Introducción
¿Por qué nos cuesta tanto estar felices?
Es una pregunta que siempre terminamos haciéndonos cuando
nos sentimos con disgusto por "como" percibimos nuestra realidad.
Pero raramente nos cuestionamos por que nos cuesta tanto el
permitirnos ser feliz, para entender un poco ello retomaremos lo
que menciona Jorge Bucay[1]en lo referente a
darse permiso; de igual manera a Xavier
Guix[2]cuando aborda el tema de darse permiso
para ser feliz.
Permitirnos ser
feliz
Está claro que tanto la cultura como
la tradición y la moral de
una sociedad se
trasmiten de padres a hijos a través de mensajes directos
o subliminales, verbales y no verbales, llenos de premios y
castigos, sostenidos por ideologías, prejuicios, paradigmas y
mandatos de todo tipo, color e
intención (Bucay, 2009).
Según el modelo
transaccional, creado por el psiquiatra Eric Berne, la estructura de
la
personalidad se podría deconstruir en tres estados
más o menos independientes: el del Padre Interno, el del
Adulto y el del Niño Libre. Dice Berne que, debido a esta
estructura tan particular, los mandatos recibidos en la infancia
perduran en nosotros y siguen condicionándonos aunque
intelectualmente los cuestionemos, pues nos hablan desde la
figura introyectada de nuestros padres (Bucay, 2009).
Este punto, el de los permisos y el de los mandatos, es
fundamental si pretendemos comprender algunas de nuestras
bizarras maneras de encarar o intentar resolver situaciones
difíciles y, sobre todo, si tendemos a ayudar a otros
durante la tarea educativa, asistencial o terapéutica
diseñando formas de intervenciones eficaces y
positivas.
Todo se complica bastante cuando caemos en la cuenta de
que, por fuerza, las
pautas que los niños
reciben en sus primeros años de vida marcan y condicionan,
de forma a veces irreversible, el desarrollo y
el futuro de esas personas en ciernes. Todo se agrava aún
más cuando asumimos que esas pautas están, a su
vez, condicionadas por las limitaciones, errores, distorsiones,
mandatos y prohibiciones que esos educadores recibieron de su
propio entorno cuando eran niños.
Supongo que no exagero cuando digo que todos y cada uno
de nosotros hemos sido víctimas de por lo menos uno de
estos mandatos restrictivos y que nos hemos pasado gran parte de
nuestra vida luchando contra él o ellos. Siguiendo la
inspiración transaccionalista, podríamos enumerar
aquí un decálogo de las absurdas prohibiciones que,
una y otra vez, los padres nos trasmiten voluntaria o
involuntariamente.
Estas prohibiciones actúan como verdaderos
mandatos vinculantes. Es imposible no escuchar estas
órdenes, por condicionantes que suenen, si llegan a
nosotros cuando todavía no podemos cuestionarlas y encima
de la mano de las personas que más queremos y que,
supuestamente, más nos quieren (Bucay, 2009).
Absurdo No 1: No está permitido que
pretendamos ser quienes somos. Debemos ser, parecernos o
actuar como nuestros educadores creen que es correcto y como
ellos nos aseguran que es lo mejor para nosotros.Absurdo No 2: No está permitido que
nos involucremos emocionalmente, porque eso nos haría
sufrir. Sin compromiso afectivo, no habrá posibilidad
de que suframos.Absurdo No 3: No está permitido el
contacto físico. De los más inocentes
acercamientos puede surgir la connotación sexual y eso
es un tabú hasta la madurez.Absurdo No 4: No está permitido crecer
ni estar sano, porque eso dejaría en duda el rol de
nuestros educadores, los cuales se significan con la actitud
de cuidarnos.Absurdo No 5: No está permitido perder
el control de las cosas. Todo debe quedar bajo nuestra
égida y nuestro dominio.Absurdo No 6: No está permitido
disfrutar de la vida, porque eso confronta con la idea de
nacer, sufrir y morir.Absurdo No 7: No está permitido correr
riesgos, porque la vida es peligrosa y todo lo que hagamos,
en especial lo que nos da placer, implica una amenaza a
nuestra integridad.Absurdo No 8: No está permitido
sentirte importante. Debemos ser uno más o, por lo
menos, no competir con nuestros educadores.Absurdo No 9: No está permitido
equivocarse. Porque eso es un fracaso y objeto de desprecio
de los demás.Absurdo No 10: No está permitido ser
totalmente libres, ni en nuestras decisiones, ni en nuestros
pensamientos, ni en nuestros sentimientos. Debemos hacer lo
que se espera de nosotros, estudiar lo que es mejor, trabajar
como se debe y casarnos con la persona adecuada.
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