(Simón Bolívar
aparece por los pasillos, camina lentamente y se dirige a los
espectadores reflexivo y emocionado)
Permitidme que animado por un amor
patriótico me atreva a dirigirme a vosotros, para
indicarles ligeramente las causas que me condujeron a presentarme
aquí, en este majestuoso recinto que me vio nacer y
crecer, que me prestó sus valles para que aprendiera a
cabalgar y que recorrí muchas veces con el Sócrates
de America, mi gran maestro y amigo Don Simón
Rodríguez.
(Con infinita pasión y llevándose una mano al
corazón).
Que formó mi corazón y mi alma para la
Libertad, para
la Justicia, para
lo Grande y para lo Hermoso.
(Se desplaza con énfasis por el escenario).
Me enseño a la orilla del río.allá,.
(Señalando el Horizonte). en el centro de la naturaleza, la
esencia del amor a la Libertad y comprender que mi destino no era
para ser Alcalde de San Mateo, pueblo que siempre llevaré
en mi corazón con orgullo. Mi maestro fue siempre
guía en mis tribulaciones y desencantos y recuerdo,
recuerdo aquel juramento en las montañas de Roma "Juro
delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos;
juro por mi honor, y juro por la patria, que no daré
descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las
cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español"..
El hermoso cielo romano, teñido con las luces rojas del
atardecer, recogió y guardó amorosamente aquel gran
juramento histórico que un joven criollo acababa de hacer
en la cumbre del Monte Sacro y que iba a ser la divisa de toda su
vida. Tenía para ese entonces 22 años. Y no
sólo fue por el fragor de mi juventud, lo
que me hizo hacer este juramento, sino porque así lo
sentía, así me nació del alma. Estaba
inspirado en medio de las alturas de la Roma milenaria, y mi
maestro allí, recogiendo para la posteridad cada una de
mis palabras.
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