_TERCERA EDICIÓN CORREGIDA Y
AMPLIADA_
I. PRESENTACIÓN.
En la cultura de las comunidades negras se destaca su
carácter alegre y festivo; pues, donde quiera que vivan,
dada la herencia africana que llevan en la sangre, manifiestan su
gusto por la música, la danza y las diversiones, tanto
así que Bastide (1), al respecto, afirmara: "…los amos
se dieron cuenta de que si no les daban a los negros espacios
para bailar y celebrar sus fiestas tradicionales, éstos
morían rápidamente y trabajaban con menor
rendimiento." (Véanse Gráficos 2 y 3). Y
así, quienes habitan en pequeñas poblaciones,
generalmente ejecutan el baile cadencioso y sensual al son de la
marimba y los tambores; pero con algunas variables, dependiendo
si se practican en las Islas de San Andrés, en la Costa
Atlántica, en la del Pacífico, en Palenque, en el
Patía, en Barbacoas o en cualquier lugar donde habiten los
negros.
Algunas manifestaciones culturales que se patentizan por medio
de sus cuentos, mitos y prácticas rituales, nos permiten
configurar una idea de cómo se ha formado su "alma
colectiva"; porque tales expresiones han sido suficientemente
divulgadas, pero existen otras que, por su carácter
esotérico, son poco difundidas y, como ellas
también hacen parte del folklore, con base en los informes
suministrados por una integrante de una de estas comunidades, he
realizado el siguiente relato:
II. A MANERA DE FÁBULA.
No muy lejos de la ciudad de Santiago de Cali hay
un pintoresco caserío oculto entre guaduales, chiminangos,
samanes, ceibas, cañaduzales y sembríos de
plátano y maíz, donde habitan, en viviendas de
bahareque o de esterilla, gentes humildes, pero muy solidarias
que, tanto intercambiar sus formas de existir, se acostumbraron a
actuar como si fueran miembros de una misma familia.
Cerca de ese lugar, al rayar el día, los negros anclan
sus canoas en medio del Río Cauca y, desde ellas se lanzan
para sacar en baldes la arena del fondo, maniobrando como
verdaderos buzos que, sin necesidad de aperos, lo hacen a la
perfección porque desde niños aprendieron a
sumergirse conteniendo por largo rato la respiración.
Así, zambulléndose en el río una vez y otras
tantas veces, van cargando la canoa con la arena que luego sacan
a la orilla para verterla en las volquetas que la llevan a la
ciudad. Con ese trabajo ganan su manutención y, como el
sol pega tan duro en ese sector, empiezan la jornada muy de
madrugada para poder terminarla también muy temprano. Por
eso, mientras están trabajando, no tienen tiempo para
descansar; pero cuando a la orilla se acerca la negra Cecilia,
todos suspenden su labor para mirarle y gritarle que se la
quieren "comer".
"Chilita", al escuchar esas propuestas lujuriosas que los
areneros públicamente le hacen, ríe a carcajadas,
se emociona, se contonea y se llena de ardor porque ella sabe que
con cualquiera de ellos la noche pasará y su pasión
calmará. Pero _ ¿Qué va?, dicen sus
hermanas_ ella no se tranquiliza con uno, porque siempre quiere
otro y otro más. Por eso, al verle metida en ese infierno
de lujuria que por nada quiere cambiar, creen que "Chilita" pudo
haberle dado "maranguango" o alguna poción embrujada a su
marido para que no se percatara de todas las picardías que
hace; porque, desde que cogió la manía del
"perreo", no ha dejado la costumbre de ir a Juanchito a bailar,
beber ron y guarichar.
Dice Vicky, su sobrina, que el "Curandero" es un viejo
jubilado de Los Correos Nacionales que se "echó" a su
tía cuando apenas tenía doce años, a los
catorce la embarazó y a los veinte ya la había
convertido en mamá de tres hijas y dos hijos que ella
solamente parió, porque el cuidado siempre estuvo bajo la
responsabilidad del papá. Aunque sobre dicha paternidad,
sus hermanas tenían algunas dudas puesto que, tanto la
pigmentación como la clase de cabello, diferían
notoriamente entre las tres hijas y los dos hijos. Pero eso no le
preocupaba a "Chilita" porque tan pronto el "Curandero"
había mostrado su desconcierto, ella le había
explicado que eso se debió a que, en el momento de la
concepción del uno hubo un eclipse de luna que
influyó sobre las características físicas de
la criatura; y en el otro se había presentado una tormenta
eléctrica que lo afectó de igual manera. Esta es
otra razón para que sus hermanas le reprochen porque el
"Curandero", su marido, es un hombre bueno y estimado por la
comunidad ya que, gracias a sus conocimientos sobre el valor
balsámico de las plantas, a muchos hombres ha sanado con
"balsánica" cuando lo han necesitado y a las mujeres no
les ha faltado el "chamico" para enamorar. También, porque
gracias a sus consejos las viejas han ido abandonando poco a poco
la bárbara costumbre de aplicarles alcohol caliente sobre
la vulva de las negritas recién nacidas (véase
encuesta 6.2).
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