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Indicadores del rendimiento académico como criterios para la evaluación de la calidad (página 2)




Enviado por Emilia Basulto Ruíz



Partes: 1, 2

El concepto de
rendimiento, nace en las sociedades
industriales para referirse a normas, criterios
y procedimientos de
medida en el ámbito laboral y
relacionado más específicamente a la productividad del
trabajo,
(Bruggemann, 1983, citado por Camarena, et.al., 1985). En
consecuencia es concebido como criterio de racionalidad referido
a la productividad y rentabilidad
de las inversiones,
procesos y uso
de recursos que
tienen como objetivo
principal la optimización y el incremento de la eficiencia del
proceso de
producción y sus resultados, (Camarena,
et.al., 1985).

Apunta además Camarena, que el traslado de este enfoque
economicista al ámbito educativo ha originado diversas y
ambiguas acepciones del vocablo; identificando dos corrientes
principales en América
Latina que se circunscriben fundamentalmente al plano
descriptivo, y que por tanto soslayan la totalidad del proceso
que le da origen. Este precedente impuso la sustitución de
la discusión conceptual por la instrumentación operativa, es decir, el
replanteamiento en la magnitud de las manifestaciones del
rendimiento, las que son identificadas por la autora como:
Eficiencia Terminal, aprobación, reprobación y
deserción
escolar, como las más significativas.

La calidad y la
magnitud de los resultados de una institución de educación
superior, así como la eficiencia con la cual se
logran, no dependen exclusivamente de los insumos, sino
también de otros factores externos e internos de la propia
institución. Las Instituciones
de Educación
Superior (IES) cubanas están inmersas en un proceso de
reflexión profundo dirigido fundamentalmente a elevar la
calidad y pertinencia de sus resultados. En la práctica
internacional de la evaluación
institucional es común encontrarse con algunos criterios
evaluativos que sirven como marco de referencia para evaluar la
calidad en una institución o programa
académico a través de estándares previamente
establecidos vinculados con la eficiencia interna de los
procesos, la eficacia de los
resultados y su impacto en el entorno, (MES, 2005).

Uno de estos criterios evaluativos, que habíamos
mencionado con anterioridad como uno de los más conocidos
es la eficiencia académica terminal o eficiencia de
graduación cuya dimensión cuantitativa, refleja
aspectos cualitativos que van desde la calidad de los sistemas
educativos precedentes, las políticas
de ingreso a la educación
superior, etc hasta una amplia gama de factores que intervienen
en el proceso docente educativo y en las políticas
institucionales para garantizar la permanencia de los
estudiantes. Otras expresiones del rendimiento académico
como son la repitencia, la promoción, la retención o
permanencia y la eficiencia académica vertical, son
influyentes de la Eficiencia Terminal de forma proporcional. Al
respecto Camarena et.al. (1985), las consideran manifestaciones
específicas porque, si bien forman parte de todo el
conjunto de manifestaciones del rendimiento, articuladas y
relacionadas entre si, tienen mecanismos y características
particulares que las distinguen y les confieren cierta independencia
relativa, de modo que cada una puede ser tratada y analizada como
objeto de investigación particular o puede incluirse
como problemática en distintos objetos, como en el caso
del rendimiento. Estos indicadores se
expresan en los ámbitos global, institucional, facultades
y carreras, e inciden en el tiempo
promedio de graduación en el sistema, en las
características del desempeño académico estudiantil y en
la Eficiencia económica de las instituciones
educativas.

No obstante, la evaluación del rendimiento
académico a partir de algunas de esas manifestaciones no
explica por si sola su verdadera dimensión, ya que sobre
el mismo inciden muchos otros factores, existen relaciones
causales diversas y se producen implicaciones de diferentes
tipos; de ahí su complejidad. Sin embargo, el análisis de la dimensión
cuantitativa de dichas manifestaciones puede ser un punto de
referencia inicial y aproximado, que brinde una valiosa información primaria para conocer el
comportamiento
académico de los estudiantes; de su tránsito por el
sistema, evaluar -desde una de las aristas- lo que está
pasando en el proceso formativo y sus resultados, así
como, la capacidad del propio sistema para lograr la permanencia
de los estudiantes, todo ello apoyándonos en el
análisis empírico. Por supuesto, aquí hay
que enfrentar la problemática de la calidad y
disponibilidad de la información existente, aspectos que
no siempre están solucionados en las instituciones
universitarias y precisamente, uno de los factores educativos
preocupantes en la región de América
Latina y el Caribe, por su expansión paulatina y la
repercusión que tiene en la calidad de la Educación
Superior, lo constituye la problemática de la repitencia y
las bajas, (González, 2006).

Indicadores del
Rendimiento Académico

Los indicadores cuantitativos resultan referentes necesarios
para las diferentes dimensiones, variables y
criterios que se asuman dentro de la metodología de evaluación y
acreditación de la calidad
educativa, y constituyen instrumentos de mucho valor e
importancia teórica, metodológica y práctica
en la dirección científica de los procesos
sustantivos de la formación de los profesionales en las
universidades. (Torres, et.al., 2004) Sobre este tema,
García (1997) al analizar la situación y
proyección de las investigaciones
pedagógicas, refiere que un primer nivel debería
estar cubierto por la urgente necesidad de la
actualización de datos
estadísticos y por la elaboración de bases de
información sobre experiencias exitosas. Sin una poderosa
información cuantitativa sistematizada y ordenada con alto
valor descriptivo y diagnóstico, seguirá siendo
débil cualquier intento de contextualización
empírica y desarrollo
teórico sobre la calidad de la educación. Urge por
tanto, la necesidad de actualizar las bases de datos de
este nivel educativo en la mayoría de los países y
que los investigadores de las Instituciones de Educación
Superior participen con investigaciones cuantitativas para
actualizar y analizar las principales variables que den cuenta
del estado de sus
propias instituciones, pues la mayoría de los
países, según apunta Carron (1996), carece
todavía de un sistema confiable de indicadores
básicos para monitorear el desarrollo de su sistema
educativo y esta ausencia de información sistematizada
acerca de la calidad de la educación, incluyendo el
rendimiento de los estudiantes, es particularmente
problemática.

Entre los indicadores cuantitativos del rendimiento como
referentes de calidad y eficiencia de un programa de
formación profesional o de un curso de una materia
específica, podrían citarse: tasas de
retención y deserción académica,
promoción sobre la matrícula inicial y final,
calificación o nota por materia, calificaciones entre
diferentes materias y para el ciclo de formación,
número de graduados y eficiencia académica interna.
Estas variables que expresan el aprovechamiento docente de los
estudiantes, al mismo tiempo reflejan los resultados del trabajo
académico y expresan la eficiencia y calidad con la que
directivos, profesores y estudiantes interactúan en el
proceso de enseñanzaaprendizaje,
(Torres, et.al. 2004).

Promoción
sobre matricula (P/MI)

La promoción es una magnitud que refiere la
relación entre los estudiantes que promueven en el curso
con relación a la matrícula real al iniciarse el
mismo. Es una tasa de eficiencia utilizada en los niveles de
materia (asignatura, disciplina,
modulo, etc.) año académico, al nivel de carrera
(programa) y también puede utilizarse para un ciclo de
aplicación del programa y para los diferentes programas dentro
de la Universidad dada.
En esencia este indicador sobre y permite realizar valoraciones
el rendimiento docente de la masa estudiantil. Según
Vecino (1986), es el indicador fundamental para medir los
resultados de cualquier sistema educativo.

Eficiencia
Vertical (EV)

La EV por curso académico es la relación
porcentual de la multiplicación de las tasa de
promoción de los diferentes años del programa.

Eficiencia
terminal (ET)

Según Zepeda del Valle y Lacki (2003), la baja
eficiencia terminal constituye uno de los grandes problemas de
la educación agropecuaria, lo que significa que un alto
porcentaje de los estudiantes que ingresan, abandonan los
estudios, incrementando los costos de
formación de cada uno de los profesionales que egresan.
Este problema es aún más grave si se considera que
de los alumnos que egresan, solamente un pequeño
porcentaje se gradúa, al aprobar su examen profesional o
cumplir los requisitos de la titulación. Para los
países de América Latina y el Caribe, que enfrentan
serias limitaciones de recursos, lo anterior es inaceptable, ya
que se debe garantizar a la sociedad el
uso más eficiente, si no el óptimo, de los recursos
que invierte en la educación. Esta ineficiencia tiene alto
costo para las
instituciones de ciencias
agrarias. Mejorando la Eficiencia Terminal, al lograr que un
mayor número de alumnos que ingresen, terminen su carrera,
pueden obtener una parte de los recursos que se requieren para
hacer los cambios urgentes y necesarios en la formación de
los profesionales de las ciencias agrarias.

El número de estudiantes que finalizan sus estudios en
relación al número de los mismos que ingresaron en
el primer curso de esa promoción o la graduación
que se alcanza al final de un ciclo en relación con los
que ingresaron, es conocido indistintamente como eficiencia
académica terminal (Vecino 1986 y Romero et al 1986),
eficiencia terminal (Vidales 1992, Zepeda del Valle 1999),
eficiencia horizontal (Capó 1987, Torres y Lima, 2003)
eficiencia interna (Almuiñas y García del Portal,
1994) y tasa de éxitos (De la Orden, 1997 y Ndoye 2001).
Este indicador utilizado como expresión del rendimiento
académico de una población estudiantil es a su vez reflejo
de la eficiencia del modelo
pedagógico para un ciclo de aplicación y refiere
con bastante exactitud la calidad interna del sistema educativo
(Torres, et.al., 2004), es además un primer referente en
el estudio particular del comportamiento escolar de los alumnos,
en la medida que proporciona elementos para una primera
aproximación de los recorridos escolares completos o
incompletos (Camarena, et.al., 1985).

La eficiencia del desempeño de una institución
educativa, se mide, desde el punto de vista cuantitativo,
mediante indicadores específicos, entre los que destacan
el de reprobación, deserción, aprovechamiento,
absorción, titulación y eficiencia terminal; pero
sin duda alguna, este último es el de mayor importancia.
La eficiencia terminal, que expresa en términos
porcentuales el número de alumnos que egresan de una
generación en particular, es un índice que integra
los resultados de la reprobación y deserción; en
consecuencia, permite conocer el nivel de desempeño de un
plantel, considerando que su compromiso social es la
formación de recursos
humanos. Esta formación deberá caracterizarse
por tener la calidad demandada por el mercado
ocupacional y/o las Instituciones de Educación Superior,
que reciben a los egresados del tipo educativo medio superior que
decidieron continuar con sus estudios, (DGETA, 2005).

El interés
por los fenómenos de la deserción y de la
eficiencia terminal, constatado por el incremento en el
número de estudios, ha ratificado no tan sólo el
consenso sobre la importancia de los mismos sino que se ha
convertido en materia de controversia teórica y
empírica. En lo que respecta a la eficiencia terminal,
esta se ha definido desde diversas perspectivas como: la
relación cuantitativa entre los alumnos que ingresan y los
que egresan de una cohorte, como la medición del número de egresados en
relación con el número de primer ingreso, en una
cohorte que cubra el tiempo de duración de una carrera y
también como indicador que expresa la capacidad para
lograr que quienes inician un nivel educativo determinado se
gradúen satisfactoriamente en el mismo. También se
señala como la relación existente entre el producto y los
insumos utilizados, donde el producto será el
número de egresados que concluyen sus estudios, y los
insumos el personal docente
y los recursos financieros, midiendo la eficiencia terminal a
partir del flujo de población escolar en sus 3 momentos:
el primer ingreso, último grado, y el egreso, (De los
Santos, 2003).

A menudo, se ha definido como la relación entre el
número de alumnos que se inscriben por primera vez a una
carrera profesional, conformando, a partir de este momento, una
determinada generación y los que logran egresar de la
misma generación, después de acreditar todas las
asignaturas correspondientes al currículo de cada carrera, en los tiempos
estipulados por los diferentes planes de estudio (Camarena,
et.al., 1985). Por su parte Cuellar y Bolívar
(2006) señalan que no hay un consenso respecto a la
medición de la Eficiencia Terminal, ni a lo que realmente
debe medir, debido a que no está claro su estatuto
teórico, versando este desacuerdo en primer lugar en el
significado de los términos que la componen ingreso y
egreso de una institución educativa o inicio y
conclusión de un proceso formativo, y en segundo lugar,
cuando no existe información precisa de estos momentos. De
hecho el desacuerdo surge en relación con la
conclusión de los requerimientos del programa y se reduce
a la opción entre "egreso" y "titulación".

Camarena, et.al. (1985), hacen un análisis
crítico al plantear que la eficiencia terminal del sistema
educativo, en tanto manifestación del rendimiento, se
expresa inmediatamente en entidades observables, factibles de un
estudio de tipo cuantitativo, por lo que la primera
aproximación, en la
investigación empírica, requiere tener presente
la magnitud de esta manifestación. No obstante, este
aspecto se "relativiza" en el momento de la interpretación y explicación de los
niveles de eficiencia, ya que éstos sólo reflejan
los resultados finales de un proceso escolar; la
aprehensión de la eficiencia en toda su complejidad se da
en la dinámica misma del proceso que la
configura, y en la que intervienen aspectos cualitativos que no
necesariamente tienen expresiones numéricas. Con todo, la
condición de magnitud delimita las características
empíricas de la eficiencia y, además, apoya
referencialmente la explicación cualitativa de la
misma.

Las autoras de referencia, confieren al aspecto cuantitativo
un carácter aproximado, por cuanto no es
posible discriminar a partir de la información de los
Anuarios, el número de egresados pertenecientes a una
generación en particular[1]lo que
contribuye a sobreestimar los niveles reales de la eficiencia
terminal.

En este mismo sentido se pronuncian Pérez (2006) y
ANUIES (2001), Pérez opina que el cálculo de
la Eficiencia Terminal obtenido entre el número de alumnos
que concluyen la totalidad de los estudios y los de primer
ingreso en ese mismo año, aunque es la forma más
simple, no refleja la complejidad del fenómeno de la
deserción, pues no toma en cuenta la trayectoria
escolar[2]de una misma cohorte generacional, ni su
rezago, y tampoco considera las migraciones entre instituciones.
Por su parte (ANUIES, 2001) plantea un mayor rigor en el
cálculo de la Eficiencia Terminal para el cual deben
utilizarse cohortes reales. En este caso su definición
está dada por el cociente resultante de dividir el
número de alumnos pertenecientes a una cohorte dada que
egresa de dicho programa en cierto momento, entre los alumnos que
entraron a ese programa en un momento anterior. Por ejemplo los
egresados de la carrera de Contaduría Pública de la
UAA en 1999 que comenzaron la carrera en 1994, entre el total de
los que la comenzaron en 1994. Para calcular este índice,
por supuesto, no basta tener los datos anuales de ingreso y
egreso, sino que es necesario tener datos que permitan desagregar
individualmente el conjunto de los que terminan en un momento
dado, distinguiéndolos según el momento en que
iniciaron el programa.

La
Deserción y la Repitencia

La repitencia y la deserción son fenómenos que
en muchos casos están concatenados, ya que la
investigación demuestra que la repitencia reiterada
conduce, por lo general, al abandono de los estudios. Tanto la
repitencia como la deserción son siempre procesos
individuales, si bien pueden constituirse en un fenómeno
colectivo o incluso masivo, y ser estudiado como tal. En dicho
caso, por lo general, se asocia a la eficiencia del sistema. Por
su parte, la repitencia se entiende como la acción
de cursar reiterativamente una actividad docente, sea por mal
rendimiento del estudiante o por causas ajenas al ámbito
académico. La repitencia en la educación superior
puede presentarse de varias formas de acuerdo al régimen
curricular. Puede estar referida a todas las actividades
académicas de un período determinado (año,
semestre o trimestre), o bien, a cada asignatura para el caso de
currículo flexible. Esta última es la más
frecuente en las universidades de la región. Tanto la
repitencia en un periodo como de una asignatura se refleja en el
atraso o rezago escolar, es decir, en la
prolongación de los estudios por sobre lo establecido
formalmente para cada carrera o programa. Si bien rezago y
repitencia no son conceptos unívocamente asociados, puesto
que un repitente puede recuperarse tomando mayor carga
académica, es más fácil medir el atraso
escolar por la disponibilidad de datos. Como lo indica la
experiencia, es particularmente difícil disponer de datos
completos y confiables que permitan establecer indicadores de
amplio espectro sobre la repitencia cuando hay currículo
flexible. De ahí que comúnmente se acepte el atraso
escolar como un indicador proxy de la
repitencia, (González, 2006).

Con relación a la deserción, apunta Tinto (1989)
"desde el punto de vista individual, desertar significa el
fracaso para completar un determinado curso de acción o
alcanzar una meta deseada, en pos de la cual el sujeto
ingresó a una particular institución de
educación superior. Por consiguiente, la deserción
no sólo depende de las intenciones individuales sino
también de los procesos sociales e intelectuales
a través de los cuales las personas elaboran metas
deseadas en una cierta universidad. Aunque una gran variedad de
fuerzas operan sobre dichos procesos, es también verdad
que los individuos son mayormente responsables de alcanzar las
previstas metas institucionales". Más adelante concluye:
"el estudio de la deserción de la educación
superior es extremadamente complejo, pues implica no sólo
una variedad de perspectivas sino también una gama de
diferentes tipos de abandono, por lo que probablemente ninguna
definición puede captar en su totalidad la complejidad de
este fenómeno universitario"; y recomienda que los
investigadores y funcionarios de instituciones deben elegir con
cuidado las definiciones que mejor se ajusten a sus intereses y
metas, sin olvidar que el primer objetivo que justifica la
existencia de las universidades es la educación de los
individuos y no simplemente su escolarización, por lo que
el análisis del problema de la retención sin sus
vinculaciones con las consecuencias educativas no interesa a las
personas ni a las instituciones, y es además, a criterio
de Abarca y Sánchez (2005) un fenómeno que debe
asumirse como una situación con características muy
específicas, según el área, facultad,
escuela o
carrera, lo cual obliga a cualquier investigador que desee tener
una mayor comprensión de lo que sucede, ahondar en la
realidad que se vive en cada una de ellas.

Con relación a lo planteado por Tinto sobre la
definición de deserción, comenta Montoya (2006): el
mismo autor apunta que es un término de denominaciones
educativas de uso frecuente para describir el comportamiento de
todos los alumnos que abandonan los estudios sin tomar en cuenta
las razones o circunstancias que lo causan. A su juicio ve el
abandono como sinónimo de bajas definitivas o temporales
que se dan en una escuela y a la deserción como fracaso,
por ejemplo, quizá un alumno que abandona la escuela
interpreta su decisión como pasos totalmente positivos
para alcanzar una determinada meta y en este caso no es un
infortunado, simplemente abandona la escuela para alcanzar otra
meta.

Al parecer de González (2006) la deserción se
puede definir como el proceso de abandono, voluntario o forzoso
de la carrera en la que se matricula un estudiante, por la
influencia positiva o negativa de circunstancias internas o
externas a él o ella, y agrega que algunos autores definen
la deserción en la educación superior en forma
más operativa como "la cantidad de estudiantes que
abandona el sistema de educación superior entre uno y otro
período académico (semestre o año). En este
caso la deserción se calcula como el balance entre la
matrícula total del primer período, menos los
egresados del mismo período y más los alumnos
reintegrados en período siguiente, lo cual genera el nuevo
estado ideal de alumnos matriculados sin deserción."
Resulta obvio que la calidad de "desertor universitario" es de
por sí transitoria, y puede revertirse siempre que el
individuo
decida hacerlo, en la medida que no haya impedimento alguno para
retomar los estudios abandonados en algún momento.

Según se expresa en la metodología de IESALC, la
forma más confiable para estimar la deserción es a
través del seguimiento de cohortes de ingreso hasta que el
estudiante más rezagado se haya titulado.

Las razones para la deserción son variadas y pueden ir
desde la dificultad de las materias hasta problemas vocacionales,
aunque otros autores, como Sebastián Donoso aseguran que
los problemas de financiamiento
son la clave (la deserción en las universidades privadas
es un 36% más alta que en las estatales), pero
también puede haber causas provenientes de la
composición del alumnado, (Vergara, 2008).

Aunque hay indicios que señalan una correlación
entre los índices de marginación y la baja
eficiencia terminal, el fenómeno de la deserción no
es privativo de algunos estratos sociales, ni especifico de un
sistema escolar, pero sí, existe en México un
mayor índice en la educación media superior y
superior, estimándose esta última en un 32%
(Pérez, 2006). Otros estudios, como los realizados por
Álvarez, et.al. (2006) encuentran que las
características psicoeducativas del alumnado configuran un
factor muy relevante a la hora de explicar el abandono. Ellos
constatan diferencias significativas entre los tres grupos estudiados
(los que terminan los estudios, los que lo prolongan y los
que lo abandonan
[3]Los que terminan, frente a
los que abandonan, manifiestan un mayor nivel de
satisfacción con los distintos aspectos que han formado
parte de su proceso formativo, tales como: motivación, calificaciones
académicas, satisfacción con los estudios; los que
abandonan manifiestan tener menos motivación, bajas calificaciones y
consideran que no poseen las capacidades adecuadas para cursar
estudios universitarios. Sin embargo, resulta interesante
observar como el alumnado que abandona estudios de alto nivel de
exigencia (matemáticas) atribuye esta circunstancia a
la titulación, a su dificultad y a la desmotivación
provocada por la falta de recompensas; y el que abandona estudios
de bajo nivel de dificultad (trabajo social)
lo atribuye a motivos personales y económicos.

Las deficiencias en el sistema educativo precedente, es
también un factor que influye notablemente en la baja
permanencia escolar, haciéndose más evidente en los
primeros años de estudio. Resultados como los obtenidos
por el Consejo Superior de Educación de Colombia, en el
que se analiza la trayectoria de tres generaciones (2004, 2005 y
2006), demuestra que ocurre en el primer año la mayor tasa
de abandono, que supera en alguno de los casos el 20% (Vergara,
2008).

Otros estudios, en el que se han involucrado varias carreras,
la menor tasa de deserción se ha correspondido con las de
mayor selectividad, donde el número de plazas es menor que
el número de aspirantes. En este caso los estudiantes
admitidos, en su totalidad, son personas que deseaban estudiar
esa carrera y por tanto tienen buen índice
académico en el bachillerato y altos resultados en el
examen de admisión. Contrariamente las carreras con mayor
deserción coinciden con una demanda por
debajo de la disponibilidad, por lo que se admiten a todos los
solicitantes, y en caso de establecer puntajes, éstos son
mínimos. En este tipo de carreras, se admiten aspirantes
cuya primera opción era una carrera distinta, de alta
demanda, que al no poder
alcanzarla, aceptan otra, aún sin deseo alguno de
cursarla, muchos con la esperanza de poder cambiar al
término del primer año.

Estos estudiantes son generalmente muchos más de los
que solicitan la carrera en primera opción,
(Martínez, 2001; MEN, 2006). Sin embargo en otros
países, como Chile hay carreras muy exigentes que
presentan alta deserción y viceversa. Tampoco
necesariamente es un problema de selección,
por cuanto los más altos puntajes de la Prueba de Aptitud
Académica se distribuyen entre carreras de alta y baja
deserción (Ingeniería y Medicina, por
ejemplo).

Los indicadores que influyen en el rendimiento
académico de los estudiantes, específicamente, la
deserción, es un punto clave para las instituciones
educativas porque ofrecen información respecto a las
dificultades para el éxito
escolar y también permiten conocer el impacto de estrategias
encaminadas a minimizar estos problemas. Independientemente de la
visión teórica que se asuma, es claro que los
problemas de la deserción son multicausales y que, si bien
es cierto son producto de características propias de los
estudiantes y condiciones tales como las desigualdades
socioeconómicas y las desventajas culturales con las que
ingresan a las Instituciones de Educación Superior,
existen otras, que es necesario considerar, tales como las
atribuidas por los estudiantes en investigación realizada
por Álvarez, et.al. (2006), que están relacionadas
con las características psicoeducativas, tales como
desmotivación y falta de ilusión por la
carrera.

De los Santos (1993), De Allende
(1987), Martínez Rizo (1988) y Clemente (1997), citados
por Gómez, et.al., (2004) resumen que, entre la
multiplicidad de factores que afectan a los estudiantes se pueden
señalar:

  • Condiciones económicas desfavorables.

  • El deficiente nivel cultural de la familia a la que
    pertenece.

  • Las expectativas del estudiante respecto de la importancia
    de la educación.

  • La incompatibilidad del tiempo dedicado al trabajo y a los
    estudios.

  • La responsabilidad que implica el matrimonio.

  • Las características personales del estudiante, por
    ejemplo, la falta de actitud de logro.

  • El poco interés por los estudios en general, por la
    carrera y por la institución.

  • Las características académicas previas del
    estudiante, como los bajos promedios obtenidos en la
    educación media superior que reflejan la insuficiencia
    de los conocimientos y habilidades con que egresan los
    estudiantes, con relación a los requeridos para
    mantener las exigencias académicas del nivel
    superior.

  • La deficiente orientación vocacional recibida antes
    de ingresar a la licenciatura, que provoca que los
    estudiantes se inscriban en las carreras profesionales sin
    sustentar su decisión en una sólida
    información sobre la misma.

El problema de la deserción debe analizarse en el
contexto social y económico de la región y
particularmente teniendo una visión general de los
sistemas educativos. Si bien la educación superior ha
crecido notablemente en los las últimas décadas, en
la mayoría de los países una proporción
mayoritaria y significativa de la población aún se
mantiene en una condición de "exclusión". Es
así como menos del 20% de los adultos mayores de 25
años ha accedido a la universidad y menos de un 10% ha
completado sus estudios universitarios, (González,
2006).

Covo (1988), citado por De los Santos (2003), considera que el
problema de la deserción, y con él los del rezago y
la ET, pueden ser en principio concebidos como tres facetas de un
mismo fenómeno que suele manifestarse en la escuela y que
obedece a una compleja dinámica en la que se entrelazan
factores de orden individual, familiar, social e institucional,
factores referidos en todo caso al desempeño escolar de
los alumnos y al desempeño de la institución en que
están inscritos, y que la discusión acerca de estos
factores parece requerir centrarse en torno al
fenómeno de la deserción, puesto que la
información y los análisis con los que se cuenta
tienden a indicar que el rezago es una de sus causas y la ET su
consecuencia institucional, elementos que requieren, por su
naturaleza, un
análisis integral e integrado que parta de la
comprensión de la multiplicidad de causas que los
originan.

La literatura
existente sobre el tema señala que dentro de los
principales aspectos de influencia se inscriben, por ejemplo, las
condiciones socioeconómicas; la composición
familiar y sus relaciones; la edad; la salud; la
motivación; la situación laboral; los valores
familiares frente a la educación; el nivel educacional de
los padres; la preparación adquirida en la
enseñanza precedente; el rendimiento docente en la
universidad; los métodos,
el tiempo de dedicación y hábitos de estudio; el
nivel de integración del estudiante en la
Universidad; el grado de aseguramiento docente (las normas
organizativas, los métodos, los contenidos, la
orientación de la enseñanza, entre otros); el
desempeño de los docentes; la
información sobre las carreras, etc. Por otra parte, se
señala también que dichos fenómenos tienen
implicaciones en lo personal, lo institucional y social de
diferentes magnitudes e intensidades (MES, 2005).

Según lo planteado en este mismo informe, la
problemática de las bajas y la repitencia en la
educación superior cubana siempre ha formado parte de la
agenda de discusión y toma de
decisiones estratégicas con relación a la
necesidad de elevar la eficiencia del sistema en todas las
modalidades de estudio, en particular en los Cursos Regulares
Diurnos dada su gran significación en la
satisfacción de la demanda de profesionales y de la
población joven que culmina la educación media
superior.

Por medio de varios estudios se ha tratado de conformar un
panorama general sobre la dimensión cuantitativa de ambos
fenómenos que han permitido indagar en algunos de los
factores e implicaciones más relevantes que intervienen en
ellos. Esto ha dado lugar a un trabajo permanente en la atención y mejoramiento de las condiciones
externas e internas que provocan las bajas universitarias y la
repitencia, a través de la implementación de
políticas y estrategias integrales
tendentes a elevar la eficiencia del proceso docente-educativo y
entre otros aspectos, disminuir su efecto negativo e incrementar
los niveles de permanencia y graduación, sobre todo en los
Cursos Regulares Diurnos.

Los problemas de la eficiencia académica terminal o de
graduación, las bajas y la repitencia encuentran
desarrollo en un conjunto de estudios que se han realizado en la
educación superior cubana, cada uno desde diferentes
ópticas y objetivos
particulares. En este sentido cabe mencionar el realizado por
Vecino en 1986, en el que entre otros análisis, contempla
las tendencias observadas en la dimensión cuantitativa de
la promoción y las eficiencias académica limpia y
vertical desde el período 1973/74 hasta 1981/82. Otro
estudio no menos importante fue realizado por Capó (1987)
que entre otros objetivos, estudia las causas de rezago y
abandono
escolar y su efectividad económica en el Instituto
Superior de Ciencias Agropecuarias de la Habana (ISCAH), actual
UNAH en el período 1976/1977-1986/1987. Siguiendo esta
línea de investigación Torres y Lima (2003),
presentan las dimensiones cuantitativas de algunas
manifestaciones del rendimiento académico, cuyo estudio
revela que el índice de bajas por insuficiencia docente o
motivos académicos alcanzó en el período un
promedio del 11,2%; esto significa que la promoción
mostró altos y estables valores con
una media de 88.7%; la eficiencia vertical por curso
académico resultó bastante variable, con una media
de 52.6%, y la eficiencia académica limpia alcanzó
una media de 49,5%, mostrando también una gran
variabilidad.

En la investigación antes mencionada, Capó
define indicadores que son de algún modo resultantes de
los indicadores de promoción, deserción,
repitencia, entre otros. Entre los que se encuentran:

Tiempo de estudio nominal: Producto de los estudiantes
graduados (en ciclo o no) de una cohorte por los años de
estudio de la carrera (5). Se expresa en hombres/años.

Tiempo de estudio verdadero: Relación entre el
tiempo total ofrecido por la institución, entre los
estudiantes graduados del ciclo; expresado en años.

Efectividad económica interna de la
educación:
Relación entre el tiempo de estudio
nominal y el tiempo de estudio total ofrecido por la
institución, expresado en hombres años.

Consideraciones
Finales

La preocupación por la calidad de la educación,
puesta en la agenda de los más importantes eventos sobre
Educación Superior en los últimos años, ha
logrado un impacto importante en todos los países e
Instituciones de Educación Superior en toda la
región, que han tenido que enfrentar el proceso de
masificación que está ocurriendo en este sistema
educativo, y mantener al mismo tiempo iguales o mejores niveles
de calidad.

En este sentido, uno de los problemas que más afecta la
consecución de estos niveles, a escala global, es
el fenómeno de la deserción académica, el
cual tiene causas e implicaciones particulares que deben ser
estudiadas casuísticamente, debido a que en la
mayoría de los países existen problemas financieros
que provocan cambios en las estructuras
económicas e impactan el mundo del trabajo, en cada uno
con sus propias características.

Son también aspectos muy particulares de cada
institución, el trabajo
docente metodológico encaminado a elevar los niveles de
promoción, la adopción
de políticas y estrategias para garantizar la mayor
calidad del proceso formativo y el comprometimiento de los
estudiantes con sus metas individuales y su responsabilidad
social.

En cuanto a la dimensión cuantitativa de los
indicadores del rendimiento, nos unimos al criterio de algunos
autores mexicanos para afirmar que es imprescindible el
seguimiento de la trayectoria escolar de los estudiantes, para
garantizar la confiabilidad de los datos estadísticos y
una evaluación real del fenómeno de la repitencia y
la deserción.

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Autor:

Julián García Gómez

José R. Capó Pérez

Antonio Torres García

Caridad Izquierdo Dorta

Emilia Basulto Ruíz

Especialista en Información del Instituto Nacional de
Ciencias Agrícolas y profesora de la carrera de Bibliotecología en la Sede Universitaria
Habana del Este

Profesores de la Universidad Agraria de la Habana
(UNAH)

[1] Se refiere a que en los datos de egreso
se incluyen además de los miembros de una misma
generación en particular, a alumnos provenientes de
generaciones anteriores que experimentaron algún atraso
en su recorrido escolar

[2] La trayectoria escolar se define como el
recorrido que sigue una cohorte de estudiantes en un tiempo
determinado, a partir de su ingreso a un plan de
estudios específico. Por medio de este análisis
se determinan los índices de abandono, rezago, egreso y
titulación en un tiempo determinado. El tiempo se
establece de acuerdo con los propósitos del estudio. Ej.
Cohorte, semestre, curso. El método
empleado para hacer este tipo de estudio en la UNAM es
descrito en el libro sobre
Deserción de la ANUIES por Rosa María Valle,
Graciela Rojas y Ariadna Villa.

[3] Aclaración de los autores de
acuerdo con el estudio referido en el documento original

Partes: 1, 2
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