Es una constante en la ideología
capitalista aislar al individuo del
resto de la sociedad. El
capitalismo se
empeña en asumir un individuo asocial. Niega o
minimiza la naturaleza
social del individuo. Elimina por arte de magia la
influencia (tanto hacia como desde) del contexto social del
individuo. No sólo es muy improbable que nos toque la
lotería y como individuos seamos la excepción, no
sólo es casi imposible que nos enriquezcamos, sino que
además, en el hipotético caso de que así
fuera, se obvia que es muy difícil que islas de riqueza
sobrevivan entre mares de pobreza. El
capitalismo, por supuesto, no aspira a erradicar la pobreza,
sólo se conforma con aislarla en guetos. O bien al
revés. La riqueza aislada y protegida de la miseria. Para
el capitalismo, la forma de combatir la pobreza es
obviándola, es extirpándola de la sociedad como si
fuera un cáncer (pero sin buscar las causas de la
enfermedad, sin curar la enfermedad), no es por supuesto
evitándola. Los pobres, los indigentes, son un mal
necesario, inevitable y desagradable. Son los efectos secundarios
del sistema. Es mejor
no verlos, si es preciso se limpian las calles de ellos (y esto
no lo digo en sentido figurado, así ocurre a veces). Para
el capitalismo, la única manera políticamente
correcta de "solucionar" la pobreza es mediante la beneficencia.
La caridad como única compensación de las
injusticias inherentes al sistema. La solidaridad
individual está bien vista (precisamente por su
ineficacia, porque no toca las bases del sistema, porque es
anecdótica, simbólica) pero la solidaridad social,
la obrera, la clasista, la colectiva, son el enemigo a combatir.
Beneficencia sí, pero de redistribución de la
riqueza no se quiere ni oír hablar. Para el capitalismo,
las desigualdades son inevitables, no se puede (mejor dicho no se
debe) corregir las causas de las mismas. Sólo se admiten
parches. El capitalismo se sustenta en la desigualdad de
oportunidades y consecuentemente provoca desigualdades
sociales. Eliminar las causas de las desigualdades sociales,
de las injusticias, de la pobreza, equivale a eliminar los
cimientos del capitalismo. La caridad ejercida por ciertos
individuos sólo sirve para tranquilizar sus conciencias.
La beneficencia social es la redención hipócrita de
una sociedad que no hace nada por evitar la pobreza, que se
sustenta en el reparto desigual de la riqueza.
En el sistema
capitalista es posible un consumo responsable. Es posible un
desarrollo sostenible, un capitalismo
ecológico.
El consumismo ilimitado y absurdo es una consecuencia
directa del capitalismo. En el capitalismo salvaje las
personas son sólo trabajadores y/o consumidores, es decir,
máquinas de hacer dinero. Los
productos son
cada vez de peor calidad. Cada vez
duran menos. No contento con crear necesidades artificiales, con
fomentar continuamente lo "nuevo" (una de las palabras
"mágicas" de la publicidad), con
cambiar continuamente la moda para
fomentar el consumo (tan
pronto se pone de moda lo negro como se pone de moda lo blanco
como se vuelve a poner de moda lo negro), con provocar el
despilfarro (el reciclaje de los
objetos pasa a la historia, sólo
permanece en países donde no pueden permitirse el lujo de
tirar las cosas prácticamente nuevas ante el menor
defecto), el capitalismo, además, provoca el consumo
obligatorio incluso de aquellos que odian el consumo, de aquellos
que no sucumben a las modas. Nadie escapa del exceso de
consumismo. ¿Quién no se ha encontrado con la
necesidad de cambiar un aparato entero cuyo único defecto
es que una de sus piezas se ha estropeado y no puede reemplazarse
porque está descatalogada (lo nuevo nace ya
prácticamente descatalogado, todo se descataloga)?
¿Quién no se ha encontrado con la necesidad de
comprar de nuevo algo que se acaba de estropear poco
después de pasar la garantía? ¿Quién
no se ha encontrado con piezas hechas de plástico
que parecen especialmente diseñadas para durar dos
días? No importa si los coches están hechos de
hojalata y al menor choque se deshacen como la plastilina
poniendo en peligro la vida de sus ocupantes. Por supuesto, nadie
obliga a los fabricantes de coches a usar materiales
más seguros, lo
importante es llevar puesto el cinturón de seguridad y el
chaleco reflectante. El plástico se abre camino porque es
más barato y porque gracias a él los productos
duran menos tiempo y hay
que reponerlos con más frecuencia. ¡Hasta los
tornillos se hacen ya de plástico! No importa si el
consumidor es
perjudicado. No importa si incluso se pone en peligro su salud o su seguridad. No
importa si ya no sabemos ni lo que comemos. No importa si los
controles técnicos de los aviones se relajan para abaratar
costes provocando en ocasiones accidentes
donde mueren de golpe cientos de personas. ¿Quién
no se ha encontrado con la desgastada frase de algún
vendedor desvergonzado que dice alegremente, sabiéndose
impune, que existen hojas de reclamaciones? Sabiendo que los
organismos de "arbitraje" de
consumo están muchas veces semi-financiados por los
propios comerciantes. El consumismo sinsentido como forma de
alienar al consumidor. Por no hablar de la publicidad
invasora a todas horas y en todos los lugares. En la tele, en
la radio, por
teléfono, en Internet, en la calle. Todo
vale con tal de vender. El acoso es cada vez mayor. No importa si
se atenta contra la intimidad de las personas. No importan las
consecuencias psicológicas del abuso de la publicidad. No
importa el stress creado.
Incluso el stress se
convierte en una oportunidad de negocio (abundan los centros de
relajación, de yoga, de masajes, etc.). Por supuesto, no
se evitan las causas del stress, basta con empastillar a la
población (lo cual es a su vez una gran
oportunidad de negocio para la industria
farmacéutica, cada vez más potente) o basta con que
la población se relaje una hora al día (en el mejor
de los casos) en cualquier centro al que debe acudir corriendo
porque no tiene tiempo. Relajación que sólo sirve
para quitarse el stress generado al día y que al
día siguiente volverá ineludiblemente a surgir.
En esta sociedad falsa y superficial nunca se solucionan los
problemas de
raíz, siempre se usan parches. No importa si la
publicidad es engañosa. En definitiva, no importa si se
perjudica al consumidor porque el consumidor no importa,
sólo importa que consuma. La demanda no
manda, ya ni siquiera vale aquello de que el cliente siempre
tiene razón. La demanda se debe adaptar a la oferta. Los
consumidores sucumben ante los productores. El ciudadano sucumbe
ante el gran empresario. Se
crea una falsa defensa del consumidor para aparentar que
éste importa, pero las principales decisiones benefician a
las grandes empresas. El
consumidor, como el trabajador, como las personas en general, son
sólo piezas en el engranaje general del sistema
capitalista. El sistema está por encima de las
personas. Las personas sucumben ante la máquina del
capitalismo global.
Se incita al ciudadano a reciclar las basuras, a no derrochar
agua, a usar
el transporte
público, pero no se obliga a las empresas a invertir en
energías limpias. Se habla hipócritamente de
ecologismo mientras se consiente que las grandes empresas sigan
contaminando. ¿Por qué sigue sin establecerse una
inspección internacional sobre el tráfico de buques
para evitar las catástrofes marítimas? Se hacen
campañas para concienciar a los ciudadanos pero se permite
que los principales causantes de la
contaminación, del cambio
climático, como son las grandes fábricas, las
grandes corporaciones empresariales, puedan seguir esquilmando y
destrozando el medio
ambiente. Se firman rimbombantes protocolos como
el de Kyoto, pero se convierten poco después de firmarlos
en papel mojado. Hace tiempo que ya podrían usarse
vehículos que no necesitan gasolina, pero se sigue
dependiendo del petróleo. El capitalismo es inherentemente
antiecológico. Su filosofía consiste en quemar todos los
recursos (humanos
y naturales). Su obsesión por el crecimiento continuo
provoca el agotamiento de los recursos. Su sumisión ante
el beneficio a toda costa, a cualquier precio y a
corto plazo, provoca inevitablemente la destrucción de la
naturaleza, como también provoca la destrucción de
la propia humanidad, su deshumanización. El ecologismo
y el capitalismo son realmente incompatibles. Un modelo
económico acorde con el medio ambiente
requiere, por lo menos, una transformación radical del
capitalismo. Requeriría, en verdad, su sustitución
por un modelo al servicio de la
sociedad en su conjunto. A la humanidad en su conjunto no le
interesa la destrucción del medio ambiente porque
supondría su propia destrucción a medio plazo (ya
no se puede decir a largo plazo). Se necesita un modelo
más responsable y con una perspectiva a largo plazo. El
verdadero desarrollo
sostenible pasa por la abolición del capitalismo.
El capitalismo es insostenible. Una economía irracional no tiene futuro. Una
economía dirigida por una élite egoísta,
irresponsable, insaciable y con poca amplitud de miras, debe ser
sustituida por una economía en la que la humanidad en su
conjunto se responsabilice de ella. Y una economía
democratizada de tal manera, que no tome decisiones que atenten
contra la habitabilidad presente y futura de nuestra especie, es
la antítesis del
capitalismo, caracterizado por el dominio de las
minorías. La economía ecológica, con
perspectivas globales tanto en el tiempo como en el espacio, con
futuro, debe ser una economía democrática, no puede
estar en manos de minorías. El destino del planeta, en
manos de la especie dominante, debe estar en manos de
toda la especie dominante. Como decía un viejo
principio medieval: Lo que incumbe a todos debe ser
decidido por todos. Y en el capitalismo, lo que incumbe
a todos es decidido por unos pocos. Por consiguiente, no es
posible una economía verdaderamente ecológica con
el modelo capitalista. No es suficiente con el lavado de cara
ecológico que se hace el capitalismo para sobrevivir. La
naturaleza ya nos está pasando factura.
Podemos engañarnos a nosotros mismos. El capitalismo puede
hacer creer a la mayor parte de la población humana que es
sostenible, pero no engaña a la naturaleza. El desastre
ecológico que estamos sufriendo, en realidad, es el signo
más inequívoco del fracaso del modelo
económico actual.
El sistema
capitalista es el único posible. No hay un sistema
económico serio alternativo.
Esta falacia es esencial para la supervivencia del
capitalismo. El día en que la mayoría de la gente
deje de creer en el sistema actual y, lo que es más
importante, crea que hay alternativas, ese día, el
capitalismo tendrá los días contados. El
pensamiento
único es la armadura del sistema capitalista.
A lo largo de la historia, el sistema
económico-político ha cambiado mucho (por lo
menos en las formas). Esto cualquiera que conozca
mínimamente la historia lo sabe. El sistema capitalista no
tiene más de cinco siglos, en el mejor de los casos, y en
su forma moderna no más de tres siglos (un "instante" en
la historia de la humanidad). De hecho, la humanidad ha sido
capaz de vivir durante mucho más tiempo en base a sistemas
más parecidos al comunismo o al
anarquismo que al capitalismo. En muchas sociedades
primitivas, por ejemplo, y esto es algo que aún hoy en
día es posible observar en ciertas tribus que han
permanecido aisladas hasta el presente, los medios de
producción, la tierra,
pertenecen al conjunto de la comunidad. Los
frutos del trabajo de
todos es disfrutado más o menos por
todos. Los asuntos públicos se discuten en
reuniones tribales donde la mayor parte de sus miembros (con la
exclusión normalmente de las mujeres) opinan y deciden sin
intermediarios. En dichas sociedades "primitivas", la
participación de los individuos es mayor que en la
sociedad "moderna", la democracia es
más o menos directa. Si bien es cierto que esto parece
difícil de aplicar a grandes grupos humanos,
¿por qué no puede aplicarse a grupos humanos
pequeños que a su vez se coordinarían mediante
federaciones? En la edad media,
por ejemplo, las ciudades-comunas europeas se organizaban
libremente respetándose unas a otras en base al principio
federativo. La historia se puede silenciar o manipular, no cabe
duda. Se podría analizar también aquí las
experiencias llamadas "comunistas" o "anarquistas" de la historia
reciente, pero esto cae fuera del alcance de este trabajo (remito
al capítulo "Los errores de la izquierda" de mi libro "Rumbo a
la democracia"). Simplemente decir que la URSS, a pesar de las
indiscutibles barbaridades del estalinismo, fue capaz de pasar en
poco tiempo, de ser el país más atrasado de
Europa a ser
una superpotencia mundial. Fue capaz, a pesar de la revolución, de la guerra civil,
de las guerras
mundiales, de las hambrunas, de pasar de ser un país
atrasado a ser una potencia
espacial, hasta el punto de sobrepasar en los primeros
años de la carrera espacial a los Estados Unidos de
América
y ser el primer país en mandar un objeto, un ser vivo y un
ser humano al espacio. No ha habido en la historia semejante
crecimiento
económico tan intenso y tan rápido. El caso de
la URSS es único. Esto debe hacernos reflexionar sobre si
el sistema soviético era tan inviable como nos pueda
parecer a primera vista, o como nos quieren hacer ver, a pesar de
que el socialismo "real"
careciera de una de las características básicas del
concepto del
socialismo, como es el control
democrático de las fuerzas productivas. Alguien
podría rebatir que la humanidad también ha sido
capaz de hacer grandes gestas bajo sistemas deleznables (por
ejemplo, la construcción de las grandes
pirámides de Egipto, mucha
gente sólo la explica mediante un sistema basado en la
esclavitud,
aunque también hay otras teorías
que dicen que no fue así). Por esto, incluso aun
admitiendo que los sistemas que existieron en el pasado reciente
no son ejemplos a considerar (lo cual es muy discutible), de lo
que no cabe duda, es que el sistema
económico-político no ha sido siempre el mismo.
Incluso aunque se tergiverse la historia, aunque se pueda
interpretar ésta de distintas maneras, de lo que no cabe
duda, es que el sistema a lo largo de la historia ha cambiado. De
lo que no cabe duda tampoco es que ha habido intentos de cambios
que han sido reprimidos y que siguen siendo reprimidos en el
presente. Aquellos que proclaman que el sistema actual es el
único posible, bien que se guardan de dar ninguna
oportunidad a cualquier otro distinto. Por consiguiente, como
demuestra la historia, si la sociedad ha cambiado tanto,
¿por qué no puede seguir cambiando?
¿Cómo puede afirmarse que el sistema actual es
el único posible cuando el sistema siempre ha cambiado en
el tiempo? ¿Es que la sociedad deja de cambiar en
algún momento? ¿Es posible detener el tiempo, la
evolución de la sociedad humana?
Por otro lado, si según afirman los "apóstoles"
del sistema actual, no hay alternativas, ¿por qué
se empeñan tanto en silenciar las ideas distintas a las
proclamadas por ellos? ¿Por qué no se enfrentan
directa y abiertamente a otras ideas alternativas si tan seguros
están de que éstas son inviables o poco serias?
¿Hay mejor manera de llegar a la verdad que
contrastando entre versiones o ideas opuestas (y cuanto
más opuestas mejor)? ¿Por qué no se ve
en los grandes medios de
comunicación debates entre personas que defiendan
ideas radicalmente distintas? Suponiendo que un periodista
pudiera actuar con plena libertad,
suponiendo que no tuviera presiones de sus jefes, ¿no
sería interesante traer a un programa de
debate a gente
de vez en cuando distinta (en vez de traer siempre a los mismos)
que diga cosas realmente distintas para contrastarlas con las que
se suele oír habitualmente? ¿Cómo puede
saberse la verdad en un juicio si sólo puede oírse
a una de las partes? ¿Cómo se puede saber que lo
que preconizan en la
televisión o los grandes medios es serio?
¿Cómo se puede saber que lo que se dice en dichos
medios no es sólo lo "políticamente correcto", lo
que los jefes de los distintos medios dicen que hay que decir
porque sus jefes (los grandes empresarios) les dicen lo que debe
decirse o no? El problema con las ideas alternativas es que no
tienen ninguna oportunidad de ser defendidas o contrastadas con
las oficiales en los grandes medios porque dichas ideas ponen en
cuestión el status quo fomentado y apoyado por dichos
medios. Si no es así, ¿qué otra
explicación lógica
podemos encontrar a la ausencia de ideas alternativas en los
grandes medios (ideas que sí abundan en la prensa
alternativa en Internet)? No confundamos lo establecido con lo
verdadero. Durante milenios se creyó que la verdad era
que el único sistema "serio", el único posible, era
el basado en la esclavitud. Durante milenios, lo establecido
decía que la Tierra era el
centro del Universo.
Conviene que aquellos que tienen fe ciega en los medios
oficiales, se pregunten quiénes son los dueños de
dichos medios y a qué intereses benefician.
Lógicamente, los dueños de un medio, sus socios
capitalistas, nunca propagarán opiniones o noticias que
pudieran poner en peligro sus intereses. No es suficiente
contrastar entre distintos medios oficiales porque todos
ellos se basan en los mismos principios. Son
empresas privadas o gubernamentales cuyo único criterio es
el beneficio o el servicio a los intereses de sus amos, que deben
responder ante sus socios capitalistas o ante los
políticos que los controlan, que no pueden poner en
cuestión el sistema del que forman parte y del que ellos
son parte fundamental. Sin embargo, la prensa alternativa
funciona de distinta manera porque muchas veces en ella colabora
gente de forma desinteresada. La prensa alternativa es
independiente, no depende del sistema, no depende del
gobierno de
turno, ni por supuesto está supeditada al poder
económico o al mercado. Su
lógica de funcionamiento es radicalmente distinta de la de
la prensa oficial (en la mayoría de los casos,
también hay prensa alternativa basura que
responde a intereses partidistas). ¿No es evidente, por
ejemplo, la falta de pluralidad en la televisión? ¿Por qué son tan
parecidos los telediarios de las distintas cadenas de televisión? Ves uno y prácticamente
los has visto todos. Por esto, fundamentalmente, se ha impuesto el
"pensamiento único". El control de los medios de
comunicación por el poder económico, el
verdadero poder en la sombra, es el instrumento fundamental para
evitar recuestionar el sistema y evitar los cambios. Pero
Internet está poco a poco rompiendo el monopolio de
la información y de las ideas. Internet parece
imparable, a pesar de que hay intentos de censurarlo,
desprestigiarlo y controlarlo. Internet puede que sea la
única esperanza para evitar el triunfo definitivo del
pensamiento único.
La verdadera manera de saber si las ideas son viables o no
es llevándolas a la realidad para comprobar si lo que se
propugna en la teoría
funciona en la práctica. En eso se basa el método
científico. En toda ciencia, la
teoría debe ser contrastada con la práctica. Por
consiguiente, hasta que no se intente llevar a la práctica
las ideas, no se puede saber a ciencia cierta si las ideas
propugnadas son viables o verídicas o serias. En ocasiones
se pueden rebatir las ideas sin necesidad de llevarlas a la
práctica, pero realmente la prueba del algodón
de cualquier teoría es su puesta en práctica.
Algunos ya advertían de los peligros del capitalismo
cuando aún no había evolucionado tanto. Se
podía dudar acerca de las críticas que
vertía Marx sobre el
capitalismo en el siglo XIX. Pero su degeneración en el
siglo XXI no ha lugar a dudas. Desgraciadamente, las
críticas, las advertencias que hacía dicho
filósofo-economista sobre el sistema que se ha impuesto,
se han cumplido, se están cumpliendo. No ha habido nadie
que haya analizado, hasta ahora, más a fondo al
capitalismo que Marx. Que se haya equivocado en algunas de sus
predicciones, no significa que se haya equivocado en todo. No es
casualidad que, en momentos tan críticos para el
capitalismo como el actual, renazca el interés
por leer El Capital. El contraste y el enfrentamiento
directo y libre de las ideas (es decir, en igualdad de
condiciones) es imprescindible para llegar a alguna "verdad". No
puede afirmarse tan alegremente (como hacen algunos) que ciertas
ideas no se consideran porque no son serias. La forma de saber si
son serias o no, es, primero, conociéndolas, segundo,
contrastándolas con las opuestas, y tercero, intentando
llevarlas a la práctica. Es imprescindible que dichas
ideas puedan ser, por lo menos, conocidas. Pero si no se
difunden, ¿cómo van a ser conocidas? Y por tanto,
¿cómo llevarlas a la realidad? La pescadilla que se
muerde la cola.
¿Es serio el sistema actual? ¿Es serio un
sistema donde unos pocos individuos acumulan tanta riqueza como
países enteros? ¿Es capaz alguien de trabajar
cientos (ni siquiera decenas) de veces lo que otros? Y si no es
así, entonces, ¿por qué hay gente que gana
miles de veces lo que otros? ¿Es serio que el trabajo de
todos sea disfrutado sólo por unos pocos? ¿Es serio
que una empresa que
no tenga pérdidas pueda hacer despidos colectivos?
¿Es serio que alguien dependa de otros para subsistir?
¿Ocurría esto antes? Si antes la gente era capaz de
ganarse la vida sin vender su fuerza de
trabajo (como así fue más o menos casi siempre),
¿por qué ahora es casi imposible? ¿Es serio
decir que no hay trabajo hasta el punto de que mucha gente se
queda en el paro, mientras
muchos de los que trabajan no tienen tiempo para sus asuntos
personales, mientras las horas extras son habituales (y muchas
veces no remuneradas)? ¿Es serio que al mismo tiempo que
aumenta el paro (hasta proporciones alarmantes), que se extiende
la congelación salarial (cuando no el impago de los
salarios), se
abogue desde las instancias de la economía oficial por que
la gente tenga confianza en el sistema y consuma más o no
deje de consumir? ¿Para analizar o descubrir dichos
contrasentidos es necesario ser un "gurú"? ¿Es
serio que se den ayudas multimillonarias a los bancos (que son
los que han provocado la crisis con la
complicidad y pasividad de los políticos), sin pedir
cuentas por dicho
dinero "prestado" (mejor dicho "regalado"), sin pedir
garantías de que se use adecuadamente, y al mismo tiempo,
no se aumente la cobertura de los más necesitados, de las
víctimas de la crisis? ¿Es serio ayudar a los ricos
con un dinero que en otras muchas cuestiones básicas nunca
existe (se ha calculado, por ejemplo, que con la ayuda dada a los
bancos por el gobierno USA podría erradicarse el hambre en
el mundo) mientras se deja a los pobres, a los más
necesitados, que se busquen la vida (o se les da "ayudas"
claramente insuficientes, cuando no ridículas)? ¿No
sería lo lógico primero proteger a los más
débiles, a las víctimas? ¿Por qué hay
dinero para los ricos y no para los pobres?
¿Es lógico que las decisiones que afectan a
la mayoría sean tomadas por minorías?
¿Tiene futuro un sistema basado en las injusticias, en las
escandalosas desigualdades, un sistema cuya ley básica
es la de la jungla, cuyo único principio es el beneficio a
toda costa (a costa de las personas o del medioambiente)?
¿Tiene futuro un sistema cuyo destino está en
pocas manos? ¿Tiene sentido un sistema que atenta
contra el más elemental sentido común, contra la
lógica más básica? ¿Tiene futuro el
sinsentido? ¿Tiene futuro un sistema a todas luces
irracional? ¿Es serio empeñarse en defender
ciegamente un sistema que cada vez muestra
más síntomas de su inviabilidad? ¿Es serio
cerrarse a otras ideas que lo replanteen? ¿Es serio el
dogmatismo (de cualquier signo)? A la vista de todo lo anterior,
¿no podemos concluir, como decía Bertolt
Brecht, que el capitalismo, que tanto demoniza la palabra
radical para blindarse ideológicamente, es
él mismo radical? ¿No atenta radicalmente
contra la inteligencia y
la ética?
¿No atenta radicalmente contra la humanidad?
En el capitalismo, el dinero pasa
de ser un medio a ser un fin en sí mismo. El capital se
transforma en la principal mercancía. La
especulación se convierte en el motor de la
economía. La economía se vuelve artificial. El
sector financiero predomina. Los bancos son los verdaderos
dueños de la economía. La financiarización
de la economía es inevitable. Las burbujas especulativas
son la norma. La cultura del
pelotazo sustituye a la cultura del esfuerzo. El robo adopta
formas cada vez más sofisticadas y sutiles, cada vez
más difíciles de detectar. La ingeniería financiera se convierte en la
"carrera" de moda. Tras periodos de grandes beneficios surgen
repentinamente e "inexplicablemente" las bancarrotas. Los casos
de corrupción se disparan. Las crisis
cíclicas son parte del sistema. Son cada vez más
intensas y frecuentes. El sistema necesita regenerarse con
frecuencia. El capital, tras cada crisis, se fortalece y las
personas normales se debilitan. Lo único que parece
amenazar al sistema es la cada vez mayor resistencia de
ciertos colectivos de personas. Las intensas contradicciones del
sistema económico provocan intensas contradicciones
sociales. La resistencia anticapitalista aumenta al mismo tiempo
que la opresión capitalista. El sistema procura evitar
crear grandes masas de personas desesperadas que pudieran
rebelarse contra el mismo. El sistema procura autolimitarse para
sobrevivir. Pero el monstruo es cada vez más
difícil de controlarse a sí mismo. La amenaza de la
hecatombe es cada vez mayor. El castillo de naipes puede
desmoronarse por cualquier lado. El sistema es cada vez menos
seguro, menos
estable.
El motor del capitalismo es el insaciable afán de
lucro. Es la necesidad de aumentar a toda costa el beneficio,
a costa de las personas o del medio ambiente. El capitalista
está preso de su avaricia, de su inconformismo respecto al
dinero. Cuanto más tiene, más quiere. Cuanto
más gana, más quiere ganar. Cualquier persona que se
convierta en capitalista se arriesga a caer en esa dinámica imparable. El capitalismo, si no
se le restringe, no tiene límites.
Sólo se auto-restringe para evitar que sus excesos le
pongan en peligro (y a veces, ni siquiera, basta considerar el
ejemplo de la reciente crisis). Es una droga que
está llevando al abismo a la humanidad. Para el
capitalismo, como su propio nombre indica, lo único
importante es el capital, ya ni siquiera la calidad de los
productos o de los servicios, ni
por supuesto las necesidades reales de los consumidores. Las
necesidades de los consumidores se crean incluso artificialmente
porque la economía no está al servicio del
consumidor. Es el consumidor el que está al servicio de la
economía. El trabajo está también al
servicio del capital. El trabajo es el medio de reproducir
capital en vez de ser el medio por el que las personas se ganan
la vida. Las personas, los trabajadores, son sólo
recursos, están al servicio del capital. En el
capitalismo TODO está al servicio del capital. Incluso
la salud de las personas. La industria farmacéutica juega
con la salud de las personas con tal de obtener más
beneficios. No se producen medicinas para curar viejas enfermedades que afectan a
países del Tercer Mundo porque no son rentables. Se
empastilla masivamente a la población sin importar las
consecuencias. Las personas mayores se hacen dependientes de cada
vez más medicamentos. Se disparan los casos de muertes
provocadas por los efectos secundarios de algunos medicamentos
que no son suficientemente probados porque los organismos que los
deben controlar no son independientes. Incluso se crean
enfermedades nuevas, se inventan enfermedades. Se exageran
reacciones naturales que antes nadie consideraba como enfermedad.
Por ejemplo, la lógica tristeza de la vuelta al trabajo
cuando se acaban las vacaciones ahora es el síndrome
post-vacacional. Según indica Teresa Forcades i Vila en su
libro Los crímenes de las grandes
compañías farmacéuticas, supuestos
organismos independientes (en realidad pagados por empresas
farmacéuticas) estipulan que cierto porcentaje de la
población está enferma cuando realmente no lo
está. ¿Quién no ha tenido la
sensación de que el médico al que acude le receta
algo innecesario o incluso contraproducente? ¿Quién
no ha vivido la escena de un médico que rápidamente
se pone a recetar sin ni siquiera esperar a que el supuesto
enfermo le explique lo que le pasa? ¿Quién no ha
sufrido alguna vez los efectos secundarios de algún
medicamento, efectos casi peores que la dolencia combatida?
¿No es famoso el refrán que dice que muchas veces
es peor el remedio que la enfermedad? ¿No se ha tachado
muchas veces a los médicos como "matasanos"? Incluso, ya
se está hablando del abuso de los medicamentos, de la
ineficacia de ciertas vacunas, de la
resistencia de ciertas bacterias a
las medicinas. Ésta es una característica
típica del capitalismo, inventar necesidades que aumenten
artificialmente el consumo. En el capitalismo, todo
está (cada vez más) en venta. La salud
es una mercancía. La cultura se mercantiliza. Los derechos de
autor sustituyen al libre intercambio de ideas
(afortunadamente Internet contrarresta esta tendencia). La
felicidad se compra en los centros comerciales (las "mecas" de la
nueva sociedad de consumo). La dignidad se
convierte en un bien escaso. La guerra es el negocio más
lucrativo. Las muertes de personas son efectos colaterales. Al
negocio de destruir le sucede el negocio de la
reconstrucción. El plan Marshall es
el paradigma del
crecimiento capitalista. La desesperación de seres
humanos, una oportunidad de negocio. No es de extrañar que
los bancos, la industria militar y la industria
farmacéutica sean los motores de la
economía capitalista. El capital, la muerte y
las personas son las principales mercancías.
En la dinámica capitalista, siempre se requiere
aumentar los márgenes, ya sea aumentando las ventas o los
precios, ya
sea disminuyendo los costes, ya sea incluso las dos cosas a la
vez. La competencia
manda. O te adaptas continuamente o no sobrevives. No ha lugar
para humanismos. El capitalista que no es agresivo y que no sigue
a rajatabla la ineludible lógica del capitalismo, sucumbe
tardo o pronto. El capitalista más agresivo es el que
sobrevive. El pez grande y más agresivo se come al chico.
Por el principio del darwinismo social, las peores tendencias del
ser humano se van imponiendo sobre las mejores. El capitalismo
amplifica y realimenta las peores características del ser
humano. Se nutre del egoísmo, de la ambición
desmedida, de la avaricia. La solidaridad no es rentable. La
competencia sustituye a la colaboración. Sacrosanta
palabra la competencia. En nombre de ella todo lo
demás es irrelevante. El triunfo es idolatrado. Lo que
importa es ganar, no participar. En la sociedad de la imagen,
ésta lo es todo. En la sociedad de la publicidad, lo
importante es saber venderse. La persona se vuelve un comercial.
El ciudadano un actor continuo. La sociedad un gran escenario
teatral. La belleza física se convierte
en una obsesión. El culto al cuerpo en religión. La
posesión de mercancías en el paradigma de la
felicidad. Lo importante es aparentar. La superficialidad se
impone. La felicidad se vende ante los demás. Infelicidad
interior disfrazada de satisfacción cara al exterior. El
fracaso está mal visto. La soledad se abre paso. Curiosa
sociedad ésta, por un lado masificada, por otro lado
aislada. Sociedad superpoblada de solitarios. La malicia y la
picaresca, imprescindibles en el currículum de todo
triunfador que se precie. El sistema depredador vuelve al
individuo depredador. La imaginación para inventar nuevas
formas de depredación no tiene límites. Se acosa al
trabajador para que se dé de baja o se vaya de la empresa, se le
provoca para que cometa un error que justifique un despido
disciplinario que salga gratis, se le aísla de sus
compañeros, se le tortura obligándole a pasar la
jornada laboral completa
sin hacer nada. La psicología, la nueva
área de investigación en el departamento de
"Recursos
humanos". Se acosa al inquilino que resiste y no quiere
vender. La voracidad de las grandes constructoras es insaciable.
El mobbing, la nueva moda. El stress, en consecuencia, la nueva
plaga. La empresa, el
epicentro de la guerra social. La rumorología, la
permanente incertidumbre, la amenaza sutil y latente, el miedo
administrado en pequeñas dosis diarias, las nuevas
armas de
destrucción mental masiva. La desmotivación, a la
orden del día. No hay futuro laboral, algo que todo
trabajador va asumiendo a medida que adquiere experiencia, no hay
futuro ecológico, algo de lo que la naturaleza nos pasa
factura de forma cada vez más intensa y frecuente. El
capitalismo quema todos los recursos. Su filosofía es usar
y tirar. El proclamado reciclaje ecológico, pura
demagogia. Sin duda, el capitalismo empeora al conjunto de la
humanidad. No es de extrañar que, con el tiempo, las
injusticias y las desigualdades aumenten. No es de
extrañar que las adolescentes
se vuelvan anoréxicas. No es de extrañar que la
fama enloquezca a los que tienen la dudosa fortuna de caer presa
de sus garras. No es de extrañar que se disparen los
suicidios de los que no soportan el fracaso. No es de
extrañar que la agresividad contenida se desboque en
violencia
doméstica o infantil. No es de extrañar que se
disparen los casos de niños
que, imitando lo que ven alrededor, "incomprensiblemente",
jueguen a la caza mayor humana. No es de extrañar que en
sociedades especialmente agresivas, donde el capitalismo es
especialmente duro, se disparen los casos de enloquecidos que la
toman a tiros contra todo ser viviente que se cruce por su
camino. No es de extrañar que el stress afecte a
niños de cada vez menor edad. Los padres no sólo se
obsesionan con su triunfo sino que también con el de sus
hijos. Niños que cada vez son menos niños.
Niños envejecidos casi desde que nacen. Niños que
crecen prematuramente. A los niños del Tercer Mundo se les
roba la infancia
porque tienen que trabajar en edad de jugar, y a los niños
del llamado Primer Mundo se les hace mayores porque se les hace
jugar a ser mayores, se les prepara desde temprano a ser
consumidores, a cumplir su papel en la sociedad. Cachorros del
sistema que, en el peor de los casos, usan la esvástica
nazi como símbolo de su equivocada rebeldía.
Rebeldía de la juventud
redirigida contra los enemigos del sistema, en defensa del
sistema. Rebeldía domesticada y reconducida hacia ellos
mismos. Juventud domesticada que sólo aspira al
botellón. Juventud más conservadora que sus padres.
Las calles se convierten en el hogar de ex-ejecutivos agresivos.
En el capitalismo, de la noche a la mañana, uno puede
pasar de ser un "triunfador" a ser un vagabundo. Si uno tiene
hipotecada su casa y repentinamente se queda sin empleo, es muy
probable, si no dispone de cierta cobertura familiar (ésta
se ha convertido casi en el único "seguro" contra los
peligros del sistema), acabar durmiendo en la calle. Es cada vez
más difícil no sucumbir ante la presión
constante que ejerce el sistema. No sólo el capitalista
sucumbe a la endiablada lógica del capitalismo,
también el consumidor. Todas las personas están
sometidas a su lógica, quieran o no. El capitalismo
fomenta el consumismo infinito, la insatisfacción
permanente. Cuando ya tienes un coche, quieres otro mejor o
más grande, otro para tu mujer, otro para
tus hijos. Ya ni siquiera esperas a que tu coche envejezca para
cambiarlo. Simplemente te "cansas" de él. Si ya tienes una
casa decente y pagada, aspiras a una más grande, con lo
cual te vuelves a endeudar. Si ya has acabado de amueblar tu
casa, te da por redecorarla. Antes de sacar partido a tu nueva
cámara digital, antes de saberla usar, te encaprichas con
otra nueva que acaba de salir porque tiene unas prestaciones
que realmente no necesitas ni vas a emplear y que a veces ni
siquiera comprendes realmente. Poco a poco, vas coleccionando un
montón de cacharros que no te da ni tiempo de utilizar,
hasta que te hartas y para hacer sitio te desprendes de ellos,
eso sí procurando reciclar. No llegas a final de mes, pero
a la mínima de cambio, te desprendes de objetos seminuevos
que no sabes muy bien porqué compraste en su día.
El ahorro se
convierte en una ilusión. Te endeudas cada vez más,
y en consecuencia, te sometes cada vez más en el trabajo,
justo lo que quiere el sistema. Eres lo que consumes. Cuanto
más tienes, más vales. Cuanto más tienes,
más quieres. Si no consumes, no te sientes realizado. Si
no consumes no estás bien visto por los demás. Si
no estás a la última, a la moda, eres ridiculizado
por los zombis que te rodean. Para integrarte socialmente,
sucumbes ante la sociedad de consumo. Para poder comprar
más y más, te vendes más y más..La
sociedad capitalista es la sociedad de la alienación del
individuo. La proclamada libertad individual es en realidad
la coerción individual. El individuo, normalmente, no es
explícitamente reprimido porque lo es
implícitamente. No es necesario reprimirlo desde el
exterior porque él mismo se auto-reprime, en la mayor
parte de los casos. El capitalismo representa el más
sutil e inteligente totalitarismo inventado hasta la
fecha.
Es cada vez más difícil no sucumbir ante
semejante dictadura
social porque ello requiere mucha rebeldía y ésta
intenta ser anulada por el sistema. No hay nada peor visto por la
mayoría de tus conciudadanos que ser un rebelde radical,
un "antisistema", un inadaptado. Se requiere un alto grado de
independencia
y de rebeldía para pasar del qué
dirán, para romper la dinámica de la
anulación del individuo. Así pues, cada vez es
más habitual ver desamparados en la calle. "Locos" que
hablan consigo mismo, desesperados que se desahogan con los
viandantes que se encuentran con ellos, por lo menos hasta que ya
no les queda energía ni para eso, ni siquiera para pedir
limosna. O te adaptas al sistema o éste te echa sin
contemplaciones. La libertad se convierte cada vez más en
una utopía inalcanzable. Para poder sobrevivir, aunque
lo aborrezcas, tienes que prostituirte un mínimo,
procurando que el sistema no te cambie demasiado. Te arriesgas a
volverte loco porque tienes que estar en permanente lucha entre
una parte de ti que sabe que cuanto más cedes, más
deberás ceder aún, más dejas de ser
tú mismo, y otra parte de ti que te dice que cómo
no cedas, acabas en la calle. El corazón
está en permanente lucha con la cabeza. Incluso parte de
tu cerebro
está en conflicto con
la otra parte. En fin, un sistema loco que vuelve loco al
individuo y al conjunto de la sociedad. ¿Quién
puede extrañarse de que la ansiedad, la depresión,
las enfermedades mentales, la violencia, la delincuencia,
se conviertan en el pan nuestro de cada día?
¿Quién puede extrañarse de que una parte
desesperada y desesperanzada de la juventud aproveche las
celebraciones deportivas (por otro lado, desproporcionadas, la
sociedad está ansiosa de celebraciones, de evadirse de la
cruda realidad) para destrozar el mobiliario urbano?
¿Quién puede extrañarse de que mucha gente
recurra a las pastillas, al alcohol, a
las drogas
para llevar el día a día? En Un mundo
feliz de Aldous Huxley, la población toma masivamente
la droga proporcionada por las autoridades llamada soma,
para combatir la melancolía, la tristeza, la
monotonía de una existencia alienada, para crear una falsa
sensación de felicidad. ¿No estamos, paso a paso,
tendiendo hacia un mundo feliz? ¿El soma
de nuestros días no es el fútbol?
¿Realmente estamos sólo en crisis económica?
¿No podemos afirmar que el capitalismo es en sí
mismo una crisis de la humanidad? ¿No podemos decir que la
crisis es también moral, social,
humana? ¿El capitalismo no condena a la humanidad a estar
en permanente crisis?
Conclusiones
El capitalismo se basa en el control de lo público
en pocas manos privadas. Se sustenta en el control de la
sociedad por una élite privilegiada. Sus principios
fundamentales son: el crecimiento constante mediante el
consumismo aumentado artificialmente y la expansión
continua de los mercados
(colonización antaño, imperialismo o
globalización económica
actualmente), el aumento incesante de los márgenes de
beneficios mediante el aumento de las ventas o de los precios y
mediante la reducción de los costes de producción
(incluidos los costes salariales), el acaparamiento de la riqueza
generada por la sociedad en pocas manos, la privatización de la economía (de los
medios de producción, de los beneficios, pero no de las
pérdidas que sí son socializadas), el agotamiento
de los recursos (humanos y medioambientales), la
alienación de la sociedad en general, la sociedad al
servicio de la economía que a su vez está al
servicio de una minoría privilegiada, la dictadura en el
seno de las empresas protegida por una democracia política bajo
mínimos que impida el desarrollo
democrático y por tanto la democratización de la
economía. La idea subyacente clave para el capitalismo es
el monopolio. El monopolio político para que la
política se supedite a la economía. El monopolio de
los medios de producción y de los mercados para que la
economía esté en pocas manos. El monopolio de las
ideas para evitar el recuestionamiento del sistema. Lejos de lo
que se nos proclama oficialmente, capitalismo y mercado libre son
antónimos. El capitalismo equivale a monopolio
disfrazado de oligopolio
disfrazado a su vez de libertad. En el ámbito
político tenemos el bipartidismo como paradigma. En el
ámbito económico tenemos a los oligopolios de las
grandes multinacionales como paradigma. El sistema
político se controla con la preponderancia de dos
partidos que defienden por igual las bases del sistema
económico y que explotan diferencias en cuestiones de
menor importancia para el capital para aparentar cierta
pluralidad. No es de extrañar que el país adalid
del capitalismo, como es Estados Unidos de América, sea
también el país adalid del bipartidismo. El sistema
económico se controla con un supuesto mercado libre para
aparentar que cualquiera con un poco de espíritu
emprendedor, con algo de suerte y de riesgo, puede ser
capitalista (el capitalismo popular que decía
Margaret Thatcher) pero que en realidad es cada vez menos libre
por el proceso de
concentración empresarial inherente a la dinámica
capitalista (el capital tiende a agregarse) y consentido (y
fomentado) por el poder político cada vez más
sometido al económico. Capitalismo popular es un
contrasentido. El capitalismo se sustenta en la oligocracia,
bajo la forma de partitocracia política, disfrazada de
democracia puesta al servicio de la oligarquía.
Pero el control social siempre necesita ineludiblemente el
control de las ideas. El gran triunfo del capitalismo es su
hegemonía cultural, cuyo paradigma es el pensamiento
único. Éste se ha impuesto gracias a la
caída del "comunismo" y sobre todo mediante el control de
los medios de comunicación de masas por parte del poder
económico. La falsa conciencia que
decía Marx ha triunfado. El gran triunfo del capitalismo
es que sus víctimas (casi toda la humanidad) asuman
acríticamente sus postulados. Su gran triunfo es que unos
trabajadores se enfrenten a otros. Es que el capitalista pueda
delegar en sus lacayos para que le hagan el trabajo sucio. La
desunión de los trabajadores es el gran logro del
capitalismo. El peligro revolucionario está, por ahora,
completamente desactivado. El gran triunfo del capitalismo es que
el trabajador comprenda que es prescindible y asuma como
lógico que su empresa deba echarle cuando los beneficios
disminuyen (ni siquiera ya cuando éstos desaparecen). Es
que el trabajador se convierta en el jefe que tanto detestaba. Es
que nos pasemos la vida quejándonos unos a otros, mientras
no hacemos absolutamente nada para evitar nuestra
explotación. Es que nos muestremos muy gallitos entre
nosotros para a continuación bajarnos los pantalones o las
faldas a la mínima de cambio. Es que no comprendamos
cómo puede haber existido algo llamado nazismo, mientras
nosotros, en circunstancias mucho menos peligrosas, no
arriesgamos nada. Es que critiquemos fácilmente a los que
no quisieron ver en esa época, cuando en esa época
la gente se jugaba la vida, mientras nosotros ahora nos tapamos
para no ver cómo degenera todo a nuestro alrededor, cuando
sólo nos jugamos, por ahora, el dinero. Es que el
individuo crea que la única solución es el
"sálvese quien pueda". Es que la única esperanza
sea la suerte. Es que la sensibilidad esté en vías
de extinción. Es que tiremos la toalla. Es que no veamos
salidas. Es que pensemos que no sirve de nada luchar. Es que.
Sin embargo, la realidad nos devuelve la conciencia. Cuando
nos topamos con la cruda realidad, las ideas son puestas a
prueba. La realidad puede maquillarse, indudablemente. Pero,
tarde o pronto, su maquillaje se deshace. Una vez superados los
prejuicios, una vez superados los complejos, una vez perdido el
"respeto" a las
autoridades intelectuales,
una vez superado el miedo a hacer el ridículo por pensar y
opinar, una vez que uno piensa un poco por uno mismo (ya sea
porque es un rebelde natural, ya sea porque la cruda realidad le
devuelve los ojos y la capacidad de raciocinio), los
postulados del capitalismo resisten muy poco frente al
pensamiento crítico. Pueden maquillar la realidad con
frías estadísticas donde sólo se mide a la
sociedad en base a ciertos parámetros donde no cuenta la
felicidad, ni el reparto de la riqueza, ni la libertad, ni la
igualdad, ni la paz, ni… Es decir, donde no cuenta lo
principal. Donde las personas son sólo números, son
sólo costes o beneficios. Pero no pueden maquillar del
todo (aunque lo intentan también) el hecho de que cada vez
haya más pobres, de que cada vez sea más habitual
ver indigentes en las calles (también intentan ocultarlos,
quizás llegará el día en que se exterminen),
de que la sociedad se deshumaniza, de que la naturaleza nos
está empezando a pasar factura. Quizás sean capaces
de elaborar aún más el maquillaje, pero cada vez
les cuesta más. Son tan evidentes las consecuencias del
sinsentido que representa el capitalismo, afectan a tanta gente,
es tal la degeneración del sistema actual, que es casi una
utopía que pasen desapercibidas. Parece inevitable, como
mínimo, el recuestionamiento del capitalismo. En los
últimos tiempos, el muro ideológico de
protección del status quo se ha agrietado por la
aparición de Internet. Afortunadamente, es muy
difícil controlar por completo a la sociedad y a veces
algunos avances científicos o tecnológicos producen
consecuencias sociales imprevisibles. Internet es el principal
talón de Aquiles para el capitalismo. Éste ya se ha
puesto manos a la obra y no va a cejar en su empeño por
controlarlo todo lo que pueda. La guerra ideológica
está más latente que nunca. Guerra del capitalismo
contra la humanidad. La guerra por la supervivencia física
de la humanidad, además de por una sociedad humana en el
mejor sentido de la palabra.
La democracia es el principal enemigo del capitalismo.
No es de extrañar que experiencias de capitalismo de
Estado
disfrazadas de socialismo hayan fracasado en cuanto a la
implantación de sociedades radicalmente distintas y hayan
permitido la transición no traumática al
capitalismo puro y duro. Para el capitalismo, no hay mucha
diferencia entre que los medios de producción pertenezcan
a unos pocos empresarios o a unos pocos burócratas (otra
cuestión es la eficiencia de la
gestión
ejercida por la élite que controla la economía). La
clave para el capitalismo está en que el control lo tengan
unos pocos. Por consiguiente, la única forma de
combatir el capitalismo es democratizando por completo la
sociedad. Desarrollando la democracia política para
liberar a la política del dominio de la economía
(como mínimo, llevando a la práctica los postulados
defendidos en teoría por la democracia liberal en
la que se basa oficialmente el propio capitalismo, como la
separación efectiva de los poderes). Democratizando la
economía para que ésta esté al servicio del
conjunto de la sociedad. Democratizando los medios de
comunicación para permitir la libre difusión de
todo tipo de ideas por la sociedad, para evitar el pensamiento
único, el monopolio de la verdad. La democracia (el poder
del pueblo) es realmente la antítesis del
capitalismo (el poder del capital y por consiguiente de
la sociedad en pocas manos). Es tal la degeneración del
sistema capitalista que hasta algunos de los postulados
teóricos en los que originalmente se basaba parecen ahora
progresistas e incluso utópicos. Es tal la
derechización ideológica de la sociedad (inevitable
porque la derecha, es decir el capital, es la que controla la
sociedad a través de los medios de comunicación)
que ciertos postulados originales de la democracia
cristiana, del humanismo o de
la socialdemocracia suenan incluso progresistas
comparados con lo que estamos viviendo en la actualidad.
¡Ya sería un avance que en España se
aplicaran las políticas
socialdemócratas de Suecia! En España, y en la
mayoría de países, la derecha siempre gobierna. Ya
sea oficialmente, ya sea a través de partidos
presuntamente de izquierdas que en realidad aplican
políticas económicas más o menos
conservadoras. ¿Ha de sorprendernos el auge de la extrema
derecha? ¿No contrasta con la marginalidad de
la extrema izquierda? Lo primordial, lo urgente, es que la
sociedad en conjunto recupere el control de sí misma.
Y esto sólo puede hacerse mediante la verdadera
democracia. Una vez retomado el control (en realidad el pueblo no
lo ha tenido por completo nunca, pero el problema es que cada vez
lo tiene menos, en vez de al revés), ya se verá
qué sistema económico puede funcionar.
Llámese liberalismo,
socialdemocracia, socialismo, comunismo o anarquismo o cualquier
otro "ismo" que pueda surgir. Pero para ello es imprescindible
sentar las bases para que todas las ideas puedan ser conocidas
por igual y puedan ser probadas en la práctica por igual.
Es primordial una sociedad mínimamente libre de elegir su
destino. Éste no debe estar en pocas manos, debe
pertenecer a TODA la sociedad.
El capitalismo se sustenta en la falta de libertad.
Sustituye la libertad por el libertinaje. Éste está
disfrazado con aquella. El capitalismo es la forma moderna de
esclavitud, de explotación. La sociedad moderna reproduce
los males de ciertas viejas sociedades pero con apariencias
más sofisticadas. Como decía Aldous Huxley en su
novela Un
mundo feliz: Un Estado totalitario realmente eficaz
sería aquel en el cual los jefes políticos
todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran
gobernar una población de esclavos sobre los cuales no
fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto
amarían su servidumbre. Y yo a esto
añadiría, que si además, los esclavos no son
conscientes de su servidumbre (porque está más
camuflada, porque la complejidad del disfraz la hace más
difícilmente reconocible), entonces es más
fácil que la acepten. Y como decía Napoleón, Con las bayonetas se puede
lograr todo menos sentarse sobre ellas. La mejor política
es hacer creer a los hombres que son libres. El
capitalismo se sustenta en una falsa democracia con una falsa
libertad. O dicho de otra manera, sobrevive porque consigue
que el pueblo renuncie a mayores cotas de libertad y de
democracia. Consigue que la mayor parte de la gente se conforme
con la democracia formal conseguida. Indudablemente, en los
últimos siglos, se lograron logros en cuanto a derechos y libertades, pero
éstos están en claro retroceso. Estamos asistiendo
a una involución sutil e inteligente (pero no perfecta,
afortunadamente) de la libertad. La democracia, en vez de
avanzar, en vez de desarrollarse, está retrocediendo, se
está desnaturalizando. La degeneración del
capitalismo, inherente a su filosofía, se produce al mismo
tiempo que la degeneración democrática. Ambas
degeneraciones se realimentan mutuamente.
El capitalismo está plagado de intensas
contradicciones. Pero éstas no están
sólo en su teoría económica. No sólo
tenemos contradicciones en el régimen de
producción, como analizó Marx extensamente.
También la propia ideología en la que se basa está
plagada de contradicciones. No es necesario ser economista para
deducir que el capitalismo es contradictorio. Analizando las
propias ideas en las que se sustenta, se descubren incongruencias
evidentes. En el capitalismo, lo que se proclama en la
política contradice lo que se proclama en la
economía. Lo que se proclama en la teoría
contradice lo que se ejecuta en la práctica. Lo individual
se contrapone a lo social. El individuo o se impone al resto de
la sociedad (este es el caso de los capitalistas) o se somete a
ella (este es el caso del pueblo). El individuo o domina o es
dominado. El individuo se contrapone a la sociedad en vez de
complementarse a ella o desarrollarse en ella. El capital se
contrapone a las personas. La oferta se contrapone a la demanda
(en vez de adaptarse a ella). El empresario se contrapone al
trabajador. La economía ficticia se contrapone a la real.
El triunfo se contrapone a la marginación. El Primer Mundo
se contrapone al Tercer Mundo, incluso al Cuarto Mundo. El
capitalismo es en sí mismo contradictorio.
¡Cómo no van a surgir las crisis cíclicas!
Pero además, por si fuera poco, el capitalismo es cada vez
más contradictorio. ¡Cómo no van a ser cada
vez más intensas y más frecuentes las crisis! El
capitalismo supone un permanente estado de guerra de la humanidad
contra sí misma. Podría decirse, en primera
instancia, que de una pequeñísima (cada vez
más pequeña) minoría contra la
mayoría de la humanidad. Pero esto no es exactamente
así, incluso los capitalistas están en guerra unos
contra otros, incluso los trabajadores están en guerra
unos contra otros sumidos en un alocado proceso de
"sálvese quién pueda". El lema parece ser
¡Todos contra todos! La guerra es a todos los niveles. De
individuos contra individuos, de grupos
sociales contra grupos sociales, de países contra
países, de zonas geoestratégicas contra zonas
geoestratégicas, de mercados comunes contra mercados
comunes. Incluso estamos en guerra contra la naturaleza. La lucha
de clases, evitada temporalmente por la hegemonía cultural
del capitalismo (facilitada ésta por los fracasos de
sistemas que pretendían ser alternativos), es inevitable
en el sistema capitalista porque el capitalismo fomenta la
división de la sociedad en clases, porque las
desigualdades exacerbadas son la consecuencia natural de sus
postulados y sus acciones. La
guerra forma parte del capitalismo, aunque la llaman
eufemísticamente competencia. Incluso a veces esto se
reconoce y se usa el término "guerra comercial". De hecho,
la competencia por los recursos
naturales es la principal causa de las guerras que causan
millones de víctimas. La guerra que provoca muertes y
destrucción del medioambiente se nutre de la competencia.
En realidad, dicho en términos dialécticos, supone
un peligroso cambio cualitativo, la cantidad se convierte en
calidad. La competencia exacerbada y agresiva se convierte en
guerra. ¡El capitalismo se nutre de la guerra y hace
negocio de la guerra! El capitalismo provoca guerras y
éstas realimentan al capitalismo porque suponen la mejor
oportunidad de crecer. El capitalismo necesita un ciclo continuo
de destrucción-construcción para conseguir su
ansiado crecimiento continuo. El capitalismo es por naturaleza
cíclico. Los ciclos forman parte de él. Sin ciclos,
sin altibajos, no hay capitalismo. El problema es que cada vez es
más peligrosa esa dinámica de
destrucción-construcción, cada vez es mayor el
riesgo de que nos quedemos a mitad de camino, de que a la
destrucción no le suceda la construcción.
Indudablemente, muchas de las características descritas
ya sucedían con otros sistemas anteriores al capitalismo.
En realidad, la sociedad "civilizada" no ha cambiado tanto a lo
largo de la historia, salvo ciertos episodios excepcionales
(normalmente silenciados o tergiversados) en los que se
intentó cambios o en los que la sociedad era más
libre. Se han sucedido siempre avances y retrocesos. El problema
con el capitalismo actual es que ahora los medios son mucho
más sofisticados y potentes. Las diferencias con los
sistemas de explotación anteriores son más bien
cuantitativas y aparentes. Han cambiado más las formas que
el fondo. Casi siempre han existido guerras. Desde hace tiempo
que la naturaleza sufre con el desarrollo de nuestra
"civilización" (desde que dejamos de ser "primitivos"). El
problema fundamental es que ahora, por primera vez en la
historia, somos capaces de destruir el planeta varias veces con
nuestro armamento nuclear (no habiendo aún aprendido a
convivir en paz) y tenemos claros indicios de que estamos
cambiando el clima, de que
estamos llegando al límite de lo que puede soportar Gaia
(el desastre ecológico no puede pasar ya desapercibido).
Estamos en un momento histórico crítico en el que o
cambiamos radicalmente de mentalidad, de modelo social, de modelo
económico-político, o las posibilidades de
supervivencia de nuestra especie o incluso de nuestro planeta se
vuelven peligrosamente pequeñas. Ya ni siquiera vale la
falacia que nos venden de que, a pesar de todo, ahora se vive
mucho mejor que en el pasado, lo cual es, dicho sea de paso, muy
discutible. No es suficiente justificar y consentir los graves
defectos del sistema actual por sus supuestas virtudes respecto
de sistemas anteriores. Es imperativo corregir cuanto antes los
errores del sistema actual. Errores que empiezan a ser
críticos para la especie humana y para su hábitat. No cabe conformarse con el sistema
actual. La autocomplacencia es garantía de exterminio a
medio plazo. El capitalismo está acelerando nuestra
autoextinción. Indudablemente también, el
capitalismo ha posibilitado un importante crecimiento
económico. Marx, el más implacable crítico
del capitalismo, reconocía sus virtudes. Lo consideraba
como una etapa necesaria que debía ser superada. Para
él, los indiscutibles grandes avances logrados en
él debían ser puestos al servicio de toda la
sociedad. El problema es que la riqueza generada por el
capitalismo no se ha repartido bien en la sociedad, el problema
es que la riqueza generada se ha logrado con un alto precio
social y ecológico. De poco nos sirve crear más
riqueza si ésta no es disfrutada por el conjunto de la
sociedad, si se hace a costa de la mayor parte de la
población, si se hace a costa de destruir nuestro
hábitat. La riqueza generada por el capitalismo,
además de ser disfrutada sólo por una
pequeña minoría, es "pan para hoy y hambre para
mañana" para el conjunto de la humanidad.
El capitalismo es la jungla trasladada a la
civilización. Y como tal jungla, la única ley es la
del más fuerte. El capitalismo es pura depredación.
El problema es que la jungla natural sí se autorregulaba
realmente. Por el contrario, el capitalismo es la jungla
amplificada y retroalimentada de forma acelerada. La jungla
"civilizada" se diferencia casi sólo cuantitativamente y
en ciertas formas de la "natural". ¡Ya es hora de construir
un sistema económico-político realmente civilizado!
La civilización humana no puede tener futuro si no se
vuelve civilizada. La jungla "civilizada" está
destruyendo su hábitat, está destruyéndose a
sí misma. La jungla "civilizada" se contrapone a la
"natural" (otra vez nos topamos con las omnipresentes
contradicciones del sistema). El problema es que la primera no
puede sobrevivir sin la segunda, al destruir la jungla "natural",
la jungla "civilizada" se destruye también a sí
misma. El capitalismo es intrínsecamente destructivo
porque se sustenta en la guerra, en las contradicciones.
Evidentemente, dado que los seres humanos somos por naturaleza
contradictorios, nuestra sociedad tiene que serlo también
forzosamente. No existe la sociedad perfecta sin contradicciones.
Sin embargo, el problema con el capitalismo, es que sus
contradicciones son abundantes y profundas, además de muy
peligrosas. El capitalismo es extremista, tiende a realzar los
extremos contrapuestos. O se está muy bien, o muy mal.
O se trabaja muchas horas o se está parado. O se trabaja
mucho (la mayoría de trabajadores cuando trabajan) o se
trabaja poco (ciertos colectivos privilegiados en vías de
extinción) o incluso no se trabaja (una minoría
espabilada que aparenta trabajar). O se gana mucho dinero (los
que consiguen estar del lado del capitalista, sus lacayos,
aquellos dispuestos a renunciar a su dignidad con tal de estar
del lado de los "triunfadores") o se gana poco (los desgraciados
que han tenido la mala suerte de ser honrados, que no entienden
el arte de trabajar para no trabajar, de lograr un puesto bien
remunerado por no trabajar, de sustituir el trabajo por las
supuestas responsabilidades, por las que casi nunca nadie da la
cara). Con el tiempo, gran parte de la sociedad tiende a la
miseria, mientras otra pequeñísima parte tiende a
la opulencia. Si no se le regula, el capitalismo "dualiza" la
sociedad. El capitalismo gusta de la dualidad, gusta del
número dos. El bipartidismo es su paradigma
político porque la división económica se
hace en dos clases, como decía Marx, los capitalistas y el
resto. Por mucho que complejice la estratificación social,
la sociedad se divide cada vez más en dos clases
esenciales, los que poseen el capital, los dueños de los
medios de producción, es decir, los dueños de la
sociedad, y los trabajadores, los que deben vender su fuerza de
trabajo para sobrevivir. Poseedores vs. Poseídos. El
pequeño empresario, algo anecdótico. Con el tiempo,
también se convierte en poseído. El pez grande se
come al pez chico. El negocio familiar constituye casi la
única esperanza de ser un trabajador autónomo (una
figura intermedia entre el obrero y el capitalista que cada vez
se parece más al primero). La familia en
el capitalismo es el refugio contra los extremos de éste.
Las herencias familiares son el seguro de vida en el sistema
capitalista. El capitalismo necesita del concepto familia porque no
sobreviviría sin él. La familia oculta y suaviza
las tendencias más extremas del capitalismo. La familia es
su necesario regulador, sin el que no podría subsistir
mucho tiempo porque las contradicciones se agudizarían y
estallarían rápida e intensamente. La familia es el
pegamento del sistema capitalista. Por esto, se preocupa tanto de
la familia, por esto, teme tanto que el concepto de familia
evolucione o desaparezca.
El capitalismo se lleva mal con la palabra
reparto. Para el capitalismo, la igualdad es un
obstáculo. Al capitalismo no le gusta repartir el trabajo
ni el capital. No le gusta repartir las libertades. No le gusta
repartir los derechos. No le gusta repartir el poder. Por esto,
al capitalismo no le gusta la verdadera democracia. El
capitalismo se aleja mucho de la perfección. Aún no
existiendo la sociedad perfecta, debemos aspirar a acercarnos a
ella lo más posible. El capitalismo no sólo no
mejora la sociedad, sino que la empeora notablemente con el
tiempo, como ha quedado demostrado por los acontecimientos, como
ya algunos intelectuales advirtieron en su día.
Como consecuencia de la gran crisis actual (ya casi nadie duda
de que además de ser una crisis financiera, es
también una crisis global de la economía, estamos
ante una crisis sistémica), ya se empiezan a oír
voces, incluso
desde organismos de la economía oficial, que abogan por un
modelo económico distinto. No se habla mucho de abolir el
capitalismo, pero sí se habla sobre todo de refundarlo o
reformarlo. Sin embargo, aquellos que abogan por un crecimiento
limitado, incluso por un decrecimiento, se "olvidan" que el
capitalismo se sustenta, entre otras cosas, en el crecimiento
continuo. El premio Nóbel de Economía Paul
Samuelson ha afirmado que esta debacle es para el capitalismo lo
que la caída de la URSS fue para el comunismo. El
capitalismo, por su propia filosofía, está
conduciendo a la humanidad a su autodestrucción, como
mínimo, a su deshumanización, pero también a
la destrucción del planeta
Tierra. No se trata ya sólo de un sistema
indudablemente injusto, sino que además se trata de un
modelo insostenible. No hay futuro para la humanidad ni para
nuestro planeta con el capitalismo agresivo actual. Ya
quizás ni siquiera sea suficiente con un capitalismo
más suave, con un capitalismo de rostro más humano,
si es que ello es posible. Probablemente, ya no sea suficiente
con reformar el capitalismo, se requiere abolirlo. Se necesita un
modelo económico controlado por el conjunto de la
humanidad. Urge la democratización global de la humanidad.
La democracia debe desarrollarse y extenderse también a
la economía. Es la mejor manera, quizás la
única, de garantizar el futuro.
El sistema capitalista desgarra la sociedad. No es posible una
sociedad que funcione en armonía si se compone de
individuos asociales, si todo el mundo está en guerra
contra todo el mundo, si el individuo domina o es dominado. El
capitalismo es antisocial porque niega o minimiza el carácter social de los individuos que
componen la sociedad. No es posible una sociedad libre con
individuos que no puedan ejercer en la práctica su
libertad por la falta de igualdad de oportunidades. Con el
capitalismo no es posible una sociedad mínimamente libre.
El capitalismo es antisocial porque la sociedad está a
su servicio, en vez de al revés. La sociedad
está al servicio de la economía, en vez de al
revés. La economía está al servicio del
capital, en vez de al revés. El capitalismo es el mundo al
revés. La sociedad humana está condenada a
extinguirse ya sea porque las contradicciones inherentes al
capitalismo estallen y acaben con ella, ya sea porque la sociedad
se deshumaniza. El futuro de la humanidad con el capitalismo
es la autoextinción o el totalitarismo. El
totalitarismo económico (piedra angular del capitalismo)
amenaza con extenderse al ámbito político. La
democracia política retrocede como consecuencia del
afianzamiento del capital. Como ya dije, para evitar la
democracia económica, el capitalismo necesita evitar el
desarrollo de la democracia política. Incluso, en los
últimos tiempos, la estrategia
defensiva de impedir dicho desarrollo, de evitar los avances
políticos, se ha transformado en una estrategia de ataque
a la democracia política. La mejor defensa es el ataque.
Tras resistir los ataques de una sociedad que conseguía
conquistas políticas y sociales, el capital ha pasado a
desmontar las democracias formales para encaminarnos hacia
totalitarismos políticos encubiertos que protejan
aún más el totalitarismo económico.
Una élite muy inteligente e ilustrada, no cabe duda, ha
conseguido ocultar la cruda y simple realidad con unas
apariencias muy sofisticadas. Pero dichas apariencias pueden ser
puestas en evidencia con un mínimo de aptitudes y sobre
todo de actitud. Como
decía al principio, si bien la información ayuda
mucho a combatir las falacias que nos venden día a
día, la simple observación, el análisis de las contradicciones, el uso de
la razón y del sentido común, bastan por sí
mismos para llegar a la conclusión de que algo no cuadra
en nuestro sistema capitalista actual. La mentira y la
hipocresía pueden ser combatidas con un mínimo de
espíritu crítico y libre. No es necesario ser
ningún "gurú" para descubrir ciertas verdades
elementales. Indudablemente, a ciertas verdades sólo
puede accederse con ciertos conocimientos, pero indudablemente
también, bajo la apariencia de ciertos "expertos", en
realidad, se esconden lacayos cuyo objetivo es
únicamente confundir al común de los mortales para
evitar llegar a verdades elementales y peligrosas. Su misión es
que las intuiciones
del ciudadano medio se queden sólo en intuiciones, que no
vayan a más. El ciudadano intuye (es más o menos
consciente) que las democracias actuales son simbólicas,
intuye que el poder es de los de siempre, intuye que el sistema
económico actual, además de claramente injusto
(esto es evidente), es a largo plazo inviable, intuye y percibe
que las cosas van a peor, pero no parece ir más
allá de sus intuiciones. A pesar de dichas intuiciones, a
pesar de ese estado de "semi-consciencia", no es capaz de darse
cuenta de que es posible, incluso a corto plazo, cambiar
radicalmente el sistema. ¿Qué ocurriría si
repentinamente la inmensa mayoría dejara de colaborar con
el sistema actual, por ejemplo, dejando de votar? El ciudadano
medio no se da cuenta (quizás no lo desee realmente) de
que simplemente dejando de colaborar con el sistema, lo
pondría en evidencia y aceleraría su
transformación radical. No es capaz de darse cuenta de que
el poder no es del pueblo porque el propio pueblo renuncia a
él, al renunciar a salir de este estado de
semi-consciencia, al renunciar a asumir su verdadero
protagonismo. No consigue o no desea sistematizar sus
intuiciones, sólo consigue o sólo desea tener
cierta conciencia mínima de lo que percibe. Quizás
en el fondo no desee pensar ni ver. Decía Robert Young que
rechazamos creer todo aquello que afecte nuestra
comodidad.
Muchas veces, las intuiciones son el camino más
rápido hacia el
conocimiento (aunque a veces equivocado). Parece como si
nuestra mente tuviera la capacidad de intuir la verdad, sin
necesidad de mucha información. A veces, la
información (sobre todo el exceso de la misma o su mala
calidad) nos desinforma, nos despista, nos hace perder de vista
dicho camino. Decía Einstein que la única
cosa realmente valiosa es la intuición.
Debemos recuperar ese olfato que nos hace desconfiar del
poderoso, del discurso
oficial, de aquellos que se empeñan en defender
acríticamente lo establecido, de aquellos que tachan de
demagogia a toda crítica
a las ideas oficiales, que procuran evitar el contraste de las
opiniones. Si usamos de forma combinada, la intuición, un
mínimo de información (procurando buscar la calidad
en vez de la cantidad, tan malo puede ser el exceso de
información como su defecto, incluso el exceso puede ser
peor porque nos desborda, nos desanima y nos crea la falsa
sensación de que ya no hace falta que nos informemos en
otras fuentes), la
razón, el sentido común, entonces las
probabilidades de que nos manipulen disminuyen considerablemente,
entonces la intuición se convierte en verdadero conocimiento.
Nunca podremos evitar la manipulación, pero podemos
minimizarla. Nunca podremos estar seguros de poseer la verdad,
entre otras cosas porque es imposible, por esto debemos siempre
recuestionar las verdades, las nuestras también, pero
especialmente las del poder establecido porque el poder
está precisamente establecido en base a ciertas verdades
que intenta vendernos. Para estar bien informado, es
imprescindible, por encima de todo, CONTRASTAR. Cuantos mayores
sean los contrastes que hagamos, mayor probabilidad
de llegar a la verdad. Pero sobre todo, debemos evitar a toda
costa el exceso de comodidad, la pereza mental que nos impide
pensar por nosotros mismos. El sistema capitalista procura
hacernos más comodones, no sólo porque así
consumimos más cosas que nos hacen la vida más
fácil (aparentemente), sino que además, y esto es
fundamental para él, porque así delegamos en otros
el ejercicio de pensar y ver. En esta delegación
voluntaria reside la clave de su triunfo.
Me gustaría incluir un pequeño pasaje de
la novela
1984 de George Orwell que ilustra muy bien lo que quiero
decir acerca de nuestras intuiciones:
Winston dejó de leer un momento. A una gran
distancia había estallado una bomba. La inefable
sensación de estar leyendo el libro prohibido, en una
habitación sin telepantalla, seguía
llenándolo de satisfacción. La soledad y la
seguridad eran sensaciones físicas, mezcladas por el
cansancio de su cuerpo, la suavidad de la alfombra, la caricia de
la débil brisa que entraba por la ventana… El libro
le fascinaba o, más exactamente, lo tranquilizaba. En
cierto sentido, no le enseñaba nada nuevo, pero esto era
una parte de su encanto. Decía lo que el propio Winston
podía haber dicho, si le hubiera sido posible ordenar sus
propios pensamientos y darles una clara expresión. Este
libro era el producto de
una mente semejante a la suya, pero mucho más poderosa,
más sistemática y libre de temores. Pensó
Winston que los mejores libros son los
que nos dicen lo que ya sabemos.
¡Qué grandes frases esas! Los mejores libros
son los que nos dicen lo que ya sabemos. ¿Puede
expresarse de mejor forma la verdad intuida? El libro le
fascinaba o, más exactamente, lo tranquilizaba.
¿Puede expresarse de mejor forma la emancipación
intelectual? ¿No ha sentido más de una vez eso el
lector leyendo ciertos libros? ¿Ha sentido eso mismo
leyendo este trabajo? ¿Realmente éste le ha
aportado algo que ya no supiera en el fondo, que ya no
intuyera?
También quisiera incluir un pasaje del libro
Historia del Tiempo de Stephen Hawking:
Hasta ahora, la mayoría de los científicos
han estado demasiado ocupados con el desarrollo de nuevas
teorías que describen cómo es el universo para
hacerse la pregunta de por qué. Por otro lado, la gente
cuya ocupación es preguntarse por qué, los filósofos, no han podido avanzar al paso de
las teorías científicas. En el siglo XVIII,
los filósofos consideraban todo el conocimiento humano,
incluida la ciencia,
como su campo, y discutían cuestiones como, ¿tuvo
el universo un principio? Sin embargo, en los siglos XIX y XX, la
ciencia se hizo demasiado técnica y matemática
para ellos, y para cualquiera, excepto para unos pocos
especialistas. Los filósofos redujeron tanto el
ámbito de sus indagaciones que Wittgenstein, el
filósofo más famoso de este siglo, dijo: «la
única tarea que le queda a la filosofía es el
análisis del lenguaje». ¡Que distancia desde la
gran tradición filosófica de Aristóteles a Kant!
No obstante, si descubrimos una teoría completa,
con el tiempo habrá de ser, en sus líneas maestras,
comprensible para todos y no únicamente para unos pocos
científicos. Entonces todos, filósofos,
científicos y la gente corriente, seremos capaces de tomar
parte en la discusión de por qué existe el universo
y por qué existimos nosotros. Si encontrásemos
una respuesta a esto, sería el triunfo definitivo de la
razón humana, porque entonces conoceríamos el
pensamiento de Dios.
Esto que comenta el eminente científico acerca del
Universo, ¿no podríamos aplicarlo también a
la sociedad humana? Si lo aplicamos al Universo, donde los
humanos somos poco más que espectadores, ¿por
qué no aplicarlo a nuestras sociedades, donde somos los
protagonistas? ¿No debería ser posible que, en sus
líneas maestras, el sistema
político-económico de la sociedad humana fuera
comprensible para todos y no únicamente para unos pocos
especialistas? ¿Cómo es posible construir una
sociedad si la mayoría no la comprende y por tanto no
puede participar en su construcción? ¿Cómo
es posible construir una democracia, en la que se supone debe ser
protagonista el pueblo, si éste no comprende el sistema
político? Debemos desconfiar de todo sistema que no
podamos comprender. Debemos desconfiar de todo sistema cuyo
funcionamiento dependa de una élite. Debemos, en suma,
desconfiar de toda élite. Podremos delegar hasta
cierto punto en ciertos especialistas para implementar las
líneas maestras del sistema. Nadie puede entender de todo,
esto es evidente. Pero no debemos delegar el conocimiento de
dichas líneas maestras. Podemos delegar en cuanto a los
detalles, pero no debemos hacerlo en cuanto a las generalidades.
Pero dicha delegación nunca debe ser un cheque en
blanco. Nunca debemos admitir que bajo la excusa de las
indiscutibles dificultades técnicas
de llevar a la práctica ciertos principios, se atente
contra éstos. Debemos involucrarnos todos en
lo que nos afecta a todos, por lo menos en cuanto a sus
líneas maestras. Todos debemos opinar y tener la
opción de participar activamente en el funcionamiento del
sistema. Pero para ello, debemos tener la posibilidad de que
todos puedan expresar libremente sus ideas para que sea
posible encontrar el modelo de sociedad que pueda funcionar y nos
proporcione las mayores posibilidades de convivir felizmente en
paz. Es imprescindible para ello desarrollar la democracia. La
clave está en la democracia. El conocimiento debe ser
democratizado. La mejor garantía de que la humanidad sea
dueña en su conjunto de su propio destino es que
toda ella participe activamente en su
construcción. La manera más segura de asegurarnos
un futuro digno para todos es que éste no esté en
pocas manos.
Como dijo Nicholas Murray Butler (las citas célebres
son siempre grandes e intensas fuentes de sabiduría):
El mundo se divide en tres categorías de gentes: un
muy pequeño número que produce acontecimientos, un
grupo un poco
más grande que asegura la ejecución y mira
cómo acontecen, y por fin una amplia mayoría que no
sabe nunca lo que ha ocurrido en realidad.
No hay mejor forma de controlar al pueblo que a través
de una élite que piense por él. Y si a esto
añadimos la comodidad que resulta del hecho de que otros
piensen y actúen por uno (siempre es más
fácil quejarse que actuar, siempre es más
cómodo dejarse llevar, no hay nada más costoso y
agotador que ir contracorriente), entonces el terreno está
abonado para que dicha élite controle fácilmente a
la mayoría silenciosa y pasiva. La clave para no dejarse
dominar por dicha élite reside sobre todo en no renunciar
a nuestras facetas humanas que pueden liberarnos de la
manipulación o del control, reside también en
rebelarnos contra la excesiva comodidad. En no renunciar a ver ni
a pensar, y por tanto a actuar (o dejar de actuar) en
consecuencia. Basta con que nos mantengamos "despiertos", basta
con que sigamos intelectualmente vivos, basta con que seamos
mínimamente coherentes de tal forma que si no creemos en
el sistema, entonces dejemos de realimentarlo, dejemos de ser su
cómplice. Como decía W. Lippman, en lo que
podríamos calificar como una magistral definición
del pensamiento único, Donde todos piensan igual,
nadie piensa mucho. El día en que el sistema
consiga que ya no veamos ni pensemos por nosotros mismos,
entonces el sistema habrá triunfado irremediablemente.
Ese día, como relataba George Orwell en su novela
1984, dos más dos serán cinco o seis o
siete, o lo que nos digan que tenga que ser. Ese día, la
humanidad habrá muerto. Quizás sigan existiendo
seres parecidos físicamente a nosotros, pero sólo
existirá una mente. Los seres de dicha sociedad
pensarán todos al unísono lo que la "reina madre"
determine. Ese día, la sociedad humana se parecerá
a la sociedad de las hormigas. Ese día la sociedad humana
habrá dejado de ser humana en el mejor sentido de la
palabra. El individuo estará completamente anulado.
Debemos preguntarnos si, aun suponiendo que no nos extingamos
físicamente, merece la pena vivir en una sociedad como la
que podría llegar ese fatídico día. Y
debemos preguntarnos también si ese día no
está tan lejos como parece, si realmente no nos estamos
aproximando a él a pasos agigantados por nuestra actitud
en el día a día. De todos nosotros depende que
1984 siga siendo una magnífica novela de
ficción y no se convierta en una demoledora
predicción.
Notas
finales
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