las cosas, del cómo
distribuirlos.
La división del trabajo (de esta o aquella
división), tanto en lo tocante al trabajo mismo como a lo
tocante al instrumento, el producto y el objeto (material del
trabajo), es otra idea más. Los hombres sólo pueden
dividir el trabajo, en cualquiera de sus dimensiones, de forma
ideal. Del simple proceso productivo material, como vimos, no
puede surgir la necesidad material sin tomar la forma de
necesidad espiritual e idea. La división del trabajo es
siempre un proceso ideal. De aquí que las relaciones
sociales, que son consecuencias de esta división, sean
también de naturaleza ideal.
Comúnmente se piensa de forma distinta. Se piensa que
las relaciones sociales son una forma de lo material. Esta
concepción parte del supuesto de que por cuanto estas
relaciones son objetivas, entonces son materiales. Pero ya
nosotros vimos que lo ideal es, en una de sus dimensiones, tan
objetivo como
lo material. Lo material no es sólo realidad objetiva,
sino también realidad sensible. Lo ideal, en tanto que
objetividad, no posee, en cambio, la
propiedad de la sensibilidad. Es espiritual. Precisamente, el
cuerpo fundamental de la conciencia social es su cuerpo objetivo.
Por ello, por el hecho de que las relaciones sociales sean
objetivas, no se puede concluir que sean materiales. Son
objetivas; sí, pero ideales.
Son ideales porque se desprenden de la división del
trabajo la cual es una idea más. Pudiera pensarse que este
argumento no es suficiente para reconocer el carácter
ideal de las relaciones sociales. Se podría argumentar que
de un acto espiritual se puede desprender una consecuencia
material. Evidentemente en ocasiones sucede así, pero de
lo que se trata en la división del trabajo, en la idea de
dividir el trabajo de este o aquel modo, es de establecer
precisamente este o aquel sistema de relaciones sociales. Las
relaciones sociales, consecuencias de la división del
trabajo, son la división misma del trabajo. Dividir el
trabajo es tomar conciencia de la necesidad de establecer este o
aquel sistema de relaciones sociales en lo tocante a los
componentes del trabajo (es decir, en lo tocante al instrumento,
al producto, al material y al trabajo mismo). No es que la
división del trabajo va por un lado y las relaciones
sociales por el otro. La división del trabajo, el dividir
el trabajo de este o aquel modo, es la idea de establecer este o
aquel subsistema de relaciones sociales. Las relaciones sociales
son la división misma del trabajo. División del
trabajo y relaciones sociales son dos formas de llamar a los dos
aspectos de un mismo proceso.
Ahora bien, la división del trabajo, o dígase en
su lugar las relaciones sociales, una vez establecida toma
objetividad. Se trata aquí, en la división del
trabajo, de la cosificación de una idea. Es un concepto plasmado
como actitud, como
"postura" (en tanto que acto consciente) entre los hombres. No
hay nada de extraño en el carácter objetivo de las
relaciones sociales. Toda idea plasmada, "cosificada", etc., es
objetivada. La idea de la división del trabajo lo es
también, lo que en este caso en forma de relaciones
sociales. Y como cada división del trabajo es una fuerza
productiva más, y como el hombre no puede renunciar a sus
fuerzas productivas, entonces produce y reproduce continuamente
estas relaciones sociales o, en su lugar (que es lo mismo), la
división del trabajo.
Señalemos lo siguiente. Carlos Marx
coquetea con el carácter ideal de las relaciones sociales,
en particular con el carácter ideal del valor. Casi lo
descubre. El nos dice: "estas formas –y aquí parece
que se refiere a la mercancía, el valor, el dinero,
etc.- son precisamente las que constituyen las categorías
de la economía burguesa. Son formas mentales
aceptadas por la sociedad, y por tanto objetivas, en que se
expresan las condiciones de producción de este
régimen social de producción históricamente
dado" (10). Es decir, reconoce que son "formas mentales", en
otras palabras ideas. Pero antes y después de decir esto,
vuelve a la idea de que el valor, la mercancía, el
dinero, etc.,
son "materializaciones" de trabajo humano y que, por tanto, estas
categorías (y las relaciones sociales que ellas
representan) son materiales. El mismo nos dice: "recordemos, sin
embargo, que las mercancías sólo se materializan
como valores en
cuanto son expresión de la misma magnitud social; trabajo
humano, que por tanto, su materialidad como valores es puramente
social" (11). Aquí, en la frase anterior, declara que el
valor es una relación social material. Marx descubre que
el valor es una relación social, pero lo considera
material porque en su momento el dinero (la
mercancía-dinero) era el oro y aquella,
la mercancía-dinero, no se había desprendido de su
cuerpo material; el oro. El mismo dice: "para simplificar, en
esta obra –se refiere a El Capital–
partimos del supuesto de que la mercancía-dinero es el
oro" (12). Mientras que la mercancía-dinero se
identificaba con el oro, no era posible descubrir el
carácter ideal del valor (se trata del valor de las
mercancías). Si el dinero es la mercancía que
monopoliza la forma equivalencial del cambio (porque todas las
mercancías la reconocen como forma equivalencial
universal), y la mercancía que monopoliza en la concreta
esta forma es el oro; entonces el oro es la
mercancía-dinero por excelencia. Aún en 1944 el oro
era la mercancía-dinero por excelencia. En Bretton Woods
en EE.UU. el 27 de julio de 1944 se acordó que el
dólar fuera el dinero mundial, con un respaldo de 35
dólares por onza de oro. Según este acuerdo, 35
dólares y una onza de oro eran la misma cosa. El
dólar era otra forma de llamar al oro. Este acuerdo
obedecía a la necesidad de estabilizar la economía
mundial a raíz de la segunda guerra
mundial y las ideas fundamentales venían del
economista John Maynard Keynes.
Después de Bretton Woods, EE.UU. adquirió el
privilegio de emitir la moneda de reserva de la economía
mundial. El sistema funcionó más o menos bien hasta
los años 60, en que la economía de Estados Unidos
cae en crisis por la
guerra en
Vietnam. Las cosas cambiaron radicalmente en 1971. En esta fecha,
el presidente Nixon quitó el respaldo en oro del
dólar. Ya el dólar no era algo equivalente al oro.
Esta medida fue unilateral por parte de EE.UU. (13). Ahora
quedaba claro que el dinero, que ya no era el oro sino el papel
moneda, no era material sino ideal. ¿Qué quedaba en
pié del dinero si ya no era el oro? Un simple billete de
papel verde, que se fundamentaba y se respaldaba en la
credibilidad en el estado de
Estados Unidos y en su economía. Como puede verse del
simple análisis, esta credibilidad es una idea, un
concepto más. Es, por tanto, un acto ideal.
¿Qué es el dinero sino una idea objetivada,
plasmada, "cosificada" y petrificada como relación social?
Pero es una idea (un concepto) que si el hombre renuncia a ella,
entonces tiene que recomenzar por el inicio de nuevo y volverla a
reproducir necesariamente. Es una idea, un concepto que el hombre
reproduce todos los días en el sistema de relaciones
sociales. Por otra parte, si el dinero (dígase el
dólar) no es material, sino ideal; entonces el valor (del
cual el dinero es su expresión más acabada) es
ideal también. Pero si el valor no es material (sino
ideal), y si el valor es la relación social fundamental de
la sociedad moderna (contemporánea); entonces el resto de
las relaciones sociales, que sobre el valor se levantan,
también serían ideales. Desde este punto de vista,
el sistema de las relaciones sociales es ideal. Marx no puede
descubrir el carácter ideal del valor, y con él el
de las relaciones sociales, por razones históricas.
Sólo después de 1971 y sólo después
de que se hizo evidente que este orden de cosas instaurado en
1971 era estable se puede llegar a la idea de que el dinero, el
valor, etc. (y todas las formas de la economía burguesa)
son ideales.
De este modo, el hombre al venir al mundo se encuentra con un
mundo de relaciones sociales "cosificadas" con las cuales tiene
que interactuar y en las cuales tiene que ensamblar, relaciones
sociales que son ideales, pero objetivas y petrificadas por el
proceso de producción y reproducción de su
práctica social, en particular de producción y
reproducción de su vida material. Si ahora, por razones de
su origen social, de economía, etc., un hombre se ve
arrojado a un lugar dado del sistema de las relaciones sociales;
entonces quedará atrapado en la división del
trabajo. Quedará atrapado y, en muchos casos, de forma
desventajosa.
¿Qué quiere decir desventajosa?, quiere decir
desfavorable, perjudicial, etc., en particular en relación
al proceso de distribución espiritual. Hasta dónde
puede un hombre apropiarse las ideas de la conciencia social, de
modo que reproduzca y produzca su conciencia individual de forma
ventajosa, es una cosa que depende del lugar que ocupe en este
proceso de distribución espiritual. Pero este lugar en la
distribución espiritual es función
del lugar que ocupe en la división social del trabajo, es
decir en el sistema de relaciones sociales. El sistema de
relaciones sociales es una cosa que encuadra al individuo a
vivir una vida acotada por esta propia división del
trabajo. Por tanto, la vida espiritual de un hombre cualquiera
(sus necesidades, sus posibilidades, su consumo, etc.) es una
cosa que depende del lugar que ocupe en la división del
trabajo.
Pero hay más. No sólo la división del
trabajo acota la vida del hombre, lo encuadra, lo sujeta, etc.;
sino que también lo aliena, lo enajena. Si la consecuencia
de la división del trabajo se redujese a eso: a acotar la
vida del hombre, la situación se pudiera revertir con un
acto de voluntad o con un acto revolucionario. Bastaba con
escapar de este o aquel lugar de la división del trabajo y
ocupar, en la medida de las posibilidades, el lugar que nos
convenga, o, por medio de una revolución, romper con esta o aquella
división del trabajo, y rehacer la situación. Pero
la división del trabajo –además- aliena,
enajena, etc., al hombre. ¿En qué sentido lo
enajena, lo aliena?, en el sentido de que los productos de su
cabeza (y de las cabezas de los demás) se transforman en
una fuerza que domina sobre su propia cabeza (y la cabeza de los
demás también). Es como aquel sujeto que ante un
pantano en su camino opta por quitarse los zapatos y pasar el
pantano descalzo. El zapato, concebido para cuidar de sus pies,
acaba siendo el objeto que hay que cuidar. Lo mismo pasa con las
ideas. Las ideas, una vez producidas y "cosificadas" en la
conciencia social, se transforman en una fuerza que mora como un
duende sobre las cabezas de los hombres. Cobran realidad objetiva
y lo dominan. El hombre acaba postrado ante los productos de su
cabeza: las ideas. Pongamos por ejemplo el dinero.
¿Cuántos utópicos no se han roto la crisma
luchando contra el dinero?
No hay como escapar a esta fuerza, más allá de
las posibilidades que estas propias fuerzas brindan. El
desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de una sociedad
dada cualquiera es el fruto del desarrollo de la división
social del trabajo. Cada división social del trabajo es
una fuerza productiva más. No podemos renunciar al
desarrollo de las fuerzas productivas. Por ello, no podemos
renunciar al desarrollo de la división social del trabajo.
Renunciar a la división del trabajo es como comenzar de
nuevo. El resultado, de comenzar de nuevo, es el mismo: el grado
actual de la división social del trabajo. Pero la
división social del trabajo es el fruto de la cabeza de
los hombres. Son ideas plasmadas y petrificadas como relaciones
sociales. Por tanto, estas relaciones sociales, que son otras
tantas ideas, son una potencia ante los
hombres. Si el hombre las derriba, ellas reaparecen, se rehacen.
El hombre las reproduce al producir y reproducir su vida
práctica, en particular su vida material. Por ello, estas
ideas, nacidas de la cabeza de los hombres, son potencias ante la
espiritualidad y la esencia humana.
La distribución espiritual, por ello, no es la simple
relación entre la conciencia X y la conciencia
Y. La verdadera distribución espiritual es un
conjunto de conceptos (ideas) objetivados, plasmados,
cosificados, petrificadas y sedimentados en la conciencia social,
de modo que no son consumidos como las otras ideas restantes.
¿A dónde van a parar en definitiva las ideas
producidas? Van a parar no a la conciencia X ni a la
conciencia Y, sino a la conciencia social. Esta conciencia
social es, en su cuerpo fundamental, realidad objetiva y no
subjetividad en X o en Y. La distribución
espiritual es más bien un sistema objetivado, plasmado,
cosificado y petrificado de conceptos, ideas, etc., es decir de
relaciones sociales, relaciones sociales que limitan al hombre y
lo dominan de forma enajenante. Estas relaciones sociales, que
son otros tantos conceptos, determinan de antemano el contenido
de la conciencia de los hombres, su esencia. Ya los hombres no
son lo que son por su propia voluntad, sino que son lo que son
por mandato de la división del trabajo. Su contenido de
conciencia depende del lugar que ocupa en esta división
del trabajo, es decir por el lugar que ocupan en el sistema de
relaciones sociales. Su propia esencia no es más que el
conjunto de estas relaciones sociales (14), objetivadas de
antemano.
En la producción, los hombres no actúan
solamente sobre la naturaleza, sino que actúan
también los unos sobre los otros. No pueden producir sin
asociarse de cierto modo para actuar en común y establecer
un intercambio de actividades, es decir no pueden dejar de
establecer relaciones de producción. Las relaciones de
producción forman en conjunto lo que se llama las
relaciones sociales, la sociedad en el sentido pleno de la
palabra (15). Esta sociedad es, como las relaciones sociales o la
división del trabajo, un concepto (idea) objetivado,
plasmado, cosificado y sedimentado, o, en el mejor de los casos,
un conjunto de estos conceptos. ¿Qué es la
sociedad, cualquiera que sea su forma?, el producto de la
acción recíproca de los hombres (16). En otras
palabras, un sistema de formas de actividad (conceptos)
plasmados, cosificados y sedimentados en forma de relaciones
sociales, de conciencia social, es decir hechos sociedad.
Ya Hegel, a su
manera, en sus estudios lógicos había descubierto
esto: el hecho de que la sociedad (el estado,
la moral, la
propiedad, etc.) es pensamiento objetivado, materializado. Hegel
ve la lógica
como pensamiento sobre el pensamiento y a este último en
forma de todo el organismo de la civilización. El fue el
primero de los lógicos profesionales en hacer a un lado el
secular prejuicio de
que el pensamiento aparece ante los investigadores sólo en
forma de lenguaje
(exterior o interior, escrito u oral). El lenguaje,
el habla, no es, según Hegel, la única forma
observable empíricamente en que se manifiesta el
pensamiento humano. El pensamiento de que habla él se
revela en los hechos humanos no menos evidentemente que las
palabras. Es más, en los asuntos reales, según
él, el hombre demuestra el modo verdadero de su
pensamiento mucho más adecuadamente que en sus relatos
sobre los mismos. Pero si esto es así, entonces las cosas
que ellos crean es manifestación de su pensamiento, son
actos de plasmación de su pensamiento en forma de cultura,
en forma de todo el cuerpo materializado de la sociedad. Es el
cuerpo inorgánico del hombre, incluyendo aquí los
instrumentos de trabajo, las estatuas, las catedrales, las
cancillerías estatales, los sistemas
legislativos, etc.
En este punto de vista, en la concepción hegeliana del
pensamiento visto así y hasta aquí, no hay
misticismo ni idealismo
alguno. Su idealismo hay que buscarlo en otra parte. Por el
contrario, este punto de vista es un paso hacia el verdadero
materialismo
(eso le permite investigar las categorías de la
dialéctica como categorías lógicas y
plantear el problema del objeto de estudio de la lógica en
otro plano distinto al de sus predecesores).
Señalemos algo. El materialismo ingenuo (el que no
está a la altura de la comprensión cabal del
pensamiento, que cree que el pensamiento es sólo
subjetividad, individualidad, etc., y no ve que el pensamiento es
también sociedad) cree ver en los objetos sociales (las
constituciones, el estado, la moral, la escuela, etc.)
cosas que tienen ser en sí y por sí (ser efectivo),
de modo que supuestamente se puede desarrollar una investigación científica al estilo
de cómo la ciencia investiga la naturaleza. Aquí se
crea la ilusión de que estos objetos son cosas
"primarias", cosas que existen antes que el pensamiento e
independientemente de él, sin darse cuenta (este
materialismo) que de lo que se trata es de realizaciones del
pensamiento. Hegel, que no tenía nada de materialista
ingenuo, ve en estas realizaciones una forma de pensamiento
objetivo. Pero ve en este pensamiento, en el pensamiento
cosificativo de la civilización, un pensamiento que es
primario con relación al personal, individual, subjetivo,
etc. Por eso antepone la lógica objetiva a la
lógica subjetiva. Pero, de lo que se trata –decimos
nosotros-, es de que el pensamiento objetivo hace al subjetivo en
la misma medida en que el subjetivo hace al objetivo. Por eso, no
hay que anteponer uno al otro ni viceversa, sino comprenderlos en
unidad.
Hasta dónde la sociedad es, siguiendo a Hegel, un
concepto objetivado, plasmado, cosificado, petrificado y
sedimentado es una cosa que lo demuestra la historia social, en
particular la historia de la sociedad socialista.
La construcción de la sociedad socialista, con sus
logros y sus reveces, muestra que esta
sociedad es una obra humana, consistente en la
objetivación, plasmación, cosificación,
petrificación y sedimentación de un conjunto de
conceptos. Se trata, como lo dice la palabra, de una
construcción. El socialismo, al
menos el del siglo XX, es siempre y en todas partes un proyecto social
construido a partir de la cabeza muerta de la sociedad
capitalista. Se trata, en la construcción del socialismo
del siglo XX, de un acto de voluntad, en particular de voluntad
política.
El socialismo –este socialismo- comienza por la toma del
poder político y termina en el acto consciente de la
construcción económica de la nueva sociedad.
También la sociedad burguesa es un acto de
construcción, es decir la objetivación y
plasmación de un concepto. La construcción del
capitalismo en
la Europa Oriental,
a raíz del derrumbe del campo socialista, muestra que se
trata de la construcción de un concepto. El capitalismo
fue (o es) implantado, ahí, de forma voluntaria. En estas
sociedades,
las relaciones socialistas de producción son suplantadas
por relaciones de economía de mercado, economía de
mercado que en muchos casos (en la mayoría) es impuesto en un
acto de voluntad política consciente. Se trata de la
construcción de la sociedad capitalista por medio de un
acto de voluntad política, sobre la cabeza muerta de la
sociedad socialista.
Lo que decimos del socialismo o del capitalismo postsocialista
(del impuesto en los países exsocialistas), lo decimos
también del capitalismo presocialista. El capitalismo vino
al mundo (no ya el que se impuso después del derrumbe del
campo socialista, sino el que se impuso a partir de la cabeza
muerta del feudalismo) como
la construcción de un sistema de conceptos, lo que de
forma paulatina, de forma cuasi natural. En estas sociedades
primero se impusieron las relaciones económicas
capitalistas de producción y después se tomó
el poder político. Pero tanto las relaciones burguesas de
producción como las formas políticas
asociadas a ellas se impusieron como conceptos objetivados y
cosificados. La forma burguesa de producción (el capital)
es un concepto más, concepto que se abre paso en el seno
de la sociedad feudal durante toda la edad media. Es
el hombre el que asume en un acto de voluntad la forma burguesa
de producción. Es el hombre el que asume la
capitalización de su economía de forma consciente.
Pero acto de voluntad y acto conciente impuesto por la necesidad,
en particular por la necesidad económica. El capitalismo
se impuso en toda Europa por fuerza económica. Las
revoluciones burguesas, en particular las revoluciones inglesa y
francesa, impusieron el capitalismo como un concepto en toda
Europa después que estas relaciones de producción
ya se habían abierto paso. De Europa el capitalismo
pasó a América
(y al resto del mundo) como un concepto más. Véase
como se le impuso el concepto de propiedad privada burguesa al
indígena americano. Lo que decimos de estas sociedades, lo
decimos del resto. La sociedad, cualquiera que ella sea, es
siempre y en todas partes un concepto objetivado, pero concepto
impuesto por la necesidad.
Señalemos algo. Una sociedad puede ser construida sobre
la cabeza muerta de la sociedad anterior sólo si se dan
las premisas necesarias para la obra en cuestión,
sólo si hay una conexión histórica que
permita la realización del concepto. La historia es un
proceso conexo. En ocasiones los hombres, no conformes con el
curso de la historia, se proponen deshacer (desobjetivar,
descodificar, etc.) determinado concepto, que ya ha sido hecho
sociedad y entonces chocan con determinadas dificultades. En
primer lugar, tienen que desenhebrar, destejer, etc., el sistema
de relaciones sociales hasta el punto en que el concepto en
cuestión sea extirpado (desobjetivado, descosificado). En
segundo lugar, tienen que cosificar, plasmar un nuevo concepto:
el concepto sustituto del concepto desobjetivado, de modo que
aquel (el nuevo) sea (en tanto que concepto hecho sociedad) un
desarrollo de las fuerzas productivas superior al alcanzado por
el concepto anterior. Surge la cuestión a saber:
¿se puede realizar a la postre dicha operación?,
sí y no. La respuesta es "no", si es de forma nihilista.
La respuesta es "sí", si es de forma dialéctica.
Para implantar un nuevo concepto en forma de sociedad a partir de
la cabeza muerta de la sociedad anterior hay que proceder de
forma dialéctica, es decir en forma de negación
dialéctica.
La conciencia individual hace a la social en la medida en que
la construcción conceptual (de esta conciencia individual)
es función de la lógica objetiva de la conciencia
social. Esta conciencia social (o esta sociedad determinada) es
determinante en relación a la conciencia individual. La
conciencia social determina, por génesis u origen, el
contenido de la conciencia individual. Por tanto, en la
distribución espiritual hay una orientación, una
dirección privilegiada para el movimiento
de las ideas. Es la sedimentación de un conjunto de ideas
(conceptos) en forma de conciencia social, es decir de sociedad
(en otras palabras, de relaciones sociales), y es la
determinación de la conciencia individual por parte de la
conciencia social.
Destaquemos algo más. El hombre, en relación al
mundo de los animales, es un
ser, como ya vimos, universal. Al producir el instrumento,
produce cualquier modo de vida animal. Pero en relación a
los otros hombres, el hombre no es un ser universal, sino
singular. Al desarrollarse en una dirección, la
división del trabajo lo limita en otra. Por eso no es
universal. Pero tampoco es libre, al menos de forma absoluta. La
libertad, que
es, según Hegel, siempre la posibilidad de actuar con
conocimiento de causa con el fin de realizar la voluntad sobre
las cosas (17), es sólo un fenómeno a escala
social. Es la sociedad la que es libre, al menos en mayor o menor
medida. Es la sociedad la que se eleva sobre la naturaleza y la
somete. El hombre individual, en cambio, es víctima de las
potencias sociales, y su dominio de la
naturaleza es sólo en la medida en que personifica la
sociedad. Entre las potencias sociales que someten al hombre, un
lugar meritorio lo ocupa la enajenación social. De suerte que la
sociedad al liberarse y someter más y más la
naturaleza (este es un proceso histórico-natural) libera
al hombre individual, lo hace cada vez un poco más libre.
La desenajenación del hombre es un proceso que transcurre
paralelo al proceso de la liberación del propio hombre. El
uno es inversamente proporcional al otro, y es su reverso. El
proceso histórico, proceso que por demás es cuasi
natural (es decir, "casi" natural), es un proceso que coincide
con el proceso de liberación del hombre.
Capítulo VIII:
La conciencia
individual o la mente.
El hecho de que la sociedad sea un concepto (idea) objetivado
no debe extrañarnos mucho. En general, todas las ideas
(conceptos) existen preferentemente (con excepción de las
ideas somatizadas) fuera del cerebro del hombre y fuera de la
cabeza del hombre, es decir objetivadas. Las que existen en la
cabeza del hombre son las que existen subjetivamente. .Las que
existen fuera de la cabeza del hombre, es decir, fuera de la
conciencia individual sin el cuerpo fundamental de la
conciencia.
La relación que hay entre la idea y el cerebro es como
la que hay entre la mano y la silla real. La mano fabrica la
silla, pero la silla existe fuera de la mano. Por más que
estudiemos la mano (en un microscopio, con
reactivos químicos, etc.), no vamos a encontrar rastros de
la silla real en ella. También la idea existe fuera del
cerebro. La idea de la silla existe plasmada en la silla real. En
mi cerebro (y en el cerebro del carpintero que fabricó la
silla) no existe la idea de la silla, como algo que se encuentra
dentro de él, como algo que sea fisiología, anatomía o algo
material por el estilo. Lo que existe es la representación
sensible del signo (la representación sensible de las
ondas
mecánicas del aire o de la
tinta en el papel, etc.), en este caso "la silla". Y como la
representación sensible del signo porta un significado (el
significado es inherente al signo), de ese modo (como
significado) tengo la idea de la silla en mi cabeza, es decir, en
mi conciencia individual o mente. Pero no dentro del cerebro,
sino con ayuda de él. Al modo como tengo la silla en la
mano. El cerebro y el psiquismo son solo el soporte material de
la mente, es decir, la conciencia individual o la cabeza del
hombre.
Esta idea ya la adelantó, dentro de lo posible para su
época, el viejo Spinoza. Para éste el pensamiento
(es decir, la mente) y la extensión (es decir, la materia)
son dos atributos de una y la misma sustancia (18). Para Spinoza
el pensamiento (léase los procesos mentales) son una
función de la materia altamente organizada, que se dan en
la unidad que representa el hombre como parte de la misma
naturaleza. Según él, es la naturaleza la que
piensa por medio del hombre.
E. V. Ilienkov refleja esta dialéctica de la siguiente
manera. El nos dice: la
investigación de los mecanismos, materialmente
determinados espacialmente, con cuya ayuda se realiza el
pensamiento en el interior del cuerpo humano,
el estudio anátomo-fisiológico del cerebro, es un
problema científico interesantísimo, pero ni su
éxito
más completo tiene relación directa con la
respuesta a la pregunta hecha ¿qué es el
pensamiento? Pues aquí se pregunta otra cosa. Se pregunta
no acerca de cómo están estructuradas las piernas,
capaces de andar, sino ¿qué es el andar?
¿Qué es el pensamiento como acción, que si
bien es inseparable de los mecanismos materiales, con ayuda de
los cuales se realiza, no es idéntico en absoluto a estos
mecanismos? En un caso se pregunta sobre la estructura del
órgano, y en el otro sobre la función que
desempeña. Se comprenderá, naturalmente, que la
estructura debe ser tal, que pueda realizar tal función.
Sin embargo, la más completa descripción de la estructura del
órgano no le da derecho a hacerse pasar por aquella, la
función que el cumple, por descripción del acto
real que él hace. (19).
Indudablemente, este autor se acerca a la solución del
problema macho más que todos sus predecesores. Pero
Ilienkov no comprende aún exactamente la dimensión
del problema. No comprende el carácter ideal del
pensamiento. El pensamiento es ideal, los procesos que
transcurren en el cerebro mientras pienso son materiales, pero
éstos no son el pensamiento aún. En el cerebro
transcurre lo proceso propio de la representación, el
proceso representatorial (el psiquismo). Este proceso, el
psiquismo, es, verdaderamente, una función del cerebro.
Pero el pensamiento, la mente, va mucho más allá:
es ideal. El pensamiento no es un acto fisiológico del
cerebro. El, el cerebro, tiene las estructuras
anátomo-fisiológicas que posibilitan la
somatización de determinadas estructuras ideales, que son
las estructuras de conciencia, con ayuda de las cuales pienso.
Pienso no tanto con ayuda del cerebro, como con ayuda de las
estructuras de la mente (la conciencia). Pienso no con el
cerebro, sino con la mente. Con ayuda del cerebro desarrollo la
función psíquica, la actividad representatorial,
que es el soporte material de la mente. Y en el cerebro somatizo
las ideas que son las estructuras de conciencia con ayuda de las
cuales pienso. Pienso con ayuda de las estructuras de conciencias
que son ideas somatizadas en el cerebro.
El concepto de un objeto existe en mi cerebre como
representación del signo que designa al objeto en
cuestión. A lo sumo existe como representación
sensible de los signos del
juicio (de la expresión verbal en la que afirmo o niego
algo) o de los signos del discurso. Pero
esta representación, la representación sensible en
cuestión, que es psiquismo, es material. Ahora bien, la
representación del signo arrastra un significado. Este
significado es, a su vez, ideal. No existe como
configuración de la materialidad en el cerebro.
Está fuera del cerebro. Existe como contenido de la mente
y como cultura. Preferentemente está fuera del cerebro no
porque es ideal, sino que es ideal preferentemente porque
está fuera del cerebro.
En el cerebro sólo podemos encontrar las ideas que han
sido somatizadas, es decir, que son estructuras de conciencia con
ayuda de las cuales pienso. El resto de las ideas están
fuera del cerebro. Estas últimas existen en la conciencia
individual y, a lo sumo, en la conciencia social, es decir, en la
cultura.
La analogía con un disco duro de
computadora no funciona aquí. El materialismo vulgar
quiere encontrar, de algún modo material, la idea en el
cerebro (como campo electromagnético, como diferencias de
potenciales, etc.). Pero la idea (que está en la cabeza
bajo la forma de significado) es, como su nombre lo indica,
ideal. El cerebro lo que hace es evocar este significado. La
computadora (al menos por ahora) no evoca significado alguno. El
significado evocado por el cerebro no existe, a su vez, como
existe la información en el disco duro de la
computadora. En el disco duro de la computadora, la
información existe como materialidad. Por esa
razón, la capacidad de almacenamiento de
información en el disco duro es limitada, a diferencia de
la capacidad de almacenamiento de lo ideal en el cerebro, que es
ilimitada. Se trata aquí, en esta comparación, de
dos procesos totalmente distintos por su contenido, aunque
coincidentes en lo fundamental (si se mira a la computadora hacia
el futuro) por su forma. Por su forma son coincidentes, pues se
trata de la modelación del pensamiento.
Este proceso de evocación es, en lo fundamental, a su
vez ideal también. Para conocer este proceso hay que
indagar en las estructuras de conciencia y su funcionamiento. Las
estructuras de conciencia que propician esta evocación
son, como dijimos, otras tantas ideas, lo que en este caso
somatizadas, es decir hechas (estas sí) fisiología,
anatomía, etc. El estudio neurofisiológico,
anatómico, etc., puede mostrar estas estructuras (y de
hecho lo muestra). Pero el resto de las ideas que son contenido
de conciencia (se trata de la conciencia individual) no existen
dentro del cerebro. Dentro del cerebro, como anatomía o
fisiología de éste, tengo la representación
sensible del signo (que nace y muere en el acto representatorial)
o, mejor dicho, la parte sensible del signo, como la tiene el
animal superior (por ejemplo, el perro). El significado de la
representación en cuestión (de la
representación sensible del signo), en cambio, se
encuentra fuera del cerebro (fuera de su anatomía y
fisiología). Este, el significado, es el cuerpo
inorgánico del hombre.
El fisiólogo, el neurólogo, el científico
naturalista, etc. (y junto con ellos, el materialista vulgar) lo
que puede encontrar en el cerebro son la función
representatorial y las ideas somatizadas. El resto de las ideas,
es decir el cuerpo fundamental del contenido de conciencia, se
encuentran fuera del cerebro, en este caso como conciencia
individual o cultura, es decir, como realidad subjetiva o
realidad objetiva.
¿Cómo es que la mente se "proyecta", "agarra" y
"opera" con las ideas, es decir como es que evoca, al estilo de
cómo la mano se proyecta, agarra y opera con la silla
real?, ese es un problema que no interesa aquí por
ahora.
CONCLUSIONES
La psiquiatría, es decir la rama de la ciencia de la
salud que trata
del estudio, tratamiento y prevención de los trastornos
mentales (20) o, lo que es lo mismo, que trata del diagnóstico y tratamiento de los trastornos
psiquiátricos (21), debe tener por fundamento la rama del
saber que trate sobre el estado saludable de estos procesos. El
estudio de la enfermedad presupone el conocimiento del estado de
salud. Bien miradas las cosas, la psiquiatría
deberá estudiar no sólo la enfermedad, sino
también la salud, en este caso de la mente. Ya que la
psiquiatría es una rama de la medicina,
entonces debe pretender no sólo curar y prevenir las
enfermedades,
sino también promover salud. Esto último presupone
el conocimiento del estado de salud o, lo que es lo mismo, el
estudio de la mente en su estado normal.
Esto hace que la psiquiatría tenga un objeto de estudio
más amplio del que comúnmente se cree: estudia la
mente, es decir la conciencia, lo ideal. Para muchos, para la
inmensa mayoría de los psiquiatras, la ciencia de la
conducta (es
decir, del acto consciente), en particular la psiquiatría,
se halla todavía en fase paradigmática a causa del
desconocimiento, entre otras cosas, de la relación
mente-cuerpo, desconocimiento que refleja la dificultad de
definir su centro de atención, su metodología, sus límites y
sus relaciones recíprocas (22). Pero una vez que se
interpretan los procesos mentales (conscientes) como ideales
salta a la vista la relación recíproca entre
psicología
y psiquiatría y entre psiquiatría y filosofía.
Las formas del reflejo, de las cuales la mente es una de
ellas, asciende por la escalera siguiente: de las formas
físicas a lo químico, de lo químico a lo
orgánico, de lo orgánico a lo biótico, de lo
biótico a lo psíquico, y de lo psíquico a lo
consciente (es decir, al reflejo ideal). Si la psiquiatría
estudia la mente, como forma del reflejo ideal, entonces
tendrá a la psicología como una ciencia
básica, al estilo de la fisiología o
neurología, y a la filosofía como teoría
general, una vez que ésta (la filosofía) es la
encargada de estudiar lo ideal como tal ideal.
La psiquiatría del siglo XX estuvo estrechamente
entrelazada con la psicología. Se puede decir que buscaba
en ésta su fundamentación teórica. Y en
cierto sentido, la encontró hasta ciertos
límites.
El yo y la
personalidad individual es el punto culminante de las
modernas teorías
psicológicas (23). Pero el yo y la personalidad
no se pueden entender a plenitud desde posiciones netamente
psicológicas. Su comprensión cabal implica, de
alguna forma, penetrar en el entramado filosófico de la
realidad, en particular en la comprensión de lo ideal. El
yo, el super-yo, el inconsciente, el contacto con la realidad, la
razón, la fe, la sensibilidad (en tanto que facultad
intelectual), la voluntad, la pasión, etc., son otras
tantas ideas, lo que somatizadas. Son las estructuras de
conciencia que están hechas fisiología,
anatomía, organicidad, etc. Pero no pasan, a la postre, de
ser eso: ideas, que como tales se subordinan al proceso de
producción y circulación espirituales. Desde este
punto de vista, la personalidad es esencialmente ideal. La
esencia de la personalidad no es otra cosa que el conjunto de
ideas somatizadas en el cuerpo psicológico y
biológico (es decir, orgánico) del hombre. El
hombre tiene tres dimensiones: el soma, la psiquis y la
conciencia. No hay porqué identificar el psiquismo con la
conciencia. Los animales superiores (las aves y los
mamíferos) tienen psiquis, pero no tienen
conciencia. La conciencia (en su sentido más estrecho, es
decir entendida como la mente) es de naturaleza ideal. La
psiquis, en cambio, es de naturaleza material.
El vínculo de la psiquiatría con su fundamento
no siempre fue así. Históricamente no fue
así. Antes estaba unida a otras ramas del saber, en
particular a la filosofía. La psiquiatría ha sido
la última especialidad que se ha incorporado al campo
general de la medicina, hace aproximadamente menos de dos siglos.
Como rama de la medicina, como ciencia sobre el hombre y la
sociedad, es humanista (24) y, por tanto, está entrelazada
no sólo con la psicología, sino también con
la filosofía y las ciencias
sociales.
De lo que se trata aquí no es de suplantar la base
psicológica de la psiquiatría. La
psiquiatría tiene que fundamentarse en un número
relativamente amplio de ciencias,
entre otras en la psicología. Los trastornos
psiquiátricos tienen distintas bases: orgánica,
psicológica, etc. Pero tienen, también, una base
ideal. Es necesario la cooperación en múltiples
frentes (clínicos, psicológicos,
filosóficos, bioquímicos, etc.) para conocer mejor
esta delicada materia: la mente o el complejo mente-cerebro (25),
Por tanto, de lo que se trata es de ampliar la base
teórica de la psiquiatría, extendiendo esa base a
teorías
filosóficas.
Hasta los días de hoy es la filosofía la que se
encarga del estudio de lo ideal como tal ideal. Las otras ramas
del saber tocan lo ideal, es decir la conciencia y la mente, de
pasada. Pero si la psiquiatría se interpreta como ciencia
de la mente (es decir, de la conciencia individual), entonces la
piedra de toque fundamental (aunque no la única) de la
psiquiatría es la filosofía. Una teoría
filosófica que reconstruya las líneas generales de
la mente y establezca sus límites así como sus
configuraciones será un buen fundamento para la ciencia de
la psiquiatría, estará más allá de lo
que pueda aportar la psicología, la neurología, la
bioquímica, la neurofisiología, etc.
Esto es lo que intentamos en este trabajo, es decir crear una
teoría sobre lo ideal que sirva de fundamento
teórico a la psiquiatría.
Es evidente que sobre los procesos mentales se puede escribir
mucho más que lo dicho aquí. Pero de lo que se
trata es de dar una idea de conjunto sobre estos procesos, cosa
que pensamos se logra. Por otra parte, lo espiritual, es decir la
forma que reviste en el hombre los procesos mentales, no se agota
con unas pocas cuartillas. Al mismo tiempo, el lector tiene que
estar de acuerdo con nosotros en que, en el trabajo que termina,
nosotros mostramos la lógica interna y el movimiento de lo
ideal en su forma elemental y sui generis. De lo que se trata es
de desencarnar el concepto mismo de lo ideal, y con él el
de la mente. Eso sólo se logra, sí y sólo
sí, en el discurso, que es lo que tratamos de hacer en las
líneas anteriores. El lector podrá encontrar nuevas
ideas en un trabajo nuestro titulado "la teoría ideal de
la evocación" (26).
Bibliografía.
1.- Marx C, Engels F. La Ideología Alemana. La Habana : Editora
Política; 1979. p.19.
2.- Engels F. El papel del trabajo en la
transformación del mono en hombre. Obras Escogidas en tres
tomos. Moscú : Editorial Progreso; 1974. p.66.
3.- Marx C, Engels F. La Ideología
Alemana. La Habana : Editora Política; 1979. p. 28.
4.- Marx C, Engels F. La ideología
Alemana. La Habana : Editora Política; 1979. p. 26.
5.- Marx C. El Capital. La Habana : Editorial de
Ciencias Sociales; 1980. p.140.
6.- lienkov EV. Lógica Dialéctica.
Ensayos de
historia y teoría. La Habana : Editorial de Ciencias
Sociales; 1984. p. 17.
7.- Lenin VI. Cuadernos Filosóficos. La
Habana : Editora Política; 1979. p. 165.
8.- Marx C, Engels F. La Ideología
Alemana. La Habana : Editora Política; 1979. p. 20.
9.- Marx C, Engels F. La ideología
Alemana. La Habana : Editora Política; 1979. p. 20.
10.- Marx C. El Capital. La Habana : Editora de
Ciencias Sociales; 1973. p. 43.
11.- Marx C. El Capital. La Habana : Editora de
Ciencias Sociales; 1973. p.15.
12.- Marx C. El Capital. La Habana : Editora de
Ciencias Sociales; 1973. p. 60.
13.- Castro Ruz F. Conferencia
Ministerial de la OMC. Ginebra;
1998. Disponible en: www.wto.org/spanish/thewto
14.- Marx C. Tesis sobre
Feuerbach. Obras Escogidas en tres tomos. Moscú :
Editorial Progreso; 1973. p. 9.
15.- Marx C. Trabajo asalariado y capital. Obras
escogidas en tres tomos. Moscú : Editorial Progreso; 1973.
p. 163.
16.- Marx C. Carta a Pavel V.
Annenkov del 28 de diciembre de 1846. Obras Escogidas en tres
tomos. Moscú : Editorial Progreso; 1973. p. 532-533.
17.- Engels F. Anti-dühring. La Habana :
Editorial Pueblo y Educación; 1975. p.
139.
18.- Ilienkov E. V. Lógica dialéctica, ensayos
de historia y teoría. .La Habana: Editorial de Ciencias
Sociales; 1984. p.19-52.
19.- Ilienkov E. V. Lógica dialéctica, ensayos
de historia y teoría. La Habana: Editorial de Ciencia
Sociales; 1984. p. 31-32.
20.- Miller. K. Diccionario
Enciclopédico de Enfermería. Ciudad de La Habana: Editorial
Ciencias Médicas; 2006. p. 1058.
21.- Alfred M, Freedman, Harold I, Kaplan, Benjamin J. Tratado
de psiquiatría. 2da ed. Ciudad de La Habana: Editorial
Científico-técnica; 1982. p. XXI.
22.- Alfred M, Freedman, Harold I, Kaplan, Benjamin J. S.
Tratado de psiquiatría. 2da.ed. Ciudad de La Habana:
Editorial Científico-técnica; 1982. p. 1.
23.- Alfred M, Freedman, Harold I, Kaplan, Benjamin J, S.
Tratado de psiquiatría. 2da ed. Ciudad de La Habana:
Editorial Científico-técnica; 1982. p. 18.
24.- Alfred M, Freedman, Harold I, Kaplan, Benjamin J S.
Tratado de psiquiatría. 2da ed. Ciudad de La Habana:
Editorial Científico-técnica; 1982. p. 7
25.- García-Albea Ristol E, García-Albea
Martín J. Brain, mind and symptoms. Rev. Neuro.
(Sección de Neurología, Universidad de
Alcalá. Madrid. Spain)
2006. Apr. 1-15; 42 (7). 439-43.
26.- http://www.monografias.com/trabajos66/teoria-ideal-de-la-evocacion/teoria-ideal-de-la-evocacion.shtml
Autor:
Evelio Perez Fardalez
BREVE BIOGRAFÍA DEL AUTOR: Mi nombre es Evelio A.
Pérez Fardalez. Nací en Sancti spíritus,
Cuba. Mis
estudios iniciales fueron de economía industrial, los que
desarrollé en la Universidad Central de Las Villas.
Más tarde me ocupé de la filosofía, de la
que me gradué en 1984 en la Universidad Estatal de
Moscú. Soy, actualmente, profesor de
filosofía del Instituto de Medicina de Sancti
spíritus, Cuba.
Cuba. Sancti-spíritus, 22 de junio de 2009
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |